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INVESTIGACIONES EN LA HUACA

DE LA LUNA: A MANERA DE
INTRODUCCIÓN
Santiago Uceda y Elías Mujica

Como se ha anotado en la Presentación a este volumen, durante los cuatro primeros


años de
investigaciones que la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de
La Libertad- Trujillo (UNT)
viene ejecutando en la Huaca de la Luna, la atención fue centrada en el estudio de
la arquitectura de la
Plataforma I del monumento, con intervenciones en menor escala en las
plataformas II y III y en las plazas 2
y 3, así como en el área urbana al pie de la huaca. Igualmente se anotó que, con el
rigor del caso, los resultados
fueron entregados tanto al INC como a los donantes a manera de informes anuales.
El iniciar esta serie de publicaciones sobre las investigaciones en la Huaca de la
Luna con los resultados
de la temporada correspondiente a 1995, tiene el inconveniente que estamos
dejando parcialmente de lado
mucha de la información recuperada durante las campañas previas. Para subsanar
en parte este vacío,
haremos en esta introducción un apretado resumen de los trabajos realizados
durante los años anteriores,
lo cual permitirá al lector tener un panorama general dentro del cual se debe
colocar esta publicación. Por
otro lado, en varios de los trabajos incluidos en esta publicación se retoman
aspectos de las investigaciones
correspondientes a los años anteriores y, además, cada parte que conforma este
libro tiene una introducción
general que servirá de balance.
UN POCO DE HISTORIA
El complejo arqueológico de las Huacas del Sol y de la Luna ha tenido tres
intervenciones científicas de
importancia entre fines del siglo pasado e inicios de la década de los 90, que es
cuando la UNT inició sus
trabajos. La primera fue la que realizó el arqueólogo alemán Max Uhle a fines del
siglo pasado (1898-1899), la
segunda fueron las excavaciones realizadas por don Rafael Larco entre las décadas
de los años 20 y 30, y la
tercera la realizada por el proyecto «Chan Chan - Valle de Moche» de las
universidades de Harvard y California
desde fines de la década de los 60 hasta mediados de los 70.
Los trabajos de Max Uhle deben de ser considerados como pioneros. El objeto de su
investigación fue el
establecer una cronología de las diferentes ocupaciones en el sitio a partir de la
posición estratigráfica de un
conjunto de tumbas que excavó en la plataforma existente al pie oeste de la Huaca
de La Luna, sobre la
plataforma sur de la Huaca del Sol y en la cúspide del Cerro Blanco (Uhle, 1915; ver
Bourget en este
volumen). A partir de ello Uhle estableció tres grandes entidades culturales: Inca,
Chimú y lo que definió
como Proto Chimú y que con el tiempo Julio C. Tello renombraría como Muchik y
luego Rafael Larco como
Mochica. Los materiales recuperados por Uhle fueron a dar al Museo de la
Universidad de California en
Berkeley, donde Alfred Kroeber los estudió con posterioridad, reafirmando la
secuencia de Uhle pero
cambiando el nombre del estilo cerámico Proto Chimú a Early Chimú o Chimú
Temprano (Kroeber, 1925).
Sobre esto último, es importante precisar, con el ánimo de evitar mayores
confusiones, que en la actualidad
el término Chimú Temprano viene siendo utilizado por todos los arqueólogos para
nombrar el lapso de
tiempo comprendido entre el fin de Moche V de Galindo y la aparición del estilo
cerámico monocromo
Chimú. Este período, que comprende al Horizonte Medio 3-4 de Dorothy Menzel
(1954, 1977), se caracteriza
por la presencia de cerámica tricolor y estampada (Mackey 1982).
Las excavaciones de don Rafael Larco se centraron en los alrededores de la Huaca
de la Luna, pero de las
cuales no se tiene mayor información, salvo los breves comentarios en su libro Los
Mochicas (Larco, 1938 y
1939). A partir de estas y otras excavaciones realizadas en los valles de Chicama,
Jequetepeque y el del Santa,
Larco estableció una secuencia cronológica para la costa norte (Larco 1948). La
base de esta secuencia estuvo
en la posición estratigráfica de las tumbas y en el análisis de la variación de las
formas de los ceramios. Gran

INVESTIGACIONES EN LA HUACA
DE LA
LUNA: A MANERA DE
INTRODUCCIÓN
Santiago Uceda y Elías Mujica
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parte de sus estudios los centra en definir los aspectos fundamentales de la cultura
Mochica -o Moche- y
ensaya una interpretación global de la cultura usando información etnográfica,
etnohistórica y la iconografía
de la cerámica (Larco, 1938, 1939). Tomando como base la variación de las formas
del asa estribo y el gollete
estableció una seriación de cinco fases estilísticas (Larco 1948), que las consideró
como fases de desarrollo
cultural de esta sociedad. Esta aplicación mecánica de sus fases estilísticas a las
culturales es, sin lugar a dudas,
uno de los aspectos más controvertidos de la secuencia de Larco. En la actualidad
existe una creciente
corriente de opinión entre los especialistas sobre la necesidad de revisar este punto
a partir de la información
arqueológica recuperada en los últimos años (véase Kaulicke, 1992).
Sin duda las excavaciones realizadas por el proyecto «Chan Chan- Valle de Moche»,
la tercera gran
intervención en el sitio, fueron las de mayor intensidad y duración, ya que durante
casi dos años diversos
investigadores realizaron excavaciones en distintos sectores del complejo de las
Huacas de Moche. El objetivo
central de los trabajos en el complejo arqueológico fue establecer la continuidad y/o
discontinuidad cultural
en el sitio, en ese entonces ya reconocido como el de mayor importancia para la
sociedad Moche.
Fueron varias las contribuciones importantes de este proyecto. En primer lugar, por
primera vez se excavó en
la planicie entre las dos huacas, donde se encontraron una serie de estructuras
habitacionales y áreas de depósitos
al suroeste de la Huaca del Sol, estructuras que fueron interpretadas como los
restos del pueblo moche asociado
a los dos grandes edificios ceremoniales (Topic, 1977). Con estos datos se echó por
tierra la propuesta de Schaedel
(1951a), quien sostenía que el complejo de las Huacas de Moche era un .centro
ceremonial vacío., a manera de
centro de peregrinaje, dentro de su tipología de asentamientos prehispánicos
andinos.
Por otro lado, dos grandes trincheras ubicada una al lado oeste de la Huaca de la
Luna y la otra al este de
la Huaca del Sol, permitieron recuperar casi una centena de entierros de diversas
épocas. Lamentablemente,
por falta de un buen control estratigráfico, debido a la metodología de excavación
empleada, la secuencia
resultante la reconstruyeron a partir del análisis estilístico de la cerámica asociada a
los entierros y en algunas
fechas radiocarbónicas (Donnan y Mackey, 1978).
Distintos investigadores del proyecto Chan Chan - Valle del Moche realizaron un
conjunto de estudios de
carácter diversos. Uno de los más sugerentes se refiere al análisis de los restos
orgánicos recuperados en
excavaciones realizadas en diversos sitios del valle, a partir de lo cual Sheila
Pozorski (1976) estableció los
patrones de subsistencia para la sociedad Moche, que hasta ese entonces se
conocían fundamentalmente en
base a los estudios iconográficos de la cerámica (Yacovleff y Herrera 1934, 1935).
Por otra parte, Mackey y
Hasting (1982) publicaron el estudio de uno de los murales previamente
descubiertos por don Eulogio
Garrido (1956) en el nivel superior de la Plataforma I de la Huaca de la Luna. Los
correlacionan con las dos
últimas de tres etapas de una secuencia constructiva que, si bien pionera en ese
entonces, se encuentra en
proceso de revisión a la luz de los nuevos datos recuperados por el proyecto de la
Universidad Nacional de
Trujillo (Uceda y Canziani, 1993; Uceda, 1994). Por otro lado, a partir del análisis
iconográfico le asignan una
ubicación tardía en la secuencia cultural Moche, relacionándolos a una influencia
Wari por la presencia de
elementos decorativos como los escaques y el personaje denominado como el .dios
de los báculos.. Como
veremos más adelante, la información recientemente recuperada también
contradice esta conclusión.
Hasting y Moseley (1975), por su parte, propusieron un modelo interpretativo sobre
la organización
laboral en los grandes proyectos constructivos de la época Moche en base al
estudio de las marcas de
fabricación de los adobes utilizados en la construcción de la última etapa
constructiva de las huacas del Sol
y de La Luna. Se trató, sin duda alguna, de una propuesta sumamente novedosa, en
la medida en que los
autores establecieron implicancias socio-económicas a partir de la información
arqueológica y etnohistórica.
Por último, y a nivel interpretativo, la presencia de grandes depósitos aluviales
cubriendo la planicie entre
las dos huacas fue el argumento más usados por los miembros de este proyecto
para explicar el abandono
del sitio y el cambio de la estructura política en Moche (Nials et al., 1979a y b;
Moseley y Feldman, 1982). A
partir de este argumento se justificó el cambio de la capital política de las Huacas
de Moche hacia Galindo,
en el interior del valle (Bawden, 1977) y del centro del poder hacia Pampa Grande,
en el más norteño valle
de Chancay en Lambayeque (Shimada, 1976).
Es sobre estos antecedentes que la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad
Nacional de Trujillo
inició sus trabajos en la Huaca de la Luna en mayo 1991. El primer objetivo que se
planteó el proyecto fue
estudiar el hallazgo de relieves polícromos que meses antes habían sido
descubiertos por el conservador
Ricardo Morales, codirector del proyecto de la UNT, adheridos a adobes que habían
colapsado del frente sur
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de la Plataforma I debido al trajinar de visitantes. La meta era, en ese entonces,
determinar a qué espacio
arquitectónico correspondían estas evidencias y establecer a qué posible etapa
constructiva correspondían.
Los objetivos se fueron volviendo más complejos a medida en que, gracias a las
excavaciones
arqueológicas y al análisis de las evidencias, se fue entendiendo mejor el sistema
constructivo en los grandes
edificios públicos Moche. La necesidad de ampliar las investigaciones en otras áreas
del complejo
obedecieron a la necesidad de responder a preguntas sobre la naturaleza y
estructura de la ocupación en el
sitio, interrogantes que en parte han ido siendo respondidas (Uceda y Morales 1993,
1994, 1995; Uceda et
al. 1994). Obviamente en la actualidad existen más problemas que soluciones, pero
la naturaleza y
complejidad de los nuevos problemas han obligado a la UNT a emprender un
programa de investigación a
largo plazo, convocando la cooperación internacional de colegas de otros países
(ver Bourget y Chapdelaine
en este volumen), así como el apoyo decidido de instituciones académicas y
privadas patrocinantes.
Los resultados más saltantes obtenidos hasta el momento previo a esta publicación,
pueden ser reseñados
en tres aspectos principales: la arquitectura monumental, los entierros y el centro
urbano.
LA ARQUITECTURA
Curiosamente, uno de los aspectos más relevantes de la sociedad Moche, como es
la arquitectura monumental,
no ha tenido el estudio exhaustivo ni detallado que amerita. Esta afirmación, que
parecería injusta por las cientos
de referencias que sobre esta cultura y sus monumentos existen, lastimosamente
es verdadera y para constatarla
vasta revisar la bibliografía de los principales autores (Uhle, 1915; Larco, 1938,
1939; Mackey y Hasting, 1982), y
la compilación bibliográfica generada hasta 1993 (Uceda y Mujica 1994). Si bien la
arquitectura monumental
Moche es por todos mencionada y reconocida, no existían estudios en detalle sobre
ella.
Después de cinco años de investigaciones podemos afirmar que la Huaca de la Luna
es un edificio muy
complejo, constituido por tres grandes plataformas (I, II y III) y cuatro grandes
plazas (1 a 4). La Plataforma
I, que es donde se ha centrado la mayor parte de los trabajos, está organizada en
dos niveles principales, uno
alto compuesto por un conjunto de recintos y terrazas, y uno bajo por recintos,
patios y corredores. Algunos
de estos recintos estuvieron pintados de blanco o enlucidos, con techos a doble
agua, presentando ventanas
altas y bajas y vanos de acceso con umbral alto. Otros eran recintos mayores cuyas
cubiertas eran sostenidas
por pilares y pilastras, y en cuyos muros existían hornacinas. Los recintos se
comunicaban a través de
corredores o patios, también pintados de blanco.
Tanto en el nivel bajo como alto de la Plataforma I de la Huaca de la Luna existían
grandes patios con
galerías cubiertas con techos, cuyos cielos rasos estaban enlucidos y pintados y los
muros decorados. En el
nivel bajo, por lo menos en el caso de los tres últimos edificios, se trata de
decoración en altorelieve
policromo y en el nivel alto pintura mural. Las representaciones, en ambos casos,
están referidas a la deidad
mayor Moche, el ser con colmillos en su manifestación de .El degollador..
La Huaca de la Luna es una construcción de carácter monumental cuya altura
actual se debe a la
superposición de por lo menos seis edificios. El procedimiento constructivo fue el
.rellenar. con adobes
tramados a manera de bloques constructivos los espacios arquitectónicos, para
edificar encima una
construcción nueva (Uceda y Canziani, 1993). Si bien el sexto edificio (el más
tardío) se encuentra casi
completamente destruido, quedando evidencias de sólo algunos de sus cimientos,
podemos afirmar a partir
de las evidencias hasta ahora recuperadas de los edificios más tempranos que el
patrón arquitectónico
(diseño y forma) es repetitivo, aunque los volúmenes y tamaños fueron creciendo.
Cada nuevo proyecto
significó un aumento de uno 3.50 m. de altura como promedio y horizontalmente
hasta 5 m. en sus frentes
este, oeste y sur. Es importante resaltar, por otro lado, el cuidado con que se
«enterraron» los viejos edificios,
convirtiendo este acto en un verdadero sistema de renovación del poder en el que
no sólo intervenía el
enterramiento del edificio, sino también el enterramiento de los sacerdotes de este
templo (Uceda en este
libro). Si bien las hipótesis reconstructivas que se vienen planteando pueden ser
discutidas, sin duda se ha
dado un paso adelante para el mejor entendimiento de su uso y función.
En lo que a la posición cronológica de los murales se refiere, la información actual
contradice las
propuestas iniciales de Mackey y Hasting (1982) para los murales del nivel alto de la
Plataforma I, que ellos
asocian a una influencia estilística Wari. Si bien por ahora sólo tenemos una fecha
coherente que ubica la
última etapa constructiva de la Plataforma I hacia mediados del siglo VI o inicios del
VII (Uceda, 1994), esto
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quiere decir que los murales en discusión son anteriores al Moche IV, que se
desarrolló antes del siglo VII, y
no correspondientes a las últimas etapas Moche cuando se da la influencia Wari en
la costa norte del Perú.
Esta afirmación, además, se sustenta en el hallazgo de escaques en el arte mural
Moche en una tumba
monumental encontrada en el sitio La Mina, ubicado en el valle de Jequetepeque,
asociada a cerámica
temprana Moche correspondiente al estilo I ó II (Narváez, 1994).
En lo que se refiere a los adobes con marcas de fabricantes (que fue otro de los
aportes del proyecto Chan
Chan - Valle de Moche), las excavaciones del relleno que cubre el quinto edificio de
la Plataforma I
demostraron un muy bajo porcentaje de adobes con marcas de fabricante, el que
jamás sobrepaso el 15% del
total de los adobes recuperados. Algo radicalmente diferente ocurrió en la más
tardía Plataforma III, donde
fue altísimo el porcentaje de adobes con marca de fabricante, el que alcanza en
algunos sectores hasta el 90%;
además, estos adobes tienen dimensiones mayores que los primeros y todos fueron
hechos en gaveras de
tablilla. Si bien las marcas se agrupan casi uniformemente en los bloques
constructivos, tal como fue
observado por Moseley y Hasting (1975) en la Huaca del Sol, la información arriba
señalada indica que el
cambio en la estructura social y organizativa sólo se daría hacia finales del
desarrollo Moche y muy
probablemente ligado a la .influencia. Wari o de la zona norte del área Moche,
donde la tradición del uso de
marcas en adobes es más temprana y arraigada.
Otro aspecto en el cual se ha avanzado gracias a las investigaciones del equipo de
la Universidad
Nacional de Trujillo, es en lo que se refiere al momento de abandono del sitio. Como
ya hemos
mencionado, la tendencia ha sido el postular un abandono a finales de la época IV
de Larco (650 d.C.),
debido a la ausencia de cerámica del estilo Moche V en el complejo Huacas de
Moche. A partir del análisis
de las formas y marcas de los adobes, del estudio estilístico de los murales de la
Plataforma III y de la
correlación cronológica de los distintos componentes monumentales del sitio,
podemos proponer que
estuvo en uso durante la fase V de Larco. En la Huaca del Sol, la última etapa
constructiva (que es cuando
el edificio ganó más de 15 m. de altura y cuando se adicionó la plataforma sur)
presenta las mismas
características constructivas y tipos de adobes que la Plataforma III de la Huaca de
la Luna, donde
predominan los adobes de mayores dimensiones y con altos porcentajes de marcas
de fabricantes (García
et al. 1994). Ya que el mural de .La rebelión de los artefactos., que se encuentra
asociado a la última etapa
constructiva de la Plataforma III corresponde estilísticamente a la forma de
decoración de la fase Moche V,
por lo menos este sector de la Huaca de La Luna como, por extensión, la última
construcción de la Huaca
del Sol deben corresponder a esta fase estilística de la cerámica. A esto hay que
agregar los resultados
radiocarbónicas de muestras de carbón vegetal obtenidas para las últimas
ocupaciones en el centro
urbano, que arrojaron fechas tan tardías como 750-800 d.C. asociadas con cerámica
Moche IV (ver
Chapdelaine en este volumen). Una vez más, nos encontramos ante las
discordancias arriba anotadas entre
las fases estilísticas propuestas por Larco y las fases culturales Moche.
LOS ENTIERROS
Es por todos conocida la importancia de los entierros humanos en la historia de las
investigaciones sobre
la cultura Moche. En el caso concreto de la Huaca de la Luna, los antecedentes nos
los proporcionan los
trabajos de Uhle (1915), Kroeber (1925), Larco (1948) y Donnan y Mackey (1978).
Si bien las excavaciones realizadas por el equipo de la Universidad Nacional de
Trujillo no han tenido
como objetivo reincidir en esta suerte de .arqueología funeraria., se han recuperado
entierros en dos
contextos bien definidos, sin incluir en ellos los sacrificios humanos ubicados al pie
de la Plataforma II
(Bourget en este volumen), por no tratarse de entierros formales. El primer contexto
son las unidades
arquitectónicas del centro urbano ubicado entre las dos huacas, en donde se han
encontrado hasta el
momento seis tumbas en el interior de recintos. El segundo contexto corresponde a
los rellenos de la última
etapa constructiva de la Plataforma I, en donde se han excavado cinco entierros.
Estos contextos funerarios
han sido analizados a partir de una nueva perspectiva, tal como se ha hecho con las
tumbas de San José de
Moro (Castillo y Donnan, 1994; Donnan y Castillo, 1994).
A diferencia de las tumbas excavadas por Uhle en el sector que denominó .F. (una
plataforma funeraria anexa
al lado oeste de la Huaca de la Luna), y de aquellas tumbas excavadas por el equipo
del proyecto Chan Chan - Valle
de Moche en el sector .H. (plataforma funeraria anexa o cercana a la Huaca del Sol),
los entierros humanos
excavados por la Universidad Nacional de Trujillo se encuentran en un contexto
completamente diferente: dentro
de los rellenos arquitectónicos intencionales colocados para sellar un viejo edificio y
levantar uno nuevo.
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A partir del supuesto de que exista una relación entre la importancia del edificio
donde se practica el
entierro con el estatus del personaje dentro de la estructura social de la sociedad,
las tumbas formales que
se han encontrado dentro de los rellenos arquitectónicos de la Huaca de la Luna
corresponderían a miembros
de la élite u a oficiantes, ya que se encuentran dentro del edificio más importante
de la ideología Moche
(Uceda en este volumen).
El estudio de los contenidos de las tumbas 1, 2 y 8 encontradas en el relleno que
cubría el quinto edificio
de la Plataforma I, ayudan a sustentar esta hipótesis. Entre los elementos de la
parafernalia ritual destacan un
calero, agujetas y láminas rectangulares y en forma de discos, todos en cobre
dorado. Estos mismos objetos
encontrados en las tumbas forman también parte de la indumentaria de personajes
representados en escenas
de la iconografía Moche. Una de estas escenas, representando dos o tres personajes
sentados y en actitud de
súplica dentro de un arco bicéfalo, ha sido considerada como una escena de
ofrendas (Hocquenghem, 1987:
108-110), un acto propiciatorio ligado a la fertilidad (Lavallèe, 1970), o una escena
de invocación de
chacchadores de coca (Donnan, 1978).
Recientemente Bourget (1994a) ha propuesto que estas escenas de invocación
forman parte del complejo
ritual y ceremonial de los adoradores Moche tanto a la Huaca de la Luna como al
Cerro Blanco. Por otro lado,
la presencia del arco bicéfalo está en íntima relación con los aspectos de lluvia y
agua en general (Lavallee, 1970),
por lo que los actos propiciatorios de los oficiantes estarían ligado a la fertilidad, los
sacrificios humanos y el
ofrecimiento de sangre a través del despeñamiento de los cerros y la degollación de
las víctimas, como lo
demuestra Bourget en este volumen. Se propone, además, que los actos rituales
estarían ligados a las
actividades principales del templo de la Huaca de la Luna, incluyéndose la
preparación de los muertos y su
manipulación (Uceda en este volumen). Por este mismo proceso de deducción, es
de esperar que deben existir
a nivel de entierros todos los personajes que formaron el panteón de deidades y
ancestros moches, como lo han
demostrado claramente el hallazgos de las tumbas de élite de Sipán y de las
Sacerdotisas en San José de Moro.
Este último aspecto debe ser considerado también para interpretar las tumbas 3-4 y
5 de la Plataforma I,
que a diferencia de las anteriores consisten en tumbas secundarias compuestas de
esqueletos desarticulados
e incompletos asociados con fragmentos de cerámica, también incompletas, y
partes de ataúdes, contextos
que sin duda representan .re-entierros. a manera de ofrendas para el enterramiento
de la huaca en una clara
alusión de otorgarle el poder para su renovación (Uceda en este volumen).
EL CENTRO URBANO
Una de las contribuciones más importantes del Proyecto Chan Chan - Valle de
Moche fue sin lugar a dudas
el descubrimiento del centro poblado que se extiende en la planicie entre las
huacas del Sol y de la Luna.
Desafortunadamente a esta novedosa información no se le dio la importancia ni
trascendencia del caso.
A las viviendas, patios y depósitos registrados por Topic (1977), hay que agregar el
descubrimiento
posterior de talleres de alfareros realizado por estudiantes de la Universidad
Nacional de Trujillo a inicios de
los años 90 (Armas et al. 1994), así como posibles talleres de metalurgia
(Chapdelaine en este volumen).
Todas estas evidencia nos indican que estamos en presencia no sólo de un complejo
urbanístico de
importancia, sino de una forma de ciudad ya desarrollada con funciones tanto de
centro administrativo como
de producción especializada. Esta producción y administración estuvo de una u otra
forma controlada por
un complejo sistema de ceremonias y rituales, dirigidos por la élite religiosa y/o civil
Moche que tenía
igualmente a su cargo las huacas del Sol y de la Luna.
Es interesante notar que la mayor producción de cerámica registrada en los talleres
estudiados estaba
destinada al sistema del culto a los muertos (ofrendas funerarias), por lo que la
cercanía de estos centros de
producción a la Huaca de la Luna les confiere a las unidades de producción alfarera
un carácter sacro o más
ligado a la actividad religiosa. Por el contrario, las viviendas con mejor
mampostería, presencia de depósitos
y patios con banquetas se han registrado en sectores más cercanos a la Huaca del
Sol, por lo que, a partir de
esta asociación, se puede postular la hipótesis que la Huaca del Sol tenía funciones
más relacionadas con
actividades del mundo de los vivos (agricultura, pesca u otras actividades). La
presencia de abundantes restos
de alimentación en grandes basurales asociados a los patios en la Plataforma II de
la Huaca del Sol (S.
Pozorski, 1976), indican que ahí se realizaban grandes banquetes ligados a
ceremonias que podrían
relacionarse con el sistema de reciprocidad asimétrica desarrollada por las élites de
las diversas culturas
prehispánicas. Forzando un poco esta propuesta, podría incluso pensarse en una
dualidad de funciones para
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las dos huacas y una bipartición de la ciudad, hipótesis que obviamente debe ser
comprobada con mayores
datos arqueológicos.
La ubicación de este importante centro urbano-ceremonial en el lugar en el que se
encuentra no fue un
acto del azar, sino que responde a una larga y profunda tradición relacionada con el
Cerro Blanco como lo
atestigua la presencia de ocupaciones previas a Moche (Salinar y Gallinazo)
registradas en sus faldas norte,
oeste y este (Quilcate et al. 1994; Bourget en este volumen). La importancia de los
cerros aislados en la
mitología costeña es tan fuerte, que el Cerro Blanco perduró como uno de los
centros de peregrinación y
culto aún hasta época Chimú.
Por otro lado, las recientes investigaciones en el complejo de las Huacas de Moche
han puesto al
descubierto una desarrollada red urbana, compuesta por unidades arquitectónicas
que pudieron haber
servido como lugares de residencia para la élite, los administradores y aun los
productores industriales
(ceramistas, metalúrgicos, tejedores, etc.). Estas unidades arquitectónicas, ya sean
residenciales o
productivas, se articulaban a través de corredores y callejones que al parecer
convergían hacia una plaza de
carácter público (Chapdelaine en este volumen). En otras áreas se ha registrado la
presencia de canales de
agua que fueron usados para abastecer de este líquido elemento a los pobladores
del centro urbano, así como
al parecer al taller de alfareros. La presencia de una calle de unos 15 metros de
ancho que separa la unidad
17 de las unidades 8 y 18, recientemente descubierto por el equipo de estudiantes
de la UNT liderado por
Ricardo Tello, puede ser interpretada como uno de los ejes mayores de circulación o
como una separación
entre el centro urbano y el área ritual de la Huaca de la Luna. Nuevamente, esta
percepción no tiene mayores
sustentos y esperaremos avanzar con las excavaciones y el análisis de los
materiales culturales recuperados
para afirmar o rechazar estas apreciaciones.
FUTURAS INVESTIGACIONES
No quisiéramos terminar esta suerte de evaluación de las investigaciones realizadas
y en progreso en las
Huacas de Moche sin antes señalar cómo vemos las perspectivas e importancia de
este sitio en la historia no
sólo Moche, sino para la arqueología peruana. El estudio de un sitio de la
envergadura de las Huacas del Sol
y de La Luna no podrá ser realizado con éxito si no se prevé un programa a largo
plazo, multidisciplinario e
interdisciplinario. Durante los próximos años será necesario desarrollar programas
donde participen
especialistas de diversos campos que nos permitan abarcar temas de vital
importancia para la comprensión
de la historia social y cultural de este sitio.
Por ejemplo, los fenómenos naturales registrados en el sitio han sido presentados
desde un punto de vista
catastrófico para explicar los cambios culturales ocurridos, entre ellos el abandono
del lugar (Nials 1971a y
b; Moseley y Feldman, 1982; Shimada et al., 1991). Sin duda las capas aluviales que
cubren el poblado entre
las dos huacas es una prueba fehaciente de la presencia de eventos significativos
de El Niño en el pasado, pero
de allí a postular que estos fueron la causa determinante del abandono del sitio
existe una gran diferencia.
Para comprobar o desechar esta hipótesis se hace necesario analizar las capas
aluviales, determinar si son el
resultado de un solo evento como sostienen estos autores o si fueron eventos
repetitivos y adecuadamente
manejados y superados como se ha observado en las diversas etapas constructivas
de la Huaca de la Luna
(Uceda y Canziani, 1993). Si han sido varios eventos, será necesario establecer su
secuencia y de ser posible
la cronología y correlación con los eventos similares registrados en la Plataforma I
de la Huaca de la Luna para
obtener una imagen integral de sus efectos en el manejo del sitio. Más aún, las
excavaciones arqueológicas
realizadas tanto en la planicie como en la Plataforma I de la Huaca La Luna han
registrado la presencia de
gruesas capas de arena eólica acumulada, tal vez el problema principal que
enfrentamos el día de hoy en la
conservación del sitio, pero igualmente se ha documentado que se trataba de
episodios algo rutinarios y que
fueron satisfactoriamente superados por los pobladores Moche.
Un segundo aspecto de las investigaciones del futuro deberá ser el ampliar en los
próximos años las
excavaciones en distintos sectores del centro urbano. Urge profundizar los
conocimientos sobre la naturaleza
y función de estas estructuras a lo largo de las sucesivas etapas ocupacionales
dentro de la secuencia Moche, su
estructuración y complejidad, y cómo estaban articulados a los dos edificios
monumentales: el Sol y la
Luna. En este afán será necesario la presencia de arquitectos, ingenieros y
arqueólogos. La presencia de
talleres especializados de cerámica y metalurgia requerirán del aporte de
especialistas que tengan
experiencia en el manejo y análisis de este tipo de problemas, o en la aplicación de
nuevas técnicas y métodos
que permitan, entre otras cosas, la compresión de la producción y circulación de los
bienes producidos que
son en la actualidad ampliamente utilizados como indicadores culturales. De igual
manera, la abundancia de
restos de alimentación asociados a las áreas de viviendas requerirá de la ayuda de
especialistas en
arqueozoología y arqueobotánica, con la esperanza de continuar por el novedoso e
ilustrativo camino
trazado por los miembros del equipo Arqueobíos en su contribución a este volumen.
En esta misma perspectiva de reevaluación del sitio, será necesario volver a
estudiar las áreas de
cementerios, a fin de aplicar nuevas perspectivas de estudio a los contextos
funerarios. El estudio de la
antropología física se ha convertido más que nunca en una necesidad si queremos
resolver aspectos de
identidad étnica o racial al interior de las culturas costeñas, particularmente la
Moche, así como para una
mejor aproximación al conocimiento de la gente que hizo posible todo aquello que
pretendemos estudiar.
Por último, no podemos de dejar de lado a la Huaca del Sol, hasta ahora testigo
mudo de toda esta
discusión. En algún momento su investigación debe de ser integrada al resto del
sitio, si es que en verdad
queremos conocer a cabalidad las características y funcionamiento de una de las
capitales prehispánicas más
importantes del antiguo Perú.

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