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Indice

Rehabilitación de aves
salvajes heridas
Técnicas de reparación de fracturas
en las extremidades

Caldera Domínguez, J.
Gonzalo Cordero, J. M.

MANUAL TÉCNICO
Indice

«Suena un trueno. Opaco, feo, sin más eco que el espanto.


Propaga el valle la atroz presencia de las armas. Una lluvia
invisible con gotas de plomo, más veloz que el estampido, golpeó
las entrañas palpitantes.
Aquel que era caliente, abrigado de pelo o pluma, aquel que
movía el aire o animaba los surcos o los baldíos, se frena.
Una macabra voltereta ocupa el lugar del alegre trino, de la
profunda ronca o del leve cloqueo.
Otro segundo más y un cuerpo muerto golpea la tierra. Se
adensa entonces un escalofrío: tirita de nuevo la Naturaleza, que
se sabe cada día más sola.»

Joaquín Araujo
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Edición y coordinación general: José Luis Rodríguez


Primera edición: Avila, 1993
© Javier Caldera Domínguez

Edita: FONDO NATURAL, S.L.


Plaza de la Victoria, 4 - 2.° 3
05001 AVILA

Dep. Legal: AV-249-1993


ISBN: 84-604-7706-1

Imprime: Imagen Gráfica de Avila, S.L. - AVILA


Printed in Spain (impreso en España)
Reservados todos los derechos
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Rehabilitación de aves
salvajes heridas
Técnicas de reparación de fracturas
en las extremidades

Dr. Javier Caldera Domínguez


Doctor en Veterinaria por la Facultad de Veterinaria de León.
Universidad de León

Dr. José Manuel Gonzalo Cordero


Catedrático de Cirugía de la Facultad de Veterinaria de León.
Universidad de León

Ediciones Fondo Natural, S.L. - Avila


Indice

Agradecimientos

A todos los que, de una forma u otra, han contribuido a que


esta ilusión se transforme en realidad.
ÍNDICE GENERAL

Página
Introducción 11
1. Anatomía 13
1.1. Aparato digestivo 13
Indice
1.2. Aparato respiratorio 14
1.3. Aparato urogenital 15
1.4. Aparato locomotor 16
1.5. Piel y plumas 29
2. Fisiología 33
2.1. Generalidades 33
2.2. Aparato digestivo 34
2.3. Aparato respiratorio 35
2.4. Aparato urogenital 39
2.5. La muda 39
3. Manejo 45
3.1. Estrés 45
3.2. Problemática general 51
3.3. Captura y transporte 54
3.4. Examen del paciente aviar 56
3.5. Resumen patológico, topográfico y sistemático 65
3.6. Shock 67
3.7. Alimentación de pollos y adultos 70
3.8. La impregnación 72
3.9. Injertos de plumas 73
4. Aspectos preliminares a la cirugía 75
4.1. Vías de administración de fármacos 75
4.2. Fármacos más corrientemente utilizados en medicina de aves ... 81
4.3. Factores de riesgo 84
4.4. Electrocirugía y microcirugía 95
5. Anestesia 97
5.1. Generalidades 97
5.2. Precauciones en la anestesia 97
Página
5.3. Profundidad de la anestesia 98
5.4. Preanestesia 100
5.5. Anestesia local 101
5.6. Anestesia general 102
5.7. Recuperación de la anestesia 109
5.8. Urgencias en anestesia de aves 109
6. Osteosíntesis 111
6.1. Etiología de las fracturas 111
6.2. El callo óseo 113
Indice
6.3. Inmovilización externa 116
6.4. Técnicas quirúrgicas cruentas 120
6.5. Estimulación electromagnética 132
7. Postoperatorio 135
7.1. Influencia del comportamiento del paciente en el postoperatorio ... 136
7.2. Las perchas 137
7.3. El baño 138
7.4. Temperatura ambiental 139
8. Puesta en libertad 141
8.1. Valoración física 141
8.2. Valoración psíquica 148
8.3. El entorno de la suelta 150
8.4. Técnicas de suelta 153
8.5. Destino de los animales irrecuperables 158
9. Casos clínicos 163
9.1. Material y métodos 163
9.2. Resultados 173
9.3. Discusión 183
10. Bibliografía 187
Introducción Indice

Desde sus orígenes, el hombre obtuvo de la naturaleza todo lo que precisó para
sobrevivir y desarrollarse, manteniéndose en un delicado equilibrio con el medio
durante siglos. Las presiones que se ejercen en la actualidad sobre los recursos natura-
les del planeta han roto este delicado balance y las consecuencias se nos muestran en
forma de desertización progresiva, contaminación ambiental, desaparición de miles de
especies animales y vegetales, y un largo etcétera.

Para aquellos que ignoran las interrelaciones biológicas de unas especies con otras
y las de éstas a su vez con el medio, la desaparición de una veintena de ellas no repre-
senta nada. Sin embargo, resulta evidente que es la multiespecificidad de los seres vivos
en un biotopo lo que permite el desarrollo armónico de los distintos ecosistemas.

Las aves rapaces, junto con otros seres vivos, forman la cúpula de la pirámide de
los depredadores y desempeñan un papel fundamental en la cadena biológica por el
control que ejercen sobre algunas especies, a veces muy prolíficas. Por tanto, podemos
afirmar que su extinción originaría un desequilibrio que ocasionaría, a su vez, otros
nuevos sobre el medio.

En nuestro país, estas aves fueron perseguidas y aniquiladas por la ley durante
años, siendo consideradas «alimañas». Esta idea, desgraciadamente, aún permanece
en muchos de los hombres que cruzan nuestros campos con la escopeta al hombro y
miles de rapaces caen cada año víctimas de sus disparos.
Afortunadamente, en las últimas décadas esta mentalidad ha ido cambiando; el
nacimiento de asociaciones ecologistas, la construcción de centros de recuperación de
la fauna, la realización de estudios sobre especies en vías de extinción y un largo etcé-
tera, así lo demuestran. La corriente actual no es sólo no destruir, sino preservar el
medio y fomentar el crecimiento natural de las especies, y en ese marco queremos
incluir este trabajo.

11
En España existen numerosos datos sobre la biología de estas aves (reproducción,
censos, etc.), pero los estudios en el campo de la cirugía están diseminados y, en un gran
número de casos, llevados a cabo por autodidactas. Pretendemos que este libro sirva
para aportar un poco más de luz a la rehabilitación de las aves salvajes heridas, cen-
trando el estudio en el manejo y la cirugía de los casos que con más frecuencia son hos-
pitalizados en centros de recuperación de la fauna salvaje.
Si nuestro trabajo sirve para que puedan ponerse en libertad algunas de las aves
cuyas vidas, por ignorancia quiero pensar, el hombre intentó truncar sin conseguirlo,
se habrán cumplido nuestros deseos.
Indice

12
1. Anatomía Indice

1.1. Aparato digestivo

Las aves no poseen dientes, por tanto, el alimento pasa al interior del apa-
rato digestivo sin triturar. Algunas rapaces despluman y despedazan las piezas
con ayuda de su pico curvo, pero en la cavidad oral el alimento no sufre modifi-
cación física. Dependiendo del tipo de ave, el pico —estructura rígida— es utili-
zado para despiezar, aplastar, extraer o filtrar el alimento y como «pala» para
beber el agua que necesitan. Algunas especies, como las palomas y los pinzones,
son capaces de succionar el agua con el pico. El número de papilas gustativas de
la cavidad oral es escaso. Su paladar es hendido y duro y carecen de paladar
blando.

La pared ventral del esófago se dilata a la entrada del tórax formando el


buche, donde los alimentos sufren una maceración. Su capacidad es variable
según la especie, pequeño en paseriformes, pero muy desarrollado en columbi-
formes y algunas aves necrófagas, donde puede llegar a almacenar hasta 1 kilo
de alimento.
La digestión química y enzimática se realiza en el estómago glandular o pro-
ventrículo y la trituración física del alimento en la molleja o ventrículo. El ácido
clorhídrico secretado en el proventrículo consigue bajar el pH del contenido
gástrico en algunas especies hasta 1-1,5, inactivando así gérmenes como los de la
putrefacción (en aves necrófagas). Esta misma acidez es también capaz de disol-
ver los huesos y las espinas que algunas aves carnívoras ingieren. Otros indivi-
duos, como las lechuzas, no los toleran, y los regurgitan nuevamente vía oral. El
interior de la molleja está revestido de una gruesa capa de epitelio queratinizado
con gran poder proliferativo que protege la mucosa del poder triturador de ese
órgano.

13
El intestino grueso posee dos ciegos en aves granívoras y rapaces nocturnas,
pero, según Steiner (1984), el ciego no existe en las rapaces diurnas, maitines
pescadores y vencejos.
En las últimas porciones del intestino grueso, en el recto, existen conexiones
con el aparato urinario y genital. La defecación se compone por elementos del
aparato digestivo y urinario. En algunas rapaces como los falcónidos (halcones,
cernícalos, etc.), la musculatura de la región anal está circundada por potentes
músculos que permiten la expulsión de las heces a gran distancia.

1.2. Aparato respiratorio Indice

La tráquea se prolonga desde la laringe hasta la entrada de la cavidad torá-


cica. Está compuesta por anillos cartilaginosos completos, osificados en aves
acuáticas. En la bifurcación de la tráquea aparece el órgano fonador: la siringe.
La tráquea se bifurca en dos bronchas primarius, cada uno de los cuales cursa
hacia un pulmón. De los bronchusprimarius se originan los broncha secundara y
de éstos los parabronchus, que se ramifican y anastomosan libremente. Los para-
bronchas son continuos y forman una malla de capilares aéreos interconectados
a la que se yuxtaponen los capilares sanguíneos, creando un eficaz sistema de
intercambio de oxígeno merced a la gran cantidad de espacio existente. El sis-
tema aumenta la eficacia de intercambio de gas en el pulmón, gracias al meca-
nismo de contracorriente que existe entre el sentido de circulación del aire y el
de la sangre, que son opuestos (154).

Figura 1.1.—Ramificaciones del pulmón y sacos aéreos.

14
Los sacos aéreos son bolsas finísimas que, generalmente en número de
nueve, ocupan la cavidad torácica y abdominal. Algunos establecen contacto
con los huesos neumáticos del esqueleto, al tiempo que se comunican con los
pulmones mediante bronchus primarius y parabronchus. No son estructuras
indispensables para la respiración, pero su falta reduce la ventilación pulmonar.
Sus principales funciones son humedecer el aire inspirado y actuar como termo-
rregulador del organismo.

1.3. Aparato urogenital Indice

El aparato urinario se diferencia del de los mamíferos por la presencia de


unos ríñones alargados y lobulados, adheridos fuertemente a la región dorsal de
la cavidad abdominal. No presentan división entre corteza y médula y desde el
lóbulo caudal de cada riñon parte un uréter que desemboca directamente en el
urodeum de la cloaca, puesto que no existe vejiga urinaria.
Los testículos son intrabdominales y los conductos deferentes finalizan en
la cloaca. No existe órgano copulador propiamente dicho, aunque algunas aná-
tidas poseen una protuberancia fálica similar a un pene.

Figura 1.2.—Aparato genital femenino: 1. ovarium y folículos;


2. infundibulum; 3. magnum; 4. isthmus; 5. uterus; 6. vagina; 1. uréteres; 8. colon.

15
En el aparato genital femenino se desarrolla únicamente el ovario y ovi-
ducto izquierdo.
La cloaca es la región donde finaliza el aparato digestivo, urinario y genital.
Gheite (1981) la divide en:
— Coproceum, como continuación al recto.
— Uroceum, en el que desembocan dorsalmente uréteres y deferentes u ovi-
ducto.
— Protoceum, en cuya cara dorsal se desarrolla la bursa Fabrici.

1.4. Aparato locomotor Indice

El aparato locomotor de las aves posee una serie de diferencias con respecto
al de los mamíferos que le facultan para poder volar. Los tres pilares básicos que
han permitido esta sorprendente cualidad son:
— El desarrollo de la musculatura en la región pectoral.
— La presencia de plumas.
— La ligereza del esqueleto.

1.4.1. Esqueleto

Algunos huesos tienen carácter neumático, es decir, están ocupados por aire
en su región interna, y mantienen conexiones directas con los sacos aéreos, que
a su vez comunican con los pulmones. El carácter neumático de los huesos
depende de la especie y la región ósea; son siempre neumáticos los huesos hume-
rus, femoris y sternum, y sólo en ocasiones el tibiotarsus, parte del os comcoides y las
vertebrae cervicalis. Como consecuencia del puente que se establece entre los pul-
mones y el canal medular, las infecciones pueden transmitirse en uno u otro sen-
tido y, por tanto, en las fracturas óseas abiertas que afectan a las extremida-
des, son posibles las infecciones en sacos aéreos, pulmón, canal medular, etcé-
tera.

Aunque la arquitectura interna del hueso, a base de cristales de hidróxido de


apatita asociados a fibrillas colágenas, es básicamente igual a la de los mamífe-
ros, existen importantes diferencias:

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Figura 1.3.—Esqueleto de un ave:


1. Os incisivum; 2. Nares: 3. Os nasale; 4. Os lacrímale: 5. Os dentale; 6. Os palatinum; 7. Os quadratoju-
gale; 8. Os pterygoideum; 9. Os quadratum; 10. Os articulare; 11. Atlas; 12.Axis; 13. Vertebrae cervicalis;
14. Clavícula; 15. Os coracoides; 16. Scapula; 17. Humerus; 18. Radius; 19. Ulna; 20. OS CARPI radialie;
2\.Os carpí ulnare; 22.DigitusII; 23. OS metacarpaleIII; 24. Os metacarpaleIV; 25.DigitusIII; 26. Dígi-
tas IV' 27. Vertebrae thoracicae; 28. Costa vertebralis; 29. Cosía sternalis; 30. Processus uncinatus;
31. Sternum; 32. Processus costalis; 33. Processus thoracius; 34. Processus abdominalis; 35. Os ilium;
36. Os ischii; 37. Os pubis; 38. Foramen ischiadicum; 39. Foramen obturatum; 40. Vertebrae caudalis;
41. Pygostilus; 42. Os femorís; 43. Patella; 44. Tibiotarsus; 45. Fíbula; 46. Tarsometatarsus; 47. Os meta-
tarsale I; 48. Phalanges digitii IV.

1. Los huesos largos de las aves tienen una cortical muy fina, con poca o
ninguna organización en sus sistemas de Havers y el interior del hueso
está atravesado por un gran entramado de trabéculas óseas que se orien-
tan por toda la cavidad medular, permitiendo contrarrestar las fuerzas
mecánicas externas que cargan sobre el hueso. La mayor cantidad de tra-
béculas óseas se localizan en los extremos, coincidiendo con los lugares
de mayor tensión durante el vuelo. Esta valiosa trama aporta una gran
ligereza y resistencia con un mínimo de sustancia ósea (30) (120).

17
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Figura 1.4.—Sección del hueso femoris en un cernícalo vulgar (Falco tinnunculus). Cortical fina
y trabéculas en el canal medular.

2. Sus huesos largos son menos elásticos y se fracturan con más facilidad
que los de los mamíferos, debido a su fina y dura corteza y al mayor con-
tenido en sales inorgánicas.
3. El sternum se encuentra articulado con un hueso; os coracoides, en cuyo
extremo proximal posee fuertes ligamentos con la clavícula y la scapula.
El gran desarrollo del sternum posibilita la inserción de los auténticos
músculos valadores (M. pectoralis). Está unido a las costa vertebralis por
ligamentos, no mediante unión costocondral.
4. En la región coxígea, la última vertebra es el pygostylus, en la que se
anclan las plumas de la cola mediante ligamentos apropiados.
5. Refiriéndonos al miembro torácico, no todas las aves poseen igual pro-
porción en la longitud de sus huesos. La evolución ha marcado diferen-
cias acordes con la aptitud de cada una y, por ejemplo, las grandes aves
planeadoras como buitres, albatros, cóndores, etc., cuyo movimiento de

18
alas es lento y realizan largas travesías en vuelo de planeo, presentan un
humerus proporcionalmente largo con respecto al resto de los huesos del
ala. Sin embargo, para Satterfield (1981), las aves de vuelo potente y
rápido, como las ánades y algunas gallináceas, experimentan un acorta-
miento sustancial del humerus frente a una ulna, radius y metacarpale III
y IV de mayor longitud.

6. El os humerus se une mediante potentes ligamentos a os coracoides y sca-


pula en un punto, en el que también se fija la clavícula, constituyendo así
una región clave para el vuelo, compuesta por cuatro epífisis. El humerus Indice
presenta en su extremo proximal la fosa pneutricipitalis, por la que pene-
tra el saco aéreo. Su extremo distal tiene un cóndilo y dos trócleas para
articular con la ulna y el radius (76).

7. La ulna es de mayor diámetro que el radius. Su región posterior posee


fuertes ligamentos que la unen a los cálamos de las remige secundarii (fi-
gura 1.5).

8. Los huesos del carpo se fusionan, quedando reducidos a dos: os carpí


radíale y os carpí ulnare.

9. La mano está compuesta por los huesos metacarpale fusionados y los


digitus II,III y IV El segundo dedo es el soporte de la denominada «ala
degenerada» (úlula), y el tercero y cuarto sirven de soporte a las remige
primarii, plumas verdaderamente posibilitadoras del vuelo que se unen
a los huesos de la mano de una forma muy amplia por toda la superficie
ventral del os metacarpale III y IV y el digitus III.

10. Las vértebras sacras y el coxal se hallan fusionados, formando el cintu-


rón pélvico. En el miembro pélvico no existe un tarso diferenciado; la
tibia y los huesos proximales del tarso se unen formando el os tibiotarsus.
Asimismo, los huesos metatarsianos II, III y IV se fusionan con los tar-
sianos distales, formando os tarsometatarsus.

11. El dedo dirigido hacia atrás es el digitus I con una falange; hacia ade-
lante se proyectan digitus II, III y IV, con 2, 3 y 4 falanges, respectiva-
mente.

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1.4.2. Miología

El sistema muscular de las aves no presenta grandes diferencias con res-


pecto al de los mamíferos, si bien merece la pena mencionar la región de los
músculos pectorales que, según Bellangeon (1981), en algunas especies puede
llegar a representar hasta el 15 por 100 del peso corporal.

Este voluminoso paquete insertado en el os sternum es el motor que mueve


las alas del ave con potencia y rapidez. En especies de vuelo batiente como la
perdiz roja (Alectoris rufa) o el ánade real (Anasplathyrynchus), o incluso en rapa-
ces que se ciernen como el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), esta rapidez sor-
prende si se tiene en cuenta que las inserciones ligamentosas de este gran
músculo están en el primer tercio del hueso humerus, y que el punto de verdadera
resistencia al aire se encuentra en la punta de las alas, es decir, dos articulacio-
nes más hacia el exterior.

20
El citado paquete está compuesto por los siguientes músculos:

— M. supracoracoideus.—Se origina en la superficie ventral del sternum y


va a insertarse al tuberculum dorsale del humerus mediante un tendón que
pasa por el foramen trisseum, de manera que se establece una polea que
permite rotar el humerus si el ala está plegada, y deprimirlo si está reple-
gada.

— M. subcoracoideus.—Se origina en el sternum, la scapula y el os coracoides.


Se inserta próximo a caput humeri.
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— M. pectoralis.—Se origina a lo largo de todo el sternum, la clavícula y la
membrana coracoclavicularis. Se inserta en el humerus por un fuerte ten-
dón y posee tres partes: pars propatagialis, pars subcutanea abdominalis y
pars subcutánea thoracica (37).

Existen algunos músculos más que intervienen activamente en los movi-


mientos del ala (m. coracobrachialis internus y externus, m. subscapularis, m. teres-
minor, etc.), pero poseen una importancia secundaria y no consideramos preciso
su detalle.

El miembro torácico posee una estructura única: la patagia, membrana que


ocupa la región anterior del ángulo que se forma entre el humerus y la ulna y
radius. Su función es aerodinámica, disminuyendo la resistencia al aire durante
el vuelo. La porción más anterior consta de un fino tendón que corresponde al
m. tensor propatagialis.

21
1.4.2.1. Músculos del miembro torácico. Vista dorsal

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29 30 32
Figura 1.6.—Músculos del miembro torácico. Vista dorsal:
1. M. rhomboideus superficialis; 2. M. latissimus dorsi, pars cranialis; 3. M. deltoideus minor; 4. M. supra
coracoidus; 5. M. tensor propatagialis; 6. M. extensor longus digiti majoris, pars proximalis; 1. M. extensor
brevis alulae; 8. M. extensor longus alulae; 9. M. deltoideus majory retinaculum; 10. M. scapulo humera-
lis caudalis; 11. M. extensor metacarpí radialis; 12. M, adductor alulae; 13. M. interosseus dorsalis;
14. M. ulnometacarpaUs dorsalis; 15. M latissimus dorsi, pars caudalis; 16. M. tendo brevis; 17. M. tendo
longa; 18. M. bíceps brachii; 19. M. ligamentum elasticum propatagiale; 20. M. flexor digiti minoris;
21. M. extensor digitorum communis; 22. M. extensor metacarpi ulnaris; 23. M. interosseus ventralis;
24. M. estepicondyloulnaris; 25. M. supinator; 26. M. pectoralis; 27. M serratus superficialis, pars metapa-
gialis; 28. M. latissimus dorsi, pars metapagialis; 29. M. serratus superficialis, pars caudalis; 30. M. scapu-
lotrkeps; 31. M. brachialis. 32. M. retinaculum, m. extensoris metacarpi ulnaris.

22
1.4.2.2. Músculos del miembro torácico. Vista ventral

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Figura 1.7.—Músculos del miembro torácico. Vista ventral:


1. M. tensorpropatagialis; 2. M. pectoralis, parspropatagialis; 3. M. retinaculum flexorum: 4. M. abductor
alulae; 5. M. flexor alulae; 6. M. abductor digiti majoris; 7. M. ulnometacarpalis ventralis; 8. M. bíceps
brachii; 9. M. extensor logus digiti majoris; 10. M. adductor alulae; 11. M. interosseus ventralis; 12. M. fle-
xor digitorum superficialis; 13. M. extensormetacarpi radialis, capulventrale; 14.M flexor digitorum pro-
fundus; 15. M. ulnometacarpalis dorsalis; 16. M. flexor digiti minoris; 17. M. flexor carpi ulnaris, pars
cranialis; 18. M. pronator profundus; 19. M. flexor carpi ulnaris (ligamemum elasticum); 20. M. flexor
carpi ulnaris, pars caudalis; 21. M. pronatus superficialis; 22. M. scapulotriceps; 23. M. pectoralis;
24. M. humerotriceps; 25. M. expansor secundariorum, tendo proximalis y tendo distalis; 26. M. brachia-
lis; 27. M. flexor carpi ulnaris.

23
1.4.2.3. Músculos del miembro pélvico. Vista lateral

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Figura 1.8.—Músculos del miembro pélvico. Vista lateral:


1. M. iliotibialis cranialis; 2. M. iliotibialis lateralis; 3. M. iliofibularis; 4. M. gastrocnemius, pars medialis;
5. M. flexorperforansy perforatus digitill; 6. M.fibularis longus; 1. M.fibularis brevis; 8. M. flexor perfo-
rans y perforatus digiti III; 9. M. caudofemoralis; 10. M flexor cruris medialis; 11. M. flexor cruris latera-
lis, pars pélvica; 12. M. gastrocnemius, pars lateralis; 13. Aponeurosis m. fibularis longi; 14. Cartílago
tíbialis; 15. Tendo m. gastroenemialis.

1.4.3. Vascularización

La cirugía en las extremidades de las aves debe pasar por un buen conoci-
miento de sus vasos y nervios si se pretende obtener un alto porcentaje de recu-
peraciones. Las nuevas técnicas de microcirugía que actualmente son emplea-
das en medicina humana supondrán uno de los pilares básicos para la trauma-
tología de las aves salvajes heridas en un futuro próximo, ya que un gran
número de casos sufre lesiones en el paquete vasculonervioso sin que se actúe
sobre él por la dificultad que entraña el manejo de vasos y nervios de calibre tan
reducido.

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Los huesos largos poseen tres vascularizaciones diferentes e independiza-
das, aunque existen multitud de anastomosis que las interconexionan (122):
— Arteria nutricia.—Casi siempre única. Se divide en dos ramas cuando
llega a la cavidad medular, consiguiendo irrigar hasta el 70 por 100 de la
región interna de la corticla.
— Arterias del periostio.—Nutren el resto de la cortical.
— Arterias cápsulo-epifisarias.—"Nutren las epífisis.
A continuación se detallan los vasos más importantes del miembro torácico Indice
y pélvico.

Figura 1.9.—Vascularización del miembro torácico.


ABREVIATURAS: antebr.: antebraquialis; circunf: circumflexa; collat: collateralis; cutan.: cutánea;
hum.: humeri; inteross.: interossea; marg.: marginalis; metacarp.; metacarpalis; postpatag.: postpatagia-
lis; propatag.: propatagialis.

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Figura 1.10.—Arterias del miembro pélvico.


ABREVIATURAS: cutan.: cutánea: dist, caud.: disto caudalis; fem.: femoralis; genic: genicularis;
metatars.: metatarsalis; plant: plantaris; prof: profunda; prox.caud.: proximocaudalis; superf: super-
ficialis.

26
1.4.4. Inervación

Para la aplicación de técnicas quirúrgicas en aves es recomendable una ciru-


gía poco invasiva (8).
Exponemos a continuación los nervios más importantes del miembro torá-
cico y pélvico.

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Figura 1.11.—Inervación del miembro toráctico.


ABREVIATURAS: N. cutan. antebr.:N. cutaneus antebrachialis; N. cutan. brach.:N. cutaneus brachia-
lis. N. m. coracobr. cran.: N. m. coracobrachialis cranialis. N. m. latiss. dors.: N. m. latissimi dorsi. N. pro-
patag.: N. propatagialis.

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Figura 1.12.—Inervación del miembro pélvico. Vista lateral.


1. Ansa. m. iliofibularis; 2. N. cutaneus femoralis; 3. N. cutaneus cruralis cranealis; 4. N.fibularis profun-
dius; 5. N. fibularis superficialis; 6. N. m. ischiofemoralis; 1. N. parafibularis; 8. R. muscularis.
Figura 1.13.—Nervio radialis de un azor (Accipiter gentilis) en el tercio distal del humerus.

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1.5. Piel y plumas

1.5.1. Anatomía
La piel de las aves es gruesa si se la compara con la de los mamíferos, y está
unida de una forma muy laxa con sus estratos inferiores. La mayoría de las espe-
cies no poseen glándulas sudoríparas. Su capacidad contráctil es casi nula y la
sensibilidad muy escasa, excepto en la cera del pico, comisuras del mismo,
cloaca y región tarsometatarsiana. En esta última, la pie se transforma en esca-
mas córneas muy sensibles y resistentes. La piel está agujereada en multitud de
puntos por las bases de las plumas (154). En regiones como el miembro torácico,
las plumas se unen mediante fuertes ligamentos a los huesos, pero en otros luga-
res del cuerpo lo hacen mediante músculos foliculares.
Las plumas son el recubrimiento de la piel de las aves. Todas proceden del
hundimiento de la epidermis en la dermis, en cuyo centro está la papila plumí-
fera, a partir de la cual crece la pluma. El crecimiento de estas estructuras ocurre
desde la base, no por el extremo superior, y una vez que alcanzan su máximo
crecimiento (tiempo variable según la especie) quedan sin aporte sanguíneo,

29
como una estructura muerta, siendo renovadas periódicamente en el proceso
biológico denominado «muda». Una pluma cortada por razones quirúrgicas no
crecerá hasta la muda siguiente. Sin embargo, este extremo debe tomarse con
precaución, puesto que arrancar determinadas plumas, como las rémiges pri-
marias en fase de crecimiento, puede ocasionar una hemorragia considerable y
alterar o impedir, según el caso, el nacimiento de una nueva en ese punto.
La vexilla está formada por barbas que se unen al rachis. Cada barba está for-
mada, a su vez, por bárbulas (barbulae proximalis y barbulae distalis), de las que
salen numerosos ganchillos (cilium) que proporcionan a la pluma homogenei-
dad cuando se unen los cilium ventralis de la barbulae distalis con los puntos de Indice
unión de la barbulae siguiente.

Figura 1.14.—Estructura de una pluma:


I. Pluma con bandera completa (péñola). II. Pluma de contorno (mixta). III. Plumón.
1. Calumus; 2. Rachis; 1+2. Scapus; 3. Umbilicus inferior; 4. Umbilkus superior; 5. Rami interni; 6. Sul-
cus rachis; 1. Rami cum radis (corresponde al plumón); T. Hiporrachis; 8. Rami externi.

30
1.5.2. Tipos

1.5.2.1. Plumas de vuelo


Presentes en las alas y en la cola. En las alas se denominan rémiges o remeras,
y según su localización hablamos de:
— Remigeprimaril— Aquellas que se insertan en la mano. Son las más im-
portantes para el vuelo. Su número oscila entre nueve y doce, según la
especie.
Indice
— Remige secundarii.—Se insertan en la región posterior de la ulna.
— Remige terciarii.—Se insertan en el humerus.
En la cola se denominan rectrices o timoneras y todas se insertan en el hueso
pygostylus.

1.5.2.2. Plumas coberteras


Recubren casi todo el cuerpo y las alas, otorgando aislamiento y forma aero-
dinámica.

1.5.2.3. Plumón
Son pequeñas plumas con un rachis muy corto y suave. Constituyen el plu-
maje de los pollos recién nacidos, y están presentes bajo las coberteras de los
adultos (54).

1.5.2.4. Filoplumas
Son plumas muy finas culminadas por un pequeño grupo de barbas en la
punta. Su función no es clara, pero se cree que poseen un papel propioceptor
sobre las coberteras, que se orientarían adecuadamente según los estímulos ner-
viosos captados por aquéllas para conseguir un mayor o menor aislamiento, o
una determinada posición de las plumas durante el vuelo.

1.5.2.5. Plumas sedosas


Aparecen localizadas en la cara. Poseen función táctil y de filtro de sustan-
cias aerógenas extrañas; están próximas a los ojos, oídos y fosas nasales.

31
1.5.3. Función de las plumas

— Aislar y proteger del exterior.—El papel aislante del plumaje se pone de


manifiesto al comprobar el incremento que sufre el metabolismo cuando
faltan algunas de ellas (plumajes deteriorados, muda fisiológica o pato-
lógica, desplume excesivo durante las intervenciones, etcétera).
— Posibilitar el vuelo.—Las plumas del vuelo son las rémiges y las rectrices,
pero el papel fundamental descansa sobre las remige primarii, las más
alejadas del cuerpo durante el vuelo, que son las que producen mayor
fuerza sustentativa. Indice

— Impermeabilizar.—El plumaje de algunas aves acuáticas y otras especies


es impermeable al agua, lo cual les permite mantenerse indefinidamente
sobre ésta sin que contacte con la piel. Este aislamiento limita las enor-
mes pérdidas de calor que se producirían a través del tegumento por con-
ducción, puesto que muchas de estas aves permanecen sobre el agua
durante horas. Algunos autores atribuyen esta capacidad a la presencia
de la glándula uropigial, situada en la región caudo-dorsal del cuerpo,
con cuya secreción se impregnan los animales el plumaje ayudados por
el pico. Sin embargo, parece que esta explicación resulta dudosa, puesto
que la capacidad impermeabilizante persiste tras la extirpación de dicha
glándula.

32
2. Fisiología Indice

2.1. Generalidades

La tasa metabólica de las aves es alta comparada con la de los mamíferos. Su


temperatura corporal oscila entre 38 y 44,4 °C, según especie, edad, sexo, estado
fisiológico, etc. La termorregulación se realiza a través del aparato respiratorio y
piel, ya que la transpiración cutánea está muy limitada por la inexistencia de
glándulas sudoríparas y la capacidad aislante de las plumas (152). La evapora-
ción del agua en la amplia superficie de los alvéolos pulmonares y sacos aéreos
representa para estos animales el mecanismo más eficaz de pérdida de calor.
Si la temperatura ambiental supera los límites tolerables, las aves extienden el
cuello, abren el pico y jadean rápidamente, aumentando así la eficacia ventila-
toria.

Debido a su alto metabolismo y, principalmente en las aves de pequeño


tamaño, la cantidad de alimento que precisan ingerir es muy elevada en relación
a su peso, llegando algunas especies a necesitar su propio peso en alimento a lo
largo del día. Las frecuencias cardíacas son altas; algunos paseriformes llegan
de forma normal hasta 400-500 pulsaciones/minuto.

Teniendo estos factores en cuenta, se valora aún más la capacidad aislante


del plumaje, que puede llevar a importantes pérdidas de calor y energía si se
encuentra en malas condiciones. El ave tenderá a ingerir más alimento, y si no lo
hace, consumirá sus propias reservas. Esta situación se produce en la muda, y de
ahí la necesidad de mantener a temperaturas ambientales adecuadas los anima-
les durante esta fase, máxime si se trata de animales salvajes mantenidos en cau-
tividad en los que el estrés que deben soportar lleva al organismo a un
agotamiento rápido de sus reservas.

33
Indice
2.2. Aparato digestivo

La saliva carece prácticamente de enzimas, teniendo como función pri-


mordial la hidratación del contenido del buche. En algunos órdenes, como
los columbiformes, el buche es capaz de producir una «leche nutritiva» por pro-
liferación de las células epiteliales de su mucosa con la que alimentan a sus
crías.

El alimento pasa desde el buche al proventrículo, donde se secreta C1H y


enzimas digestivas. Las aves comedoras de peces, algunas rapaces diurnas, etc.,
producen enzimas tan potentes que llegan a digerir los huesos, pero otras como
las rapaces nocturnas no los toleran. Tanto en un caso como en otro, los restos
no digeridos, huesos, restos de plumas, cutículas de insectos, pelos, uñas, etcé-
tera, son regurgitados en la denominada egagrópila, de consistencia sólida. La
frecuencia, olor, tamaño y consistencia de la egagrópila es un buen parámetro
estimativo del funcionamiento del aparato digestivo.

El reflejo del vómito es muy patente en algunas aves, utilizándolo incluso


como arma frente a sus depredadores. En pacientes hospitalizados, la aparición
del vómito suele tener un componente neurógeno (buitres, cigüeñas y garzas lo
hacen con suma facilidad), lo que dificulta en ocasiones la alimentación oral
mediante sonda o la alimentación forzada, puesto que el alimento es nueva-
mente expulsado al exterior. Para evitar esto puede emplearse fármacos como el
diazepam previamente a la ingestión forzada de alimento.

Las aves no presentan esfínter anal externo, por lo que no pueden ejercer
control sobre la defecación. Esta se lleva a cabo cuando la cloaca se llena de res-
tos sólidos y líquidos procedentes del aparato digestivo y urinario. Durante la
defecación elevan la cola y se inclinan hacia adelante, propulsando con fuerza
el contenido al exterior. La expulsión lenta del contenido de la cloaca, que se evi-
dencia por la presencia de restos adheridos a las plumas de alrededor de la
cloaca, suele ir ligada a algún tipo de patología y aparece con frecuencia en aves
muy estresadas.

34
Figura 2.1.—Epagrópila de cigüeña blanca (Ciconia ciconia).

Indice
2.3. Aparato respiratorio

Los pulmones de las aves no contienen alveolos con sacos ciegos para el
intercambio 0 2 -C0 2 , sino una fina red de capilares aéreos (no sanguíneos) que
atraviesan el parénquima pulmonar y conectan los sacos aéreos. Aunque el diá-
metro de los capilares aéreos es menor casi en un tercio que el de los alveolos de
cualquier mamífero, el sistema de intercambio gaseoso se considera que el del
orden de 5-10 veces más eficaz. Algunos autores consideran a los pulmones
órganos pasivos que se dilatan y contraen al tiempo que la caja torácica. Sturkie
(1962) considera que no tienen la capacidad retráctil de los pulmones de mamí-
feros.

Los sacos aéreos no toman parte activa en la respiración, actuando como


meros fuelles que almacenan y liberan el aire tras haber pasado por los pulmo-
nes. Sin embargo, los sacos aéreos aumentan en gran medida el espacio vacío,
aspecto éste causante de algunas sobredosificaciones anestésicas en los casos en
que se utilizan anestésicos volátiles; si se desarrolla la apnea por dosis excesiva

35
de uno de estos anestésicos, aunque se corte la entrada del gas en el organismo,
el acúmulo del mismo en los sacos aéreos posteriores obliga a pasar el gas por el
pulmón durante los intentos de respiración artificial, aumentando así la sobre-
dosificación.

Otro aspecto del pulmón de las aves es la sensibilidad de los quimiorre-


ceptores de C0 2 , que hace más sensibles a las aves a la hipercapnia. Merley y
Payne (1964) demostraron que utilizando halotano en aves salvajes, la presión
C0 2 se incrementaba gradualmente a medida que transcurría la intervención,
incluso cuando la respiración parecía ser normal, pero que esta presión
aumentaba mucho más en aves con respiración debilitada (de 18,27 mmHg a Indice
50-75 mmHg en un espacio de diez minutos). Asimismo, Payne (1964) demostró
en aves domésticas que, manteniendo en posición de decúbito prono a un ave
durante la anestesia, el volumen/minuto respirado podía reducirse hasta en un
60 por 100 debido a la presión que ejercían las visceras sobre los sacos
aéreos.

Los efectos de la hipoxia son diferentes dependiendo de la especie, pero, en


general, las aves necesitan más oxígeno por kilogramo de peso que cualquier
mamífero. Ante estados de hipoxia manifiestos no suele existir reversibilidad;
sobreviene la acidosis respiratoria, el miocardio se encuentra presionado y la
presión sanguínea desciende, apareciendo el fallo cardíaco.

En la respiración participan diferentes músculos, dependiendo de si el ave


se encuentra en la tierrao volando. En el suelo, según Crestian (1970), son los
músculos intercostales y abdominales los que actúan principalmente, ascen-
diendo y descendiendo el sternum. Durante el vuelo, es el m. pectoralis quien hace
descender las alas al contraerse, en cuyo momento se eleva el sternum.

Steiner (1984) ha comprobado que la dirección que lleva el aire desde que
entra en el aparato respiratorio hasta que vuelve a salir consta de dos ciclos, con
dos inspiraciones y dos espiraciones. El aire inspirado penetra por la traquea y
los bronchus primarii y secundarii hasta los sacos aéreos caudales, sin entrar en
los capilares aéreos del pulmón. En la espiración, este aire almacenado avanza
cranealmente a través de los parabronchus, llegando a los capilares aéreos,
donde se efectúa el intercambio 0 2 -C0 2 . En la siguiente inspiración, pasa de los
pulmones a los sacos aéreos craneales, y en la segunda espiración, de éstos al
exterior.

36
Indice

Figura 2.2.—Mecanismo de la respiración.

2.3.1. Mecanismo del vuelo

Entre las aves voladoras, las facultades para el desplazamiento y la forma de


progresar en el aire están desarrolladas de muy diversa manera, pero presentan
el mismo «modelo» anatómico. Su cualidad más importante gira alrededor de la
conquista del espacio aéreo, puesto que ningún otro vertebrado (salvo algunas
excepciones, como los murciélagos) ha conseguido adaptarse de forma tan com-
pleta al mismo. La anatomía de las aves ha evolucionado en cuatro direcciones
distintas para adaptarse al vuelo:
— Ligereza.—Óptima relación esqueleto-musculatura-plumas/kilo de peso
corporal.
— Aerodinamia.—Se han suprimido todos los apéndices que pudieran ofre-
cer resistencia al aire (no existen las orejas de los mamíferos, las patas se
retraen durante el vuelo o se extienden longitudinalmente hacia atrás, el
cuello se alinea en la dirección del vuelo, el pico es puntiagudo, etcétera).
— Potencia.—Gran desarrollo de la musculatura impulsora de las alas en la
región del esternón (músculos pectorales).

37
— Presencia de plumas.—F'aneros muy ligeros y que ofrecen gran resistencia
al aire.
La manera más frecuente de volar es el vuelo batiente, en el que las rémiges,
abiertas, describen aparentemente un movimiento hacia arriba y hacia abajo. El
movimiento, durante el descenso de las alas, parte en realidad de un punto
antero-superior y va a otro postero-inferior. En el ascenso vuelve en sentido
opuesto, pero de una forma mucho más rápida. Debido a la disposición de las
plumas en las alas, similar a la de las tejas de un tejado, durante el batir de las
mismas hacia abajo, las plumas se cierran unas junto a otras como una válvula,
ofreciendo una gran resistencia al aire que se ve traducida en la fuerza sustenta- Indice
dora e impulsora que precisa el ave para volar. Al retornar el ala hacia arriba, las
«válvulas» se abren y el aire penetra entre las plumas con facilidad.
Durante el descenso de las alas, y por la acción m. pectoralis, se produce el
ascenso del sternum, coincidiendo la espiración-inspiración con el descenso-
ascenso de alas, respectivamente.
El vuelo aparece como resultado de dos tipos de fuerza: sustentativa y pro-
pulsiva. Ambas proceden del miembro torácico, aunque en algunas especies el
miembro pélvico es el iniciador de las primeras fases del vuelo. Bajo condicio-
nes fisiológicas, el movimiento de ambas alas está sincronizado y posee igual
potencia, recayendo esta fuerza sobre el centro de gravedad del ave. Cuando
existen defectos de plumaje, afecciones musculares, tendinosas, óseas, etc., la
fuerza activa de ambos remos no coincide en el centro de gravedad y el vuelo se
ve dificultado, o resulta imposible.

Figura 2.3.—Posición de las alas y el cuerpo durante el vuelo.

38
2.4. Aparato urogenital

El ácido úrico es el producto final del metabolismo de las proteínas, y según


Steiner (1984) se excreta mediante un mecanismo tubular aún desconocido. Las
sulfamidas y otros antibióticos utilizan un mecanismo tubular semejante, por lo
que su empleo debe ser muy cuidadoso cuando existan lesiones renales.
El riñon posee un sistema único de aporte sanguíne_o que permite que parte
de la sangre del intestino y del miembro pélvico penetre directamente en los
ríñones. Como consecuencia, las enteritis e infecciones de la almohadilla plan- Indice
tar («clavos») suponen un riesgo añadido para el riñón si los gérmenes o sus
toxinas son conducidos hasta él desde el foco primario.

2.5. «La muda»

La muda es un mecanismo fisiológico mediante el cual las aves renuevan


periódicamente su plumaje. La mayoría de las rapaces mudan en el período
comprendido entre abril y octubre, con oscilaciones según la especie, el hábitat y
los factores ambientales. El proceso supone un aumento del metabolismo basal
y un estrés adicional, que puede llegar a ser crítico para aquellos pacientes que
han estado previamente sometidos a condiciones adversas, como escasez de ali-
mentos, temperaturas extremas, cautividad, etc. (los animales que mudan en
cautividad deben ser mantenidos a temperaturas ambientales de 25 a 30 °C).
El primer plumaje de los jóvenes se inicia desde unas formaciones epitelia-
les denominadas folículos (154). La pluma aflora como una estructura muy vas-
cularizada y con forma de cilindro, el cañón, que irá dando lugar al rachis y las
barbas. Una vez terminado el crecimiento, las plumas pierden todo contacto
vital con el organismo, permaneciendo como estructuras muertas, si bien, en
algunas de ellas, como las remiges, mantienen una fuerte unión ligamentosa con
los huesos del ala.

El tiempo de permanencia de las plumas en el cuerpo suele ser de un año.


Pasado este tiempo, las barbas se despegan y el rachis se hace quebradizo.
Durante la muda, los niveles hormonales inducen al aumento de vasculariza-
ción en la zona y las estructuras que fijaban la pluma vieja sufren una lisis. La

39
pluma cae y deja libre el camino para la estructura nueva que está partiendo ya
desde el folículo.
La evolución de la muda en las plumas de vuelo (remiges y rectrices) y la
numeración de las mismas según la Conferencia de Tring es la siguiente:
— Remige primarii.—En aves rapaces son 10, más una vestigial a veces
ausente. Se numeran del interior al exterior. La secuencia de la muda
comienza generalmente por la 4.a y prosigue desde este punto, diver-
gente, hasta la 1.a y la 10.a, aunque la secuencia no es fija en todas las
especies.
Indice
— Remige secundarii.—Entre 13 (halcones) y 17 (águila real). Están numera-
das de exterior a interior. La muda comienza en la 5.a y prosigue desde
aquí hasta la 1.a y 11.a. La 12.a y 13.a mudan al tiempo-que la 8.a y 9.a. La
secuencia no es fija en todas las especies.
— Rectrice.—Generalmente en número de 12. Las plumas de la cola suelen
mudar por pares desde el par central, aunque existen excepciones.

Figura 2.4.—Numeración de las remiges.

40
Período de Tiempo en
Especie Nombre científico incubación emplumar
(días) (días)

Gavilán Accipiter nisus 32-35 24-30

Azor Accipiter gentilis 36-38 41-43

Ratonero común Buteo buteo 34-38 42-49

Halcón peregrino Falco peregrinus 35-42 35-42 Indice


Cernícalo vulgar Falco tinnunculus 28-31 27-30

Cárabo común Strix aluco 28-30 30-37

Búho chico Asio otus 27-28 23

Mochuelo común Athene noctua 28-29 35-40

Lechuza común Tyto alba 32-34 64-86

Lechuza campestre Asió flammeus 24-28 24-27

Grajilla Corvus monedula 17-18 30-35

Urraca Pica pica 17-18 22-27

Petirrojo Erithacus rubecula 13-14 12-14

Añade real Anas platyrynchus 28 52

Ánsar común Anser anser 24-30 53-57

Tarro blanco Tadorna tadorna 28 45

Faisán común Phasianus colchicus 21-28 —

Gaviota argéntea Larus argentatus 20-34 42

Paloma doméstica Columba livia 17-19 16-38

Género agapornis Agapornis spp. 18 30-35

Género amazona Amazona spp. 23-24 45-60


Figura 2.5.—Períodos fisiológicos de incubación y emplume en diversas especies.
2.5.1. Muda anormal

El diagnóstico de una muda anormal puede detectarse por la aparición de


alguno de los siguientes signos:
— Caída intensa de la pluma fuera de la época propia para la especie.
— Pérdida excesiva de plumas en regiones concretas, con calvas locales.
— Plumas que tardan mucho en crecer o no llegan a hacerlo nunca.
— Plumas viejas y estropeadas que no se desprenden.
Las etiologías posibles pueden ser: Indice

Síntoma Posible causa

Muda intensa Temperatura ambiental extrema, cambios bruscos de


temperatura, estrés.
Lenta y escasa Alimentación inadecuada, avitaminosis.
salida de
plumas nuevas
Pérdida de Acaro rojo (Dermanyssus), acaro de las plumas (Syrin-
plumas gophilus y Dermogliphidae), sarna de patas por Kne-
midocoptes spp.

Caída y plumas Hipotiroidismo (por problema en tiroides o por defi-


deshilachadas ciencia en iodo o tiroxina).
Picaje, malacia Vicio, prurito por dermatitis, parasitosis.
Plumas Jaula inadecuada, traumatismos.
deformadas
Figura 2.6.

2.5.2. Estimulación artificial de la muda

En los centros de recuperación de la fauna salvaje son frecuentes las hospi-


talizaciones largas debidas, únicamente, a problemas en el plumaje. Intentar

42
acortar este lapso de tiempo mediante técnicas forzadas de muda puede verse
traducido en un aumento de las posibilidades de reintegración del paciente, que
no deberá verse sometido por más tiempo a los problemas de la cautividad
(amansamiento, engrasamiento, conductas neurógenas, etcétera).
Sin embargo, el estímulo de una muda artificial puede llevar implícito ries-
gos para el paciente, que se verá sometido a un gasto energético extra y, por
tanto, a unos mayores requerimientos nutricionales.
Existen varios mecanismos para forzar la muda de un ave:
Indice
— Ambientales.—El tradicionalmente utilizado es introducir al paciente en
una estancia semioscura y tranquila, denominada por los cetreros
«muda», que es mantenida a una temperatura ambiental estable y cal-
deada (20-25 °C).
— Alimenticios.—La alimentación con la glándula tímica de vacuno o por-
cino provoca la muda, pero la dosis diaria debe ser cuidadosamente cali-
brada para no producir un incremento desproporcionado del gasto
metabólico que podría llevar al animal a la caquexia.
— Farmacológicos.—La administración de progesterona vía oral o parente-
ral, o de iodo en el agua de bebida, durante varios días, produce la muda
en casi todas las ocasiones.

43
3. Manejo
Indice
3.1. Estrés
El estrés que padece cualquier animal salvaje capturado desencadena una
serie de procesos en su organismo que en muchos casos terminan con su vida.
Como norma general, el estrés es mayor para las aves de pequeño tamaño. Si a
esto se suma la mayor tasa metabólica que tienen los seres vivos a medida que
disminuye su tamaño, nos encontramos con que aves, por ejemplo, del tamaño
del autillo (Otus scops) o el gavilán (Accipiter nisus) superan con dificultad el
período crítico de los primeros días si no se vigila cuidadosamente su ma-
nejo (125).
El estrés se produce ante situaciones de frío o calor extremos, sed, ruidos
anormales, manipulaciones inadecuadas, captura, la lesión en sí, etc., pero sobre
todo por la presencia física del hombre, ante el cual el ave siente verdadero
terror. En las primeras fases, el organismo se prepara para una reacción que
lleva a un estado de tensión constante, los niveles de glucosa en sangre aumen-
tan por la acción de los glucocorticoides y adrenalina, y aparece un estado de
ansiedad que puede terminar en shock.
Los glucocorticoides de la corteza suprarrenal realizan en el organismo
algunas acciones beneficiosas, pero el efecto catabólico sobre el organismo y la
supresión de la respuesta inmunitaria son claramente perjudiciales. A este res-
pecto, influyen sobre la sangre disminuyendo los niveles de eosinófilos, linfoci-
tos, monocitos y basófilos, aunque aumentan los polimorfonucleares y el
número de glóbulos rojos. Además, dificultan la cicatrización normal de las
fracturas y heridas al reducir la respuesta inflamatoria. Derivado del papel
inmunosupresor, puede desarrollarse con rapidez un cuadro septicémico que
termina en poco tiempo con la vida del animal.

45
Por otra parte, la liberación de adrenalina de la médula suprarrenal, tam-
bién con actividad hiperglucemiante, estimula el consumo de oxígeno, aumenta
el metabolismo basal y produce ansiedad en el paciente.
Todos estos factores, unidos a una taquicardia continua, introducen al
paciente en un estado catabólico general que necesita compensar con una
mayor ingesta. Si las causas actuantes persisten en el tiempo sin ser contrarres-
tadas, se suele desarrollar un cuadro septicémico y/o hipoglucémico que termi-
nará en muerte o caquexia.
Un dato a tener en cuenta es la vida de los corticoides en sangre. En condi-
Indice
ciones normales, el cortisol, por ejemplo, tarda en metabolizarse aproximada-
mente ciento veinte minutos, mientras que en los animales estresados, por el
trabajo extra que está sufriendo el hígado debido, entre otras causas, a la forma-
ción de glucógeno, no puede ser metabolizado a esa velocidad. Por tanto, los
niveles permanecerán más tiempo en sangre y persistirán en su acción.

3.1.1. Prevención

La oscuridad total tranquiliza a casi todas las aves y permite manipulacio-


nes, transporte y exploraciones con riesgos menores para el clínico y el paciente.
Se proponen distintas soluciones para conseguirla:

3.1.1.1. Jaula de cuidados intensivos (JCI)


La jaula de cuidados intensivos permite observar al paciente de cerca sin
ocasionarle molestias y evita en gran parte los efectos perjudiciales derivados de
la presencia del hombre. En la misma sala pueden instalarse varias, poniendo
especial interés en restringir al máximo las visitas y mantener el mayor silencio
posible durante su estancia en ella. También pueden ser ubicadas en el exterior,
incluso en tejados, postes, árboles, etcétera.

Características:
1. Foco de calor y luz artificial (bombilla o fuente de calor de 25-60 watios).
Control de su temperatura interior, bien mediante la instalación de un
termostato individual para la jaula, o bien para toda la sala, y posibili-
dad de encendido manual para la luz interna.

46
2. Percha. Elevada del suelo a 10-25 cm., según talla. La sección será dife-
rente según la especie y tamaño; los falcónidos (halcones, cernícalos)
precisan perchas de base plana (tronco o taco de madera). Azores, gavi-
lanes, milanos, etc., acostumbrados a posarse en las ramas de los árbo-
les, prefieren secciones circulares. A las rapaces nocturnas les gusta
arrimarse a las paredes; las perchas deben situarse junto a ellas. Es reco-
mendable anclarla a los laterales de la jaula para permitir que la ban-
deja entre y salga con facilidad.

3. Persiana (en la imagen recogida). Regula la luz del exterior y la posibili- Indice
dad de ver al hombre mediante un sistema de láminas paralelas, cuya
inclinación es regulable a conveniencia. Puede ser sustituida por
cristal traslúcido.

4. Compartimento oscuro (opcional). El animal se introduce en él cuando


necesitamos realizar la limpieza, introducir alimentos, bebida, etc. La
puerta corredera que le separa de la zona de luz abre hacia la región
frontal de la jaula.

5. Puerta corredera.

6. Espacio de 2-3 cm. de altura reservado a la bandeja extraíble.

7. Mirilla, o «cristal-espía», de visión en un solo sentido. Funcional una


vez activada la luz en el interior.

8. Puerta de acceso para alimentación y bebida. Apertura hacia el interior.


Bisagras en la región superior.

9. Bandeja extraíble con 2-3 cm. de altura de grava fina, o bien suelo con
césped artificial.

10. Cuatro orificios situados en el techo de la jaula, a través de los cuales se


hacen salir los cabos del «Body sling» (véase cap. 6) que se fijan fuera, o
la conducción del gotero, para la administración intraósea.

11. Orificios en el techo de la jaula para ventilación.

47
Indice

Figura 3.1.—Jaula de cuidados intensivos.

TAMAÑO 1 TAMAÑO 2 TAMAÑO 3


(cm.) (cm.) (cm.)

FRONTAL 70 + 20 35 + 15 25 + 10
(estancia + cuarto oscuro)
PROFUNDIDAD 90 50 35
ALTURA 130 60 40
Figura 3.2.—Medidas recomendadas según talla (en cm.).

48
— Tamaño 1.—Aves de la talla del águila real (Aquila chrysaetos), buitre leo-
nado (Gyps fulvus), garza real (Árdea cinérea), etcétera.
— Tamaño 2. —Aves de la talla del águila calzada (Hieraaetus pennatus), azor
(Accipiter gentilis), etcétera.
— Tamaño 3.—Aves de la talla del cernícalo vulgar (Falco tinnunculus),
mochuelo común (Athene noctua), etcétera.

3.1.1.2. Caperuzas
La caperuza de cetrería fue introducida en Europa por el Emperador Federico II,
destronando así al azor, «cazador a vista», por el halcón, «caballero cubierto» Indice
(Rodríguez de la Fuente, 1970). El efecto tranquilizante de este artilugio es induda-
ble, permitiendo, además, transportar y manipular al animal con cierta comodidad.
Según Rodríguez de la Fuente (1970), una caperuza debe ser amplia frente a
los ojos para no irritarlos, ha de adaptarse perfectamente a la cabeza para que no
pueda quitársela y debe permitir comer perfectamente y devolver la egagrópila.
El uso de las caperuzas de cetrería, aunque resulta idóneo para algunas aves,
presenta algunos inconvenientes:
— Es necesario disponer de un gran número de ellas para abarcar todas las
tallas y especies existentes.
— En algunas especies, por la especial morfología de su cabeza, resultan difí-
ciles de confeccionar (rapaces nocturnas, aves de pequeña talla, etcétera).
A pesar de estos inconvenientes, su uso es muy recomendable para dismi-
nuir el estrés, siempre que dispongamos de la caperuza adecuada.

Figura 3.3.—Caperuza de halcón peregrino (Falco peregrinus).

49
Indice

Figura 3.4.—Caperuza de azor (Accipiter gentilis).

Si no disponemos de caperuzas, podemos vendar durante un tiempo la


región de los ojos con gasa y esparadrapo, poniendo cuidado en no dañar los
ojos y respetar los orificios nasales, y permitiendo cierta movilidad al pico. Este
sistema puede sernos de utilidad cuando no contamos con la JCI adecuada o
precisamos transportar al paciente.

3.1.1.3. Sutura de párpados


Este método cruento, utilizado por algunos cetreros medievales durante la pri-
mera fase del adiestramiento y denominado por ellos «pestañeo», consiste en cerrar
los párpados con dos puntos de sutura con objeto de impedir totalmente la visión.
La sutura de párpados, realizada con cuidado y en el momento preciso, es
un buen método para tranquilizar las aves. Para llevarla a efecto se recomienda
la anestesia general y, por tanto, el momento más adecuado es tras los minutos

50
que siguen a la finalización de la intervención quirúrgica, con el paciente aún
anestesiado. Sin embargo, en ningún caso aplicaremos anestesia general con el
único objeto de suturar los párpados, por el riesgo que ésta conlleva.
Para suturar los párpados debe utilizarse material de sutura que produzca
poca reacción inflamatoria (nylon o supramid) de dos o tres ceros y con aguja
enfilada. El punto se aplica primero sobre el párpado superior y se continúa con
el inferior. Para mayor comodiad del cirujano, la primera sutura puede anu-
darse después de que el segundo punto haya sido aplicado. La técnica también
puede ser utilizada aplicando un solo punto en cruz.
Indice

3.1.1.4. Habitáculo en oscuridad


Habitaciones o salas oscuras pueden ser empleadas para albergar aves, pero
presentan el inconveniente de necesitar más espacio por individuo y de un difí-
cil manejo individualizado del paciente.
Como medidas complementarias a las que consiguen disminuir el estrés
basadas en la oscuridad que producen, existen otras no derivadas de la influen-
cia de luz, igualmente importantes:
— El tratamiento con tranquilizantes vía oral (por ejemplo, diazepam)
durante los primeros días, puede resultar beneficioso (siempre que el
animal no haya padecido severas hemorragias, ya que la mayoría de los
tranquilizantes poseen efecto hipotensor).
— En las proximidades del paciente los ruidos deben reducirse al mínimo.
— Las manipulaciones directas al paciente serán las imprescindibles.
— La temperatura ambiental se mantendrá en torno a 25-30 °C.
— La limpieza de la estancia se efectuará a diario.

3.2. Problemática general

La hospitalización de un ave salvaje herida está rodeada por una serie de


factores adversos que se repiten con frecuencia en cada caso clínico. Los datos
sobre la etiología, antigüedad de la lesión y alimentación recibida son a veces
imprecisos, y la captura, transporte y manejo puede que hayan sido efectuados
por personal especializado.

51
El tiempo que transcurre desde el accidente hasta la hospitalización resulta
decisivo para la vida del animal. Al obligado período de ayuno se le suman los
efectos del estrés y las consecuencias de la lesión (hemorragias-shock hipovolé-
mico, heridas abiertas-infecciones locales, septicemias). Todos estos factores
conducen a un grave cuadro de acidosis metabólica que será necesario controlar
rápidamente, bien mediante la administración de sueros tipo Ringer Lactato,
bien con la ayuda de otro tipo de complejos minerales y electrolíticos que resti-
tuyan la normalidad al organismo.
Algunos medios técnicos, como los rayos X, pueden ayudarnos a determinar
la etiología (disparos por arma de fuego), pero en ocasiones los perdigones atravie- Indice
san el cuerpo sin dejar huellas visibles. Generalmente, para establecer la etiología
se recurre al análisis de las lesiones y a la investigación en el lugar en que fue cap-
turado; aves próximas a alambradas o tendidos eléctricos pueden haber sufrido
choques o electrocuciones; las rapaces nocturnas encontradas en las cercanías de
carreteras, generalmente han sido atropelladas, y los pollos recogidos cerca de
nidos pueden arrojarse voluntaria o involuntariamente de los mismos. Tras la inves-
tigación, resta un porcentaje de aves en el que no es posible determinar su etiología.

Figura 3.5.Fracturas óseas en un azor (Accipiter gentilis) producidas por perdigones.

52
Otro de los principales problemas es la negativa del paciente a ingerir volun-
tariamente alimento. Los efectos del estrés mantienen tal estado catabólico
sobre el organismo que las reservas se agotan en poco tiempo si no son repues-
tas. Para evitarlo, «embucharemos» al paciente, introduciéndole forzadamente
la comida en la garganta (76).
Si consideramos como lesión-tipo a las fracturas óseas abiertas ubicadas en
algún hueso del miembro torácico o pélvico originadas por disparos, los factores
adversos pueden reflejarse en los siguientes puntos:
1. Las lesiones que producen los perdigones (fracturas, laceraciones en ner- Indice
vios, vasos, músculos, piel, etcétera).
2. Hemorragias por la lesión.
3. Contusión al estrellarse contra el suelo.
4. Hemorragias subsiguientes al cortarse con los extremos óseos fractura-
dos sus propios vasos, nervios y músculos.
5. Ayuno durante horas (a veces más de un día).
6. Infecciones locales o sistemáticas por la vía abierta con el exterior.
7. Estrés y sus consecuencias debidas a la cautividad y a las manipulaciones
del hombre.

Figura 3.6.—Fractura abierta en ulna y radius de un cernícalo vulgar (Falco tinnunculus).

53
En ocasiones, la intervención quirúrgica constituye un factor de riesgo más
para el ave, que tendrá que soportar durante la misma la anestesia y nuevas
hemorragias. Todos estos hechos llevar a la obtención de unos resultados muy
bajos de recuperación total, entre el 25 y el 40 por 100, pero con cifras aún
menores para los pacientes con fracturas abiertas localizadas en el miembro
torácico.

3.3. Captura y transporte


Indice
La captura debe realizarse bajo condiciones de oscuridad para evitar debati-
das del animal, preferiblemente durante la noche o en habitáculos totalmente
oscuros. Es recomendable arrojarle una tela amplia por encima y envolverle con
la misma, manteniendo las dos alas fijas al cuerpo. La oscuridad le tranquili-
zará, y con las alas sujetas evitaremos autolesiones. Es el momento de acoplarle
la caperuza, si se dispone de ella, y de protegerse de su pico y garras (en rapaces,
zancudas, etc.). En tanto se realiza una primera exploración, el pico y las garras
pueden mantenerse cerrados si se envuelven con varias vueltas de esparadrapo o
celofán. En animales de talla mediana o pequeña, nuestras dos manos sujetarán
firmemente al paciente con la espalda dirigida hacia nosotros, manteniendo
envuelta también la cabeza en la tela. Las aves de gran tamaño se sujetan mejor
si las encajamos en nuestra región axilar, entre brazo y tronco, al tiempo que
una de nuestras manos traba sus dos patas y la otra su cuello y cabeza.
La caja de transporte debe poseer las siguientes características:
— Interior oscuro y acolchado en paredes y techo.
— Anchura no mucho mayor a la del diámetro del tronco del paciente.
— Altura suficiente para permitir viajar de pie.
— Material de construcción fácilmente lavable y desinfectable.
— Suelo antideslizante: 2-3 cm. de espesor de grava fina o arena, o suelo de
césped artificial.
— Acceso amplio al interior.
Si la lesión radica en algún hueso del miembro torácico, antes de introducir
al paciente en la caja de transporte sujetaremos ambas alas al cuerpo mediante
unas vueltas de celofán alrededor del mismo.

54
Indice

Figura 3.7.—Vendaje de las garras y control


de la temperatura rectal en un águila real
(Aquila chrysaetos).

Para el transporte, colocamos la caja en posición estable y mantendremos


silencio durante el trayecto, manipulando el vehículo con cuidado.
En todos los contactos que se mantengan con el paciente intentaremos evitar
que pueda ver al hombre, utilizando caperuzas, telas u otros sistemas aplicados
sobre los ojos, y en ningún caso le sujetaremos por los extremos de las alas o
de las patas.

55
3.4. Examen del paciente aviar

3.4.1. Estado general

Evaluar el estado general de una ave no es tarea fácil, puesto que la actitud
del paciente no es la misma en presencia del hombre que cuando se encuentra
solo. A pesar de ello, es imprescindible realizar esta valoración prequirúrgica
antes de intentar la cirugía.
Las reacciones de agresividad y huida son parámetros que indican buen
estado físico y psíquico, pero es necesario observar al paciente sin que nos vea Indice
para poder emitir un dictamen más real de su situación. Mediante mirillas, o a
través de cristales de visión unidireccional se observará la posición del cuerpo
en la percha (erguida o caída), de las alas en el cuerpo (laxas, sin fuerza para
mantenerlas en su posición, o bien situadas), el movimiento de las pestañas
(rápido y limpio, o lento). Observaremos, asimismo, las reacciones de alerta o
pasividad ante ruidos desconocidos, la posición del cuerpo y potencia durante la
defecación, conducta ante la comida, estado de las plumas, etcétera (119).
Las aves de pequeño y mediano tamaño se ven sometidas en la naturaleza a
una depredación constante que les obliga a mantener una vigilancia continua
del entorno. Si su capacidad de respuesta disminuye por enfermedades u otras
causas, se convierten en presas fáciles. Por esta razón, los enfermos subclínicos
mantienen una apariencia casi normal, y cuando los síntomas son ya evidentes
el estado general está tan deteriorado que difícilmente se consigue su recupe-
ración.
Para evaluar el estado general nos valemos de signos externos e internos.
Son externos los expuestos en el apartado siguiente en referencia al shock y,
además, la palpación de los músculos pectorales. Una buena musculatura,
según Rodríguez de la Fuente (1970), es aquella que se asemeja a la coraza de
una armadura medieval, es decir, a la palpación se nota levemente la quilla del
esternón, que se continua con suavidad en unos músculos prietos y redondos.
Como signos internos, la comprobación de un hematocrito (PCV) bajo nos
indica estados anémicos (valores por debajo de 22), generalmente debidos a
hemorragias copiosas. Los valores superiores a 55 aparecen en pacientes deshi-
dratados.

56
Otros parámetros, como la glucemia, nos informan sobre las reservas ener-
géticas del organismo. Los niveles de glucosa en sangre de las aves son altos
comparados con los de mamíferos. Son valores fisiológicos los comprendidos
entre 180 y 500 mg/dl (dependiendo de la especie), sin embargo, debemos tener
en cuenta que la adrenalina y los glucocorticoides liberados al torrente circula-
torio ante situaciones de estrés actúan con un efecto hiperglucemiante. La
obtención de valores por debajo de 180 mg/dl debe hacernos pensar en un ago-
tamiento de las reservas, pudiendo cursar con un cuadro de convulsiones hipo-
glucémicas. Los niveles elevados de glucosa, si aparecen combinados con
poliuria y polidipsia suelen ser signo de diabetes mellitus. Indice

La proteína total en sangre oscila entre valores de 2,5-8,5 g/dl. Steiner consi-
dera que las aves con tasas inferiores a 2,5 g/dl fallecen siempre, aunque se ins-
taure un tratamiento. Los niveles bajos de proteína total en sangre aparecen en
las hepatitis y nefritis crónicas, en la malnutrición, en casos de malabsorción
intestinal (como consecuencia, por ejemplo, de parasitismo intestinal crónico),
etcétera. La hiperproteinemia suele venir asociada a estados de deshidratación,
inflamaciones crónicas, etcétera.
La determinación del ácido úrico en sangre (de 4-21 mg/dl) refleja el fisiolo-
gismo del riñon y su capacidad para metabolizar-filtrar. El ácido úrico es el
principal producto del catabolismo proteico, del nitrógeno no proteico y de las
purinas. El riñon de los mamíferos excreta la urea exclusivamente por filtración,
mientras que en las aves se elimina por secreción tubular. Las concentraciones
aumentan en sangre en procesos como la inanición, la gota, enfermedades rena-
les graves y en necrosis tisulares.
Los niveles de colesterol suelen situarse en las aves por debajo de los 200 mg/dl,
aumentando en enfermedades hepáticas y en el hipotirodismo. Los niveles des-
cienden por debajo de lo fisiológico en las septicemias bacterianas.
Las aves no poseen biliverdina reductasa, enzima necesaria para trans-
formar la biliverdina (de color verdosa) a bilirrubina (amarilla). Por tanto, la
bilirrubina representa un pequeño porcentaje de los pigmentos biliares de las
aves. El riñón elimina rápidamente los dos pigmentos, dando una coloración
verdosa a las excretas. La biliverdinuria es signo de enfermedad hepática, ane-
mia hemolítica o inanición. La biliverdinemia (en casos graves se ve traducida
por una coloración verdosa del suero), suele ser indicio de enfermedad hepática
grave.

57
La AST (aminotransferasa sérica de aspartato), también denominada GOT,
aumenta en la necrosis hepatocelular, que a su vez puede tener un origen trau-
mático, de necrosis tisular o de hipoxia. La AST también se ve incrementada por
lesiones en el músculo esquelético. Para diferenciar la necrosis hepatocelular de
las lesiones del músculo esquelético deberemos recurrir a la determinación de la
creatinkinasa sérica (CK), específica de lesiones en este último, y cuyos valores
fisiológicos oscilan entre 100-300 UI/1.
La LDH (lactato deshidrogenasa sérica) se ve incrementada bajo las mismas
situaciones que la AST.
El calcio sérico o plasmático suele establecerse entorno a 8-12 mg/dl. Por Indice
debajo de los 6 mg/dl (en la enfermedad renal crónica) pueden aparecer sínto-
mas de convulsiones o tetania. Los niveles aumentan durante la puesta en las
hembras. El Na sérico normalmente se sitúa entre los 130 y los 170 mEq/1. El K
oscila de 2,5-6 mEq/1.
El estudio del diagnóstico diferencial de leucocitos (WBC) resulta de sumo
interés. Los neutrófilos, tan abundantes en los mamíferos, son muy raros en las
aves y, sin embargo, proliferan los heterófilos. Estos últimos aumentan rápida-
mente en procesos de estrés e inflamaciones crónicas. Su valoración continua es
un excelente medio para evaluar el progreso del ave durante la hospitalización.
Barrows (1984) y Gilbert (1982), para las especies águila real (Aquila chrysae-
tos), ratonero común (Buteo), canario (Serinus canaria) y periquito (Melopsittacus
spp.) ofrecen los siguientes valores:

Parámetros Especies
Águila Ratonero
Canario Periquito
real común
Glucosa (mg/dl) 250-400 300-400 200-450 200-400
Prot. total (GR/Al) 2,5-3,9 3,9-5,2 3,0-5,0 2,5-4,5
Ac. úrico (Mr/Al) 4,0-12,0 8,0-21,0 4,0-12,0 4,0-14,0
Calcio (Mr/Al) 7-9 8-10 — —
Fósforo (Mr/Al) 1-3 3-4 — —
Creatin. (Mr/Al) 0,6-1 0,7-1 — 0,1-0,4
SGOT (mu/Al) 95,210 113-180 150-350 150-350
Colest. (Mr/Al) 100-190 150-280 — —

Figura 3.8.

58
Los análisis realizados por nosotros en el buitre negro (Aegypius Monchos),
buitre leonado (Gyps flus), alimoche (Neophron percnopterus) y búho real (Buho
bebo) arrojan las siguientes cifras:

Buitre Buitre Buitre Buho


Alimoche
negro negro leonado real

Hematocrito (%) 40,7 42 28,2 40,32 36,76

Glóbulos rojos 1.740.000 1.780.000 1.565.000 2.360.000 2.310.000 Indice

Glóbulos blancos 5.000 35.000 7.000 31.000 21.000

Hemoglobina (GR/Al) 13 13,5 10,4 13,6 10,3

Prot. totales (GR/Al) 5,9 5,8 6,8 5,4 5,3

GOT (U/1) 213 154 258 219 113

GPT (U/1) 46 51,9 41,7 60,8 47,4

CPK (U/1) 258 230 141 293 —

GGT (U/1) 1 2 5 6 —

LDH (U/1) 261 257 348 336 148

Creatinina (Mr/Al) 2,2 2,6 2,2 1,64 —

Calcio (Mr/Al) 9,77 10,05 11,05 9,68 —

Figura 3.9.

La comprobación de cualquiera de los factores adversos descritos, hemorra-


gias profusas, shok o mal estado general, es suficiente para posponer la inter-
vención quirúrgica. Gran parte de los fracasos que ocurren en cirugía de aves
salvajes aparecen precedidos de una valoración inadecuada de estos factores.

59
Indice

Figura 3.10.—Relaciones entre algunos factores de riesgo y su influencia


sobre el estado general y la intervención quirúrgica.

3.4.2. Exploración

Durante la primera exploración podemos envolver al ave en una tela, suje-


tando ambas alas contra el cuerpo, aprovechando este momento para pesarle
(también puede efectuarse en el interior de la caja de transporte, destarando
luego el peso de la misma). Liberaremos progresivamente cada región a explo-
rar, poniendo cuidado en que el paciente no vea en ningún momento al hombre
(excepto para el examen de la cabeza).
3.4.2.1. Por regiones, en la cabeza observamos si en los ojos existen hipe mas
(frecuentes en rapaces nocturnas tras colisiones). La experiencia de Coles (1985)
le lleva a decir que estos acúmulos de sangre de la cámara anterior del ojo suelen
desaparecer después de tres o cuatro semanas. La integridad de la córnea puede
valorarse si nos ayudamos de unas gotas de fluoresceína. La congestión en la
conjuntiva puede obedecer a infecciones locales o sistémicas. En enfermedades
como la aspergilosis o la viruela se desarrollan alrededor de la mismas costras
semisecas.

60
Indice

Figura 3.11.—Hipema en un búho real (Bubo buho).

3.4.2.2. La cera del pico y las fosas nasales deben permanecer limpias. La
presencia de sangre en los orificios nasales suele ser síntoma de traumatismo
craneal, generalmente de mal pronóstico.
3.4.2.3. En la cavidad oral puede investigarse la presencia de placas
blanquecinas en la mucosa debidas a trichomonas o candida, y para una pri-
mera evaluación del funcionamiento del aparato circulatorio, el color de la
mucosa de la lengua y glotis. Un color blanquecino en esta región suele estar
asociado al shock hipovolémico (por pérdidas de sangre) o a otros tipos de
shock.
3.4.2.4. Por palpación externa del buche podemos averiguar si el paciente
ha ingerido comida recientemente. Abriendo el pico y presionando la región
con suavidad, se desprenden en ocasiones malos olores debidos a fermentacio-
nes anormales del contenido alimenticio almacenado. Estas fermentaciones
pueden desarrollarse por parálisis del aparato digestivo o por ingluvitis debidas
a trichomonas o candida que impiden el tránsito normal del alimento hacia esó-
fago y proventrículo por inflamación de la zona (145).

61
3.4.2.5. En cualquier región del cuerpo observaremos si existen heridas
abiertas, hematomas, enfisemas subcutáneos o las frecuentes dermatitis de color
verdoso ocasionadas por pseudomonas spp. que se originan sobre la piel de las
regiones traumatizadas.
3.4.2.6. En las extremidades, las fracturas óseas deben ser cuidadosamente
exploradas para evitar que los extremos óseos fracturados produzcan autolesio-
nes sobre los tejidos adyacentes. A este respecto, lo correcto es sujetar con fuerza
el extremo proximal del humerus ofemoris, según el caso, y, sin soltar éste, explo-
rar el resto de los segmentos óseos del miembro:* Con esto, los posibles movi-
mientos violentos originados durante la exploración no conseguirán mover el Indice
miembro, o lo harán lentamente y sin consecuencias. En la extremidad torácica,
además de la exploración de fracturas, conviene comprobar la integridad de la
membrana del patagio, frecuentemente lesionada en aves colisionadas.
3.4.2.7. Con frecuencia las aves presentan cojeras de etiología diversa.
Según Steiner (1984), algunas de las causas pueden ser:

Fracturas o parálisis por traumatismos.

Aseladeros incorrectos.

Infestaciones de patas por Knemidocoptes pilae.

Anillas apretadas.

Compresión en el nervio ciático o plexo lumbosacro


por masas tumorales ubicadas en abdomen.

Artritis infecciosas (Salmonella spp.).

Estafilococias de los dedos («clavos» en cetrería).

Raquitismo.

Gota articular.

Deficiencias vitamínicas (vitamina E, Bl B6,B12,


ácido fólico, etcétera).

Figura 3.12.

62
Indice

Figura 3.13.—Necrosis por compresión en el tibiotarsus de un polluelo de cigüeña blanca (Ciconia


ciconia) y en el tarsometatarsus de un búho real (Bubo Bubo) debidas a una cuerda y un cepo,
respectivamente.
3.4.2.8. La exploración externa del abdomen puede poner en evidencia la
presencia de hematomas, casi siempre debidos a roturas de hígado u otro órga-
nos por golpes contra tendidos eléctricos, postes, alambradas o caídas contra el
suelo. En las aves recién capturadas, la región de la cloaca suele aparecer man-
chada de restos fecales y urinarios debido a los efectos del estrés o a parálisis del
miembro pélvico (fracturas de columna, lesiones óseas en sus huesos largos,
etcétera) que impiden un apoyo normal del animal.

3.4.2.9. La palpación de los músculos pectorales nos informa sobre el estado


de carnes y supone un importante parámetro a la hora de evaluar el estado gene-
ral, aunque no es recomendable practicarla a diario por el estrés de captura. Si Indice
los medios técnicos lo permiten, se puede pesar la jaula de emplazamiento cada
24-48 horas, destarando posteriormente.

3.4.2.10. Después de la exploración directa, Bush (1975) recomienda hacer


una segunda valoración del animal transcurrida una hora en la estancia, puesto
que los signos externos son manifestados de forma distinta en soledad y sin estí-
mulos externos que cuando se encuentra bajo la influencia de ellos.

3.4.2.11. Con la luz de la jaula de cuidados intensivos encendida observa-


mos al paciente: la postura de joroba con el plumaje erizado y la de las dos alas
caídas son signos de mal pronóstico. Si es tan sólo una de ellas, la dolencia suele
ser local (fractura en algún segmento óseo, lesión muscular, nerviosa, etcétera).
Constituye un buen síntoma observar al paciente subido en la percha con el plu-
maje bien sentado sobre el cuerpo, verle parpadear rápido y con el ojo bien
abierto y limpio, efectuar con frecuencia la limpieza de su plumaje, constatar la
existnecia de un buen estado de carnes y comprobar la ingestión voluntaria de
alimento.

64
3.5. Resumen patológico, topográfico y sistemático

REGIÓN 0 APARATO POSIBLE ENFERMEDAD


CABEZA
Hinchada Influenza, peste aviar, sinusitis infecciosa, enfisema.
Ladeada Ceguera
Cabeceo Enfermedad de Newcastle, otitis media, coriza
Oído externo inflamado Piojos, otitis media Indice
Ojos llorosos Coriza, viruela
Párpados purulentos Aspergilosis, deficiencia de vitamina A, viruela
Pupila contraída Iridociclitis, enfermedad de Mareck
Senos infraorbitarios Sinusitis infecciosa, mycoplasmosis, coriza
hinchados
Boca abierta, boqueo Aspergilosis, laringotraqueitis infecciosa, singamosis,
bronquitis
Boca con lesiones Tricomoniasis, deficiencia de vitamina A. candidiasis
blanco-amarillentas
Lengua negra Deficiencia en ácido nicotínico
Cera con escamas Infestación por Knemidocoptes spp.
CUELLO
Cuello paralizado Botulismo, deficiencia vitamina B
Buche dilatado Candidiasis, tricomoniasis, obstrucción
MÚSCULOS PECTORALES
Emaciación Alimentación insuficiente o inadecuada, coccidiosis,
parasitosis, infecciones crónicas, estrés
PATAS
Incapacidad para Raquitismo, deficiencia vitamina B, fractura de vérte-
mantenerse bras o miembro pélvico
Deformación tarso- Perosis, osteopetrosis, salmonelosis
metatarsiana
Dedos torcidos Deficiencia vitamina B. deficiencia en ácido pantoténico

65
PATAS (Continuación)
Dedos hinchados Abscesos por estafilococos o pasterellas, gota
Patas con escamas, Infestaciones por Knemidocoptes spp.
engrosamiento
PLUMAS
Depigmentadas Deficiencia en lisina
Desprendidas Botulismo
Rotas, estropeadas Piojos (huevos frecuentemente próximos a cloaca),
jaula inadecuada Indice

Alopecia Autopicaje, deficiencias alimentarias, minerales o


vitamínicas
SISTEMA NERVIOSO
Incoordinación Intoxicaciones, enfermedad de Mareck, enfermedad
de Newcastle
Movimientos de pedaleo Enfermedad de Mareck, encefalomalacia

Figura 3.14.

3.5.1. Principales deficiencias de las aves en oligoelementos,


vitaminas y aminoácidos

DEFICIENCIA SINTOMATOLOGIA
Valina, leucina, isoleucina Plumas cóncavas
glicina, fenilalnina,
tirosina
Lisina Depigmentación
Arginina Retención de la vaina de las plumas, raquis fino, pérdida
de la estructura de las bárbulas
Proteína Osteoporosis
Vitamina A Hiperqueratosis, palidez en la piel, callosidades en
patas, alteraciones en la filtración renal
Vitamina E y selenio Encefalomalacia, atrofia del cálamo en rémiges y
rectrices, miopatía (músculo blanco)
(Continuación)
DEFICIENCIA SINTOMATOLOGIA

Vitamina Bl (tiamina) Cabeza echada hacia atrás, parálisis de extremidades

Vitamina B2 (riboflavina) «Enfermedad de las patas curvadas»

Acido pantonénico Retraso en el crecimiento de las plumas, dermatitis


generalizada; fisuras en el rictus del pico, párpado,
garras y metatarso distal; edema en dermis

Niacina Inflamación de la articulación tibiotarsiana, patas


curvadas

Vitamina B6 (piridoxina) Anorexia, convulsiones en patas, patas curvadas

Zinc Acortamiento y engrosamiento de los huesos largos,


inflamación articulación tibiotarsiana, alteraciones
del plumaje, hiperqueratosis y acantosis en garras y
rictus del pico

Hierro Anemia, debilidad, falta de pigmentación en plumas

Manganeso Perosis con hinchazón de la articulación tibiotarsiana

Calcio Raquitismo (epífisis traslúcida, acortamiento y curva-


tura de huesos largos), muda dificultosa, picaje, heces
líquidas

Figura 3.15.

Indice

3.6. Shock

El shock es un estado patológico que se manifiesta principalmente por un


desequilibrio circulatorio, que suele ir unido a los grandes traumatismos y está
caracterizado por una gran depresión de las funciones vitales, con inhibición de
los centros nerviosos. Aparece bruscamente y produce con frecuencia la
muerte.

3.6.1. Tipos de shock

Según la clasificación de los tipos de shock de Slatter (1989), las aves salvajes
heridas sufren con mayor frecuencia los siguientes:

67
— Shock hipovolémico.—Por volumen sanguíneo reducido (en hemorragias
internas o externas, diarreas, etc.). Es el más frecuente de los tipos de
shock en aves traumatizadas.
— Shock vasculogénico.—Por pérdida del tono en la resistencia y capacidad
de los vasos. En lesiones del sistema nervioso central.
— Shock cardiogénico.—Por disminución de la actividad del corazón (en
anestesias demasiado profundas, hemoneumotórax, etcétera).
— Shock maldistributivo.—En traumatismos, sepsis, etcétera.

Indice
3.6.2. Síntomas
Los primeros síntomas de un ave en shock deben aprenderse a reconocer
rápidamente; a veces, desde la aparición del primer estadio hasta la muerte
pasan tan sólo unas horas. La observación de estos signos debe ser efectuada sin
que el paciente se percate de ello (a través del cristal-espía instalado en la jaula
de cuidados intensivos y una vez que haya permanecido en la misma un corto
período de tiempo sin ruidos ni molestias).
Según Mckeever (1979), algunos de los síntomas que pueden indicar que un
ave salvaje está en shock son:
Evidencia de pérdida copiosa de sangre de una herida externa.
Semiinconsciencia.
Ojos semicerrados, parpadeo lento.
Plumaje erizado.
Disnea.
Escalofríos
Apatía ante el hombre.
Falta de reflejo de huida.
Falta de agresividad.
Postura de joroba en la percha, o colocarseen el suelo habiendo percha.
Disminución del reflejo pupilar a la luz.
Orofaringe anémica.
Lento rellenado de la vena humeral tras ser comprimida.
Figura 3.16.
Si el ave ingiere alimento voluntariamente y con rapidez, podemos afirmar
que no está en shock.

Indice

Figura 3.17.—Shock hipovolémico en un azor (Accipiter gentilis).

3.6.3. Prevención
Para prevenir el shock podemos aplicar, entre otras, las medidas siguientes:
— Mantener la temperatura ambiental a 25-30 °C.
— Cohibir las hemorragias y restituir el volumen de sangre perdido.
— Usar corticoides. Es recomendable la Dexametasona vía intramuscular,
a dosis de 0,1 mg/kg.
— El estrés incrementa las necesidades de vitamina C y, por tanto, la
administraremos durante los primeros días de hospitalización.
— Manipular lo mínimo al paciente y preservarle de ruidos, sustos, etcétera.

69
A un ave en shock no se le administrarán anestésicos ni tranquilizantes, ya
que suelen poseer un efecto depresor sobre el sistema cardiorrespiratorio.

3.7. Alimentación de pollos y adultos

La alimentación ideal es aquella que se asemeja a la que el animal consigue


en la naturaleza, pero esto es posible en muy pocas ocasiones. La comida no
debe administrarse fría, para evitar lesiones en la mucosa del buche o esófago y
regurgitaciones, y la dieta base debe estar constituida por animales vivos o Indice
recién sacrificados. En los centros de recuperación de la fauna salvaje, las presas
suelen proceder de criaderos del propio centro, en el que se reproducen pollos,
palomas, codornices, conejos, ratas de laboratorio, saltamontes, grillos, etcétera.
Como norma, no es aconsejable basar la alimentación en una sola especie o
región anatómica.
Las partes no digeribles del animal, como plumas, uñas, pelos, etc., ayudan a
elaborar la egagrópila y, por tanto, contribuyen al buen funcionamiento del apa-
rato digestivo.
Los pájaros pequeños sanos precisan aproximadamente 1 Kcal de energía/
gramo de peso al día. Durante la noche, el ayuno les hace entrar en un estado de
hipoglucemia que es rápidamente recuperado durante las primeras horas de la
mañana. Debido a esto, en las aves convalecientes de pequeño tamaño que
comen voluntariamente resulta acertado mantener la luz de la jaula encendida
durante la noche para que se incremente la ingestión de alimento.
En cuanto al agua, sorprende la poca que ingieren. La explicación a este
fenómeno es la ausencia de sudoración y la eliminación de los residuos nitroge-
nados, que se realiza en forma de ácido úrico insoluble en lugar de urea hidroso-
luble, tal y como ocurre en los mamíferos.
En pájaros desnutridos, antes de comenzar con la alimentación, voluntaria
o no, conviene restablecer el equilibrio electrolítico para evitar autointoxicacio-
nes, estados de cetosis, acidosis, etc., que pueden abocar al paciente al colapso.
En aquellos pacientes que se niegan a comer voluntariamente, se puede
comenzar con una solución glucosalina al 10 por 100, complementada con vita-
minas, minerales y proteínas (por ejemplo, Gevral*), administrada vía oral a

70
dosis de 10 ml/kg. La yema de huevo cocida y las vitaminas del complejo B pue-
den resultar de gran ayuda en esta primera fase.
Personalmente, utilizamos una mezcla de Biodiet* líquido más Meritene*
polvo al 50 por 100, a la que se añade agua hasta conseguir una consistencia de
papilla. La combinación se administra con sonda y a temperaturas próximas a
37-38 °C.

3.7.1. Alimentación de pollos


Indice
3.7.1.1. Nidícolas
Deben ser alimentados sin que el animal vea al cuidador en el momento de
llegada de la comida para evitar la «impregnación» que se desarrollaría si su
cerebro asocia al hombre como su especie progenitora. Esto podemos conseguirlo
introduciendo la ración diaria a través de trampillas, o ayudándonos con pinzas
que permitan un acercamiento al animal sin ser observados. Algunos expertos
prefieren utilizar marionetas que simulan la cabeza de la especie progenitora o
animales naturalizados de la misma especie, de cuyos picos se hace salir el ali-
mento cuando el polluelo lo solicita. Debemos tener en cuenta que bajo condi-
ciones de aislamiento individual y prolongado, los pollos se vuelven neuróticos
y asustadizos, y no podrán establecer en el futuro vínculos normales con los de
su especie. Para evitarlo, pueden ser colocados en compañía de otros congéneres
suyos o de animales naturalizados de la misma especie.
Alimentos recomendados:
— Carnívoros.—Ratas, ratones, conejos, pollos, codornices, palomas, salta-
montes, grillos, etcétera.
— Insectívoros.—Saltamontes, grillos, comida preparada de insectívoros,
gusanos de la carne, lombrices, etcétera.
— Granívoros.—Harina de maíz y trigo formando papilla con leche o yogur.
Pasta de huevo. Papillas infantiles de cereales.

3.7.1.2. Nidífugos
Ingieren la comida por sí solos a las pocas horas de nacer.
Alimentos recomendados:

71
— Granívoros.—Piensos de arranque de broilers con alto contenido en pro-
-eína, mezclado con comida de insectívoros.
— Anátidas.-Piensos con alto contenido en proteína, pienso compuesto de
gatos (en anátidas estrictamente piscívoras). Hierba verde del tipo del
raigrass u otras gramíneas.

3.7.2. Alimentación de adultos


Alimentos recomendados:
— Rapaces.—Similar a la alimentación de pollos nidícolas carnívoros. Indice

— Ciconiiformes.- Peces, latas de comida de perro y gato, trozos de pollo y


carne en general, que puede sumergirse en pequeñas charcas.
— Insectívoras.—Similar a pollos nidícolas insectívoros.
— Psitácidas.—Semillas oleaginosas, maíz, lechugas, acelgas, frutas varia-
das, zanahorias cocidas, etcétera.

3.8. La «impregnación»

El fenómeno de la impregnación (impregnation, imprinting, troquelaje, fija-


ción), descubierto en 1935 por Konrad Lorenz, permite explicar por qué muchas
aves con apariencia física normal son incapaces de reconocer a su pareja. Se
desarrolla en las primeras etapas de la vida, aunque si la influencia del hombre
es muy intensa puede instaurarse en estadios posteriores y el polluelo tiende a
identificar a la persona que lo alimenta con su progenitor, y más adelante con su
pareja. Debido a este fenómeno desaparece el temor de las aves salvajes hacia el
hombre, pero sufren una alteración psíquica que dificultará el reconocimiento
de los individuos de su especie, desencadenando incluso reacciones agresivas
frente a ellos. El animal es anormal para la vida en estado salvaje y, por tanto,
inviable su liberación en la naturaleza.
Este hecho es frecuente cuando llegan al veterinario clínico polluelos caídos
o recogidos de los nidos y resulta necesario alimentarlos durante semanas antes
de ser liberados. Para evitar que el animal quede «impregnado» se restringirá el
contacto con el hombre, lo cual obliga a realizar la alimentación desde lugares

72
ocultos, ayudados de pinzas u otros utensilios. Si ya se ha instaurado en el indi-
viduo, puede probarse con aislarle durante un largo espacio de tiempo de la pre-
sencia humana, manteniéndole en compañía de los de su especie.
La «impregnación» no es sólo un fenómeno mediante el cual el animal
aprende a reconocer su propia especie. Durante esta etapa sensible, el polluelo,
tanto si se encuentra en su espacio natural como si permanece en cautividad,
también grabará en su cerebro y se impregnará del hábitat, de la conducta ante
determinados estímulos de los progenitores y del alimento que recibe. Todo ello
influirá posteriormente en su adaptación a la vida salvaje, y el hombre, mante-
Indice
niéndole en cautividad, difícilmente conseguirá imitar todos estos factores de
forma satisfactoria.

3.9. Injertos de plumas

En determinadas ocasiones las aves salvajes son mantenidas en cautividad


durante largos períodos por defectos en su plumaje que impiden su normal acti-
vidad en la naturaleza. La falta de 4-5 primarias o de algunas rectrices hacen
imposible el vuelo de precisión de algunas especies para cazar o huir. Ante esta
situación, los injertos de plumas evitan la espera hasta la muda fisiológica o el
intento de una muda forzada que supone un gasto metabólico extra y lleva en
algunas ocasiones a la caquexia. Recomendamos dos técnicas para efectuar los
injertos, dependiendo del defecto original de la pluma, para lo cual se hace nece-
sario una remesa importante de plumas de animales fallecidos, que podemos
mantener conservadas en envases cerrados en los que introducimos bolas de
naftalina.

a) Pluma doblada.—Si el estado de la misma es bueno, se alinea hasta la


posición natural y se practican dos incisiones paralelas al rachis, for-
mando una lengüeta cuyo punto medio es la doblez original. Levantada
la lengüeta, se introduce un rachis de otra pluma de menor grosor, un
pequeño cilindro de fibra de vidrio, o una aguja fina, y se adhiere con cia-
nocrilato en toda su longitud. La lengüeta se superpone inmedianta-
mente, formando un cuerpo con la prótesis.
b) Restitución de un tramo de pluma.-Es necesario medir y valorar previa-
mente el tramo de pluma que vamos a insertar sobre la original. Una por-

73
ción de rachis de otra pluma, un cilindro de fibra de vidrio, o una aguja de
calibre inferior al canal de la pluma e impregnada con cianocrilato, se
introduce longitudinalmente en la porción de pluma adherida al ave.
Después se inserta la prótesis de igual forma sobre el resto de vástago
sobrante.

Indice

Figura 3.18.—Esquema de un injerto de plumas.

74
4. Aspectos preliminares a la cirugía

4.1. Vías de administración de fármacos


Con mucha frecuencia, las dosis de fármacos que utilizamos en medicina de
Indice
aves están calculadas a partir de productos que se aplican en medicina humana
o en la práctica veterinaria de pequeños animales y que el profesional extrapola
en función del peso. Sin embargo, la alta tasa metabólica de las aves, mayor
cuanto menor es su tamaño, hace que el producto se metabolice con mayor rapi-
dez que en aquellos y, por tanto, los niveles plasmáticos no consiguen en muchos
casos su efecto terapéutico.
Las vías más usadas para la administración de productos en aves son la oral
y la parenteral.

4.1.1. Vía oral


Para la administración oral debemos situar el fármaco directamente en el
buche, para lo cual, si es de consistencia líquida, nos ayudamos de una sonda
flexible de punta redonda que se introduce por la boca con ligeros y suaves
movimientos hacia el esófago, acoplando el extremo distal de la misma a una
jeringa. Para no dañar el buche, podemos medir previamente la longitud del
cuello e introducirla deshaciendo la «S» que forma el cuello extendiendo la
cabeza con suavidad hacia arriba. En algunos casos es posible sobrepasar
el buche con la sonda y situar el fármaco en proventrículo o molleja directa-
mente. El volumen que podemos introducir en el buche es de aproximadamente
0,5 ml/100 g. Para las especies siguientes, las dosis recomendadas son:

— Águila real (Aquila chrysaetos), 50-60 ml.


— Buitre leonado (Gyps fulvus), 80-90 ml.
— Azor (Accipiter gentilis), 10-15 ml.
— Milano negro (Milvus migrans), 10-15 ml.
— Tórtola común (Streptopelia turtur), 1 ml.
— Jilguero (Carduelis carduelis), 0,25 ml.

75
Los fármacos vía oral también pueden ser administrados en el agua de
bebida o con el alimento, o incluso ser introducidos dentro de éste (inyectados
dentro de frutas, como uvas, naranjas, etc., en la carne o dentro de presas recién
muertas). Aunque el consumo de agua resulta muy variable en función de la
especie, temperatura ambiental, dieta, estado físico, etc., se considera que la
necesidad diaria media se sitúa en torno a los 120 ml/kg. Sin embargo, las anáti-
das consumen más y las rapaces mucho menos (165).
Los productos administrados en el agua son adecuados para tratamientos
crónicos y colectivos, pero muchas aves no los aceptan por el cambio de color o
sabor que confieren estas drogas. Indice

La administración oral mediante sonda, aunque tiene la desventaja del


estrés que se produce por la captura, es la vía de elección para los casos en que es
necesario restablecer el equilibrio electrolítico, proteínico o glucídico. En deter-
minadas especies, como cigüeñas, garzas, buitres, etc., presenta el grave incon-
veniente de que desencadena el reflejo del vómito (de origen neurógeno). Para
estos pacientes, la premedicación con diazepam a dosis bajas (0,5-0,75 mg/kg.)
elimina el problema, ya que disminuye la excitabilidad del individuo.

Figura 4.1.—Cavidad oral de un ave.

76
4.1.2 Vía parenteral

Las vías parenterales más usadas son la intramuscular, la subcutánea y la


intravenosa.
En la intramuscular se utilizan los músculos pectorales y los del muslo y
pierna. Cuando se aplica sobre los músculos pectorales, se efectuará tan caudal-
mente al sternum como sea posible. Si se eligen los músculos de la pierna o del
muslo, debe tenerse en cuenta que la droga administrada pasará en parte por la
circulación renal y que, por tanto, si su eliminación es a través de este órgano,
puede llegar a eliminarse antes de conseguir un nivel plasmático suficiente Indice
en el organismo.
Si se utiliza la vía subcutánea, el lugar de elección es la región del cuello, la
axila o la parte interna del muslo.

Vía intramuscular

Figura 4.2.—Puntos de inoculación.

77
Indice

Figura 4.3.—Inyección intramuscular en los músculos pectorales de un azor (Accipiter gentilis).

Tanto para la vía intramuscular como para la subcutánea, son preferibles


las agujas de calibre fino, tipo «insulina» o similar, para no lesionar la vascula-
rizada musculatura (en la intramuscular) y evitar el reflujo de líquido que se
produce por la escasa capacidad rectráctil de la piel (en la subcutánea).
La vía intravenosa resulta poco adecuada para aves de pequeño tamaño, por
el pequeño calibre y fragilidad de sus vasos. Sin embargo, algunos autores la uti-
lizan con asiduidad en aves de mediana y gran talla. Cuando se elige esta vía, los
vasos de elección son la vena brachialis, que transcurre superficial a la región axi-
lar del ala y la vena yugularis.

4.1.3. Vía inhalatoria


Utilizada en afecciones respiratorias, sobre todo en las producidas por hon-
gos del género aspergillus. Los sacos aéreos son estructuras poco o nada vascula-
rizadas, con pocas defensas frente a gérmenes por su escasa circulación
sanguínea y que suponen casi un 80 por 100 de la capacidad volumétrica del
aparato respiratorio. Al ser regiones calientes y húmedas, las infecciones fúngi-

78
cas como la aspergilosis y las bacterianas por coliformes son relativamente fre-
cuentes. Los pulmones, sin embargo, al tener una rica vascularización, están
menos expuestos a este tipo de afecciones, salvo que exista un gran descenso de
las defensas orgánicas o el agente patógeno sea de gran virulencia. Para poder
tratarlas, Coles (1985) recomienda que la droga elegida sea nebulizada con apa-
ratos que consigan partículas en suspensión inferiores a 5 micras de diámetro,
mezclada con solución salina o tyloxapol. Las gotas gruesas que se consiguen
con aparatos no específicos actúan en los primeros tramos del aparato respirato-
rio, pero no en sacos aéreos.
Indice

4.1.4. Vía intratraqueal

Aplicando el producto a la entrada de la glotis, puesto que ésta se observa


claramente en la región dorsal de la base de la lengua, o bien inyectando con
una aguja fina desde la región ventral del cuello entre los cartílagos traqueales
3.° y 10.°. Puede ser útil en las verminosis broncopulmonares que requieran un
tratamiento antiparasitario de choque, en las aspergilosis, espasmos laringo-
bronquiales, etcétera.

4.1.5. Vía subconjuntival

Mediante inyecciones en la conjuntiva del ojo, preferentemente en el pár-


pado inferior, desplazando éste hacia abajo. La inyección es más efectiva que
los preparados oftálmicos, que resultan en general molestos para el ave. Son
aconsejables los productos de acción retardada.

4*1.6. Vía tópica

Principalmente pomadas con antibióticos, por la tendencia de las aves a la


dermatitis por pseudomonas (color verdoso de la piel). La piel debe ser cubierta
con un apósito para que el producto no sea ingerido o eliminado con el pico, o
bien pueden colocarse collares isabelinos.

4.1.7. Vía intraósea

Esta vía, poco utilizada en otros animales, ofrece grandes ventajas para las
transfusiones sanguíneas de las aves de pequeña talla y para los tratamientos de

79
larga duración. Además, disminuye en gran medida el estrés que supone la
manipulación diaria con un animal salvaje. La aguja, fijada en el hueso, permite
la administración de fármacos cuando lo deseemos, puesto que puede ser conec-
tada a un «gotero» situado en el exterior de la jaula de cuidados intensivos. Ayu-
dados por esta técnica, podremos paliar los problemas de acidosis de los
primeros momentos en cautividad (aplicación «gota a gota» de soluciones elec-
trolíticas), la frecuente anorexia debida al estrés (alimentación parenteral) o el
shock (administración lenta de tranquilizantes, sangre entera de otras aves, cor-
ticoides, antibióticos, etcétera).
Los puntos de elección para la penetración de la aguja suelen ser el tibiotar- Indice
sus y la ulna.

Figura 4.4.—Aplicación de fármacos vía intraósea en una lechuza común (Tylo alba) desde
el exterior de la JCI.
4.2. Fármacos más corrientemente utilizados
en medicina de aves

Fármaco Vía Dosis Actividad


Penicilina im o sc 40.000 U/kg Baceterias Gram
positivas

Ampicilina im o sc 15-100 mg/kg Gram positivos y


Gram negativos
Indice
Amoxicilina im o sc 100 mg/kg Gram positivos y
Oral 50 mg/kg Gran negativos

Tetraciclina im 15 mg/kg Gram positivos y


Oral 250 mg/kg Gran negativos

Cefalexina Oral 35-50 mg/kg Gram positivos y


Gram negativos

Cefalotina im 100 mg/kg Gram positivos y


Gram negativos

Gentamicina im Aves < 150 g, 30 mg/kg Activo frente a E.


Aves > 1.500 g, 4 mg/kg Coli, pseudomonas
e infecciones
respiratorios

Kanamicina im 10-20 mg/kg Similar a


Gentamicina

Doxiciclina Oral 20-26 mg/kg

Tylosina im 10-30 mg/kg Infecciones


respiratorias,
micoplasmosis,
clamidiasis,
pasterelosis

Sulfamidina Oral 1 g/3 ml agua Coccidiosis

Trimetoprim im 50 mg/kg en rapaces

81
(Continuación)

Fármaco Vía Dosis Actividad


Dimetridazol Oral 50-100 mg/kg en 150 ml Tricomoniasis,
de agua, 4 días giardiasis,
histomoniasis
Metronidazol Oral 50 mg/kg Similar a
Dimetridazol
Amfotericina iv. o en 1,5 mg/kg en rapaces, Aspergillus,
sódica tráquea 3 días candida Indice

Ketoconazol Oral 10 mg/kg


Miconazol im 10 mg/kg

Febendazol Oral 10-50 mg/kg, 7 días Antihelmíntico


100 mg/kg en una dosis

Tiabendazol Oral 40-200 mg/kg

Levamisol Oral 15-25 mg/kg Nematodos


im 8 mg/kg

Ivermectina im 200 mg/kg, diluida al Gran espectro,


10 por 100 incluso nematodos
y coccidios

Piperazina Oral 100 mg/kg Ascarix

Testosterona im o sc 2,5 mg/kg, 6 semanas Estimulación sexual

Dexametasona im 0,3-3 mg/kg Shock,


inflamaciones

Medroxiproges- im 30 mg/kg Regurgitaciones


terona neurógenas

Oxitocina im 3-5 U/kg Impactación


de oviducto

Atropina im o sc 0,05-0,1 mg/kg Preanestesia.


Intoxicación por
organofosforados
(Continuación)

Fármaco Vía Dosis Actividad


Tiroxina Oral 1 mg/kg, 7 días Inducción a la
muda
Allopurinol Oral 40 mg/kg Tratamiento de la
gota

Borogluconato iv o sc 1-5 ml/kg (al 10 por 100) Hipocalcemia.


Ca Impactación Indice
oviducto
Yogurt natural Oral 2 ml/kg Restauración flora
intestinal

Parafina liquida Oral 4 ml/kg Impactación cloaca

Glicerina Oral 5 ml/kg Impactación cloaca

Kaolin Oral 1,03 g/5 ml agua Antidiarreico

Diazepam im 2 mg/kg Tranquilizante,


regurgitaciones
neurógenas
Ketamina im o iv 8-70 mg/kg Anestésico

Xilazina im 2 mg/kg
Reserpina Oral 2-4 mg/kg Anestésico

Doxapram im 7 mg/kg Estimulante


cardiorrespiratorio

Respirot Oral 2 gotas/kg Estimulante


cardiorrespiratorio

Vitamina A Oral, 100.000 U/ml, 0,3 mg/kg Estrés, infecciones,


im xeroftalmia

Vitamina D Oral 500.000 U/ml,0,3 ml/kg Fracturas, puesta


im

Vitamina C Oral 100 mg/ml, 0,3 ml/kg Estrés, infecciones

83
(Continuación)

Fármaco Vía Dosis Actividad


Estilbestrol sc 25 mg/ml, 0,1-0,3 ml/kg Emaciación,
caquexia

Extracto tiroideo Oral 50 mg/50 g de alimento Junto con 1-5 gotas


de tintura de iodo
en el agua, en el hi-
potiroidismo y co-
mo estimulante de Indice
la muda

Figura 4.5.

4.3. Factores de riesgo

4.3.1. Hemorragia

Las hemorragias son causantes de un elevado número de fallecimientos en


aves heridas hospitalizadas. Aparecen con más frecuencia que en los mamíferos
por tres razones principales (30):
— Los vasos son muy frágiles. Ligeros cortes o punzamientos producen
copiosas salidas de sangre.
— La tensión arterial es más alta que la de los mamíferos y, por tanto, la
salida de sangre es más rápida.
— En las fracturas óseas de los huesos largos, los extremos fracturados
actúan a modo de cuchillo cuando se mueven violentamente, cortando y
lacerando músculos, nervios, vasos y piel, y desarrollándose una hemo-
rragia tras otra. Los pacientes que sufren hemorragias copiosas pueden
evolucionar hacia el estado de shock hipovolémico. Si bajo esta situa-
ción administramos vasodilatadores o hipotensores (la mayoría de los
tranquilizantes y anestésicos poseen este efecto en una u otra medida),
las posibilidades de fallecimiento aumentan.
Por otro lado, y según Coles (1985), los capilares arteriales de los músculos
de las aves están más influenciados por el sistema nervioso autónomo que por
los metabolitos locales (H, C0 2 y ácido láctico) tal y como ocurre en mamíferos,
por lo que el control de la hemorragia podría tener un componente nervioso en
los capilares arteriales.
A pesar de esta mayor facilidad para perder sangre, los estudios de Kovack
(1968) han demostrado que varias especies de aves soportan mejor las pérdidas
de sangre que los mamíferos. El citado autor pudo comprobar cómo palomas
con pérdidas de sangre cercanas al 8 por 100 de su peso podían sobrevivir
Indice
durante mucho tiempo (tengamos en cuenta que el volumen de sangre total
puede estar alrededor del 10-13 por 100 del peso vivo). Este efecto parece encon-
trar explicación en la amplísima superficie capilar disponible y en la capacidad
que poseen los capilares del músculo esquelético para contraerse.
Ante la presencia de aves con fracturas óseas abiertas de alguno de los hue-
sos de las extremidades, debe sospecharse que han existido hemorragias y, por
tanto, determinaremos el hematocrito; punzando con una agua fina los vasos
brachialis o tibiotarsialis, o mediante un pequeño corte en el nacimiento de las
plumas de vuelo o las uñas, se pueden obtener unas gotas de sangre. Si se corta en el
nacimiento de las uñas, el punto de elección es la región dorsal de las mismas.

Figura 4.6.—Corte en el nacimiento de la uña para extracción de sangre.

85
Aunque existe gran variabilidad según la especie, edad, estado fisiológico,
etcétera, se considera que valores del hematocrito entre 22 y 55 son normales.
Los inferiores a 22 indicarían anemia, y los superiores a 55 estados de deshidra-
tación.
Valores de hematocrito para algunas especies de rapaces son:

Especie Nombre científico Hematocrito %


Águila real Aquila chrysaetos 38,7-42,3
Lechuza común Tylo alba 39,1-43,3
Indice
Buho real Bubo Bubo 35,5-43,6
Cárabo común Strix aluco 39,7-41,5
Ratonero común Buteo buteo 41,3-44,6
Cernícalo vulgar Falco tinnunculus 38,2-44,6
Halcón peregrino Falco peregrinus 46-52,2

Figura 4.7.

Otro dato de interés que podemos obtener de las tomas de sangre es la fór-
mula leucocitaria. Las cifras medias normales dadas por Levitt (1989) son
las siguientes:

Especie Nombre científico PMN Linf. Mono Eosi. Basof.


Buho real Bubo Bubo 47 27-40 9 16 1
Halcón peregrino Falco peregrinus 55 42 2 0 1
Cernícalo vulgar Falco tinnunculus 55 42 2 0 1
Ratonero común Buteo buteo 35 40-44 6 13 -15 2
Águila real Aquila chrysaetos 60 27 7 5 1
Periquito Melopsittacus spp. 45-70 20-45 0-5 0-1 0-5
Canario Serinus canaria 20-50 40-75 0-1 0-1 0-5

Figura 4.8.

86
De forma genérica, podemos considerar que un paciente recién capturado
que presenta las alas caídas y signos manifiestos de apatía tales como falta de
agresividad ante el hombre o de reacciones de huida, y sobre cuyas plumas des-
tacan manchas de sangre recientes o secas, precisa de forma rápida una transfu-
sión de sangre.

4.3.1.1. Restitución del volumen hemático


Para restaurar el volumen hemático se puede optar por:
— Administrar sangre o plasma de la misma especie, o de otra distinta. En Indice
una primera transfusión, Harrinson (1984) afirma que se puede adminis-
trar sin riesgo sangre heparinizada de otras aves. Las reacciones de into-
lerancia se desarrollan al reintentar una nueva transfusión pasadas
tres-cuatro semanas. En la práctica, lo aconsejable es disponer de un ani-
mal donante momentos antes de la intervención (palomas, pollos, etcé-
tera), o varios ejemplares de la misma especie (si ésta es valiosa) de los
que obtener pequeñas cantidades. Uno de los puntos de elección para la
extracción de sangre en la vena brachialis, situada en la cara axilar del
ala. Si los donantes son especies como gallinas, palomas, etc., podemos
extraer la sangre directamente del corazón mediante punción lateral
izquierda.

— Utilizar sueros de distintos tipos (fisiológico, ringer lactato, glucosado,


etcétera).

Figura 4.9.—Proyección lateral izquierda del corazón de un ánade real (Anas platyrynchus).

87
Indice

Figura 4.10.—Venoclisis en la vena humeralis de un ratonero común (Buteo buteo).

Tanto en un caso como en otro, la mayor dificultad estriba en el hecho de


perfundir el líquido dentro del torrente circulatorio. Se puede intentar la vía
intravenosa en las venas brachialis o yugularis con posibilidades de éxito en espe-
cies de mediano y gran tamaño. En las aves pequeñas esta vía suele conducir al
fracaso y a la aparición de hematomas que agravan la situación.
Para los individuos de pequeña talla es más aconsejable la vía intramedular
(intraósea): la técnica se aplica perforando un hueso largo del ave (ulna, femoris,
tibiotarsus) con un trócar de calibre fino hasta llegar a su cavidad medular. A tra-
vés del orificio practicado se introduce una aguja hipodérmica de calibre ligera-
mente superior al del trócar y se conecta al depósito de sangre (jeringa u otro). La
sangre es administrada muy lentamente y a temperaturas próximas a 38-39°C.
A este respecto, autores como Lind (1985) y Trah (1986) recomiendan la vía
intramedular para aves de pequeña y mediana talla, limitando la vía intrave-
nosa a aves de más de 1.000 g. Los citados autores aconsejan escindir 2-3 mm la
piel para la perfecta localización y fijación del vaso, si se opta por la vía intrave-
nosa tradicional.

88
Indice

Figura 4.11.—Transfusión de sangre en el tibiotarsus de un cárabo común (Strix aluco).

4.3.2. Lesión

La lesión «tipo» de las rapaces que acuden al quirófano suele estar represen-
tada por fracturas óseas de naturaleza abierta localizadas en alguna de las extre-
midades y con perdigones incrustados en distintas regiones del cuerpo.

Por especies, una de las más frágiles es el gavilán (Accipiter nisus), segura-
mente por su pequeño tamaño y carácter nervioso, pero otras como la cigüeña
negra (Ciconia nigra), el flamenco (Phoenicopterus ruber) o el autillo (Otus scops)
son también muy sensibles. Entre las más resistentes se encuentran gaviotas,
palomas, milanos, ratoneros, etcétera.

Diferenciando por regiones, las fracturas en el miembro torácico, además de


llevar implícitas un mayor número de muertes, dejan también más animales
mutilados que cualquier otro tipo de lesión. Es evidente que las aves necesitan
un perfecto funcionamiento de sus alas para volar y cazar (sobre todo las aves de
presa), por lo que defectos aparentemente pequeños las incapacitan para subsis-
tir en libertad.
El pronóstico dependerá principalmente de la cantidad de sangre perdida,
del tipo de lesión, de la especie, del tiempo que transcurrra hasta la hospitaliza-
ción y del manejo que reciba durante la cautividad.
Por el hueso afectado, según Bellangeon (1981) y Joel (1987) las fracturas de
humerus son las de peor pronóstico por la dificultad para conseguir una buena
inmovilización en la zona; el paciente intenta liberarse de la cinta que mantiene
fijas las alas al cuerpo, y en este movimiento juegan un importante papel los
músculos elevadores y flexores del ala, que se insertan en diferentes tramos del
humerus.
Indice

Figura 4.12.—Fractura del humerus distal de un águila calzada (Hieraaetus pennatus). La porción
distal del mismo se ha situado paralela a la ulna y el radius por la acción flexora
de los músculos de la región.

Las fracturas en el miembro pélvico no precisan una reparación tan per-


fecta, y suele ser suficiente con que se forme el callo óseo entre los extremos frac-
turados, aunque no queden correctamente alineados.
Además de las fracturas, las rapaces sufren también con frecuencia contu-
siones en distintas regiones corporales debidas a atropellos, choques contra

90
alambradas y tendidos eléctricos, o por los golpes que reciben contra el suelo al
caer. En este tipo de lesiones, además de la columna vertebral, los miembros
torácico y pélvico suelen también recibir daño, derivándose de ellos fracturas
secundarias, luxaciones articulares, desgarros o simples heridas superficiales.
En general, los perdigones de arma de fuego no deben ser extraídos, salvo
que su presencia impida una adecuada formación del callo óseo o una función
vital del paciente. El peligro de intoxicación por plomo sólo existe si éste es inge-
rido, en cuyo caso sí debe intentarse la eliminación del mismo por una u
otra vía.
Indice

4.3.3. Antigüedad

El tiempo de permanencia del paciente en el lugar del accidente determina


en gran medida sus posibilidades de recuperación y subsistencia. Si la lesión es
abierta, se facilita la infección, que será peor combatida a medida que pasan las
horas por el deterioro general del organismo. En caso de hemorragias profusas,
es obvio que el tiempo juega un papel inversamente proporcional a las posibili-
dades de éxito, pudiendo ocasionar la muerte por sí mismas.

A medida que transcurre el tiempo, si los extremos óseos no se encuentran


alineados y confrontados, el canal medular se tapona con tejido conjuntivo
embrionario, que irá evolucionando desde cartilaginoso hasta tejido óseo, lo
que obligará en intervenciones posteriores a eliminar parte del hueso, con el
consecuente acortamiento de la extremidad. Si la herida es abierta, además del
taponamiento medular, suele existir inflamación y engrosamiento del periostio
y, finalmente, pérdida parcial del mismo.
Por otra parte, la neumaticidad de algunos huesos (humerus, femoris, etcé-
tera) posibilita la sepsis en los sacos aéreos desde fracturas abiertas, debido a la
existencia de comunicación entre ellos.

4.3.4. Sepsis

Las infecciones más frecuentes tras la captura son las derivadas de la lesión
inicial. Las heridas abiertas permiten la diseminación de gérmenes al torrente
circulatorio, y como consecuencia de la inmunosupresión que producen los glu-
cocorticoides liberados al torrente circulatorio, se favorece la septicemia. Son

91
distintos autores los que defienden la tesis de que la alta temperatura corporal de
las aves posee un efecto bacteriostático, sin embargo, la bibliografía refleja múl-
tiples casos de osteomielitis, artritis por salmonella, pododermatitis por estafilo-
cocos, dermatitis por pseudomonas, etcétera.

Indice

Figura 4.13.—Osteomielitis en una paloma doméstica (Columba livia).

Durante esta primera fase es indispensable extremar las medidas de higiene


y limpieza en el emplazamiento del paciente. Para disminuir las descargas de
glucocorticoides y adrenalina aplicaremos medidas que reduzcan el estrés
(véase capítulo anterior).

92
Como norma, deben cerrarse las heridas abiertas, al tiempo que se realizan
tratamientos locales y sistémicos con antibióticos, pero restringiendo al máximo
las manipulaciones directas. El pus de las aves tiende a ser caseoso, y esta masa
solidificada es a menudo impedimento para la curación y la cicatrización. Si en
una fractura ósea se desarrolla esta formación purulenta, el callo no se formará
adecuadamente y, por tanto, no existirá unión entre ambos extremos.
En las afecciones del miembro pélvico debe recordarse que el sistema circu-
latorio de las aves obliga a pasar parte de la sangre procedente de esta región por
los ríñones y, por tanto, son frecuentes la nefritis por diseminación de gérmenes
Indice
desde el foco infeccioso. Si bajo esta situación utilizamos drogas aplicadas en el
miembro pélvico, existe el peligro de que el producto no realice su efecto si es eli-
minado vía renal, o bien de que aparezca una sobredosificación, si el fracaso
renal está ya instaurado (antibióticos como la kanamicina o la colistina, que se
eliminan casi exclusivamente vía renal, son un ejemplo de este problema si son
inyectados en estos músculos).
Las especialidades farmacéuticas que asocian antibióticos con procaína no
deben ser usadas en aves, por la intolerancia a esta última. En un gran número
de casos se desarrollan cuadros de temblores e incoordinación y en la mayoría
de las psitácidas ocasiona la muerte.
En los tratamientos sistémicos son recomendables las especialidades de
acción retardada para no tener que manipular diariamente al paciente.
La administración prolongada de antibióticos por vía oral debe ser compen-
sada con la ingestión de flora microbiana (por ejemplo, yogur natural a dosis de
2 ml/kg) para regenerarla flora del buche e intestino. El tratamiento con Cloran-
fenicol puede estar contraindicado en pacientes muy abatidos, por su papel
inmunodepresor. Sin embargo, el Levamisol, a dosis inferiores a las usadas
como antihelmíntico, posee un papel inmunoestimulante. En aquellos casos en
que se requiera un tratamiento sistémico por la posibilidad de infecciones gene-
ralizadas y se coincida con fracturas óseas, las tetraciclinas están siempre con-
traindicadas, por su efecto quelante sobre el calcio, que conlleva una disminución
de su acción terapéutica y una mala formación del callo óseo.

4.3.4.1. «Clavos»
El clavo es una infección de la almohadilla plantar de las aves que se mani-
fiesta en forma de inflamación de la zona con infiltración de heterófilos y que

93
está generalmente producida por Stafilococcus aureus, aunque también se han
aislado otros gérmenes como Streptococcusfaecalis, Pseudomonas spp., E. coli, Pro-
teus spp. y Mycoplasma synovitis.
Las causas son múltiples, pero parece ser que resulta determinante la isque-
mia que se produce en la región como consecuencia de la permanencia en la
percha durante largos períodos de tiempo sin volar, en combinación con una
falta de higiene de las mismas (119). Otras etiologías manejadas son la estancia
en aseladeros de forma o calibre incorrecto, los aumentos rápidos de peso del
animal o las autolesiones provocadas por la uña del Digitus I.
Indice
El pus de las aves es caseoso y tiende a hacerse sólido. El proceso se encap-
sula con rapidez, observándose desde el exterior en las fases iniciales un punto
negro sobre la piel, similar a la cabeza de un clavo, al que debe su nombre.
Cuando el proceso avanza, el germen coloniza tendones y otros tejidos, expan-
diéndose por toda la almohadilla si la causa persiste y provocando una cojera de
apoyo que, si afecta a ambas extremidades, termina con el animal en decúbito
permanente.

La prevención es el mejor tratamiento; suficiente ejercitación, higiene de las


dependencias, perchas limpias y confeccionadas con material adecuado (cuero,
corcho, etc.). Algunos cetreros profesionales prefieren utilizar bancos móviles
(conectados a un motor giratorio) revestidos de diverso material (cuero, césped
artificial), que es impregnado continuamente con soluciones de clorhexidina. El
mecanismo obliga a caminar sobre la percha continuamente para no caerse,
estimulando así la vascularización, al tiempo que ejerce un efecto antiséptico
constante.

Entre los tratamientos curativos están las topicaciones con alcohol combi-
nado con clorhexidina, la povidona iodada, las pomadas liposolubles compues-
tas por antibióticos (son recomendables antibiogramas cada siete u ocho días),
la fibrolisina, el dimetilsulfóxido, etcétera.

En casos avanzados será necesario la intervención quirúrgica. Para llevarla


a cabo aplicaremos previamente un torniquete en el tarsometatarsus con objeto
de evitar hemorragias, y extirparemos el «clavo» con toda su cápsula. Tras el cie-
rre de la herida, podemos intentar almohadillar los dedos afectados con gasa y
algodón, protegiéndolos con esparadrapo.

94
4.4. Electrocirugía y microcirugía

La adaptación de los métodos quirúrgicos de vanguardia utilizados en


medicina humana a la clínica veterinaria de pequeños animales, incluida la
incorporación de técnicas microquirúrgicas, ha abierto la posibilidad para el
tratamiento de tejidos blandos en las aves salvajes de cualquier talla. Más con-
cretamente, y según Harrinson (1984), el desarrollo de estas técnicas aplicadas
sobre las frecuentes roturas de nervios y vasos de los miembros torácico y pél-
vico van a permitir solucionar problemas hasta ahora insolubles.
Indice
El primer factor a tener en cuenta debe ser terminar el procedimiento qui-
rúrgico con la mayor brevedad posible, minimizando las hemorragias y otros
asaltos operativos. Las hemorragias, aunque la intervención se realice correcta-
mente, son frecuentes, y los pequeños vasos de las aves no pueden ser visualiza-
dos y ligados con antelación. A este respecto, el uso del bisturí eléctrico evita el
problema. La unidad de electrocirugía va cortando suavemente el tejido en tanto
produce la coagulación, sin realizar presión sobre el mismo. El efecto coagula-
dor se lleva a cabo por el calor que crea una corriente alterna de alta frecuencia
sobre el tejido, que hace explotar la célula, en tanto el electrodo permanece frío.
De esta forma, los capilares son sellados y resulta un corte apenas sin sangre.

El electrodo debe pasar por los tejidos sin arrastrar las células. Si éstas son
arrastradas, la corriente suele estar demasiado baja. Si, por el contrario, el elec-
trodo lleva hasta los tejidos una corriente excesivamente alta, aparecerán chis-
pazos sobre el mismo.
La electrocirugía en aves, por su efecto hemostático, se ha demostrado útil
sobre todo en cirugía abdominal (tumores). En fracturas óseas de los miembros
torácico y pélvico puede ser la solución para la eliminación de los vasculariza-
dos callos óseos en formación de las lesiones mal alineadas o consolidadas.

95
5. Anestesia

Indice
5.1. Generalidades

Antes de utilizar tranquilizantes o productos anestésicos en aves salvajes,


deben plantearse algunas cuestiones que suponen diferencias entre éstas y los
mamíferos.
La gran variedad de especies hace que no exista una dosis uniforme por uni-
dad de peso, sino unos márgenes dentro de los que es posible disminuir los ries-
gos. Así, por ejemplo, la dosis de ketamina necesaria para anestesiar un águila
real Aquila chrysaetos) puede ser de 10 mg/kg (170), mientras que para un ánade
real (Anas platyrynchus) se podrían necesitar 30 mg/kg y para una paloma domés-
tica (Columba lima) de 50 a 75 mg/kg.
El mal estado general (caquexia, anorexia, alas caídas, apatía, etc.) o las con-
ductas sospechosas, como la indiferencia ante el hombre u otras, son signos
externos que obligan a tomar precauciones antes de la anestesia. Asimismo, son
limitantes los valores del hematocrito por debajo del 22 por 100, la proteinemia
total inferior a 2 g/dl y los niveles de glucosa en sangre menores de 200 mg/dl.

5.2. Precauciones en la anestesia

a) Hematocrito (PCV): los fármacos con efecto tranquilizante suelen tener


acción hipotensora y administrados en aves que han sufrido hemorra-
gias copiosas facilitan la aparición del shock hipovolémico. Por tanto,
anestesiar un ave con bajos niveles de su hematocrito tendrá como conse-
cuencia un elevado número de muertes.

97
b) Ingesta de alimento: las aves de más de 1 kilogramo de peso deben man-
tener un ayuno absoluto en las doce horas anteriores a la intervención
quirúrgica; las comprendidas entre 300 gramos y 1 kilogramo, tres o cua-
tro horas, y las menores de 300 gramos no deben sufrir ningún ayuno.
c) Temperatura: mantener la estancia a temperaturas ambientales com-
prendidas entre 22-25 °C.
d) Posición: siempre que la situación lo permita, utilizar la posición en
decúbito lateral durante la intervención. No colocar las alas en hiperex-
tensión, para evitar daños sobre el plexo braquial. Si el anestésico utili-
Indice
zado no causa relajación muscular, la posición con las alas abiertas
puede mantener en tensión los músculos pectorales, restringiendo el
movimiento del tórax durante la respiración.
e) Fluidoterapia: utilizar terapia de fluidos si la anestesia va a mantenerse
durante más de treinta minutos. Esto tiene una especial importancia si la
droga anestésica se elimina a través del riñon porque facilita la dilución
de la misma. Se puede usar solución Ringer lactato vía intramuscular. La
dosificación recomendada es de 3 ml/kg cada diez minutos para aves de
peso inferior a 100 gramos y 2 ml/kg cada veinte minutos para aves de
más de 100 gramos.
f) Controlar la funcionalidad del corazón del paciente, mediante, por ejem-
plo, estetoscopios esofágicos, electrocardiógrafos u otros.
g) Vigilar para que el ritmo respiratorio no se reduzca demasiado y procu-
rar que la dosis de anestesia sea lo más baja posible.
h) Premedicar al ave con atropina; reduce las secreciones respiratorias y la
tendencia a la bradicardia (0,05-01 mg/kg).

5.3. Profundidad de la anestesia


Para medir la profundidad de la anestesia nos valemos de:
— La respuesta a una serie de reflejos.
— El número de respiraciones por minuto.
— El número de pulsaciones por minuto.
5.3.1. Reflejos

Durante la anesteisa pueden observarse tres reflejos principales:


a) Corneal—Se manifiesta cuando tocamos la córnea. La membrana nicti-
tante se desliza desde el ángulo interno del ojo intentando cubrirlo.
b) Palpebral—Al golpear ligeramente el ángulo interno del ojo, el paciente
parpadea.
c) Pedal—Se manifiesta al comprimir la membrana interdigital o al pinzar
alguno de los dedos. La respuesta normal es un pedaleo más o menos rá- Indice
pido.
A medida que los planos de anestesia se hacen más profundos, desaparece
primero el reflejo palpebral, le sigue el corneal y, por último, queda abolido el
pedal. El plano idóneo de anestesia se encuentra entre un reflejo palpebral abo-
lido y un corneal y pedal disminuido.

5.3.2. Número de respiraciones por minuto

La respiración es más lenta cuanto más profunda es la anestesia. Cuando


está cercana a la muerte tiende a la apnea.
En general, el número de respiraciones/minuto mínimo que se deben man-
tener durante la anestesia es de:
— Aves grandes: 9-14 respiraciones/minuto.
— Aves medianas: 15-20 respiraciones/minuto.
— Aves pequeñas: 20-35 respiraciones/minuto.

5.3.3. Número de pulsaciones por minuto

La utilización de un estetoscopio introducido vía esofágica, un osciloscopio


o un electrocardiógrafo nos permite determinar el número de pulsaciones
minuto. La frecuencia cardíaca durante la anestesia debe estar alrededor de:
— Aves grandes: 80-140 respiraciones/minuto.
— Aves medianas: 120-240 respiraciones/minuto.
— Aves pequeñas: 250-350 respiraciones/minuto.

99
Las aves ligeramente anestesiadas se caracterizan por presentar un estado
de narcosis del que pueden despertar con facilidad. Este estado es semejante al
de un mamífero bajo anestesia profunda (relajación muscular, respiración
lenta, párpados cerrados) y durante la misma el ave soporta las operaciones de
lavado, delimitación del campo, etc., pero cuando se inicia la incisión de la piel
se despierta, bate las alas, eriza las plumas, chilla, etc., impidiendo la inter-
vención.

5.4. Preanestesia
Indice

5.4.1. Derivados de la fenotiazina

5.4.1.1. Hidrocloruro de clorpromazina


Posee efectos antieméticos y depresores del SNC, pero es hipotensor, lo que
favorece la aparición del shock:
- DOSIS: 1-2 mg/kg, vía oral (170).

5.4.1.2. Maleato de acepromazina


Con efectos similares al hidrocloruro de clorpromazina.
- DOSIS: 0,05 mg/kg, vía intramuscular (112).
Es un producto con escaso efecto tranquilizante, contraindicado en aves con
problemas hepáticos, por lo que no resulta aconsejable en animales muy
estresados.
Puede utilizarse como tranquilizante previo a la sedación con ketamina, a
dosis de 0,05 mg/kg de maleato de acepromacina (62).

5.4.2. Derivados de la tiazina (9)

5.4.2.1. Xilazina
No da buenos resultados si es utilizada sola. Produce mala analgesia y ligera
bradicardia, aunque posee un gran margen de seguridad.
- DOSIS: 5-50 mg/kg vía intramuscular (130).

100
5.4.3. Derivados de las benzodiazepinas

5.4.3.1. Diazepam
Seguro y eficaz. Es un buen sinergizante de algunos anestésicos y resulta ade-
cuado para los días anteriores y posteriores a la intervención quirúrgica a dosis
bajas, vía oral, con objeto de disminuir la ansiedad inicial. Al igual que otros deri-
vados de esta familia (lorazepam, alprazolam, clordiazepoxido), posee efectos sedan-
tes y relajantes neuromusculares. El efecto sobre el sistema cardiovascular es
prácticamente inapreciable, produciendo una ligera depresión respiratoria.
Indice
— DOSIS: 1-15 mg/kg, vía intramuscular (7).
1-15 mg/kg, vía oral, días antes y después de la intervención (7).
10 mg/kg, vía intramuscular, y 2 mg/kg, vía intravenosa (48).

5.4.4. Otros

5.4.4.1. Meprobramato
Es un producto que ocasiona resultados variables según la especie, pero que
manifiesta poca toxicidad. Posee un claro efecto ansiolítico.
En ánades reales (Anas platyrrinchus) la anestesia se consigue a partir de 1,6
g/individuo, y la dosis letal es de 3g/individuo (170).

5.4.4.2. Metomidato
Parece ser un agente seguro para Falconiformes y Strigiformes, siempre que
las intervenciones quirúrgicas no sean muy complicadas.
Produce una hipersecreción no controlada por la atropina. Si hubiese regur-
gitaciones (egagrópilas o contenido alimenticio de buche), deben ser eliminadas
rápidamente de la cavidad oral.
— DOSIS: 10 mg/kg, vía intramuscular (34).

5.5. Anestesia local

No es recomendable en ningún caso utilizar la procaína en periquitos


(Melopsittacus spp.) y otras psitácidas, debido a su toxicidad (76) (102).

101
Sin embargo, algunos autores consideran que el efecto de los anestésicos loca-
les es el mismo que el de los mamíferos y que los casos de intolerancia y toxicidad
que describe la literatura son debidos a sobredosificaciones. Para evitarlas, reco-
miendan diluir las soluciones comerciales del 2 por 100 de hidrocloruro de lido-
caína a soluciones al 0,5 por 100 (30).
Otros autores utilizan anestésicos locales como la lidocaína o la cetacaína,
pero advierten del peligro de muerte si se usa la procaína en las aves de jaula.
También puede ser utilizado el cloruro de etilo por vía tópica (152).

Indice
5.6. Anestesia general

5.6.1. Vía oral

5.6.1.1. Pentobarbital sódico (nembutal)


- DOSIS: en gallinas, 0,16 g/kg (115).

5.6.1.2. Tribromoetanol
Se utiliza para la captura de pavos salvajes impregnando los granos del ali-
mento con el fármaco.
La dosis en pavos es de 120-180 mg/kg (111).
La anestesia para estorninos (Sturnus spp.) resulta adecuada con dosis de
330 mg/kg de tribromoetanol tras una inducción de siete minutos. Para el
mirlo (Tordus merula) se precisan 260 mg/kg, con una inducción de un mi-
nuto (102).

5.6.2. Vía parenteral

5.6.2.1. Pentobarbital sódico (nembutal)


Es un producto altamente necrosante por vía intramuscular, sin em-
bargo, se recomienda para pequeñas aves preparando 500 mg del producto en
10 ml de agua estéril, a dosis de 1 ml/kg de la disolución, vía intramuscu-
lar (37).

102
5.6.2.2. Equitesin
Es una solución inyectable formada por los siguientes fármacos y propor-
ciones:
— Hidrato de cloral 2,13 g.
— S04Mg 1,06 g.
— Pentobarbital sódico ... 0,48 g.
Los tres productos se mezclan en 50 ml. de una solución de agua destilada al
9,5 por 100 de alcohol y 35 por 100 de propilenglicol (152). Indice

— DOSIS: esta mezcla, aplicada vía intramuscular en la paloma doméstica


(Columba lina) y el arao común (Uria aalge) ha dado buenos resultados a
dosis de 2,5 ml/kg (160). La dosis es aconsejable bajarla a 2 ml/kg en aves
debilitadas, seniles o shockadas. La inducción conseguida con la mezcla
oscila entre diez y treinta y cinco minutos y se mantiene durante veinti-
cinco a noventa minutos (102).

5.6.2.3. Alfaxalona/alfadolona
Son compuestos esteroides, hipnóticos a dosis bajas y anestésicos a dosis
más altas. Cuando se administra esta mezcla vía intramuscular, la inducción se
consigue a los cinco minutos, manteniendo su efecto máximo durante veinte
minutos. Es un producto seguro, pero con alguna frecuencia ocasiona taquicar-
dia y arritmias cardíacas.
— DOSIS: 3-80 mg/kg. Vía intramuscular o intravenosa (35).

En la grulla común (Grus grus) se ha utilizado a dosis de 2,8 mg/kg, vía intra-
venosa, con resultados satisfactorios (67,78).
Samour (1984), con la alfaxalona/alfadolona consigue una buena anestesia
en las siguientes especies:

103
ESPECIE Peso (g) mg/kg Vía

Alimoche (Neophron pernopterus) 1.400-1.500 6-62 iv


Buho real (Bubo bubo) 2.350-2.450 4-5 iv
Buitre leonado (Gyps fulvus) 8.550-10.300 3-5 iv
Flamenco rosa (Phoenicopterus ruber) 1.800-4.200 2-92 iv
Grulla damisela (Anthropoides virgo) 2.030-2.100 3-48 iv
Indice
Grulla damisela (Anthropoides virgo) 2.030-2.100 25-41 im
Anade real (Anas platyrynchos) 1.000-1.100 22-85 im
Figura 5.1.

5.6.2.4. Clorhidrato de ketamina


Es una ciclohexamina clasificada como anestésico disociativo. Tras la
inyección intramuscular suelen aparecen opistótonos e incoordinación. Se
mantiene su efecto máximo durante treinta a treinta y cinco minutos y el desper-
tar suele cursar con excitaciones y aleteos. Si no se contrarresta con la aplicación
de atropina, produce hipersecreciones salivares y respiratorias.
Según Goodman (1986), «cuando se emplea ketamina para inducir la anes-
tesia en pacientes hipovolémicos, puede sobrevenir hipotensión, pero la inci-
dencia es menor que cuando se utilizan agentes inhalatorios». El mismo autor
considera que la ketamina aumenta el índice metabólico y la presión intraocu-
lar, pero que deprime el reflejo tusígeno.
La principal ventaja de la ketamina es su gran margen de seguridad. Como
desventajas, además de las excitaciones motoras que produce, están las deriva-
das de su nula relajación muscular si no es combinada con otro agente.
Para aves de menos de 100 gramos la dosis, vía intramuscular, estaría entre
100-200 mg/kg, y para aves de más de 300 gramos, de 20-50 mg/kg (87).
En rapaces, la dosis es de 15-20 mg/kg, vía intramuscular (22).
En psitácidas enjauladas, vía intramuscular, se han utilizado las siguientes
dosis (20) (85):

104
ESPECIE Dosis (mg)

Cacatúa 13
Periquito 1
Ararauna 17
Loros, rosellas 7
Figura 5.2.
Indice

Algunas especies en las que se ha utilizado la ketamina y los resultados de la


misma son:

Peso Ketamina Ketamina


ESPECIE Nombre científico Anestesia
(g) (mg) (mg/kg)

Grulla común Grus grus 3.600-4.700 70 16 Ligera

Cigüeña blanca Ciconia ciconia 2.700-3.600 46 15 Buena

Águila real Aquila chrysaetos 3.600-5.100 45 12 Buena

Ratonero común Buteo bufeo 575-1.050 15 16 Buena

Cárabo común Strix aluco 325-460 9 13 Buena

Buho real Bubo Bubo 1.650-2.450 29 14 Buena

Buho chico Asio otus 210-350 7 17 Buena

Lechuza común Tylo alba 250-390 10 22 Buena

Mochuelo común Athene noctua 150 3 18 Buena

Lechuza campestre Asió flammeus 340 5 16 Buena

Milano negro Milvus migrans 550-875 15,6 23 Mala

Buitre leonado Gyps fulvus 7.530-10.500 36 4 Buena

Águila calzada Hieraaetus pennatus 950 12,9 16 Buena

Cernícalo vulgar Falco tinnunculus 150-280 3,2 14 Buena

Aguilucho cenizo Circus pygargus 530-590 2,6 5 Buena


(Continuación)

Peso Ketamina Ketamina


ESPECIE Nombre científico Anestesia
(g) (mg) (mg/kg)

Anade real Anas platyrhynchos 975-1.100 25 29 Buena

Paloma doméstica Columba livia 260-435 25,3 75 Buena

Cuervo Corvus corax corax 1.100-1300 21 23 Buena

Halcón peregrino Falco peregrinus


Hembra 880 12 13 Buena Indice
Macho 580 7 14 Buena

Azor Accipiter gentilis 580-1.200 13,05 15 Buena

Águila culebrera Circaetus gallicus 2.200 28,60 13 Buena

Ánsar común Anser anser 3.210-5.200 150,50 35 Excitac.

Cigüeña negra Ciconia nigra 2.600 32,25 15 Buena

Garza real Árdea cinérea 900-1.450 17,48 19 Muy


profunda

Figura 5.3.

5.6.2.5. Ketamina + xilazina


La combinación de estos dos productos disminuye algunos de los inconve-
nientes que supone su uso de forma individual; se consigue una buena analgesia
gracias a la ketamina y una aceptable relajación muscular por la xilazina. Noso-
tros recomendamos en paloma doméstica (Columba livia) la dosis de 15-20 mg/kg
de ketamina + 1 mg/kg de xilazina, vía intramuscular (26). Otros autores,
para la misma especie, la estiman superior en ambos fármacos: 25 mg/kg de
ketamina + 2,2 mg/kg de xilazina (166).
Cuando se usa esta mezcla en rapaces nocturnas, la dosis es 1/3 más baja que
en rapaces diurnas. No es recomendable exceder de 10 mg/kg de ketamina vía in-
tramuscular para el cárabo común (Strix aluco) y la lechuza común (Tyto alba) (9).
Con esta mezcla, viá intramuscular, se obtienen buenos resultados en el cer-
nícalo vulgar (Falco tinnunculus) a dosis totales de 3 mg de ketamina + 0,6 mg de

106
xilazma. En el halcón peregrino (Falco peregrinus) las dosis totales fueron de 12 mg
de ketamina + 2,4 mg de xilazina para las hembras y 7 mg de ketamina + 1,4 mg
de xilazina en los machos (165).

5.6.2.6. Ketamina + diazepam


Esta combinación consigue buenos resultados a dosis de 25-35 mg/kg de
ketamina + 1-1,5 mg/kg diazepam, vía intramuscular, aportando el efecto rela-
jante que la ketamina no posee y obviando la bradicardia de la xilazina (137).
Las rapaces diurnas necesitarían dosis de 30-40 mg/kg de ketamina + Indice
+ 1-1,5 mg/kg de diazepam, mientras que los búhos necesitarían dosis menores:
25 mg/kg de ketamina + 1 mg/kg de diazepam, vía intramuscular (76,127). Sin
embargo, dosis más bajas de ketamina consiguen también un buen efecto anes-
tésico.

5.6.3. Vía inhalatoria


La anestesia inhalatoria tiene las ventajas de adaptarse a cualquier especie
al trabajar con una rápida consecución dosis-efecto y de permitir una pronta
recuperación cuando se suprime el aporte de gas anestésico. La principal des-
ventaja estriba en la necesidad de disponer de un profesional que controle la
anestesia durante la intervención y en el fisiologismo especial del aparato respi-
ratorio de las aves, puesto que la presencia de los sacos aéreos, estructuras ine-
lásticas, supone una dificultad añadida para eliminar adecuadamente el gas
anestésico si no se toman las precauciones oportunas. Algunos autores advier-
ten del riesgo de utilizar aparatos no específicos en la anestesia de aves por vía
inhalatoria, puesto que la concentración del anestésico es cada vez mayor si no
se elimina con la rapidez adecuada (63).
Según Coles (1985), la presión de C0 2 de las aves domésticas es normal-
mente un 30 por 100 más baja que la de los mamíferos, y debido a esto son
mucho más sensibles a la hipercapnia. Según el mismo autor, resultaría de vital
importancia mantener altos los niveles de circulación de gas oxígeno durante la
anestesia inhalatoria de aves. En la práctica se utilizan niveles de circulación no
menores a 0,7 litros de 02/minuto para las especies de gran talla (30).
Al usar halotano como agente anestésico, la presión de C0 2 se incrementó
gradualmente a medida que transcurría la anestesia, incluso en aquellas aves

107
en que los movimientos respiratorios parecían ser normales. Por esta razón, se
recomienda administrar anestésicos volátiles en las aves de forma intermitente
con el fin de evitar las sobredosificaciones que se derivan de acúmulos excesivos
de gas anestésico dentro de los sacos aéreos (111).

5.6.3.1. Éter
Es un anestésico potente, que se elimina por vía pulmonar sin metabolizar.
Puede ser usado impregnado en algodón y aplicándolo sobre los orificios nasa-
les hasta lograr la narcosis. La operación se repite cuando aparecen síntomas de
recuperación. El gran inconveniente del éter es la grave irritación que produce Indice
sobre las vías respiratorias (170).

5.6.3.2. Halotano (fíuotano)


Es un anestésico potente y seguro, con mayor tolerancia y menor toxicidad
para todas las especies que el éter. La inducción se realiza con una concentra-
ción del 3-4 por 100 de anestésico y se mantiene posteriormente con un 0,5-1 por
100 (63) (30).

5.6.3.3. Metoxiflurano (metafano, penthrano)


Es igualmente seguro y falto de toxicidad. Es considerado como el agente
volátil más seguro para anestesiar aves. La inducción se realiza a un 3-4 por 100
y el mantenimiento a un 1-1,5 por 100 (102).
No es recomendable en águilas por la apnea que puede desencadenar; para
otras especies, se considera que un 3,5 por 100 para la inducción y un 1,5-2 por
100 para el mantenimiento son adecuados (165).

5.6.3.4. Isoflurano
El isoflurano es un producto excelente para anestesiar aves, incluso con
algunas ventajas sobre el halotano y el metoxiflurano para pacientes viejos, en
shock o con enfermedades cardiovasculares y hepáticas (42).
La reconocida depresión cardiorrespiratoria que ocasiona está en función
de la dosis, pero posee la ventaja de una rápida inducción y recuperación debido
a su alta volatilidad (42).

108
Para disminuir las concentraciones de halotano, metoxiflurano e isoflurano
puede adicionarse óxido nitroso a la mezcla en las concentraciones siguientes:
— 1/3 de oxígeno + 2/3 de N20 durante la inducción.
— 1/2 de oxígeno + 1/2 de N20 durante el mantenimiento.
En especies pequeñas, el halotano, el metoxiflurano y el isoflurano se pue-
den emplear introduciendo al paciente en un recipiente de un litro de capacidad
con un algodón impregnado en 0,3 ml de gas anestésico. La inducción aparecerá
entre los veinte y cuarenta minutos, en cuyo momento se retira el animal del
recipiente. El mantenimiento se lleva a cabo con una torunda de algodón Indice
impregnada en el gas, que se aproximará y retirará de los orificios nasales según
el plano de anestesia del paciente (63).

5.7. Recuperación de la anestesia (170)

Cualquiera que se la vía y el producto utilizado, deben tenerse en cuenta


algunas medidas para una buena recuperación.
a) Mantener al paciente a una temperatura ambiental en torno a 25-30 °C.
b) Exponerle a luz intensa: favorece la reanimación.
c) La administración de oxígeno hace más rápida la recuperación. Es acon-
sejable colocar al ave en un habitáculo pequeño durante quince minutos
recibiendo 3-4 litros de oxígeno/minuto (160).

5.8. Urgencias en anestesia de aves (119,30)

a) Las aves, por su alta tasa metabólica, tienen tendencia a la hipotermia


tras la intervención quirúrgica. Para evitarla, mantendremos la tempera-
tura ambiental en torno a 25-30 °C y no desplumaremos grandes áreas
durante la cirugía.
b) «Aunque no se conocen muy bien los efectos de la posición del paciente
durante la cirugía, se piensa que algunas muertes son debidas al shock
que se produce por estiramiento de los plexos braquial y lumbro-sacro ante
posiciones forzadas de los miembros torácico y pélvico» (170). Por esta

109
razón se recomienda intervenir a los pacientes aviares en decúbito
lateral (163).
c) Cuando se aprecia insuficiencia respiratoria y la apnea se mantiene por
más de cinco segundos, efectuaremos la respiración artificial mediante
movimientos digitales sobre el tórax, una o dos veces por segundo. El
paro cardíaco sobreviene tras una parada prolongada de la respiración.
Según Bush (1985), las aves raramente responden a la resucitación pul-
monar y nunca lo hacen al masaje cardíaco.
d) Para recuperar al animal de la anestesia puede utilizarse el Doxapram*,
Indice
vía intramuscular, a dosis de 7 mg/kg (22).
Autores como Lind adminsitran tras la cirugía soluciones de dextrosa y rin-
ger lactato (dextrosa al 2,5 por 100 vía subcutánea, o al 5 por 100 vía intrave-
nosa).

110
6. Osteosíntesis
Indice
«Denominamos osteosíntesis a aquellas técnicas quirúrgicas que permiten
inmovilizar los fragmentos de una fractura» (146).
Las técnicas de osteosíntesis que se aplican sobre las alas de las aves silves-
tres deben conseguir una buena resolución, ya que el objetivo final es su readap-
tación en el medio natural. Para ello precisan una recuperación casi perfecta del
vuelo (12). En el miembro pélvico, sin embargo, puede soportarse una eficacia
menor y dependiendo de la especie, las aves pueden ser liberadas con alguna
merma de su capacidad funcional.
El resultado de la cirugía no depende exclusivamente de la técnica quirúr-
gica empleada; influyen, entre otras cosas, la lesión inicial y su antigüedad, el
estado general previo, la biología particular de cada especie, los manejos y cui-
dados pre y postoperatorios, la ejercitación física posterior, etcétera.

6.1. Etiología de las fracturas


Se denomina fractura ósea a la solución de continuidad existente a nivel del
hueso (10).
Las causas de las fracturas podemos dividirlas en:

6.1.1. Predisponentes

a) Generales
— Osteomielitis: las infecciones locales a nivel del hueso predisponen a
las fracturas.

111
— Mala alimentación: sobre todo deficiencias en los niveles de calcio, o en
la relación calcio/fósforo (frecuente en pollos de rapaces capturados de
sus nidos y que han sido alimentadas con visceras).
— Fatigas musculares: la acidosis del agotamiento facilita la descalcifica-
ción y, por tanto, la aparición de fracturas.

— Edad: a medida que avanza la edad del paciente, al igual que en mamífe-
ros, los procesos de cicatrización se retrasan en el tiempo. Este aspecto,
sin embargo, no es fácil de determinar, puesto que en las aves existen
pocos métodos que permitan averiguar la edad del paciente una vez que Indice
llegan a su estado de madurez.

— Especie, sexo y estado hormonal (durante la puesta, las hembras pade-


cen una mayor predisposición a las fracturas, ya que el calcio de los hue-
sos está siendo movilizado para la formación del huevo).

b) Locales

— La propia forma del hueso (el humerus, por ejemplo, describe una tra-
yectoria en «S» que posibilita su fractura ante determinados movi-
mientos).

— Tumoraciones óseas.

— Compresiones permanentes de lazos y argollas.

6.1.2. Derterminantes

— Traumatismos externos: son la causa más frecuente de fractura en las


aves salvajes. El mayor porcentaje de casos está originado por disparos,
choques contra tendidos eléctricos o alambradas, caídas del nido de
polluelos y atropellos (sobre todo en rapaces nocturnas).

— Contracciones musculares.

112
Indice

Figura 6.1.-Fractura en la articulación humerus-ulna-radius de un halcón peregrino (Falco


peregrinus) producida por perdigones.

6.2. El callo óseo


Tras producirse una fractura ósea, alrededor de los fragmentos se forma un
tejido nuevo que establecerá, más tarde o más temprano, un puente entre ellos. A
este tejido nuevo que se forma se le denomina «callo» (71).

6.2.1. Mecanismo de formación


Los estudios más recientes que se han realizado sobre los mecanismos de
reparación de las fracturas de las aves utilizando radiografías y cortes histológi-
cos han revelado su semejanza con los de los mamíferos, aunque el proceso
parece que ocurre de una forma más rápida (88).
Cuando se produce una fractura en un hueso largo, se establece una solu-
ción de continuidad en el hueso, quedando la estructura escindida en dos o mas
fragmentos. Junto con esta rotura ocurre también la del periostio y la de los

113
vasos sanguíneos de los conductos de Havers y tejidos blandos adyacentes, que
será tanto mayor cuanto más desplazamiento exista entre los fragmentos.
Como consecuencia de la lesión de los vasos, en las proximidades de la frac-
tura se producirá la muerte de los osteocitos del hueso y su posterior lisis, afec-
tando también al tejido perióstico y la médula ósea, aunque en menor intensidad
debido a su rica vascularización.
Cuando se detiene la hemorragia, el hematoma formado entre los dos extre-
mos comienza a organizarse, y se origina un foco inicial de acidosis que va a
acompañar a los fenómenos de reparación.
Indice
Junto con la organización del hematoma se produce una vasodilatación en
el periostio y endostio, que aportará al foco de fractura abundante cantidad de
células osteógenas, rellenando así el espacio existente entre los fragmentos. Con
la proliferación de células osteógenas crecen también los capilares sanguíneos y
en las zonas muy vascularizadas las células se diferenciarán en osteoblastos. Sin
embargo, en los puntos con poco aporte sanguíneo las células osteógenas se
diferenciarán en condroblastos y condrocitos, desarrollándose un tejido cartila-
ginoso en las regiones periféricas del callo. En fases sucesivas, este cartílago
sufrirá metaplasia ósea y en última instancia ocurrirá la remodelación, mediante
la cual se restablecen los sistemas de Havers por la acción de los osteoclastos
(que eliminan el tejido muerto) y los osteoblastos.
Si la fractura es reducida e inmovilizada adecuadamente en las primeras
horas, el tejido cartilaginoso periférico se formará en cinco o seis días (122). La
sustitución del tejido cartilaginoso por el óseo tendrá lugar a los diez u once días,
la verdadera unión ósea ocurrirá alrededor de los veintidós días y la remodela-
ción completa a los cuarenta y cinco días (122,71).
El callo óseo formado en las aves es principalmente intramedular (callo endós-
tico), sirviendo de rápido y rígido soporte para la consolidación final (22,30,34).
El callo perióstico que se forma cuando la reducción e inmovilización son
correctas es pequeño, pero será tanto mayor cuanto peor se hayan realizado
aquéllas (3).
Dos de los problemas más difíciles de resolver en traumatología de las extre-
midades de las aves son las fracturas localizadas en las epífisis y aquéllas en las
que se ve afectada la artería nutricia, por la consecuente isquemia.

114
Las fracturas en las epífisis siguen la misma evolución que en cualquier otro
punto del hueso, pero el tejido cartilaginoso que aparece en la zona impide
durante cierto tiempo el movimiento de la articulación y la anquilosis articular
suele ser la consecuencia final. Además, en este tipo de fracturas resulta dificul-
toso la aplicación de fijadores que estabilicen adecuadamente el foco sin lesio-
nar la articulación.
Si la epífisis afectada es la del humerus proximal, el problema es mayor; en
esta región se insertan los potentes músculos pectorales, que impedirán una
inmovilización absoluta de la zona con sus movimientos.
Indice
Por otro lado, los disparos, choques violentos y autolesiones que se produce el
paciente, o la introducción de clavos metálicos vía intramedular, seccionan a veces
la arteria nutricia del hueso, comprometiendo seriamente la formación del callo.
La evolución en estos casos es variable según la lesión que haya sufrido el vaso,
pudiéndose retrasar la cicatrización durante meses, o no completarse nunca.

6.2.2. Evolución

La evolución del callo óseo, tal y como se ha comentado, sigue un flujo de


formación, pero el tiempo en que esto ocurre dependerá de varios factores:
a) El lugar de la lesión (epífisis o diáfisis).
b) Su naturaleza (simple, complicada, etcétera).
c) La edad de la lesión (por ejemplo, huesos expuestos durante largo tiempo
al aire, o con coloraciones verdosas, tienen tendencia a la degeneración
ósea o a la osteomielitis, y la intervención en estos casos suele fracasar)
(12). Las fracturas óseas antiguas de los huesos largos, si los extremos de
los mismos no confrontan, se taponan en su canal medular con tejido
calloso y con el paso del tiempo llegan a sufrir metaplasia ósea. Las inter-
venciones realizadas bajo estas circunstancias son especialmente com-
plicadas, puesto que se hace necesario reavivar el hueso y abrir de nuevo
el canal medular.
d) La técnica de osteosíntesis aplicada. La evolución del callo es diferente
según la técnica de osteosíntesis, y se considera que con fijadores exter-
nos ocurre en diez o catorce días, mientras que con fijadores internos se
prolongaría hasta los 20 (136).

115
e) La inmovilización del foco de fractura. La inmovilización correcta es el
eje central de la formación del callo óseo en aves (64).
f) La edad del paciente. El callo óseo se forma y evoluciona más rápido en
los pacientes de corta edad que en los adultos.
g) La existencia de infecciones generales o locales retrasa o imposibilita
(según el caso) la cicatrización.
Una fractura ósea de un ave, bajo buenas condiciones, se estabiliza en tres
semanas (22). Algunos autores opinan que son estables a las seis semanas (86) y
otros que en dos (2). Otras experiencias concluyen que, aunque las fracturas Indice
óseas sueldan antes que en mamíferos, con signos de curación entre los ocho y
diez días, la remodelación completa no se presenta hasta pasadas varias sema-
nas. Estos aparentes signos de curación son atribuidos a la rápida movilización
de células osteógenas en el foco de la lesión (126).

6.3. Inmovilización externa

La inmovilización externa puede ser utilizada sin otro tipo de intervención


quirúrgica para el tratamiento de las fracturas sin desplazamiento y cuyos extre-
mos óseos se encuentran perfectamente alineados (22). Bajo esas condiciones,
las fracturas de os metacarpale y digitus sueldan en diez o catorce días (136).
Uno de los problemas que se presentan para la inmovilización adecuada del
miembro torácico es el que se deriva del movimiento sincronizado de las alas,
puesto que durante el vuelo ambas extremidades suben y bajan al mismo
tiempo, como una unidad funcional (13).
Cuando el paciente presenta una lesión ósea en un ala que precisa inmovili-
zación, si se otorga libertad de movimientos al homólogo sano, se entorpece la
adecuada formación del callo óseo, sobre todo si la fractura se halla localizada
en el primer hueso del ala (humerus) (111), puesto que el ala sana se moverá,
influyendo negativamente sobre la que permanece inmovilizada.
Para solucionar este problema es necesario inmovilizar también la extremi-
dad torácica sana. Si se hace rodeando al tronco con cinta adhesiva formando
un bloque en el que quedan también incluidas las dos alas, se presentarán pro-
blemas para mantenerse en la estación, sobre todo por los intentos que realizará

116
el paciente al intentar liberarse de sus ataduras (suele terminar por trabarse las
garras y los dedos con la cinta en la región de la quilla).
Para evitar éste y otros inconvenientes, se recomiendan varios tipos de inmo-
vilización, según el tramo óseo afectado:
Tipo I. «En hamaca» (22) (116).
Para fracturas de humerus o cualquier otro hueso de la extremidad, e incluso
para fracturas en el miembro pélvico.
Se inmoviliza el animal con una o dos vueltas de cinta adhesiva (celofán u Indice
otros) alrededor del cuerpo, incluyendo ambos miembros torácicos y se le intro-
duce en el denominado «Body sling» (119), de forma que queda colgado e
inmerso en una «hamaca» que le permitirá apoyar las patas a voluntad. La
inmovilización conseguida con este sistema es buena, pero presenta el inconve-
niente de tener que «embuchar» a diario a algunos de los pacientes.

Figura 6.2.—Inmovilización Tipo I.

117
Indice

Figura 6.3.—Inmovilización en «hamaca» en una cigüeña blanca


(Ciconia ciconia).

Tipo II. «En yugo» (30) (170).


Para fracturas de ulna, radius y tramos finales del ala. Se inmovilizan ambas
extremidades mediante cinta adhesiva (celofán u otros), pasándola sobre el dorso
y la parte lateral del ala que comprenden el brazo y antebrazo. La cinta vuelve
luego por la cara ventral de ambos remos, sin pasar por la región de la quilla.
Para inmovilizar los segmentos distales del miembro torácico se puede utili-
zar un pequeño trozo de película radiográfica como férula, curvándola sobre el
borde de ataque del ala, o incluso suturar o inmovilizar los cañones de las rémi-

118
ges primarias debido a la fuerte inserción que poseen estas plumas en los huesos
del carpo (40).
Utilizando una cinta adhesiva y dos piezas de cartón o material similar
como elemento estabilizador, se pueden inmovilizar algunos tipos de fractura
óseas en las aves (2).

Indice

Figura 6.4.—Inmovilización Tipo II en un águila calzada (Hieraaetus pennatus).

En las fracturas del miembro pélvico puede utilizarse la «inmovilización


Tipo I» anteriormente descrita, para facilitar el apoyo del cuerpo sobre la
«hamaca» y no recargar el peso sobre la extremidad afectada. Además de esta
inmovilización, será necesario una de la propia extremidad, que puede ser lle-
vada a cabo, al igual que en mamíferos, con escayola (articulación superior e
inferior al foco de fractura, inmovilizada) u otros materiales rígidos. En aves de
pequeño tamaño son de elección materiales ligeros, pudiéndose combinar ele-
mentos plásticos, placas radiográficas, etc., y esparadrapo para formar un molde
compacto. Si la técnica de osteosíntesis elegida fueron los fijadores externos, el
conjunto actuará ya como sistema inmovilizador en la zona.
Para las fracturas de los dedos en el miembro pélvico se obtienen buenos
resultados inmovilizando todos los dedos en posición abierta sobre una esfera

119
construida en escayola, o algodón y gasa. La estructura se fija a su vez con esca-
yola por la región superior.
Rodríguez de la Fuente (1970) recomienda albergar a los halcones y otras
aves de cetrería con lesiones óseas simples en un lugar totalmente oscuro
durante un mes, encendiéndoles la luz únicamente para comer.

Indice

Figura 6.5.—Inmovilización para fracturas de digitus I, II, III y IV.

6.4. Técnicas quirúrgicas cruentas

6.4.1. Fijación interna


Entendemos por fijación interna aquella técnica de osteosíntesis que hace
necesario abordar el foco de fractura para aplicar uno o más materiales con
objeto de conseguir la estabilización de los huesos fracturados (136). Expone-
mos a continuación las técnicas de fijación interna más utilizadas.

120
6.4.1.1. Enclavijamiento medular (intramedular o centromedular)
(8) (12) (91) (96) (140)
Técnica que utiliza clavos introducidos en el canal medular como elemento
estabilizador. Están construidos en acero inoxidable, aleaciones de cromo,
cobalto y molibdeno, o en titanio, vanadio, etc., con secciones distintas según el
modelo (cilindricas, en trébol, uve, etc.). Los clavos más usados en cirugía de
aves son las agujas de Kirschnner y los clavos de Steinmann, con calibres com-
prendidos entre 1-4 mm. El enclavijamiento medular es una técnica general-
mente orientada al tratamiento de las fracturas diafisarias de los huesos largos.
Indice
Se distinguen dos tipos de enclavijamiento:

6.4.1.1.1. Enclavijamiento abierto


En el que se aborda el foco de fractura para introducir el fijador. El clavo es
introducido a través de la lesión hasta que perfora un punto del hueso próximo a
la epífisis (o ésta misma) y sale por ella al exterior en unos centímetros para, una
vez confrontados y alineados los extremos fracturados, introducirlo vía retró-
grada desde el exterior (91).

Figura 6.6.—Esquema de enclavijamiento centromedular abierto.

Clavos que no perforan el hueso:


Otros tipos de clavos y materiales no perforan el hueso, siendo introducidos a
través del foco de fractura y colocados luego en su posición por distintos mecanis-

121
mos (146). Dentro de éstos se encuentra la técnica consistente en utilizar dos lámi-
nas plásticas de material inerte fusionadas entre sí en ángulo recto. El dispositivo
esta perforado para poder introducir un sedal que hace retroceder el fijador hasta
su centro, una vez que han sido confrontados y alineados los extremos óseos (30)

Indice

Figura 6.7.—Radiografía de una fractura de humerus estabilizada


mediante un enclavijamiento centromedular.

Una variación a esta técnica es la que utiliza los capuchones de las agujas
hipodérmicas como fijadores (128). También se han realizado experiencias con
varillas de propileno introducidas en el canal medular y fijadas con cemento
óseo (101), así como con clavos de polimetilmetacrilato (96).

122
Otros tipos de clavos metálicos que no precisan perforar el hueso por ningún
punto son aquellos que poseen un dispositivo de muelle, recogiéndose una parte
del clavo dentro de otra hasta que los extremos óseos están confrontados y ali-
neados, en cuyo momento se activa el resorte que hace recuperar al clavo toda su
longitud.

Indice

Figura 6.8.—Clavo con dispositivo de muelle. Comprimido y extendido.

6.4.1.1.2. Enclavijamiento cerrado


No se aborda el foco de fractura. Se reduce la fractura por medios mecánicos
(extensión, contraextensión y coadaptación) y se introduce el clavo por la epífi-
sis, enhebrándose los fragmentos. Esta técnica se utiliza principalmente en ani-
males de compañía (149).
En general, los clavos suelen retirarse pasado un tiempo, aunque en los
casos en que se utilizaron metales totalmente inertes, o en aquellos otros en que
el fijador no perforó el hueso, algunos autores prefieren dejarlos en su lugar.
Cuando se decide retirarlos, la operación se lleva a cabo por simple tracción del
extremo metálico que sobresale de la piel (22).
Las ventajas principales del enclavijamiento medular son la comodidad con
que se introduce y extrae el clavo, la seguridad de la confrontación entre los
extremos óseos y lo económico de los materiales.

123
Inconvenientes son, entre otros:
1. La rotura de trabéculas óseas que produce la penetración en el canal medu-
lar de los clavos, máxime si se utiliza una sección que ocupe todo el espacio
medular con el propósito de estabilizar adecuadamente la fractura (no es
necesario recordar que los huesos largos de las aves poseen una cortical
extremadamente fina en comparación con su canal medular, siendo nece-
sarios clavos de gran sección si se pretende ocupar todo su espacio) (26).
2. La posibilidad de que el clavo introducido produzca necrosis del hueso
por isquemia al lesionar la arteria nutricia (99).
3. Al perforar la epífisis del hueso para introducir el clavo vía retrógrada Indice
lesionamos la articulación, persistiendo generalmente algún grado de
anquilosis posterior (34).
4. El callo óseo que se forma en las aves es principalmente intramedular, y
cualquier material extraño que se introduce en el canal medular inter-
fiere su formación (22).
5. El clavo permite la rotación de segmentos (sobre todo en fracturas de
humerus, femoris, tibiotarsus y tarsometatarsus) (22) (132).
6. El clavo mantiene una vía abierta con el exterior, posibilitando la infec-
ción (26).

6.4.1.2. Tornillos de cortical y esponjosa

Mediante esta técnica, los fragmentos óseos fracturados se unen por torni-
llos de diversos calibres y longitudes. Se requiere previamente un trócar especial
para efectuar el orificio por el que se introducirá el tornillo. Es una técnica poco
usada en el miembro torácico por la escasa firmeza que da a los tornillos una
cortical de tan poco grosor (130), pero que puede ser utilizada en los tramos infe-
riores del miembro pélvico.

6.4.1.3. Placas de osteosíntesis

Son piezas metálicas rectangulares provistas de varios orificios, a través de


los cuales se introducen tornillos que anclan la estructura directamente al
hueso. Para colocarlas se horada previamente el hueso en los puntos de aplica-
ción de los tornillos. Son poco usadas en las alas de las aves por la misma razón
que los tornillos de cortical y esponjosa, aunque sus posibilidades en el miem-
bro pélvico (tibiotarsus y tarsometatarsus) son mayores por tener una cortical de

124
mayor espesor. Uno de sus inconvenientes es la necesidad de una gran incisión,
aumentando con ello los riesgos de sepsis y lesiones neurovasculares (22).

Indice

Figura 6.9.—Placa de pequeños fragmentos emplazada en la ulna de un ratonero


común (Buteo buteo).

6.4.1.4. Cerclajes (46) (52) (96)


Son hilos que mantienen unidos los extremos fracturados, o distintos frag-
mentos del hueso. Los materiales utilizados son generalmente el acero inoxida-
ble o el ácido poliglicólico. Pueden ajustarse sobre toda la circunferencia del
hueso, o bien, si se han practicado orificios en la cortical del hueso, fijar zonas
más concretas. Son muy utilizados para fracturas «en pico de flauta» y para los
casos en que se necesita acoplar esquirlas óseas al foco de fractura.
El inconveniente de los cerclajes es la poca rigidez que aportan al callo en
formación y la hipovascularización que producen en el periostio (139).
Puede resultar adecuado el uso de clavos intramedulares combinados en
cerclajes; se suman así los inconvenientes de ambas técnicas, pero se aporta una
mayor fortaleza al foco de fractura (49).

125
Indice

Figura 6.10.—Esquema de un cerclaje.

6.4.1.5. Injertos óseos


Los injertos óseos contribuyen a la reparación de las fracturas mediante dos
funciones primordiales: actuando, por un lado, como fuente osteogénica y, por
otro, como soporte mecánico, refiriéndose la osteogénesis a la formación de
hueso sin indicación del origen celular. «Cuando encima o alrededor de un
injerto se forma hueso nuevo, éste puede proceder tanto del injerto, es decir, de
las células que sobrevivieron a la transferencia y son capaces de formar hueso
nuevo, como de las células huésped» (149).

6.4.1.5.1. Terminología (169)


Injertos autógenos o autólogos.—El donante y el receptor son el mismo indivi-
duo. El lugar adecuado para extraer el injerto en las aves es, sobre todo, el os
femoris y el tibiotarsus (169).
Injertos alógenos.—EX donante y el receptor son individuos diferentes, pero
idénticos en cuanto a histocompatibilidad antigénica.
Xenoinjertos.—El donante y el receptor no son de la misma especie.
Tanto en un tipo como en otro, los injertos pueden ser usados frescos (muy
adecuado para los autógenos y alógenos) o tratados.

126
6.4.1.5.2. Injertos tratados

Descalcificados.—El hueso descalcificado con C1H es capaz de conservar la


capacidad osteoinductora merced a la persistencia de la PMH (proteína morfo-
génica del hueso), pero el injerto óseo así obtenido no ofrece fortaleza y no
puede ser usado como sostén (149).
Tratamiento térmico.—Los injertos tratados en el autoclave destruyen la
PMH, no siendo, por tanto, osteoinductores, pero mantienen intacta su capaci-
dad de sostén.
Indice
Congelación-desecación.—Este proceso no impide la incorporación del
implante, demostrando una inmunogenicidad mínima. La congelación-deseca-
ción ha sustituido ampliamente a la descalcificación y a los tratamientos por
calor (140).
Los injertos óseos en las aves se aplican muy esporádicamente por la com-
plejidad del proceso; están indicados en fracturas conminutas con gran destruc-
ción de tejido óseo, uniones retardadas, no uniones avasculares, osteomielitis,
etcétera.
En cualquiera de las situaciones en que se utilice, se hace necesario rellenar
el foco de fractura con abundante tejido óseo esponjoso y estabilizar perfecta-
mente los extremos fracturados, ya que una de las condiciones principales para
que un injerto óseo tenga éxito es la estabilidad absoluta. Aunque los pequeños
autoinjertos esponjosos puedan ser capaces de formar hueso nuevo gracias a
una proliferación y diferenciación de sus células, los injertos corticales suelen
fracasar si no se fijan adecuadamente (169).

Figura 6.11.—Punto de extracción del injerto óseo en el tibiotarsus.

127
6.4.1.6. Otros
Otros materiales usados en el interior del canal medular como fijadores
son:

a) Cerámica porosa.

b) Derivados de la apatita como la fosforita, o determinadas especies de


corales, ya que poseen una composición mineral muy similar a la del
hueso y una gran porosidad (134).

c) Cemento óseo (15). Se han conseguido éxitos en medicina humana, pero Indice
en el miembro torácico de las aves no se consigue el mismo resultado. El
implante de cemento termina aflojándose ante los potentes movimientos
de las alas. En combinación con varillas de propileno, ha sido utilizado
con éxito en algunas fracturas de alas (101).

6.4.2. Fijación externa

Se puede considerar la fijación externa como un método capaz de estabili-


zar las fracturas empleando clavos de metal que atraviesan el hueso, siendo esta-
bilizados externamente mediante un sistema rígido (51).

6.4.2.1. Componentes (149)

a) Clavos de fijación o clavos percutáneos.—Son los clavos que se introducen


en el hueso. Pueden ser:

— Medios clavos: si atraviesan las dos corticales del hueso, pero no


sobresalen por la piel del lado opuesto al de la inserción.

— Clavos enteros: atraviesan también la piel del lado opuesto al de la


inserción.

b) Barras conectoras.—Son los soportes metálicos externos que estabilizan


los clavos en la posición adecuada.

c) Rótulas.—Son las piezas que coaptan los clavos con las barras.

d) Articulaciones.—Son las piezas que unen una barra con otra.

128
Indice

Figura 6.12.—Fijador externo de Kirschnner-Ehmer.

6.4.2.2. Tipos
El fijador de Krschnner-Ehmer es el más utilizado debido a su poco peso,
diseño simple, facilidad de aplicación y economía. Está constituido por clavos de
Steinmann de acero inoxidable, lisos o con rosca. Su diferencia principal con otros
tipos de fijadores, como el de Meynard, estriba en el tipo de articulación utilizado.
Además de estos fijadores, otros autores han utilizado con éxito clavos trans-
fijantes coaptados externamente con férulas de yeso, o metilmetacrilato y otras
resinas sintéticas (58) (62).
En general, se recomienda el uso de fijadores ligeros en aves. Las agujas
hipodérmicas son utilizadas con éxito como clavos, fijándolas externamente
con un entramado de hilo de acero y cemento óseo (128). Otros autores coaptan
los vástagos metálicos con pegamento termoplástico.
Se consiguen mejores resultados si la coaptación de los clavos se hace con
barras dobles en lugar de con una sola barra (86).

129
Los medios clavos se recomiendan para las aves con fracturas de femoris,
humerus y tibiotarsus, considerando dos el número mínimo de clavos que es
necesario introducir en cada extremo óseo (22).

6.4.2.3. Aplicación

Para la aplicación de fijadores externos se requiere una técnica aséptica. Se


pueden considerar cuatro las configuraciones más utilizadas en la aplicación de
fijadores externos (45):
— Tipo I: utiliza medios clavos. Las barras conectoras van situadas sola-
Indice
mente a un lado de la extremidad.
— Tipo II: utiliza clavos enteros. Las barras se sitúan a ambos lados de la
extremidad.
— Tipo III, tridimensional: instala un fijador tipo II y, posteriormente, un
tipo I perpendicular al primero.
— Tipo IV: utiliza dos medios clavos perpendiculares entre sí.

Figura 6.13.—Fijadores externos en una fractura de tarsometatarsas de una grulla


damisela (Anthropoides virgo) y su evolución a los quince días tras la extracción de los mismos.

130
Patat (128) prefiere tratar las fracturas sin incidir el foco de fractura, lo que
no resulta difícil en lesiones de ulna, radius, metacarpale III y IV, tibiotarsus y tar-
sometatarsus. Sin embargo, en fracturas de humerus o femoris la palpación y ali-
neación de los extremos óseos resulta más dificultosa.

En la práctica, pequeñas incisiones pueden resultar de ayuda, al tiempo que


permiten introducir hueso esponjoso en los casos de fracturas complicadas
(conminutas, no unión, osteomielitis, etcétera) (45).

La introducción del clavo es recomendable practicarla de forma manual; los


aparatos eléctricos de altas revoluciones producen necrosis en el hueso y poste- Indice
rior aflojamiento (135).

En cuanto al ángulo de entrada del clavo, en general se acepta que debe exis-
tir una angulación diferente a 90° con respecto al eje del hueso para evitar desli-
zamientos y aflojamientos.

Las normas básicas para la aplicación de un fijador externo son (45,


149):

a) La fractura debe reducirse por palpación sin incidir la piel o a través de


una pequeña incisión.
b) Primero se introduce el clavo percutáneo más proximal y luego el más
distal (ambos con una angulación adecuada).
c) Los dos clavos se fijan a las barras por las rótulas.
d) Se confrontan y alinean perfectamente los extremos óseos.
e) Se insertan los clavos restantes y se cierran las rótulas.
f) En caso de que se haya intervenido a cielo abierto, y si fuese necesario,
colocamos hueso esponjoso autógeno.
g) Cortaremos las porciones de clavos y barras que sobran.

Según Rowley (139), la fijación externa es el único método capaz de solucio-


nar las fracturas conminutas de las aves y las distales del os humerus.
Otros autores generalizan recomendándola para cualquier tipo de fractura,
por considerarla menos traumatizante que la fijación interna (113) (132).

131
6.4.2.4. Ventajas e inconvenientes (22) (128)

6.4.2.4.1. Ventajas
1. No es necesario abordar el foco de fractura, con lo que se evita la apari-
ción de nuevas hemorragias, infecciones y embolias grasas.
2. No se interfiere apenas en la estructura interna del canal medular (no hay
rotura de trabéculas).
3. No se interfiere en el foco de la fractura, permitiéndose una adecuada for-
mación del callo óseo. Indice

4. Se evitan los movimientos de rotación de los extremos óseos.


5. No se lesionan las articulaciones y, por tanto, no se interfiere en la vascu-
larización de las epífisis ni se facilitan las anquilosis.
6. Puede ser utilizada en las fracturas conminutas, en las uniones retarda-
das, en las no uniones, osteomielitis, etcétera.

6.4.2.4.2. Inconvenientes
1. La complejidad del sistema.
2. Existe la posibilidad de osteomielitis al existir una vía de comuni-
cación con el exterior.

6.5. Estimulación electromagnética

«En los huesos intactos, la zona de crecimiento y la metáfisis es electronegativa


y la diáfisis es isopolar. Las zonas electronegativas se asocian a osteogénesis» (146).
Cuando ocurre una fractura, la diáfisis fracturada se hace electronegativa y
persiste así hasta que la lesión queda curada. La estimulación del foco de frac-
tura con corriente directa continua de 20 microamperios induce a la nueva for-
mación de hueso a nivel del cátodo y a la reabsorción en el ánodo. El
mecanismo por el que esto ocurre no es todavía conocido, aunque se supone que
el sistema AMP-cíclico puede resultar activado por la electricidad, lo que deter-
minaría una proliferación de células osteoformadoras (146).

132
Para aplicar esta técnica, se introduce quirúrgicamente el electrodo de pla-
tino correspondiente al cátodo en el foco de fractura, con 20 microamperios de
corriente continua. Ánodo y batería se colocan en el tejido subcutáneo separa-
dos del foco. Otra modalidad menos invasiva consiste en utilizar de uno a cuatro
electrodos de acero inoxidable como cátodos, ubicados percutáneamente al foco
de fractura; el ánodo se colocaría sobre la piel y a ambos polos se conectaría una
batería con corriente continua de 20 microamperios.
La estimulación electromagnética ofrece buenas posibilidades de éxito en
los casos de no uniones avasculares, pseudoartrosis, artrodesis, osteocondritis y Indice
suturas nerviosas (144).
La consolidación perfecta fue posible en dos águilas reales (Aquila chrysaetos) y
un halcón peregrino (Falco peregrinus) con fracturas en las que no se había for-
mado callo óseo tras sesenta y ochenta días, respectivamente, mediante la aplica-
ción de corriente continua de 0,83 voltios y 20 microamperios. El electrocallo
formado se caracterizó por un aumento de la vascularización, una orientación
tisular paralela al eje largo de la diáfisis y un aumento de la calcificación (104).
Los ensayos efectuados con estimulación electromagnética han conseguido
resultados favorables en el 60-85 por 100 de los casos de pseudoartrosis trata-
das (17).

133
7. Postoperatorio

Indice
Terminada la intervención, el paciente será internado en unas dependencias
que permitirán controlar su estado. Exceptuando el período crítico de la inter-
vención, es durante esta fase (y principalmente en las primeras cuarenta y ocho
horas) cuando el riesgo de fallecimiento es mayor y, por tanto, donde debemos
centrar nuestra atención. Si las constantes vitales no fueron convenientemente
estabilizadas previamente a la cirugía, la anestesia administrada y la posible
hemorragia producida, además del estrés inherente a la propia intervención,
pondrán ante nosotros un caso clínico en estado grave. Esta situación crítica a
veces se ve agravada por la negativa del paciente a ingerir alimento, por la sensi-
bilidad propia de la especie tratada (autillos, gavilanes y algunos paseriformes
son muy vulnerables a los efectos del estrés) o por un manejo inadecuado, lo que
puede conducir a un deterioro progresivo del estado general del paciente.

Durante estas primeras cuarenta y ocho o setenta y dos horas nos debatimos
ante la disyuntiva de manejar directamente al ave para administrarle sueros,
antibióticos, alimentación, curas locales, etc., o bien evitarle el estrés que esto
conlleva y permitirle una estabilización psíquica con una tranquilidad absoluta
que restablezca el normofisioligismo.
La solución al problema suele lograrse adoptando una postura intermedia
que permita algunos tratamientos sin producir estrés, como por ejemplo la utili-
zación de fármacos de acción «retard» tras la recuperación de la anestesia y
antes de ser introducido el paciente en la jaula de cuidados intensivos (sueros,
antibióticos y otros por vía parenteral, etc.), diazepam diariamente vía oral y
mezclado con el alimento, nebulizaciones con agua o medicamentos (baños,
tratamientos antibióticos, antifúngicos, antiparasitarios, etc.) a través de peque-
ños orificios de la jaula, o incluso modificaciones de la postura si se encuentra
suspendido en el «Body sling» gracias a los hilos que lo mantienen conectado

135
con el exterior. La vía intraósea permanente, conectada mediante un gotero con
el exterior de la jaula, permite una buena relación «tratamiento intensivo/
estrés», siendo posible incluso la alimentación durante algunos días a través de
esta vía.
La alimentación en esta fase será siempre procedente de animales vivos o
recién matados. Cualquier sustancia que queramos administrar con la presa
(antibióticos, corticoesteroides, vitaminas, minerales, etc.) se inyectará o intro-
ducirá dentro de la presa una vez muerta.
Estos efectos antiestrés derivados de la no visualización del hombre por
Indice
parte del paciente (el principal agente causal de estrés en las aves salvajes), son
complementados con una temperatura ambiental adecuada, ausencia de ruidos
y animales, limpieza y desinfección realizada desde el exterior, mínima mani-
pulación del paciente, etcétera.

7.1. Influencia del comportamiento del paciente


en el postoperatorio

Según Coles (1985), las aves salvajes hospitalizadas son más propensas a
sufrir estrés que los mamíferos en condiciones similares. En cualquier especie,
la respuesta ante un comportamiento adquirido se pone en funcionamiento
cuando aparece un estímulo específico en el medio ambiente. Si no aparece nin-
guno de los estímulos naturales que aportan seguridad al individuo (el confina-
miento lo impide), el ave se pone tensa y se desarrolla el cuadro del estrés. La
tensión que se crea será proporcional al grado de habituación al hombre y a la
especie de que se trate, pero incluso dentro de la misma especie existirán varia-
ciones individuales.
Sin embargo, existen algunas pautas de comportamiento que son comunes a
casi todas las especies, como por ejemplo que la mayoría de ellas pasan mucho
tiempo (durante el vuelo) por encima del ojo humano. Por esta razón, la ubica-
ción de las jaulas a cierta altura aporta una mayor seguridad al paciente y, por
tanto, un menor estrés.
Si bien los sonidos anómalos (voces, animales, ladridos, etc.) son un factor a
evitar durante toda la hospitalización, el paciente aviar muestra más sensibi-

136
lidad a todo cuanto ve, y en especial a la presencia humana. Eliminar de forma
total este inconveniente realizando las observaciones desde mirillas o a través de
cristales de visión unidireccional y limitar la entrada de luz en la jaula de cuida-
dos intensivos mediante persianas u otros materiales opacos, puede llegar a ser
determinante en aves sensibles.

7.2. Las perchas


Indice
No todas las especies precisan perchas durnate su hospitalización, pero las
rapaces, acostumbradas a reposar en cantiles o en ramas de árboles, se sienten
mejor si la posición es elevada con respecto al suelo de la jaula. En las aves de
cola larga (gavilanes, azores, etc.) este aspecto resulta de gran importancia y la
falta de la percha les obligaría a mantenerse en posturas anormales, con el con-
siguiente estrés y gasto de energía.
En la confección de las perchas deben utilizarse materiales porosos de sec-
ciones cilindricas o planas. Las estructuras metálicas o de otro material, si van
revestidas de piel o corcho son igualmente válidas, pero son de elección los
materiales que se encuentran en la naturaleza (ramas de distinta sección, tron-
cos gruesos colocados verticalmente o ramas de alcornoque, encina, robles, etcé-
tera). Otros materiales, como la cuerda de esparto, son también válidos. Esta
última puede utilizarse con un calibre grueso, o bien, si es fina, arrollarse alrede-
dor de un segmento cilindrico. En las aves que precisan superficies planas (bui-
tres, falcónidos, etc.), pueden también emplearse materiales sencillos, como
ladrillos o macetas de barro invertidas, recubiertas de piel o corcho laminado.

Calibrar adecuadamente la sección cilindrica de la percha en función de la


especie ingresada evita lesiones en la musculatura y dedos de los pacientes, que
podrían llegar a complicarse con pododermatitis en la almohadilla plantar
(«clavos») si se combinan con una mala higiene y/o falta de ejercicio.
En las aves inmersas en la «hamaca» son también posibles las perchas, per-
mitiendo así el apoyo voluntario de las patas y la colocación de la cola en una
posición cómoda. Sin embargo, en aquellos que permanecen inmovilizados de
ambos miembros, pero no insertos en la «hamaca», la ubicación de una percha
a cierta altura les obligaría a dar saltos hasta llegar a la misma, esfuerzo que iría
acompañado de un movimiento más o menos marcado de los miembros toráci-

137
cos que deben permanecer inmovilizados (en caso de fractura ósea en la región)
y que redundaría en una mala formación del callo óseo. Para estos casos, deben
instalarse perchas a distinta altura a modo de escalones que permitan la ascen-
sión hasta la altura deseada sin dar saltos.
En cuanto a la posición de la percha, es conveniente orientarla para que las
deposiciones no caigan sobre el agua o el alimento, teniendo en cuenta que la
mayoría de las rapaces expulsan los excrementos con gran fuerza en dirección
horizontal. Las lechuzas y otras aves nocturnas, acostumbradas a refugiarse en
los troncos de los árboles y oquedades, prefieren las perchas adosadas a una de
las paredes. Indice

Para permitir extraer la bandeja de grava fina o arena del fondo de la jaula
sin producir molestias, la percha debe permanecer fijada a una de las paredes
laterales o traseras.

7.3. El baño

Casi todas las aves silvestres se bañan. El efecto del agua sobre el plumaje
estimula a la limpieza y contribuye al buen estado de las plumas. En algunas
anátidas, zancudas y gaviotas, el agua es imprescindible para mantener sana la
piel de las patas y las aletas; su falta favorece la presentación de escoriaciones y
grietas en la piel que con frecuencia se contaminan y colonizan por bacterias.
El baño no es siempre recomendable en traumatología aviar; con el paciente
inmovilizado o suspendido, o con apósitos que no deben ser humedecidos (féru-
las de escayola) el animal no podrá efectuarlo, pero en otros casos, como daños
en el plumaje, animales anoréxicos, contusiones, etc., puede ofrecer un mayor
confort para nuestro paciente durante el período de hospitalización.
Por su tendencia al baño, cuando éste no sea recomedable, los recipientes para
la bebida deberían ser de pequeño tamaño y estar ubicados a una altura en la que
no sea posible el intento de mojarse. Los polluelos (salvo los de especies acuáticas)
no deben bañarse; su plumaje aún no está totalmente desarrollado y el agua
empapa el plumón, pudiendo conducir a la hipotermia por falta de aislamiento.
El agua para el baño puede aplicarse desde fuera de la jaula o en recipientes
colocados dentro; desde el exterior es posible conectar a través de un pequeño

138
orificio un vaporizador que humedecerá al paciente. Las aves amansadas sin
posibilidad de recuperación podemos rociarlas con sprays caseros llenos de
agua. Si utilizamos recipientes colocados en el interior, se calibrará con cuidado
la cantidad de agua; para pequeños paseriformes no más de 1,20-1,30 cm de pro-
fundidad; en gavilanes y mochuelos, 2,30-2,60 cm; en azores y ratoneros, 3,5-5 cm,
etcétera.

7.4. Temperatura ambiental Indice

Como consecuencia del elevado metabolismo basal de las aves, las pérdidas
de calor y energía son rápidas. En pequeños paseriformes, Perrins (1979) ha
demostrado que en las mejores condiciones no soportan más de cuarenta y ocho
o setenta y dos horas de ayuno, pero si la temperatura ambiental es baja (en el
medio natural a veces se desciende por debajo de los cero grados), este lapso de
tiempo es aún menor. En estas pequeñas aves se han demostrado pérdidas
importantes de peso corporal durante la noche que deben ser recuperadas en las
primeras horas del día.

Todo paciente aviar traumatizado disminuirá su gasto metabólico si se le


mantiene a una temperatura ambiental alta, en torno a los 25 °C. En ocasio-
nes, y dependiendo de las lesiones (alopecias, mudas anormales, etc.) y de la
especie, la temperatura ambiental puede mantenerse a 35-37 °C durante algunas
horas.

Este calor artificial es recomendable regularlo con termostatos, acompa-


ñando a la instalación una buena ventilación. Las jaulas así acondicionadas
son verdaderas incubadoras de gérmenes (procedentes de heces, alimentos no
ingeridos, etc.). Si la limpieza o ventilación no son adecuadas, facilitaremos la
aparición de infecciones secundarias.

Tanto la luz que penetra en el interior de la jaula de cuidados intensi-


vos como la temperatura ambiental de la misma serán mantenidas durante
el período crítico. Pasado éste, se retornará el ciclo natural de luz y tempera-
tura. Si mantenemos una oscuridad permanente durante largos períodos pue-
den llegar a provocarse mudas anormales, lo que produciría un estrés metabólico
extra.

139
En la fase de traspaso desde la jaula de cuidados intesivos a la de ejercita-
ción comprobaremos la temperatura ambiental de ambas dependencias. Varia-
ciones bruscas de la temperatura pueden matar al paciente en una sola noche.
Este aspecto, evidentemente, debe tomarse en consideración en las estaciones
frías, pero también debe ser analizado si el intervalo térmico entre una y otra
estancia es de más de 20 °C.

Indice

140
8. Puesta en libertad

Indice

Los estudios realizados por Asensio y Barbosa (1990) demuestran que un 4,4
por 100 de las aves salvajes anilladas que se liberan al medio natural tras haber
sido hospitalizados son recuperadas por una u otra causa. Los mismos autores
comparan estas cifras con las aves anilladas que no han pasado por ningún cen-
tro de recuperación de la fauna salvaje, apreciándose valores inferiores (alrede-
dor de un 1,8 por 100 de animales recuperados). Estos datos ponen de manifiesto
la desigual adaptación al medio de unos animales con respecto a otros, casi tres
veces peor en el grupo de las aves rehabilitadas.

Si bien estos y otros trabajos reconocen la distinta respuesta a la readapta-


ción según la especie, se coincide en cuestionar la conveniencia de poner en
libertad pacientes sanos sin un estudio individual de su capacidad física y psí-
quica y de un seguimiento tras la liberación.

8.1. Valoración física

Aunque el grado de restablecimiento de la lesión o patología original


debiera acercarse al ciento por ciento para devolver de nuevo un ave a la natura-
leza, no en todas las lesiones o especies es necesario este índice de recuperación.
Las aves necrófagas, con unos tarsos y garras poco especializados para la caza,
no precisan más que una capacidad de locomoción en los mismos, y otras espe-
cies como las zancudas (cigüeñas, garzas y afines) pueden también subsistir sin
una completa recuperación funcional de su miembro pélvico. En el miembro
torácico la situación es diferente y, salvo en algunas especies, se requiere un
grado de recuperación mayor.

141
8.1.1. Lesiones en el aparato locomotor
Una fractura consolidada de humerus, ulna, radius o metacarpale puede no
estar perfectamente alineada, o incluso haber sufrido un acortamiento en la lon-
gitud de sus segmentos, y a pesar de ello el ave llegará a adaptarse al vuelo com-
pensado el ala funcional con la afectada (Coles, 1985). Sin embargo, las pérdidas
de funcionalidad en las articulaciones presentan más inconvenientes. Los per-
diones, atropellos y contusiones en general fracturan con frecuencia las epífisis
de los huesos largos y, además de la dificultad de una buena osteosíntesis, la
inmovilidad e inflamación de la zona suelen llevar a una fibrosis que reduce la
movilidad articular. No obstante, si la pérdida funcional no es excesiva, la ejer- Indice
citación física del miembro puede llegar a conseguir una recuperación total.
Evidentemente, todas estas consideraciones varían en función de la especie;
los cernícalos y otras aves que se ciernen durante la caza necesitan una movilidad
casi perfecta de las articulaciones del ala. Durante el cernido, el ave se detiene
totalmente en el aire, compensando con alas y cola un movimiento sustentatorio y
de impulso. Otras especies, como las lechuzas, dependen para la caza de sus
articulaciones carpianas, esenciales para maniobrar con rapidez, por lo que
dificultades en el movimiento de la misma limitan su puesta en libertad.
Para valorar el restablecimiento de la lesión se realizan pruebas de extensibili-
dad del ala, de medición de la longitud de los segmentos óseos y del grado de
anquilosis articular. En aves de pequeño tamaño, como paseriformes, mirlos, etcé-
tera, es posible la liberación con un menor grado de recuperación, ya que la poten-
cia proporcional del sistema muscular en relación al peso es mucho más alta que
en las aves de gran talla. Podemos considerar esta afirmación como cierta para las
especies que no deben realizar grandes trayectos, con hábitats circundados de
árboles y matorrales. En aves esteparias, cuyo riesgo de depredación es más alto, la
liberación al medio debe ligarse más al restablecimiento de la lesión.
En el sistema muscular pueden permanecer atrofias tras la hospitalización,
bien por la inmovilidad (frecuente en músculos pectorales tras largos períodos
de inactividad), bien por la propia lesión. Los nervios motores son seccionados
con frecuencia y conducen a una falta de motricidad y posterior atrofia. En el
miembro torácico, el nervio radialis, que transcurre por la cara axilar del humerus
hasta su tercio distal, en cuyo momento gira hasta colocarse dorsalmente, y los
nervios ulnaris y radialis, son los más afectados por las fracturas óseas, llevando
implícitas dificultades para la extensión del miembro.

142
La membrana del patagio, que forma un triángulo anterior entre el extremo
proximal del humerus y el distal de la ulta y el radius, se ve a veces afectada (prin-
cipalmente en choques contra alambradas, tendidos eléctricos, etc.). Si la lesión
en la membrana es grande, la cicatriz limita la extensibilidad del miembro torá-
cico, haciendo el vuelo dificultoso o imposible. A este respecto, se han efectuado
trabajos que, mediante la incorporación de injertos de piel de otras regiones cor-
porales, permiten eliminar la retracción del patagio.
Las lesiones del miembro pélvico, incluso en las especies muy especializa-
das para la caza, no precisan un restablecimiento tan perfecto como el de las Indice
alas. En general, las hembras de aves rapaces pueden ser liberadas con un
menor grado de recuperación en sus patas (ausencia de algún dedo, uña o falta
de movilidad en alguno de ellos) por su mayor corpulencia. Si bien algunos estu-
dios han comprobado la subsistencia en el medio de aves con una sola pata, la
falta de una extremidad suele ir acompañada de un mayor riesgo de infecciones
y lesiones en el miembro sano, bien por fatiga, bien por isquemia y posterior
infección o necrosis del mismo. Las aves de tarsos largos que buscan sus presas
en el medio acuático (cigüeñas, garzas, etc.) suelen tener muchas dificultades
para sobrevivir con un solo miembro.

Figura 8.1.—Fractura consolidada y no alineada del tibiotarsus de un águila calzada (Hieraaetus


pennatus). El paciente mantuvo funcional el miembro afectado sin mermas físicas.

143
El estado de carnes es también un factor determinante; los pacientes con
excesivas reservas grasas, generalmente debidas a la inactividad, manifiestan
signos de fatiga durante el vuelo prolongado y no pueden ser liberados al medio.
La alimentación precedente a la suelta deberá vigilarse para evitar los excesos
en la ingesta o los alimentos muy energéticos. No obstante, es aconsejable un
pequeño grado de engrasameinto que sirva de acúmulo de energía antes de la
suelta, pero con una ejercitación previa suficiente que evite la disnea de
esfuerzo. Por contra, la excesiva delgadez del individuo resulta también limi-
tante. Si la ingestión de alimento es normal durante períodos largos de tiempo y
el paciente no incrementa su peso, debemos pensar en problemas parasitarios.
En la necropsia efectuada a un gavilán (Accipiter nisus) hallado muerto con sig- Indice
nos alarmantes de caquexia, pudieron encontrarse los parásitos que aparecen
en la figura 8.2.

Figura 8.2.

8.1.2. Daños en el plumaje


Antes de la puesta en libertad, el plumaje ha de encontrarse en buen estado.
No sólo es importante la integridad de las plumas de vuelo, sino que la capacidad

144
aislante del plumaje sea la adecuada para evitar pérdidas de calor a través de la
piel. De todas las plumas del cuerpo, las verdaderas sustentadoras y propulsoras
en el aire son las rémiges primarias, es decir, las situadas en el punto más dis-
tante del ala.
La importancia de estos faneros no es la misma para todas las especies; las
aves acuáticas, durante la muda pierden todas sus plumas de vuelo en pocas
semanas y permanecen refugiadas en el medio acuático en tanto crecen unas
nuevas. Por consiguiente, si la capacidad aislante no se encuentra afectada, este
tipo de aves puede ser puesto en libertad en períodos próximos a la muda, aun-
Indice
que presente daños importantes de su plumaje.
En casi todas las especies, la falta de tres o cuatro rémiges primarias hace
imposible el vuelo, pero en las aves de reducido tamaño (dependiendo del hábi-
tat) esta pérdida de plumas puede ser suplida en alguna medida por su, propor-
cionalmente, mayor potencia muscular.
La pérdida de plumas de la cola afecta a las especies de distinta forma.
Muchas pueden volar sin ellas, pero para otras son imprescindibles. En general,
las aves de cola larga como gavilanes (Accípiter nisus), azores (Accipiter gentilis),
rabilargos (Cyanopica cyanus), milanos (Milvus spp.), urracas (Pica pica), etc., no
pueden prescindir de la cola si quieren dirigir su vuelo, y las aves que se ciernen
como los cernícalos, charranes, etc., la necesitan para detenerse en el aire. Los
denominados vulgarmente «pájaros carpinteros», pico picapinos (Dendrocopos
major), pico mediante (Dendrocopos medius), pito real (Picus virdis), etc., no pueden
buscar la comida en las grietas de los troncos verticales si no se sujetan con la
cola en el propio tronco.

8.1.3. Valoración de la aptitud para el vuelo

Nuestra exploración directa sobre el animal ha permitido valorar el grado


de restablecimiento del miembro lesionado, pero sólo cuando le veamos en el
aire podremos dar por buenas nuestras suposiciones. Para ello debemos contar
con una jaula de ejercitación lo más amplia posible, o bien utilizar sedales lar-
gos unidos al paciente que permitan vuelos en lugares libres de vegetación. La
jaula de ejercitación, si está construida en malla metálica en todas sus caras, irá
provista de un segundo recubrimiento semiopaco que permite al paciente visua-
lizar los límites de la jaula. Tradicionalmente se utilizan el cañizo, la escoba, las

145
telas de umbraculum, etc. En el techo suelen emplearse materiales menos rígi-
dos, como la malla de nylon, teflón, etc., con objeto de evitar lesiones. Otras jau-
las de ejercitación son las naves totalmente cerradas, con algunas ventanas
y claraboyas.
En cuanto al tamaño de la jaula, se considera que cuanto mayor sea, tanto en
longitud como en anchura y altura, más tiempo podrá mantenerse el animal en
el aire y, por tanto, se obtendrá una mejor rehabilitación física. Indudablemente,
las especies pequeñas pueden ejercitarse en espacios más reducidos que las
grandes. Como dato aproximativo, las jaulas que albergan especies de gran
tamaño deben medir, al menos, 30 X 15 X 4 m para ofrecer un mínimo de ejerci- Indice
tación.
Para obligar al paciente a ejercitarse, juega un importante papel la distribu-
ción de las perchas en la jaula. Las más altas deben estar en los extremos de los
pasajes más largos de vuelo, permitiendo «pasillos de vuelo» sin obstáculos. Los
árboles secos, apoyados en el suelo en posición horizontal y situados en los
extremos de las jaulas de vuelo son de gran utilidad; permiten la ascensión a
puntos elevados desde el suelo a aves incapaces de volar. Para los individuos
más rehabilitados se sitúan las perchas en lo alto de la jaula (esquinas, laterales,
etc.), pero restando un espacio superior que permita describir el pequeño arco en
el aire que se produce durante el despegue y el aterrizaje.
No sólo es necesario valorar el movimiento sincronizado y simétrico de las
alas durante el batir de las mismas; observaremos además:
1. La capacidad para ascender, descender y girar.
2. La situación de las plumas de vuelo en el ala (los accidentes e injertos mal
efectuados pueden colocar una pluma en un ángulo que suponga un obs-
táculo para el vuelo).
3. La velocidad de vuelo (si es posible, comparar con otros de su especie).
4. La existencia o no de disnea de esfuerzo tras el vuelo. Los animales que se
fatigan tras un ejercicio normal no podrán ser liberados.
En lugar de jaulas o naves, podemos optar por el sistema de correas (pihue-
las en cetrería) sujetas a los tarsos y que, a su vez, se conectan a un sedal largo
(80-100 m). En el otro extremo, el sedal permanece unido a un objeto no muy
pesado que amortigua el golpe brusco que tiene lugar cuando el ave termina

146
todo su recorrido. Para estimular aún más al ejercicio se suele poner el paciente
«pico a viento», es decir, con el viento en contra. Este método no debe emplearse
en aves de tarsos largos y delicados (zancudas, limícolas, etcétera).
Tras la introducción en la jaula de vuelo, algunos pacientes radiológicamente
normales presentan problemas en la flexión-extensión de sus miembros torácico y
pélvico por anquilosis articular. Estos individuos pueden requerir una rehabilita-
ción manual con movimientos forzados de los miembros afectados, aunque en
muchos casos la terapia resulta estéril. El principal inconveniente de estos ejerci-
cios es la necesidad de capturar y manejar directamente al paciente. Para dismi-
Indice
nuir el estrés que esto significa, pueden llevarse a cabo en total oscuridad.

8.1.4. Lesiones en órganos de los sentidos

8.1.4.1. Ojos
Aunque la pérdida de visión en un ojo podría hacer pensar en la incapaci-
dad de un ave salvaje para calcular la distancia exacta a los objetos (vista este-
reoscópica), se ha comprobado que muchas rapaces son capaces de sobrevivir
con uno solo de estos órganos. Las afecciones más frecuentes que producen la
pérdida de visión son las cataratas, los hipemas no reabsorbidos, las úlceras cor-
neales que no curan y las queratitis crónicas.
Una vez más, la importancia de la especie resulta decisiva sobre la valora-
ción final; las aves necrófagas y algunas nocturnas son capaces de sobrevivir sin
un ojo, sin embargo, las especies pequeñas, con una gran presión depredadora,
son presa fácil con una visión unilateral. Brows (1978) describe el caso de una de
hembra de águila real (Águila chtysaetos) que sobrevivió dos años sin un ojo.

8.1.4.2. Oído
Los traumatismos pueden llegar a lesionar el órgano del oído y hacerle per-
der totalmente su capacidad. En rapaces nocturnas, cuya principal etiología son
los atropellos, es frecuente la pérdida parcial o total de la audición, y es precisa-
mente en estas especies donde el oído resulta más necesario (las rapaces noctur-
nas localizan sus presas principalmente por estímulos auditivos, siendo capaces
de atrapar ratones en habitáculos totalmente oscuros guidas únicamente por
el sonido).

147
Para verificar el estado del órgano es necesario efectuar pruebas desde luga-
res en que el animal no pueda observarnos. Las jaulas de cuidados intensivos,
con luz interior y mirillas o cristales de visión unidireccional, permiten este tipo
de investigaciones.
Al igual que en la vista, existen especies en las que la pérdida parcial del oído
no supone un grave inconveniente para su liberación al medio natural (grandes
águilas, aves necrófagas, etc.), aunque puede verse afectada su vida de relación.

8.2. Valoración psíquica Indice

El problema psíquico más importante de la hospitalización de aves salvajes


es el de la impregnación. En el capítulo 2 ya fue explicado este fenómeno
mediante el cual las especies de corta edad relacionan al hombre como su espe-
cie progenitora y en un estadio posterior como su pareja. Pero el individuo cau-
tivo se impregna, además, en su cerebro del alimento que recibe y del hábitat en
que se encuentra; en definitiva, «aprende» de sus padres, sean quienes fueren,
cómo adaptarse al medio.

Este aspecto plantea una serie de problemas para la suelta; son frecuentes
los ataques de estos animales al hombre o, por el contrario, pasividad de los mis-
mos hasta el punto de dejarse capturar. Pero el problema de la impregnación no
sólo se desarrolla en presencia del hombre, si el paciente crece durante este
período crítico en compañía de ejemplares de otra especie, los considerará como
hermanos y, en definitiva, el problema es idéntico, puesto que presentará tras-
tornos de relación y reproducción con los de su propia especie.

Además del problema de la impregnación, los pollos altriciales (nidícolas), es


decir, aquellos que necesitan ser alimentados por los progenitores en el propio
nido, precisan de un aprendizaje para despedazar las presas (en el caso de las
rapaces) y más adelante para cazarlas. Los progenitores son los encargados de
transmitir este aprendizaje y con el ave en cautividad este eslabón queda cortado.

Tradicionalmente se han adoptado tres soluciones frente al problema:


1.a Aplicar técnicas de cetrería.
2.a Enseñar técnicas de caza liberando animales vivos en la jaula de ejerci-
tación.

148
3.a Introducir al paciente en un nido con otros individuos de su especie y
con edad similar.
1. La aplicación de técnicas de cetrería tiene adeptos y contrarios. Para el
adiestramiento se requiere amansamiento previo y, por tanto, una adapta-
ción del animal al hombre. Cuando finaliza el período de adiestramiento a
la caza, la impregnación permanece en algún grado y el animal no resulta
apto para la vida salvaje: sus aproximaciones al hombre y animales
domésticos suelen terminar con su captura o con la muerte por disparos.
2. Si un polluelo de ave de presa es alimentado continuamente con trozos de
Indice
pollo y restos de carnicería, quedarán fijadas en su cerebro como ali-
mento unas presas que en la naturaleza no va a poder localizar. El resul-
tado será una inadaptación al medio, aunque su estado físico y psíquico
sean buenos para la suelta. En las jaulas de ejercitación deben ser libera-
das presas vivas similares a las que capturan sus progenitores (los centros
de recuperación suelen tener instalaciones para la cría de conejos, rato-
nes, ratas, saltamontes, etc.). Tras un período de tiempo más o menos
corto, el aprendizaje a la caza se producirá sin graves alteraciones de la
conducta del ave.
A medida que se acerca el momento de la liberación se incrementará
la dificultad en la captura de las presas; si los pacientes son alimentados
con aves, pueden recortarse en un principio algunas de sus rémiges o rec-
trices para limitar su huida. Cuando nuestro paciente sea capaz de apre-
sarlas con seguridad, las liberaremos con toda su capacidad. Evidente-
mente, será necesario, previo a la liberación de las presas vivas, limitar la
posibilidad de que éstas se escapen antes de ser capturadas.
3. Insertar pacientes hospitalizados en nidos silvestres habitados requiere
un control minucioso. En el éxito de la operación intervienen factores
como:
— Disponibilidad de alimento en la zona para los progenitores.
— Edad de los pollos.
— Especie.
Los pollos de aves nidífugos (avutarda, perdiz, aves acuáticas, etc.) no plan-
tean el mismo problema de aprendizaje para la captura de presas; el instinto y el
comportamiento de la madre inducen al picoteo al poco tiempo de nacer, pero
existe también un período de aprendizaje en el cual deben adaptarse al territo-
rio, a los alimentos naturales, al reconocimiento de sus hermanos y a determina-
das pautas de comportamiento de la especie.

149
Las aves adultas, sean altriciales o precoces, presentan menos complejidad
en cuanto a la posible alteración de la conducta. Si la hospitalización y cautivi-
dad son de corta duración, los efectos sobre el comportamiento serán casi ine-
xistentes. Por ejemplo, un ratonero común (Buteo buteo) contusionado puede
permanecer en observación ocho o diez días y después ser liberado en el mismo
lugar en que fue capturado sin que se deriven por ello problemas psíquicos pos-
teriores. El confinamiento durante largos períodos de tiempo puede llevar al
paciente a acostumbrarse a la comida fácil, a generar conductas neurógenas por
aburrimiento o estrés, o derivado de la inactividad, producirse atrofias muscula-
res y engrasamiento.
Indice
En general, se considera que un ave «impregnada» plantea un problema
irreversible. Algunos trabajos de expertos han conseguido éxito tras largos
períodos de tiempo, incluso años, confinando al ave en compañía de los de su
especie sin permitirle que vea al hombre. En la reversibilidad del proceso, los
estudios coinciden en la influencia que tiene el tiempo de permanencia con el
hombre y el estadio de desarrollo durante el cual ocurrió el proceso. Las aves
altriciales tardan más en fijarse que las precoces y lo hacen más tardíamente.
La opción de albergar al ave en soledad durante largos períodos, utilizando
mecanismos de alimentación que impidan la visión del ser humano, evita, evi-
dentemente, la fijación hacia el mismo, pero incapacita igualmente al paciente
para su vida de relación, puesto que el animal se vuelve neurótico y asustadizo, y
presentará problemas de comportamiento ante situaciones normales.

8.3. El entorno de la suelta

Una vez transcurrido el proceso de rehabilitación, y con el paciente en ade-


cuadas condiciones físicas y psíquicas, es necesario valorar dos factores que
dependen del medio en el que va a ser liberado:
1.º La disponibilidad de alimentos de la zona.
2.° La posible competencia de individuos de su misma especie o de otras
diferentes en ese entorno.
1. La riqueza alimenticia, el hábitat elegido y la estación en que nos halle-
mos influyen directamente sobre las posibilidades de supervivencia. El

150
verano es una época apropiada para las rapaces diurnas, que encuentran
pajarillos e insectos en abundancia, pero no para algunas anátidas, que
deben soportar un gran estrés por la muda intensa que les impide volar
durante un corto espacio de tiempo. En el otoño, el suelo se cubre de un
denso manto de hojas que servirán de refugio a pequeños animales. En
este período, las pequeñas rapaces nocturnas pueden pasar por dificulta-
des si no están perfectamente adaptadas al medio. El invierno reduce este
manto y las presas se tornan más vulnerables para estas rapaces. Sin
embargo, el aporte de insectos, anfibios y reptiles para rapaces diurnas y
algunas zancudas se reduce al mínimo, obligando a variar la dieta. En Indice
definitiva, la valoración de la especie tratada debe ir pareja a la de la esta-
ción del año para conseguir una liberación con éxito.
La adecuación del hábitat a la especie resulta incuestionable. Los
gavilanes (Accipiter nisus) y azores (Accipitergentilis) precisan zonas bosco-
sas, el halcón común (Falco peregrinus) y el esmerejón (Falco columbarius)
amplias llanuras, y las cigüeñas, garzas y aves acuáticas paisajes lacus-
tres. Las lechuzas (Tyto alba) pueden ser liberadas en las ciudades o case-
ríos, el mochuelo común (Athene noctua) en espacios adehesados, el
autillo (Otus scops) en bosquecillos. Los búhos reales (Bubo bubo) necesi-
tan grandes roquedos y el aguilucho cenizo (Circus pygargus) terrenos de
cultivo. Así pues, conocer el hábitat de la especie representa un eslabón
más de la cadena, que no puede ser ignorado.

2. Durante la primavera, si bien existen unos recursos alimenticios amplios


por la efervescencia de la reproducción, un animal que ha permanecido
cautivo durante semanas o meses puede plantear problemas de integra-
ción. En esta época, los lazos que se establecen entre las parejas repro-
ductoras son reflejadas en el marcaje de un territorio que será defendido
frente a otros congéneres de la misma especie. Si nuestro paciente es libe-
rado en uno de estos territorios, los hostigamientos supondrán un factor
adverso más a añadir a la difícil readaptación.
En otras estaciones del año las aves de presa poseen también un terri-
torio de caza. Para reducir estas agresiones de otros individuos de la
misma especie se recomienda realizar la liberación en zonas donde el
aporte alimenticio sea abundante y la densidad de nidos de esa especie lo
más reducida posible.

151
Idealmente, el enclave apropiado para la liberación es el lugar donde fue
recogido originariamente (si se trata de un ave adulta), pero con frecuencia este
dato es desconocido.

Una vez elegido el lugar, y para poder realizar un seguimiento del


paciente, puede resultar útil dar a conocer el hecho al propietario del terreno, a
los servicios oficiales de protección de la naturaleza o a las asociaciones ecolo-
gistas de la zona. Estos dos últimos, si son informados adecuadamente, pue-
den constituir una de las piezas claves para la supervivencia de nuestro
paciente.
Indice
Algunos centros de recuperación de la fauna salvaje de nuestro país realizan
un control de los individuos liberados utilizando técnicas de radioseguimiento.
Es, indudablemente, una buena fuente de información para recabar datos sobre
el destino de estos animales. Los datos de éstos y otros controles indican que los
porcentajes reales de reintegración al medio son bajos y, por tanto, es necesario
realizar controles más rigurosos del estado del animal previamente, estimularle
a la caza con con las presas reales que después localizará en su medio, seleccio-
nar con cuidado el biotopo donde será liberado, valorar su disponibilidad de
alimento y mantener una ayuda alimenticia durante la fase de reinserción.

Figura 8.3.—Radioemisores utilizados en técnicas de seguimiento.

152
8.4. Técnicas de suelta
Las aves diurnas serán puestas en libertad con las primeras luces del día
para proporcionarles un período de acomodamiento lo más amplio posible. Las
rapaces nocturnas lo serán con el crepúsculo o en las primeras horas de la
noche. Estas afirmaciones son evidentes para los casos en que liberemos aves
rapaces, pero en especies con posibilidad de ser capturadas, estas primeras
horas van a coincidir con las de máxima actividad de sus depredadores, que
encontrarán en nuestro paciente una presa fácil.
Indice
Si la especie es gregaria (estorninos, chorlitos, algunos córvidos, etc.) puede
ser liberada en las proximidades de un bando de los de su especie.
Algunos principios que deben ser observados son:
— No liberar cerca de carreteras principales. El peligro de accidente directo
se ve incrementado por el elevado número de pequeños animales que
son atropellados en las mismas y que pueden llamar la atención de nues-
tro paciente, sucumbiendo también por atropello en un intento de atra-
par presas fáciles.
— Valorar la densidad de alambradas y cables de la luz existentes.
— Poner en conocimiento de distintas personas de la zona la liberación de
la especie.
— Identificar al animal con alguna marca (anilla, marca alar, anilinas,
tatuaje, etcétera).

8.4.1. Suelta directa

Es el método más sencillo y económico. El animal se libera bruscamente al


medio tras un período de cautividad más o menos largo. Ha sido durante años la
práctica más habitual de liberación de los animales en los centros de recupera-
ción de la fauna salvaje, pero diferentes estudios (Duke, 1980; Asensio, 1990)
demuestran que la técnica lleva asociada una gran mortalidad. El paciente cau-
tivo ha permanecido a veces durante meses ingiriendo presas no habituales a las
que encuentra de forma natural en su medio y ha perdido en parte el hábito de la
caza. En muchos casos son, además, frecuentes los problemas de amansamiento
y de atrofia muscular por falta de ejercicio, máxime si las instalaciones no son lo

153
suficientemente amplias. Bajo estas condiciones, aunque el paciente presente
una apariencia sana, el estrés de la readaptación puede ser un obstáculo insalva-
ble que llevará al agotamiento progresivo y al fallecimiento.
La suelta directa debe quedar limitada a individuos adultos cuyo período de
tiempo en cautividad haya sido inferior a treinta días, o bien a especies de hábi-
tos necrófagos que se liberan cerca de las zonas donde la especie se alimenta de
forma rutinaria (comederos artificiales de buitres, basureros para el caso de
cigüeñas y milanos, etc.), y teniendo siempre en consideración los problemas de
comportamiento y las condiciones de ejercitación física del individuo a liberar.
Para el primer grupo de animales, el lugar de la liberación debe ser el mismo en Indice
el que fue recogido.

8.4.2. «Jaula-comedero» (Hacking)


Esta técnica ha conseguido buenos resultados en halcones (Coles, 1985) y
otras especies. Consiste en la utilización de una jaula portátil que se emplaza
en el lugar elegido para la liberación y a la cual se suministra diariamente de
alimento. Es una práctica adecuada para individuos jóvenes, pero también
puede emplearse en aquellos que han permanecido durante largo tiempo en
cautividad. Sin embargo, en las aves adultas los resultados no son tan espectacu-
lares.
La jaula debe estar construida de manera que el ave pueda visualizar el
entorno y adaptarse a él. Generalmente se instala a varios metros del suelo,
sobre un árbol o en un roquedo. La alimentación durante su estancia en ella
se producirá eliminando el contacto con el hombre, que introduce las presas
sin ser visto (mediante pértigas en cuya punta se sujeta el alimento, y deposi-
tando las presas durante la noche, para aves diurnas, o a pleno día, en las
nocturas).
Pasado el primer período de adaptación (siente a quince días) se le permite
abandonarla a voluntad, pero la instalación se mantiene durante algún tiempo
más en su lugar, colocando diariamente en ella el alimento.
Si las instalaciones del centro de recuperación se encuentran ubicadas en el
enclave apropiado para la especie que deseamos liberar, la propia jaula de man-
tenimiento puede ser utilizada como jaula de Hacking si retiramos provisional-
mente parte del techo o alguno de los laterales.

154
Existen dos tipos principales de jaula-comedero:
a) Hack-box: utiliza jaulas que simulan nidos.
b) Hack-flight: utiliza jaulas de vuelo portátiles que son instaladas en
lugar elegido para la suelta.

Indice

Figura 8.4.—Jaula de Hacking para puesta en libertad.


Indice

Figura 8.5.—Hacking en roca en un pollo de búho real


(Bubo hubo).

8.4.3. Crianza e implantación en nidos (Fostering)


Los estudios realizados por Fyfe sobre aves salvajes han demostrado el éxito
que supone la introducción de polluelos en crecimiento en nidos emplazados en
la naturaleza. A veces nuestro paciente hospitalizado es uno de estos polluelos y,
si sus facultades físicas se encuentran restablecidas, podemos ubicarle en un
nido de igual o distinta especie, dependiendo del caso. Los trabajos de Fyfe con-
siguieron la adopción de pollos de halcón peregrino (Falco peregrinus) en nidos
de águila ratonero de cola roja (Buteo jamaicensis). Mediante esta técnica, los

156
polluelos conseguidos de la cría en cautividad encuentran una vía alternativa
natural para reintroducirse en el medio, y dado que las puestas dobles o triples
pueden ser estimuladas en animales cautivos que se encuentren en período de
cría, existe una puerta abierta para intentar aumentar determinadas poblacio-
nes sensibles de nuestro país.
La ventaja del sistema es indudable: consigue eliminar la traba psicológica
de la fijación y serán los propios padres quienes enseñen el aprendizaje a la caza.
Son pocos los casos de rechazo del polluelo injertado por parte de los proge-
nitores, pero resulta de gran importancia valorar la fase de desarrollo de los Indice
pollos a injertar con respecto a los del nido natural. El ideal es, evidentemente,
una edad similar para ambos grupos.

Figura 8.6.—Implantación de un polluelo de águila culebrera (Circaetus gallicus) en un nido de la


naturaleza ocupado por otro polluelo.

Otros aspectos a tener en cuenta son el número de polluelos que posee el


nido natural y la cantidad de alimento existente en la zona, factores que van a
ser limitantes del número de pollos que pretendemos implantar.

157
El Fostering cruzado es poco recomendable. El progenitor aceptará fácil-
mente a un polluelo que no es de su especie, pero los problemas posteriores
de éste durante su vida pueden ser insalvables; el individuo joven «fijará» en
su cerebro el aspecto físico y el comportamiento de los progenitores y al llegar a
su estado adulto intentará relacionarse con una especie que no es la suya,
con el consiguiente rechazo de la misma. Por otro lado, el espectro de presas
con que un determinado progenitor alimenta a sus crías puede no coincidir con
el que el polluelo «injertado» sea capaz de cazar posteriormente en la natura-
leza.
Indice

8.5. Destino de los animales irrecuperables

8.5.1. Investigación

Los trabajos realizados en nuestro país sobre aves salvajes han estado tradi-
cionalmente ligados a profesionales de la biología y se ha prestado poca o nin-
guna atención a los problemas patológicos de estos animales que entran dentro
del campo de la veterinaria. Esta situación está variando rápidamente, pero aún
existen algunas facetas en las que se hace necesario recurrir a la bibliografía
extranjera. Indudablemente, gracias a estas referencias se han podido aplicar
ciertas técnicas de manejo y cirugía, pero también se comenten errores al inten-
tar extrapolar datos de especies que no habitan nuestro país con las que sí lo
hacen.

Por esta razón nos hemos permitido sugerir algunos temas en los que es
necesario profundiar más y, sobre todo, hacerlo con nuestras propias especies
silvestres. Utilizar los animales irrecuperables no supone, desde nuestro punto
de vista, un acto cruel o de experimentación, puesto que las sugerencias expues-
tas no implican un peligro para la vida del paciente, un empeoramiento en su
calidad de vida o un sufrimiento al tener que tolerar sustancias extrañas en el
organismo, sino una labor de laboratorio que se realizaría tras recoger muestras
procedentes del animal.

Averiguar ciertos datos de nuestras especies servirá para poder valorar más
eficazmente el estado de otros animales que en un futuro sí podrán ser puestos
en libertad.

158
Indice

Figura 8.7.—Necropsia de un azor (Accipiter gentilis) fallecido.

8.5.1.1. Bancos de sangre

Es quizá una de las principales razones para mantener vivos estos in-
dividuos. Las frecuentes hemorragias que se producen tras los traumatismos
ocasionan la muerte por shock hipovolémico de un elevado número de
pacientes. Bajo esta situación, disponer de una reserva de sangre para practi-
car transfusiones puede salvar la vida de otros individuos que sí podrán ser
liberados.

159
8.5.1.2. Banco de genes
Las técnicas de coagulación de semen aún no están totalmente desarrolla-
das en aves salvajes, pero puede ser uno de los futuros para especies que se
encuentren en peligro de extinción. Este semen permitiría la reserva genética
necesaria para evitar la consanguinidad que se produce cuando son pocos los
efectivos existentes de esa especie.

8.5.1.3. Estudios de muda


En determinadas ocasiones puede interesar mudar artificialmente a un ave
que se encuentra hospitalizada por problemas en su plumaje. En condiciones Indice
normales se precisan hospitalizaciones prolongadas a la espera de la muda
fisiológica anual, con el consiguiente trastorno físico y psíquico.

8.5.1.4. Estudios parasitológicos


Tanto hemáticos como gastrointestinales y pulmonares. Existen pocas refe-
rencias en nuestro país que describan parásitos encontrados en aves salvajes y
su evolución con tratamientos antiparasitarios.

8.5.1.5. Estudios hemáticos


8.5.1.5.1. Niveles de insecticidas
Los tratamientos insecticidas con organoclorados como el DDT, aldrin, lin-
dano, etc., han demostrado que actúan perjudicando la reproducción de las aves
al ir acumulándose en orden creciente sobre los individuos de la cadena trófica.
Los resultados, además de infertilidad, suponen una reducción en el grosor de la
corteza del huevo que lo hace excesivamente frágil. Como consecuencia, un por-
centaje importante de la puesta de aves rapaces se pierde cada año por rotura de
la cáscara o por infertilidad. A este respecto, los estudios de Fyfe han utilizado
los niveles sanguíneos de organoclorados detectados en el halcón de pradera
con el único objeto de determinar el estado de contaminación ambiental de dis-
tintas zonas de Norteamérica.
8.5.1.5.2. Determinación de parámetros sanguíneos por especie, edad y sexo
8.5.1.5.3. Investigación de grupos sanguíneos
La investigación en este campo permitiría evitar las reacciones adversas
que se producen si se intenta una segunda transfusión y contribuiría benéfi-

160
ciosamente a salvar la vida de muchos pacientes que han sufrido hemorra-
gias.

8.5.1.5.4. Sexaje mediante cariotipo o antígenos de sexo


Los mapas cromosómicos de la mayoría de nuestras especies aviares silves-
tres están sin realizar. Las técnicas actuales de electroforesis permiten el sexaje
de aves a partir de sangre por la detección de determinados genes*.

8.5.2. Núcleos zoológicos y educación ambiental Indice

A pesar de la presión ecologista para que el número de núcleos zoológicos


tienda a hacerse cada vez menor, nuestro país cuenta con un gran número de
ellos. Muchos no cuentan con aves rapaces, pero en ocasiones poseen indivi-
duos en perfecto estado físico que podrían ser intercambiados por otros irrecu-
perables, sobre todo en el caso de especies en peligro de extinción. Algunos de
estos animales, por su fijación hacia el hombre, podrían también ser empleados
en programas de cría en cautividad mediante técnicas de extracción de semen e
inseminación artificial.

8.5.3. Cría en cautividad


Para especies valiosas. Aplicando técnicas de inseminación e incubación
artificial, o bien intercambiando los frecuentes huevos infértiles producidos por
animales en cautividad por otros de la naturaleza a los que se ha estimulado a
realizar una segunda puesta.

8.5.4. Eutanasia
Es la última alternativa. Muchos centros adoptan esta postura en primera
instancia y antes de intentar cualquiera de las vías anteriores. Estos animales no
son ya «útiles» en la naturaleza, pero el argumento de la inyección letal con
objeto de evitar sufrimientos al paciente y dar una muerte digna se ve a veces
confundido con la verdadera razón, es decir, no querer mantener económica-
mente a estos animales.
Sin embargo, existen casos en los que la eutanasia parece la única alterna-
tiva. Las fracturas, deformidades o heridas del miembro pélvico que se producen

161
en aves de tarsos largos (cigüeñas, flamencos, garzas, etc.), y cuya única solución
quirúrgica es la amputación del miembro, no merecen ser tratadas. El animal
pasará el resto de su vida postrado y lleno de heces adheridas al plumaje, o bien
el miembro sano, debido a la fatiga, terminará por sufrir la infección de la almo-
hadilla plantar («clavos»). La eutanasia también parece la mejor solución para
los frecuentes casos de aves pesadas que se colisionan con alambradas o cables
(buitres, avutardas, grandes águilas) y que sufren fractura de columna con lesión
medular. En este caso, el paciente es incapaz de mover el tercio posterior y las
heces y uratos se impregnan por toda la región abdominal indefinidamente.

Las fracturas del miembro torácico, aunque hayan precisado la amputación Indice
del miembro, permiten vivir indefinidamente al ave en el centro y, por tanto, la
eutanasia no debe ser, desde nuestro punto de vista, una solución a tomar con el
animal.

162
9. Casos clínicos
Indice
9.1. Material y métodos

Entre los años 1988 y 1992 fueron atendidas 167 aves salvajes, llegadas a
nuestra consulta a través de particulares y asociaciones ecologistas de las pro-
vincias de Madrid, León, Ciudad Real, Cáceres y Badajoz.
Además de estos individuos, un segundo grupo, puramente experimental,
compuesto por 36 palomas domésticas (Columba livia) y dividido en tres lotes de
12 aves cada uno, fue intervenido quirúrgicamente mediante tres técnicas de
ostesíntesis: cerclajes, fijadores externos e injertos óseos.

9.1.1. Grupo 1. Individuos salvajes

9.1.1.1. Especies
La distribución por especies fue:

Nombre N.° de
Especie
científico individuos
Águila calzada Hieraaetus pennatus 4
Águila culebrera Circaetus gallicus 1
Águila real Aquila chrysaetos 2
Aguilucho cenizo Circus pygargus 2
Alimoche Neophron pemopterus 2
Avestruz Struthio camelus 2
Azor Accipiter gentilis 5
Buho chico Asió otus 3

163
(Continuación)

Nombre N.° de
Especie
científico individuos
Buho real Bubo bubo 11
Buitre leonado Gyps fulvus 3
Buitre negro Aegypius monachus 1
Cárabo común Strix aluco 4
Cernícalo primilla Falco naumanni 10
Cernícalo vulgar Falco tlnnunculus 12
Cigüeña blanca Indice
Ciconia ciconia 8
Cigüeña negra Ciconia nigra 1
Elanio azul Elanus caeruleus 2
Flamenco enano Phoenicoaias minor 2
Ganso común Anser anser 1
Garza real Árdea cinérea 3
Gavilán Accipiter nisus 9
Grulla damisela Anthropoides virgo 1
Halcón peregrino Falco peregrinus 1
Lechuza común Tyto alba 13
Milano negro Milvus migrans 18
Milano real Milvus milvus 7
Mochuelo común Athene noctua 9
Ratonero común Buteo Buteo 29
Tarro canelo Tadorna ferriginea 1
Figura 9.1.

9.1.1.2. Valoración física

La evaluación del estado general se realizó antes de la intervención. Los sig-


nos externos más significativos (aspecto general del plumaje, parpadeo, postura,
signos de hemorragias sobre las plumas, palpación de los músculos pectorales,
etc.) y algunos parámetros hemáticos como el hematocrito, la proteína total en
sangre, los niveles de glucemia y ácido úrico, etc., fueron los utilizados para eva-
luar el estado general y de carnes. Las valoraciones otorgadas a ambos estados
fueron: «bueno», «regular» o «malo».

164
Asimismo, se aprovechó este momento para pesar al paciente y hacer una
primera valoración de la lesión.

9.1.1.3. Premedicación y anestesia

No todos los pacientes fueron premedicados o anestesiados. Como tranqui-


lizante fue utilizado el diazepam (Valium*) en 143 casos, inyectado vía intra-
muscular en los músculos de la pierna o en los pectorales, a dosis comprendida
entre 0,4 y 5,5 mg/kg, y una dosis media de 1,4 mg/kg.
El producto anestésico más empleado fue la ketamina, en 106 ocasiones, Indice
inyectado vía intramuscular, a dosis de 3-35 mg/kg y una media de 9,3 mg/kg.

9.1.1.4. Lesiones
Para poder homogeneizar la gran variedad de lesiones presentadas, agrupa-
mos éstas en cinco grupos:

Tipo de lesión Número de casos


Fracturas óseas en miembro torácico 59
Fracturas óseas en miembro pélvico 39
Fracturas óseas en otras regiones o fracturas óseas mixtas 19
Lesiones sin fractura ósea (contusiones, desgarros, heridas, etc.) 27
Otras (electrocuciones, daños en el plumaje, etc.) 23
Figura 9.2.

9.1.1.5. Técnicas de ostesíntesis utilizadas


Técnica Casos
Inmovilizaciones externas 42
Enclavijamientos centromedulares 31
Enclavijamientos centro medulares más cerclajes 14
Cerclajes 8
Placas de osteosíntesis 5
Fijadores externos 9
Figura 9.3.

165
Para todas las técnicas, a excepción de la inmovilización externa, se aprove-
chó como vía de abordaje la herida inicial si la lesión se presentaba abierta.
El campo quirúrgico se limpió y desinfectó mediante lavados con agua oxi-
genada y posteriormente la piel fue impregnada con povidona iodada.
En fracturas antiguas fue necesario desbridar la región de adherencias y, en
algunas, ocasiones, se procedió a la reapertura del canal medular que ya se
encontraba relleno y taponado con tejido calloso. En estos casos, también fue
necesario reavivar los extremos óseos fracturados.
Una vez terminada la intervención, se espolvoreó antibiótico sobre el foco Indice
operatorio y se suturó tejido subcutáneo y piel con catgut 00 en planos indepen-
dientes, mediante sutura continua.

9.1.1.5.1. Inmovilización externa


Empleada en aquellos casos en que los fragmentos se hallaban alineados y
confrontados.
Se llevó a cabo con las denominadas inmovilizaciones «Tipo I» y «Tipo II»
(véase capítulo 6) y escayola, manteniendo al animal inmovilizado un tiempo varia-
ble según la lesión, pero al menos quince días. Un problema derivado de la inmovi-
lización Tipo I fue la necesidad de «embuchar» diariamente a algunos pacientes.

9.1.1.5.2. Enclavijamiento centromedular

9.1.1.5.2.1. Técnica
La piel fue escindida con una pequeña tijera de punta fina en 2-3 cm sobre el
foco de fractura. El acceso a la lesión se llevó a cabo mediante movimientos de
apertura de la citada tijera, que seccionó así el tejido subcutáneo y se introdujo
entre los paquetes musculares (o seccionó las fibras musculares de determina-
dos músculos en sentido longitudinal) hasta localizar el foco.
Los clavos utilizados fueron de acero inoxidable (agujas de Kirschnner) y
fluoropolímeros plásticos. Aunque su calibre osciló en relación al hueso afec-
tado, nunca ocuparon la totalidad de la sección del canal medular.
Los fijadores fueron introducidos en todos los casos en el canal medular por
el método de «enclavijamiento abierto» (véase capítulo 6).

Í66
Pasado un tiempo variable según la lesión, los fijadores de tipo metálico fue-
ron retirados de su emplazamiento por simple tracción.

9.1.1.5.2.2. Tiempo

Dada la heterogeneidad de los casos clínicos (antigüedad, tipo de lesión,


etcétera), el tiempo fue muy variable. En condiciones normales la intervención
se desarrolló en veinticinco-treinta minutos.

9.1.1.5.2.3. Complicaciones Indice

Las mayores complicaciones fueron las derivadas de la antigüedad de la


lesión (necesidad de desbridar y reavivar los extremos óseos con tejido calloso
en algunos casos), ya que ésta operación suele acompañarse de copiosas hemo-
rragias (también cuando fueron utilizados cerclajes).

9.1.1.5.3. Cerclajes

9.1.1.5.3.1. Técnica
Para acceder a los extremos óseos fracturados se incidieron 2-3 cm de piel
con tijera pequeña y se procedió de igual forma que en la técnica anterior hasta
llegar al foco de fractura.
Los cerclajes utilizados fueron hilos de acero inoxidable monofilamento del
número 0.
Fueron colocados gracias a un pequeño trócar que perforó la cortical de las
esquirlas y extremos óseos fracturados en dirección perpendicular a la longitud
del hueso, en las proximidades al foco de fractura. Establecidos los orificios, se
hizo pasar el hilo de acero inoxidable por los mismos en sentido dorsal-ventral-
ventral-dorsal. Pasado un período de tiempo variable según la lesión, el acero
inoxidable fue retirado de su emplazamiento.

9.1.1.5.3.2. Tiempo

Al igual que en el enclavija miento centromedular, la heterogeneidad de los


casos no permite considerar un tiempo estable para la intervención. En condi-
ciones normales se llevó a cabo en treinta y cinco-cuarenta minutos.

167
9.1.1.5.3.3. Complicaciones
Similares a las del enclavija miento centro medular, pero, además, en un consi-
derable número de casos, se formó angulación entre los fragmentos fracturados.

9.1.1.5.4. Placas de osteosíntesis


9.1.1.5.4.1. Técnica
Para la implantación de placas de osteosíntesis fue necesario escindir la piel
y el tejido subcutáneo subyacente en, al menos, 4-5 cm de longitud. En los cinco
casos clínicos en que se empleó, la técnica fue elegida por la simplicidad de Indice
la fractura.
Las placas de osteosíntesis usadas fueron las empleadas en medicina
humana para pequeños fragmentos, con cuatro y cinco orificios, fijadas con
pequeños tornillos de cortical. Para ello fue necesario perforar previamente la
cortical con un pequeño trócar en el punto elegido para los tornillos, quedando
ubicada sobre la cortical en sentido longitudinal al hueso. Las placas fueron
retiradas a los veinticinco días de la intervención.

9.1.1.5.4.2. Tiempo
Una vez anestesiado el animal, la técnica se completó en cuarenta o cua-
renta y cinco días.

9.1.1.5.4.3. Complicaciones
Debido a la fina cortical de los huesos del miembro torácico, algunos torni-
llos no aportaron fijación a la placa. En el tibiotarsus y tarsometatarsus la cortical
es de mayor grosor, consiguiéndose, por tanto, un mayor anclaje de los mismos.

9.1.1.5.5. Fijadores externos


9.1.1.5.5.1. Técnica
Ayudados por el tacto, fueron introducidas dos agujas hipodérmicas de
1,2 X 40 o, dependiendo de la especie, dos agujas de Kirschnner en cada uno de
los extremos óseos, poniendo especial cuidado para no insertarlas de forma
paralela y evitar deslizamientos de los fijadores en sentido perpendicular a la
longitud del hueso.

168
Para introducir las agujas fue preciso perforar primeramente el diámetro
del hueso con un trocar de calibre ligeramente inferior a las agujas, y una vez
atravesado, los extremos de las agujas fueron doblados para evitar lesiones y
facilitar el anclaje posterior del pegamento termoplástico o la escayola (según el
caso).
Comprobada mediante radiografía la alineación de la fractura, se aplicó
pegamento termoplástico o escayola y un entrelazado de seda gruesa entre las
agujas con el fin de obtener un bloque sólido en el que estuviesen incluidos los
cuatro extremos. Los fijadores fueron extraídos vía retrógrada a los quince días,
Indice
cortando la aguja en el punto de contacto con la piel previa aplicación de povi-
dona iodada.

9.1.1.5.5.2. Tiempo
Transcurrido un tiempo variable desde el comienzo de las manipulaciones
hasta conseguir un plano de anestesia suficiente (debido a las diferencias indivi-
duales) se llevó a cabo la preparación y desinfección del campo en tres o cuatro
minutos. La intervención quirúrgica ocupó treinta y cinco o cuarenta minutos.

9.1.1.5.5.3. Complicaciones
— En el momento de la penetración de las agujas se originaron pequeñas
hemorragias locales sin consecuencia.
— Para introducir los fijadores fue preciso horadar el hueso previamente
con un pequeño trocar, que en ocasiones resbaló sobre el periostio, pro-
duciendo ligeros punzamientos en los tejidos subyacentes.
— Como consecuencia de las manipulaciones, los extremos fracturados
sufrieron desituación, que fue necesario corregir antes de aplicar el coap-
tador.

9.1.1.6. Valoración

Transcurrido un tiempo variable, y según la antigüedad y el tipo de lesión, el


animal fue sometido a una prueba de valoración que permitió comprobar la
recuperación de la lesión. Los dictámenes emitidos fueron «recuperación total»,
«recuperación física» y «fallecimiento».

169
— Recuperación total. Transcurridas unas semanas de la hospitalización, y
tras un período de ejercitación, el paciente consiguió volar correcta-
mente al menos 50 metros sin que se apreciaran asimetrías o deformacio-
nes manifiestas del ala y la funcionalidad del resto del organismo fue
suficiente como para poder ser liberado.
— Recuperación física. Transcurridas unas semanas de la hospitalización,
y tras un período de ejercitación, el paciente no consiguió volar al menos
50 metros, se apreciaron asimetrías o deformaciones en el ala que le
impidieron un vuelo correcto y suficiente, o no recuperó adecuadamente
la funcionalidad del resto del organismo para poder ser liberado. Indice

9.1.2. Grupo 2. Paloma domestica (Columba liña)


La valoración física se llevó a cabo de igual forma que en el grupo de aves
salvajes. Para los tres lotes se seleccionaron aves de doce a catorce meses de edad
en perfecto estado general y de carnes.

9.1.2.1. Premedicación y anestesia


En uno de los lotes se empleó la combinación ketamina-xilazina vía intra-
muscular inyectada en los músculos pectorales, a dosis de 15-45 mg/kg de keta-
mina (Ketolar*) + 1-2,5 mg/kg de xilizina (Rompun*).
Los dos lotes restantes se trataron con diazepam (Valium*) vía intramuscu-
lar a dosis de 1,5 mg/kg y ketamina (Imalgerie*) (de 60-125 mg/kg).

9.1.2.2. Técnicas de osteosíntesis


Los pacientes presentaban todos una fractura reciente de ulna y radius loca-
lizada en las diáfisis.

9.1.2.2.1. Lote 1. Cerclajes


Se efectuó sobre 12 aves, aplicando la técnica de igual forma que en el grupo
de las aves salvajes.

9.1.2.2.2. Lote 2. Fijadores externos


Se efectuó sobre 12 aves, aplicando la técnica de igual forma que en el grupo
de las aves salvajes.

170
9.1.2.2.3. Lote 3. Injertos óseos

9.1.2.2.3.1. Preparación

Doce palomas fueron intervenidas mediante esta técnica. La preparación


del campo quirúrgico se realizó de igual forma que en los lotes 1 y 2.

El implante se extrajo de la diálisis de los huesos tibiotarsus y tarsometatarsus


de gallinas domésticas, resecando un rectángulo con la ayuda de una sierra eléc-
trica de pequeño tamaño, o bien tomando un tramo completo de los huesos ulnaIndice
o radius de menor calibre que el hueso fracturado.

El injerto se horadó en su región central con el fin de introducir un hilo que


permitiese su posterior ubicación. Preparado el hueso-implante, fue sometido al
autoclave durante veinte minutos.

El paciente se mantuvo en posición de decúbito lateral.

9.1.2.3.2. Técnica
Para colocar los implantes entre los extremos óseos fracturados se siguieron
dos modalidades:
— Cuando se partió de un segmento óseo cilindrico, el implante completo
se introdujo por el canal medular y, tras confrontar los extremos, se le
hizo retroceder vía retrógrada merced al hilo de seda insertado en su
región central.
— Cuando se utilizó una porción rectangular de hueso como implante, en
la región dorsal del extremo proximal del hueso se practicó un canal. El
injerto se hizo penetrar en su mitad por el extremo distal y se acopló en el
canal del proximal con movimientos de bisagra para ser fijado posterior-
mente mediante un cerclaje.

Tras la ubicación definitiva del implante, el hilo de seda fue retirado.

9.1.2.2.3.3. Tiempo
El tiempo necesario para anestesiar al paciente fue heterogéneo, como en los
dos lotes anteriores, debido a la variabilidad individual.

171
Indice

Figura 9.4.—Injerto óseo.

La preparación del injerto se pudo completar en veinte-treinta minutos (si


bien esta fase es anterior a la intervención y no forma parte de ella).
La preparación del campo operatorio y su abordaje se realizó en cinco-diez mi-
nutos y la propia intervención en quince-treinta minutos, dependiendo de la moda-
lidad elegida (quince minutos en los casos en que se utilizó un segmento óseo
cilindrico y treinta minutos cuando fue necesario canalizar y cerclar el hueso).
En el cierre del campo quirúrgico se ocuparon tres-cinco minutos. En total,
la técnica se desarrolló en un tiempo comprendido entre treinta y cinco y cin-
cuenta minutos, según el tipo de injerto utilizado.

9.1.2.2.3.4. Complicaciones
— La incisión de la piel y tejido subcutáneo produjo pequeñas hemorragias
locales sin consecuencia.
— Para los casos en que se utilizó un segmento cilindrico de hueso, la difi-
cultad principal fue hacer penetrar la totalidad del injerto por el extremo

172
óseo (en su recorrido fueron destruidas las trabéculas óseas) y hacerlo
retroceder vía retrógrada una vez confrontada la fractura.

9.1.2.3. Valoración
Todos los animales fueron sometidos a una prueba de valoración para com-
probar la funcionalidad del miembro torácico lesionado. Los dictámenes emiti-
dos fueron:
— Recuperación total. Transcurridas unas semanas, y tras un período de
ejercitación, el paciente consiguió volar correctamente en vuelo deIndice
remonte desde el suelo hasta una altura de 3 metros sin demostrar asime-
trías ni deformaciones del miembro torácico intervenido.
— Recuperación física. Transcurridas unas semanas, y tras un período de
ejercitación, el paciente no consiguió volar correctamente en vuelo de
remonte desde el suelo hasta una altura de 3 metros, o manifestó asime-
trías en el miembro torácico que le impidieron un vuelo correcto.
No se produjo ningún fallecimiento en este grupo de aves.

9.2. Resultados

9.2.1. Grupo 1. Aves salvajes

9.2.1.1. Especies

Especie Nombre científico Número % al total

Águila calzada Hieraaetus pennatus 4 2,39


Águila culebrera Circaetus gaHicus 1 0,59
Águila real Aquila chrysaetos 2 1,19
Aguilucho cenizo Circus pygargus 2 1,19
Alimoche Neophron pernopterus 2 1,19
Avestruz Struthio camelus 2 1,19

173
(Continuación)

Especie Nombre científico Número % al total

Azor Accipiter gentilis 5 2,95


Buho chico Asió otus 3 1,77
Buho real Bubo buho 11 6,49
Buitre leonado Fyps fulvus 3 1,77
Buitre negro Aegypius monachus 1 0,59
Indice
Cárabo común Strix aluco 4 2,39
Cernícalo primilla Falco naumanni 10 5,9
Cernícalo vulgar Falco tinnunculus 12 7,08
Cigüeña blanca Ciconia ciconia 8 4,72
Cigüeña negra Ciconia nigra 1 0,59
Elanio azul Elanus caeruleus 2 1,77
Flamenco enano Phoenicoaias minor 2 5,31
Ganso común Anser anser 1 0,59
Garza real Árdea cinérea 3 0,59
Gavilán Accipiter nisus 9 6,5
Grulla damisela Anthropoides virgo 1 0,59
Halcón peregrino Falco peregrinus 1 0,59
Lechuza común Tyto alba 13 6,5
Milano negro Milvus migrans 18 10,62
Milano real Milvus milvus 7 4,13
Mochuelo común Athene noctua 9 5,31
Ratonero común Puteo buteo 29 17,11
Tarro canelo Tadorna ferruginea 1 0,59

Figura 9.5.

174
Distribución por especies

Rapaces nocturna
40
Rapaces diurnas Indice
108

Aves rapaces
148

Nota. Datos en valores absolutos

Gráfico. Figura 9.6.

9.2.1.2. Etiología

Disparo Atropello Choque Otras Desconocida Total

Rapaces
diurnas 43 2 7 15 41 108
Rapaces
nocturnas 10 21 4 1 4 40
No
rapaces 9 2 2 6 19

Total 62 23 13 18 51 167

% respecto
al total 37,12 13,77 7,78 10,77 30,53 100
Figura 9.7.

17?
Distribución según etiología
Etiología

Indice

R.diurnas R.nocturnas No rapaces


Tipo de ave
Nota. Valores en %

Gráfico. Figura 9.8.

9.2.1.3. Premedicación y anestesia

El número de pacientes aviares anestesiados con inyección intramuscular


de ketamina fue de 106. La dosis osciló entre 3 y 35 mg/kg, con una media de
9,3 mg/kg.

176
Peso Diazepam Ketamina
Especie Nombre científico N.° Anestesia
(g) (mg/kg) (mg/kg)

Águila calzada Hiemaetus pennatus 4 800-950 1,75 12,7 Buena


Águila culebrera Circaetus gallicus 1 1.600 1 15 Buena
Águila real Aquila chrysaetos 2 * 750-5.100 2 9,5 Buena
Aguilucho cenizo Circus pygargus 2 530-550 0,62 7,8 Excitaciones
Alimoche Neophron pemopterus 2 1.400-1.500 1,75 8,5 Buena
Indice **
Avestruz Struthio camelus 2 95.000-135.000 1 Mala, depresión
Azor Accipiter gentilis 5 650-1.200 1,29 10,7 Buena
Buho chico Asió otus 3 210-350 1,59 7.2 Buena
Buho real Bubo buho 11 1.650-2.450 2,12 7.3 Buena
Buitre leonado Gypsfuhus 3 8.700-9.800 1.1 6,9 Buena
Buitre negro Aegypius monachus 1 8.600 1 —
Cárabo común Strix aluco 4 325-460 1,75 11,2 Ligera
Cernícalo primilla Falco naumanni 10 150-220 2,28 16.2 Buena
Cernícalo vulgar Falco tinnunculus 12 150-280 2,13 14,3 Buena
Cigüeña blanca Ciconia Ciconia 8 2.700-3.600 1,16 11,5 Buena
Cigüeña negra Ciconia nigra 1 2.600 1 9 Buena
(Continuación)

Peso Diazepam Ketamina


Especie Nombre científico N.° Anestesia
(g) (mg/kg) (mg/kg)

Elanio azul Elanus caeruleus 2 210-220 *** —


Flamenco enano Phoenicoaias minor 2 1.200-1.450 1,5 —
Ganso común Anser anser 1 3.400 2 30 Ligera
Garza real Árdea cinérea 3 900-1.450 0,83 8,8 Mala, depresión
Indice
Gavilán Accipiter nisus 9 180-300 1,38 7.5 Buena
Grulla damisela Anthropoides virgo 1 1.900 1 —
Halcón peregrino Falco peregrinus 1 580 1 12 Buena
Lechuza común Tyto alba 13 250-390 1,51 15,6 Buena
Milano negro Milvus migrans 18 550-875 1,19 20,7 Buena
Milano real Milvus milvus 7 660-900 2.07 19,6 Buena
Mochuelo común Athene noctua 9 150-210 1.83 9.7 Buena
Ratonero común Buteo buteo 29 575-1.050 1,96 13,8 Buena
Tarro canelo Tadorna ferruginea 1 710 3 25 Ligera

Figura 9.9.

Polluelo. ** Inmobilon*. *** Combelen*.


9.2.1.4. Valoración por especie

Recuper. Recuper.
Fallecidos TOTAL
totales físicas
Rapaces diurnas 33 39 36 108
Rapaces nocturnas 16 11 13 40
No rapaces 8 7 4 19

TOTAL 57 57 53 167
Indice
Figura 9.10.

9.2.1.5. Valoración por lesión

Recuper. Recuper.
Fallecidos TOTAL
totales físicas

Fracturas óseas
en miembro
torácico 8 26 25 59

Fracturas óseas
en miembro
pélvico 17 12 10 39

Fracturas óseas
en otras regiones,
o fracturas
mixtas 2 8 9 19

Hospitalización
sin fractura
ósea 30 11 9 50

TOTAL 57 57 53 167

Figura 9.11.
Indice

Gráfico. Figura 9.12.

9.2.1.6. Valoración por técnica de osteosíntesis

Recuper. Recuper.
Técnica empleada Fallecidos TOTAL
totales físicas
Inmovilizaciones
externas 16 16 10 42
Enclavijamientos
medulares 6 12 13 31
Enclav. medul. +
cerclajes 3 6 5 14
Cerclajes 2 3 3 8
Placas de
osteosíntesis 2 1 2 5
Fijadores externos 4 2 3 9
TOTAL 33 40 36 109
Figura 9.13.
Tipo de intervención realizada
según técnica de osteosíntesis
Técnica
Inmoviliz. e x t e r n a

Enclavij. medular

E.med + c e r c l a j e
Indice
Cerclajes

Placas ostesíntesis

Fijadores e x t e r n o s

50% 100%
Porcentaje

I R.totales R.físicos I 1 Fallecidos

Nota. Cifras en %

Gráfico. Figura 9.14.

9.2.2. Grupo 2. Palomas domésticas (Columba liña)

Por peso, si cuantificamos los tres lotes en conjunto, obtenemos unos límites
máximo y mínimo de 425 y 275 gramos, respectivamente, y una media de
353,74 gramos.

9.2.2.1. Premedicación y anestesia

A todas las palomas de los lotes números 1 y 2 se les administró diazepam


(Valium*) previamente a la anestesia. La dosis, reflejada en mg/kg fue de 1,5 mg/kg
para los lotes 1 y 2.
Las 36 aves fueron anestesiadas con ketamina (lotes 1 y 2 con Imalgene*, y
lote 3 con Ketolar*) vía intramuscular.
Excepto en un caso (paloma 21), la anestesia conseguida fue buena (96,66
por 100).

181
Ketamina Ketamina
(mg) (mg/kg)

LOTE 1 Mínimo 21 60
Máximo 42 120
Media 26,22 71,25

LOTE 2 Mínimo 19,5 60


Máximo 43,75 125
Media 25 72,5 Indice

LOTE 3 Mínimo 14,6 45


Máximo 4,87 15
Media 9,15 26,66

Figura 9.15.

9.2.2.2. Valoración por técnica de osteosíntesis


Las 36 palomas fueron divididas en tres lotes según la técnica de osteosínte-
sis elegida. A las 12 aves del primer lote le fueron practicados cerclajes, a las 12
del segundo fijadores externos y a las 12 del tercero injertos óseos.

Número %
LOTE 1 Recup. totales 9 75
Recup. físicas 3 25
LOTE 2 Recup. totales 11 91,66

Recup. físicas 1 8,33

LOTE 3 Recup. totales 8 66,66

Recup. físicas 4 33,33

TOTAL Recup. totales 28 77,77

Recup. físicas 8 22,22

Figura 9.16.

182
Valoración por técnica de osteosínteis
Técnica utilizada

Cerclajes

Fijadores externos
Indice

Injertos óseos

O 20 40 60 80 100 120
Porcentaie

Nota. Datos en %

Gráfico. Figura 9.17.

9.3. Discusión
En el resultado final que se obtiene tras hospitalizar un ave salvaje herida
tiene tanta importancia el tratamiento médico que se aplice como las medidas
que se tomen antes y después del mismo. Los problemas que origina el manejo y
el estrés de estos pacientes son los principales causantes de la gran diferencia de
resultados que se establece entre este grupo y el de las aves semidomésticas.
Considerando este extremo, podemos afirmar que la valoración de las técni-
cas de osteosíntesis tiene más valor como técnica en sí cuando se analiza sobre
lotes experimentales de aves domésticas, ya que en éstas el éxito obtenido
depende, casi exclusivamente, de la cirugía empleada (32).
Por otro lado, intentar utilizar técnicas experimentales en el grupo de aves
salvajes hubiera sido una decisión poco ética por nuestra parte, puesto que la
mayoría de ellas están protegidas por la ley y algunas de ellas aparecen cataloga-
das como «especies en peligro de extinción».

183
La elección de la especie paloma doméstica (Columba livia) para el grupo 2 se
llevó a cabo por cuatro razones:
— Tolerancia al hombre.
— Conservación de su capacidad para el vuelo.
— Tamaño adecuado.
— Fácil disponibilidad de ejemplares.
Los 167 casos clínicos del estudio se distribuyeron en 29 especies diferentes.
Dentro del Orden Falconiformes quedaron incluidos 108 animales, en el Strigi-
formes 40 y en el grupo de «no rapaces» 19 aves.
Indice
El porcentaje de recuperados totales fue menor en el grupo de rapaces diur-
nas y nocturnas que en el de «no rapaces», observaciones que estarían de
acuerdo con las de Grosso y Vallaplana (1987), que consiguen un 85 por 100 de
recuperaciones totales para gaviotas intervenidas quirúrgicamente en el miem-
bro torácico y tan sólo un 22 por 100 para rapaces.
La explicación podría basarse en la mayor tolerancia al hombre de unas
especies salvajes con respecto a otras y en el origen del accidente. Estos dos fac-
tores repercutirían posteriormente sobre la lesión en sí y su evolución (especies
muy nerviosas llevarían implícitas más autolesiones, más efectos negativos por
estrés, inmunosupresión, dificultad de manejo, etcétera).
Del total de la casuística, 117 animales presentaron fracturas óseas, y de
éstas, 59 se localizaron en el miembro torácico, es decir, prácticamente la mitad.
Sin embargo, fue el grupo de pacientes con fracturas óseas en otras regiones o
con fracturas mixtas quien sufrió un mayor número de fallecimientos. En el 60
por 100 de las hospitalizaciones sin fractura ósea se consiguió la recuperación
total del animal. Estos resultados son lógicos si consideramos que en el grupo de
animales con fracturas en otras regiones y fracturas mixtas se incluyeron
pacientes con lesiones de columna vertebral, fracturas óseas con roturas de
órganos, fracturas múltiples de miembro torácico y pélvico etcétera.
La técnica quirúrgica de osteosíntesis más utilizada de los 109 pacientes fue
la inmovilización externa con 42 casos, seleccionada sobre todo en animales
que presentaban alineación y confrontación de sus extremos óseos. De esta
misma opinión es Andre (1990), que aconseja tratar de forma conservadora las
fractruas óseas cerradas y alineadas. En estos pacientes así tratados el porcen-
taje de fallecimientos fue el menor del grupo, un 24 por 100. El mayor porcentaje

1X4
de recuperaciones físicas lo obtuvieron los pacientes intervenidos mediante la
combinación de enclavijamiento centromedular y cerclaje, pero debemos tener
en cuenta que estos pacientes eran también los que poseían mayor complejidad
en sus lesiones. De los nueve animales intervenidos con fijadores externos, cua-
tro consiguieron recuperarse totalmente (44,44 por 100), es decir, el mayor por-
centaje conseguido; sin embargo, conviene aclarar que seis de las fracturas se
localizaban en el miembro pélvico, generalmente con mejor pronóstico para la
recuperación total.

En aves salvajes, Bush (1975) obtuvo buenos resultados utilizando fijadores


Indice
externos en el humerus de una grulla común (Grus grus) y un halcón peregrino
(Falco peregrinus) considerando este sistema muy adecuado, entre otras razones
porque permite la movilidad del miembro afectado durante la recuperación, dis-
minuyendo la casuística de anquilosis articular.

En los estudios de Grosso (1987) se consiguen un 31,81 por 100 de recu-


perados totales sobre lesiones en el miembro torácico con clavos centromedu-
lares.

En el grupo de palomas domésticas (Columba livia), con afectación igual-


mente simultánea de ulna y radius, los resultados de recuperación total fueron
un 75 por 100 en los cerclajes, un 91,6 por 100 en los fijadores externos y un 66,6
por 100 en los injertos óseos.

Experiencias similares realizadas por Joel (1987) en paloma doméstica con-


siguieron un ciento por ciento de recuperados totales utilizando fijadores exter-
nos, tanto para fracturas de humerus como de ulna y radius, no hallando en la
necropsia ningún tipo de deformación en los huesos, pero con severas deforma-
ciones e incapacidad funcional en las fracturas de humerus a las que se habían
aplicado otras técnicas.

Las epífisis de las aves son consideradas como de muy difícil recuperación,
quedando como secuelas generalmente anquilosis e inmovilidad crónica en las
articulaciones (130, 128).

La elección de la técnica de osteosíntesis se llevó a cabo realizando un estu-


dio previo del caso clínico en cuestión, orientándonos por técnicas conservado-
ras para las aves con poca complejidad en su fractura (en función de parámetros
como la antigüedad, el hueso, la localización, estado general, etcétera).

185
Por esta razón, el grupo experimental de palomas se convierte en el princi-
pal punto de referencia para valorar las técnicas de osteosíntesis (166), ya que en
él se han homogeneizado la mayor parte de las variables que hacen difícil el
estudio del grupo 1.
Comparando nuestros datos de recuperación total sobre enclavijamientos
medulares en aves salvajes (19,3 por 100) se aprecia una cifra menor a la conse-
guida por Harrison (31 por 100). Sin embargo, los valores bajan hasta un 22 por
100 cuando se aplican sobre fracturas localizadas en el miembro torácico.
En el grupo 2, de palomas domésticas, el lote 1, al que se aplicaron cerclajes,
Indice
obtuvo un 75 por 100 de recuperados totales. La elección de la técnica se hizo
basándose en su simplicidad. Consideramos en un principio que la técnica,
unida a una buena inmovilización ofrecería resultados altos de recuperación.
Sin embargo, la dificultad para conseguir ésta llevó a algunos fracasos. Willians
(1987), utilizando cerclajes en la misma especie consigue resultados semejantes
(78,5 por 100).
El lote 2, de fijadores externos, obtuvo el mayor porcentaje de éxitos (91,6 por
100 de recuperados totales). La bibliografía consultada (24, 45, 59, 73, 108, 135,
143, 161) y la casi falta de inconvenientes fueron los factores que llevaron a la
elección de la técnica, considerándola la más acertada para las fracturas óseas
de las aves.
El lote 3, en el que se aplicaron injertos óseos, obtuvo el menor porcentaje de
recuperados totales (66,6 por 100). El intento de aportar soluciones a las fractu-
ras conminutas, que llevan implícitas una gran destrucción del tejido óseo ,fue el
principal estímulo para intentar esta vía. Los malos resultados conseguidos
podemos atribuirlos al modelo de implante utilizado, poco osteogénico, o bien a
una inadecuada inmovilización de la región.

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