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Agatonismo como la ética para la cultura universal

Una moral desde una concepción realista y materialista

Por: Óscar Navarro Valenzuela // 318372

“Un principio ético es muy poca cosa si detrás


no existe un instinto profundo que le conceda
alguna realidad.”
E. Servin

Introducción

El avance de los dispositivos tecnológicos, llámense las tecnologías de la información y


comunicación, transporte (desde la infraestructura hasta la los vehículos mismos) y la
democratización cada vez mayor de estos ha formado las condiciones de mimesis ideal para la
transfusión cultural, es decir —y empleando el lenguaje de R. Dawkins de ​El gen egoísta— la
adopción e integración de ​memes​. La convergencia de grupos sociales en un mismo punto
espacial específico, que no comparten ni cultura ni religión, ni idioma ni proyecto suele ser,
cuanto menos, violenta. De ahí surge la imperante necesidad de generar un paradigma moral que
pueda regir y ser adoptada por cualquier ser humano y que deje el marco suficientemente amplio
para que los individuos puedan gozar de sus particularidades culturales sin agredir ni representar
un agente que pueda representar un foco de conflicto inter o transcultural.
La moral o ética nace de la ponderación de decisiones que tengan que ver con el bien o
con el mal, y con una trama de agentes morales que deben ser considerados. No todas las
situaciones son éticos o, más bien, son indiferentes a la ética.
Éste objetivo parecería lejano, utópico, un ideal quimérico que solo es rastreable en los
fines recónditos de la abstracción absoluta o como una especie de revuelto sin definición,
abstruso y carente de auténtica aplicación. Busquemos dentro de una postura más realista y
materialista una posible alternativa que no solo lleve a la sana convivencia intercultural, sino
también, siguiendo los valores del positivismo pero no nublando nuestro juicio ante el dogma y
aplicándolo mejor, al orden y al progreso, no solo de la ciencia y la tecnología que nos ha
brindado ayudas, comodidades y soluciones a los problemas de la humanidad, sino también a las
artes y humanidades que tonifican el ímpetu humano y resuelve problemáticas desde una
perspectiva más humana y holística, afín a los principios de una moral y ética realista y
materialista.
El agatonismo (del griego ​agathos αγαθος, bueno) es una propuesta del filósofos
argentino Mario Bunge. Su orientación realista, racional, cientificista y humanista podría
brindarnos una filosofía moral que busque reunir, dentro de las posibilidades más racionales, una
cultura universal.
El propósito de este trabajo es proponer el Agatonismo, propuesta novedosa y reciente de
Mario A. Bunge, como una doctrina moral para la nueva cultura universal. Este ejercicio no solo
revisa algunas de la posibles aplicaciones ético-políticas, sino que también cuestiones del orden
del derecho y el deber.

¿Qué es el agatonismo?

La propuesta bungeana tiene, obligatoriamente, que ser referenciada con el sistema filosófico que
propone el argentino, que es cientificista, racional, realista y humanista, buscando el sustento
epistemológico de la realidad en las ciencias (más concretamente decir que para Bunge la ciencia
puede acercarse a la verdad más que cualquier otra disciplina, mas no acceder directamente a
ella) Pese a que es muy interesante el sistema filosófico de Bunge, nuestra intención no es
detallar enteramente, continuamos.
Bunge define el agatonismo de la siguiente manera:
La filosofía moral según la cual debemos buscar lo bueno para nosotros mismos y
para los demás. Su postulado máximo: “Disfruta la vida y ayuda a vivir una vida
agradable.” Este principio combina el egoísmo con el altruismo. El agatonismo
postula, además, que los derechos y los deberes van aparejados, que las acciones
deben justificarse moralmente y que los principios morales deben evaluarse por sus
consecuencias. (Bunge ​Diccionario de filosofía 3​ )
Haciendo un análisis detallado logramos apreciar de inmediato (y porque el argentino es claro y
preciso) la intersección de dos posturas que la tradición toma por contrarias, el egoísmo y el
altruismo, dentro de un ejercicio casi aristotélico de encontrar el mesotes entre estos dos perfiles
morales.
Más adelante en su definición da a entender que la evaluación de las consecuencias de un
acto u otro determina su ponderación moral, hay actos buenos, malos y moralmente indiferentes .
Por ejemplo, golpear accidentalmente a alguien es malo, pese a haber sido un accidente, fue un
perjuicio material contra una persona, la consecuencia. Caminar en la acera es un acto que todos
podríamos realizar, pero no ponderar moralmente porque es un acto que no causa ni perjuicio ni
lograr algo valioso para alguien. Ayudar a alguien necesitado a cruzar la calle sí es algo bueno
porque termina a contribuir a realizar algo valioso para una persona.
¿Qué es lo bueno? ¿Qué es lo correcto? La pregunta que siempre zumba y rezumba
dentro de cualquier filósofo y que, difícilmente, podríase dar una respuesta universal, el
tratamiento al que somete Bunge dicha cuestión es la siguiente:
¿Qué es bueno? Toda cosa valiosa o que ayuda a lograr algo valioso es buena. ¿Qué es
correcto? Toda cosa que contribuya a ejercer derechos o deberes morales es correcta, aun si
implica el quebrantamiento de la ley del lugar. Suficiente en cuanto a la caracterización
formal dé lo bueno y lo correcto. Ahora pongamos estas definiciones a trabajar.
Postulado 1: Todo aquello que contribuya al bienestar de un individuo sin poner en
riesgo los derechos básicos de otro es, a la vez, bueno y correcto.
Postulado 2​: Todos tenemos el derecho de disfrutar la vida, y el deber de ayudar a otros a
disfrutarla.
Estos dos principios, como cualesquiera otros en cualquier otro campo, pueden justificarse
de dos maneras: por sus consecuencias y por su compatibilidad con otras fórmulas del mismo
campo y de campos vecinos. (La consistencia de la primera clase es interna, la segunda es
externa) (Bunge “Valores y moral: Una concepción realista y materialista” 259)

De tal forma que termina por esclarecer qué valor se debe considerar para la ética. Haciendo una
enfática distinción entre lo que es bueno y lo que es correcto.
Está más que claro que, considerado lo anterior, la propuesta bungena busca, por sobre
todas las cosas, el bienestar de los individuos, si y solo sí no comprometa el bienestar de otros
individuos. A esto algunos le llaman felicidad y queda bien demarcado dentro de los marcos de
la razón, pero también de lo posible, de la realidad.
Indudablemente esta postura va acompañada de ciertos criterios para el derecho y el
deber y también exhorta al cuestionamiento crítico constante de las leyes para ponderar si son de
convenir para su comunidad y su persona.
“La moralidad y el derecho se superponen en parte. Consecuentemente, las filosofías
correspondientes —la filosofía legal y la filosofía moral— también tienen una intersección no
vacía.” (Bunge “Derecho y moralidad” 392) Un derecho sería algo así como una concesión, una
libertad, un “permiso”, un derecho legal o jurídico es un “permiso” implícito dentro de un
contexto legal de un sitio determinado. y un derecho moral puede o no estar contemplado por la
ley, pero si está fundado en un código moral que, al igual que las leyes, no son naturales, sino
artificiales, una tecnología humana, ​tecnologías filosóficas ​(​Cfr.Bunge “Valores y moral: Una
concepción realista y materialista” ​248-257​)

Tecnologías filosóficas

Para continuar, esclarecemos que entiende el argentino por tecnologías filosóficas y después
veremos cómo se pueden aplicar en el mundo hiperconectado empezando por ciertos
antecedentes.
Una indagación sobre la naturaleza, origen y función de los valores y la moral pertenece a
lo que solía denominarse filosofía práctica. Esta disciplina puede ser considerada
actualmente como una tecnología filosófica, o el arte y ciencia de lo bueno y lo correcto.
Más precisamente, sugiero que la tecnología filosófica está compuesta por la axiología
(teoría de los valores), la praxiología (teoría de la acción), la ética (filosofía moral o teoría
de la moral), la filosofía política y la metodología (o gnoseología normativa). Estas cinco
disciplinas normativas pueden ser consideradas tecnologías porque están relacionadas, en
última instancia, más con el hacer que con el ser o el conocer, y más aún con hacer lo que
es bueno y correcto a la luz del mejor conocimiento fáctico disponible. (Bunge “Valores y
moral: Una concepción realista y materialista” 248)

Ciertamente podríase considerar al derecho y las leyes como una tecnología, primeramente
porque, al igual que lo explica Bunge, están orientados más con el hacer que con cualquier otra
cosa. El ejercicio de los derechos y la aplicación de estas dentro de un contexto de algún código
legal son actividades de un “hacer” cotidiano de cualquier ciudadano.
Al igual que la moral o la praxiología, las leyes deberían estar sustentadas en el mejor
conocimiento fáctico posible (Recordemos que Bunge hace una distinción entre ciencia formal y
ciencia fáctica ​cfr. Bunge “​ ¿Qué es la ciencia?” ) Lo cual no solo favorece la ejecución de
ciertos principios o leyes de las ciencias, ya sean sociales o jurídicas en ciertos dilemas, sino que
dejan los mejores resultados en base al método.
Pese a que el clima generado es muy racional y más que razonable, Bunge sede de cierta
manera y admite que : “no hay un código moral universalmente aceptado, no todas las
consideraciones morales son obligatorias.”(Bunge “Derecho y moralidad” 394) por otra parte,
también admite que la moral y los valores, así otras tecnologías, tienen raíces tanto sociales
como biológicas(​Cfr. ​Bunge “Valores y moral: Una concepción realista y materialista” 254​) ​Y es
en dicha fuente biológica la que, de cierta forma, termina por darse ciertos aires de universalidad
y principio aplicable a cualquier cultura.

La cultura universal y el mundo hiperconectado

La tendencia global en la actualidad apunta a la convergencia de las culturas a nivel mundial,


hoy por hoy no es raro que una parisino disfrute tacos al pastor en la comodidad de su ciudad o
que un boliviano goze del sabor de un ramen. Yendo más allá´del ejemplo gastronómico, la
Gioconda de Leonardo da Vinci es un ícono universalmente reconocido, la tradicional festividad
navideña (y propio ejemplo porque estamos en diciembre) o cualquier elemento cultural (​meme)
termina por compartirse en este mundo ​hiperconectado.​
Nace, entonces, de manera urgente e imperante, la necesidad de establecer el conjunto de
normas, una tecnología, que modere y dosifique ésta interacción cultura: la ética.
Filósofos como el español Jesús Mosterín o el mexicano Luis Villoro están de acuerdo en
que la tendencia global es esa, la unificación en un crisol cultural. Países como EE. UU. o
Alemania, que son grandes receptores de migrantes, son países totalmente multiculturales que
optan por políticas orientadas a esta cultura mixta. Aunque sigue como asignatura pendiente una
ética para la cultura universal. Pues bien, algunas particularidades de las diversas culturas
resultan muchas veces en oposición con otras, las cuales terminan por ser traducidas en conflicto.
Villoro, a través del ilustrísimo Dr. Fernández, plantea la siguiente base para entender el
rol de una cultura:
1. Una cultura satisface necesidades, cumple deseo y permite realizar fines del hombre a
través de una triple función
2. Una cultura será preferible a otras en la medida en que cumpla mejor con la triple función
de expresar, dar sentido y asegurar el poder de nuestras acciones (Fernández Armendáriz
“Ética y cultura universal”)

De esta manera es que el devenir en las culturas se abre paso dentro de ellas, configurándose. El
cambio es dado en la medida en que existen varios agentes, sean internos o externos a la cultura,
que emprendan una nueva necesidad. Estos agentes pueden ser el clima, un desastre natural, un
descubrimiento científico o una reforma social.

Agatonismo en la cultura universal

Presentados pues los principios del agatonismo y el contexto global en el que nos desenvolvemos
es hora de reflexionar y especular sobre el ejercicio de ésta propuesta ética en el mundo en que
vivimos.
Pues bien, partiendo de las reglas culturales de Villoro y del agatonismo bungeano, en el
contexto multicultural hiperconectado, es necesaria la omisión o corrección de ciertos elementos
culturales, puesto que es necesaria para la convivencia en paz de todos los individuos.
Por ejemplo, la mutilación genital femenina, que es ampliamente practicada en niñas de
África y partes de Asia sería un elemento cultural que deberá abstraerse de una comunidad
multicultural sujeta a una ética agatonista. Primeramente, porque en principio, no cumple
ninguna necesidad real, a pesar de que llena de cierta significación religiosa a las personas de la
familia, pero aún queda pendiente los postulados agatonistas. No debemos sobrepasar los
derechos de los demás, más bien, ayudarles a gozar de la vida. La mutilación genital no solo
inhibe la sensación y placer sexuales de los sujetos a los que son sometidos, sino que también
podría considerarse una agresión física grave. Cuestiones como el aborto o la eutanasia son, pese
a lo discutible que resultan, una postura aceptable en la medida en que se cumple dentro de un
marco agatonista y cumplen una función cultural, satisfacen una necesidad.
La democratización de los dispositivos tecnológicos y el acceso cada vez más creciente
de la gente a ciertos productos y servicios reservados para las altas clases en el pasado han sido
en base a el desarrollo tecnológico que, al mismo tiempo, se sustenta bajo el mejor conocimiento
fáctico disponible. A su vez, este acceso logra disminuir cada vez más las brechas sociales. Una
persona con escaso poder adquisitivo con acceso a la red tiene el mismo nivel de acceso al
internet que cualquier otro individuo de su país. El agatonismo no solo demuestra ser armónico
con la realidad, sino también aplicable en colaboración de los avances tecnológicos.

Conclusión

En estos tiempos que Bauman ha decidido bautizar sabiamente como “líquidos” (​Cfr. Vida
líquida​) la ética es una necesidad importante, pero ignorada.
Recogimos de manera sintética la postura ética de Mario Bunge, que muchas veces es
ignorada ya que es un autor enfocado en la epistemología y la filosofía de la ciencia, pero su
propuesta es rica y amplia, con un enorme margen de aplicación en el derecho, las leyes y en la
vida cotidiana en estos tiempos de “liquidez”.
Ciertamente la cultura universal no está muy lejos de ser una realidad, hay lugares donde
ya lo es y es esa misma universalidad la que merece ser estudiada y ver en qué grado el conflicto
entre lo diferente y lo propio puede iniciarse para ser evitado.

02 de diciembre de 2019

Obra consultada

BUNGE, Mario. “Moral y valores: una concepción realista y materialista” en ​Crisis y


reconstrucción de la filosofía (​ trad. Rafael González del Solar) Barcelona: Gedisa, 2002.
BUNGE, Mario. ​Diccionario de filosofía ​(Trad. María Dolores González Rodríguez) México:
Siglo Veintiuno, 2005.
BUNGE, Mario. “¿Qué es la ciencia?” en La ciencia. Su método y su filosofía. Medellín: Logos,
s/f.
BUNGE, Mario. “Derecho y Moral” en Las ciencias sociales en discusión: una perspectiva
,filosófica (trad. Horacio Pons) Buenos Aires: Sudamericana, 1999
FERNÁNDEZ ARMENDÁRIZ, Eduardo. “Ética y cultura universal” en Cultura y globalización.
Ensayos filosóficos. Chihuahua: UACH, 2002
BAUMAN, Zygmunt. ​Vida líquida ​(trad. Albino Santos Mosquera) México: Paidós, 2017.

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