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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN

DIRECCIÓN GENERAL DE EDUCACIÓN ESPECIAL

CENAMEC

Participante:

Yoneida Manjarres

Caracas, Agosto del 2019


ENSAYO

En el presente ensayo se plantea un análisis a la relación social, económica,


axiológica y filosófica de la situación del país y el ejercicio de la profesión docente,
el cual se ha visto afectado en los últimos años por los procesos económicos que
han traído como consecuencia un marcado deterioro en las condiciones de vida,
en general, del ciudadano venezolano.

Existen marcadas desigualdades económicas y sociales. Aproximadamente el


80% de la población vive en pobreza, situación que según estamos viendo irá
incrementándose paulatinamente. Interdependientemente del método que se
utilice para calcular los ingresos reales promedio del trabajador venezolano, la
realidad es que continúa habiendo un deterioro progresivo del salario que se
acompaña de una fuerte reducción del poder adquisitivo.

Ante la presencia de un Estado que desea adoptar cursos


de acción económicamente ineficientes, como hemos podido observar, es preciso
un cambio de perspectiva en el problema de la conflictividad y que induzca a una
reforma de reglas que definan el propósito de las instituciones. Este propósito
debe estar dirigido a la solución más efectiva posible de los conflictos sociales. El
estado actual, por tanto, debe reconocer la existencia del "conflicto" como un
fenómeno corriente y normal dentro de las relaciones sociales, al cual es preferible
canalizar que represar. Ello obliga, primero que nada, a prestar
particular atención en aquellas áreas donde la conflictividad es más probable ó
más intensa. Las relaciones laborales, son desde luego, una de ellas.

Para disfrutar de la seguridad ciudadana se requiere que el Estado y la sociedad en


general impulsen este proceso desde el ámbito educativo para consolidarla, a través
de conocimientos axiológicos y de seguridad, que garantizan los derechos humanos
en el Estado Social de Derecho y de Justicia.

La educación y la seguridad ciudadana deben coexistir para poder gozar y disfrutar


de los derechos humanos. Por lo tanto, los actores sociales deben involucrarse y
comprometerse para generar una cultura de vida, desde la familia, las instituciones y
la comunidad.

el docente conjuntamente con el estudiante debe asumir el reto y el compromiso


de ser entes propulsores del desarrollo y evolución del proceso de formación en
valores, que en consecuencia es razonada la esencia propia de la persona, de su
proceso de auto concepción, construcción de sí mismo y de la sociedad donde se
desenvuelve, porque a través de la consolidación de los valores sociales, se
puede conseguir la formación de un ciudadano capaz de comprometerse con el
presente y con el futuro de su país, también a valorar y dar identidad, tanto a su
entorno como a su propia persona, a su cultura y a todo lo que conlleve a actuar
de manera honesta y autentica.

De allí que, se puede afirmar que el tema de los valores sociales es de vital
importancia, ya que adquirirlos a través de la experiencia promueve el acceso a la
realización del ser, la calidad humana, fomenta el respeto y la identificación con
el estilo de vida a asumir. De manera que, la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela (1999) en su Art. 102, expresa que uno de los
principales desafíos de la educación es la formación integral del ciudadano basado
en valores. Igualmente el Proyecto Educativo Nacional del Ministerio de Educación
(1998), exige la formación integral de los seres humanos consustanciados con los
valores, constructores de sueños y profesionales de la esperanza y plantea
además desarrollar un tipo de sociedad más humanista, centrada en la libertad, el
respeto, la igualdad, la y ayuda a las personas a ejercer un rol en la
sociedad solidaridad y la justicia social para construir el país deseado, de acuerdo
con el desarrollo de la capacidad creadora de sus habitantes.

Tomando lo anterior expresado, es necesario destacar el papel a cumplir por el


docente, en el proceso de formación en valores, partiendo de hechos específicos
y acciones donde diariamente estén involucrados todos los agentes educativos.
Por tal motivo se requiere un diseño de acciones concretas, dirigidas a promover
actividades que permitan contribuir con los cambios y transformaciones
en materia educativa puntualizada en los valores sociales.
De modo tal, que hablar de los valores sociales en la educación, es resaltar un
compromiso para mejorar la sociedad, reforzando las comunidades y estimulando
el progreso social. Esta realidad nos obliga a reconsiderar la misión de
nuestras instituciones de educación y nuestro rol como educadores para construir
un camino conjunto, que responda a estas nuevas necesidades.

Actualmente se puede observar que hay una gran ausencia de los valores
sociales, así lo afirma Rivas (2011), cuando señala:

El mundo actual está urgido de educación diferente con un fuerte contenido ético y
principista que le permita facilitar la más armoniosa forma de convivencia con las
nuevas dimensiones determinadas por aquellas concepciones básicas de la
cultura y el saber científico y tecnológico. En la actualidad se impone la urgencia
de una educación llamada a revisar la pertinencia y el enfoque de los contenidos
indispensables para conformar su propia naturaleza y proporcionar una profunda
sustentación axiológica, en cuya sólida y esencial conformación el hombre puede
encontrar respuestas convincentes para sus inquietudes (pág. 38).

Dentro de este contexto, es de hacer notar que el docente juega un rol


significativo y primordial en la formación del estudiante; es por ello que la
educación venezolana debe ser enraizada en la persona y en los valores sociales.
Evidentemente, si un docente es capaz de captar la trascendencia de su misión y
se percibe, ya no como un simple dador de objetivos y rutinas o como alguien que
va repitiendo información de generación en generación, sino como un educador
que ilumina caminos y fragua voluntades cumplirá con su misión.

Por lo tanto, las instituciones de educación no deben limitarse a generar


conocimientos disciplinares y desarrollar habilidades como parte de
un sistema cultural más amplio, su rol es también el de enseñar, fomentar y
desarrollar los valores sociales y éticos requeridos por la sociedad. Las
universidades deben preparar a futuros profesionales que deberían ser capaces
de utilizar sus conocimientos no sólo en un contexto científico, tecnológico o
económico, sino además poderlo aplicar a necesidades sociales y
medioambientales más amplias. No se trata de añadir una nueva capa de
aspectos técnicos de la educación, sino más bien de abordar todo el proceso
educativo de una manera más holística y consustanciada con la vida cotidiana de
un futuro profesional.

En efecto, es oportuno señalar que a través de la axiología social, esta ayudaría a


mejorar las relaciones interpersonales de todo el personal que labora dentro de las
instituciones educativas y de esta manera realzar una mejor convivencia educativa
fomentada en los valores sociales que rigen el comportamiento humano y que
exista el equilibro para fortalecer el proceso de enseñanza y aprendizaje del
estudiantado, donde el docente utilice este aspecto como una estrategia
integradora que propicie diferentes cambios en el desarrollo de la educación.

Asimismo, propiciar una educación en valores utilizado estrategia integradora en


axiología social que conlleve al docente a cultivar entre ello la responsabilidad,
respeto, cooperación, tolerancia y solidaridad entre otros valores que sean
virtudes y sirva como herramienta para la convivencia institucional; que sea
factible para aflorar cualidades que ayude al gremio en pro del bienestar de la
organización y donde se propicie una mejor calidad educativa.

Los programas educativos de primaria y secundaria requieren mayores revisiones


para lograr una verdadera formación integral del individuo adaptada a la realidad
del país y de éste mundo globalizado. Así pues, hay una masificación de la
educación, lo cual es positivo, pero se ha descuidado su calidad. Asimismo, con
respecto a la población nacional, es reducido todavía el número de muchachos y
muchachas que ingresan en éstas etapas de la educación y puedan lograr su
culminación en cada una de las etapas, motivado casi siempre, a su precaria
situación económica y el desordenado mundo familiar en el que viven, si es que
hay posibles núcleos familiares. Por ello, contamos con la triste realidad
de niños y adolescentes y, hasta adultos que pasaron por esas carencias
afectivas, económicas y morales que, hoy en día, son convictos, drogadictos,
alcohólicos, relegados sociales y marginales que deambulan por las calles de
toda la República y son un peligro permanente para la sociedad venezolana. Sin
embargo, esto es un problema común en toda América Latina y en una cuantía
considerable todavía. En lo que respeta a los docentes, sobre todo a nivel básico
y, fundamentalmente, a nivel rural o extraurbano, existe un porcentaje significativo
de educadores que no están capacitados para la función que ejercen, aunado a
las deficiencias remunerativas que desmotivan al personal y lo obligan a recurrir a
otros trabajos de forma paralela para poder cubrir sus necesidades.

La universidad venezolana, autónoma y estatal, así como, las universidades


experimentales y politécnicas y los institutos y colegios universitarios del Estado,
enfrentan dos tipos de situaciones: a)La gobernabilidad institucional, la falta
de presupuesto, los subsidios para las becas, la democratización del acceso a la
universidad, las plantas físicas, el desempeño del profesorado, la calidad y
pertinencia del egresado, el desarrollo de la investigación, la efectividad de la
extensión universitaria y la eficiencia administrativa, y b) Un conjunto de factores
externos como la globalización económica, la sociedad del conocimiento y las
nuevas tecnologías de la información y comunicación.

Así pues, las universidades y colegios e institutos universitarios privados, se han


ido adicionando en los últimos 50 años, tratando de dar un valor agregado a la
educación universitaria y, efectivamente, han contribuido a mejorar los índices de
preparación de los egresados universitarios. Sin embargo, al igual que los
egresados de las instituciones de educación universitaria pública, a partir de 1995,
fueron en parte, a trabajar y desarrollarse fuera de Venezuela porque
el mercado profesional y especializado se fue achicando paulatinamente hasta hoy
en día, lo cual produjo y seguirá produciendo, a menos que cambien
las políticas públicas, una fuga permanente de "cerebros y gente capacitada".
Igualmente, ha ocurrido con docentes que se han ido del país o han cambiado de
actividad debido al rezago de los sueldos y salarios porque es un campo en el que
todavía existe un mala remuneración, notándose en los últimos años, una baja
calidad de preparación generalizada en diversos profesionales poco competitivos
para los actuales mercados internacionales. Por ende, tanto en las instituciones de
educación universitaria pública y privada, casi son inexistentes los programas
de investigación y desarrollo y, de existir, se quedan en papel muerto los
resultados de esas investigaciones en la gran mayoría de los casos ya que esto
contribuiría para las empresas venezolanas o extranjeras, aportes científicos y
tecnológicos que ahorrarían divisas al país y nos reconduciría al camino del
crecimiento y desarrollo nacional.

Dada la existencia de grandes desigualdades sociales y la elevada polarización


política que existen en éste período de la historia de la sociedad venezolana, el
reto más importante es la reconstrucción de una nueva sociedad civil. Para ello, es
preciso tomar en cuenta que el comportamiento de las organizaciones sociales
actuales son más una consecuencia que una causa de la fragmentación,
polarización y confrontación entre los distintos sectores de la sociedad civil y el
Estado. En consecuencia, dentro de la polarización existente,
las acciones colectivas apuestan a una salida que, en todo caso, sería transitoria
porque hoy en día no puede haber articulación por la re significación de la
democracia si no existen intereses comunes y un proyecto de sociedad incluyente.

La naturaleza de la crisis también requiere re conceptualizar lo político y regresar


a los objetivos e identidades propias de los actores de manera de definir el rol que
les corresponde jugar. Finalmente, la construcción de ciudadanía entendida como
una práctica conflictiva y de poder que refleje la lucha por la definición colectiva de
los problemas y sus soluciones y que reconozca la diversidad existente y dé
cuenta ella en la arena política.

Para resolver nuestra crisis es necesario iniciar un arduo proceso de depuración


de la administración pública, lo cual no se limita a una drástica reducción de la
burocracia oficial. Deben tomarse medidas más profundas como el cambio de
mentalidad del venezolano a través de una colosal campaña de imagen y una
mejora substancial de nuestra educación ciudadana, capaz de erradicar en el
mayor porcentaje de compatriotas el lastre de su subdesarrollo mental.

La función primordial de un buen gobierno es suministrar el mayor bienestar


posible al mayor número de ciudadanos. Pero, muchos políticos, han desdeñado
éste concepto básico de ciencia política y han convertido las instancias del poder
nacional, regional y municipal en feudos personales donde priva obtener el mayor
lucro personal posible. Esto también, en muchísimo menor grado, ocurre con
empresarios, sin valores coherentes, que abusan, corrompen y explotan, para su
enriquecimiento personal y desmedido, a proveedores, funcionarios públicos,
clientes y empleados. Se ha perdido la mística de servicio a la comunidad y
muchas personas, dueños de empresas y medios de producción, se olvidan que
todo lo que poseen, se lo deben a la sociedad. Igualmente, los funcionarios
públicos han olvidado que sus cargos se deben a toda la ciudadanía.

Debemos considerar que existe un camino mejor y que no debemos quedarnos de


brazos cruzados esperando que la inercia económica y social desarrolle al país. El
desarrollo se planifica y se hace pensando en metas de corto, mediano y largo
plazo que comparta la mayoría de la población. Cualquier plan tiende a fracasar,
por muy bueno que sea, si no existe una unidad de criterios alrededor de éste. La
población debe estar informada y sentirse comprometida con un proyecto común
de país, aspecto en el cual han fallado nuestros líderes sociales y privados y
dirigentes políticos.

Los esfuerzos de inversión y de industrialización no logran los efectos planeados


cuando predominan en ciertos sectores de la economía estructuras que
entorpecen el avance tecnológico, el incremento de la productividad,
el empleo eficiente de los recursos y cuando el sistema educativo no está
orientado hacia la formación de mano de obra de alta calidad. No podemos aspirar
a ingresar al exclusivo club de los países desarrollados con un sistema judicial y
carcelario como el que tenemos en la actualidad, donde las leyes y los lentos
procesos favorecen la corrupción y la falta de seguridad jurídica. Por otra parte, si
queremos integrar una sociedad más justa, debemos proveer a la población con
un sistema de salud social adecuado que garantice condiciones mínimas de vida.

El desafío que se nos presenta es el de superar la crisis y reencontrar el camino


del desarrollo en un contexto democrático, pluralista y participativo. La variable
política del desarrollo es de gran importancia como indicador del grado
de evolución de una sociedad como la nuestra.
Finalmente, no se objeta que el sistema capitalista nos incentive a competir para
lograr niveles superiores de bienestar, pero no es ético que lo hagamos en
desigualdad de condiciones. Todos debemos tener acceso a un nivel básico de
recursos que nos permita competir de acuerdo a nuestras capacidades. Cuando
construyamos un país que no discrimine por niveles de ingreso o condición social
sino que incentive el desarrollo humano y el talento, tendremos una sociedad más
justa y próspera.

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