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Las memorias completas de Nelly

Rivas publicadas por primera vez por


un medio argentino

Sesenta años después sale a la luz una historia que se mantuvo oculta.
Infobae accedió a los 10 capítulos de las memorias de la joven de 14
años que fue amante de Juan Domingo Perón. En esta nota, los dos
primeros capítulos. Luego, diariamente, serán publicados los restantes
episodios

La foto más conocida de Nelly Rivas junto a Juan Domingo Perón

Marzo de 1957. Habían pasado 18 meses del golpe que derrocó al


gobierno de Juan Domingo Perón. El ex presidente estaba exiliado por
entonces en Caracas, uno de los tantos destinos en los que vivió en el
extranjero, mientras que la Argentina era gobernada por la
autodenominada "Revolución Libertadora". Esta había pasado del "ni
vencedores ni vencidos" de Eduardo Lonardi a la rígida proscripción y
persecución del peronismo encabezada por el tándem Pedro Eugenio
Aramburu- Isaac Rojas. Quien sufrió en carne propia como pocos ese
hostigamiento fue Nélida Haydeé Rivas, "Nelly", una chica que con tan
solo 14 años mantuvo una relación sentimental con Perón -por entonces
de 58-, llegando a convivir con él en la residencia presidencial hasta su
caída.
El caso Rivas, que generó todo tipo de rumores en la época, fue uno de
los más utilizados por los militares que gobernaron el país en ese
entonces para atacar a Perón, a quien le iniciaron, en ausencia, un juicio
ante el Tribunal Superior de Honor del Ejército, y un proceso por estupro,
este último junto con los padres de Nelly, como cómplices, por haber
permitido la relación de la menor con el líder justicialista. Con este
argumento, la justicia decidió separar a Nelly de sus padres y enviarla al
Asilo San José, una institución donde eran recluidas las prostitutas
que eran detenidas por la policía en las calles y en el que "las
sábanas sucias y rotas se cambiaban una vez al mes", según palabras
de la misma chica.
Mientras todo esto ocurría y Nelly iba del asilo a los tribunales para
declarar en los procesos mencionados, se le acercó Joseph Newman,
representante para América Latina del New York Herald Tribune y de
Editors Press Service Inc., y le ofreció firmar un contrato para publicar
sus memorias. Rivas, que por entonces estaba por cumplir 18 años,
aceptó y se acordó una publicación en 10 capítulos bajo el título "Mis
Relaciones con Perón". Sin embargo, este fue otro golpe para la joven
amante de Perón. Según su abogado, Juan Ovidio Zavala, los
norteamericanos no cumplieron lo pactado y Nelly jamás vio un peso.
Tapa del diario Clarín del 22 de mayo de 1957 donde se anuncia “El relato objetivo de las
relaciones del déspota con una colegiala de 14 años”
En la Argentina, el diario Clarín adquirió los derechos de las memorias de
Nelly Rivas y en su tapa del miércoles 22 de mayo de 1957 anunció la
publicación del primer capítulo, con un recuadro ilustrado con el gorro
"pochito" que Perón solía usar en esos años. El anuncio de ese primer
capítulo, que estaba en la página central, prometía "el relato objetivo de
las relaciones del déspota con una colegiala de 14 años" y calificaba
al depuesto gobierno peronista como "el periodo más negro de la historia
argentina". El testimonio de Nelly, aseguraban, mostraría "la intimidad
del ex dictador".

Al día siguiente, jueves 23 de mayo Clarín publicó el segundo capítulo.


Pero el viernes 24, cuando llegaba el turno del tercero, el diario anunció
que "la alteración del contrato con el editor obliga a Clarín a suspender la
publicación de las memorias de Nelly Rivas". En la página central, el
matutino dio a conocer el cruce de telegramas con Editor Press de Nueva
York por una disputa económica y diferencias de criterio en el contrato. El
conflicto no se resolvió y finalmente no pudo publicar el resto de las
memorias de Rivas.
El 24 de mayo de 1957 Clarín informa que ya no podrá publicar las memorias de Nelly
Rivas por un problema con el editor de Estados Unidos

Ahora, Infobae accedió al material completo, que ve la luz tras 60 años.


Publicado en los Estados Unidos y en otros países, este medio lo da a
conocer por primera vez en la Argentina. En esta nota se transcriben
los dos primeros capítulos. Luego, habrá una publicación diaria con el
resto del material.
MIS AMORES CON
PERÓN
CAPÍTULO 1

El 19 de septiembre de 1955, tres días después de haberse producido la


revolución en la Argentina, el presidente Perón, vestido con su uniforme
de general, subió apresuradamente las escaleras de la Residencia
Presidencial y al llegar arriba me besó. Había venido solo por unos
momentos de la Casa de Gobierno desde donde dirigía las operaciones
contra las fuerzas revolucionarias.
Fue un beso como siempre y no me alarmé.

-Hasta luego! me despedí, – Y que tengan suerte!

Esa fue la última vez que ví a Perón.


Aquel día significó el final de toda una época en la vida de la Argentina y
también el final de nuestro idilio de casi dos años.
Esta revolución, que estallara tan inesperadamente, echó por tierra el
gobierno de Perón; también hizo pedazos mi mundo de sueño, en el que
yo, princesa Cenicienta, vivía feliz con el Primer Príncipe del Reino.
Tenía catorce años cuando nos conocimos y dieciséis cuando nos
separamos. Pocas chicas habrán vivido dos años más extraordinarios ni
tampoco dos tan dolorosos como los que los siguieron.
No he tenido contacto alguno con Perón desde que partió al exilio. Este
relato, si es que llega a leerlo, le dará las primeras noticias sobre lo que
sucedió después de separarnos.
Tenía ya más o menos siete años cuando Perón, que acababa de ser
elegido presidente, decretó que se pagara a los trabajadores un
aguinaldo de Navidad equivalente a un mes de sueldo. Hubo gran júbilo
en las calles.
Nelly Rivas, a los 5 años, junto a su madre, María Sebastiana Viva de Rivas

Recuerdo ésto muy vividamente porque fue la primera vez que tuvimos
en casa "pan dulce" para Navidad. La familia se reunió alrededor de la
mesa y mi abuelo nos dijo:

-Demos gracias a Perón que nos ha dado este pan.

Hasta entonces, mi padre apenas había alcanzado a vivir su salario


mensual de 100 pesos, de obrero en la Fábrica de Caramelos Noel. El
arriendo de la habitación en que vivíamos nos costaba 38 pesos. Esto
nos dejaba sólo dos pesos al día con los que nos debíamos arreglar mi
madre, mi padre y yo.
Dos pesos tienen actualmente el valor de cinco centavos de dólar.
Cuando era niña valían más, pero no tanto más que pudiéramos vivir
como es debido.
Vivíamos en un conventillo (casa de inquilinato) no lejos del hospital
donde nací el 21 de abril de 1939. Más adelante nos cambiamos a otra
habitación en otra casa de inquilinato, pero esto no mejoró grandemente
nuestra situación. Siempre teníamos que compartir el baño con otras seis
familias. La situación era peor cuando la encargada, una mujer
despótica, cortaba la electricidad cuando le venía en gana o se
encerraba en el único baño y permanecía allí tres horas, mientras todos
los demás esperábamos.
Mi madre nos libró de esta situación obteniendo un empleo de portera en
un nuevo edificio de departamentos, de cuatro pisos. Por su cargo tenía
derecho a ocupar el departamento de la planta baja a un alquiler
reducido.
El departamento tenía cocina y un excelente baño. ¡Qué dicha! Era la
primera vez que teníamos semejante lujo.
La habitación era amplia y agradable y mi madre la arregló en forma muy
cómoda para nosotros tres. Al pie de la cama matrimonial de mis padres
había un sofá-cama en el que yo dormí hasta los catorce años, edad en
que me fui a vivir a la Residencia Presidencial.
El trabajo de mi madre consistía en abrir las puertas del edificio a las
siete de la mañana y en cerrarlas nuevamente a las diez de la noche.
Debía disponer de la basura de cada uno de los nueve departamentos y
lavar los corredores y escaleras. Tan pronto como mi madre terminaba
de hacer el aseo, los numerosos niños que vivían en el edificio volvían a
ensuciar. Ella, pacientemente, limpiaba de nuevo. Pero este exceso de
trabajo acabó por arruinar su salud, enfermando crónicamente de los
riñones.
-Con ella no. Es la hija de Doña María.
Yo comprendí que me miraban despectivamente por ser la hija de la
portera.
Recuerdo cierta vez, que dos niños bajaron a la calle en donde yo me
encontraba, vestida con mi limpísimo delantal almidonado. Venían muy
elegantes y orgullos de sus trajes nuevos. Me parecer ver al varón
ponerse los flamantes guantes mientras la nena, que llevaba una
muñeca, balanceaba su linda cartera con su mano libre.
Corrí a esconderme y a llorar a mi habitación.
Yo no tenía ninguna de estas cosas, ni siquiera una muñeca. Cuando era
pequeña jugaba durante horas con los percheros para colgar ropa de mi
madre.
Mis padres eran demasiado pobres para comprarme juguetes y nunca
tuve una fiesta de cumpleaños hasta cumplir los quince años, cuando ya
me había mudado a la Residencia Presidencial.
Me cansé de no obtener nunca regalo de Reyes Magos y dejé de
pedirles que me trajeran juguetes.
Mi madre quería que yo tuviera una sólida instrucción religiosa y moral y
por lo tanto me mandó a las Monjas de María Auxiliadora. Era un colegio
pagado. Yo, consciente del sacrificio que hacían mis padres, me esforcé
en ser la mejor alumna de mi curso. A menudo las Hermanas me ponían
a cargo de las oraciones, lo que constituía una distinción.
La religión era mi fuerte y mis padres estaban contentísimos.
La niña que mejor se comportaba durante la semana recibió como
premio una cinta de seda azul. La disciplina era una de mis principales
virtudes y yo ganaba invariablemente el premio que luego presentaba
orgullosamente a mis padres.
Se acercaba la fecha en que debía hacer mi Primera Comunión, y me
esmeré más que nunca en mis obligaciones religiosas: el rosario, la misa
y el catecismo.
Mis compañeras comentaban los bellos vestidos que llevarían en esta
importante ocasión. Le pregunté a mi madre si yo también podría llevar
un vestido largo y blanco como el de las novias.
Me contestó que no teníamos dinero para tales cosas. Que no era el
vestido, sino la majestad del acto de la Comunión lo que tenía
importancia. Pero, a pesar de la explicación, lloré amargamente. Me
pareció una injusticia tener que presentarme con mi uniforme del colegio
mientras las demás vestían de organdí, cintas y encajes.

Nelly Rivas junto a su madre, María Sebastiana Viva

En 1951, cuando tenía doce años y estaba por terminar mis estudios
primarios, mi padre se enfermó y tuvo que someterse a una operación.
Muy pronto nos encontramos sumidos en deudas: cuentas de hospital y
de médicos, además de los carísimos medicamentos importados.

Mi madre, luego de trabajar todo el día, debía cuidar a mi padre durante


la noche. Fuí enviada a casa de una tía. Esta visita ha quedado grabada
para siempre en mi memoria. Cierto día escuché que mi primo le decía a
su madre:

-Mamá, ¿cuándo se va a ir Nelly? Come demasiado.

Sentí una terrible amargura. Pero resolví no decirle nada a mi madre


para no causarle más preocupaciones.
También recuerdo el día en que mi madre se decidió a pedirle a uno de
los inquilinos que usara la escupidera porque ella debía limpiar el piso
cada vez que el pasaba. La insultó soezmente y le gritó:

-R. para que está Ud. sino es para limpiar mis?…

Mi padre que alcanzó a oir la respuesta se abalanzó al corredor y le


propinó una terrible paliza.
Yo deseaba ardientemente sacar a mi madre de este mundo de insultos,
basura y salivaderas. Mi deseo se realizó antes de lo que esperaba. El
destino llamó a mi puerta en una forma tal, que aún hoy día me asombro.
Juan Domingo Perón, sonriente, junto a jóvenes de la U.E.S.
CAPÍTULO 2, "PROHIBICIÓN DE ENTRADA EN LA U.E.S."

Las chicas estaban arrebatadas con la Unión de Estudiantes


Secundarias, comúnmente conocida como la U.E.S. Se trataba de un
club deportivo que el presidente Perón había inaugurado para ellas en su
Quinta Presidencial de Olivos, un suburbio residencial de Buenos Aires.
La quinta se usaba muy poco, desde que falleciera Eva Perón, el año
anterior.
Yo tenía catorce años y cursaba el segundo año de la escuela
secundaria. Mis compañeras me contaban las maravillas de la U.E.S.
Decían que allí se veían películas norteamericanas mucho antes de su
estreno en los cines del centro. Se podía correr en motoneta -la última
novedad en la Argentina- hacer toda clase de deportes: la comida era
deliciosa… y todo absolutamente gratis.
La idea no me atraía gran cosa. Prefería leer tranquilamente a estar en
movimiento perpetuo en el campo de deportes.
Pero soy loca por el cine, tanto que los domingos solía ir sola al de mi
barrio a ver hasta tres películas seguidas.
Mi amiga Teresa me decía: "Zonza, ¿por qué gastás tu dinero en
películas? Ven conmigo a la U.E.S".
Y un día, me parece que fue un lunes en agosto de 1953, sin gran
entusiasmo, fui con Teresa.
Una vez allá me mostró con orgullo el espléndido parque, que se
extendía varias cuadras. Había canchas de "basket-ball" y de "tennis",
una pista de patinaje, una pista de carreras, avenidas para las
motonetas, un gimnasio, pileta de natación, un enorme comedor, un sala
de televisión y un magnífico cine.
Estábamos inspeccionando las motonetas en el "garage" cuando Teresa
exclamó de pronto: "¡Parece que está allí el General!".
Las chicas corrían de todas direcciones y se congregaban en el otro
extremo del "garage" como moscas alrededor de la miel. Teresa me tomó
de la mano y corrimos hacia el mismo lugar. Logré avanzar hasta la
primera fila y allí estaba él. ¡El presidente en persona!
Estaba encendiendo un cigarrillo de espaldas a nosotras. Luego se dió
vuelta y sus ojos se posaron en mí.
Me sonrió: "Veo que tenemos una chica nueva hoy. ¿Qué tal, ñatita; le
gusta la U.E.S.?".
Quedé muda. Sentí que un escalofrío me corría por todo el cuerpo.
Empecé a temblar como una hoja.
Seguí temblando, aún después que él se había ido. ¡Había visto al
famoso presidente Perón y él me había hablado! Apenas podía caminar.

-¿Qué te pasa?, me preguntó Teresa extrañada. Venía aquí por primera


vez, el general te habla y no eres capaz de contestarle.

Yo había quedado estupefacta ante la sencillez y cordialidad de Perón.


Tampoco había esperado que fuera tan buen mozo. Continuamos
recorriendo el club. El perfume de Perón se me había quedado grabado.
Más tarde supe que era un perfume francés, su preferido, y que se
llamaba "Femme", de Marcel Rochas.
El domingo siguiente, que era mi primer día libre, volví a la U.E.S. Pero el
general no apareció y sentí cierta desilusión.
Al atardecer de mi tercera visita, cuando ya creía que no vendría, alguien
gritó: "¡Aquí viene el general!". Y nuevamente hubo un alboroto de chicas
que corrían hacia él.
-Hola, general- lo saludaron en coro al verlo bajar de su Mercedes Benz
azul. ¡Tanto tiempo sin venir a vernos!

Cuando su vista se encontró conmigo, comprendí que no se acordaba de


mí.

-¿Le gusta la U.E.S?- me preguntó nuevamente.

Mi corazón empezó a latir furiosamente y mis rodillas a temblar.

-Chicas, vamos a tomar un café- nos propuso.

Nos dirigimos hacia su chalet particular, ubicado en el centro del parque


y allí lo rodeamos.

-¿Cómo van esos estudios?- nos preguntó. Y agregó bromeando: ¡A la


que no estudie le quito la motoneta!

Siguió conversando con las chicas, mientras yo tomaba silenciosamente


mi café sin quitarle los ojos de encima.
Perón, con su tradicional gorro y en motoneta (Pinélides Aristóbulo Fusco)

Algunos meses más tarde, en noviembre, el general se encontraba


paseando por los jardines, repartiendo premios de billeteras a las chicas
que habían pasado de grado.
Preguntó a Teresa:

-¿Qué tal los estudios?

-No sé, mi general, contestó ella. Pasé mis exámenes, pero no sé si


llamar buenas mis calificaciones…

El sacó entonces una bonita billetera roja de su bolsillo y se la entregó.


Como en todos los demás casos, contenía un billete nuevo de
quinientos pesos… Una suma muy grande en esta época, ya que
equivalía al sueldo mensual de un obrero.

-¿Y qué tal por este lado?, dijo dirigiéndose a mí.

-Pasé, contesté.

-Entonces también le corresponde un premio, me dijo.

Palpó sus bolsillos, pero se había quedado sin billeteras. Cuando


algunas horas más tarde lo volví a ver, se había reabastecido y me
entregó una billetera que contenía 500 pesos.
Sólo atineé a decir:

-Gracias, general.

La próxima vez que fui a la U.E.S. el general seguía repartiendo billeteras


y quiso darme otra. La rechacé explicándole que ya había recibido una.
Aprovechó la oportunidad:

-General, si Ud. me permite, me gustaría hablarle.

-Dígame, nenita.

-Quiero darle las gracias por el premio que me dió.

-Pero ya me las habías dado.

-Sí, pero mi agradecimiento es muy especial. Les dí el dinero a mis


padres y ellos me pidieron que le diga que están muy agradecidos. Mi
padre está enfermo y ese dinero nos ha ayudado enormemente.

Me ofreció darme una recomendación para la Fundación "Eva Perón",


donde podríamos obtener las medicinas importadas.
Con el tiempo me infiltré en el grupo del que era núcleo la Comisión de
Deportes, dirigentes con quienes siempre charlaba el general cuando
hacía sus visitas al club, y en noviembre, tres meses después de haber
entrado en la U.E.S., el presidente me conocía por mi nombre.
Frecuentemente, el general convidaba a ocho o nueve chicas a almorzar
con él en el comedor de su chalet. Este chalet, el único edificio que no
formaba parte del club, se había conservado como residencia de verano
del presidente, de manera que éste podía ocuparlo cuando lo deseaba,
mientras los jardines había sido cedidos a la U.E.S.
Estos almuerzos ofrecían la oportunidad de presentarle las chicas
nuevas al presidente. Era para éstas un gran honor. Y una de las
obligaciones de la Comisión de Deportes, además de organizar las
actividades deportivas, era seleccionar a estas chicas.
Durante uno de estos almuerzos, el general me preguntó:
-¿Qué tal le va con la motoneta?

– No practico, le respondí.

-¿Por qué no?, preguntó.

Ya había tomado suficiente confianza como para contestarle.

-Las otras chicas aprenden con los mecánicos. Pero a mi me gustaría


tener el honor de que me ensañara Perón.

Por un segundo se quedó mirándome. Luego exclamó:

-¡Qué respuesta tan original!

Aceptó gustoso enseñarme y propuso que nos encontráramos los


domingos a las nueve de la mañana, antes de que llegaran las demas
chicas. No quería ofenderlas ni provocar en ellas envidia que fuera a mí
solamente a quien diera lecciones.

Nuestra amistad se hizo mayor durante el mes en que aprendí a manejar


la motoneta. Pero el Ministro de Educación, doctor Armando Méndez San
Martín, que acompañaba a Perón como si hubiera sido su sombra
cuando éste visitaba el club, y que había organizado la Unión de
Estudiantes Secundarios para congraciarse con él, opinó que yo me
estaba tomando excesiva confianza con el presidente.
Nelly le pidió a Perón que le enseñe a andar en moto

Un día me mandó decir que no me acercara más al general,


advirtiéndome que si insistía sería expulsada de la U.E.S.
Me alejé. Cuando veía al general acercarse en la motoneta, yo cambiaba
de rumbo para evitarlo.

Él se dió cuenta de esto y en cierta oportunidad me detuvo.

-¿Qué pasa que no está más en el grupo?- me preguntó.

Le conté lo que había pasado con Méndez San Martín.


Yo creía que eran órdenes suyas, le dije.

-Esto no me gusta nada, me dijo. Quiero que las chicas sientan que
pueden acercarse a mí con toda tranquilidad.

La próxima vez que fui al club, el general me mandó llamar. Lo encontré


con Méndez San Martín y pensé que algo iría a suceder.
Dirigiéndose al ministro, pero no sin antes haberme mirado con picardía,
el presidente le dijo:

-Nelly nos ha abandonado, ¿verdad, Méndez? Debemos estar


poniéndonos viejos. Esto no puede ser.

Y volviéndose a mí añadió:

-Hoy almorzará con nosotros. Me sentó a su derecha y a Méndez a su


izquierda, directamente enfrente mío. ¡Qué almuerzo memorable! A un
lado veía a Perón y mi felicidad era indescriptible. Me parecía un sueño.
Miraba frente a mí y veía toda la furia contenida del Ministro de
Educación.

Al finalizar el almuerzo, el general me dijo con una sonrisa cordial:

-Espero que nos volveremos a ver.

Yo me sentía feliz y preocupada a la vez. Sabía que Méndez San Martín


no me perdonaría esta humillación. Veía en sus ojos que me había
declarado la guerra.
Las memorias de Nelly Rivas, tercer
capítulo: "Si llega a sentirse solo,
general, no vacile en llamarme"
El tercer episodio de los diez que componen las memorias completas de
la joven amante de Juan Domingo Perón
El siguiente es el tercer capítulo de los diez que componen las memorias
de Nelly Rivas, la joven amante de Juan Domingo Perón,
que Infobae publica por primera vez de manera completa en la
Argentina.

El Dr. Méndez San Martín, Ministro de Educación, no tardó en vengarse


de mí por la humillación sufrida por él durante nuestro almuerzo con
Perón.
Aquella tarde, al regresar a casa desde el club, noté que subía al autobús
una gordita. Era una de las chicas mayores y normalmente no tenía por
que tomar nuestro colectivo. La cosa me olió a peligro.
-Teresa- susurré a mi amiga-, tengo la impresión que ésta viene por
orden de Méndez San Martín. ¡Toma mi carnet de la UES y bajate,
rápido!

Así se hizo. Y cuando me bajé, la chica me siguió y me detuvo:

-Ya se te había advertido que no te portaras en la forma en que lo hacés,


me dijo. Entrégame tu carnet.

-No lo tengo- le dije


Nelly
Nelly Rivas, con el caniche “Tinolita”, en la residencia presidencial. Marzo de 1954
en la sala amarilla de la residencia presidencial (marzo 1954). En el anular de
su mano izquierda, un anillo de rubíes y diamantes que había pertenecido a
Evita, regalo del General. Del libro de J.O.Zavala “Amor y violencia”
-¿Y cómo entraste a la UES?- me preguntó.

-Por mi bonita cara- le contesté.

-Bueno, no importa- me dijo. Se le dará orden al portero de que tu carnet


sea anulado.

El próximo domingo, Teresa y yo fuimos al club como de costumbre.

Cuando presenté mi carnet en la entrada el portero lo retuvo.

-No puede entrar, me dijo. Ud. no es estudiante secundaria.

No pudiendo dar las verdaderas razones al portero, Méndez San Martín


había recurrido a este absurdo pretexto.

-Teresa, entrá, corré y traéme un carnet. Cualquier carnet, le dije.

Mi amiga desapareció en la UES y regresó con un carnet que había


pedido prestado a una chica que ya estaba adentro.
Me lo pasó disimuladamente. Esperé que el portero cumpliera su turno y
cuando fue relevado me puse en la larga fila que esperaba para entrar.

-Por favor, apúrese- dije al llegar a la puerta-. Voy muy atrasada a la


reunión de la Comisión de Deportes.

Y agitando el carnet en el aire corrí a través del portón antes que


inspector pudiera escudriñarlo.
Una vez dentro del recinto, esperé el momento oportuno para hablar con
Perón. Cuando éste se presentó le conté lo que había sucedido.

-Venga- me dijo.

Y me llevó hasta el escritorio de su chalet particular. En un papel con el


sello presidencial escribió de su puño y letra: "La señorita Nelly Rivas
tiene libre acceso a la Quinta Presidencial. Juan Perón". El club ocupaba
el parque de la residencia veraniega presidencial.
Desde ese día mostré la nota personal del general cada vez que entraba
al club y cada vez causaba igual sensación.
Méndez San Martín tuvo que tragarse su ira cuando se enteró de este
nuevo éxito mío. Su mirada era de hielo cuando el general, como de
costumbre, me llamaba para tomar café o conversar.
Se acercaban las vacaciones y las chicas de la Comisión de Deportes y
yo le dijimos al general que nos gustaría celebrar la Nochebuena con él.
La idea le agradó y nos pidió que hiciéramos una lista de 20 a 25 chicas.
Pero cuando la Comisión le presentó la lista para someterla a su
aprobación, mi nombre había sido eliminado por Méndez San Martín. El
general la leyó y me miró. -¿Y por qué no está tu, ñatita?- me preguntó.

-No sé- respondí. Tal vez no me han elegido.

-Vamos…dijo. Una chica como vos siempre estás en el grupo. Tenemos


que poner a Nelly- dijo volviéndose a las demás- y añadió mi nombre a la
lista.

A mis padres no les gustó la idea. Yo era hija única y ésta sería la
primera vez que pasaría la Nochebuena lejos de ellos.
Pero les expliqué que ellos tenían el uno al otro, mientras que Perón no
tenía a nadie. Les dije que sería un egoísmo no hacer nada por Perón
después de todo lo que él había hecho por nosotros. Finalmente
aceptaron.

La cena tuvo lugar en el chalet presidencial situado en los jardines del


club. Las otras chicas, de una situación económica mucho más holgada
que la mía, llegaron elegantísimas. Yo me había puesto lo mejor que
tenía: una sencilla falda negra de seda gruesa, muy bonita, una blusa
bordada color azul y cuello redondo y zapatos negros de tacón alto.
El general estaba acostumbrado a vernos de pantalones todo el tiempo.
Cuando apareció, sobriamente vestido de sport, exclamó: -¡Por Dios, que
elegantes! Si ustedes me hubieran avisado me habría vestido de otra
manera…
Charlamos y reímos alegremente. Cuando pasamos a cenar el general
invitó a las chicas a que eligieran ellas mismas sus puestos en la mesa.
Y mientras ellas vacilaban me hizo ademán de que me sentara a su
derecha.

¿Por qué me distinguió a mí entre las otras chicas, aquella noche entre
las otras tres o cuatro mil que acudían todos los domingos al club? No lo
sé.
Había incontables chicas de lindas caras y de magníficas figuras.
Algunas tenían 20 años. Yo tenía catorce, no era bonita ni tenía hermosa
figura. Era pequeña y parecía una nena, aunque más desarrollada que el
promedio de las chicas de esa edad.
Eva Perón, hablando de sí misma, lo dice muy bien en su libro "La razón
de mi vida": "Yo era uno de una bandada de gorriones y él me eligió".
En la mesa, sobre cada plato, nos esperaba un paquetito artísticamente
envuelto.
Las chicas fueron abriendo sus regalos entre grandes manifestaciones
de alegría al descubrir un brazalete de oro, otra un par de aritos finos,
aquella una gargantilla…
Noté que el general me observaba atentamente mientras abría el mío. Mi
regalo era tal vez el más insignificante de todos: un anillo de oro,
completamente sencillo. Tal vez el motivo que tuvo el general para
elegirlo fue poder comprobar si yo era o no ambiciosa y si demostraría o
no desilusión.
Cuando pude hablarle a solas, en el jardín, a donde habíamos salido a
admirar un arbolito de Navidad lleno de luces, le dije que quería
agradecerle, nuevamente, su regalo.

-Las otras chicas recibieron cosas que tal vez tengan mayor valor
material- le dije- pero para mí este es un regalo de un valor incalculable,
porque es un recuerdo de Ud.

Después de una exquisita cena, vimos a Marylin Monroe en la película


"Los caballeros las prefieren rubias". Y poco antes de medianoche
regresamos a la mesa para celebrar con champaña la llegada de la
Navidad.
Durante la velada el general se había referido a los muchos vestidos y
cosas que habían pertenecido a su difunta esposa, a quien siempre
llamaba "La Señora". La Confederación General del Trabajo deseaba que
hiciera con ellas un museo.
Inmediatamente todas manifestamos enorme interés en ver tal ropa y nos
ofrecimos para ayudarle en el proyecto.
Organizamos un grupo de siete chicas y fuimos a la residencia
presidencial, en Buenos Aires, donde Perón residía.
El general nos invitó a almorzar y luego nos llevó a visitar el
guardarropas de "La Señora" que se guardaba en cuatro habitaciones en
el ala derecha del segundo piso.
En una habitación se hallaba toda la ropa deportiva: pantalones, blusas,
"sweaters", etc. Otra estaba llena de vestidos de mañana, tarde, y de
"cocktail". Una contenía sombreros y zapatos de todos colores y formas.
Pero la habitación que más me deslumbró fue la que encerraba los más
magníficos trajes de noche que es posible imaginar. Había estolas, capas
y abrigos de armiño, visón y de pieles de todas clases. No me cansé de
admirar los bordados y las riquísimas telas. Me parecía aquello un cuento
de hadas.
Cuando tuvimos un momento, observé al general que su casa era muy
grande, muy grande.

-Sí, es demasiado grande para un hombre solo- admitió.

Ví que estaba rodeado de comodidades pero su soledad me hirió. Y le


dije de todo corazón.

-Si Ud. se llega a sentirse solo, general, no vacile en llamarme y yo


vendré a acompañarlo.

-¡Hum!…No puedo hacer esto, me respondió sonriendo. Pero tú puedes


venir a verme cuando lo desees.
Las memorias de Nelly Rivas, cuarto
capítulo: cómo se mudó a la residencia de
Juan Domingo Perón
El cuarto episodio de los diez que escribió la joven amante del ex
presidente y líder del justicialismo

El siguiente es el cuarto capítulo de los diez que componen las


memorias de Nelly Rivas, la joven amante de Juan Domingo Perón,
que Infobae publica por primera vez de manera completa en la
Argentina.

Nuestra fiesta de Navidad con el General Perón había tenido tanto éxito
que decidí organizar otra para el año nuevo.
Me puse de acuerdo con otras cuatro chicas de la Unión de Estudiantes
Secundarias y luego de conseguir de nuestros padres la autorización que
necesitábamos, nos dirigimos al Presidente.

-General -le dije- quisieramos celebrar el año nuevo con Ud. que ha sido
tan bondadoso con nosotras. No queremos que Ud. esté solo en una
noche como esa. Y le expliqué que teníamos el consentimiento de
nuestros padres.
Nelly Rivas, en los jardines de la quinta de Olivos
Nos preguntó cuántas seríamos y cuando le dije las que éramos, estimó
que la residencia presidencial en la U.E.S. era demasiado grande para
un grupo tan reducido.
Pensó un momento y luego nos dijo:

-¿Uds. no conocen mi quinta en San Vicente, no es cierto? Allí hay


muchas cosas que pueden interesarles… Mis colecciones de armas
japonesas y muchas otras reliquias. Creo que ese sería el sitio ideal para
nuestra fiesta.

La idea nos encantó. Combiné con las otras cuatro chicas reunirnos en
mi casa en la mañana del 31 de diciembre. El general mandó un auto a
buscarnos y partimos para San Vicente, que queda a más o menos dos
horas de Buenos Aires.
Cuando llegamos a la quinta, nos encontramos con el General trabajando
en el jardín, vestido con un pantalón viejo y con las manos y los zapatos
cubiertos de barro. Nos dio una cordial bienvenida y nos llevó a recorrer
la quinta que él mismo fomentado. Por último nos invitó a pasar a la
casa, donde nos esperaba un riquísimo almuerzo.
Luego, mientras el General dormía su siesta habitual nosotras nos
sentamos alrededor de la amplísima pileta de natación, chapoteando con
los pies en el agua y charlando sobre mil y una cosas.
Queríamos recibir el año nuevo con el General, pero comprendimos que
si lo hacíamos se nos haría demasiado tarde para regresar a nuestros
hogares en Buenos Aires.

-¿Podríamos pasar aquí la noche?, le pregunté al General.


-¿Qué dirían vuestros padres?, preguntó él.

-Los llamaremos por teléfono y averiguaremos, contesté.

-Pero, ¿acaso trajeron sus cosas para la noche?

Le aseguré que nos arreglaríamos perfectamente. Llamamos a nuestros


padres, les explicamos la situación y accedieron a dejarnos pasar la
noche en la quinta.
Alrededor de las diez de la noche, llegaron el Ministro de Educación,
Méndez San Martín, y otros miembros del gabinete a desearle al
Presidente un feliz año nuevo. Se despidieron al poco rato para regresar
a sus casas y pasar la fiesta con sus familiares.
Celebramos comiendo castañas, almendras y otros dulces tradicionales,
mientras cantábamos y entreteníamos al General con nuestra charla.
Cuando sonaron las doce campanadas brindamos con Perón y por el año
1954. Yo estaba en el séptimo cielo.
Cuando llegó la hora de irnos a dormir el General nos indicó cuáles eran
nuestras habitaciones. Las otras chicas quedaron de a dos; yo tuve una
habitación entera para mí sola.
Nelly Rivas, con los caniches “Tinolita” y “Monito”. Fueron la excusa para mudarse al
Palacio Unzué, la residencia presidencial

Durante los tres primeros días del año nuevo el General no apareció por
la U.E.S. Comencé a pensar que podría haberle ocurrido algo.
Me armé de valor y el 4 de enero me dirigí a la residencia presidencial,
en Buenos Aires. El guardián en la reja principal me preguntó qué quería.

-Quiero ver al Presidente, le dije.


-¿Para qué?, me preguntó.

-Para un asunto personal, contesté.

El guardián llamó a Atilio Renzi, el mayordomo de palacio.


Le dije a Renzi que tenía algo importante que decirle al Presidente.

-Dígamelo a mí, me repuso, y yo se lo transmitiré.

-No-insistí-. Es algo muy personal, que sólo puedo decírselo al


Presidente.

Finalmente Renzi pensó que posiblemente se trataba de algo


verdaderamente serio en lo que él no debía intervenir y me dejó entrar.
El general se alarmó cuando me vió.

-¿Qué pasa?, me preguntó ansiosamente.

-Nada, le contesté. Solamente quería verlo… Hace tiempo que Ud. no va


a la U.E.S. Creí que a lo mejor estaba enfermo.

Se dio a carcajadas. Yo lo miraba y lo escuchaba con gran regocijo.


Finalmente me dijo:

-No me pasa nada. Simplemente he tenido mucho trabajo. Quédate a


almorzar conmigo…
Me quedé y volví todos los días después de esa primera visita. Le
expliqué al General que me sobraba el tiempo, ya que habían
comenzado las vacaciones.
Salía de mi casa a las once de la mañana y llegaba a la residencia antes
de que Perón volviera de la Casa de Gobierno.
Después de almorzar juntos, Perón dormía una siesta de una hora y
volvía a la Casa Rosada. Me quedaba sola toda la tarde, viendo una
película tras otra en su cine privado hasta que él volvía al atardecer.
Cenábamos juntos y luego yo regresaba a mi casa.
Perón sentía gran cariño por su perro "Monito", un caniche blanco de
raza enana. Durante las comidas, "Monito" se acurrucaba a sus pies y
cuando su amo se ausentaba -lo supe por los sirvientes- se acostaba
sobre sus chinelas, aguardando su retorno.
Muy pronto me conquisté el afecto de "Monito". Lo tomaba en mis brazos
y lo tenía a mi lado cuando veía películas.
"Monito" desde entonces dormía en mi cama y yo le susurraba mis
secretos. Era mi único confidente.
Una noche, después de seis semanas en que yo concurría diariamente al
palacio presidencial, "Monito" se resfrió fuertemente. Para colmo, los
sirvientes me dijeron que su compañera "Tinolita", la perrita gris oscura
que había pertenecido a Eva Perón, lloraba todas las noches reclamando
la presencia de su compañero.
Ese día, cuando papá volvió del trabajo le dije que sería mucho mejor
para todos si yo me mudaba a la residencia presidencial.

Expliqué que era incomodísimo tener que volver a casa muy tarde por la
noche y regresar a la residencia por la mañana.
No podía tomar la responsabilidad de que "Monito" empeorara con estos
continuos traslados. Los perritos lloraban sin mí y yo no deseaba
separarme de ellos.
Además, continué, podría hacerle compañía al General y ayudarlo de
muchas maneras, por ejemplo, cuidando a "Monito" y a "Tinolita" y
atendiendo la casa cuando él no estaba.
Mi padre no quería comprender.

-Pero quiero que Perón esté cómodo, insistí. Tú y mamá se hacen


compañía mutuamente. Él necesita de alguien para conversar sobre
otras cosas que no sean asuntos de estado. Siento que debo quedarme
con él.

-Además, ¿te has olvidado de lo que ha hecho él por tí y los demás


trabajadores? ¿Eres tan desagradecido? ¿No será una satisfacción para
tí saber que lo estaré ayudando?

Mis razonamientos por fin convencieron a papá y accedió.


Al día siguiente le dije a Perón que quería quedarme esta noche en la
residencia y le expliqué mis razones.
Él me preguntó que dirían mis padres.
Le dije que papá estaba de acuerdo.
Ordenó a Renzi que llamara a papá por teléfono para confirmar mis
palabras.
Por teléfono, Renzi le dijo que me estaba portando muy bien, que no
daba lugar a quejas y que estaría perfectamente bien que me quedara si
papá daba su consentimiento.
Papá no se convencía, pero finalmente dijo:

-Bueno, si Ud. me dice que está bien…

Miré a Perón radiante de alegría. Era uno de los momentos más felices
de mi vida.
Las memorias de Nelly Rivas, quinto capítulo:
"Sin darnos siquiera cuenta cómo, la atracción
mutua con Perón nos venció"
El quinto episodio de los diez que escribió la joven amante del ex
presidente

Atilio Renzi, Nelly Rivas y Méndez San Martín, durante una velada de boxeo en el
Luna Park, en mayo de 1954

El siguiente es el quinto capítulo de los diez que componen las memorias


de Nelly Rivas, la joven amante de Juan Domingo Perón,
que Infobae publica por primera vez de manera completa en la
Argentina.
El día que me mudé a la residencia presidencial, en el mes de febrero de
1954, Perón llamó a Atilio Renzi, el mayordomo de palacio, y le dijo que,
como huésped de su casa, deseaba que se me tratara con el mayor
respeto. Luego le ordenó que me indicara mi cuarto.
Renzi subió las escaleras conmigo hasta el segundo piso, donde se
encontraban los dormitorios. Abrió la puerta de una gran habitación,
magníficamente amueblada, y me preguntó si era de mi agrado. Le dije
que estaba muy bien y con eso se retiró.
Había sido la habitación de Eva Perón.
Sintiéndome en la gloria, abrí de par en par la ventana, que daba a los
jardines del palacio y a la avenida del Libertador General San Martín, la
calle más aristocrática de Buenos Aires. Más allá, se veían los grandes
árboles y los prados de Palermo, el más grande y hermoso parque de la
capital.
Llené mis pulmones con el aire perfumado y permanecí unos instantes
gozando del panorama que se me ofrecía.
Luego me dejé caer sobre un lujoso sofá. ¡Qué maravillosa sensación!
Atraje hacía mí a "Monito" y "Tinolita", los dos perritos y los acaricié.
Luego de un salto me asomé al cuarto de baño.
Jamás había visto un baño igual. Llené la bañadera hasta el tope, le eché
grandes cantidades de sales deliciosamente perfumadas; me enjaboné
de pies a cabeza con fragante jabón de pino sin economizarlo, y me puse
a disfrutar de este novedoso placer.
Cuando salí por fin del baño, me saturé de agua colonia y me espolvoreé
generosamente con talco.
Finalmente me vestí para la cena, agregando lo que consideraba el
último toque de feminidad: lápiz de labios.
Bajé las escaleras como si hubiera estado caminando sobre nubes. Me
sentía estrella de cine, princesa, rica heredera…
Perón me miró y sonriendo, comenzó a comentar: Parece que se ha
mudado aquí la Casa Atkinson…E inspeccionándome más de cerca,
agregó: Y que abunda también el talco.
En mi entusiasmo con el talco me había dejado un parche blanco en el
cuello.
Luego observó mis labios pintados y poniéndose serio me dijo: ¿Por qué
hiciste eso? No me gusta. Tú no necesitas pintarte los labios. Eso es
para mujeres mayores. Lo mejor para las chicas jóvenes es la
naturalidad.

-Sí, Papaíto, respondí quedamente.

Le había dado ese nombre un día en que me pareció mucho más alto
que de costumbre, en su uniforme militar. Le dije que me recordaba a
Papaíto Piernas Largas. No se opuso a que lo llamara así, y desde
entonces, Papaíto aquí, Papaíto allá, el nombre quedó y lo llamaba
siempre así cuando estábamos solos.
En público me refería a él como al General. El me decía siempre "Nena".
Yo quería ser digna de un hombre de la posición de Perón. Presidente de
la Argentina.
Procuraba durante horas, pulir mi dicción y mis modales. Aprendí a no
arrastrar la doble "I" como la gente plebeya.
Trataba en lo posible de no hacer gestos con las manos, una costumbre
que muchos argentinos han heredado de sus antepasados napolitanos.
Una de las pocas fotos de Nelly Rivas junto a Juan Domingo Perón

Me observaba en el enorme espejo, mientras practicaba sentarme en


una forma u otra: cruzando y descruzando las piernas correctamente;
parándome y sentándome como una dama.
En la mesa recibía mi recompensa en la mirada de aprobación de
Papaíto.
Yo me sentaba siempre a su derecha. Los comensales eran siempre los
mismos hombres del pequeño círculo que lo rodeaba: Carlos Aloé,
gobernador de la provincia de Buenos Aires; Armando Méndez San
Martín, ministro de Educación; Raúl Apold, subsecretario de
Informaciones; el capitán Alfredo Máximo Renner, secretario privado del
Presidente y el mayor Ignacio Cialzeta.
Yo era la única mujer durante las comidas y… la única en general en la
residencia. Nunca hubo mujeres invitadas.
Perón no ofreció ninguna explicación sobre mi presencia en su casa. Al
cabo de un tiempo sus amigos se acostrumbaron a verme allí y me
consideraron como integrante de la familia oficial.
Las primeras semanas fueron las más felices. Tenía todo lo que había
soñado.
El General me regaló una motoneta (llegué a tener cuatro) y me paseaba
a toda velocidad por los senderos de piedrecillas del parque de la
residencia.

-¿Dónde aprendiste esas piruetas?, me gritó un día al pasar yo por su


lado, sin tenerme del manubrio y con los brazos extendidos.

-¡Ud. podría hacer lo mismo si hubiera tenido un profesor tan bueno


como el mío!, le grité en contestación.

También me regaló un Fiat azul y blanco, modelo "Super-de-luxe", que le


habían regalado los fabricantes italianos y me enseñó a conducirlo.
Yo, por mi parte, trataba de hacerle al general la vida lo más cómoda que
me fuera posible. Su difunta esposa, extremadamente ocupada con
asuntos públicos, no había podido darle un verdadero hogar.
Yo me anticipaba a sus deseos -su café, sus cigarrillos, sus chinelas-
Le preparaba toda clase de cosas ricas y a él le gustaba todo lo que yo le
hacía, especialmente mi pollo a la portuguesa y mis tortas caseras.
Después de comer, cuando se hallaba cómodamente instalado en su
cama, yo le llevaba los diarios de la tarde y me preocupaba de poner la
televisión si había algún encuentro de boxeo, su deporte favorito.
La habitación del General, que se encontraba separada de la mía por un
cuarto en que guardaba sus condecoraciones y los obsequios que había
recibido de gobiernos y funcionarios de todas partes del mundo, tenía
unos muebles feísimos y pasados de moda.
Consistían en un bargueño, en el que guardaba algunas alhajas; una
cómoda -que destinaba a sus fotografías, en diversos actos públicos- con
la tapa superior de mármol y sobre la cual se hallaba el frasco de
perfume que yo le había regalado; un sillón; un combinado de televisión y
radio; un aparato para aire acondicionado y una cama con una mesita de
noche a cada lado.
Durante los primeros días de mi permanencia en la residencia, las
relaciones entre Perón y yo se mantuvieron en el plano de padre e hija.
De pronto, sin darnos siquiera cuenta cómo, la atracción mutua que se
había venido apoderando de nosotros, nos venció. Todo sucedió a la
vez, repentina e inesperadamente.
Sin embargo, seguí siendo su "nena", la "niñita" y la "hija" que nunca
había tenido y que necesitaba.
No dije nada a mis padres sobre nuestras nuevas relaciones. Y los dejé
suponer que nada nuevo había ocurrido.
Las memorias de Nelly Rivas, sexto
capítulo: "La nena quiere ir a Mar del
Plata"
En el episodio seis de sus memorias, la joven amante de Perón cuenta
cómo fue el evento en el que se mostró en público por primera vez con el
ex presidente

Perón y Nelly Rivas, en Mar del Plata, durante una comida ofrecida a artistas japoneses
en el marco del festival de cine (1954)
El siguiente es el sexto capítulo de los diez que componen las memorias
de Nelly Rivas, la joven amante de Juan Domingo Perón,
que Infobae publica por primera vez de manera completa en la
Argentina.

Raúl Apold, subsecretario de Prensa y Propaganda, no había logrado


convencer a Perón de que debía asistir al Festival Internacional del Cine
de Mar del Plata, que él había organizado. Era el primero de ese género
que tenía lugar en la Argentina. Me pidió que ejerciera mi influencia sobre
Perón.
Yo no había estado nunca en Mar del Plata, y anhelaba visitar esa
famosa playa, la preferida de las parejas en luna de miel. También
deseaba conocer personalmente a los artistas visitantes.
Cuando Perón regresó a casa esa tarde, le dije mimosamente:

-Papaíto, la nena quiere ir a Mar del Plata…

-¡No! contestó terminantemente.

-Pero, Papaíto, rogué- tengo tantas ganas de ir…de ver a los artistas… a
Errol Flynn…

-No, respondió.

-Por favor, Papaíto, insistí…

Finalmente el Presidente llamó a Atilio Renzi, el mayordomo de Palacio,


y le dijo:

-Dígale a Apold que vamos a Mar del Plata.


Yo estaba en la gloria.

-Necesitarás algunos trajes de fiestas, me dijo Perón. Ven conmigo…

Y me condujo hasta el fabuloso cuarto que encerraba los vestidos de


fiesta de Eva Perón. Muchos de ellos, modelos de los más famosos
modistos de París.
Elegí tres trajes de Dior y uno de Marcel Rochas. No habían sido jamás
usados.
Me quedaban un poquito largos y grandes alrededor del busto. Eva
Perón era más alta que yo, pero yo era más gorda y redondita que ella.
Con algunas puntadas aquí y allí yo misma arreglé los vestidos y me
quedaron perfectamente.
Para acompañar estos trajes, el General me dió una estola de visón azul
y una capa de visón natural.

En vísperas de mi partida a Mar del Plata, Perón me entregó un maletín y


me dijo:

-Cuando salgas quiero que todo el mundo vea que estás a mi altura…

Abrí el estuche y me encontré con una deslumbrante colección de joyas.


Tal era mi asombro que le dije, abrumada, que las consideraría un
préstamo. Pero él insistió en que eran para mí y me dijo:

-Si te digo que te quiero, puedes creerlo, porque a mi edad los hombres
no mienten…
Cuando volví a mi cuarto, me puse a examinar la pequeña fortuna que
había recibido en alhajas: valían alrededor de un millón de pesos
argentinos. Había sortijas con brillantes, rubíes y otras piedras preciosas:
pulseras de oro y de brillantes; relojitos, aretes de aguamarinas, broches
de todas clases y un magnífico collar de brillantes.

La semana del festival de cine debía comenzar el lunes 8 de marzo de


1954. Yo me fui unos días antes, el viernes, acompañada de Renzi.
Durante el viaje en tren, que dura alrededor de cuatro horas, Renzi me
reveló abiertamente sus sentimientos hacia mí.

-Supongo que Ud. se dará cuenta, me dijo, de que la Comitiva


Presidencial es un asunto muy serio. El Presidente no puede llevar a
cualquiera en una gira oficial como esta. ¿Qué debo responder si alguien
me pregunta quién es Ud.? A propósito, ¿quién es… o no es, Ud.?

Terriblemente humillada, repuse fríamente:

-Sugiero que se lo pregunte al Presidente.

Perón se había quedado en Buenos Aires. Tenía que asistir a dos


ceremonias estudiantiles. Inaugurando la sección naútica del club de
Estudiantes de Secundaria (U.E.S.) -adonde yo no regresé después de
mudarme a la Residencia Presidencial- se dirigió a los ganadores del
premio "Estímulo Eva Perón" de esta suerte:

-Nosotros queremos que la gente sea moral, no por desconocer la


inmoralidad sino porque, conociéndola, no la cometa por convicción.
Apenas llegó el sábado le pedí que me contara que había hecho en las
últimas veinticuatro horas, nuestra primera separación desde que me
fuera a vivir a la Residencia.
-Me faltó la nena- me contestó.

En Mar del Plata, el General y yo compartimos el mejor departamento del


Hotel Provincial, con una magnífica vista de la playa y del océano
Atlántico.
Al día siguiente nos levantamos a las 6 de la mañana y fuimos a recorrer
en auto la ciudad y las playas vecinas.
El lunes se inauguró el festival. Yo, a un lado, una espectadora anónima
más, observaba mientras Apold iba presentando los más renombrados
artistas del mundo a Perón.
La delegación norteamericana, encabezada por el Sr. Eric Johnston,
presidente de la Motion Picture Association of America, incluía a Mary
Pickford, Jeannette Mac Donald, Gene Raymond, Ann Miller, June Haver,
Walter Pigdeon, Edward G. Robinson, Robert Cummings… y Errol Flynn
con su señora, Pat Wymore.
Ninguno me llamó mayormente la atención. Y mi mayor desencanto fue
Errol Flynn. Me pareció ridículo cuando lo ví aparecer en el baile de gala
con un cordón con pompones colgantes, color de rosa, en vez de corbata
negra y con unas botitas de vaquero en vez de zapatos de etiqueta.
Este baile -mi primer baile- fue desilusión aún mayor. Había esperado
bailar con Perón que es gran bailador de tangos. Pero en el último
momento me dijo que no se sentía bien y tuve que irme acompañada del
capitán Alfredo Renner, su secretario particular.
Perón y yo volvimos a salir en auto muy de madrugada y vimos varias
películas juntos. Pero la mayoría del tiempo tuvo que dedicarlos a
diversos actos oficiales, tales como recepción de Jefes de las Fuerzas
Armadas y un acto en memoria de Eva Perón.
Una noche fuimos a la ruleta del hotel. Hugo del Carril, el famoso actor y
cantante de tangos, se acercó a nosotros y me preguntó por qué no
jugaba.
-Me parece estúpido perder el tiempo de esta manera, le contesté.

Pero él insistió y me dio algunas fichas.

Perón tenía 57 años, sumé los dos números, aposté al número 12 y


perdí.
Las memorias de Nelly Rivas, capítulo
siete: las peleas con el personal de la
residencia de Perón

En el séptimo episodio, la joven amante del líder justicialista narra los


inconvenientes que tuvo con los valets y mayordomos del Palacio Unzué

El siguiente es el séptimo capítulo de los diez que componen las


memorias de Nelly Rivas, la joven amante de Juan Domingo Perón,
que Infobae publica por primera vez de manera completa en la
Argentina.

Atilio Renzi, el mayordomo de palacio, los mozos, "valets" y demás


personal de la Residencia Presidencial me fueron hostiles desde el
primer día.
No me perdonaban haber invadido lo que ellos consideraban de su
exclusiva pertenencia. Antes de mudarme a la Residencia, y aún antes
de que muriera Eva Perón, ellos manejaban la casa a su antojo. Tanto
Perón como su difunta esposa, estaban demasiado ocupados de asuntos
políticos para dedicar mucho tiempo a los detalles del hogar.
Pero a mí no me interesaba la política y el tiempo se me hacía largo sin
hacer nada, mientras Perón pasaba el día afuera, reclamado por sus
tareas de gobernante. Empecé, por lo tanto, poco a poco, a observar el
manejo de la casa presidencial.
Nelly Rivas, el mayor Máximo Renner y la hija de Carlos Aloé, gobernador
bonerense, durante el festival de cine de Mar del Plata (1954)
A Renzi le pareció muy mal cuando hice ver a Perón que uno de sus
secretarios se permitía enviar un coche de la presidencia a su hermana,
cada vez que ella lo solicitaba para salir de compras.
Una de las funciones de Renzi era la de administrador de la Fundación
Eva Perón, destinada a ayudar a los pobres.
Una mañana noté que la cola de la pobre gente que aguardaba se hacía
más y más larga, mientras Renzi charlaba con unos amigos que habían
ido a visitarlo.
Cuando ese día le dijo a Perón que había estado muy ocupado, yo le
pregunté:

-¿Ocupado recibiendo a sus amigos personales y dejando que el público


espere?

Se puso lívido. Perón hizo que no oía.

Renzi se fue poniendo cada vez más furioso con la vigilancia que yo
ejercía sobre sus actividades.
Y un día, sencillamente cerró la puerta con llave y no me dejó entrar más
en su oficina, que se encontraba en la plata baja de la residencia.
Me sentí ofendida, pero no dije nada a Perón.
Comprendía que durante 10 años Renzi había merecido la confianza del
Presidente y no quise provocar un incidente desagradable entre los dos.
Los "valets" y sirvientes se unieron a Renzi en su afán de destruirme. Se
habían indignado conmigo cierta vez que había confirmado las
sospechas de Perón de que una botella de "cognac" de gran precio había
desaparecido de la casa. Me acusaron de querer ponerlos mal con el
Presidente.
También les enojaba que yo asumiera algunas de sus obligaciones,
como llevarle a Perón los diarios de la tarde a su habitación; molerle el
café que tanto le gustaba tomar en la noche; prepararle el cocimiento de
boldo que tomaba frío antes del desayuno; preocuparme de su ropa y de
ordenar sus cosas que dejaba tiradas de cualquier manera cuando partía
a la Casa de Gobierno a las seis de la mañana.
De común acuerdo, me acechaban en espera de que diera un paso en
falso, como había ocurrido con un muchachito español que había llegado
de polizón a la Argentina y a quien llamaban el "Galleguito". El chico vivió
un tiempo en la Residencia con Perón, pero fue despedido cuando,
haciéndose pasar por el hijo del Presidente, comenzó a vender cosas
que robaba de la casa.
Muy pronto me dí cuenta de que Renzi hacía intervenir mi teléfono para
averiguar si yo concertaba secretamente salidas con mis amigos. Me
cuidé de llamar a nadie más que a mi madre, con quien hablaba todas
las noches.
Un día paseando en compañía de mis perritos en el "Fiat" que me había
regalado Perón, noté, a través del espejo de retrovisión, que un coche
me seguía a todas partes.
Era evidente que Renzi me hacía seguir y lo confirmé cuando me
preguntó un día acerca de un joven a quien yo había llevado en mi
coche. Le dije que se equivocaba; que no había habido tal joven, sino un
muchachito de catorce años de pantalones cortos que como
acostumbran, me había hecho señas de que lo llevara.
Después de este incidente, no me arriesgué más. En vez de manejar mi
auto, prefería usar uno de los coches presidenciales, para que el chofer
pudiera ver exactamente a dónde iba y qué hacía.
Nunca quise tener modista particular. Iba a las casas de costura del
centro, ubicadas en las calles principales de la ciudad, de manera que no
hubiera duda alguna acerca de mi comportamiento.
También me llevaba un chofer cuando visitaba a mi madre, generalmente
un día sí y otro no.
Siempre estaba de regreso en casa antes de las siete de la tarde, ya que
quería que Perón me encontrara al regresar de la oficina alrededor de las
8 de la noche.
Cuando acompañaba a los artistas japoneses que había venido para el
festival internacional del cine, conocí a un joven argentino, miembro del
Instituto Argentino-Japonés.
Trató de cortejarme, luego de encontrarse conmigo varias veces en
peleas de boxeo y en otros actos públicos, a los que yo había asistido
con Perón.
Renzi le habló a Perón de estos encuentros y trató de sembrar la
sospecha de que quizá no fueran casuales como aparecían.

-Preguntémosle a la nena- sugirió Perón.

La expresión de mi cara fue suficiente para convencerlo de que la


sospecha era maliciosa y que yo le era fiel.
No me gustó la sonrisa de Renzi, el día que volví de un cine céntrico con
Antonio Perón, el sobrino de veinte años del General. Antonio había ido a
vivir a la residencia pero tenía su grupo de amigos y rara vez estaba en
la casa, salvo para dormir. A pesar de esto, comprendí que debía tener
mucho cuidado en mis relaciones con él. Y desde ese día rechacé todas
sus invitaciones.
Tenía inclusive que preocuparme de mi actitud con los profesores
particulares que iban a darme lecciones a la Residencia, cuando dejé de
ir al colegio para dedicarme a Perón y a su casa. Había descubierto que
me espiaban por el ojo de la cerradura.
Cuando Renzi le preguntó a Perón en cierta oportunidad por qué estaba
tan seguro de mí, él le respondió:

-Porque es demasiado joven para estar viciada, como nosotros los


hombres…
Las memorias de Nelly Rivas, capítulo ocho:
"Me sentí aislada, fui poco menos que una
prisionera en la residencia de Perón"

En el octavo episodio, la joven amante del ex presidente cuenta los


malos momentos que vivió en el Palacio Unzué y narra el intento de
golpe de junio de 1955

Nelly Rivas y Juan Domingo Perón, una de las pocas imágenes juntos

El siguiente es el octavo capítulo de los diez que componen las


memorias de Nelly Rivas, la joven amante de Juan Domingo Perón,
que Infobae publica por primera vez de manera completa en la
Argentina.
Cuando el descontento de la oposición comenzó a sacudir los cimientos
del gobierno, rogué a Perón que renunciara a la presidencia antes de que
fuera demasiado tarde.
Lo insté a que se retirara conmigo a algún lugar tranquilo donde podría
disfrutar sus últimos años en paz y bienestar, lejos del torbellino de la
política, que a mí no me interesaba. Le hice ver que ya había hecho
bastante por la Argentina. Y que otros debían asumir las
responsabilidades.
Pero el grupo que lo rodeaba, especialmente los íntimos, como el doctor
Méndez San Martín, Ministro de Educación; Atilio Renzi, mayordomo de
palacio, y el capitán Alfredo Renner, su secretario particular, se oponían
a esta idea, convencidos, como estaban, de que el régimen no podría
existir sin Perón.
En cierta oportunidad en que nos encontramos solos, ellos y yo,
esperando al General para ver una película, me acusaron violentamente
de ser mala influencia para Perón.
Herida vivamente les contesté:

-No quiero que sea un héroe, reconocido después de su muerte, como el


general San Martín, que tuvo que morir en tierra extraña…La cosa es
muy sencilla, Uds. quieren conservar sus puestos. Peo mis intereses son
muy distintos.

Yo quería que él viviera para disfrutar de sus perros, de sus chinelas… y


de mi compañía.
El mayor Ignacio Cialceta fue el único del grupo que me apoyó.
Perón entró en ese momento y cambiamos inmediatamente de
conversación. Me senté como de costumbre al lado del General y al rozar
su brazo sentí una inmensa amargura al recordar las cosas terribles que
sin comprenderme habían dicho de mí. Y lloré durante toda la película.
Me fui sintiendo más y más aislada hasta que fui poco menos que una
prisionera en la Residencia. Para hacer la cosa peor apenas tenía
oportunidad de ver a Perón. A medida que la crisis se hacía más honda,
sus ministros lo absorbían más y más, día y noche.
Antes había tenido un profesor que venía a casa a darme lecciones de
dactilografía. Deseaba poder hacer de secretaria de perón para así poder
estar más cerca de él.
Pero Renzi hizo circular la versión de que Perón me hacía tomar
lecciones con el fin de corregir mi escasa educación. Me dijo que no
tenía suficiente preparación como para servir de secretaria a un
presidente.

El Palacio Unzué, la residencia presidencial que utilizaba Perón y fue demolida por
los militares que lo derrocaron
Abandoné mis estudios y me propuse demostrarles a Renzi y a los otros
que seguiría junto al Presidente sin ayuda de lecciones privadas.
Deseaba escaparme de la atmósfera asfixiante de la residencia
presidencial y soñaba con que nos mudáramos a la calle Teodoro
García, a una linda casa en Buenos Aires, que Perón había heredado de
su difunta esposa. Pero me dí cuenta que sería imposible. El "grupo" nos
seguiría hasta allí y las cosas continuarían igual que en la residencia
oficial.
Renner ya nos había echado a perder los pocos fines de semana que
Perón y yo pasamos en la quinta de San Vicente.
Trataba de impedir que fuéramos, presentándole al Presidente una
cantidad de papeles oficiales que, según decía, requerían su presencia
en Buenos Aires durante el fin semana.
Un sábado a las 5 de la mañana, Perón y yo nos fuimos antes de que
Renner pudiera impedirlo. Apenas nos habíamos acomodado en la quinta
cuando Renner apareció con sus papeles oficiales y yo quedé
abandonada otra vez. Le dije a Perón que daba lo mismo volver a la
capital.
El 16 de junio de 1955, volviendo a la residencia después de hacer unas
compras, me encontré con que había tropas montando ametralladoras y
otras armas. Perón no estaba. Corrí hasta donde estaba Renzi y le
pregunté que ocurría.

-No me hable- me dijo- este es un asunto muy serio.

El oficial al mando de las tropas me explicó que había habido un


alzamiento y que los rebeldes se habían apoderado del aeropuerto
internacional de Ezeiza, en las afueras de Buenos Aires.
Corrí a mi habitación, me cambié de ropa y me puse a ayudar a Renzi a
organizar el personal civil para defender la residencia.
Me preocupé de que cada uno estuviera armado y en el puesto que le
había sido asignado. Ayudé a cargar las ametralladoras y fui a buscar el
pequeño revólver que Perón me había regalado.
Renzi me preguntó si me sentía capaz de usar un arma más poderosa.
Tomé el revólver de policía de calibre 45 que me ofreció.
Hubo una fuerte explosión y vimos que el cielo se encendía en la
distancia. Aviones rebeldes habían bombardeado la Casa de Gobierno,
donde Perón tenía su oficina. Quedamos atónitos y aterrorizados.
Tomé unas cajas de cigarillos de Perón y los distribuí entre los soldados
y el personal, esperando así alentarlos. También les distribuí
emparedados que había preparado yo misma en la cocina.
Renzi me insistió varias veces a que me fuera inmediatamente y
regresara a la casa de mis padres.

-Mi sitio está aquí, le contesté.

No voy a salir corriendo al primer tiro.


Un avión de reconocimiento vió el coche presidencial en el parque y llegó
a la conclusión de que Perón se hallaba en la residencia.
Boca abajo sobre la azotea , como los demás, ví que tres enormes
"Gloucesters" se nos venían encima. Una de las bombas que
descargaron cayó sobre un murallón y los vidrios de ese lado de la casa
saltaron en pedazos.
Cuando volvieron por segunda vez, teníamos orden de abrir fuego todos
simultáneamente. Pensaron que teníamos equipo antiaéreo porque
erraron el tiro y sus bombas fueron a parar a una calle vecina.
Cuando un avión rebelde comenzó a ametrallar la casa corrí al jardín con
la esperanza de encontrar un refugio. Un oficial me asió del brazo y me
arrastró a tiempo de sacarme de la línea de fuego. Me tiré al pie de un
árbol enorme y me puse a rezar fervientemente.
Pocos minutos más tarde todo había terminado. Los aviones leales
habían derrotado a los rebeldes y sofocado el levantamiento.
Mis padres nunca me visitaron en la Residencia, pero mi madre estaba
tan preocupada que acudió aquella noche a la puerta principal. Le
aseguraron que yo me encontraba perfectamente.
Finalmente, recibimos noticias de que Perón había escapado ileso del
bombardeo. Pero no llegó a casa hasta el día siguiente.
Viéndome en el portal, esperándome, exclamó sorprendido:

-¿Estás todavía aquí?

-General -respondí- he tenido el honor de sentarme a su mesa y de


compartir muchos buenos momentos con Ud. Esta es también mi casa.
No quiero negar que he sentido miedo, pero no me arrepiento de nada.
Dios me ayudó.
Las memorias de Nelly Rivas, capítulo nueve:
"Supe que todo había terminado y lloré
amargamente"

En el noveno episodio, la joven amante de Juan Domingo Perón cuenta


cómo se vivieron los alzamientos militares de 1955 y su despedida del
líder justicialista

El siguiente es el noveno capítulo de los diez que componen las


memorias de Nelly Rivas, la joven amante de Juan Domingo Perón,
que Infobae publica por primera vez de manera completa en la
Argentina.

Perón siempre tuvo un excelente apetito, pero cuando regresó a almorzar


a la Residencia Presidencial, luego de la fracasada sublevación del 16 de
junio de 1955, dejó de comer.
Miles habían muerto. La Casa Rosada había sufrido grandes daños con
las bombas, y Perón tuvo que mudar su despacho a la Residencia.
Alcé la vista de mi plato y ví que Perón cubría su cara con las manos. Un
silencio cayó sobre los comensales. Ninguno de los ministros encontró
algo que decir.
Por fin yo rompí el silencio: -¿Papaíto, qué pasa? ¿No hay apetito hoy?

Tomó mi mano y la apretó con fuerza. Y pude ver que sus ojos se
llenaban de lágrimas.
Más tarde, cuando pudimos hablar a solas, me dijo:
-Parece que no me quieren mucho…

-¿Qué importa que no lo quieran sus enemigos?, le contesté. ¿No me


tiene siempre a mí? Aunque todos lo abandonen, yo jamás lo dejaré.

Y luego añadí con un toque de desilusión en mi voz:

-Parece que mi cariño no significa gran cosa para Ud.

Perón me aseguró que sí: que yo era un gran aliciente para él en esos
momentos.
Había habido gran revuelo a raíz de que la quema de la Bandera de la
Patria y de los continuos choques con el clero. Se había llegado hasta
incendiar numerosas iglesias en Buenos Aires. Todo esto cargaba la
atmósfera de tensión y de incertidumbre.
Un día oí unos disparos cerca de la puerta principal de la Residencia. Me
dijeron que unos hombres habían pasado en un auto y habían intentado
matar al guardia.
Después de esto, la seguridad de la Residencia Presidencial fue confiada
a la Guardia de Granaderos, considerada una de las unidades más
fuertes y más leales del ejército.
Perón al principio, no se resignaba a convertir su casa en un cuartel, pero
el Servicio de Seguridad insistió. Con esto, la Residencia dejó de ser un
hogar.
Nelly Rivas rememora los alzamientos militares contra Perón

Y se produjo la revolución del 16 de septiembre de 1955.


A las tres de la mañana desperté con el ruido de pasos apresurados.
Salté de la cama y salí a ver que sucedía. Encontré a Perón vestido,
preparándose para salir.
Ese día no almorzó en casa, pero fue a cenar. Él y sus ministros
hablaron todo el tiempo de cosas que yo apenas entendí.

A juzgar por sus semblantes, parecía que la situación no era buena, pero
tampoco desesperada. Perón se veía tranquilo, pero los ministros
estaban visiblemente preocupados.
Era evidente que estaban tratando de asuntos más serios que los de
costumbre. Y me levanté, silenciosamente, de la mesa.
Perón regresó al Ministerio de Guerra y no volvió a casa esa noche. Yo
dormí vestida, sobre la cama.
La residencia se convirtió de repente, en un puesto militar, rodeado de
tropas desde donde Perón en gran parte dirigía las operaciones.
Él y sus consejeros pasaron las noches en pie, estudiando los planes y la
estrategia destinados a aplastar la revolución que había estallado en
Córdoba, a 750 kilómetros de Buenos Aires.
Yo les enviaba continuamente café o "cognac" para levantarles el
espíritu.
Mientras se abría y cerraba la puerta, alcancé a oir algunos comentarios
que hacían entre ellos. Decían que era imposible llegar a Córdoba, ya
que los revolucionarios había tomado posiciones avanzadas a la entrada
de la ciudad.
No obstante, las tropas leales a Perón recibieron orden de avanzar y
lograron entrar en la ciudad.
Cuando empezaban las cosas a mostrarse favorables al gobierno,
recibimos la noticia de que unidades de la Marina, al mando de los
revolucionarios, se acercaban a Buenos Aires. Uno de los comunicados
decía que habían recibido armas del Uruguay.
Perón y sus ministros se indignaron. El capitán Alfredo Renner,
secretario particular de la Presidencia, cogió el teléfono, llamó a
Montevideo y advirtió al gobierno uruguayo que sería considerado
responsable si los buques de la Marina de Guerra argentina llegaban a
nuestras costas cargados de municiones.
(Perón, que desconfiaba de la Marina, había tomado sus precauciones y
desarmado a los buques de guerra).

Uno de los oficiales propuso hundir algunas naves a la entrada del puerto
de Buenos Aires para impedir la entrada de los buques rebeldes, pero
Perón se opuso diciendo que él no hundiría barcos por los cuales había
pagado tanto dinero.
Comencé a darme cuenta de que la situación se hacía grave.
El 19 de setiembre, a las 5.30 de la mañana, Perón se dirigió al Ministerio
de Guerra. Algunas horas más tarde volvió acompañado de Renner, y
corrió escaleras arriba. Yo me encontré con él en el último peldaño.
-¡Andate a casa, inmediatamente!, me dijo. Más vale prevenir que tener
que lamentar…

Era casi una orden militar. Comprendí que el asunto no admitía


discusiones.
Le dije que me llevaría los perritos y él asintió.
Me besó y me fui, tal como había llegado, con sólo el vestido que llevaba
puesto.
No hubo ninguna indicación en su beso de que era la despedida final.
Creí que estaríamos juntos nuevamente en un par de días, tal como
había sucedido después del levantamiento sofocado en el mes de junio.
Pero fue la última vez que ví a Perón.
Cuando llegué a casa, prendí la radio y escuché los últimos comunicados
sobre la revuelta. Y escuché los últimos comunicados sobre la revuelta. Y
escuché que la Marina había presentado un ultimátum diciendo que
Buenos Aires sería bombardeado a menos que se rindiera el gobierno.
Supe que todo había terminado. Y lloré amargamente. Sentí que el
mundo se derrumbaba…
Las memorias de Nelly Rivas, último
capítulo: la propuesta de matrimonio a
Perón
En el último episodio, la joven amante del líder justicialista narra las
penurias sufridas tras el derrocamiento y propone una solución para
frenar los juicios

Juan Domingo Perón y Nelly Rivas

El siguiente es el décimo y último capítulo de las memorias de Nelly


Rivas, la joven amante de Juan Domingo Perón, que Infobae publica por
primera vez de manera completa en la Argentina.
Después que Perón huyó, dejándome en Buenos Aires, la vida se
convirtió para mí en una pesadilla.
Turbas antiperonistas se congregaban frente a mi casa, insultándonos.
En cierta ocasión comenzaron a gritar:

¡Hay que lincharla!

Un destacamento de policía tuvo que intervenir.


Mi vida corría peligro y yo estaba atemorizada.
El 27 de septiembre, una semana después de que el nuevo gobierno
había asumido el poder, tres policías del servicio secreto y dos capitanes
del ejército llamaron a mi puerta.
Mis padres habían salido a comprar otra casa con los 400 mil pesos que
Perón me había entregado poco antes de pedirme que me fuera. La
cómoda casita de mis padres era un regalo que Perón les había hecho a
fines de 1954. Ahora las muchedumbres amenazadoras nos hacían
imposible seguir viviendo allí.
Yo estaba en cama, enferma física y moralmente, a raíz de todo lo que
había sucedido. Mi tía, que me acompañaba, me preguntó si debía o no
dejar pasar a la policía.

-Déjalos entrar- repuse.

De otra manera echarán abajo la puerta.


Lo primero que hicieron fue preguntarme por todas las cosas que Perón
me había regalado: el Fiat, las pieles, la ropa, las alhajas y el dinero que
me diera al despedirnos.
Me sorprendió sobremanera que hubieran podido averiguar tantos
detalles en tan corto tiempo y llegué a la conclusión de que la revolución
debió haber tenido partidarios desde adentro.
Yo tenía las alhajas y el dinero guardados en un ropero. Los policías se
apoderaron de ellos y me preguntaron si las joyas habían pertenecido a
Eva Perón. Se refirieron a ella y a Perón en la forma más irrespetuosa y
llenaron de insultos una fotografía de Perón que encontraron en la
habitación.

-Estos son los perros del tirano- exclamó uno de ellos reconociendo a
"Monito" y a "Tinolita". ¿Por qué no los matan?

Me hicieron una serie de preguntas de naturaleza íntima. Yo me mantuve


en silencio.
Cuando regresó papá, lo trataron de degenerado por haberme permitido
vivir con Perón.
En el ropero, la policía había encontrado dos cartas. Parecían haber sido
escritas por Perón desde la cañonera Paraguay donde se había
refugiado. Me las había traído un joven que desapareció inmediatamente
después de entregármelas.
La policía me pidió que las identificara. Les dije que la firma era la de
Perón, pero que no podía asegurar que él fuera el autor de las cartas
porque no lo había visto escribirlas.

El 18 de octubre fui llamada a comparecer ante un tribunal militar. Estaba


compuesto de ocho generales que estaban recopilando datos para
justificar la expulsión de Perón del Ejército.
Una de las cartas escritas por Perón que menciona Nelly Rivas
Se reunía en la residencia presidencial, donde yo había vivido momentos
tan felices con Perón y donde ahora, de hecho una prisionera, debía
declarar en contra suya.
Les dije la verdad de mis relaciones con Perón. Ellos querían que les
hablara de su política, pero les contesté que no sabía nada de esos
asuntos.
Un teniente coronel, impaciente, sugirió que me llevaran presa. El
general von der Becke se opuso, diciendo que yo era sólo una criatura. Y
me permitieron que regresara a mi hogar.
Un día, en que mi madre había salido a hacer las compras, una mujeres
detuvieron su coche y le pidieron que les indicara una calle que no
conocían. Cuando mi madre se acercó al auto para contestarles, la
asieron bruscamente y le cortaron el cabello.
Esto colmó la medida. Vendimos algunas cosas para poder conseguir
diez mil pesos para alquilar un coche; cargamos algunas valijas y los
perritos y nos dirigimos hacia el norte en dirección al Chaco, cerca del
Paraguay, en donde se había refugiado Perón.
Nos arrestaron en Formosa, a cierta distancia de la frontera. Nos
detuvieron un corto tiempo y luego se nos ordenó regresar a Buenos
Aires.
En marzo fui obligada, nuevamente, a relatar mi historia a la Comisión
Investigadora de Actividades Peronistas.
El 7 de mayo, dos agentes se presentaron con una orden de arresto
firmada por el juez. Mi madre no quiso entregarme, pero se comprometió
a llevarme al día siguiente ante el Dr. Ernesto González Bonorino, el juez
que se ocupaba de mi caso.

El juez ordenó que fuera internada en un reformatorio, y me separaron de


mi madre. Esta, enloquecida, quiso lanzarse desde el tercer piso de la
Corte, pero una pariente se lo impidió.
Mi estada en la prisión (o "colegio") fue una pesadilla. Las frazadas, mal
lavadas, me aterrorizaban pensando en que podrían ser portadoras de
las enfermedades feas que tenían muchas de las chicas.
Yo era una paloma comparada con ellas. Vivían obsedidas sexualmente
y sus costumbres escasamente superaban el nivel animal.

-Vos estuviste enredada con Perón, así que no podrás salir de aquí hasta
que tengas veintidós años. Tenés deciséis…me decían y yo me
horrorizaba.

Al cabo de un mes y medio, empecé a sufrir de una profunda depresión


nerviosa. Sentía que me estaba volviendo loca.
Luego, tuve un ataque de apendicitis. Creí morir y pedí que llamaran a un
sacerdote. Me confesé por primera vez en muchos años.
Mi estado siguió desmejorando. Había nuevas complicaciones
relacionadas con el hígado. Cinco exámenes médicos concluyeron que si
continuaba detenida, no respondían de que no tuviera ello consecuencias
fatales para mí. Así el 15 de noviembre de 1955, después de casi siete
meses en el "colegio", fui puesta en libertad y operada inmediatamente.
El Dr. Juan Ovidio Zavala, miembro activo de la Unión Cívica Radical,
había sido uno de los jóvenes que pusieron una bomba en el Teatro
Colón mientras Perón se encontraba allí.
Se hizo cargo de nuestro caso, porque opinó que era su deber defender
los derechos de cualquier argentino, cualesquiera que fueran sus ideas
políticas.

Mantuvo que era ilegal detener a mis padres cuando ninguna de las
partes había presentado una denuncia contra Perón.
El estado argentino, procediendo con un juicio enteramente aparte, ha
acusado a Perón de haber mantenido relaciones ilícitas con una menor.
En estos momentos procura obtener su extradición de las autoridades
venezolanas, a fin de juzgarlo aquí en la Argentina.
Perón podría echar por tierra este cargo, solicitándome en matrimonio y
el juez no se opondría a esta solución. Estando bajo la tutela del juez, no
puedo abandonar la Argentina, pero el matrimonio podría hacerse por
poder. En este caso yo adquiriría el derecho de viajar al extranjero.
Si llegara él a considerar esta propuesta, yo insistiría en que fuera
enteramente voluntaria, motivada por sus sentimientos hacía mí y no
porque se viera obligado a hacerla.
Es Perón quien deberá decidir. Confiando en Dios, yo aceptaré lo que el
destino me depare.
PERÓN, NELLY RIVAS ¿ ESTUPRO?

UN DISCURSO DE CRISTINA: Es curioso como hechos históricos que


parecen totalmente olvidados de golpe vuelven a la memoria.
Pocos recordaban la historia de Juan Domingo Perón y sus relaciones con una
adolescente, por no decir una niña, de solo catorce años, hasta que lo mencionó la
Presidente en un discurso.
El caso, que en su momento había tenido una enorme repercusión tanto en
nuestro país como en medios internacionales, parecía totalmente olvidado. Pero
el 1 de julio de 2014, 40 años después de la muerte de Perón, la Presidente de la
Nación dio un largo discurso[1]. Hizo diversos anuncios, habló extensamente
sobre Perón e Yrigoyen, atacó al sistema judicial y finalmente dijo, textualmente,
“…Perón, que estuvo acusado en la República Argentina hasta de estupro. Se los
digo a los más jóvenes que tal vez no lo recuerden…hasta de estupro, que para
los que no saben es haber tenido relaciones sexuales con menores de edad, las
chicas de la UES, de todo dijeron.” [2]
El discurso tuvo gran repercusión, en especial el ataque a la justicia y la
referencia a las acusaciones sufridas por Perón. Una simple búsqueda en Google
con las palabras estupro y Cristina devuelve innumerables citas de medios de
difusión, argentinos y extranjeros, que reprodujeron sus palabras. Muchos las
interpretaron como una elíptica defensa del vicepresidente Boudou por sus
dificultades en los tribunales.
El recuerdo de las acusaciones de estupro causó además cierta sorpresa. La
referencia de la Presidente trajo a mi memoria un asunto que tenía totalmente
olvidado y generó varias preguntas: ¿Qué es el estupro? ¿es correcta la definición
que dio Cristina Fernández? ¿Es un delito o solo algo moralmente reprobable?
¿De que fue acusado Perón? ¿Fue una acusación genérica, como tantas que se le
han hecho, o llegó a los tribunales? ¿Como terminó esta acusación? ¿Era la
acusación justificada?, es decir ¿había razones para creer que Perón cometió
estupro? y, finalmente, ¿Cometió Perón estupro?
Entre tantas referencias y comentarios generados por el discurso, no encontré
nada que aclarará, aunque sea someramente, estos interrogantes. Decidí entonces
informarme más sobre esta historia sorprendentemente recordada por Cristina
Fernández.

¿QUÉ ES EL ESTUPRO?: El diccionario on line de la Real Academia


(http://www.rae.es/)da las siguientes definiciones:
1. Coito con persona mayor de 12 años y menor de 18, prevaliéndose de
superioridad, originada por cualquier relación o situación.
2. Acceso carnal con persona mayor de 12 años y menor de 16, conseguido con
engaño.
3. Por equiparación legal, algún caso de incesto.
4. Antiguamente, coito con soltera núbil o con viuda, logrado sin su libre
consentimiento.
Con lo que estupro no sería exactamente lo que dijo la Presidente. Sin embargo,
otros diccionarios dan una definición próxima a la de Cristina. Así el diccionario
on line de Clarín (http://www.clarin.com/diccionario ) define “estupro: m
Delito que consiste en mantener relaciones sexuales con una persona menor de
edad”. Por su parte, el conocido sitio WordReference.Com (http://www.
wordreference. com/definicion/estupro) define “estupro:m. der. Delito que
comete el adulto que abusa sexualmente de un menor usando la confianza que
este le tiene o el engaño.”
Sorprendentemente, en este caso es Clarín, el enemigo por antonomasia de la
Presidente, el que coincide con ella.
En realidad, para mayor precisión deberíamos conocer cual era el significado
legal de la palabra cuando ocurrieron las acusaciones a las que Cristina hizo
referencia.
El estupro estaba explícitamente mencionado en el Código Penal Argentino,
hasta su modificación por la Ley 25087 de 1999. Según R.Sagasti “Hasta mayo
de 1999, el artículo 120 de esta norma decía que cometía estupro el que
mantuviera contactos carnales con una menor de entre 12 y 15 años, aunque no
hubiese empleado métodos de intimidación y la víctima no estuviera privada de
la razón. Con la reforma de aquel artículo, dispuesta por medio de la ley 25.087,
promulgada en la fecha señalada, varió la tipificación del delito sexual. Desde
entonces, la Justicia debe probar que el autor se aprovechó de la inmadurez
sexual de una menor de entre 13 y 16 años.”[4]

LAS ACUSACIONES Y EL JUICIO A PERÓN: Ahora bien, si el líder


justicialista tuvo acusaciones de estupro, estas podrían haber sido genéricas, por
el significado usual de la palabra y en los medios de difusión, como tantas otras
que se le hicieron. Pero también podrían haber sido concretas, de acuerdo a lo
que indicaba el Código vigente y en los tribunales.
Ambas cosas ocurrieron. Después de su caída en 1955, las relaciones de Perón
con una menor fueron muy comentadas, hasta el punto que, según Galasso, el
tema, , “…se convierte en uno de los caballitos de batalla de la oposición,..”[5].
La difusión en la prensa extranjera fue notable. Es muy fácil encontrar en Internet
facsímiles de viejos periódicos en inglés con cables que se refieren a este asunto,
en general con un tono sumamente crítico e incluso escandaloso.
diarios de Estados Unidos se hacen eco del caso en forma escandalosa
(publicaciones varias disponibles en Internet)

Pero interesan más las acusaciones formales. Inmediatamente después de su


caída, Perón fue juzgado en ausencia por el Tribunal Superior de Honor del
Ejército, que se expidió en muy poco tiempo.
Entre cargos muy variados se le imputó haber mantenido relaciones con una
menor, cuyo nombre se omite. El fallo dice textualmente que se: “…ha
comprobado fehacientemente …que el general Perón ha hecho vida marital con
una menor –de hogar modesto- …conviviendo con ella durante casi dos años en
la residencia presidencial, hecho conocido por el personal de servicio de la casa,
así como por ciertos altos funcionarios que frecuentaban la misma…se ha
exhibido con dicha menor en los actos oficiales de carácter público…,
conviviendo con ella en el Hotel Provincial de Mar del Plata, en ocasión de
realizarse en esa ciudad un festival cinematográfico.…la hizo objeto de valiosos
regalos, consistentes en una casa valuada en ciento cuarenta mil pesos,
numerosas alhajas, algunas con dedicatoria a su extinta esposa Eva Duarte de
Perón, y la cantidad de trescientos nueve mil pesos…. …ha comprobado
mediante la pertinente pericia caligráfica la autenticidad incontestable de las
cartas que el prevenido dirigió desde su lugar de asilo a la citada menor y cuyo
texto fue reproducido en los diarios de esta capital….El hecho en cuestión, que
por la edad de la menor (14 años cuando el causante inició su vida intima con
ella) cae bajo las sanciones del Código Penal…”
El tribunal[7], encontró a Perón responsable de los cargos y apreció que “se ha
hecho pasible, por las faltas cometidas de…’descalificación por falta gravísima’,
resultando incompatible con el honor de la institución armada que el causante
ostente el título del grado y el uso del uniforme; medida ésta la más grave que
puede aconsejar el tribunal.”
Poco después un Decreto del Gobierno Provisional aprobaba el fallo del Tribunal
de Honor “quedando por consiguiente prohibido al causante ostentar el título
del grado y el uso del uniforme, por la indignidad que con su conducta ha puesto
de manifiesto”
Más tarde, sería acusado también ante la justicia penal por el mismo delito de
estupro. En diciembre de 1963 Argentina gestionó por vía diplomática la
extradición de Perón, que entonces estaba en España, aunque esta nunca se
concretó[8]. Además de esta causa Perón tuvo abierta una por traición a la patria,
la cual fue comprendida en una amnistía en 1958. La causa por estupro prescribió
en mayo de 1971, cuando Perón negociaba con Lanusse las condiciones para el
retorno.[9]
LOS HECHOS SEGÚN DISTINTOS HISTORIADORES: Por supuesto,
tanto las investigaciones del Tribunal de Honor como su fallo y las posteriores
actuaciones de la justicia pueden ser atribuidos al revanchismo reinante después
de la caída de Perón. Vale la pena entonces analizar, sin ánimo de ser
exhaustivos, como relatan distintos historiadores y testigos los hechos que
llevaron a estas acusaciones.
En el discurso que mencionamos al comienzo, la Presidente elogió a dos
historiadores: Norberto Galasso y Félix Luna. Ambos autores han escrito obras
extensas sobre Perón y el peronismo y podemos entonces comenzar por ellos.

Norberto Galasso relata el juicio del Tribunal de Honor y ridiculiza sus


imputaciones que, a su juicio,“…no revelan precisamente importantes
conocimientos de sociología…”. Sin embargo, deja aparte y se ocupa
especialmente de “…una imputación del Tribunal: relaciones con una menor de
edad, que cae bajo la sanción del Código Penal”. Afirma que este asunto “…se
convierte en uno de los caballitos de batalla de la oposición, especialmente a
partir de que la tal Nelly Rivas (o sea la joven implicada) se expresa a través de
algunos medios de difusión.”
Norberto Galasso es autor de numerosos libros, entre ellos una biografía de Perón
en dos largos volúmenes publicados en 2005 por Editorial Colihue: Perón. Tomo
I – Formación, ascenso y caída (1893-1955) y Tomo II – Exilio, resistencia,
retorno y muerte (1955-1974). Se lo caracteriza habitualmente como encuadrado
en la corriente ideológica de la Izquierda Nacional (ver por
ej. http://www.elforjista.com/galasso.htm, consultado el 31/7/14). En el
segundo tomo, p.781 y siguientes, trata el tema que nos ocupa.

Resume el asunto diciendo “Dando por buena la declaración de ella, podría


suponerse que visitó la residencia a fines del ’53, y que recién después se
produjo un acercamiento con “el General” que, habría derivado, según ella
relata, en encuentros quincenales; se descarta que la muchacha hubiese
convivido en la residencia presidencial…. Algún historiador peronista admite
que este episodio pudo haber ocurrido, aunque niega veracidad a una carta que
circuló, en octubre de 1955, como enviada por el General a la chica Rivas, y que
publican los diarios…”
Es evidente que a Galasso está acusación le parece lo suficientemente importante
como para analizarla, mientras descarta sin más trámite todas las demás.
También resulta obvio que el tema no le resulta cómodo.
Quizás por ello se extiende en consideraciones algo vagas y hasta contradictorias.
Menciona una desmentida de Juan (como llama a Perón a lo largo del libro) en
un reportaje: ”Yo no soy un santo, ¡pero no me iba a iba meter con las
chiquilinas de la UES!”; resalta la dificultad de “…introducirse en estas
cuestiones de alcoba …”; cita el testimonio del Padre Benítez : “Perón era un
talento político… pero tenía sus cosas reprobables…” y se refiere a la
inclinación de Perón por mujeres mucho más jóvenes y a su “…ausencia total de
prejuicios, tabúes o sometimientos a normas y costumbres…”.
Galasso señala que Perón le llevaba quince años a Aurelia Tizón, su primera
esposa, 26 años a Eva Duarte y 38 años a María Estela Martínez (Isabel). En
realidad hay otros antecedentes. Así, María Cecilia Yurbel, tenía 17 años cuando
comenzó a vivir con Perón, hasta que este conoció a Eva unos años después. Fue
entonces cuando Eva “La fletó”, según ella misma dijera. En 1939-40, destinado
en Italia mantuvo una relación con la veinteañera Giovana dei Fiori. (Ver Araceli
Bellota, Las mujeres de Perón, Booket, 2013, también reportaje a A.Bellota en
revista Gente del 26/7/2011 , consultado el 08/10/14
en http://www.gente.com.ar/nota.php?ID=10463 )

Finalmente, menciona que “…sufriendo una gran soledad -política, física y


espiritual-, se le habría cruzado esta muchacha de quince años en su vida. Si la
relación existió, la sedujo él, como dirían los opositores? ¿Acaso lo sedujo ella,
como dirían los peronistas ? En ese caso, habría que dar razón al padre Benítez
cuando sostiene que esos hombres que concentran toda su actividad en alguna
causa, cometen grandes disparates en otras.”
En definitiva, no se sabe si piensa que el hecho existió y, en tal caso, si lo
considera grave, reprobable o intrascendente.
Félix Luna: Es el otro autor citado por la Presidente. En una obra de
divulgación que dirigió se cuentan los sucesos que nos ocupan[10] aportando
algunas fotos de la protagonista.
Félix Luna es uno de los historiadores más conocidos por el público en general.
Una buena reseña de su actividad y su obra puede verse en
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/2-15911-2009-
11-06 (consultado el 16/10/14) Vale la pena señalar el elogio de la Presidente en
el discurso del que hablamos: “… es casi levantado por toda la historiografía del
país como un historiador neutral frente a los grandes movimientos.”.

Se relata la relación que Perón mantuvo por dos años con una chica que, al
iniciarla, tenía catorce años. Esta relación se hizo pública por dos cartas que le
habría enviado desde la cañonera paraguaya en la que estaba refugiado. Las
cartas fueron interceptadas y publicadas por la prensa[11]. Un par de años más
tarde, la joven, Nelly Haydee Rivas, publicó en diarios norteamericanos varias
notas sobre sus relaciones con Perón y en 1968 se prestó a un reportaje para
Primera Plana.
Nelly Rivas conoció a Perón en Olivos, a fines de 1953, llevada por una
delegación de la UES, la asociación de estudiantes secundarios creada en 1953 y
cuya rama femenina funcionaba en la quinta presidencial.
Al poco tiempo estaba instalada permanentemente en la residencia presidencial
de la avenida Alvear. Perón se exhibió públicamente con ella por lo menos dos
veces: en el Festival de Cine de Mar del Plata y en una pelea de box en el Luna
Park. El círculo íntimo de Perón conocía perfectamente esa relación, que no
trascendió.
En Perón y su tiempo Vol.III- El régimen exhausto[12], Luna amplía un poco el
tema y afirma “…. las pruebas de su convivencia con Nelly Rivas son
ilevantables. Sus padres lo admitieron ante el tribunal que los juzgó por
complicidad en el delito de estupro; ella misma relató los detalles de su
intimidad con el presidente en recuerdos que vendió a la revista Time; se
conocen dos cartas manuscritas que Perón envió a Nelly Rivas después de su
derrocamiento cuya letra, firma, giros idiomáticos y circunstancias a que hacen
alusión hacen indiscutible su legitimidad. Por si faltara algo, hay varias
fotografías que los muestran juntos…” Como se ve, su relato difiere
notablemente del de Galasso. Sigamos entonces con otros autores.
Hugo Gambini: Como periodista de Primera Plana, Gambini realizó en los años
sesenta numerosas entrevistas a personas ligadas al peronismo, entre ellas el
reportaje a Nelly Rivas de 1968 que menciona Luna. Fue autor además de una
serie de notas, publicadas con gran suceso con el título de Historia del Peronismo
y citadas muy frecuentemente. Sus libros posteriores sobre el peronismo se basan
en parte en ese material.
En su Historia del Peronismo[13] confirma, por boca de la misma Nelly en la
entrevista de 1968, su relación con Perón. Cuenta como lo conoció en la quinta
de Olivos, siendo miembro de la UES, la invitación a almorzar con él y como
esto fue luego haciéndose habitual. Menciona a Méndez San
Martín[14] que “..me perseguía bastante aunque nunca me habló muy
claramente”
Mas adelante relata la primer visita a la residencia de la calle Alvear “para
cumplir encargos de la Secretaría de la UES”, la conversación con
Perón “…hasta que se hizo de noche y como yo era muy jovencita para volver
sola no me dejó regresar. ‘Esta bien’, le dije al general esa noche, ‘por esta vez
me quedo a dormir aquí. Y llamé por teléfono a mis padres para avisarles que no
regresaría, que no debían preocuparse y que no hacía falta que me enviaran el
camisón porque ya me habían ofrecido uno.”
Una semana después Perón la invitó a una pelea en el Luna Park: “…como todo
terminó tan tarde volví a quedarme a dormir en la casa del presidente. La
tercera vez me quedé por una causa fortuita, la lluvia, que me obligó a reincidir.
Pero esa fue definitiva pues no volví a dormir en mi casa. Me quedé a vivir con
el general hasta que me abandonó para refugiarse en una cañonera paraguaya”.

El relato de la interesada indica entonces una convivencia permanente y


prolongada en la residencia presidencial[15] y no los encuentros quincenales que
supone Galasso.
Explica también Gambini que Nelly comenzó a contar su historia en 1957, en una
serie de artículos publicados en Nueva York. Clarín compró los derechos, pero
solo publicó las dos primeras notas ya que un juez de menores intimó el cese de
la publicación.

Cita asimismo declaraciones de Nelly Amaral, última presidente de la UES,


entrevistada igualmente en 1968. Contra otros testimonios y evidencias dice
que “Nelly Rivas no era afiliada a la UES y no figuraba en los registros mientras
yo estuve allí…”, para añadir “…Todas las versiones que difundieron sobre esa
mujer son inexactas, salvo que mantuvo relaciones con el general Perón y que se
vendió por unos pesos…”.
Esta última expresión quizás se refiera a los regalos que Nelly habría recibido de
Perón y que se mencionan en el fallo del Tribunal de Honor. En relación a ello,
Gambini cierra el tema con la frase: “Nelly fue internada ocho meses en un
reformatorio y sus padres tuvieron que devolver las joyas, el dinero y la casa que
habían recibido. A ella solamente le quedó un anillo de rubíes y una medalla con
la efigie de Evita.”
Saenz Quesada: en su libro La Libertadora [16], esta conocida
historiadora trata el periodo inmediatamente posterior a la caída de Perón y
describe brevemente el caso. No hay muchas novedades respecto de lo ya
descripto, aunque se insinúa que fue la misma Nelly “Audaz,
seductora…” quién “…logró ser admitida en la Residencia.”. Además
dice “…aparentemente, salvo en un breve periodo, no hubo relaciones sexuales
entre ellos.”.
María Saenz Quesada es directora de la revista “Todo es Historia”; autora de
numerosos libros como Los Estancieros, Mujeres de Rosas, Estancias
argentinas, El camino de la democracia, Isabel Perón, La Libertadora., y otros;
miembro de la Academia Nacional de la Historia y premiada con el Konex de
Platino 2004 (Biografía) (http://www.todoeshistoria.com.ar /quesada.php,
consultado el 9/10/14)

Zavala: Las fuentes citadas por Saenz Quesada son diarios y libros con
testimonios de la época, entre ellos las memorias de Juan Ovidio Zavala[17] lo
que me llevó a ese autor. Su testimonio es particularmente interesante por haber
actuado como abogado de Nelly Rivas y sus padres.
Juan Ovidio Zavala fue un dirigente estudiantil radical, muy activo en la
oposición durante los gobiernos de Perón. Como tal fue encarcelado y torturado
brutalmente (M.Larraquy, De Perón a Montoneros, Aguilar, 2011). Después de la
caída de Perón formó parte de los sectores proclives a la integración del
peronismo y apoyó a Frondizi, de cuyo gobierno fue funcionario importante.

En el libro citado, Zavala relata como llegó a ser defensor de los Rivas cuando
llevaban 92 días de prisión sin conseguir abogado. Habla con indudable simpatía
de Nelly y señala que altas figuras del gobierno (entre ellos Isaac Rojas)
pretendían instrumentar a la menor y sus padres contra Perón. Es así como se
buscó extraditar a Perón a través de un juicio por estupro y termina “No lograron
entonces traer a Perón, pero condenaron a la cárcel a los padres de ella y
destruyeron la vida de la menor.”
Sin embargo, queda claro que su juicio sobre el papel de Perón en este asunto es
negativo. Reproduce en Anexo, sin ponerlas en duda, las actuaciones del
Tribunal Superior de Honor sobre el tema. Estas actuaciones incluyen el
testimonio de cuatro miembros del personal de la residencia presidencial, quienes
coinciden en señalar que Nelly Rivas vivía permanentemente en la residencia y
que todos la consideraban amante del general.

Hay frases como “..que en numerosas oportunidades los ha visto compartir la


cama del general…”, “…habiéndolo visto con esta en la cama..” etc.
También declara el Mayor Renner, Ayudante de Perón, quién señala que el trato
que le daba Perón era “..el de un padre a una hija en presencia de
terceros…” pero “…que no tiene dudas que era su amante, siendo ello ante las
personas de la casa de pública notoriedad…”
Todos coinciden en que todo esto era conocido por importantes personajes del
círculo de Perón, citándose al Mayor Cialceta, Renzi, Aloe, Méndez San Martín,
Cámpora y Mendé.

Finalmente está el testimonio de la misma Nelly según el cual “…desde


diciembre de 1953 la deponente instaló su residencia en la casa presidencial,
comenzando a hacer vida marital con el general Perón..”. Relata también que
recibió diversos regalos de Perón, una casa para sus padres y una importante
suma de dinero el día en que se despidieron y otros detalles.
A fin de noviembre de 2014, cuando este escrito estaba muy avanzado, apareció
un nuevo libro de Zavala, referido específicamente al caso Nelly Rivas: Amor y
violencia, la verdadera historia de Perón y Nelly Rivas [18]. Si bien confirma
esencialmente lo dicho anteriormente, aporta nueva información que
discutiremos más adelante.
Goñi: Aunque no es el tema principal de su libro La autentica Odessa[19], Uki
Goñi lo menciona brevemente y con un tono fuertemente crítico hacia Perón. Lo
interesante es que cita los interrogatorios de Nelly Rivas y otras integrantes de la
UES, realizados en Enero de 1956 por la Comisión Nacional de Investigaciones.
Dice haberlos consultado en los archivos de la Cámara de Diputados de la
Nación.
Uki Goñi es un conocido periodista y escritor argentino radicado en el exterior.
Ha publicado varios libros, entre ellos el que citamos sobre la inmigración nazi
en la Argentina durante el gobierno de Perón, publicado originalmente en inglés
y traducido a varios idiomas.
Si bien algunas de sus conclusiones son cuestionadas, se reconoce en general el
gran valor de su investigación y la extensísima documentación utilizada (ver por
ej Real Odessa Reviewed by Max Paul Friedman – consultado el 09/10/14
en http://www.h-net.org/reviews/ showrev.php?id=9168).
En 2010 el archivo documental usado en esta obra, fue adquirido por el United
States Holocaust Memorial Museum (ver descripción
en http://collections.ushmm.org/search/catalog/irn46975) y una copia fue donada
a la Fundación IWO de Buenos Aires).
Por supuesto Goñi es descalificado por los simpatizantes de Perón, pero sería
poco serio dudar de aquellas afirmaciones cuya fuente documental indica.

Estos testimonios no son los ya citados frente al Tribunal de Honor y fueron


hechos en fecha posterior. Según explica, ante la morbosa curiosidad de los
inquisidores “…las jóvenes les daban cien vueltas… En las transcripciones sus
papeles aparecen casi invertidos: los generales y abogados dan la impresión de
ser adolescentes boquiabiertos, mientras que las muchachas de la UES no
revelan prácticamente nada.”
Interrogada Nelly Rivas “…afirmó únicamente que ella practicaba el sexo con
Perón una vez cada quince días, negándose a dar más detalles sobre sus
preferencias.”
Goñi transcribe también fragmentos de un dialogo “«¿Usted se conformaba con
una vez cada quince días?» – «Eso es cosa mía», objetó la muchacha.”. Quizás
de una deformación de esta información provenga la versión de Galasso sobre las
visitas quincenales.
Finalmente, menciona que Perón no usaba métodos anticonceptivos ya que según
Nelly “«no consumaba el acto»”
¿Seran gorilas? Ahora bien, los autores citados antes son o han sido
visiblemente antiperonistas y seguramente serán descalificados sin más, ya
sea con el epíteto tan frecuente de “gorila” o con algún otro. En el recuadro
muestro algunos ejemplos.
Uno: un largo artículo de J.L.Muñoz Azpiri (h) titulado “De gorilas, gorilitas y…
Gorilones” se puede leer en http://peronvencealtiempo.com.ar/peronismo-1943-
1955/historia-argentina/peronismo-1943-1955/de-gorilas-gorilitas-y-gorilones-
apostillas-sobre-una-raza-que-se-extingue-en-apariencia (consultado el 1/8/14).
Se caracteriza a Gambini y a Goñi diciendo “…sin la cual, muchas cacatúas
rentadas de los medios de comunicación (Hugo Gambini, Uki Goñi, etc.) no
tendrían laburo.”
Otro: En el sitio del Centro Documental Jorge Abelardo Ramos del Instituto
Nacional de Revisionismo Histórico (instituto oficial creado por decreto en 2011)
se puede leer un artículo de 1993 del mismo “colorado” Ramos. Allí se dice por
ejemplo “…Ningún historiador “serio”, tan gorila como Luna,..” y se lo
llama “Neo académico embustero y embrollón” (consultado el 1/8/14
en http://jorgeabelardoramos.com/documento.php?id=16)
Uno más: En el sitio Nestornautas, cuyo nombre exime de cualquier aclaración
sobre su tendencia, leemos, escrito por un señor Raúl Degrossi, “…reaccionan
indignados historiadores cama adentro de la oligarquía como María Sáenz
Quesada…” (http://nestornautas.blogspot.com.ar/2011_11_01_ archive.html ,
consultado el 9/10/14)

Aún cuando dudo mucho del valor de estos textos abundantes en adjetivos
calificativos y afirmaciones sin fundamentar, decidí consultar entonces a otros
historiadores. Para mayor seguridad probé con algún académico extranjero.

Joseph Page: Este destacado académico estadounidense publicó hace años una
biografía de Perón, reeditada recientemente con motivo del 40 aniversario de su
muerte[20]. Es calificada como una de las mejores y más ecuánimes biografías
de Perón, como señaló recientemente Página 12, que no es nada sospechoso de
antiperonismo.
Perón por J.Page (según Página 12) No es la biografía “oficial”, tampoco la
más controvertida, pero sí es una de las más exhaustivas sobre el principal líder
de masas argentino. En Perón, una biografía (Sudamericana), el investigador
Joseph A. Page recorre minuciosamente, con honestidad intelectual, el itinerario
personal y político del ex presidente. Se trata de una investigación que le llevó a
Page más de ocho años, con entrevistas en tres continentes y acceso a
documentación relevante. Publicado originalmente con la vuelta a la democracia
en los años ’80, Perón, una biografía cuenta en su flamante edición con un
prólogo del autor, en ocasión del 40o aniversario del fallecimiento del
General. http://www.pagina12.com.ar/diario/ suplementos/espectaculos/2-32815-
2014-07-21.html (consultado el 1/8/14)

Page cuenta más o menos las mismas cosas que Luna y Gambini incluyendo que
pasó “..poco tiempo antes de que la atractiva morena se fuera a vivir con él.” Se
pregunta “¿Era Nelly Rivas su amante o un mero ornamento?” y parece
inclinarse por la primera hipótesis:”… Después de su caída un tribunal militar
halló que él había tenido relaciones sexuales con ella. La base para tal
comprobación era el testimonio de la misma Nelly y de varios de sus
colaboradores inmediatos. Cuando Nelly se casó con un ex empleado de la
embajada de los Estados Unidos en 1958, se dice que su marido admitió
ingenuamente que era como desposar a una mujer divorciada…”.
Sin embargo, menciona un “…aspecto paternal…” en la relación y las
declaraciones de Perón en Paraguay acerca de que su interés en Nelly era solo de
ese tipo.
En general, Page no se pronuncia terminantemente sobre esta relación, aunque es
muy crítico sobre el comportamiento de Perón en esta etapa, con frases como:
“…El sainete representado con la UES demostró que Perón no tenía
criterio…”; “…demuestran que Perón debe haber necesitado de la presencia
femenina para probar su heterosexualidad…”; ”…Perón siempre había tenido la
necesidad de estar acompañado por mujeres a fin de demostrar su masculinidad
y de ser objeto de atenciones domésticas.”, ”…Con Nelly Rivas en el nido y las
ninfas de la UES siempre alrededor, el conductor podía pasar sus ratos de ocio
en el marco idílico de la quinta de Olivos…”
Destaca también Page que para Enero del 56, solo tres meses después de su
caída, Perón ya había tenido su conocida relación con la joven americana Eleanor
Freeman, a quién llamaba La Gringuita, y conocido a su futura tercera esposa, o
sea a María Estela Isabel Martínez.
Con ironía añade “Si a esta altura Perón había olvidado a Nelly Rivas, no
ocurría lo mismo con la joven Nelly respecto de su ‘papi’”, para contar el
frustrado viaje de la joven y sus padres, quienes querían llegar a Panamá vía
Paraguay llevando joyas, dinero y los perros de Perón.
Robert Crassweller: Este autor estadounidense, cuyo libro Perón y los enigmas
de la Argentina[21], es también muy citado, relata en detalle el episodio
coincidiendo esencialmente con los detalles descriptos por Gambini y Luna.
Señala que “El espectáculo de un viejo presidente de cincuenta y ocho años con
una amante de catorce fue una excusa ideal para sus opositores y los presuntos
episodios en Olivos llevaron a desenfrenadas especulaciones y rumores
difamatorios.”, aunque descree de que las cosas fueran tan graves.
En su opinión “…Perón era más paternal que lascivo…” aunque “…En el caso
de Nelly, Perón sin duda se aprovechó de una adolescente sin experiencia…”. Si
bien “…había un vínculo carnal en la relación…ese era un factor secundario
dada la necesidad de Perón de contar con una compañera que no le impusiera
exigencias…”. Añade que “…su relación con las mujeres siguió siendo como
siempre, cómoda más que erótica, y a excepción de la aberración con Nelly y sus
desprecios hacia las convenciones con Evita, habría sido apropiada…” en la
Inglaterra victoriana. Crassweller habla con cierto detenimiento de las cartas que
Perón habría mandado a Nelly, que obviamente considera autenticas. En una de
ellas le habría dicho “…Cuida a los perritos en mi lugar y cuando vengas a
Asunción, traelos…” El hecho de que Nelly y sus padres trataran de llegar allí
poco tiempo después, llevando los perros, parece confirmar la autenticidad de
esas cartas.
El autor atribuye la relación con Nelly y otros hechos al “…deterioro de la
capacidad de discernimiento de Perón…” quien “ya no era el líder que le había
dado su nombre a toda una era en la Argentina…” y “…aparecía desprovisto
de ese extraordinario dominio psicológico que lo había llevado a la cumbre.”
¿Serán también gorilas? En definitiva, los extranjeros consultados comparten la
versión de la convivencia prolongada de Perón con la joven Rivas. A lo sumo,
con alguna indulgencia, le atribuyen un cierto carácter “paternal” o consideran
al aspecto carnal como” secundario”.
De todas formas ¿podemos descartar que también ellos sean gorilas? Concluí
entonces que era necesario buscar alguna fuente que definitivamente no lo sea.
Araceli Bellota: Esta autora ha escrito, entre otras obras, un libro titulado Las
mujeres de Perón[21], es reconocidamente peronista y fue nombrada en diversos
cargos por el actual gobierno.
Cuando Cristina Fernández creó por decreto el Instituto Nacional de
Revisionismo Histórico, Araceli Bellota fue nombrada Vicepresidente Primero
del mismo (Boletín Oficial 21/11/2011). En abril/2013 fue designada Directora
del Museo Histórico Nacional (ver por ej. lanacion.com.ar/1569256-polemico-
cambio-de-director-del-museo-historico-nacional, consultado el 17/9/2014). Un
año más tarde fue designada también Directora interina del Museo del Cabildo
(telam.com.ar/notas/201407/72149-araceli-bellota-directora-museo-historico-del-
cabildo.html, consultado 17/9/2014)

Este libro, si bien tiene partes noveladas donde se imaginan pensamientos y


sentimientos de Perón, es esencialmente un texto histórico, con un carácter algo
apologético. Hay un capítulo dedicado específicamente a Nelly Rivas. Las
fuentes citadas son fundamentalmente antiguos reportajes y entrevistas a la
misma Nelly y conversaciones con el conocido biógrafo de Perón, Enrique Pavón
Pereira[22].
Hubo también alguna nueva entrevista, que se refiere escuetamente
como “Testimonio de Nelly Rivas” y habría ocurrido “medio siglo
después”. Entre otras cosas relata una visita sorpresiva que habría realizado
Nelly a Perón en la casa de Gaspar Campos, después de su primer retorno en
1972, y también las persecuciones que habría sufrido de parte de la Revolución
Libertadora.
Los hechos que relata Bellota coinciden en esencia, aunque hay diferencias en
detalles, con lo dicho por los historiadores citados antes, excepto por supuesto
Galasso. Solo coincide con este en negar la autenticidad de las cartas de Perón a
Nelly.

La autora confirma como se conocieron Nelly y Perón en la quinta presidencial y


como después de un tiempo ella estaba instalada en la residencia presidencial, la
convivencia de casi dos años, los regalos incluyendo una casa para los padres, el
frustrado viaje de Nelly y sus padres a Paraguay con los perritos etc.

Su relato sugiere además que Nelly tomó fuertemente la iniciativa para establecer
la relación con Perón. Finalmente, señala dichos de Pavón Pereira según los
cuales “…de ninguna manera se trató de un amor erótico.”, de Nelly según los
cuales “He vivido en la residencia presidencial como una hija…” y de Perón
diciendo que “Por mi edad, por mi experiencia, puede tener la seguridad que
no transgredí códigos morales.”.
Es decir Bellota reconoce la convivencia de Nelly y Perón pero parece pensar,
aunque no lo diga taxativamente, que su relación fue de carácter puramente
paternal y libre de todo aspecto carnal.

Nuevamente Zavala: En la nueva obra de Juan Ovidio Zavala recién aparecida,


el antiguo abogado de la familia Rivas, ya nonagenario y residiendo desde hace
años en el exterior, confirma y amplia lo que ya había contado en su libro
anterior. Varios de los puntos que todavía podían considerarse dudosos son
totalmente aclarados por su testimonio de primera mano. Este proviene en gran
medida de sus conversaciones originales con Nelly Rivas, y de las mantenidas en
dos encuentros que tuvieron en 1989 y 1995.
Al igual que en su libro anterior Zavala demuestra una gran simpatía y afecto por
su antigua cliente, a la que considera una víctima y no una culpable. Entre otras
cosas, ratifica la autenticidad de las dos cartas* enviadas por Perón desde la
cañonera paraguaya y que algunos historiadores peronistas niegan. Describe en
detalle cuando y como se enviaron estas cartas y como fueron interceptadas y
hechas públicas.
También se confirman otros detalles como la convivencia en la residencia
presidencial, los regalos recibidos por Nelly, la visita a Perón después de
su retorno en 1973 etc. Como varios de los autores que analizamos antes habían
insinuado, considera que fue ella quién llevó la iniciativa en la relación con
Perón.

Tampoco tiene ninguna duda acerca de la existencia de relaciones carnales entre


ambos, por lo menos durante una parte de la convivencia: “Es supuesto que Nelly
ingresó a la residencia del Presidente siendo virgen. Ella se había enamorado de
él mucho antes de conocerlo, y había resuelto que ese sería su hombre. Fue al
final de aquel primer encuentro en la UES, cuando ella asumió definitivamente
que iba a dejar su virginidad con Perón. …Varias noches durmieron en cuartos
contiguos, permaneciendo ella «entera», como dicen las prosti (meretrices) con
un lenguaje más preciso que el de la Real Academia. Veían televisión y luego
cada uno descansaba en la cama de su dormitorio. Ella precipita los sucesos
porque es la que finalmente toma la decisión…”
Las dudas de Araceli Bellota sobre la existencia de una relación carnal pueden
entonces ser descartadas.

Dice también Zavala que las relaciones habrían terminado después de un tiempo
por decisión del mismo Perón: “…apenas tres meses después de cumplir los 15, y
habiendo pasado solo un mes más desde el Festival de Cine, Perón decide
suspender la relación de pareja, aunque siguen compartiendo el mismo
dormitorio. Fue una noche. Perón la arrancó de su sueño. —Te hice mucho
daño, arruiné tu vida —le dijo. Nelly no entendía nada.”
Si recordamos lo que decía el art. 120 del Código Penal entonces vigente es claro
que Perón cometió el delito de estupro. Sin embargo, como abogado, Zavala
objeta la acusación de la cual fueron objeto tanto el ex-presidente como Nelly
Rivas y sus padres por parte del estado.
En efecto, señala que “Todos los delitos son de acción pública, es decir los
pesquisa y sentencia el Estado …salvo dos tipos de delitos: los que dependen de
instancia privada y los que dependen de la acción privada (violación, estupro,
rapto y ultraje al pudor). Luego agrega el Código Penal que en los casos de los
delitos de acción privada, no se procederá a formar causa sino por acusación o
denuncia del agraviado…o de su tutor, guardador o representante legal.” En
este caso, “…el denunciante es la Comisión Nacional de Investigaciones que
preside el almirante Leonardo McLean, que a su vez depende del vicepresidente
«de facto» de la República, almirante Isaac Francisco Rojas.” cosa que
considera una “monstruosidad jurídica”.
También señala que “...el posible delito es contra la honestidad de una
menor…si hay una víctima en este sumario, esta es la menor que debe ser
preservada, no castigada y menos perseguida…” y que “La doctrina ha
considerado que la pérdida de la virginidad ya no es reparable y que en cambio,
el sumario, la sentencia, etc., hacen nuevo y mayor daño a la menor.”
Dedica además largos párrafos a relatar los malos tratos, persecuciones y
sufrimientos de Nelly y su familia, las que atribuye al revanchismo existente
después de la caída de Perón. Insiste en que era intención del sector que
encabezaba Rojas lograr la extradición del ex-presidente en base al juicio por
estupro.

Zavala cree que Nelly estaba profundamente enamorada y que también Perón
tenía sentimientos muy fuerte hacia la adolescente. Así dice: “Pero esta «nena»
conmovió sus sentimientos, en las buenas y en las malas. Le llamó la atención en
esa multitud de halagos, seducciones y arribistas que lo rodeaban; la tuvo
presente en sus situaciones políticas más críticas; la exhibió al mundo en el
festival de cine, el más ruidoso y visto que pudiera darse y mostró allí la
convivencia; la alhajó para que se viera más hermosa y, por último, le dijo por
escrito cuánto la amaba.”
Se refiere con esto último a un párrafo de una de las famosas cartas donde Perón
dice “…No vayas a creer que me había olvidado, sos lo único que tengo y lo
único querido que me queda…”
Quizás sobre este supuesto amor de Perón, se pueda recordar el comentario de
Page, citado más arriba, acerca de la rapidez con que Perón se había consolado y
mantenido una relación primero con Eleanor Freeman e inmediatamente después
con la que sería su tercera esposa y, en virtud de ello, Presidente de la Argentina.

Perón, Nelly y otras personas (de ref. 10) esta es probablemente la foto más
conocida donde aparecen juntos

CONCLUSIONES: En definitiva:
1. queda claro que existió una prolongada relación de convivencia entre Perón y
Nelly Rivas, por entonces una menor de 14 años.
2. Puede descartarse la versión de Galasso sobre visitas quincenales y concluirse
que Nelly vivió en la residencia del presidente casi dos años.
3. También deben aceptarse como reales los valiosos regalos realizados por el
presidente a Nelly y sus padres.
4. Realmente había razones para pensar que había existido estupro. La
convivencia prolongada entre Perón y Nelly, de solo 14 años al iniciarla, así
lo hacía pensar.
5. Por si quedaran dudas, además de las declaraciones existentes en las
actuaciones del Tribunal de Honor y la Comisión Investigadora, el testimonio
de quién fuera el abogado de la familia Rivas prueba que en esa convivencia
existió, al menos en gran parte del tiempo, contacto sexual.
6. La hipótesis de una relación puramente paternal como parece pensar Bellota
y, con menos convencimiento, Galasso, puede descartarse y la existencia de
estupro resulta indudable.
7. Es cierto, en cambio, que el juicio iniciado contra Perón puede ser
cuestionado, como hace Zavala, dada la naturaleza privada del delito.
8. Parece razonable aceptar también que este juicio y las persecuciones y malos
tratos sufridos por Nelly y su familia,obedecieron a intenciones de revancha
más que a deseo de justicia.
9. Todos los hechos señalados en el fallo del Tribunal de Honor en relación a
este tema son confirmados.
UNA REFLEXIÓN FINAL: Personalmente pienso que lo más significativo de
este caso es el aspecto moral. Según Bellota, Perón afirmó en relación a este caso
que “Por mi edad, por mi experiencia, puede tener la seguridad que no
transgredí códigos morales.”.
La pregunta que surge es ¿que código moral acepta que un hombre de
casi sesenta años, siendo además Presidente de la Nación, mantenga
relaciones sexuales y conviva con una joven de catorce años, aún cuando esta
haya aceptado y quizás buscado esa relación?
Cada cual tendrá su propia respuesta a esta pregunta. Quizás en muchos casos
primen los sentimientos más que la razón. En cualquier caso, no cabe duda que
para muchos peronistas, la ocurrencia de la Presidente al recordar este caso no
habrá parecido muy afortunada.

publicada el 21/02/2015

[1] http://www.presidencia.gob.ar/informacion/actividad-
oficial/27663 (consultado el 20/7/2014)
[2] Todos las frases en cursiva y entre comillas corresponden a copia textual del
texto citado. Los puntos suspensivos dentro del texto indican palabras o frases no
reproducidas por brevedad pero sin alterar el sentido original.
[3] Según la Ley 26579/2009 modificatoria del Código Civil “Art.126: Son
menores las personas que no hubieren cumplido la edad de DIECIOCHO (18)
años”, pero antes de ella la mayoría de edad se alcanzaba a los 21 años.
[4] http://www.lanacion.com.ar/572372-desaparecio-la-figura-penal-del-
estupro (consultado el 21/7/2014)
[5] Galasso, citado
[7] Integrado por los Tenientes generales Carlos von der Becke, Juan Carlos
Bassi, Víctor Jaime Majó, Juan Carlos Sanguinetti y Basilio D. Pertiné
[8] N.Galasso – Perón. Tomo II – Exilio, resistencia, retorno y muerte (1955-
1974), Ed.Colihue, 2005
[9] S.Jensen – Suspendidos de la historia/Exiliados de la memoria – El caso de
los argentinos desterrados en Cataluña – Universidad Autonoma de Barcelona –
2004
[10] Nuestro Siglo – Historia de la Argentina TOMO 1949-1955 “Escándalos y
Frivolidades” páginas 33 a 36. Editorial Hyspamerica Ediciones de Argentina
S.A., 1992. El texto está reproducido en varios sitios de Internet , por ej
en bolinfodecarlos.com.ar/150111_peron.htm (consultado el 29/7/14) y
en lasegundatirania.blogspot.com.ar/2009/06/juan-domingo-peron-y-nelly-
haydee-rivas.html (consultado el 31/7/14). Sin embargo en estos casos, el texto
esta “enriquecido” con notas cuyo origen no se explica y que no están en el
original.
[11] Se trata sin duda de las cartas que el Tribunal de Honor dio por buenas en
base a pericias caligráficas y cuya autenticidad pone en duda Galasso.
[12] Ed.Sudamericana, 1986, p.142
[13] Historia del Peronismo (192-55) La Obsecuencia – Vergara – 2007.
[14] Armando Méndez San Martín fue Ministro de Educación y se lo considera el
ideólogo y creador de la UES
[15] Después de la caída de Perón esta residencia, que había pertenecido
originalmente a la familia Unzue, fue demolida y el predio destinado a la
construcción de la actual Biblioteca Nacional.
[16] Sudamericana, 2007
[17] Los hechos y sus consecuencias, Buenos Aires, TIYM Publishing Co, Va,
USA
[18] Planeta, 2014
[19] Paidos, 2005
[20] Peron . una Biografia (Nueva Edicion), Sudamericana, 2014
[21] Emece, 1988
[22] Booket, 2013
[23] Según Page, Pavón Pereira es el “más famoso peronólogo del mundo” (Page
, op.cit., Prologo de 1983)
* En un libro publicado recientemente (Puerta de Hierro, Sudamericana, 2015)
J.B.Yofre, que trata circustancialmente el tema, afirma en una nota que “Las
cartas eran falsificadas. A.B. —del grupo del “Bebe” Juan Carlos Goyeneche—
reconoció que él las falsificó. Prefiero no identificar al canalla. De todas formas,
Perón y Rivas tuvieron una relación y volvieron a encontrarse cuando ella
concurrió a su casa de Gaspar Campos a saludarlo.” La afirmación de este
autor, que suele referirse en sus obras a sus relaciones personales y datos que el
solo conoce, parece poco convincente frente a las pericias que menciona Luna y
al testimonio del propio abogado de Nelly Rivas. (Revisión del 5/5/2017)
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