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1. Derecho de propiedad: Valore tal derecho en el marco de todo el ordenamiento y su relación con otros
derechos reconocidos por la constitución
El art. 14 de la Const. Nacional declara que todos los habitantes tienen el derecho de "usar y disponer de su propiedad". El art.
17, complementándolo, expresa: "La propiedad es inviolable, y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en
virtud de sentencia fundada en ley. La expropiación por causa de utilidad pública, debe ser calificada por ley y previamente
indemnizada"; más adelante agrega: "Todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra, invento o descubrimiento, por el
término que le acuerde la ley. La confiscación de bienes queda borrada para siempre del Código Penal argentino. Ningún cuerpo
armado puede hacer requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie". El art. 20, con referencia a los extranjeros, les reconoce
el derecho a "poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos". En definitiva, la Constitución prevé aquí lo siguiente:
a) proclama un derecho genérico a la propiedad, reputándolo inviolable, que incluye la facultad de disfrutarla y transmitirla
discrecionalmente;
b) determina u na subespecie de la propiedad, la intelectual, considerándola transitoria;
c) reconoce un tipo particular del sujeto de derecho de propiedad (el extranjero);
d) autoriza l a conclusión del derecho de propiedad por parte del Estado, mediante la expropiación, y
e) formula prohibiciones: no están permitidas las confiscaciones ni tampoco las requisiciones por los cuerpos armados.
4. ¿Qué tema de política nacional acaecido en los últimos tres meses encontró particularmente
vinculado con el contenido de la materia? Identifique el mismo y realice una valoración jurídica del
tema.
A. Según la reforma constitucional de 1994: sufragio, orden democrático, partidos políticos, consulta
popular
El Derecho de Resistencia y La Defensa del Orden Constitucional (Art. 36)
Fue la primera norma debatida en el recinto de la Convención, y fue votada por unanimidad por todos los bloques políticos.
La vigencia del orden constitucional, aún en los supuestos de facto, está consolidada a partir de dos ejes: la nulidad
insanable de los actos ejercidos por los usurpadores y la extensión de la sanción prevista para los “infames traidores de la
patria” a los autores de esos actos de fuerza contra el orden constitucional y el sistema democrático.
Cabe destacar que esas sanciones son imprescriptibles y expresamente han sido excluidas de los beneficios del indulto y la
conmutación de penas, pueden, sin embargo, ser objeto de amnistías generales.
Por último, la llamada “cláusula ética” equipara en el mismo nivel que la ruptura del sistema institucional a quienes
incurrieren en grave delito doloso contra el Estado que conlleve enriquecimiento, derivando al Congreso la sanción de una
norma general sobre este punto para el ejercicio de la función pública. Esta ley deberá contemplar razonablemente la
sanción de inhabilitación para ocupar cargos o empleos públicos.
Destaca Bidart Campos que el art. 36 exhibe un rostro docente y catequístico, porque procura enseñar que el “orden
institucional y el sistema democrático”, deben ser respetados. Tiene también algo de prevención, de admonición y de
disuasión para que la continuidad institucional no se interrumpa. Por supuesto que si, desgraciadamente, recayéramos en los
actos de fuerza que la Constitución descalifica, el imperio de ella no subsistiría por la exclusiva circunstancia de que este
artículo exprese que tal imperio se mantendrá.
De cualquier modo, contenida en la propia Constitución la incriminación de la conducta adversa, nos hallamos ante la
situación de todas las normas penales: por sí mismas no impiden que los delitos se comentan, pero prevén la sanción para
quienes sean sus autores.
El nuevo art. 36, párr. 4º, estableció un tipo de derecho de resistencia en manos de todos los ciudadanos, a ejercer contra
quienes ejecutaren actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático, que causaren la interrupción de la
observancia de la Constitución.
El derecho de resistencia del art. 36 reside en “todos los ciudadanos”, por lo que el texto estaría permitiendo un ejercicio
individual, a más del colectivo, contra los regímenes de facto.
Art. 37 Esta Constitución garantiza el pleno ejercicio de los derechos políticos, con arreglo al principio de la soberanía
popular y de las leyes que se dicten en consecuencia. El sufragio es universal, igual, secreto y obligatorio.
La igualdad real de oportunidades entre varones y mujeres para el acceso a cargos electivos y partidarios se garantizará
por acciones positivas en la regulación de los partidos políticos y en el régimen electoral.
El art. 37, en su segundo párrafo señala que el sufragio es universal, igual, secreto y obligatorio, recogiendo así la tradición
en materia electoral que arranca desde la Ley Sáenz Peña. La última parte del mismo artículo favorece la adopción de
acciones que tiendan progresivamente a la igualdad real de oportunidades entre varones y mujeres para el acceso a los
cargos electivos y partidarios. La ley 24.043 ya consagró este criterio a partir del llamado “cupo femenino” o “cuota de
género”, fijando la obligatoriedad de incluir un mínimo del 30 % de mujeres en las listas de candidatos para elecciones
nacionales, la cual se ha venido aplicando desde 1.992 con regular éxito en cuanto a los objetivos perseguidos por la norma.
Art. 38 Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático.
Su creación y el ejercicio de sus actividades son libres dentro del respeto a esta Constitución, la que garantiza su
organización y funcionamiento democráticos, la representación de las minorías, la competencia para la postulación de
candidatos a cargos públicos electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas.
El Estado contribuye al sostenimiento económico de sus actividades y de la capacitación de sus dirigentes.
Los partidos políticos deberán dar publicidad del origen y destino de sus fondos y patrimonio.
El nuevo artículo incorpora también varios postulados del derecho político: la necesaria forma de organización y
funcionamiento interno con contenidos democráticos; la representación de las minorías en el gobierno de los mismos; la
“competencia” para proponer candidaturas para las ofertas electorales a cargos públicos electivos; y el derecho a la difusión
de sus ideas a través de los medios junto con el acceso a la información pública.
Otro tema importante es el relativo al financiamiento de los partidos políticos. La solución alcanzada en la Convención
Nacional Reformadora equilibra la responsabilidad primaria del Estado al sostenimiento económico de sus actividades y a
la formación de sus cuadros y la obligatoriedad de dar publicidad del origen y destino de los fondos privados recibidos y
del patrimonio de los partidos políticos.
Definidos los partidos políticos como organizaciones permanentes de individuos unidos por una misma concepción política
cuya finalidad es la conquista del poder a través del voto del electorado, resta destacar que todo conjunto de personas que
enarbola una misma bandera tiene necesidad de una organización interna.
De allí que sin perjuicio de exigir ciertos requisitos de orden público como la adscripción a principios democráticos
enunciados en una declaración de principios y en los programas de acción política que obligatoriamente deben presentar
cada partido a formarse ante la justicia federal con competencia electoral, todo lo referente a la vida interna partidaria,
órganos de conducción, etc., se rige por su respectivo estatuto partidario o “Carta Orgánica” que conforma una verdadera
Constitución dentro de la vida interna de cada partido, determinando como se eligen sus autoridades y fijando sus órganos.
La reforma de 1.994 otorgó a la Cámara de Diputados la condición de cámara de origen para que los ciudadanos presenten
proyectos de ley, y para someter al cuerpo electoral la sanción de un proyecto de ley.
La iniciativa popular contemplada en el art. 39 no es el derecho individual de proponer un texto de ley, sino un derecho
grupal que pertenece a los miembros del cuerpo electoral, y que obliga al Congreso a darle tratamiento dentro del plazo de
doce meses de presentada la iniciativa.
La Constitución diseña aquí una cláusula “programática”, ya que su aplicación depende de la ley reglamentaria a dictarse
con el voto de la mayoría absoluta del total de miembros de cada Cámara. Dicha ley, según el mismo art. 39, no puede
exigir más del 3 % del padrón electoral nacional para suscribir el proyecto y tal porcentaje tiene que contemplar “una
adecuada distribución territorial para suscribir la iniciativa”.
De esas prescripciones se desprende que el derecho de iniciativa popular del art. 39 rige en todo el país, pero solamente
para la promoción de leyes que constitucionalmente puede sancionar la Nación.
La razón por la que el derecho de iniciativa popular debe plantearse ante la Cámara de Diputados fue de tipo político: esa
sala, representante del pueblo, no podría hacer caso omiso de una propuesta popular de ley. Sin embargo, si por la índole e
la materia es el Senado quien debe actuar como cámara de origen, no habrá otra alternativa que derivar la iniciativa a la
cámara alta.
La ley 24.747 ha reglamentado el art. 39 de la Constitución Nacional. Dispone que la iniciativa popular de una ley requerirá
la firma de un número de ciudadanos no inferior al 1,5 % del último padrón electoral utilizado para la elección de diputados
nacionales, y deberá representar por lo menos a seis distritos electorales.
La Cámara de Diputados puede rechazar la propuesta, sin recurso alguno (art. 9º). Se supone que este rechazo liminar
únicamente podrá fundarse en no cumplir la presentación con los preceptos constitucionales, con el número de firmas
pertinentes o con otros recaudos que exige el art. 5º de la ley. Admitida formalmente, sigue con el trámite común de una
ley.
El referéndum y el plebiscito
Art. 40 El Congreso a iniciativa de la Cámara de Diputados podrá someter a consulta popular un proyecto de ley. La ley
de convocatoria no podrá ser vetada. El voto afirmativo del proyecto por el pueblo de la Nación lo convertirá en ley y su
promulgación será automática.
El Congreso o el presidente de la Nación, dentro de sus respectivas competencias, podrán convocar a consulta popular no
vinculante. En este caso el voto no será obligatorio.
El Congreso, con el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara, reglamentará las
materias, procedimientos y oportunidad de la consulta popular.
En igual sentido que la iniciativa, la figura de la consulta popular amplía los márgenes de la participación ciudadana en la
toma de decisiones del gobierno. La consulta puede ser sometida por decisión del Congreso, a iniciativa de la Cámara de
Diputados, consulta que en ese caso será vinculante. Puede tratarse de una consulta no vinculante cuando es convocada por
el presidente de la Nación.
Los dos institutos de democracia semidirecta incorporados en el art. 40, son los que se denominan respectivamente
referéndum y plebiscito. El referéndum es un proceso de consulta a los ciudadanos, a los efectos de que éstos se expresen
sobre actos de gobierno de carácter legislativo. Puede ser facultativo u obligatorio, según que la Constitución deje librado al
criterio del Poder Legislativo convocar a un referéndum o, al contrario, lo exija como condición sine qua non para la
sanción de determinadas normas. El referéndum consultivo es el que se realiza para conocer la opinión del pueblo sobre un
proyecto de ley que aún no ha sido sancionado o se halla a estudio. Sus efectos pueden ser vinculantes o no vinculantes
para el Poder Legislativo. En el segundo caso se trata de un verdadero referéndum y es el caso del primer párrafo de nuestro
art. 40.
El plebiscito se diferencia del referéndum en que el primero es esencialmente consultivo y el objeto de la consulta no
consiste en la aprobación o desaprobación de una norma jurídica, sino que ella versa sobre un acto o una decisión de
carácter político.
La ley reglamentaria es la 25.432, sancionada el 23/5/2.001 y promulgada tácitamente el 21/6/2.001, que trata sobre la
consulta popular vinculante y no vinculante.
Para la consulta popular vinculante (referéndum) se exige que la convocatoria del Congreso, a iniciativa de la Cámara de
Diputados, sea en sesión especial y aprobada por mayoría absoluta de los miembros presentes de cada Cámara. La consulta
deberá realizarse en un plazo no inferior a los sesenta días y no superior a los ciento veinte días, desde la fecha de
publicación de la convocatoria en el Boletín Oficial, no se computarán los votos en blanco, y no podrá coincidir con otro
acto eleccionario.
B. Juicio político: ¿Quiénes pueden estar en dicho juicio? ¿Qué rol cumplen las cámaras de representantes?
¿Cuáles son sus efectos?
Juicio político: la acusación por la Cámara de Diputados. Actuación del Senado en el juicio político.
El juicio político es el procedimiento de destitución previsto para que los funcionarios pasibles de él no continúen en el
desempeño de sus cargos. Se lo denomina juicio “político” porque no es un juicio penal que persiga castigar (aunque una
de sus causales pueda ser delictuosa), sino separar del cargo. Por eso su trámite se agota y concluye con la remoción, de
donde inferimos que carece de objetivo y finalidad si el funcionario ya no se halla en ejercicio.
La reforma de 1994 introdujo variaciones:
a) En materia de funcionarios enjuiciables hay una reducción y una ampliación, porque: en el poder judicial, el juicio se
reserva para los jueces de la Corte, y se suprime para los de tribunales federales inferiores que, por los arts. 114 y 115,
quedan sometidos a acusación por el Consejo de la Magistratura y a enjuiciamiento por un tribunal o jurado de
enjuiciamiento; en el ministerio, se ha incorporado al jefe de gabinete.
b) en cuanto al procedimiento, el del juicio político en el congreso no ha sido modificado, se ha establecido un mecanismo
independiente de enjuiciamiento político para los jueces de tribunales federales inferiores en los arts. 114 y 115
c) de lo expuesto surge que actualmente el juicio político ha quedado reservado para las magistraturas y cargos
superiores del gobierno federal.
Estudiamos el juicio político entre las competencias propias de cada cámara porque si bien intervienen las dos cámaras,
cada una lo hace a título de función privativa, y con alcances distintos; o sea, no concurren como en la sanción de la ley- a
realizar un acto común, sino que cumplen separadamente un acto especial; una “acusa" y la otra “juzga”.
a) La cámara de diputados declara haber lugar a la formación de causa después de conocer de la razón que se invoca para
el juicio político. Necesita mayoría de dos terceras partes de los miembros presentes (art.53). En la etapa acusatoria que
se cumple en la cámara de diputados es necesario cumplir y respetar las reglas básicas del debido proceso.
b) El senado juzga en juicio público a los acusados por la cámara de diputados. Previamente, los senadores prestan
juramento para este acto. Para la declaración de culpabilidad también se exige una mayoría de dos tercios de los
miembros presentes (art._59). El fallo del senado no tiene más efecto que “destituir" al acusado (fin principal) y aun
declararle incapaz de ocupar ningún empleo de honor, de confianza, o a sueldo de la nación (fin accesorio) (art. 60), De tal
modo, se puede destituir sin inhabilitar, pero no inhabilitar sin destituir.
Además, para que el senado pueda destituir es necesario que el acusado esté en ejercicio de su función.
Son pasibles de juicio político, conforme al art. 53: a) el presidente de la república; b) el vicepresidente: c) el jefe de
gabinete y los ministros; d) los miembros de la Corte Suprema.
La serie de funcionarios pasibles de juicio político que trae el art. 53 no puede ser ampliada por ley.
No obstante, la competencia del congreso en materia de organización Del poder judicial federal y la del art. 120 para
regular el ministerio público habilita a la ley para incluir a los miembros de dicho ministerio con funcionarios que sólo
pueden ser removidos de sus cargos mediante juicio político, a efectos de asegurarles sus inmunidades funcionales. Las
‘'causas” de responsabilidad -como las denomina el art. 53 constitucional que hacen viable la acusación y la destitución
son tres: a) Mal desempeño; b) delito en el ejercicio de sus funciones; c) crímenes comunes
a) Mal desempeño es lo contrario de "buen” desempeño La fórmula tiene latitud y flexibilidad amplias. Mientras los
delitos en ejercicio de la función o los crímenes comunes circunscriben la causa a una figura penal preexistente en la
constitución o en la ley penal, el mal desempeño carece de un marco definitorio previamente establecido. No está
descripto el concepto constitucional de mal desempeño. Por ello estimamos que el mal desempeño puede no ser doloso
ni culposo, y provenir - por ej.- de causas ajenas a la voluntad del funcionario. Un presidente que perdiera el uso de la
razón, o padeciera una hemiplejía, y no renunciara o no pudiera renunciar, seria pasible de juicio político.
Entendemos que el “mal desempeño” no es susceptible de ninguna reglamentación infraconstitucional.
Cuando el acusado es el presidente de la república, el senado debe ser presidido por el presidente de la Corte Suprema, y
no por el vicepresidente; la precaución contenida en el art 53 obedece a prevenir que el vicepresidente influya en la
decisión para suceder en el cargo al presidente en caso de destitución. Cuando el acusado es el vicepresidente, la
constitución no dice quién preside el senado; normalmente, se pensaría que debería hacerlo el presidente provisional del
senado, pero nos parece que también en este caso por razones de cargo e imparcialidad, la presidencia le incumbe al
presidente de la Corte Suprema.
El juicio debe ser público. Se trata de una función jurisdiccional y, por ende, ha de rodeársela de las garantías de defensa y
debido proceso. El fallo debe ser motivado. Si el periodo de sesiones concluye antes de la terminación del juicio el senado
debe continuar sus funciones de tribunal, sin interrupciones, hasta la finalización del juicio político.
La constitución no prevé la suspensión del funcionario ni después de la acusación por la cámara de diputados, ni durante
el juzgamiento por el senado. Creemos que ni una ni otro pueden disponerla. El funcionario permanece en la plenitud del
ejercicio de sus funciones -a menos que, tratándose de un ministro o de un juez la Corte el presidente de la república o el
propio tribunal disponga, en ejercicio del poder disciplinarlo, la suspensión a las resultas del juicio político.
La índole jurisdiccional de juicio político no lo convierte en un proceso judicial. Porque se trata de una actividad
jurisdiccional a cargo de un órgano eminentemente político como es el senado. Por ende, la naturaleza jurisdiccional no
riñe el carácter político. Esa naturaleza jurisdiccional hace obligatoria la aplicación de las pautas viscerales del debido
proceso, y así lo tiene establecido el derecho judicial de la corte Suprema. Asimismo, la acusación que efectúa la cámara
de diputados ante el senado impide a éste juzgar por hechos no incluidos en ella.
Cuando la cámara de diputados en cuanto ejerce su función de acusar rechaza la acusación, y por ende el trámite no pasa
al senado, estamos ciertos de que por los mismos hechos no puede posteriormente reiniciar otro procedimiento
acusatorio. Cuando en la etapa de enjuiciamiento el senado no destituye, tampoco es viable que después recomience
otro enjuiciamiento por los mismos hechos.
El art, 60 estipula que después de la destitución por juicio político, la parte “condenada” quedará sujeta a acusación,
juicio y castigo conforme a las leyes ante los tribunales ordinarios. Esto significa claramente que “antes" de la destitución
por juicio político, es imposible someterla a proceso penal ordinario, o lo que es igual, que “mientras” se halla en ejercicio
de su función está exenta de proceso penal. Se trata en realidad de un antejuicio, o privilegio procesal, que establece
determinadas condiciones extraordinarias para el proceso penal de una persona, y consiste en un impedimento que
posterga el proceso común hasta que se hayan producido ciertos actos -en el caso, destitución per juicio político-. No es
una inmunidad penal que derive de la persona, sino una garantía de funcionamiento a favor del Órgano, como inmunidad
de proceso. Que el proceso penal no se puede sustanciar respecto de los funcionarios incluidos en el art. 45 quiere decir
que tampoco se los puede absolver o sobreseer durante el desempeño de su cargo, sencillamente porque para llegar a
ese resultado hace falta el proceso judicial que la constitución impide. Tal como nuestro derecho constitucional del poder
ha institucionalizado el juicio político, no cabe duda de que es competencia exclusiva de cada cámara del congreso,
“acusar" y “destituir”.
a. Desarrollar el amparo
El artículo 43 de la constitución
La acción de amparo, habeas data y habeas corpus son procedimientos y procesos especiales cuyo objetivo es poner fin a
actos o normas que lesionen con arbitrariedad o ilegalidad, derechos y garantías constitucionales.
Los derechos fundamentales requieren instrumentos para su protección
Concepto y antecedentes
El amparo es la acción destinada a tutelar los derechos y libertades que, por ser diferentes de la libertad corporal o física,
escapan a la protección judicial por vía del habeas corpus. El amparo reviste desde siempre, la naturaleza de una acción de
inconstitucionalidad y de un proceso constitucional.
En el actual estado de derecho judicial, la Corte incluye a la acción de amparo entre las acciones de inconstitucionalidad
que da por existentes y viables, lo que no significa que sea una acción declarativa de inconstitucionalidad pura.
Con respecto a los antecedentes, hasta la reforma constitucional de 1994, la constitución formal careció de normas
previsoras del amparo, incorporado ahora al art. 43. Al igual que la constitución formal, hasta el año 1957 nuestro derecho
constitucional material no solamente ignoró al amparo, sino que su admisibilidad fue expresamente negada por la
jurisprudencia. El alegato en que se fundaba el rechazo de la acción y del procedimiento amparista era el siguiente: los
jueces no pueden, a falta de ley procesal, crear cías de procedimiento no previstos, porque deben atenerse a los que la ley
les depara. En 1957, la Corte reacciona saludablemente contra esta inveterada corriente: la vieja línea jurisprudencial cae en
abandono, pierde vigencia sociológica y deja paso a la fecunda creación judicial que se desprende del caso Siri. De este
modo, se produjo una mutación constitucional que dio ingreso a un nuevo contenido en la constitución material.
Fundamento constitucional y la legislación vigente
En octubre de 1966 se dictó la ley 16986, sobre amparo contra actos estatales. En 1968, el código procesal civil y comercial
de la nación incorporó el amparo contra actos de particulares, regulándolo como proceso sumarísimo. El curso del amparo
tal como quedó trazado originalmente estaba destinado a actos lesivos graves de carácter individual que violaban la
constitución o la ley. Por ende, su conceptualización primitiva no abarcaba las hipótesis de actos lesivos que se sustenten en
la aplicación de leyes inconstitucionales. Tanto fu así que la ley 16986 acunó el principio de improcedencia del amparo
cuando se hacía necesario declarar la inconstitucionalidad de normas generales (leyes, decretos, ordenanzas)
Luego en la etapa posterior a la reforma constitucional se dedicó el art. 43, en sus dos primeros párrafos al amparo. Toda
persona puede interponer acción expedita y rápida de amparo, siempre que no exista otro medio judicial más idóneo, contra
todo acto u omisión de autoridades públicas o de particulares, que en forma actual o inminente lesione, restrinja, altere o
amenace, con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantías reconocidos por esta Constitución, un tratado o una
ley. En el caso, el juez podrá declarar la inconstitucionalidad de la norma en que se funde el acto u omisión lesiva. Podrán
interponer esta acción contra cualquier forma de discriminación y en lo relativo a los derechos que protegen al ambiente, a
la competencia, al usuario y al consumidor, así como a los derechos de incidencia colectiva en general, el afectado, el
defensor del pueblo y las asociaciones que propendan a esos fines, registradas conforme a la ley, la que determinará los
requisitos y formas de su organización.
La ley 16986 queda derogada por el art. 43 de la constitución nacional. La norma constitucional del art. 43 es operativa, lo
que significa que en ausencia de ley reglamentaria surte su efecto tutelar y debe ser aplicada por los jueces.
La diferencia entre inconstitucionalidad y amparo
Si bien tanto el amparo como el control de constitucionalidad son medios que tienen por finalidad el mantenimiento de la
supremacía constitucional, no debe confundírselos. El amparo procede frente a un acto material que afecta derechos
constitucionales diferentes de la libertad física. La inconstitucionalidad, en cambio, procede frente a una ley o un acto. El
amparo es una acción, a diferencia de la inconstitucionalidad, que puede ser planteada según los casos por acción o por
excepción. Al amparo siempre se lo resuelve mediante un procedimiento específico y extraordinario. La
inconstitucionalidad puede ser resuelta tanto en las instancias ordinarias como en las extraordinarias.
-Recurso Extraordinario
Como primera descripción, cabe decir que el recurso extraordinario es un recurso, o sea una vía de acceso a la Corte que no
es originaria, sino posterior a una instancia previa o anterior. En ese sentido, responde a la previsión constitucional de que
haya una jurisdicción no originaria (apelada) de la Corte.
Se discute si es un recurso de apelación. En tanto el acceso a la Corte que por el se obtiene no es originario, cabe responder
que sí, aun cuando no habilita una revisión total del fallo inferior.
De todos modos, sus características son especiales. Por algo se lo llama extraordinario, o sea, no ordinario. Esa naturaleza
extraordinaria consiste en que no es un recurso de apelación común, sino excepcional, restringido y de materia federal. En
este aspecto, puede decirse que es parcial porque recae sobre la parte federal y exclusivamente.
El objeto del recurso extraordinario consiste en asegurar en última instancia ante la Corte el control de la supremacía
constitucional. Puede desglosarse este control en dos: a) interpretación constitucional; b) conflicto de constitucionalidad.
La revisión constitucional en instancia extraordinaria en torno del objeto propio del recurso ante la Corte, confiere
primordial importancia a lo que en él se llama cuestión constitucional (o caso federal), requisito inexorable sin cuya
concurrencia el mismo recurso pierde su meollo. En instancia extraordinaria se recurre contra una sentencia que se sitúa
dentro del marco de un juicio; la misma debe provenir de tribunales del poder judicial sean federales o provinciales.
Con respecto a los requisitos pueden agruparse en tres grupos:
1) Requisitos comunes:
a) previa intervención de un tribunal judicial federal o provincial que haya tenido lugar en un juicio y concluido con una
sentencia.
b) decisión en la sentencia de una cuestión que sea judiciable.
c) gravamen o agravio para quien deduce el recurso, con interés personal en la cuestión.
d) subsistencia actual de los requisitos anteriores en el momento en que la Corte va a sentenciar la causa.
Requisitos propios:
a) existencia en la causa de una cuestión (o caso) constitucional (o federal)
b) relación directa entre esa cuestión constitucional y la solución que la sentencia recurrida ha dado al juicio.
c) que la sentencia recurrida haya sido contraria (y no favorable) al derecho federal invocado por el proponente,
d) existencia de sentencia definitiva dictada por el superior tribunal componente de la causa
3) Requisitos formales:
a) introducción oportuna y clara de la cuestión constitucional en el juicio, por parte de quien luego interpone el recurso.
b) mantenimiento sucesivo de dicha cuestión en todas las instancias del juicio
c) interposición por escrito del recurso, contra la sentencia definitiva, con debido fundamento y con relación completa de
las circunstancias del juicio que se vinculan a la cuestión constitucional planteada.
La cuestión constitucional: clases
Se puede definir la cuestión constitucional como una cuestión de derecho en que, directa o indirectamente, está
comprometida la constitución federal.
La cuestión constitucional se abre en dos grandes rubros o clases: a) cuestión constitucional simple; b) cuestión
constitucional compleja.
La cuestión constitucional simple versa siempre sobre la interpretación pura y simple de normas o actos de naturaleza
federal. La cuestión constitucional compleja versa siempre sobre un conflicto de constitucionalidad entre normas o actos
infraconstitucionales y la constitución federal.
La cuestión constitución simple pone bajo interpretación a normas o actos federales, de forma que queda fuera de ella la
interpretación de normas o actos no federales (derecho común, derecho provincial). Recae, entonces, sobre la interpretación
de:
a) la propia constitución federal y los tratados con jerarquía constitucional
b) las leyes federales
c) los demás tratados internacionales
d) los decretos reglamentarios de leyes federales
e) otras normas federales (por ejemplo, reglamentos autónomos del poder ejecutivo, resoluciones o instrucciones
ministeriales, etc.)
f) los actos federales de órganos del gobierno federal
La cuestión constitucional compleja se subdivide en:
a) compleja directa, cuando el conflicto de constitucionalidad se suscita directamente, entre una norma o un acto
infraconstitucionales y la constitución federal.
b) compleja indirecta, cuando el conflicto de suscita entre normas o actos infraconstitucionales que, dentro de su gradación
jerárquica, infringen indirectamente a la constitución federal que establece la prelación de la norma o del acto superiores
sobre los inferiores.
Ejemplos de cuestión constitucional compleja directa son los conflictos entre la constitución federal mas los tratados con
jerarquía constitucional por un lado y por el otro, una ley del congreso, un tratado sin jerarquía constitucional, etc.
Ejemplos de cuestión constitucional compleja indirecta son:
a) conflicto entre normas o actos de autoridad federales, por ejemplo, entre un decreto reglamentario y la ley reglamentaria.
b) conflicto entre normas federales y locales, por ejemplo, entre una ley federal y una ley o decreto provincial.
c) conflicto entre normas nacionales de derecho común y normas provinciales, por ejemplo, entre una norma del código
civil y una constitución o ley provinciales.
d) conflicto entre normas federales y actos provinciales.
e) conflicto entre actos federales y normas provinciales.
f) conflicto entre actos federales y actos provinciales.
La sentencia definitiva del tribunal superior de la causa: jurisprudencia
Para estar en condiciones de abrir el recurso extraordinario, es menester que el mismo se interponga contra una sentencia
definitiva, que en el respectivo juicio debe haber dictado el superior tribunal de la causa.
La sentencia definitiva es la decisión que pone fin a la cuestión debatida en el juicio, de forma que tal cuestión no pueda ya
renovarse o replantearse ni en ese juicio ni en otro posterior.
La Corte también considera como sentencia definitiva a todas las decisiones judiciales que en cualquier etapa del juicio
impiden su continuación, o que causan un agravio de imposible, difícil o deficiente reparación ulterior.
El requisito de sentencia definitiva puede asimismo ser eximido cuando sobre la cuestión constitucional anidada en el juicio
se dicta una resolución que, sin ser sentencia definitiva, reviste gravedad institucional.
Es fácil advertir que no son sentencias definitivas las que admiten un recurso para ser revisadas; las que no concluyen el
proceso ni traban su continuación; las que permiten proseguir la causa judicial por otra vía, etc..
La sentencia definitiva de cada juicio ha de haber abarcado y resuelto la cuestión constitucional inserta en el juicio, que es
la materia propia del recurso extraordinario.
Cuando se trata de procesos tramitados ante tribunales provinciales, el derecho judicial de la Corte solo considera sentencia
definitiva a la que emana del superior tribunal de justicia de la provincia.
La reforma de 1.994 otorgó a la Cámara de Diputados la condición de cámara de origen para que los ciudadanos
presenten proyectos de ley, y para someter al cuerpo electoral la sanción de un proyecto de ley.
La iniciativa popular contemplada en el art. 39 no es el derecho individual de proponer un texto de ley, sino un
derecho grupal que pertenece a los miembros del cuerpo electoral, y que obliga al Congreso a darle tratamiento
dentro del plazo de doce meses de presentada la iniciativa.
La Constitución diseña aquí una cláusula “programática”, ya que su aplicación depende de la ley reglamentaria a
dictarse con el voto de la mayoría absoluta del total de miembros de cada Cámara. Dicha ley, según el mismo art.
39, no puede exigir más del 3 % del padrón electoral nacional para suscribir el proyecto y tal porcentaje tiene que
contemplar “una adecuada distribución territorial para suscribir la iniciativa”.
De esas prescripciones se desprende que el derecho de iniciativa popular del art. 39 rige en todo el país, pero
solamente para la promoción de leyes que constitucionalmente puede sancionar la Nación.
La razón por la que el derecho de iniciativa popular debe plantearse ante la Cámara de Diputados fue de tipo
político: esa sala, representante del pueblo, no podría hacer caso omiso de una propuesta popular de ley. Sin
embargo, si por la índole e la materia es el Senado quien debe actuar como cámara de origen, no habrá otra
alternativa que derivar la iniciativa a la cámara alta.
La ley 24.747 ha reglamentado el art. 39 de la Constitución Nacional. Dispone que la iniciativa popular de una ley
requerirá la firma de un número de ciudadanos no inferior al 1,5 % del último padrón electoral utilizado para la
elección de diputados nacionales, y deberá representar por lo menos a seis distritos electorales.
La Cámara de Diputados puede rechazar la propuesta, sin recurso alguno (art. 9º). Se supone que este rechazo
liminar únicamente podrá fundarse en no cumplir la presentación con los preceptos constitucionales, con el número
de firmas pertinentes o con otros recaudos que exige el art. 5º de la ley. Admitida formalmente, sigue con el trámite
común de una ley.
El referéndum y el plebiscito
Art. 40 El Congreso a iniciativa de la Cámara de Diputados podrá someter a consulta popular un proyecto de ley. La
ley de convocatoria no podrá ser vetada. El voto afirmativo del proyecto por el pueblo de la Nación lo convertirá en
ley y su promulgación será automática.
El Congreso o el presidente de la Nación, dentro de sus respectivas competencias, podrán convocar a consulta
popular no vinculante. En este caso el voto no será obligatorio.
El Congreso, con el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara, reglamentará las
materias, procedimientos y oportunidad de la consulta popular.
En igual sentido que la iniciativa, la figura de la consulta popular amplía los márgenes de la participación ciudadana
en la toma de decisiones del gobierno. La consulta puede ser sometida por decisión del Congreso, a iniciativa de la
Cámara de Diputados, consulta que en ese caso será vinculante. Puede tratarse de una consulta no vinculante
cuando es convocada por el presidente de la Nación.
Los dos institutos de democracia semidirecta incorporados en el art. 40, son los que se denominan respectivamente
referéndum y plebiscito. El referéndum es un proceso de consulta a los ciudadanos, a los efectos de que éstos se
expresen sobre actos de gobierno de carácter legislativo. Puede ser facultativo u obligatorio, según que la
Constitución deje librado al criterio del Poder Legislativo convocar a un referéndum o, al contrario, lo exija como
condición sine qua non para la sanción de determinadas normas. El referéndum consultivo es el que se realiza para
conocer la opinión del pueblo sobre un proyecto de ley que aún no ha sido sancionado o se halla a estudio. Sus
efectos pueden ser vinculantes o no vinculantes para el Poder Legislativo. En el segundo caso se trata de un
verdadero referéndum y es el caso del primer párrafo de nuestro art. 40.
El plebiscito se diferencia del referéndum en que el primero es esencialmente consultivo y el objeto de la consulta no
consiste en la aprobación o desaprobación de una norma jurídica, sino que ella versa sobre un acto o una decisión
de carácter político.
La ley reglamentaria es la 25.432, sancionada el 23/5/2.001 y promulgada tácitamente el 21/6/2.001, que trata sobre
la consulta popular vinculante y no vinculante.
Para la consulta popular vinculante (referéndum) se exige que la convocatoria del Congreso, a iniciativa de la
Cámara de Diputados, sea en sesión especial y aprobada por mayoría absoluta de los miembros presentes de cada
Cámara. La consulta deberá realizarse en un plazo no inferior a los sesenta días y no superior a los ciento veinte
días, desde la fecha de publicación de la convocatoria en el Boletín Oficial, no se computarán los votos en blanco, y
no podrá coincidir con otro acto eleccionario.