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ComuniCaCión

7h
Móviles 24/7
El teléfono móvil en la era
de la hiperconectividad

Israel Márquez
Director de la colección Manuales (Comunicación): Lluís Pastor

Diseño de la colección: Editorial UOC


Diseño de la cubierta: Natàlia Serrano

Primera edición en lengua castellana: julio 2018


Primera edición en formato digital: septiembre 2018

© Israel Márquez, del texto

© Editorial UOC (Oberta UOC Publishing, SL) de esta edición, 2018


Rambla del Poblenou, 156
08018 Barcelona
http://www.editorialuoc.com

Realización editorial: Sònia Poch

ISBN: 978-84-9180-258-7

Ninguna parte de esta publicación, incluyendo el diseño general y de la cubierta, puede ser copiada,
reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico,
mecánico, óptico, de grabación, de fotocopia o por otros métodos, sin la autorización previa por escrito
de los titulares del copyright.
Autor

Israel Márquez
Doctor Europeo en Ciencias de la Información por la Universidad
Complutense de Madrid (Premio Extraordinario de Doctorado Curso
2012/2013) y máster en Sociedad de la información y el conocimiento
por la Universitat Oberta de Catalunya. Ha sido investigador predoctoral
FPU e investigador postdoctoral «Juan de la Cierva». También ha sido
investigador visitante en la School of Literature, Communication and
Culture del Georgia Institute of Technology (Atlanta, Estados Unidos),
en la IT University of Copenhagen (Dinamarca), en el Centre for Research
and Studies in Sociology del Instituto Universitario de Lisboa (Portugal),
y en el Center for Internet Studies and Digital Life de la Universidad de
Navarra. Ha publicado diversos artículos sobre cultura digital y nuevos
medios en revistas indexadas y volúmenes colectivos, y ha participado en
numerosos congresos nacionales e internacionales. Es autor del libro Una
genealogía de la pantalla: del cine al teléfono móvil (Anagrama, 2015).
© Editorial UOC Índice

Índice

Introducción. A un móvil pegados............................... 9

Capítulo I. El móvil y el triunfo de la movilidad..... 15


Bibliografía........................................................................ 21

Capítulo II. El móvil y la nueva carne........................ 23


Bibliografía........................................................................ 27

Capítulo III. Móviles 24/7.............................................. 29


Bibliografía........................................................................ 35

Capítulo IV. Móvil-conexión-cobertura...................... 37


Bibliografía........................................................................ 45

Capítulo V. El móvil y la lucha por la desconexión.... 47


Bibliografía........................................................................ 56

Capítulo VI. El móvil como pantalla........................... 59


Bibliografía........................................................................ 63

Capítulo VII. El móvil y la explosión de la escritura... 65


Bibliografía........................................................................ 78

Capítulo VIII. ¡Tod@s (post)fotograf@s!.................. 79


Bibliografía........................................................................ 89

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© Editorial UOC Móviles 24/7

Capítulo IX. El móvil es el nuevo walkman.............. 91


Bibliografía........................................................................ 98

Capítulo X. ¿Dónde estás? El móvil


y el capitalismo de vigilancia.................................... 99
Bibliografía........................................................................ 108

Capítulo XI. El móvil y la pulsión de muerte........... 109


Bibliografía........................................................................ 118

Conclusión. ¿Un futuro sin móviles?........................... 119


Bibliografía........................................................................ 124

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© Editorial UOC Introducción. A un móvil pegados

Introducción. A un móvil pegados

Escuchar una vibración, un sonido, una alarma. Abrir los ojos. Extender la
mano y agarrar la pantalla. Despertarla. Iluminarla. Consultar los mensajes
de WhatsApp. Las notificaciones de Facebook, Instagram, Twitter, Snapchat.
Ducharse. Desayunar. Más mensajes y notificaciones. Ir al trabajo, al colegio,
a la universidad. Más mensajes y notificaciones. Fotos. Música. Vídeos. Dedos
saltando sobre la pantalla. Tareas, reuniones, clases, descansos. Más mensajes y
notificaciones. Almorzar. Más dedos. Tareas, reuniones, clases, descansos. Más
mensajes y notificaciones. Más dedos. Más fotos. Gimnasio. Paseo. Reuniones
con los amigos. Tareas domésticas. Más fotos. Más dedos. Más mensajes y
notificaciones. Sonidos. Vibraciones. Más fotos. Más mensajes y notificacio-
nes. Más dedos. Cenar. Más dedos. Más fotos. Más mensajes y notificaciones.
Acostarse. Más dedos. Más vibraciones. Más fotos. Más dedos. Dar vueltas
en la cama. Más fotos. Más dedos. Alargar la mano y soltar la pantalla. Cerrar
los ojos. Escuchar una vibración, un sonido… Escuchar una vibración, un
sonido… Despertarse. Extender la mano y agarrar la pantalla. Más mensajes
y notificaciones. Extender la mano y soltar la pantalla. Cerrar los ojos. Abrir-
los. Cerrarlos al fin: (-_-)zzzzzzzz… Escuchar una vibración, un sonido, una
alarma. Abrir los ojos. Extender la mano y agarrar la pantalla…

A muchos les resultará familiar una descripción como


la anterior, que intenta resumir un día cualquiera en la vida
cotidiana de millones de personas en diferentes partes del
mundo. La escena describe un ritmo frenético de actividades,
impensable hace apenas unos años, pero que hoy resulta com-
pletamente normal y asimilado. Un ritmo dominado por la

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© Editorial UOC Móviles 24/7

omnipresencia de una tecnología diminuta en su forma pero


gigante en sus consecuencias: el teléfono móvil, o simplemen-
te «el móvil», porque de teléfono tiene ya más bien poco.
Un móvil es actualmente mucho más que un teléfono. Un
móvil es un despertador, una agenda, una radio, un aparato de
música, un cuaderno de notas, un periódico, una máquina foto-
gráfica, un álbum de fotos, una máquina de escribir, un televisor
portátil, un cine portátil, un reloj, un calendario, un cronómetro,
una linterna, una grabadora de audio, una grabadora de vídeo,
una calculadora, un diccionario, un conversor de monedas... y
aparte de todo esto, un móvil es también un teléfono.
El móvil se ha convertido en una tecnología completamen-
te inseparable de nuestra vida diaria. Nos acompaña en todo
momento, en nuestro tiempo de ocio, de trabajo, e incluso de
descanso, como se describe en la escena anterior. De la noche a
la mañana se ha asentado con fuerza en nuestras vidas un nuevo
imperativo moral que nos obliga a estar siempre disponibles,
siempre conectados, siempre pendientes de los mensajes y noti-
ficaciones que llegan continuamente a nuestro móvil, incluso
cuando dormimos, o cuando al menos lo intentamos… Este
«asalto al sueño» es, como ha señalado Jonathan Crary (2015), la
última actividad del ser humano que quedaba por ser conquista-
da por la tecnología, una conquista que en realidad representa el
triunfo de la ocupación capitalista de nuestra vida cotidiana, que
empezó en los comienzos de la industrialización y que práctica-
mente ha terminado adueñándose del ser humano en las últimas
décadas, en especial con la llegada de los ordenadores, internet,
y sobre todo, de esa tecnología de tecnologías, o instrumento de
instrumentos, que es actualmente el móvil.
En efecto, ninguna otra tecnología, ningún otro instru-
mento, tiene hoy el poder de acompañarnos en todo momen-

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© Editorial UOC Introducción. A un móvil pegados

to y de adueñarse incluso de nuestro sueño. Con el móvil


amanecemos y con el móvil nos acostamos. Para muchas
personas en diferentes partes del mundo, el móvil es lo pri-
mero que tocamos, escuchamos y vemos al abrir los ojos, y lo
último que tocamos, escuchamos y vemos antes de cerrarlos.
Su dominio sobre nuestras vidas es total, y vivir en el mundo
actual es ya vivir «a un móvil pegado», parafraseando el famo-
so soneto quevediano.
Estos poder y omnipresencia del móvil en la sociedad
actual hacen que sea completamente necesario reflexionar
sobre él, estudiarlo y analizarlo con pausa y detenimiento para
descubrir cómo ha transformado nuestras vidas y cómo ha
terminado convirtiéndose en la principal prótesis de nuestro
tiempo, aquella sin la cual ya nos es prácticamente imposible
vivir. Esta es la tarea que emprendo en el presente libro, cuyo
objetivo no es otro que intentar entender los cambios y trans-
formaciones que ha generado la irrupción y generalización
del móvil en nuestros modos de vivir y en nuestras formas de
expresarnos, comunicarnos y relacionarnos. Para ello, parto
de la idea, ya expresada por Maurizio Ferraris y Umberto Eco
—dos autores que aparecerán con frecuencia en las páginas
siguientes—, de que el móvil constituye un objeto «filosófica-
mente interesante» cuyas funciones y usos tienen importantes
consecuencias en nuestros modos de ser y estar en el mundo,
hasta el punto de que el móvil —en su moverse y circular
continuo por nuestras manos, bolsos y bolsillos— hace
posibles cosas nunca vistas que el ya obsoleto teléfono fijo
e incluso el ordenador —ese «objeto ya prehistórico», como
ironiza Eco (2016, pág. 119)— no podían siquiera sospechar.
Entre el universo de cosas posibles que podemos hacer
actualmente con un móvil, me centraré únicamente en unas

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© Editorial UOC Móviles 24/7

pocas, dada la imposibilidad de abarcarlas todas en un tra-


bajo de estas características. En este sentido, me centraré en
el estudio del móvil como objeto nómada, como prótesis,
como instrumento de conexión y de desconexión, como
pantalla, como máquina de escribir, como cámara fotográfi-
ca, como aparato de música y como dispositivo de vigilancia.
Esta aproximación multidimensional al objeto —que, como
recalco, no pretende en ningún modo ser exhaustiva— tiene
la ventaja de subrayar diferentes prestaciones o funciones
importantes de los móviles actuales y, sobre todo, analizar
cómo tales funciones están siendo utilizadas e interpretadas
por las personas en su vida cotidiana y cómo están afectando
a sus maneras de expresarse y relacionarse con los demás.
Por último, y como ya apunté de pasada más arriba, a lo
largo del libro utilizo deliberadamente la palabra «móvil» y no
tanto la expresión «teléfono móvil», consciente de que actual-
mente un móvil es mucho más que un teléfono y ya no tiene
mucho sentido seguir mencionando esta palabra para hablar
de un objeto que cada vez utilizamos menos para hacer y reci-
bir llamadas. Asimismo, cuando hablo de «móvil» me refiero
más específicamente al tipo de móviles inteligentes actuales,
los conocidos en su expresión inglesa como smartphones, ver-
daderas minicomputadoras o plataformas informáticas móvi-
les que disponen de acceso a internet, funciones multimedia y
toda una serie de opciones y posibilidades que están muy lejos
del tradicional concepto de teléfono. Así pues, las reflexiones
sobre el móvil que ofreceré a lo largo de estas páginas son
reflexiones realizadas con este tipo de móvil inteligente en
mente, el tipo de móvil característico del nuevo régimen o
paradigma tecnológico-discursivo actualmente en funciona-
miento, no sabemos por cuánto tiempo.

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© Editorial UOC Introducción. A un móvil pegados

Bibliografía
Crary, Jonathan (2015). 24/7. El capitalismo al asalto del sueño.
Barcelona: Ariel.
Eco, Umberto (2016). De la estupidez a la locura. Crónicas para el
futuro que nos espera. Barcelona: Lumen.
Ferraris, Maurizio (2008). ¿Dónde estás? Ontología del teléfono móvil.
Barcelona: Marbot Ediciones.

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© Editorial UOC Capítulo I. El móvil y el triunfo de la movilidad

Capítulo I
El móvil y el triunfo de la movilidad

Y sin embargo, se mueve.


Galileo Galilei

Lo primero que conviene destacar del móvil es precisa-


mente su posibilidad de transporte y movimiento, es decir,
el hecho de que podamos llevarlo siempre con nosotros en
nuestros desplazamientos físicos cotidianos. Este carácter
móvil del aparato supone una ruptura importante con respec-
to a tecnologías anteriores como la televisión, el reproductor
de vídeo, el equipo de música o el mismo teléfono fijo, tec-
nologías estáticas ligadas al ámbito del hogar. El móvil, en
cambio, es una tecnología nómada, capaz de trasladarse de un
lugar a otro y que, al igual que el nómada, no permanece en
el mismo lugar por mucho tiempo.
Hoy más que nunca, los seres humanos nos movemos
continuamente, y con nosotros se mueven nuestros móviles,
objetos nómadas por excelencia del nuevo milenio. Georges
Amar, en su libro Homo mobilis, señala que actualmente vivi-
mos en una nueva era de la movilidad en la que esta «no es
más un atributo accidental o circunstancial (soy a veces móvil
y a veces no), sino más bien un atributo esencial», dada la
proporción creciente de actividades cotidianas que realizamos
en movilidad (Amar, 2011, pág. 39). Nuestra vida es cada vez
más una vida móvil, y el objeto emblema de esta nueva era
de la movilidad es un pequeño aparato de bolsillo hoy com-

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© Editorial UOC Móviles 24/7

pletamente inseparable de todos nuestros viajes y desplaza-


mientos. Así, como sugiere Amar, si el automóvil, el metro y
el avión fueron los emblemas del transporte del siglo XX, el
móvil es el emblema del homo mobilis fluido y conectado del
siglo  XXI, un homo mobilis «ampliado» en su cuerpo y en sus
funciones cognitivas gracias al móvil y a sus innumerables
prestaciones y aplicaciones.
Los operadores de telefonía fueron pioneros en apropiarse
masivamente de las palabras «móvil» y «movilidad», y en apos-
tar por una vida y un individuo móviles en un contexto en el
que varios pensadores pronosticaban precisamente lo contra-
rio: el triunfo del sedentarismo y la inmovilidad. Uno de los
autores más representativos de esta opinión es el francés Paul
Virilio, para quien medios masivos como el cine y la televi-
sión representaban el nacimiento de una especie de «vehículo
estático», un nuevo modo de viajar sin moverse. Para Virilio,
este tipo de medios audiovisuales masivos estaba sustituyen-
do la experiencia tradicional del tiempo extenso, relacionada
con formas automotrices de transporte, por experiencias de
tiempo intenso, vinculadas a la «inercia domiciliaria» provocada
por estas tecnologías, en especial medios domésticos como la
radio, la televisión, el vídeo y los nuevos sistemas telemáticos.
En palabras del propio Virilio:

«En efecto, si el siglo XIX en declive y los comienzos del XX han visto la lle-
gada del vehículo automóvil, vehículo dinámico, ferroviario, viario por lo tanto
aéreo, verdaderamente parece que el final del siglo anuncia una última muta-
ción, con la próxima llegada del vehículo audiovisual, vehículo estático, sustituto
de nuestros desplazamientos físicos y prolongación de la inercia domiciliaria
que verá, al final, el triunfo del sedentarismo, esta vez de un sedentarismo
definitivo» (Virilio, 1990, pág. 39).

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© Editorial UOC Capítulo I. El móvil y el triunfo de la movilidad

Virilio veía en esta mutación vehicular —el paso del vehí-


culo automóvil al vehículo audiovisual— un desplazamiento radical
del nomadismo a la inercia, al sedentarismo definitivo de las
sociedades. Y esto porque en realidad: «Ya todo llega sin que sea
necesario partir. A la llegada limitada de vehículos dinámicos,
móviles, después automóviles, sucede bruscamente la llegada
generalizada de las imágenes y de los sonidos en los vehículos
estáticos del audiovisual» (ibid., pág. 39). En su detallada des-
cripción de esta mutación, Virilio termina dibujando un esce-
nario delirante y «pesadillesco» en el que asistimos a la instau-
ración definitiva de un estado de inmovilidad cadavérica en
un hogar interactivo que suple a la extensión del hábitat y «en
el que el mueble principal sería la silla, la butaca ergonómica
del subnormal-motor, y ¿quién sabe? la cama, un sofá-cama
para el enfermo-voyeur, un sofá para ser soñados sin soñar,
un asiento para ser circulados sin circular...» (ibid., pág. 45).
Virilio se inspiró en la figura del polifacético y enigmáti-
co Howard Hughes para imaginar ese futuro inmóvil de la
humanidad, hasta el punto de devenir seres-silla, seres-sofá, o
seres-cama, como el propio Hughes encerrado y acostado en
su particular caverna audiovisual. En un momento de su libro
Estética de la desaparición, Virilio describe la transformación
de Hughes de hombre-planeta que dio la vuelta al mundo en
varias ocasiones a hombre-recluido, loco y enfermo sin ningún
tipo de relación con el mundo. La transformación de Hughes
—retratada también por Martin Scorsese en su película El
aviador (2004)— es paradigmática de ese paso del nomadis-
mo al sedentarismo que traen consigo los vehículos estáticos
del audiovisual, como la sala de cine doméstica creada por
Hughes en su propia habitación, una de las primeras mani-
festaciones de ese hogar interactivo imaginado por Virilio

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© Editorial UOC Móviles 24/7

como triunfo/emblema del sedentarismo y la inercia domici-


liaria: «Al pie de la cama donde vivía echado había […] una
ventana artificial: una pantalla de cine. En la cabecera de la
cama estaba el proyector; al costado, al alcance de la mano, los
mandos mediante los que proyectaba sus películas…» (Virilio,
1988, págs. 27-28). Encerrado en su habitación automatizada,
Hughes no se relaciona ya con el mundo físico y real sino
únicamente con el mundo audiovisual que le ofrece la panta-
lla, anticipando con ello una realidad que, según el pensador
francés, terminaría instalándose en cada hogar:

«Hughes ya había probado nuestro futuro técnico: la sustitución de la velo-


cidad vehicular de los cuerpos por la más importante de los vectores de luz,
el confinamiento de los cuerpos no ya en la célula cinética del viaje sino en
una célula fuera del tiempo, término electrónico donde dejaríamos a los ins-
trumentos la organización de nuestro ritmo vital más íntimo, sin desplazarnos
nunca más, la autoridad del automatismo electrónico que reduce nuestra
voluntad a cero… de algún modo, la visión de la luz en movimiento sobre la
pantalla habría reemplazado la búsqueda de cualquier movimiento personal»
(Virilio, 1988, pág. 120).

Lo que Virilio —y otros pensadores como Baudrillard


y Bauman— estaba reflejando en sus escritos era el miedo
típico de una época en la que cada vez eran mayores las posi-
bilidades de, al igual que Hughes, «retirarnos del mundo» y
«dejar de movernos» debido precisamente a la posibilidad de
disfrutar de imágenes y sonidos a la carta desde la seguridad
y comodidad del propio hogar. Así, tecnologías y aparatos
domésticos como la televisión, el vídeo, el mando a distancia,
los equipos de música, las consolas de videojuegos o los por
entonces novedosos ordenadores, crearían, según la visión de
estos autores, seres retirados y voyeuristas encerrados en los

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© Editorial UOC Capítulo I. El móvil y el triunfo de la movilidad

«mundos de la pantalla» de sus hogares interactivos, automa-


tizados y domesticados.
Sorprende, revisando estas ideas en el contexto actual, lo
errados que estaban autores como Virilio al proponer este
triunfo del sedentarismo y la inercia domiciliaria derivado de
los «mundos de la pantalla» creados por la televisión, el vídeo,
los videojuegos o los ordenadores. Observando lo que ha
pasado en los últimos años, evidenciamos más bien lo con-
trario: un triunfo del nomadismo sobre el sedentarismo, del
movimiento sobre la inercia, en un mundo en el que siempre
llevamos nuestros móviles a cuestas. Así, aunque el móvil
funciona también como tecnología doméstica (cuando lo
usamos en nuestros hogares), su esencia es la de ser una tec-
nología nómada, que trasladamos continuamente de un lugar
a otro. El móvil, a diferencia del televisor, el vídeo, el mando
a distancia o el ya obsoleto teléfono fijo, no se queda en casa,
sino que está, como nosotros, en continuo movimiento, de
aquí para allá, del hogar al trabajo, del trabajo al gimnasio, del
gimnasio al metro, a la reunión con los amigos, a la cena con
la pareja, etc. El móvil es un nuevo «vehículo audiovisual»,
pero no estático ni sustituto de nuestros desplazamientos
físicos, como planteaba Virilio en relación al cine, la televisión
o el vídeo, sino fluido y dinámico, verdadero «vehículo de
bolsillo» inseparable de todos nuestros movimientos y des-
plazamientos cotidianos. Hoy en día estamos completamente
«movilizados» o, tal y como sugiere Amar, «iPhonizados», en
el sentido de que somos seres «a un móvil pegados», ya sea
un iPhone o cualquier otro modelo. Este pequeño y liviano
aparato ha conseguido sacarnos de esa caverna audiovisual
profetizada por Virilio —si alguna vez estuvimos encerrados
realmente en ella— y nos ha permitido llevar todo nuestro

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© Editorial UOC Móviles 24/7

mundo audiovisual (y oral y escrito) a cuestas. El móvil, pues,


representa el triunfo de la movilidad y de un nuevo tipo de
persona móvil que circula y se mueve sin parar equipado
siempre con este pequeño y emblemático aparato, inseparable
ya de nuestras vidas y de nuestros cuerpos.

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© Editorial UOC Capítulo I. El móvil y el triunfo de la movilidad

Bibliografía

Amar, Georges (2011). Homo mobilis. La nueva era de la movilidad.


Buenos Aires: La Crujía.
Virilio, Paul (1988). Estética de la desaparición. Barcelona: Anagrama.
Virilio, Paul (1990). «El último vehículo». En: VV.AA., Videoculturas
de fin de siglo. Madrid: Cátedra.

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© Editorial UOC Capítulo II. El móvil y la nueva carne

Capítulo II
El móvil y la nueva carne

Hoy en día nos parece completamente imposible vivir sin


el móvil. Cuando carecemos de él por algún motivo (porque
se nos ha olvidado en casa, nos lo han robado, se ha perdi-
do, se ha roto, etc.), nos sentimos descolocados, inseguros,
incompletos, desnudos incluso. El móvil parece haberse con-
vertido no ya en una prenda de vestir más, sino en un nuevo
órgano de nuestro cuerpo, una especie de «nueva carne»
como la profetizada por David Cronenberg en films como
Videodrome (1983) o eXistenZ (1999).
La idea de la «nueva carne» no parece tan descabellada a
la hora de referirnos a nuestra actual dependencia del móvil.
Así, si en películas como las mencionadas Cronenberg vatici-
naba la llegada de un nuevo ser, producto de la fusión vídeo-
humano en el caso de Videodrome, y de videojuego-humano en el
de eXistenZ, en la actualidad parece que estemos asistiendo a
la creación de un nuevo híbrido móvil-humano, producto de la
omnipresencia del móvil como aparato plenamente incorpo-
rado a nuestra vida y a nuestro cuerpo.
La irrupción del móvil como dispositivo principal de
conexión, comunicación, información y entretenimiento —y
muchas otras cosas más—, unida a un progresivo aumento de
la movilidad, la urgencia y la velocidad como modos y condi-
ciones de vida indisociables ya de nuestras sociedades hiper-
modernas contemporáneas, representa la llegada de un nuevo
ser: un ser en movimiento permanente, equipado siempre

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© Editorial UOC Móviles 24/7

con un aparato de bolsillo que le permite conectarse, comu-


nicarse, informarse, relacionarse, divertirse y entretenerse en
todo momento. La imagen, bastante común ya, de personas,
personas y más personas andando, corriendo y circulando en
coches, autobuses o metros, pegados y ensimismados en las
pantallas de sus móviles a costa incluso de chocarse o trope-
zar con otras personas (y de morir incluso, en el caso de los
coches), representa el triunfo de este nuevo ser, de este nuevo
híbrido móvil-humano cuyas consecuencias apenas estamos
empezando a comprender.
De lo que no hay duda, en el momento actual, es que el
móvil se ha integrado de tal forma en nuestro cuerpo y en
nuestra vida diaria que parece ya una prótesis totalmente
naturalizada, normalizada, interiorizada, una parte más de
nuestro organismo, como las dentaduras postizas, las lentes
de contacto o los marcapasos. En su ensayo sobre los espejos
—y el móvil funciona, también, como espejo— Umberto
Eco (1988) señalaba que una prótesis, en sentido propio, es
un aparato que sustituye a un órgano que falta (miembro
artificial, dentadura postiza), pero, en sentido lato, prótesis es
todo aparato que extiende el radio de acción de un órgano,
como los megáfonos o las lentes de contacto. El móvil actúa
como prótesis en ambos sentidos, pues no solo «extiende»
—en el sentido mcluhaniano del término— nuestra vida
sensorial y nuestra capacidad de comunicación, sino que su
pérdida, fallo o ausencia son sentidas como la falta de un
órgano, y buscamos rápidamente la forma de arreglarlo o
reemplazarlo para volver a llevar una vida «normal».
En efecto, cuando no tenemos el móvil con nosotros,
sentimos que nos falta algo. Notamos una falta, limitación o
pérdida que buscamos reparar lo antes posible: volviendo a la

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© Editorial UOC Capítulo II. El móvil y la nueva carne

casa si se nos ha olvidado, comprando uno nuevo si lo hemos


perdido o nos lo han robado, llevándolo al servicio técnico
si no funciona correctamente, pidiendo prestado el móvil de
algún amigo o compañero para cambiar el chip y poder ver
los nuevos mensajes y notificaciones, etc. Esta dependencia
generalizada del móvil en la sociedad actual nos acerca cada
vez más a la figura del cyborg (Robocop) o el minusválido
(Stephen Hawking), figuras paradigmáticas de cuerpos casi
totalmente «mediatizados» y sostenidos por prótesis tecno-
computarizadas (Zizek, 2010), y ejemplos también de esa
«nueva carne» cronenbergiana y de la inevitable fusión ser
humano-máquina. De hecho, como sugería hace tiempo Jean
Baudrillard, la pregunta «¿Soy un hombre, soy una máquina?»
deja de tener sentido cuando observamos que las nuevas tec-
nologías y máquinas virtuales forman cada vez más con el ser
humano una especie de «circuito integrado», cuando las pró-
tesis se hacen a tal punto transparentes que están como inte-
gradas al cuerpo, hasta formar parte de él casi genéticamente,
como los estimuladores cardiacos o el famoso «pápula» de
Philip K. Dick, un pequeño implante publicitario injertado
en el cuerpo con el nacimiento y que sirve como señal de
alarma casi biológica. Todo esto, decía Baudrillard en los años
90, no es ciencia ficción, sino la generalización de la teoría de
McLuhan sobre las «extensiones del hombre», ya que «la tota-
lidad del ser humano, su cuerpo biológico, mental, muscular,
cerebral, flota en torno a nosotros bajo forma de prótesis
mecánicas o informáticas» (Baudrillard, 1991, pág. 36). Con
el móvil, flotamos permanentemente en otros y otros flotan
permanentemente en nosotros; flotaciones diversas, sentidas
y experimentadas en forma de imágenes, sonidos, textos,
vibraciones, actualizaciones…; flotaciones-prótesis, en definitiva,

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© Editorial UOC Móviles 24/7

sin las cuales ya no podemos vivir, porque son una parte vital
de nuestro propio circuito integrado.
El móvil es, por tanto, un elemento indispensable para
poder llevar una vida «normal», siendo esta normalidad, en
el actual mundo hiperconectado, el hecho de tener siempre a
mano nuestro móvil, y mucho más que eso, de tenerlo siempre
activado, cargado, conectado, actualizado… Y esto porque el
móvil es la prótesis-órgano que actualmente nos permite
conectarnos desde cualquier lugar y en cualquier momento
con el mundo, y expandir —desde nuestro bolsillo— las fron-
teras de nuestro yo. Y viceversa, porque el móvil es también
la prótesis-órgano mediante la cual el mundo «implosiona»
en nosotros en forma de datos, mensajes, noticias, notifica-
ciones, likes, tuits, etc. Con el móvil, el mundo mismo se mete
en nosotros, flota a nuestro alrededor y nos encuentra donde
quiera que estemos, obligándonos a responder y actualizar
nuestra presencia bajo la amenaza de quedar desconectados y
desactualizados. Con el móvil, el ser humano deviene mundo
porque siempre lleva el mundo a cuestas; mundo-prótesis que se
manifiesta y le interpela en todo momento, incluso cuando
descansa y cuando sueña, o cuando al menos lo intenta…

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© Editorial UOC Capítulo II. El móvil y la nueva carne

Bibliografía

Baudrillard, Jean (1991). La transparencia del mal. Ensayo sobre los


fenómenos extremos. Barcelona: Anagrama.
Eco, Umberto (1988). De los espejos y otros ensayos. Barcelona:
Lumen.
Zizek, Slavoj (2010). El acoso de las fantasías. Madrid: Siglo XXI.

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© Editorial UOC Capítulo III. Móviles 24/7

Capítulo III
Móviles 24/7

El triunfo del móvil como prótesis total, «nueva carne» ya,


del ser humano en el mundo actual coincide con el auge de
una sociedad hiperacelerada en la que cada vez son menos los
momentos en los que nos es posible desconectar, relajarnos
y descansar plenamente, y en la que se nos exige una especie
de disponibilidad total al modelo de esos supermercados 24
horas abiertos todos los días de la semana. El mundo como
supermercado imaginado por el polémico y profético Michel
Houellebecq (2005) parece estar haciéndose realidad, y no
solo en cuanto a la dispersión de los sentidos y los deseos
que plantea la misma lógica de estos espacios de consumo,
sino también en cuanto al hecho de tener que estar siempre
disponibles y en servicio. Así, si este tipo de supermercados
(y muchas otras instituciones, servicios y productos) han esta-
do funcionando las 24 horas del día, los 7 días de la semana
durante hace ya algunos años, el problema ahora es que es
un sujeto humano el que está a punto de coincidir con ellos,
eliminando nuestra misma posibilidad de reposo.
Esta es la tesis central de la reciente obra del ensayista y
crítico de arte norteamericano Jonathan Crary, 24/7: El capi-
talismo al asalto del sueño, en la que realiza una dura crítica sobre
cómo el capitalismo se ha ido apropiando progresivamente de
todas las actividades de nuestra vida cotidiana hasta el punto
de estar adueñándose actualmente de la única actividad que le
faltaba por conquistar: el sueño. Como sostiene Crary, para el

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© Editorial UOC Móviles 24/7

capitalismo el sueño es tiempo improductivo en el que no se


consume ni trabaja. Es un tiempo, por tanto, del que puede
extraerse un beneficio, y el principal obstáculo para la realiza-
ción definitiva de la temporalidad 24/7, es decir, de «un tiem-
po de indiferencia, en el cual la fragilidad de la vida humana
es cada vez más inadecuada y el sueño no es necesario ni
inevitable», un tiempo sin tiempo que «propone como posible
e, incluso normal, la idea de trabajar sin pausa, sin límites»
(Crary, 2015, pág. 21). Según este autor, el capitalismo 24/7
no supone la eliminación literal del sueño, sino una deprecia-
ción de éste, de manera que cualquier noción persistente del
sueño como algo natural sea considerada inaceptable. Así, si
bien la gente seguirá durmiendo, y aún existen intervalos noc-
turnos de relativa quietud, el sueño es ahora una experiencia
que se distancia cada vez más de las nociones de necesidad
o naturaleza y es concebido como una función variable. El
sueño se puede atacar, devaluar, alterar, y para ello se reali-
zan estudios destinados a reducir la necesidad fisiológica de
reposo, y se comercializa con fármacos que alteran los ciclos
naturales y las oscilaciones rítmicas del ser humano. El resul-
tado es que, bajo las condiciones actuales de asalto capitalista
al sueño, la gente no duerme ya de manera profunda y no se
despierta totalmente descansada, produciéndose la curiosa
paradoja de que, ante la imposibilidad de conciliar el sueño
de forma natural, éste debe ser comprado, incluso si lo que
uno hace al comprar el sueño es pagar por un estado inducido
a través de químicos que solo se aproxima al sueño real. Es
decir, pagamos por un sueño simulado.
¿Cómo se relaciona todo esto con el fenómeno del móvil?
El propio Crary señala el caso, cada vez más frecuente, de
personas que se despiertan durante la noche una o más veces

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© Editorial UOC Capítulo III. Móviles 24/7

para leer mensajes y notificaciones. No es solo que el móvil


sea para un número cada vez mayor de personas —y de
manera especial para los más jóvenes— el primer aparato que
tocan, ven y consultan al despertarse, y el último que tocan,
ven y consultan al acostarse, sino que el móvil es también el
aparato que les acompaña, interpela o interrumpe durante sus
momentos de sueño, pudiendo despertarse durante el mismo
para consultar las últimas notificaciones y responder los últi-
mos mensajes. Últimamente se habla, incluso, de un nuevo
tipo de «insomnio tecnológico» que hace referencia a cómo el
uso prolongado del móvil (y de otros dispositivos tecnológi-
cos como ordenadores y tablets) antes de irse a dormir pueden
provocar casos de insomnio e incluso de parasomnia, un tipo
de alteración del sueño relacionado con episodios breves o
parciales de despertar. Según expertos en neurofisiología, este
tipo de insomnio tecnológico genera una doble adicción: tec-
nológica, por nuestra dependencia del móvil hasta largas horas
de la noche e incluso cuando intentamos dormir, y farma-
cológica, ya que muchas veces debemos recurrir a un fármaco
para poder conciliar el sueño. Es más, se ha comprobado
que el tipo de luz artificial que emiten dispositivos como los
móviles o las tablets altera la producción de melatonina, que es
la hormona que ayuda a regular nuestros ritmos circadianos y
a conciliar el sueño (Rice, 2013).
Paradójicamente, los móviles parecen estar sumiéndonos
en un estado de alerta nocturno similar a la función sleep mode
que ellos mismos incorporan. Como señala Crary:

«La idea de un aparato en un estado de reposo pero todavía alerta transforma


el sentido más amplio del sueño en una condición en la cual la operatividad y
el acceso están simplemente diferidos o disminuidos. Se sustituye la lógica del

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© Editorial UOC Móviles 24/7

apagado-encendido, de manera tal que nada está del todo “apagado” y no hay
nunca un estado real de descanso» (Crary, 2015, pág. 24).

Pero no es solo que el móvil como tal no descanse realmen-


te por las noches y se mantenga, como nosotros, en sleep mode,
sino que todo el mundo digital que flota y converge continua-
mente en él no lo hace literalmente en ningún momento. La
vida digital no duerme. Sus redes y sistemas informáticos no
descansan, están en constante movimiento y en actualización
permanente. Funcionan como supermercados digitales abier-
tos 24 horas al día, los 7 días de la semana. Nuestros datos
y los datos de múltiples otros circulan continuamente y con-
vergen rápidamente en nuestro móvil, que no deja de recibir
información y de reclamarnos una respuesta, incluso cuando
intentamos descansar. Un estudio reciente llevado a cabo en
el Reino Unido demostró que uno de cada cinco adolescentes
«casi siempre» se despierta durante la noche para consultar su
móvil, revisar actualizaciones, responder mensajes y publicar
contenido en redes sociales, con el consiguiente cansancio e
incapacidad de cumplir con todas sus tareas y obligaciones al
día siguiente (Symington-Mills, 2016).
La temporalidad 24/7 introduce una nueva lógica en la
que esperamos de las personas lo mismo que de las máquinas:
que estén disponibles en todo momento, y mucho más que
eso, que respondan inmediatamente a nuestros requerimien-
tos, no importa lo tarde que sea. Como decía Deleuze (2008,
pág. 258), el ser humano siempre está reclamando signos (de
amor, de afecto, de aprecio, etc.): «dime que me amas» signifi-
ca «dame un signo». En la vida cotidiana estamos reclamado
signos constantemente, signos que a veces tardan en llegar, y
que cuando llegan nos sorprenden y emocionan gratamente.

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© Editorial UOC Capítulo III. Móviles 24/7

Pero en la vida móvil-digital actual este reclamo se vuelve


inmediato: queremos signos y los queremos ya, y queremos
respuestas a los signos que enviamos y las queremos ya.
Como escribe Gilles Lipovetsky:

«En un entorno reestructurado por las nuevas tecnologías de la información


y la comunicación, la hipervelocidad, el acceso directo, la inmediatez se impo-
nen como nuevas exigencias temporales […] La época de la «bendita pacien-
cia» en que la experiencia de la espera era un elemento de felicidad desaparece
en beneficio de una cultura de la impaciencia y de la satisfacción inmediata de
los deseos» (Lipovetsky, 2007, pág. 104).

Esta incapacidad de espera hace que, como ha sugerido


acertadamente Mario Perniola (2010), el modo de sentir de
nuestra época tenga la impronta de las toxicomanías, pues
manifiesta precisamente una impaciencia, un nerviosismo
y una ansiedad característicos del modo de sentir toxicode-
pendiente. Así, es cada vez mayor el número de hombres
y mujeres, niños y niñas, que se pasan todo el día (y gran
parte de la noche) pegados a sus móviles emitiendo signos
de manera ininterrumpida (mensajes, likes, tuits, emojis, etc.), y
que permanecen despiertos, impacientes y ansiosos por reci-
bir respuestas a esos signos y, así, seguir emitiendo más y más
signos. El ser humano nunca había tenido tanta capacidad de
reclamar, emitir y recibir signos a todas horas, y de hacerlo
con este nivel de rapidez e inmediatez: signos 24/7.
Así pues, móviles 24/7, signos 24/7, ¿sujetos 24/7? Por
supuesto, matiza Crary, ningún individuo puede estar com-
prando, jugando, trabajando, blogueando, bajando conteni-
dos o escribiendo mensajes de texto las 24 horas del día. Sin
embargo, como ahora no existe momento, lugar o situación

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© Editorial UOC Móviles 24/7

en los que uno no sea capaz de comprar, consumir o utilizar


los recursos de internet gracias a dispositivos ubicuos como
el móvil, «hay una intrusión incesante del no tiempo 24/7 en
todos los aspectos de la vida social o personal» (Crary, 2015,
pág. 42). De alguna manera, es como si todo nuestro ser se
esté reorganizado para ajustarse al funcionamiento ininte-
rrumpido de los mercados, las redes de información y otros
sistemas que siguen la lógica 24/7. El hecho de que actual-
mente vivamos pegados al móvil, incluso cuando intentamos
descansar, es un síntoma claro de esta colonización total del
tiempo, de esta progresiva transformación del tiempo de
descanso en tiempo de trabajo y de consumo, en tiempo inte-
ractivo y comunicativo: tiempo 24/7.

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© Editorial UOC Capítulo III. Móviles 24/7

Bibliografía

Crary, Jonathan (2015). 24/7. El capitalismo al asalto del sueño.


Barcelona: Ariel.
Deleuze, Gilles (2008). En medio de Spinoza. Buenos Aires: Cactus.
Houellebecq, Michel (2005). El mundo como supermercado. Barcelona:
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Lipovetsky, Gilles (2007). La felicidad paradójica. Ensayo sobre la
sociedad de hiperconsumo. Barcelona: Anagrama.
Perniola, Mario (2010). Milagros y traumas de la comunicación. Buenos
Aires: Amorrortu.
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cial light from tablets is causing sleep disorders» [artículo en línea].
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<http://www.abc.net.au/news/2013-07-01/artificial-light-
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Symington-Mills, Louisa (2016, 26 de septiembre).
«How to stop checking your smartphone in the middle
of the night» [artículo en línea]. The Telegraph. Lifestyle-
Women-Work. [Fecha de consulta: 8 de junio de
2018].
<https://www.telegraph.co.uk/women/work/how-to-stop-
checking-your-smartphone-in-the-middle-of-the-night/>

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© Editorial UOC Capítulo IV . Móvil-conexión-cobertura

Capítulo IV
Móvil-conexión-cobertura

En apenas unos pocos años, las nuevas tecnologías de la


información, y de manera especial el móvil, han cambiado
nuestros hábitos y costumbres hasta el punto de habernos
transformado en seres totalmente conectados, o mejor aún,
hiperconectados. Estar conectado se está convirtiendo en una
verdadera obligación humana, en el estado por defecto de
nuestra existencia, mientras que estar desconectado es cada
vez más un lujo excesivo, algo que no nos podemos permitir.
La vida actual es inseparable de la conectividad, y cada vez
son menos los momentos que no pasamos conectados a
algún medio digital. Como señala Tom Chatfield:

«Hoy en día, por primera vez en la historia, puede decirse sin exagerar que
muchas personas están “conectadas” normalmente con al menos un tipo de
medio personalizado […] Estar apartados de los medios digitales no solo ha
dejado de ser nuestro estado natural; también es algo que no podemos expe-
rimentar sin proponérnoslo explícitamente. Pensemos, por ejemplo, en los
letreros que encontramos en muchos trenes que nos piden que no hagamos
ruido, o los de museos, restaurantes y otros espacios públicos que nos invitan
a apagar los teléfonos móviles. Son signos de los tiempos que corren: indicios
de que la ausencia de dispositivos digitales hoy en día es algo que debe solici-
tarse específicamente» (Chatfield, 2012, págs. 35-36).

El propio mundo digital desarrolla retóricas de conectividad


que nos animan a estar permanentemente conectados, a no
perder la conexión en ningún momento (lo que en su lógica

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© Editorial UOC Móviles 24/7

se traduce en no perder datos, información, ingresos, etc.).


En Windows 10, por ejemplo, cuando no nos es posible
establecer la conexión, junto con la imagen de un corazón
roto, aparecen en pantalla las siguientes palabras: «No estás
conectado. La Web no es lo mismo sin ti. Vamos a restablecer
tu conexión». Asimismo, cuando abandonamos nuestro perfil
en Facebook, el sistema nos pregunta ágilmente: «¿Vas a salir?
Sigue en contacto. Visita facebook.com en tu celular».

Bajo estas condiciones parece, pues, imposible no estar


conectado. El famoso axioma de Paul Watzlawick según el
cual «no es posible no comunicar» puede ser rebautizado en el
mundo hiperconectado actual bajo la siguiente fórmula: «no
es posible no estar conectado». El filósofo italiano Maurizio
Ferraris (2008), que ha dedicado hermosas páginas al estudio
del teléfono móvil, señala, recordando a Heidegger, que nues-
tro «estar en el mundo» es cada vez más un «estar conectado»,
un «estar al móvil», ya que este pequeño y liviano aparato es
el único que nos da la posibilidad real de una conexión per-
manente, ilimitada, pues siempre lo llevamos con nosotros,
incluso, como vimos en el capítulo anterior, en los (cada vez
más escasos) momentos de reposo. El móvil, señala Ferraris,
mantiene la promesa de una conexión absoluta y abre una
nueva época de conexión total que únicamente se ve cues-

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© Editorial UOC Capítulo IV . Móvil-conexión-cobertura

tionada por la posibilidad, siempre al acecho, de perder o no


tener cobertura.
En efecto, no tener cobertura significa estar aislados,
desconectados, dejar-de-existir, porque si no hay cobertura
no hay conexión. Este nuevo ser-móvil-conectado depende pro-
fundamente de la cobertura, porque sin cobertura no puede
ser, no puede manifestarse. Sin embargo, hasta hace pocos
años era siempre así, porque estábamos siempre sin cober-
tura. Pero la cobertura es hoy como el aire que respiramos
o el agua que bebemos, un elemento totalmente necesario
cuya falta o carencia nos causa verdadero terror. Somos seres
móviles y conectados porque somos seres-en-cobertura, y si la
cobertura falla o desaparece, desaparecemos nosotros y con
nosotros el mundo que diariamente gestionamos y alimen-
tamos a través de nuestro móvil. La falta de cobertura nos
devuelve a una era pre-móvil que ya nos es casi imposible
recordar pero que, como ironiza Ferraris, era muy hermosa:
esa era, hoy casi inimaginable, en la que cuando estábamos
de viaje o de vacaciones no recibíamos correos, y en la que
si alguien nos buscaba por teléfono y no nos encontraba, la
cosa acababa ahí. Esa era, hoy casi inimaginable, en la que
no era un imperativo «tener que estar conectado», y mucho
menos tener que responder inmediatamente a los mensajes y
requerimientos de otros. Esa era, hoy casi inimaginable, en la
que podíamos dormir apaciblemente (y muchas veces de una
sola tirada) sin la necesidad de estar pendientes y en «modo
alerta» ante cualquier mensaje o notificación que nos llegara.
Hoy, esa era pre-móvil de relativa tranquilidad y lentitud
ha dado paso a una sociedad en la que, como señala David
Le Breton, «se imponen la flexibilidad, la urgencia, la velo-
cidad, la competitividad, la eficacia», y en la que el ser uno

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© Editorial UOC Móviles 24/7

mismo «no se produce de forma natural, en la medida en que


hace falta en todo momento estar en el mundo, adaptarse a
las circunstancias, asumir su autonomía, estar a la altura» (Le
Breton, 2016, pág. 22). De ahí la necesidad de estar conectado
en todo momento, porque es así como cada vez más estamos
verdaderamente en el mundo. De ahí, por tanto, el horror que
experimentamos cuando no tenemos cobertura, o cuando
las rayitas de nuestro móvil disminuyen hasta desintegrarnos,
hasta hacernos desaparecer... Como escribe Ferraris:

«[…] incluso con el móvil en el bolsillo, la catástrofe siempre está a punto. Se


desencadena cuando las rayitas disminuyen y nos percatamos, horribile visu, de
que «no hay cobertura», que suena casi como «no hay salvación».1 La posibi-
lidad de estar en cualquier sitio e igualmente presente desaparece de golpe, y
regresamos a la época —que parece antediluviana y sin embargo se remonta
a pocos años atrás— en la que un viaje en tren comportaba una indisponi-
bilidad radical respecto al resto del mundo, los compañeros de viaje (con las
indudables ventajas, sin embargo, de poder leer, escribir o fantasear en paz,
pero ése es otro asunto). Así, un restaurante, una galería, un ascensor, se pue-
den convertir en una trampa mortal […] se abre el abismo y, como un zahorí
(en esta operación el móvil se mantiene por lo general en posición horizontal
respecto al terreno, porque hay que mirar las rayas en la pantalla), uno empieza
a buscar cobertura. Tal vez encuentre también a otros que intentan la misma
operación. Se comprenden y se compadecen unos a otros, como si fueran
Tornasol en las Aventuras de Tintín» (Ferraris, 2008, pág. 67).

Como vemos, el problema de la falta o pérdida de cober-


tura es uno de los mayores obstáculos y temores para el actual
individuo hiperconectado, que observa horrorizado cómo

1. Ferraris se refiere al italiano «non c’è campo» y «non c’è scampo».

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© Editorial UOC Capítulo IV . Móvil-conexión-cobertura

cuando no encuentra o se queda sin cobertura pierde su


conexión con ese mundo digital 24/7 que le rodea, envuelve y
protege continuamente. Las tecnologías digitales permanecen
siempre encendidas, por lo que siempre podemos acceder a
ellas y utilizarlas. Son tecnologías persistentes que funcionan, se
desarrollan y evolucionan constantemente, ya sea por la acción
de los administradores en sus tareas de mantenimiento, ges-
tión y actualización del sistema, o, en el marco de la Web 2.0,
por el impresionante flujo de comunicación que desencadenan
los propios usuarios a través de sus publicaciones, comenta-
rios, actualizaciones de perfil, likes, tuits, retuits, etc. Todo ello
nos obliga a permanecer siempre conectados si no queremos
perdernos nada de lo que ocurre en ese mundo digital que no
duerme, que nunca se apaga. De nuevo, se espera de nosotros
una disponibilidad e inmediatez de respuesta similar a la de
las máquinas y los sistemas digitales, que siempre se encuen-
tran disponibles para ser consultados y utilizados en cualquier
momento, como la asistente inteligente interpretada por
Scarlett Johansson en la película de Spike Jonze Her (2013).
Pero la simple conexión no vale. Debemos relacionarnos,
publicar, compartir, responder, comentar… en definitiva,
interactuar. La sociedad digital es una sociedad de la interactividad
en la que continuamente se nos exige participar y hacernos
visibles, ya sea publicando qué hacemos y dónde estamos,
comentando los estados de nuestros amigos, y validando sus
identidades virtuales mediante likes y otros signos digitales.
Los límites entre placer y trabajo, entre ocio y negocio, se
hacen cada vez más tenues, ya que siempre debemos per-
manecer conectados. En su artículo Libertad como desconexión,
Daniel Innerarity señala que actualmente la conectividad es
tanto un imperativo técnico como moral:

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© Editorial UOC Móviles 24/7

«Se trata de estar siempre integrado, disponible, accesible. No llevamos bien la


desconexión porque estamos psicológicamente configurados con la sensación
de que nos estamos perdiendo algo, sin argumentos para frenar la multiplica-
ción de los contactos y apremiados por la exigencia de rendimiento continuo.
No estar al alcance de los demás o resistirse a ciertas redes es toda una rareza»
(Innerarity, 2015).

Por eso, como señala este autor, la pérdida de cone-


xión equivale a una especie de «muerte comunicativa», y si
actualmente el fallo o la lentitud en la conexión o la falta de
cobertura los experimentamos como un verdadero drama
«es porque la comunicación inmediata forma parte de las
posibilidades que damos por supuestas en una sociedad de la
instantaneidad interactiva» (ibid.).
En realidad, se trata de algo pronosticado por autores
como Jean Baudrillard, para quien, ya en los años 90, en los
comienzos de la actual era de la interactividad, la pasividad
forzada, la inutilidad del tiempo no puede ya ni si quiera ser
planteada: «En la interactividad, ya no os aburrís, ya no hay
pausa, no hay más que metástasis, vuestro tiempo transcurre
pendiente de las redes, en ramificaciones potencialmente
infinitas», de manera que está prohibido desligarnos de ellas,
prescindir de la vida social activa e interactiva de la red:
«El escándalo no está tanto en la desobediencia a vuestra
vida como en la desobediencia a la red, a la conexión, a las
tecnologías modernas. El mismo principio de la red y de la
comunicación implica la obligación moral de permanecer
conectados» (Baudrillard, 1990, pág. 35).
En efecto, el nuevo culto a la conexión genera también una
nueva ética de la conexión que nos obliga moralmente a perma-
necer conectados si no queremos defraudar a los demás, a

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© Editorial UOC Capítulo IV . Móvil-conexión-cobertura

esos otros que también se sienten moralmente comprometi-


dos a conectarse y permanecer online en todo momento. No
estar conectado en la sociedad digital actual es casi como estar
muerto, porque no estar conectado equivale a quedarse «aisla-
do» y «dejar de existir». Como señala Jeremy Rifkin:

«Ver denegado el acceso a algo equivale a estar aislado y dejar de existir. El


tiempo que pasamos solos (diferente del hecho de sentirnos solos) sigue re-
duciéndose y se reduce a cero en un mundo interconectado las veinticuatro
horas al día. En una sociedad hambrienta de tiempo, cada nanosegundo libre
se convierte en otra oportunidad para establecer “otra conexión”» (Rifkin,
2010, págs. 561-562).

Por eso hoy en día la soledad, el retiro voluntario del espacio


público, es algo cada vez más difícil de lograr, inmersos como
estamos en una sociedad en la que «los sistemas de conexión
siempre encendidos nos impiden estar solos y aislados ya que,
a través de ellos, el prójimo siempre está virtualmente presen-
te» (Susca, 2012, pág. 107). Lo queramos o no, y a pesar de
que en determinados momentos nos falle la cobertura, siem-
pre estamos rodeados de una nebulosa digital de contactos,
informaciones y signos que reclama constantemente nuestra
atención y nos incita a conectarnos e interactuar.
Los móviles y otros aparatos digitales nos someten actual-
mente a una nueva esclavitud tecnológica. Dependemos pro-
fundamente de ellos. Dependemos de la seguridad que nos
proporcionan y de saber que, gracias a ellos, podemos perma-
necer siempre conectados: conexión 24/7. Sin embargo, esta
seguridad se transforma en ansiedad y frustración cuando no
somos capaces de conectarnos todo lo que queremos, o cuan-
do no somos capaces de responder a la cantidad de solicitudes

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© Editorial UOC Móviles 24/7

y peticiones (signos-signos-signos-signos…) que recibimos


a lo largo del día, y de la noche. La ansiedad se convierte en
angustia en determinadas situaciones, como cuando perdemos
la conexión a la red, la conexión es demasiado lenta, o un virus
ataca nuestro móvil o nuestro ordenador. Es en estos casos
cuando nos damos cuenta de nuestra actual dependencia tec-
nológica, de lo débiles e inseguros que somos sin esos aparatos
y redes que nos mantienen en estado de conexión permanente.
En los últimos años han surgido una serie de nuevas
expresiones —relacionadas especialmente con el móvil— que
intentan describir este nuevo tipo de dependencia tecnoló-
gico-conectiva. Por ejemplo, la necesidad de estar siempre
conectados a nuestros móviles para atender nuestros perfiles
sociales se conoce como «síndrome FoMo» (siglas de «Fear
of Missing Out») o «miedo a perderse algo», como por ejem-
plo noticias, eventos o actualizaciones de estado. Según una
encuesta realizada por la compañía MyLife en julio de 2013,
el 56 % de los participantes reconoció experimentar un nuevo
tipo de miedo al perderse acontecimientos importantes en sus
redes sociales por no estar conectados (Murphy, 2013). Otro
síndrome parecido es el conocido como «nomofobia», el cual
se refiere al miedo o angustia de las personas a olvidarse el
móvil en el trabajo o en la casa. Una encuesta realizada por la
operadora canadiense Rogers en diciembre de 2012 demostró
que el 65 % de los usuarios se «siente desnudo» sin su móvil
y sin acceso a internet (Hardy, 2012). Estos ejemplos ponen
de manifiesto la emergencia de un nuevo tipo de miedo des-
conocido en épocas anteriores y asociado estrechamente con
el móvil y la conectividad: el miedo a estar desconectado, que
a su vez lleva asociado otro tipo de miedo, el miedo a no tener
o a perder la cobertura.

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© Editorial UOC Capítulo IV . Móvil-conexión-cobertura

Bibliografía

Baudrillard, Jean (1990). «Videosfera y sujeto fractal». En:


VV.AA., Videoculturas de fin de siglo. Madrid: Cátedra.
Chatfield, Tom (2012). Cómo prosperar en la era digital. Barcelona:
Ediciones B.
Ferraris, Maurizio (2008). ¿Dónde estás? Ontología del teléfono móvil.
Barcelona: Marbot Ediciones.
Hardy, Ian (2012, 27 de diciembre). «Rogers report says Canadians
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ta: 8 de junio de 2018].
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phone-in-the-bathroom/>
Innenarity, Daniel (2015, 21 de mayo). «Libertad como descon-
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Le Breton, David (2016). Desaparecer de sí. Una tentación contem-
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© Editorial UOC Móviles 24/7

Rifkin, Jeremy (2010). La civilización empática. La carrera hacia una


conciencia global en un mundo en crisis. Barcelona: Paidós.
Susca, Vincenzo (2012). Deleite trágico. Las formas elementales de la
vida electrónica. Barcelona: Península.

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© Editorial UOC Capítulo V. El móvil y la lucha por la desconexión

Capítulo V
El móvil y la lucha por la desconexión

Vivimos en la era de la movilidad electrónica,


pero soñamos con desintoxicarnos.
Gilles Lipovetsky

Nuestra era está definitivamente dominada por la cone-


xión. El nuevo imperativo ético de la sociedad digital actual es
permanecer siempre conectados, a riesgo de perdernos algo,
por ínfimo que sea. Por eso, hoy en día, es preferible la cone-
xión al aislamiento. Si no nos conectamos, nos aislamos del
mundo, pues el mundo transcurre cada vez más en las redes.
El horizonte técnico de la cultura digital es la comunicación
universal, la hiperconexión: «cada ordenador del planeta,
cada aparato, cada máquina, desde el coche a la tostadora de
pan, debe tener una dirección de Internet» (Lévy, 2007, págs.
99-100). Ese horizonte no parece ya tan lejano, como pone
de manifiesto la reciente promesa de la «Internet of things» o
«internet de las cosas».
En un contexto de estas características, ya nadie está solo.
Es el triunfo de la comunicación, o al menos, de la posibilidad
de comunicación. En palabras del recientemente fallecido
Zygmunt Bauman:

«Nunca en la historia humana hubo tanta comunicación como hoy pero esta
comunicación no desemboca en el diálogo, que es el desafío cultural más im-
portante de nuestro tiempo. En Facebook jamás puede suceder que alguien se

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© Editorial UOC Móviles 24/7

sienta rechazado o excluido. Siempre, veinticuatro horas al día, los siete días
de la semana, habrá alguien dispuesto a recibir un mensaje o a responderlo»
(Bauman, 2014).

Los nuevos síndromes señalados en el capítulo anterior


revelan esta necesidad de conexión permanente y, sobre
todo, el miedo a perderla, el miedo a quedarnos (aunque sea
momentáneamente) solos. De hecho, todo nuestro entorno
cotidiano se está adaptando rápidamente a esta nueva necesi-
dad básica del ser humano: la necesidad de conexión, de per-
manecer siempre conectados. Así, son cada vez más frecuen-
tes los transportes públicos (autobuses, autocares, trenes, etc.)
que ofrecen la posibilidad de cargar nuestros móviles durante
nuestros trayectos cotidianos, evitando así que nos quedemos
sin batería y, por tanto, desconectados. Y no solo eso, porque
en determinados países también se están empezando a incor-
porar servicios de conexión «WiFi» a bordo que nos permiten
estar conectados a internet durante todo el viaje. Todo parece
preparado para la creación de un estado de conexión total,
de un mundo en el que ya no sea posible no estar conectado.
Como vimos, el móvil representa actualmente esa prome-
sa de conexión total y absoluta, pues es el instrumento que
siempre llevamos con nosotros y el que nos da la posibili-
dad de estar siempre conectados. Sin embargo, tal y como
han señalado autores como Umberto Eco (2008, pág. 14),
el móvil, «instrumento primario de conexión (del estar yo
siempre presente para los demás, como los demás para mí)»
puede convertirse al mismo tiempo en un «instrumento de
desconexión» que nos aísla o «desconecta» de aquellos a
quienes tenemos más cerca. Esto se observa muy bien en la
dinámica de la interacción cara a cara, la cual, según Eco, ha
cambiado ya para siempre debido a la presencia permanente

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© Editorial UOC Capítulo V. El móvil y la lucha por la desconexión

del móvil en la mayoría de nuestras interacciones cotidianas.


Así, la interacción cara a cara entre Fulano y Mengano ya
no es una relación entre dos, porque la conversación puede
ser interrumpida por la inserción de Zutano (o de múltiples
Zutanos) en el móvil, de modo que la interacción entre
Fulano y Mengano se desarrolla solo con interrupciones o,
directamente, se corta. La hiperconexión digital trae consigo
una desconexión física, en el sentido de que Fulano parece
estar conectado con todos menos con Mengano.
Una secuencia de la miniserie británica 7:39: El tren de la
infidelidad, de David Nicholls, ilustra bien este nuevo tipo des-
conexión física relacionada con el móvil. En la secuencia, los
dos protagonistas están cenando en un restaurante, pero el
protagonista (David Morrisey) mira y toca impacientemente
su móvil en lugar de comer y mirar a su compañera. Ésta le
pregunta: «¿Esperas un mensaje?», a lo que él responde: «Lo
siento, creo que es un tic nervioso revisar mi teléfono cada
dos minutos». «Yo hago lo mismo», responde ella con una
sonrisa. «¿Por qué crees que hacemos esto?», pregunta con
preocupación él. «Quizás queremos que algo suceda», res-
ponde ella. Y, de repente, el móvil suena… El diálogo resume
perfectamente ese cambio en la interacción cara a cara que se
ha producido a raíz de la irrupción y generalización del móvil
en nuestras vidas, hasta el punto de olvidarnos de la persona
que tenemos en frente para estar pendientes del móvil espe-
rando impacientemente que algo suceda: una llamada, un
mensaje, un comentario, un like, un tuit (de nuevo signos, más
y más signos).
Este tipo de situaciones de desconexión física protagoniza-
das por el móvil ha llevado a algunos autores a proclamar una
especie de muerte de la conversación, de estar perdiendo nues-

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© Editorial UOC Móviles 24/7

tra capacidad de hablar y de comunicarnos cara a cara. Esto


es lo que sostiene, por ejemplo, la profesora del MIT Sherry
Turkle en su libro En defensa de la conversación, donde nos alerta
sobre el «conversicidio» que cometemos cuando desplazamos
el tipo de contacto social e interacción cara a cara que nos
diferencia como especie por la invasión generalizada de nue-
vas formas de conexión digital mediadas por dispositivos tec-
nológicos como el ordenador y el móvil (Lantigua, 2017). Para
Turkle, la conversación cara a cara «es el acto más humano, y
más humanizador, que podamos realizar. Cuando estamos ple-
namente presentes ante otro, aprendemos a escuchar. Es así
como desarrollamos la capacidad de sentir empatía» (Turkle,
2017, pág. 15). Sin embargo, según esta autora, estamos sacri-
ficando el arte de la conversación (la base de la democracia, la
amistad, el amor, el aprendizaje, los negocios, etc.) por la mera
conexión, que no implica necesariamente conversar ni dialo-
gar con los otros. Para Turkle, existe una nueva generación de
personas que ha crecido sin saber lo que es una conversación
ininterrumpida, personas que abandonan las conversaciones
cara a cara para mirar, acariciar y «coquetear» continuamente
con sus móviles. La interrupción tiene que ver aquí con el
hecho de que cada vez que consultamos nuestro móvil en pre-
sencia de otras personas nos perdemos lo que esas personas
nos están comunicando, no solo a nivel verbal sino también,
y muchas veces más importante, a nivel no verbal. Como dice
Turkle, incluso un móvil en silencio inhibe la conversación,
pues sabemos que en cualquier momento puede sonar, vibrar
o iluminarse: Zutano puede aparecer cuando menos se lo
espera, y con él la necesidad de contestarle inmediatamente.
Por eso, el carácter de la conversación cambia siempre que hay
un móvil a la vista:

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© Editorial UOC Capítulo V. El móvil y la lucha por la desconexión

«Los estudios demuestran que la mera presencia de un teléfono sobre la mesa


(incluso de un teléfono apagado) cambia aquello sobre lo que la gente habla.
Si creemos que nos puede interrumpir, mantenemos una conversación ligera,
centrada en temas que generan poca controversia e intrascendencia. Y las
conversaciones con teléfonos a la vista impiden la conexión empática. Si dos
personas están hablando y hay un teléfono en un escritorio cercano, ambas se
sienten menos conectadas entre sí que cuando no hay ningún teléfono presen-
te. Incluso un teléfono en silencio nos desconecta» (Turkle, 2017, pág. 35).

Libros como el de Turkle señalan desde la academia algo


que ya está empezando a manifestarse en mayor o menor
grado en diferentes lugares del planeta: la necesidad de desco-
nectar y de recuperar la magia y el arte de la conversación cara
a cara. Son conocidos en este sentido los carteles, presentes
ya en numerosos bares, cafeterías y librerías, que se dirigen a
sus clientes con frases directas o irónicas como las siguientes:
«No tenemos WiFi, hablen entre ustedes», «Lo lamentamos,
no tenemos WiFi. Hablen entre ustedes y emborráchense»,
«Estimado cliente, no contamos con servicio de wi-fi pero
si gusta puede conversar con la persona que tiene a su lado»,
«Bienvenidos. Disfruta la vista, disfruta el momento, disfru-
ten de ustedes sin estar conectados. No hay Wi-Fi», «Aquí
no tenemos WiFi, estáis obligados a hablar entre vosotros»,
«Espacio sin WiFi, ¡vive!», «Zona libre de Wi-Fi gratis», «No
tenemos WiFi, pero tenemos un vermouth casero buenísi-
mo», etc.
Esta especie de renacimiento de las viejas charlas de café
(fundamentales, como sabemos, en la teoría habermasiana de
la esfera pública) es un ejemplo representativo de un nuevo
tipo de «desintoxicación digital» en auge que está llevando a
muchas personas a querer reducir su dependencia actual del
móvil y su necesidad de conexión permanente. «Desconectar

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© Editorial UOC Móviles 24/7

para reconectar», el lema de Digital Detox, una de las organi-


zaciones pioneras en la búsqueda de este tipo de desintoxica-
ción digital, resume muy bien esa necesidad de dejar a un lado
nuestros móviles, redes y conexiones, para volver a conec-
tarnos con nosotros mismos y con otras personas cercanas.
Organizaciones como Digital Detox y otras similares ofrecen
a individuos, amigos, parejas y familiares retiros o «descansos
digitales» para encontrar un equilibrio más saludable entre su
vida digital y el mundo no digital. En este tipo de retiros se
prohíbe incluso el uso de los móviles y se realizan actividades
como cursos de yoga y meditación que ayudan a las personas
a desconectar del ritmo frenético del mundo digital y de ese
impulso incontenible hacia la conexión que parece sacudirnos
día y noche.
Este tipo de retiros y actividades pueden entenderse como
nuevas formas controladas de «desaparición digital» en las
que las personas realizan una reapropiación feliz de la existen-
cia (como hacemos, por ejemplo, al caminar), aun sabiendo
que se trata de una desaparición momentánea, pues tarde o
temprano volveremos a encender nuestros móviles y regresa-
remos al mundo digital. Tales retiros son una manifestación
más de la creciente tentación contemporánea de muchas
personas a querer «desaparecer de sí» (Le Breton, 2016),
esto es, a desaparecer para poder descansar de todo el agota-
miento físico y mental que genera la vida social actual, digital
y no digital. Pero, como decimos, este desaparecer implica
necesariamente tener que reaparecer en algún momento,
pues la vida social, online y offline, nos reclama, nos interpela
continuamente, y no existe, por tanto, la posibilidad de una
desaparición absoluta, algo que, como diría Baudrillard, solo
los animales y los salvajes saben hacer:

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© Editorial UOC Capítulo V. El móvil y la lucha por la desconexión

«Morir depende del azar biológico, y no es un problema. Desaparecer depende


de una necesidad superior. No hay que dejar a la biología el dominio de su
desaparición. Desaparecer es pasar a un estado enigmático que no es la vida
ni la muerte. Algunos animales saben hacerlo, así como los salvajes, que se
sustraen en vida a las miradas de los suyos» (Baudrillard, 1989, pág. 27).

¿Cómo escapar, pues, de una sociedad hiperconecta-


da e hipermovilizada? ¿Cómo desparecer totalmente en
un mundo en el que no estar conectados y disponibles es
percibido como un descuido (a menudo fatal) de nuestras
relaciones afectivas, familiares, amorosas, laborales, etc.? La
actual omnipresencia y dependencia del móvil llega hasta el
punto de que existen en el mercado aplicaciones móviles cuyo
objetivo es, paradójicamente, ayudarnos a desconectar del
mismo. La aplicación Moment, por ejemplo, intenta ayudar-
nos a reducir el tiempo de uso del móvil registrando cuánto
tiempo lo utilizamos cada día. La aplicación FaceUp persigue
exactamente lo mismo: hacer que «levantemos la cara» de
nuestros móviles y que tomemos conciencia de nuestro grado
de dependencia del mismo. Esta aplicación nos anima a limi-
tar nuestro uso del móvil mediante retos como no utilizarlo
durante reuniones, comidas o cenas, o desconectarlo antes de
ir a dormir. Otra aplicación similar es Offtime, la cual per-
mite limitar nuestra conectividad bloqueando o silenciando
aquellas aplicaciones y notificaciones que no consideramos
necesarias en un determinado contexto. Esta aplicación avisa
incluso al usuario de que es hora de desconectar cuando ha
alcanzado un cierto tiempo de uso. Lo paradójico de este tipo
de aplicaciones informáticas es que intentan limitar nuestra
dependencia del móvil haciendo precisamente uso de él. Se
busca la desconexión a partir de la conexión, una especie de

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© Editorial UOC Móviles 24/7

desconexión-conectada, lo cual en realidad constituye un oxímoron,


una combinación de ideas contradictorias y autoexcluyentes,
ya que no podemos estar conectados y desconectados al
mismo tiempo.
Este tipo de aplicaciones de desconexión reflejan perfec-
tamente nuestra realidad tecnológica actual y son un ejemplo
claro de lo que Evgeny Morozov (2015) ha denominado
«solucionismo tecnológico», esto es, la tendencia a pensar que
los problemas, conflictos y negociaciones complejas del ser
humano pueden resolverse con un arreglo tecnológico, como
una aplicación móvil en este caso. Este tipo de solucionismo
tecnológico es propio de una era en la que, como decía un
clip publicitario del iPhone 3, «hay una aplicación para eso»,
y en la que, como afirmaba el presidente de Google, Eric
Schmidt, «en realidad, creo que la gran mayoría de la gente no
desea que Google conteste a sus preguntas. Lo que quieren
es que Google les diga qué hacer a continuación» (Jenkins Jr.,
2010).
Lo que aplicaciones como las señaladas anteriormente
demuestran es que nuestra actual dependencia, adicción o
esclavitud al móvil también puede solucionarse tecnológica-
mente, y que el tipo de desconexión móvil y desintoxicación
digital que persigue un número cada vez más amplio de per-
sonas puede llevarse a cabo, paradójicamente, a través de ese
mismo móvil y de ese mismo universo digital del que intenta-
mos desconectar. El último intento por combatir esta depen-
dencia ha sido el desarrollo de modelos minimalistas como el
Light Phone y el Light Phone 2, los cuales se presentan como
una alternativa a la multifuncionalidad e hiperconectividad
propias de los smartphones actuales y solo nos permiten reali-
zar acciones básicas como hacer y recibir llamadas o enviar

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© Editorial UOC Capítulo V. El móvil y la lucha por la desconexión

mensajes de texto. Sin embargo, como señala John Herrman


en relación a este tipo de modelos, los móviles están ahora
«atrapados dentro del mundo que construimos en torno a
ellos, al igual que nosotros. Si queremos escapar, no será otro
teléfono el que nos dé la solución» (Herrman, 2018). Ni otro
teléfono ni otra aplicación.

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© Editorial UOC Móviles 24/7

Bibliografía

Baudrillard, Jean (1989). Cool Memories. Barcelona: Anagrama.


Bauman, Zygmunt (2014, 17 de julio). «Facebook está basado en el
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Herrman, John (2018, 16 de mayo). «Is a Dumber
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junio de 2018].
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muere» [artículo en línea]. El Mundo. [Fecha de consulta: 8 de
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© Editorial UOC Capítulo V. El móvil y la lucha por la desconexión

Le Breton, David (2016). Desaparecer de sí. Una tentación contem-


poránea. Madrid: Siruela.
Lévy, Pierre (2007). Cibercultura. La cultura de la sociedad digital.
Barcelona: Anthropos.
Morozov, Evgeny (2015). La locura del solucionismo tecnológico.
Madrid: Clave Intelectual.
Turkle, Sherry (2017). En defensa de la conversación. El poder de la
conversación en la era digital. Barcelona: Ático de los libros.

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© Editorial UOC Capítulo VI. El móvil como pantalla

Capítulo VI
El móvil como pantalla

Un móvil es actualmente una pantalla. Si hace unos años


la pantalla del móvil compartía espacio con un altavoz y un
teclado alfanumérico que permitía al usuario interactuar con
el dispositivo, en la actualidad la pantalla domina ya todo ese
espacio. Con cada nuevo modelo de móvil, el espacio de la
pantalla ha ido aumentado progresivamente su tamaño hasta
ocupar prácticamente todo el espacio frontal del objeto. Por
eso los móviles actuales son básicamente pantallas, pantallas
que llevamos con nosotros y que podemos ver, tocar y sentir
en cualquier momento y lugar: pantallas 24/7.
La historia de las pantallas es la historia de una progre-
siva reducción de la distancia entre el sujeto y la pantalla
(Márquez, 2015). Difícilmente podríamos haber imaginado
en los años de apogeo del cine y la televisión como pantallas
frontales dominantes que acabaríamos llevando pequeñas
pantallas interactivas y manipulables en nuestras manos y
bolsillos. Antes, la pantalla era algo que veíamos y disfrutá-
bamos desde las butacas de la sala de cine o desde el sofá de
nuestro salón, pero ahora la pantalla es algo que siempre lle-
vamos con nosotros y que podemos manipular con extrema
facilidad. Con el móvil, la pantalla ya no es algo alejado de
nosotros, situado en otro tiempo y lugar (la sala cinemato-
gráfica, la sala de estar), sino que se convierte en un apéndice
de nosotros mismos, un objeto constantemente presente que
podemos usar a nuestra voluntad sin tener que desplazarnos

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© Editorial UOC Móviles 24/7

a un lugar concreto como la sala de cine o esperar a llegar a


nuestro hogar. Con el móvil, la vida misma se hace insepara-
ble de la pantalla, o por decirlo en términos deleuzianos, la
vida-deviene-pantalla. El propio Deleuze profetizó esta condición
pantallológica del ser humano en una bella frase: «La pantalla,
es decir, nosotros mismos…» (Deleuze, 2007, pág. 256). Su
muerte le impidió presenciar el verdadero acierto y alcance de
sus palabras —Deleuze pensaba esencialmente en la pantalla
cinematográfica— en un mundo dominado por pantallas de
todo tipo, y de manera especial, por esa pantalla-prótesis que
es hoy la pantalla del teléfono móvil.
«La pantalla, es decir, nosotros mismos…». Con el móvil,
somos pantalla, y somos pantalla en movimiento, mientras nos
movemos. Desde un punto de vista histórico, esta es una de las
grandes diferencias de la pantalla del móvil frente al resto de
pantallas anteriores. Si bien existen precedentes de pantallas
de televisor móviles y pantallas de videoconsolas portátiles,
como la famosa Game Boy, es el móvil el dispositivo que
más ha generalizado el uso de la pantalla en movimiento. Su
pequeño tamaño y ligereza hace que sea extremadamente fácil
llevarla con nosotros durante nuestros desplazamientos físicos
cotidianos, exhibiéndola en nuestras manos u ocultándola en
nuestros bolsos y bolsillos según nuestra voluntad. La pantalla
adquiere así el carácter de una prenda de vestir más, o más
bien, de un objeto móvil común como una cartera, una agen-
da, un espejo, un pintalabios, una goma del pelo, un bloc de
notas, o una cajetilla de tabaco, si bien algunos de estos objetos
han sido digitalizados e incorporados dentro del mismo espa-
cio de la pantalla (la agenda, el espejo, el bloc de notas, etc.).
Pero la gran diferencia de la pantalla del móvil con respec-
to a las anteriores es su condición de pantalla táctil. De nuevo

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© Editorial UOC Capítulo VI. El móvil como pantalla

aquí existen precedentes de pantallas táctiles y además móvi-


les (el caso paradigmático sería el modelo DS de Nintendo),
pero ha sido el móvil el objeto que ha transformando la
pantalla en un dispositivo eminentemente táctil y el que más
nos ha acostumbrado a manipular una pantalla a través de
nuestros dedos. Como ha señalado el filósofo francés Éric
Sadin, con el móvil (y objetos parecidos como las tablets) se
produce una «generalización de lo táctil» que está construyen-
do poco a poco «una nueva mitología de artefactos digitales
ya no proyectada sobre una distancia casi celestial, sino sobre
una familiaridad carnal», de modo que «allí donde la distancia
hacía más amplio el alcance mítico, lo que ahora lo exalta es
la contigüidad más intensa» (Sadin, 2017, pág. 103).
En efecto, la posibilidad de tocar y manipular una panta-
lla con los dedos era algo impensable hace unos años, y sin
embargo hoy es una acción totalmente naturalizada e incluso
mecanizada, que hacemos casi sin pensar. Con el móvil, la
reducción de la distancia entre pantalla y sujeto como hecho
más característico de la evolución de las pantallas se hace más
que evidente, hasta el punto de que dicha reducción desem-
boca en la posibilidad de que el sujeto pueda llegar a tocar y
manipular la pantalla con sus propios dedos. Con el móvil,
los dedos saltan y se deslizan velozmente sobre la pantalla,
manipulando y acariciando imágenes, textos, sonidos, agen-
das, despertadores, calendarios, espejos, etc., todo un mundo
convertido en pantalla, todo un mundo «pantallizado», minia-
turizado y «tactilizado» accesible permanentemente a través
de nuestros dedos.
Por último, frente a pantallas como la televisiva o la cine-
matográfica, que se articulan en torno al modelo tradicional
de comunicación de masas, la pantalla del móvil forma parte

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© Editorial UOC Móviles 24/7

del nuevo modelo de comunicación en red que actualmente


domina nuestro espacio comunicativo y nuestros procesos de
mediación e interacción (Cardoso, 2013). La pantalla de nues-
tro móvil se conecta y comunica con las pantallas de múltiples
otros, es una «pantalla-red» operando en el interior de una
«sociedad-red» (Castells, 2005) que ha sido totalmente «pan-
tallizada», porque son las pantallas los dispositivos a través
de los cuales inevitablemente nos movemos y desplazamos
de unas redes a otras, de unos mundos a otros, de unas vidas
a otras. «La pantalla, es decir, nosotros mismos…», y con la
pantalla del móvil, nosotros mismos como pantalla-red, pan-
talla-táctil y pantalla-móvil: seres totalmente «pantallizados».

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© Editorial UOC Capítulo VI. El móvil como pantalla

Bibliografía

Cardoso, Gustavo (ed.) (2013). Sociología de las pantallas. Barcelona:


UOC.
Castells, Manuel (2005). La era de la información. La sociedad red.
(vol. 1). Madrid: Alianza.
Deleuze, Gilles (2007). Dos regímenes de locos. Textos y entrevistas
(1975-1995). Valencia: Pre-Textos.
Márquez, Israel (2015). Una genealogía de la pantalla. Del cine al telé-
fono móvil. Barcelona: Anagrama.
Sadin, Éric (2017). La humanidad aumentada. La administración digital
del mundo. Buenos Aires: Caja Negra.

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© Editorial UOC Capítulo VII. El móvil y la explosión de la escritura

Capítulo VII
El móvil y la explosión de la escritura

El estilo que tengo me es natural, y sin afectación ninguna escrivo como


hablo; solamente tengo cuidado de usar de vocablos que signifiquen bien
lo que quiero dezir, y dígolo quanto más llanamente me es posible,
porque a mi parecer en ninguna lengua stá bien la afectación.
Juan de Valdés

El teléfono móvil, como evolución del teléfono fijo, fue


concebido principalmente como un instrumento para poder
hacer y recibir llamadas telefónicas en movimiento, algo que
no era posible con el anterior modelo estático de teléfono, el
cual permanecía clavado a una mesa o a una pared y se situa-
ba en espacios concretos como el trabajo o la propia casa de
uno. También existían (y aún existen, aunque ya casi nadie las
usa) cabinas telefónicas que respondían a un modelo públi-
co de teléfono, pero en ellas el aparato también permanecía
clavado y encerrado en el interior de una estructura cuyo
diseño variaba dependiendo de la ciudad o el país. Algunas
de estas cabinas se convirtieron en verdaderos símbolos de
una determinada ciudad, como las icónicas cabinas rojas lon-
dinenses, que han dado la vuelta al mundo a través del cine
y la fotografía, y en forma de llaveros, imanes, camisetas y
otros souvenirs. Tanto en el trabajo como en la casa y en este
tipo de cabinas, el teléfono respondía a una lógica estática que
implicaba tener que estar presencialmente en esos espacios
para poder utilizarlo. Solo podíamos hacer llamadas cuando

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© Editorial UOC Móviles 24/7

nos encontrábamos en esos espacios, y solo podíamos recibir


llamadas si también nos encontrábamos presencialmente en
tales sitios, pues era la única forma de que pudiéramos con-
testar (el teléfono podía sonar y sonar; pero si no estábamos
en ese lugar no podíamos contestar, de modo que la llamada
se perdía u otros contestaban por nosotros y nos daban más
tarde el recado). El teléfono móvil buscaba eliminar todos los
inconvenientes relacionados con la «estaticidad» del teléfono
fijo permitiéndonos hacer y recibir llamadas en cualquier
momento. Se pensó, pues, como un instrumento capaz de lle-
var la comunicación telefónica tradicional a un nuevo nivel de
dinamismo que permitiera relacionarnos oralmente los unos
con los otros en todo momento. En este sentido, el teléfono
móvil suponía una extensión y ampliación del tipo de comu-
nicación oral que realizábamos a través del teléfono fijo, pero
sin la obligación de tener que estar atado a un lugar concreto.
El teléfono móvil parecía representar el triunfo de la ora-
lidad, ya que su idea principal era darnos la posibilidad de
poder comunicarnos oralmente en todo momento y sin la
necesidad de tener que esperar a llegar a casa o encontrar una
cabina telefónica disponible para poder hacerlo. El teléfono
móvil, sin embargo, ha evolucionado de una forma que ni
siquiera sus primeros desarrolladores pudieron sospechar, y
en dicha evolución esa primera idea de que el móvil represen-
taría (únicamente) el triunfo de la oralidad se ha visto más que
cuestionada, no solo por la progresiva incorporación de múl-
tiples prestaciones adicionales a la de hacer y recibir llamadas,
sino por los usos inesperados que han hecho del dispositivo
los propios usuarios.
La primera evolución insospechada del teléfono móvil
fue precisamente su transformación de máquina destinada a

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© Editorial UOC Capítulo VII. El móvil y la explosión de la escritura

hablar —concebida como una expansión del medio oral por


excelencia, el teléfono— en máquina para comunicarnos por
medio de la escritura. Con la llegada del teléfono móvil, el
modelo clásico de disco de marcar del teléfono fijo, que estaba
formado únicamente por números, empieza a ser sustituido
por un nuevo modelo de teclado alfanumérico que incorpora
no solo números sino también letras y otros caracteres. En un
principio, los números destacaban sobre las letras (porque se
pensaba que se utilizarían más para realizar llamadas), y com-
poner palabras y frases llevaba mucho tiempo. Por ejemplo,
en la tecla del número «2» teníamos las letras «a», «b» y «c»;
en la tecla del número «3» estaban las letras «d», «e» y «f», y
así sucesivamente. De manera que para formar determinadas
palabras y frases debíamos pulsar las teclas varias veces hasta
conseguir dar forma a aquello que queríamos escribir. Era
un proceso laborioso comparado con el teclado táctil de los
móviles actuales, que nos ayuda incluso de manera inteligente
a completar determinadas palabras y frases, pero a pesar de
esta dificultad la gente fue acostumbrándose a escribir con el
móvil y la función de escritura fue sepultando a la de habla,
entre otras cosas porque resultaba mucho más económico
enviar mensajes de texto que realizar llamadas de voz.
Así pues, las personas nos fuimos acostumbrando a uti-
lizar el móvil como una máquina para escribir y no tanto
como una máquina para hablar, desvirtuando con ello el uso
primero para el que fue pensado. Maurizio Ferraris, que ha
estudiado con detalle esta transformación del móvil de ins-
trumento de habla a máquina de escritura, señala que con este
pequeño y liviano aparato no asistimos realmente a un triunfo
de la oralidad, «sino de la escritura e incluso del ideograma,
del escribir a fin de cuentas, que no reproduce la voz, sino que

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© Editorial UOC Móviles 24/7

dibuja cosas y pensamientos» (Ferraris, 2008, págs. 19-20). A


pesar de todas las profecías sobre la oralidad, el uso que las
personas estamos haciendo del móvil desde aquellos arcaicos
teclados alfanuméricos ha venido a confirmar la importancia
de la escritura como medio de comunicación y ha generado
una verdadera «explosión de la escritura», observable cada día
en la cantidad de mensajes escritos que enviamos y recibimos
constantemente a través de estos pequeños objetos portátiles
que siempre llevamos con nosotros.
Relacionada con esta explosión de la escritura a través
del móvil está también la creación de una nueva ergono-
mía y dinámica escritutaria, de una nueva técnica de escri-
bir caracterizada por el uso intensivo de los dos dedos
pulgares y que es manejada y dominada mejor que nadie
por los usuarios más jóvenes. El filósofo francés Michel
Serres ha dedicado un bello texto a esta nueva genera-
ción de muchachos y muchachas que habitan lo virtual y
emplean la escritura móvil con total naturalidad, la «gene-
ración del pulgar» o «generación Pulgarcita», un guiño a
la destreza con la que los mensajes salen de los pulgares de
estos jóvenes:

«Él o ella escribe de otro modo. Por haberlos observado, con admiración,
enviar, con una rapidez mayor de lo que podría hacerlo jamás con mis torpes
dedos, enviar, digo, SMS con los dos pulgares, los bauticé, con la mayor ter-
nura que un abuelo pueda expresar, Pulgarcita y Pulgarcito. Ése es su nombre,
más bonito que aquel viejo término sabiondo “dactilógrafo”» (Serres, 2013,
pág. 22).

En realidad, los jóvenes —estas Pulgarcitas y Pulgarcitos


de los que habla Serres— han estado siempre a la vanguardia

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© Editorial UOC Capítulo VII. El móvil y la explosión de la escritura

del uso del móvil como máquina de escribir, y fueron sobre


todo ellos los que, para ahorrarse el dinero que implicaba
tener que realizar llamadas de voz, empezaron a recurrir
cada vez más al teclado y a experimentar ágilmente con sus
letras y caracteres para enviarse mensajes de texto, los cuales
resultaban mucho más económicos que las llamadas. Así, al
querer muchas veces incluir la máxima cantidad de informa-
ción posible en el espacio limitado de un mensaje de texto,
los jóvenes empezaron a acortar las palabras y a incluir gráfi-
cas fonéticas, siglas, y otras fórmulas abreviadas de lenguaje,
generando «verdaderos sociolectos o jergas juveniles com-
primidas y minimalistas» (Gubern, 2010, pág. 102), especie
de «criptogramas» que en la mayoría de los casos solo ellos
eran capaces de descifrar. De nuevo, estamos ante el triunfo
de la escritura y no de la oralidad, porque, como se pregunta
Ferraris (2008, pág. 111), «¿acaso existe algo más rigurosa-
mente escrito que estas criptografías?». Algunos ejemplos de
este tipo de fórmulas comprimidas y minimalistas utilizadas
en los mensajes de texto en castellano son los siguientes:

ak = acá
bb = bebé
bn = bien
bss = besos
k = qué
knto = cuanto
kntm = cuéntame
msj = mensaje
nd = nada
ntp = no te preocupes
pf = por favor

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ppio = principio
smpr = siempre
tmbn = también
xq = porque

Fue así como empezó a tomar forma el denominado «len-


guaje SMS», un nuevo tipo de lenguaje generado a partir del
móvil y relacionado estrechamente con el uso lúdico y experi-
mental que los usuarios jóvenes empezaron a darle al teclado
de los móviles en su búsqueda de un modo de comunicarse
más económico que el posibilitado por las llamadas de voz.
El lenguaje SMS tiene mucho en común con el lenguaje de
los chats y foros de internet, y en él encontramos no solo el
tipo de abreviaturas textuales señaladas anteriormente, sino
también el empleo reiterado de símbolos y números, y de
fusiones entre ellos y entre otras letras y palabras, como se
observa en los ejemplos siguientes:

+ = más
- = menos
x = por
2+ = dos más
a2 = adiós
+a = masa
d2 = dedos
a+ = además
100pre = siempre
xti = por ti
xfavor = por favor
salu2 = saludos
xD = por Dios
© Editorial UOC Capítulo VII. El móvil y la explosión de la escritura

En este tipo de lenguaje SMS encontramos también los


famosos emoticonos (neologismo formado por las palabras
«emoción» e «icono»), que más que ideogramas o pictogra-
mas funcionan como una especie de «patogramas» (Ferraris,
2008, pág. 101), en el sentido de que no encontramos en
ellos la representación esquemática de una idea o concepto
(ideografía) o de un símbolo o figura (pictografía) sino más
exactamente de un sentimiento o emoción (patografía). Para
Gubern (2010, pág. 103), este tipo de emoticonos compensa la
«frialdad telegráfica» de los textos comprimidos y minimalistas
del lenguaje SMS, algo que también hacen expresiones jocosas
como «ja ja ja» o «je je je» y estiramientos gráficos del tipo
«adiossssss», «valeeeeee», «te quierooooo», etc. En estos casos,
sin embargo, se produce un alargamiento del texto que entra
en contradicción con la intención inicial de economía textual
de este tipo de lenguaje. La importancia de los emoticonos
en el lenguaje SMS (y en el ciberlenguaje del chat y el correo
electrónico), aparte de su uso como abreviaturas, es que per-
miten imitar las emociones y las expresiones faciales ligadas a
la comunicación no verbal y dotan a la escritura textual de un
aspecto más visual. En este sentido, con los emoticonos se
produce una especie de «oralización» e «iconización» del len-
guaje SMS, en el sentido de que se incorporan a este tipo de
escritura elementos de la conversación oral (los signos y expre-
siones ligados a la comunicación no verbal) a través de una
estética tipográfica de carácter visual. Algunos ejemplos de
emoticonos utilizados en la escritura SMS son los siguientes:

:-) = Sonrisa o cara feliz


: D = Gran sonrisa
:- )) = Muy feliz

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© Editorial UOC Móviles 24/7

XD = Risa a carcajadas
:-( = Triste o enojado
:’-) = Llorando
;-) = Guiño
:-* = Beso
:-P = Descarado o juguetón
:-O = Sorpresa
:-/ = Escéptico
:-X = Labios sellados
%-) = Confuso

En los países orientales, especialmente en Japón, los emo-


ticonos tienen un estilo diferente, muy similar a la estética
del manga y el anime, dos productos paradigmáticos de la
cultura nipona. Los emoticonos orientales presentan algunas
diferencias con respecto a los occidentales, como por ejemplo
la importancia que se da a los ojos como medio para expresar
emociones, y el hecho de que se escriban derechos y se pue-
dan observar sin tener que girar la cabeza. Algunos ejemplos
de emoticonos orientales son los siguientes:

(^O^) = Alegre
(>_<) = Preocupado
(^_^;) = Nervioso
(–_–)!! = Vergüenza
>^_^< = Risa
(?_?) = Confundido
(T_T) = Triste
(^_-) = Guiño
(@_@) = Asombrado
(-_-)zzzzzz = Dormido

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© Editorial UOC Capítulo VII. El móvil y la explosión de la escritura

En los últimos años, tanto en los tradicionales mensajes


SMS como en las nuevas aplicaciones de mensajería instantá-
nea como WhatsApp, este tipo de emoticonos textuales que
el usuario tenía que componer hábilmente con su teclado a
partir de los signos de puntuación y otros caracteres han sido
sustituidos por emoticonos gráficos prediseñados (tanto está-
ticos como dinámicos) que podemos incorporar directamente
a nuestro mensaje de texto sin tener que componerlos. Con
ello, se gana en rapidez y agilidad a la hora de enviar nues-
tros mensajes, pero se pierde el carácter artesanal de tener
que «dibujar» el emoticono y la experimentación tipográfica
relacionada con esta búsqueda lúdica y creativa de «iconizar»
las emociones.
Como vemos, el lenguaje SMS vinculado al teléfono móvil
representa una búsqueda original y creativa por parte de los
jóvenes de querer comunicar lo máximo posible en el espacio
limitado de un mensaje de texto. Sin embargo, el hecho de
que en esa búsqueda de la economía textual (y monetaria)
se despreciaran o se pasaran por alto las normas gramatica-
les y ortográficas del lenguaje normativo fue percibido por
varias personas (en especial académicos, escritores, filólogos
y profesores) como un empobrecimiento de la lengua y un
retroceso de la cultura, esto es, como un ataque a los princi-
pios de la gramática y al arte de la buena escritura. Muchas de
estas personas no alcanzaban a comprender los verdaderos
«criptogramas» que utilizaban estos jóvenes para comunicar-
se entre ellos a través de sus móviles, obligados, como los
viejos telegramas del siglo XX, a una economía de palabras
que ha terminado configurando un nuevo lenguaje. En su
artículo La ortografía esmirriada, Álex Grijelmo señala varios
precedentes interesantes de este tipo de escritura «raquítica»

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© Editorial UOC Móviles 24/7

y «esquelética» propiciada por los móviles, como la taquigrafía


y la telegrafía. Vale la pena citarle en extenso:

«Las abreviaturas y los símbolos han existido siempre entre quienes partici-
paban de un código común: las equis que significaban besos al final de una
carta; las equis que significaban “por” en los apuntes académicos…, incluso
las equis que siguen significando “empate” en las quinielas.

Y además tuvimos la taquigrafía. Cuando esta técnica se inventó y se extendió


entre los amanuenses de la época, podría haberse pensado que estaba na-
ciendo un lenguaje especial, destinado a modificar la escritura conocida hasta
entonces. Había argumentos, desde luego, pues esa ortografía aventajaba a la
tradicional en rapidez y permitía una descodificación certera. La taquigrafía
del español fue difundida a principios del siglo XIX (a partir de 1803) por el
sabio Francisco de Paula Martí (1761-1827), cuyo hijo, Ángel Ramón, colabo-
raría más tarde en la transcripción de los debates de las Cortes de Cádiz. Aquel
tratado de taquigrafía llevaba el siguiente título: Tachigrafía Castellana, o Arte de
escribir con tanta velocidad como se habla y con la misma claridad que la escritura común.
Su autor, el citado Martí, pensaba, pues, que aquellos signos se podían leer con
toda comodidad. Y así puede suceder ahora con esas palabras esmirriadas que
van de un teléfono a otro como si estuvieran en ayunas.

También tuvieron su lenguaje propio los viejos telegramas del siglo XX, de


mayor difusión aún que la taquigrafía. Con telegramas se felicitaba y se daba
un pésame, con telegramas se despedía a un trabajador o se le comunicaba su
admisión. Obligados como los mensajes de hoy a una economía de palabras
(por el precio), propiciaron un extendido lenguaje sin artículos ni preposicio-
nes, en el que los pronombres enclíticos vivieron su época de grandeza: los
textos reiteraban “comunícole”, “infórmesenos”, “apréciola”... para que dos
vocablos contasen por el precio de uno. Incluso se cambiaba cada punto y
seguido por la anglicada fórmula “stop”. Sin embargo, ese tipo de escritura
se vio también reducida al registro adecuado, sin saltar a ningún otro lugar;

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© Editorial UOC Capítulo VII. El móvil y la explosión de la escritura

como sucedió con los antiguos radioaficionados que se comunicaban dicien-


do “cambio” cada vez que terminaban una parrafada, a fin de dar paso a su
interlocutor.

Esos lenguajes adaptados o creados por un sistema de comunicación se que-


daron en él. Y corrieron su suerte. Todo hace presumir que ocurrirá lo mismo
algún día con ese ejército de esqueletos que pueblan las comunicaciones de
nuestro tiempo. Pero así como una taquígrafa podía transcribir un debate con
signos famélicos y después escribir una carta personal con todas las letras,
muchos jóvenes que se comunican hoy mediante abreviaturas y horrores or-
tográficos presentarán cuando lo deseen informes académicos impolutos. Y
si no lo consiguen, no habrá que echarle la culpa al sistema de comunicación,
sino al sistema educativo» (Grijelmo, 2014).

El artículo de Grijelmo completaba otro, titulado delibe-


radamente No imprta q este scrito asi (García de Blas; Peces,
2014), en el que se analizaba el caso de un estudio de tres
universidades francesas, auspiciado por el Centro Nacional
de Investigaciones Científicas (CNRS), que había concluido
que los hábitos de escritura de los alumnos en sus mensa-
jes SMS —y por extensión, en los de WhatsApp, que han
acabado desplazando a los SMS— no cambian lo que saben
(o no) de ortografía. Según el artículo, los responsables del
estudio señalaban tres implicaciones académicas: «Los profe-
sores no tienen motivos para percibir la mensajería como un
peligro. Las evaluaciones de clase de lengua francesa fueron
consistentes con independencia de la producción de mensa-
jes por parte de los alumnos»; los mensajes son «una manera
novedosa para practicar la escritura» para los preadolescentes,
y los SMS pueden ser entendidos como un aliado del apren-
dizaje en la escuela, por el entusiasmo que le ponen, el bajo
coste de la herramienta y el hecho de que «ningún estudio ha
demostrado un vínculo negativo entre los SMS y el dominio

75
de la escritura tradicional» (ibid.). Según la coordinadora del
estudio, Josie Bernicot, vincular cualquier empeoramiento
de la competencia lingüística a la escritura de mensajes de
texto es un error. Es más, según Bernicot, los alumnos con
mayor nivel ortográfico fueron «los que más faltas creativas
de escritura cometieron», entendiendo como tales las que
requieren de una cierta inventiva o capacidad de abstracción
y de manipulación del lenguaje, ya que hace falta tener una
buena capacidad cognitiva para dominar determinados usos
creativos de la escritura móvil. Los periodistas del artículo
también ofrecían testimonios de otros expertos que defien-
den tales ideas, como el lingüista José Antonio Millán, quien,
entre otras cosas, apuntaba lo siguiente:

«Más bien la investigación muestra que es más probable que los chicos que
mandan SMS frecuentemente sean los más letrados y los que más habilidades
ortográficas tienen, porque saben cómo manipular la lengua. Si no sabes
escribir una palabra, no sabes realmente si mola escribirla mal. Los chicos
tienen una idea muy precisa del contexto: ninguno de aquellos con los que he
hablado soñarían en escribir como SMS en un examen, saben que les bajaría
la nota» (ibid.).

El artículo también recogía las palabras de Mario Tascón,


periodista especializado en medios digitales, quien señalaba
que el castellano en su conjunto también evoluciona con el
uso de los SMS, WhatsApp y la escritura en redes sociales:
«Por ejemplo, con la tendencia cada vez mayor a escribir
de forma sintética. Se vuelve a la oración de sujeto, verbo y
predicado, que se estaba perdiendo, porque los usuarios elimi-
nan las subordinadas para ahorrar espacio» (ibid.). Asimismo,
«se ha producido un resurgir de las onomatopeyas, de las
mayúsculas, de los signos de exclamación…», y las palabras
© Editorial UOC Capítulo VII. El móvil y la explosión de la escritura

se incorporan antes a la lengua, como «tuitear» o «escrachear»


(y otras como «googlear», «photoshopear», «facebookear»,
«wasapear», etc.).
Más allá de la discusión de si el lenguaje SMS favorece
o empobrece la escritura (y en el citado artículo también se
mencionan voces en contra), el punto central que quisiera
destacar aquí es la utilización del móvil no ya como máquina
para hablar (y por tanto, como medio oral) sino como máquina
universal de escribir que ha desencadenado la mayor explosión
de escritura de la historia. Pero no únicamente escritura en
su sentido de comunicación organizada de un modo literario,
como un libro o un periódico —que, por otro lado, también
pueden contener errores y descuidos ortográficos—, sino
escritura en su sentido amplio, como modo típicamente
humano de transmitir información mediante signos escritos,
y que puede ir desde fórmulas textuales que respetan las
normas gramaticales y ortográficas, hasta aquellos usos des-
viados del lenguaje escrito («salu2», «tq», «bss», «k?», «XD»,
«adiossssss», «;-)», etc.) que recibimos y enviamos cada día
en las pantallas de nuestros móviles, esas nuevas máquinas
de escribir del siglo XXI en las que, al igual que en sus prede-
cesoras analógicas, realizamos «la hazaña pura», como escri-
biera Pedro Salinas, «sin palabras, sin sentido/ese, zeda, jota,
i... », o lo que es lo mismo, «salu2», «tq», «bss», «k?», «XD»,
«adiossssss»... (@_@)

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© Editorial UOC Móviles 24/7

Bibliografía

Ferraris, Maurizio (2008). ¿Dónde estás? Ontología del teléfono móvil.


Barcelona: Marbot Ediciones.
García de Blas, Elsa; Peces, Juan (2014, 19 de marzo). «No
imprta q este scrito asi» [artículo en línea]. El País. Sociedad.
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Grijelmo, Álex (2014, 19 de marzo). «La ortografía esmirriada» [artícu-
lo en línea]. El País. Sociedad. [Fecha de consulta: 8 de junio de 2018].
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Gubern, Román (2010). Metamorfosis de la lectura. Barcelona:
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Serres, Michel (2013). Pulgarcita. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica.

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© Editorial UOC Capítulo VIII. ¡Tod@s (post)fotograf@s

Capítulo VIII
¡Tod@s (post)fotograf@s!

Marion: Soy fotógrafa, pero durante este viaje él ha hecho todas las fotos.
Cada instante ha sido digitalizado e inmortalizado desde todos los ángulos.
Taxista: ¿Qué fotografía?
Marion: Todo, lo fotografía todo.
Dos días en París (Julie Delpy, 2007)

En la actualidad parece casi imposible pensar en el móvil


como un aparato incapaz de hacer fotografías. Desde que en
el año 2000 la marca Sharp introdujera en el mercado japonés
el primer modelo de teléfono móvil con cámara integrada, el
desarrollo y evolución de este tipo de móviles ha sido impa-
rable. De hecho, la acción de tomar fotos a través del móvil
se ha convertido en una de sus funciones estrella, y los fabri-
cantes trabajan continuamente en mejorar y perfeccionar las
posibilidades de dicha función. Las propias campañas publici-
tarias de los fabricantes de dispositivos móviles destacan cada
vez más las características del aparato como cámara foto-
gráfica, como el caso de Apple y su iPhone7 («Fotografiado
con un iPhone7»), el de Samsung y su modelo Galaxy S9
(«La cámara. Reimaginada»), o el de Huawei y sus modelos
Huawei P9 («Reinventa la fotografía smartphone») y Huawei
P10 («La fotografía renace hoy»). El resultado de todo ello ha
sido la transformación del móvil en una especie de cámara
fotográfica portátil siempre a nuestra disposición o, como ha
dicho Umberto Eco (2016, pág. 110), en un instrumento de

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© Editorial UOC Móviles 24/7

«fotomanía compulsiva» que está generando una avalancha


de imágenes sin precedentes en la historia de la humanidad.
El hecho de que con el móvil llevemos siempre una
cámara fotográfica a cuestas ha generado en un elevado
número de personas la necesidad insaciable de fotografiar-
lo todo y de documentar visualmente sus vidas; la obliga-
ción casi permanente de registrar e inmortalizar cualquier
momento, por muy insignificante que sea. Es como si
todas y todos hubiéramos sido contagiados por el impulso
incontenible del turista a fotografiarlo todo, generando una
situación en la que vemos el mundo cada vez más como
«una oportunidad para la foto» (Bauman, 2007, pág. 198).
Como recuerda el escritor israelí Yuval Noah Harari, hace
veinte años los turistas japoneses eran objeto universal
de risa porque siempre llevaban cámaras y hacían fotografías
de todo lo que veían:

«Ahora es una práctica universal. Si vamos a la India y vemos un elefante, no


lo miramos y nos preguntamos: “¿Qué siento?”; estamos demasiado atareados
buscando nuestro teléfono inteligente, fotografiando al elefante, publicando
la fotografía en Facebook y después comprobando nuestra cuenta cada dos
minutos para ver cuántos “Me gusta” nos han dado» (Harari, 2017, pág. 420).

Sin embargo, como matiza Ferraris, esta nueva compul-


sión fotográfica protagonizada por el móvil va incluso mucho
más allá de la lógica del turista, puesto que hasta no hace
mucho tiempo pasear por una ciudad (en particular si no
era muy turística) y ver a alguien haciendo fotos era bastante
raro. Ahora, por el contrario, «todo el mundo fotografía, por
la calle, en la pizzería, en todas partes se encuentra siempre a
quien está inmortalizando (esto es, registrando por las buenas)

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© Editorial UOC Capítulo VIII. ¡Tod@s (post)fotograf@s

un momento, o está mirando en el móvil una foto que le


acaba de llegar» (Ferraris, 2008, pág. 121).
En realidad, este tipo de fotomanía compulsiva ya existió
en tiempos anteriores, solo que a un nivel mucho menor si lo
comparamos con las enormes facilidades de la época actual,
en la que el proceso de hacer, almacenar y compartir fotos a
través del móvil se ha vuelto algo extremadamente sencillo
y económico. En su clásico Sobre la fotografía, Susan Sontag
hablaba ya de una creciente «compulsión a fotografiar: a trans-
formar la experiencia misma en una manera de ver», de modo
que, «en lo fundamental, tener una experiencia se transforma
en algo idéntico a fotografiarla, y la participación en un acon-
tecimiento público equivale cada vez más a mirarlo en forma
de fotografía». Sontag destacaba ya cómo la omnipresencia
de cámaras

«insinúa de modo persuasivo que el tiempo consiste en acontecimientos


interesantes, dignos de fotografiarse. Esto a su vez permite sentir fácilmente
que a cualquier acontecimiento, una vez en marcha, y sea cual fuera su carác-
ter moral, debería permitírsele concluir para que algo más pueda añadirse al
mundo, la fotografía. Una vez terminado el acontecimiento, la fotografía aún
existirá, confiriéndole una especie de inmortalidad (e importancia) de la que
jamás habría gozado de otra manera» (Sontag, 2006, pág. 26).

Como sabemos, con la introducción de la cámara Kodak


comienza el auge de la fotografía amateur. A partir de enton-
ces, la práctica de tomar fotos e «inmortalizar» acontecimien-
tos se convierte en algo natural y accesible a amplias capas
de población: «Usted oprima el botón, nosotros hacemos el
resto», como rezaba el famoso eslogan de la compañía. Más
tarde, con la Polaroid, se suprime el largo proceso de revelado
y el hecho de tener que esperar días o semanas para tener las

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© Editorial UOC Móviles 24/7

fotos: las imágenes se revelan de forma inmediata y aparecen


ante nosotros como por arte de magia. Asistimos entonces
a lo que Baudrillard denominaba, en una bella expresión, «el
éxtasis de la Polaroid», esto es, la posibilidad de tener «casi
simultáneamente el objeto y su imagen, como si se realizara
esta vieja física, o metafísica de la luz, en la cual cada objeto
segrega copias, clichés de sí mismos que captamos a través
de la vista. Es un sueño. Es la materialización óptica de un
proceso mágico» (Baudrillard, 1990, pág. 31).
Tanto Kodak como Polaroid simplificaron la compleji-
dad del proceso fotográfico hasta límites insospechados y
contribuyeron decisivamente a la configuración de esa manía
o «compulsión a fotografiar» de la que hablaba Sontag a
principios de los años 70. ¿Qué ha cambiado, entonces, en
la época actual? Varias cosas. Por ejemplo, en el pasado no
todo el mundo tenía cámaras Kodak, y no todo el mundo
tenía cámaras Polaroid, pero actualmente casi todo el mundo
tiene un móvil. Es más, estamos casi obligados a tenerlo si
no queremos sentirnos desplazados y menospreciados por la
sociedad: «Tengo móvil, luego existo». El móvil es hoy en día
un instrumento ubicuo que casi todo el mundo tiene1 y que,
entre otras muchas cosas, nos ofrece la posibilidad de tomar,
almacenar y compartir una cantidad ilimitada de fotografías.
La compulsión a fotografiar se hace mucho más compulsiva.
Por otro lado, ahora las fotos no tienen costo: las imágenes
que tomamos a través de nuestros móviles están destinadas a

1. Ferraris señala que el teléfono móvil es uno de los pocos hallazgos técnicos que
están al alcance de casi todo el mundo, y comunidades tradicionales que tradicio-
nalmente han mirado con suspicacia tecnologías como la fotografía o la televisión
no han manifestado reticencias respecto al móvil.

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© Editorial UOC Capítulo VIII. ¡Tod@s (post)fotograf@s

ser visionadas y compartidas rápidamente en pantallas, con lo


que desaparece el consumo de película y papel. Como señala
el investigador y fotógrafo catalán Joan Fontcuberta:

«Para corporaciones legendarias como Kodak y Polaroid esto ha supuesto


una tragedia con un impacto parecido al hundimiento del Titanic; la empresa
líder hoy día, la que sitúa en el mercado el mayor número de cámaras, no es
ninguna de las tradicionales firmas japonesas como Canon, Nikon u Olympus,
sino inicialmente Nokia y luego Samsung. La industria de la telefonía marca el
rumbo de la fotografía: lo primordial ya no es imprimir la imagen, sino enviar-
la integrándola en un proceso conversacional» (Fontcuberta, 2016, pág. 114).

En efecto, las fotografías que hacemos constantemente


con nuestros móviles son inseparables de este proceso con-
versacional. Fontcuberta habla incluso de una nueva categoría
de fotografía: la fotografía conversacional, una categoría inventada
por los propios usuarios y en la que las fotos pasan a actuar
como mensajes que nos enviamos continuamente unos a otros
a través de nuestros móviles y redes sociales. Hacer fotos hoy
implica entrar en esta dinámica conversacional en la que las
fotos funcionan en realidad como palabras dichas, «como
palabras habladas que una vez alcanzan a su receptor ya no
hay necesidad de guardar, pues ya han cumplido su misión
comunicativa» (ibid., pág. 120). Para Fontcuberta, este nuevo
tipo de fotografía conversacional no se refiere a establecer
una conversación sobre las fotos, sino «una conversación
mediante las fotos. Y lo que esto significa es la asunción defi-
nitiva de la práctica de la fotografía como lenguaje». Es decir,
pareciera que con el móvil el acto de hacer y recibir fotos
se ha convertido en una actividad inseparable de la propia
vida, en una especie de esperanto visual que actualmente todos
hablamos y entendemos. Habitamos las fotos y las fotos nos

83
habitan. Vivimos en un mundo de fotomanía compulsiva en
el que las fotografías son constantemente emitidas, recibidas,
comentadas y compartidas a través de nuestros dispositivos
móviles y redes digitales, generando un flujo icónico frenético
e incesante. De esta manera, la imagen deja de ser «dominio
de magos, artistas, especialistas o “profesionales” al servicio
de poderes jerarquizados. Hoy todos producimos imágenes
espontáneamente, como una forma natural de relacionarnos
con los demás; la postfotografía se erige en un nuevo lenguaje
universal» (ibid., pág. 37).
Dentro del complejo mundo de la postfotografía —tér-
mino que para Fontcuberta hace referencia a la fotografía
que fluye en el espacio híbrido de la sociabilidad digital y que
es consecuencia de la superabundancia visual— existe una
categoría particular de imágenes que merece análisis aparte
por la importancia que ha adquirido en los últimos años: las
famosas selfies o autofotos. Se trata de un nuevo tipo de prác-
tica fotográfica especialmente relacionada con la ubicuidad
de los móviles y la cultura de las redes sociales y que consiste
básicamente en extender el brazo y realizar un autorretrato
de uno mismo, solo o en compañía de otros. El término selfie
se ha convertido rápidamente en una palabra de moda, espe-
cialmente a raíz de que la influyente revista Time lo incluyera
entre las diez palabras más populares del año 2012, y de que
fuera nombrada palabra del año 2013 por el Diccionario Oxford.
A esto hay que añadir una sucesión de hechos mediáticos
protagonizados por personalidades del mundo de la política,
la religión y el espectáculo que contribuyeron enormemente
a expandir el término y a instalar definitivamente esta prác-
tica (y moda) fotográfica en el imaginario social, como por
ejemplo los famosos selfies del papa Francisco con grupos de
© Editorial UOC Capítulo VIII. ¡Tod@s (post)fotograf@s

fieles en el Vaticano, o el icónico selfie grupal planificado por


la actriz Ellen DeGeneres en la 86ª ceremonia de entrega de
los premios Oscar, imagen que se convirtió rápidamente en
la más retuiteada de la historia.
Como lo describe Fontcuberta, hacer un selfie implica una
especie de «giro copernicano» en el que «la cámara se despega
del ojo, se distancia del sujeto que la regulaba y, desde la lejanía
de un brazo extendido, se vuelve para fotografiar justamente
a ese sujeto» (ibid., pág. 85), y a aquellos que lo acompañan,
cuando se trata de un selfie grupal. Hacer un selfie conlleva una
transformación radical de la ergonomía fotográfica, puesto
que la exploración de la realidad no se realiza ya con el ojo
pegado o cerca del visor de la cámara, sino a través de la leja-
nía de un brazo extendido que muchas personas acrecientan
aún más con la ayuda del denominado selfie-stick, palo-selfie o
palo para selfies, un palo de metal extensible que permite fijar
nuestro móvil en el extremo superior del mismo y enfocar la
imagen a una distancia mayor a la posibilitada por los límites
normales del brazo. El palo-selfie funciona como una especie
de prótesis de la prótesis, una nueva prótesis que se añade a
nuestro móvil-prótesis para aumentar las posibilidades foto-
gráficas —selfiegráficas más bien— de éste.
Sin embargo, para Fontcuberta, es en el plano epistemoló-
gico donde el selfie introduce un cambio mucho más profun-
do, ya que trastoca el viejo noema fotográfico del «Esto-ha-
sido» (o «lo Intratable», según Barthes) por un «Yo-estaba-allí»:
«Desplaza la certificación de un hecho por la certificación
de nuestra presencia en ese hecho, por nuestra condición de
testigos. El documento se ve así relegado por la inscripción
autobiográfica» (ibid., pág. 87). Existe en el selfie un afán de
inscripción autobiográfica que implica la inserción de nues-

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© Editorial UOC Móviles 24/7

tro yo (self) en el relato visual. Con ello se persigue no tanto


mostrar el mundo como señalar y testificar nuestro estar en
el mundo, convirtiéndonos, así, en verdaderos protagonistas
de la imagen.
Este arrebato de subjetividad autobiográfica ha hecho
que la práctica —en muchos casos maniática— del selfie
se relacione a menudo con cuestiones como el narcisismo
y el exhibicionismo. La ubicuidad de los móviles, unido a
la facilidad de hacer fotos de nosotros mismos y subirlas
inmediatamente a las redes a través de esos mismos móviles,
ha permitido la generalización de pasiones exhibicionistas y
narcisistas a una escala desconocida hasta entonces. Si bien
este tipo de pasiones recorren toda la historia de la humani-
dad, en la actualidad existe un impulso incontenible hacia la
exhibición narcisista del yo, cuya manifestación más reciente y
radical es la imparable selfiemanía que observamos actualmente
en el mundo, con millones de personas alargando sus brazos
diariamente y portando sus palo-selfies —también conocidos
como «Narcipalos» o «palos de Narciso»— en diferentes
lugares del planeta, registrando, subiendo y compartiendo
instantáneamente las fotos resultantes en sus redes sociales y
otros espacios de la red: «La nueva consigna dice: “Si experi-
mentas algo, regístralo. Si registras algo, súbelo. Si subes algo,
compártelo”» (Harari, 2017, pág. 420).
Cada día se suben a internet millones de selfies encabezados
por el pronombre personal «yo»: «Yo en el Parque Güell», «Yo
en la Torre Eiffel», «Yo cenando», «Yo en el gimnasio», «Yo
con mi mejor amiga», «Yo en el concierto», «Yo en el tren»,
etc. No es casualidad que la nueva generación de jóvenes de
hoy haya sido bautizada con expresiones como «Generación
selfie», «Generación ego» o «Generación del yo, yo, yo», pues

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© Editorial UOC Capítulo VIII. ¡Tod@s (post)fotograf@s

estos jóvenes hablan el lenguaje narcisista del selfie con total


naturalidad y espontaneidad. Pero el alcance de este impulso
«selfiegráfico» va actualmente mucho más allá de la también
conocida como «Generación del Milenio» y lo encontramos
en muchos adultos e incluso en algunas personas mayores que
han sabido adaptarse ágilmente a este nuevo lenguaje visual
(el papa Francisco sin ir más lejos). Como ha sintetizado el
actor y director de cine James Franco, un activo (y polémico)
productor de selfies, «en nuestra era de redes sociales, el selfie es
la nueva manera de mirar a alguien a los ojos y decirle: “Hola,
este soy yo”» (Franco, 2013).
Examinar el conjunto de cambios e implicaciones de
carácter individual, social y afectivo que se relacionan con el
fenómeno selfie merecería un libro aparte, y no es éste el obje-
tivo del presente trabajo. Pero una cosa está clara: esta nueva
práctica y lenguaje postfotográfico es uno de los fenómenos
más característicos de nuestra época, y ha sido posibilitado
en gran medida por la omnipresencia de ese instrumento de
fotomanía compulsiva anteriormente conocido como telé-
fono móvil. En su uso como cámara fotográfica, el móvil
sufre un curioso proceso de metamorfosis —o mejor aún,
«mediamorfosis» (Fidler, 1998)— que hace que se transforme
automáticamente en un poderoso instrumento generador de
imágenes ilimitadas. Difícilmente podríamos haber imagina-
do hace unos años que el móvil acabaría convirtiéndose en
nuestro principal modo no solo de tomar, sino de recibir,
compartir y comentar fotos, de nosotros mismos y de otros.
No fue Kodak ni Polaroid, sino el diminuto y liviano teléfono
móvil el instrumento que ha terminado convirtiéndonos a
todos en fotógrafos y fotógrafas, configurando una especie
de Homo (post)photographicus que responde a un entorno de

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© Editorial UOC Móviles 24/7

proliferación de móviles-cámara extremadamente sencillos de


usar y que producen constantemente fotos sin coste.
A pesar de que podríamos preguntarnos qué sentido tie-
nen todas las imágenes que hacemos diariamente a través de
nuestros móviles y qué aportan realmente a lo ya existente,
parece inevitable que el ser humano siga generando más y
más imágenes —una imagen siempre llama a otra, como
decía Godard—, pero imágenes entendidas no ya como arte,
representación o memoria, sino como gestos comunicativos
que se hacen y deshacen constantemente, como las palabras
habladas y los signos no verbales que emitimos cada día. De
algún modo, el móvil ha terminado «oralizando» la fotografía,
en el sentido de que ésta pasa a entenderse no ya como algo
fijo y estático («Esto-ha-sido») sino como algo inestable, líqui-
do y fluido («Yo-estaba-allí» pero ahora «estoy-aquí» y ahora
«aquí»…), como las palabras y los gestos que vienen y se van
durante una conversación oral.

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© Editorial UOC Capítulo VIII. ¡Tod@s (post)fotograf@s

Bibliografía

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VV.AA., Videoculturas de fin de siglo. Madrid: Cátedra.
Bauman, Zygmunt (2007). La sociedad sitiada. Buenos Aires:
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Eco, Umberto (2016). De la estupidez a la locura. Crónicas para el
futuro que nos espera. Barcelona: Lumen.
Ferraris, Maurizio (2008). ¿Dónde estás? Ontología del teléfono móvil.
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Fidler, Roger (1998). Mediamorfosis. Comprender los nuevos medios.
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Fontcuberta, Joan (2016). La furia de las imágenes. Notas sobre la
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[artículo en línea]. The New York Times. Arts. [Fecha de consulta:
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of-the-selfie.html>
Harari, Yuval Noah (2017). Homo Deus. Breve historia del mañana.
Barcelona: Debate.
Sontag, Susan (2006). Sobre la fotografía. México: Alfaguara.

89
© Editorial UOC Capítulo IX. El móvil es el nuevo walkman

Capítulo IX
El móvil es el nuevo walkman

Al igual que creamos una cultura walkman,


tenemos una suerte de cultura móvil.
Kunitake Ando, expresidente de Sony

Si actualmente resulta imposible imaginar un móvil que no


haga fotografías, también parece imposible imaginar un móvil
mediante el cual no podamos escuchar música. De hecho,
junto a su uso como máquina de escribir y como cámara
fotográfica, la utilización del móvil como reproductor de
música portátil es uno de sus usos más comunes y extendidos,
sobre todo por parte de las generaciones más jóvenes, para
quienes el móvil tiene hoy un significado parecido al que para
generaciones anteriores tuvieron reproductores de música
portátiles como el walkman o el discman. Para toda una nueva
generación de jóvenes amantes de la música, el móvil —más
que el iPod y otros reproductores portátiles similares— es
hoy el nuevo walkman, pero un walkman ampliado y «pantalli-
zado» que no solo ofrece la posibilidad de escuchar música en
cualquier momento y lugar, solos (con nuestros auriculares)
o en compañía (mediante la función de escucha compartida),
sino muchísimas otras cosas más.
Sin embargo, las relaciones entre el walkman y el móvil
van mucho más allá de lo estrictamente musical. El walkman
fue una de las primeras tecnologías, junto con la radio con
pilas y la radio en el coche, que nos dio la oportunidad y nos

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© Editorial UOC Móviles 24/7

acostumbró a manejar, seleccionar y disfrutar de contenidos


(musicales en este caso) en movimiento. El walkman fue uno
de los primeros instrumentos característicos del nomadismo
moderno, una especie de prótesis sin la cual muchas personas
se sentían desnudas e incompletas, tal y como hoy ocurre, en
un grado muchísimo mayor, con el móvil. En un conocido
estudio sobre el uso del walkman (Du Gay et al., 1997), se
hablaba precisamente de este aparato como de una extensión
de la piel que ha sido conscientemente diseñado para el movi-
miento y la movilidad, para no entorpecer el movimiento y
poder disfrutar de la música mientras caminamos. Para Gilles
Lipovetsky, el walkman inició el proceso, hoy plenamente nor-
malizado, de la movilidad conectada y el nomadismo de los
objetos y las personas, y preparó el terreno para la llegada de
esa «civilización de lo ligero» en la que hoy nos encontramos
inmersos. Como escribe este autor:

«La ligereza no se limita ya a ser una dulce divagación poética. Describe nuestra
cotidianidad tecnológica, un universo transistorizado y nómada. Small is better:
nuestro cosmos técnico se miniaturiza de manera incontenible, se aligera, se
desmaterializa. Escuchamos toda la música del mundo en aparatos ligeros
como el aire. Vemos películas en tabletas táctiles que caben en el bolsillo.
Microelectrónico, microrobótica, microcirugía, nanotecnología […] lo infinita-
mente pequeño se impone como nueva frontera de la innovación y el progreso.
La ligereza ya no se ve tanto en el estilo como en los nuevos materiales, en las
redes sociales, en la miniaturización llevada al extremo. Hemos pasado de la
ligereza imaginaria a la ligereza-mundo» (Lipovetsky, 2016, pág. 9).

La importancia del walkman dentro de la historia de la


ligereza tecnológica es que fue uno de los primeros dispo-
sitivos nómadas y ligeros que se volvieron parte de nuestra
cotidianidad y que nos acostumbraron a manipular botones

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© Editorial UOC Capítulo IX. El móvil es el nuevo walkman

en movimiento, prefigurando el reinado del individualismo


«de tipo errante y zapeador» que, según Lipovetsky, es carac-
terístico del actual régimen hipermoderno.
Para el antropólogo británico Iain Chambers —cuyo
artículo La caminata auditiva sigue siendo uno de los textos
más interesantes que se han escrito sobre el walkman— este
dispositivo nos dio el poder de extender nuestra capacidad
perceptiva y transformar el mundo que nos rodea. El walk-
man, escribe este autor, nos permitió «imponer, aunque sea
de manera frágil y transitoria, nuestra propia fuga de sonido
sobre el medio auditivo exterior: por un momento, todo
puede controlarse con los botones del STOP/START, FAST
FORWARD, PAUSE y REWIND» (Chambers, 1995, pág.
76). El walkman llevó la lógica privada del mando a distancia
al espacio público, y nos permitió configurar nuestra propia
banda sonora a partir de la manipulación y el «zapeo» con los
botones integrados en el propio dispositivo. Gracias a ello, el
individuo fue capaz, por primera vez en la historia, de sofocar
el fondo sonoro público a partir de un objeto personal y
privado, combatiendo el sonido de conversaciones, motores,
bocinas o sirenas con su propia música, combatiendo lo
público con lo privado, pero a partir de un tipo especial de
privatización: la privatización móvil. En palabras de Todd Gitlin:

«lo privado resiste a lo público […] combatiendo la tecnología con tecnología.


Los individuos nómadas cableados juegan a defenderse contra el control audi-
tivo institucional, sofocando el fondo sonoro público con su propio walkman
o discman, y, aunque sería estúpido considerar que los auriculares son héroes de
una lucha de clases sonora contra la apropiación capitalista del paisaje musical,
lo cierto es que eliminan el ruido no deseado al imponer un fondo sonoro
personal. De hecho, no sólo protegen de Muzak y de las radios de coche que

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© Editorial UOC Móviles 24/7

pasan con el hip-hop a todo volumen, sino de los motores de los camiones,
autobuses, aviones y motocicletas, así como de bocinas, silenciadores rotos,
sirenas, sierras eléctricas y perforadoras neumáticas, por no mencionar el
runrún, zumbido, chiflido y murmullo constante de luces fluorescentes, re-
frigeradores, calefacciones, ordenadores, ventiladores, aires acondicionados,
hornos microondas, sistemas de marcado automático y el resto de los aparatos
eléctricos de la vida cotidiana» (Gitlin, 2004, pág. 82).

En efecto, el walkman fomentó un tipo de audición privada


en movimiento en la que los individuos, a través de sus auri-
culares, se sumergían musicalmente en sí mismos, configuran-
do una especie de burbuja sonora aislada del resto del mundo.
Como señala Chambers, en su uso como dispositivo privado
de escucha en el espacio público, el walkman representa un
«rechazo manifiesto a la sociabilidad» y al «intercambio públi-
co» que desemboca en la creación de un «hábitat privatizado»
en el oyente. El walkman, por tanto, nos acostumbró a pasear
por la calle inmersos en nuestro propio mundo, configurando
una especie de «hábitat privatizado» de carácter móvil como
el que ahora desarrollamos cotidianamente con las pantallas
de nuestros móviles. El móvil heredó del walkman este uso
privado en el espacio público, y si antes la burbuja era úni-
camente de tipo musical ahora nos sumergimos diariamente
en una burbuja multimedia y multisensorial compuesta por
imágenes fijas y en movimiento, sonidos, textos, vibraciones,
actualizaciones, emoticonos, likes, tuits, retuits, etc.
Sin embargo, el móvil también incorpora interesantes
diferencias con respecto a los usos más bien limitados del
viejo y obsoleto walkman. A diferencia de los walkmans, los
móviles, si bien no fueron creados inicialmente para ello,
permiten los dos tipos de modalidad de escucha, privada y
compartida, tanto en el caso de conversaciones (en Estados

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© Editorial UOC Capítulo IX. El móvil es el nuevo walkman

Unidos se conoce como cell-yell la acción de «hablar a gritos


por el móvil»), como en el de la escucha de canciones y otros
archivos multimedia con componente sonoro. El empleo de
un volumen alto a través del móvil sobrepasa en muchos casos
los límites de la intimidad, de tal forma que lo privado deviene
público, como en el caso de bandas de jóvenes que se reúnen
en parques, plazas o estaciones de metro y que utilizan sus
móviles a modo de reproductor musical público, apoyados en
ocasiones por altavoces portátiles e inalámbricos conectados
vía Bluetooth que otorgan un mayor volumen y calidad de
sonido. En estos casos, el móvil hereda más bien la lógica,
contraria a la del walkman, de las denominadas boomboxes, sis-
temas portátiles de estéreo utilizados en el espacio público y
capaces de reproducir música de estaciones de radio o grabada
(usualmente en casetes) con una relativa potencia de sonido.
Las boomboxes se asocian principalmente con la cultura hip hop
que surge a finales de los años 70 en las comunidades afroa-
mericanas de barrios populares neoyorquinos como el Bronx,
Queens o Brooklyn, y muchos percibieron esta salida de la
música al espacio público como ruido e incluso como agresión
racial, ya que esa ruidosa sonoridad fue asociada al crimen por
contigüidad con los guetos de donde provenían estos jóvenes.
La actitud despectiva hacia ellos quedó registrada en el nom-
bre que se utilizó para caracterizar a sus boomboxes: guettoblasters
o «detonadores del gueto» (Yudice, 2007, pág. 39).1

1. A pesar de todo su rechazo inicial, la cultura hip hop y sus cuatro elementos
característicos (el rap, el DJing, el grafiti y el breakdance) es una de las manifestacio-
nes culturales y artísticas más ricas y productivas del siglo XX, y ejemplo paradig-
mático de cómo los guetos y los suburbios constituyen ámbitos de efervescencia
artística y espacios de creatividad e innovación en un principio rechazados pero
después incorporados a la cultura mayoritaria (Hatzfeld, 2007).

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© Editorial UOC Móviles 24/7

Por otro lado, mientras que con el walkman solo podíamos


escuchar música, con el móvil podemos escuchar música
mientras hacemos muchas otras cosas más: leer el correo,
enviar mensajes, consultar las noticias, hacer fotografías, etc.
En muchos casos, mientras caminamos, la música que escu-
chamos a través del móvil adquiere un carácter de fondo sono-
ro o complemento de otras operaciones móviles, y recuerda al
tipo de audición o recepción distraída que introdujo la radio,
la cual, como dijo Eco (2001, pág. 300), hizo que la música
no se consumiera ya como música sino como «rumor», como
complemento o «columna» sonora de la propia jornada
doméstica. Pero mientras que con la radio este «rumor» que-
daba más bien limitado al espacio privado del hogar, el walk-
man, primero, y el móvil, después, nos permitieron extender
este «rumor» o «acuario sonoro» al espacio público, como
complemento no ya de nuestras actividades domésticas sino
de nuestros desplazamientos físicos. Y en el caso del móvil,
la percepción de la música como «rumor» va más allá de ser
un complemento a nuestros desplazamientos físicos, puesto
que actúa también como fondo sonoro de otras actividades
que realizamos con él, como leer y escribir mensajes de texto,
consultar las noticias, hacer fotografías, etc. Con el móvil, la
música nos envuelve en cualquier momento, mientras cami-
namos y mientras realizamos todo tipo de operaciones en su
pantalla; el móvil y su música deviene «rumor móvil» que se
siente ya como prótesis sonora de nuestros desplazamientos
físicos y de nuestras operaciones «pantallológicas». Y si con
el walkman caminábamos siempre pegados a nuestros auricu-
lares (una imagen que al principio causó una gran extrañeza),
con el móvil caminamos hoy pegados a nuestros auriculares
y a nuestras pantallas, inmersos en un universo sonoro y mul-

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© Editorial UOC Capítulo IX. El móvil es el nuevo walkman

timedia en movimiento muy alejado de aquel sedentarismo


e inercia domiciliaria «a lo Howard Hughes» pronosticado por
Virilio. El móvil es el nuevo walkman, el walkman del siglo XXI.

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© Editorial UOC Móviles 24/7

Bibliografía

Chambers, Iain (1995). Migración, cultura, identidad. Buenos Aires:


Amorrortu.
Du Gay, Paul; Hall, Stuart; Janes, Linda y otros (1997). Doing
Cultural Studies. The Story of the Sony Walkman. Londres: SAGE.
Eco, Umberto (2001). Apocalípticos e integrados. Barcelona: Lumen.
Gitlin, Todd (2004). Enfermos de información. De cómo el torrente
mediático está saturando nuestras vidas. Barcelona: Paidós.
Hatzfeld, Marc (2007). La cultura de los suburbios. Barcelona:
Laertes.
Lipovetsky, Gilles (2016). De la ligereza. Hacia una civilización de lo
ligero. Barcelona: Anagrama.
Yudice, George (2007). Nuevas tecnologías, música y experiencia.
Barcelona: Gedisa.

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© Editorial UOC Capítulo X. ¿Dónde estás? El móvil y el capitalismo…

Capítulo X
¿Dónde estás? El móvil y el capitalismo
de vigilancia

Un teléfono móvil es un aparato de vigilancia.


Julian Assange

En una entrevista realizada con motivo de la presenta-


ción de su película sobre el ex empleado de la CIA Edward
Snowden, Snowden (2016), el director estadounidense Oliver
Stone se refirió al popular juego para móviles Pokémon Go
como un «nuevo nivel de invasión» a nuestra vida privada
(Panisello y Stedman, 2016). Stone, que presentaba su película
en la Comic-Con de San Diego, advertía que esta nueva apli-
cación móvil y su persuasiva mezcla de realidad y virtualidad
podría estar arrastrándonos hacia una nueva forma de «socie-
dad robotizada» muy parecida al totalitarismo, ya que las
compañías tecnológicas detrás de estas aplicaciones extraen
continuamente datos de nuestra vida privada para saber qué
nos gusta, qué compramos y cómo nos comportamos. Así es
como funciona, señalaba Stone, el «capitalismo de vigilancia»,
recopilando enormes cantidades de datos personales mientras
las personas juegan y se divierten con sus móviles tratando de
localizar y cazar a las diferentes criaturas Pokémon.
El de Pokémon Go es solo un ejemplo reciente de la enor-
me facilidad con la que se puede extraer y recopilar informa-
ción a través de nuestros teléfonos móviles. De hecho, siempre
ha sido así. Como ha señalado Mauricio Ferraris, la llegada del

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© Editorial UOC Móviles 24/7

teléfono móvil subvirtió profundamente nuestra tradicional


relación con el espacio. La pregunta fundamental que se le
hace a alguien cuando se habla por el móvil es «¿dónde estás?»,
una pregunta absurda e impensable en la época del teléfono
fijo, puesto que éste permitía saber dónde estaba la persona a
quien llamábamos. Si alguien nos llamara a un teléfono fijo y
nos preguntase «¿dónde estás?», la respuesta previsible sería:
«¿Dónde quieres que esté? Estoy aquí en la casa, donde me
llamas». Sin embargo, lo primero que hacemos con el móvil es
preguntar «¿dónde estás?», porque ahora nuestro interlocutor
puede estar en cualquier parte. Pero si es verdad que nosotros,
como usuarios particulares del móvil, no sabemos dónde está
nuestro interlocutor —y tanto es así que tenemos que pregun-
társelo—, la compañía telefónica sabe perfectamente dónde
nos encontramos ambos, por lo que se da «la promesa de
un saber absoluto, al menos para alguien, llamémoslo un Gran
Hermano» (Ferraris, 2008, pág. 55).
Desde el principio, las compañías de telefonía móvil han
tenido la posibilidad de experimentar y poner a prueba ese
saber absoluto con nosotros, pudiendo localizarnos y saber
exactamente dónde nos encontrábamos en todo momento,
y obtener todo tipo de datos a partir de ello. Lejos quedan
aquellas situaciones, muy retratadas en el cine, en las que se
trataba de alargar la llamada para saber dónde estaba, por
ejemplo, el fugitivo o el secuestrador. Con el móvil, las com-
pañías telefónicas acceden a un saber inmediato de nuestros
movimientos, de modo que siempre somos rastreables y
localizables, y no existe apenas posibilidad de escondernos
y —viejo sueño— desaparecer.
Como advierten desde la Electronic Frontier Foundation
(EFF), una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo

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© Editorial UOC Capítulo X. ¿Dónde estás? El móvil y el capitalismo…

es conservar los derechos de libertad de expresión en la era


digital actual, los teléfonos móviles no fueron diseñados
para la privacidad y la seguridad del usuario, y la mayo-
ría de estos dispositivos nos da mucho menos control del
que podría darnos un PC o una laptop. Como señalan en
su guía de Autoprotección contra la vigilancia, la más grande
amenaza de los móviles —una amenaza que se mantiene
en la mayoría de los casos completamente invisible— es
el denominado «rastreo de localización», el cual puede
hacerse de diferentes maneras: 1) rastreando la señal de
una torre móvil; 2) rastreando la propia señal del móvil;
3) rastreando las señales Wi-Fi y Bluetooth; y 4) mediante
aplicaciones y servicios ofrecidos por compañías de localiza-
ción. En cada uno de estos casos, el rastreo de localización
significa no solo saber dónde se encuentra alguien ahora
mismo, sino también acceder al historial de actividades de esa
persona, sus participaciones en eventos, sus relaciones perso-
nales, y todo tipo de datos personales.1
Asimismo, tal y como han demostrado revelaciones como
las de Snowden, las agencias de inteligencia de países como
Estados Unidos y el Reino Unido utilizan los servicios de
redes sociales y las aplicaciones de los dispositivos móviles
para extraer información personal de los ciudadanos. En
los documentos filtrados por Snowden se explicaba cómo
el hecho, aparentemente inocente, de subir una foto desde
nuestro móvil a una red social como Facebook o Flickr per-
mite a estas agencias recolectar información sobre el usuario
y obtener datos relativos a su localización, sus páginas web

1. https://ssd.eff.org/module/problem-mobile-phones

101
© Editorial UOC Móviles 24/7

más visitadas, sus listas de amigos, sus documentos des-


cargados, e incluso su orientación sexual. Los documentos
también mencionaban el caso específico del popular juego
para móviles Angry Birds y cómo, a través de esta aplicación,
ambas agencias estaban recolectando datos personales de los
usuarios. La eficacia de este tipo de aplicaciones móviles llega
hasta el punto de que pueden espiarnos incluso cuando las
hemos desinstalado o hemos formateado el teléfono, tal y
como ocurrió recientemente con la aplicación de transporte
Uber, que espiaba a los usuarios de iPhone incluso cuando
habían desinstalado la aplicación de sus móviles.
En la actualidad, no es solo que las compañías de telefonía
móvil sepan en todo momento dónde nos encontramos, sino
que cuentan con la poderosa ayuda de los servicios de redes
sociales y las aplicaciones para móviles, los cuales facilitan
el trabajo de localización de los usuarios y aportan nuevos
datos sobre su vida privada y sus actividades cotidianas. Toda
esta información, suministrada por los propios móviles, sus
aplicaciones informáticas y las redes sociales a las que acce-
demos a través de ellos, es igualmente localizada y procesada
por las agencias de inteligencia de determinados países, espe-
cialmente la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados
Unidos y su contraparte británica, el Cuartel General de
Comunicaciones del Gobierno.
Así pues, empresas y organizaciones de todo tipo adquie-
ren gracias a la tecnología digital un conocimiento valiosísimo
sobre nosotros, nuestros gustos personales y nuestras pre-
ferencias de consumo, conocimiento que usan en su propio
beneficio y sin que nosotros lleguemos realmente a saberlo. Las
actividades cotidianas de la gente son registradas y controladas,
y sus hábitos, gustos y preferencias son clasificados y organiza-

102
© Editorial UOC Capítulo X. ¿Dónde estás? El móvil y el capitalismo…

dos. La vigilancia es cada vez más eficaz, más invisible, flexible


y móvil, hasta el punto de haber generado un nuevo régimen
de vigilancia diferente en varios aspectos de la vigilancia tradi-
cional y que autores como Bauman y Lyon han caracterizado
como «vigilancia líquida», la cual, según éste último,

«no es tanto una manera integral de definir la vigilancia como un medio de


orientarnos y de situar los cambios en la vigilancia dentro de la fluida e in-
quietante modernidad actual. La vigilancia se ha difuminado especialmente en
la esfera del consumo. Las antiguas amarras se aflojaron a medida que los bits
de datos personales extraídos para un propósito determinado se utilizaban
con creciente facilidad para otros distintos. La vigilancia se está así desple-
gando en unas formas hasta ahora inimaginables, respondiendo a la liquidez
y reproduciéndola. Sin un objetivo fijo, pero presionada por las exigencias de
“seguridad” y pasada por el prisma de la insistente publicidad de las empresas
de tecnología, la vigilancia de esparce por doquier» (Bauman y Lyon, 2013,
págs. 10-11).

Podemos enumerar algunas características propias de esta


nueva era de la vigilancia que son distintas de las de los méto-
dos de vigilancia tradicionales (Marx, 1988; Lyon, 1995):

• Trasciende la distancia, la oscuridad y las barreras físicas.


• Trasciende el tiempo (algo directamente relacionado con la
capacidad de los sistemas digitales para almacenar y recu-
perar información).
• Es escasamente visible, o más bien invisible, ya que las per-
sonas son cada vez menos conscientes de ella.
• Es frecuentemente involuntaria, o más bien preventiva.
• Hace un uso intensivo del capital, y no del trabajo.
• Implica un autocontrol policial centralizado: participamos
en nuestra propia vigilancia.

103
© Editorial UOC Móviles 24/7

• Conlleva un desplazamiento desde la identificación de sos-


pechosos específicos a la sospecha categorial: todos somos
sospechosos potenciales.
• Es simultáneamente intensiva y extensiva.

Con la llegada de los ordenadores, internet y los móviles,


cada vez resulta más fácil vigilar a los ciudadanos y disponer
de perfiles integrados de los mismos. La tecnología digital
permite reunir en un mismo lugar datos que de otra manera
estarían dispersos. Antes de la llegada de los ordenadores se
requerían días e incluso semanas de investigación en diferen-
tes lugares, archivos y registros para recopilar información y
hacer un informe detallado sobre alguien. Ahora, los sistemas
digitales permiten almacenar grandes cantidades de informa-
ción sobre individuos personales en cuestión de minutos y
acceder fácilmente a ello, obteniendo rápidamente una ima-
gen detallada de los mismos.
El resultado de todo ello es un estado de vigilancia abso-
luta en el que todos estamos «bajo mirada» y «bajo escucha»
permanentes, tanto por intereses comerciales como por deci-
siones gubernamentales. De hecho, ser vistos y escuchados a
través de nuestros móviles y otros aparatos tecnológicos es
ya la condición normal de nuestro tiempo, un tiempo en el
que ser es cada vez más «estar vigilado». Como señala Gérard
Wajcman en su libro El ojo absoluto:

«Todos bajo la mirada, tal es la situación de los sujetos en este mundo hiper-
moderno. La vigilancia es global. Abarca a la población de manera necesaria-
mente indiferenciada. No sólo la abarca sino que, en un sentido, la constituye
como población, como una. Ser de la población es estar vigilado» (Wajcman,
2011, pág.104).

104
© Editorial UOC Capítulo X. ¿Dónde estás? El móvil y el capitalismo…

Y bajo este estado de vigilancia global vemos hoy realiza-


do el viejo ideal democrático, pero entendido en un sentido
renovado: igualdad de todos bajo la mirada, igualdad de todos
bajo la escucha; igualdad de todos a ser vistos y escuchados
continuamente a través de nuestros móviles, nuestras apli-
caciones y nuestras redes sociales, a través de todo tipo de
servicios y tecnologías digitales pensados aparentemente para
mejorar nuestras vidas.
Lo paradójico de esta situación de vigilancia absoluta es
que, como ha señalado el filósofo coreano Byung-Chul Han,
nosotros mismos contribuimos a generarla y a mantenerla
a partir de una especial estructura panóptica que difiere del
modelo tradicional ideado por Bentham. Así, si el panóptico
de Bentham respondía a un modelo de sociedad disciplinaria
caracterizado por la soledad y el aislamiento en celdas sepa-
radas y en las que los ocupantes no podían comunicarse ni
verse entre ellos, en el nuevo panóptico digital los moradores
se conectan y se comunican intensamente entre sí a través
de sus móviles, aplicaciones y redes sociales. Como señala
Han, lo que garantiza la transparencia en este nuevo modelo
panóptico

«[…] no es la soledad mediante el aislamiento, sino la hipercomunicación.


La peculiaridad del panóptico digital está sobre todo en que sus moradores
mismos colaboran de manera activa en su construcción y en su conservación,
en cuanto se exhiben ellos mismos y se desnudan. Ellos mismos se exponen
en el mercado panóptico. La exhibición pornográfica y el control panóptico
se compenetran» (Han, 2013, pág. 89).

La verdadera eficacia de esta nueva estructura panóptica


es que la vigilancia no se realiza ya como ataque a la liber-

105
© Editorial UOC Móviles 24/7

tad, sino que cada uno se entrega voluntariamente a la mirada


panóptica publicando posts, subiendo selfies, comentando fotos
de amigos y amigas, enviando likes, etc. Y esto porque en el
actual mundo hiperconectado «la gente quiere, sencillamente,
formar parte del flujo de datos, incluso si esto significa per-
der su privacidad, su autonomía y su individualidad» (Harari,
2017, pág. 418). El problema, según autores como Turkle, es
que la participación en el nuevo régimen de datos va acom-
pañada de una retórica de libertad y protección que hace que
vigilancia y participación social parezcan lo mismo:

«Cada nuevo servicio que ofrece nuestro teléfono inteligente, cada nueva
aplicación, aporta, potencialmente, una nueva “especie” de datos a la repre-
sentación que hacemos de nosotros mismos en internet. El objetivo de los
que crean las aplicaciones es relacionar la vigilancia con la sensación de que
nos cuidan. Si nuestras aplicaciones nos cuidan, no nos centramos en lo que
toman de nosotros» (Turkle, 2017, pág. 347).

Así pues, los móviles, las aplicaciones y las redes sociales,


que se presentan como espacios interactivos de libertad,
adoptan formas panópticas, pero los usuarios se entregan
voluntariamente a las observaciones panópticas de estas tec-
nologías y servicios que satisfacen diariamente sus necesida-
des, y que incluso cuidan y se preocupan por ellos: «No estás
conectado. La Web no es lo mismo sin ti. Vamos a restablecer
tu conexión»; «¿Vas a salir? Sigue en contacto. Visita face-
book.com en tu celular», etc. Es aquí, según Han, donde resi-
de la actual dialéctica de la libertad, puesto que contribuimos
a sabiendas al panóptico digital: «El morador del panóptico
digital es víctima y actor a la vez. Ahí está la dialéctica de la
libertad, que se hace patente como control» (Han, 2013, pág.
95). Como comentaba recientemente Slavoj Zizek en relación

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© Editorial UOC Capítulo X. ¿Dónde estás? El móvil y el capitalismo…

al escándalo de Facebook y la consultora británica Cambridge


Analytica:

«El mayor logro del nuevo complejo cognitivo-militar es que la opresión


directa y obvia ya no es necesaria: los individuos están mucho mejor controla-
dos e “impulsados” en la dirección deseada cuando siguen experimentándose
como agentes libres y autónomos de sus propias vidas» (Zizek, 2018).

Así pues, a diferencia del panóptico de la sociedad disci-


plinaria, la vigilancia y el control no se realizan ya a través
del aislamiento, la reclusión y la opresión, sino, al contrario,
a partir de la hiperconectividad y de la comunicación «libre»,
autónoma y espontánea que realizamos cada día a través
de dispositivos ubicuos como el móvil, ese Gran Hermano
de bolsillo siempre al corriente de todas nuestras acciones,
deseos y movimientos.

107
© Editorial UOC Móviles 24/7

Bibliografía

Bauman, Zygmunt; Lyon, David (2013). Vigilancia líquida.


Barcelona: Paidós.
Ferraris, Maurizio (2008). ¿Dónde estás? Ontología del teléfono móvil.
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Barcelona: Debate.
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«Oliver Stone Calls Pokemon Go a “New Level of
Invasion” at Comic-Con “Snowden” Pan» [artículo en
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Turkle, Sherry (2017). En defensa de la conversación. El poder de la
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Wajcman, Gérard (2011). El ojo absoluto. Buenos Aires: Manantial.
Zizek, Slavoj (2018, 17 de abril). «Sujetos felizmente manipulados, no
gracias» [artículo en línea]. Página/12. Opinión. [Fecha de consulta:
30 de mayo de 2018].
<https://www.pagina12.com.ar/108642-sujetos-felizmente-
manipulados-no-gracias>

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© Editorial UOC Capítulo XI. El móvil y la pulsión de muerte

Capítulo XI
El móvil y la pulsión de muerte

Electrocutarse al cambiar una bombilla,


suicidarse sin mirar la Primitiva,
ahogarse en la piscina de un barco,
desnucarse en la bañera fornicando.
Def Con Dos, Pánico a una muerte ridícula.

En los últimos años se han hecho comunes las noticias


sobre muertes relacionadas con el móvil. Ya sea conduciendo
un vehículo, cruzando un paso de cebra sin mirar, o hacién-
dose un selfie en un lugar de riesgo o en una situación compli-
cada, el número de personas que ha perdido la vida mientras
utilizaba el móvil ha ido en aumento. En países como Rusia,
la ya denominada «muerte por selfie» se ha convertido en
un auténtico problema nacional, hasta el punto de que el
Ministerio del Interior ruso decidió lanzar en el año 2015 una
campaña destinada a evitar este tipo de muertes. La campaña,
titulada Safe Self, incluía una guía sobre cómo «sacarse fotos
con el móvil de forma responsable» y mostraba de forma grá-
fica una serie de situaciones potencialmente peligrosas como,
por ejemplo, fotografiarse en las vías de un tren, encima de
un vagón, colgado de una antena, junto a animales salvajes
en libertad, o con un arma en la mano. Aunque parezcan
situaciones inimaginables, e incluso absurdas, hay personas
que han muerto bajo tales circunstancias, y Rusia es uno de
los países que registra un mayor número de muertes de este

109
© Editorial UOC Móviles 24/7

tipo. En el año 2014, una joven rusa de 17 años cayó de un


puente al intentar hacerse una foto y, al precipitarse al vacío,
se agarró a un cable que la electrocutó. Un año después, otra
joven rusa, de 21 años, cayó desde un puente cerca del distrito
financiero de Moscú mientras trataba de hacerse un selfie. Ese
mismo año, otro joven ruso murió al tratar de fotografiarse
desde las alturas de un edificio.
Pero Rusia no es el único país donde se ha registrado este
tipo de muertes por selfie. En España, por ejemplo, una joven
polaca de 25 años falleció en Sevilla al caer desde el puente
de Triana mientras intentaba hacerse una foto con su móvil.
Y en Rumanía, una joven de 18 años murió electrocutada
mientras intentaba hacerse un selfie desde la parte superior de
un tren. La amiga que la acompañaba salió volando por los
aires debido a la fuerza de los 27.000 voltios que atravesaron
el cuerpo de la joven.
Uno de los casos más recientes y mediáticos de este tipo
de muerte por selfie es el de Wu Yongning, un popular youtuber
chino, de 26 años de edad, que perdió la vida el pasado 8 de
noviembre de 2017 al intentar hacer uno de sus famosos selfies
en la cima de un rascacielos. Yongning se había hecho famo-
so en las redes sociales por practicar una modalidad de «selfie
extrema» conocida como rooftopping y que consiste en escalar
edificios o estructuras de gran altura sin ningún tipo de pro-
tección, hacerse un selfie (o grabarse un vídeo) en la cima y
compartirlo digitalmente en las redes sociales, un nuevo tipo
de «reto digital» que encontramos brillantemente retratado
(junto a otros por el estilo) en la película Nerve (2016).
Un estudio reciente, realizado por científicos de la
Universidad Carnegie Mellon de Estados Unidos y el Instituto
de Indraprastha de Tecnologías de la Información de Delhi,

110
© Editorial UOC Capítulo XI. El móvil y la pulsión de muerte

destaca que en tan solo dos años, de 2014 a 2016, el número


de muertes derivadas de los selfies ha aumentado hasta 127 en
todo el mundo (Spice, 2016). Así, lo que en un principio no
era más que una anécdota se ha ido convirtiendo en algo cada
vez más normal, y esta cifra pone de manifiesto la relevancia
que esta práctica móvil-fotográfica ha adquirido en los últi-
mos años. «Ni un millón de “me gusta” en las redes sociales
valen tanto como tu vida y tu bienestar», advierten desde la
citada campaña Safe Self del gobierno ruso, pero parece que
muchas personas están dispuestas a arriesgar su vida y su
bienestar en la búsqueda del selfie perfecto.
Este tipo de selfies cercanos a la muerte son la mani-
festación más extrema de la cultura de la pose ligada a la
fotografía. La pose, como decía Barthes, implica una trans-
formación por adelantado en imagen: «cuando me siento
observado por el objetivo, todo cambia: me constituyo en
el acto de “posar”, me fabrico instantáneamente otro cuer-
po, me transformo por adelantado en imagen» (Barthes,
1989, pág. 37). En casos como los señalados anteriormente,
el mismo acto de posar se convierte en fatal, pues puede
conducir a la muerte real. La pose deviene «postureo»
—ese término hoy tan de moda— y el «postureo» puede pro-
vocar la muerte. La muerte por selfie es la máxima expresión
de este tipo de pose/postureo relacionado con la actual cul-
tura del móvil y de las redes sociales, de un morir por y para la
imagen, por y para la pantalla, por y para los likes, tuits, retuits y
otro tipo de signos digitales de aprobación y reconocimiento
que ya forman parte de nuestra vida cotidiana.
En la muerte por selfie ignoramos la realidad circundante
en beneficio de la propia imagen. El mundo de la pantalla
importa más que el mundo real, porque en el acto de hacerse

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© Editorial UOC Móviles 24/7

un selfie «el mundo» está en la pantalla del móvil, y el mundo


no encuadrado y no enfocado pierde importancia porque no
genera una imagen que se pueda guardar, editar, compartir,
comentar, «facebookear», «retuitear», etc. La realidad pasa a
ser esa imagen mía encuadrada que pretendo compartir digi-
talmente con los demás, pero «el retorno de lo real» puede
aparecer en cualquier momento, y con ello toda su violencia
y crueldad (como en los casos señalados anteriormente y
muchos otros: caídas, resbalones, electrocuciones, etc.). Como
señala el médico irlandés Gerard Flaherty, que ha investigado
el riesgo creciente asociado a este tipo de autorretratos:

«El acto de hacerse un selfie puede reducir temporalmente la conciencia de un


individuo sobre su entorno inmediato y exponerle a peligros no imaginados
[…] El que se hace un selfie se centra en una imagen especular de sí mismo,
pero también tiene que ajustar su postura y orientar el teléfono para capturar
la mejor fotografía […] puede haber un efecto particularmente desorientador
en juego aquí, por ejemplo, cuando se ve una amenaza al fondo mientras se
realiza un selfie, tal vez uno no aprecie la proximidad de ese peligro porque la
imagen que lo representa está en el teléfono, por así decirlo» (Villarreal, 2016).

El de la «muerte por selfie» es solo el último ejemplo de


los peligros y riesgos que entraña nuestro uso compulsivo del
móvil, porque adquirir un instrumento «es adquirir también
un peligro, un riesgo particular, abrir la puerta, exponer la
intimidad a riesgos leves o importantes» (Virilio, 1997, pág.
118). Pero antes de que llegara la actual moda de los selfies, el
uso de los móviles mientras se está conduciendo un vehículo
ha sido la causa de numerosas muertes y accidentes alrededor
del mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, escribir mensa-
jes de texto con el móvil ha sustituido a la conducción bajo
los efectos del alcohol como la primera causa de muerte entre

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© Editorial UOC Capítulo XI. El móvil y la pulsión de muerte

los adolescentes. Según un estudio realizado por el Cohen


Children Medical Center de Nueva York, más de 3.000 jóve-
nes mueren al año por este motivo, y además de las víctimas
mortales más de 300.000 adolescentes acaban heridos tras
tener un accidente por escribir mientras conducen (Ricks,
2013).
Ante el creciente número de accidentes y muertes provo-
cadas por el uso del móvil al volante, varios países han apli-
cado leyes restrictivas que imponen sanciones económicas, e
incluso penales, a los infractores. Por otro lado, en diferentes
países se han creado campañas de concienciación sobre los
peligros que entraña utilizar el móvil al volante, como por
ejemplo en España la campaña Stop Chatear, en la que se
recomienda, entre otras cosas, lo siguiente: no utilizar el móvil
mientras se conduce; escribir en tu estado el mensaje «Estoy
conduciendo, te llamo luego»; silenciar los avisos y poner el
móvil en un lugar donde no lo veas mientras conduces, etc.
Asimismo, en los últimos años se han creado aplicaciones
móviles para evitar distracciones al volante, como por ejem-
plo la app Drivemesafe, desarrollada por la Fundación Mapfre
y disponible de forma gratuita en Google Play. Esta aplica-
ción corta de forma automática las llamadas entrantes cuando
se está conduciendo y envía un mensaje al interlocutor en el
que se le informa que en ese momento el titular de la línea
no puede atenderle. Cuando se llega al destino, el programa
permite consultar las llamadas que el conductor ha recibido
durante el recorrido. En casos como éste nos encontramos
con otra manifestación más del denominado «solucionismo
tecnológico» (Morozov, 2015), es decir, la tendencia a pensar
que los problemas, conflictos y negociaciones complejas del
ser humano pueden resolverse con un arreglo tecnológico,

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© Editorial UOC Móviles 24/7

como en este caso una aplicación para móviles que pretende


evitar que nos accidentemos o fallezcamos haciendo uso del
móvil mientras conducimos.
El problema de la muerte (o accidente) por móvil no
solo se relaciona con los conductores de vehículos, sino que
también se extiende a los propios peatones, quienes se han
acostumbrado a cruzar la acera sin mirar porque van pegados
a las pantallas de sus móviles, exponiéndose con ello a ser
atropellados por un vehículo y morir, o a chocar con otras
personas que cruzan la acera y lastimarse. Umberto Eco se ha
referido con enojo a este último caso en su polémico artículo
«El teléfono móvil y la reina de Blancanieves»:

«Caminaba por la acera y vi que en dirección contraria venía una señora con
la oreja pegada al teléfono, y que por tanto no miraba al frente. Si no me
apartaba, chocaríamos. Como en el fondo soy malo, me detuve bruscamente
y me volví hacia el otro lado, como si estuviera mirando el final de la calle; de
este modo la señora se estrelló contra mi espalda. Yo había tensado el cuerpo
preparándome para el impacto y aguanté bien, ella se quedó descompuesta, se
le cayó el teléfono, se dio cuenta de que había chocado con alguien que no po-
día verla y que era ella la que debía haberlo esquivado. Farfulló unas excusas,
mientras yo le decía con humildad: “No se preocupe, son cosas que pasan”.

Solo espero que el teléfono se le rompiera al caer al suelo, y aconsejo a quien


se encuentre en una situación parecida que haga lo mismo que yo. Desde
luego, a los adictos al teléfono habría que matarlos de pequeños, pero como
no es fácil encontrar todos los días a un Herodes, es bueno castigarlos de
mayores, aunque nunca entenderán en qué abismo han caído, y perseverarán»
(Eco, 2016, págs. 120-121).

En la ciudad china de Chongqing han llegado al extremo


de habilitar la primera acera oficial para «adictos» o «engan-

114
© Editorial UOC Capítulo XI. El móvil y la pulsión de muerte

chados» al móvil, una especie de «carril smartphone» para este


tipo de usuarios que circulan apresuradamente sin levantar la
mirada de las pantallas de sus móviles. A lo largo de la ciu-
dad se han instalado carteles que publicitan la iniciativa, y en
varias de ellas se explica cómo utilizar debidamente el carril.
Sin embargo, los peatones no se han tomado demasiado en
serio la propuesta y muchos de ellos han terminado hacién-
dose fotos y selfies con los carteles y publicando las imágenes
resultantes en las redes sociales.
También en el caso de este tipo de peatones que circulan
mirando su móvil y enviando y recibiendo mensajes a través
de él encontramos aplicaciones que pretenden «solucionar»
el problema de los choques, tropiezos, caídas y accidentes
relacionados con este uso compulsivo del móvil. Por ejem-
plo, la aplicación para iPhone Type’n Walk nos permite
introducir texto sin perder de vista lo que tenemos enfren-
te. Esta aplicación nos permite ver por dónde caminamos
a través de la función de cámara fotográfica del móvil. La
pantalla se vuelve transparente y refleja constantemente
lo que tenemos enfrente. De alguna manera, es como si
escribiéramos sobre la misma realidad (e incluso sobre las
personas que se acercan a nosotros mientras caminamos),
pues las palabras que vamos tipeando mientras caminamos
se van reflejando sobre la pantalla del móvil en una imagen
fiel de lo que vemos enfrente.
Todos estos casos ponen de manifiesto nuestra dependen-
cia actual del móvil, nuestra necesidad de consultarlo y utili-
zarlo en cualquier momento, incluso mientras conducimos y
mientras caminamos. Una dependencia que, como decimos,
puede ser causa de muerte, como en el caso de las muertes
por escribir o leer mensajes de textos al volante o la nueva y

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© Editorial UOC Móviles 24/7

preocupante modalidad de la «muerte por selfie». El ensayista


y crítico cultural británico Mark Fisher ha dedicado interesan-
tes reflexiones sobre esta necesidad insaciable de chequear los
mensajes, correos y notificaciones que llegan constantemente
a nuestro móvil y que, en realidad, no hacen sino aumentar
nuestra insatisfacción:

«La circulación interminable de las comunicaciones digitales yace más allá


del principio del placer: la necesidad insaciable de chequear los mensajes, los
e-mails y las notificaciones de Facebook es compulsiva, parecida a la necesi-
dad de rascarse una picadura, aun a sabiendas de que así la herida empeora.
Este comportamiento, como todos los comportamientos compulsivos, solo
aumenta la insatisfacción. Si no encuentra nuevos mensajes en la bandeja de
entrada, uno se siente decepcionado y vuelve a chequear más rápido. Pero si
hay mensajes, también nos sentimos decepcionados, porque nunca son los
suficientes. No hay techo para la cantidad de mensajes que a uno le gustaría
recibir» (Fisher, 2016, págs. 134-135).

Fisher se refiere al caso de todas aquellas personas que no


pueden resistir la urgencia de leer y enviar mensajes de texto
incluso cuando están conduciendo como un perfecto ejemplo
de la pulsión de muerte, «que no se define por el deseo de
morir, sino por encontrarse entre las garras de una compul-
sión tan poderosa que uno se vuelve indiferente a la misma
muerte». Y lo que llama la atención, continúa, es:

«[…] la banalidad del contenido de la pulsión. Nada que ver con una tragedia
al estilo The Red Shoes,1 en la que la bailarina muere por el rapto sublime a que
la lleva la danza. Hablamos de personas que se preparan para enfrentar la

1. Fisher se refiere a la famosa película británica Las zapatillas rojas (1948), dirigida
por Michael Powell y Emeric Pressburger.

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© Editorial UOC Capítulo XI. El móvil y la pulsión de muerte

muerte por leer a tiempo un estatus de 140 caracteres sabiendo de antemano


que es perfectamente banal» (ibid.).

Fisher se refiere exclusivamente al caso de la conducción,


pero la idea es perfectamente aplicable a la actual moda de
los selfies, en la que también observamos una compulsión tan
poderosa (en este caso autofotografiarse en un lugar de riesgo
o en una situación complicada) que uno se vuelve indiferente
a la misma muerte. Lo decíamos antes, al hacerse un selfie uno
no aprecia la proximidad de un peligro porque está concen-
trado en la imagen que lo representa en el móvil, en el mundo
reflejado en la pantalla. En esos momentos, ése es el único
mundo que importa, el mundo del móvil y la pantalla, y uno
se vuelve indiferente a la propia muerte, por muy banal que
sea el contenido de esa pulsión autofotográfica.
Tanto en un caso como en otro, no existe un deseo
explícito de morir, como dice Fisher, sino una necesidad tan
poderosa de leer y enviar mensajes, o de autofotografiarse,
que nos volvemos indiferentes a la propia muerte. La pulsión
de muerte asociada al móvil es, por tanto, de carácter textual
y visual (y también oral, cuando no resistimos la urgencia de
contestar las llamadas mientras conducimos), y en tales casos
las personas se preparan para morir por la lectura, por la
escritura, por la imagen o por el habla a través de un pequeño
y liviano aparato que los atrapa y envuelve las 24 horas y con
el que piensan que pueden hacer cualquier cosa menos morir.

117
© Editorial UOC Móviles 24/7

Bibliografía

Barthes, Roland (1989). La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía.


Barcelona: Paidós.
Eco, Umberto (2016). «El teléfono móvil y la reina de
Blancanieves». En: De la estupidez a la locura. Crónicas para el futuro
que nos espera, págs. 120-121. Barcelona: Lumen.
Fisher, Mark (2016). Realismo capitalista. ¿No hay alternativa? Buenos
Aires: Caja Negra.
Morozov, Evgeny (2015). La locura del solucionismo tecnológico.
Madrid: Clave Intelectual.
Ricks, Delthia (2013, 8 de mayo). «Study: Texting while driving
now leading cause of death for teen drivers» [artículo en línea].
Newsday. [Fecha de consulta: 8 de junio de 2018].
<https://www.newsday.com/news/nation/study-texting-
while-driving-now-leading-cause-of-death-for-teen-driv-
ers-1.5226036>
Spice, Byron (2016, 28 de 2016). «Researchers Seek Solution To
Selfie-Related Deaths» [artículo en línea]. News. Carnegie Mellon
University. [Fecha de consulta: 8 de junio de 2018].
<https://www.cmu.edu/news/stories/archives/2016/novem-
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Villarreal, Antonio (2016, 7 de diciembre). «La app que evita
que te mates haciéndote un “selfie”» [artículo en línea]. El
Español. Tecnología. [Fecha de consulta: 30 de mayo de 2018].
<https://www.elespanol.com/ciencia/tecnologia/20161206/
176233044_0.html>
Virilio, Paul (1997). Un paisaje de acontecimientos. Buenos Aires: Paidós.

118
© Editorial UOC Conclusión. ¿Un futuro sin móviles?

Conclusión. ¿Un futuro sin móviles?

Tras lo visto a lo largo de las páginas precedentes parece


imposible imaginar un mundo sin móviles. Este pequeño
y liviano aparato se ha instalado en nuestras vidas como
ninguna otra tecnología anterior. El móvil se ha vuelto el
compañero inseparable de nuestro día a día, de nuestros des-
plazamientos y nuestros descansos, de nuestros momentos
de ocio y de trabajo. Los nuevos miedos asociados a la falta
del móvil —como la denominada «nomofobia»— o la falta
de cobertura demuestran la creciente dependencia que hemos
creado con este dispositivo tecnológico, sin el cual nos sen-
timos desnudos, angustiados, desconcertados. Hoy parece
completamente imposible salir de casa sin el móvil, y mucho
más que eso, no consultarlo mientras caminamos e incluso
mientras conducimos, a pesar de los riesgos asociados a este
uso compulsivo del aparato. El móvil, como ya dijimos, es
para un número cada vez más amplio de personas el primer
objeto que tocan y ven cuando se levantan y el último que
ven y tocan antes de acostarse. Parece, pues, que tendremos
móviles para rato, pero hay quienes piensan precisamente lo
contrario.
En la conferencia para desarrolladores de Facebook del
año 2017, el famoso fundador y director ejecutivo de la com-
pañía, Mark Zuckerberg, anunció que los móviles tal como
hoy los conocemos desaparecerán dentro de aproximadamen-

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© Editorial UOC Móviles 24/7

te diez años (Weinberger, 2017). Según Zuckerberg, el futuro


de la tecnología será desplegar información directamente en
la visión de la persona, sin móviles o pantallas que estorben.
Para Zuckerberg, es en la realidad virtual y en la realidad
aumentada donde reside este futuro sin móviles ni pantallas,
lo cual explicaría la compra por parte de Facebook de empre-
sas como Oculus VR, los creadores de uno de los visores de
realidad virtual más famosos hasta la fecha, el Oculus Rift. A
raíz de esta adquisición, el propio Zuckerberg señaló que el
uso de las gafas Oculus es «diferente a cualquier cosa que he
experimentado en mi vida» y que la apuesta de Facebook es
convertir la realidad inmersiva, virtual y aumentada en una
parte de la vida cotidiana de las personas (Pozzi, 2014). Para
Zuckerberg, este tipo de visores de realidad virtual vuelven
obsoletas antiguas plataformas de computación como el
ordenador o el móvil —esos objetos ya casi prehistóricos,
parafraseando las palabras de Eco que citamos en la introduc-
ción—, puesto que la interacción ya no se produce a partir de
una pantalla sino en nuestro mismo campo de visión.
En realidad, la apuesta actual de Zuckerberg por la reali-
dad virtual recupera una vieja idea presente ya en los pioneros
de este tipo de tecnología: el deseo de eliminar la pantalla y,
como la Alicia de Carroll, «atravesar el espejo». Para los pri-
meros investigadores de realidad virtual la pantalla fue siem-
pre percibida como una barrera que debía ser suprimida si se
quería acceder a la verdadera experiencia de la realidad virtual,
caracterizada por una sensación de inmersión y de interacti-
vidad en un mundo tridimensional generado por ordenador.
La fuente de inspiración de muchos de estos desarrolladores
fue precisamente la obra de Lewis Carroll, y no es casualidad
que uno de los primeros informes oficiales sobre la realidad

120
© Editorial UOC Conclusión. ¿Un futuro sin móviles?

virtual se llamara precisamente A través del espejo, continuación


de la famosa Alicia en el país de las maravillas.
Pero mientras estos desarrolladores pensaban en «atrave-
sar» la pantalla del ordenador, la apuesta de Zuckerberg es
suprimir la pequeña pantalla del móvil y el tipo de interacción
táctil que realizamos a través de ella por una visualización,
interacción y manipulación de la información a partir de
nuestra visión y nuestro propio cerebro. En este sentido, otro
de los proyectos en los que Facebook trabaja actualmente
es en el desarrollo de una tecnología que permita a los seres
humanos escribir sus pensamientos sin necesidad de sacar el
móvil del bolsillo y escribir con el teclado, sino mediante el
uso de ondas cerebrales. El objetivo del proyecto es hacer
que la gente pueda «escribir con la mente» y prescindir,
por tanto, de dispositivos como el móvil y la pantalla, que
Zuckerberg ve cada vez más como estorbos y contrarios a su
idea de transparencia tecnológica. Se trata de hacer que todo
el mundo y toda nuestra comunicación converjan en nuestros
ojos, anulando la tradicional distancia entre mirada y pantalla
hasta, de alguna forma, meternos las pantallas dentro, meter-
nos los móviles dentro…
La idea de Zuckerberg de desplegar información direc-
tamente en nuestra visión sin la mediación de móviles ni
pantallas parece descabellada, pero es algo con lo que el
cine y la ciencia-ficción (proféticos siempre en cuanto al
futuro de la tecnología) ya nos han familiarizado. El perso-
naje interpretado por Arnold Schwarzenegger en Terminator
(1984), por ejemplo, disponía de un sistema de visión que le
permitía ver imágenes, analizar y reconocer objetos y localizar
información sobre sus enemigos a través de la mirada, sin
necesidad de cables ni pantallas. La apuesta de Zuckerberg

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© Editorial UOC Móviles 24/7

y de otros diseñadores y empresarios actuales interesados en


explorar y explotar las posibilidades de la realidad virtual y la
realidad aumentada persigue algo parecido: no solo desplegar
información en nuestros ojos, sino poder hacer cosas con
ella (manipularla, almacenarla, analizarla, etc.), y todo ello sin
necesidad de sacar el móvil de nuestro bolsillo y manipular su
pantalla con nuestros dedos.
Así pues, parece que para Zuckerberg, Facebook y otros
desarrolladores y empresas de tecnología (Silicon Valley a la
cabeza) los móviles tienen los días contados. No así para los
usuarios, que seguimos (disciplinadamente) pegados y absor-
tos en las pantallas de nuestros móviles hasta que llegue y
se nos imponga la nueva «tecnología del momento». Y esto
porque, como señala Jonathan Crary (2015, pág. 55), bajo el
actual régimen capitalista de innovación tecnológica la vida
de uno coincide cada vez más «con las aplicaciones, aparatos
o redes que, en un momento determinado, se promueven
con insistencia», y si actualmente el móvil es promovido y
percibido como la tecnología «definitiva» que todo el mundo
debe tener y usar, pronto lo será(n) otra(s). Por eso, sugiere
Crary, más que pensar el móvil (y en realidad todo producto
y servicio tecnológico) como una ruptura «revolucionaria» y
un desarrollo verdaderamente radical, es más útil concebirlo
como «un elemento en un flujo transitorio de productos
indispensables y desechables», cuya vida útil y relevancia
particular será necesariamente breve y efímera, «antes de
su inevitable sustitución y viaje a los vertederos de tecno-
basura» (Crary, 2015, pág. 50). Quién sabe si en un futuro
no muy lejano, ante la —al parecer— inminente conquista
tecnológica de nuestros ojos y nuestros cerebros por parte
de Facebook u otra compañía, acabaremos deshaciéndonos

122
© Editorial UOC Conclusión. ¿Un futuro sin móviles?

de todos nuestros móviles y otros aparatos que nos estorben


y terminaremos convirtiendo nuestra tierra, como en la pelí-
cula WALL-E (2008), en un gigantesco vertedero de basura
y desechos tecnológicos, de todo aquello que algún día fue
promovido y percibido como lo verdaderamente «definitivo»
y «revolucionario»: ¿iPhone X? ¿Samsung Galaxy S9? ¿Sony
Xperia XZ1? ¿Huawei P10? ¿…?

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© Editorial UOC Móviles 24/7

Bibliografía

Crary, Jonathan (2015). 24/7. El capitalismo al asalto del sueño.


Barcelona: Ariel.
Pozzi, Sandro (2014, 26 de marzo). «Facebook compra Oculus»
[artículo en línea]. El País. Tecnología. [Fecha de consul-
ta: 8 de junio de 2018].
<https://elpais.com/tecnologia/2014/03/26/actuali-
dad/1395796446_034242.html>
Weinbeger, Matt (2017, 23 de abril). «The smartphone is eventu-
ally going to die» [artículo en línea]. Business Insider. [Fecha de
consulta: 8 de junio de 2018].
<https://www.businessinsider.com.au/facebook-f8-mark-
zuckerberg-augmented-reality-2026-2017-4>

124
ComuniCaCión

El teléfono móvil, o simplemente «el móvil», se ha convertido


en una tecnología completamente inseparable de nuestra vida cotidiana.
Nos acompaña en todo momento, en nuestro tiempo de ocio, de trabajo,
e incluso de descanso. Ninguna otra tecnología tiene hoy el poder de estar
siempre con nosotros y de adueñarse incluso de nuestro sueño.
Con el móvil amanecemos y con el móvil nos acostamos.

Móviles 24/7 es una reflexión sobre el poder del móvil en la sociedad actual,
una pausa para levantar la cabeza de nuestras pantallas y examinar cómo este
pequeño y liviano aparato ha acabado transformando nuestras vidas de una
forma que ni siquiera sus primeros desarrolladores pudieron sospechar.

Con este libro aprenderás sobre:

teléfono móvil; smartphone; apps; internet; redes sociales;


pantallas; fotografía; selfies; movilidad; conectividad;
interactividad; vigilancia; tecnología; innovación; comunicación;
semiótica; filosofía; sociología

Israel Márquez
Doctor Europeo en Ciencias de la Información por
la Universidad Complutense de Madrid y máster
en Sociedad de la información y el conocimiento
por la Universitat Oberta de Catalunya.

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