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El Diablo: una reflexión teológica

JESÚS GARCÍA ROJo


Subdirector de Revista de Espiritualidad

Sólo con mucho cuidado -opina Tillich- el discurso sobre


el diablo se verá libre de caer en la impetuosidad (Wildheit) o
en la futilidad. Pero lo que rarísimas veces se conseguirá es no
despertar su venganza 1. Sin comentar la advertencia tillichiana,
transcribimos a continuación un breve y expresivo texto de San-
ta Teresa: «Se le dé poco (al siervo de Dios) de estos espanta-
jos ( ... ); sepan que cada vez que se nos da poco de ellos, que-
dan con menos fuerza y el alma muy más señora» 2. Esto, es-
crito por una mujer en la segunda mitad del siglo XVI, es
manifiestamente llamativo: por un lado la presencia del demo-
nio era exuberante y hasta obsesiva en aquella época; por otro
es bien conocido que por entonces el Tribunal de la Inquisición
trabajaba ardorosamente como celoso guardián de la fe. Ténga-
se presente, además, que por aquellas fechas, y con vistas a ata-
jar la acción del demonio en la vida humana, El MartillO' de
Brujas, incomparable alarde descriptivo de las acechanzas y tre-
tas del demonio, había alcanzado una difusión extraordinaria 3.

1 De semejante amenaza queda excluido el profeta. Cfr. TILLICH, P.:


Das Damonische. Ein Beitrag zur Sinndeutung de/' Geschichte, en «Ge-
sammelte Werke», VI, Stuttgart, 1963, 42.
2 TERESA DE JESÚS: Libro de la Vida, en «Obras Completas», Ma-
drid, EDE, 19843 , 210. En los escritos teresianos aparece bastantes veces
la figura del demonio, que si al principio pudo infundirle miedo y espan-
to, también fue objeto de risa y burla. Cfr. LEPEE, M.: Sainte Thérese
de lésus et le démon, en VARIOS: «Satan», Les Etudes Carmelitaines,
Paris, 1948, 98-103.
3 Recuérdese que El Martillo de Brujas (Malleus maleficarum), obra
de los inquisidores Jacobus Sprenger y Henri Institoris, salió de la im-
REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 44 (1985), 187-209.
JESÚS GARCfA ROJO

obra cumplió su objetivo, o, por el con-


~;:jil!!f'á:A""irrc:enitiVia:r aún más el pánico y la sospecha
acosos del demonio. En tales circuns-
}""',,,,..,,,,,ii<!t,,,,
de Santa Teresa es doblemente significativo
itlterrogarse: ¿reírse tranquilamente del demonio o
la guerra preparándole alguna emboscada?

IMPOSIBLES o LA VUELTA DEL DEMONIO

,Los encargados de confeccionar el número que la revista


Concilium dedicó al tema de «Satán y los demonios» no tenían
reparos en reconocer que en nuestra época se da «una vivencia
renovada del satanismo» 4. Acaso semejante afirmación hubiera
pasado desapercibida si otras no hubieran insistido en el mismo
hecho; lo cual prueba que en modo alguno se trata de una com-
probación aislada. El interés por los temas del demonio ha cono-
cido, sobre todo en Norteamérica, un auge extraordinario, tradu-
cido muchas veces en un culto organizado a Satán 5. En un ar-
tículo muy documentado B. Borchert da cuenta detallada de «la
segunda venida de Satanás», que poco ° nada tiene que envidiar
a aquella primera que alcanzó su cénit en la Edad Media. Aho-
ra no se pregona, como entonces, la lucha contra un ser personal
malvado que se interfiere en la vida de los hombres; ahora, en
la segunda venida de Satanás, se exalta la bestia y su poder, os-
tensiblemente manifiesto en los infortunios que azotan nuestra
sociedad 6. En un reportaje del mes de junio de 1972 el sema-
nario Times aseguraba que el satanismo actual es un producto

prenta en 1487, consiguiendo pronto varias reediciones. Sus autores tie-


nen por cierta la intervención del demonio en nuestro mundo y a fin
de contrarrestar su influjo arbitran los medios oportunos que ayuden a
la caza de brujas. Cfr. GEREST, C.: El demonio y los cazadores de
brujas, en «Concilium», 103 (1975), 370-390.
4 SCHILLEBEECKX, E.-VAN IERSEL, B.: Presentación, en «Concilium»,
103 (1975), 317.
s Sin precisiones semántico-filológicas usaremos indistintamente los
términos: Satán (o Satanás), diablo, demonio, maligno.
6 Quien esto escribe se acuerda muy bien de aquel sacerdote que
en su homilía dominical, acaso percatándose del escepticismo de sus
oyentes por 10 que a la existencia del demonio se refiere, no dudó en
atribuir los desastres de la segunda guerra mundial al diablo.
Por su parte, Tillich aprueba que el capitalismo y el nacionalismo
son demonios del presente (cfr. TILLICH, P.: O. c., 69-71).
EL DIABLO, REFLEXIÓN TEOLÓGICA 189

de la sociedad burguesa: al diablo se le adora tanto como se le


teme, y de día en día son más los que engrosan las filas de «la
iglesia de Satanás» 7. Dos años más tarde la revista española He-
chas y Dichos sobre una máscara grotesca hacía destacar en por-
tada el siguiente rótulo: A vueltas can el diabla 8. Con un epí-
grafe muy similar, la nada reaccionaria revista alemana Stern
dedicaba en 1974 una colaboración al tema del demonio bajo el
título: ¡Vuelve el diabla!
¿Pero -se preguntarán, perplejos, algunos- no habíamos
desterrado para siempre al diablo con todas sus huestes? ¿No
nos ha dicho la ciencia moderna que las representaciones dia-
bólicas son fantasías infantiles e imaginaciones de un pasado,
opaco a la luz de la ciencia? Citando a Baudelaire, advierten
varios teólogos que la más sutil artimaña del demonio consiste
en negar su existencia: desaparecer de la escena, como si no
existiera, entrampando de esta manera, mucho más refinada, a
los que se tienen por más osados y perspicaces. Cabe entonces
preguntarse: ¿El nuevo resurgir del tema del demonio es acaso
la inevitable consecuencia de los vanos esfuerzos anteriormen-
te emprendidos, y cuyo objeto era eliminar del mapa a Sa-
tanás?
Años atrás la prensa mundial se hacía eco del asesinato co-
metido en la persona de Sharon Tate por el grupo de Charles
Manson, «rey de los ángeles del mundo subterráneo» según con-
fesión propia, revestido con un poder satánico que inducía a sus
seguidores, «endemoniados», a realizar acciones perversas acom-
pañadas de un ceremonial cúltico. Evidentemente, la muerte de
Sharon Tate no fue el único acto violento -aunque tal vez fue-
se el más sonado-; así como el patrocinio y veneración de
Satán no es exclusivo del grupo de Charles Manson. Otros gru-
pos -afincados en Inglaterra, Alemania, Suiza ... - se colocan

7 En su breve estudio, Bochert hace un repaso del fenómeno satá-


nico y alude a la rápida expansión y simpatía que lo acreditan en algu-
nos medios. Cfr. BOCHERT, B.: La segunda venida de Satanás, en «Con-
cilium», 103 (1975), 451-458.
8 En páginas interiores comenta J. J. Alemany el impacto produci-
do por el film El Exorcista. El récord de taquilla alcanzado podría su-
gerir que el hombre actual necesita del diablo. Cfr. ALEMANY, J. J.:
A vueltas con el diablo, en «Hechos y Dichos», 456 (1974), 41-44.
JESÚS GARCÍA ROJO

de Satán y llevan a cabo, no faltos del ritual co-


extrañas y desconcertantes acciones 9.
,.' .. '.'~1rl meternos por ahora a dilucidar hasta dónde llegan los
dominios del demonio -si es que los tiene-, el tema preocu-
pa también a los teólogos. Como botón de muestra bastaría citar
las declaraciones que el año pasado el cardenal Ratzinger con-
cedía a la revista italiana Jesus, donde recordaba que «el diablo
es para la fe cristiana una presencia misteriosa pero real, per-
sonal, no simbólica» 10. Por su parte, en agosto de 1976 el obis-
po de Würzburg, saliendo al paso de falseamientos y tergiver-
saciones con motivo de los sucesos de Klingenberg, hacía una
llamada a la discreción a fin de no confundir el contenido de la
fe con el miedo incontrolado al demonio; y juzga como poco
concorde con el espíritu del Nuevo Testamento y con la tradi-
ción de la Iglesia aquella postura, rígida en exceso, que sin la
requerida cautela se cree autorizada para catalogar la naturaleza
y comportamiento de los demonios 11. De todos modos, quien,
dentro de la teología, ha suscitado con mayor vehemencia la
discusión sobre el demonio ha sido H. Haag, profesor de la Uni-
versidad de Tubinga. En 1969 entregaba a la imprenta un breve
escrito en el que ya adelantaba la que habría de ser su tesis,
expuesta con mayor rigor y profundidad en un libro preparado
en colaboración y publicado en 1974 12. La conclusión a la que
llega Haag es que «los enunciados del Nuevo Testamento sobre
Satán no forman parte de la sustancia permanente del mensaje,
sino únicamente de la idea del mundo propia de la Biblia, que
no puede tener vigencia permanente» 13. Porque -al entender
de Haag- la doctrina sobre el demonio no es tema central del
mensaje evangélico ni se propone como doctrina segura y obli-

9 Para más detalles sobre el satanismo moderno cfr. HAAG, H.: El


diablo. Su existencia como problema, Barcelona, 1978, 415-422.
10 MESSORI, V.: Esclusivo: Vittorio Messori a colloquio con il car-
dinal. «Ecco perché la tede e in crisi», en «Jesus», nov. (1984), 71.
11 Cfr. COURTH, F.: Der Teufel als der oder das Bose, en «Trier
TheoI. Zeitschrift» (1979), 289-290.
12 Las obras de HAAG a las que nos referimos son: Abschied vom
Teufel (trad. esp. = El diablo, un fantasma), Einsiedeln, 1969, y Teu-
felsglaube (trad. esp. = El diablo. Su existencia como problema), Tü-
bingen, 1974, a las que hay que sumar VA/' dem Bosen ratlos?, Mün-
chen/Zürich, 1978.
13 HAAG, H.: El diablo, un fantasma ... , 53.
EL DIABLO, REFLEXIÓN TEOLÓGICA 191

gatoría, «puede decirse que la creencia en el diablo es un ana-


cronismo» 14, No es preciso ser muy agudo para adivinar que
afirmaciones de este calibre iban a provocar polémicas reaccio-
nes, como así sucedió. Excede los márgenes de este trabajo re-
señar las réplicas y contl'arréplicas que ha merecido la obra de
Haag 15. Bástenos con citar el testimonio de G. COl1cetti, quien,

14 HAAG, H.: El diablo. Su existencia ... , 322.


IS La siguiente referencia bibliográfica puede dmnos una idea de la
atención que el tema ha merecido últimamente: ALEMANY, J. J.: ¿Fe en
el diablo?, en «Razón y Fe», 926 (1975) ,239-250; BArc, F.: La chiesa
di Satana negli Stati Unití, en «Rassegna di Teologia», 4 (1975), 342-
353; BALDUCCI, C.: La possessione diabolica, en «Rassegna di Teologia»,
5 (1975), 431-441; BERTRAND, D.: Satan 1976, en «Christus», 92 (1976),
408-421; COURTH, F.: Del' Teutel als del' oder das Bose, en «Trie!' Theol.
Zeitschrift» (1981), 271-291; DARLAP, A.: Demonios, en «Sacramentum
Mundi», 2, Barcelona, 1972, 143-150; DATTIER, F.: O Misterio do Sata-
nás. Diabo e Interno na Biblia e na literatura universal, Sao Paulo, 1977;
DUQuoc, Ch.: Salan: symbole ou réalité, en «Lum Vie», 78 (1966), 99-
105; FLICK, M.: Riflessioni su Satana, en «Rassegna di Teologia», 1
(1979), 58-65; GONZÁLEZ, G.: Dios y el diablo. Superación cristiana del
dualismo, en «Ciencia Tomista», 339 (1977), 279-301; GRÜN, A.: Del'
Umgang mit dem Bosen, Münste!'schwarzach, 1980; KASPER, W.-LEH-
MANN, K. (Hrsg): Teutel. Diimonen. Besesenheit. Zur Wirklichkeit des
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volo, demonio Spunti per una riflessione teologico-pastorale, en «Sale-
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selon les peres apostoliques, en «Eglise et Théologie», 2 (1981), 195-222;
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disciplinan>, 1, Salamanca, 1982, 413-430; MASLOWSKI, P.: Das theologis-
che Untier. Das sogenannte Teutel und seine Geschichte, 1978; NIGG, W.:
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que pensar, en «Teología y Vida», 3 (1983), 181-200; OZAETA, J. M.:
La doctrina de Inocencia III sobre el demonio, en «La Ciudad de Dios»,
3 (1979), 319-336; QUAY, P. M.: Angels and Demons: The Theaching
01 IV Lateran, en «Theological Studies», 1 (1981), 20-45; RAHNER, K.:
Diablo, en «Sacramentum Mundi», 2, Barcelona, 1972, 248-254; RATZIN-
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walten im Glauben del' Kirche, en <<Theologische Akademie>}, 8 (1971),
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VARIOS: Demonios y Exorcismos: ¿Símbolo o realidad?, en «Biblia y
Fe» (1976),3-104; VARIOS: Satán, los demonios y el satanismo, en «Con-
cilium», 103 (1975), 317-458; VARIOS: Satana, en «Sacra Doctrina», 72
(1973), 565-689; VARIOS: en «Internationale Katholische Zeitschrift>), 3
(1979), 193-250; ZARINGER, D.: Los demonios, en «Mysterium Salutis>},
11/2, Madrid, 1969, 1097-1119; ZENGLER, E.: Kein Bedarl jür den Teufel?,
192 TESÚS GARCÍA ROTO

sin dudarlo, sale en defensa de la existencia del diablo argumen-


tando que el cristianismo es un todo unitario, y si se prescinde
de la existencia del demonio se viene abajo uno de los pilares
de la fe cristiana 16.
Ante el surgimiento o reaparición de cualquier fenómeno son
diversas y hasta dispares las hipótesis o teorías que se aventu-
ran en orden a clarificar la presencia de la nueva realidad. Este
principio se mantiene también en el caso del demonio: no es
sólo el hecho de la vuelta o presencia del demonio en nuestra
sociedad, es sobre todo esa presencia, en algunos sectores desea-
da, 10 que obliga a un replanteamiento de las motivaciones que
subyacen en tal actitud,
Cabria pensar que con la llegada de la técnica quedaría de-
finitivamente desbaratado el influjo del diablo, y que en cual-
quier intento de ataque saldría muy mal parado. Y, sin embar-
go ... , ¿será que como viejo, pícaro y astuto, el diablo le tiene
ganada la batalla también a la ciencia? Lo cierto es que para
malhumoramiento de unos y fruición de otros, el demonio y sus
travesuras sigue siendo tema de actualidad 17. No faltan quienes
piensan que la presencia del demonio en nuestra sociedad tec-
nificada es una protesta contra la penuria de experiencias pri-
marias, un movimiento de rebeldía contra el encajonamiento ato-
sigador y falto de iniciativa de la vida moderna. Según otros, el
florecimiento actual del demonismo obedece a un mecanismo de
defensa, que combate las instituciones heredadas del pasado por

en «Herder Korrespondenz», 27 (1973), 128-131; ZIEGENAUS, A.: Wir-


klichkeit und Wirkweise des Bosen, en «Münchener Theologische Zeit-
schrift» (1981), 271-291.
16 <<Tutto nel cristíanesimo e collegato, e armonizzato. Se si rifiuta
uno solo dei pilastri (e l'esistenza del diavolo con la sua attivita e uno
di questí) necessariamente crollano anche le altre partí strutturali» (CON-
CETTI, G.: Reazioni, en «L'Oservatore Romano», 17 de diciembre de
1972, p. 5).
17 Cfr. MAGER, A,: Satan de nos ;ours, en VARIOS: «Satan», Les Etu-

des Carmelitaines, Paris, 1948, 635-643; MAGNY, C. Ed.: La part du


diable dans la littérature contemporaine, en V ARIOS: «Satan» ... , 573-606.
Mucho más reciente, CREUSOT, C.: Le Malin, pl'ince de ce monde. Pré-
sence de Satan dans la vie quotidienne, Paris, 1984; SOUVIRÓN, J. M.:
El príncipe de este siglo. La literatura moderna y el demonio, Madrid,
1968; VARIOS: Exorcistas y exorcismos. El diablo en el cine moderno,
Barcelona, 1975.
EL DIABLO, REFLEXIÓN TEOLÓGICA 193

considerarlas corruptas, Sea cual fuere el origen y explicación


de la revalidación de la figura del demonio, a nosotros en este
momento sólo nos interesa hacer constancia del hecho.

II. ¿LUCHA DE DIOSES Y DEMONIOS?

Tanto o más que en épocas pasadas, y a pesar de todas las


conquistas apuntadas a su favor, el hombre moderno continúa
bajo control de fuerzas irracionales, que en el momento menos
pensado pueden arrebatarle los anhelados sorbos -si es que ha
comenzado a disfrutar de ellos- de una felicidad a duras penas
conseguida. El hombre de hoy, como el hombre de todos los
tiempos, sueña y suspira por una felicidad que a menudo se es-
capa de las manos aun antes de tocarla. Y esta es la gran tra-
gedia del hombre, que 10 tortura hasta la desesperación y la lo-
cura: la vida es un fruto engañoso porque dentro de sí esconde
el sufrimiento, la angustia y la muerte. Y si acaso, armado de un
ejemplar estoicismo, el hombre hace frente a las contradicciones
que provienen de su misma condición existencial, le resultará
imposible ser ajeno al drama que ininterrumpidamente se re-
presenta en el escenario de la historia universal: guerras horri-
bles, injustificables genocidios, muerte de inocentes, masacres
colectivas, pavorosas catástrofes, etc., etc. Sólo quien viviera
fuera de la historia -yen ese caso ya no sería hombre- podría
sorprender nuestro oído diciendo que jamás tuvo noticias de
cosas tan espantosas. El hombre histórico y concreto que somos
cada uno de nosotros se halla expuesto de mil maneras diferen-
tes a la negatividad de la vida. Quiéralo o no, se encuentra in-
merso en un mundo donde suceden cosas inexplicables y poco
lógicas que hieren la sensibilidad y turban la paz del corazón;
desagradables sucesos que disparan la mente en busca de una
respuesta al origen del mal, que tan nefastamente enturbia la
existencia.
El problema -decimos- no es nuevo ni exclusivo de la
modernidad, si bien puede ser que se le hayan añadido o acen-
tuado algunos elementos, débilmente recogidos en el pasado. Se
ha dicho que el arte moderno refleja el desgarramiento tan tre-
mendo que caracteriza al hombre del siglo xx. La simetría y
exacta proporcionalidad de las figuras deja paso a un conjunto
194 JESÚS GARcíA ROJO

en el que los contornos de las líneas divisorias se difuminan en


favol' de un amalgamiento, confuso a primera vista, a cuyo servi-
cio se pone la mezcla de colores y la indeterminación de las for-
mas lB. Esta sería una nueva manera de expresar la vivencia
humana, en la que junto a los elementos religiosos es posible
columbrar elementos diabólicos. Es la lucha, sentida en el pro-
pio interior del hombre, a la que alude la historia de todas las
religiones, entre las fuerzas del bien (eros y vida) y aquellas
otras, no menos poderosas fuerzas que obstaculizan y muchas
veces vencen a las primeras (destrucción y muerte).

Dualismo

En su afán por aclarar la causa del mal en el mundo, un


buen número de religiones nos remiten a los lejanos orígenes en
los que reconocen dos principios, uno bueno y otro malo, de los
que derivan la bondad y maldad de todas las cosas. Es la pos-
tura dualista que conviene en admitir junto al dios creador, esen-
cialmente bueno, otro agente destructor, dios o demonio, que
por todos los medios esparce la semilla del mal inspirando ma-
los deseos a los hombres. Aparentemente quedaba así resuelta
la cuestión del origen del mal: el demonio, o comoquiera que
se llame ese ser con atribuciones demoníacas, padre de la men-
tira, envenena y corrompe cuanto de bueno hay en la creación.
Las embarazosas preguntas sobre el origen del demonio se pue-
den esquivar respondiendo que el demonio existe desde tiempo
inmemorial; nadie puede testificar de su nacimiento, lo que
prueba que su existencia está por encima de cualquier límite o
cómputo temporal. Esta es la visión dualista que con su varie-
dad de formas defiende la coexistencia desde el principio de dios
y del demonio 19.

18 Valga por muchos El Guernica de P. Picasso.


19 Aunque se advierten rasgos dualistas en las viejas culturas mesopo-
támicas, Persia es lugar de origen de un dualismo bien marcado: A toda
buena obra creadora de Ahura Mazda contrapone Angra Manyu una
creación mala. El influjo de las doctrinas persas es innegable en movi-
mientos dualistas posteriores: maniqueísmo, catarismo, valdenses, etc.
EL DIABLO, REFLEXIÓN TEOLÓGICA 195

Monismo

En el polo opuesto del dualismo están aquellos que niegan


la existencia fontal de dos principios, contrarios en sí mismos,
origen casi a partes iguales de todas las cosas. El monismo, con
matices varios, postula la existencia creadora de un ser podero-
so y absoluto, perfecto e incontaminado en sí mismo. Lo trágico
y negro de la existencia es sólo como una sombra, un lastre pa-
sajero que se desvanecerá cuando irrumpa en todo su esplendO!'
la fuerza transformadora de aquella luz original momentánea-
mente retenida, que cuando se revele inundará de paz todas las
cosas. La provisionalidad y negatividad de la existencia sólo hay
que tomarla en serio como proceso purificatorio que lleva a va-
ciarse y entrar «místicamente» en el Todo. Es el camino de des-
pojo y anonadamiento total que a través de la negación conduce
a la plena identificación con el Ser que todo lo envuelve 20.

Paul Tillich

Desde la ontología aborda Tillich el tema del demonio. De la


finitud y ambigüedad de la existencia emerge la angustia, expre-
sión de la amenaza del no-ser. Es la «conmoción ontológica»,
que pone de manifiesto los límites y fragilidad de cuanto existe.
Nada de cuanto nos rodea tiene consistencia permanente y du-
radera ni puede reclamar para sí ser fundamento de la realidad.
Según esto, demoníaco precisamente «es la elevación de algo
condicional a una significación incondicional» 21. Tillich tiene
muy claro el carácter caduco, evanescente y condicionado de la
existencia, insostenible por sí misma. Ahora bien, una existen-
cia infundada sería absurda, por 10 cual es metafísicamente ne-
cesario hallar un Ser que siendo fondo y garantía de cuanto
existe no esté condicionado por nada. Este Ser, para quien Til-
lich reserva la palabra de «Incondicional», es la clave y expli-

20 De modo global, los movimientos religiosos de Oriente quedarían


encuadrados dentro de este apartado: buscan la re-unificación e identi-
ficación primordial que ponga fin a la avasalladora dispersión que des-
troza la existencia. El gnosticismo, por medio de la iluminación-sabidu-
ría, postula también la vuelta y encuentro con el Ser, uno y singular de
quien todo procede.
21 TILLICH, -P.: Teología Sistemática, J, Esplugues de Llobregat, 1972,

185.
196 JESÚS GARCÍA ROJO

cación última de una realidad efímera y cambiante. Se compren-


de entonces que cualquier intento de manejo o soborno de aque-
llo que en sí mismo es incondicional encierra en su seno un
componente demoníaco. Y aunque Tillich concede gran impor-
tancia al carácter dialéctico del Ser (lo cual significa tomar en
serio las aportaciones del no-ser), entiende que el Ser-en-sÍ no
está sujeto a las vicisitudes de todo 10 que es finito y condicio-
nado. Este Ser, ontológicamente postulado, es Dios 22. Ahora
bien, de Dios sólo podemos hablar simbólicamente, de otro
modo objetivamos y desvirtuamos su realidad privándole de su
carácter incondicional 23. Siempre que se niega a Dios como
abismo y fondo del ser -y aquí caben muchas variaciones, más
veladas unas que otras- entran en acción las fuerzas demonía-
cas, cuyo cometido más directo y palpable es socavar el fun-
damento de la existencia y destruir la obra de la creación. Con
10 demoníaco se rompe la unidad de las cosas -aquella unidad
que halla su raíz en lo Incondicional- y se inicia el camino
hacia la desintegración 24, Es por eso que en la salvación que
predican las religiones no se da por desaparecido totalmente el
elemento demoníaco, habiendo de contar posiblemente siempre
con él. Y es que su existencia es presupuesto para la aparición
de aquéllas. No obstante -y de esto dan prueba todas las re-
ligiones-, la desconfianza en Dios como Ser Incondicional es
10 que motiva el resurgimiento del demonio como poder aterra-
dor y aniquilador 25.

22 Cfr. Ibid., 204-274.


23 Apela Tillich a «un Dios por encima del Dios del teísmo». Cfr.
TILLICH, P.: Der Mut zum Sein, en «Gesammelte Werke», XI, Frank-
fmt a.M., 19823 , 134-139.
24 «Damonische ist das Auseinander in del' Existenz» (TILLICH, P.:
Das Diimonische ... , 47). Y un poco más adelante: «Damonie ist gestalt-
widriges Hervorbrechen des schopferischen Grundes in den Dingen»
(Ibid., 47). Cuando lo demoníaco se adueña de la persona oscurece su
relación con lo Incondicional y ocasiona un desmoronamiento interior.
y es que por definición lo demoníaco es justamente lo contrario a cuan-
to de bueno hay en la creación. «Die Wirklichkeit des Damonischen ist
gebunden an die Wirklichkeit des Wesenswidrigen» (Ibid., 53).
25 «Darum ist del' christliche Humanismus grundsatzlich frei van der
Damonenfurch» (TILLICH, P.: [(irche und Humanistische Gesellschaft,
en «Gesammelte Werke», IX, Stuttgart, 1967, 51). Esto significa que el
hechizo del demonio ha quedado roto y, sujeto él mismo a un poder
incondicional, no puede ya malograr la unidad del Ser-Sentido.
EL DIABLO, REFLEXIÓN TEOLÓGICA 197

Herbert Haag

En su análisis por esclarecer cuál es el origen del mal, estima


Haag que el hombre, y sólo él, es responsable del bien o del
mal obrar. La liturgia, por el contrario, ha repetido cantidad de
veces que el mal proviene del diablo -que seduce e incita al
hombre-, sin haber entrado a fondo en la cuestión o a lo sumo
echando mano de narraciones mitológicas de dudosa credibili-
dad. La inclinación al mal es congénita a la naturaleza humana,
de quien no hay que extrañarse que sea tentada. Y es que, ade-
más, sólo de esta manera no se hace agravio a la libertad del
hombre, que sería flatus vocis si no se correspondiera con la
posibilidad de optar personalmente escogiendo entre el bien y
el mal. En su apoyo aduce Haag aquellos textos evangélicos se-
gún los cuales Jesús declara que el mal brota del corazón huma-
no (cfr. Mc 7,14-23 y par.). Y el lector del Nuevo Testamento
no debiera asustarse de que la figura del demonio aparezca con
relativa frecuencia. El escritor sagrado, aunque escriba bajo la
inspiración del Espíritu, sigue siendo un sujeto históricamente
condicionado por las concepciones de su tiempo. Labor propia
del exegeta será analizar pacientemente los textos bíblicos a fin
de distinguir entre el contenido y la forma de los mismos, entre
aquello que pertenece a la sustancia del Evangelio y aquello otro
que es ropaje cultural 26. En opinión de Haag, la creencia judía
en los demonios no fue más que un episodio; y 10 lamentable
del caso es que el cristianismo haya hecho de la doctrina sobre
el demonio tema central de la predicación, convirtiendo la bue-
na nueva en un mensaje terrorífico 27. Recurrir al diablo para
explicar la existencia del mal en el mundo, además de innece-
sario, es improcedente, ya que falsea la misma realidad. Y nada

Cfr. HAAG, H.: El diablo. Su existencia ... , 197-319.


26

Cfr. HAAG, H.: El diablo, un fantasma ... , 43-56. Jesús, que por en-
27
cima de todo trae un mensaje de confianza en un Dios misericordioso,
no es resoluto adalid en una supuesta batalla contra el demonio y todos
sus ejércitos, tema éste muy socorrido en el arte y en la literatura reli-
giosa. Jesús no entiende su actividad como una lucha contra Satán, sino
como un anuncio de amor salvador. Lo cual induce a pensar que la fe
en el diablo «es algo profundamente pagano y anticristiano» (HAAG, H.:
El diablo. Su existencia ... , 423).
I
198 TESÚS GARCÍA ROTo

pierde la fe ni se trastoca el mensaje del Evangelio -que más


bien recuperaría un rostro más jubiloso de Buena Noticia- si
renuncia a la fe en el diablo 28.

III. MONOTEíSMO y FE CRISTIANA

La creencia en los demonios es, al parecer, común a todos


los pueblos primitivos. Un rápido repaso por la historia de las
religiones sería suficiente para cerciorarnos del influjo del de-
monio en la vida y cultura antiguas.

Monoteísmo contra demonismo


Nos interesa de modo particular fijar nuestra atención en el
judaísmo y comprobar, ya de entrada, que frente a los demo-
nios adopta una postura sumamente sobria, 10 cual no deja de
ser sintomático, sobre todo si se tiene en cuenta que los pueblos
circunvecinos son muy proclives a transferir a las fuerzas del
mal inexplicables sucesos de la naturaleza. La fe israelita es ex-
traordinariamente parca en afirmaciones de este tipo, y algunas
referencias que como residuos ambientales han pasado a la Bi-
blia no alteran la firme convicción de que Yahvé-Dios es el úni-
co Señor de la historia a quien están sometidos todos los ava-
tares; y para el israelita es absolutamente impensable que el
poder de Dios pueda quedar oscurecido en ningún punto 29.
A 10 largo de la historia Dios ha dado pruebas más que evi-
dentes de su obrar prodigioso, sin que obstáculo alguno haya
impedido o paralizado su querer salvífico. Esta es la fe que pro-
fesa el pueblo de Israel: una fe incondicional que exige plena
confianza en Dios, quien misteriosa pero realmente se hace pre-
sente en la historia. Exultante, el israelita canta el poder de

28 Cfr. HAAG, H.: El diablo. Su existencia ... , 423-425.


29 De forma poco sobresaliente se menciona a los demonios del de-
sierto y de la noche (Lev 17,7; Is 13,21; 34,12-14), así como a los de-
monios de la enfermedad (Job 6,4; 19,12; 25,3ss.); y, dentro del ritual
de la expiación, se habla en el cap. 16 del Levítico de Azazel (cfr. CAÑE-
LLAS, G.: La demonología en el Antiguo Testamento, en «Biblia y Fe»
(1976), 21-35; LIMBECK, M.: La noción bíblica del diablo y los demo-
nios, en «Concilium», 103 (1975), 343-358; SCHARF, R.: La figura de Sa-
tanás en el Antiguo Testamento, en JUNG, C. G.: «Simbología del espí-
ritu», México, 1981, 111-225.
EL DIABLO, REFLEXIÓN TEOLÓGICA 199

Dios, puesto de manifiesto en los acontecimientos que de forma


decisiva marcaron la vida del pueblo (liberación de la esclavitud
de Egipto, peregrinación por el desierto, conquista de la tierra
prometida, vuelta del destierro ... ). El pecado mayor del pueblo,
duramente fustigado por los profetas, fue dar las espaldas a
Dios, volviéndose a los ídolos. Según la palabra profética, los
ídolos son seres inanimados, hechura humana, que no merecen
adoración 30. No fue ésta, sin embargo, una lección bien apren-
dida; fueron necesarios años de cautiverio entre paganos para
que la fe en Dios fuera acrisolándose. Lejos de su patria, y des-
de la comprobación de que los ídolos son nada y vacío, confiesa
Israel otra vez a Yahvé-Dios como único Dios y Señor, Sin duda
tuvo que ser esta una experiencia profunda. Está por medio la
convicción de que la presencia de su Dios, exclusiva y absoluta,
no tolera a su lado insinuación alguna que pudiera dar a enten-
der la existencia de otros seres equiparables a El. Desde la tem-
prana edad el israelita aprende a amar a Dios «con todo el ser»,
lo que significa que nada ni nadie debe distraer su mente y su
corazón del que figura como primer mandamiento de su credo
religioso.
Si, pues, la fe monoteísta de Israel, centrada en Dios como
origen de todas las cosas, desautoriza burlonamente la presunta
existencia de otros dioses (= tienen ojos y no ven, oídos y no
oyen ... ), sólo remisamente hace referencia al demonio y, desde
luego, nunca para colocarlo al mismo nivel que su creencia
en Dios. Es ya de por sí muy elocuente el número tan escaso
de pasajes alusivos al tema 31. Es este un dato que no puede ser
pasado por alto. Aunque sea dando salto muy grande, Pablo,
previniendo a la comunidad de Corinto contra los ídolos (1 COl'
8,1-6), les insta a que no tengan comunión con los demonios
(1 COI' 10,14-22). Dejando para los especialistas la aclaración

30 Para los profetas el cuIto a los ídolos sólo merece gestos (1 Re


18,20ss.) y palabras reprobatorios (ls 40,12-31; Jer 3,6-13; 7,1-34; 10,1-16;
Ez 6,1-14; 14,1-11. .. ). A la sublime grandeza de Dios contrapone el sal-
mista la inanidad de los ídolos (Sal 115).
31 La figura de Satán aparece por vez primera en Zac 3,1ss., al que
sigue Job 1,6ss. (idéntico en 2,1ss.), 1 Cro 21,1. En un contexto comple-
tamente diferente se dice que «por envidia del diablo entró la muerte
en el mundo» (Sab 2,24). Dada la peculiaridad del libro, según la exé-
gesis más moderna sería desacertado invocar dicho texto como prueba
ele la existencia del demonio.
200 JESÚS GARcíA ROJO

de la posible identificación de ídolos y demonios, ateniéndonos


al texto, aparece como mensaje indiscutible la reafirmación de
la absoluta soberanía de Dios, a cuya luz quedan desacredita-
dos la idolatría y la demonología. A diferencia de los gentiles,
el creyente ya no vive pendiente de los ídolos ni de los demo-
nios. Ha roto sencillamente con ellos de acuerdo con la más
pura tradición monoteísta 32.
La respuesta del monoteísmo judío al tema que nos ocupa
fue bastante clara. Y, sin quitarle fuerza a dicha afirmación,
hay que señalar que cuando arreciaron los contratiempos se hizo
dura y enojosa una confesión de fe que no ofrecía salida alguna
a la difícil situación que se atravesaba. Ante lo que parece ser
prosperidad del malvado, el salmista expone quejosamente su
angustia a Dios: «Meditaba yo para entenderlo pero me resul-
taba muy difícil» (Sal 72,16). No es posible retraerse ante la
suerte desdichada del inocente; y si el israelita piadoso logra
disipar sus dudas «entrando en el misterio de Dios» (Sal 72,17),
en algunos casos el autor sagrado se ve en la necesidad de recu-
rrir a la figura del demonio para explicar -sin lesionar la bon-
dad de Dios- la aparición del mal-pecado.
La intención exculpatoria de los textos bíblicos, anterior-
men citados, alusivos al demonio se hace todavía más visible si
se compara 1 Sam 24,1ss. con 1 eran 21,lss., que sustituye «la
ira de Dios» por «Satán». Aquí, como en general en los demás
casos, se presenta al diablo como inspirador de acciones que
conducen a la muerte. Es justamente lo contrario al Dios que
salva y devuelve la vida. Con unos rasgos algo más perfilados,
en el prólogo del libro de Job aparece como inspector y acusa-
dor que provoca la ruina de éste. Y, sin embargo, no deja de
llamar la atención que Job se crea herido por Dios y contra él
levante su protesta, porque, a decir verdad, sólo él es el autor
de todos sus males y desgracias. Por lo cual se preguntan algu-
nos escrituristas: ¿Es la figura del diablo, particularmente en el
libro de Job, algo más que una solución de emergencia, traída

32 Sirviéndose de un vocablo helénico se identifica a los dioses pa-


ganos con los «daimones» (cfr. SÁNCHEZ, S.: Los «Daimones» del mundo
helénico, en «Biblia y Fe» (1976), 47-59; RAURELL, F.: Angeologia e
Demonología en [s-LXX, en «Revista Catalana de Teología», 2 (1977),
1-29).
EL DIABLO, REFLEXIÓN TEOLÓGICA 201

sólo circunstancialmente, pero sin que nunca cobrara un peso


específico, obligándole a permanecer como elemento decorativo
de la narración?
Una lectura atenta del Antiguo Testamento lleva a la con-
clusión de que el demonio no es, de ninguna manera, tema cen-
tral de sus páginas, y que las contadas veces que aparece, más
que un concepto teológico, es un recurso pedagógico para sal-
vaguardar la fe en un Dios sumamente bueno y poderoso, a
quien, por otra parte, sería blasfemo culpar elel mal que aflige
a los hombres. Sin hacer averiguaciones sobre su origen (su hi-
potético planteamiento hubiera sido un problema nada fácil de
resolver), y tomándolo, por consiguiente, prestado de los pue
blos vecInos, se introduce un par de veces la figura del demonio
como contrario a Dios y agente del mal. para solventar lo que
parece irreconciliable: bondad de Dios-corrupción de la crea-
ción.

Fe, encuentro personal con Jesús


La discreta y poco ruidosa presencia del demonio en el An-
tiguo Testamento contrasta con la riqueza de detalles que sobre
el mismo proporciona el Nuevo. A las escasas referencias vetero-
testamentarais sucede ahora una gran cantidad de pasajes en los
que se dibuja y tipifica la acción del maligno. Y, con todo, hay
que apresurarse rápidamente a decir que no es intención primera
del Nuevo Testamento comunicarnos doctrina alguna demono-
lógica, y que, por tanto, tergiversaría el sentido del Evangelio
quien le presentara como una lucha o enfrentamiento entre Je-
sús y el demonio. Por eso habrá que repetir, cuantas veces sea
necesario, que el Evangelio, como buena noticia, es anuncio go-
zoso del designio salvador de Dios a los hombres. Esto -nadie
lo niega- implica la remoción de todo aquello que se opone a
ese plan salvador de Dios. «Convertíos y creed el Evangelio» es
no sólo el lema inaugural de la predicación de Jesús; es más
bien la constante que se mantiene invariable en toda su labor
evangelizadora: sin fe resulta imposible comprender ni aceptar
las obras o signos que realiza; y la mayor oposición la encuen-
tra en aquellos que se resisten a creer en su palabra.
Si, sobre todo para los sinópticos (sirviéndose de las repre-
sentaciones propias de su época), Satanás es seductor e induce
202 JESÚS GARCÍA ROJO

a los hombres a la apostasía, también es verdad que cuidan muy


mucho de decirnos que su poder ha sido quebrantado por Je-
sús, quien liberando a los hombres del yugo opresor del maligno
funda la comunidad de creyentes, reunida para escuchar su pa-
labra. Esto es verdaderamente importante. Y si los autores del
Nuevo Testamento no dudan de la actuación de Satanás, su po-
der decrece hasta desaparecer en la medida en que se desarrolla
la vida de fe. Por lo cual no tiene nada de extraño que frecuen-
temente la posesión diabólica se corresponda con la apostasía,
mientras que por la fe en Jesús el hombre se sienta liberado de
las ataduras tendidas por el diablo. Todo hace pensar que el in-
flujo y relieve de la figura de Satanás se torna insignificante
para quien por la fe ha conocido a Jesucristo. La fe es, ante Lodo
y sobre todo, encuentro personal con Jesús; pero cuando falla
la vida de fe el hombre queda inerme frente a las acechanzas
del demonio (cfr. Mt 16,22-23; Jn 13,2, etc.). Y precisamente
la predicación de Jesús topa a menudo con la faIta de fe. Remo-
viendo este obstáculo cambia la vida de muchos que estaban su-
jetos al poder de Satanás. «Basta con que creas» leemos repeti-
damente en el Evangelio. La fe funda la comunidad del Reino,
inaugurada por Jesús, y Satanás se hace sentir allí donde no
existe auténtica comunidad ni auténtica fe 33.
Ciñéndonos al significado etimológico original, dia-bolos in-
dica separación y ruptura; aquella ruptura que, según los auto-
res del Nuevo Testamento, lleva a cabo el tentador enemistando
a los hombres con Dios. El demonio aparece, destacadamente en
los escritos de Juan, como adversario de Jesús, empeñado en en-
torpecer su obra; como príncipe de este mundo y padre de la
mentira, usa de la astucia para ganarse adeptos que sigan sus
consignas. Jesús ha puesto de manifiesto sus embustes y trapi-
sondas desbaratando sus artes diabólicas; pero no sólo Jesús
ha triunfado sobre el poder del maligno: cnantos por la fe con-

33 Para los evangelistas y demás autores del Nuevo Testamento -sin


interpretar de forma unánime la existencia y actuación del diablo- el
núcleo de su anuncio es la fe en Jesús. Sin mucho esfuerzo se podría
reunir un buen número de textos en apoyo de esa idea. Sólo como mues-
tra queden los dos siguientes: «El testimonio de los profetas es unáni-
me: que los que creen en él, reciben por su nombre el perdón de los
pecados» (Hech 10,43); «Quien cree que Jesús es el Cristo ha nacido de
Dios» (1 Jn 5,1).
EL DIABLO, REFLEXIÓN TEOLÓGICA 203

fiesan que Jesús es el Cristo acceden a una comunión de vida


con Dios. Por consiguiente -y seguramente ésta sea la verda"
dera enseñanza del Nuevo Testamento-, a la labor destructora
y disgregadora del diablo se opone la tarea reconciliadora y de
reunificación emprendida por Jesús. y nunca se debe olvidar
-lo cual aparece recogido en los relatos de curaciones- que
la salvación del hombre acontece cuando cree en la palabra de
Jesús. Entonces se sueltan las ataduras que lo tenían amarrado,
cxperimentando el encuentro liberador consigo mismo mediante
1a acción benefactora de Jesús 34.
Pensamos que, ante todo, el Evangelio, como noticia de sal-
vación, muestra que al hombre dividido y angustiado Jesús le
trae la paz y la felicidad. Este es, por así decirlo, el meollo del
Evangelio que, aunque utilizando las categorías habituales del
tiempo y de la época hable repetidas veces del demonio, no pre-
tende sin embargo aleccionar ni adoctrinar al creyente sobre
punto tan secundario. Sería, pues, un grave error confundir el
mensaje neotestamentario con sus formas de expresión, éstas
siempre limitadas y expuestas a los cambios culturales. No ocu-
rre 10 mismo con el contenido, que permanece inalterable ante
cualquier coyuntura cambiante. Distinguir lo uno de lo otro es
fundamental en orden a clarificar las cosas.
Todavía repetiremos una vez más que el mensaje central de
Jesús no es persuadir a los hombres de la presencia y poder ele
Satanás, sino invitarles a que pongan su confianza en Dios, el
único que puede salvar: Dios obra la salvación (=re-unifica-
ción) en todos aquellos que confiesan a Jesús como su enviado
y Mesías. Según esto, los exorcismos y expulsión de demonios
ponen ele manifiesto que la acción salvadora de Dios llega a to-
dos. Y la verdad que nos transmiten tales relatos es el siguiente:
nada puede resistir al poder de Dios, comoquiera que se llama
esa fuerza hostil que estorba sus planes. Ahora bien, quienes

34 «El criterio que preside las palabras del Nuevo Testamento refe-
rente a los poderes demoníacos es la realidad de la basileia de Dios, re-
presentada por Jesús» ( ... ) «Bajo la llamada que representa el evangelio
de Jesucristo, el mundo ya no es el mundo antiguo lleno de demonios,
sino una 'nueva creación', pero sólo en la medida en que se acoja con
fe la promesa del evangelio y responda con prontitud a sus exigencias»
(KERTELGE, K.: Jesús, sus milagros y Satanás, en «Conciliul11», 103
[1975], 368).
GARcÍA ROTO

.....,.....".,'"' palabra y gesto de Jesús se colocan


porque orientan sus vi-
egoístas. El hombre acoge
el mensaje de Jesús cargando con sus con-
decisión plenamente humana, tomada en un
:f.\lI.~':J:l;'''lav'''''H personal.

IV. FE EN EL DEMONIO, ¿HERENCIA DEL PASADO?

El demonio y la ciencia

En 1969 publicaba P. Berger su obra A Rumor oi Angels.


Model'11 Society ancl the Rediscovery oi the Supematu/'al 35 , que
pronto alcanzaría un gran éxito editorial. Contrariamente a 10
que se airea por ahí, y basándose en la sociología, llega Berger
a la conclusión de que el hombre -también el de hoy, por más
materialista y arreligioso que parezca-, incapaz de conformar-
se con la inmediatez de 10 que tiene ante sus ojos, busca de mil
formas esas pistas o rastros que lo abran a la trascendencia.
y todos los intentos por sofocar esta noble y hasta connatural
aspiración humana han resultado fallidos; o violentando lo que
posiblemente sea disposición natural han prestado un pésimo
servicio al mismo hombre. No se puede, sin grave perjuicio, des-
pojar al hombre de su orientación transmundana o sobrenatural
dejándolo sin hogar.
Si el hombre se entiende -y esto desde la ciencia- abierto
a una realidad que lo sobrepasa, una realidad intuida como «ru-
mor de ángeles», ¿qué porción de credibilidad merece aquella
ciencia que osara hablar de «rumor de demonios»? Digamos,
antes de nada, que a fin de evitar malentendidos, bueno sería,
como primera norma metodológica, ponernos de acuerdo sobre
el sentido y alcance de los términos que se usan en el debate.
Pero además, y esto es bastante indicativo, la ciencia actual en
general guarda un silencio y moderación admirables, al menos
si se compara con épocas pasadas, a la hora de abordar la cues-

35 Trad. esp.: Rumor de ángeles. La sociedad mode1'l1a y el descubri-


miento de lo sobrenatural, Barcelona, 1975.
EL DIABLO, REFLEXIÓN TEOLÓGICA 205

tión del demonio 36. Y es que, de acuerdo con la moderna no-


ción de ciencia, la existencia del diablo no es un problema em-
pírico-controlable, al que se puedan aplicar los cánones de la
verificación matemática; escapa como tal a las leyes del labo-
ratorio. De todo 10 cual se desprende que desde la ciencia nada
se puede concluir -ni positiva ni negativamente- sobre la con-
dición real o ficticio-imaginaria del demonio. Esto obliga al h0111-
bre de ciencia a no salirse de aquellos márgenes que circunscri-
ben su zona de investigación, y cuya violación podría ser consi-
derada como un desafuero. Lo dicho no resta méritos a la ciencia
ni constriñe su labor en cuanto tal; antes bien, la obliga a ser
sólo y nada más que ciencia, de modo que cuando rebasa sus
propios límites traiciona su estatuto científico. Sea esto dicho en
orden a esa complementariedad que habría de caracterizar las
relaciones de la ciencia con la fe, indicando que ninguna de
ellas es reductible a la otra, no ocultando además que 10 que en
muchos casos es impenetrable para la ciencia es una vel'd3d de
fe para el creyente. Ciencia y fe no se contradicen ni se exclu-
yen, porque la verdad no se agota en ninguna de las dos. En
consecuencia, sería errado decir que todo lo que cae fuera del
ámbito propio de la ciencia -porque se halla desprovisto de
base científica- es falso e irreal. Más prudente y hasta laudable
sería dejar abierta la posibilidad de realidades extracientíficas
que exceden los cotos de la ciencia, y en cuanto tales no nece-
sitan la prueba científica para declarar su existencia como ver-
dadera. ¿No será éste el caso del demonio?

El demonio y el magisterio

Sin entrar a valorar hasta qué punto los pronunciamientos


de la ciencia, en un sentido o en otro, han influido en la creen-
cia en la existencia del demonio, una cosa parece cierta, y es
-tal como recogen los libros litúrgicos- que desde muy anti-
guo la fe en el diablo ha sido parte integrante de la conciencia

36 Es de notar que algunos filósofos modernos (E. Bloch, K. Jaspers,


L. Kolakovski ... ) han reflexionado sobre el tema del demonio; sus con-
clusiones, sin embargo, no son garantes de fe cristiana sobre la existen-
cia del mismo.
206 JESÚS GARCÍA ROrO

cristiana 37. Labor del teólogo es acoger el pasado creativamen-


te: profundizando y abriendo a la par nuevos horizontes de
comprensión. En esta tarea iluminadora la hermenéutica desem-
peña un papel insustituible: captar el sentido dinámico original
de cada texto. Por otra parte, va siendo opinión común que la
verdad no es algo fijo e inamovible. La verdad -sea ésta cien-
tífica, filosófica o dogmática- conoce una desarrollo, al menos
desde nuestro acercamiento a ella: progresivamente vamos des-
cubriendo nuevas caras o facetas de la misma. Lo que aplicado
a la teología tiene importantes consecuencias.
En relación con el tema del demonio, es digno de ser notado
que nunca ha sido expresamente objeto directo de una definición
dogmática; y cuanto se dice sobre él arranca de la condenación
del dualismo antibíblico, defendida en un caso por Maniqueo y
Prisciliano (Dz 237-238) y más tarde por los cátal'os y albigen-
ses (Dz 427). Tanto el Concilio de Braga como el Lateranen-
se IV colocan, indubitablemente, a Dios como único origen de
cuanto existe, y tienen por herética la afinnación de aquellos
que sostienen que el demonio, surgido de las tinieblas, es prin-
cipio del mal. Siguiendo la más pura tradición bíblica, se con-
fiesa a Dios como creador absoluto, y rechazando las doctrinas
dualistas se afirma que el diablo, obra de Dios, es malo, no por
naturaleza, sino por albedrío. Esto es cuanto dice el texto con-
cii1ar (reaparece el tema del demonio otras dos veces condenan-
do los errores de Miguel de Molinos (Dz 1261) y de Rosmini
(Dz 1923). Un texto, conciso y escueto, con una intencionalidad
bien marcada: orillar todo género de dualismos, cuya filtración
constituía una amenaza que podría infeccionar la vida de fe de
la Iglesia. Con airosa valentía se hace frente a la situación pro-
clamando la excelsa soberanía de Dios, que en fidelidad al dato
bíblico no permite un mínimum de ensombrecimiento.
El Dios de la Biblia y el Dios cristiano es creador, sin men-

37 AlIn el Ritual del Bautismo, que concede un lugar destacado a las


renuncias a Satanás y todas sus seducciones, conserva una oración de
exorcismo. En la recomendación del alma (ahora notoriamente retocada)
se pedía a Dios que el moribundo fuera liberado de los asaltos del de-
monio. Y en otras diversas oraciones o letanías se suplicaba también la
protección de Dios sobre el poder del maligno. Hay que subrayar, ade-
más, que hasta fecha muy reciente existía el ministerio del exorcista,
abolido después de la nueva reforma IitlIrgica.
EL DIABLO, REFLEXIÓN TEOLÓGICA 207

gua alguna de su poder omnipotente y sin que otra fuerza o po-


der pueda rivalizar con él. Esto es 10 que quieren salvar los
textos conciliares: la ilimitada autonomía de Dios. A su luz se
tiene por errónea aquella teoría que independiza al demonio y
lo caracteriza como autor del mal, encumbrándolo hasta las in-
mediaciones de Dios, con quien libraría un combate eterno. Ro-
tundamente se condena dicho planteamiento reafirmando la in-
tegérrima e inviolable acción creadora de Dios. De acuerdo con
esto, algunos teólogos opinan que el decreto Firmiter (Dz 4288S.)
del Concilio Lateranense IV no hay que llevarlo más allá de los
errores que trata de combatir, y si, en conformidad con el con-
texto cultural de la época, da por supuesta la existencis del
demonio, lo que realmente ha de ser tenido corno proposición de
fe es que sólo existe un principio de todas las cosas, y que ese
principio, Dios, es creador único y universal. El resto de las afir-
maciones patentiza el trasfondo o bagaje cultural en el que fue-
ron formuladas, lo que obviamente no posee carácter vinculante.
A esa conclusión llega, entre otros, Meyer: «El estudio de estos
documentos (los de los Concilios) no revela nada que se parezca
a una definición dogmática acerca de la existencia de los de-
monios» 38.
Es cuando menos llamativo que la parquedad y comedimien-
to grandes que caracteriza a los textos conciliares a la hora de
abordar el tema del demonio hayan sido secundados por una
imaginería viva y desbordante que magnificó miedosamente a un
personaje, sentidamente repugnante y asqueroso, al que se pin-
taba o representaba con cuernos y rabo. Al calor de una men-
talidad, inhábil todavía para explicar muchos fenómenos na-
turales, propensa por otra parte a una credulidad no siempre
exenta de adherencias extrañas, la creencia en el diablo caló
hondamente como en terreno bien abonado para su desarrollo 39.

38 MEYER, Ch.: Doctrina del magisterio sobre ál1geles y demol1ios, en


«Concilium», 103 (1975), 397.
39 En 1972, Pablo VI recordaba que una de las necesidades mayores
de la Iglesia era la defensa de aquel mal que llamamos demonio. Aunque
lo caracteriza como «agente oscuro ( ... ), ser vivo, espiritual, pervertido
y perverso», admite, sin embargo, que es muy poco lo que sabemos so-
bre ese mundo misterioso de los demonios, pudiendo suponer que su
actividad se desarrolla allí donde manda el egoísmo y donde impera la
mentira y la negación de Dios (cfr. Audiencia general del miércoles 15
de noviembre de 1972, en «Ecclesia», 32 [1972], 1605).
I
f

208 JESÚS GARcfA ROJO

¿Habrá llegado por fin la hora de liberarnos del maleficio del


diablo, causante de tantas angustias y pesares? Recientes encues~
tas a propósito del demonio dejan entrever el cambio tan nota-
ble que se ha producido en torno al tema. Las fantásticas y bos-
chianas representaciones han sido corregidas por una sensibili-
dad mucho más escéptica ante lo que considera fue una abusiva
proliferación de la figura del demonio. Este tipo de objeciones,
que no pueden ser desatendidas, están obligando a una revisión
de aquellos planteamientos tradicionales que no sólo chocan
muchas veces con la mentalidad moderna, sino que inclusive,
apoyados en las costumbres de los pueblos, pueden haber des-
figurado el mensaje del Evangelio.

CONSIDERACIONES FINALES

Decíamos al comienzo que hay indicios fundados para poder


hablar de un resurgimiento del tema del demonio hoy. Algo he-
mos dejado entrever, aunque no era propósito de estas páginas
detenernos en ello. Más útil e interesante creímos hacer un es-
tudio que enlazara el pensamiento teológico actual con el dato
bíblico, sin olvidar, por otra parte, las contadísimas menciones
del magisterio acerca del demonio. No hemos querido hacer his-
toria, a sabiendas de la riqueza y variedad de enfoques en un
tema tan sugestivo. En un estudio de esa índole hubieran ido
desfilando aquellos tipos o apelativos con los que a lo largo de
la historia se caracterizó al demonio: ángel caído, ser personal
y espiritual, un fantasma o mito, personificación del mal, símbo-
lo, etc., etc.
Pensamos que para que la discusión sobre la figura del de-
monio prospere, evitando tanto la vana credulidad como las mi-
tificaciones (o desmitificaciones) pasionales. no deberían descui-
darse los puntos siguientes:

1. A fin de hablar con sentido de la existencia del demonio,


hay que aclarar primero qué se entiende por «existencia». Sólo
entonces se logrará salvar los escollos en los que se ha visto
enredado hasta el presente la disputa. Sin esta labor previa pre-
sumiblemente sea indiferente hablar de existencia o no existen-
cia del demonio.
EL DIABLO, REFLEXIÓN TEOLÓGICA 209

2. Lo dicho sobre la noción de «existencia» se aplica por


idéntica razón a la de «persona». Sostener que «el demonio es
un ser personal» es una frase ambigua siempre que no se expli-
cite el contenido de persona, y acaso no fuera muy descaminado
quien definiera al demonio como lo apersonal por antonomasia,
dada su actividad destructora de la persona.
3. Imputar al demonio el origen del mal, de todo mal,
aparte del deslizamiento hacia un dualismo antibíblico, provoca
más problemas que resuelve. ¿No sería más adecuado aceptar el
mundo y el hombre como realidades en continuo proceso trans-
formador, donde el mal y el pecado son superados por una rea-
lidad superior, imprevisible y «graciosa»? Es decir, ¿no ne
cesitaremos una buena dosis de esperanza para contemplar la
historia con toda su negatividad desde aquella perspectiva esca-
tológica plenificadora, en vez de empeñarnos en zarandear a esos
duendes invisibles y malévolos que con sus diversiones y juga-
rretas traen a mal traer al hombre?
4. En la historia de la espiritualidad abundan relatos de
vidas de santos en los que la figura del demonio adquiere con-
siderables proporciones (San Antonio, Santa Teresa de Jesús,
San Juan María Vianney ... ). Es este un punto que no ha de
faltar en la reflexión teológica sobre el demonio: ¿qué explica-
ción cabe dar al hecho teniendo en cuenta que se trata de per-
sonas de reconocida experiencia de Dios?
5. Aunque traído en último lugar, tal vez sea el más im-
portante: El demonio no es tema central ni de primera magni-
tud en la Biblia. Jesús, que participa de la cosmología y antro-
pología de la época, cuando habla del demonio 10 hace en un
marco esencialmente teológico; es decir, para anunciar la lle-
gada del Reino de Dios y señalar que el hombre sin Dios está
perdido. A tal fin reiterará que los poderes del mal han sido
vencidos y que al hombre se le ha abierto la puerta de la sal-
vación.

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