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omo idealismo subjetivo o inmaterialismo, dado que negaba la realidad de abstracciones como la

materia extensa. Escribió un gran número de obras, entre las que se pueden destacar el Tratado
sobre los principios del conocimiento humano (1710) y Los tres diálogos entre Hylas y Philonus
(1713) (Philonus, el «amante de la mente», representa a Berkeley, e Hylas, que toma su nombre
de la antigua palabra griega para designar a la materia, representa el pensamiento de Locke). En
1734 publicó El analista, una crítica a los fundamentos de la ciencia, que fue muy influyente en el
desarrollo de la matemática.

La ciudad de Berkeley, California toma su nombre de este filósofo, en cuyo honor fue denominada
la universidad en torno a la que creció.

También han tomado su nombre una residencia universitaria de la Universidad de Yale y la


biblioteca del Trinity College de Dublín.

Índice

1 Biografía

2 Contribuciones

3 Véase también

4 Referencias

5 Bibliografía

6 Enlaces externos

Biografía

Berkeley nació en Dysert, cerca de Thomastown, Irlanda. Fue el hijo mayor de William Berkeley,
miembro de la familia nobiliaria de Berkeley. Recibió su educación en el Kilkenny College, y asistió
a las clases del Trinity College de Dublín, donde acabó sus estudios en 1707. Permaneció en el
Trinity College hasta lograr un título de profesor de Griego. Su primera publicación fue de carácter
matemático, pero la primera que le ganó notoriedad fue su Ensayo hacia una nueva teoría de la
visión, publicado en 1709. Aunque levantó mucha polémica en su momento, sus conclusiones
forman parte en la actualidad de la óptica. En 1710 publicó el Tratado sobre los principios del
conocimiento humano y en 1713 los Tres diálogos entre Hylas y Philonus, en los que desarrolló su
sistema filosófico, cuyo principio fundamental es que el mundo que se representa en nuestros
sentidos sólo existe si es percibido. El Tratado es una exposición, mientras que los diálogos
constituyen su defensa. Uno de sus objetivos principales fue combatir el materialismo, teoría
dominante en su época. Aunque sus teorías fueron ridiculizadas, algunos, como S. Clarke, le
consideraron un genio. Poco después visitó Inglaterra donde fue recibido por Addison, Pope y
Steele. En el periodo entre 1714 y 1720 alternó sus trabajos académicos con viajes por Europa. En
1721 recibió un doctorado en teología, y decidió permanecer en el Trinity College de Dublín dando
clases de Teología y Hebreo. En 1724 se le hizo deán de Derry.

En 1725 se embarcó en un proyecto de fundar una escuela en las islas Bermudas para los
misioneros de las colonias, dejando el deanato que le reportaba unos ingresos de 1100£ por un
salario de 100£. Desembarcó cerca de Newport (Rhode Island), donde compró una plantación. El 4
de octubre de 1730, Berkeley compró «un negro llamado Philip de aproximadamente catorce
años». El 11 de junio de 1731, «el deán Berkeley bautizó a tres de sus negros como Philip, Anthony
y Agnes Berkeley»1

Los sermones de Berkeley explicaban a los colonizadores que el cristianismo permitía la esclavitud,
y en consecuencia los esclavos debían ser bautizados: «sería una ventaja para sus negocios (de los
patrones) tener esclavos que deban "obedecer en todo a sus patrones desde las entrañas, no sólo
cuando les observan, sino de todo corazón, temerosos de Dios"; que la libertad del evangelio
concuerda con la servidumbre temporal, y que todos sus esclavos sólo serán mejores esclavos
siendo cristianos».2

Vivió en la plantación mientras aguardaba a que llegaran los fondos para su escuela. Sin embargo,
estos fondos no parecían ir a llegar pronto, así que en 1732 volvió a Londres. En 1734 fue
designado obispo de Cloyne. Poco después publicó Alciphron, o el filósofo insignificante, contra
Shaftesbury, y en 1734-1737 The Querist. Sus últimas publicaciones fueron Siris, un tratado sobre
las virtudes medicinales de la infusión de resina de pino, y Further thoughts on tar-water (más
pensamientos acerca de la infusión de resina de pino).

Permaneció en Cloyne hasta 1752, fecha en la que se retiró y se fue vivir con su hijo a Oxford.

Contribuciones

Berkeley (a la derecha) y su familia en las Bermudas (retrato realizado en 1731 por John Smibert).

La filosofía de Berkeley es el empirismo llevado al extremo. Si John Locke había dudado sobre el
conocimiento de los cuerpos, Berkeley va más allá. En su juventud, Berkeley propuso que no se
puede saber si un objeto es, sólo puede saberse un objeto siendo percibido por una mente.
Declaró que los seres humanos no pueden conocer los objetos reales o la materia que causa sus
percepciones, sino que incluso las propiedades matemáticas son ideas semejantes a las cualidades
sensoriales. Por tanto, concluyó que todo lo que puede conocerse de un objeto es su percepción
del mismo, y resulta gratuito suponer la existencia de una sustancia real que sustente las
propiedades de los cuerpos. Los conceptos abstractos de Locke no existen para Berkeley, ni en la
naturaleza ni en el espíritu, es una ficción. Las ideas siempre conservan su particularidad. No es la
abstracción, sino el lenguaje, lo que hace posible extender observaciones particulares a lo general.

En consecuencia, los objetos percibidos son los únicos acerca de los que se puede conocer.
Cuando se habla de un objeto real en realidad se habla de la percepción del objeto. Los cuerpos no
son más que haces de percepciones.

Esto plantea la cuestión de si los objetos son objetivos en el sentido de ser el mismo para
diferentes personas, y, de hecho, si tiene sentido el concepto de existencia de otros seres
humanos más allá de la percepción de los mismos. Berkeley argumenta que dado que
experimentamos a otros humanos cuando nos hablan—algo que no está originado por ninguna
actividad que emprenda el individuo que percibe—y dado que sus visiones del mundo son
consistentes, se puede creer en su existencia y que el mundo es idéntico o similar para todos.

En consecuencia:

Todo conocimiento del mundo empírico se obtiene a través de la percepción directa.

El error proviene de considerar en detalle las percepciones.

El conocimiento del mundo empírico puede purificarse y perfeccionarse eliminando todo el


pensamiento y quedándose sólo con las percepciones puras.

De esto se sigue que:

La forma ideal del conocimiento científico se obtiene persiguiendo las percepciones puras, sin
intervención del intelecto.

Si los individuos actuaran de esta forma, seríamos capaces de conocer los secretos más profundos
del mundo natural y del mundo humano.

La meta de la ciencia, por tanto, es desintelectualizar las percepciones humanas, purificándolas.

Berkeley es metafísico por cuanto afirma la existencia de una realidad trascendente y la considera
objeto de conocimiento. La realidad de los cuerpos es su condición de ser percibidos y el que las
percibe debe por tanto de existir. Hay un espíritu que percibe y piensa, pero es la única clase de
sustancia, no hay una sustancia exterior al espíritu, como en la metafísica tradicional. Algunas de
las ideas que tiene este espíritu implican la influencia de Dios para que se produzcan de forma
coherente. Es decir, el mundo material son las percepciones que Dios nos hace tener. Pero como
Dios no puede ser objeto de conocimiento, sólo las apariencias lo serán. Dios no sería entonces el
distante ingeniero de los mecanismos newtonianos que a lo largo del tiempo causan el
crecimiento de un árbol en el jardín de la universidad. En lugar de esto, la percepción del árbol es
una idea en Dios, y el árbol sigue existiendo cuando aparentemente nadie lo percibe simplemente
porque Dios lo observa constantemente. Dios es, para Berkeley, el garante del orden que se halla
entre todas las ideas.

La filosofía de David Hume acerca de la causalidad y la objetividad es una elaboración de otro


aspecto de la filosofía de Berkeley. A medida que progresó el pensamiento de Berkeley, pudo
haber asimilado las teorías de Platón, aunque no se sabe con seguridad. Luce, el considerado más
eminente estudioso de la filosofía de Berkeley del siglo XX, enfatizó con frecuencia la continuidad
de su filosofía en la madurez. Esto indica una continuidad entre los Principios, Alciphron y el resto
de las obras filosóficas de Berkeley. Además, el panenteísmo inquebrantable de Berkeley es una
evidencia que contradice una completa asimilación del platonismo, y Alciphron es un desarrollo en
lugar de una revisión de cualquier trabajo previo. También contradice esta interpretación el hecho
de que Berkeley volviese a publicar sus libros pocos años antes de su muerte sin realizar cambios
importantes.

En relación a la física newtoniana, Berkeley le concedió un carácter únicamente utilitarista. Para él,
las herramientas matemáticas empleadas en la elaboración de la física de su tiempo son otra clase
de ideas no-generales. Ejemplificó este extremo señalando que al pensar un triángulo no se opera
sobre una idea abstracta y general del triángulo, sino que la idea pensada viene siempre aparejada
de un triángulo cualquiera, sosteniendo por lo tanto su realización particular en la mente. En
consecuencia, las tesis científicas son construcciones matemáticas que predicen resultados más o
menos adecuados a lo percibido, no obstante careciendo de una aprehensión de la esencia de
tales cosas. Por otro lado, Berkeley rechazó los conceptos absolutos en la física, presintiendo una
visión relativista de la realidad que llegaría más recientemente con Ernst Mach.

Refiriéndose a la filosofía de Berkeley, Samuel Johnson le propinó una patada a una roca exclama

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