Вы находитесь на странице: 1из 16

CEA -Centro de Estudios Avanzados. Facultad de Ciencias Sociales-.

Doctorado en Estudios Sociales y


Agrarios

Curso: Sociología Rural

La problemática de la territorialidad,
como una alternativa al Sistema de
producción alimentario corporativo.

Alumno: Tito, Carolina

Profesión: Licenciada en Ciencia Política

Año Lectivo: 2019


Introducción
La presente monografía, tiene como principal problemática al nuevo modelo de organización
del espacio geográfico, en lo que a territorialización de las resistencias respecta, dando lugar
a nuevas prácticas y relaciones sociales. En base a ello, la tierra es considerada no sólo como
un medio de producción, por lo cual, se deja atrás esta noción estrechamente economicista
(Zibechi, 2003).
De acuerdo con la bibliografía consultada, primeramente, se expondrá cómo a partir de
finales del siglo XIX, se efectuó una transición de la vida rural a nivel mundial, después de
finalizadas las dos grandes guerras. De esta manera, el sistema mundial se reconfiguró con
nuevos actores y exigencias para permanecer dentro de un nuevo modelo de producción de
alimentos. Próximamente, se presentará el paso gradual hacia un mundo enfocado en el
Mercado -globalización agroalimentaria-, sobrepasando hasta incluso las fronteras
nacionales, forjándose sociedades económicamente activas y productoras, además, en este
ámbito el desarrollo tecnológico tendrá un papel muy importante. En tercer lugar, se hará
mención, a aquellas resistencias que persisten contra estos cambios en la ruralidad que
estuvieron ligados al contexto ya mencionado, trayendo transformaciones en los territorios -
conllevando luchas por el territorio-. Por lo cual, existen comunidades que se encuentran
inscritas en un contexto de expansión del modelo económico y de resistencia al mismo,
manifestándose así, luchas asimétricas de poder en estos espacios, ya que el Estado se
manifiesta como un territorio de relaciones de poder, donde la capacidad de un grupo está en
realizar sus intereses, y los mismos, se encuentran en conflicto con los de otros grupos
(Barzola, 2014). De esta manera, el modelo económico elegido, va por un camino distinto al
que conciben ciertas comunidades dentro de la provincia de Córdoba y el país, y estas mismas
problemáticas siguen en aumento.
Por último, cabe aclarar que en este contexto el territorio es el espacio en el que se
construye colectivamente una nueva organización social, donde los nuevos sujetos se
constituyen, creando su espacio, apropiándoselo material y simbólicamente. De esta manera,
la acción de ocupar la tierra simboliza, para el campesino sin tierra, la salida del anonimato
y es su reencuentro con la vida. Así también, los piqueteros perciben como único espacio el
corte de ruta (donde son respetados) y las Madres de Plaza de Mayo conformaron su nombre
y lucha en un espacio apropiado hace más de 25 años, donde suelen depositar las cenizas de
sus compañeras, por ejemplo (Zibechi, 2003).
Cuerpo
Primeramente, se hará mención a la nueva etapa iniciada a finales del siglo XIX, marcada
por la radical innovación en la agricultura y de la sociedad rural, por la cesantía del modelo
agrícola autosuficiente y su renovación por un modelo intensivo, progresivamente más
dependiente de insumos externos y de la creciente demanda de capital y tecnología. De esta
manera, la modernización perpetraba una fase concebida como la primera de las rupturas
sufridas por la sociedad (Aguilar Criado, 2014). Esta fase, fue considerada una salida
necesaria para la mejoría de la población tras la II Guerra Mundial. Es por ello, que el
paradigma de la modernización se catalogó como el más significativo para explicar los
cambios fundamentales en el sector agrario y en el medio rural, cambios planeados, en
muchos casos. Trayendo consigo, sucesos tales como la Revolución Verde, vinculada en ese
entonces, con una nueva lógica de organización del trabajo, cuyo mejor exponente fue el
fordismo y la producción masificada, teniendo su expresión en el mundo rural, mediante la
introducción de tecnologías para la intensificación de la actividad agraria, y la ampliación de
áreas cultivables, a través, de la creación de regadíos y el inicio del sistema agroalimentario
industrializado. Por lo cual, este contexto significó una incesante expansión de los mercados
en los años 80, forjando grandes oligopolios multinacionales que absorbieron crecientes
proporciones de producción agraria, estableciendo precios, variedades a producir e inclusive
procesos y técnicas de producción (Aguilar Criado, 2014).
Cabe mencionar, corrientes de pensamiento como las de Friedmann y McMichael,
respecto a los sistemas alimentarios, claves para explicar la transición abrupta de la nueva
sociología rural. Siendo una de las más perdurables perspectivas en estudios agrarios desde
fines de los años 80, debido a su capacidad de síntesis y de expresar matices. Ya que, para
estos teóricos, a partir de los años 70, rige una cierta lógica a escala internacional del sistema
global y del capitalismo, un contexto macro-social prevalecerá por sobre las prácticas del
estado y del capital a nivel nacional, dentro del marco de los regímenes estatales y de
desarrollo existentes. En base a ello, el nombrado proyecto de globalización emergente está
basado en una coexistencia de intereses entre estados dominantes y capitales influyentes,
conjuntamente con instituciones como -GATT/ WTO, globalización de las finanzas y
movilidad del capital, ajuste estructural, producción destinada a la exportación dentro de un
marco liberal de ventajas comparativas- que, procedió del sistema de flotación de los tipos
de cambio, a partir, del desorden económico de principios y mediados de los años 70. Este
modelo, fue reemplazado por un sistema alimentario mundial definido por la declinación de
la hegemonía estadounidense y, así también, el fin del sistema de tarifas de intercambio fijas
de Bretton Woods y la decadencia del tipo de economía nacional y del keynesianismo social
practicado hasta entonces (Buttel, 2005). Asimismo, cabe aclarar que según algunos autores
como Abramovay, en el análisis de los mercados, no solo importa la dimensión estructural y
la cognitiva, también es necesario un análisis de sus procesos de transformación. Por ejemplo,
mediante el enfoque de la historicidad de los mercados. Ya que, para un grupo este último,
es una solución para la satisfacción de las necesidades humanas y, para otros, el mercado es
la destrucción de las relaciones sociales y el origen de la pérdida de bienestar social de las
mayorías (Llambí, 2012:126).
Regresando a la concepción de régimen global de alimentación, por parte de Friedmann y
McMichael, tuvo sus orígenes en la perspectiva de los sistemas mundiales de Wallerstein -
países desarrollados que explotan los recursos y la mano de obra de países en vías de
desarrollo-, y en los trabajos marxistas más ortodoxos -incluyendo los de índole gramsciana-
, pero está también relacionado con el concepto de las ciencias políticas sobre régimen
internacional y con la socio-antropología económica de Karl Polanyi (1957) -el autor
presenta una sociedad con un sistema generalizado de mercado-. Para el autor Buttel, esta
perspectiva produjo que se acentúe una lógica política, en lugar de pensar a la política como
una variable exógena en un proceso primordialmente económico, que obliga a elegir entre el
desarrollo o la dependencia (Buttel, 2005).
En cuanto a las innovaciones en la ciudad y especialmente las que fueron aplicadas en
el espacio urbano, se configuraron como los nuevos objetos de estudio de los científicos
sociales. En este panorama, los estudios campesinos dieron paso a los de agricultura familiar,
como unidad de análisis admitida para explicar los cambios y la evolución en estas unidades
económicas. Esta concepción, permite dar cuenta, de la convivencia del modelo agrario
modernizado -la nueva ruralidad- con otros tipos de explotaciones que hasta el momento no
lograron incorporarse a esta nueva etapa. Por lo cual, tuvieron lugar pequeñas explotaciones
escasamente competitivas, ubicadas en la periferia de los mercados y asentadas en la mano
de obra familiar. A partir de entonces, el pequeño-mediano agricultor se vio amenazado,
frente a su creciente dependencia de los centros de poder agrarios y agroindustriales. Una
dependencia determinada por el doble estrangulamiento, mediante altos costes de los imputs
de esta agricultura competitiva y por el bajo precio de sus productos en el mercado. Esto
conllevó, a estrategias orientadas a forzar el incremento de su producción, a través, de la
diversificación o de la especialización, lo cual, también significa una intensificación de su
trabajo y el de los miembros de su familia (Aguilar Criado, 2014).
El nuevo modelo de ruralidad, conllevó a la convivencia de grupos sociales tradicionales
con nuevos empresarios y emprendedores, agentes sociales y una nueva clase de técnicos y
políticos que piensan, gestionan e intervienen sobre planteamientos concretos de desarrollo,
a partir de la conciliación que les oferta cada uno de los territorios concretos. En resumen, se
puede observar un sistema sujeto a itinerarios múltiples y complejos, muy distante de la
representación dual sobre el mundo rural: ruralurbano, dentro-fuera, ciudad-campo, local-
global, etc. (Aguilar Criado, 2014).
Finalmente, la autora Aguilar Criado, menciona otra de las rupturas centrales para el
mundo rural: la separación fundamental entre el campo y el plato, entre agricultura y
alimentación (Aguilar Criado, 2014).
En lo que respecta a la ambientalización de la agricultura, fue otro de los puntos
principales en el nuevo modelo de ruralidad. Compuesta, mediante la aplicación de medidas
destinadas a aplacar los daños ambientales externos generadas por la agricultura, impulsando
métodos de producción más respetuosos con la naturaleza y otorgar al agricultor de una nueva
legitimidad social en base a su importante papel como custodio del medio ambiente. De esta
manera, se puede concebir al territorio de una manera más amplia, ya no es un simple sustento
para el desarrollo de actividades sino un recurso, permitiendo la reactivación tanto de sus
áreas tangibles-productivas, como las intangibles-no productivas. Fomentando la
biodiversidad y la disminución de la contaminación, ya sea mediante su vertiente territorial,
relacionada a la ordenación y administración del territorio, así como, en su contribución al
sustento de la estructura demográfica y de los mercados de trabajo. Por lo cual, tiene una
función más que meramente agraria, a través, de las distintas asociaciones que este sector
genera sobre el territorio, con respecto a lo paisajístico, ambiental, patrimonial o demográfico
(Aguilar Criado, 2014). De acuerdo a la autora, la actividad agrícola desde esta nueva
perspectiva desempeña un valor económico fundamental que, más allá de ser mera
productora de alimentos, genera además actividades en distintos sectores: agroindustria,
abastecimiento agrario, u otras pequeñas industrias derivadas: textiles, cueros, queserías,
cosméticas, farmacéutica, etc. (Aguilar Criado, 2014:87).
Finalmente, se aclara que existen preocupaciones ambientales manifestadas por sobre
otras, respondiendo a las nuevas inquietudes planteadas tanto por las agendas política como
por los consumidores, en lo que respecta a seguridad alimentaria. Esta cuestión, se puede
observar mediante el incremento de las ayudas agroambientales, apoyando a la agricultura
ecológica, así como a los circuitos cortos de comercialización (Aguilar Criado, 2014).
En esta segunda parte, del cuerpo de la monografía, se abordará el proceso de
globalización inserto en la producción agroalimentaria, donde intervinieron diferentes
actores, comenzando a manifestarse más profundamente en los años 90. En este contexto, la
evolución de sus fases de producción agrícola pasó de ser una actividad artesanal, ejecutada
por una multitud de agentes económicos de pequeña escala, a transformarse en una gran
industria vigilada por un reducido número de corporaciones alimentarias de alcance mundial.
Por lo cual, esta nueva fase que atraviesa el Régimen Alimentario de tipo corporativo, le
permite diferenciarse de los anteriores por el fraccionamiento de los procesos productivos y
la reestructuración de las agriculturas nacionales, como una solución a la creciente demanda
de insumos de las corporaciones agroalimentarias transnacionales, para sus redes de
manufactura y distribución (Hernández y otros, 2014). En base a ello, se puede visibilizar
cómo este nuevo sistema agroalimentario favoreció a la crisis alimentaria actual, ya agravada
por el aumento de los precios en los alimentos en años posteriores al 2000. Además, estuvo
definida estructuralmente y es concerniente con el deterioro social y ecológico,
principalmente por la consolidación de sus negocios bajo el régimen alimentario corporativo.
Mediante problemas tales como: malnutrición, hambre y exclusión -especialmente en países
del Sur-, mientras los consumidores del Norte sufren trastornos y enfermedades alimentarias,
riesgos nutricionales, etc. -1.200 millones de sobrealimentados están emparentados con los
1.000 millones de subalimentados- (Delgado Cabeza, 2010).
Entre otras cuestiones, para poder remediar la pérdida de fertilidad en los suelos, debido
a las mencionadas prácticas intensivas, se producen actualmente, gastos crecientes en lo que
respecta a las cantidades aplicadas de fertilizantes sintéticos. Es por ello, que esta
compensación artificial, trae situaciones tales como el aumento de los daños y, por lo tanto,
el aumento del negocio. Así también, la cesión de agua adquiere dimensiones importantes,
ya que la plataforma sojera -una de las principales actividades bajo este nuevo modelo-, de
acuerdo a los casos tomados de Argentina y Brasil, necesita disponer de dos de las cuencas
hidrográficas más importantes del planeta: la del Amazonas y la del río Paraná, además del
acuífero Guaraní -con una extensión de más de un millón de Km2-. Asimismo, la cantidad de
agua utilizada para producir la soja exportada en 2008, significó, por ejemplo, gastar
anualmente más de 4 veces el consumo de agua en España, incluyendo todos los usos
(Delgado Cabeza, 2010).
En otra de sus aristas, mientras progresa el mencionado modelo exportador, se manifiesta
la desposesión y el empobrecimiento en los espacios rurales afectados, perdiendo así, su
influencia sobre los cultivos y los alimentos tradicionales, su poder adquisitivo para consumir
los alimentos importados que ahora inundan los mercados a precios subsidiados por las
agriculturas del Norte, por lo cual, está por debajo de sus costos de producción (Delgado
Cabeza, Manuel 2010). Este panorama, es definido por el autor como un proceso de
neocolonización de los sistemas alimentarios, no siendo simplemente una erosión de la
autosuficiencia alimentaria. Definiendo así, un contexto de desaparición de un modo de vida
y una cultura (Delgado Cabeza, 2010:46).
Otra de las características de este modelo, es la manejable localización territorial de los
procesos, a manera de estrategia, de las variadas piezas que componen el puzle
agroalimentario. De esta manera, se definen o cambian artificialmente las ventajas
comparativas -actualmente absolutas-. Por lo cual, esta estructura permite la explotación de
disímiles territorios de la manera más óptima, logrando que el capital global explote al
máximo las condiciones específicas de lo local. De esta forma, la mencionada
desterritorialización, planteada en la introducción, es concebida como falta de enraizamiento
del capital en zonas concretas y no como desvinculación entre procesos económicos y de
territorio. Ya que, por un lado, la globalización, como estrategia para el control de la
diversidad, presume una estrecha articulación con las especificidades locales y, por otro,
trabaja arduamente las discrepancias territoriales, ecológicas y sociales, que se presentan en
los lugares donde se ubican los procesos económicos (Delgado Cabeza, 2010).
En otros ámbitos, la calidad alimentaria está siendo reclamada por los movimientos
ciudadanos que resisten la globalización alimentaria, revalorándola como atributo
establecido en un territorio, abriendo así, un espacio para incorporarle nuevos ingredientes,
como las peculiaridades del ecosistema, la historia y las condiciones socioculturales
prevalecientes en torno a la producción de alimentos, inclusión y justicia social,
estableciendo de este modo: redes agroalimentarias alternativas. Por ejemplo, los
productores artesanales persisten en nichos de mercado, donde se estiman factores culturales
e identitarios vinculados con una historia, un territorio y un ecosistema que son asumidos
como atributos de calidad. Así también, manifiestan una relación estrecha con el clima, el
suelo, los recursos naturales propios autóctonos de los diferentes espacios geográficos y los
procedimientos de elaboración, afines a un sistema productivo agroalimentario
perfeccionado a través de los años. Creando así, su marca de calidad, tan singular en los
alimentos artesanales. De esta manera, también adquieren excelencia las formas de consumo
pertenecientes a un determinado territorio, permitiendo a sus habitantes identificarse con
ciertas preferencias gustativas para construir su identidad social, cultural y territorial. Así
también, se concibe un significado muy distinto del que impera en el nuevo sistema de
mercado de alimentos, determinado por estándares técnicos. Esta perspectiva de calidad,
declina la producción artesanal de alimentos, la cual, enfrenta el riesgo de sucumbir ante el
paradigma alimentario dominante. De esta forma, se estructuran las bases teóricas de calidad
y salubridad alimentarias en el marco del SAG -Servicio Agrícola y Ganadero- (Hernández
y otros, 2014). De la misma forma, existe un conflicto entre lo que se concibe como propiedad
de la tierra: entre la tierra como propiedad privada para el uso exclusivo de sus propietarios
y la tierra como un recurso de uso común, en la cual, las comunidades comparten derechos
de usufructo, en lo que respecta a derechos de uso. Además, como en tantos otros países
formados a partir de la época colonial, el conflicto ocurre entre grupos que se distinguen
étnica y culturalmente, así como en el manifiesto de su poder (Bernstein, 2012:18).
Asimismo, el autor advierte sobre el cambio ecológico del cultivo en campo en los últimos
150 años, actualmente, cada vez más intensivo. Atravesando cambios, tales como el paso de
los circuitos cerrados, con sus complejas interacciones de química de suelo, de planta y de
micro-organismos, a la simplificación radical de sistemas asentados sobre aplicaciones cada
vez mayores de fertilizantes y de otros productos químicos. En este último caso, el suelo se
utiliza como un simple medio para la filtración de los compuestos químicos, que se orientan
al crecimiento más rápido de plantas con rendimientos altos, trayendo como consecuencia
suelos estériles que demandan aún más productos químicos para que crezca cualquier cosa.
A su vez, genera toxicidad en los suelos y en los acuíferos, ya sea en las plantas que crecen
en ellos y, por ende, en los alimentos que se consumen (Bernstein, 2012).
Por otro lado, ya en esta tercera parte del desarrollo, se expondrán los escenarios de
resistencia al nuevo sistema alimentario desarrollado anteriormente. Primeramente, cabe
mencionar que una parte importante de las familias rurales, aún en la actualidad, mantienen
sus explotaciones agrícolas, pudiendo acoplarse con el sistema social y económico, ya sea, a
través del trabajo de sus miembros en otros sectores -generalmente en el mismo medio rural
o en zonas urbanas próximas-, y mediante beneficios otorgados por el Estado -pensiones de
jubilación u otros subsidios-. En estos espacios, la tierra conserva su valor simbólico y
cultural, considerándosela como un posible refugio ante problemas en las rentas externas.
Aunque, ya no es el principal sustento de estas familias. De este modo, puede agregarse que
el peso político de la tierra y su dominio ha decaído en forma radical. En este sentido, la
propiedad ya no rige en villas ni aldeas, ya que los grupos de presión de grandes agricultores
o propietarios de tierras mantienen una gran influencia sobre las políticas agrarias y pretenden
fijar las pautas de protección en la agricultura, pero no determinan los grandes temas de la
economía y de la política nacional (Arnalte, 2012).
Actualmente, se mantienen vigentes una serie de aspectos o dimensiones de la tierra
agrícola que son revisados por el autor Arnalte, a mencionarse, el gran incremento de la
inversión en tierras agrícolas, principalmente en los últimos 10 años, estrechamente
vinculada con la situación energética internacional, ya que estas tierras están principalmente
destinadas a la producción de biocarburantes. De la misma manera, el autor percibe otra causa
de forma más inmediata, la profunda alteración que atravesaron los mercados alimentarios a
partir de los años 2007-2008. Si bien, estas variaciones tienen un rol muy importante para la
especulación financiera, la permanencia de alzas en los precios indica la necesidad de un
cambio de modelo en los mercados. Así también, es importante mencionar que, en la
actualidad, la producción agrícola emplea a 1.3 miles de millones de personas en todo el
mundo, el 97 por ciento de ellas se encuentran en países desarrollados, según datos del Banco
Mundial (2007) (Bernstein, 2012). Estas cuestiones, son la principal amenaza que sufren los
pequeños agricultores, enfrentados a cadenas alimentarias cada vez más concentradas -
especialmente en países desarrollados-, en mercados donde sucesivamente se van
introduciendo estándares de calidad y otras medidas muy difíciles de cumplir. Además, el
autor agrega que la cuestión de la tierra, aún se encuentra abierta, mediante su función
ambiental y su uso como fuente de servicios ambientales, permanece absolutamente vigente.
De la misma manera, continúa relacionada con la situación social de la población ligada a la
tierra. Por lo cual, en la mayoría de los asentamientos rurales de los países en desarrollo
continúa sin resolverse (Arnalte, 2012).
A continuación, se expondrán casos particulares en Latinoamérica, de este panorama de
reivindicación de los territorios y la necesidad de un cambio en el sistema agroalimentario:
El primer caso a exponer “Concentración y extranjerización de la tierra en América Latina
y el Caribe”. En el caso de la tierra, en lo que respecta a su uso, esta tuvo un cambio
multidireccional en los escenarios analizados: En el sector alimentario, por ejemplo, la tierra
ya no es ocupada para cultivar alimentos y se comenzó a utilizar para forraje o combustible.
Mientras, en las tierras donde no se trabajaba la agricultura ni la silvicultura, se emprendió
el cultivo de alimentos, forraje y combustible para exportarse. Así también, los bosques
naturales, mutaron en explotaciones forestales industriales (Soto Baquero y Gomez, 2014).
En la actualidad, de acuerdo al autor Baquero, existe un grave problema en lo que respecta a
desecho de alimentos, desde que finaliza la producción hasta que llegan a la mesa. Esta
problemática, se ve reflejada mediante el informe elaborado durante el 2011 por el Panel de
Expertos de Alto Nivel -PEAN- del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial -CSA- de la
ONU, los mismos, calculan que se derrocha un 30 por ciento del alimento total producido.
Por este motivo, producir más alimento no significa que se produzca más para todos. En esta
situación, también se asienta el análisis de las actuales concentraciones de tierras, asentadas
en una crisis alimentaria engañosa. De acuerdo a ello, no hay duda de que se requiere
aumentar el grado de productividad en la producción agrícola, minimizando el desperdicio
de alimentos -incluyendo mejoras en la tecnología y la infraestructura- y acrecentando la
superficie de tierra cultivada. Pero, no hay que minimizar el papel imprescindible de los
inversionistas extranjeros en el acaparamiento de tierras contemporáneo ni de las elites
nacionales. La clave radica en determinar de qué maneras directas e indirectas intervienen
los inversionistas nacionales e internacionales en el contexto actual en Latinoamérica y el
Caribe (Soto Baquero y Gomez, 2014). A través, de la puesta en práctica de estos nuevos
negocios, basados en la tierra, se exacerba la pobreza y se echa abajo la autodeterminación
en estas poblaciones latinas. Es sustancial hacer hincapié en esta problemática, en vistas de
que las políticas globales de acaparamiento de tierras usualmente van cortejadas de un
discurso que, exalta las inversiones en tierras como buenas oportunidades que, se rigen por
simples reglamentos como, por ejemplo, un “código de conducta” (Soto Baquero y Gomez,
2014). En estas circunstancias, no se expulsan a los campesinos de sus tierras, sino que se
los incorpora a las explotaciones y granjas comerciales como pequeños agricultores –
mediante distintas fórmulas jurídicas como la agricultura por contrato (Soto Baquero y
Gomez, 2014:51).
En el caso de Ecuador, con el ascenso de Rafael Correa durante el año 2006 y la incorporación
de la Soberanía Alimentaria en la nueva Constitución en 2008. Conllevaron a, resolver la
presión ejercida por el movimiento campesino indígena, ubicada en uno de los principales
planos en el escenario internacional, en cuanto a luchas rurales contra el neoliberalismo. A
pesar de ello, los discursos y exigencias de las organizaciones campesinas más importantes
del país se encuentran representando, principalmente, al campesinado indígena de la sierra,
no así, a los campesinos mestizos, negros y montubios de la costa. Especialmente, porque las
demandas de esta región, no fueron incorporadas por las organizaciones campesinas
nacionales, las cuales, se encuentran ubicadas geográfica e ideológicamente en la sierra, más
específicamente, a partir del ajuste neoliberal de los 80. A pesar, del progresivo uso de un
discurso étnico en los años 90, no se ha logrado la unidad entre los campesinos de estas dos
regiones. Debido a, que tuvo lugar, de manera diferenciada la reforma agraria, en estas dos
zonas, provocando disímiles concepciones sobre la necesidad de una redistribución de tierras,
y el papel y conformación del mercado como un modelo socioeconómico nacional. Esta
contradicción, se ha acrecentado con el ascenso del gobierno posneoliberal de Rafael Correa
(Henderson, 2017).
Inicialmente, las luchas campesinas eran puntuales y buscaban reivindicar fincas que
ocupaban, las cuales, al mismo tiempo, eran consideradas tierras públicas. Mientras que, las
ligas agrarias, que lograron la organización nacional más importante y, además, consiguieron
plantear propuestas de alcance nacional, no alcanzaron su cometido al ser desmanteladas a
sangre y fuego por la dictadura militar, en los comienzos del año 70. Esta organización
planteó alternativas al saqueo del capital comercial y desafió el cercamiento de sus campos
comunales (Henderson, 2017).
La tierra, ya no es exclusivamente una demanda para el campesinado indígena altamente
proletarizado y cada vez más consciente de su subordinación étnica. Es por ello que, durante
el transcurso de los años 80, la organización Ecuarunari -Ecuador Runacunapak Riccharimui:
El Despertar de los Indígenas- sustituyó a la Fenoc como la organización más significativa
de la Sierra. La cual, reclama a la tierra, más allá, que solo como un medio de producción,
para valorarla también en términos territoriales en donde se originan y reproducen las culturas
de los pueblos indígenas. Cabe aclarar, en base a ello, que la calidad de los suelos
redistribuidos en la costa, poseían mejores características que aquellos que les fueron
entregados a los exhuasipungueros en las orillas y páramos de las haciendas. Por lo cual, en
la sierra -movilizados por el autoconsumo y la agroecología-, la lucha por la tierra continuaría
con rechazo total del mercado neoliberal -en términos ideológicos y políticos-, mientras en
la costa la puja tiene mayor presencia en torno al mercado (Henderson, 2017).
En este apartado, se hará hincapié en el caso de Paraguay, analizándose las peculiaridades
del neoextrativismo en este país y sus efectos en la reconfiguración de la estructura de clases,
y centralmente con respecto al desarraigo sin proletarización en las actividades agrícolas.
Debido a este panorama, relacionado con la penetración del régimen agroalimentario
neoliberal, el autor destacará al campesinado como un actor que, se constituye tanto en sus
relaciones con el capital comercial y con la oligarquía ganadera y, especialmente, por sus
rasgos culturales como colectividad etnocultural -compartiendo su lengua y agravios
históricos-. Así también, es desde el trabajo específicamente, ante el desarraigo campesino
sin proletarizarlo, desde donde se perfilan los escenarios del conflicto de clase (Fogel, 2019).
Por otro lado, el autor Fogel destaca, cómo los campesinos mantienen su resistencia
compartiendo su memoria de lucha, enraizada en el pasado, otorgando fortaleza ante el
aumento de conflictos en defensa de sus territorios invadidos por brasileños y brasiguayos,
ante el avance del agronegocio. Ante este panorama, el campesinado actualmente se
reconfigura y ubica en sitios marginales, en un estrato de productores de subsistencia que
podrían haber llegado a asalariados, mediante otras unidades campesinas. Quedando así, con
posibilidades de subsistencia sustancialmente disminuidas. Ante este retroceso, en la
economía campesina, el Estado cataloga al campesino como objeto de políticas asistenciales,
en vistas de desvanecerse como sector productivo y, subsumida a las imponentes
corporaciones biotecnológicas (Fogel, 2019).
Actualmente, en Paraguay hay un avance muy importante en cuanto a la soja transgénica
-tecnología Roundup Ready-, esta tecnología está asociada con la progresiva concentración
de tierra. De este modo, existe una demanda cada vez más alta de tierras, debido a, las
economías de escala -rentabilidad es sinónimo de mayores extensiones de tierra- (Fogel,
2019).
En cuanto a la resistencia, que se ejerce desde los sectores campesinos, el papel de clase
subalterna para sí, les permite ser conscientes de sus fines colectivos y con propuestas para
perpetrar sus formas de vida, organizándose principalmente como campesinos que se
encuentran duramente afectados por el agronegocio -apoyado por el Estado-. Así también,
desterrados del campo, se complementan a una masa fragmentada y cada vez mayor de
trabajadores urbanos, por lo cual, su lucha social disminuye (Fogel, 2019).

Conclusión
A modo de cierre, cabe destacar la importancia de la ocupación del espacio público, como
algunos autores plantean la territorialización del conflicto -con acampes, la redefinición de
lo que se concibe como tierra en el caso del conflicto en Ecuador especialmente, o la
resistencia desde espacios marginales en Paraguay-, esta estrategia es adoptada para tener
respuestas consensuales con las autoridades u oponentes. Al mismo tiempo, es central el
tejido de redes organizacionales que se utilizan para hacer frente a los conflictos -modelo
agroalimentario corporativo-, las mismas obtienen logros colectivos, por más diversas que
sean las problemáticas particulares de cada colectivo, en el caso de Ecuador, por ejemplo, a
pesar de la división del campesinado indígena, en principio existió un logro colectivo.
Por otro lado, se pudo observar notoriamente el estado de abandono que tienen estas
comunidades en Latinoamérica, con muchas necesidades, falta de servicios y ninguna
instancia de diálogo con el Estado. Asimismo, la frágil situación de salud, la contaminación
por el uso de pesticidas, el desplazamiento de campesinos, etc.
Por último, es importante valorizar el accionar de estos grupos organizados para la ciencia
política como para otras luchas y la ciudadanía en su conjunto. Ya que estos grupos,
cuestionan el modelo económico que se ha elegido, el cual, va por un camino distinto al que
conciben ciertas comunidades dentro de la provincia y el país, y estas mismas problemáticas
siguen en aumento. Permitiendo a estos grupos, aún hoy en día, crear, coordinar y mantener
la unión entre los miembros, y, por lo tanto, la continuidad de su lucha y contagiar a otras.

Bibliografía
_Aguilar Criado, E. (2014); “Los nuevos escenarios rurales: de la agricultura a la
multifuncionalidad”, ÉNDOXA: Series Filosóficas, no. 33.
_Arnalte, E.; Baptista, F. y Garramou, R. Viejas y nuevas dimensiones de la cuestión de la
tierra. Revista Española de Estudios Agrosociales y Pesqueros, Nro. 231, 2012.
_ Barzola, E. 2014. Entre crisis: De la deslegitimidad a la participación colectiva. La
emergencia de la “Asamblea Malvinas Lucha por la Vida”. “Nuevos protagonistas en el
contexto de América Latina y el Caribe”. I CONGRESO DE LA ASOCIACIÓN
ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA.
_ Bernstein, H. (2012); Dinámicas de clase y transformación agraria, Icaria Editorial.
Capítulo 7. ¿Agricultura capitalista y granjeros no capitalistas?
_Buttel, F. (2005). “Algunas reflexiones sobre la economía política agraria de fines del siglo
XX”. In: Acerca de la globalización en la agricultura. Territorios, empresas y desarrollo local
en América Latina, Salete Cavalcanti y Guillermo Neiman (compiladores), Ediciones
CICCUS, Buenos Aires.
_Delgado Cabezas, M. (2010). El sistema agroalimentario globalizado: imperios alimentarios
y degradación social y ecológica. Revista de Economía Crítica, nº10.
_Fogel, R. (2019). Desarraigo sin proletarización en el agro paraguayo, Revista Iconos, Nro.
63, Quito.https://revistas.flacsoandes.edu.ec/iconos/article/view/3423/2508.
_Henderson, T. (2017). La lucha por la tierra y la lucha por el mercado: divergencias y
contradicciones en el caso de la Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas
Indígenas y Negras (FENOCIN) en Ecuador, Revista Latinoamericana de Estudios Rurales,
Vol 2 Nro. 4, Buenos Aires.
http://www.ceil-conicet.gov.ar/ojs/index.php/revistaalasru/article/view/241/166
_Hernández Moreno, M. y Villaseñor Medina, A. (2014). La calidad en el sistema
agroalimentario globalizado, Revista Mexicana de Sociología 76, núm. 4.
_Llambí, L. (2012). “Procesos de transformación de los territorios rurales latinoamericanos:
los retos de la interdisciplinariedad”. Eutopía, Número 3, Quito.
_Soto Baquero, F., y Gomez, F. (Ed.) (2014). Reflexiones sobre la concentración y
extranjerización de la tierra en América Latina y el Caribe, FAO, Páginas 15-68.
_Zibechi, R. 2003. Los movimientos sociales latinoamericanos: tendencias y desafíos. En
OSAL: Observatorio Social de América Latina. No. 9. Buenos Aires: CLACSO.

Вам также может понравиться