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El duelo desde el psicoanálisis

Rosa Lagos.

El duelo desde el punto de vista psicoanalítico

Cuando nos consulta una persona en estado de duelo, surge la

interrogante del diagnóstico, ¿en que estructura está inscrito este

duelo?, ¿se trata de un proceso de duelo normal o patológico?,

¿cuáles son los criterios para uno y para otro?

Los manuales de clasificación no dicen mucho al respecto, el CIE 10

incluye el duelo en el apartado de trastornos adaptativos breves o

prolongados y el DSM IV plantea el diagnóstico diferencial con la

reacción depresiva mayor.

Entiendo que una persona está en un duelo patológico o complicado

cuando se considera, sea por ella misma o por quienes la rodean, que

la intensidad de su dolor supera su capacidad de tolerancia y

presenta síntomas que hablan de la persistencia del estado duelo-

dolor, en sus diversas manifestaciones o trastornos, sin progresar a

su conclusión.

Aquí es importante tomar en cuenta para el diagnóstico cuál es la

posición subjetiva que tiene la persona ante la situación de pérdida y

sufrimiento que padece.

Desde el psicoanálisis, el duelo se refiere al proceso que se inicia con

la pérdida de una persona, objeto o ideales que le han sido

significativos en la vida, a los cuales ha estado ligada su libido, y a

las vicisitudes que sufre el proceso de desligadura de esa libido.

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Se trata de un afecto normal, reactivo a una pérdida, una pérdida

que atañe a lo más íntimo de su ser, ocasionando un desorden en el

orden simbólico, lo cual hace que la persona no encuentre como

nombrarse respecto al objeto que ha perdido, conmoviendo así su

universo significante.

En la clínica, desde el punto de vista fenomenológico, podemos

distinguir algunas de las modalidades en las que se muestran las

complicaciones de un duelo, podemos encontrar lo siguiente:

Duelo crónico: prolongación de la respuesta emocional intensa.

Duelo pospuesto o postergado: la persona mantiene su vida

aparentemente normal, desconectada con la pérdida que ha sufrido,

pero respondiendo con crisis ante cualquier hecho que la confronte

con alguna situación que se relaciones con pérdida.

Duelo negado: la persona niega el impacto que la pérdida sufrida le

haya causado, pudiendo presentar hipomanía o episodios de euforia.

Conocidos son los casos en los cuales después de una pérdida, la

persona hace compras compulsivas o episodios de ludopatía, como

una manera de restituir de manera compensatoria lo perdido.

Revisando el trabajo metapsicológico de Freud, escrito en 1915,

“Duelo y Melancolía” se encuentra que el duelo no es un estado

patológico en si, aunque sus manifestaciones clínicas se expresen en

importantes cambios que alteran la vida de relación del sujeto, entre

estos cambios posibles podemos nombrar la disminución o pérdida

del interés por lo que le circunda, en la pérdida o reducción de la

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capacidad de amar y disfrutar, inhibición o reducción de la

productividad, sensación de desamparo e indefensión, fenómenos que

muestran una afectación en el yo, más no se trata del

empobrecimiento del yo mismo, sino que el mundo se ha vuelto

pobre y vacío por la falta de lo amado.

No se trata de una mudanza de pérdida de objeto a pérdida del yo,

fenómeno que si ocurre en la melancolía, en la cual se produce una

alteración del yo por efecto de una identificación con el objeto

perdido, importante diferencia a tomar en cuanta para una

aproximación diagnóstica.

En el proceso de duelo, al reconocer que el objeto ya no existe más,

se produce un lento trabajo psíquico, en el que el yo, como resultado

de sus gratificaciones narcisistas, no está dispuesto a seguir el

camino de la no existencia, dándose inicio a un laborioso trabajo de

desatar la ligadura con el objeto que se ha perdido y de rescatar ese

monto de libido colocado en él para poder volver a disponer de ella.

Este trabajo que emprende la psique sigue un cierto curso, cuyo

desarrollo no responde a fases establecidas e invariables, más bien

responde a una lógica que va a estar en función de la estructura, de

la relación que el sujeto haya establecido con la falta, es decir con la

castración.

Este trabajo psíquico puede contemplar los siguientes momentos:

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Momento de inicio, en el cual se puede dar un estado de incredulidad,

de negación de la pérdida, a manera de protección, de evitar hacer

contacto con la dolorosa realidad.

Luego de superado este primer momento, puede pasar a tomar

contacto con la realidad de la pérdida, con el impacto que ésta

situación causa en su vida, dando lugar a la aparición de sentimientos

de tristeza, culpa, desamparo, desesperanza, vacío, manifestándose

en llanto, alteraciones del sueño, alteraciones del apetito, diversas

quejas somáticas, frecuente sensación de que la vida no vale la pena

de ser vivida.

Posteriormente y de manera paulatina, pasará a un tiempo de

reorganización, en el cual se va recuperando el funcionamiento y la

vida normal, aceptándose la pérdida y el impacto que esto ha

causado en la vida.

No se trata de un proceso lineal, sino más bien de un ir y venir de los

diferentes momentos, hasta alcanzar cierto equilibrio y estabilidad,

mostrando de este modo que el proceso de duelo ha llegado a lo que

podría llamarse su tiempo de conclusión, tiempo en el cual se ha

realizado el trabajo de duelo, en el que con dolor se ha ido retirando

la libido que había sido colocada en ese objeto, para ir,

paulatinamente, ubicándose en otros.

Por consiguiente, el duelo como experiencia dolorosa en la vida y de

la cual ningún ser humano se puede escapar, va a ser tramitada de

manera singular por cada quien y las complicaciones que surjan en

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este proceso deberán ser atendidas por un especialista que brinde el

espacio para la escucha y permita la tramitación por la palabra de

aquello que no ha podido aún ser simbolizado y elaborado.

Cómo hemos visto, en el duelo lo que está en juego es la relación de

objeto y aquí es necesario hacer algunas precisiones teóricas desde el

abordaje psicoanalítico de orientación lacaniana.

El ser se inaugura con una pérdida, una pérdida que podemos llamar

primordial, constituyéndose así en sujeto del inconsciente, es un

primer momento lógico de pérdida, la pérdida del objeto que un día le

procuró una satisfacción real, Freud le llamó la primera vivencia de

satisfacción, este momento fundante deja una huella mnémica,

conformando de este modo una nueva forma de realidad, la realidad

psíquica, el inconsciente.

La falta o ausencia de este objeto mítico que en un primer momento

brindó la plena satisfacción inaugura la dimensión del deseo, empuje

que llevará a una búsqueda incesante, la del anhelo del reencuentro

con ese objeto originalmente perdido. Todo objeto posterior es un

sustituto de ese objeto perdido, todo encuentro con el objeto es en

realidad un intento de re-encuentro.

Decía anteriormente que el proceso de duelo va a depender de la

estructura del sujeto, la respuesta ante la pérdida va a entonces

estar determinada por la relación que el sujeto haya establecido con

la falta y con la significación que ese objeto haya tenido en esa

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relación. Las complicaciones que se pueden dar en el proceso de

duelo van a ser efecto de la conjugación de estos elementos.

A continuación comentaré un caso que podrá ilustrar algunos de los

conceptos que he planteado.

Se trata de una mujer de alrededor de 60 años que viene a mi

consulta envuelta en una profunda tristeza y desesperanza,

enquistada en un duelo no elaborado, del cual parecía no poder salir.

Había perdido a su marido aproximadamente hacía 2 años.

Realizaba su vida, actividades profesionales y sociales hasta unos

meses atrás, con cierta normalidad, pero ya no podía seguir

sosteniendo esa máscara y se enfrentaba en su soledad a dolorosos

sentimientos que cada vez se le hacían más insoportables.

Se presenta trayendo una demanda de ayuda en su pregunta ¿cómo

rescatarme de lo que siento? Dice: “siento que perdí todo, el amor, la

ilusión, el sustento…” Esta interrogante, además de otros elementos,

me permitió pensar que se trataba de una estructura neurótica, lo

cual abría la posibilidad de trabajar analíticamente, en tanto hay un

sufrimiento que se cuestiona y un deseo de saber sobre el mismo.

Este sujeto dice “con la pérdida de él perdí las ganas de vivir y por

más que trato de rescatarlas, no lo logro, no encuentro a que

aferrarme para volver a encontrar el sabor de la vida…. Él ya no está

y no va a volver…intento encontrar otra fuente de motivación y no la

encuentro… ¿porque?... Más adelante se pregunta “¿qué representaba

él para mi, que a su muerte se me desplomó el mundo?” Preguntas a

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través de las cuales comienza a tramitar una elaboración simbólica de

lo real de la pérdida, comienza a dar una significación subjetiva del

dolor, deslizándose de lo imaginario a lo simbólico, al tiempo que se

va dando una recuperación de la libido con que había sido investido el

objeto que se ha ido.

En esta paciente, ésta pérdida en este momento de su vida, produjo

una re significación de pérdidas anteriores, había emigrado de su

patria natal en condiciones adversas, había sufrido la pérdida de sus

padres, duelos que en su momento quedaron encapsulados y que

contribuyeron a la complicación de este duelo actual.

En cuanto a la relación con la falta, esta paciente decía “con la

pérdida de él me siento mutilada, como si me faltara un brazo o una

pierna…” expresando de este modo el tipo de relación que había

establecido, relación en la que su marido, objeto semblante del

objeto originario perdido, colmaba su propia falta, es decir la

completaba. Formulaba así su posición subjetiva frente a la falta, la

de ser obturada con este objeto, con su ausencia queda enfrentada a

su castración.

La posibilidad que el tratamiento analítico le brindó al crear un

espacio en el cual pudiese tramitar de manera simbólica este dolor,

es decir la posibilidad de poner en palabras, de poder nombrar lo que

había quedado sin nombrarse, de poder rescatar esa libido apresada

en ese objeto perdido, y por tanto reubicarse en la posición de lo que

ella significaba para él, dejando atrás la pregunta que siempre gira

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alrededor de la persona en duelo, que fui yo para él y que perdí con

su partida.

En la medida en que el paciente busque la respuesta en el otro que

se ha perdido, seguirá atrapado en una dialéctica imposible de

resolver, es necesario entonces volver la pregunta sobre si mismo,

para poder construir una respuesta que dé cuenta del deseo propio.

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