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FACULTAD DE DERECHO

ESCUELA DE DERECHO

INFORME ACADÉMICO

“Elementos de la Responsabilidad Civil Extracontractual”

AUTORES:

Chambi Sivipaucar, Lisbeth

Chamorro Ayala, Karina

Estrella Saldivar, Alex

Narvaez Tuanama, Carlos

Suarez Leyva, Teresa

Vílchez Oncoy, Elizabeth

ASESOR:

Ñiquén Quesquén, Juan Manuel

LIMA – PERÚ

2019
DEDICATORIA

Queremos dedicar este trabajo a nuestros padres


por todo su apoyo incondicional y a nuestro
docente por sus enseñanzas brindadas en el
desarrollo de este ciclo académico.

ii
ÍNDICE

pág.
 Dedicatoria II
 Índice III
 Introducción V

ELEMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL


EXTRACONTRACTUAL

1. Antijuricidad
2. Daño causado
3. Relación de causalidad
4. Factores de atribución

 Conclusión
 Referencias Bibliográficas

iii
INTRODUCCIÓN

En el ámbito del derecho el concepto de responsabilidad civil extracontractual parte del


principio general, el cual establece que “quien cause un daño a otro está obligado a
indemnizarlo”. Se denomina responsabilidad civil extracontractual porque el daño
causado a alguien no está asociado al incumplimiento de un contrato previo, es decir a
una relación jurídica previa entre las partes, sino al incumplimiento de un deber jurídico
genérico de no causar daño a otros.

Al respecto Taboada (2000) menciona que “[…] La diferencia esencial entre ambos
aspectos de la responsabilidad civil radica, […] en que en un caso [responsabilidad
contractual] el daño es consecuencia del incumplimiento de una obligación previamente
pactada y en el otro caso [responsabilidad extracontractual] el daño es producto del
incumplimiento del incumplimiento del deber jurídico genérico de no causar daño a los
demás. […] (p. 23).

Nuestro ordenamiento jurídico regula la responsabilidad civil extracontractual en el Libro


VII – Fuente de Obligaciones – Sección sexta, desde el artículo 1969 hasta el artículo
1988 del Código Civil Peruano.

Es importante mencionar que para que se configure la responsabilidad civil


extracontractual tienen que estar necesariamente presentes los cuatro elementos que
señala nuestro ordenamiento jurídico, los cuales son: La antijuricidad, el daño causado,
la relación de causalidad o nexo causal y los factores de atribución.

En el presente trabajo desarrollaremos a profundidad los elementos de la responsabilidad


civil extracontractual con la finalidad de poder identificar sus principales características,
para de esta manera poder ser capaces de identificar las principales diferencias con la
responsabilidad civil contractual y saber cómo actuar cuando se presenten estos casos
tanto en el ámbito personal como profesional.
ELEMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL

1. ANTIJURICIDAD

La antijuricidad es uno de los elementos fundamentales de la responsabilidad


civil extracontractual pues solo se genera la obligación de indemnizar cuando
se produce daño a otros mediante un comportamiento o conducta que no es
amparada por el Derecho. Así pues no se puede hablar de responsabilidad civil
extracontractual si la conducta se realizó dentro de los límites permitidos por
el Derecho, por ello es necesario que la conducta sea ilícita, ilegitima o
antijurídica.

En la responsabilidad civil extracontractual hablamos de una antijuricidad


atípica o genérica pues las conductas que dan lugar a la responsabilidad civil
extracontractual, es decir, a la obligación de resarcir un daño, son aquellas
denominadas atípicas pues no están expresa ni tácitamente tipificadas en
norma alguna, por lo cual debe entenderse que cualquier conducta será
susceptible de dar lugar a una responsabilidad civil extracontractual en la
medida en que sea una conducta ilícita que cause un daño a otro, dando lugar
así al resarcimiento respectivo.

Este concepto se desprende de lo regulado en los artículos 1969 y 1970 del


Código Civil pues en ambos únicamente se hace mención a la producción de
un daño sin especificar el origen del mismo ni la conducta que lo hubiese
producido, entendiéndose así que cualquier conducta que cause daño (con tal
que sea una conducta ilícita) genera la obligación del pago de una
indemnización. Al respecto Taboada (2000) menciona que al no estar
tipificadas dichas conductas es por ello que:

[…] el articulo 1985 exige en forma expresa una relación de causalidad


adecuada […] a fin de establecer cuando hay responsabilidad o no […] si
en este caso las conductas fueran siempre típicas, no habría necesidad de

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acudir a una teoría que distingue y discrimina, […] cuales pueden dar
origen a una responsabilidad y cuáles no. (p. 39).

La antijuricidad atípica o genérica es precisamente lo que caracteriza a la


responsabilidad civil extracontractual, pero como saber ¿cuándo una conducta
está prohibida genéricamente? , para contestar esta interrogante podríamos
hacer referencia a la teoría planteada por Taboada (2000) en su libro
“Responsabilidad civil contractual y extracontractual” en la cual indica que la
única manera de determinar si una conducta está prohibida genéricamente es
acudiendo al artículo V del Título Preliminar del Código Civil el cual dispone
que “es nulo el acto jurídico contrario a las leyes que interesan al orden público
o a las buenas costumbres”, es así pues en base a esta norma que se puede
afirmar la existencia de una antijuricidad atípica y de esta manera quien cause
daño mediante una conducta que atente contra el orden público o las buenas
costumbres dará origen a la obligación legal de indemnizar a la víctima, sin la
necesidad de que dicha conducta se encuentre específicamente prohibida o
sancionada por una norma jurídica determinada, pues de lo contrario no se
estaría cumpliendo con la función principal que es reparar a las víctimas de
los daños que otros les generan.

Consideramos importante hacer mención a una problemática que existe por


parte de la doctrina, sobre la necesidad de la antijuricidad como elemento
fundamental en la responsabilidad civil, ya que algunos doctrinarios
consideran que la antijuricidad no es un elemento fundamental e
imprescindible de la responsabilidad civil en general tomando como sustento
que los artículos 1969 y 1970, como ya lo hemos precisado anteriormente, no
hacen mención que el daño causado deba ser consecuencia de una conducta
antijurídica. Es por ello que Taboada (2000), en oposición a lo sostenido por
esta parte de la doctrina precisa que:

[…] el articulo 1971 [del Código Civil] al señalar en su primer inciso que
no hay responsabilidad por daño causado en el ejercicio regular de un
derecho, está haciendo referencia implícita al concepto de antijuricidad,
por la simple y evidente razón que cuando se actúa en el ámbito del
ejercicio regular de un derecho, a pesar de que se pueda causar daño, el

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mismo será resultado de una actividad lícita, ajustada a Derecho y por
ende permitida y plenamente justificada por el ordenamiento jurídico. (p.
39).

Respecto a lo citado anteriormente Taboada considera que esto no es


suficiente, posición con la cual concordamos, pues se requiere que el Código
Civil establezca directamente en los artículos 1969 y 1970 el requisito de
antijuricidad para que así no queden dudas de su importancia en la
responsabilidad civil y en especial en la responsabilidad civil extracontractual.

2. DAÑO CAUSADO

El daño causado es el segundo elemento fundamental de la responsabilidad


civil extracontractual, convirtiéndose en la esencia de la responsabilidad civil
extracontractual, pues a diferencia de lo que ocurre en el ámbito penal, que
contempla la existencia de figuras delictivas de mero peligro y sanciona
conductas tentativas y frustradas, sin daño no hay responsabilidad civil, sin
embargo es importante tener en cuenta que no basta con las sola producción
de un daño, pues es también necesaria la relación de causalidad y la
concurrencia de los respectivos factores de atribución, que analizaremos más
adelante. La doctrina realiza una clasificación de este daño en dos categorías:
daños patrimoniales y daños extrapatrimoniales, los cuales serán materia de
comentario a continuación.

A. DAÑOS PATRIMONIALES

Concurre un daño patrimonial en todos aquellos casos en que el hecho


dañoso del que ha de responder su causante recae sobre un interés
ajeno susceptible de valoración pecuniaria y caracterizada por su
exterioridad y por su aptitud para satisfacer necesidades económicas.
De ahí entonces que el objeto de la acción de responsabilidad civil
consista en la reparación en dinero de ciertos daños, de manera que sus
consecuencias patrimoniales sean soportadas en definitiva por quien
los causa.

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En la doctrina existe unanimidad en que existen dos categorías de daño
patrimonial, que son de aplicación tanto al campo contractual como
extracontractual: el daño emergente y el lucro cesante. Al respecto el
artículo 1985 del código civil (2019) dispone en forma expresa que:

“La indemnización comprende las consecuencias que deriven de la


acción u omisión generadora del daño, incluyendo el lucro cesante, el
daño a la persona y el daño moral, debiendo existir una relación de
causalidad adecuada entre el hecho y el daño producido, el monto de
la indemnización devenga intereses legales desde la fecha en que se
produjo el daño”(p.419)

Obviamente, cuando el artículo 1985 al referirse a las consecuencias


que deriven de la acción u omisión generadora del daño está aludiendo
directamente a la pérdida patrimonial sufrida efectivamente por la
conducta antijurídica del autor o coautores, es decir, a la noción de
daño emergente. De esta forma, queda claramente demostrado que en
el sistema jurídico nacional el daño patrimonial comprende las dos
categorías antes mencionadas.

Se entiende por daño emergente a la pérdida patrimonial


efectivamente sufrida, es decir el valor o precio de un bien o cosa que
ha sufrido daño o perjuicio. Por ejemplo cuando el bien o la propiedad
de una persona ha sido dañada o destruida por otra, estamos ante un
daño emergente y la indemnización en este caso será igual al precio
del bien afectado o destruido, es decir, el costo de la reparación
necesaria del daño causado y los gastos en los que se ha incurrido con
ocasión del perjuicio.

Por otro parte el lucro cesante es la ganancia dejada de obtener o la


pérdida de ingresos como consecuencia directa e inmediata de un
hecho lesivo o daño causado. Pues se entiende que si una persona no
hubiera sufrido de un daño o perjuicio, se hubiera seguido lucrando sin
problemas, lucro que cesa por culpa del daño o perjuicio y por ende el

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responsable, es decir la persona que causó el daño tiene que
indemnizar a la víctima para así resarcir el daño ocasionado.

Para poder comprender las diferencias entre el daño emergente y lucro


cesante Zarra (2004) cita al maestro italiano DE CUPIS donde señala
que:
“Al referirse a la distinción entre daño emergente y lucro cesante,
utiliza un criterio basado en la situación del interés en el momento en
que se entiende producido el daño, de tal modo que "si el objeto del
daño es un interés actual, o sea, el relativo a un bien que ya
corresponde a una persona en el instante en que el daño se ha
ocasionado, se tiene un daño emergente; pero, si por el contrario, el
objeto del daño es un interés futuro, es decir, el relativo a un bien que
todavía no corresponde a una persona, se tiene un daño lucro
cesante”(p.60)

De lo antes citado se desprende que tal determinación será más sencilla


cuando de daños emergentes se trate, porque los mismos recaen sobre
bienes ya pertenecientes al sujeto, mientras que con los lucros cesantes
se alude a aquellos otros perjuicios que se concretan en la falta de
adquisición de bienes que deberían haber ingresado en su patrimonio,
pero que no lo han hecho a causa del evento dañoso.

Un ejemplo muy simple permitirá comprender perfectamente la


diferencia entre el daño emergente y el lucro cesante: Si como
consecuencia de un accidente de tránsito, una persona pierde el
vehículo que utilizaba como instrumento de trabajo para hacer taxi, el
daño emergente estará conformado por el costo de reposición del
vehículo siniestrado, mientras que el lucro cesante, por los montos que
el taxista dejará de percibir por su trabajo como taxista con el vehículo.

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B. DAÑOS EXTRAPATRIMONIALES

El Código Civil establece que los daños extrapatrimoniales


comprenden tanto al daño moral como al daño a la persona, a
continuación desarrollaremos cada uno de ellos.

Respecto al daño moral, Millán Puelles expresa que: nuestra


categoría de personas nos viene justamente de tener libertad y
entendimiento, que no son atributos materiales, sino espirituales. De
tal manera que los bienes materiales no son los únicos susceptibles de
percibir un daño, sino también aquellos que no ocupan un espacio
físico. La persona puede sufrir atentados contra su integridad, salud
mental y psicológica, el honor, reputación y demás bienes
extrapatrimoniales. En estos casos no se podría aplicar el daño
patrimonial, por lo que el legislador peruano acertadamente ha previsto
en el Código Civil la tutela del daño moral.

La figura comentada es la afectación a los derechos personalísimos


que, como menciona Roberto Brebbia, son aquellos que el ser humano
posee por su condición de persona y no pueden ser objeto de comercio
jurídico. Por su lado, Trigo Represas menciona que se trata de un
“…agravio implicado con la violación de alguno de los derechos
personalísimos, o sea de esos derechos subjetivos que protegen como
bien jurídico las ‘facultades’ o ‘presupuestos’ de la personalidad.” El
daño moral surge cuando el acto ilícito no comporta necesariamente
por sí ningún menoscabo para el patrimonio, en su contenido actual o
en sus posibilidades futuras, pero hace sufrir a la persona,
molestándola en su seguridad personal, o en el goce de sus bienes, o
hiriéndola en sus afecciones legítimas. (Osterling, pág. 6)

La definición de daño moral debe ser lo más amplia posible,


incluyendo todo daño o perjuicio a la persona en sí misma —física o
psíquica—, así como todo atentado contra sus intereses
extrapatrimoniales, es decir, “todo menoscabo de un bien no

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patrimonial o a un interés moral por quien se encontraba obligado a
respetarlo, ya sea en virtud de un contrato o de otra fuente.” Además,
el daño moral es irreparable, toda vez que no se puede devolver el
objeto sobre el cual recae la acción a su estado original. A manera de
ejemplo, si un hecho causa a una persona depresión severa, el daño ya
ha sucedido, y por más que en un futuro pueda volver a estar
equilibrada emocionalmente, no hay nada que se pueda hacer respecto
a los momentos en los que estuvo bajo severa pena y angustia. Esta
posición es respaldada por Cifuentes quien señala que no es posible la
reparación integral con la equivalencia perfecta e idéntica a la que se
procura frente al daño material.

Asimismo, la esencia del daño moral o extrapatrimonial se demuestra


a través de la estimación objetiva que hará el juez de las presuntas
modificaciones o alteraciones espirituales que afecten el equilibrio
emocional de la víctima. La entidad o magnitud del daño moral
resultará de la extensión e intensidad con que aquéllas se manifiesten
en los sentimientos de esta última. Supongamos, por ejemplo, que la
víctima de un accidente de tránsito es un joven futbolista quien acaba
de firmar contrato con uno de los clubes de fútbol más importantes de
Europa y en aquel accidente pierde la pierna. Se podrá determinar con
facilidad el daño emergente e incluso el lucro cesante, basándose en el
contrato que suscribió con el equipo europeo. Pero ¿el daño moral?
¿Se deberá tomar en cuenta la depresión, la condición económica de
su familia? ¿Qué parámetros deberá seguir el juez para lograr una
indemnización que resulte justa?

Ahora bien es importante determinar ¿Cuándo se puede solicitar la


indemnización por daño moral?, para que se pueda resarcir el daño
moral se deben cumplir ciertos requisitos. Al tratarse, como ya se ha
mencionado, de un daño no patrimonial, no se puede saber a ciencia
cierta quiénes son aquellos que han padecido dicho agravio, debido a
la naturaleza extrapatrimonial del mismo que dificulta su probanza.

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Resulta entonces necesario establecer quienes podrían ser titulares del
derecho de exigir la reparación monetaria.

Así, se debe presentar una relación de causalidad entre el daño y el


acto ilícito. Quien vaya a efectuar la reparación deberá hacerlo por los
efectos de sus actos y por nada más. No se puede hacer responsable a
una persona por daños que no deriven de sus acciones. En segundo
lugar, el daño debe ser cierto. Esto no quiere decir que el daño tenga
que probarse; basta simplemente que la víctima acredite la acción
antijurídica y la titularidad del accionante. Además, el daño debe ser
personal al accionante, es decir, solo quien lo sufre puede reclamarlo;
debido a que el daño moral es de carácter personalísimo, nadie puede
alegar un sufrimiento que no ha padecido. La reparación no tiene por
objeto restablecer un valor económico menoscabado, sino ofrecer una
satisfacción a quien ha sufrido de manera íntima. Finalmente, se
necesita que quien lo invoque pueda ser considerado como un
“damnificado” en sentido jurídico. De esto se desprende que se debe
establecer quiénes resultan titulares de la acción de indemnización,
puesto que de ser todos aquellos los que sufren el agravio, la
multiplicidad de damnificados (familiares, pareja, amigos, etc.)
perjudicaría devastadoramente al responsable, desvirtuando el sentido
de justicia destinado a la indemnización. Respecto a esto último, ello
representa un peligro para el responsable, ya que la relación de
personas que se puedan ver afectadas moralmente por un hecho puede
resultar inmensa, perjudicando económicamente de manera exagerada
a quien deba efectuar la reparación.

A diferencia de Argentina, donde se restringe a ciertos casos el daño


moral, en el Perú se otorga una protección en sentido amplio a la
reparación del agravio moral. El concepto de daño moral ha sido
contemplado en tres secciones de nuestro Código Civil, a saber:
Derecho de Familia, Efectos de las Obligaciones y Responsabilidad
Extracontractual; señalados respectivamente en los artículos: 351,
1322, 1984, 1985.

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En lo relativo al daño a la persona debemos señalar en primer lugar,
que, a diferencia del daño moral, el mismo no se acepta literalmente
en el ámbito de la responsabilidad civil contractual, sino únicamente
en el campo extracontractual, según fluye del artículo 1985 que hemos
mencionado anteriormente. El artículo 1322 del sistema contractual
solamente hace referencia al daño moral. No obstante, lo cual,
pensamos que el daño a la persona es también indemnizable en el
campo de la responsabilidad civil contractual en nuestro sistema
jurídico, pues no existe ninguna razón para limitar su aplicación
únicamente al campo extracontractual. Por ello pensamos que en el
Perú estará totalmente justificada legalmente una pretensión
indemnizatoria por daño a la persona en el campo contractual.

Pues bien, así como existen problemas relacionados con la admisión


del daño moral, existen también problemas en primer lugar en cuanto
al significado mismo de daño a la persona. Para un sector de la doctrina
el daño a la persona es la lesión a la integridad física del sujeto, por
ejemplo, la pérdida de un brazo, una lesión severa que produzca
parálisis, etc., o una lesión a su aspecto o integridad psicológica,
mientras que para otros el daño a la persona constituye la frustración
del proyecto de vida. Así, por ejemplo, los casos típicos que utilizan
estos autores de frustración del proyecto de vida, hacen referencia a la
pérdida de uno o varios dedos para un pianista, de una pierna para una
bailarina o jugador profesional de algún deporte, etc.

No obstante, lo cual, en lo relativo a la frustración del proyecto de vida,


pensamos que no se trata de cualquier posibilidad de desarrollo de una
persona, que puede ser incierta, sino que deberá tratarse de la
frustración de un proyecto evidenciado y en proceso de ejecución y
desarrollo que se frustra de un momento a otro. No se debe confundir
proyecto de vida, con cualquier posibilidad respecto de la cual no
exista ningún tipo de evidencia comprobada. Como tampoco se debe
confundir proyecto de vida con las simples motivaciones de los

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sujetos. Desde nuestro punto de vista, la fórmula integral que hemos
planteado nos parece la más razonable y lógica para entender la noción
de daño a la persona, por cuanto la persona no es únicamente un
cuerpo, sino también una mente, y en muchos casos supone un
proyecto de vida evidenciado por hechos y conductas concretas.

3. RELACIÓN DE CAUSALIDAD

En el ámbito jurídico, la relación de causalidad o nexo causal es conocido y


considerado por ser uno de los elementos esenciales de la responsabilidad
civil, es por ello que, Estrella (2009,) manifiesta que: “la importancia que la
acción jurídica no es punible si no media entre el hecho imputable y el daño”,
(p. 88) en otras palabras, debe darse el nexo causal para que el autor de tal
comportamiento tenga el deber de indemnizar.

Asimismo, el hecho debe ser el antecedente, y con ello se va a dar la causa del
daño, y por ende el menoscabo aparece como consecuencia de ese obrar,
también conocido como causa- efecto. Taboada (2000) menciona que: “es
consecuencia de la conducta antijurídica del autor y el daño causado a la
víctima, pues de lo contrario no existirá responsabilidad civil extracontractual
y no nacerá la obligación legal de indemnizar”, (p. 86).

El daño causado debe guardar relación con la conducta antijurídica del autor
para que se pueda configurar el supuesto de la responsabilidad civil
extracontractual, según Estrella (2009) expresa, “el nexo causal es propio de
la esencia de la responsabilidad, ya sea contractual o extracontractual”, (p. 86)
A diferencia de la responsabilidad civil contractual en el que el daño que se le
ocasione al acreedor debe guardar una consecuencia la cual tiene que ser
inmediata y directa, debido a que mediará en un incumplimiento absoluto o
relativo de la prestación por parte del deudor, en la responsabilidad civil
extracontractual, la relación de causalidad encuentra una base a la cual se le
conoce como la causa adecuada.

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Si bien se sabe que la conducta es determinante para establecer la relación de
causalidad, es fundamental conocer que para que una conducta sea considera
como causa adecuada de un daño, se tiene que considerar a dos aspectos
determinantes para ello, al primero se le conoce como factor in concreto y al
segundo como factor in abstracto.

El factor in concreto, se desprende de su término, que el daño causado debe


que tener consecuencia fáctica o material, de la conducta antijurídica del autor,
no obstante, este factor también requiere el cumplimiento del factor in
abstracto, para la existencia de una relación de causalidad adecuada. Factor in
abstracto, debe entenderse y comprenderse como el curso normal y cotidiano
de los acontecimientos, los cuales debe ser adecuados o capaz de producir el
daño causado, empero sí, no se cumplen la relación causal no tendrá lugar a
considerarse, los factores requieren el cumplimiento concurrente de ambos.

La causa adecuada, encuentra sustento en el código civil peruano


expresamente en el artículo 1985, donde le será aplicable a todas las
situaciones que traten sobre responsabilidad civil extracontractual,
adicionalmente no solamente es necesario encontrar, que dicha conducta a
ocasionado un daño físico, también resulta indispensable hallar y resaltar que
determinada conducta, es suficiente para producir ese daño de acuerdo al curso
ordinario y normal de los acontecimientos.

En la responsabilidad civil extracontractual también se tiene que hablar de las


Fracturas causales y la concausa, a continuación se detallara la mecánica de
la relación de causalidad dentro de la responsabilidad civil extracontractual.
En primer lugar, tenemos a la fractura causal, esta se va a configurar cada
vez que un determinado supuesto presente un conflicto entre dos conductas
que versan sobre la realización de un daño, el cual va a ser resultado de una
sola conducta, esto es porque, según Taboada (2000) “[…] una de las
conductas habrá producido o causado el daño y la otra no habrá llegado a
causarlo por haber sido el mismo consecuencia de la otra conducta”(p. 89).
Es decir, la conducta que no llego a ocasionar el daño tendrá como nombre

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causal inicial, caso contrario con la que si llego a causarlo que se le conoce
como causa ajena. En los supuestos de la fractura causal debe dejarse de lado
el análisis del aspecto subjetivo del autor de la conducta conocida como
causa inicial, pues lo importante es el daño. El daño puede cual ha sido
causado ya sea por una conducta o evento ajeno y distinto, tanto como de
hecho de tercero o del hecho de la propia víctima.

Respecto a la concausa ésta se encuentra regulado en el artículo 1973 del


Código Civil, y del mismo se comprende una situación distinta a la fractura
causal, por motivo que en la concausa el daño siempre va a ser el resultado
de la conducta del autor, pero con la característica diferencial de las demás,
en este caso la victima tiene participación, de tal manera que el articulo 1973
lo señala, teniendo a la imprudencia, con ello la victima ha contribuido a la
producción del daño. Cabe resaltar que la concausa no es la liberación de la
responsabilidad civil de autor, sino únicamente lo que se le atribuye es una
reducción a la indemnización a cargo del autor, por también considerarse a
la víctima como parte para el cumplimiento del daño.

Otra figura que también se puede apreciar en la responsabilidad civil


extracontractual es la conocida como pluralidad de causas o autores, en esta
situación van a mediar la intervención de dos o más sujetos, mediante una
conducta común o singular, lo que ello va a significar que los daños causados
son por las mismas personas, pero hay que tener en cuenta también que se
van tratar de daños iguales, para ello el artículo 1983 del código civil señala
que si varios fueron los responsables responden solidariamente, y cuando no
sea posible discriminar el grado de responsabilidad de cada uno, la
repartición se hará por partes iguales.

4. FACTORES DE ATRIBUCIÓN

Los factores de atribución son los que finalmente determinarán la


responsabilidad civil, es decir si realmente existe una obligación de

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indemnización por un daño causado. Este requisito presenta determinadas
características en la responsabilidad civil extracontractual que analizaremos a
continuación.

Según Taboada (2000) en la doctrina universal, así como en el código civil


peruano existen dos sistemas: uno es el sistema objetivo y el otro es el sistema
subjetivo, cada uno de los cuales se fundamenta en diferentes factores de
atribución. De esta manera existirán dos calificaciones de los factores de
atribución, si son subjetivos serán calificados como factores de atribución
subjetivos y si son objetivos serán calificados como factores de atribución
objetivos (p. 85).

En nuestro Código civil es sistema subjetivo de responsabilidad


extracontractual está regulado en el artículo 1969, de la siguiente manera:
“Aquel que por dolo o culpa causa un daño a otro está obligado a
indemnizarlo. El descargo por falta de dolo o culpa corresponde a su autor.”
Podemos observar que la responsabilidad civil en el sistema objetivo se
fundamenta en la culpa del autor, siendo esta el factor de atribución subjetivo.
La culpa como la conocemos en su sentido amplio incluye al dolo, es decir la
intención verdadera de causar el daño de una manera deliberada.

Asimismo el sistema objetivo de la responsabilidad civil extracontractual se


encuentra regulado en el artículo 1970 del Código Civil en cuyo texto señala
lo siguiente: “Aquel que mediante un bien riesgoso o peligroso, o por el
ejercicio de una actividad riesgosa o peligrosa, causa un daño a otro, está
obligado a repararlo.” Como podemos observar, en este sistema observamos
que el factor de atribución se fundamenta sobre la noción del riesgo creado.
Según lo explicado, dependiendo del sistema tendremos dos factores de
atribución, uno subjetivo que es la culpa y otro objetivo que viene a ser el
riesgo creado. A continuación se explica cada uno de estos factores.

La noción de culpa exige que el daño causado a la víctima sea consecuencia


del dolo o la culpa del autor, es decir no basta la existencia del solo daño en la
víctima o se haya acreditado el nexo causal pues si no se ha acreditado que el

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dolo o la culpa, no habría responsabilidad civil del autor. Ahora bien, en
muchos casos resulta difícil probar la culpa del autor, por lo que la doctrina
moderna ha considerado que es conveniente establecer presunciones de
culpabilidad, así también lo ha entendido el legislador en el artículo 1969 pues
vemos que se ha invertido la carga de la prueba. De esta manera la víctima ya
no estará obligada a demostrar la culpa del autor, siendo el autor del daño el
responsable de demostrar la ausencia de culpa.

Como se ha mencionada la noción del riesgo creado se encuentra


comprendido dentro de lo que es el sistema objetivo, en el cual, cuando menos
no se presentan las dificultades en establecer la responsabilidad de reparar un
daño utilizando la culpa como factor de atribución. De Trazegnies (2001) nos
explica que la objetividad de la responsabilidad solo atiende a los hechos del
caso (al nexo causal) sin que sea necesario preguntarse por la paternidad moral
-la culpa- del daño.

Ahora bien sobre la noción del riesgo creado, Taboada (2000) sostiene que
todas las actividades en la vida moderna suponen un riesgo común u ordinario
para las personas. Pero, existen también actividades que significan un riesgo
más allá de lo ordinario (p.87). Al respecto se entiende que actualmente a
medida que la sociedad se torna cada vez más compleja los riesgos han
aumentado, así por ejemplo Trazegnies sostiene que: “en el pasado los riesgos
eran pocos y de una naturaleza tal que la negligencia podía ser fácilmente
establecida, pero debido a la industrialización, a las innovaciones
tecnológicas, el incremento de las velocidades y de los poderes para hacer
cosas, originaron una verdadera inflación de riesgos en el mundo
contemporáneo (p.51).

De lo anterior podemos decir que el ser humano para el desarrollo de su vida


diaria, para sí mismo y para su vida con sus semejantes, le resulta inevitable
aumentar los riesgos al realizar actividades que en beneficio propio puedan
ocasionar daño por el cual le resultará necesario asumir responsabilidades.
Para todo, este tipo de bienes y actividades no será́ necesario examinar la
culpabilidad del autor, pues deberá́ bastar con acreditar el daño causado, la

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relación de causalidad y que se ha tratado de un daño producido mediante un
bien o actividad que supone un riesgo adicional al ordinario y común, y que
por ello mismo merecen la calificación de “riesgosos”. Haya sido el autor
culpable o no, será́ igualmente responsable por haber causado el daño
mediante una actividad riesgosa o peligrosa. El factor de atribución no es pues
la culpa del autor, sino el riesgo creado en el sentido antes mencionado.

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CONCLUSIONES

De lo desarrollado en el presente trabajo se puede concluir:

 A diferencia de la responsabilidad civil contractual, en la responsabilidad civil


extracontractual las conductas, que generaran la obligación de resarcir un daño
causado, serán atípicas, es decir, no están expresa ni tácitamente tipificadas en
norma alguna, si no que éstas atentan contra el orden público o las buenas
costumbres y por ende ilícita, por ello es susceptible de dar lugar a una
responsabilidad civil extracontractual en la medida en que sea una conducta ilícita
que cause un daño a otro, dando lugar así al resarcimiento respectivo.
 Que el daño patrimonial que ocurra en una responsabilidad civil extracontractual
debe ser bien identificado y determinado para poder resarcirlo ya sea que se trate
de un daño emergente en el cual se tenga que devolver el dinero por la pérdida del
objeto patrimonial o lucro cesante que será el dinero que se deje de producir a
modo futuro por el daño ocasionado.
 Hechas las precisiones tanto sobre el daño moral como el daño a la persona, resulta
evidente, por lo menos desde nuestro punto de vista, que se trata de categorías
independientes, pues una cosa es la persona y su proyecto de vida, y otra muy
distinta son sus sentimientos. Nos parece muy interesante la fórmula que plantea
la eliminación de la categoría del daño moral, para hacer referencia únicamente al
daño a la persona, pero no nos parece convincente, más aún cuando la regulación
del Código Civil peruano mantiene la diferencia entre ambas categorías de daños,
lo que significa que hoy por hoy no podemos adherirnos a la posición que sostiene
que el daño moral debe desaparecer para referirnos solamente al daño a la persona.
El hecho que sea muy difícil probar el daño moral y cuantificarlo, no significa que
deba ser eliminado como categoría de daño jurídicamente indemnizable.
 La relación causal es un requisito indispensable tanto para la responsabilidad civil
contractual como extracontractual, eso es, la conexión que debe tener el daño
provocado por el autor con la conducta antijurídica, puesto que debe existir una
vinculación entre el sujeto y el hecho para ser posible la imputación del daño
ocasionado. Nuestro ordenamiento jurídico, de manera expresa en el código civil
establece la teoría de la causa adecuada como sustento fundamental para todas
aquellas situaciones que contengan una responsabilidad civil extracontractual, la
causalidad que debe ser analizada, desde la perspectiva de la responsabilidad
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extracontractual, es la "adecuada", aun cuando este adjetivo pueda ser interpretado
de múltiples maneras si se lo toma en su sentido singular, no cabe duda de que
tiene una significación particular dentro de la comunidad jurídica contemporánea.
Por consiguiente, podemos afirmar que el Código Civil Peruano ha acogido la
teoría de la causalidad adecuada.

 Es importante mencionar que a diferencia de la responsabilidad civil contractual


en la responsabilidad civil extracontractual no existe una graduación de la culpa.
Los únicos factores de atribución que se consideran en este tipo de responsabilidad
civil es la culpa y el riesgo creado.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Código Civil. (2019. Lima: Juristas Editores.


Taboada L. (2000). Responsabilidad civil contractual y extracontractual. Lima:
Academia de la Magistratura.
ZARRA M. (2004). El resarcimiento del daño en la Responsabilidad Civil
Extracontractual. Coruña: Universidad de Coruña.
Estrella Y. (2009). El nexo causal en los procesos por responsabilidad civil
extracontractual. Lima.

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