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Las ideas transforman el mundo, pero es necesario tener valentía para ponerlas en
práctica. No basta que los educadores sepan lo que ha de hacerse si no se
comprometen en el servicio al educando. Por eso queremos que el curso que ahora
iniciamos sirva para clarificar las ideas y alentar en la acción. Vaya por delante el
avance del esquema con las líneas maestras que nos van a servir de guía:
III. Buscamos los medios más idóneos: morales e instrumentales. Todo el mundo
parece entender en qué consiste educar, pero lo cierto es, que en pocas actividades
humanas se han acumulado tantas contradicciones como en ella.
Las inclinaciones naturales, el aprendizaje y la razón son los instrumentos que forjan al
hombre, según explicaba el viejo Aristóteles. En efecto, los instintos constituyen el
acicate de la naturaleza para la actividad del bruto irracional. En ocasiones, también el
amaestramiento puede dar cuenta de su conducta. Pero al hombre no hay tendencia
espontánea ni aprendizaje adquirido que te diga totalmente lo que ha de hacer; no
sirven para dar completa razón de su comportamiento, porque lo propio del hombre es
orientar su vida por la razón.
Así lo han entendido los más conspicuos educadores. Como Frobel, por ejemplo, que
nos dice: «La educación no es sino la vida o el medio que conduce al hombre, ser
inteligente, racional y consciente a ejercitar, desarrollar y manifestar los elementos de
vida que posee por sí propio.»
No obstante, hay autores que pretenden explicar la conducta del hombre por las
mismas pautas de conducta qué posee el animal: "Denme una docena de niños sanos
y bien formados y el entorno que yo determine para educarles, y me comprometo a
escoger uno de ellos al azar y entrenarse para llegar a ser especialista del tipo que
sea: médico, abogado, artista, hombre de negocios y, sí hasta mendigo o ladrón". Así
opina Watson, el padre del conductismo.
Sin duda que podría lograr su propósito; pero un hombre así fabricado, ¿sería un
hombre o más bien un animal amaestrado? llegaría a ser lo que el experimentador
determinara, pero no lo sería por sí mismo, pues sería una hechura del otro.
Constituye una tentación permanente de los educadores pretender que el, niño sea
imagen y semejanza suya.
Constituye una tentación permanente de los educadores pretender que el niño sea
imagen y semejanza suya. Muchos padres proyectan sus propios deseos en la
educación de los hijos: «No quiero que les falte yo lo que yo no tuve. Que estudien lo
que yo no pude estudiar. Que sean lo que yo no logré ser...» De este modo van
propiciando que el muchacho obre sólo por gusto a sus padres, contradiciendo sus
propios deseos e inclinaciones. Y cuando tengan que elegir carrera, elegirán la que
quieren sus padres y no la que a ellos les gusta. Dejarán de salir con tal chica, porque
no cae bien a sus padres... Y así en otras decisiones vitales.
La educación es un proceso interno (intrínseco, dicen los filósofos) que nadie puede
asumir por otro. El objetivo de la educación es que el individuo alcance su felicidad en
la. realización plena de su vocación. Pero, como dice G. Marcel, «mi vocación soy yo».
la educación es la realización de mi vocación de hombre, y ésta no consiste tanto en
hacer cosas como en hacerse a sí mismo. Es el muchacho el que se hace, se
perfecciona...
Podemos afirmar que nadie educa a nadie, se educa uno a sí mismo. Puesto que cada
uno es dueño de su propia existencia, la única tarea que corresponde al educando no
puede ser más que ésta: ser él mismo.
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Definición de Educar
Ahora bien, no son los únicos que desarrollan esta acción sino que también hay otros actores
que en algún momento de sus vidas tienen la responsabilidad de educar a otro. Un padre a su
hijo, un abuelo a su nieto, una tía a su sobrino, entre otros. En estos casos, la acción educativa
estará especialmente orientada a aleccionar a la persona acerca de lo que está bien o está mal
hacer en determinada circunstancia, a comportarse, a respetar valores y normas, entre otras
cuestiones.
Enseñar habilidades, valores, conocimientos que permitan desarrollar una actividad, una
profesión, o tomar una decisión
Entonces no solamente educar será enseñarle a un niño cuanto es 2 + 2 o cual es la capital de
Francia y a cuál de los continentes pertenece esta, sino que además educar puede ser dirigir,
adiestrar e instruir a alguien con respecto a cuestiones que nada tienen que ver con los saberes
y la ciencia, por ejemplo, educar a alguien sobre cómo superar obstáculos en la vida o sobre
cuáles son aquellos comportamientos que rozan la mala conducta y cuales son aquellos que
habrá que seguir si se quiere ir por el camino de la corrección y la gentileza.
En tanto, también, la acción de educar puede estar destinada a un objeto o elemento concreto,
por ejemplo educar el ojo si es que se está trabajando en el diseño de modas porque, por
supuesto, en esta área, el buen ojo a la hora de elegir telas, accesorios, resultará fundamental
para conseguir destacarse por sobre el resto.
Por caso aplicada a personas o a elementos, la acción de educar implica siempre que el
destinatario de la misma aprenda habilidades, valores, conocimientos concretos, entre otros,
que le permitan desarrollar una actividad, una profesión o tomar una decisión en su vida.
Cuando alguien lleva a cabo la acción de educar a otro podrá ver materializada su actividad a
través de cambios, emocionales, intelectuales y sociales, que indefectiblemente se producen en
el sujeto que recibe la educación en cuestión. Obviamente, dependiendo de la efectividad, las
ganas y las estrategias empleadas en ese proceso es que puede ser que aquello que se
aprendió perdure toda la vida o bien que se olvide fácilmente, si es que no se reforzó
oportunamente.
Por todo lo expuesto se desprende entonces la relevancia y la influencia que la educación tiene
en la vida de una persona. Lo ideal es que la persona reciba una correcta educación desde niño
porque de esa manera se contribuye favorablemente en la estructuración de su pensamiento y
en el desarrollo de las vías de expresión. Además la educación adecuada desde temprana edad
suma en lo que concierne al proceso de maduración de los sentidos, los movimientos y estimula
la convivencia y la integración con el entorno.
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NO ES IGUAL ENSEÑAR Y
EDUCAR
0
ISABELISABEL 17/05/2006
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Opinión
-A+A
¿Qué significa educar? ¿Cuál es la función de los docentes dentro de la educación? Las respuestas a
estas preguntas podrían en principio parecer obvias aunque si se reflexiona sobre cómo es el
funcionamiento del actual sistema educativo la obviedad no es tanta.
Si atendemos a las bases de los modelos educativos de los distintos países, que salvo excepciones son
prácticamente los mismos, vemos que estos están basados en unas series de premisas. Por ejemplo
advertimos que una de ellas es que la educación debe fundamentarse en la respuesta. Esto quiere decir
que se transmiten una serie de conocimientos que el alumno debe incorporar. La persona, de este modo,
irá adquiriendo una cultura y en definitiva unos contenidos que le serán supuestamente útiles a lo largo de
la vida. Conocer la tabla periódica de los elementos, el volcán más alto de Nicaragua o los ríos más
importantes de China es algo muy recomendable y son materias que deben ser enseñadas por los
sistemas educativos. El problema surge cuando el sistema basa por completo la educación de los
ciudadanos en las respuestas y en la absoluta memorización de contenidos y no en la reflexión.
Tenemos una educación basada en la respuesta y no en la pregunta, y la respuesta es, como decimos, el
principal pilar o premisa de nuestros modelos educativos. Se nos enseñan contenidos, los memorizamos
para posteriormente olvidar muchos de ellos y sin embargo no se nos instruye desde la pregunta. Y es
que la pregunta, al contrario de la respuesta, moviliza al pensamiento y lo expande, no lo constriñe,
posibilitando así que el alumno reflexione y explore posibilidades. Con la respuesta todo viene dado, en
cambio, mediante la pregunta, se activa nuestro pensar: no el pensar de los demás sino el mío propio.
Tenemos ya pistas de por qué la educación no se basa en el “arte” de la pregunta sino en las respuestas,
pistas que nos conducen a la conclusión de que el sistema no busca ciudadanos reflexivos con
pensamiento autónomo sino todo lo contrario: busca personas sin capacidad para la crítica ni el
cuestionamiento. Porque pensar es también cuestionar: pensar es no aceptar intelectualmente cualquier
idea por el hecho de formar parte de la tradición, la cultura, la política o la religión de una zona. Pensar es
reflexionar sobre cualquier cuestión de forma autónoma, es poder realizar un análisis personal
manteniendo la autonomía, y la autonomía y la libertad es algo que no gusta a los poderes fácticos, tanto
es así que, como decimos, el que debería ser el pilar educativo -la pregunta- no lo es y en cambio aquello
que son aspectos secundarios -como la memorización- pasan al primer plano.
No se nos enseña a hacer preguntas, no se nos instruye en el hacernos preguntas para nosotros mismos
porque lo que se busca son justamente ciudadanos que no piensen, personas que no expandan sus
mentes; justo al revés: se pretende construir seres simples mentalmente y sin capacidad de crítica. La
misión de estos futuros adultos dentro de la sociedad no será pues el cuestionarse todo: el sistema
económico, el tipo de organización social, la legislación, el reparto de la riqueza...no será esta nuestra
función sino otra distinta, el aceptar todo aquello que se nos diga ya que los futuros adultos no podrán
vislumbrar alternativas a lo fáctico debido a que no se les ha enseñado ya de jóvenes a preguntarse y a
pensar sino a dejar de hacerlo. De esta forma el sistema logra “fabricar” una sociedad que no se
cuestiona nada, consigue construir ciudadanos sumisos ya que desde pequeños se nos aparta del arte de
la pregunta y por tanto del pensamiento.
Educar es enseñar a pensar
Tenemos pues que desde el sistema no se busca fomentar el pensamiento sino lo contrario, que se deje
de pensar; y partiendo de estas premisas, de las premisas de una educación no basada en el
pensamiento sino en la mera memorización de contenidos el resultado no puede ser otro que unos
ciudadanos sin capacidad de crítica y análisis, ciudadanos que no cuestionarán nada sino que
sencillamente aceptarán lo que se les diga y también cualquier sistema social injusto.
Pero hemos convenido que educar -o mejor dicho la verdadera educación- no es simplemente el obligar a
memorizar, es mucho más: es formar a individuos, en efecto, con capacidad crítica y reflexiva, personas
que se hagan preguntas, que se cuestionen, ciudadanos creativos que puedan aportar soluciones y
conclusiones propias...seres con autonomía que puedan realizar un examen de cualquier situación y
también un autoexamen; en definitiva, seres capacitados y libres. Porque pensar, algo que cada vez es
menos frecuente, nos hace libres: libres en cuanto a poder elaborar un pensamiento crítico y propio y
libres en cuanto a poder desarrollar nuestras capacidades evitando convertirnos así en puros autómatas.
Será por tanto la responsabilidad y tarea del docente formar al alumno no en la memorización -que
también será necesario pero nunca el fundamento- sino en la reflexión y en la creatividad, porque estas
nos hacen libres. Deberá el maestro, sí, ser un amigo que colabore y busque la expansión de las mentes
de sus alumnos y no su constreñimiento, ser un guía que fomente la creatividad y el cuestionamiento; en
pocas palabras: alguien que enseñe a pensar y por tanto a ser libre.
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Marina Subirats
Follow @marina68marina
12/09/2015 - 19:37h
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El desastre que ha supuesto la LOMCE en tantos aspectos de la educación nos puede
permitir, en el momento en que sea derogada, hacer un planteamiento novedoso y dar un
salto adelante para buscar soluciones a aspectos del sistema educativo que han quedado
envejecidos y no responden a las necesidades actuales. Esto no quiere decir que todo
vaya a cambiar en la educación; sabemos que, si de algo ha sufrido el sistema
educativo en España, han sido de demasiados cambios, y demasiado arbitrarios, en
muy pocos años. Pero la mayoría de los cambios que se han producido desde que fue
derogada la LOGSE no se han hecho pensando realmente en la mejora de la educación,
sino que han sido modificaciones y cambios que respondían en mayor medida
a intereses partidistas o corporativos que no a necesidades reales de los contenidos y
de las formas pedagógicas. Por ejemplo, cómo mejorar la situación de la escuela
privada, cómo mantener el dominio ideológico de la Iglesia o como satisfacer las
reivindicaciones del profesorado. Temas importantes, quién lo duda, pero muy alejados
de las cuestiones básicas que deben configurar la educación.
Esperamos pues que las próximas elecciones tan autonómicas como generales
permitan cambios en profundidad. Todos los partidos de la oposición al gobierno Rajoy
se han comprometido a derogar la LOMCE si hay un cambio de gobierno. Ya hay
alternativas discutidas, negociadas, preparadas. Pero, en cualquier caso, habría que
aprovechar esta ocasión para cambiar algunas cosas de fondo. Si en tantos aspectos
de la vida política y social constatamos hoy que los pactos y equilibrios surgidos de la
transición han envejecido, en la educación, en la que nunca ha habido realmente un
pacto y un acuerdo entre derecha e izquierda, este nuevo impulso es aún más urgente
que en otros ámbitos.
¿Quiere decir esto que no se puede aprovechar nada del pasado? ¿ Que hay que
empezarlo todo desde cero? ¿Que hay que p aralizar totalmente la LOMCE?
Vamos por partes. Es evidente, sobre todo para los que hemos vivido el franquismo y la
transición, que el sistema educativo ha mejorado extraordinariamente en España en
estos años, y que esto ha permitido el gran aumento del nivel educativo de la población
en términos cualitativos y cuantitativos. Sería injusto no empezar por este
reconocimiento tan constatable a nivel numérico y en tantos aspectos de nuestra vida
social. Por lo tanto, no todo se ha hecho mal ni todo se debe cambiar. La manera de
mejorar un sistema educativo, como tantas otras cosas, no es lanzarlo todo
periódicamente por la ventana y volver a empezar, sino practicar una mejora continua,
modificando aquellos aspectos que han mostrado su obsolescencia, ensayando mejoras
en un pequeño número de centros y difundiéndose luego, una vez comprobada su
eficacia, como se hizo, por ejemplo, con la LOGSE, y como en mi opinión se debería
haber seguido haciendo para limar las aristas de una ley que era una ley de futuro, y por
lo tanto necesitaba muchos ajustes iniciales. Conservemos aquello que se pueda
conservar, no sea que nos pase lo de lanzar la criatura con el agua del baño, que pasa tan
a menudo con las reformas y especialmente con las reformas educativas.
Ahora bien, en el caso de la LOMCE me parece que no hay nada que salvar, y que,
además, dado que ya trabajaba sobre el texto de la LOE, enmendándolo en el fondo y en
la forma hasta dejarlo totalmente cambiado, lo mejor sería paralizar totalmente su
implantación, y trabajar sobre la base del funcionamiento actual del sistema educativo,
que en gran parte se deriva de la LOE, formulando un conjunto de cambios que, en
cualquier caso, también la LOE necesitaba, y que la aprobación y peligro de
implantación de la LOMCE ha hecho más urgentes.
No pretendo dar aquí la respuesta a estas preguntas, que sólo pueden ser contestadas en
forma de debate colectivo muy ancho. Pero sí quisiera indicar por qué camino creo que
deberían ir las respuestas que nos pudiéramos dar. Nuestro modelo educativo está
muy desfasado respecto de las necesidades de conocimiento que plantean las
sociedades actuales. Y cuando digo conocimiento, no hablo únicamente de lo que suele
ser considerado como conocimientos académicos. Hay todo un conjunto de
conocimientos aún mucho más indispensables para vivir que hoy se transmiten muy
mal, lo que termina teniendo un alto coste individual y colectivo. Por ejemplo, cómo
vivir de manera saludable, cómo comer adecuadamente, cómo utilizar los recursos
naturales, cómo establecer relaciones no conflictivas, cómo aprender a ser un hombre o
ser una mujer, cómo afrontar un proyecto personal de futuro, cómo asumir la ciudadanía
y orientarnos en un mundo tan complejo, cómo comportarnos cívica y solidariamente...
Y un largo etcétera.
En el mundo del que venimos la información era muy escasa y poco sistematizada. En
cambio, las normas de comportamiento y el control social eran estrictos, generalmente
demasiado, porque tendían a ahogar la libertad. En el mundo en que vivimos y
posiblemente aún más en el que viviremos, la información es sobreabundante, y lo
que hace falta es dar criterios para saber elegir adecuadamente. En cambio, las normas
de comportamiento, los hábitos, etc., no se transmiten sistemáticamente. Estamos en
una sociedad mucho más libre, donde los modelos rígidos casi ya no existen, y esto es
un gran avance; pero también es una dificultad: muchos de los ensayos individuales
terminan en fracasos, porque la carencia de criterios orientativos o de hábitos correctos
arrastran a las personas a errores mucho más importantes que los de suspender un
examen. Habermas ya nos advertía, hace años, de un peligro gravísimo: no sólo estamos
destruyendo la naturaleza exterior, sino también la interior. ¿ Y qué es la naturaleza
interior? Justamente todo lo que la humanidad ha ido acumulando como saber profundo
para la vida individual y social, que, en este momento, se encuentra en una situación de
gran precariedad, porque nos ha parecido que todo era posible, y todo valor y toda
norma un freno a la libertad. Y esta destrucción de unos principios básicos de civilidad,
podríamos decir, están teniendo consecuencias imprevistas que conllevan padecimientos
que podrían evitarse. Sin ninguna intención apocalíptica, creo que nos podemos
encontrar ante catástrofes humanitarias similares, en sus dimensiones y costes, a algunas
de las catástrofes naturales de las que ya empezamos a tener conciencia.
Me diréis que qué tiene que ver todo esto con la educación. Todo, desde mi punto de
vista. Estoy muy de acuerdo con José Antonio Marina cuando dice que saber crear una
familia feliz es más importante que saber muchas matemáticas. ¿ Quiere decir esto
que tenemos que prescindir de las matemáticas? Es evidente que no. El interés por los
instrumentos necesarios para crecer y para conocer se intensificarán en el momento en
que dejemos de considerarlos instrumentos de selección y los convirtamos en un medio
para desarrollar la creatividad y la expresión personal. Y Cataluña tiene una
extraordinaria tradición pedagógica basada en el aprender a ser; sólo hace falta que nos
lo volvamos a mirar y extraigamos las ideas fundamentales que nos ayudarán a poner al
día nuestros modelos educativos