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Rehabilitación de aves
salvajes heridas
Técnicas de reparación de fracturas
en las extremidades
Caldera Domínguez, J.
Gonzalo Cordero, J. M.
MANUAL TÉCNICO
Indice
Joaquín Araujo
Indice
Rehabilitación de aves
salvajes heridas
Técnicas de reparación de fracturas
en las extremidades
Agradecimientos
Página
Introducción 11
1. Anatomía 13
1.1. Aparato digestivo 13
Indice
1.2. Aparato respiratorio 14
1.3. Aparato urogenital 15
1.4. Aparato locomotor 16
1.5. Piel y plumas 29
2. Fisiología 33
2.1. Generalidades 33
2.2. Aparato digestivo 34
2.3. Aparato respiratorio 35
2.4. Aparato urogenital 39
2.5. La muda 39
3. Manejo 45
3.1. Estrés 45
3.2. Problemática general 51
3.3. Captura y transporte 54
3.4. Examen del paciente aviar 56
3.5. Resumen patológico, topográfico y sistemático 65
3.6. Shock 67
3.7. Alimentación de pollos y adultos 70
3.8. La impregnación 72
3.9. Injertos de plumas 73
4. Aspectos preliminares a la cirugía 75
4.1. Vías de administración de fármacos 75
4.2. Fármacos más corrientemente utilizados en medicina de aves ... 81
4.3. Factores de riesgo 84
4.4. Electrocirugía y microcirugía 95
5. Anestesia 97
5.1. Generalidades 97
5.2. Precauciones en la anestesia 97
Página
5.3. Profundidad de la anestesia 98
5.4. Preanestesia 100
5.5. Anestesia local 101
5.6. Anestesia general 102
5.7. Recuperación de la anestesia 109
5.8. Urgencias en anestesia de aves 109
6. Osteosíntesis 111
6.1. Etiología de las fracturas 111
6.2. El callo óseo 113
Indice
6.3. Inmovilización externa 116
6.4. Técnicas quirúrgicas cruentas 120
6.5. Estimulación electromagnética 132
7. Postoperatorio 135
7.1. Influencia del comportamiento del paciente en el postoperatorio ... 136
7.2. Las perchas 137
7.3. El baño 138
7.4. Temperatura ambiental 139
8. Puesta en libertad 141
8.1. Valoración física 141
8.2. Valoración psíquica 148
8.3. El entorno de la suelta 150
8.4. Técnicas de suelta 153
8.5. Destino de los animales irrecuperables 158
9. Casos clínicos 163
9.1. Material y métodos 163
9.2. Resultados 173
9.3. Discusión 183
10. Bibliografía 187
Introducción Indice
Desde sus orígenes, el hombre obtuvo de la naturaleza todo lo que precisó para
sobrevivir y desarrollarse, manteniéndose en un delicado equilibrio con el medio
durante siglos. Las presiones que se ejercen en la actualidad sobre los recursos natura-
les del planeta han roto este delicado balance y las consecuencias se nos muestran en
forma de desertización progresiva, contaminación ambiental, desaparición de miles de
especies animales y vegetales, y un largo etcétera.
Para aquellos que ignoran las interrelaciones biológicas de unas especies con otras
y las de éstas a su vez con el medio, la desaparición de una veintena de ellas no repre-
senta nada. Sin embargo, resulta evidente que es la multiespecificidad de los seres vivos
en un biotopo lo que permite el desarrollo armónico de los distintos ecosistemas.
Las aves rapaces, junto con otros seres vivos, forman la cúpula de la pirámide de
los depredadores y desempeñan un papel fundamental en la cadena biológica por el
control que ejercen sobre algunas especies, a veces muy prolíficas. Por tanto, podemos
afirmar que su extinción originaría un desequilibrio que ocasionaría, a su vez, otros
nuevos sobre el medio.
En nuestro país, estas aves fueron perseguidas y aniquiladas por la ley durante
años, siendo consideradas «alimañas». Esta idea, desgraciadamente, aún permanece
en muchos de los hombres que cruzan nuestros campos con la escopeta al hombro y
miles de rapaces caen cada año víctimas de sus disparos.
Afortunadamente, en las últimas décadas esta mentalidad ha ido cambiando; el
nacimiento de asociaciones ecologistas, la construcción de centros de recuperación de
la fauna, la realización de estudios sobre especies en vías de extinción y un largo etcé-
tera, así lo demuestran. La corriente actual no es sólo no destruir, sino preservar el
medio y fomentar el crecimiento natural de las especies, y en ese marco queremos
incluir este trabajo.
11
En España existen numerosos datos sobre la biología de estas aves (reproducción,
censos, etc.), pero los estudios en el campo de la cirugía están diseminados y, en un gran
número de casos, llevados a cabo por autodidactas. Pretendemos que este libro sirva
para aportar un poco más de luz a la rehabilitación de las aves salvajes heridas, cen-
trando el estudio en el manejo y la cirugía de los casos que con más frecuencia son hos-
pitalizados en centros de recuperación de la fauna salvaje.
Si nuestro trabajo sirve para que puedan ponerse en libertad algunas de las aves
cuyas vidas, por ignorancia quiero pensar, el hombre intentó truncar sin conseguirlo,
se habrán cumplido nuestros deseos.
Indice
12
1. Anatomía Indice
Las aves no poseen dientes, por tanto, el alimento pasa al interior del apa-
rato digestivo sin triturar. Algunas rapaces despluman y despedazan las piezas
con ayuda de su pico curvo, pero en la cavidad oral el alimento no sufre modifi-
cación física. Dependiendo del tipo de ave, el pico —estructura rígida— es utili-
zado para despiezar, aplastar, extraer o filtrar el alimento y como «pala» para
beber el agua que necesitan. Algunas especies, como las palomas y los pinzones,
son capaces de succionar el agua con el pico. El número de papilas gustativas de
la cavidad oral es escaso. Su paladar es hendido y duro y carecen de paladar
blando.
13
El intestino grueso posee dos ciegos en aves granívoras y rapaces nocturnas,
pero, según Steiner (1984), el ciego no existe en las rapaces diurnas, maitines
pescadores y vencejos.
En las últimas porciones del intestino grueso, en el recto, existen conexiones
con el aparato urinario y genital. La defecación se compone por elementos del
aparato digestivo y urinario. En algunas rapaces como los falcónidos (halcones,
cernícalos, etc.), la musculatura de la región anal está circundada por potentes
músculos que permiten la expulsión de las heces a gran distancia.
14
Los sacos aéreos son bolsas finísimas que, generalmente en número de
nueve, ocupan la cavidad torácica y abdominal. Algunos establecen contacto
con los huesos neumáticos del esqueleto, al tiempo que se comunican con los
pulmones mediante bronchus primarius y parabronchus. No son estructuras
indispensables para la respiración, pero su falta reduce la ventilación pulmonar.
Sus principales funciones son humedecer el aire inspirado y actuar como termo-
rregulador del organismo.
15
En el aparato genital femenino se desarrolla únicamente el ovario y ovi-
ducto izquierdo.
La cloaca es la región donde finaliza el aparato digestivo, urinario y genital.
Gheite (1981) la divide en:
— Coproceum, como continuación al recto.
— Uroceum, en el que desembocan dorsalmente uréteres y deferentes u ovi-
ducto.
— Protoceum, en cuya cara dorsal se desarrolla la bursa Fabrici.
El aparato locomotor de las aves posee una serie de diferencias con respecto
al de los mamíferos que le facultan para poder volar. Los tres pilares básicos que
han permitido esta sorprendente cualidad son:
— El desarrollo de la musculatura en la región pectoral.
— La presencia de plumas.
— La ligereza del esqueleto.
1.4.1. Esqueleto
Algunos huesos tienen carácter neumático, es decir, están ocupados por aire
en su región interna, y mantienen conexiones directas con los sacos aéreos, que
a su vez comunican con los pulmones. El carácter neumático de los huesos
depende de la especie y la región ósea; son siempre neumáticos los huesos hume-
rus, femoris y sternum, y sólo en ocasiones el tibiotarsus, parte del os comcoides y las
vertebrae cervicalis. Como consecuencia del puente que se establece entre los pul-
mones y el canal medular, las infecciones pueden transmitirse en uno u otro sen-
tido y, por tanto, en las fracturas óseas abiertas que afectan a las extremida-
des, son posibles las infecciones en sacos aéreos, pulmón, canal medular, etcé-
tera.
16
Indice
1. Los huesos largos de las aves tienen una cortical muy fina, con poca o
ninguna organización en sus sistemas de Havers y el interior del hueso
está atravesado por un gran entramado de trabéculas óseas que se orien-
tan por toda la cavidad medular, permitiendo contrarrestar las fuerzas
mecánicas externas que cargan sobre el hueso. La mayor cantidad de tra-
béculas óseas se localizan en los extremos, coincidiendo con los lugares
de mayor tensión durante el vuelo. Esta valiosa trama aporta una gran
ligereza y resistencia con un mínimo de sustancia ósea (30) (120).
17
Indice
Figura 1.4.—Sección del hueso femoris en un cernícalo vulgar (Falco tinnunculus). Cortical fina
y trabéculas en el canal medular.
2. Sus huesos largos son menos elásticos y se fracturan con más facilidad
que los de los mamíferos, debido a su fina y dura corteza y al mayor con-
tenido en sales inorgánicas.
3. El sternum se encuentra articulado con un hueso; os coracoides, en cuyo
extremo proximal posee fuertes ligamentos con la clavícula y la scapula.
El gran desarrollo del sternum posibilita la inserción de los auténticos
músculos valadores (M. pectoralis). Está unido a las costa vertebralis por
ligamentos, no mediante unión costocondral.
4. En la región coxígea, la última vertebra es el pygostylus, en la que se
anclan las plumas de la cola mediante ligamentos apropiados.
5. Refiriéndonos al miembro torácico, no todas las aves poseen igual pro-
porción en la longitud de sus huesos. La evolución ha marcado diferen-
cias acordes con la aptitud de cada una y, por ejemplo, las grandes aves
planeadoras como buitres, albatros, cóndores, etc., cuyo movimiento de
18
alas es lento y realizan largas travesías en vuelo de planeo, presentan un
humerus proporcionalmente largo con respecto al resto de los huesos del
ala. Sin embargo, para Satterfield (1981), las aves de vuelo potente y
rápido, como las ánades y algunas gallináceas, experimentan un acorta-
miento sustancial del humerus frente a una ulna, radius y metacarpale III
y IV de mayor longitud.
11. El dedo dirigido hacia atrás es el digitus I con una falange; hacia ade-
lante se proyectan digitus II, III y IV, con 2, 3 y 4 falanges, respectiva-
mente.
19
Indice
1.4.2. Miología
20
El citado paquete está compuesto por los siguientes músculos:
21
1.4.2.1. Músculos del miembro torácico. Vista dorsal
Indice
29 30 32
Figura 1.6.—Músculos del miembro torácico. Vista dorsal:
1. M. rhomboideus superficialis; 2. M. latissimus dorsi, pars cranialis; 3. M. deltoideus minor; 4. M. supra
coracoidus; 5. M. tensor propatagialis; 6. M. extensor longus digiti majoris, pars proximalis; 1. M. extensor
brevis alulae; 8. M. extensor longus alulae; 9. M. deltoideus majory retinaculum; 10. M. scapulo humera-
lis caudalis; 11. M. extensor metacarpí radialis; 12. M, adductor alulae; 13. M. interosseus dorsalis;
14. M. ulnometacarpaUs dorsalis; 15. M latissimus dorsi, pars caudalis; 16. M. tendo brevis; 17. M. tendo
longa; 18. M. bíceps brachii; 19. M. ligamentum elasticum propatagiale; 20. M. flexor digiti minoris;
21. M. extensor digitorum communis; 22. M. extensor metacarpi ulnaris; 23. M. interosseus ventralis;
24. M. estepicondyloulnaris; 25. M. supinator; 26. M. pectoralis; 27. M serratus superficialis, pars metapa-
gialis; 28. M. latissimus dorsi, pars metapagialis; 29. M. serratus superficialis, pars caudalis; 30. M. scapu-
lotrkeps; 31. M. brachialis. 32. M. retinaculum, m. extensoris metacarpi ulnaris.
22
1.4.2.2. Músculos del miembro torácico. Vista ventral
Indice
23
1.4.2.3. Músculos del miembro pélvico. Vista lateral
Indice
1.4.3. Vascularización
La cirugía en las extremidades de las aves debe pasar por un buen conoci-
miento de sus vasos y nervios si se pretende obtener un alto porcentaje de recu-
peraciones. Las nuevas técnicas de microcirugía que actualmente son emplea-
das en medicina humana supondrán uno de los pilares básicos para la trauma-
tología de las aves salvajes heridas en un futuro próximo, ya que un gran
número de casos sufre lesiones en el paquete vasculonervioso sin que se actúe
sobre él por la dificultad que entraña el manejo de vasos y nervios de calibre tan
reducido.
24
Los huesos largos poseen tres vascularizaciones diferentes e independiza-
das, aunque existen multitud de anastomosis que las interconexionan (122):
— Arteria nutricia.—Casi siempre única. Se divide en dos ramas cuando
llega a la cavidad medular, consiguiendo irrigar hasta el 70 por 100 de la
región interna de la corticla.
— Arterias del periostio.—Nutren el resto de la cortical.
— Arterias cápsulo-epifisarias.—"Nutren las epífisis.
A continuación se detallan los vasos más importantes del miembro torácico Indice
y pélvico.
25
Indice
26
1.4.4. Inervación
Indice
27
Indice
Indice
1.5. Piel y plumas
1.5.1. Anatomía
La piel de las aves es gruesa si se la compara con la de los mamíferos, y está
unida de una forma muy laxa con sus estratos inferiores. La mayoría de las espe-
cies no poseen glándulas sudoríparas. Su capacidad contráctil es casi nula y la
sensibilidad muy escasa, excepto en la cera del pico, comisuras del mismo,
cloaca y región tarsometatarsiana. En esta última, la pie se transforma en esca-
mas córneas muy sensibles y resistentes. La piel está agujereada en multitud de
puntos por las bases de las plumas (154). En regiones como el miembro torácico,
las plumas se unen mediante fuertes ligamentos a los huesos, pero en otros luga-
res del cuerpo lo hacen mediante músculos foliculares.
Las plumas son el recubrimiento de la piel de las aves. Todas proceden del
hundimiento de la epidermis en la dermis, en cuyo centro está la papila plumí-
fera, a partir de la cual crece la pluma. El crecimiento de estas estructuras ocurre
desde la base, no por el extremo superior, y una vez que alcanzan su máximo
crecimiento (tiempo variable según la especie) quedan sin aporte sanguíneo,
29
como una estructura muerta, siendo renovadas periódicamente en el proceso
biológico denominado «muda». Una pluma cortada por razones quirúrgicas no
crecerá hasta la muda siguiente. Sin embargo, este extremo debe tomarse con
precaución, puesto que arrancar determinadas plumas, como las rémiges pri-
marias en fase de crecimiento, puede ocasionar una hemorragia considerable y
alterar o impedir, según el caso, el nacimiento de una nueva en ese punto.
La vexilla está formada por barbas que se unen al rachis. Cada barba está for-
mada, a su vez, por bárbulas (barbulae proximalis y barbulae distalis), de las que
salen numerosos ganchillos (cilium) que proporcionan a la pluma homogenei-
dad cuando se unen los cilium ventralis de la barbulae distalis con los puntos de Indice
unión de la barbulae siguiente.
30
1.5.2. Tipos
1.5.2.3. Plumón
Son pequeñas plumas con un rachis muy corto y suave. Constituyen el plu-
maje de los pollos recién nacidos, y están presentes bajo las coberteras de los
adultos (54).
1.5.2.4. Filoplumas
Son plumas muy finas culminadas por un pequeño grupo de barbas en la
punta. Su función no es clara, pero se cree que poseen un papel propioceptor
sobre las coberteras, que se orientarían adecuadamente según los estímulos ner-
viosos captados por aquéllas para conseguir un mayor o menor aislamiento, o
una determinada posición de las plumas durante el vuelo.
31
1.5.3. Función de las plumas
32
2. Fisiología Indice
2.1. Generalidades
33
Indice
2.2. Aparato digestivo
Las aves no presentan esfínter anal externo, por lo que no pueden ejercer
control sobre la defecación. Esta se lleva a cabo cuando la cloaca se llena de res-
tos sólidos y líquidos procedentes del aparato digestivo y urinario. Durante la
defecación elevan la cola y se inclinan hacia adelante, propulsando con fuerza
el contenido al exterior. La expulsión lenta del contenido de la cloaca, que se evi-
dencia por la presencia de restos adheridos a las plumas de alrededor de la
cloaca, suele ir ligada a algún tipo de patología y aparece con frecuencia en aves
muy estresadas.
34
Figura 2.1.—Epagrópila de cigüeña blanca (Ciconia ciconia).
Indice
2.3. Aparato respiratorio
Los pulmones de las aves no contienen alveolos con sacos ciegos para el
intercambio 0 2 -C0 2 , sino una fina red de capilares aéreos (no sanguíneos) que
atraviesan el parénquima pulmonar y conectan los sacos aéreos. Aunque el diá-
metro de los capilares aéreos es menor casi en un tercio que el de los alveolos de
cualquier mamífero, el sistema de intercambio gaseoso se considera que el del
orden de 5-10 veces más eficaz. Algunos autores consideran a los pulmones
órganos pasivos que se dilatan y contraen al tiempo que la caja torácica. Sturkie
(1962) considera que no tienen la capacidad retráctil de los pulmones de mamí-
feros.
35
de uno de estos anestésicos, aunque se corte la entrada del gas en el organismo,
el acúmulo del mismo en los sacos aéreos posteriores obliga a pasar el gas por el
pulmón durante los intentos de respiración artificial, aumentando así la sobre-
dosificación.
Steiner (1984) ha comprobado que la dirección que lleva el aire desde que
entra en el aparato respiratorio hasta que vuelve a salir consta de dos ciclos, con
dos inspiraciones y dos espiraciones. El aire inspirado penetra por la traquea y
los bronchus primarii y secundarii hasta los sacos aéreos caudales, sin entrar en
los capilares aéreos del pulmón. En la espiración, este aire almacenado avanza
cranealmente a través de los parabronchus, llegando a los capilares aéreos,
donde se efectúa el intercambio 0 2 -C0 2 . En la siguiente inspiración, pasa de los
pulmones a los sacos aéreos craneales, y en la segunda espiración, de éstos al
exterior.
36
Indice
37
— Presencia de plumas.—F'aneros muy ligeros y que ofrecen gran resistencia
al aire.
La manera más frecuente de volar es el vuelo batiente, en el que las rémiges,
abiertas, describen aparentemente un movimiento hacia arriba y hacia abajo. El
movimiento, durante el descenso de las alas, parte en realidad de un punto
antero-superior y va a otro postero-inferior. En el ascenso vuelve en sentido
opuesto, pero de una forma mucho más rápida. Debido a la disposición de las
plumas en las alas, similar a la de las tejas de un tejado, durante el batir de las
mismas hacia abajo, las plumas se cierran unas junto a otras como una válvula,
ofreciendo una gran resistencia al aire que se ve traducida en la fuerza sustenta- Indice
dora e impulsora que precisa el ave para volar. Al retornar el ala hacia arriba, las
«válvulas» se abren y el aire penetra entre las plumas con facilidad.
Durante el descenso de las alas, y por la acción m. pectoralis, se produce el
ascenso del sternum, coincidiendo la espiración-inspiración con el descenso-
ascenso de alas, respectivamente.
El vuelo aparece como resultado de dos tipos de fuerza: sustentativa y pro-
pulsiva. Ambas proceden del miembro torácico, aunque en algunas especies el
miembro pélvico es el iniciador de las primeras fases del vuelo. Bajo condicio-
nes fisiológicas, el movimiento de ambas alas está sincronizado y posee igual
potencia, recayendo esta fuerza sobre el centro de gravedad del ave. Cuando
existen defectos de plumaje, afecciones musculares, tendinosas, óseas, etc., la
fuerza activa de ambos remos no coincide en el centro de gravedad y el vuelo se
ve dificultado, o resulta imposible.
38
2.4. Aparato urogenital
39
pluma cae y deja libre el camino para la estructura nueva que está partiendo ya
desde el folículo.
La evolución de la muda en las plumas de vuelo (remiges y rectrices) y la
numeración de las mismas según la Conferencia de Tring es la siguiente:
— Remige primarii.—En aves rapaces son 10, más una vestigial a veces
ausente. Se numeran del interior al exterior. La secuencia de la muda
comienza generalmente por la 4.a y prosigue desde este punto, diver-
gente, hasta la 1.a y la 10.a, aunque la secuencia no es fija en todas las
especies.
Indice
— Remige secundarii.—Entre 13 (halcones) y 17 (águila real). Están numera-
das de exterior a interior. La muda comienza en la 5.a y prosigue desde
aquí hasta la 1.a y 11.a. La 12.a y 13.a mudan al tiempo-que la 8.a y 9.a. La
secuencia no es fija en todas las especies.
— Rectrice.—Generalmente en número de 12. Las plumas de la cola suelen
mudar por pares desde el par central, aunque existen excepciones.
40
Período de Tiempo en
Especie Nombre científico incubación emplumar
(días) (días)
42
acortar este lapso de tiempo mediante técnicas forzadas de muda puede verse
traducido en un aumento de las posibilidades de reintegración del paciente, que
no deberá verse sometido por más tiempo a los problemas de la cautividad
(amansamiento, engrasamiento, conductas neurógenas, etcétera).
Sin embargo, el estímulo de una muda artificial puede llevar implícito ries-
gos para el paciente, que se verá sometido a un gasto energético extra y, por
tanto, a unos mayores requerimientos nutricionales.
Existen varios mecanismos para forzar la muda de un ave:
Indice
— Ambientales.—El tradicionalmente utilizado es introducir al paciente en
una estancia semioscura y tranquila, denominada por los cetreros
«muda», que es mantenida a una temperatura ambiental estable y cal-
deada (20-25 °C).
— Alimenticios.—La alimentación con la glándula tímica de vacuno o por-
cino provoca la muda, pero la dosis diaria debe ser cuidadosamente cali-
brada para no producir un incremento desproporcionado del gasto
metabólico que podría llevar al animal a la caquexia.
— Farmacológicos.—La administración de progesterona vía oral o parente-
ral, o de iodo en el agua de bebida, durante varios días, produce la muda
en casi todas las ocasiones.
43
3. Manejo
Indice
3.1. Estrés
El estrés que padece cualquier animal salvaje capturado desencadena una
serie de procesos en su organismo que en muchos casos terminan con su vida.
Como norma general, el estrés es mayor para las aves de pequeño tamaño. Si a
esto se suma la mayor tasa metabólica que tienen los seres vivos a medida que
disminuye su tamaño, nos encontramos con que aves, por ejemplo, del tamaño
del autillo (Otus scops) o el gavilán (Accipiter nisus) superan con dificultad el
período crítico de los primeros días si no se vigila cuidadosamente su ma-
nejo (125).
El estrés se produce ante situaciones de frío o calor extremos, sed, ruidos
anormales, manipulaciones inadecuadas, captura, la lesión en sí, etc., pero sobre
todo por la presencia física del hombre, ante el cual el ave siente verdadero
terror. En las primeras fases, el organismo se prepara para una reacción que
lleva a un estado de tensión constante, los niveles de glucosa en sangre aumen-
tan por la acción de los glucocorticoides y adrenalina, y aparece un estado de
ansiedad que puede terminar en shock.
Los glucocorticoides de la corteza suprarrenal realizan en el organismo
algunas acciones beneficiosas, pero el efecto catabólico sobre el organismo y la
supresión de la respuesta inmunitaria son claramente perjudiciales. A este res-
pecto, influyen sobre la sangre disminuyendo los niveles de eosinófilos, linfoci-
tos, monocitos y basófilos, aunque aumentan los polimorfonucleares y el
número de glóbulos rojos. Además, dificultan la cicatrización normal de las
fracturas y heridas al reducir la respuesta inflamatoria. Derivado del papel
inmunosupresor, puede desarrollarse con rapidez un cuadro septicémico que
termina en poco tiempo con la vida del animal.
45
Por otra parte, la liberación de adrenalina de la médula suprarrenal, tam-
bién con actividad hiperglucemiante, estimula el consumo de oxígeno, aumenta
el metabolismo basal y produce ansiedad en el paciente.
Todos estos factores, unidos a una taquicardia continua, introducen al
paciente en un estado catabólico general que necesita compensar con una
mayor ingesta. Si las causas actuantes persisten en el tiempo sin ser contrarres-
tadas, se suele desarrollar un cuadro septicémico y/o hipoglucémico que termi-
nará en muerte o caquexia.
Un dato a tener en cuenta es la vida de los corticoides en sangre. En condi-
Indice
ciones normales, el cortisol, por ejemplo, tarda en metabolizarse aproximada-
mente ciento veinte minutos, mientras que en los animales estresados, por el
trabajo extra que está sufriendo el hígado debido, entre otras causas, a la forma-
ción de glucógeno, no puede ser metabolizado a esa velocidad. Por tanto, los
niveles permanecerán más tiempo en sangre y persistirán en su acción.
3.1.1. Prevención
Características:
1. Foco de calor y luz artificial (bombilla o fuente de calor de 25-60 watios).
Control de su temperatura interior, bien mediante la instalación de un
termostato individual para la jaula, o bien para toda la sala, y posibili-
dad de encendido manual para la luz interna.
46
2. Percha. Elevada del suelo a 10-25 cm., según talla. La sección será dife-
rente según la especie y tamaño; los falcónidos (halcones, cernícalos)
precisan perchas de base plana (tronco o taco de madera). Azores, gavi-
lanes, milanos, etc., acostumbrados a posarse en las ramas de los árbo-
les, prefieren secciones circulares. A las rapaces nocturnas les gusta
arrimarse a las paredes; las perchas deben situarse junto a ellas. Es reco-
mendable anclarla a los laterales de la jaula para permitir que la ban-
deja entre y salga con facilidad.
3. Persiana (en la imagen recogida). Regula la luz del exterior y la posibili- Indice
dad de ver al hombre mediante un sistema de láminas paralelas, cuya
inclinación es regulable a conveniencia. Puede ser sustituida por
cristal traslúcido.
5. Puerta corredera.
9. Bandeja extraíble con 2-3 cm. de altura de grava fina, o bien suelo con
césped artificial.
47
Indice
FRONTAL 70 + 20 35 + 15 25 + 10
(estancia + cuarto oscuro)
PROFUNDIDAD 90 50 35
ALTURA 130 60 40
Figura 3.2.—Medidas recomendadas según talla (en cm.).
48
— Tamaño 1.—Aves de la talla del águila real (Aquila chrysaetos), buitre leo-
nado (Gyps fulvus), garza real (Árdea cinérea), etcétera.
— Tamaño 2. —Aves de la talla del águila calzada (Hieraaetus pennatus), azor
(Accipiter gentilis), etcétera.
— Tamaño 3.—Aves de la talla del cernícalo vulgar (Falco tinnunculus),
mochuelo común (Athene noctua), etcétera.
3.1.1.2. Caperuzas
La caperuza de cetrería fue introducida en Europa por el Emperador Federico II,
destronando así al azor, «cazador a vista», por el halcón, «caballero cubierto» Indice
(Rodríguez de la Fuente, 1970). El efecto tranquilizante de este artilugio es induda-
ble, permitiendo, además, transportar y manipular al animal con cierta comodidad.
Según Rodríguez de la Fuente (1970), una caperuza debe ser amplia frente a
los ojos para no irritarlos, ha de adaptarse perfectamente a la cabeza para que no
pueda quitársela y debe permitir comer perfectamente y devolver la egagrópila.
El uso de las caperuzas de cetrería, aunque resulta idóneo para algunas aves,
presenta algunos inconvenientes:
— Es necesario disponer de un gran número de ellas para abarcar todas las
tallas y especies existentes.
— En algunas especies, por la especial morfología de su cabeza, resultan difí-
ciles de confeccionar (rapaces nocturnas, aves de pequeña talla, etcétera).
A pesar de estos inconvenientes, su uso es muy recomendable para dismi-
nuir el estrés, siempre que dispongamos de la caperuza adecuada.
49
Indice
50
que siguen a la finalización de la intervención quirúrgica, con el paciente aún
anestesiado. Sin embargo, en ningún caso aplicaremos anestesia general con el
único objeto de suturar los párpados, por el riesgo que ésta conlleva.
Para suturar los párpados debe utilizarse material de sutura que produzca
poca reacción inflamatoria (nylon o supramid) de dos o tres ceros y con aguja
enfilada. El punto se aplica primero sobre el párpado superior y se continúa con
el inferior. Para mayor comodiad del cirujano, la primera sutura puede anu-
darse después de que el segundo punto haya sido aplicado. La técnica también
puede ser utilizada aplicando un solo punto en cruz.
Indice
51
El tiempo que transcurre desde el accidente hasta la hospitalización resulta
decisivo para la vida del animal. Al obligado período de ayuno se le suman los
efectos del estrés y las consecuencias de la lesión (hemorragias-shock hipovolé-
mico, heridas abiertas-infecciones locales, septicemias). Todos estos factores
conducen a un grave cuadro de acidosis metabólica que será necesario controlar
rápidamente, bien mediante la administración de sueros tipo Ringer Lactato,
bien con la ayuda de otro tipo de complejos minerales y electrolíticos que resti-
tuyan la normalidad al organismo.
Algunos medios técnicos, como los rayos X, pueden ayudarnos a determinar
la etiología (disparos por arma de fuego), pero en ocasiones los perdigones atravie- Indice
san el cuerpo sin dejar huellas visibles. Generalmente, para establecer la etiología
se recurre al análisis de las lesiones y a la investigación en el lugar en que fue cap-
turado; aves próximas a alambradas o tendidos eléctricos pueden haber sufrido
choques o electrocuciones; las rapaces nocturnas encontradas en las cercanías de
carreteras, generalmente han sido atropelladas, y los pollos recogidos cerca de
nidos pueden arrojarse voluntaria o involuntariamente de los mismos. Tras la inves-
tigación, resta un porcentaje de aves en el que no es posible determinar su etiología.
52
Otro de los principales problemas es la negativa del paciente a ingerir volun-
tariamente alimento. Los efectos del estrés mantienen tal estado catabólico
sobre el organismo que las reservas se agotan en poco tiempo si no son repues-
tas. Para evitarlo, «embucharemos» al paciente, introduciéndole forzadamente
la comida en la garganta (76).
Si consideramos como lesión-tipo a las fracturas óseas abiertas ubicadas en
algún hueso del miembro torácico o pélvico originadas por disparos, los factores
adversos pueden reflejarse en los siguientes puntos:
1. Las lesiones que producen los perdigones (fracturas, laceraciones en ner- Indice
vios, vasos, músculos, piel, etcétera).
2. Hemorragias por la lesión.
3. Contusión al estrellarse contra el suelo.
4. Hemorragias subsiguientes al cortarse con los extremos óseos fractura-
dos sus propios vasos, nervios y músculos.
5. Ayuno durante horas (a veces más de un día).
6. Infecciones locales o sistemáticas por la vía abierta con el exterior.
7. Estrés y sus consecuencias debidas a la cautividad y a las manipulaciones
del hombre.
53
En ocasiones, la intervención quirúrgica constituye un factor de riesgo más
para el ave, que tendrá que soportar durante la misma la anestesia y nuevas
hemorragias. Todos estos hechos llevar a la obtención de unos resultados muy
bajos de recuperación total, entre el 25 y el 40 por 100, pero con cifras aún
menores para los pacientes con fracturas abiertas localizadas en el miembro
torácico.
54
Indice
55
3.4. Examen del paciente aviar
Evaluar el estado general de una ave no es tarea fácil, puesto que la actitud
del paciente no es la misma en presencia del hombre que cuando se encuentra
solo. A pesar de ello, es imprescindible realizar esta valoración prequirúrgica
antes de intentar la cirugía.
Las reacciones de agresividad y huida son parámetros que indican buen
estado físico y psíquico, pero es necesario observar al paciente sin que nos vea Indice
para poder emitir un dictamen más real de su situación. Mediante mirillas, o a
través de cristales de visión unidireccional se observará la posición del cuerpo
en la percha (erguida o caída), de las alas en el cuerpo (laxas, sin fuerza para
mantenerlas en su posición, o bien situadas), el movimiento de las pestañas
(rápido y limpio, o lento). Observaremos, asimismo, las reacciones de alerta o
pasividad ante ruidos desconocidos, la posición del cuerpo y potencia durante la
defecación, conducta ante la comida, estado de las plumas, etcétera (119).
Las aves de pequeño y mediano tamaño se ven sometidas en la naturaleza a
una depredación constante que les obliga a mantener una vigilancia continua
del entorno. Si su capacidad de respuesta disminuye por enfermedades u otras
causas, se convierten en presas fáciles. Por esta razón, los enfermos subclínicos
mantienen una apariencia casi normal, y cuando los síntomas son ya evidentes
el estado general está tan deteriorado que difícilmente se consigue su recupe-
ración.
Para evaluar el estado general nos valemos de signos externos e internos.
Son externos los expuestos en el apartado siguiente en referencia al shock y,
además, la palpación de los músculos pectorales. Una buena musculatura,
según Rodríguez de la Fuente (1970), es aquella que se asemeja a la coraza de
una armadura medieval, es decir, a la palpación se nota levemente la quilla del
esternón, que se continua con suavidad en unos músculos prietos y redondos.
Como signos internos, la comprobación de un hematocrito (PCV) bajo nos
indica estados anémicos (valores por debajo de 22), generalmente debidos a
hemorragias copiosas. Los valores superiores a 55 aparecen en pacientes deshi-
dratados.
56
Otros parámetros, como la glucemia, nos informan sobre las reservas ener-
géticas del organismo. Los niveles de glucosa en sangre de las aves son altos
comparados con los de mamíferos. Son valores fisiológicos los comprendidos
entre 180 y 500 mg/dl (dependiendo de la especie), sin embargo, debemos tener
en cuenta que la adrenalina y los glucocorticoides liberados al torrente circula-
torio ante situaciones de estrés actúan con un efecto hiperglucemiante. La
obtención de valores por debajo de 180 mg/dl debe hacernos pensar en un ago-
tamiento de las reservas, pudiendo cursar con un cuadro de convulsiones hipo-
glucémicas. Los niveles elevados de glucosa, si aparecen combinados con
poliuria y polidipsia suelen ser signo de diabetes mellitus. Indice
La proteína total en sangre oscila entre valores de 2,5-8,5 g/dl. Steiner consi-
dera que las aves con tasas inferiores a 2,5 g/dl fallecen siempre, aunque se ins-
taure un tratamiento. Los niveles bajos de proteína total en sangre aparecen en
las hepatitis y nefritis crónicas, en la malnutrición, en casos de malabsorción
intestinal (como consecuencia, por ejemplo, de parasitismo intestinal crónico),
etcétera. La hiperproteinemia suele venir asociada a estados de deshidratación,
inflamaciones crónicas, etcétera.
La determinación del ácido úrico en sangre (de 4-21 mg/dl) refleja el fisiolo-
gismo del riñon y su capacidad para metabolizar-filtrar. El ácido úrico es el
principal producto del catabolismo proteico, del nitrógeno no proteico y de las
purinas. El riñon de los mamíferos excreta la urea exclusivamente por filtración,
mientras que en las aves se elimina por secreción tubular. Las concentraciones
aumentan en sangre en procesos como la inanición, la gota, enfermedades rena-
les graves y en necrosis tisulares.
Los niveles de colesterol suelen situarse en las aves por debajo de los 200 mg/dl,
aumentando en enfermedades hepáticas y en el hipotirodismo. Los niveles des-
cienden por debajo de lo fisiológico en las septicemias bacterianas.
Las aves no poseen biliverdina reductasa, enzima necesaria para trans-
formar la biliverdina (de color verdosa) a bilirrubina (amarilla). Por tanto, la
bilirrubina representa un pequeño porcentaje de los pigmentos biliares de las
aves. El riñón elimina rápidamente los dos pigmentos, dando una coloración
verdosa a las excretas. La biliverdinuria es signo de enfermedad hepática, ane-
mia hemolítica o inanición. La biliverdinemia (en casos graves se ve traducida
por una coloración verdosa del suero), suele ser indicio de enfermedad hepática
grave.
57
La AST (aminotransferasa sérica de aspartato), también denominada GOT,
aumenta en la necrosis hepatocelular, que a su vez puede tener un origen trau-
mático, de necrosis tisular o de hipoxia. La AST también se ve incrementada por
lesiones en el músculo esquelético. Para diferenciar la necrosis hepatocelular de
las lesiones del músculo esquelético deberemos recurrir a la determinación de la
creatinkinasa sérica (CK), específica de lesiones en este último, y cuyos valores
fisiológicos oscilan entre 100-300 UI/1.
La LDH (lactato deshidrogenasa sérica) se ve incrementada bajo las mismas
situaciones que la AST.
El calcio sérico o plasmático suele establecerse entorno a 8-12 mg/dl. Por Indice
debajo de los 6 mg/dl (en la enfermedad renal crónica) pueden aparecer sínto-
mas de convulsiones o tetania. Los niveles aumentan durante la puesta en las
hembras. El Na sérico normalmente se sitúa entre los 130 y los 170 mEq/1. El K
oscila de 2,5-6 mEq/1.
El estudio del diagnóstico diferencial de leucocitos (WBC) resulta de sumo
interés. Los neutrófilos, tan abundantes en los mamíferos, son muy raros en las
aves y, sin embargo, proliferan los heterófilos. Estos últimos aumentan rápida-
mente en procesos de estrés e inflamaciones crónicas. Su valoración continua es
un excelente medio para evaluar el progreso del ave durante la hospitalización.
Barrows (1984) y Gilbert (1982), para las especies águila real (Aquila chrysae-
tos), ratonero común (Buteo), canario (Serinus canaria) y periquito (Melopsittacus
spp.) ofrecen los siguientes valores:
Parámetros Especies
Águila Ratonero
Canario Periquito
real común
Glucosa (mg/dl) 250-400 300-400 200-450 200-400
Prot. total (GR/Al) 2,5-3,9 3,9-5,2 3,0-5,0 2,5-4,5
Ac. úrico (Mr/Al) 4,0-12,0 8,0-21,0 4,0-12,0 4,0-14,0
Calcio (Mr/Al) 7-9 8-10 — —
Fósforo (Mr/Al) 1-3 3-4 — —
Creatin. (Mr/Al) 0,6-1 0,7-1 — 0,1-0,4
SGOT (mu/Al) 95,210 113-180 150-350 150-350
Colest. (Mr/Al) 100-190 150-280 — —
Figura 3.8.
58
Los análisis realizados por nosotros en el buitre negro (Aegypius Monchos),
buitre leonado (Gyps flus), alimoche (Neophron percnopterus) y búho real (Buho
bebo) arrojan las siguientes cifras:
GGT (U/1) 1 2 5 6 —
Figura 3.9.
59
Indice
3.4.2. Exploración
60
Indice
3.4.2.2. La cera del pico y las fosas nasales deben permanecer limpias. La
presencia de sangre en los orificios nasales suele ser síntoma de traumatismo
craneal, generalmente de mal pronóstico.
3.4.2.3. En la cavidad oral puede investigarse la presencia de placas
blanquecinas en la mucosa debidas a trichomonas o candida, y para una pri-
mera evaluación del funcionamiento del aparato circulatorio, el color de la
mucosa de la lengua y glotis. Un color blanquecino en esta región suele estar
asociado al shock hipovolémico (por pérdidas de sangre) o a otros tipos de
shock.
3.4.2.4. Por palpación externa del buche podemos averiguar si el paciente
ha ingerido comida recientemente. Abriendo el pico y presionando la región
con suavidad, se desprenden en ocasiones malos olores debidos a fermentacio-
nes anormales del contenido alimenticio almacenado. Estas fermentaciones
pueden desarrollarse por parálisis del aparato digestivo o por ingluvitis debidas
a trichomonas o candida que impiden el tránsito normal del alimento hacia esó-
fago y proventrículo por inflamación de la zona (145).
61
3.4.2.5. En cualquier región del cuerpo observaremos si existen heridas
abiertas, hematomas, enfisemas subcutáneos o las frecuentes dermatitis de color
verdoso ocasionadas por pseudomonas spp. que se originan sobre la piel de las
regiones traumatizadas.
3.4.2.6. En las extremidades, las fracturas óseas deben ser cuidadosamente
exploradas para evitar que los extremos óseos fracturados produzcan autolesio-
nes sobre los tejidos adyacentes. A este respecto, lo correcto es sujetar con fuerza
el extremo proximal del humerus ofemoris, según el caso, y, sin soltar éste, explo-
rar el resto de los segmentos óseos del miembro:* Con esto, los posibles movi-
mientos violentos originados durante la exploración no conseguirán mover el Indice
miembro, o lo harán lentamente y sin consecuencias. En la extremidad torácica,
además de la exploración de fracturas, conviene comprobar la integridad de la
membrana del patagio, frecuentemente lesionada en aves colisionadas.
3.4.2.7. Con frecuencia las aves presentan cojeras de etiología diversa.
Según Steiner (1984), algunas de las causas pueden ser:
Aseladeros incorrectos.
Anillas apretadas.
Raquitismo.
Gota articular.
Figura 3.12.
62
Indice
64
3.5. Resumen patológico, topográfico y sistemático
65
PATAS (Continuación)
Dedos hinchados Abscesos por estafilococos o pasterellas, gota
Patas con escamas, Infestaciones por Knemidocoptes spp.
engrosamiento
PLUMAS
Depigmentadas Deficiencia en lisina
Desprendidas Botulismo
Rotas, estropeadas Piojos (huevos frecuentemente próximos a cloaca),
jaula inadecuada Indice
Figura 3.14.
DEFICIENCIA SINTOMATOLOGIA
Valina, leucina, isoleucina Plumas cóncavas
glicina, fenilalnina,
tirosina
Lisina Depigmentación
Arginina Retención de la vaina de las plumas, raquis fino, pérdida
de la estructura de las bárbulas
Proteína Osteoporosis
Vitamina A Hiperqueratosis, palidez en la piel, callosidades en
patas, alteraciones en la filtración renal
Vitamina E y selenio Encefalomalacia, atrofia del cálamo en rémiges y
rectrices, miopatía (músculo blanco)
(Continuación)
DEFICIENCIA SINTOMATOLOGIA
Figura 3.15.
Indice
3.6. Shock
Según la clasificación de los tipos de shock de Slatter (1989), las aves salvajes
heridas sufren con mayor frecuencia los siguientes:
67
— Shock hipovolémico.—Por volumen sanguíneo reducido (en hemorragias
internas o externas, diarreas, etc.). Es el más frecuente de los tipos de
shock en aves traumatizadas.
— Shock vasculogénico.—Por pérdida del tono en la resistencia y capacidad
de los vasos. En lesiones del sistema nervioso central.
— Shock cardiogénico.—Por disminución de la actividad del corazón (en
anestesias demasiado profundas, hemoneumotórax, etcétera).
— Shock maldistributivo.—En traumatismos, sepsis, etcétera.
Indice
3.6.2. Síntomas
Los primeros síntomas de un ave en shock deben aprenderse a reconocer
rápidamente; a veces, desde la aparición del primer estadio hasta la muerte
pasan tan sólo unas horas. La observación de estos signos debe ser efectuada sin
que el paciente se percate de ello (a través del cristal-espía instalado en la jaula
de cuidados intensivos y una vez que haya permanecido en la misma un corto
período de tiempo sin ruidos ni molestias).
Según Mckeever (1979), algunos de los síntomas que pueden indicar que un
ave salvaje está en shock son:
Evidencia de pérdida copiosa de sangre de una herida externa.
Semiinconsciencia.
Ojos semicerrados, parpadeo lento.
Plumaje erizado.
Disnea.
Escalofríos
Apatía ante el hombre.
Falta de reflejo de huida.
Falta de agresividad.
Postura de joroba en la percha, o colocarseen el suelo habiendo percha.
Disminución del reflejo pupilar a la luz.
Orofaringe anémica.
Lento rellenado de la vena humeral tras ser comprimida.
Figura 3.16.
Si el ave ingiere alimento voluntariamente y con rapidez, podemos afirmar
que no está en shock.
Indice
3.6.3. Prevención
Para prevenir el shock podemos aplicar, entre otras, las medidas siguientes:
— Mantener la temperatura ambiental a 25-30 °C.
— Cohibir las hemorragias y restituir el volumen de sangre perdido.
— Usar corticoides. Es recomendable la Dexametasona vía intramuscular,
a dosis de 0,1 mg/kg.
— El estrés incrementa las necesidades de vitamina C y, por tanto, la
administraremos durante los primeros días de hospitalización.
— Manipular lo mínimo al paciente y preservarle de ruidos, sustos, etcétera.
69
A un ave en shock no se le administrarán anestésicos ni tranquilizantes, ya
que suelen poseer un efecto depresor sobre el sistema cardiorrespiratorio.
70
dosis de 10 ml/kg. La yema de huevo cocida y las vitaminas del complejo B pue-
den resultar de gran ayuda en esta primera fase.
Personalmente, utilizamos una mezcla de Biodiet* líquido más Meritene*
polvo al 50 por 100, a la que se añade agua hasta conseguir una consistencia de
papilla. La combinación se administra con sonda y a temperaturas próximas a
37-38 °C.
3.7.1.2. Nidífugos
Ingieren la comida por sí solos a las pocas horas de nacer.
Alimentos recomendados:
71
— Granívoros.—Piensos de arranque de broilers con alto contenido en pro-
-eína, mezclado con comida de insectívoros.
— Anátidas.-Piensos con alto contenido en proteína, pienso compuesto de
gatos (en anátidas estrictamente piscívoras). Hierba verde del tipo del
raigrass u otras gramíneas.
3.8. La «impregnación»
72
ocultos, ayudados de pinzas u otros utensilios. Si ya se ha instaurado en el indi-
viduo, puede probarse con aislarle durante un largo espacio de tiempo de la pre-
sencia humana, manteniéndole en compañía de los de su especie.
La «impregnación» no es sólo un fenómeno mediante el cual el animal
aprende a reconocer su propia especie. Durante esta etapa sensible, el polluelo,
tanto si se encuentra en su espacio natural como si permanece en cautividad,
también grabará en su cerebro y se impregnará del hábitat, de la conducta ante
determinados estímulos de los progenitores y del alimento que recibe. Todo ello
influirá posteriormente en su adaptación a la vida salvaje, y el hombre, mante-
Indice
niéndole en cautividad, difícilmente conseguirá imitar todos estos factores de
forma satisfactoria.
73
ción de rachis de otra pluma, un cilindro de fibra de vidrio, o una aguja de
calibre inferior al canal de la pluma e impregnada con cianocrilato, se
introduce longitudinalmente en la porción de pluma adherida al ave.
Después se inserta la prótesis de igual forma sobre el resto de vástago
sobrante.
Indice
74
4. Aspectos preliminares a la cirugía
75
Los fármacos vía oral también pueden ser administrados en el agua de
bebida o con el alimento, o incluso ser introducidos dentro de éste (inyectados
dentro de frutas, como uvas, naranjas, etc., en la carne o dentro de presas recién
muertas). Aunque el consumo de agua resulta muy variable en función de la
especie, temperatura ambiental, dieta, estado físico, etc., se considera que la
necesidad diaria media se sitúa en torno a los 120 ml/kg. Sin embargo, las anáti-
das consumen más y las rapaces mucho menos (165).
Los productos administrados en el agua son adecuados para tratamientos
crónicos y colectivos, pero muchas aves no los aceptan por el cambio de color o
sabor que confieren estas drogas. Indice
76
4.1.2 Vía parenteral
Vía intramuscular
77
Indice
78
cas como la aspergilosis y las bacterianas por coliformes son relativamente fre-
cuentes. Los pulmones, sin embargo, al tener una rica vascularización, están
menos expuestos a este tipo de afecciones, salvo que exista un gran descenso de
las defensas orgánicas o el agente patógeno sea de gran virulencia. Para poder
tratarlas, Coles (1985) recomienda que la droga elegida sea nebulizada con apa-
ratos que consigan partículas en suspensión inferiores a 5 micras de diámetro,
mezclada con solución salina o tyloxapol. Las gotas gruesas que se consiguen
con aparatos no específicos actúan en los primeros tramos del aparato respirato-
rio, pero no en sacos aéreos.
Indice
Esta vía, poco utilizada en otros animales, ofrece grandes ventajas para las
transfusiones sanguíneas de las aves de pequeña talla y para los tratamientos de
79
larga duración. Además, disminuye en gran medida el estrés que supone la
manipulación diaria con un animal salvaje. La aguja, fijada en el hueso, permite
la administración de fármacos cuando lo deseemos, puesto que puede ser conec-
tada a un «gotero» situado en el exterior de la jaula de cuidados intensivos. Ayu-
dados por esta técnica, podremos paliar los problemas de acidosis de los
primeros momentos en cautividad (aplicación «gota a gota» de soluciones elec-
trolíticas), la frecuente anorexia debida al estrés (alimentación parenteral) o el
shock (administración lenta de tranquilizantes, sangre entera de otras aves, cor-
ticoides, antibióticos, etcétera).
Los puntos de elección para la penetración de la aguja suelen ser el tibiotar- Indice
sus y la ulna.
Figura 4.4.—Aplicación de fármacos vía intraósea en una lechuza común (Tylo alba) desde
el exterior de la JCI.
4.2. Fármacos más corrientemente utilizados
en medicina de aves
81
(Continuación)
Xilazina im 2 mg/kg
Reserpina Oral 2-4 mg/kg Anestésico
83
(Continuación)
Figura 4.5.
4.3.1. Hemorragia
85
Aunque existe gran variabilidad según la especie, edad, estado fisiológico,
etcétera, se considera que valores del hematocrito entre 22 y 55 son normales.
Los inferiores a 22 indicarían anemia, y los superiores a 55 estados de deshidra-
tación.
Valores de hematocrito para algunas especies de rapaces son:
Figura 4.7.
Otro dato de interés que podemos obtener de las tomas de sangre es la fór-
mula leucocitaria. Las cifras medias normales dadas por Levitt (1989) son
las siguientes:
Figura 4.8.
86
De forma genérica, podemos considerar que un paciente recién capturado
que presenta las alas caídas y signos manifiestos de apatía tales como falta de
agresividad ante el hombre o de reacciones de huida, y sobre cuyas plumas des-
tacan manchas de sangre recientes o secas, precisa de forma rápida una transfu-
sión de sangre.
Figura 4.9.—Proyección lateral izquierda del corazón de un ánade real (Anas platyrynchus).
87
Indice
88
Indice
4.3.2. Lesión
La lesión «tipo» de las rapaces que acuden al quirófano suele estar represen-
tada por fracturas óseas de naturaleza abierta localizadas en alguna de las extre-
midades y con perdigones incrustados en distintas regiones del cuerpo.
Por especies, una de las más frágiles es el gavilán (Accipiter nisus), segura-
mente por su pequeño tamaño y carácter nervioso, pero otras como la cigüeña
negra (Ciconia nigra), el flamenco (Phoenicopterus ruber) o el autillo (Otus scops)
son también muy sensibles. Entre las más resistentes se encuentran gaviotas,
palomas, milanos, ratoneros, etcétera.
Figura 4.12.—Fractura del humerus distal de un águila calzada (Hieraaetus pennatus). La porción
distal del mismo se ha situado paralela a la ulna y el radius por la acción flexora
de los músculos de la región.
90
alambradas y tendidos eléctricos, o por los golpes que reciben contra el suelo al
caer. En este tipo de lesiones, además de la columna vertebral, los miembros
torácico y pélvico suelen también recibir daño, derivándose de ellos fracturas
secundarias, luxaciones articulares, desgarros o simples heridas superficiales.
En general, los perdigones de arma de fuego no deben ser extraídos, salvo
que su presencia impida una adecuada formación del callo óseo o una función
vital del paciente. El peligro de intoxicación por plomo sólo existe si éste es inge-
rido, en cuyo caso sí debe intentarse la eliminación del mismo por una u
otra vía.
Indice
4.3.3. Antigüedad
4.3.4. Sepsis
Las infecciones más frecuentes tras la captura son las derivadas de la lesión
inicial. Las heridas abiertas permiten la diseminación de gérmenes al torrente
circulatorio, y como consecuencia de la inmunosupresión que producen los glu-
cocorticoides liberados al torrente circulatorio, se favorece la septicemia. Son
91
distintos autores los que defienden la tesis de que la alta temperatura corporal de
las aves posee un efecto bacteriostático, sin embargo, la bibliografía refleja múl-
tiples casos de osteomielitis, artritis por salmonella, pododermatitis por estafilo-
cocos, dermatitis por pseudomonas, etcétera.
Indice
92
Como norma, deben cerrarse las heridas abiertas, al tiempo que se realizan
tratamientos locales y sistémicos con antibióticos, pero restringiendo al máximo
las manipulaciones directas. El pus de las aves tiende a ser caseoso, y esta masa
solidificada es a menudo impedimento para la curación y la cicatrización. Si en
una fractura ósea se desarrolla esta formación purulenta, el callo no se formará
adecuadamente y, por tanto, no existirá unión entre ambos extremos.
En las afecciones del miembro pélvico debe recordarse que el sistema circu-
latorio de las aves obliga a pasar parte de la sangre procedente de esta región por
los ríñones y, por tanto, son frecuentes la nefritis por diseminación de gérmenes
Indice
desde el foco infeccioso. Si bajo esta situación utilizamos drogas aplicadas en el
miembro pélvico, existe el peligro de que el producto no realice su efecto si es eli-
minado vía renal, o bien de que aparezca una sobredosificación, si el fracaso
renal está ya instaurado (antibióticos como la kanamicina o la colistina, que se
eliminan casi exclusivamente vía renal, son un ejemplo de este problema si son
inyectados en estos músculos).
Las especialidades farmacéuticas que asocian antibióticos con procaína no
deben ser usadas en aves, por la intolerancia a esta última. En un gran número
de casos se desarrollan cuadros de temblores e incoordinación y en la mayoría
de las psitácidas ocasiona la muerte.
En los tratamientos sistémicos son recomendables las especialidades de
acción retardada para no tener que manipular diariamente al paciente.
La administración prolongada de antibióticos por vía oral debe ser compen-
sada con la ingestión de flora microbiana (por ejemplo, yogur natural a dosis de
2 ml/kg) para regenerarla flora del buche e intestino. El tratamiento con Cloran-
fenicol puede estar contraindicado en pacientes muy abatidos, por su papel
inmunodepresor. Sin embargo, el Levamisol, a dosis inferiores a las usadas
como antihelmíntico, posee un papel inmunoestimulante. En aquellos casos en
que se requiera un tratamiento sistémico por la posibilidad de infecciones gene-
ralizadas y se coincida con fracturas óseas, las tetraciclinas están siempre con-
traindicadas, por su efecto quelante sobre el calcio, que conlleva una disminución
de su acción terapéutica y una mala formación del callo óseo.
4.3.4.1. «Clavos»
El clavo es una infección de la almohadilla plantar de las aves que se mani-
fiesta en forma de inflamación de la zona con infiltración de heterófilos y que
93
está generalmente producida por Stafilococcus aureus, aunque también se han
aislado otros gérmenes como Streptococcusfaecalis, Pseudomonas spp., E. coli, Pro-
teus spp. y Mycoplasma synovitis.
Las causas son múltiples, pero parece ser que resulta determinante la isque-
mia que se produce en la región como consecuencia de la permanencia en la
percha durante largos períodos de tiempo sin volar, en combinación con una
falta de higiene de las mismas (119). Otras etiologías manejadas son la estancia
en aseladeros de forma o calibre incorrecto, los aumentos rápidos de peso del
animal o las autolesiones provocadas por la uña del Digitus I.
Indice
El pus de las aves es caseoso y tiende a hacerse sólido. El proceso se encap-
sula con rapidez, observándose desde el exterior en las fases iniciales un punto
negro sobre la piel, similar a la cabeza de un clavo, al que debe su nombre.
Cuando el proceso avanza, el germen coloniza tendones y otros tejidos, expan-
diéndose por toda la almohadilla si la causa persiste y provocando una cojera de
apoyo que, si afecta a ambas extremidades, termina con el animal en decúbito
permanente.
Entre los tratamientos curativos están las topicaciones con alcohol combi-
nado con clorhexidina, la povidona iodada, las pomadas liposolubles compues-
tas por antibióticos (son recomendables antibiogramas cada siete u ocho días),
la fibrolisina, el dimetilsulfóxido, etcétera.
94
4.4. Electrocirugía y microcirugía
El electrodo debe pasar por los tejidos sin arrastrar las células. Si éstas son
arrastradas, la corriente suele estar demasiado baja. Si, por el contrario, el elec-
trodo lleva hasta los tejidos una corriente excesivamente alta, aparecerán chis-
pazos sobre el mismo.
La electrocirugía en aves, por su efecto hemostático, se ha demostrado útil
sobre todo en cirugía abdominal (tumores). En fracturas óseas de los miembros
torácico y pélvico puede ser la solución para la eliminación de los vasculariza-
dos callos óseos en formación de las lesiones mal alineadas o consolidadas.
95
5. Anestesia
Indice
5.1. Generalidades
97
b) Ingesta de alimento: las aves de más de 1 kilogramo de peso deben man-
tener un ayuno absoluto en las doce horas anteriores a la intervención
quirúrgica; las comprendidas entre 300 gramos y 1 kilogramo, tres o cua-
tro horas, y las menores de 300 gramos no deben sufrir ningún ayuno.
c) Temperatura: mantener la estancia a temperaturas ambientales com-
prendidas entre 22-25 °C.
d) Posición: siempre que la situación lo permita, utilizar la posición en
decúbito lateral durante la intervención. No colocar las alas en hiperex-
tensión, para evitar daños sobre el plexo braquial. Si el anestésico utili-
Indice
zado no causa relajación muscular, la posición con las alas abiertas
puede mantener en tensión los músculos pectorales, restringiendo el
movimiento del tórax durante la respiración.
e) Fluidoterapia: utilizar terapia de fluidos si la anestesia va a mantenerse
durante más de treinta minutos. Esto tiene una especial importancia si la
droga anestésica se elimina a través del riñon porque facilita la dilución
de la misma. Se puede usar solución Ringer lactato vía intramuscular. La
dosificación recomendada es de 3 ml/kg cada diez minutos para aves de
peso inferior a 100 gramos y 2 ml/kg cada veinte minutos para aves de
más de 100 gramos.
f) Controlar la funcionalidad del corazón del paciente, mediante, por ejem-
plo, estetoscopios esofágicos, electrocardiógrafos u otros.
g) Vigilar para que el ritmo respiratorio no se reduzca demasiado y procu-
rar que la dosis de anestesia sea lo más baja posible.
h) Premedicar al ave con atropina; reduce las secreciones respiratorias y la
tendencia a la bradicardia (0,05-01 mg/kg).
99
Las aves ligeramente anestesiadas se caracterizan por presentar un estado
de narcosis del que pueden despertar con facilidad. Este estado es semejante al
de un mamífero bajo anestesia profunda (relajación muscular, respiración
lenta, párpados cerrados) y durante la misma el ave soporta las operaciones de
lavado, delimitación del campo, etc., pero cuando se inicia la incisión de la piel
se despierta, bate las alas, eriza las plumas, chilla, etc., impidiendo la inter-
vención.
5.4. Preanestesia
Indice
5.4.2.1. Xilazina
No da buenos resultados si es utilizada sola. Produce mala analgesia y ligera
bradicardia, aunque posee un gran margen de seguridad.
- DOSIS: 5-50 mg/kg vía intramuscular (130).
100
5.4.3. Derivados de las benzodiazepinas
5.4.3.1. Diazepam
Seguro y eficaz. Es un buen sinergizante de algunos anestésicos y resulta ade-
cuado para los días anteriores y posteriores a la intervención quirúrgica a dosis
bajas, vía oral, con objeto de disminuir la ansiedad inicial. Al igual que otros deri-
vados de esta familia (lorazepam, alprazolam, clordiazepoxido), posee efectos sedan-
tes y relajantes neuromusculares. El efecto sobre el sistema cardiovascular es
prácticamente inapreciable, produciendo una ligera depresión respiratoria.
Indice
— DOSIS: 1-15 mg/kg, vía intramuscular (7).
1-15 mg/kg, vía oral, días antes y después de la intervención (7).
10 mg/kg, vía intramuscular, y 2 mg/kg, vía intravenosa (48).
5.4.4. Otros
5.4.4.1. Meprobramato
Es un producto que ocasiona resultados variables según la especie, pero que
manifiesta poca toxicidad. Posee un claro efecto ansiolítico.
En ánades reales (Anas platyrrinchus) la anestesia se consigue a partir de 1,6
g/individuo, y la dosis letal es de 3g/individuo (170).
5.4.4.2. Metomidato
Parece ser un agente seguro para Falconiformes y Strigiformes, siempre que
las intervenciones quirúrgicas no sean muy complicadas.
Produce una hipersecreción no controlada por la atropina. Si hubiese regur-
gitaciones (egagrópilas o contenido alimenticio de buche), deben ser eliminadas
rápidamente de la cavidad oral.
— DOSIS: 10 mg/kg, vía intramuscular (34).
101
Sin embargo, algunos autores consideran que el efecto de los anestésicos loca-
les es el mismo que el de los mamíferos y que los casos de intolerancia y toxicidad
que describe la literatura son debidos a sobredosificaciones. Para evitarlas, reco-
miendan diluir las soluciones comerciales del 2 por 100 de hidrocloruro de lido-
caína a soluciones al 0,5 por 100 (30).
Otros autores utilizan anestésicos locales como la lidocaína o la cetacaína,
pero advierten del peligro de muerte si se usa la procaína en las aves de jaula.
También puede ser utilizado el cloruro de etilo por vía tópica (152).
Indice
5.6. Anestesia general
5.6.1.2. Tribromoetanol
Se utiliza para la captura de pavos salvajes impregnando los granos del ali-
mento con el fármaco.
La dosis en pavos es de 120-180 mg/kg (111).
La anestesia para estorninos (Sturnus spp.) resulta adecuada con dosis de
330 mg/kg de tribromoetanol tras una inducción de siete minutos. Para el
mirlo (Tordus merula) se precisan 260 mg/kg, con una inducción de un mi-
nuto (102).
102
5.6.2.2. Equitesin
Es una solución inyectable formada por los siguientes fármacos y propor-
ciones:
— Hidrato de cloral 2,13 g.
— S04Mg 1,06 g.
— Pentobarbital sódico ... 0,48 g.
Los tres productos se mezclan en 50 ml. de una solución de agua destilada al
9,5 por 100 de alcohol y 35 por 100 de propilenglicol (152). Indice
5.6.2.3. Alfaxalona/alfadolona
Son compuestos esteroides, hipnóticos a dosis bajas y anestésicos a dosis
más altas. Cuando se administra esta mezcla vía intramuscular, la inducción se
consigue a los cinco minutos, manteniendo su efecto máximo durante veinte
minutos. Es un producto seguro, pero con alguna frecuencia ocasiona taquicar-
dia y arritmias cardíacas.
— DOSIS: 3-80 mg/kg. Vía intramuscular o intravenosa (35).
En la grulla común (Grus grus) se ha utilizado a dosis de 2,8 mg/kg, vía intra-
venosa, con resultados satisfactorios (67,78).
Samour (1984), con la alfaxalona/alfadolona consigue una buena anestesia
en las siguientes especies:
103
ESPECIE Peso (g) mg/kg Vía
104
ESPECIE Dosis (mg)
Cacatúa 13
Periquito 1
Ararauna 17
Loros, rosellas 7
Figura 5.2.
Indice
Figura 5.3.
106
xilazma. En el halcón peregrino (Falco peregrinus) las dosis totales fueron de 12 mg
de ketamina + 2,4 mg de xilazina para las hembras y 7 mg de ketamina + 1,4 mg
de xilazina en los machos (165).
107
en que los movimientos respiratorios parecían ser normales. Por esta razón, se
recomienda administrar anestésicos volátiles en las aves de forma intermitente
con el fin de evitar las sobredosificaciones que se derivan de acúmulos excesivos
de gas anestésico dentro de los sacos aéreos (111).
5.6.3.1. Éter
Es un anestésico potente, que se elimina por vía pulmonar sin metabolizar.
Puede ser usado impregnado en algodón y aplicándolo sobre los orificios nasa-
les hasta lograr la narcosis. La operación se repite cuando aparecen síntomas de
recuperación. El gran inconveniente del éter es la grave irritación que produce Indice
sobre las vías respiratorias (170).
5.6.3.4. Isoflurano
El isoflurano es un producto excelente para anestesiar aves, incluso con
algunas ventajas sobre el halotano y el metoxiflurano para pacientes viejos, en
shock o con enfermedades cardiovasculares y hepáticas (42).
La reconocida depresión cardiorrespiratoria que ocasiona está en función
de la dosis, pero posee la ventaja de una rápida inducción y recuperación debido
a su alta volatilidad (42).
108
Para disminuir las concentraciones de halotano, metoxiflurano e isoflurano
puede adicionarse óxido nitroso a la mezcla en las concentraciones siguientes:
— 1/3 de oxígeno + 2/3 de N20 durante la inducción.
— 1/2 de oxígeno + 1/2 de N20 durante el mantenimiento.
En especies pequeñas, el halotano, el metoxiflurano y el isoflurano se pue-
den emplear introduciendo al paciente en un recipiente de un litro de capacidad
con un algodón impregnado en 0,3 ml de gas anestésico. La inducción aparecerá
entre los veinte y cuarenta minutos, en cuyo momento se retira el animal del
recipiente. El mantenimiento se lleva a cabo con una torunda de algodón Indice
impregnada en el gas, que se aproximará y retirará de los orificios nasales según
el plano de anestesia del paciente (63).
109
razón se recomienda intervenir a los pacientes aviares en decúbito
lateral (163).
c) Cuando se aprecia insuficiencia respiratoria y la apnea se mantiene por
más de cinco segundos, efectuaremos la respiración artificial mediante
movimientos digitales sobre el tórax, una o dos veces por segundo. El
paro cardíaco sobreviene tras una parada prolongada de la respiración.
Según Bush (1985), las aves raramente responden a la resucitación pul-
monar y nunca lo hacen al masaje cardíaco.
d) Para recuperar al animal de la anestesia puede utilizarse el Doxapram*,
Indice
vía intramuscular, a dosis de 7 mg/kg (22).
Autores como Lind adminsitran tras la cirugía soluciones de dextrosa y rin-
ger lactato (dextrosa al 2,5 por 100 vía subcutánea, o al 5 por 100 vía intrave-
nosa).
110
6. Osteosíntesis
Indice
«Denominamos osteosíntesis a aquellas técnicas quirúrgicas que permiten
inmovilizar los fragmentos de una fractura» (146).
Las técnicas de osteosíntesis que se aplican sobre las alas de las aves silves-
tres deben conseguir una buena resolución, ya que el objetivo final es su readap-
tación en el medio natural. Para ello precisan una recuperación casi perfecta del
vuelo (12). En el miembro pélvico, sin embargo, puede soportarse una eficacia
menor y dependiendo de la especie, las aves pueden ser liberadas con alguna
merma de su capacidad funcional.
El resultado de la cirugía no depende exclusivamente de la técnica quirúr-
gica empleada; influyen, entre otras cosas, la lesión inicial y su antigüedad, el
estado general previo, la biología particular de cada especie, los manejos y cui-
dados pre y postoperatorios, la ejercitación física posterior, etcétera.
6.1.1. Predisponentes
a) Generales
— Osteomielitis: las infecciones locales a nivel del hueso predisponen a
las fracturas.
111
— Mala alimentación: sobre todo deficiencias en los niveles de calcio, o en
la relación calcio/fósforo (frecuente en pollos de rapaces capturados de
sus nidos y que han sido alimentadas con visceras).
— Fatigas musculares: la acidosis del agotamiento facilita la descalcifica-
ción y, por tanto, la aparición de fracturas.
— Edad: a medida que avanza la edad del paciente, al igual que en mamífe-
ros, los procesos de cicatrización se retrasan en el tiempo. Este aspecto,
sin embargo, no es fácil de determinar, puesto que en las aves existen
pocos métodos que permitan averiguar la edad del paciente una vez que Indice
llegan a su estado de madurez.
b) Locales
— La propia forma del hueso (el humerus, por ejemplo, describe una tra-
yectoria en «S» que posibilita su fractura ante determinados movi-
mientos).
— Tumoraciones óseas.
6.1.2. Derterminantes
— Contracciones musculares.
112
Indice
113
vasos sanguíneos de los conductos de Havers y tejidos blandos adyacentes, que
será tanto mayor cuanto más desplazamiento exista entre los fragmentos.
Como consecuencia de la lesión de los vasos, en las proximidades de la frac-
tura se producirá la muerte de los osteocitos del hueso y su posterior lisis, afec-
tando también al tejido perióstico y la médula ósea, aunque en menor intensidad
debido a su rica vascularización.
Cuando se detiene la hemorragia, el hematoma formado entre los dos extre-
mos comienza a organizarse, y se origina un foco inicial de acidosis que va a
acompañar a los fenómenos de reparación.
Indice
Junto con la organización del hematoma se produce una vasodilatación en
el periostio y endostio, que aportará al foco de fractura abundante cantidad de
células osteógenas, rellenando así el espacio existente entre los fragmentos. Con
la proliferación de células osteógenas crecen también los capilares sanguíneos y
en las zonas muy vascularizadas las células se diferenciarán en osteoblastos. Sin
embargo, en los puntos con poco aporte sanguíneo las células osteógenas se
diferenciarán en condroblastos y condrocitos, desarrollándose un tejido cartila-
ginoso en las regiones periféricas del callo. En fases sucesivas, este cartílago
sufrirá metaplasia ósea y en última instancia ocurrirá la remodelación, mediante
la cual se restablecen los sistemas de Havers por la acción de los osteoclastos
(que eliminan el tejido muerto) y los osteoblastos.
Si la fractura es reducida e inmovilizada adecuadamente en las primeras
horas, el tejido cartilaginoso periférico se formará en cinco o seis días (122). La
sustitución del tejido cartilaginoso por el óseo tendrá lugar a los diez u once días,
la verdadera unión ósea ocurrirá alrededor de los veintidós días y la remodela-
ción completa a los cuarenta y cinco días (122,71).
El callo óseo formado en las aves es principalmente intramedular (callo endós-
tico), sirviendo de rápido y rígido soporte para la consolidación final (22,30,34).
El callo perióstico que se forma cuando la reducción e inmovilización son
correctas es pequeño, pero será tanto mayor cuanto peor se hayan realizado
aquéllas (3).
Dos de los problemas más difíciles de resolver en traumatología de las extre-
midades de las aves son las fracturas localizadas en las epífisis y aquéllas en las
que se ve afectada la artería nutricia, por la consecuente isquemia.
114
Las fracturas en las epífisis siguen la misma evolución que en cualquier otro
punto del hueso, pero el tejido cartilaginoso que aparece en la zona impide
durante cierto tiempo el movimiento de la articulación y la anquilosis articular
suele ser la consecuencia final. Además, en este tipo de fracturas resulta dificul-
toso la aplicación de fijadores que estabilicen adecuadamente el foco sin lesio-
nar la articulación.
Si la epífisis afectada es la del humerus proximal, el problema es mayor; en
esta región se insertan los potentes músculos pectorales, que impedirán una
inmovilización absoluta de la zona con sus movimientos.
Indice
Por otro lado, los disparos, choques violentos y autolesiones que se produce el
paciente, o la introducción de clavos metálicos vía intramedular, seccionan a veces
la arteria nutricia del hueso, comprometiendo seriamente la formación del callo.
La evolución en estos casos es variable según la lesión que haya sufrido el vaso,
pudiéndose retrasar la cicatrización durante meses, o no completarse nunca.
6.2.2. Evolución
115
e) La inmovilización del foco de fractura. La inmovilización correcta es el
eje central de la formación del callo óseo en aves (64).
f) La edad del paciente. El callo óseo se forma y evoluciona más rápido en
los pacientes de corta edad que en los adultos.
g) La existencia de infecciones generales o locales retrasa o imposibilita
(según el caso) la cicatrización.
Una fractura ósea de un ave, bajo buenas condiciones, se estabiliza en tres
semanas (22). Algunos autores opinan que son estables a las seis semanas (86) y
otros que en dos (2). Otras experiencias concluyen que, aunque las fracturas Indice
óseas sueldan antes que en mamíferos, con signos de curación entre los ocho y
diez días, la remodelación completa no se presenta hasta pasadas varias sema-
nas. Estos aparentes signos de curación son atribuidos a la rápida movilización
de células osteógenas en el foco de la lesión (126).
116
el paciente al intentar liberarse de sus ataduras (suele terminar por trabarse las
garras y los dedos con la cinta en la región de la quilla).
Para evitar éste y otros inconvenientes, se recomiendan varios tipos de inmo-
vilización, según el tramo óseo afectado:
Tipo I. «En hamaca» (22) (116).
Para fracturas de humerus o cualquier otro hueso de la extremidad, e incluso
para fracturas en el miembro pélvico.
Se inmoviliza el animal con una o dos vueltas de cinta adhesiva (celofán u Indice
otros) alrededor del cuerpo, incluyendo ambos miembros torácicos y se le intro-
duce en el denominado «Body sling» (119), de forma que queda colgado e
inmerso en una «hamaca» que le permitirá apoyar las patas a voluntad. La
inmovilización conseguida con este sistema es buena, pero presenta el inconve-
niente de tener que «embuchar» a diario a algunos de los pacientes.
117
Indice
118
ges primarias debido a la fuerte inserción que poseen estas plumas en los huesos
del carpo (40).
Utilizando una cinta adhesiva y dos piezas de cartón o material similar
como elemento estabilizador, se pueden inmovilizar algunos tipos de fractura
óseas en las aves (2).
Indice
119
construida en escayola, o algodón y gasa. La estructura se fija a su vez con esca-
yola por la región superior.
Rodríguez de la Fuente (1970) recomienda albergar a los halcones y otras
aves de cetrería con lesiones óseas simples en un lugar totalmente oscuro
durante un mes, encendiéndoles la luz únicamente para comer.
Indice
120
6.4.1.1. Enclavijamiento medular (intramedular o centromedular)
(8) (12) (91) (96) (140)
Técnica que utiliza clavos introducidos en el canal medular como elemento
estabilizador. Están construidos en acero inoxidable, aleaciones de cromo,
cobalto y molibdeno, o en titanio, vanadio, etc., con secciones distintas según el
modelo (cilindricas, en trébol, uve, etc.). Los clavos más usados en cirugía de
aves son las agujas de Kirschnner y los clavos de Steinmann, con calibres com-
prendidos entre 1-4 mm. El enclavijamiento medular es una técnica general-
mente orientada al tratamiento de las fracturas diafisarias de los huesos largos.
Indice
Se distinguen dos tipos de enclavijamiento:
121
mos (146). Dentro de éstos se encuentra la técnica consistente en utilizar dos lámi-
nas plásticas de material inerte fusionadas entre sí en ángulo recto. El dispositivo
esta perforado para poder introducir un sedal que hace retroceder el fijador hasta
su centro, una vez que han sido confrontados y alineados los extremos óseos (30)
Indice
Una variación a esta técnica es la que utiliza los capuchones de las agujas
hipodérmicas como fijadores (128). También se han realizado experiencias con
varillas de propileno introducidas en el canal medular y fijadas con cemento
óseo (101), así como con clavos de polimetilmetacrilato (96).
122
Otros tipos de clavos metálicos que no precisan perforar el hueso por ningún
punto son aquellos que poseen un dispositivo de muelle, recogiéndose una parte
del clavo dentro de otra hasta que los extremos óseos están confrontados y ali-
neados, en cuyo momento se activa el resorte que hace recuperar al clavo toda su
longitud.
Indice
123
Inconvenientes son, entre otros:
1. La rotura de trabéculas óseas que produce la penetración en el canal medu-
lar de los clavos, máxime si se utiliza una sección que ocupe todo el espacio
medular con el propósito de estabilizar adecuadamente la fractura (no es
necesario recordar que los huesos largos de las aves poseen una cortical
extremadamente fina en comparación con su canal medular, siendo nece-
sarios clavos de gran sección si se pretende ocupar todo su espacio) (26).
2. La posibilidad de que el clavo introducido produzca necrosis del hueso
por isquemia al lesionar la arteria nutricia (99).
3. Al perforar la epífisis del hueso para introducir el clavo vía retrógrada Indice
lesionamos la articulación, persistiendo generalmente algún grado de
anquilosis posterior (34).
4. El callo óseo que se forma en las aves es principalmente intramedular, y
cualquier material extraño que se introduce en el canal medular inter-
fiere su formación (22).
5. El clavo permite la rotación de segmentos (sobre todo en fracturas de
humerus, femoris, tibiotarsus y tarsometatarsus) (22) (132).
6. El clavo mantiene una vía abierta con el exterior, posibilitando la infec-
ción (26).
Mediante esta técnica, los fragmentos óseos fracturados se unen por torni-
llos de diversos calibres y longitudes. Se requiere previamente un trócar especial
para efectuar el orificio por el que se introducirá el tornillo. Es una técnica poco
usada en el miembro torácico por la escasa firmeza que da a los tornillos una
cortical de tan poco grosor (130), pero que puede ser utilizada en los tramos infe-
riores del miembro pélvico.
124
mayor espesor. Uno de sus inconvenientes es la necesidad de una gran incisión,
aumentando con ello los riesgos de sepsis y lesiones neurovasculares (22).
Indice
125
Indice
126
6.4.1.5.2. Injertos tratados
127
6.4.1.6. Otros
Otros materiales usados en el interior del canal medular como fijadores
son:
a) Cerámica porosa.
c) Cemento óseo (15). Se han conseguido éxitos en medicina humana, pero Indice
en el miembro torácico de las aves no se consigue el mismo resultado. El
implante de cemento termina aflojándose ante los potentes movimientos
de las alas. En combinación con varillas de propileno, ha sido utilizado
con éxito en algunas fracturas de alas (101).
c) Rótulas.—Son las piezas que coaptan los clavos con las barras.
128
Indice
6.4.2.2. Tipos
El fijador de Krschnner-Ehmer es el más utilizado debido a su poco peso,
diseño simple, facilidad de aplicación y economía. Está constituido por clavos de
Steinmann de acero inoxidable, lisos o con rosca. Su diferencia principal con otros
tipos de fijadores, como el de Meynard, estriba en el tipo de articulación utilizado.
Además de estos fijadores, otros autores han utilizado con éxito clavos trans-
fijantes coaptados externamente con férulas de yeso, o metilmetacrilato y otras
resinas sintéticas (58) (62).
En general, se recomienda el uso de fijadores ligeros en aves. Las agujas
hipodérmicas son utilizadas con éxito como clavos, fijándolas externamente
con un entramado de hilo de acero y cemento óseo (128). Otros autores coaptan
los vástagos metálicos con pegamento termoplástico.
Se consiguen mejores resultados si la coaptación de los clavos se hace con
barras dobles en lugar de con una sola barra (86).
129
Los medios clavos se recomiendan para las aves con fracturas de femoris,
humerus y tibiotarsus, considerando dos el número mínimo de clavos que es
necesario introducir en cada extremo óseo (22).
6.4.2.3. Aplicación
130
Patat (128) prefiere tratar las fracturas sin incidir el foco de fractura, lo que
no resulta difícil en lesiones de ulna, radius, metacarpale III y IV, tibiotarsus y tar-
sometatarsus. Sin embargo, en fracturas de humerus o femoris la palpación y ali-
neación de los extremos óseos resulta más dificultosa.
En cuanto al ángulo de entrada del clavo, en general se acepta que debe exis-
tir una angulación diferente a 90° con respecto al eje del hueso para evitar desli-
zamientos y aflojamientos.
131
6.4.2.4. Ventajas e inconvenientes (22) (128)
6.4.2.4.1. Ventajas
1. No es necesario abordar el foco de fractura, con lo que se evita la apari-
ción de nuevas hemorragias, infecciones y embolias grasas.
2. No se interfiere apenas en la estructura interna del canal medular (no hay
rotura de trabéculas).
3. No se interfiere en el foco de la fractura, permitiéndose una adecuada for-
mación del callo óseo. Indice
6.4.2.4.2. Inconvenientes
1. La complejidad del sistema.
2. Existe la posibilidad de osteomielitis al existir una vía de comuni-
cación con el exterior.
132
Para aplicar esta técnica, se introduce quirúrgicamente el electrodo de pla-
tino correspondiente al cátodo en el foco de fractura, con 20 microamperios de
corriente continua. Ánodo y batería se colocan en el tejido subcutáneo separa-
dos del foco. Otra modalidad menos invasiva consiste en utilizar de uno a cuatro
electrodos de acero inoxidable como cátodos, ubicados percutáneamente al foco
de fractura; el ánodo se colocaría sobre la piel y a ambos polos se conectaría una
batería con corriente continua de 20 microamperios.
La estimulación electromagnética ofrece buenas posibilidades de éxito en
los casos de no uniones avasculares, pseudoartrosis, artrodesis, osteocondritis y Indice
suturas nerviosas (144).
La consolidación perfecta fue posible en dos águilas reales (Aquila chrysaetos) y
un halcón peregrino (Falco peregrinus) con fracturas en las que no se había for-
mado callo óseo tras sesenta y ochenta días, respectivamente, mediante la aplica-
ción de corriente continua de 0,83 voltios y 20 microamperios. El electrocallo
formado se caracterizó por un aumento de la vascularización, una orientación
tisular paralela al eje largo de la diáfisis y un aumento de la calcificación (104).
Los ensayos efectuados con estimulación electromagnética han conseguido
resultados favorables en el 60-85 por 100 de los casos de pseudoartrosis trata-
das (17).
133
7. Postoperatorio
Indice
Terminada la intervención, el paciente será internado en unas dependencias
que permitirán controlar su estado. Exceptuando el período crítico de la inter-
vención, es durante esta fase (y principalmente en las primeras cuarenta y ocho
horas) cuando el riesgo de fallecimiento es mayor y, por tanto, donde debemos
centrar nuestra atención. Si las constantes vitales no fueron convenientemente
estabilizadas previamente a la cirugía, la anestesia administrada y la posible
hemorragia producida, además del estrés inherente a la propia intervención,
pondrán ante nosotros un caso clínico en estado grave. Esta situación crítica a
veces se ve agravada por la negativa del paciente a ingerir alimento, por la sensi-
bilidad propia de la especie tratada (autillos, gavilanes y algunos paseriformes
son muy vulnerables a los efectos del estrés) o por un manejo inadecuado, lo que
puede conducir a un deterioro progresivo del estado general del paciente.
Durante estas primeras cuarenta y ocho o setenta y dos horas nos debatimos
ante la disyuntiva de manejar directamente al ave para administrarle sueros,
antibióticos, alimentación, curas locales, etc., o bien evitarle el estrés que esto
conlleva y permitirle una estabilización psíquica con una tranquilidad absoluta
que restablezca el normofisioligismo.
La solución al problema suele lograrse adoptando una postura intermedia
que permita algunos tratamientos sin producir estrés, como por ejemplo la utili-
zación de fármacos de acción «retard» tras la recuperación de la anestesia y
antes de ser introducido el paciente en la jaula de cuidados intensivos (sueros,
antibióticos y otros por vía parenteral, etc.), diazepam diariamente vía oral y
mezclado con el alimento, nebulizaciones con agua o medicamentos (baños,
tratamientos antibióticos, antifúngicos, antiparasitarios, etc.) a través de peque-
ños orificios de la jaula, o incluso modificaciones de la postura si se encuentra
suspendido en el «Body sling» gracias a los hilos que lo mantienen conectado
135
con el exterior. La vía intraósea permanente, conectada mediante un gotero con
el exterior de la jaula, permite una buena relación «tratamiento intensivo/
estrés», siendo posible incluso la alimentación durante algunos días a través de
esta vía.
La alimentación en esta fase será siempre procedente de animales vivos o
recién matados. Cualquier sustancia que queramos administrar con la presa
(antibióticos, corticoesteroides, vitaminas, minerales, etc.) se inyectará o intro-
ducirá dentro de la presa una vez muerta.
Estos efectos antiestrés derivados de la no visualización del hombre por
Indice
parte del paciente (el principal agente causal de estrés en las aves salvajes), son
complementados con una temperatura ambiental adecuada, ausencia de ruidos
y animales, limpieza y desinfección realizada desde el exterior, mínima mani-
pulación del paciente, etcétera.
Según Coles (1985), las aves salvajes hospitalizadas son más propensas a
sufrir estrés que los mamíferos en condiciones similares. En cualquier especie,
la respuesta ante un comportamiento adquirido se pone en funcionamiento
cuando aparece un estímulo específico en el medio ambiente. Si no aparece nin-
guno de los estímulos naturales que aportan seguridad al individuo (el confina-
miento lo impide), el ave se pone tensa y se desarrolla el cuadro del estrés. La
tensión que se crea será proporcional al grado de habituación al hombre y a la
especie de que se trate, pero incluso dentro de la misma especie existirán varia-
ciones individuales.
Sin embargo, existen algunas pautas de comportamiento que son comunes a
casi todas las especies, como por ejemplo que la mayoría de ellas pasan mucho
tiempo (durante el vuelo) por encima del ojo humano. Por esta razón, la ubica-
ción de las jaulas a cierta altura aporta una mayor seguridad al paciente y, por
tanto, un menor estrés.
Si bien los sonidos anómalos (voces, animales, ladridos, etc.) son un factor a
evitar durante toda la hospitalización, el paciente aviar muestra más sensibi-
136
lidad a todo cuanto ve, y en especial a la presencia humana. Eliminar de forma
total este inconveniente realizando las observaciones desde mirillas o a través de
cristales de visión unidireccional y limitar la entrada de luz en la jaula de cuida-
dos intensivos mediante persianas u otros materiales opacos, puede llegar a ser
determinante en aves sensibles.
137
cos que deben permanecer inmovilizados (en caso de fractura ósea en la región)
y que redundaría en una mala formación del callo óseo. Para estos casos, deben
instalarse perchas a distinta altura a modo de escalones que permitan la ascen-
sión hasta la altura deseada sin dar saltos.
En cuanto a la posición de la percha, es conveniente orientarla para que las
deposiciones no caigan sobre el agua o el alimento, teniendo en cuenta que la
mayoría de las rapaces expulsan los excrementos con gran fuerza en dirección
horizontal. Las lechuzas y otras aves nocturnas, acostumbradas a refugiarse en
los troncos de los árboles y oquedades, prefieren las perchas adosadas a una de
las paredes. Indice
Para permitir extraer la bandeja de grava fina o arena del fondo de la jaula
sin producir molestias, la percha debe permanecer fijada a una de las paredes
laterales o traseras.
7.3. El baño
Casi todas las aves silvestres se bañan. El efecto del agua sobre el plumaje
estimula a la limpieza y contribuye al buen estado de las plumas. En algunas
anátidas, zancudas y gaviotas, el agua es imprescindible para mantener sana la
piel de las patas y las aletas; su falta favorece la presentación de escoriaciones y
grietas en la piel que con frecuencia se contaminan y colonizan por bacterias.
El baño no es siempre recomendable en traumatología aviar; con el paciente
inmovilizado o suspendido, o con apósitos que no deben ser humedecidos (féru-
las de escayola) el animal no podrá efectuarlo, pero en otros casos, como daños
en el plumaje, animales anoréxicos, contusiones, etc., puede ofrecer un mayor
confort para nuestro paciente durante el período de hospitalización.
Por su tendencia al baño, cuando éste no sea recomedable, los recipientes para
la bebida deberían ser de pequeño tamaño y estar ubicados a una altura en la que
no sea posible el intento de mojarse. Los polluelos (salvo los de especies acuáticas)
no deben bañarse; su plumaje aún no está totalmente desarrollado y el agua
empapa el plumón, pudiendo conducir a la hipotermia por falta de aislamiento.
El agua para el baño puede aplicarse desde fuera de la jaula o en recipientes
colocados dentro; desde el exterior es posible conectar a través de un pequeño
138
orificio un vaporizador que humedecerá al paciente. Las aves amansadas sin
posibilidad de recuperación podemos rociarlas con sprays caseros llenos de
agua. Si utilizamos recipientes colocados en el interior, se calibrará con cuidado
la cantidad de agua; para pequeños paseriformes no más de 1,20-1,30 cm de pro-
fundidad; en gavilanes y mochuelos, 2,30-2,60 cm; en azores y ratoneros, 3,5-5 cm,
etcétera.
Como consecuencia del elevado metabolismo basal de las aves, las pérdidas
de calor y energía son rápidas. En pequeños paseriformes, Perrins (1979) ha
demostrado que en las mejores condiciones no soportan más de cuarenta y ocho
o setenta y dos horas de ayuno, pero si la temperatura ambiental es baja (en el
medio natural a veces se desciende por debajo de los cero grados), este lapso de
tiempo es aún menor. En estas pequeñas aves se han demostrado pérdidas
importantes de peso corporal durante la noche que deben ser recuperadas en las
primeras horas del día.
139
En la fase de traspaso desde la jaula de cuidados intesivos a la de ejercita-
ción comprobaremos la temperatura ambiental de ambas dependencias. Varia-
ciones bruscas de la temperatura pueden matar al paciente en una sola noche.
Este aspecto, evidentemente, debe tomarse en consideración en las estaciones
frías, pero también debe ser analizado si el intervalo térmico entre una y otra
estancia es de más de 20 °C.
Indice
140
8. Puesta en libertad
Indice
Los estudios realizados por Asensio y Barbosa (1990) demuestran que un 4,4
por 100 de las aves salvajes anilladas que se liberan al medio natural tras haber
sido hospitalizados son recuperadas por una u otra causa. Los mismos autores
comparan estas cifras con las aves anilladas que no han pasado por ningún cen-
tro de recuperación de la fauna salvaje, apreciándose valores inferiores (alrede-
dor de un 1,8 por 100 de animales recuperados). Estos datos ponen de manifiesto
la desigual adaptación al medio de unos animales con respecto a otros, casi tres
veces peor en el grupo de las aves rehabilitadas.
141
8.1.1. Lesiones en el aparato locomotor
Una fractura consolidada de humerus, ulna, radius o metacarpale puede no
estar perfectamente alineada, o incluso haber sufrido un acortamiento en la lon-
gitud de sus segmentos, y a pesar de ello el ave llegará a adaptarse al vuelo com-
pensado el ala funcional con la afectada (Coles, 1985). Sin embargo, las pérdidas
de funcionalidad en las articulaciones presentan más inconvenientes. Los per-
diones, atropellos y contusiones en general fracturan con frecuencia las epífisis
de los huesos largos y, además de la dificultad de una buena osteosíntesis, la
inmovilidad e inflamación de la zona suelen llevar a una fibrosis que reduce la
movilidad articular. No obstante, si la pérdida funcional no es excesiva, la ejer- Indice
citación física del miembro puede llegar a conseguir una recuperación total.
Evidentemente, todas estas consideraciones varían en función de la especie;
los cernícalos y otras aves que se ciernen durante la caza necesitan una movilidad
casi perfecta de las articulaciones del ala. Durante el cernido, el ave se detiene
totalmente en el aire, compensando con alas y cola un movimiento sustentatorio y
de impulso. Otras especies, como las lechuzas, dependen para la caza de sus
articulaciones carpianas, esenciales para maniobrar con rapidez, por lo que
dificultades en el movimiento de la misma limitan su puesta en libertad.
Para valorar el restablecimiento de la lesión se realizan pruebas de extensibili-
dad del ala, de medición de la longitud de los segmentos óseos y del grado de
anquilosis articular. En aves de pequeño tamaño, como paseriformes, mirlos, etcé-
tera, es posible la liberación con un menor grado de recuperación, ya que la poten-
cia proporcional del sistema muscular en relación al peso es mucho más alta que
en las aves de gran talla. Podemos considerar esta afirmación como cierta para las
especies que no deben realizar grandes trayectos, con hábitats circundados de
árboles y matorrales. En aves esteparias, cuyo riesgo de depredación es más alto, la
liberación al medio debe ligarse más al restablecimiento de la lesión.
En el sistema muscular pueden permanecer atrofias tras la hospitalización,
bien por la inmovilidad (frecuente en músculos pectorales tras largos períodos
de inactividad), bien por la propia lesión. Los nervios motores son seccionados
con frecuencia y conducen a una falta de motricidad y posterior atrofia. En el
miembro torácico, el nervio radialis, que transcurre por la cara axilar del humerus
hasta su tercio distal, en cuyo momento gira hasta colocarse dorsalmente, y los
nervios ulnaris y radialis, son los más afectados por las fracturas óseas, llevando
implícitas dificultades para la extensión del miembro.
142
La membrana del patagio, que forma un triángulo anterior entre el extremo
proximal del humerus y el distal de la ulta y el radius, se ve a veces afectada (prin-
cipalmente en choques contra alambradas, tendidos eléctricos, etc.). Si la lesión
en la membrana es grande, la cicatriz limita la extensibilidad del miembro torá-
cico, haciendo el vuelo dificultoso o imposible. A este respecto, se han efectuado
trabajos que, mediante la incorporación de injertos de piel de otras regiones cor-
porales, permiten eliminar la retracción del patagio.
Las lesiones del miembro pélvico, incluso en las especies muy especializa-
das para la caza, no precisan un restablecimiento tan perfecto como el de las Indice
alas. En general, las hembras de aves rapaces pueden ser liberadas con un
menor grado de recuperación en sus patas (ausencia de algún dedo, uña o falta
de movilidad en alguno de ellos) por su mayor corpulencia. Si bien algunos estu-
dios han comprobado la subsistencia en el medio de aves con una sola pata, la
falta de una extremidad suele ir acompañada de un mayor riesgo de infecciones
y lesiones en el miembro sano, bien por fatiga, bien por isquemia y posterior
infección o necrosis del mismo. Las aves de tarsos largos que buscan sus presas
en el medio acuático (cigüeñas, garzas, etc.) suelen tener muchas dificultades
para sobrevivir con un solo miembro.
143
El estado de carnes es también un factor determinante; los pacientes con
excesivas reservas grasas, generalmente debidas a la inactividad, manifiestan
signos de fatiga durante el vuelo prolongado y no pueden ser liberados al medio.
La alimentación precedente a la suelta deberá vigilarse para evitar los excesos
en la ingesta o los alimentos muy energéticos. No obstante, es aconsejable un
pequeño grado de engrasameinto que sirva de acúmulo de energía antes de la
suelta, pero con una ejercitación previa suficiente que evite la disnea de
esfuerzo. Por contra, la excesiva delgadez del individuo resulta también limi-
tante. Si la ingestión de alimento es normal durante períodos largos de tiempo y
el paciente no incrementa su peso, debemos pensar en problemas parasitarios.
En la necropsia efectuada a un gavilán (Accipiter nisus) hallado muerto con sig- Indice
nos alarmantes de caquexia, pudieron encontrarse los parásitos que aparecen
en la figura 8.2.
Figura 8.2.
144
aislante del plumaje sea la adecuada para evitar pérdidas de calor a través de la
piel. De todas las plumas del cuerpo, las verdaderas sustentadoras y propulsoras
en el aire son las rémiges primarias, es decir, las situadas en el punto más dis-
tante del ala.
La importancia de estos faneros no es la misma para todas las especies; las
aves acuáticas, durante la muda pierden todas sus plumas de vuelo en pocas
semanas y permanecen refugiadas en el medio acuático en tanto crecen unas
nuevas. Por consiguiente, si la capacidad aislante no se encuentra afectada, este
tipo de aves puede ser puesto en libertad en períodos próximos a la muda, aun-
Indice
que presente daños importantes de su plumaje.
En casi todas las especies, la falta de tres o cuatro rémiges primarias hace
imposible el vuelo, pero en las aves de reducido tamaño (dependiendo del hábi-
tat) esta pérdida de plumas puede ser suplida en alguna medida por su, propor-
cionalmente, mayor potencia muscular.
La pérdida de plumas de la cola afecta a las especies de distinta forma.
Muchas pueden volar sin ellas, pero para otras son imprescindibles. En general,
las aves de cola larga como gavilanes (Accípiter nisus), azores (Accipiter gentilis),
rabilargos (Cyanopica cyanus), milanos (Milvus spp.), urracas (Pica pica), etc., no
pueden prescindir de la cola si quieren dirigir su vuelo, y las aves que se ciernen
como los cernícalos, charranes, etc., la necesitan para detenerse en el aire. Los
denominados vulgarmente «pájaros carpinteros», pico picapinos (Dendrocopos
major), pico mediante (Dendrocopos medius), pito real (Picus virdis), etc., no pueden
buscar la comida en las grietas de los troncos verticales si no se sujetan con la
cola en el propio tronco.
145
telas de umbraculum, etc. En el techo suelen emplearse materiales menos rígi-
dos, como la malla de nylon, teflón, etc., con objeto de evitar lesiones. Otras jau-
las de ejercitación son las naves totalmente cerradas, con algunas ventanas
y claraboyas.
En cuanto al tamaño de la jaula, se considera que cuanto mayor sea, tanto en
longitud como en anchura y altura, más tiempo podrá mantenerse el animal en
el aire y, por tanto, se obtendrá una mejor rehabilitación física. Indudablemente,
las especies pequeñas pueden ejercitarse en espacios más reducidos que las
grandes. Como dato aproximativo, las jaulas que albergan especies de gran
tamaño deben medir, al menos, 30 X 15 X 4 m para ofrecer un mínimo de ejerci- Indice
tación.
Para obligar al paciente a ejercitarse, juega un importante papel la distribu-
ción de las perchas en la jaula. Las más altas deben estar en los extremos de los
pasajes más largos de vuelo, permitiendo «pasillos de vuelo» sin obstáculos. Los
árboles secos, apoyados en el suelo en posición horizontal y situados en los
extremos de las jaulas de vuelo son de gran utilidad; permiten la ascensión a
puntos elevados desde el suelo a aves incapaces de volar. Para los individuos
más rehabilitados se sitúan las perchas en lo alto de la jaula (esquinas, laterales,
etc.), pero restando un espacio superior que permita describir el pequeño arco en
el aire que se produce durante el despegue y el aterrizaje.
No sólo es necesario valorar el movimiento sincronizado y simétrico de las
alas durante el batir de las mismas; observaremos además:
1. La capacidad para ascender, descender y girar.
2. La situación de las plumas de vuelo en el ala (los accidentes e injertos mal
efectuados pueden colocar una pluma en un ángulo que suponga un obs-
táculo para el vuelo).
3. La velocidad de vuelo (si es posible, comparar con otros de su especie).
4. La existencia o no de disnea de esfuerzo tras el vuelo. Los animales que se
fatigan tras un ejercicio normal no podrán ser liberados.
En lugar de jaulas o naves, podemos optar por el sistema de correas (pihue-
las en cetrería) sujetas a los tarsos y que, a su vez, se conectan a un sedal largo
(80-100 m). En el otro extremo, el sedal permanece unido a un objeto no muy
pesado que amortigua el golpe brusco que tiene lugar cuando el ave termina
146
todo su recorrido. Para estimular aún más al ejercicio se suele poner el paciente
«pico a viento», es decir, con el viento en contra. Este método no debe emplearse
en aves de tarsos largos y delicados (zancudas, limícolas, etcétera).
Tras la introducción en la jaula de vuelo, algunos pacientes radiológicamente
normales presentan problemas en la flexión-extensión de sus miembros torácico y
pélvico por anquilosis articular. Estos individuos pueden requerir una rehabilita-
ción manual con movimientos forzados de los miembros afectados, aunque en
muchos casos la terapia resulta estéril. El principal inconveniente de estos ejerci-
cios es la necesidad de capturar y manejar directamente al paciente. Para dismi-
Indice
nuir el estrés que esto significa, pueden llevarse a cabo en total oscuridad.
8.1.4.1. Ojos
Aunque la pérdida de visión en un ojo podría hacer pensar en la incapaci-
dad de un ave salvaje para calcular la distancia exacta a los objetos (vista este-
reoscópica), se ha comprobado que muchas rapaces son capaces de sobrevivir
con uno solo de estos órganos. Las afecciones más frecuentes que producen la
pérdida de visión son las cataratas, los hipemas no reabsorbidos, las úlceras cor-
neales que no curan y las queratitis crónicas.
Una vez más, la importancia de la especie resulta decisiva sobre la valora-
ción final; las aves necrófagas y algunas nocturnas son capaces de sobrevivir sin
un ojo, sin embargo, las especies pequeñas, con una gran presión depredadora,
son presa fácil con una visión unilateral. Brows (1978) describe el caso de una de
hembra de águila real (Águila chtysaetos) que sobrevivió dos años sin un ojo.
8.1.4.2. Oído
Los traumatismos pueden llegar a lesionar el órgano del oído y hacerle per-
der totalmente su capacidad. En rapaces nocturnas, cuya principal etiología son
los atropellos, es frecuente la pérdida parcial o total de la audición, y es precisa-
mente en estas especies donde el oído resulta más necesario (las rapaces noctur-
nas localizan sus presas principalmente por estímulos auditivos, siendo capaces
de atrapar ratones en habitáculos totalmente oscuros guidas únicamente por
el sonido).
147
Para verificar el estado del órgano es necesario efectuar pruebas desde luga-
res en que el animal no pueda observarnos. Las jaulas de cuidados intensivos,
con luz interior y mirillas o cristales de visión unidireccional, permiten este tipo
de investigaciones.
Al igual que en la vista, existen especies en las que la pérdida parcial del oído
no supone un grave inconveniente para su liberación al medio natural (grandes
águilas, aves necrófagas, etc.), aunque puede verse afectada su vida de relación.
Este aspecto plantea una serie de problemas para la suelta; son frecuentes
los ataques de estos animales al hombre o, por el contrario, pasividad de los mis-
mos hasta el punto de dejarse capturar. Pero el problema de la impregnación no
sólo se desarrolla en presencia del hombre, si el paciente crece durante este
período crítico en compañía de ejemplares de otra especie, los considerará como
hermanos y, en definitiva, el problema es idéntico, puesto que presentará tras-
tornos de relación y reproducción con los de su propia especie.
148
3.a Introducir al paciente en un nido con otros individuos de su especie y
con edad similar.
1. La aplicación de técnicas de cetrería tiene adeptos y contrarios. Para el
adiestramiento se requiere amansamiento previo y, por tanto, una adapta-
ción del animal al hombre. Cuando finaliza el período de adiestramiento a
la caza, la impregnación permanece en algún grado y el animal no resulta
apto para la vida salvaje: sus aproximaciones al hombre y animales
domésticos suelen terminar con su captura o con la muerte por disparos.
2. Si un polluelo de ave de presa es alimentado continuamente con trozos de
Indice
pollo y restos de carnicería, quedarán fijadas en su cerebro como ali-
mento unas presas que en la naturaleza no va a poder localizar. El resul-
tado será una inadaptación al medio, aunque su estado físico y psíquico
sean buenos para la suelta. En las jaulas de ejercitación deben ser libera-
das presas vivas similares a las que capturan sus progenitores (los centros
de recuperación suelen tener instalaciones para la cría de conejos, rato-
nes, ratas, saltamontes, etc.). Tras un período de tiempo más o menos
corto, el aprendizaje a la caza se producirá sin graves alteraciones de la
conducta del ave.
A medida que se acerca el momento de la liberación se incrementará
la dificultad en la captura de las presas; si los pacientes son alimentados
con aves, pueden recortarse en un principio algunas de sus rémiges o rec-
trices para limitar su huida. Cuando nuestro paciente sea capaz de apre-
sarlas con seguridad, las liberaremos con toda su capacidad. Evidente-
mente, será necesario, previo a la liberación de las presas vivas, limitar la
posibilidad de que éstas se escapen antes de ser capturadas.
3. Insertar pacientes hospitalizados en nidos silvestres habitados requiere
un control minucioso. En el éxito de la operación intervienen factores
como:
— Disponibilidad de alimento en la zona para los progenitores.
— Edad de los pollos.
— Especie.
Los pollos de aves nidífugos (avutarda, perdiz, aves acuáticas, etc.) no plan-
tean el mismo problema de aprendizaje para la captura de presas; el instinto y el
comportamiento de la madre inducen al picoteo al poco tiempo de nacer, pero
existe también un período de aprendizaje en el cual deben adaptarse al territo-
rio, a los alimentos naturales, al reconocimiento de sus hermanos y a determina-
das pautas de comportamiento de la especie.
149
Las aves adultas, sean altriciales o precoces, presentan menos complejidad
en cuanto a la posible alteración de la conducta. Si la hospitalización y cautivi-
dad son de corta duración, los efectos sobre el comportamiento serán casi ine-
xistentes. Por ejemplo, un ratonero común (Buteo buteo) contusionado puede
permanecer en observación ocho o diez días y después ser liberado en el mismo
lugar en que fue capturado sin que se deriven por ello problemas psíquicos pos-
teriores. El confinamiento durante largos períodos de tiempo puede llevar al
paciente a acostumbrarse a la comida fácil, a generar conductas neurógenas por
aburrimiento o estrés, o derivado de la inactividad, producirse atrofias muscula-
res y engrasamiento.
Indice
En general, se considera que un ave «impregnada» plantea un problema
irreversible. Algunos trabajos de expertos han conseguido éxito tras largos
períodos de tiempo, incluso años, confinando al ave en compañía de los de su
especie sin permitirle que vea al hombre. En la reversibilidad del proceso, los
estudios coinciden en la influencia que tiene el tiempo de permanencia con el
hombre y el estadio de desarrollo durante el cual ocurrió el proceso. Las aves
altriciales tardan más en fijarse que las precoces y lo hacen más tardíamente.
La opción de albergar al ave en soledad durante largos períodos, utilizando
mecanismos de alimentación que impidan la visión del ser humano, evita, evi-
dentemente, la fijación hacia el mismo, pero incapacita igualmente al paciente
para su vida de relación, puesto que el animal se vuelve neurótico y asustadizo, y
presentará problemas de comportamiento ante situaciones normales.
150
verano es una época apropiada para las rapaces diurnas, que encuentran
pajarillos e insectos en abundancia, pero no para algunas anátidas, que
deben soportar un gran estrés por la muda intensa que les impide volar
durante un corto espacio de tiempo. En el otoño, el suelo se cubre de un
denso manto de hojas que servirán de refugio a pequeños animales. En
este período, las pequeñas rapaces nocturnas pueden pasar por dificulta-
des si no están perfectamente adaptadas al medio. El invierno reduce este
manto y las presas se tornan más vulnerables para estas rapaces. Sin
embargo, el aporte de insectos, anfibios y reptiles para rapaces diurnas y
algunas zancudas se reduce al mínimo, obligando a variar la dieta. En Indice
definitiva, la valoración de la especie tratada debe ir pareja a la de la esta-
ción del año para conseguir una liberación con éxito.
La adecuación del hábitat a la especie resulta incuestionable. Los
gavilanes (Accipiter nisus) y azores (Accipitergentilis) precisan zonas bosco-
sas, el halcón común (Falco peregrinus) y el esmerejón (Falco columbarius)
amplias llanuras, y las cigüeñas, garzas y aves acuáticas paisajes lacus-
tres. Las lechuzas (Tyto alba) pueden ser liberadas en las ciudades o case-
ríos, el mochuelo común (Athene noctua) en espacios adehesados, el
autillo (Otus scops) en bosquecillos. Los búhos reales (Bubo bubo) necesi-
tan grandes roquedos y el aguilucho cenizo (Circus pygargus) terrenos de
cultivo. Así pues, conocer el hábitat de la especie representa un eslabón
más de la cadena, que no puede ser ignorado.
151
Idealmente, el enclave apropiado para la liberación es el lugar donde fue
recogido originariamente (si se trata de un ave adulta), pero con frecuencia este
dato es desconocido.
152
8.4. Técnicas de suelta
Las aves diurnas serán puestas en libertad con las primeras luces del día
para proporcionarles un período de acomodamiento lo más amplio posible. Las
rapaces nocturnas lo serán con el crepúsculo o en las primeras horas de la
noche. Estas afirmaciones son evidentes para los casos en que liberemos aves
rapaces, pero en especies con posibilidad de ser capturadas, estas primeras
horas van a coincidir con las de máxima actividad de sus depredadores, que
encontrarán en nuestro paciente una presa fácil.
Indice
Si la especie es gregaria (estorninos, chorlitos, algunos córvidos, etc.) puede
ser liberada en las proximidades de un bando de los de su especie.
Algunos principios que deben ser observados son:
— No liberar cerca de carreteras principales. El peligro de accidente directo
se ve incrementado por el elevado número de pequeños animales que
son atropellados en las mismas y que pueden llamar la atención de nues-
tro paciente, sucumbiendo también por atropello en un intento de atra-
par presas fáciles.
— Valorar la densidad de alambradas y cables de la luz existentes.
— Poner en conocimiento de distintas personas de la zona la liberación de
la especie.
— Identificar al animal con alguna marca (anilla, marca alar, anilinas,
tatuaje, etcétera).
153
suficientemente amplias. Bajo estas condiciones, aunque el paciente presente
una apariencia sana, el estrés de la readaptación puede ser un obstáculo insalva-
ble que llevará al agotamiento progresivo y al fallecimiento.
La suelta directa debe quedar limitada a individuos adultos cuyo período de
tiempo en cautividad haya sido inferior a treinta días, o bien a especies de hábi-
tos necrófagos que se liberan cerca de las zonas donde la especie se alimenta de
forma rutinaria (comederos artificiales de buitres, basureros para el caso de
cigüeñas y milanos, etc.), y teniendo siempre en consideración los problemas de
comportamiento y las condiciones de ejercitación física del individuo a liberar.
Para el primer grupo de animales, el lugar de la liberación debe ser el mismo en Indice
el que fue recogido.
154
Existen dos tipos principales de jaula-comedero:
a) Hack-box: utiliza jaulas que simulan nidos.
b) Hack-flight: utiliza jaulas de vuelo portátiles que son instaladas en
lugar elegido para la suelta.
Indice
156
polluelos conseguidos de la cría en cautividad encuentran una vía alternativa
natural para reintroducirse en el medio, y dado que las puestas dobles o triples
pueden ser estimuladas en animales cautivos que se encuentren en período de
cría, existe una puerta abierta para intentar aumentar determinadas poblacio-
nes sensibles de nuestro país.
La ventaja del sistema es indudable: consigue eliminar la traba psicológica
de la fijación y serán los propios padres quienes enseñen el aprendizaje a la caza.
Son pocos los casos de rechazo del polluelo injertado por parte de los proge-
nitores, pero resulta de gran importancia valorar la fase de desarrollo de los Indice
pollos a injertar con respecto a los del nido natural. El ideal es, evidentemente,
una edad similar para ambos grupos.
157
El Fostering cruzado es poco recomendable. El progenitor aceptará fácil-
mente a un polluelo que no es de su especie, pero los problemas posteriores
de éste durante su vida pueden ser insalvables; el individuo joven «fijará» en
su cerebro el aspecto físico y el comportamiento de los progenitores y al llegar a
su estado adulto intentará relacionarse con una especie que no es la suya,
con el consiguiente rechazo de la misma. Por otro lado, el espectro de presas
con que un determinado progenitor alimenta a sus crías puede no coincidir con
el que el polluelo «injertado» sea capaz de cazar posteriormente en la natura-
leza.
Indice
8.5.1. Investigación
Los trabajos realizados en nuestro país sobre aves salvajes han estado tradi-
cionalmente ligados a profesionales de la biología y se ha prestado poca o nin-
guna atención a los problemas patológicos de estos animales que entran dentro
del campo de la veterinaria. Esta situación está variando rápidamente, pero aún
existen algunas facetas en las que se hace necesario recurrir a la bibliografía
extranjera. Indudablemente, gracias a estas referencias se han podido aplicar
ciertas técnicas de manejo y cirugía, pero también se comenten errores al inten-
tar extrapolar datos de especies que no habitan nuestro país con las que sí lo
hacen.
Por esta razón nos hemos permitido sugerir algunos temas en los que es
necesario profundiar más y, sobre todo, hacerlo con nuestras propias especies
silvestres. Utilizar los animales irrecuperables no supone, desde nuestro punto
de vista, un acto cruel o de experimentación, puesto que las sugerencias expues-
tas no implican un peligro para la vida del paciente, un empeoramiento en su
calidad de vida o un sufrimiento al tener que tolerar sustancias extrañas en el
organismo, sino una labor de laboratorio que se realizaría tras recoger muestras
procedentes del animal.
Averiguar ciertos datos de nuestras especies servirá para poder valorar más
eficazmente el estado de otros animales que en un futuro sí podrán ser puestos
en libertad.
158
Indice
Es quizá una de las principales razones para mantener vivos estos in-
dividuos. Las frecuentes hemorragias que se producen tras los traumatismos
ocasionan la muerte por shock hipovolémico de un elevado número de
pacientes. Bajo esta situación, disponer de una reserva de sangre para practi-
car transfusiones puede salvar la vida de otros individuos que sí podrán ser
liberados.
159
8.5.1.2. Banco de genes
Las técnicas de coagulación de semen aún no están totalmente desarrolla-
das en aves salvajes, pero puede ser uno de los futuros para especies que se
encuentren en peligro de extinción. Este semen permitiría la reserva genética
necesaria para evitar la consanguinidad que se produce cuando son pocos los
efectivos existentes de esa especie.
160
ciosamente a salvar la vida de muchos pacientes que han sufrido hemorra-
gias.
8.5.4. Eutanasia
Es la última alternativa. Muchos centros adoptan esta postura en primera
instancia y antes de intentar cualquiera de las vías anteriores. Estos animales no
son ya «útiles» en la naturaleza, pero el argumento de la inyección letal con
objeto de evitar sufrimientos al paciente y dar una muerte digna se ve a veces
confundido con la verdadera razón, es decir, no querer mantener económica-
mente a estos animales.
Sin embargo, existen casos en los que la eutanasia parece la única alterna-
tiva. Las fracturas, deformidades o heridas del miembro pélvico que se producen
161
en aves de tarsos largos (cigüeñas, flamencos, garzas, etc.), y cuya única solución
quirúrgica es la amputación del miembro, no merecen ser tratadas. El animal
pasará el resto de su vida postrado y lleno de heces adheridas al plumaje, o bien
el miembro sano, debido a la fatiga, terminará por sufrir la infección de la almo-
hadilla plantar («clavos»). La eutanasia también parece la mejor solución para
los frecuentes casos de aves pesadas que se colisionan con alambradas o cables
(buitres, avutardas, grandes águilas) y que sufren fractura de columna con lesión
medular. En este caso, el paciente es incapaz de mover el tercio posterior y las
heces y uratos se impregnan por toda la región abdominal indefinidamente.
Las fracturas del miembro torácico, aunque hayan precisado la amputación Indice
del miembro, permiten vivir indefinidamente al ave en el centro y, por tanto, la
eutanasia no debe ser, desde nuestro punto de vista, una solución a tomar con el
animal.
162
9. Casos clínicos
Indice
9.1. Material y métodos
Entre los años 1988 y 1992 fueron atendidas 167 aves salvajes, llegadas a
nuestra consulta a través de particulares y asociaciones ecologistas de las pro-
vincias de Madrid, León, Ciudad Real, Cáceres y Badajoz.
Además de estos individuos, un segundo grupo, puramente experimental,
compuesto por 36 palomas domésticas (Columba livia) y dividido en tres lotes de
12 aves cada uno, fue intervenido quirúrgicamente mediante tres técnicas de
ostesíntesis: cerclajes, fijadores externos e injertos óseos.
9.1.1.1. Especies
La distribución por especies fue:
Nombre N.° de
Especie
científico individuos
Águila calzada Hieraaetus pennatus 4
Águila culebrera Circaetus gallicus 1
Águila real Aquila chrysaetos 2
Aguilucho cenizo Circus pygargus 2
Alimoche Neophron pemopterus 2
Avestruz Struthio camelus 2
Azor Accipiter gentilis 5
Buho chico Asió otus 3
163
(Continuación)
Nombre N.° de
Especie
científico individuos
Buho real Bubo bubo 11
Buitre leonado Gyps fulvus 3
Buitre negro Aegypius monachus 1
Cárabo común Strix aluco 4
Cernícalo primilla Falco naumanni 10
Cernícalo vulgar Falco tlnnunculus 12
Cigüeña blanca Indice
Ciconia ciconia 8
Cigüeña negra Ciconia nigra 1
Elanio azul Elanus caeruleus 2
Flamenco enano Phoenicoaias minor 2
Ganso común Anser anser 1
Garza real Árdea cinérea 3
Gavilán Accipiter nisus 9
Grulla damisela Anthropoides virgo 1
Halcón peregrino Falco peregrinus 1
Lechuza común Tyto alba 13
Milano negro Milvus migrans 18
Milano real Milvus milvus 7
Mochuelo común Athene noctua 9
Ratonero común Buteo Buteo 29
Tarro canelo Tadorna ferriginea 1
Figura 9.1.
164
Asimismo, se aprovechó este momento para pesar al paciente y hacer una
primera valoración de la lesión.
9.1.1.4. Lesiones
Para poder homogeneizar la gran variedad de lesiones presentadas, agrupa-
mos éstas en cinco grupos:
165
Para todas las técnicas, a excepción de la inmovilización externa, se aprove-
chó como vía de abordaje la herida inicial si la lesión se presentaba abierta.
El campo quirúrgico se limpió y desinfectó mediante lavados con agua oxi-
genada y posteriormente la piel fue impregnada con povidona iodada.
En fracturas antiguas fue necesario desbridar la región de adherencias y, en
algunas, ocasiones, se procedió a la reapertura del canal medular que ya se
encontraba relleno y taponado con tejido calloso. En estos casos, también fue
necesario reavivar los extremos óseos fracturados.
Una vez terminada la intervención, se espolvoreó antibiótico sobre el foco Indice
operatorio y se suturó tejido subcutáneo y piel con catgut 00 en planos indepen-
dientes, mediante sutura continua.
9.1.1.5.2.1. Técnica
La piel fue escindida con una pequeña tijera de punta fina en 2-3 cm sobre el
foco de fractura. El acceso a la lesión se llevó a cabo mediante movimientos de
apertura de la citada tijera, que seccionó así el tejido subcutáneo y se introdujo
entre los paquetes musculares (o seccionó las fibras musculares de determina-
dos músculos en sentido longitudinal) hasta localizar el foco.
Los clavos utilizados fueron de acero inoxidable (agujas de Kirschnner) y
fluoropolímeros plásticos. Aunque su calibre osciló en relación al hueso afec-
tado, nunca ocuparon la totalidad de la sección del canal medular.
Los fijadores fueron introducidos en todos los casos en el canal medular por
el método de «enclavijamiento abierto» (véase capítulo 6).
Í66
Pasado un tiempo variable según la lesión, los fijadores de tipo metálico fue-
ron retirados de su emplazamiento por simple tracción.
9.1.1.5.2.2. Tiempo
9.1.1.5.3. Cerclajes
9.1.1.5.3.1. Técnica
Para acceder a los extremos óseos fracturados se incidieron 2-3 cm de piel
con tijera pequeña y se procedió de igual forma que en la técnica anterior hasta
llegar al foco de fractura.
Los cerclajes utilizados fueron hilos de acero inoxidable monofilamento del
número 0.
Fueron colocados gracias a un pequeño trócar que perforó la cortical de las
esquirlas y extremos óseos fracturados en dirección perpendicular a la longitud
del hueso, en las proximidades al foco de fractura. Establecidos los orificios, se
hizo pasar el hilo de acero inoxidable por los mismos en sentido dorsal-ventral-
ventral-dorsal. Pasado un período de tiempo variable según la lesión, el acero
inoxidable fue retirado de su emplazamiento.
9.1.1.5.3.2. Tiempo
167
9.1.1.5.3.3. Complicaciones
Similares a las del enclavija miento centro medular, pero, además, en un consi-
derable número de casos, se formó angulación entre los fragmentos fracturados.
9.1.1.5.4.2. Tiempo
Una vez anestesiado el animal, la técnica se completó en cuarenta o cua-
renta y cinco días.
9.1.1.5.4.3. Complicaciones
Debido a la fina cortical de los huesos del miembro torácico, algunos torni-
llos no aportaron fijación a la placa. En el tibiotarsus y tarsometatarsus la cortical
es de mayor grosor, consiguiéndose, por tanto, un mayor anclaje de los mismos.
168
Para introducir las agujas fue preciso perforar primeramente el diámetro
del hueso con un trocar de calibre ligeramente inferior a las agujas, y una vez
atravesado, los extremos de las agujas fueron doblados para evitar lesiones y
facilitar el anclaje posterior del pegamento termoplástico o la escayola (según el
caso).
Comprobada mediante radiografía la alineación de la fractura, se aplicó
pegamento termoplástico o escayola y un entrelazado de seda gruesa entre las
agujas con el fin de obtener un bloque sólido en el que estuviesen incluidos los
cuatro extremos. Los fijadores fueron extraídos vía retrógrada a los quince días,
Indice
cortando la aguja en el punto de contacto con la piel previa aplicación de povi-
dona iodada.
9.1.1.5.5.2. Tiempo
Transcurrido un tiempo variable desde el comienzo de las manipulaciones
hasta conseguir un plano de anestesia suficiente (debido a las diferencias indivi-
duales) se llevó a cabo la preparación y desinfección del campo en tres o cuatro
minutos. La intervención quirúrgica ocupó treinta y cinco o cuarenta minutos.
9.1.1.5.5.3. Complicaciones
— En el momento de la penetración de las agujas se originaron pequeñas
hemorragias locales sin consecuencia.
— Para introducir los fijadores fue preciso horadar el hueso previamente
con un pequeño trocar, que en ocasiones resbaló sobre el periostio, pro-
duciendo ligeros punzamientos en los tejidos subyacentes.
— Como consecuencia de las manipulaciones, los extremos fracturados
sufrieron desituación, que fue necesario corregir antes de aplicar el coap-
tador.
9.1.1.6. Valoración
169
— Recuperación total. Transcurridas unas semanas de la hospitalización, y
tras un período de ejercitación, el paciente consiguió volar correcta-
mente al menos 50 metros sin que se apreciaran asimetrías o deformacio-
nes manifiestas del ala y la funcionalidad del resto del organismo fue
suficiente como para poder ser liberado.
— Recuperación física. Transcurridas unas semanas de la hospitalización,
y tras un período de ejercitación, el paciente no consiguió volar al menos
50 metros, se apreciaron asimetrías o deformaciones en el ala que le
impidieron un vuelo correcto y suficiente, o no recuperó adecuadamente
la funcionalidad del resto del organismo para poder ser liberado. Indice
170
9.1.2.2.3. Lote 3. Injertos óseos
9.1.2.2.3.1. Preparación
9.1.2.3.2. Técnica
Para colocar los implantes entre los extremos óseos fracturados se siguieron
dos modalidades:
— Cuando se partió de un segmento óseo cilindrico, el implante completo
se introdujo por el canal medular y, tras confrontar los extremos, se le
hizo retroceder vía retrógrada merced al hilo de seda insertado en su
región central.
— Cuando se utilizó una porción rectangular de hueso como implante, en
la región dorsal del extremo proximal del hueso se practicó un canal. El
injerto se hizo penetrar en su mitad por el extremo distal y se acopló en el
canal del proximal con movimientos de bisagra para ser fijado posterior-
mente mediante un cerclaje.
9.1.2.2.3.3. Tiempo
El tiempo necesario para anestesiar al paciente fue heterogéneo, como en los
dos lotes anteriores, debido a la variabilidad individual.
171
Indice
9.1.2.2.3.4. Complicaciones
— La incisión de la piel y tejido subcutáneo produjo pequeñas hemorragias
locales sin consecuencia.
— Para los casos en que se utilizó un segmento cilindrico de hueso, la difi-
cultad principal fue hacer penetrar la totalidad del injerto por el extremo
172
óseo (en su recorrido fueron destruidas las trabéculas óseas) y hacerlo
retroceder vía retrógrada una vez confrontada la fractura.
9.1.2.3. Valoración
Todos los animales fueron sometidos a una prueba de valoración para com-
probar la funcionalidad del miembro torácico lesionado. Los dictámenes emiti-
dos fueron:
— Recuperación total. Transcurridas unas semanas, y tras un período de
ejercitación, el paciente consiguió volar correctamente en vuelo deIndice
remonte desde el suelo hasta una altura de 3 metros sin demostrar asime-
trías ni deformaciones del miembro torácico intervenido.
— Recuperación física. Transcurridas unas semanas, y tras un período de
ejercitación, el paciente no consiguió volar correctamente en vuelo de
remonte desde el suelo hasta una altura de 3 metros, o manifestó asime-
trías en el miembro torácico que le impidieron un vuelo correcto.
No se produjo ningún fallecimiento en este grupo de aves.
9.2. Resultados
9.2.1.1. Especies
173
(Continuación)
Figura 9.5.
174
Distribución por especies
Rapaces nocturna
40
Rapaces diurnas Indice
108
Aves rapaces
148
9.2.1.2. Etiología
Rapaces
diurnas 43 2 7 15 41 108
Rapaces
nocturnas 10 21 4 1 4 40
No
rapaces 9 2 2 6 19
Total 62 23 13 18 51 167
% respecto
al total 37,12 13,77 7,78 10,77 30,53 100
Figura 9.7.
17?
Distribución según etiología
Etiología
Indice
176
Peso Diazepam Ketamina
Especie Nombre científico N.° Anestesia
(g) (mg/kg) (mg/kg)
Figura 9.9.
Recuper. Recuper.
Fallecidos TOTAL
totales físicas
Rapaces diurnas 33 39 36 108
Rapaces nocturnas 16 11 13 40
No rapaces 8 7 4 19
TOTAL 57 57 53 167
Indice
Figura 9.10.
Recuper. Recuper.
Fallecidos TOTAL
totales físicas
Fracturas óseas
en miembro
torácico 8 26 25 59
Fracturas óseas
en miembro
pélvico 17 12 10 39
Fracturas óseas
en otras regiones,
o fracturas
mixtas 2 8 9 19
Hospitalización
sin fractura
ósea 30 11 9 50
TOTAL 57 57 53 167
Figura 9.11.
Indice
Recuper. Recuper.
Técnica empleada Fallecidos TOTAL
totales físicas
Inmovilizaciones
externas 16 16 10 42
Enclavijamientos
medulares 6 12 13 31
Enclav. medul. +
cerclajes 3 6 5 14
Cerclajes 2 3 3 8
Placas de
osteosíntesis 2 1 2 5
Fijadores externos 4 2 3 9
TOTAL 33 40 36 109
Figura 9.13.
Tipo de intervención realizada
según técnica de osteosíntesis
Técnica
Inmoviliz. e x t e r n a
Enclavij. medular
E.med + c e r c l a j e
Indice
Cerclajes
Placas ostesíntesis
Fijadores e x t e r n o s
50% 100%
Porcentaje
Nota. Cifras en %
Por peso, si cuantificamos los tres lotes en conjunto, obtenemos unos límites
máximo y mínimo de 425 y 275 gramos, respectivamente, y una media de
353,74 gramos.
181
Ketamina Ketamina
(mg) (mg/kg)
LOTE 1 Mínimo 21 60
Máximo 42 120
Media 26,22 71,25
Figura 9.15.
Número %
LOTE 1 Recup. totales 9 75
Recup. físicas 3 25
LOTE 2 Recup. totales 11 91,66
Figura 9.16.
182
Valoración por técnica de osteosínteis
Técnica utilizada
Cerclajes
Fijadores externos
Indice
Injertos óseos
O 20 40 60 80 100 120
Porcentaie
Nota. Datos en %
9.3. Discusión
En el resultado final que se obtiene tras hospitalizar un ave salvaje herida
tiene tanta importancia el tratamiento médico que se aplice como las medidas
que se tomen antes y después del mismo. Los problemas que origina el manejo y
el estrés de estos pacientes son los principales causantes de la gran diferencia de
resultados que se establece entre este grupo y el de las aves semidomésticas.
Considerando este extremo, podemos afirmar que la valoración de las técni-
cas de osteosíntesis tiene más valor como técnica en sí cuando se analiza sobre
lotes experimentales de aves domésticas, ya que en éstas el éxito obtenido
depende, casi exclusivamente, de la cirugía empleada (32).
Por otro lado, intentar utilizar técnicas experimentales en el grupo de aves
salvajes hubiera sido una decisión poco ética por nuestra parte, puesto que la
mayoría de ellas están protegidas por la ley y algunas de ellas aparecen cataloga-
das como «especies en peligro de extinción».
183
La elección de la especie paloma doméstica (Columba livia) para el grupo 2 se
llevó a cabo por cuatro razones:
— Tolerancia al hombre.
— Conservación de su capacidad para el vuelo.
— Tamaño adecuado.
— Fácil disponibilidad de ejemplares.
Los 167 casos clínicos del estudio se distribuyeron en 29 especies diferentes.
Dentro del Orden Falconiformes quedaron incluidos 108 animales, en el Strigi-
formes 40 y en el grupo de «no rapaces» 19 aves.
Indice
El porcentaje de recuperados totales fue menor en el grupo de rapaces diur-
nas y nocturnas que en el de «no rapaces», observaciones que estarían de
acuerdo con las de Grosso y Vallaplana (1987), que consiguen un 85 por 100 de
recuperaciones totales para gaviotas intervenidas quirúrgicamente en el miem-
bro torácico y tan sólo un 22 por 100 para rapaces.
La explicación podría basarse en la mayor tolerancia al hombre de unas
especies salvajes con respecto a otras y en el origen del accidente. Estos dos fac-
tores repercutirían posteriormente sobre la lesión en sí y su evolución (especies
muy nerviosas llevarían implícitas más autolesiones, más efectos negativos por
estrés, inmunosupresión, dificultad de manejo, etcétera).
Del total de la casuística, 117 animales presentaron fracturas óseas, y de
éstas, 59 se localizaron en el miembro torácico, es decir, prácticamente la mitad.
Sin embargo, fue el grupo de pacientes con fracturas óseas en otras regiones o
con fracturas mixtas quien sufrió un mayor número de fallecimientos. En el 60
por 100 de las hospitalizaciones sin fractura ósea se consiguió la recuperación
total del animal. Estos resultados son lógicos si consideramos que en el grupo de
animales con fracturas en otras regiones y fracturas mixtas se incluyeron
pacientes con lesiones de columna vertebral, fracturas óseas con roturas de
órganos, fracturas múltiples de miembro torácico y pélvico etcétera.
La técnica quirúrgica de osteosíntesis más utilizada de los 109 pacientes fue
la inmovilización externa con 42 casos, seleccionada sobre todo en animales
que presentaban alineación y confrontación de sus extremos óseos. De esta
misma opinión es Andre (1990), que aconseja tratar de forma conservadora las
fractruas óseas cerradas y alineadas. En estos pacientes así tratados el porcen-
taje de fallecimientos fue el menor del grupo, un 24 por 100. El mayor porcentaje
1X4
de recuperaciones físicas lo obtuvieron los pacientes intervenidos mediante la
combinación de enclavijamiento centromedular y cerclaje, pero debemos tener
en cuenta que estos pacientes eran también los que poseían mayor complejidad
en sus lesiones. De los nueve animales intervenidos con fijadores externos, cua-
tro consiguieron recuperarse totalmente (44,44 por 100), es decir, el mayor por-
centaje conseguido; sin embargo, conviene aclarar que seis de las fracturas se
localizaban en el miembro pélvico, generalmente con mejor pronóstico para la
recuperación total.
Las epífisis de las aves son consideradas como de muy difícil recuperación,
quedando como secuelas generalmente anquilosis e inmovilidad crónica en las
articulaciones (130, 128).
185
Por esta razón, el grupo experimental de palomas se convierte en el princi-
pal punto de referencia para valorar las técnicas de osteosíntesis (166), ya que en
él se han homogeneizado la mayor parte de las variables que hacen difícil el
estudio del grupo 1.
Comparando nuestros datos de recuperación total sobre enclavijamientos
medulares en aves salvajes (19,3 por 100) se aprecia una cifra menor a la conse-
guida por Harrison (31 por 100). Sin embargo, los valores bajan hasta un 22 por
100 cuando se aplican sobre fracturas localizadas en el miembro torácico.
En el grupo 2, de palomas domésticas, el lote 1, al que se aplicaron cerclajes,
Indice
obtuvo un 75 por 100 de recuperados totales. La elección de la técnica se hizo
basándose en su simplicidad. Consideramos en un principio que la técnica,
unida a una buena inmovilización ofrecería resultados altos de recuperación.
Sin embargo, la dificultad para conseguir ésta llevó a algunos fracasos. Willians
(1987), utilizando cerclajes en la misma especie consigue resultados semejantes
(78,5 por 100).
El lote 2, de fijadores externos, obtuvo el mayor porcentaje de éxitos (91,6 por
100 de recuperados totales). La bibliografía consultada (24, 45, 59, 73, 108, 135,
143, 161) y la casi falta de inconvenientes fueron los factores que llevaron a la
elección de la técnica, considerándola la más acertada para las fracturas óseas
de las aves.
El lote 3, en el que se aplicaron injertos óseos, obtuvo el menor porcentaje de
recuperados totales (66,6 por 100). El intento de aportar soluciones a las fractu-
ras conminutas, que llevan implícitas una gran destrucción del tejido óseo ,fue el
principal estímulo para intentar esta vía. Los malos resultados conseguidos
podemos atribuirlos al modelo de implante utilizado, poco osteogénico, o bien a
una inadecuada inmovilización de la región.
186