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Nelson Rojas Reflexión número 10

Debo reconocer desde el principio que mi experiencia con Cristo de ningún modo inició en
mis 20 años de vida, de hecho no deja de sorprenderme que yo sea cristiano de cuarta
generación, ¡que gran rareza en este país! Este hecho tan extraño lleva indefectiblemente a
preguntarse ¿qué representa que en mi familia los más jóvenes representemos una cuarta
generación de creyentes? Sí o sí, para lograr responder a esta pregunta es necesario
comenzar mostrando, que si bien esta situación familiar es extraña en este país, no es para
nada algo inesperado.
¿No había sido anunciado acaso? De Noé a Abraham, de Abraham a Moisés, de Moisés a
David, de David hasta Jesús y de Jesús hacia la eternidad, este hilo conductor que se
mantiene. Cada uno de estos pactos grita a voz en cuello el compromiso de Dios con la
vida, con su pueblo, con la creación, con todas las familias de la tierra. Es este elemento
transversal a lo largo de los pactos, lo que hace que a pesar de no ser evidente la historia de
mi familia, tampoco sea algo inesperado, aunque no por ello, menos maravilloso.
En ciertas ocasiones la desesperanza ha invadido mi corazón, y allí sintiendo el desahucio,
veo como el evangelio retrocede cada vez, y cuando parece avanzar lo hace tan
contaminado con ideas del mundo, y allí es como si la esperanza del evangelio de
desvaneciera. Entonces el Dios que recuerda su bondad, me lleva de la mano a volver sobre
los pasos de quienes me han precedido, y allí en la memoria punto de encuentro entre Dios
y yo, puedo contemplar que el evangelio no está preso, sino que avanza cruzando fronteras,
y cubriendo generaciones. El hecho de que la obra en mi familia no comenzara en los
últimos 20 años, sino que se enraíce 3 generaciones atrás, me testifica de que el evangelio
avanza cumpliendo la promesa, bendiciendo a pueblos que otrora no éramos pueblo,
peregrinándonos en Cristo hacia Dios.
Mi experiencia con Cristo representa un pequeño punto más en el tejido de color universal
que compone la ruana que Dios ha tejido, un pequeño punto que testifica de que la misión
de Dios, se cumple. No solo se cumple porque una familia de un pueblo que hace 200 años
conocía poco del evangelio, ahora sigue a Cristo, se cumple también, porque la presencia
de Dios, generación tras generación ha hecho cambios en mi familia que evidencia, esta
restauración de Dios de las consecuencias del pecado. Y en este punto, necesitamos
entender que hay cambios que Dios hace, pero no en una generación, sino en varias de
ellas.
Así las cosas, he visto que históricas herencias pecaminosas de mi familia como
colombianos, han sido cambiados poco a poco, generación tras generación por Dios. De
manera que ahora yo aquí, a cuatro generaciones de la intromisión de Dios en la vida de mi
familia, puedo ver con claridad como el pacto de Dios sí ha cumplido la misión de Dios, y
con cada alumbramiento, el reino de Dios despunta más cerca. Pero ahora todo esto ¿qué
representa para mi vocación y mis expectativas?
Para mi vocación representa una perspectiva, es decir, representa un antídoto contra mi
enorme orgullo, un antídoto que me lleva a recordar que estoy lejos de ser necesario para la
misión, antídoto que lleva a recordar que la Misión es de Dios, y así, me lleva a descansar,
descansar y poder disfrutar el panorama de Dios cumpliendo su misión. En pocas palabras,
esta realidad de mi familia dentro de la universalidad del pacto, me recuerda que la misión
es de Dios, y en cuanto a mí, no soy necesario, me centraré en disfrutar al contemplar la
obra divina, no viviré bajo la presión de presumirme de necesario. Y esto da pie para
reflexionar en mis expectativas para el futuro de esta generación y las futuras.
Para esta generación, descanso en que a pesar de que quizá parezca que el evangelio avanza
diluido o que en lugar de avanzar retrocede, el evangelio de hecho ha avanzado en
comparación con las generaciones anteriores. Así pues, viendo la realidad eclesial hoy:
aumento de los profesionales cristianos, una mayor conciencia de la necesidad de
capacitarse, un mayor acceso a material teológico, un mayor músculo económico, etc. Creo
que es mucho lo que podemos hacer en esta generación, llevando el evangelio y mostrando
el reino de Dios, ayudando a que nuestro cristianismo que otrora fue de 1 cm de
profundidad, llegué a conocer las profundidades de la revelación de Dios.
Para las generaciones futuras, tengo la esperanza de que podamos finalmente constituir
iglesias familiares y generacionales, que podamos ver como Dios salva nuestras familias, y
que así como las raíces familiares de la iglesia en nuestro pueblo se hacen más profundos,
también se profundicen nuestras reflexiones bíblicas, y más aún, podamos aunar el tesoro
de maravillas de Dios en la historia de nuestras familias.

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