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EL COMPORTAMIENTO
Resumen:
Los síntomas neuropsiquiátricos son comunes en la EM. Incluyen dos grandes categorías de
alteraciones: anomalías en la cognición, y anomalías en el humor, el afecto y el comportamiento.
Esta revisión abarca la epidemiología, las características clínicas, la etiología y el tratamiento de
las alteraciones, incluyendo en la segunda categoría la depresión mayor, el cansancio y los
trastornos del sueño, el trastorno bipolar, la euforia, la risa y el llanto patológicos, la ansiedad,
la psicosis y los cambios en la personalidad. La depresión mayor es uno de los trastornos
neuropsiquiátricos más comunes en la EM, con una tasa de prevalencia a lo largo de la vida de
aproximadamente el 50%. La detección temprana y el abordaje de la depresión en la EM es de
vital importancia, ya que constituye un predictor clave de morbilidad, mortalidad, calidad de
vida, posibles consecuencias físicas y exacerbaciones de la enfermedad, adherencia a los
tratamientos inmunomoduladores y riesgo de suicidio en pacientes con EM, así como de
angustia y calidad de vida en los cuidadores. La etiopatogénesis de los trastornos
neuropsiquiátricos en la EM no se ha investigado completamente. Se ha postulado que una
compleja interacción entre factores biológicos, factores relacionados con la enfermedad,
factores comportamentales y factores psicosociales contribuyen a la patofisiología de la mayoría
de ellos. El manejo de los síntomas neuropsiquiátricos en la EM es generalmente efectivo,
aunque comúnmente esta afirmación está basada en la evidencia que proporcionan los estudios
de casos y los ensayos no controlados.
Introducción:
Muchos estudios se han centrado en unos pocos síntomas psiquiátricos de los pacientes con EM,
como la depresión o la ansiedad. Son pocos los estudios que han investigado el amplio rango de
síntomas neuropsiquiátricos mediante una evaluación con herramientas específicamente
desarrolladas. En dichos estudios, síntomas neuropsiquiátricos leves, evaluados con el
Neuropsychiatric Inventory (Cummings, 1994) se encontraron casi siempre presentes entre los
pacientes con EM (95%), incluso cuando su enfermedad se encontraba aún en una fase
temprana o de afectación leve. Los síntomas de depresión y/o disforia fueron los más
frecuentes, teniendo lugar en aproximadamente el 80% de los pacientes; la agitación, la
ansiedad y la irritabilidad se observaron en un tercio de los pacientes. La apatía, euforia,
desinhibición, alucinaciones, comportamientos carentes de sentido o alucinaciones tuvieron
lugar en sólo un pequeño número de pacientes. Raramente, los síntomas neuropsiquiátricos,
especialmente los déficits cognitivos, pueden constituir la presentación inicial de la enfermedad,
correlacionándose más fuertemente con lesiones cerebrales silentes que con síntomas y signos
neurológicos. Los síntomas de apatía y depresión se han asociado también estrechamente a
mayores niveles de deterioro cognitivo en pacientes con EM. Además, la severidad de los
síntomas neuropsiquiátricos se ha correlacionado con el grado de distrés y la calidad de vida de
los cuidadores, incluso después de haberse controlado el nivel de discapacidad debido a los
síntomas neurológicos.
Depresión mayor:
La depresión mayor es el trastorno neuropsiquiátrico más común encontrado en la EM. Las tasas
de prevalencia a lo largo de la vida de la depresión mayor en pacientes con EM están en torno
al 50%, tres veces más altas que en la población general, si bien dependen de los criterios usados
y del ámbito clínico de los estudios (comunidad, pacientes ambulatorios, hospitales terciarios).
La fenomenología de la depresión en la EM es esencialmente similar a la de la depresión mayor
primaria, aunque algo sugiere que la irritabilidad puede ser más común que por ejemplo la culpa
y la baja autoestima. En cualquier caso, algunos síntomas, compartidos tanto por la depresión
mayor como por la EM, como el cansancio, la pobre concentración o las alteraciones del sueño
y del apetito, pueden dificultar la detección de la depresión mayor en la EM. De hecho, la
depresión mayor continúa estando infradiagnosticada e infratratada en pacientes con EM. La
validación de escalas específicas que excluyan ítems relacionados con síntomas físicos, como la
“Beck Fast Screen for Medical Ill Patients” de 7 ítems, ha ayudado a los clínicos a hacer un
screening de depresión mayor en pacientes con EM a pesar del solapamiento sintomatológico
entre ambos trastornos.
Se cree que variables tanto biológicas como psicosociales están implicadas en la etiopatogénesis
de la depresión mayor en la EM. Muchos datos en relación a la contribución de factores
genéticos en la depresión relacionada con la EM han resultado negativos, aunque algunos
estudios recientes han presentado resultados opuestos. La neuroimagen estructural ha
proporcionado alguna evidencia de que una mayor carga de lesión en el córtex prefrontal medial
inferior y en el lóbulo temporal anterior del hemisferio dominante, así como atrofia en el lóbulo
temporal anterior (también del hemisferio dominante) se asocia a la presencia de depresión,
justificando ésta hasta en un 40%. La neuroimagen funcional puede permitir
El cansancio puede ser el síntoma más frecuente en la EM, con una prevalencia de hasta el 75-
85%. El 50-60% de los pacientes consideran que es el síntoma más invalidante de la enfermedad,
con efectos adversos en su calidad de vida, humor, cognición y funcionamiento social. De
cualquier forma, poco se sabe acerca de los predictores del cansancio relacionado con la EM.
Según se informa, no está relacionado con el género, la edad, el estatus educacional, el
rendimiento neuropsicológico o los hallazgos neuroanatómicos, y está débilmente o
moderadamente relacionado con la duración de la enfermedad, el nivel de discapacidad físico
medido con el EDSS, y las formas progresivas de la enfermedad.
Respecto al tratamiento del cansancio en la EM, una vez que se ha descartado la presencia de
depresión, los agentes que se han usado más comúnmente son la amantadina y el modafinilo.
La amantadina, un antiviral con propiedades dopaminérgicas y pocos efectos secundarios, ha
demostrado ser moderadamente efectivo. El modafinilo, desarrollado para el tratamiento de la
narcolepsia, también ha dado prometedores y generalmente bien tolerados resultados. Los
programas de entrenamiento (ejercicio) pueden ser también una alternativa para el cansancio
relacionado con EM.
Los problemas de sueño son más frecuentes en pacientes con EM (reportados hasta en un 50%)
que en la población general, aunque clínicamente han sido infradiagnosticados por muchos
médicos. Los trastornos de sueño más comunes en esta población son el insomnio, los
trastornos del movimiento durante el sueño, los trastornos de la respiración del sueño, la
narcolepsia y los trastornos del comportamiento durante el sueño REM. Los trastornos del sueño
en pacientes con EM pueden ser primarios (relacionados con la enfermedad) o secundarios al
dolor, la espasticidad, la nocturia, la depresión o a los efectos secundarios del tratamiento. Los
clínicos deberían percatarse de que una pobre calidad de sueño es un predictor independiente
de la calidad de vida de los pacientes con EM.
Trastorno bipolar:
El trastorno bipolar es dos veces más común en la EM que en la población general. Los hallazgos
de investigación sobre la comorbilidad entre el TBP y la EM son limitados. Sólo una parte de esta
constatada asociación se puede explicar por las bien conocidas propiedades de los corticoides
para inducir cuadros maníacos. Los datos sobre la contribución de la vulnerabilidad genética en
la aparición de TBP en pacientes con EM ha sido escasos y contradictorios. No hay estudios que
investiguen los correlatos neuroanatómicos en pacientes con EM y TBP, aunque hay evidencias
por resonancia magnética que sugieren que los pacientes con manía psicótica tienen
predominantemente afectación bilateral en las astas temporales. Ante la falta de ensayos
clínicos, los reportes de casos sugieren un manejo con estabilizadores del ánimo (litio, valproato,
carbamacepina), antipsicóticos y benzodiacepinas. En el caso de la manía inducida por
corticoides, la profilaxis con litio y la reducción de dosis de corticoides puede permitir a los
médicos evitar la discontinuación del tratamiento corticoideo.
Euforia:
La “euforia esclerótica” describe un estado mental fijo de inusual alegría y optimismo sobre el
futuro a pesar de la presencia significativa de disfunción neurológica. La euforia debería ser
considerada más bien como un cambio en la personalidad y distinta de la hipomanía, a pesar de
que existan algunas similitudes superficiales entre ambas. En las primeras publicaciones, la
euforia se reportó en aproximadamente dos tercios de los pacientes y se consideró como
patognomónica de la enfermedad. Esto demostró ser una sobreestimación, en gran medida a
causa de sesgos de selección. También se ha reportado la presencia en pacientes de “eutonía
esclerótica”; es decir, un bienestar físico con ausencia de preocupación sobre la discapacidad
física. Hasta los años 90, los estudios reportaban una prevalencia media del 25% en la EM.
Posteriormente las estimaciones han declinado hasta un 10-15%, con la labilidad emocional y el
afecto pseudobulbar emergiendo como entidades diferenciadas. Los pacientes con EM y euforia
tienen mayores puntuaciones en el EDSS, alteraciones cognitivas significativas, falta de insight,
un curso progresivo de la enfermedad, ensanchamiento de los ventrículos, atrofia cerebral
significativa y mayores lesiones objetivadas por resonancia magnética, generalmente con mayor
distribución a nivel frontal.
Risa y llanto patológicos:
Ansiedad:
Los síntomas de ansiedad entre los pacientes con EM no han sido bien estudiados y han sido
frecuentemente pasados por alto e infratratados. La prevalencia de los trastornos de ansiedad
en las poblaciones con EM varían del 14 al 41%, con una preponderancia en el género femenino.
Un incremento en la frecuencia de los síntomas ansiosos tiene lugar generalmente poco después
del anuncio del diagnóstico a los pacientes con EM. La ansiedad generalmente coexiste con la
depresión y se asocia con ideación suicida incrementada, más quejas a nivel físico, mayor
disfunción social y consumo de alcohol excesivo. Un reciente estudio reportaba las tasas de
prevalencia a lo largo de la vida de los trastornos de ansiedad en pacientes con EM: trastorno
de ansiedad generalizada (18,6%), trastorno de pánico (10%), trastorno obsesivo compulsivo
(8,6%), y trastorno de ansiedad social (7,8%). Por otra parte, el estrés y la ansiedad (junto con la
depresión), se han considerado frecuentemente como precipitantes de las recaídas de la EM.
Por tanto, el abordaje de la sobrecarga social podría ayudar a evitar o a retrasar las
exacerbaciones de la enfermedad.
Psicosis:
Muchos reportes de EM y psicosis son estudios de caso único y hasta hace poco se creía que la
comorbilidad de ambos trastornos era poco común. No obstante, un estudio reciente ha
desafiado los esquemas previos, sugiriendo una elevada tasa de psicosis (2-3%) en pacientes con
EM, en comparación con la población general. La fenomenología de la psicosis relacionada con
la EM y la esquizofrenia es esencialmente similar, pero la relacionada con EM se caracteriza por
una mayor frecuencia de estados delirantes complejos, respuestas afectivas relativamente
intactas, raramente se observan síntomas negativos, inicio más tardío, mejor pronóstico con
resolución más rápida de los síntomas, mejor respuesta al tratamiento y menor número de
recaídas.
Cambios en la personalidad:
Los cambios en la personalidad tienen lugar en la EM, pero han recibido relativamente poca
atención. Investigaciones antiguas reflejaban que se producía irritabilidad en el 40,7% y apatía
en el 10% de los pacientes con EM. En estudios desarrollados posteriormente los resultados eran
similares: irritabilidad (35%), apatía (20%) y desinhibición (13%). En los estudios más recientes,
la irritabilidad/labilidad emocional (42%) y la apatía (31%) se revelaron como las únicas
manifestaciones de la enfermedad que tienen lugar de manera independiente a la discapacidad
o a la duración de la enfermedad. Supuestamente el tipo de cambio de personalidad se
determina por la localización y la extensión de las lesiones cerebrales y el grado de atrofia. Se
ha postulado que las lesiones de desmielinización son las causantes de estos síntomas,
afectando a los circuitos fronto-subcorticales y a las estructuras límbicas. Más específicamente,
se ha demostrado que lesiones en la región cingulada anterior están asociadas con apatía e
indiferencia, mientras que lesiones en la región orbito-frontal se asocian con irritabilidad,
labilidad emocional, desinhibición y comportamiento social inapropiado.
Conclusiones:
Los síntomas neuropsiquiátricos están presentes en la mayoría de pacientes con EM, incluso en
las fases iniciales de la enfermedad. La depresión mayor es el trastorno neuropsiquiátrico más
común en la MS y un marcador determinante de la morbilidad, la mortalidad, la calidad de vida
del paciente y posiblemente de la progresión de la enfermedad; también se ha constatado una
correlación con el nivel de estrés y la calidad de vida de los cuidadores. Por lo tanto, la detección
temprana y el manejo efectivo de la depresión y de otros síntomas neuropsiquiátricos constituye
una parte esencial para el cuidado de los pacientes con EM. Se precisa un abordaje integral
biopsicosocial y neuropsiquiátrico para el diagnóstico y tratamiento de los pacientes con EM.