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LA VIRGEN DEL TEPEYAC (CON EL CORAZÓN EN LAS MANOS)

Muchas alabanzas en mi honor. Flores, veladoras…estoy muy contenta. Abrazos, besos…comidas


y bebidas…todo al mismo tiempo. Una verdadera fiesta. Hijos, yo los acojo a todos como todo una
buena Madre. No es el momento para distinguir entre buenos y malos, sino de celebrar: comer,
beber, etc. Pero también quiero aprovechar para hacer unas exhortaciones.

Hijos, no se peleen entre ustedes, compartan cuanto tengan, protejan a su hermanito más débil y
necesitado. Recuerden: “quien destruye su vida con borracheras y drogas aquí en la tierra,
tampoco tendrá vida eterna. Quien roba y dice mentiras no se sostendrá en la presencia de aquél
que todo lo sabe”.

Hijos, no sean duros de corazón, abran su oído y escuchen: hoy es el día de la misericordia. El
Señor deja las noventa y nueve ovejas que están a salvos, y sale a buscar a la que estaba perdida
Lc 15, 4. Busquen a Dios mientras sea de día, es decir, mientras viven y lo pueden encontrar.
Porque los ama. Escuchen: No quiero la muerte del pecador sino que se arrepienta y viva Ez 33,
11. Y otra parte dice: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.

Esta es la buena noticia, hay tiempo para arrepentirse, el señor perdona todos los pecados, da vida
nueva. Hay tiempo para luchar contra el pecado, Jesucristo ha dado la vida por todos, unidos a él
todos pueden vencer.

Esta es la buna noticia: el cambio que todos anhelamos es posible. Qué cambio. El cambio de un
mundo lleno de violencia a un mundo de justicia y de paz. Si tú cambias, tu mundo cambia. No
necesitas esperar que otros cambien para que tú cambies. Debes empezar por ti mismo. Sé una luz
en medio de la oscuridad. No digas: “no vale la pena, todo el mundo está corrompido”. Lucha por
la integridad de tu alma. Defiende tu dignidad. No vendas tu dignidad por un plato de comida. La
vida es más que la comida.

Hijos, no me hagan sufrir. Porque si ustedes saben que andan mal y no luchan por salir adelante,
se perderán para siempre. Si no se arrepientan antes de que llegue la muerte, ya nadie puede
hacer nada, vendrá el juicio y la condenación. No porque Dios sea malo sino porque no quisieron.
Y eso será más doloroso para mí, que la muerte de mi hijo Jesucristo en la Cruz. Al menos, yo sabía
que él nunca cometió pecado, por tanto había certeza de que su muerte no era eterna. Pero,
ustedes los que saben que andan mal y no luchan, se los suplico con el corazón en las manos.
Pónganse a pensar ¿qué madre no sufre por la desgracia de sus hijos?

“He aquí la servidora del Señor, que se haga en mí según su palabra” (Lc 1, 28).

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