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El Papa y la cultura del encuentro frente a la cultura de

la exclusión: sólo los que reconocen su fragilidad


pueden construir relaciones fraternas
2014-03-29 Radio Vaticana

El Papa Francisco, el sábado, se reunió en el Aula Pablo VI con más de 6 mil


fieles de varios países del Movimiento Apostólico Ciegos, que promovió este
encuentro con ocasión de la Jornada del compartir. Junto a ellos también
participaron la Pequeña Misión de los sordomudos. Francisco les dirigió unas
palabras y reflexionó sobre el tema del evento: “Testigos del Evangelio para
una cultura del encuentro”.
“De hecho, para ser testigos del Evangelio, debemos haber encontrado a Él, a
Jesús. Quién lo conoce realmente, se convierte en su testigo. Al igual que la
mujer samaritana -lo leíamos el domingo pasado- esta mujer que se encuentra
con Jesús, habla con Él, y su vida cambia”.
La samaritana regresa con su pueblo y les dice que quizá ha conocido al
Mesías.
“Testigo del Evangelio es aquel que ha encontrado a Jesucristo, que lo ha
conocido, o mejor dicho, se sintió conocido por Él, re-conocido, respetado,
amado, perdonado, y este encuentro lo tocó profundamente, lo llenó de una
nueva alegría, un nuevo sentido de la vida”.
La samaritana es un ejemplo claro, dijo el Papa, del tipo de persona con quien
Jesús le gustaba encontrarse para hacerla testigo: personas marginadas,
excluidas, despreciadas. Como la samaritana, que lo era por ser mujer y ser
samaritana, pueblo despreciado por los judíos.
“Pero pensemos en las tantas personas que Jesús quiso conocer,
especialmente personas marcadas por la enfermedad y la discapacidad, para
sanarlas y restituirles la dignidad plena. Es muy importante que precisamente
estas personas se convierten en testigos de una nueva actitud, que podemos
llamar la cultura del encuentro”.
Jesús rechaza la concepción “blasfema” que consideraba la ceguera un castigo
divino. Y devolviéndoles la vista, dice el Papa, “los convierte en testigos de
Jesús y de su obra que es Obra de Dios, de la vida, del amor, de la
misericordia”. Mientras que los jefes de los fariseos, juzgaban a Jesús y sus
ciegos como "pecadores", el hombre ciego curado, con desarmante
simplicidad, defiende a Jesús y profesa su fe en Él, y también comparte su
destino: Jesús y él vienen excluidos.
“Aquí están las dos culturas opuestas. La cultura del encuentro y la cultura de
la exclusión, del prejuicio. La persona enferma o discapacitada, desde su
fragilidad, desde su límite, puede convertirse en testigo del encuentro: el
encuentro con Jesús, que se abre a la vida y la fe; y el encuentro con el otro,
con la comunidad. De hecho, sólo aquellos que reconocen su fragilidad, sus
límites pueden construir relaciones fraternas y solidarias en la Iglesia y en la
sociedad”.

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