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El trabajo en equipo es un pilar fundamental del progreso social y del desarrollo

personal. Ha demostrado su utilidad y validez tanto en el ámbito académico, a


través del aprendizaje participativo y cooperativo, como en el ámbito laboral,
inmerso en una creciente complejidad que hace que resulte cada vez más
necesario aunar esfuerzos. El ser humano es un ser social que necesita del
contacto con los demás, y éste, a su vez, está en el origen de su desarrollo
como individuo. El aislamiento es, de hecho, uno de los peores castigos a los
que puede ser sometido el ser humano.

Pero, ¿por qué resulta, en ocasiones, tan complejo trabajar en grupo?, ¿de qué
depende la eficacia de los equipos de trabajo? Su tamaño y composición, su
estructura y tipo de liderazgo, las características de los miembros que lo
integran, y su grado de cohesión, son variables que intervienen de forma
importante. La cohesión, por ejemplo, nos muestra el grado en que el grupo
está conjuntado, e implica un claro predominio del “nosotros” colectivo sobre el
“yo” individual. Influye positivamente en aspectos tan diversos como la
conformidad con las normas, la motivación y satisfacción, la coordinación y
calidad de las interacciones, o la productividad y el logro de objetivos.

Los equipos que obtienen un alto rendimiento se caracterizan porque


comparten un objetivo común, se sienten orgullosos de pertenecer al mismo, y
muestran aprecio por sus miembros. Son grupos bien cohesionados, que
mantienen una relación y una comunicación adecuadas, y cuyos miembros se
desarrollan también individualmente a partir del grupo. Para alcanzar ese nivel
de eficacia, el desarrollo del trabajo en equipo requiere de la utilización de
habilidades muy diversas, de comunicación, liderazgo, creatividad o solución
de conflictos. En general, no participamos en la elección de los miembros de
muchos de los grupos a los que pertenecemos. Surgen con frecuencia
conflictos que, en todo caso, son inherentes a las relaciones humanas, y son
un hecho natural en la fase inicial de formación de la mayoría de los equipos.

La comunicación resulta ser un factor esencial en la dinámica de los grupos,


así como en la prevención y solución de conflictos. Optimizar el proceso de
comunicación requiere de un esfuerzo de profundización en la búsqueda, no
sólo de claridad, sino también de armonía, a partir de la empatía, la escucha
activa y el respeto mutuo. Comunicarse bien precisa de una preparación previa,
y de una cuidada atención a aspectos tanto verbales como a no verbales. Pero
cabe destacar que la orientación en positivo de la comunicación es el elemento
que más suele contribuir a optimizar las relaciones dentro del equipo.

Por lo que se refiere al liderazgo, cabría diferenciar entre liderazgo jerárquico,


carismático o técnico, según venga determinado por la posición del individuo
dentro de la estructura del grupo, por su carácter, o por su competencia en la
actividad principal que desarrolla el equipo. En cualquier caso, su eficacia viene
marcada, en gran medida, por los rasgos personales del líder, cuyo perfil suele
aunar, además de capacidad de comunicación y motivación, características
como equilibrio y seguridad en sí mismo, entusiasmo, asertividad, y capacidad
de organización.

El liderazgo eficaz no dependerá exclusivamente de las cualidades del líder, o


de la aplicación de un tipo de liderazgo más autoritario, democrático,
paternalista o liberal. Más bien será función de su adecuación al momento
evolutivo que vive el equipo. Así, desde el nacimiento del grupo, el líder debe
poner sucesivamente énfasis en aspectos tan diversos como controlar,
supervisar, asesorar o delegar. La clave está en saber aplicarlos con
oportunidad, y en las dosis justas que requiere el equipo en cada momento.
Así, por ejemplo, un grupo recién creado necesitará de un control más
directivo, mientras que en su fase de madurez, requerirá de escasa supervisión
a la vez que de un mayor grado de delegación.

Resulta esencial el sentido de la justicia y de la equidad que tenga y demuestre


el líder, ya que suele llevar emparejada la autoridad moral necesaria para
poder liderar de forma efectiva. El líder debe defender, cuidar, apoyar y confiar
en su gente. Pero, además, aunque el liderazgo dependa principalmente de
una sola persona, debe ser una actividad compartida en la que todos los
miembros sean escuchados y respetados, perciban que sus sugerencias y
aportaciones son tenidas en cuenta, y sientan que participan realmente en las
decisiones.
En definitiva, podríamos resumir la esencia del trabajo en equipo en aspectos
tan básicos como la actitud positiva y constructiva, la empatía, la integración, la
equidad y la participación. De todos ellos, tal vez el último cobre una especial
relevancia. Cada miembro del equipo puede participar de un modo u otro en
aspectos tan primordiales como la asignación de funciones, la definición de
objetivos o la toma de decisiones. Participar en el grupo implica también ser
reconocido, sentirse parte importante, y poder intervenir en él de forma real,
positiva, voluntaria y activa. El incremento de la participación reduce la
incidencia de aspectos negativos, como la resistencia al cambio o el
absentismo, e influye a su vez de forma positiva en la motivación, la
productividad, la implicación con los objetivos y el compromiso con las
decisiones adoptadas.

En los equipos, todos y cada uno de sus miembros son importantes, pero, del
mismo modo, nadie debería llegar a convertirse en imprescindible. Lo que da el
verdadero valor al trabajo en equipo son todas y cada una de las personas que
lo componen, su comportamiento ético, el clima que son capaces de crear, y su
predisposición para confiar, compartir y cooperar. Antes de hablar de eficacia
en los equipos de trabajo, hay que reivindicar la ética y el respeto en las
relaciones humanas en general.

Pasamos la mayor parte de nuestra vida integrados en diferentes equipos


humanos. La convivencia y la cooperación abren las puertas al progreso social,
y permiten avanzar en el crecimiento y la construcción de la propia identidad
personal. El desarrollo del trabajo en equipo es un proceso en espiral, cuya
eficacia se basa no sólo en el liderazgo eficaz o en la participación efectiva y el
alto potencial de las personas que lo integran, sino también en la contribución
que realiza el propio grupo al desarrollo de cada uno de sus miembros como
individuos.

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