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CAPITULO III

ALCANCES DE UN ESTADO CONSTITUCIONAL Y EL CONTOL DEL CARÁCTER NORMATIVO DE LA


CONSTITUCION
1. ESTADO
2. ESTADO CONSTITUCIONAL
2.1. LIMITACION Y CONTROL DE PODER
2.2. RECONOCIMIENTO, RESPETO Y TUTELA DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
2.2.1. TRATADOS SOBRE DERECHOS HUMANOS Y LA JURISPRUDENCIA
INTERNACIONAL
2.3. PRECUPACION POR ASEGURAR Y PRESERVAR LA SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL
3. CONTROL EN EL ESTADO CONSTITUCIONAL
3.1. CONTROLES POLITICOS
3.2. CONTROLES JURIDICOS
4. CONTROL DEL CARÁCTER NORMATIVO DE LA CONSTITUCION
4.1. LA CONSTITUCIÓN COMO NORMA Y LA CONSTITUCIÓN COMO CONJUNTO
NORMATIVO.

INTRODUCCION

Desde el punto de vista estructural y funcional, la Constitución es la guía


del ordenamiento y fundamenta el sistema jurídico y político democrático,
cuya naturaleza dual -jurídico y políticapermite, bajo la interacción de los
contenidos normativo y real, adecuarse a contextos sociales
determinados (sentencia recaída en el expediente No. 0002-2005-
PI/TC)(1). Es la suma de los factores reales y jurídicos del poder que rigen
en el país, los cuales constituyen la fuerza activa y eficaz que informan
todas las normas e instituciones jurídicas de la sociedad en cuestión(2), y
no se puede negar, por otro lado, que los tratados de derechos humanos
determinan el parámetro internacional de protección de los derechos de
las personas a ser exigido en nuestro estado(3).
Al ser esta premisa cierta, la pregunta que busca responderse en el
presente trabajo es si dichos tratados, por dicho rol cardinal en el
ordenamiento jurídico, tiene el mismo peso (rango, categoría o como
guste denominarse) que la Constitución nacional. Para ello, antes de
ingresar al examen en sí, primero es necesario conocer, de manera inicial,
qué implica este concepto de rango y a qué se refiere el concepto de
tratados de derechos humanos
5. ESTADO
5.1. CONCEPTO
El Estado es la nación jurídica y políticamente organizada sobre un
determinado territorio propio en el cual ejerce soberania.
En el Perú nace como el estado nace independiente en el año 1821 y
aprueba su primera Constitución Política en 1823. El cual hoy en dia se
conforma sobre un pueblo plural en raza y cultura que si bien le otorga
una riqueza inusual, también le fija ciertos límites como producto de
diferencias de tal forma que se constituye modernamente la organización
jurídica de la sociedad en un determinado territorio en la que ejerce
Soberanía sobre sus miembros pero para un fin racional: la justicia, el bien
común, la defensa de la persona humana y su dignidad.
En ese sentido, el estado es una institución inevitable por cuanto como
afirma Fernando SILVA SANTISTEBAN, citado por Víctor GARCÍA
TOMA: “Es inherente a la naturaleza de toda actividad humana que
algunos individuos puedan controlar el comportamiento de otros, puesto
que ningún grupo humano puede funcionar en forma efectiva a menos
que algunos individuos desempeñen la tarea de coordinar, dirigir e
integrar los esfuerzos de los demás, asumiendo con ello la
responsabilidad propia de tales actividades”, Lo cual quiere decir que
efectivamente, es prácticamente imposible la formación y desarrollo de la
sociedad humana sin una organización en base al poder y la autoridad.
Ya que todos los miembros de una comunidad han tenido inevitablemente
que cumplir una de dos funciones ya sea el de mandar y otros
seguramente que obedecer o aceptar la autoridad impuesta. Siendo así,
que el Estado no es sino la máxima creación del hombre consistente en
la organización jurídico-político-económico-social y cultural de la sociedad
en base al poder o soberanía.
El profesor GARCÍA TOMA afirma que: “En términos globales, el poder
estatal es un mero instrumento al servicio de una idea de derecho. Este
papel se resume en los tres conceptos siguientes: la unidad, la dirección
y la especialización. Desde esta perspectiva, debe recordarse que la
especie humana – sociable por naturaleza- estima y necesita de todo
aquello que le asegure cohesión; el ejercicio del poder es una herramienta
indispensable para la consecución de dicho propósito”.
Así, la Soberanía, que constituye el elemento esencial y originario del
Estado, puede ser entendida también como el poder supremo que reside
en el Estado y cuyas cualidades peculiares lo diferencian de la autoridad
existente en toda ora sociedad humana y cuya amplitud e independencia
le dan calificativo de soberanía o supremo.

6. ESTADO CONSTITUCIONAL
Para Kart Loewenstein: “El Estado constitucional se basa en el principio de la
distribución del poder. La distribución del poder existe cuando varios e
independientes detentadores del poder u organismos estatales participan en
la formación de la voluntad estatal. Las funciones que les han sido asignadas
están sometidas a un respectivo control a través de otros detentores del
poder político está necesariamente controlado”.
En este sentido, un estado constitucional es un estado moderno el cual
cuenta y tiene una constitución distribuida de como son: el poder ejecutivo, el
legislativo y el poder judicial, separando facultades jurisdicciones y
competencias para tener equilibrio dentro del marco de la legalidad. Se
observa claramente que el estado constitucional de derecho asienta su
paradigma en la subordinación de la legalidad a Constituciones rígidas con
un rango jerárquico superior a las leyes como normas de reconocimiento de
su validez.
Es entonces que en un estado constitucional implica: a. la validez de las
normas no depende exclusivamente de la forma de producción sino además
de la compatibilidad de sus contenidos con los principios constitucionales; b.
la ciencia jurídica propone una visión crítica en relación con su propio objeto
y propone la eliminación o corrección de las lagunas y antinomias que surgen
de la violación de las prohibiciones y obligaciones de contenido establecidas
por la Constitución; c. La actividad jurisdiccional se fortalece en la medida
que debe aplicar las normas, y siempre que éstas sean formal y
sustancialmente compatibles con la Ley Fundamental; d. se configura un
límite y un complemento para la democracia. Un límite, porque los derechos
incorporados a la constitución implican prohibiciones y obligaciones
impuestas a los poderes y a las mayorías, que de no mediar dicha
interdicción, alcanzarían el grado de absolutos.
Un complemento, porque estas prohibiciones y obligaciones se configuran
como garantías de los derechos de todos frente a los abusos de tales
poderes, que podrían de otro modo fagocitar el propio sistema democrático.
De ello se deduce que, si en el modelo de estado legislativo de derecho, el
poder emanado de la ley era soberano por cuanto representaba la voluntad
general, en el Estado constitucional de derecho queda sometido a la
constitución y la decisión democrática que, por principio, es aquélla adoptada
conforme a un conjunto de reglas y no sólo a la acordada mayoritariamente.
Por último, cabe destacar que en el Estado constitucional, los derechos
fundamentales no son exclusivamente disposiciones jurídicas producto de la
actividad política voluntarista y deliberativa sino que, desde su
fundamentación interna, introducen en el sistema una sólida carga axiológica
que pretende irradiarla en todo el ordenamiento jurídico.
6.1. Limitación y Control de poder

La imitación y control de poder de un estado a lo largo de toda su


historia se ha considerado como uno de los supuestos del Estado de
Derecho la distinción clásica, el cual está dividido por el poder
legislativo, ejecutivo y judicial.

El Estado Constitucional de Derecho acoge en su estructura este


principio de división, con las matizaciones del caso, pero añade a ello
tres notas esenciales.

6.2. RECONOCIMIENTO, RESPETO Y TUTELA DE LOS DERECHOS


FUNDAMENTALES

De entre los contenidos de la constitución, los derechos son, en


este paradigma, la pieza fundamental. Por lo que el Estado no es
sino un instrumento de tutela de los derechos fundamentales y
como tal fundamento impone fines y objetivos que deben ser
realizados.

Uno de los rasgos que mejor definen el Estado constitucional de


Derecho es la orientación del Estado a la protección de los
derechos al margen (o incluso por encima) de la ley: no se trata,
pues, de la eficacia de los derechos en la medida y en los términos
marcados en la ley, sino de la eficacia de los derechos en la medida
y en los términos establecidos en la Constitución.

Los derechos fundamentales como aquellas expectativas o


facultades de todos que definen las connotaciones sustanciales de
la democracia y que están constitucionalmente sustraídas al
arbitrio de las mayorías, como límites o vínculos insalvables de las
decisiones de gobierno como: el derecho a la vida, derechos a la
libertad, derechos sociales a la subsistencia, derecho a la salud, a
la educación, a la conservación del ambiente y otros similares. Esta
tesis da contenido a la idea de que en el modelo de Estado
constitucional, el Derecho y los poder encuentran su legitimidad en
un presupuesto de orden externo que no es sino la persona como
valor, y la primacía axiológica de este postulado sobre cualquier
otro.

Cobrando todo su sentido en tanto que límites al poder y garantía


de la libertad e inmunidad de las personas. Los derechos existen
para maximizar la autonomía de las personas y minimizar el
impacto de los poderes (públicos y privados) sobre sus vidas.

En suma, los derechos fundamentales son así un contenido básico


del orden jurídico, tanto en sentido formal como material, dado que
son los estos derechos los que disponen límites materiales para los
poderes públicos y privados y establecen, asimismo, los fines
básicos a los que éstos deben orientarse. En el Estado
constitucional, los derechos fundamentales son a la vez garantías
institucionales, normas objetivas del sistema jurídico y derechos
subjetivos, en tanto que libertades, potestades, pretensiones e
inmunidades normativas protegidas por el ordenamiento jurídico.
Junto a esta doble dimensión: objetiva y subjetiva y se caracterizan
por presentar una especial fuerza o resistencia jurídica frente a la
acción de los poderes públicos, incluido el legislador y también en
las relaciones entre particulares.

En este modelo, por lo tanto, los derechos fundamentales pueden


ser pensados como límites o prohibiciones que afectan al
legislador. Sin embargo los derechos no son ilimitados, ni
absolutos, pero tienen un contenido constitucionalmente tipificado
o predeterminado y, salvo habilitación expresa, no pueden ser
cercenados por el legislador. El legislador no puede introducir
límites a los derechos donde la constitución no lo hace.

6.2.1. TRATADOS SOBRE DERECHOS HUMANOS Y LA


JURISPRUDENCIA INTERNACIONAL
Un tratado (también denominados convenios, protocolos, entre otros)
es un acuerdo internacional celebrado por escrito entre estados y
regido por el derecho internacional, ya conste en un instrumento único
o en dos o más instrumentos conexos y cualquiera que sea su
denominación particular conforme el artículo 1.a de la Convención de
Viena sobre el Derecho de los Tratados, dado el 3 de mayo de 1969,
ratificada en el país por Decreto supremo Nº029-2000-RE, depositado
el 14 de septiembre de 2000 y en vigencia desde el 14 de octubre de
2000.
El derecho internacional se hace derivar y depender del
reconocimiento que reciba por parte del derecho estatal, y éste a su
vez es una fase del procedimiento de creación de la norma
internacional. Por esta razón, es indispensable establecer cómo debe
entenderse un tratado en el seno del ordenamiento interno. A
diferencia de las demás formas normativas que se producen en el
ámbito del derecho interno, los tratados son fuente normativa, no
porque se produzcan internamente, sino porque la Constitución así lo
reconoce en su regulación.
Si bien la regulación específica sobre lo que son los tratados se
encuentran en el ámbito internacional, en el interno también existen
normas que versan sobre cómo deben ser emitidos, cuál es su
contenido, de qué forma se suscriben y perfeccionan. Comenzando
por la Constitución, existen leyes y reglamentos así como directivas
que versan sobre la materia. Si bien existen algunos dispositivos de la
Constitución que versan indirectamente sobre los tratados, el Capítulo
II del Título II se refiere exclusivamente a los tratados, que incluye
únicamente tres artículos, número mucho menor en comparación con
la Constitución de 1979. El artículo 55 de la Constitución -desarrollado
en las sentencias recaídas en los expedientes No. 0002-2009-Pi/TC y
No. 0047-2004-Ai/ TC- señala que: “Los tratados celebrados por el
estado y en vigor forman parte del derecho nacional”.
Son normas del derecho internacional porque, por un lado, los órganos
de producción de dicha fuente (esto es, los estados y los organismos
internacionales que celebran el tratado), desarrollan su actividad
productora en el ámbito del derecho internacional, y por otro, porque
su modo de producción se rige por el derecho internacional público. A
diferencia de las normas creadas por las fuentes internas de un país,
de las cuales no queda duda alguna de su eficacia inmediata y directa,
en cambio se ha requerido siempre históricamente de procedimientos
especiales para que los instrumentos de Derecho internacional tengas
efectos en el ámbito nacional.

6.3. PRECUPACION POR ASEGURAR Y PRESERVAR LA


SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL

El Estado Constitucional de Derecho eleva la Constitución desde el


plano programático al mundo de las normas jurídicas vinculatorias y,
por consiguiente, no sólo acoge el principio de la primacía de la ley in
suo ordine sino que lo complementa con el principio de la supremacía
de la Constitución sobre la ley y, por tanto, sobre todo el ordenamiento
jurídico.

Esta primacía de la Constitución sobre la ley se sustenta, en primer


lugar, en la doctrina adoptada por Kelsen y hoy generalmente admitida
según la cual el orden jurídico constituye un sistema jerárquico que,
iniciándose en la Constitución, se extiende por los sucesivos
momentos en el proceso de su creación a través de la ley, el
reglamento, el acto administrativo, la sentencia y la ejecución. Todos
estos actos son sucesivos grados de creación del Derecho cuyo
carácter jurídico deriva de la Constitución y cuya validez depende de
su adecuación a ella. Consideradas las cosas desde la perspectiva de
la historia de las ideas, nos encontramos con una resonancia del
principio.

Aparte de la supremacía de la Constitución sobre la ley a la que por


su importancia le hemos dado tratamiento aparte, es característica del
Estado constitucional de Derecho que todos los poderes públicos y
particularmente los poderes legislativo, ejecutivo y judicial estén
sujetos a la Constitución, es decir, que actúen: i) dentro de los límites
de la competencia fundamental del Estado sin que puedan invadir la
esfera de autodeterminación de las personas y la de autorregulación
de la sociedad, y ii) dentro de los límites de las competencias
específicas que a cada uno de ellos le señala la Constitución frente a
las competencias atribuidas a los demás órdenes constitucionales.

El principio de jerarquía opera en la creación, abrogación o


derogación, y aplicación de las normas. De allí, que a partir de este
principio complementado con el principio de competencia (que se
abordará posteriormente) se pueda establecer las siguientes
categorías normativas y sus subsecuentes grados:

1. Primera categoría: las normas constitucionales y las normas


con rango constitucional. A saber: la Constitución (1º grado), las
leyes de reforma constitucional (2º grado), los Tratados de
derechos humanos (3º grado). Al respecto, cabe señalar que el
art. 206º de la Constitución peruana es la norma que
implícitamente establece la ubicación categorial de las
denominadas leyes constitucionales. De allí su colocación
inferior en relación a la Constitución en sí misma.
2. Segunda categoría: las leyes y las normas con rango de ley. Allí
aparecen las leyes, los tratados, los decretos legislativos, los
decretos de urgencia, el Reglamento del Congreso, las
resoluciones legislativas, las ordenanzas regionales, las
ordenanzas municipales y las sentencias expedidas por el
Tribunal Constitucional que declaran la inconstitucionalidad de
una ley o norma con rango de ley.
3. Tercera categoría: los decretos y las demás normas de
contenido reglamentario.
4. Cuarta categoría: las resoluciones. Entre ellas, las resoluciones
ministeriales, y las resoluciones de los órganos autónomos no
descentralizados como el Banco Central de Reserva, la
Superintendencia de Banca y Seguros, la Defensoría del
Pueblo, etc. (1º grado), y las resoluciones dictadas con sujeción
al respeto del rango jerárquico intrainstitucional (2º grado y en
adelante).
5. Quinta categoría: los fallos jurisdiccionales y las normas
convencionales.

7. SISTEMAS DE CONTROL EN EL ESTADO CONSTITUCIONAL

Según doctrina constitucional uniforme, son dos los sistemas o


modelos de control de constitucionalidad. Existe en principio un
sistema esencialmente político de constitucionalidad y otro sistema de
control jurisdiccional de constitucionalidad, pero este último se divide
a su vez en dos modelos como son el sistema de control difuso
(modelo americano) y el sistema de control concentrado (modelo
europeo continental). Asimismo, según el objeto de control, el control
de constitucional puede recaer sobre las normas pero también sobre
los actos públicos y de los particulares. Veamos.
7.1. SISTEMA DE CONTROL POLITICO.

En este sistema o modelo, el control de constitucionalidad es


encargada a un órgano político o esencialmente político, como lo sería
el propio Poder Legislativo o una institución constituida sobre la base
de una designación política, como ocurre con el Consejo
Constitucional de Francia.

Como afirma José RIVERA SANTIVÁÑEZ: “Existe aquí una clara


posición antijudicialista, es decir, la desconfianza del sistema político
en la labor de los jueces y la excesiva confianza en la voluntad general,
expresada en la revolución francesa por fuertes corrientes de
pensamiento, tiene en Francia como el país arquetipo del modelo. Es
un sistema que, en la actualidad, ya muy pocos países la han
adoptado, tal es el caso de Cuba”

Este sistema de control se caracteriza porque en que la petición o


solicitud de declaración de inconstitucionalidad de un acto o de una ley
la hacen las mismas autoridades contra aquella o aquellas autoridades
responsables de la violación. Por otra parte, el procedimiento
observado para hacer la declaración mencionada no es contencioso,
es decir, en él no se origina una verdadera o controversia entre el
órgano peticionario y la autoridad contraventora de la Constitución,
sino que estriba en solo estudio hecho por el poder contralor acerca
de la ley o actos reclamados, con el fin de conducir si son
constitucionales o no. Por último, la resolución pronunciada no reviste
el carácter de una sentencia, ya que esta recae únicamente en los
procedimientos de contención, teniendo aquélla efectos erga omnes,
esto es, generales y absolutos”.

7.2. SISTEMA DE CONTROL JURIDICO

Bajo este modelo, el control de constitucionalidad está encomendado


a un órgano dotado de jurisdicción y competencia para ejercer el
control a través de un procedimiento especial previsto por ley. La
doctrina diferente dos variantes en este sistema de control de
constitucionalidad teniendo en consideración básicamente el órgano
que cumple tal labor de control.

En este sentido se distingue el sistema de control jurisdiccional difuso


o modelo americano y el sistema de control jurisdiccional concentrado
o modelo europeo.

7.3.1. DIFUSO
Para Jaime FLORES CRUZ: “El control difuso o llamado sistema
americano de control judicial de la constitucionalidad, surgió a partir de
1803, cuando la Suprema Corte Federal de los Estados Unidos de
Norteamérica al fallar el caso Marbury vs. Walton, declaró contraria a
la Constitución una ley que creaba cargos judiciales de índole menor,
ejerciendo así su facultad controladora de las leyes, en atención a la
supremacía de la Constitución, es decir, la revisión judicial de las leyes
o judicial review (…)”.

Así, el sistema americano consiste principalmente en el


reconocimiento a los juzgadores, sea cual sea su categoría, de no
aplicar las leyes secundarias que consideren contrarias a la
Constitución, más el efecto de dicha declaratoria de inaplicabilidad es
únicamente para el caso concreto, ya que la resolución dictada surte
efectos sólo entre las partes que plantearon la controversia, aunque
esta barrera puede ser eliminada a través del principio stare decisis o
‘doctrina de los precedentes’, que señala que las decisiones tomadas
en casos particulares adquieren obligatoriedad en los casos análogos
siguientes, por lo que materialmente adquieren efectos generales.

En otras palabras, la particularidad de este sistema de control


constitucional consiste en dotar a todo el aparato judicial de la
vigilancia, cumplimiento y observancia del texto constitucional, es
decir, se deposita la confianza a todos los tribunales, para hacer valer
la Constitución, como norma superior a cualquier otra emanada en el
Parlamento, por lo que en el caso de que esta última sea contraria a
la Carta Magna, los tribunales no están obligados a cumplirla.

Otra característica del control difuso consiste en que la atribución de


declarar la inconstitucionalidad de las leyes corresponde no sólo a los
jueces del Poder Judicial, sino también a todos los demás órganos que
ejercen función jurisdiccional en un Estado. Ello es así porque, siendo
la jurisdicción –desde el punto de vista de la Teoría General del
Proceso- una función que consiste en resolver de manera definitiva los
conflictos de intereses y las incertidumbres, ambos con relevancia
jurídica, sería intolerable que su ejercicio se realizara mediante la
aplicación de normas inconstitucionales. Por eso todos los órganos
distintos del Poder Judicial que realizan función jurisdiccional –en el
Perú, por ejemplo, el Jurado Nacional de Elecciones (en materia
electoral) y el Tribunal Constitucional (en materia constitucional)-
también tienen la facultad de declarar la inconstitucionalidad de
cualquier norma que, siendo aplicable a uno de los procesos a su
cargo, contenga una contravención de la Constitución

A decir este sistema implica que todos los jueces tienen la potestad y
obligación legal de aplicar la Constitución con preferencia a las leyes
y éstas con preferencia a los decretos o resoluciones; de manera que,
todos los jueces están habilitados inaplicar aquellas leyes que juzguen
contrarias a la Constitución´. Es así que en este sistema se atribuyen
a todos los órganos judiciales de un ordenamiento jurídico, que lo
ejerciten incidentalmente, con ocasión de la decisión de una causa de
su competencia.

7.3.2. CONCENTRADO

Para el profesor Omar CAIRO ROLDÁN: “En el sistema de control


concentrado la atribución de declarar la inconstitucionalidad de las
leyes es monopolizada por un solo órgano del sistema jurisdiccional
del Estado”.

Este sistema de control constitucional es de tradición austriaca, pues


surgió con la Constitución Austriaca de 1° de octubre de 1920
(perfeccionada en su reforma de 1929), el cual albergó las ideas de
Hans Kelsen, y aportó grandes innovaciones en materia de control
constitucional, pues crea un órgano especializado para conocer de las
cuestiones constitucionales denominado Tribunal Constitucional.

La tesis de Kelsen parte de un principio básico, la jerarquía de las leyes


que existen en el ordenamiento jurídico, esto es, las normas generales
se encuentran en diferentes niveles, por lo que la ley jerárquicamente
superior determina a su inferior, de ahí que la Constitución se sitúe en
la cúspide de la pirámide de jerarquía, y ésta es la que determina la
forma y contenido de sus inferiores. Entonces, debía existir un órgano
al cual se le encargara el control de la constitucionalidad de las leyes,
denominado Tribunal Constitucional.

8. CONTROL DEL CARÁCTER NORMATIVO DE LA CONSTITUCION

La Constitución como consecuencia de su carácter normativo, se


identifica como la primera de las fuentes del Derecho, y fuente no solo
en términos formales sino también materiales.
Se dice que la Constitución es fuente formal en la medida en que
establece el modus operandi en la creación del Derecho o el modo cómo
nacen o se generan las diversas expresiones normativas. Quiere ello
significar que la Constitución señala, en términos generales, quiénes son
los órganos legitimados para crear Derecho (Congreso, Poder Ejecutivo,
Poder Judicial, etc.), la estructura que poseen (unicameral para el caso
del Congreso, etc.), la competencia que se les reconoce (leyes para el
órgano Legislativo, decretos para el órgano Ejecutivo, jurisprudencia para
el órgano judicial, etc.), así como el procedimiento específico en la
elaboración del Derecho (votaciones por mayorías simples, absolutas o
calificadas en el caso del Congreso, decisiones o acuerdos en el caso del
Ejecutivo, debido proceso formal en el caso de la judicatura, etc.) Se dice
que la Constitución es también fuente material, en la medida en que no
obstante habilitar la creación del Derecho en todas las direcciones,
representa a su vez, el parámetro de validez del resto de normas del
ordenamiento.
De modo tal, ninguna otra expresión normativa podrá sustraerse del
contexto marcado por la norma fundamental y, por el contrario, sólo será
válida una norma o cualquier otra expresión del Derecho, en la medida en
que no se salga de los cauces marcados por la Constitución.
La constitución no es exactamente “una norma jurídica” ya que, por un
lado, es algo más que una norma y, por otro, en lo que tiene de “norma”,
es profundamente distinta de las demás normas del ordenamiento.
Más que una norma, la Constitución es un cuerpo normativo (un conjunto
de prescripciones, o de normas preceptivas o de preceptos que enuncian
normas y también principios jurídicos, aunque éstos se encuentren
“normativizados”.
La Constitución es algo más que una norma jurídica ordinaria o, si se
quiere, es una norma muy peculiar y con ello no me estoy refiriendo sólo
al tema de su jerarquía formal.
Es el complejo normativo que forman los diversos preceptos de la
Constitución hay normas “completas” y normas “incompletas”, normas de
aplicación inmediata y de aplicación diferida, normas de definición de
valores, normas, inevitables, de reenvío a otras normas del ordenamiento,
y, por supuesto, principios expresos, o no expresos pero que cabe inferir.
Y ello porque «la Constitución es algo más que la norma jurídica suprema
del ordenamiento jurídico (la cúspide de la simplista pirámide kelseniana):
es el centro del ordenamiento jurídico, por donde pasan todos los hilos del
Derecho”. El fin de “ordenar al Estado como unidad” conduce,
irremediablemente, a una «abstracción y generalidad intrínsecas” de las
normas constitucionales, y la concepción «valorativa» de la Constitución,
pero al mismo tiempo, la garantía del pluralismo (sin el cual, como ya he
dicho en otro sitio, no cabe hablar a mi juicio, correctamente, de
Constitución) exigen un grado de “apertura” de las normas
constitucionales enteramente distinto del que cualifica a las normas
legales (o reglamentaria).
RUBIO LLORENTE lo ha expresado con suma claridad: «Los preceptos
materiales de la Constitución, a diferencia de los preceptos legales, no
pretenden disciplinar conductas o habilitar para concretas actuaciones de
ejecución, sino garantizar el respeto a determinados valores, o asegurar
a los ciudadanos unos derechos que tanto si actúan simplemente como
límites frente a la ley (derechos de libertad), como si requieren de ésta
para su ejercicio (derechos de participación y de prestación o, en general,
derechos de configuración legal), pero sobre todo en este segundo caso,
han de ser necesariamente definidos en términos que hagan posibles
diversas políticas, esto es, diversas interpretaciones.
Con ello llegamos al meollo de la cuestión: la incorporación al texto
constitucional de preceptos sustantivos (incorporación inexcusable en
nuestro tiempo) ha de ser compatible con el pluralismo político, pues el
legislador no es un ejecutor de la Constitución, sino un poder que actúa
libremente en el marco de ésta y está libre actuación requiere en muchos
casos.

8.1. LA CONSTITUCIÓN COMO NORMA Y LA CONSTITUCIÓN


COMO CONJUNTO NORMATIVO.
En primer lugar, la consideración de la constitución como auténtica
norma jurídica. De ahí que el carácter normativo que se le atribuye. En
este sentido, la Constitución –y la carta de derechos que incorpora–
no es un documento político y jurídico, con eficacia directa en el
conjunto del ordenamiento. Se trata pues de una norma cuyo propósito
es configurar la realidad.
Es precisamente esta categoría normativa la que comporta cambios
en la manera de concebir el Derecho y las instituciones jurídicas,
especialmente en la forma de conceptualizar y articular las relaciones
entre legislación y jurisdicción. A pesar de la importancia sustancial de
esta cuestión no voy a tener la oportunidad de detenerme en ella.
Segundo: es norma jurídica suprema, esto es jerárquicamente
superior en tanto que procede de un poder con legitimidad cualificada,
como es el poder constituyente y, desde el punto de vista material, es
la norma fundamental. Como consecuencia de ello, es parámetro de
validez de toda norma del ordenamiento jurídico, de ahí que este
modelo imponga una profunda revisión del esquema de fuentes
diseñado por el positivismo legalista.

Como escribe M. Gascón: “El Estado constitucional postula la


supremacía política de la constitución y, derivadamente, su
supremacía jurídica o “supralegalidad”. Este rasgo del
constitucionalismo ha sido denominado también como
“rematerialización” constitucional, queriendo subrayar que en este
modelo la constitución no sólo establece el modo de producción del
Derecho, sino también predispone contenidos a la regulación jurídica.

Tercero: la inmediación constitucional, esto es, la dimensión en virtud


de la cual, la constitución es accesible directamente a todos los
operadores jurídicos y no sólo al legislador, y ello derivado de su
supremacía formal y material. A este respecto, se habla del principio
de eficacia o aplicación directa del texto constitucional, en virtud del
cual las disposiciones constitucionales pueden ser alegadas
directamente en cualquier proceso o causa y los jueces ordinarios son
competentes para resolver litigios a la vista del ordenamiento jurídico
constitucional.

Cuarto: la constitución como texto está integrado básicamente por


valores, principios, derechos fundamentales y directrices para los
poderes públicos. Lo interesante o más característicos de este modelo
es, que la vocación de tales principios no es desplegar su eficacia a
través de la ley, sino hacerlo de forma directa e independiente, tanto
por parte del legislador, cuanto por parte de los operadores jurídicos
que tienen que fundamentar sus decisiones de acuerdo a tales
principios. Las constituciones principalistas asumirían así la función de
modelar el conjunto de la vida social. Los principios y valores
constitucionales, por otra parte, no constituyen un todo coherente ni
consistente, sino que sus enunciados y contenidos pueden
superponerse y dar lugar a soluciones dispares. Esto es característico
de este tipo de enunciados normativos, del modo de actuar de los
principios.

Tampoco es este el lugar de responder a la tesis sobre la mayor o


menor discrecionalidad que genera el contexto de un
constitucionalismo de principios, aun cuando es importante tomar en
consideración que, si de un lado, las normas constitucionales pueden
aumentar la indeterminación del Derecho y, por tanto, la
discrecionalidad de un juez que ya no se encuentra únicamente
sometido a la ley, sino también al principio de constitucionalidad–, de
otro, el propio legislador, vinculado al control de constitucionalidad de
su actividad, puede ser menos discrecional, puesto que los principios
constitucionales limitan y enmarcan su perímetro de acción. Así, el
constitucionalismo basado en principios y derechos puede generar,
como afirma L. Prieto “Un esquema de racionalidad más compartido”.

El momento cumbre de la Constitución se produce cuando se constituye


en fuente de fuentes.

El rol que desempeña la Constitución en el ordenamiento jurídico debe


ser materia de atención por parte del operador-intérprete, ora el Juez.
En especial, debe poner énfasis a la coherencia lógica de las normas
jurídicas dentro de cada uno de los Estados modernos.

Para lo cual, se debe tener presente dos sistemas de articulación: el


principio de jerarquía normativa, y el principio de competencia o
distribución de materias. Grafiquemos con un ejemplo. La Constitución
peruana de 1993 establece en su art. 51 lo siguiente: “La Constitución
prevalece sobre toda norma legal; la ley, sobre las normas de inferior
jerarquía, y así sucesivamente”. De igual forma, el art. 138 in fine
apunta: “En todo proceso, de existir incompatibilidad entre una norma
constitucional y una norma legal, los jueces prefieren la primera.
Igualmente prefieren la norma legal sobre toda otra norma de rango
inferior”. He aquí el principio (estructural) de jerarquía formal o
normativa, que consiste en que a las normas se les asignan diferentes
rangos, ya sea superior o inferior, según la forma que adopten (Ignacio
de Otto).

Lo que equivale a decir que hay diversas categorías de normas jurídicas


que tienen diferente rango (prelación), relacionándose de manera
jerárquica entre sí. Ahora bien, el respeto al principio de jerarquía
normativa determina la validez de las normas jurídicas. Una norma que
contradice a otra superior carece de fuerza normativa y adolece de un
vicio de invalidez ab origene. De otro lado, el principio de jerarquía
normativa es decisivo para determinar la vigencia temporal de las
normas: lex posterior derogat anterior
CONCLUSION
La Constitución contiene las normas fundamentales que estructuran el
sistema jurídico y que actúan como parámetro de validez del resto de las
normas; en esa medida, es la norma de normas que disciplina los
procesos de producción del resto de las normas y, por tanto, la producción
misma del orden normativo estatal.
Constitución como fuente de nuestro Derecho nacional y dentro del
estado constitucional en donde nos encontramos, debe remarcarse como
una norma suprema que constituye el fundamento de todo el orden
jurídico y la más importante fuente normativa.
En cuanto norma suprema del ordenamiento, la Constitución prevalece
sobre todas las demás, y en ese sentido, condiciona el resto de las
normas, por cuanto determina la invalidez de aquéllas que formal o
materialmente contradigan las prescripciones constitucionales

Bibliografía
Eduardo GARCÍA DE ENTERRÍA: La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional, Madrid, Cívitas, 1980.

Marina GASCÓN ABELLÁN: “El sistema de fuentes del Derecho español: Constitución y principio de
legalidad” en Jerónimo B ETEGÓN y OTROS: Lecciones de Teoría del Derecho, McGraw-Hill, Madrid, 1997

Gerardo PISARELLO: “Derechos sociales, democracia e inmigración en el constitucionalismo español: del


originalismo a una interpretación sistematica y evolutiva”, en en Mª José A ÑÓN (ed): La universalidad de los
derechos sociales: el reto de la inmigración, Tirant Lo Blanch, Valencia, 2004

Luis PRIETO: Estudios sobre derechos fundamentales, Justicia constitucional, Trotta, Madrid, 2003

Roberto VICIANO PASTOR: “Los derechos sociales y culturales conforme al derecho internacional”, en José Luis
MONEREO: Comentario a la Constitución socio-económica…, cit.

SAMUEL B. ABAD YUPANQUI CONSTITUCION Y PORCESOS CONSTITUCIONALES- PALESTRA EDICTORES SAC –


LIMA 2016.

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