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Seminario Conciliar de Yucatán

Libros Proféticos del AT


Pbro. Rodrigo Santos
Tomás Eduardo Kú Pech
Comentario
«Místicos y Profetas»

El artículo aborda el tema de la identidad religiosa partiendo desde dos perspectivas que
enmarcan la generalidad de las experiencias auténticas de Dios: la mística y la profecía,
siendo una más íntima y personalista mientras que la otra es más social y activa. El texto se
organiza en seis apartados:

1. Identidad e identificación: sus relaciones dinámicas.


2. Místicos y profetas: dos identidades básicas de la experiencia religiosa.
3. La identidad mística.
4. La identidad profética.
5. La irrupción de lo Otro y la transformación de la identidad.
6. Místicos y profetas hoy.

El primer apartado se centra en la relación dinámica (psicológica) del proceso de identidad,


en donde los factores que intervienen son intrínsecos a la persona (consciente-inconsciente)
como extrínsecos a ella (vínculos familiares, normas, modelos, valores, ideales). Además, la
identidad no es un proceso netamente pasivo para el sujeto, sino que es a su vez resultado de
las decisiones que se toman, por ejemplo, de los valores que se asumen o rechazan; la
identidad se va articulando en el intelecto, la voluntad y la libertad del hombre, es decir, de
su querer, de sus aspiraciones (ideales) y de su actuar, por lo que siempre habrá una sana
tensión entre lo que se es y lo que se quiere llegar a ser. La mística y la profecía encarnan
estos procesos de construcción y descubrimiento personal, llegando a conformar una
identidad religiosa con sus propias características.

El segundo apartado se enfoca propiamente en la identidad religiosa, como resultado de la


dinámica de identificación y redefinición continua, en donde el pasado y el futuro se
encuentran en el presente de la persona que va construyendo su propia identidad; en
particular, el profeta y el místico son dos tipologías religiosas que son de las más
significativas y diferenciadas y en las cuales convergen los procesos dinámicos de
identificación.

El tercer y cuarto apartado vienen a presentar el modo de ser o la identidad de estas dos
orientaciones fundamentales, siendo algo particular en ambas las referencias biológicas hacia
los progenitores: con tendencia maternal unitiva la mística y con tendencia paternal
providente la profética.

La identidad mística se caracteriza por la búsqueda unitiva del hombre con Dios, por
lo que el mundo exterior se desvanece, siendo la celda el espacio íntimo que
representa esta búsqueda de encuentro personal con el Otro en la más profunda
interioridad. Todo lo demás (externo: personas, lugares, circunstancias) será
considerado como únicamente como medio que conduzca hacia esa intimidad. Lo que
acreditará como auténtica una experiencia mística será el sentido de pertenencia a una
comunidad y el compromiso histórico con ella, ya que el impulso intimidad conducirá
hacia la transformación de lo externo (sociedad, Iglesia), porque el deseo de encuentro
desborda la celda y genera un impulso de encuentro íntimo con Dios en todo momento
y lugar.

La identidad profética se caracteriza por ser receptivo de una palabra que proviene de
Dios que pide ser comunicada a la comunidad, siendo así un portavoz de un mensaje
que busca la acción transformadora y salvadora de la sociedad; la palabra y la acción
(liberación) van unidas y su respuesta a la palabra que ha escuchado es lo que irá
conformado su misma identidad. Su espacio de acción no será la celda sino la plaza,
es decir, un espacio abierto donde transcurre la vida social y la misma historia de los
pueblos. Lo que autentificará una experiencia será el anuncio y la denuncia, será quien
destruya y arrase, pero también quien construya y reedifique, ya que conoce y acepta
que él no es Dios, sino sólo su portavoz y representante.

El penúltimo apartado vendrá a relacionar ambas identidades con el factor común de ambas:
el encuentro con el Otro, que ocurre de modo diverso. El místico lo experimenta en su interior
y lo busca en lo exterior; en cambio el profeta lo experimenta como algo externo (voz) y
busca en su mismo interior. Tanto uno como otro tendrá sus dificultades ante la Iglesia como
institución, ya que por un lado el místico tendrá que explicarse ante ella y el profeta tendrá
incluso que denunciarla (reformarla). Al final de cuentas, no hay mística sin profetismo ni
profecía sin una experiencia mística previa, ambas experiencias son complementarias.

El último aparado concluye que ambas experiencias religiosas son necesarias y vigentes,
especialmente por la conciencia de que existe una estructura dialogal en ambas: una llamada
y una respuesta, que va conformando nuestra identidad. Se puede hablar de una especie de
renacimiento o despertar, tanto de experiencias místicas como de proféticas, que pueden
compaginarse con ambientes o campos tanto intelectuales (racionales) como sociales.

Después de leer y reflexionar sobre estas formas de identidad religiosa, considero que
personalmente estoy inclinado hacia la tendencia mística, aunque hay una gran atracción por
el profetismo. Pienso que ambas son necesarias para nuestros tiempos y circunstancias, entrar
y salir, Iglesia que crece por atracción, pero también que sale en búsqueda de los demás. En
este doble movimiento, ambos de encuentro y diálogo con el Dios que nos llama y convoca
a todos, se puede encontrar las claves que le vayan devolviendo la credibilidad a la Iglesia, y
por lo que la clave pudiese estar en aquella sentencia monástica de San Benito: ora et labora,
orar y trabajar por la construcción del Reino en nuestros días, sin perder de vista la
perspectiva escatológica y trascendente que nos llena de fe y esperanza. Necesitamos
seminaristas y sacerdotes, pero también laicos y religiosos-religiosas que sean profetas y
místicos, partiendo todos de nuestra dignidad bautismal, que es lo común a las vocaciones
específicas. El primer paso es el autoconocimiento unido a la vida de oración y de gracia,
que nos sostendrá a lo largo de nuestro camino.

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