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EVAHGEüIOS

y la segunda geiieraeitín cristiana

TOMO PRIMERO .'. '\

CUATRO REALES

F , S E M P E R E Y C,*, E D I T O R E S
CÁELE DE ISABEL LA CATÓLICA, 5
VALENCIA
Francisco Sempere y C. , a
Editores.—Valencia.

UNA PESETA EL TOMO

Kropótkine.—La Conquista del pan. S. Faure.—El dolor universal. (2 t.)


» —Palabras de un rebelde P. Merimée.—Los hugonotes.
» —Campos, fábricas y ta M. Bueno.—A ras de tierra
lleres. Comandante —Así hablaba Zu-
'. > —Las Prisiones. rrapas tro.
Guy de Mawpassant.—El Horla. V. Hugo.—El sueño del Papa.
» —LaMancebía. León Tolstoy.—La verdadera vida.
Mérejkowski.—La muerte délos dio- K. de Goncourt —La ramera Elisa.
ses. (2 tomos). Paul Alexis.—Las chicas del amigo
» : —La resurrección de Lefévre.
los dioses. (2 tomos). Rider Haggard. — El hijo de loe
Sfirbeau.— Sehastiáu Roch (La edu- boers.
cación jesuítica). Henry Rochefort.—La aurora boreal.
Reclus.—Evolución y'revolución. José Rizal. — Noli me tangere (El
> —La montaña. país de los frailes).
> —Mis exploraciones en Amé- E. Sudermann.—El camino de los
rica. gatos.
> —El arroyo. » —El deseo.
Blanco Ibáñez.—Arroz y tartana. > —Las bodas de Yo-
» —Flor de Mayo. landa.
» —Cuentos valencianos > —El molino silen-
» —La Condenada. cioso.
Anitolio France.—La cortesana de i —La mujer gris.
Alejandría (Tais). Carlos Malato.—Filosofía del anar-
Wagner.—Novelas y pensamientos. quismo.
E Zola.—El mandato de la muerta. Paul Alexis, Luis Bonafoux, Vieente
» —Cómo Be muere. BlaktíO Ibáñez.—Emilio Zola: (su
G. D'Annunzio.—Epíscopo y C.» vida y sus obras).
Alfonso Daudet.—Cuentos amoro- Juan Grave.—La sociedad futura.
sos y patrióticos. (2 tomos).
Matilde Seroso.—¡Centinela, alerta! Schopenhauer.—El amor, las muje-
JudithGautier.—Las crueldades del res y la muerte.
amor. > —La Libertad.
Petronio.—El Satiricón. Teófilo Gautier.—Un viaje por Es-
M. Gorki.—Los e x hombres. paña.
V. Rydberg.—SÍDgo&\&. Pérez Arroyo.—Cuentos é historias.
LOS EVANGELIOS
Y LA S E G U N D A G E N E R A C I Ó N CRISTIANA
0.069 0 3" M ^
Ernesto Renán ¡y&\

LOS EVANGELIOS
Y LA

S E G U N D A GENERACIÓN C R I S T I A N A

Traducción de Carmen de Burgos Segui

TOMO i

F. Sempere y C. , Editores
a

CALLE DE ISABEL LA CATÓLICA, 5


• VALENCIA
Imp. de EL PUEBLO.—Don Juan de Austria, 14, Valencia
INTRODUCCIÓN

Observaciones críticas sobre los documentos


originales de esta historia

Creía poder terminar en uu volumen esta historia de los


Orígenes del eristianismo, pero el asunto se engrandece á
medida que avanzo en mi obra, y el presente libro será el
penúltimo. Intentaré la explicación, tal como-es posible
darla, de un hecho casi igual en importancia á la acción per-
sonal de Jesús mismo: me refiero á la forma en que fué es-
crita la leyenda de Jesús. ~~
La redacción de los Evangelios es, después de la vida de
Jesús, el capitulo principal de la historia de los orígenes
cristianos. Lasjñrcunstancias materialesjle esta redacción
se hallan rodeadas de misterio; algunas dudas, sin embargo,
l¡e han pronunciado estos últimos años y se puede decir que
el problema de la redaceión de los Evangelios llamados sinóp-
ticos está en su madurez.
Las relaciones del cristianismo con el imperio romano^:
las primeras heregías, la desaparición de los últimos discí-
pulos inmediatos de Jesús, la separación gradual de la Igle-
sia y de la sinagoga, los progresos de la gerarquía eclesiás-
tica, la sustitución del presbiteriado á la comunidad primi-
tiva, los comienzos del episcopado, el advenimiento con
6 INTSODUOCIÓN

Trajano de una espeeie de edad de oro para la sociedad civil;


tales son los grandes hechos que se van á desarrollar ante
nosotros. El resto y último volumen contendrá la historia del
cristianismo bajo los reinados de Adriano y de Antonino; se
verá el principio del gnóticismo, la redacción de los escritos-
pseudo-Johanicos, los primeros apologistas, el partido de
San Pablo terminado por las exageraciones de Marción, el
viejo cristianismo cayendo en milevarmo grosero y en el
montañismo, y en medio de todo esto el episcopado desarro-
llándose rápidamente; el cristianismo, llegando á ser cada
día más griego y menos hebreo, una Iglesia católica que
comienza á nacer del acuerdo de todas las Iglesias particu-
lares, constituyendo un centro de autoridad irrefutable que se
fija en Roma. Se verá.por último, la separación absoluta del
judaismo y del cristianismo, efectuándose definitivamente 1»
rebelión de Bar-Corilia, y el odio más sombrío encendiéndose
entre la madre y la hija. Desde entonces puede decirse que
el cristianismo está formado. Su principio de autoridad
existe; el episcopado reemplaza por completo á la democra-
cia primitiva y los obispos de las diferentes iglesias se hallan
en relación los unos con los otros. La nueva Biblia es com-
pletada; se la denomina el Nuevo Testamento. Todas las
iglesias, á excepción de la Syria, reconocen la divinidad de
Jesucristo. El Hijo aún no es igual al Padre, es un dios de
segundo orden, un visir supremo de la creación, pero es un
dios. En fin, dos ó tres accesos de enfermedades extremada-
mente peligrosas que atraviesa la religión naciente, el gnóti-
cismo, el montañismo, el docetismo, la tentativa herética de
Marción, son vencidas por la fuerza del principio interno de
autoridad; el cristianismo, además, se desparrama por todas
partes, asienta en el centro de la Galia, penetra en África.
Es una cosa pública; los historiadores hablan de él; tiene
abogados que lo defienden oficialmente y acisadores que
INTRODUCCIÓN 7

empiezan la guerra de la crítica. Bl cristianismo en una pa-


labra ha nacido, perfectamente nacido; es un niño, .crecerá
mucho todavía; pero tiene todos sus órganos, vive en pleno
día, ya no es un embrión. El cordón umbilical que lo unía á
la madre se ha cortado de un modo definitivo. No recibirá ya
nada de ella; vivirá de su vida propia.
Es en ese momento, hacia el año 160, cuando detenemos
esta'obra. Lo que sirque corresponde á la hisfoña~y puede
parecer relativamente fácil de contar. El período que hemos
querido iluminar pertenece á la embriología, y debe en gran
parte deducirse, algunas veces adivinarse. Los espíritus que
solo admiten la certidumbre material no deben dedicarse á
semejantes investigaciones. Difícilmente, en esas épocas re-
motas, se consigue decir como ocurrieron los hechos; pero se
procede por inducciones, imaginándoselos de las diversas
maneras que han podido pasar y esto es ya mucho. Hay una
ciencia que ha hecho en nuestros días progresos sorprenden-
tes, es la ciencia de las mitologías comparadas; pero esta no
consiste en enseñarnos como se ha formado cada mito, sino
en manifestar las diversas categorías de formación, aunque
no podremos decir: «Tal semi-dios, tal diosa, es seguramente
la tempestad, el rayo, la aurora, etc.» No se titubeará en
expresar que: «Los fenómenos atmosféricos, en particular los
que se refieren á la tempestad, á los crepúsculos, etc., han
sido fuentes fecundas de dioses y de semi-dioses». Aristóte-
les tenia razón diciendo: «Solo hay ciencia de generalización».
La historia misma, la historia propiamente dicha, la historia
que pase en pleno día y fundada en los documentos ¿escapa
á esta necesidad? Ciertamente que no; nosotros no sabemos
con exactitud el detalle de nada; le que interesa, son las li-
neas generales, los grandes hechos resultantes, y que segui-
rán siendo verdaderos aunque todos los detalles sean erró-
neos.
8 1NTE0DUCCIÓN

Ya he dicho que el objeto más importante de este volumen


es explicar de un modo plausible, como se han formado los
tres evangelios llamados sinópticos, que constituyen, síseles
compara al cuarto Evangelio, una familia aparte. Habrá al-
gunos puntos imposibles de determinar en esta investigación
delicada. Es preciso confesar, sin embargo, que la cuestión
ha hecho, desde hace veinte años, verdaderos progresos. Si
el origen del cuarto Evangelio, el que se atribuye á Juan,
queda envuelto en el misterio, en cambio las hipótesis sobre
la manera de redactar los Evangelios llamados sinópticos
han conseguido un alto grado de verosimilitud. Hubo en
realidad tres clases de Evangelios. l . ° los Evangelios origi-
nales ó de primera mano,^onipj^to^únicamej^e_s_e^ún_la
tradición oral y sin_que el autor tuviese á la vista ningún
texto anterior (según mi opinión hubo dos Evangelios de ese
genero, uno escrito en hebreo ó más bien en'siriaco* que se
ha perdido, pero del cual se conservan muchos fragmentos
traducidos en griego ó en latín por Clemente de Alejandría,
Orígenes, Eusebio, Epifanio, San Jerónimo, etc. y otro escri-
to en griego que es el_de San Marcos); 2.° los Evangelios
con partes originales y partes de segunda mano, redactados
'cambiando textos anteriores y tradiciones orales (tales fueron
el Evangelio falsamente atribuido al apóstol Mateo y el
Evangelio compuesto por Lucas); 3.° Los Evangelios de se-
gunda ó de tercera mano, compuestos en serie sobre piezas
escritas, sin que el autor investigase por ninguna raíz vi-
riente en la tradición (tal fué el Evangelio de Marción: lo
fueron también los Evangelios llamados apócrifos, extraídos
de los Evangelios canónicos por procedimientos de amplifi-
cación). La variedad de los Evangelios procede de que la
tradición^úT^réllos~se"cónsigna, fué jauchojiempo oral
Tístá~TOnedaTW e H s t i ^ escri-

taTtoda la vida deJesúsTLa"idea de modificar la redacción


lUTBOEUOÜlÓ'N 9

de textos se presenta en Oriente menos que en otras partes,


porque la reproducción literal de los relatos anteriores ó si
se quiere, el plagio, es la regla de la historiografía. El ins -
tante en qud una tradición épica ó legendaria empieza á
escribirse, marca la hora de término para la producción de
ramas divergentes. Lejos de subdividirse, la redacción obe-
dece desde entonces á una especie de tendencia secreta que
la conduce á la unidad por la extinción sucesiva de las redac-
ciones juzgadas imperfectas. Existían meuos Evangelios á
fines del siglo II, cuando Ireneo hallaba razones místicas
para establscer que sólo habría cuatro, que al término del
primero, cuando Lucas escribía al principio de su recitado
STts'Tj Ttsp iioAXoi eTO)(eip7]aau... (1)

En la misma época de Lucas varias redacciones primiti-


vas habían probablemente desaparecido. El estado oral pro-
duce la multiplicidad de las variaciones, una vez que se entra
«n el camino de la escritura, esta pluralidad no es más que un
inconveniente. Si una lógica como la de Marción hubiese pre-
valecido, sólo tendríamos un Evangelio, y la mejor prueba
de la sinceridad de la conciencia cristiana es que las necesi-
dades de la apologética no habían suprimido la contradicción
de los textos reduciéndolos á uno solo. La tendencia de la
unidad era combatida por un deseo contrario, el de no perder
nada de una tradición que se juzgaba igualmente preciosa en
todas sus partes. Un deseo, como el que se atribuye con fre-
cuencia á San Marcos; la idea de hacer uu extracto de los
textos admitidos anteriormente, es lo que hay de más opues-
to al espíritu de aquel tiempo. Se llega bien pronto á comple-
tar cada texto con adiciones heterogéneas, como sucede con
Mateo, borrando de su libro detalles que se consideran pene-
trados del espíritu divino.

(l) Lucas I, 1.
10 I5TK0DUO0IÓJN

Los documentos más importantes de la época tratada en


este libro, son además de los Evangelios y de los otros es-
critos cuya redacción se explica, las epístolas bastante nume-
: rosas que produce el otoño apostólico; epístolas donde casi
siempre es visible la imitación de las de San Pable. Una di-
chosa casualidad ha querido que la másmteresante de estas
• epístolas, la de Clemente Romano, haya recibido en estos
últimos tiempos aclaraciones importantes. Sólo se conocía,
hasta ahora, este precioso documento, por el célebre manus-
crito llamado Akxandrinus que fué remitido en 1628 por
Cyrille Lucario á Carlos I; ahora bien, este manuscrito pre-
sentaba una laguna considerable, sin hablar de varios pafsa-
jes destruidos ó ilegibles, que era preciso llenar con conje-
turas. Un nuevo manuscrito descubierto en Fauor (Constanti •
nopla) contiene integra la obra. Un manuscrito siriaco que
formaba parte de la biblioteca incendiada de M. Mohl y que
ha sido comprado por la Universidad de Cambridge, se vio
que encerraba también la traducción siriaca de la obra refe-
rida y M. Bensly se ha encargado de la publicación de este
texto. El cotejo dado por M. Lihtpoot presenta los resulta-
dos más importantes que han podido tenerse para la crí-
tica.
La cuestión de averiguar la epístola llamada de Clemente
Homano es realmente de este santo personaje? sólo tiene me-
diana importancia, puesto que el escrito de que se trata apa-
rece como la obra colectiva de la Iglesia romana y el pro-
blema se limita á saber quién sostiene la pluma en esta
circunstancia. Ocurre algo parecido con las epistolas_atri^
buidas á San Ignacio. Las piezas que componen esta colección
ó son auténticas Ó son la obra de un falsario. En la segunda
hipótesis, son, cuando menos, sesenta años posteriores á la
muerte de San Ignacio, y se realizan cambios de tal impor-
tancia en esos sesenta años que el valor documental de dichas
INTRODUCCIÓN 11

piezas queda variable en absoluto. Es pues, imposible, trazar


la historia de los orígenes del cristianismo sin tener en este
asunto una opinión decidida.
La cuestión de las epístolas de San Ignacio es, después
de la cuestión de los escritos Juanicos, la más difícil de
cuantas se discuten en la literatura cristiana primitiva. Al-
gunos de los rasgos más salientes de una de las cartas que
forman parte de esta correspondencia, eran conocidos y ci-
tados desde fines de siglo II. Tenemos aquí, por otra parte,
el testimonio de un hombre que nos sorprende verlo ligado á
un asunto de historia eclesiástica; el de Luciano deSamonto.
La espiritual pintura de costumbres que este ameno escritor
intitula La muerte de Peregrinus, contiene alusiones casi
evidentes al viaje triunfal de Ignacio prisionero y á las
epistolas circulares que dirigía á las iglesias. Hay poderosas
presunciones en favor de la autenticidad de las cartas men-
cionadas. De otra parte, el gusto de atribuir escritos estaba
tan en boga en ese tiempo entre la sociedad cristiana, que
siempre se debe estar prevenido. Se ha probado que no hubo
ningún escrúpulo en achacar estas cartas y otros escritos á
Pedro, á Pablo y á Juan; ninguna objeción puede hacerse
contra la hipótesis de escritos atribuidos á personajes de
alta autoridad, tales como Ignacio y Policarpo. Únicamente
el examen de las piezas permite expresar una opinión en este
asunto. Es indudable que la lectura de las epístolas de San
Ignacio inspira las más graves sospechas y levanta objecio-
nes á las cuales no se responde bien todavia.
Para un personaje como San Pablo, del cual poseemos
con aprobación de todos, algunos fragmentos extensos, de
indudable autenticidad, y cuya biografía es muy conocida,
la discusión de las epistolas comprobadas tiene una base. Se
parte de textos irrecusables y del cuadro bien establecido de
la biografía; se comparan los escritos dudosos; se ve si con-
12 INTBODUCCIÓN

cuerdan con ]os datos admitidos por todo el mundo, y, en


ciertos casos, como en el de la epístola á Tito y á Timoteo,
se consignen demostraciones muy satisfactorias. Pero no
sabemos nada de la vida ni persona de Ignacio; entre los
escritos que se le atribuyen no hay una página que escape á
la contienda, no tenemos por lo tanto ningún criterio firme
para decir: Esto es ó no suyo. Lo que complica mucho la
cuestión es que el texto de las epístolas resulta en extremo
incierto. Los manuscritos griegos, latinos, siriacos y ar
menios, de una misma epístola, difieren considerablemente
entre sí. Las cartas, durante varios siglos parecen haber
particularmente tentado á los falsarios y á los interpoladores.
Las asechanzas, las dificultades se encuentran á cada paso.
Sin contar las variaciones secundarias y también algunas
obras de una falsedad evidente, poseemos dos colecciones de
desigual extensión de epístolas atribuidas á San Ignacio.
Una contiene siete cartas dirigidas á los efesios, á los may-
nesianos, á los tralenses, á los romanos, á los filipenses, á
los esminiotes y á Policarpo. La otra se compone dé trece
cartas, que son: 1 . las siete precedentes aumentadas de un
a

modo considerable; 2 . cuatro nuevas cartas de Ignacio álos


a

tarsienos, á los filippienos, á los antiochenios y á Heren;


3 . una carta de María de Castabale á Ignacio, con su res-
a

puesta. Entre estas dos colecciones no hay apenas indecisión


posible. Las críticas desde Usserius, se hallan todas de
acuerdo para preferir la colección de siete cartas á la de
trece. Nadie duda que las cartas que sobran en esta segunda'
colección sean, apócrifas. En cuanto á las siete cartas que
son comunes á las dos colecciones, el verdadero texto debe
buscarse en la primera. Muchas particularidades de los tex-
tos de la segunda colección descubren con evidencia la mano
del interpelador; lo que no impide que esta segunda colec-
ción tenga valor crítico para la constitución del texto. Pa-
INTRODUCCIÓN 13

rece que el interpelador tenia en su poder un manuscrito


excelente y su estudio debe preferirse al de los manuscritos
no interpelados que existen en la actualidad.
¿La colección de siete cartas está al abrigo de las sospe-
chas? Se ha discutido mucho. Las primeras dudas fueron
lanzadas por la gran escuela crítica francesa del siglo XVII.
Sanmaise y Blondel iniciaron las objeciones más graves con-
tra algunas partes de la colección de siete cartas. Daille, en
1666, publicó una disertación notable donde las rechazaba
por completo. Apesar de las vivas réplicas de Pearson, Obis-
po de Chester, y las resistencias de Cotelier, la mayor parte
de los espíritus independientes, Larroque, Basnaye, Casimiro
Oudin, se unieron á la opinión de Daillé. La escuela moder-
na que en Alemania aplica tan doctamente la crítica á la
historia de los orígenes del cristianismo no hace más que
marchar sobre las viejas huellas de doscientos años. Neander
y Gieseler quedaron en la duda; Cristian Bahur negó resuel-
tamente; ninguna de las epístolas halló gracia á sus censu-
ras. Este gran critico, á decir verdad, no se contentó con ne-
gar: razona lo que dice. Para él las siete epístolas ignacia-
nas fueron una falsificación del siglo II, fabricada en Roma
con objeto de crear las bases de la autoridad cada día en
aumento del episcopado. M. M. Schvregler, Hilgenfeld,
Vaudier, Volksuar, y más recientemente M. M. Scholten y
Pffeidere, han adoptado la misma tesis con ligeras modifica-
ciones. Sin embargo, varios teólogos instruidos, tales como
Uhlohorn, Hefele y Pressel persistieron en buscar entre las
siete epístolas las partes auténticas y aún defenderla integra.
Un descubrimiento importante pareció un momento, hacia
1840, que debía decidir la cuestión en un sentido ecléctico,
proporcionando un instrumento á los que intentaban la ope-
ración difícil de jeparar en los textos, generalmente poco
acentuadas las partes verdaderas de las partes interpeladas..
14 INTRODUCCIÓN

Entre los tesoros que el Museo británico había extraído


-de los conventos de Nitua, M. Cureton descubrió tres manus
critos siriacos conteniendo los tres una misma colección de
las epistolas ignacianas, mucho más reducida que las dos
colecciones griegas. La colección siriaca encontrada por Cu-
reton solo comprendía tres espístolas; la epístola á los Efe-
sios, la de los Romanos y la de Policarpo, todas aparecían
más cartas que en el griego. Era natural creer que tenia al
fin el Ignacio auténtico un texto anterior á todas las inter-
pelaciones. Las frases citadas como de Ignacio, por Ireneo y
por Orígenes se encontraban en esta versión siriaca. Se
creyó poder probar que no estaban los pasajes sospechosos;
Bunser, Bitschl, Weissg Lipsius sostuvieron esta tesis con
extremado ardor; M. Cvvald pretendía imponerla con tono
superior, pero se le opusieron fuertes reparos; Baur, Words-
vvorth, Hefele, Vhlhorn y Mex se reunieron para demostrar
que la pequeña colección siriaca lejos de ser el texto primiti-
vo, era un texto extractado, mutilado. No aparecía claro,
es cierto, el fin que había dirigido de compendiador en este
trabajo de extractos. Pero investigando todos los indicios
del conocimiento que tuvieran los Sirios de las epístolas en
litigio, se consiguió este resultado: que no sólo los Sirios no
habían poseido un Ignacio más auténtico que el de los Grie-
gos, sino que la colección que ellos conocieron era la de trece
«artas, de donde e l compendiador descubierto por Cureton
sacó los extractos. Petermann contribuyó mucho á este re-
sultado discutiendo la traducción armenia de las espístolas
mencionadas. Esta traducción se hizo sobre el siriaco y con-
tiene las siete cartas con sus partes más débiles. Hoy esta-
mos de acuerdo para no pedir al siriaco en lo que se refiere
i los escritos atribuidos al obispo de Antioquia, más que va-
riaciones de detalle.

Se ve, por cuanto llevamos dicho, que tres opiniones di-


INTEODÜCCIÓN 15

viden á los críticos soleré la colección de siete cartas, única


que merece ser discutida. Para unos todas son apócrifas; para
otros, todo ó casi todo es auténtico. No faltan los que tratan
de distinguir las partes auténticas y las partes apócrifas. La
segunda opinión nos parece insostenible. Sin afirmar que todo
sea apócrifo en la correspondencia del obispo de Antioquía,
es permitido mirar como una tentativa desesperada la preten-
sión de demostrar que todo es de buena ley.
Exceptuando, en efecto, la epístola á los romanos, llena
de una energía extraña, de una especie de ardor sombrío, y
marcada de un carácter particular de originalidad; las otras
seis epístolas, aparte de dos ó tres fragmentos, son frías,
sin acento, de una misma monotonía. No hay ninguno de esos »
detalles vivos que dan un tono tan sorprendente á las epísto-
las de San Pablo y aún á las epístolas de Santiago y de
>

Clemente Romano. Son exhortaciones vagas sin relación per-


sonal con aquellos á quienes se dirige, y siempre dominadas
por una idea fija; el aumento del poder episcopal, la consti-
tución de la Iglesia en una gerarquia.
No es verosímil que hacia el año ciento diez ó ciento
quince la evolución fuese tan avanzada como aparece en las
epístolas ignacianas. Para el autor de estos curiosos escritos,
el obispo es toda la Iglesia; es preciso seguirle en todo, con-
sultarle en todo; él solo resume la comunidad. Es el Cristo
mismo. «Allí donde está el obispo se halla la Iglesia, como
allí donde esté Jesucristo se halla la Iglesia Católica». La
distinción de las diferentes órdenes eclesiásticas no se encuen-
tra menos caracterizada. Los sacerdotes y los diáconos están
entre las manos de un obispo como las cuerdas de una lira,
de su perfecta armonía depende la afinación de los sonidos
que imite la Iglesia. Por último, sobreponiéndose á las Igle-
sias particulares, está la Iglesia universal. Todo esto resul-
taría bien á fines del siglo II, pero no en los primeros años
16. INTB0DUCC1ÓN

de este siglo. Las repugnancias que sintieron sobre ese punto-


Ios antiguos críticos franceses eran fundadas, y nacían del
sentimiento exacto de la evolución sucesiva de los dogmas
cristianos.
Las heregias combatidas por el autor de las epístolas ig-
nacianas con tanto encarnizamiento son también de una épo-
ca posterior á la de Trajano. Todas se aproximan al docetis-
mo ó se asemejan al ignoticismo de Valentino. Nó insistimos
sobre este punto; por otra parte las epístolas pastorales y los
escritos Juanieos combaten errores análogos, y creemos es-
tos escritos de la primera mitad del siglo II. Sin embargo,
la idea de una ortodoxia fuera de la cual no hay más que
error, aparece en los escritos manifestando un desarrollo que
la aproxima á los tiempos de San Ireneo y no á la edad cris-
tiana primitiva.
El gran signo de los escritos apócrifos es afectar una
tendencia; el objeto que se propuso el componerlos se revela
siempre con claridad. Este carácter se nota con mucho vigor
en las epístolas atribuidas á San Ignacio, exceptuando siempre
la epístola á los romanos. El autor pretende dar un gran
golpe en favor de la gerarquía episcopal; pretende acabar
con los heréticos y los cismáticos de su tiempo bajo el peso
de una autoridad irrefutable. ¡Dónde encontrar una autori-
dad más elevada que ese obispo venerado del cual todo el
mundo conoce la muerte heroica! ¡Qué hay de más solemne
que los consejos dados por el mártir algunos días ó algunas
semanas antes de comparecer en el anfiteatro! San Pablo
mismo, en las supuestas epístolas á Tito y á Timoteo se pre-
senta como un viejo cercano á la muerte. La última voluntad
de un mártir debía ser sagrada, y esta vez la admisión de la
obra apócrifa era tanto más fácil, cuanto que á San Ignacio
se le creia en efecto autor de diversas cartas escritas en su
camino hacia la muerte.
INTBODUCOJÓN 17

Añadiremos á estas objeciones las inverosimilitudes ma-


teriales. Las salutaciones á las Iglesias, suponer entre estas
y el antor de las cartas una relación inexplicable. Los rasgos
circunstanciales tienen algo do torpeza y debilidad, que se
nota también en las falsas epístolas de Pablo á Tito y á Ti-
moteo. El mucho uso que se ha hecho en estos escritos del
cuarto Evangelio y de las epístolas Juanicos, la manera afec-
tada en que el autor habla de la dudosa epístola de San Pablo
á los Efesios, excitan igualmente las sospechas. Por el con-
trario, es muy extraño que el autor, queriendo ensalzar la
Iglesia de Efeso celebre las relaciones de esta Iglesia con
San Pablo y no diga nada de la estancia de San Juan en
Efeso, cuando se supone tan unido con Policarpo, discípulo
de Juan. Es preciso confesar también que esa corresponden-
cia es poco citada por los Badnes y que la estimación en que
la tuvieron los autores cristianos del siglo 4 no se halla en
proporción con lo que hubiese merecido, si fuera auténtica.
Colocando siempre aparte la epístola á los romanos que no
es punto de partida de la colección apócrifa, las otras seis
epístolas han sido poco leídas; San Juan Crisóstomo y los
escritones eclesiásticos de Antioquía parecen igualarla.
¡Cosa singular! el autor mismo de los datos más autorizados
del martirio de Ignacio, aquellos que Euinat publica, según
un manuscrito de Colbert, no tiene más que un conocimiento
muy vago. Ocurre lo mismo con el autor de las Actas publi-
cadas por Drenel.
¿La epístola á los romanos debe comprenderse en la con-
dena que merecen las otras epístolas ignaciauas? Se puede
leer la traducción de una parte de esta pieza en nuestro libro.
Es ciertamente un fragmento singular que rompe con los
lugares, comunes de las otras epístolas atribuidas al obispo
de Antioquía. ¿La epístola á los Romanos completa, es obra
del Santo mártir? Es admisible la duda: pero se cree que

TOMO I 2
-18 INTRODUCCIÓN

encierra nn fondo origina!. Aquí, aquí solamente y se reco-


noce lo que M. Zahn concede demasiado generoso al resto
de la correspondencia ignaciana, el sello de su poderoso ca-
rácter y de uua fuerte personalidad. El estilo de la epístola
á los romanos es valiente, enigmático, mientras que el del
resto ¿e la correspondencia es sencillo y bastante insípido.
La epístola á los Romanos no contiene ninguno de esos lu-
gares comunes de disciplina eclesiástica donde se reconoce
la intención del falsario. Las vigorosas expresiones que se
encuentran sobre la divinidad de Jesucristo y sobre la Euca-
ristía, no deben sorprendernos mucho. Ignacio pertenecía á
la escuela de Pablo, donde las-fórmulas de teología trans-
cendentes se admitían mejor que en la severa escuela judeo-
cristiana. Menos pueden extrañarnos las numerosas imitacio-
nes y citas de Pablo que presenta la epístola de Ignacio. No
hay duda de que Ignacio hizo su lectura habitual de las gran-
des epístolas auténticas de Pablo. Deduzco esto de una cita de
San Mateo que, por otra parte falta en varias traducciones
antiguas y de una alusión vaya á las genealogías de los
sinópticos. Ignacio poseía sin duda los \exfevz% r¡ TtpxxOsMTa de
Jesús, tales como se les leía en su tiumpo y en los puntos
esenciales estos relatos difieren poco de los que han llegado
hasta nosotros. Más grave es seguramente la objeción de-
ducida de las expresiones que el autor de nuestra epístola
parece sacar al cuarto Evangelio. No es seguro que este
Evangelio existiera el tóojj5._jPero las expresiones como
o ap-/ü)v"aiüvof xoutou y las imágenes como uS^p £<»v podrían
ser expresiones empleadas en ciertas escuelas desde el primer
cuarto del siglo II y antes de que el cuarto Evangelio las
hubiese consagrado.
Estos argumentos intrínsecos no son los únicos que nos
obligan á crear, para la epístola á los Romanos, una cate-
goría aparte en la correspondencia ignaciana. En algunos
IMTBODUCCIÓK 19

puntos esta epístola contradice á las otras seis. En el párra-


fo cuarto, Ignacio declara á los Romanos que él les presen-
ta á las Iglesias como queriendo elevar la corona del marti-
rio. No se encuentra nada semejante en las epístolas á estas
iglesias. Lo más grave es que la epístola á los Romanos no
parece haber llegado por el mismo conducto que las otras
seis cortas. En los manuscritos que nos han conservado la
colección de carias sospechosas, no se encuentra la epístola
í los Romanos.
El texto relativamente sincero de esta epístola que nos
ha sido transmitido por los escritos llamados colbertinas de-
martirio de San Ignacio, se ha tomado de aquí, intercalán-
dolo en la colección de las trece cartas. Pero todo prueba
que la colección de las cartas á los Efesios, á los Maynesia-
nos, á los Tralenses, á los Silipenses, á los Smirniotasy á
Policaipo, no comprende la epístola á los Romanos, que
estas seis cartas constituyen por si solas una colección, te-
niendo su unidad, compuesta por su autor, y hasta más tar-
de no se funden las series de correspondencia ignaciana, la
una apócrifa (de seis cartas), la otra tal vez auténtica (de
una sola carta). Es notable que en la colección de trece car-
tas, la epístola á los Romanos venga la última, aunque su
importancia y su celebridad debiesen asegurarle el primer
sitio. Por último en toda la tradición eclesiástica la epísto-
la á los Romanos tiene un destino particular. Mientras que
las otras seis epístolas son poco citadas, la epístola á los
Romanos, á partir de Ireneo, se mira con un respeto extraor-
dinario, los rasgcs enérgicos de que se vale para expresar el
amor á Jesús y el ardor del martirio, forman parte de la
conciencia cristiana y son conocidas de todos. Peor son y
después M. Iahan ha comprobado un hecho singular, es la
imitación que se encuentra en el párrafo 3." de la relación
auténtica del martirio de Policarpo, escrita por un esmir-
20 INTRODUCCIÓN

niota en el año 155, de nn pasaje de la epístola de Ignaci»


á los Romanos. Parece que el esmirniota, autor de los Actos,
ret* nía en el espíritu alguno de los fragmentos más sorpren-
dentes de la epístola á los Romanos, sobre todo el quinto
párrafo.
Así todo asigna á la epístola á los romanos, lugar distin-
to en la literatura jgnaciana. M. Zalm reconoce esta situa-
ción particular; señala con mucho asiento los diversos pasa-
jes en que esta epístola se aparta completamente de las otras
seis, pero no deduce la consecuencia de este hecho. Su deseo
de encontrar auténtica la colección de las siete cartas le ha
empeñado en una tesis imprudente; averiguar si esta colec-
ción debe ser aceptada ó rechazada en su conjunto. Es r no
var en otro sentido la falta de Baur, de Hilgenfeldz, de Valk-
mar; es comprometer gravemente una de las joyas de la lite-
ratura cristiana primitiva, asociándola á escritos confrecuen-
cia mediocres, y que se pueden considerar casi condenados.
(

' Lo que parece más probable es que en la literatura igna-


ciana, lo único auténtico es la epístola á los romanos. Esta
: epístola misma no ha quedado exenta de alteraciones. La pe-
sadez, las repeticiones que se notan son quizá las heridas
; causadas por un interpolador á ese bello monumento de la an-
; tigüedad cristiana. Cuando se compara el texto conservado
:
por las Actas colbertinas al de la colección de las trece epís-
tolas, á las traduciones latinas y siriacas y á las citas de-
Eusebio, se encuentran diferencias muy considerables. Pare-
ce que el autor de las Actas colbertinas, intercalando en sú
relato esa preciosa pieza, no tuvo escrúpulos en retocarle
algunos puntos. El título, por ejemplo de Ignacio se da al so-
brenombre de fleo-fopoi;. Ahora bien, ui Ireneo, ni Orígenes, ni
Eusebio, ni San Gerónimo conocen ese sobrenombre carac-
terístico; aparece por primera vez en las Actas del martirio
que hacen circular el interrogatorio de Trajauo sobre dicho-
INTRODUCCIÓN 21

epíteto. La idea de aplicarlo á Ignacio puede proceder de los


pasajes de epístolas supuestas, tales como Ad Cph., párrafo
9. El autor de las Actas encontrando ese nombre en la tra-
dición se lo apropia y añade al ^título de la epístola que se
inserta en su relato: i Y ° s o xae 8eo<popo<;.
vaTl

Pienso que en la redacción primitiva de las seis epístolas


apócrifas esas palabras o x°« Oeo^opoi; no formaban parte de
los títulos. Elpost-scriptum de la epístola de Policarpo á los
Silipenses, donde se menciona á Ignacio y que es de la misma
oue las seis epístolas como veremos más adelante, no conoce
este epíteto.
¿Tenemos el derecho de negar absolutamente que en las
seis epístolas sospechosas no hay ninguna parte tomada á las
cartas auténticas de Ignacio? Sin duda que no; pero el autor
de las seis epístolas apócrifas, no conoce á lo que parece la
«pistola á los romanos y no hay presunción de que haya po-
seído otras cartas auténticas del mártir. Un solo pasaje, el
párrafo 19 de la epístola á los Efesíos me parece que rompe
con el fondo oscuro y vago de las epístolas sospechosas, lo
que se refiere á los ^p<a (j-voy^pia xpaopK es de ese estilo os
curo, singular, misterioso, recordando el cuarto Evangelio,
que hemos notado en la epístola á los romanos. Este pasaje,
como los rasgos brillantes de la epístola á los romanos ha
sido muy citado. Pero es un hecho bastante solo para que
haya necesidad de insistir.
Una cuestión ligada estrechamente con la de las epísto-
las que se atribuyen á San Ignacio, es la epístola atribui-
da á Policarpo. En dos párrafos diferentes el noveno y el
decimotercio, Policarpo ó el que ha fingido la carta, hace
una mención nominativa de Ignacio. Una tercera vez (párra-
fo 1), parece todavía aludirle. Se lee en uao de los pasajes
(párrafo 13 y último): «Vos me habéis escrito, vos é Igna-
cio, para que si alguno parte de aquí para la Livia lleva
22. INTBÜDÜCOIÓN

vuestras cartas. Me dedicaré á este cuidado y si encuentro-


el momento oportuno sea por mi mismo, ó por un mensa-
gero. En cuanto á las epístolas que Ignacio me ha dirigido
y á las otras que poseemos de él, os las enviamos, corno-
habéis pedido y van con esta carta. Vos podréis sacar mucho
fruto pues ellos respiran la fe, la paciencia, la edificación en
Nuestro Señor. «La antigua versión latina añade»: Enviad-
me lo que sepáis referente á Ignacio y á los que están con
él». Estas líneas corresponden evidentemente al pasaje de
la carta de Ignacio á Policarpo, (párrafo 8), donde Ignacio
pide á este último le envíe correos en diversas direcciones.
Todo esto es sospechoso. Como la epístola de Policarpo
acaba muy bien en el párrafo 12, no se llega casi necesaria-
. mente, si se admite la autenticidad de esta epístola, á supo-
ner que un post-scriptum ha sido añadido á la epístola de Po-
licarpo por el autor mismo de las seis epístolas apócrifas de
Ignacio. Ningún manuscrito griego de la epístola de Poli-
carpo contiene ese post-scriptum. No se le conoce más que
por una cita de Eusebio y por la versión latina.
Los mismos errores son combatidos en la epístola á P o -
licarpo y en las seis epístolas ignacianas; el orden de ideas
es el mismo. Muchos manuscritos presentan la epístola de
Policarpo junto á la colección ignaciaua, á guisa de prefa-
cio ó de epilogo. Parece pues, ó que la epístola de Policar-
po y las de Ignacio son del mismo falsificador, ó que el au-
tor de las cartas de Ignacio tuvo el plan de buscar uu punto
de apoyo en la epístola de Policarpo, y añadiéndole un post-
scriptum inventar una recomendación para su obra. Esta
adición concuerda con la mención de Ignacio que se halla
en el centro de la carta á Policarpo (párrafo 9). Ella encua-
dra mejor todavía, al menos en apariencia, con el primer pá-
rrafo de esta carta, donde Policarpo alaba á los Silipenses,
el haber recibido como convenía á los confesores cargados
INTBODÜCUÓN 23

de cállenos que pasaban entre ellos. De la epístola de Poli-


carpo asi falseada y de las seis cartas reputadas de Ignacio,
se forma un pequeño Corpus pseudoignaciano, perfectamen-
te homogéneo de estilo y de color, verdadero alegato para
la ortodoxia y el episcopado. Al lado de esta compilación,
se conserva la epístola más ó menos auténtica de Ignacio á
los Romanos. Un índice hace creer que el falsario cono-
ció este escrito; parece sin embargo que no juzga apropósito
unirlo á su colección, pues desordenaba la armonía demos-
trando la no autenticidad.
Ireneo, hacia el año 180, no conoce á Ignacio más que
por los rasgos enérgicos de la epístola á los romanos; «Yo
soy el trigo de Cristo ttc». Había sin duda leído esta epís-
tola, aunque lo que dice se explica suficientemente por una
tradición oral. Ireneo, según todas las apariencias, no po-
seía las seis cartas apócrifas, y probablemente leía la epís-
tola verdadera ó supuesta de Policarpo á los Silipenses sin el
posl-scriptum.
Orígenes admitía la epístola á los romanos y las cartas
apócrifas. El cita la primera en el prólogo de su comentario
sobre el Cantar de los Cantares, y la epístola á los Efesios
en su homilía VI sobre San Lucas. Eusebio conocía la colec-
ción ignaciana en el estado que hoy la poseemos, es decir
compuesta de siete cartas; no se sirve de las Actas de mar-
tirio; no distingue entre la epístola á los romanos y las otras
seis Sería la epístola de Policarpo con el posl-scriptum.
Un destino extraño parecía entregar el nombré de Igna •
ció á los fabricantes de apócrifos. En la segunda mitad del
siglo IV, hacia 375, se produce una nueva colección de epís-
tolas ignacianas, es la colección de trece cartas, á la cual la
de siete ha servido notoriamente de núcleo. Como estas siete
cartas ofrecían muchas oscuridades, el nuevo falsario se hizo
también interpolador. Una multitud de glosas explicativas se
54 INTBODÜCCIÓS

introdujeron en ei texto y le cargaron inútilmente. Seis nue-


vas cartas fueron inventadas del principio al fin y á pesar de
sus chocantes inverosimilitudes se vieron umversalmente
adoptadas. Los retoques que se hicieron en seguida no eran
más que extractos de las dos colecciones precedentes. Los Si-
rios, en particular, se conformaron con una pequeña edición
de tres cartas extractada, en cuyo arreglo no preside ningún
sentimiento justo de la distinción de lo auténtico á lo apó-
crifo. Algunas obras indignas de toda discusión vinieron más
tarde á aumentar aun la obra ignaciana. Solo las tenemos en
latín.
Las Actas del martirio de San Ignacio no ofrecen menos
diversidad que el texto mismo de la epístola que se le atri-
buye. Se cuentan hasta ocho ó nueve redacciones. No es
preciso conceder mncha importancia áfstos relatos; ninguno
tiene valor original; todos son posteriores á Eusebio y com-
puestos con los datos proporcionados por Eusebio, datos que
en sí mismos no tienen otra base que la colección de las epis-
tolas y sobre todo la epístola á los romanos. Estas Actas en
su forma más antigua, no suben más allá de fines del siglo
IV. No se sabría de ningún modo compararlas á las Actas
del martirio de Poiicarpo y de los martirios de Lyón, rela-
ciones verdaderamente auténticas y contemporáneas de los
hechos narrados. Ellas están llenas de imposibilidades, de
errores históricos, y de menosprecios sobre la situación del
ingenio en la época de Trajano
En este volumen, como en los precedentes, se ha tratado
de mantenerse en el término medio entre la crítica*que emplea
todos sus recursos en defender los textos desde bace mucho
tiempo heridos por el descrédito, y el escepticismo exagera-
do, que desecha en conjunto y á priori todo lo que el cris-
tianismo cuenta de sus primeros orígenes Se notará en par
ticular el empleo de este método intermediario en lo que se
INTBOüUCClÓN 25

refiere á la cuestión de los Clementes y á la de los Flavios


cristianos. Apropósito de l»s Clementes, las conjeturas de la
escuela llamada Tubiuque fueron mal inspirarías. El defecto
de esta escuela, á veces tan fecunda, es el rechazar los sis-
temas tradicionales, con frecuencia, es verdad, edificados en
materiales frágiles y el sustituir los sistemas fundados sobre
autoridades todavía más frágiles. ¿En la cuestión de Ignacio
no pretendieron corregir las tradiciones del siglo II con Juan
Malala? ¿En la cuestión de Simón el mago, los teólogos*saga-
ces no han resistido hasta elúltimo momento á la necesidad de
admitir la existencia real de este personaje? En la cuestión
de los Clementes, se pasa lo mismo á los ojos de ciertos crí-
ticos como un espíritu limitado, si se admite que Clemente
Romano ha existido y si no se explica todo lo que le con-
cierne de los errores y las confusiones con Flavio Clemente.
Ahora bien, son, al contrario, los.datos sobre Flavio Clemen-
te los indecisos y contradictorios. No negaremos las luces
de cristianismo que parecen salir de los obscuros escombros
de la familia flaviana, más para sacar de todo esto un gran
hecho histórico por cuyo medio se rectifiquen las tradiciones
inciertas, se ha tomado un extraño partido, apareciendo esa
falta de medida en la inducción que vela con frecuencia en
Alemania, las más raras cualidades de diligencia y de aplica-
ción. 8e rechazan sólidos testimonios sustituyéndolos por
débiles hipótesis, se reúnen textos satisfactorios, se acogen
casi sin examen las combinaciones casuales de una arqueolo-
gía acomodaticia. Lo nuevo es lo que se quiere á todo precio
y lo nuevo se detiene por la exageración de ideas con fre-
cuencia exactas y penetrantes. De una débil corriente bien
comprobada en alguna bahía solitaria se deduce la existen-
cia de una gran corriente oceánica. La observación era bue-
na, pero se extraen falsas consecuencias. Lejos de mi pen-
samiento negar ó atenuar los servicios prestados por la
IKTEODÜCCIOK

ciencia alemana ó nuestros difíciles estudios; pero deseando


aprovechar realmente estos servicios es preciso mirar desde
muy cerca y aplicar un gran espíritu de discernimiento.
Hace falta, sobre todo, estar muy decidido á no hacer criti.
cas odiosas de hombres,de sistema;¿que os tratgn de igno-
rantes y de atrasados, porque no admitís de repente la última,
novedad salida del cerebro de un joven doctor y que puede
ser buena todo lo más para servir de exitación á las investi-
gaciones de un circulo de eruditos.
LOS EVANGELIOS
Y LA S E G U N D A G E N E R A C I Ó N CRISTIANA

i ; Í¡.I
;

CAPÍTULO PRIMERO

Los judíos al día siguiente de la destrucción


del templo.

Ningún pueblo ha sufrido u n a decepción c o m -


parable con la q u e hirió al pueblo judío á la m a ñ a -
na siguiente del día en q u e , c o n t r a r i a n d o las s e -
g u r i d a d e s más serias de los oráculos divinos, el
templo q u e suponían indestructible, se desplomaba
en el b r a s e r o e n c e n d i d o p o r los soldados de Tito.
H a b e r t o c a d o á la realización del más g r a n d e de
los sueños y tener q u e r e n u n c i a r ; en el m o m e n t o
q u e el ángel e s t e r m i n a d o r e n t r e a b r í a ya la n u b e ,
ver desvanecerse t o d o en el vacío; estar c o m p r o -
metido a f i r m a n d o p o r a d e l a n t a d o la aspiración
divina, y recibir de la b r u t a l i d a d de los hechos el
más cruel de los mentís, ¿no era esto p a r a d u d a r
del templo, p a r a d u d a r de Dios? También los p r i -
meros años q u e siguieron á la catástrofe del a ñ o
70 fueron d o m i n a d o s de u n a fiebre intensa, la m á s
28- BBNB9T0 SENAS;

fuerte quizá q u e ia conciencia judía h a y a a t r a v e -


s a d o . Edom (nombre con el cual los judíos designa-
b a n al imperio r o m a n o ) , el impío Edom, el eter-
n o enemigo de Dios, triunfaba. Las ideas q u e se
creían innegables eran acusadas de falsas. J e h o v a h
parecía h a b e r roto su pacto con los hijos de Abra -
h a m . Había q u e p r e g u n t a r si a u n la fe de Israel,
la más a r d i e n t e q u e h a y a h a b i d o en el m u n d o , p o
dría hacer frente á la evidencia y, p o r un esfuerzo
i n a u d i t o , esperaría contra toda esperanza.
Los sicarios^ J g s exaltados,habían m u e r t o casi
todos; los q u e h a b í a n s o b r e v i v i d o p a s a r o n el resto
de su vida en ese estad© de e s t u p o r melancólico
q u e sigue en la locura á los accesos furiosos. Los
saduceos estaban p r ó x i m o s á desaparecer, el a ñ o
IJBTTJorTTa aristocracia sacerdotal q u e vivía del
templo y de él sacaba t o d o su prestigio. Se h a su-
p u e s t o q u e algunos supervivientes de las g r a n d e s
familias se refugiaron con los h e r o d i a n o s en el
n o r t e de la Siria, en A r m e n i a y en P a l m i r a q u e -
;

d a n d o m u c h o tiempo unidos á las p e q u e ñ a s d i n a s -


tías de estas comarcas, y d a n d o u n último r e s p l a n -
d o r á esa Zenobia, q u e nos aparece, en efecto, en
el siglo III como u n a judea saduceana aborrecida
d e los tairudistas, a d e l a n t a n d o p o r su monoteísmo
sencillo, al a r r i a n i s m o y al islamismo. Esto es p o -
sible; p e r o en todo caso, tales restos más ó menos
auténticos del p a r t i d o saduceo h a b í a n llegado á
ser e x t r a n g e r o s en el resto de la nación judía: los
fariseos les t r a t a b a n como enemigos.
LOS EVANGELIOS 29

Lo q u e s o b r e v i v e al templo y q u e d a casi i n t a c -
to después del desastre de Jerusalem, fué el fari-
seísmo, la p a r t e media de Ja sociedad j u d í á ^ ^ a r t e
"menos inclinada que las otras fracciones del p u e b l o
á mezclar la política á la religión, limitando la m i -
sión de la vida al escrupuloso cumplimiento de los
preceptos. ¡Cosa singular! Los fariseos a t r a v e s a r o n
la crisis sanos y salvos; la revolución había p a s a d o
sobre ellos sin alcanzarles. Absortos en su única
preocupación, la observancia exacta de la ley,
habían h u i d o casi todos de J e r u s a l e m antes de las
últimas convulsiones, e n c o n t r a n d o u n asilo en las
ciudades neutrales de Yabné y de L y d d a . Los ze-
lotes n o e r a n más que individuos exaltados; los
saduceos n o eran más q u e u n a clase; los fariseos
eran la nación. Pacíficos p o r esencia, e n t r e g a d o s á
una vida t r a n q u i l a y aplicada, contentos con tal
que siempre p u e d a n practicar l i b r e m e n t e , su culto
de familia,estos v e r d a d e r o s israelitas ¿esbieai todas
las p r u e b a s ; ellos fueron el núcleo del judaismo,
que, a t r a v e s a n d o la E d a d Media, h a llegado i n t a c t a
hasta n u e s t r o s días.
La ley, fué todo lo q u e q u e d a b a al pueblo judío
del naufragio de sus instituciones religiosas. El
culto público, desde la destrucción del templo, era
imposible; la profecía, desde el terrible descalabro
que acababa de sufrir, tenía que enmudecer; h i m -
nos santos, música, ceremonias, todo esto era i n -
sulso y sin objeto desde q u e el templo q u e servía
de centro á todo el cosmos judío, había dejado d e
30 BESTBSTO KBKÁN

existir. L a J ^ o r a , p o r el c o n t r a r i o , en sus p a r t e s
no ritussales era siempre posible. La Thora n o era
sólo u n a ley religiosa; era u n a legislación comple
t a , un código civil, u n estatuto personal, haciendo
del pueblo q u e se le sometía u n a especie de r e p ú -
blica a p a r t e . Este es el objeto al cual la conciencia
j u d í a se u n i r á en lo sucesivo con u n a especie de
fanatismo. El r i t u a l debió ser p r o f u n d a m e n t e m o -
dificado, pero el derecho canónico fué m a n t e n i d o
casi entero. Comentar, practicar la ley con exacti -
t u d , se considera como el único objeto de la vida.
U n a sola ciencia fué estimada, la de la ley. La t r a -
dición llega á ser la patria ideal del judío. Las sú
tiles discusiones q u e desde hacía cien años resona-
b a n en las escuelas, n o fueron n a d a c o m p a r a d a s
c o n las q u e siguieron. La n i m i e d a d religiosa y el
escrúpulo d e v o t o s u s t i t u y e n e n t r e los judíos al
r e s t o del c u l t o .
Una consecuencia n o m e n o s g r a v e del n u e v o
estado q u e vivirá Israel, de a q u í en a d e l a n t e , fué
la victoria definitiva del doctor s o b r e el sacerdote.
El templo había perecido; p e r o la escuela se salva.
El sacerdote, después de la destrucción del templo,
veía sus funciones r e d u c i d a s á la n a d a . El doctor,,
ó p o r mejor decir, el juez, i n t é r p r e t e de la Thora,
llega á ser, al c o n t r a r i o , u n personaje s u p r e m o . El
t r i b u n a l (beth din) es, en esta época, la g r a n es
cuela rabínica. El a b - b e t h din, presidente del t r i -
b u n a l , es un jefe á la vez civil y religioso. T o d o
r a b i n o titulado tiene d e r e c h o á e n t r a r en el recin -
LOS SViNGELtOS 31

to; las decisiones se toman p o r mayoría de votos'


Los discípulos, de pie detrás de u n a b a r r e r a , es
cuchan y a p r e n d e n lo q u e es preciso p a r a ser en
su día jueces y doctores.
«Una cisterna estancada, q u é no deja escapar
una gota de agua», este será el ideal de Israel. No
tienen todavía código escrito p a r a este derecho
tradicional. Más de cien años t r a n s c u r r e n antes q u e
las discusiones de escuelas lleguen á formar un
cuerpo q u e se llamara la Mischna p o r excelen-
cia (1) p e r o el fondo de este libro data de la época
en q u e estamos. A u n q u e compilado en Galilea, en
realidad h a nacido en T a b a n é . A fines del siglo I,
existían p e q u e ñ o s cuadernos de notas, en estilo
casi algebraico y llenas de a b r e v i a t u r a s , que. desci -
(

fraban los r a b i n o s más célebres en los casos difíci


les. Las memorias más fuertes t i t u b e a n ya bajo el
peso de la tradición y d é l o s precedentes judiciales.
Tal estado de cosas reclamaba la escritura. También
vemos, en esta época, m e n c i o n a r las mischasa, es
decir, las pequeñas colecciones de asuntos resuel -
tos ó hálakoth, las cuales llevan el n o m b r e del a u t o r . \
Tal era la de E a b b i Eiiezer b e n J a c o b , q u e , desde
fines del siglo I, se calificaba de «corta p e r o b u e -
na». El t r a t a d o mischnico Cduioth, q u e se distingue
de los o t r o s en q u e n o tiene objeto especial, y es

(1) El nombre de mischna significa <:Ley repetida da corazón,


ao escrita» en oposición á mikra, '(Ley leída, y por consecuen-
cia, escrita >.
32 KBNESTO E B N Í N

sólo un mwchna e x t r a c t a d o , tiene por núcleo los


eduioth, ó «Testimonios», relativos á las decisiones
anteriores, q u e fueron compiladas en J a b n é y so-
metidas á un examen desde la destitución de R a b b í
Gamaliel el joven. P o r el mismo tiempo R a b b i Elie-
zer ben J a c o b componía de m e m o r i a la descripción
del s a n t u a r i o q u e constituye el fondo del traslado
Middotk. Simeón de Mispa, en u n a época a u n más
antigua, parece el a u t o r de la p r i m e r a redacción
del t r a t a d o Iowa, relativo á la fiesta del g r a n P e r -
d ó n y quizá del t r a t a d o Tamid.
La oposición e n t r e estas tendencias y las del
cristianismo naciente era la del fuego j el a g u a .
Los cristianos se separaban cada vez más de la Ley;
los judíos se asían á ella con frenesí. Una viva a n -
tipatía parece h a b e r existido e n t r e los cristianos
c o n t r a el espíritu sutil, sin caridad, que cada día
manifestaba la tendencia de prevalecer en las sina-
gogas. Ya,Jesús, cincuenta años antes, había elegi-
do este @s¿m© como p u n t o de mira de sus críticas
más aceradas. Después, los casuistas lo h a b í a n
ahuecado más en sus vanas argucias. Las d e s g r a -
cias de la nación n o h a b í a n c a m b i a d o su carácter.
Díscutidores, vanidosos, celosos, susceptibles, a t a -
cándose p o r motivos personales, p a s a b a n el tiem-
po, e n t r e J a b n é y L y d d a , escomulgándose p o r
puerilidades. El n o m b r e de fariseo había sido h a s -
ta entonces t o m a d o p o r g r a n n ú m e r o de cristianos.
Santiago, y en general los parientes de Jesús, fue-
r o n fariseos m u y o b s e r v a n t e s y p u r o s . Pablo m i s m o
LOS EVANGELIOS 33

se enorgullece de ser «fariseo, hijo de fariseo».


P e r o , desde el sitio, se origina la g u e r r a . Recogien-
do las p a l a b r a s tradicionales de Jesús, déjanse do-
m i n a r p o r ese cambio de situación. El apelativo
«fariseo» en los Evangelios ordinarios, como el
apelativo «jadío» en el Evangelio llamado de Juan,,
se emplea como sinónimo de enemigo de J e s ú s . La
burla de la carnística fué u n o de los elementos
esenciales de la literatura evangélica y u n a de las
causas de su éxito. El h o m b r e v e r d a d e r a m e n t e v i r -
tuoso, en efecto, á n a d a tiene t a n t o h o r r o r como
al pedantismo moral. P a r a lavarse á sus propios
ojos de la sospecha de engaño, tiene necesidad de
d u d a r p o r ' m o m e n t o de su obra, de sus propios
méritos. Aquel q u e p r e t e n d e buscar su salvación
con fórmulas infalibles le parece el enemigo capital
de Dios. El fariseísmo llega á ser así algo peor q u e
el vicio, q u e vuelve á la v i r t u d ridicula y n a d a nos
a g r a d a t a n t o como ver á Jesús, el más virtuoso de
los h o m b r e s , ultrajado en presencia de una b u r -
guesía hipócrita, dejando e n t e n d e r q u e la regla de
que se enorgullece, es quizá, como todo, u n a va-
nidad.
Otra consecuencia de la n u e v a situación del
pueblo judío fué u n a u m e n t o de a p a r t a m i e n t o y
de espíritu exclusivo. Deshonrado, aborrecido del
m u n d o , Israel se recoge en sí mismo. Laperischouth,
la insociabilidad, llega á ser u n a ley de salvación
pública. Vivir e n t r e sí en u n m u n d o p u r a m e n t e
judío, comunicarse poco con los p a g a n o s , a ñ a d i r á

TOMO I 3
34 BBNESTO RENÁN

la Ley n u e v a s exigencias, hacerla difícil de practi -


car, tal fué el objeto de los doctores, y lo cumplie -
r o n sabiamente. Las excomuniones se multiplica
r o n . O b s e r v a r la Ley fué u n a r t e tan complicado,
q u e el judío n o t u v o tiempo de pensar en otra
cosa. Este es el origen de las «dieciocho medidas»,
código completo de secuestración, el cual p r e t e n d e
r e t r o t r a e r á los tiempos q u e p r e c e d e n á la destruc-
ción del templo, pero q u e t u v i e r o n , según parece,
su aplicación hasta cerca del 70. Estas dieciocho
m e d i d a s se destinaban todas á exagerar el aisla-
miento de Israel. P r o h i b i e n d o c o m p r a r á l o s paga
nos las cosas más necesarias, p r o h i b i e n d o h a b l a r
s u lengua y admitir sus testimonios y sus ofrendas;
p r o h i b i e n d o ofrecer sacrificios p a r a el e m p e r a d o r .
Al poco tiempo se rechazan varias de estas p r e s
cripciones, hasta se llega á decir q u e el día q u e
fueron a d o p t a d a s había sido t a n funesto á los is-
raelitas, como c u a n d o p r e n d i e r o n el b e c e r r o de
o r o ; p e r o no se las deroga. Un diálogo legendario
expresa los sentimientos de los dos partidos q u e
dividen la escuela judía en este asunto:—«En ese
día, dice R a b b i Eliezer, se calma la m e d i d a . — E n
ese día, dice R a b b i J o s u é , se la hizo desbordar.—
Un tonel lleno de nuez, dice R a b b i Eliezer, p u e d e
a u n c o n t e n e r tanto aceite de sésamo como se quie-
r a . — C u a n d o u n vaso está lleno de aceite, replica
R a b b i J o s u é , v e r t i e n d o el a g u a se esparce el acei
te». A pesar de todas las protestas, las dieciocho
m e d i d a s a d q u i r i e r o n tanta a u t o r i d a d q u e se llegó
LOS EVANGELIOS

á decir q u e ningún_poder tenía el derecho de a b o -


lirias. Quizá a l g u n a s de estas medidas fueran i n s -
piradas p o r una sorda oposición contra las liberales
predicaciones de San P a b l o . Parece q u e mientras
más se esforzaban los cristianos en d e r r i b a r las
b a r r e r a s legales, más t r a b a j a b a n los judíos p a r a
hacerlas infranqueables.
El contraste era p a r t i c u l a r m e n t e sensible en lo
q u e se refiere á los prosélitos. T r a t a n los judíos de
ganarlas y existe contra esos n u e v o s h e r m a n o s
u n a desconfianza mal disimulada. No se dice t o d a -
vía q u e «los prosélitos son u n a lepra p a r a Israel»,
pero lejos de estimularlos, se les disuade; se les
habla de peligros y de dificultades sin cuento, á las
que se e x p o n e n afiliándose á u n a nación escarne-
cida. Al mismo tiempo el odio c o n t r a Roma r e d o -
bla. Los pensamientos que alimentan acerca de esto
son pensamientos de matanza y de s a n g r e .
P e r o , como siempre en el curso de u n a l a r g a
historia, Israel tiene u n a minoría a d m i r a b l e q u e
protesta contra los e r r o r e s de la m a y o r í a de la n a -
eión. La g r a n dualidad, q u e forma el fondo s i n g u -
lar de la vida de ese p u e b l o , se c o n t i n ú a . El e n -
oanto, la d u l z u r a del b u e n judío q u e d a b a n á t o d a
p r u e b a . Schamraai ó Hiilel, a u n q u e m u e r t o s hacía
mucho tiempo, e r a n como los cabos de hilo, d e dos
familias opuestas, u n a r e p r e s e n t a n d o el lado es-
trecho, malévolo, sutil, materialista; o t r o el lado
ancho, benévolo, idealista, del genio religioso de
Israel. El c o n t r a s t e era visible. Humildes, cultos,
36 EENESTO E B N Á N

afables, colocando siempre el sentimiento de los


otros antes q u e el s u y o los hillebles, como Jos cris-
t i a n o s t e n í a n p o r principio q u e Dios eleva al q u e
f

se humilla y humilla al q u e se eleva; q u e las g r a n -


dezas h u y e n a n t e el q u e las busca y buscan al q u e
h u y e de ellos; q u e el q u e p r e t e n d a a p r e s u r a r el
t i e m p o n o conseguirá n a d a de él, mientras q u e el
q u e sabe r e t r o c e d e r a n t e el tiempo le tiene p o r
auxiliar.
E n t r e las almas v e r d a d e r a m e n t e piadosas, los
sentimientos osados g e r m i n a b a n á veces. De u n a
p a r t e , esta liberal familia de los Gamaliel, q u e t e -
nía p o r principio, en sus relaciones con los p a g a -
nos, cuidar sus pobres, saludarles con política, pres-
t a r los últimos favores á sus m u e r t o s , a u n q u e a d o -
rasen los ídolos, t r a t a n d o de suavizar la situación^
Conducida á las transacciones, esta familia se h a b í a
p u e s t o en relación con los R o m a n o s . No t u v o n i n -
g ú n escrúpulo en p e d i r á los vencedores la investi-
d u r a de u n a especie de presidencia del s a n h e d r i n y,
con su consentimiento, t o m a r el título de nasi. De
otra p a r t e , u n h o m b r e e n e x t r e m o liberal, J h a n a n -
b e n Zakai, era el alma de la transformación q u e se
o p e r a b a . Antes de la destrucción de J e r u s a l e m ,
había gozado de u n a a u t o r i d a d p r e p o n d e r a n t e en
el s a n h e d r i n . D u r a n t e la revolución, fué uno de los
jefes del p a r t i d o m o d e r a d o , q u e se m a n t e n í a n
a p a r t e de las cuestiones políticas, haciendo lo p o -
sible p a r a q u e n o se p r o l o n g a r a u n a resistencia
q u e debía conducir á la destrucción del templo..
LOS EVANGELIOS 37

E s c a p a d o de Jerusalem asegúrase q u e predijo el


i m p e r i o de Vespasiano; u n o de los favores q u e le
pidió fué u n médico para c u i d a r al anciano Sadok,
que, en los aaübs a n t e r i o r e s del sitio, había sacri
ficado su salud con los a y u n o s . Lo q u e parece cier-
t o , es q u e conquistó las simpatías de los r o m a n o s
y q u e o b t u v o de ellos el restablecimiento del s a n -
h e d r i n en J a b n é . Es dudoso q u e h a y a sido r e a l -
m e n t e discípulo de Hillel; pero fué el c o n t i n u a d o r
d e su espíritu. Hacer r e i n a r la paz e n t r e los h o m -
b r e s era su m á x i m a favorita. Se contaba de él q u e
n i n g u n a persona había p o d i d o a d e l a n t a r l e el salu-
d o , ni a u n los p a g a n o s en el m e r c a d o . Sin ser
cristiano fué u n v e r d a d e r o discípulo de J e s ú s .
Marchaba, dicen, p o r m o m e n t o s , á ejemplo de los
a n t i g u o s profetas, hasta s u p r i m i r la eficacia del
culto y reconocer q u e la justicia tenía p a r a los p a -
ganos los mismos efectos q u e el sacrificio p a r a los
judíos.
Un poco de consuelo e n t r a de esta m a n e r a en
el alma espantosamente t u r b a d a de Israel. Los fa-
náticos, a r r i e s g a n d o la vida, se a v e n t u r a n á intro-
ducirse en la ciudad silenciosa, y v a n furtivamente
á sacrificar s o b r e las r u i n a s del S a g r a r i o . Algunos
d e esos locos c u e n t a n al r e g r e s o q u e una voz m i s -
teriosa h a salido de los escombros a t e s t i g u a n d o la
aceptación de sus sacrificios; en general se vitu-
p e r a n estos excesos. Existen quienes se p r o h i b e n
todas las alegrías, viven e n t r e lágrimas y a y u n o s
y no b e b e n más q u e agua. J o h a n a m ben Zakai loa
38 KBNESTO BHNÁN

consuela. «No te entristezcas, hijo mío—dice á u n o


de estos desesperados;—á falta de holocaustos que-
da u n medio de expiar n u e s t r o s pecados, q u e vale
tanto como cualquier o t r o : las b u e n a s obras.» Y le
r e c u e r d a las palabras de Isaías: «Yo quiero mejor
la c a r i d a d q u e el sacrificio.» R a b b i J o s u é era d e
los mismos sentimientos. «Amigos—decía á los q u e
se e n t r e g a b a n á privaciones exageradas—¿por q u é
abstenerse de carne y de pan?—¡Cómo!—respon-
den—¿comeremos la carne con la cual se hacía el
sacrificio sobre el altar h o y destruido? ¿Beberemos
el v i n o con el cual se ofrecía la libación s o b r e ese
mismo altar?—Pues bien—replica R a b b i J o s u é , —
¡no comamos tampoco p a n , puesto que n o es p o -
sible hacer las ofrendas de h a r i n a . — E n efecto, p o -
d r í a n servir de alimento los frutos.—¿Qué estás
diciendo? Los frutos n o son permitidos e n . a d e l a n -
te, p o r q u e n o se p u e d e n ofrecer las primicias al
templo.» La fuerza de los acontecimientos se i m -
ponía. Manteníase teóricamente la eternidad de la
Ley; se sostenía q u e Eiías mismo no podía d e r o g a r
u n artículo; p e r o la destrucción del templo s u p r i -
mía de hecho u n a p a r t e considerable de las a n t i -
g u a s prescripciones; sólo q u e d a b a sitio p a r a una
casuística moral de detalle, ó p a r a el misticismo.
La cábala^desarrollada es s e g u r a m e n t e de una e d a d
más m o d e r n a . P e r o desde entonces m u c h o s se e n -
t r e g a n á lo q u e se llamaba «las visiones del carro»,
es decir, á las especulaciones s o b r e los misterios
q u e se unían á los símbolos de Ezequiel. El espíri-
LOS EVANGELIOS 39

t u judío se s u m e r g e en los sueños, creándose un


refugio fuera del m u n d o detestado. El estudio llega
á ser un rescate. R a b b i Nehounia p o n e en boga el
principio de q u e quien se impone el y u g o de la
Ley se desprende del y u g o de la política y del
m u n d o . Cuando se llega á este p u n t o de desmem-
bración no h a y revolucionarios peligrosos. R a b b i
Nanina a c o s t u m b r a b a á decir: «Rogad p o r el g o -
bierno establecido, p o r q u e sin él los h o m b r e s se
comerían.»
La miseria era extrema. Un tuerte t r i b u t o p e -
saba s o b r e todos, y las fuentes de ingresos estaban
a g o t a d a s . La m o n t a ñ a de J u d e a q u e d ó inculta y
cubierta de r u i n a s ; la p r o p i e d a d misma era i n s e -
g u r a . Cultivándola se estaba expuesto á verse d e s -
pojado p o r los r o m a n o s . En c u a n t o á J e r u s a l e m n o
era más q u e u n m o n t ó n de piedras y escombros.
Plinip habla de ella como de u n a ciudad q u e h a b í a
dejado de existir. Desde entonces, sin d u d a , los
judíos q u e hubiesen i n t e n t a d o h a b i t a r en g r u p o s
considerables sobre las r u i n a s , h a b r í a n sido e x p u l -
sados. Sin e m b a r g o , los historiadores q u e m á s i n -
sisten en la completa destrucción de la ciudad,
confiesan q u e q u e d a b a n a l g u n o s ancianos y a l g u -
nas mujeres. Josefo nos muestra á los p r i m e r o s
sentados l l o r a n d o sobre el polvo del s a n t u a r i o , y
á las s e g u n d a s r e s e r v a d a s p o r los vencedores p a r a
los últimos ultrajes. La legión 1 0 . Fretensis conti-
a

n u a b a sosteniendo la guarnición en un e x t r e m o de
la ciudad desierta. Los restos que se h a n e n c e n t r a -
40 ERNESTO RENÁ>T

do con el sello de esta legión, p r u e b a q u e cons -


t r u í a n . Es probable que las visitas clandestinas á
los cimientos visibles del templo, fuesen toleradas ó
p e r m i t i d a s p o r los soldados á precio de plata. Los
cristianos g u a r d a b a n t a m b i é n el r e c u e r d o y el
culto de algunos lugares, especialmente del cená-
culo, sobre el monte Sión, d o n d e se creía que los
discípulos de Jesús se h a b í a n r e u n i d o después de
la Ascensión, así como de la t u m b a de Santiago,
h e r m a n o del Señor, cerca del templo. El Gólgota,
p r o b a b l e m e n t e n o estaba olvidado. Como n a d a se
r e m o v í a en la ciudad, ni en sus a l r e d e d o r e s , las
e n o r m e s piedras de las g r a n d e s construcciones
q u e d a b a n intactas en su sitio, y todos los m o n u -
m e n t o s p o d í a n reconocerse perfectamente.
Arrojados de su c i u d a d santa y de la región q u e
a m a b a n , los judíos se esparcen en las ciudades y
aldeas de la llanura q u e se e x t i e n d e e n t r e el pie de
la m o n t a ñ a de J u d e a y el m a r . La población judía
se multiplica. Una localidad, sobre todo, fué el
t e a t r o de esta especie de resurrección del fariseís
mo, y llegó á ser la capital teológica de los judíos
h a s t a la g u e r r a de Bar Ooziba. Esta fué la c i u d a d
p r i m i t i v a m e n t e filistea de Y a b n é ó J a m n i a , á cua-
t r o leguas y media al S u r de Jqffa. E r a u n a pobla-
ción i m p o r t a n t e , h a b i t a d a p o r p a g a n o s y judíos;
p e r o los judíos dominaban, á pesar de que la ciu-
d a d , después dé la g u e r r a de P o m p e y o , había d e -
j a d o de formar p a r t e de la J u d e a . Las luchas ha -
b í a n sido vivas e n t r e las dos poblaciones. En las
LOS EVANGELIOS 41

c a m p a ñ a s del 67 y el 68, Vespasiano t u v o q u e


presentarse p a r a establecer su a u t o r i d a d . Los ví-
v e r e s a b u n d a b a n . E n los primeros tiempos de blo
q u e o algunos sálicos pacíficos, tales como J o h a n a n
b e n Zakai, á quien n o seducía la q u i m e r a de la
independencia, vinieron á refugiarse en ella. Allí
s u p i e r o n el incendio del templo. L l o r a r o n , desga -
r r a n d o sus v e s t i d u r a s , imponiéndose un duelo,
p e r o decidiendo q u e a ú n valía la pena vivir p a r a
ver si Dios r e s e r v a b a un n u e v o destino á Israel.
F u é , según dicen, á r u e g o s de J o h a n a n , p o r lo
q u e Vespasiano p e r d o n ó á Y a b n é y á sus sabios.
Lo cierto es q u e antes de la g u e r r a una escuela
rabínica florecía en Yabné. P o r razones q u e igno
r a m o s e n t r ó en la política de los r o m a n o s dejarla,
subsistir, y desde la llegada de J o h a n a n ben Zakai
adquirió mayor importancia.
R a b b i Gamaliel, el joven, colmó la celebridad
d e Y a b n é t o m a n d o la dirección de su escuela des-
pués de Rabbi J o h a n a n q u e se retiró á B e r o u r •
Hoil. Y a b n é viene á ser, á p a r t i r de este m o m e n t o ,
la p r i m e r a academia judía de la Palestina. Los ju
dios de diversos lugares, acudían á las fiestas, como
en otros tiempos iban á J e r u s a l e m , y lo mismo q u e
otras veces se a p r o v e c h a b a el viaje á la ciudad
santa p a r a p e d i r la opinión del s a n h e d r í n y de las
escuelas sobre los casos dudosos, la estancia en
Yabné servía p a r a someter cuestiones difícies al
bet-dín. Este t r i b u n a l i m p r o p i a m e n t e titulado con
el n o m b r e del a n t i g u o sanhedrín tenía u n a a u t o r i d a d
•52 ERNESTO RENÁN

incontestable; ios doctores de toda la J u d e a se r e


unían a l g u n a s veces y d a b a n entonces al bet-dín el
carácter de u n a justicia superior. Se conservó m u -
cho tiempo el r e c u e r d o del vergel d o n d e se d a b a n
las audiencias de este t r i b u n a l y del p a l o m a r á
cuya s o m b r a se s e n t a b a el presidente.
Yabné parecía de este m o d o u n a J e r u s a l e m r e -
sucitada. P a r a los privilegios y también p a r a las
obligaciones religiosas se asimila p o r completo á
J e r u s a l e m ; su sinagoga fué considerada como legí-
tima h e r e d e r a de la de J e r u s a l e m , como el centro
de la n u e v a a u t o r i d a d religiosa. Los r o m a n o s mis-
mos se p r e s t a r o n á esta interpretación y concedie-
r o n al nosi-ab bet din de Y a b n é u n a a u t o r i d a d ofi-
cial. Este fué el comienzo del p a t r i a r c a d o judío,
q u e se desarrolló más t a r d e convirtiéndose eu una
institución análoga á lo q u e son en n u e s t r o s días
los p a t r i a r c a d o s cristianos del imperio o t o m a n o .
Estas m a g i s t r a t u r a s á la vez religiosas y civiles,
conferidas p o r el p o d e r político, h a n sido siempre
en Oriente el medio empleado p o r los g r a n d e s im-
perios p a r a desentenderse de la responsabilidad de
sus atropellos. Esta existencia de un estatuto p e r -
sonal, n o tenía n a d a de i n q u i e t a n t e para los R o -
m a n o s , sobre todo en u n a c i u d a d en p a r t e idólatra
y r o m a n a , d o n d e los judíos estaban contenidos p o r
las fuerzas militares y p o r la antipatía del resto d e
la población. Las conversaciones religiosas e n t r e
judíos y no judíos parecen h a b e r sido frecuentes e n
Yabné.
LOS EVANGELIOS 48

La tradición nos muestra á J o h a n a n ben Yakai


sosteniendo frecuentes controversias con los i n -
fieles, dándoles explicaciones sobre la Biblia y
sobre las fiestas judías. Sus respuestas son con fre-
cuencia evasivas, y algunas veces, á solas, con sus
discípulos, se permite sonreír de las soluciones sa-
tisfactorias q u e ha d a d o á las objeciones de los pa -
ganos.
Lidda t u v o escuelas q u e rivalizaron en celebri-
d a d con las de Yabné, ó más bien q u e t u v i e r o n u n a
especie de independencia. Las dos ciudades esta-
b a n separadas cerca de c u a t r o leguas; c u a n d o s e
era excomulgado en Y a b n é se volvía á L y d d a . T o -
das las ciudades danitas ó fi isteas, de la costa cir-
c u n d a n t e , B e r o u r Hail, Bakiin, Gibthon, Ginso,
Bene Benak, situadas al s u r de Antipatris, y q u e
hasta entonces apenas e r a n consideradas d e la
tierra santa, sirvieron igualmente de asilo á los
doctores célebres. P o r último el Darom, ó p a r t e
meridional de la J u d e a , situada e n t r e el E l e u t h e r ó -
polis y el m a r Muerto, recibió á m u c h o s judíos fu-
gitivos. E r a u n país rico, alejado de los caminos
q u e frecuentaban los Romanos y casi al límite d e
sus dominios.
Se ve q u e la corriente impulsara del r a b i n í s m o
hacia Galilea n o se deja sentir todavía. H a y excep-
ciones: R a b b i Eliezer ben J a c o b , el r e d a c t o r d e u n o
de los p r i m e r o s Mischna parece h a b e r sido de Gali-
lea. Hacia el a ñ o 100, se nota ya q u e los doctores
mischnicos se a p r o x i m a n á Cesárea y á la Galilea.
44 EBNE8T0 BESAN

N o es por tanto, hasta después de la guerra de


Adriano cuando Tiberiade y la Galilea alta llegan
á ser por excelencia el país del Talmud.
CAPÍTULO II

Bóther.—El libro de Judith.—El canon tecIÉ»,!<A:

Desde los p r i m e r o s años q u e siguieron á la


g u e r r a , se forma, á lo q u e parece, cerca de J e r u -
salem, u n centro de población q u e debía, cincuenta
ó sesenta años más t a r d e , j u g a r u n papel impor-
tante. A dos leguas y c u a r t o de Jerusalem, en la
dirección Oeste Sud Oeste, se e n c o n t r a b a una al-
dea, conocida hasta entonces con ól obscuro n o m -
b r e de Béther. Parece que algunos años antes del
sitio, g r a n n ú m e r o de b u r g u e s e s ricos y pacíficos
de J e r u s a l e m , p r e v i e n d o la tempestad q u e iba á
estallar sobre la capital, h a b í a n c o m p r a d o t e r r e n o s
p a r a refugiarse. Béther estaba situada en u n valle
fértil, fuera de los caminos i m p o r t a n t e s q u e u n í a n
J e r u s a l e m al Norte y al m a r . Una acrópolis d o m i -
n a b a la población, edificada cerca de u n a bella
fuente y f o r m a n d o una especie de fortificación
n a t u r a l ; una llanura inferior servía de asiento á la
ciudad baja. Después de la catástrofe del a ñ o 70,
u n a masa considerable de fugitivos e n t r a r o n en la
ciudad. Se establecieron sinagogas, u n s a n h e d r i n
40 KBNESTO BBNÁN

y escuelas. Bóther llegó á ser bien p r o n t o u n a


c i u d a d santa, una espacie de equivalente de Sión.
La colina escarpada se c u b r e de cflsas q u e se apo
y a n en a n t i g u o s trabajos de la roca y en la dispo
sición n a t u r a l de la colina, formando u n a especie
d e ciudadela completada con las hileras de gruesos
peñascos. La situación r e t i r a d a de Béfcher permite
a d m i t i r que los r o m a n o s n o se h a b í a n p r e o c u p a d o
de estos trabajos; tal vez u n a p a r t e de eíla sea a n -
terior ai sitio de Tito. A p o y a d a por las g r a n d e s
c o m u n i d a d e s de L y d d a y d e Y a b n é , Bóther se
convierte en u n a g r a n ciudad, especie de campo
a t r i n c h e r a d o del fanatismo en J u d e a . Vemos al
judaismo l i b r a r oon la potencia r o m a n a u n último
_émútil combate.
E n Béther parece h a b e r sido compuesto u n li-
b r o singular, espejo perfecto de la conciencia de
Israel en esta época, d o n d e se e n c u e n t r a el p o d e r
e v o c a d o r de los defectos pasados y el presenti-
m i e n t o a r d i e n t e de las revoluciones futuras; quiero
h a b l a r del libro de J u d i t h . El fogoso patriota q u e
c o m p u s o este ayado en h e b r e o h a calcado, según
uso de los a y a d o s judíos, u n a historia bien conoci-
da, la d e Débora s a l v a n d o á Israel de sus enemigos
al m a t a r á u n caudillo. H a y en cada línea alusiones
t r a n s p a r e n t e s . El a n t i g u o e n e m i g o del p u e b l o de
Dios, Nabuoodonosor (tipo perfecto del imperio
r o m a n o , el cual, según los judíos, no era más q u e
u n a o b r a d e p r o p a g a n d a idólatra), q u i e r e sujetar
el m u n d o á sus dominios y hacerse a d o r a r , e x c l u -
LOS EVANGELIOS •17

y e n d o á todos los dioses. Encarga la empresa á su


g e n e r a l Holofernes. Todos le acatan, excepto el
pueblo judío. Israel n o es un pueblo militar, pero
as m o n t u o s o , difícil de a t r a v e s a r . Mientras o b s e r v e
ia Ley es invencible.
Un p a g a n o sensato q u e conoce á Israel, Aehior
( h e r m a n o de la luz), trata de detener á Holofernes.
Lo esencial, según él, es saber si Israel falta á la
Ley; en ese caso, es fácil de vencer; si n o , es p r e -
ciso evitar el a t a q u e . Todo inútil; Holofernes m a r -
cha sobre J e r u s a l e m . La llave de Jerusalem es u n a
plaza situada en el Norte, del lado de Dothaim, á
la e n t r a d a de la región montañosa, al S u r de la
llanura de Esdnelon. Esta plaza.se llama Betheloah
(casa de Dios). El a u t o r la concibe e x a c t a m e n t e
sobre el modelo de Báther. Situada sobre una mon-
t a ñ a , al pie de la cual corre una fuente indispen
sable á la población, p o r q u e las cisternas de la
c i u d a d alta e r a n poco capaces. Holofernes sitia
Betheloah, que bien p r o n t o es reducida por la sed
a l último e x t r e m o . P e r o el carácter de la P r o vi
dencia divina es elegir p a r a realizar los más g r a n
des hechos á los seres más débiles. Una viuda, u n a
zelote, J u d i t h (la J u d e a ) , se l e v a n t a y o r a ; sale,
p r e s e n t á n d o s e á Holofernes como u n a devota rígi-
da q u e n o ha p o d i d o s o p o r t a r las faltas á la Ley,
d e q u e era testigo en la ciudad. Quiere indicar u n
m e d i o s e g u r o p a r a vencer á los judíos. Los sitiados
m u e r e n de h a m b r e y de sed, lo q u e les obliga á
faltar á los preceptos sobre los alimentos y á co -
48 EENESTO E E N Á N

raer las primicias r e s e r v a d a s á los sacerdotes. Se


había pedido la autorización al s a n h e d r i n de J e -
rusalem; pero en J e r u s a l e m también h a y relaja-
ción; se les p e r m i t e t o d o ; entonces será fácil v e n -
cerlos. «Y p o r q u e Dios está enojado con ellos h e
sido e n v i a d a p a r a a n u n c i a r t e estas mismas cosas*.
Después, á la h o r a en q u e Holofernes se creía ase-
g u r a d o de todas sus complacencias, ella le corta la
cabeza. E n esta expedición no h a faltado ni u n a
sola vez á la Ley. Eeza, h a c e sus abluciones á las
h o r a s m a r c a d a s , sólo come los manjares q u e h a
llevado consigo; a u n la noche misma q u e va á
prostituirse á Holofernes, b e b e de su p r o p i o vino.
J u d i t h vive después de esto sesenta y cinco años,
r e h u s a n d o los casamientos más ventajosos, dichosa
y h o n r a d a . D u r a n t e su vida y m u c h o tiempo des-
pués, nadie se a t r e v e á i n q u i e t a r al pueblo judío.
Achior es t a m b i é n r e c o m p e n s a d o p o r h a b e r cono-
cido bien á Israel. Se hace circunciso y llega á ser
p e r p e t u a m e n t e hijo de A b r a h a m .
El a u t o r , p o r su inclinación á i m a g i n a r las con-
versiones paganas, p o r su convencimiento de q u e
Dios a m a sobre t o d o á los débiles, q u e es p o r e x -
celencia el dios de los desesperados, se aproxima
á los sentimientos cristianos. P e r o p o r su apego
materialista á lcts prácticas de la Ley se manifiesta
el fariseo p u r o . Sueña p a r a los Israelitas u n a a u t o -
r i d a d de su sanhedrin y de su nasi. Su ideal es el de
Y a b n é . H a y un mecanismo de la vida h u m a n a q u e
Dios a m a ; la Ley es su regla absoluta; Israel fué
LOS EVANGELIOS 49

creado p a r a cumplirla. Es u n pueblo como no exis-


te o t r o , ©aa pueblo que los paganos o d i a n , p o r q u e
saben q u e es capaz de seducir al m u n d o entero, u n
p u e b l o invencible siempre q u e n o p e q u e . A los
escrúpulos del fariseo se u n e el fanatismo del Ze-
lote, el llamamiento á la matanza p a r a defender
la Ley, la apología de los más sangrientos ejem ^
píos de violencias religiosas. La imitación del libro
de Esther se descubre en toda la o b r a ; el a u t o r leyó
este libro n o como existe en el original h e b r e o , sino
con las interpolaciones q u e ofrece el texto g r i e g o .
La ejecución literaria es débil; los capítulos lle-
nos de v u l g a r i d a d e s ; lugares comunes de la agalla
judía, cánticos, oraciones etc., r e c u e r d a n á cada
m o m e n t o el tono del Evangelio, según San Lucas.
La teoría de las reivindicaciones mesiánieas está,
sin e m b a r g o , poco desarrollada; J u d i t es r e c o m -
pensada p o r su v i r t u d con una larga vida. El libro
debió ser leído con pasión en los círculos de Bether
y de Yabné; p e r o se concibe q u e Josefo n o le h a y a
conocido en Roma; se le oculta, sin d u d a , por estar
lleno de alusiones peligrosas. El éxito, en todo
caso, n o fué d u r a d e r o e n t r e los judíos; el original
h e b r e o se p e r d i ó bien p r o n t o , p e r o la t r a d u c c i ó n
griega conquistó u n l u g a r en el canon cristiano.
Ya veremos, hacia el a ñ o 95, esta t r a d u c c i ó n co-
nocida en R o m a . E n g e n e r a l , al día siguiente de
su publicación, las o b r a s apócrifas e r a n acogidas
y citadas; estas n o v e d a d e s tenían una b o g a efímera,
después caían en el olvido.

TOMO I 4
50 XBKESTO BBNÁN

La necesidad de u n canon r i g u r o s a m e n i e limi-


t a d o de los libros religiosos se hizo sentir cada vez
más. La Ihora, los profetas y los salmos e r a n la
base admititida por todos. Sólo Ezequiel suscitaba
a l g u n a s dificultades p o r los pasajes en q u e n o está
d e a c u e r d o con la Ihora. Se titubea para J o b cuyo
odio n o estaba de a c u e r d o con la piedad del tiem
p o . Los P r o v e r b i o s , el Eclesiastés y el C a n t a r de
los Cantares sufren u n asalto más violento. El c u a -
d r o libre trazado en el capítulo VII de los P r o v e r
bios, el carácter todo profano del Cantar, el escep
ticismo del 8clesiastós,parecen deber p r i v a r á estos
escritos del título de libros sagrados. La a d m i r a -
ción los salva, a f o r t u n a d a m e n t e . Se les admite, sí
se p u e d e expresar así, i n t e r p r e t á n d o l o s y corrí
giérulolos. Los últimas líneas del Eclesiastés p a r e
cían a t e n u a r las cruelezas escépticas del texto. Se
t r a t a de buscar en el C a n t a r p r o f u n d i d a d e s místi-
cas. Pseudo-Daniel h a b í a conquistado su sitio á
fuerza de audacia; no se p u e d e , sin e m b a r g o , for-
zar la línea ya i m p e n e t r a b l e de los antiguos p r o -
fetas y q u e d a b a en las últimas páginas del volu-
m e n s a g r a d o , j u n t o á Ester y las compilaciones
históricas más recientes. El hijo de Sirach no fra-
casa p o r h a b e r confesado con demasiada sinceri-
d a d su traducción m o d e r n a . Todo ello constituye
u n a p e q u e ñ a biblioteca s a g r a d a de veinticuatro
o b r a s , cuyo o r d e n fué desde entonces irrevocable-
m e n t e fijado. Muohas variaciones existían a ú n ; la
ausencia de p u n t o s - vocales deja cernerse sobre
LOS EVANGELIOS 51

n u m e r o s o s pasajes una s u a v e a m b i g ü e d a d q u e ios


diferentes partidos explotan en el sentido de sus
ideas. Varios siglos más t a r d e es c u a n d o la Biblia
hebraica forma u n v o l u m e n casi sin variaciones y
c u y a lectura era resuelta h a s t a en sus últimos de-
talles.
E n c u a n t o á los libros excluidos del canon se
p r o h i b e su lectura y a u n se intenta destruirlos.
Esto explica cómo los libros esencialmente judíos
q u e t e n í a n iguales derechos q u e Daniel y Ester, á
q u e d a r en la Biblia judía, no se h a n c o n s e r v a d o
más q u e p o r las traducciones griegas ó hechas
sobre el g r i e g o . Así los historiadores macabeos, el
libro de Tobías, los libros de Enoch, la Sabiduría
del hijo de Sirach, el libro de B a r u c h , el libro lla-
m a d o «tercero de Esdras» diversos a ñ a d i d o s q u e
se u n e n al libro de Daniel (los tres niños en el
h o r n o , Susana, Bel y el d r a g ó n ) Monases, la carta
de J e r e m í a s , el salterio de Salomón, la Asunción
de Moisés, toda u n a serie de escritos ayádicos y
apocalípticos, desdeñados p o r los judíos de la t r a -
dición talmística, h a n sido conservados p o r manos
cristianas. La c o m u n i d a d literaria q u e existe d u -
r a n t e más de cien años e n t r e los judíos y los cris-
tianos, hacía q u e todo libro judío i m p r e g n a d o de
u n espíritu piadoso, ó inspirado p o r las ideas m e -
siánicas, fuese aceptado en las iglesias. A p a r t i r
del siglo II, el p u e b l o judío, dedicado exclusiva-
m e n t e al estudio de la ley, y n o g u s t a n d o más q u e
d e la casuítica, olvida estos escritos. Varias iglesias
52 EBNFSTO EBNÁN

cristianas, al contrario, persistieron en concederle


g r a n estima, y los a d m i t e n más ó menos oficial-
m e n t e en sus cánones. Veremos, p o r ejemplo, el
Apocalipsis de E s d r a s , o b r a de u n judío e x a l t a d o ,
como el libro de J u d i t h , n o salvarse de la d e s t r u c -
cióu más que p o r el favor de q u e goza e n t r e los
discípulos de J e s ú s .
El judaismo y el^cristianismo vivían todavía
reunidos,como esos seFesIdobles soldados por u n a
p a r t e de su o r g a n i s m o , a u n q u e distintos en todo
lo restante. Uno de los seres transmitía al o t r o las
sensaciones; la voluntad. Un libro b r o t a d o de la&
pasiones judías más a r d i e n t e s , un libro Zelote en
el p r i m e r g r a d o , era en seguida acogido p o r el
cristianismo, se introducía, gracias á él, en el c a n o n
del Antiguo Testamento. Una fracción de la iglesia
cristiana, n o se p u e d e d u d a r , había sentido las
emociones del sitio, c o m p a r t i e n d o los dolores y la
cólera de los judíos á la destrucción del t e m p l o ,
g u a r d a n d o simpatía á los revolucionarios; el a u t o r
del Apocalipsis, q u e p r o b a b l e m e n t e vivía, t u v o de
seguro el duelo en el corazón, y calculaba los días
de la g r a n venganza de Israel. P e r o ya la concien-
cia cristiana había e n c o n t r a d o o t r o s derroteros; n o
era ú n i c a m e n t e la escuela de Pablo, era la familia
del maestro que a t r a v e s a b a la crisis más e x t r a o r -
dinaria, t r a n s f o r m a n d o , según las necesidades del
tiempo, los recuerdos mismos q u e había g u a r d a d o
de J e s ú s .
CAPÍTULO III

"Ebión,, más allá d e l Jordán

Hemos visto en el a ñ o 68 á la Iglesia cristiana


d e Jerusalem, conducida p o r los parientes de Jesús,
h u i r de la ciudad e n t r e g a d a al t e r r o r y . refugiarse
« n Pella, al o t r o lado del J o r d á n (1). Hemos visto
al a u t o r del Apocalipsis, algunos d e s p u é s , em
plear las más vibrantes y c o n m o v e d o r a s imágenes
p a r a e x p r e s a r la protección q u e Dios concedía á la
Iglesia fugitiva y el reposo q u e gozaba en su d e -
sierto (2). Es p r o b a b l e q u e esta residencia se p r o -
longase varios años después del sitio. La vuetta á
J e r u s a l e m era imposible y la antipatía e n t r e el
cristianismo y el fariseísmo era ya demasiado
fuerte p a r a q u e ios cristianos se uniesen con el
g r u e s o de la nación al lado de Yabnó y de L y d d a .
Los santos de Jerusalem q u e d a r o n pues, más allá
del J o r d á n . La esperanza en la catástrofe final|
había llegado á su período más a g u d o . Los t r e s '
a ñ o s y medio q u e el Apocalipsis fijaba como t é r -

(V Véase «El Antecrieto».


(2) Véase «El Antecriato».
54 ERNESTO R E N Á N

mino de sus predicciones concluían hacia el m e s


d e Julio del a ñ o 72.
La destrucción del templo había sido s e g u r a -
m e n t e u n a sorpresa p a r a los cristianos. No h a b í a n
creído en ello mas q u e los judíos. P o r algunos ins-
tantes, se h a b í a n figurado á Nerón el Antécristo
volviendo de e n t r e los P a r t h o s , m o r d i e n d o á Roma
con sus aliados, saqueándola; poniéndose después
á la cabeza del ejército de J u d e a , profanando J e -
rusalem y asesinando al pueblo de los justos r e u -
n i d o s sobre la colina d e Sión; p e r o nadie sospe-
c h a b a q u e el templo desaparecería. Un aconteci-
miento t a n prodigioso, u n a vez o c u r r i d o , debía
acabar excitando las pasiones. Las desgracias de
la nación fueron m i r a d a s como u n castigo del s u -
plicio de J e s ú s y de Santiago. Reflexionando se
llegó á deducir q u e Dios h a b í a sido en todo aquello^
de u n a g r a n b o n d a d p a r a sus elegidos. E r a en b e -
neficio de estos, p o r lo q u e h a b í a q u e r i d o a b r e v i a r
los días, q u e de p r o l o n g a r s e , hubiesen visto el ex-
terminio y la carnicería completa. La espantosa
t o r m e n t a sufrida, q u e d a en la memoria de los c r i s -
tianos de Oriente, y fué p a r a ellos lo q u e la p e r s e -
cución de Nerón h a b í a sido p a r a los cristianos d e
Roma, la grande angustia, p r e l u d i o cierto de los
días d e l Mesías.
Un cálculo, p o r o t r a p a r t e , parece h a b e r p r e -
o c u p a d o m u c h o hacia esta época, á los cristianos.
Se soñaba en este pasaje de u n salmo: «Si h o y
oyereis la voz de él, no queráis e n d u r e c e r vuestros
LOS EVANGELIOS 56

corazones como en Mesibah, como el día de Mas-


san en el desierto... Cuarenta años estuve disgus-
t a d o con aquella generación, y dije: Estos siempre
y e r r a n de corazón, y ellos n o conocieron mis ca-
minos; como juré en mi ira: No e n t r a r á n en mi
reposo». Se aplicaba á los judíos pertinaces lo q u e
se refería á la rebelión de los Israelitas en el desier-
to, y como cerca de c u a r e n t a años habían p a s a d o ,
después de la carta, pero brillante c a r r e r a pública
de J e s ú s , se creía oirle dirigir á los incrédulos este
llamamiento: «Hace c u a r e n t a años q u e os espero:
es el tiempo; estad vigilantes». Todas estas coinci-
dencias q u e hacían la fecha apocalíptica hacia el
a ñ o 73, los recuerdos recientes de la revolución y
del sitio, el acceso e x t r a ñ o de fiebre, de exaltación,
de l o c u r a , q u e se había a t r a v e s a d o y era el colmo
del p r o d i g i o , q u e , con signos tan evidentes, los
h o m b r e s tuviesen a ú n el triste valor de resistir á
la voz de Jesús q u e los llamaba, todo ello parecía
inaudito y no se explicaba más que p o r u n mila-
g r o . E r a evidente q u e se a p r o x i m a b a el m o m e n t o
en q u e J e s ú s aparecía cumpliéndose el misterio d e
los tiempos.
T a n t o se p r e o c u p a r o n con esta idea fija, q u e se
consideró la ciudad de Pella como u n asilo p r o v i -
sional d o n d e Dios mismo alimentaría á sus elegi-
dos, p r e s e r v á n d o l o s del odio de los malos, y n o
p e n s a n d o n i n g u n o en alejarse de u n l u g a r q u e se
creía h a b e r sido designado por una revelación del
cielo. P e r o c u a n d o se vio claramente, u n m o v i -
66 BEÍTESTO BENÁÜÍ

miento se inició e n la c o m u n i d a d ; g r a n n ú m e r o de
h e r m a n o s , c o m p r e n d i d o s los miembros de la fami-
lia de Jesús, a b a n d o n a r o n Pella p a r a establecerse
a l g u n a s leguas más allá de Batqnea, provincia q u e
tomó á Herodes Agripa II, c a y e n d o así cada vez
más en la soberanía directa de los r o m a n o s . Este
país era entonces m u y p r ó s p e r o ; se cubría de ciu
dades y m o n u m e n t o s ; la dominación de los H e r o -
des había sido benéfica, f u n d a n d o esta civilización
brillante q u e d u r a desde el p r i m e r siglo de n u e s t r a
era hasta elisflam. La población elegida con prefe-
rencia p o r los discípulos y parientes de J e s ú s , fué
Kokaba, vecina de A s t a r o t h Oarnaim (1) un poco
más allá de A d r a a (2) y m u y p r ó x i m a á los confi-
nes de los Nabateanos. Kokaba, distante trece ó
catorce leguas de Pella, h a c e p r e s u m i r q u e las
iglesias de las dos localidades q u e d a r o n mucho
-tiempo en relaciones estrechas. Sin d u d a , n u m e r o -
sos cristianos, desde los tiempos de Vespasiano y
de Tito, h a b í a n e n t r a d o en la Galilea y la Samaría;
sin e m b a r g o , hasta después de A d r i a n o , la Galilea
n o llega á ser el p u n t o de r e u n i ó n del pueblo judío
y d o n d e se e n c u e n t r a la a c t i v i d a d intelectual de la
nación.
El n o m b r e q u e se d a b a n á sí mismos estos pia-
dosos g u a r d i a n e s de la tradición de Jesús, era el
deebionim 6 «pobres». Fieles al espíritu de aquél

(1) Hoy Tdl Aschtéreh.


(2) Hoy ~De.ro.at.
L08 JiVANGIXIOS 57

q u e h a b í a dicho: «¡Bienaventurados los ebionim!»


y q u e había concedido en d e r e c h o á los d e s h e r e -
d a d o s de este m u n d o el reino del cielo y la p r o p i e -
d a d del Evangelio, se enorgullecían de su mendi
cídad y c o n t i n u a b a n , como en la p r i m i t i v a iglesia
de J e r u s a l e m , viviendo de limosna. San P a b l o es
taba siempre p r e o c u p a d o de los p o b r e s de J e r u s a •
lem, y Santiago toma el n o m b r e de pobre p o r un
título de nobleza. Una m u l t i t u d de pasajes del
A n t i g u o Testamento, d o n d e la p a l a b r a ébion es
empleada p a r a designar al h o m b r e piadoso y p o r
extensión el conjunto de la piedad israelita, la
r e u n i ó n de los santos de Israel, caritativos, dulces,
humildes, menospreciados del m u n d o , p e r o a m a -
dos de Dios, e r a n citados por la secta. La p a l a b r a
pobre expresaba u n lazo de t e r n u r a , como c u a n d o
nosotros decimos: «¡Pobre mío!» Ese «pobre de
Dios» del cual los profetas y ios salmistas h a b í a n
n a r r a d o las miserias, las humillaciones, y a n u n
ciado las grandezas futuras, se convierte en la de-
signación simbólica de la pequeña iglesia t r a n s
\f o r d a n i a n a de Pella y de Kokaba, c o n t i n u a d o r a
de la de J e r u s a l e m . Del mismo m o d o q u e en ía
antigua lengua hebraica la p a l a b r a ébion había r e -
cibido u n a significación metafísica p a r a designar
la p a r t e piadosa del pueblo de Dios, así la santa
p e q u e ñ a congregación de Batonea, se considera
como el v e r d a d e r o Israel «el Israel de Dios», here-
d e r o del reino celeste, llamándose el p o b r e , el que-
frecuencia empleado
58 SENBSTO BBNÁN

en sentido colectivo, así como Israel y otras p e r s o -


nificaciones. En las p a r t e s alejadas ' d e la iglesia,
p a r a las cuales los b u e n o s padrej^de la iglesia fue-
r o n bien p r o n t o extranjeros, Jm&mí' llega á ser u n
personaje, p r e t e n d i d o f u n d a d o r de la secta de los
ebionitas.
El n o m b r e con el cual los sectarios eran desig-
n a d o s en otras poblaciones d e Batanea, era el de
«Nazarenos» ó «Nazorenos» (1). Se sabía q u e Jesiis,
sus p a d r e s y sus p r i m e r o s discípulos eran de Naza-
r e t h ó de las cercanías; se les designaba p o r su
l u g a r de origen. Supónese, n o sin razón tal vez,
q u e el n o m b r e de nazarenos se aplicó sobre t o d o
á los cristianos de Galilea refugiados en Bata-
n e a , m i e n t r a s q u e el n o m b r e de ebionim conti-
n ú a siendo e l título q u e se d a b a n los santos m e n -
digos de J e r u s a l e m . A u n q u e así sea, nazareno q u e -
da siempre en Oriente como la p a l a b r a genérica
p a r a designar á los cristianos; Mahoma no conoció
otra, y los m u s u l m a n e s l a emplean a ú n en n ú e s
tros días. Por u n e x t r a ñ o contraste, el n o m b r e de
«nazarenos» á p a r t i r de cierta época (2) p r e s e n t a ,
como el de «ebionitas» u n sentido enojoso al espí-
r i t u de los cristianos griegos ó latinos. Había su-
cedido en el cristianismo lo q u e o c u r r e en casi t o -
dos los g r a n d e s movimientos; los fundadores de la
religión n u e v a , á los ojos de las multitudes e x t r a n

(1) Véase los « i postóles i.


(2) No se observa antes de San Epifanio.
LOS BVANGULIOS _ 6&

jeras q u e le estaban afiliadas,,no eran más q u e r e -


t r ó g r a d o s , heréticos; los q u e h a b í a n sido el núcleo-
de la secta se e n c o n t r a b a n solos, como desterrados.
El n o m b r e de ébion con el cual se h a b í a n distingui-
do, y q u e t u v o p a r a ellos el sentido más elevado,
llegó á ser una injuria y fué lejos de Siria sinónimo
de sectario peligroso; nacieron agudezas m o r d a c e s
i n t e r p r e t á n d o s e irónicamente en el sentido de «po-
b r e de espíritu». La antigua denominación de «na-
zarenos», á p a r t i r del siglo IV designa, a u n p a r a la
Iglesia Católica o r t o d o x a los heréticos apenas cris-
tianos.
Esta singular malignidad se explica conside-
r a n d o q u e los ebionitas y los nazarenos p e r m a n e -
cían fieles al espíritu p r i m i t i v o de la Iglesia de
J e r u s a l e m y de los h e r m a n o s de Jesús, según los
cuales Jesús n o era más q u e u n profeta elegido p o r
Dios p a r a salvar á Israel, mientras q u e en las Igle-
sias f u n d a d a s por Pablo, Jesús se iba con v i r t i e n d o
en u n a encarnación de Dios. Según los cristianos
helénicos, el cristianismo sustituye á la religión de
Moisés como u n culto superior á u n culto infe-
rior.
A los ojos de los cristianos de Batanea esto era
u n a blasfemia. No s ó o no se consideraba abolida la
!

Ley sino q u e la cumplían con doble favor. E r a m i -


r a d a la circuncisión como obligatoria, celebraban
el s á b a d o al mismo tiempo que el domingo, p r a c t i -
caban las abluciones y todos los ritos judíos. E s -
t u d i a b a n el h e b r e o con atención y leían la Biblia
60. EBNESTO BENÁN

en h e b r e o . Su canon era el canon judío; tal vez y a


comenzaban á hacer supresiones a r b i t r a r i a s .
Su admiración p o r J e s ú s era ilimitada; ellos le
calificaban de profeta v e r d a d e r o p o r excelencia,
d e Mesías, de hijo de Dios, de elegido de Dios,
creían en su resurrección, p e r o sin salir p o r esto
d e la idea judía según la cual u n hombre Dios es
u n a m o n s t r u o s i d a d . J e s ú s . e n su pensamiento,era
sencillamente u n h o m b r e , hijo de José, nacido en
las condiciones o r d i n a r i a s de la h u m a n i d a d , sin
m i l a g r o . Es ya t a r d e c u a n d o explicaron su naci-
m i e n t o p o r u n a operación del Espíritu Santo. Al-
g u n o s admitían q u e el día en qu^ | u é a d o p t a d o p o r
Dios, el espíritu divino "donde"estaba el Cristo ba-
b í a ^ d e s e e a ^ a ^ e & ;& bajo^forma visible de una
paloma,si bien Jesús n o fué hijo de Dios y u n g i d o
del Espíritu Santo h a s t a después del bautismo.
O t r o s se a p r o x i m a b a n más a ú n á las concepciones
b u d h i s t a s p e n s a n d o q u e h a b í a llegado á la digni-
d a d de Mesías y de hijo de Dios p o r su perfección,
p o r progresos sucesivos, p o r su unión con Dios, y
sobre todo haciendo s u p r e m o esfuerzo de o b s e r v a r
t o d a la Ley. E s c u c h á n d o l e ! - J e s ú s , s ó l o , había r e -
suelto este problema difícil. C u a n d o se les acosaba
reconocían q u e cualquier o t r o h o m b r e q u e p u d i e r a
h a c e r t a n t o o b t e n d r í a el mismo h o n o r . E n conse
cuencia se esforzaban en sus relatos sobre la vida
de Jesús, l e ; m o s t r a r l e cumpliendo la Ley por
completo; ellos le atribuían,injustamente ó con r a -
zón, estas palabras: «Yo no he venido á abolir la
LOS BVANYEL10S 61

Ley sino á cumplirla». Algunos,, en fin, c o n d u c i d o s


hasta las ideas gnoticas y cabalísticas le considera
b a n como u n g r a n arcángel, el p r i m e r o de los d e
su o r d e n , criatura á quien Dios había d a d o p o d e r
sobre todas las cosas creadas, encargándole espe-
cialmente de abolir los sacrificios.
Sus iglesias se llamaban «sinagogas»-sus sacer-
dotes «archisinagogos». P r o h i b í a n el uso de la
carne y practicaban todos las abstinencias de los
hasidius, abstinencias q u e hicieran como es sabido,
la m a y o r p a r t e de la s a n t i d a d d e Santiago, h e r m a n o
del Señor. Este Santiago era p a r a ellos la perfec-
ción de la s a n t i d a d . P e d r o también conseguía
todos sus respetos. Bajo el n o m b r e de estos d o s
- apóstoles colocaban sus relaciones apócrifas. P o r
el contrario, n o había maldición q u e dejaran d e
p r o n u n c i a r contra P a b l o . Le llamaban «El h o m b r e
de Tarse», «el apóstata»; contaban de él las his-
torias más ridiculas; le n e g a b a n el título de judío
y p r e t e n d í a n q u e , sea por p a r t e de su p a d r e , sea
p o r p a r t e de su m a d r e , no había tenido p o r ascen-
dientes m a s que paganos. Un judío v e r d a d e r o h a -
b l a n d o d e la derogación de la Ley les parecía un
imposible absoluto.
Veremos bien p r o n t o u n a literatura b r o t a n d o
de este o r d e n de ideas y de pasiones. Los buenos
sectarios de k o k a b a volvían obstinadamente la e s -
palda al occidente, al porvenir. Sus miradas e s t a -
b a n siempre dirigidas hacia Jerusalem, de d o n d e
esperaban sin duda la milagrosa restauración. Le
62 ERNESTO BENÁÍT

llamaban «la casa de Dios», y, como se volvían á


^Ua en la oración, se debía c¡reer, q u e le h a b í a n
c o n s a g r a d o u n a especie de f ^ a i f i e l ^ . Una vista
p e n e t r a n t e , h u b i e r a podido o b s e r v a r desde enton-
ces que estaban en camino de convertirse en h e r é -
ticos, y q u e u n día serían t r a t a d o s como profanos
en la misma casa q u e .ellos h a b í a n fundado.
Una diferencia total s e p a r a b a , en efecto, el
cristianismo de los nazarenos, de los ebionim, de
los parientes de J e s ú s , de a q u e l q u e triunfa más
t a r d e . P a r a los c o n t i n u a d o r e s inmediatos de Jesús
n o se t r a t a b a de reemplazar el judaismo, sino de
coronarlo con el a d v e n i m i e n t o del Mesías. La igle-
sia cristiana era p a r a ellos u n a r e u n i ó n de hasidim,
de v e r d a d e r o s Israelitas, a d m i t i e n d o un hecho
q u e , p a r a u n judío no sadueeo, debía parecer p o -
sible; y es q u e J e s ú s , m u e r t o y resucitado, era el
Mesías, q u e en b r e v e plazo debía venir á t o m a r
posesión Heí t r o n o de David, cumpliendo los vati
cinios de íos profetas. Si se les hubiese dicho q u e
e r a n desertores del judaismo h a b r í a n gritado p r o -
t e s t a n d o q u e e r a n los v e r d a d e r o s judíos, los h e r e -
deros de las p r o m e s a s . R e n u n c i a r á la ley mosaica,
hubiese constituido, según su m a n e r a de ser, u n a
apostasía; p e n s a b a n más en libertarse q u e en sal-
v a r á los demás. Lo q u e ellos creían i n a u g u r a r
era el triunfo completo del judaismo y no u n a r e -
ligión n u e v a , a n u l a n d o la q u e había sido p r o m u l -
g a d a sobre el Sinaí.
El regreso á la ciudad santa les estaba p r o h i b í -
LOS EVANGELIOS 63

bido; pero como creían q u e los obstáculos n o ha -


bían de d u r a r siempre, los miembros i m p o r t a n t e s
de la Iglesia refugiada c o n t i n u a b a n formando un
solo cuerpo y seguían llamándose la Igiesia de
Jerusalem (1). Desde la époea de la estancia en
Pella se da un sucesor á Santiago, h e r m a n o del
Señor, y n a t u r a l m e n t e se elige este sucesor en la
familia del maestro. Nada más obscuro q u e todo
c u a n t o se refiere á este papel de los h e r m a n o s y de
los primos de Jesús en la Iglesia judeo cristiana de
Siria (2).
Ciertos indicios hacían creer o^ue J u d á , h e r
mano del Señor y de Santiago' fue algún tiem-
po jefe de la Iglesia de J e r u s a l e m . No es fácil de
cir c u a n d o ni en qué circunstancias. Al que todas
las tradiciones designan como sucesor ni mediato
de Santiago e n la ciudad de J e r u s a l e m , es á Simeón,
hijo de Clopas. Todos los h e r m a n o s de Jesús, ha-
cia el año 75,probablemente h a b í a n m u e r t o . P o r
motivos q u e nosotros ignoramos, n o fué de e n t r e
la descendencia de los h e r m a n o s de Jesús de d o n d e
se sacó el jefe de la Iglesia. Se sigue el principio de
la herencia oriental. Simeón, hijo de Ciopas, era,
sin d u d a , el último, de los p r i m o s h e r m a n o s de
Jesús, q u e a ú n vivía. P u d o h a b e r visto y oído á

(1) Así, en nuestros días el patriarca de los maronitae, en el


Líbano, sigue llamándose «patriarca de Antioquía», aunque los
maronitas hayan abandonado Antioquía hace siglos.
(2) Véase el apéndice al fin de este libro.
64 EBNE9T0 BENÁN

J e s ú s en su infancia (1). A u n q u e lo fuese al o t r o


l a d o del J o r d á n , Simeón es considerado como jefe
de la Iglesia de J e r u s a l e m , y como el h e r e d e r o de
los poderes singulares q u e este título había confe-
r i d o á Santiago, h e r m a n o del Señor.
Las más g r a n d e s i n c e r t i d u m b r e s r e i n a n sobre
el regreso de la Iglesia d e s t e r r a d a (ó más bien de
u n a p a r t e de esta Iglesia) á la ciudad, á la vez
culpable y santa, q u e había crucificado á J e s ú s y
debía, sin e m b a r g o , ser el asiento de su gloria fu-
tura.
El hecho del regreso no es dudoso p e r o la é p o -
ca en q u e se efectuó es desconocida. E n r i g o r se
p o d r í a calcular la fecha hasta el m o m e n t o q u e
A d r i a n o decide la reconstrucción de la ciudad, es
decir, hasta el año 122. Es más p r o b a b l e q u e la
vuelta de los cristianos tuviese l u g a r poco tiempo
después de la completa pacificación de la J u d e a .
Los r o m a n o s suavizaron, sin d u d a , su s e v e r i d a d
con gentes tan pacíficas como los discípulos de
Jesús. Algunos centenares de santos podían h a b i -
t a r sobre el monte Sión, en las casas q u e la des-
trucción había respetado, sin q u e p o r eso la ciudad
dejase de ser considerada como u n campo d e r u i -
nas y desolación. La legión 1 0 . Fretensis, debió
a

formar alrededor de las r u i n a s cierto g r u p o de po-

(1) Eusebio lo afirma y la edad de 120 años que Hegsippo


concede á Simeón en el momento de su muerte hace la cosa,
muy sencilla, si esta longevidad fuese admitida.
LOS BVAÍÍGBLIOS 65

blación. El m o n t e era u n l u g a r a p a r t e en el aspec-


to general de la ciudad. El Cenáculo de los a p ó s -
toles, otras varias construcciones y en general
siete sinanogas, q u e d a r o n como r u i n a s aisladas,
y puesto q u e una de ellas llega hasta el tiempo de
Constantino, es de s u p o n e r q u e las otras h a b í a n
q u e d a d o intactas r e c o r d a n d o este versículo de
Isaías: «La hija de Sión está a b a n d o n a d a como u n a
cabana en u n a viña.» Es aquí d o n d e se p u e d e creer
que se fijó la p e q u e ñ a colonia cristiana c o n t i n u a -
d o r a d e la Iglesia de Jerusalem. P u e d e también
suponerse, si es preciso, que residió en u n a de esas
aldeas de judíos, vecinas de Jerusalem, tales como
Bether, que se identifica idealmente con la c i u d a d
Santa. En todo caso esta Iglesia del monte Sión
fué, hasta el tiempo de Adriano, poco n u m e r o s a .
El título de jefe de la Iglesia de Jerusalem parece
no h a b e r sido más q u e una especie de pontificado
honorífico, u n a presidencia de h o n o r , q u e no e n -
volvía v e r d a d e r o cargo de almas. Los parientes de
Jesús, en su m a y o r p a r t e habían q u e d a d o más allá
del J o r d á n .
El h o n o r de poseer en su seno personajes t a n
significados inspira á las iglesias d e la Batanea u n
orgullo e x t r a o r d i n a r i o . Es p r o b a b l e q u e en el m o -
mento de la p a r t i d a de la iglesia de Jerusalem p a r a
Pella, a l g u n o s de los «doce», es decir, de los após-
toles elegidos p o r Jesús, Mateo, p o r ejemplo, vivía
a ú n y tomó p a r t e en la emigración. Alguno de los
apóstoles p u d o ser más joven q u e Jesús, y p o r c o n -

TOMO I 5
66 E E N ESTO KESÁbT

secuencia, n o tener m u c h a e d a d en la época q u e


a t r a v e s a m o s . Los datos q u e n o s q u e d a n s o b r e los
apóstoles sedentarios, sobre los q u e permanecieron
e n J u d e a sin imitar el ejemplo de P e d r o y de J u a n ,
son t a n incompletos que n o se puede afirmar. «Los
siete», es decir, los diáconos elegidos en la p r i m e r a
iglesia de J e r u s a l e m estaban también muertos ó
dispersos. Los parientes de Jesús h e r e d a r o n toda
la importancia que h a b í a n tenido los elegidos del
fundador, los del p r i m e r cenáculo. Del a ñ o 70 á
las p r o x i m i d a d e s del 110, ellos g o b i e r n a n real-
m e n t e las iglesias transjordánicas y forman u n a
especie de senado cristiano. La familia d e Olopas,
sobre todo, gozaba en los círculos piadosos de u n a
a u t o r i d a d u m v e r s a l m e n t e reconocida.
Estos parientes de Jesús eran personas p i a d o -
sas, tranquilas, dulces, modestas, dedicadas á t r a -
bajos manuales, fieles á los más severos principios
de J e s ú s sobre la pobreza, p e r o al mismo tiempo
judíos m u y fervientes, colocando el título de hijo
d e Israel, antes q u e cualquier otra gracia. Desde
hacía tiempo, sin d u d a viviendo Jesús,_se debió
s u p o n e r q u e J e s ú s descendía de David (1), puesto
q u e estaba profetizado q u e el Mesías sería de la
razajde David. La concesión de tal descendencia
p a r a Jesús se elaboraba p o r su familia. Estas b u e -
n a s gentes eran m u y suspicaces y u n poco v a n i d o

(1) El año 58 estaba aegarameate formada la leyenda.-Véase


la Vida de Jesús.
LOS EVANGELIOS 67

s a s . Las vemos sin cesar o c u p a d a s en formar g e -


nealogías q u e hacen verosímil el p e q u e ñ o fraude
d e l cual tenía necesidad la leyenda cristiana.
C u a n d o e n c u e n t r a n demasiados obstáculos se r e -
fugian detrás de las persecuciones de H e r o d e s , de
quien a s e g u r a n q u e había destruido los libros ge
nealógicos. Ningún sistema resuelve á satisfacción
este a s u n t o . Tan p r o n t o se sostiene q u e el trabajo
había sido hecho de memoria, como se dice que se
t u v o p a r a formarlo las copias de antiguas crónicas.
Se confiesa q u e fué hecho «lo mejor q u e se h a b í a
podido.» Dos de estas genealogías h a n llegado
hasta nosotros, una en el Evangelio llamado d e
San Mateo, la otra en el de San Lucas; parece q u e
n i n g u n a de ellas satisfizo á los ébionim, puesto q u e
su Evangelio no lefe contiene y echa siempre c o n t r a
ellos u n a fuerte protesta en las iglesias de Siná.
Este movimiento,, a u n siendo políticamente in-
ofensivo, excita las sospechas. Parece q u e la a u t o -
r i d a d r o m a n a vigiló más de una vez á los descen-
dientes v e r d a d e r o s ó p r e t e n d i d o s de David. Ves-
pasiano había oído h a b l a r de las esperanzas q u e
los judíos fundaban en u n r e p r e s e n t a n t e misterioso
de su antigua estirpe real. Temieron q u e h u b i e s e
a q u í u n p r e t e x t o p a r a n u e v a s rebeliones y m a n d a
r o n buscar á todos los q u e parecían pertenecer á
esta línea. Esto dio l u g a r á muchas vejaciones q u e
tal vez sufrirían los jefes-de las iglesias de J e r u s a -
lem refugiados en Batanea. Veremos estas p r e c a u -
ciones repetidas con m a y o r vigor bajo Domiciano.
«8 EBNESTO RENÁN

El inmenso peligro q u e e n c e r r a b a n para el


cristiane naciente- estas preocupaciones de g e -
nealogías y descendencia real, n o tiene necesidad
de ser d e m o s t r a d o . Una especie de nobleza del
cristianismo estaba en vías de formación. J E n el
o r d e n político, la nobleza es casi necesaria al E s -
tado, la política se asimila á las luchas groseras,
q u e la convierten en algo más material q u e ideal.
Un Estado sólo es fuerte c u a n d o u n cierto número-
de familias, p o r privilegio tradicional, tiene el d e -
b e r y el interés de seguir sus asuntos, de r e p r e s e n -
tarlos y defenderlos. P e r o , en el o r d e n del ideal,
el nacimiento no es n a d a ; cada u n o vale en p r o -
porción á la v e r d a d q u e d e s c u b r e , del bien q u e
realiza. Las instituciones q u e tienen u n fin reli-
gioso, literario, m o r a l , están p e r d i d a s c u a n d o las
consideraciones de familia, de casta, de h e r e n c i a ,
llegan á prevalecer.) Los sobrinos y los primos de
J e s ú s h a b í a n causado la p é r d i d a del cristianismo,
si ya las Iglesias de Pablo n o t u v i e r a n b a s t a n t e
fuerza' p a r a hacer contrapeso á esta aristocracia,
cuya tendencia hubiese sido proclamársela ú n i c a
respetable y t r a t a r á todos los conversos como
i n t r u s o s . Se p r o d u j e r o n pretensiones análogas á las
de los Alidas en el islam. El islamismo hubiese, sin
d u d a , perecido,con los obstáculos creados p o r la
familia del Profeta, sin el resultado de las l u c h a s
del siglo I de la hégira a r r o j a n d o á s e g u n d o tér -
m i n o á cuantos estuvieran demasiado cerca de la
p e r s o n a del fundador. Los legítimos herederos de-
LOS EVANGELIOS 69

u n g r a n h o m b r e son aquellos q u e c o n t i n ú a n su
•obra y no sus parientes sanguíneos. C o n s i d e r a n d o
la tradición de Jesús, como su p r o p i e d a d , la p e -
q u e ñ a asociación de los. nazarenos la hubiese s e -
g u r a m e n t e a h o g a d o . P o r fortuna este círculo es-
trecho desapareció en el m o m e n t o o p o r t u n o ; los
parientes de Jesús fueron p r o n t o olvidados en el
fondo del H a u r a n . P e r d i e r o n toda su importancia
y dejaron á J e s ú s , á su v e r d a d e r a familia, á la
única q u e él hubiese reconocido, á los que «escu-
c h a n la palabra de Dios y la g u a r d a n . » Muchos
pasajes de los Evangelios d o n d e la familia de Jesíís
es p r e s e n t a d a bajo u n aspecto desfavorable p u e -
d e n p r o v e n i r de la a n t i p a t í a que las pretensiones
nobiliarias de los desposyni no dejaran de p r o v o c a r
á su alrededor.
CAPÍTULO IV

Relaciones entre los judíos y los cristianos

Las relaciones de las iglesias hebraicas de B a t a -


nea y de Galilea con los judíos debieron ser fre-
cuentes. A los judeo-cristianos se refiere u n a e x -
presión m u y usada en las tradiciones talmúdicas d e
la minim, correspondiente á «heréticos». Las minim
son r e p r e s e n t a d a s como especies de t a u m a t u r g o s y
de médicos espirituales, c u r a n d o las enfermedades
p o r la potencia del n o m b r e de Jesús y p o r aplica-
ciones del óleo santo. Se r e c o r d a b a q u e era este
u n o de los preceptos de Santiago. Estas especies d e
oraciones, así como los exorcismos, constituían el
g r a n medio de conversión empleado p o r los discí-
p u l o s de J e s ú s , s o b r e t o d o c u a n d o se t r a t a b a de
los judíos. Los judíos se a p r o p i a r o n estas recetas
maravillosas, y hasta el siglo IU se e n c u e n t r a n m é -
dicos judíos c u r a n d o con el n o m b r e de J e s ú s . A
nadie causaba extrañeza. La creencia en los mila-
g r o s diarios era tal, q u e el T a l m u d prescribe la
oración q u e cada u n o debe p r o n u n c i a r c u a n d o le
llega la h o r a de los «milagros particulares». La
m e j o r p r u e b a de q u e J e s ú s creía realizar los p r o -
LOS EVANGELIOS 71

digios, es q u e los individuos de su familia y sus


discípulos auténticos, tuvieron de alguna suerte la
especialidad de hacerlos. Es cierto qué sería preci-
so deducir, siguiendo el mismo razonamiento, q u e
Jesús fué u n judío de miras poco amplias, lo cuál
contradice á su carácter.
• El judaismo, p o r otra p a r t e , encerraba en su
seno dos direcciones, q u e le colocan respecto del
cristianismo en relaciones opuestas. La ley y los U-kJHj
profetas e r a n siempre los dos polos opuestos d e l ^ ^ A v i Y l

pueblo judío. La ley provocaba esta escolástica v a -


liente q u e se llama halaka, y de d o n d e iba á salir
el T a l m u d . Los profetas, los salmos, los libros
poéticos, inspiraban una ardiente predicación p o -
pular, sueños brillantes, esperanzas ilimitadas; esto
es lo q u e se llamaba ia ayada, palabra q u e a b a r c a
á la vez las fábulas apasionadas, como la de J u d i t h ,
y los apocalipsis_apócrifos q u e c o n m o v í a n al p u e -
blo. Si los ea^á&éás de Yabyíe se m o s t r a b a n des-
deñosos con los discípulos de Jesús, los ayadistas,
en cambio, les e r a n simpáticos. Los ayadistas t e -
nían de común con los cristianos la aversión con-
tra los fariseos, el gusto p o r las explicaciones
mesiánicas de los libros profóticos, u n a exégesis
a r b i t r a r i a , q u e recuerda la forma de los p r e d i c a d o -
res de la E d a d Media, de j u g a r con los textos,y la •
creencia en el r e i n a d o próximo de u n vastago de
David, como la genealogía de la familia patriarcal
en la antigua dinastía. Como ellos t r a t a b a n de dis-
minuir el peso de la ley. Su sistema de i n t e r p r e t a -
-72 EBNESTÓ BENÁN

eiones alegóricas, que transforma u n código en u n


libro de preceptos morales, era el a b a n d o n o ciego
del rigorismo doctoral. P o r el contrario, los bala-
kistas t r a t a b a n á los ayadistas (y los cristianos
p a r a ellos eran los ayadistas) como gentes frivolas,
e x t r a ñ a s al único estudio serio, que era el de la
Ihora. El talmudismo y el cristianismo llegaron á
ser así los a n t í p o d a s del m u n d o moral. El odio
e n t r e ellos se a u m e n t a b a cada día, el disgusto q u e
i n s p i r a b a n á los cristianos las investigaciones su-
tiles de la casuística de Y a b n é está escrito en los
Evangelios con rasgos de fuego.
El inconveniente de los estudios talmúdicos era
la confianza q u e p r o d u c í a n , el desdén q u e inspira-
b a n hacia el profano: «Te d o y gracias, E t e r n o ,
Dios mío, decía el estudiante al salir de la escuela,
de q u e p o r tu benevolencia h e asistido á la clase en
l u g a r de h a c e r como aquellos q u e v a g a n en los
bazares; y o nie l e v a n t o como ellos, pero es p a r a el
estudio de la Ley, n o p a r a motivos frivolos. T r a -
bajo como ellos, p e r o seré r e c o m p e n s a d o . Corre
mos igualmente, p e r o y o t e n g o p o r objeto la vida
futura, m i e n t r a s q u e ellos caerán en el foso de la
destrucción.» Esto era lo q u e hería más a g u d a -
m e n t e á J e s ú s y á los redactores de los Evangelio-;
era lo q u e le inspiraba esas bellas sentencias. «Por
q u e todo h o m b r e que se ensalza será humillado;
y el q u e se humille será ensalzado», esas p a r á b o l a s
d o n d e el h o m b r e sencillo de corazón es preferido
al doctor orgulloso. Como San Pablo, veían en los
LOS EVANGELIOS 73

casuistas, gentes q u e sólo servían p a t a c o n d e n a r s e


más en el m u n d o , e x a g e r a n d o las obligaciones p o r
encima de lo q u e el h o m b r e p u e d e s o p o r t a r . El
judaismo teniendo por base este hecho, p r e t e n d i d o
experimental, de que el h o m b r e es t r a t a d o en la
tierra según sus méritos, se inclinaba á juzgar de
continuo, puesto q u e la e q u i d a d de los caminos
de Dios sólo se consideraba con esta condición. El
fariseísmo tiene ya en la teoría de los amigos de
J o b y de algunos salmistas, raíces profundas. J e -
sús, a r r o j a n d o al p o r v e n i r la aplicación de la justi-
cia de Dios, hacía inútiles las críticas inquietas de
la conducta del prójimo. El reino de los cielos lo
r e p a r a r í a todo; Dios hasta allí dormita, pero con-
fiad en él. P o r h o r r o r á la hipocresía, el cristianis
mo llega a ú n á la paradoja de preferir el m u n d o
francamente vicioso, p e r o suceptible de conver
sión, á u n a b u r g u e s í a ostentando su a p a r e n t e hon-
radez. Muchos rasgos de la leyenda concebidos ó
desarrollados bajo la influencia de Jesús, partici-
p a r o n de esta idea.
E n t r e gentes de la misma raza, compartiendo
el mismo destierro, admitiendo iguales revelacio-
nes divinas, y no dividiéndose más q u e en u n sólo
p u n t o de historia reciente, las controversias e r a n
inevitables. Se e n c u e n t r a n huellas bastante n u m e -
rosas en el T a l m u d y en los escritos q u e se le u n e n .
El más célebre doctor c u y o n o m b r e aparece
mezclado en estas disputas es R a b b i T a r p h o n .
Antes del sitio de Jerusalem, había desempeñado
74 EBNKSTO SEÑAN

las funciones sacerdotales. Le gustaba contar s u s


r e c u e r d o s del templo, en p a r t i c u l a r cómo había
asistido en el estrado de los sacerdotes, al oficio
solemne del g r a n P e r d ó n . El pontífice tenía allí,
en ese día, el permiso de p r o n u n c i a r el n o m b r e
inefable de Dios. T a r p h o n contaba que, á pesar de
los esfuerzos q u e hizo, n o p u d o coger n a d a ; el
canto de los oficiantes le había impedido escuchar.
Después de la destrucción de la ciudad santa,
fué u n a de las glorias de las escuelas de Yabné y
de Lidda.
A la s a n t i d a d unía lo q u e vale más, la c a r i d a d .
E n u n a ñ o de h a m b r e p r o m e t e casarse, según
dicen, con trescientas mujeres, á fin de q u e g r a -
cias al título de futuras esposas de sacerdote, t u -
viesen derecho á t o m a r p a r t e de las ofrendas
sagradas; n a t u r a l m e n t e , p a s a d a la escasez, se des-
ligó de sus promesas. Muchas sentencias de T a r -
p h o n r e c u e r d a n el E v a n g e l i o . «El día es corto; el
trabajo largo: los o b r e r o s son perezosos; el salario
es g r a n d e ; el amo apresurado.» «En nuestro tiempo
c u a n d o se dice á a l g u n o : Quita la paja de tu ojo, se
oye contestar: quita la viga del tuyo.-» El evangelio
p o n e u n a réplica semejante en boca de Jesús, r e -
p r e n d i e n d o á los fariseos, y se está t e n t a d o de
creer q u e el mal h u m o r de R a b b i T a r p h o n p r o c e -
día de u n a respuesta del mismo género q u e le
había d a d o algún min. El n o m b r e de T a r p h o n fué
célebre en la Iglesia. E n el siglo II, J u s t i n o , q u e -
r i e n d o hacer r e ñ i r á un judío y u n cristiano,
LOS KVANOBLI08 •¡5

( eligió á n u e s t r o doctor como defensor de la tesis


judía y le colocó en escena bajo el n o m b r e de Try-
phon.
La elección de J u s t i n o y el tono malévolo q u e
s u p u s o T r y p h o n contra la fé cristiana se hallan
justificados en lo q u e leemos en el Talmud de los
sentimientos de T a r p h o n . Este r a b i n o conocía los
Evangelios y los libros de los minim; p e r o , lejos
de a d m i r a r l o s , q u e r í a q u e se les quemase. Se le
hizo n o t a r q u e llevaban el n o m b r e de Dios y era
con frecuencia r e p e t i d o . «Yo quiero p e r d e r á
mis hijos, decía, si n o arrojo al fuego t o d o s
esos libros, en el caso de q u e cayesen en mis
manos, con el .nombre d e Dios que contienen. Un
h o m b r e p e r s e g u i d o p o r un asesino ó a m e n a z a d o
d é l a m o r d e d u r a de una serpiente, debe mejor b u s -
car asilo en u n templo de' ídolos q u e en las casas
de los minim; p o r q u e estos conocen la v e r d a d y r e -
niegan de ella, mientras q u e los idólatras r e n i e g a n
de Dios p o r no conocerle.»
Si un h o m b r e relativamente m o d e r a d o como
T a r p h o n se dejaba conducir á tales excesos, ima-
gínese lo q u e debía ser el odio en ese m u n d o a r -
diente y apasionado de las sinagogas, d o n d e el
fanatismo de la ley era llevado al colmo. El judais-
mo o r t o d o x o n o tenía bastantes a n a t e m a s contra
los minim. Desde entonces se estableció el uso de
u n a triple maldición, p r o n u n c i a d a en la sinagoga,
por la m a ñ a n a , al medio día y á la t a r d e c o n t r a
los p a r t i d a r i o s de Jesús, comprendidos bajo el
76 EBNKSTO BHJStÁN

n o m b r e de «nazarenos». Esta maldición se i n t r o -


dujo en la oración principal del judaismo la amida
ó schemoné es né. La amida se componía entonces de
dieciocho bendiciones, ó más bien, de dieciocho
parágrafos, E n el tiempo á q u e nos referimos se
intercaló e n t r e el undécimo parágrafo, u n a impre-
cación concebida en los siguientes términos:
«¡Para los delatores n o h a y a esperanza! ¡Para
los malévolos la destrucción! ¡Que la potencia del
o r g u l l o sea debilitada, destruida, humillada, bien
p r o n t o , en nuestros días! ¡Sed Loado, oh E t e r n o ,
q u e aniquilas á tus enemigos y humillas á los so -
berbios!»
Se supone, n o sin apariencia de razón, q u e los
enemigos de Israel, aludidos en esta oración, fue -
r o n en su origen los j u d e o cristianos, y q u e se hizo
entonces una especie de schibboleth p a r a alejar de
las sinagogas á los p a r t i d a r i o s de J e s ú s . Las con-
versiones de judíos al cristianismo n o .eran r a r a s
en Siria. La fidelidad de los cristianos de este país
á las reglas mosaicas p r o p o r c i o n a b a p a r a ello g r a n -
des facilidades. Mientras q u e el discípulo i n c i r c u n -
ciso de San Pablo n o podía t e n e r relaciones con u n
judío, el judío cristiano e n t r a b a en las sinagogas,
se le permitía a p r o x i m a r s e á la leba y al facistol
d o n d e estaban los oficiantes y los p r e d i c a d o r e s y
hacía valer los textos favorables á sus ideas. Se
t o m a r o n en este p u n t o diversas precauciones. La
m á s eficaz p u d o ser el obligar á todos los q u e
q u e r í a n rezar en la sinagoga, al recitado de u n a
LOS EVANGELIOS 77

oración que, p r o n u n c i a d a p o r u n cristiano, h u b i e -


se sido su propia maldición.
En r e s u m e n , á pesar de sus apariencias severas,
esta iglesia nazareno-ebionita de Batanea tenía
algo de mística y de santa q u e debió p r o d u c i r
mucha sensación. L a s e n c i l l e z d e las concepciones
judías sobre la d i v i n i d a d J a p r e s e r v a b a de la mito -
logia y de la metafísica, d o n d e el cristianismo oc-
cidental n o debía t a r d a r en verterse. Su persisten
cía en m a n t e n e r la sublime paradoja de Jesús, la
nobleza y la v e n t u r a de los p o b r e s , tenía algo d e
emocionante. E r a esta tal vez la m a y o r v e r d a d del
cristianismo, aquella p o r la cual se había resuelto,
por la cual sobreviviría. En u n sentido g e n e r a l ,
todos los q u e nos llamamos sabios, artistas, sacer-
dotes, o b r e r o s de las o b r a s desinteresadas, tenemos:
el derecho de d e n o m i n a r n o s ebionim. El amigo de
la v e r d a d , de la belleza y del bien, n o a d m i t e jamás
una retribución. Las cosas del alma n o tienen p r e -
cio; al sabio q u e le ilumina, al sacerdote q u e le
moraliza, al poeta y al artista q u e la e n c a n t a n , la
h u m a n i d a d n o d a r á n u n c a más que u n a limosna,
totalmente desproporcionada con lo que de ellos
recibe. El q u e v e n d e el ideal y se cree p a g a d o de
lo que e n t r e g a , es bien humilde. El orgulloso Ebion,
que piensa q u e el reino del cielo le pertenece, ve
en la p a r t e q u e le toca en la tierra, n o u n salario,
sino el óbolo q u e se deposita en la mano de u n
mendigo.
Los nazai'enos de Batanea tenían u n inaprecia -
78 ERNESTO BENÁW

ble privilegio, el de poseer la tradición, v e r d a d e r a


d e í a s ^ á í a b r a s de Jesús; el Evangelio iba á salir
de su seno. T a m b i é r T T o s q u e conocieron directa
-

m e n t e la iglesia del o t r o lado del J o r d á n , tales


como Hegesippo y Julio Africano, hablan de ellos
con la m a y o r admiración. Allí, principalmente, les
parece ver el ideal del cristianismo; esta iglesia
oculta en el desierto, en u n a paz profunda, bajo
el ala de Dios, se les aparece como una virgen de
pureza absoluta. Los lazos de estas comunidades
lejanas con el catolicismo, se r o m p e n poco á poco.
J u s t i n o titubea p o r su p a r t e ; conoce poco la iglesia
judeo cristiana; pero sabe que existe y habla con
reserva, a u n q u e sin r o m p e r la comunión con ella.
Es Ireneo quien inicia la serie de declamaciones,
repetidas después p o r todos los p a d r e s griegos y
latinos, á los cuales, aventaja San Epifanio p o r la
especie de r a b i a que le p r o d u c e n los solos n o m b r e s
de Ebion y d e Nazareno. Una ley de este m u n d o
quiere que todo fundador llegue á ser p r o n t o u n
extranjero, u n e x c o m u l g a d o , casi un enemigo, en
su propia escuela, y q u e , si se obstina en vivir
m u c h o tiempo, los q u e p r o c e d a n de él estén obli-
g a d o s á t o m a r m e d i d a s c o n t r a él como contra u n
h o m b r e peligroso.
CAPÍTULO V

D e t e r m i n a c i ó n de ia l e y e n d a y de las e n s e ñ a n z a s
de J e s ú s

C u a n d o se p r o d u c e una g r a n aparición de o r -
d e n religioso, moral, político ó literario, la s e g u n -
d a generación siente de o r d i n a r i o la necesidad de
fijar el r e c u e r d o de las cosas memorables q u e ha-
y a n o c u r r i d o ai principio del movimiento n u e v o .
Los q u e asistieron al p r i m e r estallido, los q u e han
conocido materialmente al maestro que tantos otros
no a d o r a n más q u e en espíritu, tienen una especie
de aversión por los escritos q u e d i s m i n u y e n su
privilegio p r e t e n d i e n d o e n t r e g a r al dominio de to
dos u n a tradición santa que ellos g u a r d a n precisa -
m e n t e en su corazón. Sólo c u a n d o los últimos tes
tigos de los orígenes amenazan desaparecer es
c u a n d o se i n q u i e t a n del p o r v e n i r y t r a t a n de di
bujar la i m a g e n del fundador con rasgos i m p e r e
cederos. Una circunstancia p a r a J e s ú s debió con
t r i b u i r á r e t a r d a r la época en q u e se escriben de
o r d i n a r i o las memorias de los discípulos y en dis-
m i n u i r la importancia; era la persuasión de u n fin
p r ó x i m o del m u n d o , la s e g u r i d a d de q u e la g e n e r a
86 ERNESTO RENÁN

ción apostólica no pasaría sin q u e el dulce Nazare-


no fuese devuelto como p a s t o r eterno á sus amigos.
Se ha o b s e r v a d o mil veces que la fuerza de la
memoria está en razón inversa de la costumbre q u e
se tenga de escribir. Apenas podemos figurarnos
lo que la tradición oral podía retener en las épocas
q u e no disponía del recurso de las notas conserva-
das ó de las hojas con r e c u e r d o s . La memoria de
u n h o m b r e era entonces como u n libro; ella sabía
restituir a ú n conversaciones á las cuales n o se h a -
bía asistido. «Los Clasoméniens h a b í a n oído h a b l a r
de u n A n t i p h o n el cual está ligado con u n cierto
P y t h o d o r e , amigo de Zenón, q u e r e c o r d a b a las con-
versaciones de Sócrates con Zenón y P a r m é n i d e ,
p o r haberlos oído repetir á P y t h o d o r e . Antiphon las
sabía de memoria y las repetía á quienes quisieran
escucharlas.» Tal es el origen del P a r m é n i d e de
Platón. Una m u l t i t u d de personas q u e no h a b í a n
visto á Jesús, le conocían así, sin el auxilio de nin-
g ú n libro, casi tan bien como sus discípulos i n m e -
diatos. La vida de Jesús, a u n q u e no escrita, era
el alimento de su Iglesia; sus m á x i m a s se repetían
sin cesar; las partes esencialmente simbólicas de
su biografía se r e p r o d u j e r o n en p e q u e ñ o s relatos
de a l g u n a m a n e r a estereotipados y retenidos de
m e m o r i a . Esto es exacto por lo que se refiere á la
institución de la Cena (1). Lo fué también s e g u r a -
(1) I Cor. XI, 23 y siguientes; pasaje escrito antes que e x i s -
tiera ningún Evangelio, y que Pablo declarase conservar de la
primera traducción.
LOS EVANGELIOS 81

m e n t e p a r a las líneas esenciales del relato de la


Pasión; al menos el a c u e r d o del cuarto Evangelio
con los otros tres sobre esta p a r t e esencial de la
vida de Jesús, inclina á sospecharlo.
Las sentencias morales q u e formaban la p a r t e
más sólida de la enseñanza de J e s ú s e r a n todavía
más fáciles de conservar. Se las citaba a s i d u a m e n :

te. «Hacia el amanecer, me despierto siempre y o


mismo, h a g o decir á P e d r o u n escrito ebionita com-
puesto en el a ñ o 135, y el sueño me desaparece
en seguida. Es el efecto de la costumbre que tengo
de t r a e r á mi memoria las p a l a b r a s de mi Señor q u e
le he oído, p a r a poderlas retener fielmente» (1).
Sin e m b a r g o , como ios q u e h a b í a n recibido direc-
tamente las divinas palabras morían cada día, y
muchas frases y anécdotas a m e n a z a b a n p e r d e r s e ,
se vio la necesidad de escribirlas. E n distintos lur
gares se forman p e q u e ñ a s colecciones. Estas colec-
ciones ofrecían partes comunes y m u c h a s v a r i a -
ciones; el o r d e n y el a d o r n o sobre t o d o , diferían;
cada u n o t r a t a de completar su c u a d e r n o , consul-
t a n d o los c u a d e r n o s d é l o s otros, y, n a t u r a l m e n t e ,
toda p a l a b r a v i v a m e n t e a c e n t u a d a , q u e nace en la
comunidad, conforme al espíritu de Jesús, era con
avidez cogida al vuelo insertándose en las colec-
ciones. Según ciertas apariencias, el apóstol Mateo
había compuesto u n o de esos memoriales q u e fué
generalmente a d o p t a d o . La d u d a , sin e m b a r g o , es

(1) Reeognitions, II, 1. Oorop. J,u<: , II, 19.

TOMO I 6
82 ERNESTO ERNÁN

p e r m i t i d a en este p u n t o ; es más probable que todas


esas p e q u e ñ a s colecciones de p a l a b r a s de J e s ú s
q u e d a r o n anónimas, en el estado de notas perso -
nales, y n o fueron r e p r o d u c i d a s por las copistas
como obras q u e tuvieran una individualidad.
Un escrito q u e p u e d e d a r n o s a l g u n a idea de
este p r i m e r e m b r i ó n de los Evangelios, es el Pirké
Abóth, compilación de las sentencias de los r a b i n o s
célebres, desde los tiempos asmonecus hasta el si-
glo II de n u e s t r a era. Tal libro n o ha podido for
m a r s e más q u e por adiciones sucesivas. Los p r o -
gresos de Jas escrituras b u d ü i c a s s o b r e la vida
-

Sakya Muni, siguen u n a m a r c h a análoga. Los s&


d r a s budhistas r e s p o n d e n á las colecciones de las
palabras de J e s ú s ; n o son biografías; comienzan
sencillamente en indicaciones como estas: «En
aquellos tiempos, B a g k a v ü t residía en Svavasti, en
el vihara de Seta v a n a . . . etc.» La p a r t e n a r r a t i v a
es m u y limitada; la enseñanza, las parábolas son el
objeto principal. P a r t e s enteras del b u d h i s m o n o
poseen más que s u d r a s análogos. El b u d h i s m o del
Norte y las r a m a s que de él dependen, tienen libros
como el Sólita vistara. biografías completas de Sa
kia Muni, desde su nacimiento hasta el instante en
q u e consigue la inteligencia perfecta. El budhismo
del S u r carece de estas biografías, n o p o r q u e la
ignoren, sino p o r q u e la enseñanza teológica h a
p o d i d o pasar sin mencionarlas en ios s u d r a s .
Ya veremos, al h a b l a r del Evangelio según San
Mateo, q u e se p u e d e i m a g i n a r m u y p r ó x i m o al es
LOS EVANGELIOS 83

t a d o de los p r i m e r o s s u d r a s cristianos. E r a n e s p e -
cies de haces de sentencias y de p a r á b o l a s , sin
m u c h o orden, q u e el redactor de n u e s t r o Mateo ha
inserto en conjunto en su r e l a t o . El genio h e b r e o
había sobresalido siempre en la sentencia moral;
en la boca de J e s ú s este género exquisito llega á la
perfección. Nada impide creer que Jesús h a b l a b a ,
e n efecto, de esta m a n e r a . P e r o la «vallas , que se
1

g ú n la expresión talmúdica protegía la palabra


s a g r a d a , era m u y débil. Y 6 3 de la esencia de tales
colecciones crecer p o r u n a concreción lenta, sin
que los contornos del núcleo principal se p i e r d a n
n u n c a . Así, el t r a t a d o E d n i o t h , p e q u e ñ a mischna
completa, núcleo de la g r a n Mischna, y d o n d e los
depósitos de las cristalizaciones sucesivas de la
tradición son m u y visibles, se e n c u e n t r a como u n
t r a t a d o a p a r t e en la g r a n M n c h n a . El Sermón de
la Montaña p u e d e considerarse como el E d n i o t h
del Evangelio, es decir, como u n a p r i m e r a a g r u -
pación artificial, q u e n o impide se produzcan com-
binaciones ulteriores, ni á las máximas, ni á las
masas así u n i d a s d e s g r a n a r s e de n u e v o .
¿En qué l e n g u a estaban r e d a c t a d a s estas p e q u e -
ñas compilaciones de sentencias de J e s ú s , estos
PirM Jeschan, si es permitido expresarse así? E n la
lengua misma de Jesús, en la lengua v u l g a r de la
Palestina, mezcla de h e b r e o y de a r a m e o q u e se con-
t i n u a b a l l a m a n d o «hebreo», y á la cual los sabios
m o d e r n o s h a n d a d o el n o m b r e de «sirocaldea».
E n este p u n t o el PirM Aboth es tal vez el libro q u e
84 EBNEST0 BE3STA.N

nos d a mejor idea de los Evangelios p r i m i t i v o s ,


a u n q u e los r a b i n o s q u e figuran en esta colección
e r a n doctores de la escuela judía p u r a y h a b l a n
quizá u n a lengua más p r ó x i m a al h e b r e o q u e l o
fué la de Jesús (1). N a t u r a l m e n t e , los catequistas
q u e h a b l a b a n el griego t r a d u c í a n estas p a l a b r a s
como ellos podían y de u n a m a n e r a bastante l i b r e .
Es lo q u e se llama la Logia Kyriaha, «Los o r á c u l o s
del Señor», ó sencillamente la Logia. Las compila-
ciones sirocaldeas de sentencias d e Jesús, n o tu-
vieron n u n c a u n i d a d , las compilaciones griegas
m u c h o menos, y fueron escritas de u n modo indi-
vidual, bajo la forma de notas p a r a el uso personal
de cada u n o . No era posible, ni a u n de u n m o d o
pasajero, q u e Jesús fuese r e u n i d o por completo en
u n escrito gnómico; el Evangelio n o debía ence-
r r a r s e en el c u a d r o estrecho d e u n p e q u e ñ o t r a -
t a d o de m o r a l . Una colección de p r o v e r b i o s c o -
rrientes ó de preceptos, como el PirM Aboth, n o
hubiese modificado á la h u m a n i d a d , p o r s u p o n é r -
sele lleno de máximas del acento más elevado.
Lo que en efecto caracteriza á J e s ú s en el más
alto g r a d o , es que la enseñanza fué p a r a él insepa-
r a b l e de la acción. Sus lecciones eran actos, los
símbolos vivientes, ligados de u n a m a n e r a i n d i s o -

(1) Las palabras de Jesús conservadas en dialecto semita en


los Evangelios griegos, se aproximan más al arameo que al h e -
breo. La misma observación se aplica á las palabras evangéli-
cas ó apostólicas.
LOS EVANGELIOS 85

luble á las parábolas, y ciertamente en las hojas


más antiguas q u e fueron escritas p a r a fijar sus en -
señanzas, había ya anécdotas, pequeños relatos.
Bien p r o n t o este p r i m e r c u a d r o llegó á ser p o r
completo insuficiente. Las sentencias de J e s ú s no
e r a n n a d a , 1 su biografía. Esta biografía era el
misterio p o r excelencia, la realización del ideal
mesiánico; los textos de los profetas e n c o n t r a b a n
su significación. Contar la vida de Jesús era p r o -
b a r su mesianidad, era hacer á los ojos de los ju-
díos la más completa apología del m o v i m i e n t o
n u e v o . Así llegó á formarse u n c u a d r o q u e fué de
a l g ú n m o d o , la a r m a d u r a de todos los Evangelios
y d o n d e la acción y la palabra estaban mezcladas.
Empezaba J u a n Bautista, precúsor del reinado de
Dios, a n u n c i a n d o , acogiendo, r e c o m e n d a n d o á J e -
s ú s ; después J e s ú s p r e p a r á n d o s e á su misión divi -
n a p o r el destierro y el cumplimiento de la Ley;
después el brillante período de la vida pública, el
pleno sol del r e i n a d o de Dios. J e s ú s en medio de
sus discípulos, r a d i a n d o el esplendor dulce y tem-
plado de u n profeta elegido p o r Dios. Como los
discípulos n o tenían a p e n a s más que recuerdos g a -
lileanos, la Galilea fué el teatro casi único de esta
exquisita theofania. El papel de Jerusalem fué casi
s u p r i m i d o . Jesús estuvo ocho días antes de morir.
Sus últimos días e r a n contados h o r a p o r h o r a . La
víspera de su m u e r t e , celebra la pascua con sus
discípulos, i n s t i t u y e n d o el rito divino de la c o m u -
nión m u t u a l . Uno de sus discípulos le traiciona;
•86 BllNESTO BESTÁN

las a u t o r i d a d e s oficiales del judaismo abstienen su


m u e r t e d e la a u t o r i d a d r o m a n a ; m u e r e en el Gól-
gota; es sepultado. Al día siguiente su t u m b a se e n -
contraba vacía; era q u e había resucitado, ascen-
dido á la derecha de su p a d r e . Varios discípulos
eran en seguida favorecidos con la aparición de su
sombra e r r a n t e e n t r e el cielo y !a tierra.
El principio y el fin de la historia estaban, como
se ve, resueltos. El intervalo, p o r el contrario, esta-
ba en el estado de caos anecdótico sin n i n g u n a
cronología. P a r a toda esta p a r t e , relativa a l a vida
pública, n o se había c o n s a g r a d o n i n g u n a o r d e n ;
cada u n o distribuía la materia á su capricho. El
conjunto del relato era lo q u e se llamaba la buena
nueva, en h e b r e o besara, en griego evangelión, a l u -
d i e n d o al pasaje del s e g u n d o Isaías. «El espíritu del
Señor sobre mí, p o r q u e me ungió el Señor: m e e n -
vió p a r a evangelizar á los mansos, p a r a medicinar
á los contritos de corazón, p r e d i c a r remisión á los
cautivos y a b e r t u r a á los encarcelados. P a r a p r e -
dicar el a ñ o de reconciliación con el Señor, y el
día de venganza de nuescro Dios; p a r a consolar á
todos los q u e lloran.» El mebarser ó «evangelista»
tenía p o r papel principal e x p o n e r esta historia e x -
celente; q u e fué, hace mil ochocientos años, el g r a n
i n s t r u m e n t o de la conversión del m u n d o , q u e q u e
da a ú n como el s u p r e m o a r g u m e n t o del cristianis-
m o , en su lucha de los últimos días.
La materia era tradicional; a h o r a bien, la t r a -
dición es p o r esencia una materia moldeable y e x -
LOS EVANGELIOS 87

tensible. Á las palabras auténticas de Jesús se


mezclan cada a ñ o los dichos más ó menos supues-
tos. Se producía en la c o m u n i d a d u n hecho n u e v o ,
u n a tendencia nueva, se pedía lo que Jesús h u b i e s e
pensado; una palabra se esparce y n o se tiene n i n -
g u n a dificultad en a t r i b u i r l a al maestro. La colec-
ción de esta m a n e r a se enriquece sin cesar y tam
bien se d e p u r a , se eliminan las palabras que c o n -
tradicen con demasiado viveza las opiniones del
m o m e n t o , ó q u e se e n c u e n t r a n peligrosas. P e r o el
fondo p e r m a n e c e i n m u t a b l e . Tenía realmente u n a
base sólida. La tradición evangélica es la traducción
de la Iglesia de Jerusalem t r a n s p o r t a d a en persa.
El Evangelio nace en medio de los parientes de
Jesús, y, hasta un cierto p u n t o , es la o b r a de sus
discípulos inmediatos.
Esto da derecho á creer q u e la imagen de J e s ú s ,
tal como resulta de los Evangelios, es parecida al
original en sus rasgas esenciales. Esos relatos son,
á la vez, historia y figurad Donde la fábula se h a
mezclado, termina p o r deducirse que n a d a es v e r -
d a d e r o , es e r r o r p o r demasiado t e r r o r al e r r o r . Si
nosotros conocemos á Francisco de Asís p o r el libro
de la Conformidad, debemos decir q u e h a y allí una
biografía como la de B u d h a ó la de Jesús, u n a
biografía escrita á priori, p a r a m o s t r a r la realiza-
ción de u n tipo preconcebido. Por t a n t o , F r a n c i s c o
de Asís h a existido realmente. Alí, e n t r e los schii-
tas llegó á ser un personaje totalmente mitológico.
Sus hijos Hossan y Hosseín están sustituidos en el
ERNESTO RENÁN

papel fabuloso de Tainmuz. Sin embargo, Alí,


Hassan y Hosseín h a b í a n sido personajes reales.
El mito se i n g e r t a con frecuencia sobre u n a bio
grafía histórica. Lo ideal es algunas veces lo v e r -
d a d e r o . Atenas ofrece lo absoluto de la belleza en
las artes y Atenas existe. Aun los personajes q u e
se t o m a n p o r estatuas simbólicas, h a n p o d i d o , en
ciertos días, vivir en c a r n e y h u e s o . Las historias
pasan, en efecto, según las especies de p a t r o n e s
a r r e g l a d o s p o r la naturaleza de las cosas, a u n q u e
todas se asemejan. El Oabismo, q u e es u n h e c h o
d e nuestros días, presenta en su leyenda naciente
p a r t e s q u e se creerían calcadas en la vida de J e s ú s ;
el tipo del discípulo q u e reniega, los detalles del
suplicio y la m u e r t e de B a b , p a r e c e n imitados del
Evangelio, lo q u e n o impide q u e estos hechos ha-
y a n o c u r r i d o como se nos cuenta.
A ñ a d i r e m o s q u e al lado de los rasgos de ideal
q u e componen la figura del héroe de los E v a n g e -
lios h a y también rasgos de la época, de raza y de
carácter i n d i v i d u a l . Ese joven judío, á la vez dulce
y terrible, delicado é imperioso, i n g e n u o y profun -
; d o , lleno de celo, desinteresado, de u n a m o r a l su-
• blime y del a r d o r de u n a personalidad exaltada,
] tiene hermosa existencia. Ocuparía su sitio en u n a
p i n t u r a de Bida, la figura e n c u a d r a d a en gruesos
bucles de cabellos. Se le hizo judío y lo fué él mis-
m o . La p é r d i d a de su aureola s o b r e n a t u r a l n o le
quita n a d a de su e n c a n t o . Nuestra raza se le r i n d e ,
y d e s p r e n d i d o de t o d o 3o que la influencia judía
LOS U V A N G E L I f S 59

i n t r o d u j o en su m a n e r a de pensar, c o n t i n u a r á
amándole.
Escribiendo vidas como ésta se ve u n o inclina-
do á decir como Quinto Curcio: iquidempliira trans
cribe quam credo. De otra parte, por exceso d e e s
cepticismo, se ocultan las verdades. P a r a nuestros
espíritus claros y escolásticos, la distinción de u n
relato real y de un relato falso es absoluta. El poe -
ma épico, el antari, el eantistorie desarrollándose
con tanta desenvoltura, se r e d u c e n , en la poética de
u n L u e a n o , de u n Voltaire,á fríos a d o r n o s de m á -
q u i n a s de teatro q u e n o e n g a ñ a n á n a d i e . P a r a el
éxito de tales relatos, es preciso q u e el a u d i t o r i o
los admita; p e r o basta con q u e el a u t o r los crea
posibles. El legendario, e l a y a d i s t a , son tan impos-
tores como el a u t o r de ios poemas heroicos, como
lo era Ohetien de T r o y a . Una de las disposiciones
esenciales de los q u e creen en las fábulas v e r d a d e -
r a m e n t e fecundas, es el descuido completo en el
a s u n t o de la v e r d a d material. El ayadista sonreiría
si le presentásemos nuestra p r e g u n t a de espíritus
sinceros: «¿Lo q u e cuentas es verdadero?» E n tal
estado de espíritu sólo le inquieta la doctrina q u e
h a de inculcar, el sentimiento que h a de expresar.
El espíritu lo es todo; la letra no le i m p o r t a . La •
curiosidad objetiva sin o t r o interés q u e a v e r i g u a r
exactamente la realidad posible de los hechos, es
u n a cosa de la q u e no hay ejemplo en Oriente."»<--,> J t

Así como la vida de B u d h a en la India era deH ^ •


algún m o d o escrita por adelantado, de la misma
90 B E N ESTO BENAN

m a n e r a la vida de u n Mesías judío era trazada á


jariori, se podía decir lo q u e debía realizar, lo q u e
estaba comprometido á cumplir. Su tipo se e n c u e n -
tra esculpido por los profetas, sin que fuese d u d a -
d o , gracias á u n a exégesis q u e aplicaba al Mesías
todo lo q u e se relacionara con u n ideal obscuro.
Lo más frecuente, sin e m b a r g o , era el p r o c e d i -
miento inverso q u e prevalecía entre los cristianos.
L e y e n d o á los profetas, sobre todo á los profetas
del fin del destierro, el s e g u n d o Isaías y Zacarías, se
e n c u e n t r a á Jesús en cada línea: «Regocíjate m u n -
do, hija de Sión, canta, hija de J e r u s a l e m . Mira
que tu Bey v e n d r á á tí justo y salvador: él v e n d r á
p o b r e , y s e n t a d o s o b r e una asna, y sobre u n polli-
n o , hijo de asna.» Este r e y de los pobres, era J e s ú s ,
y creíase,recordando una circunstanciaren que
cumplió esta profecía (1). «La piedra q u e desecha-
r o n los q u e edificaban, esta fué puesta p o r cabeza
de esquina», léese en u n salmo: «Esta será p i e d r a
de escándalo, dice Isaías, de tropiezo á las dos ca-
sas de Israel, en lazo y en r u i n a á los m o r a d o r e s
de Jerusalem. Y tropezarán muchos d e . e n t r e ellos,
y caerán y serán quebrantados.» ¡Aquí está todo!
se decía. Recorríanse a r d i e n t e m e n t e las c i r c u n s t a n -
cias de la Pasión para delinear las figuras. Todo lo
q u e p a s a , h o r a p o r h o r a , en ese d r a m a terrible,
o c u r r e p a r a confirmar a l g ú n texto, p a r a significar
algún misterio. Se r e c u e r d a q u e n o había q u e r i d o

(1) Véase la «Vida de Jeeáe.>


LOS EVANGELIOS 9i

b e b e r la posea, q u e sus huesos n o h a b í a n sido r o t o s ,


q u e su traje fué echado á s u e r t e . Los profetas lo
h a b í a n predicho.f J u d a s y sus monedas de plata
(verdaderas ó supuestas) sugerían deducciones aná-
logas. Toda la antigua historia del pueblo de Dios
llega á ser u n a especie de modelo que se copia.
Moisés y Elias, con sus luminosas apariciones, h a -
cían i m a g i n a r ascensiones de gloria. Todas l a s
t h e o p h a n í a s antiguas e¡ste tuvieron l u g a r s o b r e
p u n t o s elevados (1); Jesús se revela principalmente
sobre las m o n t a ñ a s ; se transfigura sobre el T a b o r .
No se retrocede ante lo q u e nosotros llamamos
contrasentido. «He ü a m a d o á mi hijo del Egipto»,
dice Sehovoh en Oseas. Se t r a t a b a aquí de Israel;
p e r o la imaginación cristiana se figuró q u e aludía
á Jesús, y lo hace t r a n s p o r t a r niño al E g i p t o . P o r
r

una exégesis todavía más elástica, se halla q u e s u


nacimiento en liaaaéeik había sido la confirmación
de u n a profecía. I
Todo el tejido de la vida de J e s ú s fué así un; 5,

hecho expreso, una especie de arreglo sobrehu-


m a n o dispuesto p a r a poner de a c u e r d o u n a serie,
de textos antiguos, en todo lo que á él se refiere.;
Es el género de exégesis q u e los judíos d o m i n a n :
midrasch, d o n d e todos 'íos equívocos,''i¡6ctós l o s j u e - ¡
gos de p a l a b r a s , de letras, de sentido, son admi-1
sibles. Los a n t i g u o s textos bíblicos e r a n , p a r a los 1

(1) El Sinaí, el María, el Toen prosopon (Phanuel) de F e n i -


cia, etc.
92 ERNESTO RENÁN

judíos de este t i e m p o , n o como p a r a nosotros, u n


conjunto histórico y literario, sino u n caos de
d o n d e se sacaban las adivinaciones, las imágenes,
los indicios de toda especie. El sentido propio p a r a
t a l exógesis n o existía; se tocaba ya á las quimeras
del cabalista, p a r a el cual el texto s a g r a d o no es
más q u e u n m o n t ó n misterioso de letras. Inútil es
decir que t o d o este trabajo se hacía de u n m o d o
impersonal, y en cierta m a n e r a a n ó n i m a . Leyen-
d a s , mitos, cantos p o p u l a r e s , p r o v e r b i o s , p a l a b r a s
históricas, calumnias características de u n p a r t i d o ,
t o d o ello es la o b r a de ese g r a n impostor q u e se
llama la m u l t i t u d . S e g u r a m e n t e cada leyenda, cada
p r o v e r b i o , cada p a l a b r a espiritual tiene u n p a d r e ,
p e r o u n p a d r e desconocido. A quien dice la pala-
b r a , mil la r e p i t e n , fa perfeccionan, la aguzan; a u n
a q u e l q u e la ha p r o n u n c i a d o n o h a sido, d i c i é n d o -
la, más q u e el i n t é r p r e t e de todos.
CAPÍTULO VI

El Evangelio Hebreo

Esta exposición de la vida mesiánica de J e s ú s ,


entremezclada de textos de los antiguos profetas,
siempre los mismos, y susceptible de ser relatada
de u n a sola vez, llega p o r fin á fijarse en términos
casi invariables, al menos p a r a el sentido. No sólo
el relato se desarrolla según un p l a n d e t e r m i n a d o ,
sino q u e las p a l a b r a s características se h a l l a b a n
resueltas, a u n q u e tal palabra dirigiese con frecuen-
cia el pensamiento y sobreviviese á las modifica-
ciones del texto. El c u a d r o del Evangelio existe así .
p

antes q u e el Evangelio, sobre poco mas ó menos, Í


como en los d r a m a s persas de nuestros días que se
refieren á la m u e r t e de los Alidos, d o n d e la m a r c h a
de la acción está concluida, m i e n t r a s q u e las p a r t e s
vulgares se dejan á la improvisación del a u t o r .
Destinado á la p r o p a g a n d a , á la apología, á la con-
versión de los judíos, el relato evangélico tiene
toda su i n d i v i d u a l i d a d antes de ser escrito. Se h u -
biese h a b l a d o á los discípulos galileos, á los h e r -
manos del Señor, de la necesidad de tener hojas,
d o n d e este relato fuese revestido de u n a forma
94 EBNESTO KKNÁN

c o n s a g r a d a y habrían, sonreído. ¿Tenemos necesi -


d a d de u n papel p a r a e n c o n t r a r nuestros p e n s a -
mientos fundamentales, los q u e repetimos ó apli-
camos todos los días? Los jóvenes catequistas
p o d í a n r e c u r r i r d u r a n t e algún tiempo á semejantes
a y u d a m e m o r i a , los viejos maestros sólo sentían
desdén p o r aquellos q u e lelconsultaban.
Así comienza este hecho, q u e h a s t a m e d i a d o ei
siglo II, las palabras d e ^ J e s ú s c o n t i n u a b a n citán-
dose de memoria, con variaciones considerables.
" E o s " t e x t o s evangélicos q u e nosotros poseemos
existían ya, p e r o ^ t r o s textos del mismo g é n e r o
existían al lado de ellos, y p o r otra p a r t e , p a r a
c a t a r l a s p a l a b r a s ó los rasgos simbólicos de la vida
de Jesús, no se creía n a d i e obligado á r e c u r r i r á
los textos escritos. La tradición viviente era el
g r a n depósito d o n d e todos t o m a b a n De aquí la
explicación de este hecho, en apariencia s o r p r e n
d e n t e , q u e los textos q u e h a n llegado á ser en se
¿ S e g u i d a la p a r t e más i m p o r t a n t e del cristianismo se
h a n p r o d u c i d o de u n m o d o obscuro, confuso, y n o
t u v i e r o n entonces casi n i n g u n a consideración.
El mismo fenómeno se e n c u e n t r a en las litera -
t u r a s s a g r a d a s . Los Vedqs h a n a t r a v e s a d o los si
glos sin ser escritos; u n h o m b r e q u e se respetase
debía saberlos de memoria. El q u e tenía necesidad
d e u n m a n u s c r i t o p a r a recitar los h i m n o s antiguos
d e m o s t r a b a ciega ignorancia; tampoco las copias
fueron n u n c a estimadas. Citar de memoria la Bi-
blia y el Coran es a ú n u n p u n t o de láttsas p a r a
LOS EVANGELIOS 95

los orientales (1). Una p a r t e de la Thora j u d i a b a


debido ser oral antes de ser r e d a c t a d a . Lo mismo
h a ocurrido con los Salmos. El talmud, en fin, exis-
te cerca de doscientos años sin ser escrito Aun
después de escrito, los sabios prefieren m u c h o
tiempo los discursos tradicionales á los papeles
q u e contienen la opinión de ios doctores. La gloria
d e u n sabio era el poder citar de memoria el m a -
y o r n ú m e r o posible de soluciones de casuistas. E n
presencia de estos hechos, lejos de e x t r a ñ a r s e del
desdén de Papías p o r loa¡..textos evangélicosLexist-
ientes en su tiempo, textos e n t r e los cuales estaban
s e g u r a m e n t e dos de ios libros q u e la cristiandad
h a v e n e r a d o en seguida, se le halla perfectamente
conforme con lo q u e debía esperarse de u n hora
b r e de tradición, de u n «hombre antiguo», como
le d e n o m i n a n cu a n t o s h a n hablado de él. Nosotros
d u d a m o s q u e , a n t e s de la m u e r t e de los apóstoles,
y antes jasaséea de la destrucción de J e r u s a l e m ,
t o d o el conjunto de relatos, sentencias, p a r á b o l a s
y citas proféticas, h a y a n sido puestos p o r escrito.
Es hacia e l a ñ o 75 c u a n d o colocamos por conjetura
el m o m e n t o en que se bosquejan los rasgos de la
imagen a n t e la cual diez y ocho siglos se h a n p r o s -
t e r n a d o . La Batanea, d o n d e residían los h e r m a n o s
d e Jesús, y d o n d e se h a b í a n refugiado los restos
de la iglesia de J e r u s a l e m , parece h a b e r sido el

(i) La mayor parte de las citas del Antiguo Testamento que


se hallan escritas en el Nuevo, están hechas de memoria.
96 ERNESTO EENÁN

país testigo de este i m p o r t a n t e trabajo. La l e n g u a


de q u e se sirvieron fué aquella en la cual estaban
concebidas las p a l a b r a s mismas de Jesús, qué se
repetían de memoria, es decir, la sirocaldea, q u e
alusivamente se llamaba el h e b r e o . Los h e r m a n o s
de J e s ú s , los h e r m a n o s hierosolimitas fugitivos
h a b l a b a n esta l e n g u a , poco diferente, p o r otra
p a r t e , de los bateneotes q u e n o habían a d o p t a d o
la lengua griega. Es en u n dialecto obscuro y sin
cultura literaria con el q u e se trazó el p r i m e r di-
U ?«u.«cjs«seño del libro q u e ha e n c a n t a d o las almas. Cierta-
.»«««-> ¿? m e n t e , si el Evangelio hubiese q u e d a d o como u n
nXr:*-. i i i ] ) h e b r e o ó siriaco, su fortuna hubiese bien
r o

p r o n t o e n c o n t r a d o límites. Es en griego como el


Evangelio debía llegar á su perfección, § la forma
última q u e ha d a d o la vuelta al m u n d o . Es preciso
n o olvidar, sin e m b a r g o , q u e el Evangelio era
entonces u n libro sirio, escrito en u n a lengua se-
mítica. El libro evangélico, esos giros e n c a n t a d o -
res de n a r r a c i o n e s infantiles, que r e c u e r d a n las
p á g i n a s más p u r a s de los antiguos libros h e b r e o s , ,
p e n e t r a d o s de u n a especie de éter idealista q u e
el viejo pueblo no conoció, n o tiene nada de helé-
nico. El h e b r e o es la base. Una justa p r o p o r c i ó n
de materialismo y de espiritualismo, 6 más bien,
u n a indiscernible confusión del a l m a y de los sen -
tidos hace de esta lengua a d o r a b l e el sinónimo
mismo de la poesía, el vestido p u r o de la idea
moral, algo análogo á la escritura griega, d o n d e
el ideal se deja tocar y a m a r .
LOS EVANGELIOS 97

Así fué bosquejado p o r un genio inconsciente


esa o b r a maestra de arte espontáneo, el Evangelio,
n o tal ó cual Evangelio, sino esta especie de poema
no fijado, esa g r a n o b r a n o redactada, d o n d e cada
defecto es una belleza y en el que lo indeciso ha
sido la principal condición de éxito. Ün r e t r a t o de
"Jesús, fino, acabado, clásico, no h u b i e r a tenido tal
e n c a n t o . La ayada, la parábola, no quieren c o n t o r -
nos claros. Les hace falta la cronología incierta,
la transición ligera, indiferente de la realidad. Es
p o r el Evangelio por lo que la ayada judía ha c o n -
seguido la fama universal. Este aire de c a n d o r h a
seducido. El que sabe n a r r a r se a p o d e r a n d o la
multitud, Ahora bien, saber contar es u n r a r o
privilegio, es preciso p a r a esto una i n g e n u i d a d ,
u n a ausencia de pedantería, de las cuales no es
capaz el doctor solemne. Los b u d h i s t a s y los a y a -
distas judíos (los evangelistas son ayadistas v e r d a -
deros) son los únicos que h a n poseído este arte con
tal g r a d o de perfección que hace aceptar u n relato
al universo entero.
Todos los cuentos, todas las parábolas que se
extienden p o r la tierra n o tienen más q u e dos o r í -
genes; el uno b ú d h i c o , el otro cristiano, p o r q u e
solo los b u d h i s t a s y los fundadores del cristianismo
t u v i e r o n cuidado de la predicación popular. La
situación de los budhistas, con relación á los bra-
h a m a n e s , tenía algo de parecido con la d é l o s a y a -
distas en relación, á los talmudistas. Los t a l m u d i s -
tas n o tienen nada q u e se parezca á la parábola

TOMO I
ERNESTO RENÁN

evangélica, así como los b r a h a m a n e s n o hubiesen


llegado n u n c a p o r sí solos al a l a r d e de ligereza, de
soltura, de movimiento, de la narración b ú d h i c a .
Dos g r a n d e s vidas divinas bien contadas, la de
B i d h a y la de Jesús; h e aquí el secreto de las dos
m á s r u d a s p r o p a g a n d a s religiooas q u e h a y a visto
la h u m a n i d a d .
La halaka n o h a convertido á nadie; solas las
epístolas de San P a b l o , n o hubiesen conseguido
cien adeptos de Jesús, L o q u e h a conquistado los
corazones es el Evangelio, esa deliciosa mezcla d e
poesía y de sentido moral, ese relato flotante e n t r e
el sueño y la realidad, en u n paraíso d o n d e n o se
mide el tiempo. H u b o , s e g u r a m e n t e , en todo esto
un poco de sorpresa literaria. Es preciso conceder
en el éxito del Evangelio u n a p a r t e á la extrañeza
causada e n t r e n u e s t r a s torpes razas, p o r esas e x -
t r a v a g a n c i a s deliciosas de la n a r r a c i ó n semita, p o r
esas hábiles combinaciones de sentencias y de dis-
cursos, p o r esas terminaciones t a n a f o r t u n a d a s ,
t a n serenas, t a n cadenciosas. E x t r a ñ o s á los arti •
ficios de la ayada, nuestros luceros q u e d a r o n t a n
e n c a n t a d o s , q u e á la h o r a presente j i o s o t r o s s e n
timos pena al p e r s u a d i r n o s d e q u e ese g é n e r o de
Telato"puede"esfar vacío d é v e r d a d objetiva. Mas
p a r a explicar q u e el Evangelio h a y a llegado á s e r
en todos los pueblos el viejo libro de familia, cuyas
hojas usadas h a n s i d o h u m e d e c i d a s p o r las lágri-
mas, y d o n d e está impreso el dedo de las g e n e r a
ciones, h a hecho falta m á s q u e eso. La fortuna^
LOS EVANGELIOS 99

literaria del Evangelio está en J e s ú s mismo. J e s ú s


ha sido, si podemos e x p r e s a r n o s así, el a u t o r de
su propia biografía. Una experiencia lo p r u e b a . Se
h a r á n a ú n m u c h o tiempo las Vidas de Jesús. Ahora
bien, la Vida de Jesús o b t e n d r á siempre un g r a n
éxito, c u a n d o u n escritor posea el g r a d o de habi-
lidad, de a t r e v i m i e n t o y de i n g e n u i d a d necesarias
p a r a hacer u n a traducción del Evangelio en estilo
de su tiempo. Se buscarían mil causas á este éxito,
n o h a b r í a más q u e u n a , el Evangelio mismo, su
incomparable belleza intrínseca. Que el mismo es-
critor haga en seguida y con iguales procedimien-
tos una traducción de San Pablo; el público n o será
a r r a s t r a d o . Así, es cierto q u e , la persona eminente
"de J e s ú s , r o m p i e n d o vigorosamente s ó b r e l a m e -
dianía de sus discípulos, fué el alma de la aparición
nueva y constituye toda la originalidad.
El protoevangelio h e b r e o , se conserva en o r i -
ginal hasta el siglo V entre los nazarenos de Siria.
Existen traducciones griegas. Ün ejemplar se e n -
cuentra en la biblioteca del sacerdote Pamhile de
Cesárea; San J e r ó n i m o dice h a b e r copiado el texto
h e b r e o d e Alep y a u n haberlo t r a d u c i d o . Todos
los p a d r e s de la Iglesia h a n e n c o n t r a d o q u e este
Evangelio, h e b r e o , parecíase m u c h o al Evangelio
griego q u e lleva el n o m b r e de San Mateo. Con fre-
cuencia deducen q u e el Evangelio griego llamado
de San Mateo h a sido t r a d u c i d o del hebreo. Esta es
una consecuencia errónea. La génesis de n u e s t r o
Evangelio según San Mateo, h a seguido caminos
loe EBNE8TO BBÍTÁN

más complicados. La semejanza de este Evangelio


congos hebreos n o llega hasta la i d e n t i d a d . Nues-
t r o Evangelio, según San Mateo, no e s ' u n a t r a d u c -
ción. Ya explicaremos más t a r d e , cómo, de todos
los textos evangélicos, es el q u e se aproxima más
al p r o t o t i p o h e b r e o .
La destrucción de los judeocristianos de Siria
origina la desaparición de ese texto hebreo. Las
traducciones griegas y latinas, q u e hacían u n a di-
sonancia desagradable al lado de los Evangelios
canónicos, perecieron igualmente.
Las n u m e r o s a s citas hechas por los P a d r e s p e r
miten hasta u n cierto p u n t o figurarse la o b r a ori
ginal.
Los P a d r e s tenían razón en unirlo al p r i m e r o
de n u e s t r o s evangelios. Este Evangelio de los h e -
breos y de los nazarenos parecíase, en efecto, mucho
al de San Mateo, p o r el p l a n y_la ordenación. P a r a
la extensión, sosteníase en un t é r m i n o medio e n t r e
Marcos y Mateo. No se p u e d e sentir m u c h o la pér-
dida de u n texto semejante. Es cierto, sin e m b a r g o ,
q u e a u n cuando poseyéramos el Evangelio h e b r e o ,
visto por San J e r ó n i m o , n u e s t r o Mateo debería ser
preferido. Nuestro Mateo, en efecto, se ha conser-
v a d o intacto desde su redacción definitiva, en los
últimos años del siglo í, m i e n t r a s que el Evangelio
Hebreo, ausente y celoso g u a r d i á n de los textos, en
las Iglesias judaizantes de Siria, ha sido retocado
de siglo en siglo, y al fin no era m u y superior á
u n Evangelio apócrifo.
LOS EVANGELIOS 101

E n su origen parece h a b e r tenido los caracteres


q u e se espera e n c o n t r a r en u n a obra primitiva. El
plan del relato era conforme al de Marcos, más sen -
¡cilio q u e el de Mateo y de Lucas. El nacimiento de
virgen de J e s ú s no figuraba. E n lo que se refiere á
los genealogías, la lucha fué viva. La g r a n batalla
del ebionismo se libra en este p u n t o . Algunos admi
ten las tablas genealógicas en sus ejemplares; otros
las rechazaban. C o m p a r a d o el Evangelio llamado
de Mateo, al Evangelio hebreo, según lo q u e pode-
mos juzgar p o r los fragmentos que nos q u e d a n , era
menos refinado en el simbolismo, más lógico, m e -
nos sujeto á ciertas objeciones de exégesis, pero de
un s o b r e n a t u r a l más e x t r a ñ o , más grosero, más
análogo al de Marcos. Así la fábula q u e el J o r d á n
se llenó de fuego en el bautizo de Jesús, fábula
m u y acreditada y preciosa en toda la t r a d i c i ó n
popular de los p r i m e r o s siglos, se e n c o n t r a b a en
este Evangelio. La forma bajo la cual se suponía
q u e el Espíritu divino entra en J e s ú s , como u n a
fuerza distinta de él, parece también h a b e r sido la
más antigua concepción nazarena. P a r a la t r a n s -
figuración, el Espíritu, m a d r e de Jesús (1) t o m ó á
s u hijo p o r u n cabello, según u n a fantasía que se
e n c u e n t r a en Ezequiel (2) y en las adiciones al
libro de Daniel, y le t r a n s p o r t a sobre el Thabor.

(1) La ^palabra rouah (espirita) es femenina en hebreo. EL


•espíritu de Dios entre los elchaaaitas era también ana mujer.
(2) Ezequiel.—VIII, 3.
102 ERNESTO BKNÁN

Algunos detalles materiales son interesantes, pero-


t o d o está hecho en el g u s t o de Marcos. E n fin, cier-
tos rasgos q u e q u e d a r o n esporádicos en la t r a d i -
ción griega, tales como la anécdota de la mujer
adúltera, q u e es a c o m o d a d a al cuarto Evangelio,
tenía su sitio en el Evangelio h e b r e o .
Los relatos de las apariciones de Jesús resuci-
t a d o ofrecían e v i d e n t e m e n t e en este Evangelio u n
carácter a p a r t e . Mientras q u e la tradición galilea-
na, r e p r e s e n t a d a p o r Mateo, quería q u e Jesús h u -
biese dado cita á sus discípulos en Galilea, el E v a n -
gelio de los h e b r e o s , sin d u d a p o r q u e r e p r e s e n t a b a
la tradición de la iglesia de Jerusalem, suponía
q u e todas las apariciones t u v i e r o n í u g a r en esta
ciudad, y a t r i b u í a n la p r i m e r a visión á Santiago.
Uno de los finales del Evangelio de Marcos y e l
E v a n g e l i o de Lucas, colocan a ú n todas las a p a r i -
ciones en J e r u s a l e m . San P a b l o seguía u n a t r a d i -
ción análoga.
Un h e c h o m u y n o t a b l e es q u e Santiago, el hom-
b r e de J e r u s a l e m , jugase en el Evangelio h e b r e o
u n p a p e l más i m p o r t a n t e q u e en la tradición e v a n -
gélica q u e ha s o b r e v i v i d o . Parece q u é h u b o e n t r e
los evangelistas griegos u n a especie de prejuicio
p a r a b o r r a r al h e r m a n o de J e s ú s , ó dejándolo
como sospechoso de u n papel o d i a d o . E n el E v a n -
gelio n a z a r e n o , p o r el contrario, se h o n r a á S a n -
tiago con u n a aparición de J e s ú s resucitado; esta
aparición es la p r i m e r a de todas; es para él sólo;
es la recompensa del voto, lleno de i n t e r n a fe q u e
LOS E V A N G E L I O S 103

había hecho Santiago de no comer ni b e b e r hasta


que viese á su h e r m a n o resucitado. Se está t e n t a d o
de m i r a r este relato como un r e m a n e n t e b a s t a n t e
m o d e r n o de la leyenda, sin una circunstancia ca-
pital. San Pablo, hacia el año 75, nos dice igual-
mente q u e según la tradición recogida por él, S a n -
tiago h a b í a tenido su visión. He aquí u n h e c h o
i m p o r t a n t e q u e los Evangelios griegos h a n s u p r i -
mido y que el Evangelio h e b r e o contaba. En des-
quite, p a r e c e que la p r i m e r a redacción hebraica
encerraba más de u n a alusión contra P a b l o . Las
gentes h a n profetizado y cazado á los demonios en
n o m b r e de J e s ú s ; en el g r a n día Jesús los rechaza,
«porque ellos h a n practicado la ilegalidad.» La
parábola de la cizaña es aún más característica.
[«Un h o m b r e no h a s e m b r a d o en su campo más q u e
b u e n a simiente, y mientras d o r m í a n los h o m b r e s
vino el hombre enemigo y sembró cizaña en medio
del trigo, y se fué. Y después que creció la hierba
é hizo fruto, apareció t a m b i é n entonces la cizaña.
Y llegando los siervos del p a d r e de familia, le di-
jeron: Señor, ¿por v e n t u r a no sembraste b u e n a
simiente en t u campo? ¿Pues de d ó n d e tiene cizaña?
Y les dijo: El hombre enemigo ha h e c h o esto. Y le
dijeron los siervos: ¿Quieres q u e vayamos y la co
jamos? No, les r e s p o n d i ó ; no sea que cogiendo la
cizaña a r r a n q u é i s también con ella el trigo. Dejad
crecer lo u n o y lo o t r o hasta la siega, y en el tiem-
po de la siega diré á los segadores: Goged p r i m e -
r a m e n t e la c i z a ñ a ' y . a t a d l a en manojos p a r a q u e -
104 EENESTO EKÍTÁN

rriflrla, mas el trigo recogedlo en mi granero.» Es


preciso r e c o r d a r q u e la expresión el hombre enemigo
era el n o m b r e h a b i t u a l con el cual los ebionitas
designaban á P a b l o .
¿El Evangelio h e b r e o fué considerado p o r los
cristianos de Syria como la o b r a del apóstol Mateo?
Ninguna razón seria conduce á creerlo. El testimo-
nio de los P a d r e s de la Iglesia no p r u e b a n a d a en
la cuestión p r e s e n t e . Vista la e x t r e m a incertidum-
b r e de ios escritores eclesiásticos cuando se trata
del h e b r e o , esta proposición v e r d a d e r a , «El E v a n -
gelio h e b r e o de los cristianos de Syria se parece al
Evangelio griego, conocido bajo el n o m b r e de San
Mateo», debía transformarse en ésta, que no es
sinónima: «Los cristianos de Syria poseían el E v a n -
gelio de San Mateo en hebreo», ó bien: «San Ma-
teo escribió en h e b r e o su Evangelio.» Nosotros
creemos q u e el n o m b r e de San Mateo n o fué apli
cado á las redacciones evangélicas mas q u e c u a n d o
la redacción griega, q u e a h o r a lleva su n o m b r e , se
compuso, como veremos m á s adelante. Si el E v a n -
gelio h e b r e o lleva a l g u n a vez n o m b r e de a u t o r ó,
más bien, u n a designación de g a r a n t í a tradicional,
ésta fué el título de «Evangelio de los doce Após-
toles», quizá á veces llevase el n o m b r e de «Evan-
gelio de San Pedro.» Aun creemos q u e estos a p e -
lativos se le dieran más t a r d e , c u a n d o los E v a n -
gelios, q u e llevan n o m b r e s de Apóstoles, como el
d e Mateo, estuvieron en b o g a . Una m a n e r a decisiva
de c o n s e r v a r al viejo Evangelio su a u t o r i d a d , era
LOS EVANGELIOS 105

el cubrirlo con toda la a u t o r i d a d del cuerpo a p o s -


tólico.
Como y a h e m o s dicho, el Evangelio h e b r e o fué
mal c o n s e r v a d o . Cada acta judaizante de Syria
hizo adiciones y supresiones; así los ortodoxos lo
presentan más interpolado y más extenso q u e el
de Mateo, y otras veces como mutilado. Sobre todo,
e n t r e las manos de los ebionitas del s e g u n d o siglo,
el Evangelio h e b r e o llega al último g r a d o de la
alteración. Los heréticos hicieron una redacción
griega, cuyo giro p a r e c e h a b e r sido i n c o n g r u e n t e ,
pesado, y donde, por otra p a r t e , no se consideró
como u n a falta el imitar á Lucas y á los otros E v a n -
gelios griegos. Los Evangelios llamados de Pedro.
y según los egipcianos, proceden de la misma fuente;
p r e s e n t a n igualmente su carácter apócrifo y de
mediocre valor.
CAPÍTULO VII

El E v a n g e l i o g r i e g o . — M a r c o s

El cristianismo de los países griegos (1) tenía


a ú n más necesidad q u e el de los países sirios d e
u n a redacción escrita de la vida y de la enseñanza
de Jesús. Parece, á la p r i m e r a ojeada, q u e h u b i e s e
sido m u y sencillo de t r a d u c i r , p a r a satisfacer á
esta necesidad, el Evangelio h e b r e o que, p r ó x i m o
á la r u i n a de J e r u s a l e m , había t o m a d o u n a forma
atrasada. P e r o la t r a d u c c i ó n p u r a y sencilla n o
era precisamente el hecho de estos tiempos; n i n -
g ú n texto tenía b a s t a n t e a u t o r i d a d p a r a ser p r e -
ferido á los otros; es dudoso, p o r o t r a p a r t e , q u e
ios p e q u e ñ o s c u a d e r n o s h e b r e o s de los nazarenos
hubiesen pasado el m a r , saliendo de Syria. Los
h o m b r e s apostólicos q u e estaban en relación con
las iglesias de Oriente, explicaban de memoria, y
sin d u d a n o llevarían consigo o b r a s q u e hubiesen
sido inteligibles p a r a sus fieles. C u a n d o la necesi-

(1) No hablamos de los paises latinos. El cristianismo, á la


hora en que nos encontramos, no ha tocado más que á Roma,
de hecho tierra latina, y los cristianos de Roma hablaban eí
griego.
LOS EVANGELIOS 107

d a d de un Evangelio en griego sé dejó sentir, se


le compuso de todas las piezas. P e r o , como ya
hemos dicho, el plan, el c u a d r o , el libro casi e n -
tero, se h a l l a b a n trazados de a n t e m a n o . No había
en el fondo más que u n a m a n e r a de c o n t a r la vida
de Jesús, y dos discípulos escribiéndola s e p a r a d a -
mente, el u n o en Roma, el otro en Kokaba; el u n o
en griego, el otro en siriocaldeo, debían p r o d u c i r
dos o b r a s , teniendo e n t r e sí muchas analogías.
Las líneas generales, el orden del relato no t e -
nían q u e fijarse. Lo q u e había q u e crear era el es-
tilo griego, la elección de las palabras esenciales.
El h o m b r e q u e hizo esta o b r a i m p o r t a n t e fué J u a n -
Marcos, el discípulo, el intérprete de P e d r o . Mar-
cos, a lo q u e parece, había visto, siendo niño, algo
de los hechos evangélicos; se p u e d e creer q u e es-
t u v o en Gethsemaní. Conoció personalmente á los
q u e h a b í a n j u g a d o un papel en el d r a m a de los
últimos días de J e s ú s . H a b i e n d o a c o m p a ñ a d o á
P e d r o en Roma q u e d ó p r o b a b l e m e n t e , después d e
la m u e r t e del apóstol, a t r a v e s a n d o en esta c i u d a d
las crisis terribles q u e siguieron. F u é allí d o n d e ,
según todas las apariencias, redactó el p e q u e ñ o
escrito de c u a r e n t a ó cincuenta páginas q u e ha s i d o
el p r i m e r núcleo de los Evangelios griegos.
Él escrito, a u n q u e compuesto después de la
m u e r t e de P e d r o , era en u n sentido la o b r a de P e -
d r o , era la m a n e r a con la que P e d r o tenía costum-
b r e de c o n t a r la vida de Jesús. P e d r o s a b í a . m a l el
griego; Marcos !e servía de intérprete; cientos d e
108 ERNESTO RENÁy

-veces había sido el conducto por el cual pasaba esta


historia maravillosa. P e d r o n o seguía en sus e x -
plicaciones u n o r d e n r i g u r o s o ; citaba los hechos y
las parábolas según las necesidades de la enseñanza
lo exigían. Esta libertad de composición se encuen -
t r a en el libro de Marcos. La distinción lógica de
las materias" eTñífiy defectuosa; en algunos p u n t o s
la o b r a es incompleta y faltan partes enteras de la
vida de Jesús; ya se hacía n o t a r esto en el siglo II.
P o r el c o n t r a r i o , la pureza, la precisión de detalle,
l a originalidad, lo pintoresco, la vida de este p r i -
m e r relato no fueron i g u a l a d a s en las siguientes.
Una especie de realismo hace el rasgo pesado y
d u r o (1); la idealidad del carácter d e J e s ú s es p o b r e ;
tien^ i n h e r e n c i a s , , e x t r a v a g a n c i a s inexplicables.
El p r i m e r o yjíl terbjer Evangelio sobrepujan m u c h o
al d e Marcos por la belleza de los discursos, el afor-
t u n a d o arreglo de las anécdotas; una multitud de
detalles ofensivos h a n desaparecido; pero, como
d o c u m e n t o histórico, el E v a n g e l i o de Marcos tiene
u ñ a g r a n s u p e r i o r i d a d (2).
La fuerte impresión dejada p o r Jesús se e n c u e n -

(1) Por ejemplo, Marcos, III, 2,o


( 2 ) Véase por ejemplo Marcos I, 20, 29; II, 4, 14; III, 17; V,
.22, 37, 4'2; VI,45; VII, 26, 31; VIII, 10, 14;IX, 6;X, 46;XI, 4; XII,
28; X í I I , 3; XV, 14, 2 1 , 25, 42. Comparándolas con los pasajes
paralelos de otras sinópticas, observad, sobre todo, en Marcos
el relato de la Muerte de Juan Bautist*-, la misma página abso-
lutamente histórica que-hay'en todos los Evangelios reunidos.
Notad la expresión hijo tie María (VI, 3). Véase el apéndice.
LOS EVANGELIOS 109

t r a completa. Se la ve realmente viviendo, a g i t á n -


dose.
El p a r t i d o q u e h a tomado Marcos de e x t r a c t a r
tan singularmente los g r a n d e s discursos de Jesús,
nos e x t r a ñ a . Esos discursos no podían serle deseo -
nocidos, y si los ha omitido t u v o algún motivo p a r a
hacerlo. El espíritu de P e d r o , un poco estrecho y
seco, fué tal vez la causa de tal supresión. Ese mis-
mo espíritu es, s e g u r a m e n t e , la explicación de la
importancia pueril q u e Marcos concede á los mila
g r o s . La t a u m a t u r g i á , en su Evangelio, tiene un
carácter singular de materialismo pesado, q u e hace
pensar á cada instante en los sueños de ios m a g n e -
tizadores. Los milagros se realizan penosamente,
p o r períodos sucesivos. Jesús los opera por medio
de fórmulas arameas, que tienen sabor cabalístico.
H a y una lucha entre la fuerza n a t u r a l y la sobre -
n a t u r a l ; el mal cede poco á poco y por m a n d a -
mientos reiterados. Añádase á esto una especie de
carácter secreto. J e s ú s defiende siempre á los q u e
son objeto de sus favores al hablar. No se podía
negarlo, Jesús sale de este Evangelio n o como el
delicioso moralista q u e nosotros amamos, sino como
u n enemigo terrible. El sentimiento q u e inspira á
los que le r o d e a n es el temor; las gentes, e s p a n t a d a s
de sus prodigios, vienen á suplicarle se aleje de sus
fronteras.
No se debe conejuir de aquí q u e el Evangelio
de Marcos sea menos histórico q u e los otros, al
contrario. Las cosas q u e nos hieren en el más alto
110 BBNKSTO BBINAN

g r a d o f ueron de p r i m e r o r d e n p a r a J e s ú s y sus
discípulos inmediatos. El m u n d o r o m a n o e r a , a u n
más que el m u n d o judío, e n g a ñ a d o con esas ilusio-
nes. Los milagros de Vespasiano están concebidos
exactamente sobre el mismo tipo que los de Jesús
en el Evangelio de Marcos. Un ciego, un cojo, le
detienen en la plaza públiea suplicándole q u e les
c u r e . Cura al p r i m e r o escupiendo sobre sus ojos,
el s e g u n d o m a r c h a con la pierna enferma (1). P e -
d r o parece h a b e r sido impresionado principal-
m e n t e p o r estos prodigios, y se p u e d e creer q u e
insistía m u c h o con ellos en su p r o p a g a n d a . P o r
esto la o b r a que ha inspirado tiene u n a fisonomía
a p a r t e . El Evangelio de Marcos, más bien q u e
u n a leyenda, es u n a biografía escrita con creduli-
d a d . Los caracteres de la leyenda, la v a g u e d a d de
l a s circunstancias, la s u a v i d a d de los contornos
solicitan la atención en Mateo [y en Lucas. Aquí,
p o r "el c o n t r a r i o , todo está t o m a d o á lo vivo; se
siente hallarse en presencia de recuerdos (2).
El espíritu q u e domina en el libro es el de P e -
d r o . Desde entonces Oephas juega u n papel emi-
n e n t e y aparece siempre á la cabeza de los após-
toles. El a u t o r n o está afiliado á la escuela de
Pablof y p o r t a n t o , en diversas ocasiones, se a p r o -
xima más bien á la dirección de Santiago) p o r su
indiferencia en lo q u e se refiere al j u d a i s m o , p o r

(1) T a c , Hist., IV, 18—82; Suetonio, Vesp. T.


(2) Véase el relato doméstico tan personal. Marcos I, 29-34.
LOS E V A N G E L I O S 111

su odio p a r a el fariseísmo, por su viva oposición á


principios de la teocracia judía. El relato de la
Oananea, significa evidentemente q u e el p a g a n o
obtiene gracia siempre q u e tenga fé, q u e sea hu-
milde,; q u e reconozca el privilegio a n t e r i o r de los
hijos de la casa.; Está en completo acuerdo con el
papel q u e juega P e d r o en la historia del Centurión
Córnelio. P e d r o , es v e r d a d , se parece más tarde á
Pablo, u n tímido; p e r o n o hubiese sido menos, en
su época, el p r i m e r o en reconocer la vocación de
los gentiles.) v^Wt» IVÍ-.W^SI

Veremos más adelante qué géneros de modifi-


caciones se han creído obligados á i n t r o d u c i r en
esta p r i m e r a redacción griega, á fin de p r e s e n t a r -
los sin inconvenientes para los fieles, y cómo de
esta revisión salieron el Evangelio llamado de Ma
teo y el de Lucas. Un hecho capital de la literatura
cristiana p r i m i t i v a , es q u e esos textos, corregidos
en un sentido más completo, n o hicieran desapare
cer el texto primitivo. El opúsculo de Marcos se
conserva, y bien p r o n t o , gracias á la hipótesis có-
m o d a , pero de todo p u n t o e r r ó n e a , q u e hizo de él
«un divino e x t r a c t a d o r » , t u v o su sitio en el cuar-
teto misterioso de los Evangelios. ¿Es seguro q u e el
escrito de Marcos h a y a q u e d a d o p u r o de toda inter-
polación, q u e el texto que h o y leernos sea sencilla-
m e n t e el p r i m e r Evangelio griego? Sería t e m e r a r i o
el afirmarlo. Al mismo tiempo q u e se siente la n e -
cesidad de componer, t o m a n d o á Marcos p o r b a s e ,
o t r o s Evangelios, llevando otros n o m b r e s , es m u y
112 EBNESTO BENÁN

posible que se h a y a retrocedido á Marcos m i s m o ,


dejando su n o m b r e á la cabeza del libro. Muchas
p a r t i c u l a r i d a d e s p a r e c e n s u p o n e r una especie d e
influencia r e t r o a c t i v a ejercida sobre e M í e í i ó ^ d e
Marcos p o r los Evangelios compuestos según Mar-
cos. P e r o estas son hipótesis complicadas q u e n a d a
d e m u e s t r a n . El E v a n g e l i o de Marcos ofrece u n a
perfecta u n i d a d , a p a r t e de ciertos p u n t o s de d e -
talle d o n d e los m a n u s c r i t o s difierer^ y de esos
p e q u e ñ o s retoques q u e los escritos cristianos casi
sin excepción h a n sufrido, y no parece q u e h a y a
recibido adiciones considerables desde que fué
compuesto.
El rasgo característico del Evangelio de Marcos
era desde su origen la ausencia de la genealogía y
de las leyendas relativas á la.infancia de J e s ú s . Si
h u b o una laguna q u e fué u r g e n t e llenar p a r a los
lectores católicos era ésta, y p o r tanto se procedió
á hacerlo. O t r a s m u c h a s particularidades molestas
desda el p u n t o de vista de la apología no fueron
b o r r a d a s . Sólo ios relatos de la resurrección se
p r e s e n t a n en Marcos con rasgos evidentes de vio -
lénciás. Los mejores manuscritos se detienen des-
p u é s de las p a l a b r a s zdo [3oiwo y a p (XVI, 8). No se
p u e d e apenas admitir q u e el texto primitivo acá -
base de u n a m a n e r a t a n brusca.
Es p r o b a b l e q u e hubiese en la continuación
algo opuesto á las ideas admitidas; se las elimina;
p e r o la terminación m e n c i o n a d a era poco satisfac-
toria; se s u p o n e n diversas fórmulas sin q u e n i n -
LOS EVANGELIOS 113

g u n a tuviese bastante a u t o r i d a d p a r a ocultar las


otras de los manuscritos. De q u e Mateo, y sobre
iodo Lucas, omitan tal pasaje que está actualmen-
te en Marcos, se h a deducido que estos pasajes n o
estaban en el p r o t o Marcos. E r r o r ; los redactores
de s e g u n d a m a n o escogían, omitían, guiados p o r
el sentimiento de u n acto instintivo y p o r la u n i -
d a d de su o b r a . Se h a osado decir, p o r ejemplo,
q u e la pasión faltaba en Marcos primitivo, p o r q u e
"Lucas, quo le h a seguido hasta allí, n o le sigue en
el relato de las últimas h o r a s de Jesús. La v e r d a d
es q u e Lucas h a t o m a d o p a r a la Pasión o t r o guía
más simbólico, más emocionante q u e Marcos; a h o -
ra bien, Lucas era demasiado b u e n artista p a r a
mezclar los colores. La Pasión de Marcos, p o r el
contrario, es la más verdadera,, la más antigua, la
más histórica. La s e g u n d a redacción, en parecido
caso, es siempre más movida, más dominada p o r
las razones ápriori q u e las q u e le h a n precedido.
Los rasgos de precisión son indiferentes á las g e -
neraciones que n o h a n conocido á los actores p r i -
mitivos. Lo q u e quieren, ante todo, es u n relato
de contornos r e d o n d e a d o s y significativo en todas
sus p a r t e s . I
Todo induce á creer que Marcos no escribió j
su Evangelio h a s t a j 3 e s p j i ( ^ ^ j
Papíás lo s u p o n e c u a n d o dice q u e Marcos escribía \
«de memoria» lo q u e retenía de P e d r o . Ireneo dice
lo mismo. En fin, esto es decisivo c u a n d o se a d m i -
te la u n i d a d y la integridad de la o b r a ; e l E v a n g e -

XOMO I 8
114 ERNESTO RENÁN

lio de Mareos presenta alusiones evidentes á la


catástrofe del año 70. El a u t o r p o n e en ia boca de
J e s ú s , en el capítulo XIII, u n a especie de apocalip-
sis d o n d e se cruzan las predicciones relativas á la
toma de J e r u s a l e m y ai p r ó x i m o fin de los tiempos.
Oreemos que este p e q u e ñ o apocalipsis, concebido
en parte para decidir á los fieles en. Pella, se es-
parció en la c o m u n i d a d de J e r u s a l e m hacia el
a ñ o 68. Ciertamente, n o contenía entonces el a n u n -
ció de ia destrucción del templo. El a u t o r del Apo
calipsis juanico, m u y al corriente de la conciencia
cristiana, n o cree aún, en los últimos días del 68 ó
e n los p r i m e r o s del 69, q u e el templo será destruí-
do. Naturalmente,, todas las compilaciones sobre la
vida y las p a l a b r a s de Jesús que a d o p t a r o n este
fragmento como profético, lo modifican en el s e n -
tido de hechos realizados y a p u n t a n la predicción
clara de la r u i n a del templo. Es p r o b a b l e q u e el
Evangelio h e b r e o , desde su p r i m e r a redacción,
contenía ya los discursos apocalípticos de q u e se
t r a t a . El Evangelio h e b r e o , sin d u d a , contenía el
pasaje relativo al a s e s i n a t o . de Zarachíe, hijo de
Barachíe, detalle q u e nació en ia tradición al mis-
m o tiempo q u e el discurso apocalíptico menciona-
do. Marcos se g u a r d a de n o olvidar u n rasgo t a n
i m p o r t a n t e . Él s u p o n e q u e Jesús, en los últimos
días de su vida, t u v o noción clara de la r u i n a
d e la nación judía, y toma esta r u i n a como m e -
dida del tiempo q u e debía t r a n s c u r r i r h a s t a la se-
g u n d a aparición. «En esos días, aquí, después de la
LOS EVANGELIOS 115

catástrofe... se verá el hijo del hombre.» Tal fór-


m u l a supuso n o t o r i a m e n t e q u e , e n el instante en
q u e el a u t o r escribe la ruina de Jerusalem, se h a *--~{o
realizado, pero realizado hacía poco tiempo.
. De otra p a r t e , el Evangelio d e Marcos h a sido
compuesto antes de q u e todos l o s l e s t i g o s oculares
de la vida de Jesús hubiesen m u e r t o . Se ve p o r
esto e n q u é limite estrecho ~ la fecha posible de la
redacción del libro se encuentra e n c e r r a d a . De
t o d a s m a n e r a s , es preciso a p r o x i m a r s e á los p r i -
m e r o s años d e calma q u e siguieron á la g u e r r a de
J u d e a . Marcos no podía tener entonces m u c h o
más de cincuenta y cinco años.
S e g ú n t o d a s las apariencias, fué en Roma d o n d e
Marcos compuso ese primer ensayo de Evangelio
'gfíe^7^S©7 TJanTTmpérfeoto como era, e n c e r r a b a
l a s líneas esenciales del a s u n t o . Tal es la a n t i g u a
tradición y n a d a tiene de inverosímil. Roma era,
después de Siria, el p u n t o capital de los cristianos.
Los latinismos^s^n_Jr^c^entes^ en el opúsculo d e
Márcos~más q u e en n i n g ú n otro escrito del Nuevo
Testamento. Los textos bíblicos á q u e se refiere se
a p r o x i m a n á la versión de los Setenta. Varias p a r -
ticularidades hacen suponer q n e el escritor tenía
á la vista lectores q u e conocían poco la Palestina
y las costumbres judías. Las citas expresas del
Antiguo Testamento, hechas p o r el mismo a u t o r ,
se r e d u c e n á una; los razonamientos exegétioos
q u e caracterizan á Mateo y a u n á Lucas, faltan e n
Marcos. El n o m b r e de la Ley n o acude jamás á su;
116 ERNESTO EENÁN

p l u m a . Nada, pues, obliga á creer q u e este sea u n


trabajo sensiblemente distinto del nuestro, q u e se
aplica lo q u e Presbyteros Joannes, en los p r i m e r o s
a ñ o s del siglo II, decía á Papías: «El P r e s b y t e r o s
decía a ú n esto: Marcos, i n t é r p r e t e de P e d r o , escri-
bía exactamente, p e r o sin o r d e n , t o d o lo q u e r e -
c o r d a b a de lá^^alabraTs^dFIasircciones del Cristo.
No comprendía sineseguir al Señor; p e r o más t a r d e ,
como ya h e dicho, sigue á P a b l o , q u e hacía s u s
didascMicas, según las necesidades del m o m e n t o y
n o como si hubiese q u e r i d o dirigir u n a compila-
ción metódica de los discursos del Salvador; así es,
q u e Marcos no escribe m á s q u e sus r e c u e r d o s ,
p o n i e n d o c u i d a d o en n o omitir n a d a de lo q u e
h a b í a oído y en no dejar p a s a r n a d a de falso.»
CAPÍTULO VIII

El cristianismo y el imperio bajo los Flavios

Lejos de disminuir la importancia de los judíos


en E o m a , la g u e r r a de J u d e a n o había contribuido
e n u n sentido más q u e á a u m e n t a r l a . Roma era la
c i u d a d más g r a n d e del m u n d o ; había h e r e d a d o
toda la importancia de J e r u s a l e m . La g u e r r a de
J u d e a arrojó en Italia millares de esclavos judíos.
Del 65 al 72, todos los prisioneros hechos d u r a n t e
la g u e r r a h a b í a n sido vendidos en masa. Los l u g a -
res de prostitución estaban Henos d e judíos y j u -
días de las familias más distinguidas. La leyenda
se complacía en edificar sobre este dato aconteci-
mientos novelescos.
Aparte del pesado t r i b u t o q u e pesaba sobre los
judíos, y q u e vale á los cristianos más de u n a ve-
jación, el r e i n a d o de Vespasiano n o se señaló p a r a
las dos r a m a s de la familia de Israel p o r n i n g ú n
t o r m e n t o . Ya h e m o s visto q u e la n u e v a dinastía,
lejos de llevar en sus orígenes el desprecio del j u -
daismo, h a b í a sido conducida p o r el h e c h o de la
g u e r r a de J u d e a , inseparable d e su a d v e n i m i e n t o ,
á contraer obligaciones con g r a n n ú m e r o de judíos.
118 IBSBSIO BENÁJST

E s preciso r e c o r d a r q u e Vespasiano y Tito, a n t e s


de llegar al p o d e r , q u e d a r o n cuatro años en Siria
y q u e h a b í a n formado lazos de afecto, Tiberio Ale-
j a n d r o era el h o m b r e á quien los Flávios debían
más. Continuaba o c u p a n d o un r a n g o de p r i m e r
o r d e n en el E s t a d o ; su estatua era u n a de las q u e
d e c o r a b a n el foro. Nee suesere fas est, decían e n c o -
lerizados los viejos r o m a n o s , irritados de esta
intrusión de los orientales. H e r o d e s A g r i p p a l t ,
q u e r e i n a b a y batía m o n e d a en Tiberiades y en
Raneas, vivía en Roma, r o d e a d o de correligiona-
rios, l l e v a n d o g r a n t r e n , a d m i r a n d o á los r o m a n o s
p o r la p o m p a y la ostentación, con las cuales cele-
b r a b a las fiestas judías. Mostraba en sus relaciones
cierta amplitud, puesto q u e t u v o p o r secretario al
Zelote radical J u s t o de Tiberiade, el cual n o t u v o
n i n g ú n escrúpulo en comer el p a n de u n h o m b r e
á quien más de u n a vez había s e g u r a m e n t e acusa-
d o de traición. Agrippa fué condecorado con los
o r n a m e n t o s de la p r e t u r a y recibió del e m p e r a d o r
u n a u m e n t o de fondos del lado de H e r m á n .
Sus h e r m a n a s D r u s i l l e y Berenice vivían i g u a l -
m e n t e en R o m a . Berenice, á pesar de su e d a d ya
m a d u r a , ejercía s o b r e el corazón de Tito tal i m p e -
rio, q u e tenía la pretensión de casarse, y q u e Tito
se lo h a b í a , según dicen, p r o m e t i d o ; n o se d e t u v o
más q u e p o r consideraciones políticas. Berenice
h a b i t a b a el palacio, y ella, tan piadosa, vivía p ú -
blicamente con el d e s t r u c t o r de su p a t r i a . Los celos
de Tito eran vivos y parecen no h a b e r c o n t r i b u i d o
LOS EVANGELIOS 119

menos q u e la política al asesinato de Cseina. La fa-


vorita judía utilizaba p l e n a m e n t e sus derechos r e -
gios. Las causas dependían de su jurisdicción, y
Quintiliano cuenta q u e defendió en su presencia
u n proceso d o n d e ella era juez y p a r t e . Su lujo
a s o m b r a b a á los romanos; regulaba la moda; u n a
sortija q u e hubiese llevado en su dedo se vendía á
precios exorbitantes; p e r o el m u n d o serio la d e s -
preciaba, calificando en voz alta de incesto sus r e -
laciones con su h e r m a n o Agrippa. Otros h e r o d i a -
nos vivían en Italia, tal vez en Ñapóles, en p a r t i c u -
lar e n e Agrippa, hijo de DrusiUa y de Félix, q u e
pereció en la erupción del Vesubio. E n fin, todas
estas dinastías de Pyria y de Armenia, q u e h a b í a n
abrazado el judaismo, q u e d a r o n con la n u e v a fa-
milia real en relaciones íntimas y diarias.
Alrededor de ese m u n d o aristocrático corretea-
b a como s e r v i d o r complaciente el flexible y p r u -
dente Josefo. Desde su e n t r a d a en la s e r v i d u m b r e
de Vespasiano y de Tito había t o m a d o el sobre-
n o m b r e de Fia vius y á la m a n e r a de u n espíritu
mediocre, concillaba los papeles contradictorios, á
la vez obsequioso p a r a los v e r d u g o s de su país, jac-
tancioso c u a n d o se t r a t a b a de recuerdos" naciona-
les. Su vida doméstica, hasta entonces poco o r d e n a -
da, t r a t a al fin de regularizarse. Un desengaño le
hiere, h a b í a tenido el t o r m e n t o de aceptar de
Vespasiano u n a joven cautiva de Cesárea que le
a b a n d o n a en c u a n t o e n c u e n t r a ocasión o p o r t u n a .
E n Alejandría, toma u n a mujer de la cual t u v o tres
120 ERNESTO RENÁM

hijos, dos que m u r i e r o n jóvenes, y á la que r e p u -


dió hacia el año 74 por incompatibilidad de c a r a c -
teres, dice él. Casó entonces con una judía de
Creta, en la cual e n c o n t r ó al fin todos las perfec-
ciones, y de la q u e t u v o dos hijos. Su judaismo h a -
bía sido siempre elástico y cada día lo fué más; te-
l í a e m p e ñ o en h a c e r creer q u e , a u n en la época de
m a y o r fanatismo galileo, había sido u n liberal,
i m p i d i e n d o la circuncisión forzosa de las gentes y
p r o c l a m a n d o q u e cada u n o debe a d o r a r á Dios se-
g ú n el culto q u e h a y a elegido. Esta idea, de q u e
cada u n o elija su culto, inusitada en Roma, ganaba
ai t e r r e n o y servía p o d e r o s a m e n t e á la p r o p a g a n d a
d e los cultos formados sobre una idea racional de
la divinidad.
Josefo tenía u n a instrucción helénica superfi
cial, sin d u d a , pero de la cual sabía sacar p a r t i d o
como h o m b r e hábil; él leía los historiadores g r i e -
gos y esta lectura despertaba su ambición; vio la
posibilidad de escribir de esta m a n e r a la historia
de las últimas catástrofes de su p a t r i a . Muy poco
artista p a r a resistir la t e m e r i d a d de su empresa,
se arroja á e m p r e n d e r l a » como sucede a l g u n a s v e -
ces á los judíos que hacen sus ensayos literarios en
u n a lengua extranjera, sin d u d a r de n a d a . A u n n o
tenía el hábito de escribir el griego, y fué en siró
caldeo como hizo la p r i m e r a redacción de su o b r a ;
después publicó la edición griega q u e ha llegado
hasta nosotros. A p e s a r de sus protestas, Josefo n o
es el h o m b r e de La v e r d a d . Tiene el defecto judío,
JLOS EVANU1S1.IOS 121

el defecto q u e más se opone á la sana m a n e r a de


escribir la historia, u n a p e r s o n a l i i r a l e x a g e r a d a .
Mil preocupaciones le dominan; a h o r a , la necesidad
d e a g r a d a r á sus n u e v o s amos, Tito y H e r o d e s
Agrippa; después, el deseo de hacerse valer, mos-
t r á n d o s e á los compatriotas q u e sospechaban de
sus intenciones como guiado ú n i c a m e n t e p o r la
más p u r a inspiración del patriotismo; después, u n
sentimiento h o n r a d o le lleva en muchos p u n t o s á
p r e s e n t a r el carácter de su nación lo menos com-
p r o m e t i d o á los ojos de ios r o m a n o s . La rebeldía
p r e t e n d e q u e se llevó á cabo p o r un corto n ú m e r o
de exaltados; el judaismo es u n a doctrina p u r a ,
i g n o r a d a en filosofía, inofensiva en política; los
judíos m o d e r a d o s , lejos de hacer causa común con
los sectarios, h a n sido s u s p r i m e r a s víctimas.
¿Cómo serían enemigos irreconciliables de los r o -
m a n o s , ellos, q u e les pedían a y u d a y protección
contra los revolucionarios?
E s t o s j m n t o s de vista sistemáticos falsean en \
cada página la p r e t e n d i d a imparcialidad de la bis- i
toria?
La o b r a fué sometida (Josefo al menos quiere
q u e lo creamos) á la censura de Agrippa y de Tito,
quienes, á lo q u e parece, la a p r o b a r o n . Tito fué
más lejos; él había firmado de su mano el ejemplar
q u e debía servir de m o d e l o , p a r a manifestar q u e
era, según este libro, como entendía que se contase
la historia del sitio de Jerusalem. Se nota la e x a -
geración. Lo q u e aparece con evidencia es q u e
122 EKNESTO HBNÁN

existía a l r e d e d o r de Tito u n a corte judía q u e le


a d u l a b a q u e r i e n d o persuadirle de que, lejos de h a -
b e r sido el d e s t r u c t o r cruel del judaismo, había d e -
seado salvar el t e m p l o ; q u e él mismo era cabeza
del judaismo, y que,en todo caso,un decreto supe-
r i o r de la Divinidad, de la cual Tito n o había sido
más q u e el i n s t r u m e n t o , d o m i n a b a sobre todo esto.
Tito se complacía e v i d e n t e m e n t e en oir sostener
esta tesis. Olvidaba con g u s t o sus crueldades y la
o r d e n q u e h a b í a , según todas las a p a r i e n c i a s , p r o -
n u n c i a d o contra el t e m p l o , c u a n d o los vencidos
mismos venían á sugerirle tales apologías. Tito te-
nía u n g r a n fondo de h u m a n i d a d , afectaba u n a
moderación e x t r e m a ; fué sin d u d a motivo de con-
tento p a r a él q u e esta versión se esparciera en e!
m u n d o judío; pero n o estaba menos gozoso c u a n d o
en el m u n d o r o m a n o se c o n t a b a n las cosas de o t r a
m a n e r a , p r e s e n t á n d o l e sobre los m u r o s de J e r u s a -
lem como u n vencedor soberbio, no r e s p i r a n d o
más q u e el incendio y la m u e r t e .
El sentimiento de simpatía q u e suponían en
Tito p a r a los judíos, debía también extenderse á los
cristianos. El judaismo, tal como lo entendía José •
fo, se a p r o x i m a b a en varios p u n t o s al cristianismo,
sobre todo al cristianismo de San P a b l o . Como J o -
sefa, la m a y o r p a r t e de los cristianos habían c o n -
d e n a d o la insurrección maldiciendo á los Zelotes;
profesaban altamente la sumisión á los r o m a n o s .
Como Josefo, c o n s i d e r a b a n secundaria la p a r t e r i -
tual de la Ley y entendían la filiación de Abraharn
LOS EVANGELIOS 123

en u n sentido moral. Josefo mismo parece h a b e r


sido favorable á los cristianos, h a b i e n d o h a b l a d o
con simpatía de los jefes de la sectas. Berenice p o r
su p a r t e y su h e r m a n a Agripp&habían tenido p a r a
P a b l o u n sentimiento de curiosidad benévola.
La sociedad íntima de Tito era más bien favo-
rable q u e desfavorable á los discípulos de J e s ú s .
Así se explica u n hecho que parece incontestable;
es q u e en la familia flaviana misma h u b o cristia-
n o s . Recordemos q u e esta familia n o pertenecía á
la alta aristocracia r o m a n a ; formaba p a r t e de lo
q u e p u e d e llamarse la b u r g u e s í a provinciana; n o
t u v o , c o n t r a los judíos y los orientales en general,
los prejuicios de la nobleza r o m a n a , prejuicios
q u e veremos bien p r o n t o volver á d o m i n a r bajo
Nerva, y q u e a t r a e r á n contra los cristianos cien
a ñ o s de persecuciones casi continuas. Esta dinastía
admite p l e n a m e n t e el charlatanismo p o p u l a r . Ves-
pasiano n o t u v o n i n g ú n escrúpulo de los milagros
de Alejandría y c u a n d o r e c o r d a b a que. los farsan-
tes h a b í a n tenido u n a g r a n p a r t e en su fortuna
sentía sin d u d a u n acceso d e esta alegría escéptica
q u e le era h a b i t u a l .
Las conversiones q u e llevaron la fe en Jesús
tan cerca del t r o n o , se produjeron p r o b a b l e m e n t e
bajo el r e i n a d o de Domiciano. La iglesia de Roma
se reforma l e n t a m e n t e . La inclinación q u e los cris-
tianos p u d i e r o n sentir hacia el año 68 á h u i r de
u n a ciudad sobre la cual iba incesantemente á caer
la cólera de Dios, estaba debilitada. La generación
124 ERNESTO RENÁN

q u e sufrió ias matanzas del a ñ o 64 era reemplazada


p o r la inmigración continua q u e Roma recibía de
las otras p a r t e s del i m p e r i o . Los supervivientes de
las matanzas de Nerón r e s p i r a b a n al fin; se consi-
d e r a b a n como en u n p e q u e ñ o paraíso provisional,
c o m p a r á n d o s e á los israelitas q u e h a b í a n atravesa
d o el m a r Rojo. La persecución del 64 se presen-
t a b a á ellos como u n m a r de s a n g r e , d o n d e todos
h a b í a n estado á p u n t o de ser a h o g a d o s . Dios había
i n v e r t i d o los papeles y, como á F a r a ó n , dio á sus
v e r d u g o s á b e b e r s a n g r e ; era la s a n g r e de las gue-
r r a s civiles q u e del 68 al 70 corrió á t o r r e n t e s .
La lista exacta d e los a n t i g u o s presbyteriepiscopi
d e la iglesia r o m a n a esi desconocida^ P e d r o , si es-
t u v o en Roma (como creemos) y ocupó u n puesto
excepcional, n o t u v o , d e s e g u r o , sucesor, p r o p i a -
m e n t e dicho. Es cien años después,cuando el episoo- -
p a d o se constituyó r e g u l a r m e n t e , c u a n d o se intenta^;
p r e s e n t a r una lista seguida de obispos de Roma, su-\,
cesores d e P e d r o . Sólo h a b í a r e c u e r d o s precisos á"5
p a r t i r de Sixto, m u e r t o hacia el año 125. El i n t e r -
valo e n t r e Sixto y San P e d r o se llenó con n o m b r e s
d e presbyteri r o m a n o s q u e h a b í a n dejado a l g u n a
reputación. Después de P e d r o se p u s o á u n tal
lánus, del q u e n a d a se sabe de cierto, después á
Anacleto, cuyo n o m b r e se h a modificado más t a r -
d e y del q u e se h a n hecho dos personajes: Oleto y
Anacleto.
Un fenómeno q u e se manifestaba cada vez más
es q u e la iglesia de Roma llegaba á ser la h e r e d e r a
LOS EVANGELIOS 125

de la de Jerusalem, y en alguna forma la s u s t i t u y e .


E r a el mismo espíritu, la misma a u t o r i d a d t r a d i -
cional y jerárquica, el mismo deseo de dominación;
el judío cristiano domina en Roma como en J e r u -
salem. Alejandría no era a ú n u n g r a n centro cris-
tiano. Efeso, Antioquía misma, n o podían l u c h a r
contra la p r e p o n d e r a n c i a de la capital del imperiocia,
p o r la fuerza de las cosas, tendía cada vez más á
apropiarse.
Vespasiano llega á la vejez a v a n z a d a estimado
de la p a r t e seria del imperio, r e p a r a n d o , en el seno
d e u n a paz profunda, con a y u d a de un hijo inteli-
gente y activo, los males q u e Nerón y la g u e r r a
civil h a b í a n hecho. La alta aristocracia, sin t e n e r
m u c h a simpatía p o r u n a familia de advenedizos
capaces, p e r o sin distinción y de costumbres b a s -
tantes comunes, le sostenían y le s e c u n d a b a n . Se
estaba al fin libre de la detestable escuela de Ne-
r ó n , escuela de h o m b r e s malos, inmorales, sin se-
r i e d a d , administradores y militares i n e p t o s . La
p a r t e h o n r a d a que, después de la cruel p r u e b a del
r e i n a d o de Domiciano, llega definitivamente al
p o d e r con Nerva, respira y ya casi triunfa. Sólo
los locos y los libertinos de Roma q u e h a b í a n ama-
do á Nerón,reían d é l a modestia del viejo general,
sin creer q u e esta economía era sencilla y casi
p u e d e decirse loable. El erario del e m p e r a d o r n o
era m u y distinto de su fortuna p r i v a d a ; a h o r a
bien, el e r a r i o bajo Nerón había sido tristemente
dilapidado. La situación de una familia sin f o r t u -
126 ERNESTO BENÁS

na, como los Flavios, llevada al p o d e r en tales


circunstancias, llegó á ser m u y difícil. Galba, q u e
era de noble estirpe, p e r o de costumbres serias, se
había p e r d i d o p o r q u e u n día, en el t e a t r o , ofreció
á u n tocador de flauta m u y a p l a u d i d o cinco d i n e -
ros, q u e arrojó él mismo d e su bolsa. La m u l t i t u d
l o acoge con la canción
«Onéeiaio viene de la aldeas

los espectadores r e p i t e n todos á coro el estribillo.


No había medio de a g r a d a r á los impertinentes más
q u e con el lujo y las formas caballerescas. Se h u -
biese fácilmente p e r d o n a d o á Vespasiano los crí -
menes de su b u e n sentido, u n poco vulgar, y esa
especie de rudeza q u e g u a r d a de o r d i n a r i o el oficial
p o b r e , elevado p o r su mérito al r a n g o del g r a n
m u n d o . La especie h u m a n a aprecia poco en los so-
b e r a n o s la b o n d a d y la aplicación, y es s o r p r e n -
d e n t e q u e las funciones de e m p e r a d o r y rey en-
c u e n t r e n todavía h o m b r e s concienzudos p a r a cura -
plirias.
Una oposición más i m p o r t u n a q u e la de los h a -
bladores del anfiteatro y de los a d o r a d o r e s de la
m e m o r i a de Nerón, era la de los filósofos, ó p o r
mejor decir, del p a r t i d o r e p u b l i c a n o . Este p a r -
t i d o , q u e había r e i n a d o treinta y seis h o r a s á la
m u e r t e de Calígula, consigue á la m u e r t e de Ne-
e r ó n y d u r a n t e la g u e r r a civil consecutiva, u n a
importancia inesperada. Se vio á hombros alta-
m e n t e considerados como Helvidius, Priscus y su
LOS EVANGELIOS 127

mujer F a n n i a (la hija de Tháasea), n e g a r s e á las


ficciones más sencillas de la etiqueta imperial, y
afectar, con respecto á Vespasiano, u n a actitud
b u r l o n a y llena de descaro. Es preciso hacer esta
justicia á Vespasiano, q u e n o trata con r i g o r las
groseras provocaciones y las evita, gracias á la
sencillez y á la b o n d a d de su carácter, como exee
lente s o b e r a n o . Los filósofos creían de la mejor
b u e n a fe del m u n d o , con sus pequeñas alusiones
literarias, defender la dignidad de la naturaleza
h u m a n a ; no veían q u e estaban en realidad defen-
diendo el privilegio de u n a aristocracia, y q u e p r e -
p a r a b a n el reinado feroz de Domiciano. Querían lo
imposible, u n a república municipal, g o b e r n a n d o
al m u n d o , u n espíritu público en un inmenso im-
perio, compuesto de las razas más diversas, las
más desiguales. Su iocura era tan g r a n d e como ia
de los exaltados q u e hemos visto en nuestros días
s o ñ a r con París, c o m m u n e libre, en medio de u n a
F r a n c i a q u e París h a formado en la m o n a r q u í a .
También los b u e n o s espíritus del tiempo de Tácito,
los P u n i o s y Quintiliano, vieron ia v a n i d a d de esta
escuela política. Todos sentían respeto p o r ios
Helvichio, los. Prisco, los Rústico y los Séneca,
a b a n d o n a n d o la q u i m e r a republicana. No t r a t a n
más q u e de mejorar el principado, obteniendo los
mejores frutos cerca de u n siglo.
¡Ay!, el principado tenía u n defecto capital; era
éste flotar deplorablemente e n t r e la dictadura elec-
tiva y la m o n a r q u í a hereditaria. Toda m o n a r q u í a
128 ERNESTO RENÁN

aspira á ser h e r e d i t a r i a , n o sólo á consecuencia d e


lo q u e llaman los demócratas egoísmo de familia,
sino p o r q u e la m o n a r q u í a no tiene para los p u e -
blos todas sus v e n t a j a s m á s q u e con la herencia; d e
otra p a r t e , es imposible sin el principio germánico
de la fidelidad. Todos los e m p e r a d o r e s r o m a n o s
p r e t e n d i e r o n ia herencia; p e r o esto no p u d o n u n c a
ir más allá de la s e g u n d a generación, y apenas si
trajo más q u e consecuencias funestas. Eí m u n d o ,
á consecuencia de circunstancias particulares, con •
sigue la adopción (el sistema más a c o m o d a d o al
cesarismo), pero esto no fué entonces más q u e u n a
casualidad a f o r t u n a d a . Marco Aurelio t u v o u n hijo
y lo p i e r d e todo.
Vespasiano estaba ú n i c a m e n t e p r e o c u p a d o d e
esta cuestión capital. Tito, su primogénito, á la
e d a d de treinta y n u e v e años, n o tenía n i n g ú n hijo
v a r ó n . JDomiciano, de veintisiete años, a u n n o s e
había casado. La ambición d e Domiciano h u b i e r a
debido satisfacerse con tales esperanzas. Tito lo
declaraba en voz alta su sucesor, contentándose
en desear q u e se desposara con su hija J u l i a Sabi-
n a . P e r o la naturaleza se había e n t r e g a d o en esta
familia, por muchos conceptos favorecida, á u n
juego atroz. Domiciano era un m a l v a d o j u n t o al
cual, Oalígula y Nerón p o d í a n parecer bufones. No
ocultaba su pretensión de desposeer á su p a d r e y á
su h e r m a n o . Vespasiano
a p u r o s p a r a i m p e d i r q u e lo manchase t o d o .
Como sucede á las b u e n a s naturalezas, Vespasia-
LOS EVANGELIOS 129

n o g a n a b a cada día al envejecer. Hasta sus burlas,


q u e e r a n con frecuencia faltas de educación, de u n
género grosero, se convierten en justas y delica-
das. Vienen á decirle que u n cometa se ha p r e s e n -
tado en el cielo: «Es al rey de los P a r t h o s — r e s p o n -
de—á quien eso concierne; él lleva los cabellos
largos.» Después, a g r a v á n d o s e su e s t a d o , dice
s o n r i e n d o : «Si no me engaño, estoy á p u n t o de
c o n v e r t i r m e en Dios.» Sereno hasta el último m o -
m e n t o , decía: «Un e m p e r a d o r debe m o r i r de pie»,
y espiró, en efecto, entre los brazos de los q u e le
sostuvieron. ¡Bello ejemplo de firmeza sostenido y
de viril actitud en medio de tiempos t a n revueltos,
que parecían casi desesperados!
Sólo los judíos g u a r d a r o n sus recuerdos como
de u n m o n s t r u o , que h a b í a hecho gemir á la tierra
e n t e r a bajo el peso de su tiranía. H u b o , sin d u d a ,
u n a leyenda rabínica sobre su m u e r t e ; m u r i ó en
su lecho; p e r o escapó á los tormentos q u e había
merecido.
Tito le sucedió sin dificultad. Su v i r t u d n o era
profunda, como la de Antonino ó de Marco A u r e -
lio. Se esforzaba p o r ser virtuoso, algunas veces
contra sus deseos naturales. Asegurábase un bello
reinado. Cosa r a r a . Tito se mejora al subir al p o -
der. Tenía m u c h o imperio sobre sí mismo, y e m -
pieza p o r hacer á la opinión el más difícil de los
sacrificios. Berenice no r e n u n c i a b a n u n c a á la es-
peranza de ser su esposa; o b r a b a en todos los casos
como si ya lo fuese. Su cualidad de judía, de e x -

TOMO I 9
130 ERNESTO RENÁN

tranjera, de reina, título que, como el de rey, s o -


n a b a mal en los oídos de u n v e r d a d e r o r o m a n o y
r e c o r d a b a el Oriente, c r e a r o n á esta afortunada
u n obstáculo i n s u p e r a b l e . No se hablaba de otra
cosa en Roma, y más de u n i m p e r t i n e n t e osaba
expresarse en alta voz. Un día, en pleno teatro, u n
cínico, n o m b r a d o Diógenes, que se había i n t r o d u -
cido en Roma, á pesar de los decretos de expulsión
lanzados contra los filósofos, se levanta, y, a n t e
todo el pueblo, vomita contra los dos e n a m o r a d o s
u n t o r r e n t e de injurias; se le azotó; y H e r a s , otro
cínico, q u e creyó p o d e r usar de la misma libertad
á igual precio fué decapitado. Tito cede, n o sin
pena, á las m u r m u r a c i o n e s públicas. La separación
fué más cruel, p o r q u e Berenice se resistía. Decidió
despedirla. Las relaciones del e m p e r a d o r con J o s e -
fo, y p r o b a b l e m e n t e con Herodes Agrippa, queda-
r o n como h a b í a n sido antes de esta r u p t u r a . B e r e -
nice" misma volvió á Roma, p e r o Tito n o t u v o más
relaciones con el'a.
Las gentes h o n r a d a s se sentían revivir. Con los
espectáculos y u n poco de charlatanería el pueblo
se sostuvo t r a n q u i l o . La l i t e r a t u r a latina q u e des-
p u é s de la m u e r t e de Augusto había sufrido t a n
fuerte eclipse, estaba en vías de renacimiento.
Vespasiano protegió seriamente las ciencias, las
letras y las artes, lissiituyó los p r i m e r o s profesores
p a g a d o s p o r el Estado y fué así el c r e a d o r del cuer
p o de enseñanza; á la cabeza de esta ilustre cofra-
día brilla el n o m b r e de Quintiliano. La insulsa
LOS EVANGELIOS 131

poesía de las epopeyas y de las tragedias artificiales


c o n t i n u a b a en decadencia. Los bohemios de talen-
to, tales como Marcjialy Sfcace, tan excelentes en los
versos ligeros, no salían de una literatura baja ó
sin trascendencia. Pero J u v e n a l d e m o s t r a b a , en el
g é n e r o v e r d a d e r a m e n t e latino de la sátira, u n a
maestría incontestable de fuerza y de originalidad..
Un alto espíritu r o m a n o , estrecho, si se quiere,
c e r r a d o , exclusivo, pero firme en la tradición, p a -
triótico, opuesto á las corrupciones extranjeras,
respira en sus versos. Sulpicia osa defender á los
filósofos contra Domiciano. Los g r a n d e s prosistas,
s o b r e t o d o , se forman arrojando lo que había de
excesivo en la declamación del tiempo de Nerón,
c o n s e r v a n d o lo q u e n o chocaba con el gusto, a n i -
m a n d o el t o d o de un sentimiento moral elevado,
p r e p a r a n d o , en fin, esta noble generación q u e sabe
e n c o n t r a r y r o d e a r á Nerva, q u e p r o d u c e los r e i -
nados de filosofías de Trajano, de Adriano, de
Antonino y de Marco Aurelio. Plinio el joven, q u e
parecía t a n enérgico á los espíritus cultivados de
n u e s t r o siglo XVIII, Quintiliano, el ilustre p e d a g o -
go q u e ha trazado el código de la instrucción p ú -
blica, el maestro de nuestros maestros en el g r a n
a r t e de la educación; Tácito jal incomparable h i s t o -
r i a d o r ; otros, como el a u t o r del Diálogo de los ora-
dores, que les i g u a l a b a n , pero cuyos n o m b r e s q u e -
dan i g n o r a d o s , ó cuyos escritos se h a n p e r d i d o ,
e n g r a n d e c e n esa época con el trabajo q u e d a b a y a
s u s frutos. Una g r a v e d a d llena de elevación, el
132 ERNESTO RENÁN

respeto á las leyes -morales y de la humanidad:


reemplazaron la alta c o r r u p c i ó n de P e t r o n i o y la.
filosofía e x t r e m a de Séneca. La lengua es m e n o s
p u r a q u e en los escritos del tiempo de César y d e
Augusto, p e r o tiene en el r a s g o , en la audacia,
algo q u e debía hacerla estimar é imitar de los si-
glos m o d e r n o s , los cuales h a n concebido el tono-
medio de su prosa sobre una nota más declamato-
ria q u e la de los griegos.
Bajo este r e i n a d o sabio y de templanza, los
cristianos vivieron en paz. El r e c u e r d o que T i t a
deja á la Iglesia n o es el de un perseguidor. Un
acontecimiento le causa sobre todo viva impresión;:
fué la erupción del Vesubio. El a ñ o 79 vio el fenó-
meno tal vez más violento de la historia volcánica
de la tierra; el m u n d o entero se conmovió. Desde
q u e la h u m a n i d a d poseía u n a ciencia no había sido-
testigo de u n a cosa t a n s i n g u l a r . Un viejo cráter,,
e x t i n g u i d o desde tiempo inmemorial, se p o n e en.
actividad con violencia sin semejante, como si
n u e s t r o s volcanes de la A u v e r n i a recomenzaran sus
más furiosas manifestaciones (1). Hemos visto des-
de el a ñ o 68 la preocupación de los fenómenos vol-
cánicos llenar la imaginación cristiana, dejando
sus huellas en el Apocalipsis. El suceso del año 79
fué igualmente célebre p a r a los videntes j u d e o -
cristianos y p r o v o c a una especie de r e c r u d e s c e n -

(1) Como la horrible catástrofe del Monte Ptlado en la Mar-


tinica.
LOS EVANGELIOS 133

«ia del espíritu apocalíptico. Las sectas judaizantes,


« o b r e t o d o , consideran kvcatástrofe de las ciudades
italianas d e v o r a d a s como el castigo de la d e s t r u c -
ción de J e r u s a l e m . Los azotes q u e c o n t i n u a b a s u -
friendo el m u n d o , justifica hasta cierto p u n t o s e -
mejantes imaginaciones. El t e r r o r p r o d u c i d o p o r
estos fenómenos era e x t r a o r d i n a r i o . La mitad de
las páginas q u e nos q u e d a n de Dion Oassius están
c o n s a g r a d a s á los pronósticos. El año 80 se vio el
incendio que Roma había sufrido después del q u e
hubo el a ñ o 64. D u r ó tres días y tres noches; t o d a
lal-egión del Capitolio y del P a n t e ó n fué q u e m a d a .
U n a p e s t e e s p a n t o s a asóla el m u n d o por el m i s m o
t i e m p o ; se creyó q u e era la más terrible epidemia
q u e se hubiese conocido. Los temblores de t i e r r a
c o n t r i b u í a n al pánico en todas p a r t e s ; el h a m b r e
hacía estragos.
¿Podría sostener Tito su e m p e ñ o de b o n d a d ?
Esto era lo que se p r e g u n t a b a n todos. Algunos
p r e t e n d í a n que el papel de «Delicias del género
h u m a n o » es difícil de conservar, y q u e el n u e v o
César seguiría el camino de los Tiberios, de los
Calígulas y de los Nerones, q u e h a b i e n d o c o m e n -
zado bien t e r m i n a r o n mal. Tenía, en efecto, el
alma absolutamente e x t e n u a d a de filósofos des-
ilusionados de todo, como Antonino y Marco Au -
relio, p a r a no sucumbir á las tentaciones de u n
p o d e r ilimitado. El carácter de Tito era de u n
temple raso; su tentativa de r e i n a r p o r la b o n d a d ,
s u s nobles ilusiones sobre la h u m a n i d a d de s u
134 ERNESTO RENÁN

tiempo t u v i e r o n algo de liberal y de emocionante;


su moralidad, sin e m b a r g o , no era de perfecta
solidez; era variable. Reprimía su v a n i d a d , esfor-
zándose p o r p r o p o n e r s e en su vida los fines p u r a -
mente objetivos. P e r o u n t e m p e r a m e n t o filosófico y
virtuoso vale más q u e u n a m o r a l i d a d de opinión.
El t e m p e r a m e n t o n o cambia, y la opinión sí. Se
ha sospechado q u e la b o n d a d de Tito sólo fué
causa de u n a detención del desarrollo; se ha p r e -
g u n t a d o sí, al cabo de a l g u n o s años, n o se h a b r í a
vuelto como Domiciano.
Estas son prevenciones retrospectivas, la m u e r -
te vino á sustraer á Tito d e u n a p r u e b a q u e , d e -
masiado p r o l o n g a d a , tal vez le hubiese sido fatal.
Su salud se deterioraba á la vista de todos. A cada
instante lloraba, como si después de h a b e r ocupa-
do contra los designios a p a r e n t e s el primer r a n g o
del m u n d o , viese la frivolidad de todas las cosas.
Una vez, al final de la ceremonia de la i n a u g u r a c i ó n
del Coliseo, se deshace en lágrimas ante el p u e b l o .
Con su último viaje p a r a volver á Rieti, estaba
a b a t i d o de tristeza. Un i n s t a n t e se le vio l e v a n t a r
las cortinas de su litera, m i r a r al cielo y j u r a r q u e
n o había merecido la m u e r t e . Tal vez era este des-
vanecimiento enervación p r o d u c i d a por el p a p e l
q u e se imponía; la vida de corrupciones q u e había
llevado en diversas épocas, antes de subir al i m p e -
r i o , fomentaría la obra. Quizá también era esto la
p r o t e s t a q u e u n a l m a noble tenía, en u n caso seme-
j a n t e , derecho de elevar contra el destino. Su
'LOS EVANGELIOS 135

naturaleza era sentimental y a m a n t e . La espantosa


m a l d a d de su h e r m a n o le m a t a b a . Veía claramente
que si no se a p r e s u r a b a , Domiciano correrla. H a b e r
s o ñ a d o el imperio del m u n d o p a r a hacerse adorar,
ver el sueño realizado, observar entonces la vani-
dad, reconociendo que, en política, la b o n d a d es
u n e r r o r ; ver el mal avanzando bajo la forma de
un m o n s t r u o que os dice: «¡Mátame ó yo te mato!»
¡Qué p r u e b a p a r a u n b u e n corazón!
Tito no tenía la rudeza de Tiberio ó la resigna-
ción de Marco Aurelio. Añadiremos que su régimen
higiénico era de los peores. Siempre, y sobre todo,
en su casa, cerca de Rieti, donde las aguas eran
m u y frías, Tito tomaba baños, capaces de m a t a r á
los h o m b r e s más vigorosos. Todo esto dispensa,
s e g u r a m e n t e , de r e c u r r i r para explicar sü m u e r t e
p r e m a t u r a , á la hipótesis de u n e n v e n e n a m i e n t o .
Domiciano n o fué fratricida en el sentido material;
lo fué p o r su odio; p o r sus celos, por sus deseos
n o disimulados. Su actitud, desde la m u e r t e de su
p a d r e , era u n a conspiración p e r p e t u a . Tito n o
había a ú n acabado de r e n d i r el espíritu, c u a n d o
Domiciano obligaba á todo el m u n d o á dejarle
como m u e r t o , y, subiendo á caballo, se presentaba
p r e s u r o s o en el campo de los pretorianos.
El m u n d o lleva el duelo, pero Israel triunfa.
Esta m u e r t e inexplicable por desvanecimiento y
melancolía filosófica, era u n juicio manifiesto del
cielo contra el destructor del templo, sobre el h o m -
b r e más culpable que.hubo en el m u n d o . La leyen-
136 ERNESTO RENÁN

da rabínica, en este p u n t o , toma, como de c o s t u m -


b r e , u n acento pueril q u e , sin e m b a r g o , no carecía
de a l g u n a justicia. «Tito el malo», a s e g u r a n los
ayadistas, m u e r e p o r las p i c a d u r a s de u n mosquito
q u e se i n t r o d u c e en su cerebro y le hace e x p i r a r
en atroces t o r m e n t o s . Siempre crédulos de las
m u r m u r a c i o n e s p o p u l a r e s , los judíos y los cristia-
nos de la época c r e y e r o n g e n e r a l m e n t e en el fratri-
cidio. Según ellos, el cruel Domiciano, m a t a d o r de
Clemente, p e r s e g u i d o r de santos, fué el asesino de
su h e r m a n o , y este d a t o , como el matricidio de Ne-
r ó n , llegó á ser u n a de las bases del n u e v o s i m b o -
lismo apocalíptico, como veremos más adelante.
CAPÍTULO IX

P r o p a g a c i ó n del cristianismo.—El E g i p t o .
Sibilismo

La tolerancia de q u e goza el cristianismo bajo


el r e i n a d o de los Flavius, fué eminentemente favo-
rable á su desarrollo. Antioquía, Efeso, Corinto,
E o m a , sobre todo, e r a n los centros activos d o n d e
el n o m b r e de Jesús t o m a b a de día en día m a y o r
importancia, y d o n d e r a d i a b a la fe n u e v a . Si se
exceptúa á los ebionitas exclusivos de la Batanea,
las relaciones e n t r e los judeocristianos y los p a g a -
nos convertidos, llegaron á ser cada día más fáci-
les; los prejuicios caían; la fusión se o p e r a b a . E n
m u c h a s ciudades importantes había dos presbite-
r a d o s y dos episcopi, u n o para ios cristianos de
procedencia judía, otro p a r a los fieles de origen
p a g a n o . Se supone que el episcopos de los p a g a n o s
convertidos fué instituido p o r San Pablo, y el otro
p o r algún apóstol de Jerusalem. Es cierto que en
los siglos III y IV" se abusa de esta hipótesis p a r a
salir de la dificultad que hallan las iglesias c u a n d o
quieren hacer concesiones regulares de obispos
con los elementos desaparecidos de la tradición.
-188 EEÍíESTO KENÁN

Sin e m b a r g o , la duplicidad de algunas iglesias pa-


rece h a b e r sido un hecho real. Tal era la diversi-
d a d de educación de las dos fracciones de la co -
m u n i d a d cristiana, q u e los mismos pastores n o
p o d í a n apenas dar á los dos la enseñanza de q u e
tenían necesidad.
Las cosas p a s a b a n , sobre todo, así, c u a n d o á la
diferencia de origen se unía la diferencia de len-
g u a , como en Antioquía, d o n d e u n o de los g r u p o s
h a b l a b a el griego, y el o t r o el siriaco. Antioquía
p a r e c e h a b e r tenido dos sucesiones de presbyteri,
una- a p r o x i m á n d o s e idealmente á San Pedro,- la
otra á San P a b l o . La constitución de las dos listas
se hace p o r los mismos procedimientos que sirvie-
r o n p a r a formar la lista de los obispos de R o m a .
Se t o m a r o n los n o m b r e s más antiguos de p r e s b y -
teri q u e r e c o r d a b a n , el de u n cierto E v h o d e , m u y
respetado, y el de Ignacio, que tenía m á s celebri-
dad, creándose los cabezas de las dos series. I g n a -
cio no m u e r e hasta el r e i n a d o de T r a j a n o ; San
P a b l o ve p o r última vez Antioquía en el año 54.
O c u r r e , pues, con Ignacio, lo mismo que con Cle-
m e n t e , con P a p í a s y con u n g r a n n ú m e r o de p e r -
sonajes de la s e g u n d a y de la tercera generación
Cristina; se violentan las fechas para que sean r e -
p u t a d o s de h a b e r recibido de los apóstoles su ins-
titución ó su enseñanza.
El Egipto, q u e estuvo m u c h o tiempo alejado
del cristianismo, recibió p r o b a b l e m e n t e bajo los
Flavius el g e r m e n de la creencia n u e v a . La Jradi-^
LOS EVANGELIOS 139

ción de la p r o p a g a n d a de Marcos á Alejandría, es


u n a de esas invenciones tardías, con las cuales las
g r a n d e s iglesias trataron de atribuirse u n a a n t i -
g ü e d a d apostólica. Se saben bastante bien las líneas
generales de la vida de San Marcos; es hacia R o m a ,
n o hacia Alejandría, d o n d e se le ve dirigirse. Cuan-
do todas las g r a n d e s iglesias p r e t e n d e n h a b e r t e -
nido fundadores apostólicos, la iglesia de Alejan-
dría, q u e llegó á ser ya m u y i m p o r t a n t e , aspira á
c r e a r los títulos de nobleza de que carecía. Marcos
era casi el único e n t r e los personajes de la historia
apostólica q u e a ú n n o había sido a d o p t a d o . E n
realidad, la causa de esta ausencia del n o m b r e de
Egipto, en los relatos de los Hechos de los Apóstoles
y en las epístolas de San Pablo, es p o r q u e el E g i p -
to tenía u n a especie de pre-cristianismo q u e le sos-
t u v o m u c h o tiempo cerrado al cristianismo p r o -
piamente dicho. Allí estaba Philon, allí estaban los
t h e r a p e u t a s , es decir, las doctrinas tan semejantes
á las q u e se p r e d i c a b a n en J u d e a y en Galilea, q u e
era bastante p a r a dispensarlos de no conceder á
ellas n i n g u n a atención. Más t a r d e se sostiene q u e
los t h e r a p e u t a s no e r a n otra cosa que los c r i s t i a -
r

nos de San Marcos, de los cuales, Philon había -


descrito el género de vida. H a y aquí una e x t r a ñ a -
alucinación. E n cierto sentido, sin e m b a r g o , esta
r a r a confusión n o estaba p o r completo d e s n u d a d e
v e r d a d como se p u d i e r a creer á la p r i m e r a ojeada.
El cristianismo parece h a b e r tenido en Egipto,
d u r a n t e m u c h o tiempo, u n carácter indeciso. Los
140 ERNESTO RENÁN

m i e m b r o s de las a n t i g u a s c o m u n i d a d e s de thera -.
peutas del lago Mareotis, es preciso admitir su
existencia, debían p a r e c e r santos á los discípulos
d e Jesús; los exégetas de la escuela de Philon, como
Apollos, costeaban el cristianismo, a u n q u e sin pe-
n e t r a r n u n c a en él; los judíos alejandrinos, a u t o -
r e s de libros apócrifos, se a p r o x i m a b a n m u c h o á
las ideas q u e prevalecieron, según dicen, en el Con -
cilio de Jerusalem. C u a n d o los judíos, a n i m a d o s
d e semejantes sentimientos, oían h a b l a r de Jesús,
n o tenían necesidad de convertirse p a r a simpatizar
c o n sus discípulos. La confraternidad se establece
r á p o r sí misma. Un curioso m o n u m e n t o de este
espíritu particular de Egipto nos ha sido conser-
v a d o en u n o de Jos poemas sibilinos, poema d$ta -
d o con u n a g r a n precisión del r e i n a d o de Tito ó
d e los p r i m e r o s años de Domiciano, y q u e los crí-
ticos h a n p o d i d o , con razones casi iguales, m i r a r
eomo cristiano ó como esenio ó t h e r a p e u t a . La
v e r d a d es q u e el a u t o r es u n sectario judío, va-
g a n d o e n t r e el cristianismo, el b a u t i s m o y el ese
nismo, inspirado a n t e todo p o r la idea d o m i n a n t e
de los sibilistas, q u e era la de p r e d i c a r á los p a g a -
nos el monoteísmo y la moral al abrigo de u n j u -
daismo simplificado.
Él sibilismo nace en Alejandría p o r la misma
épooa en q u e el genero apocalíptico reina en Pales-
tina. Los dos géneros paralelos subsisten al crearse
en situación de espíritu análoga. Una de las reglas
d e t o d o apocalipsis es a t r i b u i r la o b r a á alguna
LOS EVANGELIOS 141

celebridad de los siglos pasados. La opinión de ese


tiempo es, q u e la lista de los g r a n d e s profetas está
cerrada, q u e n i n g ú n m o d e r n o p u e d e igualar á los
antiguos inspirados. ¿Qué hace entonces el h o m b r e
poseído del deseo de producir su pensamiento y d e
de darle la a u t o r i d a d que le faltaría, si lo p r e s e n -
tase como suyo? Toma el manto de Un a n t i g u o
h o m b r e de Dios, y lanza a t r e v i d a m e n t e su libro
bajo u n n o m b r e venerado. Esto n o producía es-
crúpulo al farsante, que, p a r a p r o p a g a r u n a i d e a
q u e creía justa, hacía abnegación de su propia per-
sona. Lejos de creer q u e injuriaba al sabio a n t i g u o ,
del cual t o m a b a ei n o m b r e , pensaba h o n r a r l o a t r i -
b u y é n d o l e b u e n o s y bellos pensamientos. Y e n
c u a n t o al público, á quien se dirigían tales escritos,
la ausencia completa de crítica, evitaba que se le-
vantase ni una sombra de objeción. En Palestinar
las a u t o r i d a d e s elegidas p a r a servir de testaferros
á las revelaciones n u e v a s , fueron personajes r e a l e s
ó ficticios, cuya cantidad era aceptada p o r todos,.
Daniel, Henoch, Moisés, Salomón, Baruch y Es-,
d r a s . En Alejandría, d o n d e los judíos estaban inicia
dos en la literatura griega, y d o n d e aspiraban á
ejercer una influencia intelectual y moral sobre los
paganos, los farsantes eligieron á los filósofos ó á
los moralistas griegos r e n o m b r a d o s . Así se ve á.
Aristóbulo alegar falsas citas de H o m e r o , de Hesio-
do y de Lino, quien t u v o bien p r o n t o un p s e u d o
Orfeo, un pseudo Pitágoras, una correspondencia
apócrifa de Heráclito, u n poema moral atribuido á.
142 BKNBSTO KENÁN

P h o c l y d o . El objeto de todas estas o b r a s es el m i s -


mo; se trata de p r e d i c a r á los idólatras el deísmo
y los preceptos llamados moadiques, es decir, u n
j u d a i s m o , mitigado á su uso, u n judaismo casi re-
d u c i d o á las p r o p o r c i o n e s de la Ley n a t u r a l . Se
m a n t e n í a n ú n i c a m e n t e dos ó tres abstinencias q u e ,
á los ojos de los judíos más liberales, pasaban como
p a r t e de la Ley n a t u r a l .
Las sibilas d e b í a n ofrecer al espíritu de los far-
s a n t e s , que b u s c a b a n a u t o r i d a d e s incontestables, el
m a n t o bajo el cual p o d í a n p r e s e n t a r á los griegos
las ideas q u e les e r a n más q u e r i d a s . Corrían ya
p ú b l i c a m e n t e los p e q u e ñ o s poemas p r e t e n d i d o s
cumeos y erytneos, llenos de amenazas, p r e s a g i a n -
d o las catástrofes de los diferentes países. Los r e -
franes cuyo efecto era g r a n d e sobre las imagina-
ciones, sobre todo c u a n d o las coincidencias casua -
les parecían justificario],eran concebidos en el a n -
tiguo h e x á m e t r o épico, en una lengua q u e afectaba
asemejarse á la de H o m e r o . Los farsantes judíos
a d o p t a r o n el mismo r i t m o , y para mejor ilusionar á
l a s gentes crédulas diseminaron en el texto algunas
d e esas amenazas q u e se creían p r o v e n i r de las
vírgenes fatídicas de la. alta a n t i g ü e d a d .
La forma del apocalipsis alejandrino fué así el
sibiliüs. C u a n d o u n judío amigo del bien y de la
verdad, esta escuela tolerante y simpática, quería
dirigir á los p a g a n o s las advertencias, los consejos,
hacía h a b l a r á u n a de las profetisas del m u n d o p a -
g a n o , p a r a d a r á sus predicaciones una fuerza q u e
LOS EVANGELIOS 143

sin esto n o h u b i e r a n tenido. Tomaba el tono de los


oráculos erytneos, se esforzaba en imitar él estilo
tradicional de la poesía profética de los griegos,
se a p r o p i a b a algunas de esas amenazas verificadas,
q u e hacían m u c h a i m p r e s i o n e n el pueblo, y en-
c u a d r a b a el todo en las predicaciones piadosas. R e -
pitámoslo, tales fraudes con b u e n a intención no
r e p u g n a b a n entonces á nadie. Al lado d é l a fábrica
judía de falsos clásicos, cuyo artificio consistí?» en
a t r i b u i r á los filósofos y moralistas griegos las
máximas que se deseaba inculcar, se había estable-
cido, desde el siglo II antes de Jesucristo, un pseu-
do-sibilismo en interés de las mismas ideas. En
tiempo de los Flavius, u n alejandrino recoge la
tradición desde mucho tiempo i n t e r r u m p i d a y
a ñ a d e á los oráculos anteriores algunas páginas
n u e v a s . Estas páginas son de u n a n o t a b l e belle-
za (1).
¡Dichoso quien adora al gran Dios, aquel que las
manos de los hombres no han fabricado, que no tiene
templos, que el ojo de los mortales no puede ver, ni su
mano medir! ¡Dichosos los que rezan antes de comer y
tienen horror á los altares manchados en sangre! El
asesinato, las ganancias vergonzosas, el adulterio, los
crímenes centra natura le horrorizan. Los otros hombres,
entregados á sus deseos perversos, persiguen á estas san-
tas gentes con sus risas y sus injurias; en su locura, las
acusan de crímenes que ellos mismos han cometido; pero

(1) Corm. sib. libro IV entero.


144 ERNESTO EBNÁN

él juicio de Dios se cumplirá. Los impíos serán precipi -


tados en las tinieblas; los hombres piadosos, al contrario,
habitarán una tierra fértil, el Espíritu de Dios les dará
vida y gracia.
Después de esta introducción vienen las p a r t e s
esenciales de todo apocalipsis; ahora una teoría
sobre la sucesión de los imperios, especie de filoso-
fía de la historia imitada de Daniel; después los
signos en el cielo, los temblores de tierra, las islas
s u r g i e n d o del fondo de los mares, las g u e r r a s , el
h a m b r e , todo el a p a r a t o q u e anuncia la p r o x i m i -
d a d del juicio de Dios. El a u t o r menciona en p a r -
ticular el temblor de t i e r r a de Laodicea, acaecido
en el año 60, el de Myro y las invasiones del m a r
en Lycia, q u e t u v i e r o n l u g a r el año 68 (1). Las des -
gracias de J e r u s a l e m se le aparecen en seguida.
Una r e y poderoso, asesino de su m a d r e , h u y e de
Italia, i g n o r a d o , desconocido, bajo el traje de u n
esclavo, y se refugia más allá del Eufrates. Allí es-
p e r a oculto, m i e n t r a s los competidores del i m p e r i o
se hacen g u e r r a s s a n g r i e n t a s . Un jefe r o m a n o e n -
t r e g a r á el templo á las llamas, destruirá á la nación
judía. Las e n t r a ñ a s de Italia se a b r i r á n , saliendo
u n a llama q u e sube hasta el cielo, consumiendo las
ciudades, h a c i e n d o perecer á millones de h o m b r e s ;
u n polvo n e g r o llenará la atmósfera; los lapilliro-
jos como el minio caerán del cielo. Entonces, es
preciso esperarlo, los h o m b r e s reconocerán la c ó -

(I) Véase el Antecrietu.


LOS EVANGELIOS 145

lera del Dios Altísimo, cólera q u e h a caído sobre


ellos p o r q u e h a n destruido la inocente t r i b u de los
h o m b r e s piadosos. P a r a colmo de desgracias el r e y
fugitivo, oculto detrás del Eufrates, sacará su g r a n -
de espada y a t r a v e s a r á el Eufrates con miríadas
de h o m b r e s . Se ve que esta o b r a sigue de hecho
inmediata al apocalipsis de J u a n . T o m a n d o las
ideas del vidente de 68 ó 69, el sibilista del año
81 á 82, confirmado en sus sombrías previsiones
p o r la erupción del Vesubio, revela la creencia p o -
p u l a r de Nerón, vivo más allá del Eufrates, y a n u n -
cia su próximo regreso. Algunos indicios, en efec-
to, hacen creer q u e h u u o nn falso Nerón bajo Tito.
Una tentativa más seria t u v o l u g a r el año 88, lle-
g a n d o á p r o d u c i r u n a g u e r r a con los P a r t h o s . La
profecía de n u e s t r o sibilista es sin d u d a a n t e r i o r á
esta fecha. Anuncia u n a g u e r r a terrible; pero el
a s u n t o del falso Nerón bajo Tito, si t u v o lugar, no
p r o d u j o más q u e u n a p e q u e ñ a a l a r m a .
Cuando la piedad, la fe y la justicia h a y a n des-
a p a r e c i d o por completo, c u a n d o n a d i e se cuide de
los h o m b r e s piadosos, y todos intenten matarlos,
complaciéndose en el insulto, s u m e r g i e n d o las m a -
n o s en su s a n g r e , entonces se verá el final de la
paciencia divina, extremecido de cólera. Dios e x -
t i n g u i r á la raza de los h o m b r e s p o r u n vasto i n -
cendio.
¡Ah! Desgraciados mortales, cambiad de conducta;
no lancéis al gran Dios á los últimos accesos del furor;
cesen aquí las espadas, las disputas, los asesinatos, las

TOMO I 10
146 EBNESTO BENÁN

violencias; bañad en las aguas corrientes vuestro cuerpo


entero; tendiendo vuestras memos hacia el cielo, pedid el
perdón de vuestras obras pasadas y curaréis con vuestra
oración la funesta impiedad. Entonces Dios volverá so-
bre su resolución y no os perderéis, su cólera se apaci-
guará si cultiváis en vuestros corazones la preciosa pie-
dad. Pero si, persistiendo en vuestra maldad de espíri-
tu, no me obedecéis, y continuando en la locura recibís
mal, estas advertencias, él fuego se esparcirá sobre la
tierra, y he aquí cuales serán las señales. Al levantarse
él sol, espadas en el cielo, sonido de clarines; el mundo
entero oirá los rugidos y un fragor terrible. El fuego
quemará la tierra; toda la raza de los hombres perecerá;
el mundo será reducido á un polvo negruzco.
Cuando todo se convierta en cenizas y Dios haya
sofocado el enorme incendio que había encendido, él
Todopoderoso volverá de nuevo la forma á los huesos y
á los restos de los hombres y restablecerá á los mortales
como eran antes. Entonces tendrá lugar el juicio por el
cual Dios mismo juzgará al mundo. Los que se habían
abandonado á la impiedad, los recubrirá la tierra es-
parcida sobre sus cabezas y serán precipitados en los
abismos del sombrío Tártaro y de la GEHÉNNE, hermano
de STIC. Por él contrario, las que hayan practicado la
piedad, revivirán en él mundo del Dios eterno, en él seno
de la dicha imperecedera, dándoles Dios, en recompensa
de su piedad, él espíritu, la vida y la gracia. Entonces
todos se verán los ojos fijos en la luz encantadora de un
sol que no se oculta. ¡Afortunado el hombre que viva
hasta ese tiempo!
LOS BVANGEX'OS 147

¿El a u t o r de este poema era cristiano? Lo era


s e g u r a m e n t e de corazón; pero á su m a n e r a . Los
•críticos q u e ven en esta pieza la obra de u n discí -
pulo de Jesús, se a p o y a n principalmente en la i n -
vitación dirigida á los gentiles, de convertirse y de
lavarse el cuerpo entero en los ríos. Pero el b a u -
t i s m o no era exclusivamente propio de los cristia -
n o s . Había al lado del cristianismo, las sectas de
bautistas y de femerobautistas, á quienes el verso
sibilista c o n v e n d r í a mejor, puesto que el bautismo
cristiano no era a d m i n i s t r a d o más que una vez,
m i e n t r a s que el bautismo que se menciona en el
p o e m a , parece h a b e r sido, como la oración q u e le
a c o m p a ñ a , u n a práctica piadosa b o r r a n d o los p e -
cados, un sacramento susceptible de ser r e n o v a d o ,
y q u e se a d m i n i s t r a b a u n o mismo. Lo que sería
inconcebible es q u e en u n apocalipsis cristiano d e
cerca de doscientos versos, escrito al principio del
r e i n a d o de Domiciano, n o haga u n a sola vez men
ción de Jesús resucitado, viniendo como Hijo del
h o m b r e sobre las n u b e s del cielo á juzgar á los v i -
vos y á los m u e r t o s . Añadiremos á esto u n empleo
d e expresiones mitológicas, de las q u e n o h a y ejem-
plo en los escritores cristianos del siglo I, u n estilo
artificial, extraído del antiguo estilo homérico, q u e
s u p e r e en el a u t o r la lectura de los poetas profanos
y un extenso recorrido á las escuelas de los g r a m á -
ticos de Alejandría.
La literatura sibilista parece h a b e r tenido s u
origen en las comunidades csanias ó T h e r a p e u t a s ;
"148 ERNESTO RENÁN

a h o r a bien, los t h e r a p e u t a s , los esenios, los b a u -


tistas y los sibilistas vivían en u n o r d e n de ideas
m u y semejantes á las de los cristianos, y no dife-
r í a n de estos más q u e p o r el culto de la persona de
J e s ú s . Más t a r d e , sin d u d a , todas estas sectas j u -
días se fundieron en la Iglesia. A d e l a n t a n d o el tiem-
po, sólo q u e d a b a n dos clases de judíos; de u n a p a r -
te el judío o b s e r v a d o r estricto de la Ley, t a l m u -
dista, causista, el fariseo en u n a p a l a b r a ; de o t r a
p a r t e el judío liberal, r e d u c i e n d o el judaismo á una
especie de religión n a t u r a l a b i e r t a á los p a g a n o s
virtuosos. Hacia el año 80 había a ú n , sobre todo en
E g i p t o , las sectas que se colocaban en este p u n t o ,
de vista, sin a d h e r i r s e p o r tanto á Jesús. Bien
p r o n t o desaparecían, y la Iglesia cristiana cobija á
todos los que desean sustraerse á las exigencias
excesivas de la Ley, sin dejar de pertenecer á la
familia espiritual d e A b r a h a m .
El libro acotado, el c u a r t o de la colección sibi-
lista, n o es el único escrito de su especie q u e h a y a
p r o d u c i d o la época de Domiciano. El fragmento
q u e sirve de prefacio á la colección completa y q u e
n o s ha sido conservado por Teófilo, obispo de An-
tioquía (fines del siglo XI), se asemeja m u c h o a l
libro c u a r t o y t e r m i n a de la misma m a n e r a : «Una
t r a m p a de fuego caerá sobre vosotros; las a n t o r -
chas ardientes os q u e m a r á n d u r a n t e la e t e r n i d a d ;
p e r o los que h a y a n a d o r a d o al v e r d a d e r o Dios in-
finito, h e r e d a r á n la vida, h a b i t a n d o p a r a siempre
el riente jardín del Paraíso, comiendo el dulce p a n
LOS EVANGELIOS 149

q u e desciende del cielo estrellado.» Este fragmento


parece, á la p r i m e r a ojeada, p r e s e n t a r en algunas
expresiones los indicios del cristianismo; pero se
hallan en Filón expresiones análogas. El cristianis-
mo naciente t u v o , fuera del papel divino concedi-
d o á !a persona de Jesús, tan pocos rasgos espe-
cialmente propios, que la rigurosa distinción de lo
q u e es cristiano y de lo que no io es, llega á hacer-
se por momentos e x t r e m a d a m e n t e delicada.
Un detalle característico de los apocalipsis sibi-
listas, es que, según ellos, el m u n d o a c a b a r á p o r
u n a conflagración. Varios textos bíblicos inspira-
b a n esta idea. Se la e n c u e n t r a más de u n a vez en
el g r a n Apocalipsis cristiano que lleva el n o m b r e
de J u a n . La primera huella que se encuentra entre
los cristianos es en la s e g u n d a epístola de Pablo,
sospechándose q u e escrita t a r d í a m e n t e . La creencia
de q u e t r a t a m o s parece h a b e r s e desarrollado en el
medio alejandrino, y se está autorizado p a r a creer
q u e procede en p a r t e de la filosofía griega; varias
escuelas, en p a r t i c u l a r los estoicos, tenían p o r p r i n -
cipio q u e el m u n d o sería consumido por el fuego.
Los esenios h a b í a n a d o p t a d o la misma opinión,
y llega á servir de a l g ú n modo como baso de todos
los espíritus inquietos del p o r v e n i r . Es a q u í y en
los escritos del falso H y s t a s p o , d o n d e lo hallaron
los doctores cristianos. Tal era la a u t o r i d a d de esos
supuestos oráculos, que ellos la t o m a r o n i n g e n u a -
m e n t e como revelada. La imaginación de la m u l t i -
t u d p a g a n a estaba llena de t e r r o r e s del mismo g e -
160 ERNESTO EENÁN

ñ e r o explotados i g u a l m e n t e p o r más de u n i m p o s -
tor.
Arnianus, Avilius, Cerdon y P r i n u s , q u e se d a n
p o r sucesores de San Marcos, fueron sin d u d a an-
tiguos presbyteri, cuyos n o m b r e s se h a b í a n conser-
v a d o , y de los q u e se hicieron obispos, al decre-
tarse q u e el episcopado era de institución di vina y_
y j j ü e cada^sfíla debía m o s t r a r u n a sucesión n o in-
terrumpida^ dei p r e s i d e n t e s , desde el personaje
apostólico q u e era r e p u t a d o el fundador. Cual-
quiera q^e^eá71a~Iglésia de Alejandría parece h a -
b e r tenido entonces un carácter dividido. Era m u y
antijudía; y es de su seno de d o n d e vemos salir,
e n catorce ó quince a ñ o s , el más enérgico m a n i
fiesto de separación completa e n t r e el judaismo y
el cristianismo, el t r a t a d o conocido bajo el n o m b r e
de «Epístola de Bernabé.» Esto se transformará en
cincuenta años, p r o c l a m a n d o q u e el judaismo es la
o b r a de u n dios malo, y q u e la misión esencial d e
J e s ú s h a sido el d e s t r u i r á J e h o v á h .
El papel capital de Alejandría ó, si se q u i e r e ,
del Egipto en el desarrollo de la teología cristiana
se dibujará entonces claramente. Un Cristo n u e v o
aparecerá, semejante al q u e nosotros conocemos
hasta a h o r a , c o m o las parábolas de Galilea se ase-
mejan á los mitos ^sirios ó al simbolismo de la m a -
d r e de Apis.
CAPÍTULO X

El Evangelio g r i e g o se c o r r i g e y se c o m p l e t a .
(Mateo).

Los defectos y las lagunas del Evangelio de


Marcos e r a n cada día más señalados. Cuantos c o -
nocían los bellos d i s c u r s o s d e J e s ú s tales como los
"'¿''"^contaban los escritores syro caldeos, rechazaban la
"•' ^'sequedad del relato brotado de la tradición de P e -
d r o . No solólas más bellas predicaciones resultaban
cortadas, sino que partes de la vida de J e s ú s ^ i i r a -
das ya como esenciales, se h a b í a n suprimido. P e d r o ,
fiel á las viejas ideas de la p r i m e r a e d a d cristiana,
concedía poca importancia á los relatos de la i n -
fancia y á las genealogías. P e r o era sobre todo en
ese sentido en el q u e trabajaba la imaginación cris-
tiana; u n a m u l t i t u d de relatos n u e v o s se h a b í a n
formado, q u e viose u n Evangelio completo q u e , á
t o d o lo q u e contenía Marcos, se a ñ a d i e r a todo lo
q u e sabían ó creían saber los mejores tradicionalis-
tas de O r i e n t e .
Este fué el origen de n u e s t r o texto llamado «Se-
g ú n S a i Mateo». El a u t o r de este escrito ha t o m a -
"do^pcTFbase de su trabajo el Evangelio de Marcos..
i 52 EBNESTO BENÁN

Le sigue en el orden, en el plan general, en las e x -


presiones características, de u n a m a n e r a q u e n o
p e r m i t e d u d a r de que tenga á la vista ó en la m e -
moria la o b r a de su antecesor. Las coincidencias en
los menores detalles d u r a n t e páginas enteras, son
t a n literales, que p o r instantes nos inclinamos á
afirmar q u e el a u t o r poseía un manuscrito de Mar-
cos. Por otra p a r t e , ciertos cambios de palabras,
ciertas omisiones, de las cuales es imposible expli-
car la causa, h a r í a n más bien creer en un trabajo
h e c h o de m e m o r i a . Lo esencial es que el texto lla-
m a d o de Mateo, supone al de Marcos como preexis-
teñleTy apenas hace m a s q u e completarlo. Le com-
pleta de dos maneráS^nseTt'arrdo"largos discursos
q u e constituían el p r e m i o de los Evangelios h e -
b r e o s , y después a g r e g a n d o las tradiciones de for-
mación más m o d e r n a , frutos de los desarrollos s u -
cesivos de la leyenda, y á los cuales la conciencia
cristiana unía ya el p r e m i o infinito. La redacción
última tiene mucha u n i d a d de estilo; u n a misma
m a ñ o se lia "extendido sobre ios diversos fragmen
"tol'qTié h a n e n t r a d o en su composición. Esta u n i -
d a d induce á creer q u e p a r a las partes e x t r a ñ a s á
Marcos, el redactor trabajaba sobre el'-'hebreo; si
h u b i e r e utilizado una traducción, se n o t a r í a n las
diferencias de estilo e n t r e el fondo y las p a r t e s i n -
tercaladas. P o r otra p a r t e , el g u s t o del tiempo se
inclinaba más á los r e t o q u e s q u e á las traducciones
p r o p i a m e n t e dichas. Las citas bíblicas de pseudo
Mateo s u p o n e n á la vez el uso del texto hebreo (ó
LOS EVANGELIOS 153

de u n t a r g u n arameo) y la versión de los Setenta;


u n a p a r t e de su exégesis no tiene sentido más q u e
en hebreo.
La f o r m a e n queel^ autor.opera I j ^ t e r cal ación
d e los g r a n d e s sermones de Jesús, es singular. Sea
q u e ios tome de las colecciones de sentencias q u e
p u e d a n h a b e r existido en u n cierto m o m e n t o de
la tradición evangélica, sea que los saque ya h e -
chos del Evangelio hebreo, estos sermones los i n -
serta como g-'rmdes paréntesis en la narración de
Marcos, en la cual practica p a r a ello estas especies
d e e n f i l a d o s . El principal de los sermones, el ser-
m ó n de la Montaña, e s t á , s i n d u d a , c o m p u e s t o de
partes q u e no ofrecen e n t r e sí n i n g ú n enlace, y
q u e h a n sido anticipadamente u n i d a s . El capí-
tulo XXIII contiene todo lo que la tradición había
c o n s e r v a d o de los reproches que Jesús, en d i v e r -
sas ocasiones, dirige á los fariseos. Las siete p a r á -
bolas del capítulo XIII n o fueron, de seguro, p r o -
n u n c i a d a s por J e s ú s el mismo día. Se nos permitirá
una comparación familiar q u e r i n d e nuestro p e n -
samiento. Había antes de la redacción del p r i m e r
Evangtíiio paquetes de sermones y de parábolas,
d o n d e las palabras de Jesús estaban clasificadas
p o r razones p u r a m e n t e exteriores. El a u t o r del
p r i m e r Evangelio e n c u e n t r a hechos estos paquetes
y los inserta en el texto de Marcos, que le servía
de cañamazo, todos atados, sin r o m p e r el hilo li-
gero que los liaba. Algunas veces el texjo de Mar-
cos, tau e x t r a c t a d o como aparece en los discursos,
164 ERNESTO RENÁN

con tañía a l g u n a s p a r t e s de sermones q u e el n u e v o


r e d a c t o r colocaba en m o n t ó n en la colección de la
logia. De a q u í r e s u l t a b a n las repeticiones. L o m a s
frecuente es q u e el n u e v o r e d a c t o r se cuide poco
de las repeticiones; otras veces las evita por m e d i o
de cortes, de transposiciones y de a l g u n a s p e q u e -
ñ a s h a b i l i d a d e s de estilo. <
La inserción de las tradiciones desconocidas al
a n t i g u o Marcos, se hace en el pseudo Mateo p o r
procedimientos de más violencia. Poseyendo a l g u -
nos relatos de milagros ó de curas,en las cuales n o
veía identidad con las ya contadas en Marcos, el
a u t o r gusta más de e x p o n e r los dobles empleos
q u e de omitir los hechos de que t r a t a n . Quiere,
ante todo, ser completo y n o se inquieta de caer,
r e u n i e n d o así las huellas de diversas procedencias;
en las contradicciones y dificultades d e n a r r a c i ó n .
De a q u í esas circunstancias obscuras en el sitio
d o n d e se h a n i n t r o d u c i d o , q u e solo se explican si-
g u i e n d o la o b r a ; esas alusiones á acontecimientos
de los q u e nada se h a dicho en la p a r t e históri-
ca (1). De aquí esosjsingj^j^esjluplicados q u e ca-
racterizan al p r i m e r Evangelio: dos curaciones de
dos ciegos (2); dos c u r a s de u n demoníaco m u d o
(3); dos multiplicaciones de los panes (4); dos peti-

(1) Mateo, X , 25; X I 29; X X I I I , 37.


(2) Mateo, IX, 27-30; X X , 29 34.
(3) Mateo, IX, 32 34; XII, 22-2*.
(4) Mateo, XIV, 13-21; XV, 3 2 3 9 .
LOS EVANGELIOS 155

ciones de u n signo milagroso (1); dos invectivas


c o n t r a el escándalo (2); dos sentencias sobre eL
divorcio (3). De aquí tal vez t a m b i é n esa m a n e r a
de p r o c e d e r por parejas que p r o d u c e el efecto d e
u n a especie de dip'opia n a r r a t i v a ; dos ciegos d e
Jericó y otros dos ciegos (4); dos demoníacos Ge-
rasenos (5); dos discípulos de J u a n (6); dos discí-
1

pulos de J e s ú s (7); dos h e r m a n o s (8). La exégesis


armonista p r o d u c e desde entonces sus r e s u l t a d o s
o r d i n a r i o s , la r e d u n d a n c i a , la pesadez. Otras veces
se n o t a la incisión fresca, la operación de i n g e r t o
p o r la cual se h a hecho la adición.. Así el milagro
de P e d r o (Mateo, XIV, 28-31) relata q u e Marcos n o
posee, está intercalado e n t r e Marcos, VI, 50 y 5 1 ,
de tal m a n e r a , que los b o r d e s de la llaga h a n q u é
d a d o abiertos. Lo mismo o c u r r e con el milagro del
estatero (9), p a r a J a d a s designándose él mismo é
i n t e r r o g a d o p o r Jesiís (10); p a r a Jesús v i t u p e r a n d o
á P e d r o , p a r a el suicidio de J u d a s , p a r a el sueño
de la mujer de Pilatos, etc. Que se r o m p a n t o d o s

(1) Mateo, XII, 22 42; X V I , 1-4.


(2) Mateo, V, 29-30; XVIII, 8-9.
(3) Mateo, V, 32; X I X , 9.
(4) Mateo, IX, 27; X X , 80; Marcos, X , 46 63; Lucas, X V
35 43.
(5) Mateo, VIII, 28.
(6) Mateo, XI, 2.
(7) Mateo, X X I , 1.
(8) Mateo, IV, 18.
(9) Mateo, X V , 24-27, inserto en Marcos, IX, 33.
(10) Mateo, X X V I , 24-26, 49-50; Marcos, XIV, 21 22, 4 5 - 4 6 .
156 EBNESTO BENA.N

esos rasgos, frutos de un desarrollo posterior de la


leyenda de Jesús y q u e d a r á el texto mismo de
Marcos.
_Así e n t r a r o n en el texto evangélico, u n a m u l -
t i t u d de l e y e n d a s q u e faltaSan én J j a r c o s j , la ge-
nealogía ( í , 17), el nacimiento s o b r e n a t u r a l (I,
18-25), la visita de los magos (II, 1 12), la h u i d a á
Egipto (II, 13-15), la matanza de B e t h l e h e m ( I ,
16-18), P e d r o m a r c h a n d o sobre las a g u a s (XIV,
28 31), las p r e r r o g a t i v a s de P e d r o (XVI, 17-19), el
milagro de la m o n e d a e n c o n t r a d a en la boca de un
pescado (XVII, 24-27), los e u n u c o s del reino de
Dios (XIX, 11 12), el entusiasmo de J e r u s a l e m á la
e n t r a d a de J e s ú s (XXI, 10-11), los milagros feliero
solimitas y el triunfo infantil (XXI, 14-16), diver-
sos rasgos legendarios sobre J u d a s , en particular
s u suicidio (XXVI, 25-50; XXVII, 3-10), la o r d e n
de volver la espada á su vaina (XXVI, 52 53), la
i n t e r v e n c i ó n de la mujer de Pilatos (XXVII, 19),
Pilatos lavándose las manos y el pueblo judío to-
m a n d o toda la responsabilidad de la m u e r t e de
J e s ú s (XXVII, 25), el g r a n velo del templo desga-
r r a d o , el temblor de tierra y los santos que resu
citan en el m o m e n t o de la m u e r t e de J e 3 Ú s (XXVII,
51-53), la g u a r d i a colocada en el -epulcro y lo. co-
r r u p c i ó n de los soldados (XXVII, 62-66; XXVIII,
l i - 1 5 ) . En todas estas p a r t e s las cuas e¡-tán hechas
s e g ú n la versión de los Setenta. El redactor, solo
se servía de la versión griega; pero c u a n d o t r a d u -
c e el Evangelio h e b r e o se conforma á la exégesis
LOS EVANGELIOS 157

de eote original, que había faltado de base en los


Setenta.
Una especie de pugilato en el empleo de lo m a -
ravilloso, el gusto p o r los milagros cada vez m á s
asombrosos, u n a tendencia á p r e s e n t a r la Iglesia
como y a organizada y disciplinada desde los días
de J e s ú s , u n a repulsión siempre creciente p a r a los
judíos f dictaron la m a y o r p a r t e de esas adiciones
r

al relato p r i m i t i v o .
Ya lo hemos dicho; h a y momentos en la forma-
ción de u n dogma d o n d e los días valen siglos. Una
semana después de su m u e r t e Jesús tenía u n a
vasta leyenda de su vida; la m a y o r p a r t e de los
rasgos q u e acabamos de indicar estaban ya escri-
tos p o r a d e l a n t a d o .
Uno de los g r a n d e s factores de la creación de
la ayada judía son las analogías extraídas de los
textos bíblicos. Este procedimiento sirve p a r a lle-
nar" unTIrmítltüd de lagunas en los recuerdos. Las
noticias más" contradictorias circulaban sobre la
m u e r t e de J u d a s . Una versión domina bien p r o n -
to; Achitsphel, el t r a i d o r de D a v i d , le servía de
p r o t o t i p o . F u é admitido que J u d a s se ahorcase
como él. Un pasaje de Zacarías (1) proporciona los
treinta dineros, el hecho de h a b e r l o s arrojado en
el templo, así como el campo del alfarero, y n a d a
falta ya al relato.
La intencióri_apologética fué otra fuente íecun-

(1) Zacarías, X I , 2 2 13.


153 ERNESTO RENÁN

d a de anécdotas y de intercalaciones. ...YaJas obje-


"ciones contra la mesianidad de Jesús se p r o d u c í a n
e x i g i e n d o r e s p u e s t a . ¡ J u a n Bautista, decían los in-
crédulos, no había creído en él, ó había dejado de
creer; las ciudades d o n d e se p r e t e n d í a q u e hizo
milagros no se h a b í a n convertido"; los sabios y los
maestros de la nación se h a b í a n mocado de él; si
e c h ó los demonios es p o r Belcebú; prometía se-
ñales en el cielo q u e n u n c a ha d a d o . Había r e s -
puestas p a r a todo esto. Se herían los instintos d e -
mocráticos de la m u l t i t u d . No es la nación quien
h a rechazado á Jesús, decían los cristianos; son las
clases superiores, siempre egoístas, q u e n a d a q u e -
r í a n de él. Las gentes sencillas le seguían; entonces
los jefes h a n usado de astucias p a r a p r e n d e r l e
p o r q u e temen al pueblo. «Es la falta del gobierno»,
h e a q u í u n a explicación que en todos los tiempos
es fácilmente aceptada.
El nacimiento de Jesús y su resurrección eran
la causa de objeciones sin término por p a r t e de las
a l m a s bajas y de los corazones mal p r e p a r a d o s . La
resurrección nadie la había visto; los judíos soste-
n í a n q u e los amigos de Jesús habían conducido el
c a d á v e r á Galilea. Se respondía á esto con la fábula
d e los g u a r d i a n e s , á los cuales los judíos h u b i e r a n
s o b o r n a d o p a r a decir q u e los discípulos h a b í a n
r o b a d o el cuerpo (1). En c u a n t o al nacimiento, dos
corrientes de opinión contradictorias se dibujan;

(1) Mateo, X X V I I I , 11-15.


LOS EVANGELIOS 159

pero como a m b a s r e s p o n d e n á necesidades de la


conciencia cristiana, se las concilia lo mejor posible.
P o r atea p a r t e , era preciso q u e Jesús fuese des -
cendiente de David; otros no querían que J e s ú s
fuese concebido en las condiciones ordinarias de la
h u m a n i d a d . No era n a t u r a l q u e quién no había
vivido como los demás h o m b r e s , fuese nacido como
ellos. La descendencia de David se establece por
una genealogía d o n d e José estaba unido á la fuen-
te davídica. José era p a d r e de Jesús; para u n i r
Jesús á David, se t r a t a b a sencillamente de enlazar
á José. Esto no era además satisfactorio, en la h i -
pótesis de la concepción sobrenatural; José y sus
ascendientes supuestos, no h a b í a n contribuido en
nada con tal hipótesis al nacimiento de J e s ú s . Es
María la q u e es preciso unir á la familia real; aho-
ra bien, p a r a esto n o se hizo n i n g u n a tentativa en
el siglo I, sin d u d a p o r q u e las genealogías estaban
fijadas antes de q u e se prestase de una m a n e r a
seria á Jesús u n nacimiento fuera de la unión re-
gular de los dos sexos, y q u e n o concede á José
los derechos de una p a t e r n i d a d real. El Evangelio
hebreo, al menos en esta fecha, deja siempre á
Jesús hijo de José y de María; el Espíritu Santo,
en la concepción de este Evangelio, era para Jesús-
Mesías (personaje distinto de h o m b r e - J e s ú s ) u n a
madre, no u n p a d r e . El Evangelio, según Mateo,
al contrario, se detiene en una combinación p o r
completo contradictoria. Jesús es, para él,hijo de
David, por José, que no es su p a d r e . El a u t o r sale
169 ERNESTO RENÁN

de esta dificultad con una i n g e n u i d a d e x t r e m a . Un


ángel viene á cortar las inquietudes del alma, q u e
José, en un caso tan e x t r a ñ o , tenía el derecho de
concebir.
La genealogía q u e nosotros leemos en el E v a n -
gelio llamado según San Mateo, no es s e g u r a m e n t e
la o b r a del a u t o r de este Evangelio. Está t o m a d a
de u n d o c u m e n t o a n t e r i o r . ¿Estaba en el mismo
Evangelio hebreo? Es m u y dudoso. Una g r a n frac-
ción de los cristianos h e b r e o s de Syria conserva
siempre un texto d o n d e tales genealogías n o figu-
r a b a n ; pero, m u y antiguos también, algunos m a -
nuscritos nazarenos contenían, á manera de prefa-
cio, u n sépher Toledoth.
El r e c o r r i d o de la genealogía de Mateo es h e -
braico; las copias de n o m b r e s propios n o son las
de los setentas.
Hemos visto en otra p a r t e q u e las genealogías
fueron p r o b a b l e m e n t e la o b r a de los parientes de
Jesús, retirados en la Batanea y q u e h a b l a b a n el
h e b r e o . Lo q u e h a y de s e g u r o es que este trabajo
de los genealogistas n o fué ejecutado con m u c h a
u n i d a d n i a u t o r i d a d ; dos ' g i i t e m a s " ^ i o F c o ^ p I e l b
discordantes p a r a unir á José con los últimos p e r -
sonajes de la línea davídica, h a n llegado hasta n o s -
otros. No es imposible q u e el n o m b r e del p a d r e y
del abuelo de José fuesen desconocidos (1). Desde

(1) Es poco probable, sin embargo; pues en Lucas, la diver-


gencia principia en el padre mismo de José.
LOS E V A N G E L I O S 161

Z o r o b a d e l á José, t o d o h a sido fabricado. Como


después de la cautividad los escritos bíblicos n o
p r o p o r c i o n a b a n más cronología, el a u t o r cree el
espacio más corto de lo q u e es en realidad y colo-
ca m u y pocos escalones. De Zorobadel á David, s e
h a s e r v i d o de los Paralipómenos, n o sin diversas
inexactitudes ó atrevimientos nemónicos. El Géne-
sis, el libro de R u t h , los Paralipómenos, h a n d a d o
la u r d i e m b r e h a s t a David. Una singular p r e o c u -
pación del a u t o r de la genealogía contenida en
Mateo, h a sido n o m b r a r p o r privilegio excepcional
ó i n t r o d u c i r á la fuerza en la línea ascendente d e
Jesús á cuatro mujeres, pecadoras infieles ó de u n a
conducta q u e u n fariseo h u b i e r a p o d i d o c e n s u r a r ,
T h a m a r , R o h a b , R u t h y Bethsabé. E r a u n a i n v i t a -
ción á los pecadores p a r a no desesperar n u n c a de
e n t r a r en la familia elegida. La genealogía de Ma-
teo d a b a á Jesús p o r antecesores á los reyes de
J u d á , descendientes de David, comenzando p o r
Salomón; p e r o bien p r o n t o n o se quiere esta g e -
nealogía demasiado i m p r e g n a d a de gloria profana
y se u n i r á á Jesús con David p o r u n vastago poco
conocido, N a t h a n , y p o r u n a línea paralela á la de
los reyes de J u d á .
P o r otra p a r t e , la concepción s o b r e n a t u r a l a d -
quiría cada vez f á í importancia, que la cuestión del
"padre y de los antecesores carnales de J e s ú s , vino
á ser de a l g ú n modo secundaria. Se creía p o d e r
"deducir" de"üri pasaje de Isaías (1) mal t r a d u c i d o
(1) Iáaías, VII, 14.
TOMO I 11
162 BBÑESTO BENÁN

p o r los Setenta, q u e el Mesías había de n a c e r de


u n a virgen. El Santo Espíritu, el Espíritu de Dios
lo había hecho t o d o . José r e a l m e n t e parece h a b e r
sido de b a s t a n t e e d a d c u a n d o Jesús nació; María,
q u e parece h a b e r sido su s e g u n d a mujer, podía
ser m u y joven (1). Este contraste hacía fácil la
idea del milagro. Ciertamente la leyenda se h u b i e -
r a creado sin esto; p e r o , como el mito se elabora
en u n medio de gentes q u e h a b í a n conocido á la
familia de Jesús, la circunstancia de un m a r i d o vie-
jo y de u n a mujer joven n o era indiferente. Un r a s -
go frecuente en las historias hebraicas era el de
revelar la potencia divina p o r la debilidad misma
de los i n s t r u m e n t o s q u e ella empleaba. Compla-
cíanse en hacer nacer á los g r a n d e s h o m b r e s de
p a d r e s viejos ó m u c h o tiempo estériles. La l e y e n d a
de Samuel e n g e n d r a la de J u a n Bautista, la d e J e -
sús, la de María misma. Todo esto, p o r otra p a r t e ,
p r o v o c a b a la objeción de los descreídos. La fábula
grosera i n v e n t a d a p o r los adversarios del cristia-
nismo q u e hacía nacer á Jesús de una a v e n t u r a
escandalosa con el soldado P a n t h e r e , salió sin m u -
cho esfuerzo del relato cristiano, relato q u e p r e -
s e n t a b a á la imaginación el c u a d r o enojoso de u n
nacimiento d o n d e el p a d r e sólo tenía u n papel a p a -
r e n t e . Esta fábula n o se manifiesta claramente h a s -
ta el siglo XI; desde el I, sin e m b a r g o , los judíos

(1) Los casamientos desproporcionados en cuanto á la edad


de los cónyuges, no son apreciados en Oriente corno entre n o s -
otros.
LOS EVANGELIOS

parecen h a b e r p r e s e n t a d o m a l i g n a m e n t e el naci-
miento de Jesús como ilegítimo. Tal vez a r g u m e n
t a b a n p a r a esto de la especie de ostentación con la
cual, á la cabeza del libro de los loledoth de Jesús
se p o n í a n los n o m b r e s de T h a m a r , de R a h a b y de
Bethsabé, omitiendo los de Sara, de Rebeca y
de Sía.
Los relatos de la infancia, anulados en Marcos,
se l i m i t a n en Maíeo al ^ los Magos, .uni-
do á la p e r s e c u c i ó n d e i , H e r o d e s j f á la matanza de
TÓsjRpjsenJes^ Todo este desarrollo parece de o r i -
gen siriaco; el papel odioso que juega H e r o d e s ,
fué sin d u d a una invención de los parientes de J e
sus, refugiados en Batanea. Este p e q u e ñ o g r u p o ,
en efecto, parece h a b e r sido u n a fuente de calum-
nias odiosas contra Herodes. La fábula sobre el
origen infame de su p a d r e , contradicha p o r Josefo
y Nicolás Dumas, parece proceder de a q u í . E n
c u a n t o á los peligros q u e se supone r o d e a r o n la
infancia de Jesús, eran una repetición de la incay)
©ia de Moisés, q u e u n r e y también quiso m a t a r y
el cual se vio obligado á refugiarse en el extranje-
r o . Esto sucede con Jesús como con todos los g r a n
des h o m b r e s . Ño se sabe n a d a de su infancia p q r í a
sencilla razón do q u e nunca se ha previsto la cele-
b r i d a d futura de mi niño; se la_supÍe.CAn_anóodo^ j

tas, después^concebidas. La imaginación, p o r otra


p a r t e , gusta de figurarse que los hombres p r o v i -
denciales h a n crecido a t r a v e s a n d o los peligros,
por efecto de u n a protección particular del Cielo.
164 ERNESTO RENÁN

Un cuento popular, relativo al nacimiento de A u -


gusto y diversos rasgos de crueldad de H e r o d e s ,
p u d i e r o n dar origen á la leyenda de la matanza de
los niños de Belén.
Marcos, en su relación singularmente i n g e n u a ,
tiene atrevimientos, rudezas, pasajes que se expli-
c a n mal y se p r e s t a n á la objeción. Mateo procede
p o r retoques y atenuaciones de detalle. C o m p a r a d ,
p o r ^ j é m p l o , Marcos,, III, 31-35, con Mateo, XII,
46 50. El s e g u n d o r e d a c t o r b o r r a la idea de q u e los
parientes de Jesús le c r e y e r o n loco y quisieran re-
tenerlo. El e x t r a ñ o c a n d o r de Marcos, Vi, 5, «y n o
podía allí (en Nazareth) hacer milagro alguno, et-
cétera», es t r a s l a d a d o en Mateo, XIII, 58; «y n o
hizo allí m u c h o s milagros». La e x t r a ñ a paradoja
de Marcos, X, 29-30. «Respondiendo J e s ú s , dijo:
E n v e r d a d os digo, q u e n o h a y n i n g u n o q u e h a y a
dejado casa, ó h e r m a n o s , ó h e r m a n a s , ó p a d r e ó
m a d r e , ó hijos, ó tierras p o r mí y p o r el E v a n g e -
lio, q u e n o reciba cien tantos, a h o r a en este tiempo
cosas y h e r m a n o s y h e r m a n a s , y m a d r e s , é hijos,
y tierras, con persecuciones, y en el siglo venidero
la vida eterna», se convierte en Mateo, XIX, 29:
«y cualquiera q u e dejare casa, ó h e r m a n o s , ó h e r -
m a n a s , ó p a d r e , ó m a d r e , ó mujer, ó hijos, ó tie-
r r a s p o r mi n o m b r e , recibirá ciento p o r uno, y
poseerá la vida eterna». El motivo asignado á la
visita de las mujeres al sepulcro, d e m o s t r a n d o q u e
ellas n o e s p e r a b a n la resurrección está r e e m p l a -
zado en Mateo p o r u n a expresión insignificante. El
LOS EVANGELIOS 165

escriba q u e interroga á Jesús sobre su g r a n p o -


d e r lo hace en Marcos con buena intención. E n los
o t r o s evangelistas lo hace p a r a t e n t a r á J e s ú s . Los
tiempos h a n m a r c h a d o y ya no p u e d e n a d m i t i r
q u e u n escriba o b r e sin malicia. El episodio d o n d e
el joven rico llama á Jesús «buen Maestro», y d o n
d e Jesús le r e p r e n d e con estas palabras: «Dios sólo
es b u e n o » , parece más tarde escandaloso. Mateo
a r r e g l a esto de u n a manera menos viva. La forma
e n q u e los discípulos están sacrificados en Marcos
se halla i g u a l m e n t e a t e n u a d a en Mateo. E n fin
este concluye c o l o ^ n d o algunos contrasentidos^
p a r a obtener" eíecjo^_pja]éñcos; así, el vino de los
condenados, cuya institución era h u m a n a y bien
h e c h o r a , se transforma para él en refinamiento de
c r u e l d a d , p a r a deducir el cumplimiento de u n a
profecía. Los relieves demasiado'vivos de Marcos
son así, b o r r a d o s ; las líneas del Nuevo Evangelio
son más extensas, más correctas, más ideales. Los
rasgos maravillosos se multiplican; se diría que lo
maravilloso llega á ser cada vez más a c e p t a b l e ,
milagros se c u e n t a n con menos pesadez; ciertas
prodigalidades son omitidas. El materialismo t a u -
m a t ú r g i c o y el empleo de los medios n a t u r a l e s
p a r a p r o d u c i r los milagros, signos característicos
do Marcos, h a n desaparecido en Mateo. C o m p a r a d o
«ti Evangelio de Marcos, el Evangelio a t r i b u i d o á
Mateo, presenta correcciones de gusto y de tacto.
Diversas inexactitudes son rectificadas; las p a r t e s
estéticamente débiles ó inexplicables son s u p r i m í -
166 EEKEbTO BESAN

das ó aclaradas. Se h a considerado con frecuencia


á Marcos como u n exfractador de Mateo. Lo c o n -
t r a r i o es lo v e r d a d e r o ; sólo la adición de los ser-
e n ó n o s hace q u e la extensión del extracto sea más
considerable q u e la del original. Que se c o m p a r e n
los relatos del demoníaco de Geryeso, del paralítico
de O a p h a r n a u m , de la hija de J a i r o , del leproso,
del n i ñ o epiléptico, y será fácil convencerse de lo
que decíamos. Con frecuencia, también Mateo r e ú -
ne en u n solo acto las circunstancias q u e en Marcos
constituyen dos episodios. Algunos relatos que, á
la p r i m e r a ojeada, parecen pertenecerle en p r o p i e -
dad, n o son más q u e calcos desnudos 'y e m p o b r e -
cidos de extensas n a r r a c i o n e s de Marcos.
Sobre todo en elasunto_del_pauperismoeadon,-
de se descubren en Mateo las precauciones y j a s
:• i n q u i e t u d e s . A la cabeza de las" celestiales b i e n -
• a v e n t u r a n z a s , Jesús h a b í a colocado celosamente al
proletariado. «Bienaventurados los pobres» fué sin
d u d a la p r i m e r a p a l a b r a que salió de su boca divi-
na c u a n d o comienza á h a b l a r con a u t o r i d a d . La
m a y o r p a r t e de las sentencias de Jesús (como le
sucede cuantas veces se quiere d a r al p e n s a m i e n t o
u n a forma viva) se p r e s t a b a n á u n a mala inteligen-
cia; los ebionitas p u r o s deducían de a q u í una c o n -
secuencia de rebeldía. El r e d a c t o r de n u e s t r o s
Evangelios a ñ a d e una p a l a b r a p a r a p r e v e n i r cier-
tos excesos. Los pobres, en el sentido o r d i n a r i o ,
vienen á ser los pobres de espíritu, es decir, los p i a -
I dosos israelitas, r e p r e s e n t a n d o en el m u n d o u n
LOS EVANGELIOS 167

papel hyjmilde y q u e contrasta con el aire o r g u l l o -


so de los potentados del día. Otra de las b i e n a v e n -
turanzas, «la d é l o s q u e tienen hambre» se t r a n s -
forma en «los sedientos de justicia».
El progreso de la religión es por tanto sensible
en Mateo, se vislumbra en él u n a huella do s e g u n -
da intención, el deseo de p a r a r algunas objeciones,
"una exageración en las pretensiones simbólicas.
El relato de la tentación en el desierto está desarro
liado c a m b i a n d o la fisonomía; la Pasión se e n r i -
quece con algunas bellas líneas. Jesús habla de «su
Iglesia» como de su cuerpo constituido y f u n d a d o
sobre la primacía de P e d r o . La fórmula del b a u -
tismo es p r o l o n g a d a y comprende bajo una fórmu-
la b a s t a n t e sincrética las tres palabras sacramenta-
les de la teología del tiempo, el P a d r e , el Hijo y el
Espíritu Santo. El g e r m e n del dogma de la t r i n i -
d a d está a ú n depositado en u n rincón de la página
s a g r a d a y llegará á ser fecundo. El s e r m ó n apoca-
líptico a t r i b u i d o á Jesús sobre la g u e r r a de J u d e a
en relación con el fin de los tiempos, en l u g a r de
debilitarse, se refuerza y precisa. Bien p r o n t o ve-
remos á Lucas emplear todo su arte p a r a a t e n u a r
las dificultades de esas aserciones temerarias sobre
u n fin q u e n u n c a llegaba.
CAPÍTULO XI

S e c r e t o de las bellezas del E v a n g e l i o .

Lo q u e se a d v i e r t e p o r encima de todo en el
n u e v o Evangelio, es u n inmenso progreso litera-
r i o . El efecto g e n e r a l es el q u e p r o d u c i r í a u n p a -
, lacio de h a d a s c o n s t r u i d o sobre piedras l u m i n o
; sas. Una v a g u e d a d exquisita en J,as transiciones y
en la t r a b a z ó n cronológica d a n á esta compilación
divina el hálito ligero del relato de u n n i ñ o . «En
aquellos días», «En aquellos tiempos» «sucedió
que...» y otra porción de fórmulas que tienen el
i t o n o de ser precisas, sin serlo, hacen cernerse á la
i n a r r a c i ó n conio u n s u e ñ o , entre el cielo y la tie-
i r r a . Debido á la indecisión de los tiempos el reía
to evangélico n o hace más q u e rozar la realidad.
Un genio aereo q u e se toca, q u e se abraza, p e r o
q u e no tropieza n u n c a con las piedras del camino,
nos h a b l a , nos a d o r m e c e . No_detenerse en p r e g u n -
t a r si sabe loc^ue nos c u e n t a . El no d u d a n a d a y
1oo~iabe n a d a . Es un encanto análogo al de la afir-
/

mación de la mujer q u e nos hace sonreír y nos


s u b y u g a . Es en l i t e r a t u r a lo q u e en p i n t u r a u n
LOS EVANGELIOS 169

n i ñ o de Corregió ó u n a virgen de dieciseis años


d e Rafael.
El lenguaje es del mismo o r d e n y perfectamen-
t e a p r o p i a d o al a s u n t o . P o r u n v e r d a d e r o esfuer-
20, la iluminación infantil y clara de la n a r r a c i ó n
hebraica, el t i m b r e fino y delicado de los p r o v e r -
bios hebreos, h a n sido t r a n s p o r t a d o s en u n dia-
leetoielénico bastante correcto en lo q u e se refiere
á las formas gramaticales, p e r o d o n d e la vieja sin-
taxis erudita está totalmente a n u l a d a . Se ha n o t a -
d o que los Evangelios son la p r i m e r a o b r a escrita
e n griego vulgar. El a n t i g u o griego es,en efecto,
modificado en el sentido analítico de las l e n g u a s
m o d e r n a s . El helenista n o puede defenderse de en-
c o n t r a r esta lengua v u l g a r y débil; es cierto q u e
desde el p u n t o de vista clásico, el Evangelio n o
tiene estilo, ni plan, ni belleza; p e r o es una o b r a
maestra de la literatura p o p u l a r , y en un s e n t i d o ,
el más a n t i g u o libro p o p u l a r q u e h a y a sido escri-
t o . Esta lengua desarticulada tiene por otra p a r t e
l a ventaja de q u e eí encanto se conserva en las
diferentes versiones tan bien, q u e en tales escritos
la t r a d u c c i ó n vale casi tanto como el original.
Esta i n g e n u i d a d en la forma n o debe forjar
ilusiones. La palabra v e r d a d no tiene p a r a los
orientales el mismo sentido q u e p a r a nosotros. El
o r i e n t a l m e n t a con a d m i r a b l e c a n d o r y con el
a c e n t o del testigo u n a multitud de cosas q u e n o h a
visto y de las cuales no tiene n i n g u n a certi-
dumbre.
170 ERNESTO HKNÁN

Los relatos de la fantasía de la salida de E g i p t o


q u e se hacen en las familias israelitas d u r a n t e las
veladas de Pascua n o e n g a ñ a n á nadie y n o m a r a -
villan menos á los que los escuchan. Cada año las
representaciones escénicas con las cuales se.cele-
b r a e n P e r s i a los martirios de la familia de Alí son
enriquecidas con alguna invención n u e v a destina-
da á que resulten las víctimas más interesantes y
los asesinos más odiosos. Todos se apasionan t a n t o
en estos episodios como si n o acabasen de i m a -
ginarlos. Es propio de la ayuda oriental, emocionar
p r o f u n d a m e n t e á los q u e mejor saben q u e es ficti-
cia. Su triunfo es h a b e r hecho u n a o b r a maestra
q u e engaña á todo el m u n d o y que, desconocien-
do las leyes del g é n e r o , el crédulo Oriente consi -
d e r a como u n a investigación testimonial el relato
d e hechos q u e n i n g ú n ojo ha podido ver n u n c a .
Lo propio de u n a l i t e r a t u r a de logia, de haditk
es a u m e n t a r siempre. Después de la m u e r t e de Ma-
h o m a , el n ú m e r o de p a l a b r a s q u e le atribuyenJEué
i n n u m e r a b l e . L o mismo ocurrió «Sai Jesús I los
e n c a n t a d o r e s apólogos q u e había realmente p r o -
n u n c i a d o y d o n d e sobrepuja á B u d h a mismo; se
a ñ a d e n otros concebidos en igual estilo, y q u e son
m u y difícil de distinguir de los auténticos. Las ideas
del tiempo se expresan, sobre todo, en esas siete
a d m i r a b l e s p a r á b o l a s del reino de Dios, d o n d e
t o d a s las inocentes rivalidades de esta e d a d de o r o
del cristianismo h a n dejado su huella. Algunas p e r -
sonas se molestan de la poca calidad de los q u e en
LOS .EVANGELIOS 17 i

t r a n en la iglesia; las p u e r t a s de las iglesias de San


Pablo, a b i e r t a s á todos los vientos, les parecían u n
escándalo; ellos h u b i e r a n q u e r i d o una<¡elección, u n
e x a m e n p r e v i o , u n a censura. Los schammaitas
q u e r í a n q u e sólo admitiese en la enseñanza judía
J

á los h o m b r e s inteligentes, modestos, de b u e n a fa-


milia y ricos. A estas dificultades se respondía con
la parábola del h o m b r e que tiene p r e p a r a d a u n a
comida y, en ausencia de los convidados, invita á
ios lisiados, los v a g a b u n d o s y los mendigos, ó bien
con la del pescador que saca revueltos los pescados
buenos y malos p a r a elegir en seguida. El l u g a r
eminente que Pablo, así como los antiguos a d v e r -
sarios de Jesús, los recién venidos á la obra e v a n -
gélica, ocupan entre los fieles desde los primeros
días, excita las m u r m u r a c i o n e s . Esto dio pretexto
á las parábolas de los obreros de última h o r a , r e -
compensados igual q u e ios q u e soportaron el p a r o
diario. Una parábola de Jesús: «Los p r i m e r o s serán
los últimos, los últimos los primeros» le concede el
origen. El propietario de una viña sale á diversas
h o r a s de la jornada á fin de reclutar o b r e r o s p a r a
su viña. Toma á todos los q u e encuentra, y p o r la
t a r d e , los que llegaron los últimos, que sólo habían
trabajado u n a h o r a , son pagados tanto como los
q u e t r a b a j a r o n todo el tiempo. La lucha de las dos
generaciones cristianas aparece aquí con evidencia.
C u a n d o los convertidos parecen decir con tristeza
q u e los sitios estaban tomados y no les q u e d a b a
más q u e u n a p a r t e secundaria, se les cita esta bella
172 ERNESTO E E N Á N

p a r á b o l a , de d o n d e resulta q u e n a d a tenían q u e
e n v i d i a r á los a n t i g u o s .
La p a r á b o l a de la zizaña significa, t a m b i é n , á su
m a n e r a , esta composición mezclada de u n r e i n o ,
d o n d e Satanás mismo tiene á veces el p o d e r de
a r r o j a r a l g u n a s semillas. El cenabe expresa su
g r a n d e z a futura: la l e v a d u r a , su fuerza de f e r m e n -
tación; el tesoro oculto y la perla por la cual se
v e n d e t o d o , su precio i n e x t i m a b l e ; su éxito mez-
clado de peligros p a r a el p o r v e n i r . «Los p r i m e r o s
serán los últimos». «Muchos son los llamados y
pocos los elegidos», tales e r a n las máximas q u e
g u s t a b a n de r e p e t i r . La esperanza de J e s ú s sobre
t o d o i n s p i r a b a comparaciones vivas y enérgicas.
Las imágenes del l a d r ó n q u e llega c u a n d o n o se
piensa, el r e l á m p a g o q u e aparece en Occidente t a n
p r o n t o como h a b r i l l a d o en Oriente, de la h i g u e r a
cuyos jóvenes r e t o ñ o s a n u n c i a n el estío, satisfac-
ción á los espíritus. Se repetía, en fin, el apólogo
e n c a n t a d o r de las jóvenes fatuas y de las jóvenes
p r u d e n t e s , o b r a maestra de c a n d o r , de a r t e , de
finura y delicadeza. Unas y otras esperan al esposo;
p e r o como t a r d a , t o d a s se d u e r m e n . A la m i t a d de
la n o c h e se escucha el g r i t o : s¡Aquí está! ¡Aquí
está!» las jóvenes p r u d e n t e s q u e h a b í a n aderezado
sus l á m p a r a s , las encienden, p e r o las fatuas q u e
n i n g u n a precaución h a b í a n tomado, q u e d a n c o n -
fundidas. No h a y sitio p a r a ellas en la sala del
festín.
No q u e r e m o s decir que estos fragmentos deli-
LOS EVANGELIOS 173

cados n o sean de J e s ú s . La g r a n dificultad de u n a


historia de los orígenes del cristianismo es distin-
g u i r en los Evangelios, de u n a p a r t e lo q u e proce-
de de Jesús, de otra lo q u e h a sido <fe i n s p i r a d o
p o r su espíritu. No h a b i e n d o escrito n a d a Jesús y
transmitiéndonos confusamente los redactores d e
los Evangelios sus p a l a b r a s auténticas, n o h a y
crítica b a s t a n t e sutil p a r a proceder en semejante
caso á u n seguro discernimiento. La vida de Jesús
y la historia de la redacción de los Evangelios son
dos asuntos q u e se p e n e t r a n de tal suerte q u e es
preciso dejar e n t r e ellos los límites indecisos, con
riesgo de aparecer contradiciéndose. En realidad,
esta contradicción es de poca consecuencia. Jesús
es el v e r d a d e r o creador del Evangelio; Jesús lo h a
hecho t o d o ; a u n lo que se le a t r i b u y e , su leyenda
y él son inseparables; fué de tal m a n e r a identifica-
do con su idea, q u e su a u t o r llega á ser él mismo,
le absorbe, hace de su biografía lo q u e debía ser.
H u b o en él lo q u e llaman los teólogos «comunica-
ción de los idiomas». La misma comunicación h a
u n i d o el p r i m e r o y penúltimo libro de esta historia.
Si esto es u n defecto, procede de la naturaleza del
a s u n t o y nosotros hemos creído q u e sería u n rasgo
de v e r d a d n o t r a t a r demasiado de evitarla. Lo que
impresiona, en t o d o caso, es la fisonomía original
de estos relatos. Cualquiera que sea la fecha de su
redacción, contiene las flores v e r d a d e r a m e n t e g a -
lileas, b r o t a d a s en los primeros días á los pasos
e m b a l s a m a d o s del soñador divino.
174 ERNESTO RENÁN

Las instrucciones apostólicas, como las p r e s e n -


.. ta n u e s t r o Evangelio, parecen en algunos p u n t o s
p r o c e d e r de u n ideal apostólico formado sobre el
modelo de P a b l o La impresión dejada p o r la vida
del g r a n viajero evangélico había sido profunda.
Varios apóstoles h a b í a n ya sufrido el martirio p o r
h a b e r llevado á los pueblos los llamamientos d e
Jesús. Imaginábase al predicador cristiano, com-
pareciendo a n t e los reyes, ante los tribunales más
elevados, y en ellos p r o c l a m a n d o á Cristo. El p r i -
m e r juicio de esta elocuencia apostólica, era el de
n o separarla con discursos. El Espíritu Santo de-
bía en el instante preciso inspirar al misionero sus
sermones. P a r a ir de viaje, n i n g u n a provisión,
n a d a de dinero, ni de bolsa, ni un vestido p a r a
cambiarlo, ni u n b a s t ó n . El o b r e r o merece su p a n
cuotidiano. C u a n d o el misionero apostólico ha e n -
t r a d o en u n a casa, puede q u e d a r s e sin escrúpulo,
comiendo y b e b i e n d o lo q u e se le sirve, sin creerse
obligado á devolver otra cosa q u e la palabra y las
felicitaciones y saludos. Era este el principio de
Pablo; pero el principio n o se aplicaba más q u e
con las personas de quienes se estaba seguro, por
ejemplo, con las damas de Philppes. Como P a b l o ,
el viajero apostólico, está al abrigo de los peligros
del camino, p o r u n a protección divina se libra de
las serpientes, los venenos n o le hacen d a ñ o . Su
lote será el odio del m u n d o , la persecución... La
frase tradicional e x a g e r a siempre, el rasgo p r i m i t i -
vo. Se advierte en esto u n a necesidad premotócni-
1*0S EVANGELIOS 175

ca; la memoria retiene mejor las palabras agudas é


hiperbólicas, q u e las sentencias m e s u r a d a s . Jesús
era demasiado profundo conocedor de las almas
p a r a n o saber q u e el rigor, la exigencia, es la me-
jor m a n e r a de g a n a r l a s y de retenerlas bajo u n
y u g o . No creemos, sin e m b a r g o , que se h a y a incli-
n a d o n u n c a á los excesos que se le a t r i b u y e n , y el
fuego sombrío que anima las instrucciones apostó-
licas nos parece en p a r t e u n reflejo de los a r d o r e s
febriles de P a b l o .
El a u t o r del Evangelio, según Mateo, n o tiene
p a r t i d o t o m a d o en las g r a n d e s cuestiones q u e d i -
vidían á la Iglesia. No es ni judío celoso como San-
tiago, ni judío -indiferente á la m a n e r a de P a b l o .
Siente la necesidad de u n i r la Iglesia á P e d r o é i n -
siste en la p r e r r o g a t i v a de este último. De otra
p a r t e , deja traslucir ciertas nubes de malignidad
c o n t r a la familia de Jesús y contra el orgullo de la
p r i m e r a generación cristiana. Suprime, en p a r t i c u -
lar, en el relato las apariciones de Jesús resucita-
d o , el papel de Santiago, á quien los discípulos de
P a b l o tenían por u n enemigo declarado. Las tesis
©puestas p u e d e n e n c o n t r a r en él a r g u m e n t o s igual -
mente legítimos. Algunos instantes habla de la fé
como en las epístolas de San Pablo. El a u t o r acep-
ta de la tradición los proverbios, las parábolas, los
milagros, las decisiones en sentido contrario, sin
t r a t a r de conciliarias. Aquí trata de evangelizar á
Israel; más allá al m u n d o . La cananea, acogida
a h o r a con d u r a s palabras, es exaltada en seguida,
176 ERNESTO RENÁK

y u n a historia comenzada p a r a p r o b a r q u e J e s ú s
n o h a sido e n v i a d o más q u e p a r a salvar á Israel,
acaba p o r la conversión de u n p a g a n o . El c e n t u -
r i ó n de O a p h a r n a u m e n c u e n t r a gracia y favor. L o s
jefes legales de la nación h a n sido más contrarios
al Mesías q u e p a g a n o s , tales como los Magos, Pila-
tos y la mujer de este último. El pueblo judío p r o -
n u n c i a él mismo la sentencia de su maldición. No
h a q u e r i d o el festín del reino de Dios p r e p a r a d o
p a r a él; los gentiles o c u p a r á n su sitio. La fórmula
«Oísteis q u e fué dicho á los a n t i g u o s . . . Mas y o os
digo...» está colocada con insistencia en la boca d e
J e s ú s . El círculo al cual se dirige es u n círculo d e
judíos convertidos. La polémica contra los judíos
n o convertidos le p r e o c u p a b a mucho. Sus citas d e
textos proféticos, así como u n cierto n ú m e r o d e
circunstancias relacionadas con ellos, t r a t a n de los
asaltos q u e los fieles habían de sufrir p o r p a r t e d e
la m a y o r í a o r t o d o x a , y sobre todo de la g r a n o b -
jeción d e d u c i d a de q u e los representantes de la
nación h a b í a n r e h u s a d o creer en la mesianidad d e
Jesús.
El Evangelio de San Mateo, como casi t o d a s las
composiciones a c a b a d a s , ha sido la o b r a de una
conciencia de alguna m a n e r a doble. El a u t o r es á
la vez judío y cristiano; su n u e v a fe n o ha m a t a d o
la a n t i g u a , y n o le h a r o b a d o n a d a de su poesía.
Ama dos cosas al mismo tiempo. El e x p e c t a d o r
goza de esta lucha sin t o r m e n t o s . ¡Estado encanta-
d o r de serlo t o d o , sin ser todavía n a d a d e t e r m i n a -
LOS EVANGELIOS 177

do! ¡Transición deliciosa, momento excelente p a r a


el a r t e aquel d o n d e u n a conciencia es el pacífico
campo de batalla, en el cual los partidos contrarios
chocan, sin q u e ella misma sea q u e b r a n t a d a ! A u n -
q u e el p r e t e n d i d o Mateo habla de los judíos en
tercera p e r s o n a como de extranjeros, su espíritu,
su apologética, su mesiahismo, su exégesis, su
piedad, son esencialmente de un judío. J e r u s a l e m
es p a r a él «la ciudad santa», «el lugar santo». Las
misiones son p a r a él la herencia de los Doce; n o
les asocia á San Pablo ni concede á este último vo -
cación especial, a u n q u e las instrucciones apostóli-
cas q u e les concede, contienen más de u n rasgo
sacado de la vida del predicador de los gentiles.
Su aversión contra los fariseos no le impide admi-
tir la a u t o r i d a d del judaismo. El cristianismo está,
según él, en el estado de una flor abierta, p e r o q u e
lleva a ú n la e n v o l t u r a del botón, de d o n d e se h a
escapado.
Tenía en esto u n a de sus fuerzas. La habilidad
suprema, en las o b r a s de conciliación, es n e g a r y
afirmar á la vez, practicar el Ama tanquam osurus
del sabio antiguo Pablo, suprime todo judaismo y
a u n toda religión, p a r a reemplazarlos con J e s ú s .
Los Evangelios vacilan y q u e d a n en u n a p e n u m b r a
más delicada. ¿La Ley subsistirá? Sí y n o . Jesús la
destruye y la cumple. El sábado lo suprime y lo
m a n t i e n e . Las ceremonias judías las o b s e r v a y n o
quiere q u e se p r a c t i q u e n . Todos los r e f o r m a d o r e s
religiosos h a n debido observar esta conducta; n o

TOMO I 12
178 ERNESTO RENÁN

se descarga á los h o m b r e s de un fardo q u e es y a


imposible de llevar más que tomándole p a r a sí
mismo sin r e s e r v a ni alivio. La contradicción esta-
ba en todas partes. C u a n d o el Talmud ha citado en
la misma línea las opiniones que se excluyen en
absoluto, acaba por esta fórmula: «y todas estas
opiniones son p a l a b r a s de vida.» La anécdota de
la Cananea es la i m a g e n exacta de este m o m e n t o
del cristianismo. Ella suplica. «No soy e n v i a d o sino
á las ovejas q u e perecieron de la casa de Israel»,
le r e s p o n d e J e s ú s . Ella se a p r o x i m a y le a d o r a :
«No es bien t o m a r el p a n de los hijos y echarlo á
los perros.—Así es, Señor; mas los p e r r o s comen
de las migajas, que caen de la mesa de sus señores.
— O h , mujer, g r a n d e es t u fe: hágase contigo como
quieres.» El p a g a n o convertido acababa p o r se-
guirle, á-fuerza de h u m i l d a d y á condición de s u -
frir entonces la mala acogida de u n a aristocracia
q u e quería ser a d u l a d a , solicitada.
Tal estado de espíritu no se consigue, á decir
v e r d a d , más q u e en un solo odio, el odio del fariseo,
del judío oficial. El fariseo, ó p o r mejor decir, el hi-
pócrita (pues esta p a l a b r a había t o m a d o u n senti-
do abusivo, como e n t r e nosotros el n o m b r e de
jesuíta se aplica á una multitud de gentes q u e n o
h a n formado p a r t e de la compañía fundada p o r
Loyola) debía parecer el culpable por excelencia,
el opuesto en todo á J e s ú s . Nuestro Evangelio
a g r u p a en una sola invectiva, llena de virulencia,
todos los sermones q u e con diferentes motivos
LOS E V A N G E L I O S 179

p r o n u n c i a Jesús contra los fariseos. El a u t o r t o m a ,


sin d u d a , este fragmento en alguna colección an -
terior que no tenía el marco o r d i n a r i o . Se dice q u e
J e s ú s h a hecho n u m e r o s o s viajes á Jerusalem ; el x

castigo de los fariseos está predicho de u n a m a n e -


r a vaga, q u e nos conduce á los tiempos anteriores
á la revolución de J u d e a .
De todo ello resulta un Evangelio infinitamente
s u p e r i o r p o r su belleza al de Marcos, pero de u n
valor histórico mucho menor. Marcos q u e d a , p o r
s u s hechos, el único documento auténtico de la
vida de J e s ú s Los relatos q u e pseudo Mateo a ñ a d e
á los de Marcos son de la leyenda; las modificacio
nes q u e hace á los relatos de Marcos no son más
que m a n e r a s de disimular ciertas dificultades. La
asimilación de los elementos que el a u t o r coloca
fuera de Marcos, están hechos del modo más g r o -
sero; la digestión, si se p u e d e expresar así, n o está
terminada; los fragmentos h a n q u e d a d o enteros y
se les puede reconocer. Bajo este respecto, Lucas
i n t r o d u c i r á m u y g r a n d e s perfeccionamientos. P e r o
lo q u e hace apreciable la o b r a a t r i b u i d a á Mateo,
son los sermones de Jesús, conservados con u n a
fidelidad extrema, y p r o b a b l e m e n t e en el o r d e n
relativo en q u e fueron escritos en la época.
E r a esto más i m p o r t a n t e q u e la exactitud bio-
gráfica, y el Evangelio de Mateo, es el libro más
i n t e r e s a n t e del cristianismo, el libro más i m p o r t a n -
t e que jamás h a y a sido escrito. No es sin f u n d a -
mento como en la clasifica) con de los escritos de la
180 ERNESTO RENÁN

n u e v a Biblia, se le h a d a d o el p r i m e r sitio. La bio-


grafía de u n g r a n h o m b r e es u n a p a r t e de su o b r a ,
San Luis n o sería lo q u e es en la conciencia de la
h u m a n i d a d , sin Joinville. La vida de Spinoza p o r
Oolerus, es la más bella o b r a de Spinoza. Epicteto
debe casi todo á A r r i a n o ; Sócrates, á Platón y á
Xenofontes. J e s ú s mismo ha sido hecho en p a r t e
p o r el Evangelio. E n este sentido, ia redacción de
los Evangelios es, después de la acción personal
de Jesús, el hecho capital de la historia de los
orígenes del cristianismo; yo añadiría de la h i s -
toria de la h u m a n i d a d . La lectura h a b i t u a l del
m u n d o es siempre u n libro d o n d e el sacerdote cae
siempre en faltas, d o n d e las gentes distinguidas
son todos hipócritas, d o n d e las a u t o r i d a d e s laicas
se p o r t a n como los malvados, d o n d e todos los ricos
son malditos. Ese libro es el más revolucionario y
el más peligroso que se h a hecho, la Iglesia católi-
ca lo separó p r u d e n t e m e n t e ; pero n o h a p o d i d o
impedir q u e diera sus frutos. Malignos p a r a el sa-
cerdocio, b u r l o n e s p a r a el rigorismo, indulgentes
p a r a el h o m b r e débil que tiene b u e n corazón, los
Evangelios h a n sido la p e r p e t u a pesadilla del h i -
pócrita. El h o m b r e e vangélicc»_ha^sido_unjadversa-
rio de la teología p e d a n t e , de la insolencia g e r á r -
qlficá, del espíritu eclesiástico tal como lo h a n h e -
clio los siglos. La E d a d Media los h a q u e m a d o . E n
nuestros días, la g r a n invectiva del capítulo vein-
titrés de Mateo c o n t r a los fariseos, es todavía la
sangrienta sátira de los q u e se c u b r e n con el n o m -
LOS EVANGELIOS 181

b r e de Jesús, y á quienes Jesús, si volviese al mun-


d o , perseguiría á latigazos.
¿Dónde se escribió el Evangelio según San Ma-
t e o . Todo parece indicar que fué en Syria, p o r un
círculo judío q u e n o sabía apenas el h e b r e o , pero
q u e tenía alguna idea de dicho idioma; el a u t o r se
s i r v e de originales evangélicos escritos en h e b r e o ;
a h o r a bien, es dudoso que los originales hebreos
de los textos evangélicos h a y a n salido nunca de
S y r i a . En cinco ó seis casos, Marcos había conser-
vado pequeñas frases arameas pronunciadas por
J e s ú s ; el p r e t e n d i d o Mateo las b o r r a todas, excep-
t u a n d o u n a sola. El carácter de las tradiciones
propias á n u e s t r o evangelista, es esencialmente
galileo. Según él, todas las apariciones de Jesús
resucitado, se verifican en Galilea. Sus primeras
lecturas parecen h a b e r debido ser los syriaeos. No
h a y explicación de costumbres y esas notas tele-
gráficas que se e n c u e n t r a n en Marcos. Al contra-
rio; h a y rasgos que, faltos de sentido en Roma,
t e n í a n interés en Oriente. Se p u e d e , pues, suponer
que n u e s t r o Evangelio fué r e d a c t a d o c u a n d o el
Evangelio de Marcos, compuesto en Roma, llegaba
al Oriente. Un Evangelio griego parece u n a cosa
preciosa; pero se admitieron las lagunas de Mar-
cos; se le completa. El Evangelio que resulta de
estas adiciones, pasado el tiempo, tiene que volver
á Roma. Por esto se explica que Lucas no le h a y a
conocido en esta ciudad, hacia el año 95.
Se explica también que para revelar el escrito
182 ERNESTO EBNÁN

n u e v o , y o p o n e r al n o m b r e de Marcos un n o m b r e
d e una a u t o r i d a d superior, se haya a t r i b u i d o e l
t e x t o al apóstol Mateo. Mateo era un apóstol j u d e o -
cristiano, haciendo u n a vida ascética, análoga á la
de Santiago, absteniéndose de c a r n e , viviendo
solo de l e g u m b r e s y de retoños de árbol. Tal vez
su cualidad de a n t i g u o publicano hizo pensar que,
h a b i t u a d o á escribir, había debido más que o t r o s ,
soñar en fijar los hechos de que se suponía testigo.
Ciertamente, Mateo, no fué r e d a c t o r de la o b r a
qüe~lTeva su n o m b r e . Él apóstol hacía m u c h o
tiempo q u e estaba m u e r t o c u a n d o él Evangelio se
c o i n p u s ó 7 y por otra parte, la o b r a rechaza e n
absoluto á tal a u t o r . ¿Cómo, si n u e s t r o E v a n g e l i o
era de u n apóstol, se encuentra una u r d i e m b r e t a n
defectuosa en la vida pública de Jesús? Tal vez el
Evangelio h e b r e o , con el cual el a u t o r completa á.
Marcos, llevóse el n o m b r e de Mateo. Quizá la c o -
lección de los logia llevóse este n o m b r e . La aíición
de las logias era lo q u e d a b a carácter al n u e v o
Evangelio y el n o m b r e del apóstol q u e g a r a n t i z a b a
estas logia, h u b i e r a jjodido ser conservado p a r a
designar el a u t o r d e % o b r a que sacaba su p r e m i o
de estas adiciones. Todo resulta dudoso. Papías,
cree q u e la o b r a es de Mateo; pero al cabo de s e -
senta años debieron faltarle los medios p a r a d i s -
cernir u n a cuestión tan complicada.
Lo único cierto, en todo caso, es que la o b r a
a t r i b u i d a á Mateo no t u v o la a u t o r i d a d q u e s u
título hacía s u p o n e r , y no pasa por definitiva.
LOS EVANGELIOS íes
H u b o m u c h a s tentativas análogas que no h a n lle-
g a d o hasta nosotros. El n o m b r e mismo de u n
apóstol n o bastaba p a r a r e c o m e n d a r un trabajo de
este género. Lucas, q u e no era apóstol, y á quien
veremos p r o n t o i n t e n t a r un Evangelio q u e reasu-
ma á los otros y los haga inútiles, ignoraba, según
todas las probabilidades, la existencia del E v a n g e -
lio llamado según San Mateo.
CAPÍTULO XII

Los c r i s t i a n o s de la familia F l a v i a . — F l a v i o
Josefo

La ley fatal del cesarismo se cumple; el cesar


comienza bien y acaba m a l . Cada año señalaba en
Domiciano el p r o g r e s o de las malas pasiones. El
"Hombre había sido siempre p e r v e r s o ; su i n g r a t i t u d
hacia su p a d r e y su h e r m a n o m a y o r t u v o algo d e
a b o m i n a b l e ; sin e m b a r g o , los primeros días de s u
g o b i e r n o no fueron los de u n mal s o b e r a n o . Poco
á poco los celos sombríos contra todo mérito, la
perfidia refinada, la n e g r a malicia q u e estaban en
su naturaleza se desarrollan. Tiberio h a b í a sido
m u y cruel, p e r o p o r una especie de rabia filosófica
contra la h u m a n i d a d , q u e t u v o su g r a n d e z a y no
le impide ser en algunos asuntos el h o m b r e más
inteligente de su tiempo. Calígula fué un bufón
l ú g u b r e , á la vez grotesco y terrible, p e r o diverti-
do y poco peligroso p a r a los q u e no le r o d e a b a n .
Bajo el r e i n a d o de la ironía satánica, q u e se llama
Nerón, u n a especie de estupor tiene el alma del
m u n d o en suspenso; había conciencia de asistir á
u n a crisis sin precedente, ó la lucha definitiva del
LOS EVANGELIOS 185

bien y del mal. Después de su m u e r t e se respira;


el mal parecía e n c a d e n a d o ; la p e r v e r s i d a d del siglo
parecía dulcificada. Imagínese el h o r r o r q u e se
a p o d e r a de todas las almas h o n r a d a s cuando se ve
á la bestia renacer, c u a n d o se reconoce que la a b -
negación de todas las gentes de bien del imperio
n o h a b í a n b a s t a d o p a r a librar al m u n d o de u n so-
b e r a n o más digno de execración que los monstruos
q u e se creían confundidos en los recuerdos del
pasado.
Domiciano es s e g u r a m e n t e el h o m b r e más malo
q u e jamás ha existido. Cómodo es odioso p o r ser
hijo de un p a d r e a d m i r a b l e , pero Cómodo es una
especie de b r u t o ; Domiciano es u n h o m b r e m u y
sensato, de u n a m a l d a d reflexiva. P a r a él n o h a y
la a t e n u a n t e de la locura; su cabeza era perfecta-
mente sana, fría y clara. Era u n h o m b r e político,
serio y lógico. Carecía de imaginación, y si, en
cierta época de su vida, se ejercita en algunos g é -
neros de l i t e r a t u r a y hace b u e n o s versos, fué p o r
afectación, por aparecer e x t r a ñ o á los negocios;
p r o n t o renuncia y no piensa más en ello. No amaba
las artes; la música le deja indiferente; su t e m p e -
r a m e n t o melancólico sólo disfruta en la soledad.
Se le observa h o r a s entaras paseando solo; era se-
g u r o verlo meditar entonces algún plan perverso.
Cruel sin frases, sonreía casi siempre antes de m a -
tar. Reaparecía una baja procedencia. Los cesares
de la casa de Augusto, pródigos y ávidos de g l o -
ria, son malos, con frecuencia absurdos, r a r a m e n t e
186 ERNESTO BENÁN

vulgares. Domiciano es b u r g u é s en el crimen; le


saca p r o v e c h o . Poco rico, extrae dinero de t o d o ,
lleva el impuesto á sus últimos límites, su cara si-
niestra n o conoce n u n c a la loca risa de Calígula.
Nerón, t i r a n o m u y literato, siempre p r e o c u p a d o
de hacerse a m a r y a d m i r a r del m u n d o , entendía l a
sátira y la p r o v o c a b a ; p e r o este otro n o tenía n a d a
de burlesco; n o se prestaba al ridículo; era d e m a -
siado trágico. Sus costumbres no valían más q u e
las del hijo de Agripina; pero á la infamia unía el
egoísmo disimulado, una afectación hipócrita d e
severidad^ aires de censor rígido (sanctissimus cen-
sor), que no eran más q u e pretextos p a r a h a c e r
perecer a j o s inocentes. Es m u y difícil s o p o r t a r e l ;

"tono de v i r t u d austera q u e a d o p t a n sus a d u l a d o -


res Marcial, Stacio, Quintiliano, c u a n d o q u i e r e n
revelar el título q u e más le enorgullecía, el de sal-
v a d o r de los dioses y r e s t a u r a d o r de las c o s t u m -
bres.
Su v a n i d a d n o era m e n o r q u e la q u e lanza á
Nerón á tantas lastimosas calaveradas, y a d e m á s
era mucho menos i n g e n u o . Sus falsos triunfos, s u s
p r e t e n d i d a s victorias, sus m o n u m e n t o s llenos d e
u n a adulación mentirosa, sus consulados, t e n í a n
algo de n a u s e a b u n d o , m u c h o más i r r i t a n t e q u e las
mil ochocientas coronas de Nerón y su procesión
de periodónico.
Las otras tiranías q u e se h a b í a n a t r a v e s a d o se
m o s t r a b a n menos sabias. La de este era a d m i n i s -
trativa, meticulosa, organizada. El tirano hace c o n
LOS EVANGELIOS 187

su propia persona el papel de policía y de juez i n s -


t r u c t o r . F u é u n t e r r o r jurídico. Se procedía con la
legalidad irrisoria del t r i b u n a l revolucionario.
Fiavius Sabinus, p r i m o del e m p e r a d o r , fue conde-
n a d o á m u e r t e por un lapsus del p r e g o n e r o q u e l e
proclama imperator en l u g a r de cónsul; u n historia-
d o r griego tiene ciertas imágenes que parecen obs-
c u r a s ; todos los copistas fueron crucificados. Un
r o m a n o distinguido recibe la m u e r t e por q u e g u s -
t a b a de recitar las arengas de Tito Sirio, tenía e n
su casa cartas de geografía y había d a d o á dos-
esclavos los n o m b r e s de Magón y de H a n n í b a l ; u n
militar m u y estimado Sillustius Sucullus, p e r e c e
p o r h a b e r consentido que se diese su n o m b r e á las-
lanzas de un n u e v o modelo de q u e era el i n v e n t o r .
J a m á s se llevó tan lejos la industria de las dela-
ciones; los agentes provocadores, los espías p e n e -
t r a b a n en todas p a r t e s . La loca creencia, q u e el
E m p e r a d o r tenía en los astrólogos redoblaba el
peligro. Los a y u d a n t e s de Calígula y de Nerón h a -
bían sido viles orientales, extranjeros en la socie-
d a d r o m a n a y satisfechos c u a n d o estaban r i c o s .
Los delatores de Domiciano, especie de F o u q u i e r
Tinville, siniestros y canallas, h e r í a n á golpe segu-
r o . El E m p e r a d o r concertaba con los acusadores-
y los falsos testigos lo q u e era preciso q u e ellos-
digesen; asistía á los tormentos, se divertía con la
palidez p i n t a d a en los rostros y parecía contar los
suspiros q u e a r r a n c a b a la piedad. Nerón evita la
vista d é l o s crímenes que o r d e n a . Este otro q u i e r e
188 EENESTO EENÁN

•verlo t o d o . Tenía refinamiento de c r u e l d a d sin


n o m b r e . Sa espíritu era de tal m o d o disimulado
q u e se ofendía lo mismo con la adulación q u e sin
la adulación; su desconfianza, su celo, n o tenían
límites. Todo h o m b r e estimado, todo h o m b r e de
corazón e r a n p a r a él u n r i v a l . Nerón, al menos
q u e r í a á los cantores, y n o tenía necesariamente á
t o d o h o m b r e de Estado á todo militar superior p o r
u n enemigo.
El silencio, d u r a n t e este tiempo, fué espantoso.
E l senado pasa algunos años en u n m u t i s m o estú-
p i d o . Lo q u e había de terrible es q u e no se vislum-
b r a b a n i n g u n a salida. El E m p e r a d o r tenía t r e i n t a
y siete a ñ o s . Los accesos de fiebre del mal q u e h a -
bía tenido hasta entonces fueron cortos; eran c r i -
sis que no p o d í a n d u r a r . Esta vez no h a b í a razón
p a r a que acabase la tiranía. El ejército estaba con-
t e n t o , el pueblo indiferente. Domiciano, es cierto,
n o consigue n u n c a la p o p u l a r i d a d de Nerón, y, en
el año 88, u n impostor creía hacer b r o m a s de re-
t r u é c a n o p r e s e n t á n d o l e como el maestro a d o r a d o
q u e había d a d o al pueblo tan bellos días. Los es-
pectáculos e r a n m o n s t r u o s o s como n o lo h a b í a n
s i d o n u n c a . El anfiteatro F l a v i a n o (el Coliseo)^
i n a u g u r a d o bajo Tito, h a b í a p r o g r e s a d o en el arte
i n n o b l e de d i v e r t i r aí p u e b l o . No había, pues, p e -
ligro p o r esta p a r t e . Sin e m b a r g o , él no lela más
q u e las memorias de Tiberio. Sentía desprecio por
la familiaridad q u e r o d e a b a á su p a d r e Vespasiano;
t r a t a b a de infantil la b o n d a d de su h e r m a n o Tito
LOS EVANGELIOS 189

y la ilusión q u e t u v o de p r e t e n d e r g o b e r n a r á la
h u m a n i d a d haciéndose a m a r . Pretendía conocer
mejor que nadie las exigencias de u n p o d e r sin
constitución, obligado á defenderse, á f u n d a r s e
cada día.
Observábase, en efecto, que los h o r r o r e s t e -
nían su razón política, y n o eran el capricho de u n
frenético. La r e p u g n a n t e imagen de la soberanía
n u e v a , tal como la h a b í a n hecho las necesidades
del tiempo, suspicaz, temiendo todo de todos, ca-
beza de Medusa que helaba de espanto, aparecía
en esta máscara odiosa, inyectada de sangre, con
la que el sabio terrorista parecía h a b e r acorazado
su rostro contra todo p u d o r .
E r a principalmente sobre su propia casa d o n d e
dirigía sus furores. Casi todos sus primos y sobri-
nos perecieron. Todo lo que r e c o r d a b a á Tito le
irritaba. Esta familia singular q u e carecía de los
prejuicios y de la s a n g r e fría aristocráticas, de la
p r o f u n d a desilusión de la alta nobleza r o m a n a ,
ofrecía contrastes e x t r a ñ o s . ¡Curioso destino p o r
ejemplo, el de esta Julia Sabina, hija de Tito, c o -
r r i e n d o de crimen en crimen, y acabando como
heroína de una novela de baja estofa, en los dolo-
res de un aborto! Tanta p e r v e r s i d a d provocaba
e x t r a ñ a s reacciones. Las partes sentimentales y
tiernas de la naturaleza de Tito, se encontraban en
algunos miembros de la familia, sobre todo en la
r a m a de Flavio Sabino, q u e fué m u c h o tiempo
prefecto de Roma, y t u v o en particular esta fun-
190 ERNESTO RENÁN

•ción el año 64, p u d o ya conocer á los cristianos;


era u n h o m b r e dulce, h u m a n o , y al cual se dirigía
•este r e p r o c h é «de bajeza de alma» que debía p e r -
d e r á su hijo. P a r a la ferocidad r o m a n a tal palabra
e r a sinónimo de h u m a n i d a d . Los n u m e r o s o s judíos
q u e e n t r a b a n en la intimidad de la familia flavia-
n a , debían e n c o n t r a r sobre todo en esta p a r t e u n
auditorio preparado y atento.
Está fuera de d u d a , en efecto, que las ideas
cristianas ó judío-cristianas p e n e t r a r o n en la fami-
lia imperial, sobre todo en la r a m a colateral de
esta familia. Flavius Clemente, hijo de F l a v i u s Sa-
binus, y por consecuencia primo h e r m a n o de Do-
miciano, había desposado con Flavia Domitilla, su
jprimata, hija de otra Flavia Domitilla, hija á su vez
de Vespasiano y m u e r t a antes del a d v e n i m i e n t o de
s u p a d r e al imperio. Por ca niños que desconoce-
mos, pero que p r o b a b l e m e n t e se unían á las rela-
ciones de la familia Flavia con los judíos, Clemen-
te y Domitilla a d o p t a r o n las costumbres J u l i a s , es
decir, ese judaismo mitigado, q u e n o difería del
cristianismo más q u e en la importancia concedida
a l papel de J e s ú s . Ese judaismo d é l o s prosélitos,
limitado á los preceptos no-achiques, era j u s t a m e n t e
e l que predicaba Josefo, el cliente de la familia
Flavia, era el preconizado en definitiva p o r el bien
a m a d o de todos los apóstoles en J e r u s a l e m . Cle-
m e n t e se dejó seducir. Tal vez Domitilla fué más
lejos, y merece el n o m b r e de cristiana. No se p u e -
d e exagerar, sin e m b a r g o . Flavio Clemente y F i a -
LOS EVANGELIOS 191

via Domitilla n o parecen h a b e r sido v e r d a d e r o s


m i e m b r o s de la Iglesia de Roma. Como tantos o t r o s
r o m a n o s distinguidos, hacían el vacío del culto
oficial, la insuficiencia de la ley moral q u e b r o t a b a
del paganismo. La r e p u g n a n t e fealdad de las cos-
t u m b r e s y de la sociedad de su tiempo. El encanto
de las ideas judeo cristianas o b r a sobre ellos. R e -
conocen en esta p a r t e la vida y el p o r v e n i r ; p e r o
sin d u d a no fueron ostensiblemente crist'anos.
Veremos más tarde á Flavia Domitilla o b r a r más
en r o m a n o que en cristiano y no retroceder a n t e
el asesinato de un déspota. El sólo hecho de a c e p -
t a r el consulado era para Clemente la obligación
de sacrificios y de ceremonias esencialmente idóla-
tras. Clemente era la s e g u n d a persona del E s t a d o .
Tenía dos hijos, á los cuales Domiciano destinaba
á sucederle y á los cuales había ya dado los no l i -
b r e s de Vespasiano y de Domiciano. La educación
d e estos niños estaba confiada á u n o de los h o m -
bres más correctos del tiempo, al recto Quintiliano,
á quien Clemente hace conceder las insignias ho-
n o r a r i a s del consulado. Ahora bien; Quintiliano
tenía h o r r o r á las ideas judías en el mismo g r a d o
q u e á las ideas republicanas. Al lado de los Gracos,
coloca «al a u t o r de la superstición judaica», e n t r e
los revolucionarios más nefastos. ¿Quintiliano p e n -
saba en Moisés ó en Jesús? Tal vez él mismo n o lo
sabía exactamente. «Superstición judaica» era a ú n
la categoría general que c o m p r e n d e á los judíos y
á los cristianos. Los cristianos n o e r a n , por o t r a
192 EBNESTO BENÁN

p a r t e , los únicos q u e practicaban la vida judía sin


imponerse la circuncisión. Muchos de los q u e atraía
el mosaísmo se limitaban á la observancia del sá-
b a d o . Una misma pureza de vida, u n mismo h o r r o r
contra el politeísmo, r e u n í a todos estos p e q u e ñ o s
g r u p o s de h o m b r e s piadosos, de los cuales, los p a -
g a n o s supérfluos se limitaban á decir: «Ellos hacen
vida judía.»
Si los Clemente fueron cristianos, es preciso
confesar q u e fueron cristianos indecisos. Lo q u e
vio el público de la conversión de estas dos p e r s o -
n a s ilustradas, fué poca cosa. El m u n d o distraído
q u e los r o d e a b a , no sabía d e t e r m i n a r bien si e r a n
judíos ó cristianos. Estas especies de cambios se
reconocían sólo p o r dos síntomas; una aversión
mal disimulada p o r la religión n a t u r a l , alejamiento
de todo rito a p a r e n t e , q u e se suponía tener el culto
secreto de u n Dios intangible, i n n o m i n a d o ; en se-
g u n d o lugar, u n a a p a r e n t e indolencia, u n total
a b a n d o n o de los deberes y de los h o n o r e s de la
vida cívica, inseparables de la idolatría. Gusto de
la soledad, afición á u n a vida pacífica y r e t i r a d a ;
aversión p o r los teatros, p o r los espectáculos y las
escenas crueles que la vida r o m a n a ofrecía á cada
paso; relaciones paternales con las personas d e
r a n g o h u m i l d e , n o teniendo n a d a de militar, q u e
los r o m a n o s despreciaban; alejamiento de los n e -
gocios públicos, c o n v e r t i d o s en cosas frivolas p a r a
los que creían en la p r ó x i m a venida del Cristo;
hábitos meditativos, espíritu de a b n e g a c i ó n : h e
LOS EVANGELIOS 193

a q u í todo lo q u e el R o m a n o designaba con u n a


sola p a l a b r a , ignavia. Según las ideas del tiempo,
cada uno estaba obligado á tener una ambición en
correspondencia con su nacimiento y su fortuna.
El h o m b r e de u n r a n g o elevado que n o se i n t e r e -
saba en la lucha de la vida, que temía d e r r a m a r la
s a n g r e , q u e a d o p t a b a u n aire pacífico y h u m a n o ,
era u n perezoso, u n h o m b r e envilecido, incapaz d e
n i n g u n a empresa. Impío é i n d i g n o . Tales eran los
calificativos q u e se le d a b a n y q u e , en u n a sociedad
m u y vigorosa a ú n , debían infaliblemente de a c a b a r
por perderle.
Clemente y Domitilla no fueron los únicos q u e
el lapso del r e i n a d o de Domiciano inclina hacia el
cristianismo. El t e r r o r y la tristeza del tiempo es-
tremecía las almas. Muchas personas de la a r i s t o -
cracia r o m a n a p r e s t a b a n oído á las enseñanzas q u e
en medio de la n o c h e q u e se atravesaba, m o s t r a b a n
el cielo p u r o de u n r e i n a d o ideal. ¡El m u n d o era
t a n sombrío, t a n malo! Nunca, además, la p r o p a -
g a n d a judía, fué t a n activa. Tal vez es preciso con-
ceder á este tiempo la conversión de u n a dama r o -
m a n a , Veturia P a u l a , que se convierte á la e d a d d e
setenta años, toma el n o m b r e de Sara, y fué m a d r e
d e las siguronas del campo de Marte y de Volum-
zus d u r a n t e diez y seis años a ú n . Una g r a n p a r t e
del movimiento de esos inmensos b a r r i o s de R o m a ,
d o n d e se a g i t a b a el p u e b l o bajo, m u y superior en
n ú m e r o á la sociedad aristocrática e n c e r r a d a en la
m u r a l l a de Servius Tullius, procedía de los hijos

TOMO I 13
194 ERNESTO RENÁN

d e Israel. Relegados cerca de la p u e r t a Oapena, á


lo largo del riachuelo mal sano de la fuente Egeria,
estaban allí, m e n d i g a n d o , ejerciendo los oficios, las
artes de los Tzíganos, diciendo la b u e n a v e n t u r a ,
l e v a n t a n d o contribuciones sobre los visitantes del
b o s q u e de Egeria q u e se les había legado. La i m -
presión p r o d u c i d a en los espíritus p o r esa raza e x -
t r a ñ a era más viva q u e n u n c a ; un o b s e r v a d o r del
s á b a d o , n o c o n t e n t o con a d o r a r al Dios del cielo,
coloca en el mismo r a n g o la carne de p u e r c o y la
c a r n e h u m a n a , se a p r e s u r a bien p r o n t o á circun-
c i n d a r s e . H a b i t u a d o á despreciar las leyes r o m a -
n a s , estudia y o b s e r v a t e m b l a n d o el derecho judío
q u e Moisés ha depositado en u n volumen miste-
rioso.
A q u í a p r e n d e á no m o s t r a r el camino más que
á los q u e siguen su misma religión, y c u a n d o se le
p r e g u n t a d ó n d e está la fuente, señala á los circun-
cisos. La falta es del p a d r e que a d o p t a el reposo del
séptimo día y p r o h i b e en este día todos los actos
d e la vida (1).
El s á b a d o , en efecto, á pesar de toda la malig-
n i d a d de los v e r d a d e r o s Romanos, n o se parecía
en Roma á los demás días. El m u n d o de las p e q u e -
ñ a s industrias q u e , en los días ordinarios, llenaba
las plazas p ú b l i c a s , parecía ocultarse bajo tierra.
Esta i r r e g u l a r i d a d , más a ú n q u e su tipo fácilmente
reconocible, atraía la atención y hacía de estos r a -

(1) Juvsnal, XIV, 96-106.


LOS EVANGELIOS 195

ros extranjeros, el objeto de la conversación de los


ociosos.
Los judíos sufrían, como todo el m u n d o , de la
dureza de los tiempos. La codicia de Domiciano
hizo llevar al exceso todos los impuestos y en p a r •
ticular la capitación, n o m b r a d a ficus judaicus, á la
cual estaban sujetos los judíos. Hasta entonces no
se h a b í a exigido este t r i b u t o más q u e á los q u e se
confesaban judíos. Muchos disimulaban su origen
y n o lo p a g a b a n . P a r a acabar esta tolerancia se
recurrió á odiosas comprobaciones. Suetonio^re-
c u e r d a h a b e r visto en su j u v e n t u d á u n viejo de
ochenta años d e s n u d o ante un n u m e r o s o público,
p a r a q u e se comprobase si era circunciso. Estos
rigores t u v i e r o n por consecuencia el hacer practi
car, en g r a n n ú m e r o de casos, la operación del
epispasmo; el n ú m e r o de los recutitis en esta época
es m u y considerable. Tantas investigaciones c o n d u
cen á los funcionarios r o m a n o s á un descubrimiento
que les a d m i r a ; es que había gentes siguiendo en
todo la vida judía y que n o eran circuncisos. El
fisco decide q u e esta categoría de personas, los
improfessi, así se les llamaba, p a g a r a n el t r i b u t o
como los circuncisos. «La vida judía», y no la cir-
cuncisión, fué así tasada, y los cristianos se vieron
sometidos al impuesto. Las quejas q u e p r o d u j e r o n
estos abusos emocionaron hasta á los h o m b r e s de
Estado menos simpáticos á los judíos y á los c r i s -
tianos; los liberales p r o t e s t a r o n de esas visitas cor-
porales, de esas distinciones hechas p o r el Estado
196 ERNESTO RENÁN

sobre el sentido de ciertas denominaciones religio-


sas, y pidieron la supresión de este abuso en su.
p r o g r a m a p a r a el p o r v e n i r .
Las vejaciones i n t r o d u c i d a s por Domiciano c o n -
t r i b u y e r o n m u c h o á elevar el cristianismo del ca-
rácter indeciso q u e a u n tenía. Al lado de la o r t o -
doxia severa de los doctores de J e r u s a l e m , Y a b n é ,
h a b í a en el judaismo escuelas análogas al cristia-
nismo, sin identificarse con él. Aquellos, en el seno
de la Iglesia, fueron el ejemplo de esos judíos i n v e s -
tigadores q u e e n s a y a b a n m u c h a s sectas sin quedar-
se resueltamente en n i n g u n a . Josefo, c u a n d o es-
cribe p a r a los r o m a n o s , reduce su judaismo á u n a
especie de deísmo, confesando q u e la circuncisión
y las prácticas judías e r a n b u e n a s p a r a los judíos
d e raza, q u e el v e r d a d e r o culto es el q u e adopta
cada u n o con e n t e r a libertad. ¿Flavio Clemente
fué cristiano en el r i g o r de la palabra? Se p u e d e
d u d a r . A m a b a ía «vida judía», practicaba las cos-
t u m b r e s judías; esto era lo q u e choca á sus con-
t e m p o r á n e o s . No profundizan más, y tal vez Cle-
m e n t e mismo n o supiera n u n c a á q u é clase de ju-
\ dios pertenecía. La claridad no se hace hasta q u e
| el fisco se mezcla. La circuncisión recibe ese día un
i golpe fatal. La codicia de Domiciano extendía el
impuesto d e los judíos, el fiscus Judaicas a u n á los
q u e , sin ser judíos de raza ni estar circuncidados,
practicaban las c o s t u m b r e s judías. Entonces se hi-
cieron las categorías; h u b o el judío p u r o , del cual
se establecía la cualidad en las visitas corporales,
LOS EVANGELIOS 197

y el judío improfessus, que sólo tomaba del j u d a i s -


mo su moral h o n r a d a y su culto d e p u r a d o .
Las penas dictadas por una ley especial c o n t r a
la circuncisión de los n o judíos, c o n t r i b u y e r o n al
mismo r e s u l t a d o . Se ignora la fecha precisa de esta
ley; p e r o parece ser de la época de los Fiavios.
Todo c i u d a d a n o r o m a n o que se hacía circuncidar
era castigado con la deportación perpetua y la pér-
dida de todos sus bienes. Un amo se expone á la
misma p e n a p e r m i t i e n d o á sus esclavos que se s o -
metan á la operación; el médico operador es casti-
g a d o con la m u e r t e . El judío que hace circuncidar
á sus esclavos no judíos, se expone igualmente á
la m u e r t e . Esto era de conformidad con la política
r o m a n a tolerante hacia los cultos extranjeros,
c u a n d o se e n c e r r a b a en el círculo de sus naciona-
les; severa, desde que los cultos hacían p r o p a g a n -
da. P e r o se c o m p r e n d e cómo tales medidas fueron
decisivas en la lucha de los judíos circuncisos y de
los incircuncisos ó improfessi. Estos últimos única-
mente podían ejercer un proselitismo serio. P o r
ley de imperio, la circuncisión era c o n d e n a d a á n o
salir de la familia reducida de los hijos de Israel.
Agripa II y p r o b a b l e m e n t e Berenice m u r i e r o n
hacía tiempo. F u é u n a p é r d i d a inmensa p a r a la
colonia judía que les faltasen cerca de los F l a v i u s
esos altos personajes.
E n c u a n t o á Josefo, en medio de esta lucha a r -
diente, r e d o b l a b a su actividad. Tenía esa facilidad
superficial q u e hace que el judío, t r a n s p o r t a d o e n
198 ÉBNESTO BENÁN

u n a civilización q u e le es e x t r a ñ a , se coloque con


maravillosa p r o n t i t u d al corriente de las ideas en
medio de las cuales se halla arrojado, y vea p o r
qué medios p u e d e explotarlas. Domiciano le p r o -
tegía, p e r o fué sin d u d a indiferente á sus escritos.
La emperatriz Domicia le colmaba de favores. E r a
el p r o t e g i d o de u n cierto Epafrodito, supuesto
idéntico al Epafrodito de Nerón, y á quien Domi-
ciano había t o m a d o á su servicio. Este Epafrodito,
espíritu curioso, liberal y que se enorgullecía de
los estudios históricos, se interesaba en el judais-
m o . I g n o r a n d o el h e b r e o y s e g u r a m e n t e n o com -
p r e n d i e n d o bien la versión griega de la Biblia, i n s -
piró á Josefo la idea de componer u n a j i i s t o r i a ' d e l
"pueblo judío; Josefo acogió tal pensamiento con
entusiasmo. Esto correspondía perfectamente con
las sugestiones de su v a n i d a d literaria y de su ju-
daismo liberal. La objeción que hacían á los judíos
las personas i n s t r u i d a s , p e n e t r a d a s de las bellezas
de la historia griega y de la historia r o m a n a , era
q u e el p u e b l o judío no tenía historia y q u e los
griegos no se c u i d a b a n de conocerla, q u e los b u e -
nos autores no p r o n u n c i a b a n su n o m b r e , q u e nun-
ca había tenido relación con los pueblos nobles,
q u e no se h a l l a b a n en su pasado historias heroicas
como las de Gynegero y d e los Scévola. P r o b a r q u e
también el pueblo judío tenía una alta a n t i g ü e d a d ,
q u e poseía el r e c u e r d o de héroes comparables á
los de Grecia, q u e h a b í a sostenido en el curso de
los siglos las más bellas relaciones de p u e b l o á
LOS EVANGELIOS 199

p u e b l o , q u e muchos helenos sabios h a b í a n h a b l a -


do de él; tal fué el objeto q u e el protegido de E p a -
frodito realiza en una vasta composición dividida
en veinte libros é intitulada Arqueología judaica. La
Biblia p r o p o r c i o n a n a t u r a l m e n t e la base; Josefo
hace adiciones sin valor para los tiempos antiguos,
puesto que no tenía seguramente para esos tiem-
pos otros documentos hebreos que los mismos p o -
seídos por nosotros, pero q u e , p a r a los períodos
más m o d e r n o s , son de u n interés de p r i m e r o r d e n ,
p o r q u e llenan u n a laguna en la serie de la Historia
Sagrada.
Josefo a ñ a d e á esta curiosa o b r a á m a n e r a d e
apéndice, u n a autobiografía, ó más bien u n a a p o -
logía de su propia conducta. Sus enemigos de Ga-
lilea, q u e , tal vez con razón, le calificaban de t r a i -
dor, vivían a ú n y n o le dejaban en reposo. J u s t o
de Tiberiade, escribiendo la historia de la catás-
trofe de su patria, le acusaba de falso y presentaba
su conducta en Galilea el día más odioso. Es pre-
ciso conceder esta justicia á Josefo, q u e n o hizo
n a d a p o r p e r d e r á este peligroso rival, lo que le
h u b i e r a sido fácil, visto el favor q u e gozaba en
altos lugares. Josefo es b a s t a n t e débil, cuando se
defiende contra las acusaciones de J u s t o , i n v o c á n -
dolas aprobaciones ofciales de Tito y de Agrippa.
Nó se l a m e n t a r á n u n c a b a s t a n t e , q u e un escrito,
m o s t r a n d o la historia de la g u e r r a de J u d e a , d e s -
de el p u n t o de vista revolucionario, se h a y a per-
dido p a r a n o s o t r o s . Parece además q u e los testigos
200 ERNESTO RENÁN

d e esta catástrofe e x t r a ñ a , sentían la necesidad d e


c o n t a r l a . Antonius Sulianus, u n o de los tenientes
de Tito, hizo u n relato q u e sirve de base al de T á -
cito, y q u e la s u e r t e nos h a enviado paralelamente.
J L a fecundidad de Josefo era poderosa. Como
m u c h a s personas llevasen d u d a s sobre lo q u e decía
e n su libro y objetasen q u e , si la nación judía
h u b i e s e sido t a n antigua como él la suponía, los
historiadores griegos la h u b i e r a n mencionado, em-
p r e n d e sobre este p u n t o u n a memoria justificativa,
q u e se p u e d e m i r a r como el p r i m e r m o m e n t o de la
apologética judía y cristiana. Ya hacia la mitad del
siglo II, antes de Jesucristo; Aristóbulo, el p e r i p a -
tétfttico judío, h a b í a sostenido q u e los poetas y los
filósofos griegos conocieron los escritos h e b r e o s ,
h a b i e n d o e x t r a í d o t o d o s los pasajes de estos e s -
critos que tienen u n a apariencia monoteísta. P a r a
p r o b a r l o , forja sin escrúpulo pasajes de a u t o r e s
profanos, de H o m e r o , de Hesiodo, de Linus, q u e
considera e x t r a í d o s de la E s c r i t u r a . Josefo llena
su misión con más h o n r a d e z , p e r o t a m b i é n con
poca crítica. I n t e n t a refutar á sabios q u e , como
Lisimaco de Alejandría y Apolonius Molón (alrede -
d o r de los cien años antes de Jesucristo), se h a -
bían expresado de una m a n e r a desfavorable sobre
los judíos. Ante todo, i n t e n t a b a destruir la a u t o r i -
d a d del sabio egipcio Apion, q u e , cincuenta años
antes del tiempo q u e recorremos, había i n t e n t a d o
d e m o s t r a r la a n t i g ü e d a d de la religión judía ya en
su historia de E g i p t o , y a en u n t r a t a d o distinto
LOS EVANGELIOS 201

p l a g a d o de inmensa erudición. A los ojos de u n


egipcio, de u n griego, esto equivalía á elevar t o d a
nobleza. Apion h a b í a tenido en Roma relaciones
con el m u n d o imperial; Tiberio le llamaba «el pla-
tillo del m u n d o » ; Piinio decía q u e h u b i e r a valido
más llamarle el tam-tam. Su libro podía a ú n . ser
leído en Roma bajo los F l a v i u s .
La ciencia de Apión era la de u n p e d a n t e v a n i -
doso y ligero; pero lo que Josefo le opone no valía
m u c h o más. La erudición griega era p a r a él u n a
especialidad improvisada, puesto q u e su p r i m e r a
educación había sido judía y toda consagrada á la
Ley. Su libro n o podía ser más que un alegato sin
crítico; se nota en cada página la opinión del abo -
g a d o , haciendo flechas contra todas las m a d e r a s .
Josefo n o f a b r i c a textos; p e r o los recibe de todas
las manos; las falsas historias, los clásicos a d u l t e -
r a d o s 'de la escuela judía de Alejandría, los d o c u -
m e n t o s sin valor e n t a b l a d o s en el libro «sobre los
J u d í o s » , q u e circulaba con el n o m b r e de Alejandro
Polyhistor, son p o r él á v i d a m e n t e aceptados; en
su opinión, esta literatura sospechosa de los E u p o -
lemo, de los Oleodemo, de los q u e se dicen Hecca-
teo de Abdera, Demetrius de P h a l e r o , etc., hace su
e n t r a d a en la ciencia y la t u r b a g r a n d e m e n t e . Los
apologistas y los historiadores cristianos, J u s t i n o ,
Clemente de Alejandría, Eusebio, Moisés de K h o -
rene, le siguieron en ese mal camino. El p ú b l i c o ,
al cual se dirigía Josefo, era superficial en asuntos
d e e r u d i c i ó n ; se contentaba fácilmente; la c u l t u r a
202 EBNESTO EENAN

racional de los Césares había desaparecido; el es-


p í r i t u bajaba r á p i d a m e n t e y ofrecía á todos los
charlatanismos u n a presa segura.
Tal era esa l i t e r a t u r a de judíos letrados y libera-
les, a g r u p a d o s a l r e d e d o r de los principales r e p r e -
sentantes de u n a dinastía.liberal en su origen, p e r o
d e v o r a d a en este m o m e n t o p o r u n furioso. Josefo
formaba proyectos de o b r a s sin fin. Tenía cincuen-
ta y seis años. Con u n estilo artificial y a b i g a r r a d o ,
d e fragmentos hetereogéneos, se creía seriamente
g r a n escritor; se i m a g i n a b a saber el griego, del
q u e solo había hecho u n uso acomodaticio. Quería
volver á h a c e r su Guerra de los judíos, e x t r a c t á n -
dola, hacer una continuación de su Arqueología, y
c o n t a r todo lo q u e h a b í a sucedido á los judíos
desde el fin de la g u e r r a hasta el m o m e n t o en q u e
él escribía. Meditaba,sobre todo,una o b r a filosófica
en cuatro libros sobre Dios y su esencia según las
opiniones de los judíos, y sobre las leyes mosaicas,
á fin de dar cuenta de las prohibiciones q u e esta-
b a n contenidas y q u e tanto e x t r a ñ a b a n á los p a -
g a n o s . La m u e r t e le impide.sin d u d a , e j e c u t a r sus
n u e v o s deseos. Es posible q u e , si hubiese c o m -
puesto estos escritos, estarían en n u e s t r o p o d e r
como los otros. Josefo, en efecto, t u v o u n d e s t i n o
literario m u y e x t r a ñ o . Permanece^desconocido^ d e
la tradición judía Talmúdica; pero fué a d o p t a d o
~plñ*Tó¥mstianos, y casi como u n escritor, s a g r a d o .
Sus~escritos completaban la historia santa, la cual,
r e d u c i d a á los documentos bíblicos, p r e s e n t a u n a
LOS EVANGELIOS 203

página en blanco p a r a algunos siglos. Así formaron


u n a especie de comentario de los Evangelios, c u y a
continuación histórica hubiese sidoi^inteligible sin
los datos q u e proporcionaba la historia judía s o b r e
la época de los Herodes. Ellos a d u l a b a n sobre t o d o
u n a de las teorías favoritas de los cristianos p r o -
p o r c i o n a n d o una de las bases de la apologética
cristiana p o r el relato del sitio de Jerusalem.
Una de las ideas, en efecto, á las cuales los cris-
tianos a p r e c i a b a n más, es q u e Jesús había p r e d i -
cho la r u i n a de la c i u d a d rebelde á su voz. ¿Qué
h a b í a de más enérgico para mostrar el c u m p l i -
miento literal de esta profecía, que el relato h e c h o
p o r u n judío de las atrocidades i n a u d i t a s q u e
a c o m p a ñ a r o n á la destrucción del templo? Josefo
v i n o á ser así u n testigo fundamental y u n suple-
m e n t o de la Biblia. F u é leído y copiado a s i d u a -
m e n t e p o r los cristianos. Se hizo, me a t r e v o á<de-
cirlo, u n a edición cristiana d o n d e se permitieron
algunas correcciones p a r a los pasajes q u e chocaban
á los copistas. Tres pasajes, sobre todo, presentan
en este p u n t o las d u d a s q u e la crítica todavía no
ha resuelto; son estos los pasajes relativos á J u a n
Bautista, á J e s ú s y á Santiago. Ciertamente, es
posible q u e estos pasajes, al menos el relativo á
Jesús, sean las interpolaciones hechas p o r los cris-
tianos en u n libro que ellos se h a b í a n , en cierto
moflo, a p r o p i a d o . Preferimos creer, sin e m b a r g o ,
q u e en los tres pasajes en cuestión se hablaba de
J u a n Bautista, de Jesús y de Santiago, y q u e el
204 BENBSTO SEÑAN

trabajo del editor cristiano, si se p u e d e e x p r e s a r


así, se limita á t r o n c h a r .del pasaje sobre J e s ú s
ciertos m i e m b r o s de frase, á modificar a l g u n a s
expresiones enojosas p a r a u n lector o r t o d o x o .
E n c u a n t o al círculo r e d u c i d o de los prosélitos
aristocráticos de u n gusto literario mediocre, p a r a
quienes Josefo compuso su libro, la satisfacción
debió ser completa. Las dificultades de los a n t i -
guos textos estaban h á b i l m e n t e disfrazados. La
historia judía t o m a b a el vuelo de una historia h e -
lénica, s e m b r a d a de a r e n g a s , conducida según las
reglas de la retórica profana. Gracias á u n a l a r d e
c h a r l a t á n de erudición, á u n a elección d e citas d u -
dosas ó ligeramente fabricadas, se creía r e s p o n d e r
á todas las objeciones. Un racionalismo discreto
a r r o j a b a u n velo sobre las maravillas demasiado
i n g e n u a s de los a n t i g u o s libros h e b r e o s ; después
de h a b e r leído el relato de los mayores milagros,
se q u e d a b a libre de leer lo que se quisiera. P a r a
los n o israelitas jamás u n a p a l a b r a mortificante,
con tal q u e se reconozca la nobleza histórica de s u
raza. Josefo está satisfecho. E n cada página u n a
dulce filosofía, simpática á toda v i r t u d , r o d e a b a n
los preceptos rituBales de la Ley como u n deber
p a r a los solos israelitas, y p r o c l a m a n d o en voz
alta q u e cada h o m b r e justo tiene la cualidad esen-
cial p a r a llegar á ser hijo de A b r a h a m . Un sencillo
abismo metafísico y racionalista, u n a m o r a l p u r a -
m e n t e n a t u r a l , h e a q u í lo q u e reemplaza á la tene-
brosa teología de J e h o v a h . La Biblia así se h u m a -
LOS EVANGELIOS 205

niza; semejante al tránsfuga de Sotapata, llega á ser


m á s aceptable. P e r o se e n g a ñ a b a ; su libro, p r e c i o -
so p a r a el sabio, no sobrepuja en valor, á los ojos
del h o m b r e de gusto, á una de esas Biblias insípi-
d a s del siglo XVII, d o n d e los antiguos textos más
t e r r i b l e s están t r a d u c i d o s en u n a lengua académi-
ca y d e c o r a d a s de viñetas en estilo rococó.

ir <•

FIN DEL TOMO PRIMERO


ÍNDICE

Págw.

INTRODUCCIÓN.— Observaciones críticas sobíe los docu-


mentos originales de esta historia 5

Capítulos
I.—Los judíos al día siguiente de la destrucción del
templo 27
II.—Béther.—El libro de Judith.—El canon judío.. . 45
III.—Ebión, más allá del Jordán 53
IV.—Relaciones entre los judíos y los cristianos. . . 70
V.—Determinación de la leyenda y de las enseñanzas
de Jesús "9
VI.—El Evangelio Hebreo 93
VII.—El Evangelio Griego.—Marcos. 106
VIII.—El cristianismo y el imperio bajo los Flavio».. . 117
IX.—Propagación del cristianismo—El Egipto.—Sibi-
lismo 137
X.—El Evangelio Griego se corrige y se completa
(Mateo). . . . , 151
XI.—Secreto de las bellezas del Evangelio.. . . : . 168
XII.—Los cristianos de la familia Flavia.—Flavio J o -
sefo 184
Francisco Sempere y C. , Editores.—Valencia.
a

UNA PESETA EL TOMO

Emilio Vandervelde. — El Colecti- Barón d'Holbach.— Moisés, Jesús y


vismo. Maboma.
Ernesto Maeekel.—Los enigmas del Carlos Marx. El Capital.
universo. (2 tomos). HerbertSpenctr.—Origen délas pro
E.lbsen.— Los espectros—Hedda fesiones.
Gabler. » —El individuo con
Enrique Ibsen.—La Comedia del tra el Estado.
amor.—Los g u e - Max Nordau. — El mal del siglo.
rreros en H e l g e - (2 tomos).
land. José María de la Torre — Cuentos
> —Emperadory Gali- del Júcar.
leo.— Juliano Em- Ángel Guerra.—Literatos extran-
perador. (2 tomos] jeros.
G. Darwin.—El origen del hombre. Germán Salinas.—Los Satíricos la-
» —Mi viaje alrededor d t l tinos. (2 tomos).
mundo. (2 tomes). Mauricio Mmterlinck.—El tesoro de
> —Origen de las especies los humildes.
(3 tomos). Luis-López Ballesteros.— Junto á
Oonde Fabraquer.—La expulsión de las máquinas.
los jesuítas. León Tolstoy.—La escuela de Y a s -
P. J. Proudhon.—¿Qué e s la pro- naia Poliana.
piedad? Roberto Robert.— Loe cachivaches
Voltaire. — D i c c i o n a r i o filosófico. de antaño.
(6 tomos). Augusto Laugel.—Los problema!;
E. Renán.—Estudios religiosos de la Naturaleza
> —El porvenir de la Cien- » — L o s problémaí
cia. (2 tomos). del a l m a .
> —El Anticristo. (2 tomos). Antón Tchekhov.—Vanka.
M. Bakounine.—Dios y el Estado. Melchor Inchofer (Jesuíta). —Lt
Draper.—Conflictos entre la Reli- Monarquía Jesuíta.
gión y la Ciencia. Vsevolod Garchine.—La Guerra.
Luis Büchner.—Fuerza y materia. M. Ugarte.—Visiones de España.
» —Luz y vida. O. Bilse.—Pequeña guarnición.
Bjoernstjerne Bjcemson.—El Rey. Federico Engels— Origen de la fa-
Jacinto O. Picón.—Drama de fa- milia, de la propiedad privada ;
milia. del Estado. (2 tomos).
UNA PESETA EL TOMO

ÚLTIMAS OBRAS PUBLICADAS

Los problemas de la vida, por Augusto Laugel.


Creación y Evolución, por Herbert Spencer.
Pasados por agua, por Luis Moróte.
Determinismo y Responsabilidad, por A. Hamon.
Las mentiras convencionales de la civilización, por Max
Nordau (2 tomos).
Por los campos y las playas, por Gustavo Flaubert.
La inferioridad mental de la mujer, por P. J. Moebius.

J. MICHELET

HISTORIA BE LA REVOLUCIÓN FRANCESA


I l u s t r a d a con m á s de 1000 g r a b a d o s r e p r o d u c i e n d o
escenas de la revolución, cuadros, estatuas, retratos,
e s t a m p a s , m e d a l l a s , sellos, armas,- trajes, c a r i c a t u r a s
y m o d a s de la é p o c a . — T r a d u c i d a por p r i m e r a vez del
francés.

Traducción y prólogo de V. BLASCO ÍBAÑEZ

Tros gruesos volúmenes encuadernados en tela, á 10 pesetas


volumen.

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