Вы находитесь на странице: 1из 2

https://magnet.xataka.

com/preguntas-no-tan-frecuentes/dientes-monja-acaban-confirmar-
gran-aportacion-mujeres-a-manuscritos-medievales?fbclid=IwAR0btucUPr8ZWqtS94Fa-
gOUxYrX7EaKut8vGDl3S0fCBHvM48QI_uLz_WA

Los dientes de una monja acaban de confirmar la gran aportación de las mujeres a los
manuscritos medievales

10 Enero 2019 - Actualizado 14 Enero 2019, 15:21

esther-miguel ESTHER MIGUEL TRULA

@flamencastone

“Íntegramente manuscritos, los códices eran realizados por los monjes, los únicos que de
hecho accedían a ellos, además de contados hombres de la nobleza”. Es un fragmento de un
texto publicado recientemente en El País Semanal contando la relevancia cultural de los
famosos manuscritos ilustrados del medievo. En realidad, la literatura de divulgación y parte
de la académica lleva décadas dando por buena esta teoría. Pero un nuevo descubrimiento
acaba de dar un vuelco a esta creencia.

Como se recoge en un artículo de reciente publicación en la revista científica Science


Advances, un grupo de investigadoras trabajando a las órdenes de una institución alemana han
encontrado lapislázuli en la placa dental de una mujer que estaban analizando.

La anónima mujer, cuyos restos se encontraron en un modesto monasterio de Dalheim, zona


rural alejada de los focos de actividad del período, debió morir entre los años 997 y 1162. El
lapislázuli era uno de los caros y rarísimos pigmentos exportados desde Constantinopla y
reservado entonces para los mejores escribas.

¿Qué hace una pintura azul en el sarro de una monja?

Ruinas la iglesia de la comunidad religiosa de mujeres medievales de Dalheim, Alemania.

Las investigadoras descartaron dos de tres teorías. Se sabe que el lapislázuli se utilizó también
para la elaboración de medicamentos, y también que los devotos besaban los manuscritos,
como los famosos Libros de Horas, como manifestación de su fervor religioso. Pero estas dos
prácticas no están acreditadas hasta tres siglos después de la vida de nuestro sujeto. La tercera
explicación, y la más plausible, es que la mujer fuese una de las monjas dedicadas a la
elaboración de manuscritos. Es decir, que existían.

Esto es importante porque a la industria del manuscrito ilustrado le debemos prácticamente


toda nuestra cultura occidental. Fue el trabajo de estos miles de monjes los que se dedicaron
durante casi un milenio a transcribir el legado cultural y filosófico de las civilizaciones griega y
romana que conservaba la iglesia y que, en caso de no ser reescrito y traducido, se perdía para
siempre por las terribles condiciones de conservación de los documentos antiguos. No solo
dedicaban su vida a compilar y traducir al latín, sino que también crearon todo un arte
caligráfico e ilustrativo.

La invisibilización de género: las monjas no firmaban los manuscritos

Muchos de los manuscritos que nos han llegado no estaban firmados. Los que sí están
firmados lo están en un amplísimo porcentaje por monjes, es decir, hombres. Las
representaciones cotidianas del medievo raras veces ponían a las mujeres como escribas o
redactoras, y los historiadores asumían que cuando aparecían esas mujeres, como la “Dama de
la verdad”, eran mayormente representaciones alegóricas de las musas de los hombres, no
personas reales.

Sí se ha podido constatar, por ejemplo, que durante el boom de la industria, entre los siglos
XIII y XIV, la parte de pintura de este largo proceso de producción se llevaba a cabo por
monjas, principalmente en París, pero se creía que el grueso de la creación de estos libros,
desde los amanuenses hasta los encuadernadores, estaba reservada a los monjes.

Fragmento de una escena del Apocalipsis del Gerona Beatus, un manuscrito español del siglo X
pintado por Ende, una iluminadora de manuscritos femeninos. Este es el primer uso certificado
de lapislázuli por una mujer pintora.

Unas escribas en Sevilla por aquí, unos códices escritos en segunda persona del plural
femenino por allá… Así hasta un total de 4.240 libros en los que se ha certificado la presencia
de mujeres en alguna de sus fases de creación. El monasterio de Dalheim, donde se ha
encontrado el cuerpo de esta monja, se quemó en el siglo XIV. Si sabemos ahora que ella se
dedicaba a la escritura es por el pigmento de sus dientes, ya que la destrucción del centro
eliminó cualquier rastro de libros que hubiesen podido certificar esta autoría.

"La historia de esta mujer podría haber quedado oculta para siempre sin el uso de estas
técnicas. Me hace preguntarme cuántas otras de estas artistas podríamos encontrar en
cementerios medievales", ha dicho Christina Warinner, la coautora de este estudio.

Ya se sospechaba que durante la producción de estos manuscritos de lujo los monjes


subcontrataban a mujeres escribas, y la mujer de Dalheim confirma esta idea. Lo que
difícilmente sabremos nunca es cuánto porcentaje de cada género se implicó en la elaboración
de estas obras a las que tanto les debemos.

Вам также может понравиться