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LAS DEMANDAS DEL EVANGELIO

LAS DEMANDAS DEL EVANGELIO


Daniel A. Ruiz Palomo / General

Juan: Sermones expositivos / Evangelio; Cristo / Juan 12.17–26

Nuestro Señor Jesús merece toda gloria. Por su obra y obediecia ha sido exaltado por el Padre
sobre toda persona y sobre todo dominio, de tal manera que debemos darle gloria. El
evangelio de Jesús demanda la gloria para aquél que venció la muerte. La manera en que
damos gloria a Cristo es apartando nuestras vidas de este mundo y dedicándolas a seguirle y
servirle

La frustración de los fariseos y la búsqueda


de los griegos (vv. 17-20)
Brevemente, veamos el escenario del texto. El texto aun nos remite al día de la
entrada triunfal.
En medio de esta celebración la gente habla de Jesús y el milagro que obró en
Lázaro al resucitarle. De hecho, mucha de la gente que se había reunido a verle se
encontraba allí por el testimonio de esta señal.
El testimonio de la gente y la algarabía de la entrada triunfal tuvo un impacto
doble. Los fariseos encontraron frustración. Ellos se habían propuesto ya matar a
Jesús (Juan 11:53) y su frustración se acrecenta cuando ven que las multitudes
vienen a Jesús y le adoran. Por lo cual se reprochaban unos a otros diciendo: Ya
veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él (Juan 12.19)
El corazón de estos fariseos envidiaba que las multitudes siguieran a Jesús. Esa es
la alabanza que ellos buscaban y anhelaban. Que cosa tan horrible es el deseo de
reconocimiento, que hace que tengamos celos y envidia de lo que otros pueden
conseguir.
Pero este mismo testimonio y algarabía despertó la curiosidad de unos griegos.
Estos griegos muy probablemente eran prosélitos judíos, es decir, gentiles que se
habían convencido de la religión judía y se habían adherido a ella. Estos, al

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escuchar de la última señal de Cristo y al ver cómo fue recibido en Jerusalén,
tuvieron ganas de conocer personalmente a Aquel de quien el pueblo tanto
hablaba.
Vemos por encima que donde quiera que Cristo es testificado hay personas
deseosas de conocerle. Anunciemos y celebremos el evangelio de Jesucristo que
habrán hombres y mujeres deseosos de conocerle.

La hora ha llegado (vv. 21-25)


Los griegos no se quedan en el deseo de conocer a Jesús sino que emprenden la
búsqueda para cumplir este deseo. Ellos llegan a Felipe, el discípulo de Jesús. Es
probable que ellos se acercaran a Felipe, pues de los 12 discípulos solamente el y
Andrés tenían nombres en griego, lo cual hace muy probable que ellos dos fueran
los que más estaban familiarizados con el idioma.
Por medio de este discípulo ellos solicitan una entrevista con Jesús. Lo cuál pone
en predicamentos a Felipe, quién dudoso de conceder o no esta entrevista pide
auxilio a Andrés. Juntos deciden que es mejor preguntarle a Jesús.
La respuesta de Jesús es asombrosa. Esta solicitud de los griegos lo lleva a
declarar que el tiempo de su glorificación ha llegado. Muchas veces hemos visto a
Jesús declarando que aun su hora no había llegado (Juan 2:4; 7:6), pero ahora el
Mesías declara que la hora ha llegado.
¿Qué hora? La hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. ¿Qué implica esta
frase? Tenemos que ir al libro de Daniel para entenderlo.
“Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno
como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse
delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos,
naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y
su reino uno que no será destruido.” (Daniel 7.13–14, RVR60)
En la visión de Daniel, la glorificación del Hijo de hombre consiste en que un ser
humano recibe de Dios -el Anciano de días- dominio, gloria, reino, por lo cual
todos los pueblos, naciones y lenguas le servirían eternamente. Es un hombre
que es entronizado por Dios sobre toda la creación y a quien es dado dominio
eterno y un reino inconmovible
Entonces, cuando Jesús exclama que ha llegado la hora de la glorificación del Hijo

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del hombre está exclamando que ha llegado la hora del cumplimiento de la
profecía de Daniel. Es hora de que Jesús, el Mesías, reciba de Dios el Padre
dominio eterno sobre la naciones y que toda lengua le confiese como Señor. Ha
llegado la hora de que Jesús se siente en el trono y sea glorificado como el Señor.
Seguramente los discípulos se llenaron de gozo al escuchar esto. Por fin verían a
Jesús sentarse en el trono, que bendición. Seguramente a gran voz respondieron
“¡Amén!”. Pero antes de que ellos empiecen a sacar conclusiones apresuradas
acerca de como Jesús conseguiría sentarse en el trono, el Maestro mismo explica
por una breve parábola cómo es que lo haría.
La parábola consiste en el proceso de fructificación del trigo. Un grano de trigo
no puede dar fruto si primero no cae en tierra y muere ¡Así es! para que podamos
ver espigas llenas de fruto de trigo primero tiene que haber una semilla que sea
sepultada en la tierra.
“Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando
haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y
la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de
su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a
muchos, y llevará las iniquidades de ellos.” (Isaías 53.10–11, RVR60)
Es por la muerte vicaria en la cruz que Cristo es dado como semilla de trigo que
muere para dar fruto. El fruto de su muerte es la justificación de los muchos que
en el confían.
Claro que Jesús es digno de gloria: dejando su trono de gloria vino al mundo a
vivir sometido a debilidad y dolores, y estando en la condición de hombre se
entregó por los pecadores, padeciendo la humillante muerte de cruz, pero
resucitando al tercer día victorioso y glorioso habiendo vencido la muerte, y
después de 40 días ascender a los cielos para sentarse a la diestra del Padre
donde esta hoy rigiendo y gobernando todo ¡que glorioso es nuestro Señor y
Salvador Jesucristo, todos los reyes de la tierra se glorifican matando, el
nuestro es el único que murió y muriendo venció la muerte! ¡Gloria a nuestro
Dios!

Sigamos a Jesús (vv. 26-27)


Como conclusión. Jesús cierra esta sección enseñándonos que

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1. Debemos seguir su ejemplo. Si Él, el Rey de gloria, despreció su vida ¿por qué
nosotros habríamos de amarla tanto? Debemos seguir el ejemplo de nuestro
Maestro. Aferrarnos a nosotros mismos será sinónimo de perdernos
eternamente. Solo los que estén dispuestos a negarse a sí mismo y tomar su
cruz, perdiendo así su vida realmente la guardarán para vida eterna.
2. Debemos seguir sus pasos. El resultado natural de despreciar nuestras vidas,
buscando la vida eterna nos llevará a servir a Cristo, y servir a Cristo implica
seguirle. Que unidad hay entre seguir a Jesús y servirle. No debemos seguirle
como los que buscan sacar provecho de él, sino como quienes quieren servirle.
Pero hermosa paradoja del evangelio, quienes deciden seguir a Jesús para
servirle reciben el mayor galardón: ellos estarán siempre con Cristo y el Padre
los honrará. ¿Qué más podemos pedir al salir a los largo de esta vida si no
estar siempre con Cristo y ser agradables al Padre?
Que nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en esta hora y por le eternidad en
nuestras vidas, en que estemos prestos y listos para seguir su ejemplo y sus
pasos.

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