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INTRODUCCIÓN

CONDICIONES DE PRODUCCIÓN.

Este trabajo arrastra un exceso. Pasaron más de diez años desde que terminé de cursar mi
última materia de la carrera. Siempre me preguntó por qué pasó tanto tiempo. Cuando terminé
comunicación me invadió una duda radical, que arriesgo ya tradicional entre la mayoría de los
estudiantes en mi situación: y ahora, ¿qué hago? Decidí tomarme un descanso académico que
rápidamente se transformó casi en un abandono de todo lo que tuviera que ver con la carrera y,
por ende, de la realización de la tesina.
Ya casi sin paciencia para escuchar argumentaciones en favor de la necesidad de hacerla, me
convencí para abandonar la etapa de lectura intensiva de un sin fin de bibliografía y comenzar
con la producción de la escritura. Aquí es donde comenzó para mí la etapa más complicada en
todo este proceso de formación de grado: ¿qué tema elijo? ¿Por dónde empiezo? ¿Es coherente
lo que escribo o es más bien un conjunto de párrafos sin sentido?
Y quizá el detonante haya sido un texto clásico, al que volví casualmente luego de asistir a una
consejería de tesina: La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica, de Walter
Benjamin (1936). Seguramente haya repasado fragmentos de este libro varias veces, de hecho
es uno de los textos clave de la cursada. Pero la lectura de un párrafo del prólogo de Alicia Entel
me reencontró con los temas que deseaba abordar en un trabajo de esta envergadura:

La obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica parte de la siguiente idea: la


capacidad de representar es inherente al ser humano, pero en el devenir de tales prácticas
es posible reconocer transformaciones que, por cierto, afectan a los sujetos y sus visiones
de mundo (Entel, 2011, p.12).

Desde los comienzos de la historia de la humanidad, la imagen ha sido constructora de sentido


social. La comunicación de los hombres a través de las imágenes desde las pinturas rupestres,
pasando por el mito de la caverna de Platón, el retrato, el daguerrotipo y los desarrollos del cine,
la televisión y hasta la realidad virtual han permitido dar cuenta de las distintas realidades de
nuestras sociedades. La caída del Muro de Berlín hacia finales del siglo XX, que simboliza el
triunfo del polo norteamericano por sobre la Unión Soviética comunista, marca la entrada en una
etapa radicalmente distinta de la vida política, económica y social de la humanidad. La
comunicación no quedó excluida de estos grandes cambios. La escritura, cuya primacía databa
de la invención de la imprenta, perdió rápidamente terreno frente a lo audiovisual, a lo multimedia
y a lo digital. El discurso mediático y la atención del público fue abandonando la res pública para
adentrarse en lo que hasta ese momento permanecía oculto dentro del hogar burgués: lo privado
(Habermas, 1981). La televisión se multiplica en los hogares y pasa del living donde se mira en
familia, a las habitaciones individuales de cada integrante. Al mismo tiempo, se amplía en
tamaños de pantalla y se hace portable e individual con el celular Los cambios sociales y
culturales transforman los discursos y las prácticas. ¿De qué manera esta nueva era de la
comunicación nos está hablando de transformaciones en las subjetividades de las personas? El
análisis de los géneros que parecen predominar en los medios de comunicación de hoy nos
permite dar cuenta de imaginarios sociales, que poco tienen que ver con los que circulaban en
la época de nuestros abuelos.
¿Qué pasa con los programas de mayor audiencia de la TV? ¿Su análisis nos podría echar algo
de luz sobre los cambios en los imaginarios sociales de nuestras sociedades? Siempre me
interesó la pregunta por los discursos que circulan alrededor de lo que nosotros consumimos
masivamente en los medios de comunicación. Es bastante fácil, para un estudiante de
comunicación, caer en la crítica de los contenidos y culpar a los guionistas, productores y
directores por la decadencia de lo que el cine o la TV comercial tiene para ofrecernos. Sin
embargo, mientras nosotros seguimos buscando el “aura perdida” de nuestra cultura, lo que
también perdemos como analistas es la posibilidad de dar cuenta mecanismos y operaciones
que a diario están frente a un gran público y que nos atraen.
Hace más de 14 años que entré a trabajar en ShowMatch. Al año de comenzar allí, el programa
cambió radicalmente su formato para transformarse en un reality, que se llamó Bailando por un
sueño. Este programa se convirtió rápidamente en un suceso televisivo en nuestro país. Algunos
años después, el show ya se había transformado en un clásico. Se convirtió en el programa de
entretenimientos más visto de la televisión (TV) y con muchísimas vertientes para analizar e
investigar desde las ciencias de la comunicación. Siempre pensé que cuando me tocase escribir
mi tesina, tendría que ser acerca del Bailando por un sueño.
Desde el mismo inicio de la carrera que me intrigaba lo que sucedía con los significados que
circulaban a través de los programas masivos de TV. Muchas preguntas atravesaron gran parte
de los trabajos prácticos individuales y grupales de mi cursada. Trabajando dentro de la
estructura del programa, uno puede construir miles de hipótesis y conjeturas, y hasta sacar
algunas conclusiones. Aunque muchas veces la inmediatez de la cercanía se convierta en una
desventaja a la hora de la reflexión.
Si bien hasta aquí parece un trabajo ensayístico, todo el relato anterior obedece a dar cuenta
explícitamente de mis condiciones de producción a la hora de desarrollar este trabajo. Mi
intención es producir una humilde investigación para intentar responder algunas de esas
preguntas que me rondaban por la cabeza.
¿Por qué tantas personas ven ShowMatch? ¿Qué pasa con las subjetividades de esos
televidentes? ¿Qué es lo que los atrae o los horroriza de este tipo de productos televisivos? ¿Qué
significados circulan y qué sentidos permiten construir? ¿Qué operaciones discursivas permiten
construir los personajes que triunfan en el Bailando por un sueño? Me cuestionaba si realmente
existía una fórmula que pudiera asegurar un éxito de audiencia o, si en verdad, el programa de
Tinelli tenía algo más que lo hacía estar entre los programas más vistos a lo largo de los años.

Para poder abordar las pregunta y responder a ellas, esta tesina cuenta con 7 capítulos que a
continuación se presentan.
En el primer capítulo, se realiza un breve recorrido por la historia de los medios de comunicación,
poniendo el foco en la fotografía, el cine y la TV. El objetivo de ello es contextualizar el reality
show y cómo es su relación con “lo real”.
El segundo capítulo aborda algunos conceptos, características, definiciones e historia del reality
show y sus posibilidades de hibridación. Además describimos las particularidades de la
telenovela en América Latina en tanto género.
El tercer capítulo aborda el estado del arte de esta tesina. Específicamente, se realizó una
búsqueda bibliográfica de investigaciones sobre el reality show y la telenovela.
El cuarto capítulo presenta la pregunta de investigación, el objetivo general y los objetivos
específicos, además de la hipótesis de esta tesina.
El quinto capítulo desarrolla la metodología de investigación utilizada y describe el corpus
construido para el análisis.
El sexto capítulo desarrolla el marco teórico, a partir del cual se realiza el análisis del corpus.
El séptimo capítulo presenta los resultados de esta tesina.
Finalmente, el octavo capítulo desarrolla las principales conclusiones de este trabajo y se
reflexiona acerca de las limitaciones y necesidad de futuras investigaciones, que permitan
ampliar los hallazgos de este trabajo.
CAPÍTULO 1.
NUEVAS FORMAS DE VER

El acto de telever está cambiando la naturaleza del hombre. Esto es el porro


unum, lo esencial, que hasta hoy día ha pasado inadvertido a nuestra atención. Y,
sin embargo, es bastante evidente que el mundo en el que vivimos se apoya sobre
los frágiles hombros del «vídeo-niño»: un novísimo ejemplar de ser humano
educado en el tele-ver —delante de un televisor— incluso antes de saber leer y
escribir.
(Sartori, 1999).

El presente capítulo tiene el propósito de dar cuenta de la relación de los medios de


comunicación basados en las imágenes y las transformaciones sociales y culturales. Se
explica brevemente los distintos realismos que están asociados a cada medio y se trata
de mostrar el vínculo entre el hiperrealismo y la expansión del reality show como género
de la TV actual.

1.1 La modernidad líquida: cambios sociales y culturales


Patricia es una compañera de trabajo, que se juntó con el chico del barrio del que estuvo
enamorada toda su vida. Juntos tuvieron una hermosa hija –Kiara- pero, a los tres meses de su
nacimiento, se separaron. Hoy Kiara tiene tres años y Patricia volvió a formar una nueva pareja
con Darío. La pareja vive en una casa de zona Oeste, junto a Kiara y las tres hijas de Darío. El
año pasado, Kiara empezó el jardín de infantes en el turno tarde. Por la mañana, los padres de
Patricia cuidan de la nena porque ella tiene que trabajar. Por la tarde, la llevan a la casa de su
padre, que se casó con una mujer que tiene dos hijos de su primer matrimonio.
Atreverse siquiera a imaginar que este tipo de relaciones hubiese podido denominarse “familia”
hace tan sólo medio siglo, habría sido una locura. La constitución familiar moderna fue
excluyendo del hogar a los abuelos y tíos. Aunque siempre mantuvo el núcleo intacto: papá,
mamá e hijos. Sin embargo, en la actualidad la historia antes relatada podría ser una perfecta
descripción del modo de vida y el funcionamiento de lo que hoy todavía llamamos “hogar”.

¿Qué es una familia en la actualidad? ¿Qué significa? Por supuesto, hay niños, mis niños,
nuestros niños. Pero hasta la progenitura, el núcleo de la vida familiar, ha empezado a
desintegrarse con el divorcio (…) Abuelas y abuelos son incluidos y excluidos sin recursos
para participar en las decisiones de sus hijos e hijas. Desde el punto de vista de los nietos,
el significado de los abuelos debe determinarse por medio de decisiones y elecciones
individuales (Bauman, 2002, p.12).

El avance de la ciencia y la técnica y el advenimiento de las sociedades de la información


terminaron de derribar los pilares de doscientos años de modernidad occidental; a los hombres
y mujeres, sus culturas y sus costumbres. La modernidad ha continuado con la disolución de los
sólidos (Bauman, 2002), transformando dos siglos de significados y mecanismos de poder que
ella misma había logrado instalar. Como menciona Zygmunt Bauman (2002), en esta nueva
etapa de modernidad fluida, categorías como la familia, la clase y el vecindario agonizan y
permanecen como zombies entre nosotros; están muertas y todavía vivas.

Lo que se está produciendo hoy es, por así decirlo, una redistribución y reasignación de
los poderes de disolución de la modernidad (…) La situación actual emergió de la
disolución radical de aquellas amarras acusadas –justa o injustamente- de limitar la
libertad individual de elegir y de actuar (Bauman, 2002, p.11).

Las mentalidades, los pensamientos, los sentimientos, las visiones del mundo de los personas
han ido cambiando. Los grandes relatos que hace algo más de cinco décadas parecían verdades
indiscutibles, actualmente no permiten contarnos el mundo en el que vivimos. La vida de los
hombres y las mujeres de hoy no es la misma que la vida de sus padres, y ni que hablar la de
los abuelos. Estado, iglesia, matrimonio, ejército, escuela son instituciones que han entrado en
crisis y esa crisis ha comenzado a socavar las cotidianidades, las parejas, los trabajos, la
planificación familiar, las identificaciones, las formas de pensar y ver el mundo alrededor nuestro.
En lo que respecta a la comunicación, estos cambios culturales han generado modificaciones en
el ocio y el entretenimiento.

En las últimas décadas, la sociedad occidental ha atravesado un turbulento proceso de


transformaciones que alcanza todos los ámbitos y llega a insinuar una verdadera ruptura
hacia un nuevo horizonte. No se trata apenas de Internet y sus mundos virtuales de
interacción multimedia. Son innumerables los indicios de que estamos viviendo una época
limítrofe, un corte en la historia, un pasaje de cierto régimen de poder a otro proyecto
político, sociocultural y económico. (Sibila, 2009, p.18).

Como sostienen muchos autores, estamos viviendo un período de transición de un mundo hacia
otro. Las juventudes que reclamaban más libertad en el Mayo Francés encontraron, después de
casi cincuenta años, una libertad privatizada, en la que el individuo debe hacerse cargo de su
propio destino.

Por así decirlo, todo recae ahora sobre el individuo. Sólo a él le corresponde descubrir qué
es capaz de hacer, ampliar esa capacidad al máximo y elegir los fines a los cuales aplicar
esa capacidad –o sea, aquellos que le produzcan la mayor satisfacción-. Al individuo le
corresponde “domesticar lo inesperado para convertirlo en entretenimiento”. (Bauman,
2002, p.68).

Si los significados de lo que entendemos por “familia” y “hogar” han cambiado rotundamente, no
hay dudas que esos cambios tienen su correlato en la relación de las personas y los medios de
comunicación. Esto no sólo se observa en los contenidos -los significados que circulan, aquello
que puede ser dicho y aquello que queda afuera de lo decible-, sino también en las formas en
que nos relacionamos con los medios y las tecnologías. ¿Cuáles son estos cambios y cómo
repercuten en las vidas y las identidades de hombres y mujeres que consumen horas y horas de
productos televisivos todos los días?
La TV, que es el medio que más ha impregnado en el seno de las familias y los hogares en el
Siglo XX, también ha sufrido grandes cambios en sus contenidos, géneros y en las formas en
que transmite sus mensajes y, en el modo en que el televidente, los mira y resignifica. La
sociedad digital, y más específicamente la digitalización de los medios de comunicación, está
modificando todo el proceso de producción, distribución y consumo. Como señala un arqueólogo
español, Genis Roca, la aparición de una nueva tecnología disruptiva implica inevitablemente un
cambio en los procesos productivos y de transmisión del conocimiento. “El hecho digital ha
venido aquí para transformar muchas cosas, ha alterado el sistema productivo y el sistema de
transmisión del conocimiento. Es la primera vez que una tecnología altera estos dos sistemas al
mismo tiempo” (Genis 3:50, 2012). https://www.youtube.com/watch?v=kMXZbDT5vm0

“Sería necio negar que la democratización de los medios posibilitada por todos estos dispositivos es una
novedad histórica de dimensiones aún inconmensurables, que puede llegar a cambiar la cara del mundo,
y que probablemente ya lo esté haciendo.” (SIBILIA, pág. 307, 2008).

El acto social de sacar fotos, grabar un video y ver TV hoy es radicalmente distinto de como
solía ser hace tan solo 20 o 30 años. La tecnología digital permite que cualquier actor pueda
relacionarse con las imágenes como no solo como consumidor, sino también como productor y
generador de contenidos, sin necesidad de ser legitimado como un profesional. Además de
tener al alcance de la mano, la posibilidad de publicar casi cualquier imagen producida o
reproducida, sin necesidad de ser propietario de los medios. “Internet no es nada más que el
espacio, que ha permitido por costo, que cualquiera pueda generar y cualquiera pueda
publicar.” (GENIS, 10:15, 2012). Indudablemente, la forma de gestionar y relacionarnos con las
imágenes está cambiando. Y nosotros estamos dentro de este proceso.

1.2 Modernidad, imágenes y géneros: breve recorrido hacia el hiperrealismo televisivo

En primer lugar, recorreremos brevemente la historia de la fotografía, el cine y la televisión y su


relación con las imágenes y los distintos realismos que estos expresaban. En la transición de la
modernidad hacia una época en la que la inmediatez manda, ¿es el vivo y directo el camino hacia
la nueva verdad televisada?

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