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la vocación que recibió de Cristo al primado petrino, a

ser su Vicario en la tierra, es simplemente irrenunciable


“El siempre es también un para siempre, no hay más
un retorno a lo privado”. Así lo quiso hacer, y así
lo hizo.
Posted on June 21, 2018by abyssum

¿Por qué Benedicto XVI sigue siendo el Vicario de


Cristo?

El Papa Benedicto XVI no renunció al cargo divino que en 2005 lo convirtió en


Vicario de Cristo, sino solamente al ministerio de obispo de Roma y a los cargos
administrativos del Papado, al declarar (discurso del 27 de febrero de 2013) que
él mantendría el “primado petrino”, por lo cual dejó ver que sigue llevando
sobre sus hombros la carga y la vocación de ser el Vicario de Cristo. A eso no se
puede renunciar, es una cualidad “ad vitam” otorgada por Cristo a Pedro y sus
sucesores.
El Papa Ratzinger pronunció, un día antes de tomar el helicóptero para retirarse
temporalmente a Castel Gandolfo, un discurso que aclara la situación que
guardan los dos “Papas” que actualmente viven en Roma.

En esa alocución se refirió a la invitación que recibió de Dios cuando fue electo
sucesor de San Pedro el 19 de abril de 2005. En esa ocasión dijo (párrafo 23)
que la vocación que recibió de Cristo es ad vitam (para toda la vida) y que, por
ello, nunca podrá renunciar a ella (como siempre lo entendieron todos los Papas
en la historia de la Iglesia): “El siempre es también un para siempre, no
hay más un retorno a lo privado”. “Mi decisión de renunciar al
ejercicio activo de ministerio no revoca esto (el primado petrino)”.
Además, Benedicto estableció, ante los órganos jurídicos de la Iglesia, que él
conservaría la sotana blanca, mantendría el apelativo “Su Santidad”, conservaría
las llaves de Pedro en su escudo, y seguiría siendo Papa, añadiendo
simplemente el epíteto “emérito”. Esto último es muy significativo pues,
cuando el Papa Gregorio XII renunció, volvió a ser cardenal, y
cuando el Papa Celestino V renunció, volvió a ser monje. No lo
estableció así el Papa Benedicto XVI. Él estableció que seguiría
siendo Papa, caso totalmente inédito en la historia de la Iglesia.
Ese discurso expresa claramente la convicción de que él seguiría
siendo Vicario de Cristo y cabeza espiritual de la Iglesia, y de que
solamente estaba renunciando a los cargos administrativos del
papado. En su mente, una cosa es el ministerio del obispo de Roma,
y otra cosa es el primado petrino, el cual es ad vitam y al que no se
puede renunciar. Sic et simpliciter.
La válida renuncia al papado exige renunciar al munus, (cargo del oficio de
Pedro) como expresa el Código de Derecho Canónico (CDC canon 332.2), no
al ministerium, como hizo el Papa Benedicto XVI.
Veamos el tenor literal del canon 332.2 del CDC:
“Si contingat ut Romanus Pontifex muneri suo renuntiet, ad validitatem
requiritur ut renuntiatio libere fiat et rite manifestetur, non vero ut a quopiam
acceptetur”. (“Si el Romano Pontífice renunciase a su cargo se requiere, para la
validez, que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, y que no sea
aceptada por nadie”.
Leyendo el texto de la renuncia de Benedicto XVI se observa que el Papa no
renunció al munus petrino sino solo al ministerium como obispo de
Roma: “declaro me ministerio Episcopi Romae… commisso renuntiare”.
Una persona tan sabia como Benedicto XVI entendía perfectamente que la
renuncia al papado, para ser válida, requería renunciar al munus, no solo al
ejercicio del mismo (ministerium). No cabe aquí alegar ignorancia. No en él,
quien es una de las personas más doctas y conocedoras de los asuntos
eclesiásticos. Por tanto, esa diferencia en la fórmula empleada quería significar
algo. Algo así como: “Sigo siendo el Vicario de Cristo, aunque renuncie yo al
gobierno ejecutivo de la Iglesia. No lo puedo decir abiertamente, pero aquí
seguiré, vestido de Papa, viviendo en el Vaticano y llamándome “Su Santidad”,
para quien lo quiera entender”.
Benedicto XVI es aún el Vicario de Cristo, porque nunca renunció a tal cargo
pero, para mayor claridad, nos dice explícitamente que solo renunciaba
al ministerium.
Recordemos que el papado es un cargo, como nos recuerda la Constitución
Dogmática Lumen Gentium: “Porque el Romano Pontífice tiene sobre la Iglesia,
en virtud de su cargo (munus) como Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia,
plena, suprema y universal potestad, que puede siempre ejercer libremente”. Así
lo declaró antes también el Concilio Vaticano I en 1870, repitiendo el magisterio
anterior, en particular, el del Concilio de Florencia del siglo XV.
En el papado, el munus se recibe con la elección en el cónclave y se pierde con la
muerte, y el ministerium, que es consustancial a él e inseparable, equivale al
ejercicio jurídico del obispado de Roma, hoy cabeza de todos los episcopados .
Al haberlos separado, Benedicto XVI está lanzando un mensaje muy fino y
delicado al mundo y a la Iglesia.
Las famosas palabras de monseñor Gänswein, arzobispo alemán, jurista,
secretario personal de Benedicto XVI y prefecto de la Casa Pontificia de
“Francisco”, sobre un “ministerio alargado” (con dos miembros) confirman de
manera contundente esa misma conclusión: Benedicto XVI sigue manteniendo
la investidura o munus, luego Francisco no es realmente el Vicario de Cristo.
Monseñor Gänswein recordó que Benedicto XVI no renunció ni a su nombre ni
a su hábito talar blanco: “Él no se retiró a un monasterio aislado, sino que
continúa dentro del Vaticano, como si hubiese dado apenas un paso al costado,
para dar espacio a su sucesor y a una nueva etapa en la historia del papado”.

Por eso Benedicto XVI sigue vestido de blanco, con su solideo, el anillo del
pescador, su título de Papa y el apelativo Su Santidad. No volvió a ser cardenal
Ratzinger, como sucedió con Gregorio XII, quien volvió a ser el cardenal Angelo
Correr después de renunciar. Benedicto sigue en el Vaticano y no se ha vuelto a
su querida Baviera o a algún monasterio lejano, y no es cardenal Ratzinger.

Ni hace falta decir que monseñor Gänswein no hizo estas gravísimas


declaraciones sin contar con el apoyo del propio Benedicto XVI. No fue más que
una explicitación de las conclusiones en su despedida del 27 de febrero de 2013.
De hecho, Benedicto XVI no usó la fórmula de renuncia establecida por
Bonifacio VIII. La norma expresa que regula la disciplina sobre la renuncia
papal se encuentra en la Constitución Apostólica Quoniam aliqui, que fue fijada
en el Código de Derecho Canónico de 1917, y actualmente en el canon ya citado
del CDC de 1983, el #322.2.
Veamos el texto de esa Decretal de Bonifacio VIII:
“Decretal de Bonifacio VIII (in 6°), 1.1, T.7, cap. 1: De Renunciatione:
«renunciare valeat Papatui, eiusque oneri, et honori…”. Es decir, se establece
que debe renunciar explícitamente a su cargo y a todos sus honores.
Tampoco usó la fórmula empleada para renunciar usada por el único Papa que
lo hizo antes que él, Celestino V: «cedo Papatui, et expresse renuncio loco, et
dignitati, oneri, et honori» («me retiro del Papado y, expresamente, renuncio al
lugar y a sus dignidades, cargas y honores»).
Por el contrario, Benedicto XVI usa por primera y única vez la fórmula explícita
y clara “ministerio Episcopi Romae… commisso renuntiare” (renuncio al
ministerio de Obispo de Roma).

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