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Abg.Asesor:
MIGUEL ANTONIO VANEGAS Dr. ALEXANDRO PIAZZA
En el mundo de las dictaduras la situación fue muy distinta: en la Alemania nazi se prohibió
explicar la teoría de la relatividad y cuando a un influyente científico (Werner Heisenberg)
se le permitió hacerlo, se le prohibió mencionar el nombre de Einstein, porque era judío.
Pero la historia de la ciencia en la URSS es mucho más lamentable. Se refiere que en la
época de Stalin el régimen soviético se enfrentó con la genética, tanto por razones
ideológicas como porque la política estatal estaba comprometida con el principio de que,
con un esfuerzo suficiente, cualquier cambio era posible, aunque la ciencia señalaba que
este no era el caso en el campo de la evolución en general y en el de la agricultura en
particular. La mayoría de los biólogos evolucionistas soviéticos, como los biólogos
evolucionistas del mundo entero, eran partidarios de Darwin, en el sentido de que la
herencia era genética. Una minoría era partidaria de la tesis de Lamarck y creía en la
transmisión hereditaria de los caracteres adquiridos y practicados durante la vida de una
criatura, aunque nunca se encontraron pruebas de esta teoría. Bajo Stalin, un biólogo
marginal, Lysenko, obtuvo el apoyo de las autoridades porque argumentaba que la
producción agropecuaria se podía multiplicar aplicando métodos lamarckianos. El resultado
para la ciencia soviética fue devastador y el académico Vavilov, el genetista soviético de
mayor prestigio (darwinista) fue a parar a un gulag, donde murió, por estar en desacuerdo
con Lysenko.
En el campo de las ciencias jurídicas la relación entre la investigación y los
regímenes totalitarios es más que perturbadora. Al derecho se le niega su condición de
ciencia y se le atribuye una cualidad de subproducto cultural, pensamiento derivado,
superestructura, que junto con la religión, deriva de la estructura única, la estructura
económica. A esa situación hay que agregarle la interpretación judicial del ordenamiento
jurídico, interpretación que tiene como norte en los regímenes despóticos el cumplimiento
de los fines totalitarios. Para los jueces del sistema totalitario, los recursos de la dialéctica,
de la racionalidad y del pensamiento lógico deben ser puestos de lado en favor del triunfo
de la ideología oficial. Venezuela se encamina hacia allá con pasos acelerados de la mano
del socialismo del siglo XXI, ambigua denominación de la vieja ideología comunista
fracasada en el siglo XX. Quienes hacen vida en los institutos de investigación del país
tienen la obligación de reaccionar para defender la condición de ciencia de la disciplina que
cultivan y para preservar el principio enunciado desde el siglo XII por Pedro Abelardo: “La
investigación se emprende con el estímulo de la duda, y por medio de la investigación se
llega al conocimiento de la verdad”. Tal como ha sido observado, esta fórmula general
esclarece el carácter problemático del pensamiento y constituye la premisa de toda
indagación crítica. Es una duda metódica, es un control crítico permanente,
assiduaseufrequensinterrogatio.
Desde el punto de vista de los valores, los cristianos disponemos, entre otras
fuentes, de los excelsos catálogos comprendidos en la Encíclica Pacem in Terris, es decir,
sobre la paz entre todos los pueblos, que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y
la libertad. La parte primera sobre la convivencia humana y la parte segunda sobre las
relaciones entre los poderes públicos y los ciudadanos constituyen criterios de la Encíclica
Pacem in Terris de los cuales no pueden apartarse las constituciones, las leyes o las
decisiones judiciales. Los derechos humanos, los derechos económicos, los derechos de
reunión y asociación, el derecho a intervenir en la vida pública, el derecho a la seguridad
jurídica, el sometimiento de la autoridad al orden moral, la congruencia de la ley con la
recta razón, sin la cual se está frente a una ley injusta según Santo Tomás, la necesidad de
que el régimen político sea una auténtica democracia, son valores que atribuyen legitimidad
al orden jurídico, al sistema político y a las decisiones judiciales. Sin tal sustento, el sistema
carece de legitimidad cristiana y de cualquier otra legitimidad. Los investigadores no
pueden dejar de tener en cuenta tales criterios a la hora de valorar la idoneidad de las
situaciones sometidas a su examen. Además, los valores contenidos en la Encíclica Pacem
in Terris vienen de muy lejos, arrastran toda la densidad del pensamiento cristiano
acumulado y perfeccionado a lo largo de siglos y representan la cristalización y el
refinamiento de la mejor experiencia del hombre.
El extraordinario libro de Ingo Müller, en la traducción que de él ha hecho nuestro
culto compatriota Carlos Armando Figueredo, aparece en un momento oportuno, en un
momento de inflexión en nuestra historia, en un momento en que se va a decidir entre la
libertad y la dictadura, entre la democracia y el totalitarismo, entre la civilización y la
barbarie. Nunca en el mundo ningún régimen totalitario de signo comunista se ha instalado
en el poder por la vía democrática de las elecciones libres y transparentes. El actual proceso
electoral venezolano ha sido calificado de fraudulento: un fraude que se puso en ejecución
con el inicio anticipado de la campaña electoral; un fraude que se ha materializado en el uso
abusivo de los recursos públicos; un fraude que se manifiesta en el uso de la violencia
contra grupos de electores; un fraude que se hace presente en la desigualdad entre los
contendores; un fraude que se basa en tratamiento informático de información susceptible
de manipulación; un fraude que se configura con la inexistencia de un árbitro
independiente; un fraude que puede culminar el día de la elección con la manipulación
informática de los resultados; un fraude que permite dictar una resolución ministerial que
prohíbe las reuniones el día de la elección, de modo inconstitucional; un fraude que
mantiene a los disidentes amenazados si intentan una protesta. Este fraude continuado,
similar al delito continuado, por su propia naturaleza genera el peligro del desconocimiento
por parte de quien resulte afectado por la derrota, porque, aunque el triunfador saque una
mayoría significativa u obtenga una avalancha de votos, su reelección estaría viciada de
nulidad absoluta, porque el abuso de derecho y la violencia durante la campaña no pueden
ser sanados por el acto de elección, por más rotunda que sea la mayoría que lo reelija. El
valor jurídico sustantivo del proceso electoral estaría ausente, porque el acto de voluntad
personal, parte del proceso de manifestación de voluntad colectiva, estaría afectado por
vicios insubsanables.
El libro de Ingo Müller traducido por Carlos Armando Figueredo, nos enseña que el
sistema judicial de los regímenes totalitarios es un instrumento en manos de quienes ejercen
el poder, de modo que los jueces estarán listos para aplicar el derecho revolucionario.
Contra el peligro de que esa situación se instale definitivamente en Venezuela nos debemos
manifestar, mientras haya tiempo para hacerlo y quede lugar donde hacerlo.