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¿Que hay detrás de la renuncia de Ratzinger?

Antar Hernández Bárcenas (Estudiante de Antropología Social).


Edgar Otaiza Vásquez (Químico y Analista Social)

Por: Antar Hernández Bárcenas.

El anuncio de Benedicto XVI de renunciar al Papado este 28 de febrero ha sido toda una
sorpresa para propios y extraños. En su comunicado, el Sumo Pontífice ha señalado que
esta decisión la ha tomado, sobre todo, pensando en su salud, la misma que no le permite
desarrollar de manera apropiada su cargo.

Mucho se ha hablado de la renuncia del Papa. 600 años han transcurrido sin que la
sucesión de este cargo se haga después de la defunción del anterior pontífice.

Diferentes versiones de la razón por la cual renunció han circulado por diferentes medios
de comunicación y seguramente la opinión pública jamás se enterará de la verdad detrás
de este hecho histórico. El diario italiano La Repubblica vuelve a dar noticia y hasta cierto
punto confirma diferentes versiones de lo que hay detrás de la renuncia del Papa.

Benedicto XVI ha tomado la decisión de renunciar después de recibir un informe que el


mismo encargó a los cardenales, Julian Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi. Este
informe revela escándalos de corrupción, sexo y tráfico de influencias, además de
chantajes internos justificados en preferencias sexuales y ambiciones personales.

CASOS DE PEDOFILIA

Hay muy poco qué decir a esto que no se haya dicho ya, si bien los casos de abusos
sexuales contra menores de edad por parte de algunos sacerdotes, ya eran conocidos
desde el tiempo de Juan Pablo II, fue con Benedicto XVI, cuando el tema se trató
abiertamente. Benedicto XVI asumió la responsabilidad de la Iglesia en este tema y pidió
perdón a las víctimas en tanto que la Iglesia dejó de proteger a los sacerdotes procesados
o acusados por este tipo de delitos. Para muchos no fue suficiente, para otros, fueron los
primeros pasos para buscar justicia. Lo cierto es que muchas personas cercanas al Papa
sostienen que estos casos lo dañaron mucho, incluso, afectándolo aún más en su salud.

VATILEAKS

En febrero del 2012 se destapó el escándalo de los “Vatileaks” que no eran más que
documentos filtrados de manera ilegal por parte de miembros y trabajadores del propio
Vaticano a la prensa. Muchos de estos documentos tenían el título de confidenciales, y
sólo eran leídos por el Papa Benedicto XVI. Luego de algunas investigaciones se llegó a la
conclusión de que la persona que entregó estos documentos a los medios de prensa fue el
mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, el mismo que fue condenado a un año y medio de
prisión por el cargo de robo de documentos, pero luego sería indultado por el propio
Benedicto XVI poco antes de la Navidad.

Para muchos, todo el proceso, tanto de la filtración de documentos como de las


conclusiones de las investigaciones, dejaron muchas dudas y preguntas al aire. Para
muchos, el hecho de que solo una persona haya maquinado toda esta traición a la
confianza de Benedicto XVI es aún muy difícil de creer. Muchos investigadores y
periodistas coincidían en que los “cuervos” dentro del Vaticano eran más de uno, y que
estarían involucrados en esta especie de “autogolpe” de Estado miembros mucho más
importantes de la Curia vaticana.

Asimismo, se comenzó a hablar sobre una división dentro de la Iglesia Católica, entre los
que estaban con Benedicto XVI y sus reformas, sobre todo con el Instituto para las Obras
de Religión (IOR) también llamado Banco Vaticano, y los que estaban en contra de estas
medidas, entre ellos, según especulaciones de la prensa, el propio Secretario de Estado
Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone.

EL BANCO VATICANO

Justamente, uno de los mayores escándalos ocurrió en mayo de este año cuando el
Vaticano decidió destituir al presidente del Banco Vaticano, Ettore Gotti Tedeschi, hombre
que había ingresado a esta institución para llevar a cabo el pedido de Benedicto XVI de
transparentar el IOR, sobre todo en las acusaciones por parte del gobierno de Italia, en el
tema del lavado de dinero.

Para muchos, los responsables de esta salida eran aquellos que tenían cosas poco santas
que ocultar y quería a cualquier costo, que las cuentas secretas del Banco Vaticano no
saliesen a la luz. Algunos mencionaron incluso la figura del Secretario de Estado Vaticano,
el cardenal Tarcisio Bertone, como uno de los principales promotores de la salida del
funcionario.

Lo cierto es que, días después de su salida, el propio Ettore Gotti, señaló a diversos medios
de prensa que temía por su vida, que pensaba que podría ser asesinado, ya sea por
funcionarios del propio vaticano o por aquellas personas que querían que la corrupción
dentro de la entidad financiera, no se diera a conocer públicamente

Definitivamente El Vaticano tiene varias facciones que quieren el poder. Una de ellas es de
sacerdotes homosexuales y la otra de sacerdotes pederastas que entran a la Iglesia para
tener estas prácticas. La preferencia sexual de una persona es algo sumamente respetable,
sin embargo la Iglesia Católica no se puede dar el lujo de revelar sacerdotes con esta
preferencia, se perdería toda credibilidad. Se dice que Benedicto XVI quiso atacar los
problemas, pero la fuerza no le alcanzan para poner orden en la Santa Sede.
Con información de NYT y TIME
También en Internet:
The Great Catholic Cover-Up, de Christopher Hitchens en Slate
La increíble vida de Marcial Maciel, de Juan G. Bedoya en El País
Diálogo entre la razón y la fe, debate entre el teórico social Jürgen Habermas y Joseph
Ratzinger

shaman_x3000@hotmail.com

Detrás de la renuncia de Benedicto


XVI

Foto: Google

Por: Edgar Otaiza Vásquez

Es quizá lo más resaltante y valiente que ha hecho durante su pontificado, un paso histórico.
Tal vez sea su mayor legado, que podría marcar nuevas tendencias insospechadas en la
Iglesia Católica.
Sucedió en el Consistorio en el cual se canonizaba a los 800 mártires de Otranto,
Italia y a dos fundadoras de congregaciones religiosas. Sin embargo, esa reunión
entrará en la historia pues allí anunció el papa Benedicto XVI, que dimitía como
Obispo de Roma a la sucesión de Pedro. Expresó, que después de haber
reflexionado numerosas veces ante Dios, “…es necesario también el vigor tanto
del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en
mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el
ministerio que me fue encomendado” (para gobernar la barca de San Pedro). Así
concluyó el pontificado, que según su propia voluntad, nunca debió haber
comenzado.
El mundo se sorprendió, creyentes y no creyentes. Consternación, tristeza y
lágrimas. ¿No mueren, acaso, los papas en su ejercicio pontifical? Pero, ¿es la
persona o es el cargo? ¿No deben estar ambos fusionados en un solo ente? La
decisión de Benedicto XVI fue la simple comprobación de que el tempo y los
debates de la Iglesia del presente lo habían superado.
Nacido en una familia católica conservadora de Baviera, Alemania, también su
formación escolar estuvo profundamente marcada por la religión; fue alumno
modelo. Siendo aún seminarista, fue obligado a formar parte de la Juventud
Hitleriana y de allí fue trasladado al ejército como asistente en la defensa
antiaérea durante la guerra. La breve presencia allí aparentemente no lo
influenció.

El teólogo brillante.
Ordenado sacerdote en 1951, emergió como una estrella en el estudio de la
teología y la filosofía. Habilitado como profesor a los 30 años, enseñó en
prestigiosas universidades alemanas como Bonn, Münster y Tubinga. Pero fue en
el Concilio Vaticano II (1962-1965) cuando brilló, al ser nombrado Perito, es
decir, teólogo oficial del Concilio. Pocas reuniones como ese Concilio pudieron
haber modificado tan profundamente a la Iglesia Católica en siglos recientes: la
Iglesia se abrió al mundo postmoderno y Ratzinger estuvo entre los teólogos que
promovieron tal paso, aun cuando numerosos Cardenales rechazaban esa
apertura.
Esta liberalidad limitada del teólogo Ratzinger se transformó radicalmente cuando,
después de regresar a su ejercicio docente, tuvo que enfrentar las masivas
protestas estudiantiles de 1968, el año del mayo francés, en la liberal Tubinga.
Los estudiantes querían palpar interpretaciones políticas de la Iglesia y
consideraban a la cruz de Cristo como un artefacto sadomasoquístico. Luego
describiría que ese irrespeto provocó un profundo impacto sobre él y la iglesia. El
indignado profesor buscó, entonces, refugio en la contemplativa universidad de
Ratisbona. Esto fue demostración del desconocimiento político en el abordaje de
situaciones críticas.
En los años siguientes, el hasta cierto punto teólogo progresista dio paso al
clérigo cada vez más conservador. Ello fue evidente cuando, siendo arzobispo de
Munich y Freising, fue trasladado a Roma por el papa Juan Pablo II, como
Cardenal, para conducir la Congregación de la Fe, la antigua y temida Inquisición,
como su Prefecto. Allí permaneció más de dos décadas.
El dúo Juan Pablo II – Ratzinger llegó a ser la punta de lanza de un movimiento
de retroceso en la Iglesia. El Concilio fue expuesto e interpretado por ellos tan
conservador como fuera posible. Quien buscaba una carrera como teólogo, obispo
o cardenal no podía presentarse como seguidor del Concilio, sino preferentemente
como mariano y fiel a Roma. La teología de la liberación, acusada de estar
manchada de marxismo, fue implacablemente combatida por Ratzinger. Los
obispos católicos pertenecientes al Consejo Estatal para el Embarazo en Alemania
debieron renunciar. Ambas situaciones fueron señales inequívocas para toda la
Iglesia y así fueron comprendidas. Obviamente, en Roma soplaban otros vientos.
Juan Pablo II y su Cardenal Ratzinger ocuparon, durante el largo pontificado del
primero, el Colegio de Cardenales con religiosos conservadores. La elección
de Ratzinger a la silla de Pedro no se esperaba necesariamente, ya que,
generalmente, las personas del combate frontal dentro de una dirección política
definida en la Iglesia no son elegibles. Pero el discurso de Ratzinger, hábil y
programáticamente claro, sobre la Dictadura del Relativismo poco antes del
Cónclave que lo elegiría Papa, así como su incuestionable lealtad hacia los
Cardenales, contribuyeron sin duda a dirigirlo hacia el papado.
Se le consideraba el personaje más poderoso detrás de Juan Pablo II, pero en
realidad era un hombre de la segunda fila, líder de una fracción en las luchas por
el poder en la Curia Romana, pero no en la altura absoluta donde chocan y se
reconcilian todos los intereses. En ese mundo del combate, de la intriga, de los
intereses encontrados Ratzinger, ciertamente, pudo penetrar. Lamentablemente,
no era ese su mundo. Se dice de él, que fue Ratzinger por dentro y Benedicto XVI
por fuera, una dicotomía que fue contraproducente para la Iglesia.
El destino del Cardenal Ratzinger se decidiría poco antes de cumplir 75 años, en
2002, cuando le solicitó a Juan Pablo II relevarlo de sus funciones en la
Congregación de la Fe, debido a su edad. Quería recogerse para pasar sus últimos
días como pensionado y poder meditar, rezar, escribir algunos libros. Pero el Papa
Wojtyla rechazó la petición. Lo necesitaba todavía como el brillante teólogo que
era.
Para la mayoría de los miembros del Colegio Cardenalicio, Ratzinger era bastante
conservador, muchas veces brillante pensador, probadamente apegado a la
jerarquía. Y suficientemente viejo como para que después de Juan Pablo II, como
nuevo papa, no marcara muy duraderamente a la Iglesia. Así, su elevación al
papado era previsible.

Otras causas de la renuncia.


¿Fueron la edad avanzada y el cansancio la única causa de la dimisión del Sumo
Pontífice? Sería ingenuo creerlo, lo que evidentemente conduce a explorar la
necesaria existencia de otras y analizarlas.
Se sabía, que Benedicto XVI ya no controlaba la administración de la Iglesia. En el
asunto de los Vatileaks, las cartas y documentos secretos del Vaticano extraídos
subrepticiamente hablaban siempre de las intrigas y luchas por el poder entre los
Cardenales. Benedicto XVI no pudo detenerlos. Tampoco tuvo éxito en reformar al
Banco Vaticano IOR Istituto per le Opere di Religione (Banco para las Obras de
Religión), envuelto en obscuras transacciones de lavado de dinero, que
condujeron a la destitución de su presidente Ettore Gotti Tedeschi, por haber
fracasado en el cumplimiento de sus funciones primarias.
Según expresión de un viejo amigo de Ratzinger, Max Seckler, el Papa había
sufrido mucho por las tantas cosas que conlleva ese oficio. “Es difícil imaginar
cuántas intrigas existen en Roma”. Se preguntaba, cuánto tiempo más podría su
amigo soportar tal carga. El Papa es poderoso y el poder abre espacios para la
intriga, luchas y confrontaciones.
También sufrió Benedicto XVI otro tipo de desencantos, como el descubrimiento
de la traición de su mayordomo, Paolo Gabriele, quien extrajo documentos
secretos y privados del Papa (2012), fue condenado y luego perdonado por el
Papa. “¡Qué podemos hacer!”, se lamentó Su Santidad entre los más cercanos.
“Debemos confiar en los individuos”. Algunos de estos documentos llegaron a
manos del periodista italiano Gianluigi Nuzzi, quien los publicó en un libro (“Su
Santidad: Los papeles secretos de Benedicto XVI”, italiano y alemán), ahora
un best seller. Este asunto absorbió al Vaticano durante semanas. Se sospecha,
que ello pudo contribuir a la dimisión del Papa, tal es el peso de la evidencia en
los hechos, sus ramificaciones y el descubrimiento de las intrigas en el Vaticano.
Pero el teólogo Ratzinger no tuvo claridad en muchos problemas eclesiales. No
supo manejar el asunto de las cada vez más numerosas denuncias sobre los
escándalos de pederastia por maestros y ministros de instituciones de la Iglesia,
algunas de las cuales le fueron confiadas por las propias víctimas. Tampoco en la
creciente brecha entre los creyentes de hoy y aquéllos conducidos bajo su
ortodoxia en la inflexible Madre Iglesia. Oleadas de miembros se marcharon de la
Iglesia, particularmente en las diócesis ricas de Europa y los Estados Unidos, de lo
cual se beneficiaron sectas protestantes. En Alemania, su patria, Benedicto XVI
fue más bien factor de polarización y desunión.
El asunto de la llamada Hermandad Sacerdotal San Pío X, fundada por el
arzobispo francés Marcel Lefebvre, conformada por ultraconservadores y
obstinados enemigos del Concilio, fue cortejada por Ratzinger hasta el punto de
gestionar una aproximación, fue combatida por los miembros de la Iglesia hasta
el punto de dirigirse hacia un cisma. Uno de sus “obispos”, Richard
Williamson, es claramente antisemita y negador del Holocausto. Aparentemente,
ninguno de sus colaboradores le informó oportunamente al Papa. De no haber
sido por la confesión de antisemitismo, el escándalo no habría trascendido.
En un discurso dado en la universidad de Ratisbona en 2006, que más bien
parecía una clase magistral de teología en su antigua universidad, Benedicto XVI
se dirigió al Islam y, no por descuido, lo imputó de estar muy próximo a la
violencia y alejado del sentido común, lo que generó enorme irritación en el
mundo islámico. Hasta la Cancillera Angela Merkel intervino en el asunto al
solicitarle un documento de disculpa para los afectados. Evidentemente, el Papa
subestimó el impacto político de su discurso.
Estas fueron señales de que, en los últimos años de su pontificado, Benedicto XVI
se encontraba abrumado y lento en sus reacciones. La gran política, acaso la
política cotidiana, no era su asunto. Se decía en su medio, que él aparentaba no
ser de este mundo.
En temas candentes de actualidad permaneció firmemente apegado a lo
tradicional, tal como lo hizo Juan Pablo II: el celibato de los ministros de la
Iglesia, la pregunta sobre la participación igualitaria de la mujer en la Iglesia, el
aflojamiento de los derechos matrimoniales y la sexualidad, importantes
preguntas sobre el ecumenismo, la lucha efectiva contra el Sida o el matrimonio
homosexual. Estuvo en contra del aborto, la eutanasia (incluyendo el buen morir)
y las técnicas genéticas. Expresó, en una posición todavía medieval, que la
condena contra Galileo en 1633 era „racional y ajustada a derecho“ durante una
reunión de la Universidad Romana de La Sapienza en 1990, con lo cual se impedía
la plena rehabilitación de Galileo. La realidad científica cala tardíamente en el
Vaticano, a pesar de la existencia de la Academia Pontificia de las Ciencias.

¿Cónclave con un ex-Papa aun vivo?


El lapso temporal entre el anuncio de la renuncia del Papa y el inicio del Cónclave
obviamente será empleado para lograr posibles acuerdos entre las fracciones o
grupos de interés representados entre los Cardenales votantes. Joseph Ratzinger
estará necesariamente atento a su desarrollo. Electo el nuevo Papa, Ratzinger
observará sus primeros pasos, creando una convergencia de situaciones cuyas
consecuencias serían imprevisibles por lo novedoso. Imaginemos un nuevo Papa
reunido con un ex-Papa. ¿Podría Ratzinger, incluso, influir en los resultados? El
Vaticano ha sido muy cuidadoso en manifestar que Benedicto XVI ahora y
Ratzinger después de la fecha efectiva de la renuncia no intervendrán en la
elección del nuevo Papa. Pero hay que considerar la realidad de la condición
humana, según la cual los Cardenales difícilmente podrán sustraerse de la imagen
cercana de un ex-Papa todavía vivo. Aun sin su presencia física en las reuniones
del Cónclave, cuando se vote, Ratzinger estará espiritualmente destinado a
influenciar el resultado. Esta situación, hasta ahora única, requerirá el análisis
proactivo de una nueva bioética papal, extensiva al Sacro Colegio Cardenalicio,
cuya existencia se ignora. Es, entre otras, la consecuencia de la renuncia de
Benedicto XVI.

El legado.
Cuán significativa puede llegar a ser la dimisión de Benedicto XVI para la Iglesia
Católica, lo dejó entrever el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, al expresar
que no temía una división de la misma. Esto induce a pensar, que la controversia
interna debe ser muy importante cuando su portavoz, generalmente cauteloso,
elige tales expresiones. Con la elección de un nuevo papa hay quienes esperan un
cambio de curso moderado, pero la mayoría escéptica cree que las políticas
teológica y social, en esencia, se mantendrán.
Benedicto XVI nunca fue un pescador ni pastor de almas en el sentido evangélico.
Fue un gran espiritualista. Un erudito. Un dogmático. Un mal político. Sin
embargo fue siempre muy sensible, muchas veces encantador y tierno, lo que
demostró tanto en su primera encíclica Dios es amor, como en sus sentimientos
sobre el amor y el contacto interpersonal.
De sus tres encíclicas, que giran sobre la trilogía paulina de la Fe, Esperanza y
Caridad, dos de ellas las inició con la palabra amor (caritas). Son estas encíclicas
y los libros sobre Jesucristo los que conforman parte de su legado papal, sin
olvidar que su obra escrita es abundante y prodigiosa: 600 títulos, entre ellos 66
libros.
Con una visión optimista se vislumbra, que también en el Vaticano existe una
nueva generación, más robusta y sana que las anteriores, pero no por eso menos
creyente, y que en la Iglesia Católica mundial crecerá un ejército de jóvenes de
acción con deseos de cambio.
Benedicto XVI llegó sonriendo y se marchó discretamente. Es raro que un
poderoso de este mundo se despida con tanta dignidad, humildad y devoción. Una
vez más, con su renuncia Benedicto XVI ha repintado las caricaturas que se
hicieron de él en las paredes del mundo seglar. En un mundo que ya no conoce
fronteras, el papa Benedicto XVI mostró las fronteras de la edad. Es quizá lo más
resaltante y valiente que ha hecho durante su pontificado, un paso histórico. Tal
vez sea su mayor legado, que podría marcar nuevas tendencias insospechadas en
la Iglesia Católica.
.

eotaizav@gmail.com

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