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I. INTRODUCCION
Para Orrego, nuestra trayectoria histórica, en que se degradan los productos culturales
del pasado para la preparación de una nueva cultura, no sólo nos encamina a
constituirnos en un pueblo continente con el imperativo de formar un estado continente,
sino fundamentalmente, a marchar hacia un humanismo americano por medio de la
fusión de estirpes antagónicas, entre el blanco europeo, el negro africano y el indio
americano. Fusión capaz de resolver la encrucijada de la crisis del hombre en esta
supresión de las antinomias y por la potenciación de sus posibilidades.
Orrego cree que, así como de la fusión de estirpes opuestas en el Renacimiento europeo
nació el humanismo, de modo similar aquí en América, de la fusión de gérmenes
distintos habrá de surgir un neo humanismo americano. América está destinada a
convertirse en el epicentro de una nueva época y cultura mundial. Pero no se crea que su
humanismo americano incide más en lo etnológico que en lo ontológico, más en el
aspecto histórico que en el especulativo. Lejos de ello, como se verá, la indagación del
ser histórico de la nueva América transita por el examen del ser del individuo, del ser de
los pueblos y el ser de la nueva América, en consonancia con una descripción de la
nihilización de dos orbes culturales.
Pero quizá sea este el momento para destacar como digresión lo afirmado por el mejicano
Octavio Paz. Este había afirmado que, Latinoamérica vive la tragedia de no haber tenido
siglo dieciocho, es decir no ha tenido Ilustración ni revolución burguesa y por ello
conocemos mejor la sátira, el humor, vivimos entre los espasmos de rebeldía y el estupor
de la pasividad, y en medio de esta inmensa omisión histórica desconocemos la
tolerancia y la verdadera democracia.
II. MARCO TEÓRICO
Pues, Orrego no cree que seamos una porción excéntrica de Occidente, por el contrario,
afirma que el factor biológico de la cultura en América la convierte a ésta en preñada de
Nuevo Mundo, reafirma el mestizaje como el camino de una gran cultura, como la salida
a nuestra vejez y la vía para constituirnos en una raza cósmica sin mimetismos simiescos.
Lo occidental junto con lo andino son los componentes de la digestión vital del
biometabolismo psíquico del continente.
Efectivamente, tras la letra histórica y ontológica de Orrego está el origen religioso del
concepto de un nuevo humanismo. Es decir, renacimiento del hombre americano en un
nuevo nacimiento histórico-espiritual. Cuando Orrego nos habla en el capítulo XIV
sobre el “ser del individuo”, se refiere a la capa eterna y trascendente como su ser más
auténtico, y al existencialismo sartreano le reprocha negar toda prolongación
trascendente del hombre. Es decir, su humanismo no exalta el protagonismo humano en
el mundo y en la historia sobre la base de la muerte de Dios, al contrario, pone énfasis
en que sin Dios la condición del hombre se vuelve angustiante y sin amparo.
Nada más alejado de Orrego que, aquel humanismo nietzscheano que afirma el
superhombre como encarnación de la voluntad de poderío, o de aquel humanismo
existencialista que sostiene que el sentido del ser depende del propio hombre, o de estotro
humanismo ético que defiende la idea de un ideal bastante elevado que al final deriva
hacia un nihilismo que niega todo valor, o de aquel otro humanismo racionalista que se
funda en la autonomía de la razón y racionaliza el sentimiento religioso. Lejos del
humanismo secular, que mitologiza a la humanidad, la ciencia y la razón, el humanismo
orregiano evita los excesos inmanentistas del secularismo y los extremos
trascendentalistas del fideísmo.
Con este trasfondo espiritual Orrego hace frente a la crisis del hombre moderno, lo que
a su vez le permite comprender mejor el destino de los gérmenes históricos como
factores del nuevo complejo cultural. De este modo, su punto de partida es un
humanismo integral que no se agota en lo inmanente ni se anestesia en lo trascendente.
Y nuestra democracia, remarcará, debe ser sui géneris, basada en la justicia social de
carácter comunitario proveniente del imperio incaico, y de esta forma la aplicación del
socialismo no debe ser una imitación europea. La segunda parte de su teoría elemental
comprende la teoría del espectro o constelación antropológica occidental, en donde
determina tres zonas entremezcladas, donde se dan cita las progenies. La zona diluvial o
choque (la conquista y las emigraciones), la zona sepulcral o recesiva, en donde se da el
mestizaje plural, y la zona vital y orgánica de recomposición y síntesis. En suma, el
mestizaje es el camino para constituir una raza cósmica.
Garcilaso y Bolívar, son las dos etapas fundamentales en el comienzo del proceso
histórico continental. Garcilaso representa el instante trágico y Bolívar el instante
dramático y promisor en la vida del continente. No hay arte mestizo, porque lo mestizo
es sólo tránsito hacia algo, sólo hay arte de transición y de penumbra. Pero las raíces
metafísicas en el alumbramiento de la nueva conciencia se retrotraen a la poesía
vallejiana, la cual destacando la solidaridad con el dolor humano alcanza la “oscuridad
tenebrosa del socavón terrestre”. Desencubriendo la esencia del ser americano
testimonia que se ha iniciado un nuevo proceso cultural en América. Vallejo, junto a
Heidegger, es el más grande solecista de la época contemporánea.
El indigenismo es la opción pintoresca por el pasado, pero América no será tal si no deja
de mirar el sepulcro y dirigir la vista hacia el porvenir. América es un inmenso sepulcro
de lo europeo en política y religión especialmente, pero a la vez la cuna de la síntesis y
lo nuevo. América se encuentra constreñida entre dos tumbas: el sepulcro indigenista de
los necrólatras o complejo de Edipo por la madre indígena, y el sepulcro europeo, que
es el complejo de Edipo de la madre española. Pero, a pesar de ello, nace una nueva
criatura entre el desgarramiento de la época.
2.2 BÚSQUEDA DE EQUILIBRIO ESPIRITUAL
1. Orrego, Antenor. (1947). Memoria del Sr. Dr. don Antenor Orrego, Rector de la
Universidad Nacional de Trujillo, leída el día de la Apertura del Año Académico.
Trujillo, Perú.
2. Orrego, Antenor. (1948). “La teoría del Espacio-Tiempo-Histórico”, en Páginas
Libres. Tribuna para las juventudes y pueblos de Indoamérica. Lima, Año III, Nº 8,
noviembre.
3. Robles Ortiz, Elmer. (2006). “Educación y universidad en el pensamiento de Antenor
Orrego”, en Acta Médica Orreguiana Hampi Runa. Facultad de Medicina de la
Universidad Privada Antenor Orrego. Vol. 6, Nº 1. Trujillo.