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CONCEPTO Y CARACTERÍSTICAS DE LA GUERRA FRÍA

El concepto de guerra fría tiene su origen en el discurso pronunciado en 1947 por un senador
norteamericano (Bernard Baruch), pero su divulgación se debe a Walter Lippman, un famoso
periodista americano que publicó ese mismo año un libro titulado La guerra fría, convirtiéndolo
en un concepto clave para referirse a las relaciones internacionales a partir de 1947. Unos meses
antes (en marzo de 1946), Churchill había utilizado otra expresión que llegó a conseguir una gran
celebridad: el telón de acero, es decir la línea o muro imaginario que separaba la Europa del
Este, bajo el creciente control de Moscú, de la Europa occidental; según él, los pueblos
anglosajones deberían mantener una actitud de fuerza ante la Unión Soviética.

Por guerra fría se entiende una situación de tensión continua, que emerge de la inmediata
posguerra, y que va a enfrentar, en primer lugar, a las dos superpotencias, para extenderse
después a los dos bloques de países liderados por ellas. Aunque era un estado de tensión
permanente se evitó el choque directo y una guerra general (que podía acabar con la humanidad
dado el poder destructivo de las armas), de forma que los casos de tensión extrema se
resolvieron por medio de conflictos localizados en terceros países, donde las superpotencias
intervinieron para evitar la expansión del contrario. Ambas potencias desarrollaron enormes
arsenales de armamento y recurrieron a la propaganda hostil, al espionaje y al chantaje
económico. Más allá de las relaciones entre los bloques, la guerra fría también influyó en la
política de cada bloque. Cada superpotencia mantenía una estrecha vigilancia en su área de
influencia para impedir la más mínima desviación. Si los soviéticos reprimieron las revueltas de
Hungría (1956) y Checoslovaquia (la Primavera de Praga, 1968), también es cierto que los
norteamericanos jamás habrían consentido que un partido comunista gobernase en Europa
occidental aunque sus resultados electorales fueran elevados.

También en Estados Unidos fueron combatidas las disidencias: la caza de brujas llevada a cabo
por el senador McCarthy a principios de los 50 es un buen ejemplo de ello. En ella fueron
investigados 2 millones de personas.

Igualmente repercutió en el ámbito del pensamiento y de la cultura: cualquier oposición,


disidencia o postura crítica era suficiente para ser tachado como “agente de Moscú” o “agente
del imperialismo americano”, según los casos.

Cronológicamente cabe diferenciar tres etapas en la evolución de la guerra fría.

- Un primer período de máxima tensión desde 1947 hasta 1953, con dos escenarios
principales: la crisis de Berlín (1948) y la guerra de Corea (1950-53). En esta etapa, después de
que la URSS ensayara su primera bomba atómica (1949), se impuso la lógica carrera de
armamentos.

- Un segundo período que se extiende hasta finales de los setenta, denominado de


coexistencia pacífica, en el que la negociación comienza a ser posible. También salpicado de
conflictos: crisis de los misiles cubanos (1962) y guerra de Vietnam (1960-75).

- Un tercer período de rebrote de la guerra fría con la invasión soviética de Afganistán y


la subida de Reagan a la presidencia de EEUU (1980).

La ascensión de M. Gorbachov al poder en la URSS en 1985 y la aplicación de la perestroika a la


política internacional significó el fin de la guerra fría, anunciado oficialmente en la Cumbre de
Malta de 1989.
LOS COMIENZOS DE LA GUERRA FRÍA

Desde la Conferencia de Yalta no dejaron de aumentar los puntos de fricción entre Estados
Unidos y la URSS, pero tres hechos fueron los que provocaron fundamentalmente la reacción
norteamericana del 47, concretada en la llamada doctrina Truman: la instalación de gobiernos
comunistas en las naciones europeas ocupadas por el ejército soviético; la fuerza y el prestigio
de los partidos comunistas en países como Francia o Italia (que podían actuar como peones de
Moscú); y la cuestión griega, donde la URSS, a través de Bulgaria, prestaba apoyo a los partisanos
comunistas enfrentados a los grupos monárquicos que, a su vez, recibían apoyo de Gran
Bretaña. Pero los británicos, en 1947, reconocían su incapacidad para resolver la situación y
retiraban sus tropas. La debilidad británica, unido a los hechos anteriores, reforzaba la idea
norteamericana de una Europa susceptible de caer en la órbita de Moscú.

En la primavera del año 47 el presidente Truman expuso en un discurso ante el Congreso las
ideas que se conocen como “doctrina Truman”: ante el avance del comunismo – “en varios
países del mundo, recientemente, se han implantado por la fuerza regímenes totalitarios, contra
la voluntad popular”- Estados Unidos debía ayudar a los países libres e impedir que en ellos se
impusieran regímenes totalitarios comunistas. El presidente anunciaba así el abandono de la
tradicional política aislacionista de la nación y fijaba los fines que desde entonces seguiría la
política exterior de Estados Unidos: defender el mundo occidental o libre, agrupando a su
alrededor a los países decididos a oponerse a la difusión del comunismo y al expansionismo
soviético. Se ponía en marcha la política de “contención” del comunismo, dando prioridad a
Europa Occidental.

La doctrina Truman o política de “contención” se concretó, en primer lugar, en la ayuda a Grecia:


Truman decidió apoyar al ejército monárquico que consiguió la victoria en el año 48.

Pero la ayuda a Grecia era sólo el preámbulo de una ayuda mucho más importante a las naciones
europeas para su reconstrucción: el Plan Marshall. Propuesto en 1947 por el Secretario de
Estado, George Marshall, consistía en un programa masivo de ayuda, en forma de créditos y
donaciones, para la reconstrucción de Europa (también daba salida a la superproducción
americana). Comprendía Estados Unidos que ésta constituía el mejor antídoto contra el
comunismo. Pensaba más o menos lo mismo la Unión Soviética, que denunció la ayuda
americana como una vía de control y dependencia de Estados Unidos, por lo que fue rechazada
por la URSS y los países del Este. El plan aportó casi 13.000 millones de dólares a un total de 16
países. Ello permitió la rápida reconstrucción económica de Europa occidental, al tiempo que
cohesionó el bloque occidental bajo el liderazgo de Estados Unidos. En 1949, mantuvo sus tropas
en Europa y creo la OTAN o Alianza Atlántica: una organización militar permanente.

La respuesta soviética a la doctrina Truman no se hizo esperar. En 1947, la URSS convocó en


Polonia una reunión de dirigentes de partidos comunistas europeos en la que aprobaron el
informe presentado por Andrei Jdanov (doctrina Jdanov) en el que denunció a los Estados
Unidos como líder de las potencias imperialistas del mundo: “El imperialismo americano se
esfuerza, como un usurero, en explotar las dificultades de la posguerra de los países europeos...”

La formación del bloque comunista. El golpe de Praga

Tras la guerra, en los países bajo control del ejército soviético se formaron gobiernos
provisionales con diversas fuerzas políticas y fuerte presencia comunista, a pesar de que estos
países, con la excepción de Yugoslavia y Checoslovaquia, tenían reducidos partidos comunistas.

En las primeras elecciones de posguerra (año 45 o 46) obtuvieron mayoría de votos partidos
campesinos no comunistas. A los dirigentes de esos partidos se les permitió formar gobierno,
pero los ministros de interior y de defensa eran siempre comunistas. A partir de entonces
comenzó una sistemática campaña para acabar con esos partidos: se acusa a sus líderes de
corrupción y se les encarcela o exilia, reciben amenazas, sufren raptos, etc., con lo que se
deshacen.
En las segundas elecciones (en el año 47, la mayoría) los partidos comunistas consiguen ya una
gran fuerza y se dedican a absorber a los partidos próximos: socialistas, izquierda campesina...
con lo que los comunistas se hacen con todo el poder. Se elaboran nuevas constituciones que
declaran abolida la monarquía donde existía (Rumania y Bulgaria) y proclaman repúblicas
populares, iniciándose la persecución de los disidentes.

El último país en que los comunistas tomaron todo el poder fue Checoslovaquia, en el 48, y por
procedimientos tan sospechosos que fue calificado en Occidente como “el golpe de Praga”.

El partido comunista checo era el más fuerte de todos los partidos comunistas. En las elecciones
del 46 ganaron los comunistas (sin mayoría absoluta), con lo que un comunista fue nombrado
primer ministro, pero se mantuvo el pluripartidismo. Desde diciembre de 1947 se produce una
continua agitación obrera. Los representantes de los partidos moderados dimiten del gobierno
como protesta por lo que consideran provocaciones de los comunistas. Éstos formaron un nuevo
gobierno con los socialistas. Poco tiempo después ambas fuerzas se fusionaron en un único
partido comunista que ya controla todo el poder. Se redacta una nueva constitución y se inicia
la persecución de los disidentes como en los demás países.

El bloqueo de Berlín y la formación de los bloques militares

Uno de los acuerdos adoptados en la Conferencia de Postdam (1945), dividió a Alemania en


cuatro zonas de ocupación. Entre los americanos, británicos y franceses, surgió la idea de
reunificar los territorios de Alemania Occidental y las ¾ partes de Berlín que estaban en su poder
desde 1945. De esta manera, crearían un Estado Tapón, poderoso y coaligado a las potencias
occidentales, frente al empuje soviético.

La creación de un Banco estatal único y la aparición del marco como unidad monetaria, en junio
de 1948, fueron considerados contrarios a los acuerdos de paz de Postdam por Moscú, que dio
una respuesta contundente: el bloqueo terrestre del Berlín occidental. La medida llevó a
norteamericanos y británicos a tender dos puentes aéreos militares de abastecimiento a Berlín
Oeste. Truman amenazó a Stalin con la guerra si esta ayuda era interceptada. Mientras tanto el
mundo observaba estremecido la movilización de los ejércitos de ambos bloques y el posterior
desarrollo de los acontecimientos. El 12 de Mayo de 1949 Stalin decidió el final del bloqueo.
Durante este tiempo, unas medias de 1400 vuelos diarios abastecieron al Berlín Occidental de
todo lo necesario. En Mayo de1949 nació la República Federal Alemana (RFA) y los soviéticos, a
su vez, proclamaron la República Demócrata Alemana (RDA), en Octubre. Así se consagró la
división de Alemania y de Berlín donde la línea divisoria pasaba por la Puerta de Brandeburgo.
En esta línea divisoria se construiría 10 años después el muro que pasó a ser el símbolo de la
división. Estos hechos agudizaron extraordinariamente la guerra fría.

LA “COEXISTENCIA PACÍFICA” Y NUEVAS CRISIS (1953-1980)

En 1953, el incremento de los arsenales nucleares soviéticos y norteamericanos y la aparición


de las primeras bombas de hidrógeno aumentaron el peligro de una conflagración a nivel
mundial. Esta amenaza, junto al desenlace de la guerra de Corea, hizo que las dos
superpotencias iniciaran un proceso de distensión ante el convencimiento de que una guerra
directa no traería ni vencedores ni vencidos. A la vez, se producen relevos en las direcciones
políticas de EEUU y la URSS: en 1954 Truman es sustituido por Eisenhower y en 1953 muere
Stalin que será sustituido por Kruschev. Los nuevos dirigentes reducen la tensión e imponen una
política de entendimiento. Pretenden arreglar los problemas internacionales por métodos
pacíficos. Eisenhower sustituyó la

“respuesta inmediata” de Truman por la creación de un “cinturón de contención” alrededor del


bloque comunista mediante la instalación de bases militares.

La elección en 1960 del demócrata John F. Kennedy, un hombre joven y liberal, reforzó la política
de pactos y entendimiento con Jruschev. En enero de 1963, empezó a funcionar entre la Casa
Blanca y el Kremlin el llamado “teléfono rojo” y después se firmaría el primer tratado de
limitación de armas nucleares.

En 1963 Kennedy es asesinado y al año siguiente Jruschev era destituido. Los nuevos dirigentes:
Breznev y los sucesores de Kennedy (el demócrata Jhonson y los republicanos Nixon y Ford)
prosiguieron la política de coexistencia pacífica, ahora llamada de distensión. En 1976, el
demócrata James Carter llevó a cabo una política apaciguadora y defensora de los derechos
humanos.En estos años se producen acuerdos de reducción de armamento, que no impedían
continuar la competencia modernizando los arsenales, con nuevos conflictos que evidencian la
continuidad de la “guerra fría”.

REBROTE Y FINAL DE LA GUERRA FRÍA

Desde mediados de los sesenta se sucedieron los acuerdos de control de armamentos (Tratado
de no Proliferación de Armas Nucleares, SALT I y SALT II), lo que contribuía a disminuir la tensión
entre las dos potencias. Este clima de disminución de la tensión o “distensión” tuvo su mejor
momento con la celebración de la Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en Europa en
Helsinki, entre 1973 y 1975. Allí, más de 30 países europeos (capitalistas y comunistas) más
Estados Unidos y la URSS no sólo hablaron de misiles sino también de derechos humanos y de
cooperación internacional. El acta final comprometía a los países firmantes a no recurrir a la
amenaza o al uso de la fuerza, a respetar la inviolabilidad de las fronteras europeas y a fomentar
la cooperación entre las naciones. El clima distensión internacional que surgió de esta
conferencia hizo posible que se hablara del nuevo espíritu de Helsinki. Pero a finales de la década
de los años setenta el mundo asistió a un rebrote de la guerra fría. La Unión Soviética,
aprovechando la erosión del liderazgo norteamericano tras la derrota de Vietnam y la recesión
económica, fruto de la crisis de 1973, se planteó tomar la delantera en la confrontación bipolar.
La URSS desplegó por Europa oriental los misiles SS-20 que suponían una amenaza directa a los
países de Europa occidental. Al mismo tiempo creció su presencia en el Tercer Mundo con
intervenciones en Etiopía, Angola, Mozambique y, especialmente, en Afganistán, país que
invadió en 1979. La justificación de la invasión estuvo en la petición de ayuda por parte de un
gobierno amigo, que era incapaz de controlar las guerrillas opositoras. La ocupación soviética
provocó una guerra civil de 10 años, en la que el presidente norteamericano Carter, acusado
hasta entonces de blando y pacifista, ordenó la ayuda a los muyaidines (guerrilleros islámicos) e
incluso a un grupo más radical, los talibanes. La ocupación soviética supuso un enorme gasto
económico, un elevado número de bajas y nulos resultados militares, por lo que Gorbachov
ordenó, en 1989, la retirada, dejando una guerra de tribus que desembocaría en 1996 en el
régimen talibán.

Por parte norteamericana, el rebrote de la guerra fría tuvo como protagonista al presidente
Ronald Reagan, firmemente decidido a superar las secuelas de Vietnam y restablecer la
hegemonía estadounidense. Desde el inicio de su mandato los presupuestos militares no
dejaron de incrementarse. Dentro de los gastos militares destacó un nuevo programa, la
Iniciativa de Defensa Estratégica, conocido popularmente como guerra de las galaxias, que
implicaba la construcción de un escudo espacial para proteger a Estados Unidos de un hipotético
ataque con misiles nucleares soviéticos. Era un plan extremadamente costoso, al que
difícilmente podía responder la Unión Soviética, cuya situación económica había empeorado de
una manera alarmante. La subida de Mijail Gorbachov al poder en la Unión Soviética en 1985
supuso un cambio radical en el curso de la guerra fría que acabó con la desaparición de los
bloques. El programa de la perestroika provocó cambios profundos en la política exterior
soviética. Era preciso reducir los asfixiantes gastos militares para incrementar los gastos civiles,
cosa que sólo podía conseguirse con la iniciación de conversaciones para el desarme y la
limitación del intervencionismo en otros países. Por su parte, los norteamericanos aceptaron
entablar un diálogo que contaba con el apoyo de amplios sectores de la opinión pública
internacional (incremento del pacifismo y del antimilitarismo en la opinión pública

de ambos bloques). Gorbachov celebró varias entrevistas con Reagan con el objetivo de reducir
los niveles de armas. El clima de franca distensión permitió al mandatario soviético y a George
Bush el sucesor de Reagan, anunciar oficialmente en la Cumbre de Malta (1989) el final de la
guerra fría. Ese mismo año se producía la caída del muro de Berlín, uno de los símbolos más
emblemáticos de la guerra fría.

CONECUENCIAS DE LA GUERRA FRIA

Racismo y terror.

El mundo oligárquico amenazado por la revolución guatemalteca de la segunda posguerra


estaba asentado en tres pilares: la dictadura articulada en torno al hombre fuerte; el racismo
frente al indio; y la agro exportación sustentada en el trabajo forzado y el latifundismo. Los dos
primeros factores eran los mecanismos políticos e ideológicos reproductores del tercero. Pero
este último era la razón de ser de los otros dos.

El correlato necesario para mantener todo lo que se ha descrito y se ha analizado fue, como
siempre, el terror y el oscurantismo. En esa sociedad sostenida por el trabajo forzado de los
indios el oscurantismo empezaba por un desprecio hacia ellos que combinaba el racismo con un
temor que rayaba en la paranoia. Desde la sociedad colonial el refrán criollo que rezaba "aparte
somos nosotros y aparte los naturales" era la premisa segregacionista que regía a la sociedad
guatemalteca; el indio era visto como haragán, vicioso, conformista, desconfiado, reacio a la
civilización, abusivo A fines del siglo XVIII, el cabildo de San Miguel recomendaba jornadas de sol
a sol para indios y mulatos y como " único y más eficaz remedio" para sus posibles
desobediencias: "el castigo del azote, por ser éste el que más temen, pues es el único que tienen
por afrenta..." En 1797 un hacendado polemizaba con alguien en la Gaceta de Guatemala,
retándolo a que visitase su hacienda para que se diera cuenta de cómo los indios eran perros,
no hombres, sino "micos, o peores que micos". "Yo soy hacendado, le protesto a Vuestra
Merced que quisiera ser verdugo -agregaba el virulento criollo- ...el único medio de adelantar
algo con estos bribones es el cuero, y todo lo demás es perdedera de tiempo..." (Pinto, 1986:
153, 154).

Más de 120 años después, el látigo para la bribonería y ociosidad del indio seguía siendo
recomendado hasta por la intelectualidad oligárquica: la raza aborigen era "cobarde, triste,
fanática y cruel... más cerca de la bestia que del hombre... para los indios solamente hay una
ley: el látigo" (Gleijeses, 1991: 12).

Los viejos prejuicios criollos eran una verdad aceptada por la inmensa mayoría de ladinos. Pero
ese desprecio se combinaba con el temor de que un día se levantaran y tras invadir ciudades y
poblados, los pasaran a deguello. Entre otras cosas, el miedo nacía del hecho de que esos
“bribones, haraganes y estúpidos” seres -sin cuyo trabajo, dicho sea de paso, no se explicaba la
opulencia oligárquica-, eran sencillamente la mayoría de los guatemaltecos: entre 1870 y 1950
la población del país pasó de poco más de un millón a casi dos y medio de personas, y la
población indígena osciló en el mismo período de 70 a 50% del total (Lowell y Lutz, 1992: 7).
Después de la insurrección de 1932 en El Salvador, la paranoia racista se acompañó de la
anticomunista. El racismo es, pues, un elemento sustancial en la explicación del terror estatal
en Guatemala. El temor a un alzamiento indígena, sobre todo, entre las clases más privilegiadas,
revoloteó durante todos esos años en el imaginario ladino. Puede por ello considerarse que el
racismo estuvo presente en los momentos más sangrientos del enfrentamiento armado, cuando
se castigó a la población indígena como si fuese un enemigo a vencer.

Dictadura militar, terror y Guerra Fría.

Si la revolución de 1944 desapareció a la figura del dictador como eje del poder político, la
contrarrevolución de 1954 hizo del alto mando del ejército el nuevo eje de dicho poder.

Además de la causa de carácter nacional, es decir, la necesidad de control político férreo que
fue creciendo en los primeros años de la contrarrevolución, en la emergencia del ejército como
el detentador esencial del poder político existieron también causas de carácter hemisférico y
mundial. El triunfo de la revolución cubana en 1959, su radicalización y transformación en
revolución socialista, así como sus efectos estimulantes en diversos puntos del continente,
cambió por completo el panorama latinoamericano: la Guerra Fría declarada al terminar la
segunda conflagración mundial, se intensificaría en América Latina. continente.

Las fuerzas armadas guatemaltecas fueron beneficiadas después de la contrarrevolución. Lejos


quedaban aquellos años en los que el ejército tenía escasa autonomía, y aun cuando en
determinadas coyunturas cumplía un papel decisivo en las contradicciones políticas, en lo
esencial sólo desempeñaba una función instrumental (Aguilera, 1989: 20). [16] El nuevo rol de
las Fuerzas Armadas se expresaría en el aumento de los gastos militares por hombre: entre 1955
y 1965, nos dice Adams con base en los datos de Joseph E. Lotus, el crecimiento de los gastos
militares por hombre, del ejército guatemalteco, fueron los más grandes de América Latina

Pero fue el clima tenso de la Guerra Fría, particularmente, la revolución cubana, lo que lo iría
convirtiendo en interlocutor privilegiado de Washington: si bien antes de 1960 la asistencia
militar estadounidense era exigua (entre 50 y 300 mil dólares anuales), en el primer lustro de
los sesenta observamos una tendencia ascendente que alcanza su cúspide en los 2.6 millones
de dólares que el ejército recibió en 1963, año que precisamente coincide con la manifestación
abierta de la consolidación de la dictadura militar (Adams, 1970: 264). Y conforme la insurgencia
fue creciendo, el monto de la asistencia militar también: en 1967 el Military Assistance Program
se calculaba en 1.7 millones de dólares (se pensaba que el monto real era mucho mayor; y a esa
suma habría que agregar medio millón de dólares más correspondientes a un crédito de la AID
para reforzar a la policía Pero sería unilateral hablar del surgimiento de las dictaduras militares
únicamente como el resultado del despliegue contrainsurgente de carácter imperialista. El
fantasma del comunismo había revoloteado en Guatemala desde la época de la sociedad
oligárquica. La paranoia anticomunista se vería reforzada en la percepción burguesa de
Guatemala como consecuencia de las políticas sociales y nacionalistas de Arbenz, así como con
la presencia del partido comunista (Partido Guatemalteco del Trabajo) como uno de los
ejecutores de dichas políticas. La rebelión militar del 13 de noviembre de 1960, las luchas pre
insurreccionales de marzo y abril de 1962, y la aparición del primer y efímero brote guerrillero
de Concuá en esas mismas fechas, harían de Guatemala un escenario privilegiado para la
contrainsurgencia diseñada por Estados Unidos: he aquí la razón por la cual Susanne Jonas habló
en su momento de nuestro país como "un plan piloto para el continente" De esta manera, puede
afirmarse que el rol del ejército en la contrarrevolución de 1954, unido al clima contrainsurgente
surgido como respuesta a la revolución cubana y la inestabilidad política en el interior del país,
fueron los factores que determinaron en última instancia la delegación expresa del poder de la
clase dominante en favor de las Fuerzas Armadas, con motivo del golpe de estado de 1963. Pero
esa delegación que otorgaba al ejército una cuota de poder que no había tenido antes, sólo
expresaba la autonomía relativa que las Fuerzas Armadas tenían en la gestión estatal. Su poder
siempre estuvo acotado por las fronteras del poder que siempre se reservó la clase dominante.

En la medida en que la insurgencia fue extendiendo sus operaciones, la dictadura militar acentuó
su carácter terrorista. Los datos disponibles sobre los muertos y desaparecidos durante la
década de los sesenta, informan que la cúspide del terror ocurrió precisamente durante el
gobierno de Méndez Montenegro. La gráfica referida a las ejecuciones extrajudiciales y
desapariciones forzadas muestra que entre 1960 y 1961 aumentaron las víctimas de tales
crímenes, Este auge es más acusado en las ejecuciones extrajudiciales que en las desapariciones
forzadas. Ambas formas de terror vuelven a descender entre 1962 y 1963, para reiniciar un
ascenso significativo el año siguiente, que tendrá su clímax en 1967 y 1968.

Sobre la base de una muestra de 1,111 casos de ejecuciones extrajudiciales y 518 desapariciones
forzadas registradas entre 1960 y 1969, podemos concluir que el terror comenzó a aumentar
durante el régimen de Ydígoras, amainó después de 1962 y recomenzó su tendencia ascendente
durante el segundo año de la dictadura encabezada por Peralta Azurdia, para ser llevado a su
máxima expresión durante el segundo y tercer año del gobierno de Méndez Montenegro. A
fínes de dicho gobierno el terror volvería a amainar, para comenzar una nueva oleada -como
veremos posteriormente-, que comprendió prácticamente todo el período de gobierno del
general Carlos Arana Osorio.

El período comprendido entre las postrimerías del régimen de Peralta Azurdia y el inicio del de
Méndez Montenegro no sólo implicó la transición de la dictadura militar abierta a las
democracias de fachada, sino también el tránsito del terror abierto -que carácterizaba a las
viejas dictaduras- al terror clandestino, que fue el recurso más socorrido de la dictadura militar.
Dictadura y terror se embozaron en un gobierno civil y -en los años siguientes- en las rotaciones
electorales y el andamiaje institucional propios de las democracias. Este enmascaramiento se
expresó en los años sesenta, entre otros hechos, en el surgimiento de unos 16 escuadrones de
la muertela mayor parte de ellos tenía relación directa con el ejército, en particular, con su
sección de inteligencia o eran grupos clandestinos vinculados a partidos reaccionarios, como el
MLN. Desde la perspectiva del estado de derecho, el Estado guatemalteco empezó a actuar
como un descomunal delincuente que infringía subrepticiamente la legalidad que le daba
sustento.

Cabe agregar que este auge escuadronara coincidió con el período en el cual se acentuó el
involucramiento de los Estados Unidos en el conflicto interno con la presencia de asesores
militares e incluso de mil boinas verdes, el traslado de las técnicas contrainsurgentes que
estaban siendo usadas en Viet Nam o de armas como el napalm, la extensión de la “acción cívico-
militar” en las zonas de conflicto en coordinación con la AID, la asistencia financiera para el
ejército y las policías y el involucramiento de funcionarios civiles y asesores militares en la
formación de los escuadrones de la muerte.

Más que un cuerpo doctrinario sistematizado, la doctrina de seguridad nacional fue un conjunto
de principios prácticos, concebidos para enfrentar interna y externamente a la “subversión
comunista internacional” Ello se expresa en la identificación del comunismo como la “primera y
más peligrosa amenaza”, en la concepción de que el poder nacional se sustentaba en cuatro
pilares (económico, político, social y militar), en la elaboración de estrategias particulares para
cada uno de estos cuatro factores, en el asumir que se vivía una guerra irregular pues el enemigo
era “interno”, en la identificación de cualquier sector de la oposición como “subversivo”, y en la
concepción de guerra irregular como “guerra total” en la que el poder militar articulaba al poder
social (guerra psicológica y control de población), al económico y al político .Articulada en torno
a la convicción de que enfrentaba a un enemigo irregular por medio de la guerra total, de que
ese enemigo era encubierto, apátrida o extranjero, y que por tanto la oposición podía ser
subversión disfrazada, la doctrina de seguridad nacional se entrelazó perfectamente con la
intolerancia y la paranoia de la cultura del terror. Entre los años sesenta y ochenta, los auges
guerrilleros confirmaban la sensación de la peligrosidad de un enemigo que era interno
solamente, en tanto actuaba como quinta columna, pero que en realidad era el mero
instrumento de una poderosa potencia externa. El oscurantismo reaccionario, sustentado en la
legitimación de la expoliación a través de una visión racista y clasista, tenía en la ideología de la
Guerra Fría para Latinoamérica, una expresión más congruente, y en el imperio, un aval
poderoso.

Ya no se trataba de legitimar insultantes privilegios e infames opresiones, sino de defender el


cristianismo y la democracia frente al ateismo y totalitarismo soviético. La doctrina de seguridad
nacional tenía la enorme ventaja de que trasladaba el conflicto generado por la subversión hacia
un enemigo externo. Por tanto, hacía feliz a las derechas, al escamotear la injusticia y la opresión
como explicación de la rebeldía.. Esta visión la expresó de manera prístina, en febrero de 1982,
el general Horacio Maldonado Shaad, en un discurso conmemorativo del aniversario del cuartel
que dirigía: “La invasión extranjera penetra por las montañas de la patria, por sus ríos, cerros y
valles, por aire, mar y tierra, con la complicidad de regímenes vecinos... la subversión es una
facción integrada por elementos sin tierra, sin hogar, sin patria y sin vergüenza. Ellos no temen
morir porque no tienen nada, porque no pierden ni ganan nada.” (Figueroa Ibarra, 1991, p. 126)

Durante el período en que el general Efraín Ríos Montt ocupó la presidencia de Guatemala
(1982-1983), la contrainsurgencia dio un vuelco significativo. El genocidio en campos y ciudades
fue acompañado de un discurso reformista y del enfrentamiento con la cúspide de la clase
dominante guatemalteca. En ese sentido, Ríos Montt daba continuidad a la doctrina de
seguridad nacional a la vez que rompía con la intransigencia del oscurantismo reaccionario. El
discurso contrainsurgente tuvo aristas anti oligárquicas: la guerra contra el comunismo tenía
que ser una en la que los fusiles se combinaran con los frijoles. La guerra también tendía que
ser contra “la explotación, el hambre, la ignorancia, la enfermedad y fundamentalmente contra
la injusticia”. El capital tenía que sacrificarse: “No gane ese 20% sobre sus ventas, este año
confórmese con ganar un 10%, sea inteligente, arriésguese a ganar menos, pero juntos
combatamos a la miseria nacional.”. El principio de la ruptura con la tradicional intransigencia
anticomunista era sencillo: “una persona que tiene hambre es un buen comunista; una persona
que tiene mucho que comer es un buen anticomunista” .Pareciera que el gobierno de Ríos Montt
recordara lo planteado por Maquiavelo de que el príncipe debería ser como un centauro, mitad
bestia mitad humano. El proyecto de Ríos Montt contempló el uso despiadado de la violencia
combinado con medidas que expandieran al Estado en el seno de la sociedad civil. En lo que se
refiere a la violencia, los datos son contundentes: en los 17 meses de su gobierno, de15 a 16 mil
personas fueron ejecutadas, más de mil fueron desaparecidas, 170 aldeas y poblados fueron
masacrados, 15 personas fueron fusiladas, más de un millón de personas fueron desplazados
internamente y 90 mil buscaron refugio en México principalmente.

Una gráfica construida con base en 4,042 casos de desaparición forzada, entre 1960 y 1996,
evidencia que la cúspide de tal forma de violencia se observa durante el período de Ríos Montt.
Sin perder de vista que Ríos Montt gobernó entre marzo de 1982 y agosto de 1983, la gráfica
evidencia que de los 4,042 casos registrados en el recuento del cual se hace uso, casi el 40% (902
casos) corresponden a los años de 1982 y 1983, durante buena parte de los cuales gobernó el
referido general.

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