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ALUMNO:
A esta realidad no escapa la norma procesal. Por ello, el Estado faculta al órgano
jurisdiccional, previa solicitud de la parte interesada, a adoptar medidas destinadas a
asegurar el resultado del proceso mientras este va transcurriendo. Sin embargo, no basta
con el pedido o la pretensión cautelar para obtener una resolución en tal sentido. Se
requiere, además, de determinados presupuestos para lograrlo: el fumus boni iuris y el
periculum in mora.
La tutela cautelar está constituida por el conjunto de actos al interior de un proceso judicial
(actos jurídico procesales) que buscan, a través de una decisión judicial, garantizar los
efectos de la sentencia que se puede, eventualmente, dar en un proceso principal. En tal
sentido, se hace manifiesta aquí la idea de instrumentalidad del proceso cautelar, el mismo
que depende de un proceso principal en el cual está plasmada la pretensión del actor en
dicho proceso y cuya cautela está dirigida a que se garantice esa pretensión. Por su parte
Allorio señala que, sin atacar directamente la autonomía procesal de la cautela, esta se
encuentra fuera de la injerencia propia del derecho procesal. En efecto, sostiene que todo
aquel que sea titular de un derecho material o que reclame serlo tiene a su vez y sobre ese
mismo derecho, otro denominado derecho sustancial de cautela.
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2. Consideraciones generales
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b. Que para dictarlas, el juez debe tener en cuenta que el pedido cautelar en el caso
concreto signifique una tutela urgente, peligro en la demora, que la solicitud
cautelar en tal caso demuestre que tiene una apariencia de Derecho y que el
peticionario otorgue una contra cautela Que no siendo un proceso distinto al
ejecutivo o de conocimiento al que se adscribe, formalmente, sea un
procedimiento aparte o se tramite en cuerda separada.
3. Proceso cautelar
3.1. Concepto
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Conforme precisa el artículo 635° del Código Procesal Civil, todos los actos relativos a la
obtención de una medida cautelar, conforman un proceso autónomo para que se forme
cuaderno especial. Desde el punto de vista de su tramitación o procedimiento, el proceso
cautelar es independiente del proceso principal, en razón de que aquel se tramita en
cuaderno especial y sigue en trámite diferente sin importar el estado procesal en el que se
encuentra el principal.
Esta autonomía es esencial ordenar mejor el proceso y para una tramitación más rápida,
evitando el entorpecimiento mutuo de ambos procesos, garantizar además la reserva de
los actos procesales necesarios para el dictado oportuno de la medida independientemente
de la demanda principal
Queda claro que las medidas cautelares tienen por características ser instrumentales,
provisionales, mutables o flexibles, destinadas a asegurar preventivamente los
eventuales resultados que recién cobraran consistencia cuando se resuelve en tal
sentido la pretensión principal, todo lo cual requiere pasar por un trayecto.
Se debe, además, dictar inaudita parte, es decir, sin audiencia del afectado, para así
evitar la posible frustración por parte del demandado. Sin embargo, esto último viene
siendo discutido por quienes consideran que ello puede resultar arbitrario y perjudicial,
planteando por ello la postura tendiente a que, previo al dictado de la misma, se
conceda audiencia al futuro ejecutado y se garantice el derecho de defensa y el debido
proceso.
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3.4. Juez competente
Sobre la competencia del juez que dicta la medida cautelar fuera de proceso, resulta
interesante leer el comentario que realiza Rivas al respecto:
El artículo 608 del CPC no significa sino atribuir al juez el poder jurídico de dictar tales
medidas, pero no que por su sola adopción puede fijarse definitivamente la
competencia, alterándose la regla fundamental prevista al efecto. No obstante, ello, el
artículo 608 tiene otro significado, ya que sirve para posibilitar que aun siendo
incompetente, en caso de urgencia o de necesidad, el magistrado requerido puede
dictar la medida cautelar sin perjuicio de la ulterior radicación ante el juez competente.
Es importante que el juez que conozca del proceso principal sea el que también
conduzca el procedimiento cautelar. Si bien el trámite de ambos no lo vincula, ya que
existe como hemos visto una autonomía, quién más que el juez que conoce del proceso
principal para que tenga todos los elementos necesarios a fin de otorgar o no la medida
cautelar solicitada en base a los hechos acontecidos en el proceso principal. Le permite
tener una mejor visión del comportamiento de las partes en el proceso y la necesidad
en el dictado de la tutela cautelar.
3.5. Oportunidad
Respecto de la oportunidad en que puede operar la medida cautelar, esta puede ser
solicitada y concedida antes del proceso o con posterioridad al inicio este. En el primer
supuesto, esta medida está sujeta a la condición de formular su pretensión dirimente
ante la jurisdicción dentro de los diez días posteriores a la ejecución (artículo 636 del
CPC). Igual exigencia corre para el caso de medidas cautelares dictadas antes del
inicio del procedimiento arbitral.
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El citado artículo 636 del CPC establece claramente en primer lugar la materialización
de la ejecución de la medida dictada y, en segundo lugar, la presentación de la
demanda dentro de los diez días posteriores a dicho acto (ejecución). Se deberá tener
en cuenta aquí si la pretensión principal resulta ser materia conciliable o no a fin de
poder exigir el requisito de la conciliación.
3.6. Finalidad
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4.2. Peligro en la demora (periculum in mora)
Como señala el artículo 611 de CPC, el juez dictará la medida cautelar en la forma
solicitada, o la que considere adecuada atendiendo a la naturaleza de la pretensión
principal, puesto que es él quien está dotado de facultades orientadas a hacer realidad
la tutela efectiva.
Esto permite decir que si el objeto de la medida de no innovar tiene como finalidad
asegurar la pretensión dineraria, ella no resulta adecuada, porque perfectamente
puede recurrirse para tales fines a las medidas propias de una futura ejecución forzada.
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El aseguramiento de un bien, con el solo objetivo de la posterior ejecución forzada, no
conlleva a la necesidad de la inmutabilidad del bien o de la cosa, ya que incluso pueden
ser sustituidos por otros bienes en cuanto puedan responder a la eventual y posterior
ejecución.
Las medidas cautelares no sólo las aplican los jueces y otras autoridades que por
leyes tienen competencia para ello, La cautela como su nombre lo indica es atributo
de todo sujeto cauteloso para llevar a cabo cualquier negocio, así como la contra
cautela es propia de todo vendedor, prestamista o acreedor en general como lo
destacó y anticipó el maestro Couture en los años anteriores a su fallecimiento
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5. La contra cautela
5.1. Concepto
La contra cautela se justifica en atención a que la medida cautelar nace para la función
asegurativa, función que puede cumplir satisfactoriamente con su objetivo o que puede
tornarse inútil y provocar perjuicio. De ahí que una de las características de la medida
cautelar sea la contingencia, porque está ligada al riesgo. Si no se amprara la demanda,
hay la obligación de indemnizar al perjudicado con la ejecución cautelar.
Piero Calamandrei, considera que la contra cautela es una providencia cautelar cuya
finalidad consiste en la imposición de una caución, la prestación de la cual se ordena
al interesado como condición para obtener una ulterior providencia judicial. Funciona
como aseguramiento preventivo del eventual derecho al resarcimiento de los daños,
que podría surgir si en el juicio definitivo la medida provisoria es revocada, a favor de
aquel contra quien ha sido ejecutada.
5.2. Naturaleza
Debe tenerse en cuenta que la contra cautela no es más que una garantía procesal
fijada por la ley con la finalidad de obtener un resarcimiento para el ejecutado en caso
sea perjudicado con el dictado de la decisión cautelar. En tal sentido, no es un
presupuesto para el otorgamiento de la medida cautelar. Así también lo señala Peyrano
al indicar que la prestación de la contra cautela no es un requisito para su procedencia,
sino solo un presupuesto para que resulte viable su ejecución.
5.3. Clases
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Así, la contra cautela de naturaleza real se constituye con el mérito de la resolución
judicial que la admite y recae sobre bienes de propiedad de quien la ofrece; el juez
remite el oficio respectivo para su inscripción en el registro correspondiente.
En nuestro país se elaboran ponencias de modo serio sobre este epígrafe, como o el
que sirve de base a este trabajo presentado por Nelson Ramírez Jiménez que destacó
la frecuencia de malicia y temeridad en cuanto medidas cautelares se refiere, pues
siendo noble la Institución deviene en innoble su uso señalando como posibles causas:
El art. 311 del Nuevo Código Procesal Civil (en adelante CPC) se refiere a dos aspectos
de las medidas cautelares civiles, los requisitos y sus presupuestos.
El demandante debe indicar la medida concreta que pide, sobre qué bienes o derechos
del demandado recaerá y el alcance. Es el solicitante quien fija lo que pide, pero el juez
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puede, en atención al principio de proporcionalidad, modular su alcance e incluso
modificarla (art. 314.I CPC). Este principio (mencionado en el art. 320 CPC) guarda
relación con el principio de igualdad en cuanto que, si bien el actor tiene derecho a la
protección de una eventual sentencia estimativa de su pretensión, el solicitante, al no
haber recaído aún un pronunciamiento judicial definitivo en su contra también tiene
derecho a que no se grave innecesariamente su patrimonio produciéndose, de esta
manera, un real y efectivo mayor perjuicio, que el eventual beneficio del solicitante.
Por otro lado, es tradicional en la doctrina procesalista civil referirse a los presupuestos
de las medidas cautelares. Por lo general se habla de tres:
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La apariencia de buen derecho se exige como una justificación necesaria de la
cautelar, ya que solo podrá otorgarse a quien, por lo menos en apariencia,
podría ser el beneficiado con una sentencia favorable. Evidentemente la
definición de la contienda judicial se hará en la sentencia con la declaración del
juez. Pero no podemos esperar hasta tener certeza plena del derecho (la
sentencia) para otorgar una cautelar, en este estadio procesal pierde sentido,
ya que, más bien se abre paso a las medidas ejecutivas y procederá, si contiene
una obligación de condena y así lo pide la parte, la ejecución del fallo3. Si la
cautelar busca asegurar que dicha sentencia pueda cumplirse debe otorgarse
desde el inicio mismo de la contienda judicial, e incluso antes, como lo permite
el CPC.
La expresión latina fumus boni iuris describe muy bien este presupuesto. No es
necesario probar el “fuego”, eso se hará en el transcurso del proceso y en el
periodo probatorio. Por ahora, solo es necesario el fumus. Si existe humo,
previsiblemente habrá fuego.
Este es un presupuesto, para conceder las cautelares, que no estaba del todo
claro en el cpc de 1975, pero que se extraía de los arts. 167 y 169 cpc., aunque
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estas normas no se referían a las cautelares en general sino a una medida
específica (prohibición de innovar) la primera y, a las medidas cautelares
innominadas, la segunda.
Hoy el legislador es más claro y establece este presupuesto entre las normas
generales aplicables al proceso cautelar y, además, en un artículo específico
relativo a los requisitos y presupuestos de procedentica (art. 311 CPC). Esta
norma parte de la pendencia del proceso (hecho actual), pero a la vez exige que
este, previsiblemente (hecho futuro), pudiese causar perjuicio o frustración en
la efectividad de la posible sentencia estimatoria de la pretensión. Junto a estos
dos elementos la Ley pide que la cautelar solicitada sea indispensable para
asegurar la tutela principal o el resultado de la sentencia. Estos tres elementos
deben concurrir y demostrarse para la obtención de la tutela cautelar.
El segundo de los elementos exigidos por el art. 311.II CPC es que existan
situaciones (naturales o jurídicas) que pudiesen hacer ineficaz la sentencia (su
ejecución). Este es un presupuesto sine qua non para otorgar una cautelar.
Textualmente la norma citada indica que se otorgarán “siempre que exista
peligro de perjuicio o frustración del mismo por la demora del proceso”. La
locución latina utilizada por la doctrina para referirse a él lo expresa en tres
palabras: periculum in mora. En otras palabras, que la extensión temporal del
proceso sea un peligro para el actor.
Por último, la medida solicitada debe ser indispensable para conjurar el peligro
alegado. A este elemento debemos agregar que la cautelar sea proporcionada
(art. 320 CPC) a la tutela principal solicitada.
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El CPC exige la justificación de los presupuestos indicados en los numerales
anteriores, sobre la que no será necesaria prueba plena. Basta con indicios que
lleven al convencimiento del juzgador, que quien lo solicita tiene derecho a lo
que pide en la pretensión principal. Y es que en las cautelares no se prejuzga
el fondo del litigio, eso se hará en la sentencia, luego de producida y valorada
la prueba por el juzgador. Mientras tanto, se decretan las cautelares a fin de
asegurar el resultado del proceso y la efectividad de la sentencia.
Por esto llama particularmente la atención la exigencia del art. 311.III CPC en
cuanto a la necesidad de justificar documentalmente los presupuestos de las
cautelares (apariencia de buen derecho y peligro en la demora). Esto porque el
documento no es el único medio por el que se demuestran los hechos en el
proceso civil. Si bien la documental es la prueba estrella del proceso civil, es
posible que la parte necesite probar su pretensión valiéndose de otros medios
de prueba permitidos por el CPC. En el caso concreto de las cautelares, si lo
que se pide es solo la prueba de la apariencia y no de la existencia plena del
derecho debiera ser posible acreditarla por cualquiera de los medios probatorios
admitidos por Ley.
Por otro lado, el art. 311 CPC impone como condición que la cautelar (1) sea
indispensable para la protección del derecho y (2) que exista peligro de
perjuicio. Es decir, en muchos casos se tratará de una previsibilidad de hechos
futuros que ocasionarían, también previsiblemente, algún daño. Considero que
esta concreta situación es más difícil de probar mediante documentos, incluso
la apariencia de buen derecho. En conclusión, soy del criterio que las cautelares
no pueden estar sujetas a requisitos tales que hagan de ellas un medio de
imposible o difícil acceso. Precisamente el equilibrio en la facilidad de acceso a
la medida lo daba la exigencia de caución, hoy no del todo obligatoria conforme
el art. 320 CPC.
8. Conclusión
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únicamente para asegurar la eficacia de la sentencia estimatoria que eventualmente
pueda dictarse.
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