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INCIDENCIA DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN EL RENDIMIENTO

ACADÉMICO

En un comienzo, la mayoría de las definiciones sobre inteligencia se asociaban

únicamente al concepto de coeficiente intelectual. La inteligencia se define como la

capacidad del individuo de poder razonar y discernir frente a la toma de decisión. El

psicólogo Jean Piaget la define como un “Proceso complejo y evolutivo de adaptación al

medio, determinado por estructuras psicológicas que se desarrollan en el intercambio entre

el niño y su ambiente”.

Luego de muchos años, se comenzó a plantear el puntaje de coeficiente intelectual no

era suficiente para determinar la inteligencia de un individuo. En este siglo, se comenzó a

cuestionar la influencia de los aspectos culturales y emocionales en el desarrollo de la

inteligencia de los individuos. Es así, como surgen nuevas teorías y concepciones sobre éste

concepto. En 1990 Peter Salovey y John Mayer introdujeron el término de Inteligencia

Emocional para describir aquellas cualidades como la comprensión de los propios

sentimientos y los de otras personas, como así también el control de la emoción de forma que

intensifique la vida.

Desde ésta conceptualización han existido múltiples y variables opiniones así como

también investigaciones de diferente rigor. Para Goleman (1996) la inteligencia emocional,

es un concepto amplio que incluye la habilidad para motivarse y persistir frente a las

frustraciones, controlar impulsos y postergar gratificaciones, regular los estados de humor,

evitar que las desgracias obstaculicen la habilidad de pensar, desarrollar empatía y

optimismo, haciendo referencia a las siguientes habilidades: El conocimiento de las propias


emociones, la capacidad para controlar nuestros sentimientos y adecuarlos al momento, la

capacidad de motivarse a sí mismo y el reconocimiento de las emociones ajenas.

En los últimos años se ha evidenciado un aumento de investigaciones que estudian el

desarrollo emocional de los sujetos. Se acostumbra a relacionar la inteligencia con la

capacidad de raciocinio lógico, con el coeficiente intelectual que determina las habilidades

para las ciencias exactas, la comprensión y capacidad de análisis reflexivo, el razonamiento

espacial, la capacidad verbal y las habilidades mecánicas. Sin embargo, se está empezando a

considerar y valorar más la denominada inteligencia emocional, para determinar cómo nos

manejamos con nosotros mismos y los demás (Abanto, Z. y Colb, 2000; p. 11).

Uno de los aportes que marcaron un antes y un después en el estudio del hombre y la

relación con las emociones, fue el de Humberto Maturana. A principios de 1991 el biólogo

Chileno realizó una investigación de la emoción relacionada con otros aspectos del ser

humano, como la racionalidad y el lenguaje. Cuando uno habla del ser humano, tiende a

definirlo como un ser racional, siendo esa su principal distinción. Al declarar que las

personas son seres racionales viviendo una cultura que desvaloriza las emociones, y sin darse

cuenta de que todo sistema racional tiene un fundamento emocional1. Con esta reflexión, se

comenzó a ver la importancia de las emociones en los seres humanos. Biológicamente, las

emociones son disposiciones corporales que determinan o especifican dominios de acciones2.

Dicho de otra forma, no hay acción humana sin una emoción que la fundamente o la haga

posible.

1
Maturana, H. (s/d) “Emociones y lenguaje en educación y política”. Colección HACHETTE/COMUNICACIÓN
CED.
2
Maturana, H. (s/d) “Emociones y lenguaje en educación y política”. Colección HACHETTE/COMUNICACIÓN
CED.
Las interacciones sociales, están basadas en la emoción del amor, haciendo que la

convivencia sea posible. Mediante las acciones se conoce las emociones de los otros, ese

espacio de existencia personal efectiva por el que cada uno se mueve. El amor es la emoción

que constituye el dominio de conductas donde se da la operacionalidad de la aceptación del

otro como legítimo en la convivencia, y es ese modo de convivencia lo que connotamos

cuando hablamos de lo social3. Sin dicha aceptación, no hay fenómeno social.

Howard Gardner en 1995, planteó la teoría de las inteligencias múltiples, formulando

la existencia de diferentes inteligencias, incluyendo entre estas la interpersonal e

intrapersonal. De este modo, abrió un espacio fundamental en la reconceptualización de la

educación, y aunque no era su intención, se comenzó a reconsiderar el papel que las

emociones juegan en ella4.

Desde el punto de vista de la psicología cognitiva, se afirmó que cada persona posee,

por lo menos, 8 tipos diferentes de inteligencias. Los seres humanos se diferencian por el

nivel de desarrollo y la configuración particular. Éste espectro de inteligencias deriva de los

componentes biológicos de cada uno, de la cultura y de la interacción con el entorno

considerando los aportes propios de la cultura sociohistórica. Cada uno la usa combinándolas

de manera personal y propia.

Dentro de las ocho inteligencias que destaca el autor, dos de ellas se centran en las

emociones. Por un lado, la Inteligencia intrapersonal. Es la que permite entenderse a uno

mismo, para conocer su mundo interno, sus propias emociones y sentimientos, como así

también sus fortalezas y debilidades. No se encuentra asociada a ninguna actividad concreta.

3
Maturana, H. (s/d) “Emociones y lenguaje en educación y política”. Colección HACHETTE/COMUNICACIÓN
CED.
4
Gardner, H. (1995) “La inteligencia emocional”. Barcelona: Paidós.
Por otro lado, está la inteligencia interpersonal. Permite entender a los demás, muestra la

habilidad para reconocer las emociones y sentimientos derivados de las relaciones entre las

personas y sus grupos. Estas inteligencias permiten definir a lo que hoy se conoce como

inteligencia emocional y juntas determinan nuestra capacidad de dirigir nuestra propia vida

de manera satisfactoria.

Históricamente, la articulación de la emoción y la cognición era cuestionable al

considerarse sistemas separados. Durante éstos últimos tiempos, comienzan a desarrollarse

nuevos enfoques y se convirtió en auge la relación entre ambos conceptos desde perspectivas

diferentes. En estos días, se considera que “la cognición y la emoción constituyen un todo

dialéctico, de manera tal que la modificación de uno irremediablemente influye en el otro y

en el todo del que forman parte5”.

Estos constructos y relaciones teóricas dan lugar a hablar de la inteligencia. Hasta

hace poco, solo se asociaba a la inteligencia con el coeficiente intelectual pero luego

comenzaron a vincularla con las emociones. La relación entre inteligencia y emoción no tiene

que ser antagónica, el individuo como ser racional tiene la capacidad de utilizar información

proporcionada por las emociones.

De esta nueva unión conceptual, nació la inteligencia emocional. Como postuló David

Caruso, no es lo contrario a la inteligencia, no es el triunfo del corazón sobre la mente, es esa

intersección única entre ambos. Es la encargada de plantear que los individuos puedan pensar

racionalmente sobre sus emociones. Parafraseando a Gardner, Mayer y Salovey, la

inteligencia emocional es un constructo teórico proveniente de la rama de la psicología que

pretende puntualizar el papel e importancia de las emociones en la funcionalidad intelectual.

5
García Retana, J. (2012). “La educación emocional, su importancia en el proceso de aprendizaje”. Revista
educación 36(1). Costa Rica, Guanacate
. La escuela tiene como objetivo primordial la formación de personas, teniendo en cuenta sus

diversas capacidades y habilidades. Para lograr un ser crítico, que pueda construir

aprendizajes significativos y autónomos propone atender al paradigma constructivista. Este

sostiene que a los sujetos no se lo debe pensar como meros receptores pasivos de los

contenidos, sino facilitarles los métodos que le permitan construir aprendizajes de manera

autónoma. Se considera a cada sujeto como un individuo portador de un bagaje cultural, que

a lo largo de su vida, transita por diferentes etapas que implican cambios físicos y

emocionales significativos.

En toda emoción se da una interacción entre pensar, sentir y actuar, potenciando, así,

una vida emocional y racional. Por tal motivo, el interés cognitivo está ligado al interés por

desarrollar las capacidades emocionales.

Dentro del contexto áulico, las evaluaciones realizadas por los docentes son las

encargadas de medir numéricamente el proceso de aprendizaje del alumno. En este encuadre

relacionamos directamente el rendimiento académico. El rendimiento deviene del latín

reddere (restituir, pagar) que implica una relación entre lo obtenido y el esfuerzo empleado

para obtenerlo. Al hablar de rendimiento académico refiere a un indicador del nivel de

aprendizaje alcanzado por el alumno, como una medida de las capacidades que manifiesta en

forma estimativa para el aprendizaje logrado en el aula, el cual constituye el objetivo central

de la educación. Éste parte del supuesto de que el estudiante es responsable de responder

satisfactoriamente frente a estímulos educativos, susceptible de ser interpretado según

objetivos o propósitos educativos pre-establecidos.

En otras palabras, se sintetiza al rendimiento como la expresión cuantitativa encargada

de medir las capacidades que obtienen los alumnos. . En síntesis, no se puede reducir el

rendimiento académico únicamente a la suma de las calificaciones obtenidas en los procesos


de evaluación con el que se verifica la adquisición del aprendizaje en el alumno. Pero por ser

cuantificable, los promedios son considerados como un óptimo criterio para medirlo.

En la educación secundaria las consideraciones y criterios de calificar cada asignatura, se

detalla en los promedios que se obtienen de vincular el rendimiento en un cierto período de

tiempo como variable, calculado por semestre, año o calendario académico. El procedimiento

o acto de calificación nace de una evaluación escrita u oral según criterios propios del

docente, a posteriori recurre al acto de corrección del examen para calificar y puntuar el

desarrollo de lo realizado por los alumnos.

Para analizar la variable inteligencia emocional de esta muestra, se aplicó el test

TMMS-24 del cual se obtiene un valor numérico determinado en función de niveles

alcanzados en las tres escalas que este instrumento analiza. Se parte del análisis de la escala

de la atención emocional, donde los resultados denotan que un 20 % de las mujeres poseen

una adecuada atención emocional y en el caso de los varones un 51,62 %. Solo un 6,89 % de

varones y un 6,66 % de mujeres obtuvieron puntuaciones altas en el nivel de los que prestaban

demasiada atención. Como resultado se puede afirma que existió una mayoría en los varones

que poseen mejor atención emocional con respecto a las mujeres.

Por otro lado, la segunda escala de análisis es la de la claridad emocional. En ella los

datos conseguidos revelaron que un 26,66 % de las mujeres presentaron una adecuada

claridad emocional y en los varones un 44,82 %. Un 6,66 % de mujeres poseen una excelente

claridad pero en lo varones no se obtuvieron datos en este nivel, arrojando un 0 %. Esta escala

es la única entre las tres, en el cual las mujeres obtienen un mejor resultado que los varones.

La última escala que plantea el test es la reparación de las emociones. Un 55% de los

varones presentaron una adecuada reparación de las emocionales y un 40 % de las mujeres.

En lo que respecta a una excelente reparación en los varones se observó un 10,34 % y en las
mujeres se obtuvo una puntuación del 0%. En esta escala los varones poseen una mejor

reparación de las emociones en cuanto a las mujeres.

En función de los datos obtenidos en las tres escalas del test de Inteligencia Emocional

en la muestra seleccionada, se observaron diferencias entre mujeres y varones. Por un lado,

los varones fueron capaces de sentir y expresar los sentimientos, logrando una buena

regulación de los estados emocionales. Solo presentaron poca claridad de sus emociones. Por

otro lado, las mujeres deben mejorar las tres habilidades planteadas de la Inteligencia

Emocional.

Conceptualizar las teorías sobre las emociones para plasmarlas sobre líneas de acción

es un trabajo muy extenso y conlleva varios dilemas a responder. En la actualidad hablar de

inteligencia emocional dentro de los contextos educativos, denota una popularidad como

factor diagnóstico de muchos problemas. En el día a día los educadores observan como los

factores emocionales inciden en el rendimiento académico de los estudiantes.

Desde el surgimiento del constructivismo y a partir del impacto de la teoría de las

inteligencias múltiples, comenzó la nueva era de la pedagogía. Se concibió el estudio de las

emociones como un elemento a tener en cuenta a la hora de diseñar, transmitir y evaluar las

formas metodológicas de los estudiantes.

Aquellas teorías de la educación racional que concentraban el aprendizaje

exclusivamente en los aspectos cognitivos sin tener en cuenta lo no académico como las

emociones y sentimientos, quedaron fuera del centro de las prácticas educativas. A partir de

ello, se vuelve necesaria una rápida intervención por parte estado, la sociedad y sus

instituciones para que se instale el paradigma de las emociones. La inteligencia emocional se

ha convertido en factor fundamental en los procesos de enseñanza-aprendizaje. La misma

debe considerarse un instrumento de desarrollo y conciencia. Esto tendría como fin que los
actores de las instituciones educativas logren descubrir sus autoconceptos y establecer

empatía hacia los demás para lograr una armonía propia y social dentro de la cada institución.

Es importante saber que el desarrollo de la inteligencia emocional no está

determinado genéticamente y tampoco se desarrolla hasta la infancia. A diferencia lo que

ocurre con el coeficiente intelectual, las personas pueden desarrollar las habilidades propias

de la inteligencia emocional a cualquier edad. Estas habilidades pueden ir apareciendo a parir

de las vivencias con el medio social. Es allí donde se crea la cultura, hábitos y costumbres

que se corresponden al modo y a la forma de hacer, actuar y pensar de las personas. Los

pensamientos derivan de un conglomerado de conceptualizaciones que están presentes en la

estructura de cada sujeto como ser racional y emocional. Se transforman dependiendo de los

hechos y vivencias de la interacción social con los demás y dentro de instituciones.

Ante cualquier situación problemática escolar, resolverla de manera positiva o

negativa conlleva diversas sensaciones y emociones. Lograr una solución positiva requiere

de la capacidad de atender y entender a dichas emociones, las cuales inciden en el equilibrio

del psiquismo y por ende en los resultados obtenidos que definen el rendimiento de los

estudiantes. Por lo tanto, se puede afirmar que el rendimiento académico es un resultado

complejo en el que intervienen múltiples variables o factores. Esto implica que no está

determinado meramente por un promedio cuantitativo.

Lic. en Psicopedagogía

Lida V. Priotti

24-04-2019

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