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METAFÍSICA. METAFÍSICAS ESPIRITUALISTAS Y MATERIALISTAS.

Noción de metafísica.

El término metafísica significa, literalmente, lo que está más allá de la física.


Hace referencia al saber que tiene por objeto aquellas realidades o principios que
trascienden los hechos inmediatos y están, por tanto, más allá del mundo material y
visible de la física. Dicho término se debe a Andrónico de Rodas, que situó los libros
que Aristóteles denominó “filosofía primera” después de los libros de la física. El
filósofo medieval Boecio fue el primero en utilizar el término metafísica tal como
nosotros lo entendemos. Aristóteles se refería a ella como filosofía primera, la ciencia
de los primeros principios y de las primeras causas. Es la ciencia más universal, puesto
que las ciencias particulares se ocupan de cuestiones concretas de la realidad, del ser,
mientras que la metafísica o filosofía primera se ocupa del ser. Estudia el ente en tanto
que cosa existente, haciendo un “mapa” de la realidad esencial. ¿Qué es en esencia la
realidad? Eso es lo que se pregunta la metafísica.
Hoy día, es la ciencia la que nos dice lo que las cosas son. Sin embargo, todo
individuo tiene una visión propia de la realidad, desde un punto de vista genérico,
amplio y en ese sentido la metafísica pervive, como visión de mundo. Una determinada
mirada sobre las cosas determina nuestra actitud hacia ellas. Toda visión de mundo
conlleva una ética y una política. Quizá todo examen ético deba partir del análisis de las
posiciones metafísicas.
La metafísica se caracteriza por ser un saber de la totalidad, se pregunta por la
realidad en bloque, en su conjunto. Se caracteriza también por su radicalidad, es decir,
no examina la realidad más que desde la raíz, desde su fundamento. Aborda el problema
desde su origen mismo. También es propio de la metafísica su ultimidad, su búsqueda
de sentidos últimos hacia los que se encamina la realidad.
Recibe el nombre de realismo metafísico la concepción filosófica que sostiene
dos principios metafísicos fundamentales:
1. Que existen algunos elementos de naturaleza material o espiritual que
constituyen el principio y fundamento real de todas las cosas.
2. Que el pensamiento humano puede conocer, por medio de la razón esos
principios y por lo tanto, la realidad de las cosas.
La pregunta fundamental que se formularon los primeros filósofos fue por el
principio, arjé, de la realidad, de todas las cosas. Las respuestas de los llamados
filósofos presocráticos fueron muy variadas. La mayoría decidió encontrarla en una
realidad concreta, ya fuese el agua, el aire, la tierra o el fuego o la combinación de todos
ellos. Alguno, como Anaximandro, consideró que se trataba de una realidad material
indeterminada, de la que surgían todas las cosas, el apeiron.
Pero entre esos filósofos presocráticos están también quienes apuntan a
principios más abstractos y no perceptibles por los sentidos. Pitágoras pensó que la
realidad radical de todos los seres no era una cosa material y determinada, sino algo
accesible sólo a la razón: el número. Las cosas están constituidas en su ser por su forma,
dimensión y peso, y esto es expresable numéricamente, consisten en algo mensurable,
en algo numérico. Heráclito, por su parte, sostenía que la realidad esencial no era algo
permanente, sino fluido, algo en constante devenir regido por la ley del conflicto y la
oposición. La realidad es el resultado de la oposición de los contrarios: vida-muerte,
día-noche, la guerra-la paz… Esa ley o logos del fluir constante es el principio de la
realidad. Parménides parte del supuesto de la identidad entre pensar y ser. Toda su
postura se deriva de la siguiente afirmación: El ser es y es pensable y el no ser no es ni
es pensable” El ser es único e inmutable, es también eterno. Esta verdad se capta
mediante la razón y no mediante los sentidos, que son engañosos y perciben una
multiplicidad de cosas que es ilusoria, porque el ser es único. Distinguió dos mundos
paralelos y dos formas de conocimiento asociadas. El mundo sensible y el mundo
inteligible que captamos mediante la vía de la opinión y la vía de la verdad
respectivamente.

Aristóteles.

Aristóteles pasa por ser el primer gran sistematizador de la metafísica. Para él, el
objeto de la metafísica o filosofía primera es aquello en lo que todos los seres coinciden:
el ser en cuanto ser, la sustancia. La pregunta por el ser se reduce así a la pregunta por la
sustancia. La sustancia es la realidad radical, lo primero y fundamental, el principio
constitutivo del ser y la estabilidad del mismo, la causa primera. En principio Aristóteles
entiende que la sustancia es el objeto individual, la suma de materia y forma, un sustrato
material dotado de una forma concreta. A eso lo llama sustancia primera. La sustancia se
identifica también con la esencia de algo, ese elemento universal que hace a un objeto
ser lo que es. A esa esencia es a lo que llama sustancia segunda, al elemento universal.
Ejemplo: Sócrates, este hombre en concreto, es una sustancia primera, un individuo
singular. La noción de “ser humano” esa sería la sustancia segunda, lo universal en
Sócrates, eso que comparte con otros individuos. Lo que le hace ser distinto, singular, es
lo que Aristóteles llama accidentes, cualidades que afectan a la sustancia y la
singularizan. ¿Qué es lo que existe para Aristóteles realmente? Las sustancias
individuales.
Hemos hablado de materia y forma. Por materia Aristóteles entiende un
principio constitutivo de las cosas, es informe, carece de definición hasta no recibir una
forma… La forma es la que determina la materia prima. La forma dota a la materia de
las características esenciales del objeto de que se trate. Es lo que hace que las cosas sean
lo que son.
Materia y forma componen una unión sustancial, indivisible. Separadas, materia
y forma no son nada. Esta teoría, que considera que los objetos son una unió sustancial
de materia y forma se llama hilemorfismo (hyle= materia, morphé= forma).
Para explicar el aspecto dinámico de la sustancia, Aristóteles crea las categorías
de acto y potencia. Entiende que el movimiento es el paso de la potencia al acto. El ser
puede estar en acto, es decir, en su estado actual, pero puede ser potencialmente otra
cosa, es decir, es en potencia en tanto puede ser otra cosa muy distinta. Por ejemplo, una
semilla es semilla en acto pero un árbol en potencia. El movimiento es el paso de la
potencia al acto.
Todo lo que se mueve es movido por otra cosa, todo movimiento tiene un agente
del cambio, una causa eficiente. Ahora bien, la cadena de causas no puede ser infinita,
porque si lo fuera, no se produciría de hecho el movimiento, luego tiene que existir una
causa de todo movimiento que a su vez no sea ella misma movida por otra cosa. Tiene
que existir una causa incausada del movimiento. A esta causa la llama Aristóteles motor
inmóvil o Dios. Dios es acto puro, porque no esta en potencia de nada, porque es un ser
pleno y cabal al que nada falta.
Metafísicas espiritualistas.

En un sentido metafísico, el espiritualismo es la doctrina que sostiene que la


realidad última, o realidad radical es de naturaleza espiritual, entendiendo por esta una
realidad que transciende lo material.
En la antigüedad destaca Platón (siglo V antes de Cristo, discípulo de Sócrates,
maestro de Aristóteles), que recibiendo la influencia de los pitagóricos y de Parménides,
elabora una teoría del ser sofisticada y a nuestros ojos, extraña. Para Platón, lo
verdaderamente real son las ideas, podríamos decir los “conceptos”, no los objetos
físicos, perceptibles por los sentidos. Para este autor, los sentidos son engañosos, nos
muestran un mundo en constante evolución y cambio. Y la verdad, obviamente, no
puede ser cambiante. La verdad tiene que ser inmutable, fija. De este modo, considera
que lo verdadero es la idea y no el objeto físico, lo verdadero es la idea de caballo, por
ejemplo, y no los caballos que percibimos por los sentidos, los objetos singulares y
materiales. Existe para Platón un mundo de las ideas que trasciende el mundo físico. El
mundo físico, material, no es más que una mera copia de ese mundo ideal, lo imita, pero
no logra alcanzar la perfección de ese modelo. Los objetos singulares, materiales imitan
la idea, participan de ella, pero no logran ser esa idea ni tienen la permanencia de la
idea. Las ideas son eternas, mientras que los objetos del mundo físico desaparecen, son
pasajeros. Platón hace uso de un mito para explicar como surge el mundo que
contemplamos. En su obra Timeo, nos cuenta cómo un Demiurgo, un dios muy poderoso
ordena el caos de la materia dándole formas sirviéndose de las ideas como modelo, al
modo de un alfarero. Las copias, lógicamente no tienen la perfección de su modelo. Si
los objetos físicos imitan o participan de su correspondiente idea, las ideas participan de
la idea de Bien, que a todas da ser y sentido. Como vemos, la realidad esta ordenada
intelectualmente, es decir, lo real, lo que prima son principios intelectuales, formales,
pero también está ordenada éticamente, lo prioritario es el Bien o todas las cosas se
ordenan hacia ese Bien, tienden a él.
En la modernidad, destaca Descartes, dentro de la tradición racionalista. En la
modernidad, el centro de la reflexión filosófica se desplaza de la idea o de Dios, como
ocurría con Platón, Aristóteles o la filosofía medieval, hacia la conciencia y el sujeto. La
certeza sobre el mundo no podía residir en Dios, sino en el conocimiento, en la ciencia,
en el método. En estos momentos se está produciendo la revolución científica y la
filosofía pretende lograr el mismo grado de fiabilidad que la ciencia. Descartes, padre
de la filosofía moderna, inicia su tarea filosófica, precisamente por el método. Y lo hace
adoptando la duda como criterio metodológico. La duda debe abarcarlo todo, debe ser
universal, el mundo empírico de los hechos y el mundo lógico y matemático de las
verdades de la razón. Las razones para dudar son: el engaño de los sentidos, la
imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño y la posibilidad de que exista un genio
maligno que confunda nuestra mente en las operaciones matemáticas y lógicas. Pero
esta duda universal es además metódica, no es la duda del escepticismo, que suspende el
juicio y no se pronuncia. La duda cartesiana sirve para encontrar certezas absolutas,
seguridades en nuestro conocimiento de tal modo que podamos construir una filosofía
sólida. Pese a todas las dudas, el entendimiento no puede dudar de que duda, de que está
pensando. Esa es la primera certeza a la que llega Descartes, la de la propia existencia
de la conciencia, del yo. Si no puedo dudar de que dudo, no puedo dudar de que hay
algo que piensa. Ese algo es el yo, la conciencia, el alma…, la sustancia pensante.
“Pienso, luego existo”. La evidencia con que se presenta esta realidad radical es clara y
distinta. Es clara porque se presenta como evidente, es distinta como idea, en tanto no se
confunde con ninguna otra.
Ahora bien, Descartes se encuentra con el problema de pasar a considerar la
realidad exterior. Ha dudado de la fiabilidad de los sentidos. Sólo son fiables las ideas
de la conciencia, y entre ellas, las ideas innatas, las que no proceden de la experiencia
sensible. Entre esas ideas, están las de infinitud y perfección, que obviamente no
proceden del sujeto porque es finito e imperfecto. De modo que tienen que proceder de
algo que lo sea, así que afirma a Dios, la sustancia infinita. Dios, en su infinita bondad,
garantiza la existencia de la realidad exterior que percibo, porque no puede pretender
engañarme.
En definitiva, la realidad radical para Descartes y para el posterior idealismo es
el yo pensante, la conciencia. Todo lo demás queda supeditado a ella. El problema
estriba en pasar de la conciencia al mundo.

El caso singular de Spinoza.


Spinoza es una autor racionalista holandés del siglo XVII, procedente de una
familia emigrada de la península ibérica. Es uno de los más grandes filósofos del
pensamiento occidental, pero su suerte fue extraña. Influyente incluso en vida pero no
reconocido hasta bastante más tarde, es el más libre y singular de los racionalistas.
Repudiado como hereje por judíos (como judío fue expulsado de la sinagoga) y
cristianos, se dedicó profesionalmente a la óptica y preservó así su independencia
intelectual. Entre sus obras destacan Ética y Tratado teológico-político.
Spinoza parte de la definición que Descartes da de la sustancia para sacar
conclusiones sorprendentes. Sustancia es aquello que es en sí y se concibe por sí, que
no necesita del concepto de otra cosa para formarse. Si aceptamos como válida esta
afirmación, la sustancia sería única, la naturaleza en su conjunto, lo que no puede
excluir a Dios, luego todo lo real es la naturaleza y esta es Dios. Deus sive natura, Dios
o naturaleza. Todo es Dios, luego su posición cabe calificar de panteísta. Esto es lo que
conlleva problemas de ortodoxia, puesto que Dios es para las religiones monoteístas
personal, separado y distinto de lo creado. Podríamos ver su posición como una forma
de divinizar la naturaleza o de naturalizar y acercar a Dios. De la sustancia única, Dios o
la naturaleza, podemos decir que tiene infinitos atributos, cualidades que definen a la
sustancia única, pero de todos ellos solo conocemos dos: el pensamiento y la extensión.
¿Qué son los objetos particulares? Son manifestaciones de Dios, modos de la sustancia
única que poseen extensión que sepamos y en el caso del hombre, extensión y
pensamiento. El hombre queda al mismo tiempo rebajado a condición de naturaleza o
ensalzado hasta formar parte de Dios. Lo que es claro es que todo lo que el hombre es,
es necesario y carece de libertad. Solo le cabe conocerse a sí mismo y aceptarse. Por
otro lado el hombre no ocupa una posición de privilegio en la naturaleza ni le
corresponde mejor suerte que al resto de las criaturas. Desde este planteamiento,
podemos ver que Spinoza es un heredero del estoicismo latino y un precursor de
posiciones reivindicativas de nuestra vertiente natural como la que representa Nietzsche.
El hombre debe integrarse en la naturaleza que sin duda es y será legítimo todo aquello
que la naturaleza le ha dictado hacer que le haga perseverar en su ser y no
menoscabarlo.

Kant y el problema de la metafísica.

Kant es el gran crítico de la metafísica en el siglo XVIII, junto con Hume, en el


que se inspira. Supone la gran síntesis de la modernidad, conjugando en su pensamiento
lo mejor de las aportaciones del racionalismo y el empirismo. En su obra Crítica de la
razón pura, pretende averiguar si es posible la metafísica como ciencia, para lo cual, es
necesario saber que condiciones debe reunir cualquier ciencia que se precie de serlo.
Las ideas metafísicas de Dios, alma, mundo, libertad, son importantes para dirigir la
vida humana, pero, ¿pueden ser tomadas como objeto de ciencia? Deben examinarse
cuales son las condiciones de posibilidad de la ciencia y ver si las ideas metafísicas
reúnen esas condiciones. Para que un juicio sea científico debe aumentar el
conocimiento, es decir, ser sintético, pero al mismo tiempo ser a priori, para que tenga
valor universal. Tanto la física como las matemáticas cumplen con esa función. Ahora
bien, las ideas de la metafísica no pueden aumentar conocimiento pues no provienen de
ninguna impresión sensible. Son ideas a las que no les corresponde ninguna impresión
sensible. Tienen sin embargo una misión como ideas regulativas de la moral. Hemos de
suponerlas para que se sostengan nuestras normas morales. Hemos de creer en la
libertad, que está garantizada por Dios.

Metafísicas materialistas.

El materialismo, en su acepción más general, es la doctrina que mantiene que la


realidad radical es de carácter material o corporal. La materia es la sustancia que
fundamenta toda realidad y es causa de toda transformación de la misma. No es algo
informe o indeterminado. El concepto de materia incluye así todas las posibles formas y
propiedades de la misma.
En la época antigua, los materialistas más señalados fueron Demócrito y
Leucipo. La realidad radical para estos autores consiste en dos principios:
1. Los átomos, de carácter material compacto, que son indivisibles, infinitos en
número y dispersos en el espacio.
2. El vacío, necesario para que se de el movimiento de los átomos.
Estos dos principios garantizan la pluralidad de las cosas y el movimiento de las
mismas, las cosas consisten en átomos que se mueven en el vacío. Los a´tomos, que son
de diferentes formas, tienen un movimiento original e intrínseco, su fuerza cinética, que
hace posible que entren en colisión produciendo movimientos derivados, debido a los
cuales pueden agregarse formando cuerpos que, a su vez, pueden colisionar entre sí
formando nuevos cuerpos o disgregarse en otros más pequeños o en sus átomos
originales. La agregación de átomos da lugar a las cosas y su disgregación a la
desaparición o muerte de las mismas.
La naturaleza en su conjunto y cada una de las cosas particulares es fruto del
movimiento y choque azaroso de los átomos, es decir, es causada por los átomos según
el azar. Por consiguiente, no existe ninguna finalidad en el cosmos, todo es debido al
mecanismo de los átomos y sus movimientos.
Epicuro adopta el materialismo de los atomistas: la realidad radical es la
formada por los átomos y el vacío. Las cosas existentes consisten en átomos, la parte
indivisible de la materia, que están en constante movimiento, que puede verse alterado
en su dirección por el choque con otros átomos originando nuevos cuerpos. Admite que
el movimiento de los átomos puede verse alterado en su trayectoria por una desviación,
clinamen, que da origen a la libertad. Su posición materialista sustenta sus tesis
epistemológicas y morales: El único conocimiento posible es el conocimiento sensible,
puesto que el mundo es material. Por otra parte, dado que todo es materia, dado que
hasta nuestra alma es material y por lo tanto mortal, la muerte nada es para nosotros, es
la pura insensibilidad, es absurdo temerla. Además, el bien moral será atenerse a los
placeres sensibles moderados, aquellos que sirven al sostenimiento de la vida. Los
placeres inmoderados enferman el cuerpo y el dolor es algo que evita toda criatura.
En la modernidad Hobbes, fue el primer autor que formuló una concepción
materialista de la realidad de forma explícita. La naturaleza corporal es lo que existe
porque solo los cuerpos pueden hacer o padecer una acción, como ya habían dicho los
estoicos. Además, los cuerpos son los únicos objetos posibles de la razón. El término
incorpóreo carece de sentido, incluso aplicado a Dios, pues es equivalente a lo que no
existe, por ello el entendimiento no puede ser incorpóreo.
En consecuencia, Hobbes aplica a los cuerpos las categorías ontológicas de
sustancia y accidente. Los cuerpos son sustancias porque subsisten independientemente
de nuestro pensamiento. Cuerpo es “todo lo que no dependiendo de nuestro
pensamiento, coincide con alguna parte del espacio”. El accidente es “la facultad del
cuerpo por medio de la cual imprime en nosotros su concepto”. El movimiento es el
accidente principal de los cuerpos, por él pueden explicarse todas las generaciones de
los cuerpos.
Los cuerpos pueden ser naturales o artificiales: la filosofía natural tiene por
objeto el estudio de los cuerpos naturales. La filosofía civil, la de los objetos artificiales,
es decir, de las sociedades humanas. Para conocer estas se requiere previamente el
conocimiento de la naturaleza humana.
Como el cuerpo es la realidad radical y verificable, todo aquello que no sea
verificable no es posible, no tiene suficiente potencia para ser. La consecuencia de esta
afirmación es la necesidad de todo lo que acontece.
Karl Marx: materialismo histórico y dialéctico.

Para Karl Marx (siglo XIX, autor de El Capital y Manifiesto comunista), no


existe más realidad que la materia. Todo procede de la materia. Incluso el pensamiento
no es más que el resultado de la evolución de la materia. El hombre es un ser material
que se caracteriza, no por ser pensante, como se consideró desde Aristóteles, sino por
tener que transformar la materia para sobrevivir. El hombre es un ser que trabaja. El
trabajo es la transformación de la materia por el hombre para satisfacer sus necesidades.
A la teoría filosófica de Marx se la conoce como “materialismo histórico y dialéctico”.
Por materialismo histórico entendemos que la historia no es más que el escenario en el
que evoluciona la materia y las distintas formas de extraer los bienes de esa materia, los
distintos modos de producción, las distintas formas de economía. Marx llama modo de
producción a la forma en que se producen los bienes materiales, y distingue cinco
modos de producción a lo largo de la historia: el de las sociedades primitivas, el
esclavista, el feudal, el burgués o capitalista y el socialista. El materialismo dialéctico
entiende que estos cambios, que la historia como escenario de la evolución de la
materia, obedece a íntimas contradicciones, a dialéctica, a comflicto. Fundamentalmente
el conflicto se da entre los intereses contrapuestos de una clase dominante, la burguesía
capitalista, que domina los medios de producción, el capital, la propiedad y un
proletariado que solo posee su fuerza de trabajo, que vende a cambio de un sueldo. El
máximo de productividad se da con un máximo de explotación, con sueldos bajos.
Cuando esa tensión se hace insoportable se da un proceso revolucionario, de cambio de
economía y por tanto de sociedad. Aparte, el hombre se enajena, se vuelve ajeno a sí
mismo, extraño a sí mismo, cuando se le arrebata el producto de su trabajo: el hombre
es un ser que trabaja, se define por su trabajo. Pero el resultado de su trabajo no es de su
propiedad. La esencia que ha depositado en el producto de su trabajo no le pertence, la
cambia por un sueldo. En esa desposesión se produce la enajenación, la alienación.
Marx distingue dos planos de realidad. Por una parte está la infraestructura
económica, la verdadera realidad productiva, la de la economía, la de los procesos
productivos de bienes materiales o servicios. Por otra parte esta la superestructura
ideológica, que no es más que las costumbres, la moral, la filosofía, instituciones, arte,
etc, expresión de un tipo de economía y discurso de legitimación, de justificación de un
tipo de economía y de una situación establecida. La ideología es la mentalidad de la
clase dominante que se pretende adopte el conjunto de la sociedad para beneficio de la
clase dominante. Se pretende que esa ideología, esa mentalidad justifique el estado de
cosas injusto. Toda forma de espiritualidad es vista como una forma de narcótico.
Cuando Marx proclamó la religión como opio del pueblo, venía a representar el colmo
de las formas de ideología o falsa conciencia.

Nietzsche y la crítica de la filosofía.

Friedrich Nietzsche, filósofo alemán del siglo XIX, autor de Así habló
Zaratustra, Genealogía de la moral, El Anticristo, entre otras, es el primer gran filósofo
europeo en romper precisamente contra la tradición filosófica occidental. Para este
autor, el gran error de la filosofía y que comienza con Sócrates y Platón es considerar
como real las ideas, los conceptos, la esencias, por encima de lo verdaderamente real
que es la naturaleza sensible, cambiante, perecedera. Según Nietzsche, esta
consideración responde a un miedo a afrontar la realidad en lo que tiene de constante
devenir, de cambio. Para poder asumir la realidad inasible, inestable, la filosofía clásica
encontró alivio en la configuración de una realidad alternativa de esencias inmutables
que se presentó como lo verdaderamente real. Este falseamiento de la realidad es
continuado por el cristianismo a juicio de Nietzsche, cuando declara como
verdaderamente real la trascendencia frente al mundo material. El platonismo considera
la idea como lo verdaderamente real y el mundo cambiante percibido por los sentidos
como algo ilusorio, aparente. Ocurre más bien que no hay nada más allá de ese universo
en constante movimiento y que es el miedo a la vida lo que nos hace afirmar un ámbito
de realidades estables. Nietzsche utiliza los conceptos de apolíneo y dionisíaco para
caracterizar las dos formas de concebir la realidad de las que estamos hablando. El
espíritu apolíneo, referido al dios Apolo, es el que afirma la belleza armónica, las
formas puras, estables, el ideal de orden. Este espíritu apolíneo es el que se ha afirmado
en la filosofía platónica y que ha triunfado sobre otro discurso, también griego que
afirmaba el placer, la bacanal, el desorden de los sentidos y de la pasión naturales, el
espíritu dionisíaco, referido al dios Dionisos. De hecho, Nietzsche niega un sentido para
la historia y afirma el eterno retorno, el tiempo circular de renovación y muerte de la
naturaleza donde los individuos se disuelven en una naturaleza que no se dirige a ningún
fin determinado ni obedece a un relato histórico.
TEXTOS:

-Puedes, por tanto, decir que lo que proporciona la verdad a los objetos del
conocimiento y la facultad de conocer al que conoce es la idea del bien, a la cual debes
concebir como objeto del conocimiento, pero también como causa de la ciencia y de la
verdad; y así, por muy hermosas que sean ambas cosas, el conocimiento y la verdad,
juzgarás rectamente si consideras esa idea como otra cosa distinta y más hermosa
todavía que ellas. Y, en cuanto al conocimiento y la verdad, del mismo modo que en
aquel otro mundo se puede creer que la luz y la visión se parecen al sol, pero no que
sean el mismo sol, del mismo modo en éste es acertado el considerar que uno y otra son
semejantes al bien, pero no lo es el tener a uno cualquiera de los dos por el bien mismo,
pues es mucho mayor todavía la consideración que se debe a la naturaleza del bien.
-¡Qué inefable belleza -dijo- le atribuyes! Pues, siendo fuente del conocimiento y la
verdad, supera a ambos, según tú, en hermosura. No creo, pues, que lo vayas a
identificar con el placer.
-Ten tu lengua -dije-. Pero continúa considerando su imagen de la manera siguiente.
-¿Cómo?
-Del sol dirás, creo yo, que no sólo proporciona a las cosas que son vistas la facultad de
serlo, sino también la generación, el crecimiento y la alimentación; sin embargo, él no
es generación .
-¿Cómo había de serlo?
-Del mismo modo puedes afirmar que a las cosas inteligibles no sólo les adviene por
otra del bien su cualidad de inteligibles, sino también se les añaden, por obra también de
aquél, el ser y la esencia; sin embargo, el bien no es esencia, sino algo que está todavía
por encima de aquélla en cuanto a dignidad y poder."

Platón, República, Libro VI.


Sustancia, según la distinta inteligencia que se le da, tiene si no muchos, por lo
menos cuatro sentidos principales: la sustancia de un ser es, al parecer, o la esencia, o lo
universal, o el género, o el sujeto. El sujeto es aquél del que todo lo demás es atributo,
no siendo él atributo de nada. Examinemos por de pronto el sujeto: porque la sustancia
debe ser, ante todo, el sujeto primero. El sujeto primero es, en un sentido, la materia; en
otro, la forma; y en tercer lugar el conjunto de la materia y de la forma. Por materia
entiendo el bronce, por ejemplo; la forma es la figura ideal; el conjunto es la estatua
realizada. En virtud de esto, si la forma es anterior a la materia; si tiene, más que ella, el
carácter del ser, será igualmente anterior, por la misma razón, al conjunto de la forma y
de la materia.

Aristóteles, Metafísica, Libro Séptimo, III.

Sustancia se dice de los cuerpos simples, tales como la tierra, el fuego, el agua y todas
las cosas análogas; y en general, de los cuerpos, así como de los animales, de los seres
divinos que tienen cuerpo, y de las partes de estos cuerpos. A todas estas cosas se llama
sustancias, porque no son los atributos de un sujeto, sino que son ellas mismas sujetos
de otros seres. Bajo otro punto de vista, la sustancia es la causa intrínseca de la
existencia de los seres que no se refiere a un sujeto: el alma, por ejemplo, es la sustancia
del ser animado. Se da también este nombre a las partes integrantes de los seres de que
hablamos, partes que los limitan y determinan su esencia, y cuyo anonadamiento sería el
anonadamiento del todo. Así, la existencia del cuerpo, según algunos filósofos, depende
de la de la superficie, la existencia de la superficie de la de la línea; y ascendiendo más,
el número, según otra doctrina, es una sustancia; porque, anonadado el número, ya no
hay nada, siendo él el que determina todas las cosas. Por último, el carácter propio de
cada ser, carácter cuya noción es la definición del ser, es la esencia del objeto, su
sustancia misma.
De aquí se sigue, que la palabra sustancia tiene dos acepciones: o designa el último
sujeto, el que no es atributo de ningún ser, o el ser determinado, pero independiente del
sujeto, es decir, la forma y la figura de cada ser.
Aristóteles, Metafísica, Libro Quinto VIII.

“Así, fundándome en que los sentidos nos engañan algunas veces, quise suponer que no
había cosa alguna que fuese tal y como ellos nos la hacen imaginar; y, en vista de que
hay hombres que se engañan al razonar y comente paralogismos, aun en las más simples
materias de geometría, y juzgando que yo estaba tan sujeto a equivocarme como
cualquier otro, rechacé como falsas todas las razones que antes había aceptado mediante
demostración; y finalmente, considerando que los mismos pensamientos que tenemos
estando despiertos pueden también ocurrírsenos cuando dormimos, sin que en este caso
ninguno de ellos sea verdadero, me resolví a fingir que nada de lo que hasta entonces
había entrado en mi mente era más verdadero que las ilusiones de mis sueños. Pero
inmediatamente después caí en la cuenta de que, mientras de esta manera intentaba
pensar que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese
algo; y advirtiendo que esta verdad: pienso, luego existo, era tan firme y segura que las
más extravagantes suposiciones de los escépticos eran incapaces de conmoverla, pensé
que podía aceptarla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que andaba
buscando.”

René Descartes, Discurso del Método, Cuarta Parte.

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