El trilema económico sostiene que es imposible manejar en equilibrio
simultáneamente el tipo de cambio, la tasa de interés y la política monetaria en una economía abierta y con desregulación del mercado de capitales. En esas condiciones macroeconómicas, sólo se puede controlar dos de esas tres variables. El modelo formal en el que se basa esta hipótesis es el modelo Mundell-Fleming, desarrollado en la década de 1960 por Robert Mundell y Marcus Fleming. La idea de la trinidad imposible pasó de ser una curiosidad teórica a convertirse en un fundamento macroeconómico de la economía abierta en la década de 1980, momento en el cual los controles de capital habían fracasado en muchos países, y los conflictos entre el tipo de cambio fijo y la autonomía de la política monetaria eran visibles. Si bien una versión de la trinidad imposible se centra en el caso extremo — con un tipo de cambio perfectamente fijo y una cuenta de capital absolutamente abierta, un país no tiene absolutamente ninguna política monetaria autónoma — el mundo real ha lanzado ejemplos repetidos en donde si los controles de capital se flexibilizan, el resultado es una mayor rigidez del tipo de cambio y una menor autonomía de la política monetaria el trilema se cumple. Los economistas Michael C. Burda y Charles Wyplosz ofrecen una ilustración de lo que puede suceder si un gobierno trata de perseguir los tres objetivos a la vez. Para empezar se plantea un país con un tipo de cambio fijo en equilibrio con respecto a los flujos de capital, así como una política monetaria que está alineada con el mercado internacional. Sin embargo, el país adopta una política monetaria expansiva para tratar de estimular su economía doméstica. Esto implica un aumento de la oferta monetaria y una caída de la tasa de interés interna disponible del país. Debido a que la tasa de interés disponible a nivel internacional ajustada por las diferencias entre las divisas no ha cambiado, los agentes del mercado son capaces de obtener ganancias vendiendo la moneda interna e invirtiendo en otras divisas en el exterior. Sin controles en el mercado de capital, los agentes actuarán en manada. El comercio implica la venta de la moneda interna obtenida a través de préstamos en el mercado de divisas con el fin de adquirir divisas y prestar en el extranjero - esta tendencia hace que el precio de las divisas caiga debido a la súbita oferta adicional. Debido a que el país tiene un tipo de cambio fijo, el banco central frenará cualquier tendencia al debilitamiento de su moneda, vendiendo activos externos —reservas internacionales— por moneda nacional. En el proceso modifica la política monetaria, ya que deberá vender activos externos hasta que su oferta monetaria haya vuelto al punto inicial antes de la expansión, de forma que la política monetaria deja de ser autónoma e impide que la moneda interna se devalúe, verificando así el paradigma que comprueba la trinidad imposible ante una expansión monetaria. La Regla Maradona en el trilema de la política monetaria: Su “Regla de Maradona” para las tasas de interés es bastante simple, asimilando un banco central creíble a la maniobra de Diego Maradona cuando marcó el segundo gol de Argentina a Inglaterra en la Copa del Mundo de 1986. Con Maradona avanzando a toda velocidad, los ingleses esperaban que él se desvíe, pero no lo hizo, y logró así superarlos y convertir el gol. Las tasas de interés de mercado se comportan de la misma manera: se mueven en gran medida según como se espera que actúe el Banco Central. Si éste es creíble y marca un rumbo bien definido, el Banco Central puede influir en las expectativas, sin grandes movimientos en las tasas de interés.
En una economía pequeña y abierta, ello obviamente exige algunas condiciones
previas. Si hay libre movimiento de capitales y tipo de cambio fijo, se requiere el auxilio de una política fiscal y de endeudamiento que permita reducir la volatilidad y el nivel de la prima de riesgo país a niveles mínimos. Por otro lado, también se requiere un banco central realmente independiente, con una sólida reputación, no condicionada por restricciones de política fiscal o de otra índole, y también que las fluctuaciones de las tasas de interés y la lectura del sistema financiero de las mismas sean suficientes para estabilizar en el corto plazo las expectativas de inflación. Si aun con aparente autonomía de la autoridad monetaria, empresas y familias esperan y observan que la conducta del Banco Central es cambiante, también será cambiante su reacción ante cambios en las decisiones de política monetaria. Específicamente, aún dentro de las restricciones del trilema, la influencia de las tasas de interés en las expectativas depende no sólo de cada alteración de la tasa de política monetaria sino de la capacidad de todo el esquema global de política del Gobierno para condicionar las expectativas de inflación y los ajustes de precios. Como bien observaba King en su conferencia de 2005, así como Maradona no podía convertir goles en todos los partidos sólo corriendo en línea recta al arco rival, un banco central no puede esperar controlar la inflación manteniendo siempre inmóvil la tasa de interés de control monetario. Alcanzar cierta meta exige a veces mantener la tasa de control monetario fija durante bastante tiempo, otras veces no. Pero cuando el objetivo inmediato es el stock de reservas internacionales, o el tipo de cambio, el control de la inflación por parte del banco central se complica y mucho. Si a este se lo percibe eligiendo o bien entre un conjunto de reglas alternativas de dudoso cumplimiento, por un lado, y la discreción pura, por el otro, probablemente la incertidumbre aumente, y sus anuncios y operaciones en los mercados de cambios, bonos y préstamos interbancarios pierdan efecto, al menos hasta que no se anuncie otro régimen. En el caso argentino actual, la “regla” acordada con el FMI de que la base monetaria deberá crecer 0% desestacionalizado sugiere que junto a las variaciones de la tasa diaria de las LELIQ debería ser suficiente para estabilizar los precios. Pero esto supone asumir que el sector privado debería verse “inducido” a ignorar otros factores con impacto de corto plazo en la inflación observada, como las subas de combustibles, tarifas públicas y otros precios regulados, y también en las expectativas y en la velocidad de circulación del dinero, como el tipo de cambio y la prima de riesgo país. Algo inexistente, tal como la realidad lo viene mostrado en los años previos, bajo el ensayo frustrado del “inflation targeting”. Desde el inicio de su aplicación se esperaba que la “regla” acordada con el FMI induciría una contracción de liquidez, sobre todo después de las subas de la tasa de las LELIQ ante cada disparada del tipo de cambio. Su efecto fundamental ha sido el de inducir un marcado racionamiento del crédito, efectivo para inducir una persistente recesión, pero como instrumento antiinflacionario, ha sido un rotundo fracaso. Todo indicaría que la próxima administración estaría dispuesta a abandonar desde el primer día de su gestión. La trinidad en Colombia y Perú: "Alzas de la tasa de interés, compra de dólares y esterilización monetaria, todos estos instrumentos han sido utilizados en alguna medida para intentar frenar la revaluación de la moneda nacional, al mismo tiempo que se busca controlar la inflación. El Banco Central ha realizado 12 alzas de su tasa de referencia desde abril del 2006, con el propósito de moderar la demanda. Sin embargo dicha providencia, en el marco de libre movilidad de capitales y dada la abundancia de liquidez mundial, contribuyó a una mayor apreciación de la moneda nacional". Este párrafo no se refiere al Perú, sino a Colombia, y fue escrito por la economista Helena Villamizar, catedrática de la Universidad de los Andes y Javeriana. Dice Villamizar que la constante revaluación del peso está directamente relacionada a la irrestricta apertura de la cuenta de capitales en ese país. Dicho en castellano: en Colombia, así como en Perú, existe perfecta libertad para la entrada y salida de capitales, lo que incluye a los capitales ligados al movimiento real de la economía: comercio exterior e inversión extranjera directa. También incluye al capital financiero, tanto el que ingresa en forma de préstamos, o a la bolsa de valores o a comprar bonos soberanos. También incluye al capital especulativo que aprovecha las "oportunidades" de la "apertura total de la cuenta de capitales" para lucrar en el corto plazo, ya sea con el diferencial de tasas de interés o con la presión a la revaluación (o devaluación) de las monedas nacionales. Dice Villamizar que "la situación colombiana es suficientemente conocida en la literatura económica a partir de los trabajos de Robert Mundell y Marcus Fleming, quienes demostraron cómo, bajo libre movilidad de capitales, es imposible manejar la tasa de cambio y la tasa de interés al mismo tiempo. Esto es lo que se conoce como el trilema imposible" (¿A quien le preocupa la revaluación?, El Tiempo, 14/8/07). El trilema no era imposible cuando existía un sistema monetario internacional con tipo de cambio fijo (lo que había hasta que se quebró Bretton Woods en 1971) y, también, con cuentas de capitales reguladas, lo que terminó con el Big Bang desregulador de Londres en 1986, que decretó la apertura financiera irrestricta. Pero ahora, con tipos de cambio fluctuantes a nivel mundial (destaca la devaluación constante del dólar) y con apertura total de la cuenta de capitales, la cosa es distinta. Dice Villamizar: "Bajo el actual paradigma, que convirtió en verdad revelada la libre movilidad de los capitales, los países se ven entonces conminados a escoger cuál inestabilidad les hace más daño: la de la tasa de interés o la del tipo de cambio" (Helena Villamizar, Le Monde Diplo # 57, Bogotá). Así, cuando el Banco Central eleva la tasa de interés para tratar de moderar la demanda y luchar contra la inflación, los capitales especulativos ingresan para ganarse el diferencial de la tasa de interés. Y si el Banco Central no mueve la tasa de interés (o la disminuye un poco), para no alentar la especulación, entonces aumenta la demanda y, con ello, la inflación. Lo que en el Perú acaba de hacer el BCR es tratar de salirse del "trilema imposible", dándole "dos patadas" al capital especulativo ("no los queremos aquí, váyanse", ha dicho el BCR). De un lado, ha puesto fin (quién sabe por cuánto tiempo) a la libre movilidad de capitales con una serie de medidas, como el alza de la tasa de interés y el aumento del encaje a la moneda nacional y extranjera (destaca el encaje de 120% para los depósitos de corto plazo de los extranjeros). Rota una de las patas del trilema (la libre movilidad de capitales), las medidas del BCR han frenado la revaluación del sol y, seguramente, encarecerán el crédito (aunque Velarde diga que esto no sucederá). Por tanto, la lucha contra la inflación ya no tendría como eje prioritario el "dólar barato" sino un cierto enfriamiento de la economía. Seguramente Carranza está que "echa chispas", igual que Alan García. Por eso, la pregunta del millón es: ¿por qué el enorme giro de política que ha dado el BCR?