Вы находитесь на странице: 1из 5

DRAMA SOBRE

MOISES

ESCENA 1

El drama comienza cuando Moisés se presenta ante Dios después de que Faraón le
dice que si vuelve a su palacio, él lo mataría. O sea después de la novena plaga.
Entra Moisés preocupado, pero confiando en el Señor en su corazón, pues se sostenía
como viendo al Invisible, en un páramo solitario del desierto de Egipto, arrodillándose
se apoya en una piedra y comienza a orar.

MOISES: Señor Jehová, Me he presentado ante faraón como 9 veces. Tú has


escuchado el clamor de tu pueblo y has visto su aflicción, por eso me enviaste a
liberar a tu pueblo del brazo opresor de Egipto. Tus maravillas estuvieron en mi
mano y tu poder en mi vara, pero hasta este día, Ramsés no ha querido dejar
libre a tu pueblo. Acuérdate de tu palabra y del pacto con nuestros padres
Abraham, Isaac y Jacob… (En esta parte Moisés tiene que decir esto con mucho
dolor y a punto de quebrarse por la pena.)

Hubo un momento de silencio, y entonces la Voz Majestuosa se deja oír a oídos del
atónito Moisés, que siempre quedaba perplejo cuando el Eterno que creó el mundo lo
consideraba digno de percibir los santos tonos de su voz de trueno.

JEHOVÁ: Una plaga traeré aún sobre Faraón y sobre todo Egipto, después de la
cual él los dejará ir de aquí.

MOISÉS: ¿Y qué es lo que tengo que hacer Señor?

JEHOVÁ: Vas a saberlo Moisés, el castigo que voy a enviar sobre Egipto será el
más terrible de todos.

Moisés se levanta resuelto en la misión encomendada por el Señor, pues se había


inclinado al Trono, y del Salón del Trono la orden del Señor había sido clara.
Se cierra el telón.

ESCENA 2

Moisés entra en la casa de su hermano mayor, Aarón. El pobre aposento de paja y


cubierto rudimentariamente con pieles de cabras sería el primer testigo, además del
futuro sumo sacerdote, del último juicio de Dios anunciado por el primer legislador,
profeta y caudillo de Israel.

MOISÉS: Aarón, hermano mío.

AARÓN: Sí, Moisés

MOISÉS: He escuchado la voz del Señor nuestro Dios. Tenemos una orden
apremiante.
AARÓN: ¿Y qué es lo que te ha dicho nuestro Señor?

MOISÉS: Su profunda vos me ha ordenado que vayamos ante Ramsés. El


mandato es de carácter urgente y no tenemos tiempo que perder mi hermano
amado.

AARÓN: Pero el mismo Ramsés nos dijo que si volvíamos a ver su rostro,
moriríamos. ¿No ves que nos hemos hecho odiosos a los ojos de los siervos del
tirano egipcio? Se habla entre el pueblo que trama el mal contra nosotros, y
algunos de palacio hasta comentan que pondrá precio a tu cabeza. La última vez
que estuvimos sus ojos despedían fuego y odio hacia ti. ¿Es esto lo que desea el
Señor?

MOISÉS: La orden del Señor ha sido muy clara. Pero ten confianza en el Señor,
ésta será la última vez que veremos el rostro de faraón, pues el Señor nos ha
prometido que después de una plaga más nos dejará ir con un despliegue de sus
sempiternas maravillas.

AARÓN: Ninguna de las nueve plagas parece haberlo convencido. Cuando


parecía convicto y arrepentido, después de que clamabas por el favor del Señor
para que quite sus juicios, nuevamente su obstinado pecado volvía y no nos
dejaba partir. ¿Qué otra plaga lo convencerá?

MOISÉS: Hermano mío, Dios no se equivoca en sus designios y no falla en sus


juicios. Lo que Él habla lo cumplirá. Recuerdo todavía cuando nos envió la
primera vez, ahora lo entiendo. Él nos indicó que Él mismo endurecería el
corazón de faraón, que lo había puesto sobre Egipto para mostrar su Poder y
hacer notoria su Existencia y Gloria a toda la tierra. En cada plaga puedo ver su
Soberanía, derrotando al faraón, a sus magos y a sus estúpidos e impotentes
dioses que solo son obras de manos humanas. Pero hoy, el mandato del Señor ha
sido diferente. He percibido en su Voz un tono final, un tono absoluto, un tono
de ultimátum al trono de faraón. Su sentencia contra los egipcios ha sido severa.
Todos los primogénitos de este pueblo idólatra morirán. El dios de Egipto, el
faraón, sabrá que él es solo un hombre y que la vida y la muerte están en manos
de Jehová, el Dios de los esclavos. Su hijo primogénito también morirá con los
hijos del más vil de sus siervos, y todas las naciones sabrán que en Egipto ni
siquiera Ramsés está libre de la mano de Jehová y que el faraón no puede ni
por lo menos librar a su hijo de manos del Dios del cielo y de la tierra.

AARÓN: Verdaderamente grave y terrible es el juicio del Señor, pero alabado


sea su santo Nombre… tendremos que ir… Que se haga solamente la Voluntad
de Aquel que se te apareció en la zarza.

MOISÉS: Antes de eso, anunciaré al pueblo lo que el Señor nuestro Dios hará
por ellos.

Se cierra el telón

ESCENA 3
Moisés y Aarón salen de la casa y se dirigen a la casa del joven Josué hijo de Nun, que
se encontraba a medio kilómetro de donde se encontraban, en la parte noreste de
Gosén. Al llegar a la puerta, Moisés toca la puerta de su servidor.

MOISÉS: ¡Josué, Josué! ¡Sal afuera muchacho, el Señor te tiene una misión!

El joven Josué dejó a su padre que se encontraba un poco enfermo y salió a ver a su
señor.

JOSUÉ: Sí, mi señor.

MOISÉS: Amado, sé que tu padre está enfermo, y el Señor me ha impedido


saber si sanará. Pero sus oraciones serán contestadas muy pronto. En cuanto a ti,
reúneme a todos los ancianos y príncipes del pueblo en el centro de Gosén.

JOSUÉ: ¿Que debo decirles para que obedezcan?

MOISÉS: Diles simplemente que el Señor, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob,


los convoca urgentemente, y que su liberación está cercana.

JOSUÉ: La orden del Señor nuestro Dios se realizará enseguida mi Señor


Moisés.

Josué se retira y se cierra el telón.

ESCENA 4

Todo el pueblo está reunido alrededor del patíbulo donde los esperaba Moisés. Algunos
del pueblo estaban reacios, otros desconfiados y otros con un poco de fe, pero Moisés se
encontraba mirando a los cielos, de donde venía su redención. Hecha señal de silencio
por parte de él, comenzó a hablar.

MOISÉS: Así dice el Señor nuestro Dios:

A media noche yo traeré espíritu de muerte sobre todos los primogénitos de


Egipto, pero pasaré de largo por la morada de mi pueblo, para mostrar que yo
hago distinción entre mi pueblo y los egipcios.

Por eso, el Señor nos manda que matemos un cordero de un año, sin defecto, y
que con su sangre pintemos los dinteles de nuestras puertas, para que el ángel de
la muerte pase de largo de nuestras casas. Todo aquel que sea desobediente
sufrirá el juicio al igual que los egipcios, porque todos merecen el juicio del
Señor, pero el cordero será el sustituto que ha provisto a cada familia de su
pueblo.
Ese cordero es la pascua de Jehová.

El pueblo se dispersa para cumplir la orden, se ve un ligero alboroto y alegría en


cumplir la orden del Señor. Se cierra el telón.
ESCENA 5

Moisés y Aarón entran en el hostil palacio de Faraón. Con un poco de temor, pero
sabiendo que el Señor estaba con ellos se dirigen hacia el trono de Ramsés. Todo el
salón de oro y llena de ídolos reflejaban el odio de este terco monarca que por su
obstinación había destruido todo su vasto imperio. Los soldados iban a apresar a los
profetas, pero el faraón, movido por el Señor, ordenó que no lo hicieran y que dejaran
que estos dos caudillos se acercaran ante él. Esta vez, Moisés sería el que hablaría sin
que Aarón sea el portavoz.

RAMSÉS: ¡Soldados! Dejen que vengan estos sucios esclavos.


Moisés y Aarón ¡que desagradable sorpresa! No les dije que si se presentaban
ante mí y veían mi rostro, yo mismo les arrancaría la cabeza. ¿No saben acaso
que aquí en mi palacio yo soy dios y sus vidas están en mis manos?

La esposa de faraón y sus nobles entran al escuchar lo que dice faraón. Clamando le
dicen a Ramsés:

NOBLES: ¡Gran rey! ¡No hagas tal maldad a estos dos grandes de Israel!

RAMSÉS: ¡El único grande aquí soy yo! ¡Estos no son más que dos esclavos, y
uno de ellos es además un bastardo usurpador! ¡¿Desde cuándo debo respetar a
la nación de esclavos y a sus estúpidos representantes, a los cuales llaman
grandes de Israel?!

ESPOSA: Ramsés, tranquilízate por favor. Su Dios traerá más mal que el que ya
hemos recibido. Piensa en nuestro hijo. No has visto demasiada destrucción en
nuestro pueblo.

Faraón, con el rostro inflexible no presta atención a los razonamientos de su esposa y de


sus nobles y se dirige a Moisés en tono burlón.

RAMSÉS: Viniste para que te escuche tartamudear, como cuando éramos


niños… ¡jajaja! Haber, habla, sucio esclavo. El dios de Egipto te escucha.
Espero que vengas a humillarte ante mí.

Moisés, con ira en su rostro, interrumpe toda esta burla de faraón y anuncia la terrible
sentencia

MOISÉS: Jehová nuestro Dios, el Único Dios Verdadero, Creador del Cielo y de la
Tierra y que a ha escogido a Israel para serle su pueblo especial, te manda decir:
“¿Hasta cuando no querrás humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo, para que me
sirva. Israel es mi hijo, mi primogénito, y como no dejas libre a mi hijo, yo te quitaré a
tu hijo, tu primogénito. Todos los primogénitos de Egipto morirán, solo a su pueblo
salvará Jehová nuestro Dios.

Todos quedaron pasmados. Se oyeron algunos gemidos de desesperación en el palacio,


y la esposa de faraón salió corriendo y llorando del salón hacia la recamara de su hijo.
Aún en el rostro del faraón se vio la sobra del terror, pero su obstinación fue más fuerte.
Su furia fue mortal para su pueblo. Él echó con despreció a los siervos del Señor.
RAMSÉS: ¡Vete de aquí estúpido esclavo! Tu Dios no podrá contra mis dioses. ¡Tu
Dios no tiene ningún poder aquí!

MOISÉS: Por cuanto despreciaste la palabra de Jehová y de su Poder te burlaste, serán


tú y tus nobles los que me pedirán que me vaya. ¡Tu hijo morirá hoy!

El rostro de Ramsés se desfigura, y su esposa, volviendo del aposento de su


primogénito, le ruega que dejar libre a los israelitas, pero su corazón está endurecido, y
no le presta atención. Se retira sólo, y amargado por el odio. Moisés y Aarón le dan la
espalda y se dirigen a sus casas. Se cierra el telón.

Se hace de noche, o sea, se apagan las luces y llega el ángel de la muerte y pasa por en
medio de las casas (sugerir el ángel con espada que protege a los hebreos)
Pasa, y donde pone su lanza, se escuchan gritos, llega hasta donde faraón, y sale el y su
esposa gritando.
Se encienden las luces y el faraón, su esposa y sus nobles salen y se arrodillan ante los
hebreos y se echan arena a la cabeza y les ruegan a los hebreos de que se vayan

El pueblo se va y vienen los egipcios y les dan riquezas.

FIN

Вам также может понравиться