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FACULTAD DE HUMANIDADES U.N.M.D.

P
DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGIA
CATEDRA. INTRODUCCION A LA PSICOLOGIA
ATP. LIC. CLAUDIA ORELLANO
AÑO 2016.-

Introducción a la Psicología de la Liberación de Ignacio Martín Baró

“La reforma de la docencia universitaria no es primera ni


principalmente un problema de métodos pedagógicos.
Es algo mucho mas grave, es el revolucionario problema
de entender la docencia desde la realidad nacional
para cambiarla radicalmente” (Martín Baró, 1986)

Para abordar el campo del que se encarga la Psicología de la Liberación se hace


imprescindible dar cuenta de su principal exponente, el psicólogo Ignacio Martín Baró,
una tarea que posiblemente quedara inconclusa dada la diversidad de fuentes de las que
abreva el autor, su exquisita formación y su compromiso personal generarán nuevas
teorizaciones, una praxis revolucionaria y un marco institucional diferente en la
formación universitaria de la Psicología Social de los años ´70. Desde un análisis
biográfico son cuatro los aspectos que marcan su trayectoria: escritor, maestro,
universitario y pastor.
Martín Baró nace en 1942 en Valladolid, España, hijo del escritor Francisco Martín
Abril y de doña Alicia, muestra de muy joven su vocación cristiana apoyada en el deseo
de ayudar a los que peor pasan la vida, como dice el maestro jesuita:
“El mantenimiento de una actitud altruista supone unos esquemas conceptuales que
vinculan al altruismo con los propios ideales de vida; de otro modo, la persona se
volverá poco a poco menos sensible a las necesidades ajenas que aparecen todos los
días” (Martín Baró, 1983, pg. ).

En el año 1959, entra al noviciado de la compañía de Jesús de Orduña y en


Centroamérica realiza su segundo año; en la UCA de Quito estudia Humanidades
clásicas y en Bogotá, Filosofía. En 1966 regresa a El salvador y como docente dicta
clases en la UCA, por esa época también realiza estudios de formación teológica en
Frankfurt, Alemania.

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En 1975 obtiene su titulo de licenciado en Psicología, una Maestría en Ciencias Sociales
en la Universidad de Chicago y el doctorado en Psicología Social. Con el tema de su
tesis “El síndrome fatalista” obtiene la más alta calificación por parte de Milton
Rosenberg, en pleno auge del funcionalismo en la academia.
También perteneció a instituciones del quehacer psicológico, como vicepresidente de la
Sociedad Interamericana de Psicología y destacado intelectual de la Sociedad
Americana de Psicología.
En 1986 crea el Instituto de Opinión Publica, dedicado a ponderar la opinión de los
salvadoreños en temas de relevancia social, recordemos que en esos años el contexto en
El Salvador estaba atravesado por las guerrillas y la naturalización de la violencia; la
radio el principal medio, estaba al servicio del poder de turno y las encuestas de la
IUDOP mostraban de forma clara los problemas más acuciantes de la gente: salud,
empleo, democracia, guerra y paz.

En 1989 lo asesina el batallón Atlacatl de la fuerza armada de El Salvador, se conoce el


hecho como “los mártires de la UCA”, Noam Chomsky analiza agudamente el contexto
de los asesinatos y la intervención del gobierno norteamericano.
Como refiere Amalio Blanco en la Introducción a la Psicología de la Liberación,
convergen en la obra de Martín Baró, por un lado la Teología de la liberación, una
experiencia humana y cristiana que da cuenta de la situación de opresión en la que viven
millones de personas en el mundo, donde la postura fundamental de la Iglesia sea a
favor de la opción preferencial por los pobres. (Concilio Vaticano, 1955; Conferencia
de Medellín 1968; Conferencia de Puebla, 1979).

Por otra parte, la etapa de los fundamentos teóricos en el que confluyen dialécticamente
la Biología, la Psicología, la Sociología, el Psicoanálisis, la Filosofía, la Teología, la
Historia, la Economía, la Salud Mental, la Pedagogía, entre tantas otras con un tiempo
de abstracción y superación entre Ciencia y Religión. La liberación como praxis es
interpretada como una indignación ética, de las indignas condiciones en las que se halla
sumida buena parte de la humanidad.
En este sentido el autor piensa en determinantes históricos e ideológicos articulando
tanto los planos psicosocial y espiritual, donde el fatalismo como síndrome y sus

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componentes psíquicos son funcionales al poder opresivo instituido en cien años de
soledad.1
Desde una perspectiva teológica, la acción libertadora se dirige a aquello que se
presenta como obstáculo a que el reino de Dios se haga presente entre los hombres: el
pecado, como ordenador subjetivo de dominación social, es negación de la vida. La
religión, de carácter sociopolítico, va a articular las vivencias y las prácticas con los
intereses del sistema político de cada contexto. En este sentido, se desprende una
concepción de la vida terrenal y de Dios desde una perspectiva crítica a diferencia de la
religión del orden, como presupuesta para detentar el control social y la opresión de la
comunidad creyente. (Martín Baró, 1986).

La Psicología de la Liberación se propone descentrarse de lo instituido liberándose del


status científico y social que ha caracterizado a la Psicología Social clásica, para atender
a los problemas reales de la gente, las mayorías populares, este va a ser su objeto
epistemológico por excelencia, el acto de la liberación apunta a desarmar aquellas
perspectivas objetivistas, psicopatológicistas que entienden la alienación como un
problema psíquico, de enajenación, de orden individual. (Martín Baró, 1998)
Construir esta Psicología popular trae aparejado construir adecuadamente un rol para los
psicólogos, de este modo desde la concientización que implica atender unos intereses,
los de las minorías populares, en relación a los intereses de la propia disciplina.
Claridad política, una axiología implicada y coherencia intelectual no pueden estar
apartadas del quehacer del científico.

Martín Baró parte de una hipótesis sociohistórica, analiza los presupuestos psicosociales
del carácter, de la identidad, de la personalidad y del comportamiento y se interroga
acerca de su funcionamiento. Se cuestiona el autor ¿el psiquismo responde a una serie
de determinantes de orden propio, endógeno, una serie de disposiciones intrapsíquicas o
el sujeto tiene el carácter que tiene porque así lo ha posibilitado lo social?, ¿qué
injerencia tiene lo social en la identidad?
Podemos situar tres abordajes destacados de su obra: existencialismo, psicoanálisis y
marxismo. Desde los fundamentos freudianos escribe Psicodiagnóstico de América

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Martín Baró retoma la literatura y las imágenes de García Márquez para representar el acontecer de los
pueblos latinoamericanos.

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Latina (1972), la influencia de Fanon y Reich son visibles, estos autores van a mostrar
como la relación de opresión articula la dominación psicológica del colonizado.
La neurosis del negro dice Fanon (1952) era convertirse en blanco, negándose así como
ser humano. El negro como todo sujeto busca el reconocimiento del otro, pero vestido
con la identidad del otro el blanco, no conseguirá de ningún modo el propio
reconocimiento.
En el caso de Reich la familia patriarcal es la base para forjar la moral y sancionar
represivamente la regulación sexual en los sectores vulnerables de la sociedad
(abstinencia, renuncia a la satisfacción de la sexualidad). En todo caso para ambas
posturas esto nunca es determinante:
“En lo más profundo de sí mismo, el colonizado no reconoce ninguna instancia. Esta
dominado pero no domesticado. Esta interiorizado, pero no convencido de su
inferioridad” (Fanon, 1952).

Martín Baró transita su investigación por los textos de Durkheim, Berger y Luckman y
Marx, donde el orden social adquiere un estado de objetivación que acaba por
convertirlo en algo que esta ahí, es real y es externo para el sujeto: “No es la conciencia
del hombre lo que determina su ser, sino el ser social lo que determina su conciencia”
(Marx, 1944).
También la propuesta de Vygotski incide en las ideas de Martín Baró, no hay
pensamiento sin lenguaje, el desarrollo de las funciones psicológicas superiores vienen
de la cultura. (Perinat, 2007)

El sindrome fatalista
Martín Baró desarrolla el síndrome fatalista (1983), tomando la denominación de
síndrome de los manuales diagnósticos de enfermedades mentales, un conjunto de
signos y síntomas, siendo sus elementos característicos:
- en el orden del pensamiento, ideas acerca de que la vida está predestinada, desde que
una persona nace ya está escrito lo que puede hacer o no. La propia acción no puede
cambiar ese destino fatal y la vida está regida por fuerzas superiores, externas y ajenas
al propio poder. Un Dios lejano y todo poderoso decide el destino de cada persona.
“Dios sabe por qué lo hace”.
- en los sentimientos: una vivencia de resignación frente al propio destino no dejarse
afectar ni emocionar por los sucesos de la vida. Aceptar el propio destino con valor

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implica no dejarse llevar por sentimientos de alegría o tristeza, la vida tiene el precio de
ser exigente y dolorosa, de carácter trágico “se nace para sufrir”.
- en los comportamientos: Conformismo y sumisión. Conformarse es consentir las
circunstancias en las que uno se encuentra. La sumisión requiere la aceptación
incondicional de lo que se es exigido pues no hay alternativa.

Recapitulando, una disposición a no hacer esfuerzos, a la pasividad, pues nada puede


hacerse para cambiar el propio destino. Presentismo, ahistoricismo, determinismo, sin
memoria del pasado ni planificación del futuro.
El fatalismo entonces, es aquella comprensión de la existencia humana según la cual el
destino de todos está ya predeterminado y todo hecho ocurre de modo irrevocable. A los
seres humanos no les queda más opción que acatar su destino. Esta descripción del
síndrome fatalista acompaña una imagen que suele atribuirse al latinoamericano por
encima de distinciones nacionales o grupales, y que no sólo se maneja en otros países de
Norteamérica o Europa, sino que constituye un esquema de referencia incorporado a las
mismas pautas del pensamiento cultural en los países de América latina, sostiene Martín
Baró.

El latinoamericano se caracteriza por ser perezoso, inconstante, irresponsable juerguista


y muy religioso. Sobre ésta matriz estereotípica se establece una tipología: el oligarca,
cosmopolita y derrochador, el militar golpista, medio populista, medio gorila,
sobornable en todo menos en su machismo, visceral y de principios; el indígena, vago y
simplista, de apariencia obsequiosamente sumisa, pero doblado, rencoroso y vengativo.
(Martín Baró, 1998)
Resumiendo, aunque el fatalismo constituye un síndrome subjetivo, representa un
paralelismo psíquico de determinadas estructuras sociales. Existe una correlación entre
estructuras objetivas y subjetivas. Cada orden social favorece unas actitudes mientras
obstaculiza otras, recompensa ciertas formas de comportamiento mientras inhibe y
castiga otras.

Concientización y educación. Paulo Freire


Martín Baró toma del pedagogo brasilero el concepto de concientización, el ser humano
dice Freire (1995) se transforma al ir cambiando su realidad, mediante un proceso
dialéctico. Mediante la paulatina decodificación de su mundo, la persona capta los

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mecanismos que le oprimen y deshumanizan, con lo que se derrumba la conciencia que
mitifica esa situación como natural y se le abre el horizonte a nuevas posibilidades de
acción, de una praxis. El nuevo saber de la persona sobre su realidad circundante le
lleva a un nuevo saber sobre sí misma y sobre su identidad social. Un contrapunto que
atraviesa el trabajo de la liberación.

Así como Fanon planteaba el fatalismo del negro ante los efectos de la colonización,
Freire pensaba que la realidad no era algo fatal, dada, impuesta y que la lucha pasaba
por cambiarla, develarla, mostrarla. Revindicaba el lugar de la educación instituida para
la formación y el de la educación popular para la capacitación, porque decía que
primero somos gente antes que especialistas.

Una pedagogía de la gentitud apunta a formar buenas personas y no únicamente


expertos. Los valores del buen educador se respaldan en la competencia científica, la
claridad política y la integridad ética y el debate de la injusticia social debe explicitarse
en términos de acceso a la educación “de las anónimas gentes, de las sufridas gentes,
explotadas gentes, aprendí que la paz es fundamental, indispensable. Pero la paz implica
luchar por ella, la paz se cría, se construye en la construcción incesante de la justicia
social. Llega un momento que la esperanza es ya la transformación, la pedagogía de la
esperanza debe volverse pedagogía de la indignación” (Freire, 1995).

La práctica educativa desde una dimensión epistemológica, define los modos de


conocer, el vínculo entre el conocedor y lo cognoscible y que tales no son dados
naturalmente ni procesos ahistóricos de evolución progresiva, tampoco se producen sin
contexto. Las formas de la razón hegemónica son las que posibilitaron saberes y sujetos
del conocimiento de primera, ejemplo de ello los procesos de alfabetización castellana y
de segunda, los que ignoran (salvajes, primitivos, niños, negros, latinos, orientales,
mujeres).

El hecho que cuestiona Freire en este sentido sobre todo en Pedagogía del oprimido es
que estas circunstancias de la injusticia estructural de dominadores y dominados,
obstaculizan la asunción por parte de los educadores de una concepción de hombre en
apoyo de la causa educativa.

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“En cierto sentido, los hombres y las mujeres inventamos lo que llamamos la
existencia humana, nos pusimos de pie, liberamos las manos y la liberación de las
manos es en gran parte responsable de lo que somos. La invención de nosotros
mismos como hombres y mujeres fue posible gracias a que liberamos las manos para
usarlas en otras cosas. No tenemos fecha de ese evento que se pierde en el fondo de
la historia, hicimos esa cosa maravillosa que fue la invención de la sociedad y la
producción del lenguaje” (Freire, 1996 pg.20).

La conciencia del inacabamiento piensa el maestro brasilero creo la educabilidad del


ser y esa conciencia es la que nos instala el yo y el no yo desde donde armo mi lugar en
el mundo, fue la conciencia del mundo la que creo mi propia conciencia, por lo tanto “el
ser que se sabe inacabado entra en un permanente proceso de búsqueda” (o. cit. pg.22)

Una propuesta para la liberación


Salir del fatalismo implica plantearse las condiciones sociales, para modificar la
relación entre la persona y su mundo, es un cambio personal y a la vez un cambio
social. Para que las mayorías latinoamericanas puedan eliminar su fatalismo no solo
hace falta que modifiquen sus creencias sobre el carácter del mundo y de la vida, sino
que tengan una experiencia real de modificación de su mundo (condiciones materiales
de existencia) y determinación de su propio futuro. Se trata de un proceso dialéctico en
el que el cambio de las condiciones sociales y el cambio de las actitudes personales se
posibilitan mutuamente.
Las prácticas para la liberación se centrarán en la recuperación de la memoria histórica,
de los propios orígenes, de la identidad latina de personas, grupos y comunidad para la
superación de presentismo, que implica la organización social en función de que existe
una profunda comunidad de intereses entre los miembros de las comunidades
oprimidas. Desde una práctica de clase, la búsqueda de una nueva identidad social que
desarticule el círculo vicioso de pasividad y marginación.

A diferencia de otros paradigmas en Psicología la tarea del psicólogo busca la


desalineación de personas y grupos que les ayude a lograr un saber crítico sobre sí
mismas y sobre su realidad, es un agente de cambio, un militante que acompaña la
demanda ética de los excluidos. A su vez, deberá concientizarse de su propia imagen
estereotipada, donde el objetivo fundacional de su hacer estaba al servicio de cambiar lo

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individual para mantener el orden ante la conflictiva social. Si bien el psicólogo no será
quien modificará los mecanismos estructurales socio económicos de injusticia social, es
el que intervendrá en los mecanismos subjetivos que posibilitan una falsa conciencia,
donde las personas sufren por el orden natural de las cosas, por lo tanto transformará
una ideología. (Martín Baró, 1983).

El psicólogo social, también se dirige al estudiante, quien deberá desarrollar una actitud
beligerante ante los hechos de la realidad y ante el cuerpo teórico con el cual es
formado. Existen miles de teorizaciones dice Martín Baró, acerca del trabajo y sus
elementos organizacionales pero poco se ha dicho acerca del desempleo y la falta del
mismo en la subjetividad del desempleado. Este es el lugar por excelencia del
universitario: primero los hechos luego las teorías.
También una Psicología de la Liberación implica siempre una Psicología Política, un
análisis y comprensión psicológica de los comportamientos y procesos políticos, donde
el poder posee un carácter relacional, el poder o la falta del mismo surge de la relación
entre unos y otros; su fundamento objetivo, los recursos materiales, personales,
simbólicos; su naturaleza intencional, su objetivo y trascendencia y su efecto
constituyente, ya que la mayor parte de las relaciones humanas son jerárquicas. (Martín
Baró, 1983).

Una metodología particular también va a definir un acontecer dialéctico, en primera


instancia delimitar los criterios de verdad científica implica demarcar los intereses de
los objetos de estudio a la episteme de la categoría pueblo; cuestionar la construcción de
la verdad y la realidad desde la objetividad y la neutralidad valorativa, cuestionará como
operamos sobre los datos, ¿lo dado?, ¿lo que se va dando? (el hecho) o ¿lo que esta por
hacer? (faciendum).
Martín Baró no descalifica los métodos cuantitativos pero los interpreta a partir de la
Investigación-acción participativa desde la elaboración de la Sociología crítica de Fals
Borda en dos vertientes:
Una concepción del análisis de la acción social, la investigación-acción-participativa
diferente a las concepciones sociológicas de Europa de los presupuestos neopositivistas.
Los postulados metodológicos de la AIP se desprenden del conocimiento libertario,
capacitar, formar a grupos, y clases oprimidas para adquirir creatividad, para la
resistencia. Los proyectos vienen desde abajo, dando poder al común nos damos buen

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vivir. La ciencia en tanto construcción social implicada no es aséptica de valores, el
pensamiento debe contener interés emancipatorio y recuperación crítica de la historia.

A modo de cierre, la Psicología de la Liberación se nutre de múltiples paradigmas,


propone un realismo crítico e histórico. Es en la inclusión de una ontología que se
pregunta ¿quien es el otro?, su liberación es denuncia de los saberes subalternizados,
invisibles, arrancados de las palabras acaparadas del derecho al pensamiento otro y a la
verdad de la propia lectura del mundo.

BIBLIOGRAFIA:
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obra de Ignacio Martín Baró como Psicología Social Critica, una presentación de su
obra. Revista de Psicología general y aplicada. 53 (3) 437-450.
- Dobles Oropeza Ignacio. (2009). Ignacio Martín Baró y psicología de la liberación:
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- Fanon, Franz (1961). Los condenados de la tierra. Fondo de cultura económica.
Méjico.
- Fanon, Franz. (1952). Piel negra, máscaras blancas. Ed. Abraxas. Bs. As.
- Freire Paulo (2002) Pedagogia del oprimido - Ed. Siglo XXI
- Freire Paulo (2003). El grito manso. Ed. Siglo XXI.
- Freire, Paulo (1995). Interrogantes y propuestas en educación. Ed. cinco Bs. As.
- Martín Baró (1989). Sistema, grupo y poder. San Salvador: UCA. Editores.
- Martín Baró (1993) Acción e Ideología. Psicologia Social desde Centro América.
UCA Editores Universidad Centroamericana José Simeón Cañas Apartado Postal 01-
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http://www.uca.edu.sv/coleccion-digital-IMB/audiovisual/
- Marx, K. (1974). Manuscritos económico-filosóficos. Salamanca Editores. Disponible
en https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/

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su alcance. Universidad Autónoma de Barcelona. Revista de Historia de la Psicología,
vol. 28, núm. 2/3, 2007.
- www.liber-accion.org.

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