Serie de predicaciones de Hechos: Cosas de iglesia. Nuestra formación.
Tema: De perseguidor a perseguido: un llamado radical.
Lectura bíblica: Hechos 9:20-31 20 En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios. 21 Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes? 22 Pero Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo. 23 Pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo matarle; 24 pero sus asechanzas llegaron a conocimiento de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de noche para matarle. 25 Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta. 26 Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. 27 Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús. 28 Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía, 29 y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle. 30 Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso. 31 Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo. Ilustración: ¿Puedes describir el momento en que diste tu vida a Cristo? Julián: “Bueno, me encontré con el Señor en prisión en un momento muy precario de mi vida, en un momento muy triste, en un momento solitario, un momento en el que no sabía qué hacer. Fue un momento en el que quise quitarme la vida. Pero Dios tenía un propósito. Estaba pelando unas papas y puse un cuchillo en mi cuello. Dije: ¡No más con esta vida! Tenía una condena de 30 a 40 años de prisión. No vi una luz de esperanza... En ese momento, una persona llegó y me dijo: ‘Ruso, hay esperanza para ti. El Señor Jesucristo quiere hacer algo por ti. Dios te puede dar la esperanza que te falta’. Le pregunté: ‘¿Qué tienes tú que yo no tengo?’ Dijo: ‘Tengo a Cristo en mi vida’. Yo dije: ‘Yo también tengo a Cristo’, y luego él dijo: ‘No, hay una diferencia. Una cosa es creer en Dios, y otra obedecerlo’. Y fue entonces cuando recibí al Señor. Estaba llorando y sentí una felicidad y alegría indescriptibles”. ¿Cuándo sentiste que Dios te estaba llamando al ministerio? Julián: “El Señor me llamó al ministerio cuando aún estaba en prisión. Me sentí apasionado por la obra de Dios. Leí un libro sobre ser un defensor de la Biblia, y cuando leí ese libro me sentí impactado. Otro libro que leí fue “Más que un carpintero” de Josh McDowell, y me conmovió mucho la vida de los discípulos de Dios, el precio que tuvieron que pagar por Él, porque con una sola excepción, todos sufrieron muertes violentas. Después de leerlo, me convertí en un feroz defensor de la Palabra de Dios, me convertí en un hombre que realmente temía al Señor, por lo que me llama cuando todavía estoy en prisión”. Proyectar vídeo. INTRODUCCIÓN En el evangelio de Lucas 22:68, los sacerdotes le preguntan a Jesús si él es el Hijo de Dios. La expresión Hijo de Dios es uno de los títulos mesiánicos que aparecen en el AT (Sal 2:7) y que el NT atribuye a Jesús. Esta es la primera vez, de dos, que aparece esta expresión en el libro de Hechos y es importante porque solo está puesta en la boca de Pablo. Pablo representa la excelencia del conocimiento teológico judío que ahora está completo con el reconocimiento de Jesús como el Cristo. Un recorrido histórico por la religiosidad judía nos ayudará a entender la razón por la cual los judíos rechazaron la idea mesiánica que Jesús representaba y, por consiguiente, el rechazo y persecución de los cristianos. La Ley de Dios les había advertido, a los judíos, el terrible castigo que sobrevendría sobre ellos si se apartaban del Señor. La Biblia nos deja ver el gran fracaso de Israel sobre este mandamiento. En el Deuteronomio Dios le dijo a su pueblo que cuando entraran a la tierra prometida no practicaran las mismas cosas que hacían las naciones que él estaba expulsando. La consecuencia de imitar esas naciones sería que la misma tierra los expulsaría a ellos. El libro de Jueces (cap. 2) nos cuenta el final del Yahvismo (como se conoce la religión judía de los tiempos bíblicos). Cuando murió Josué y los ancianos que dirigieron la conquista de la tierra, se levantó una generación que no fue capaz de conocer a Dios. Esa generación practicó la idolatría. A partir de allí, salvo con pequeñas excepciones, la religión de Baal se convirtió en la religión oficial de Israel. Tal como lo decía la Ley, Israel fue castigado una y otra vez con la esclavitud o pagando impuestos a naciones más poderosas que ellos. Su esclavitud más dura, con los babilonios, casi destruye por completo el recuerdo de Dios. En esa época se inicia la construcción del AT como elemento fundamental para restaurar el Yahvismo. En este momento Israel entendió que separarse de Dios los mantendría esclavizados y sufriendo a mano de extranjeros. Cuando Jesús nació, Israel aún estaba esclavizado por extranjeros (los romanos), pero la esperanza de la liberación mesiánica era más fuerte que nunca. Sin embargo, el Mesías que esperaban los judíos no debería ser Dios mismo. El mesías tendría que ser como los jueces antiguos que darían liberación por la vía política y militar. Jesús representó el peligro que más temían los judíos: volver a apartarse de Dios. El hecho de que Jesús se presente como Dios mismo desafía la teología judía de la idolatría, de modo que cualquiera que se adhiriera a él estaría en plena desobediencia al mandamiento de Dios y pondría en peligro a todo el pueblo. Con la esperanza mesiánica tan fuerte Israel no puede darse el privilegio de permitir que un pequeño puñado de judíos “desobedientes” condenen a todo el pueblo. La solución “bíblica” para este peligro es matar a los que se aparten de Dios (Juan 11:50 “Es mejor que un hombre muera y no toda la nación”). Esta es la razón por la cual Pablo, uno de los mejores teólogos judíos de la época, está comprometido con la aniquilación de los cristianos. Para Pablo arrestar a los cristianos y contribuir a que algunos de ellos mueran es la mejor forma de honrar a Dios y obedecer la Escritura. Por eso iba a Damasco con cartas para arrestar cristianos. Con todo ese peso en la cabeza de Pablo lo único que podría cambiar su corazón sería la poderosa intervención divina. Cristo le da la correcta interpretación de la Escritura a Pablo en el camino a Damasco, tal como lo hizo antes con los discípulos en el camino a Emaús (Lc 24:13-32). La misma fuerza y radicalidad que adquirieron los discípulos (Lc 24:45-49) es transmitida por Jesús a Pablo (v.22). Esto es lo que convierte a Pablo de perseguidor a perseguido. La radicalidad de su llamado. De perseguidor a perseguido solo es posible por la iniciativa divina que hace un llamado radical. Pablo ha entendido que su llamado no es para hacer de él una mejor persona y ya. Su llamado es para replicarlo. Posteriormente en 1 Co 5, Pablo dirá que hemos recibido el ministerio de la reconciliación: reconciliar a los hombres con Dios. Conclusión: El poder de Dios transformó la mente de Pablo. Esta transformación le hizo comprender la urgencia que existía para que todos pudieran conocer que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías. Eso paso alrededor del año 34-35, hace 1984 años. Si era urgente en esa época, ¿Cuánto más lo será hoy? Hoy el Espíritu Santo es una promesa cumplida. Ya no debemos esperar su venida para recibir el poder, la fuerza para predicar su Palabra. ¿Cuál fue el llamado de Jesús para Pablo? Pablo fue llamado a ser testigo de la resurrección de Jesús, por eso se le apareció en el camino a Damasco. Hoy nosotros tenemos ese mismo llamado, aunque no hemos visto el rostro del Jesús resucitado, contamos con el registro bíblico. El llamado continúa siendo tan radical como lo fue en el pasado. Eso no ha cambiado. Yo pienso que todos nosotros necesitamos revestirnos de fuerza. Pablo estuvo al menos tres años en Damasco, relacionándose con los discípulos de allí y fortaleciendo su fe. Una vez fortalecido se convirtió en un predicador ferviente. Necesitamos fortalecernos. Necesitamos que Dios nos dé su poder para predicar la Palabra. Esta semana vamos a orar a nuestro Señor pidiendo que nos dé poder para predicar su Palabra y que el sentimiento de urgencia que impulsó a Pablo nos impulse a nosotros también.