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MENORES DE 36 MESES
Marialina Hughes
Introducción............................................................................................. 3
Etiología .................................................................................................... 5
Evaluación del paciente ......................................................................... 6
Criterios para la identificación de infección bacteriana grave ...... 8
Manejo de los pacientes con fiebre sin foco ................................... 11
Conclusión ............................................................................................. 14
Bibliografía ............................................................................................ 15
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INTRODUCCIÓN
La fiebre es uno de los signos de la respuesta de fase aguda, que comprende también
acciones en varios sistemas hematológico, endocrinológico, neurológico e inmunológico.
Produce el aumento de la síntesis hepática de proteínas específicas inexistentes en el
estado de salud–como la proteína C reactiva– y las glucoproteínas e inmunoglobulinas
responsables del aumento de la eritrosedimentación. La principal citoquina es la
interleuquina-1, liberada por el encuentro entre los agentes infectantes, sus toxinas, los
tejidos inflamados o traumatizados y los monocitos macrófagos, los linfocitos, las células
gliales, endoteliales, mesenquimáticas y mesangiales. Entre los pirógenos circulantes
figuran moléculas conocidas como la interleuquina-6, el factor de necrosis tumoral, el
interferon-1 y enzimas del circuito de las ciclooxigenasas, en especial la 2, que se integra
de una manera compleja aún no exhaustivamente dilucidada. A los efectos de
diferenciarlos distintos estados (normotermia, fiebre e hipertermia) hay que tener en
cuenta que:
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limitar la fiebre en animales de laboratorio inoculados con lipopolisacáridos
bacterianos (este factor participaría en los dos sistemas, el efervescente y el
defervescente).
Existen algunos cuadros graves y excepcionales, como el golpe de calor (en el cual hay
una gran absorción sin la eliminación adecuada), la hipertermia maligna, que presenta
una alta generación que no se puede disipar, o el síndrome neuroléptico maligno, en el
cual no se logra la vasodilatación periférica por un impedimento dopaminérgico central.
Finalmente, en el shock hemorrágico encefalopático hay alteraciones en la termolisis que
se suma a una tendencia hemorrágica generalizada, que sería un morbo paralelo a la
fiebre, pero no su consecuencia. En síntesis, en la actualidad se considera a la fiebre como
una respuesta natural para estimular las defensas frente a la agresión de una noxa, como
un microorganismo. Superada la agresión se desactiva el mecanismo efervescente.
Se define fiebre sin foco (FSF) a la enfermedad febril aguda, de menos de 72 horas de
evolución, sin causa evidente después de una adecuada anamnesis y un examen clínico
minucioso. Es una de las causas más frecuentes de consulta pediátrica. De aquellos
pacientes que consulten por fiebre, en un 20% no es posible determinar la causa de esta
al momento de la evaluación inicial. En estas situaciones, se plantea un desafío
diagnóstico y terapéutico, ya que la apariencia clínica no siempre permite diferenciar
enfermedad viral de bacteriana, especialmente en menores de 36 meses de edad. Es en
estos niños que se plantea la posibilidad de una infección bacteriana grave (IBG)
subyacente.
Por lo tanto, se debe optimizar el uso de elementos diagnósticos, para no sólo establecer
el tratamiento adecuado, sino también para poder racionalizar la indicación de
antibióticos y minimizar riesgos en la atención de pacientes con potencial infección
bacteriana grave. Lo primordial es determinar la causa de la fiebre. La mayoría de estos
niños tendrá un proceso autolimitado de etiología viral. Una pequeña minoría
presentará IBG: infección del tracto urinario (ITU), bacteriemia oculta (BO), neumonía,
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meningitis, gastroenteritis aguda bacteriana, osteomielitis y artritis séptica, entre otras.
La ITU es la IBG más frecuente y se diagnostica en 4%-16% de los lactantes < 3 meses con
FSF.
A menor edad, mayor es el riesgo de IBG. En los primeros meses de vida, la inmadurez
del sistema inmune lleva a un déficit en la función y en la actividad de las células
inflamatorias. Hasta los 2 años, la producción de IgM e IgG específica frente a bacterias
capsuladas no es adecuada.5 Además, la inmunización activa requiere del esquema
primario, que, idealmente, debería completarse a los 6 meses, con un refuerzo posterior
al año. Dado que las manifestaciones clínicas, el riesgo de IBG y los microorganismos
involucrados varían con la edad, las pautas de atención inicial son diferentes. Por ello,
desde el punto de vista práctico, es conveniente dividir a los pacientes con FSF en dos
grupos: menores de 90 días de vida (que se diferencian, a su vez, en neonatos y lactantes
de 30 a 90 días) y niños de 3 a 36 meses.
ETIOLOGÍA
La FSF en la inmensa mayoría de los lactantes son debidos a infecciones virales benignas
y autolimitadas que no precisan tratamiento. Los virus más frecuentemente implicados
son rotavirus, virus sincicial respiratorio y enterovirus. Estos pacientes tienen menos
riesgo de padecer IBG, pero no la descarta. La IBG más frecuente con infección viral
concomitante es la ITU. La coinfección viral-bacteriana se asocia más frecuentemente a
fiebre > 39 °C y leucocitos > 20 000/mm3
Respecto a las infecciones de origen bacteriano, en el primer mes de vida los agentes
etiológicos de bacteriemia más frecuentes son Streptococcus beta-hemolítico del grupo
B (SGB; Streptococcus agalactiae), Escherichia coli y menos frecuentemente Listeria
monocytogenes. Aunque S. pneumoniae, N.meningitidis y H. influenzae b, Salmonellay
Staphylococcus aureus son causales de infección, son poco frecuentes. Vale aclarar que
el uso de profilaxis intraparto para prevención de la sepsis por SGB se relacionó con una
disminución de la prevalencia de este agente. Actualmente, E. coli es el más
documentado, seguido por bacterias Grampositivas, como Enterococcus spp., S.
pneumoniae y Staphylococcus aureus.
Entre 30 y 90 días de vida los agentes etiológicos pueden provenir de la etapa neonatal
o del niño mayor, prevaleciendo así S.pneumoniae, N. meningitidis y H. influenzae b.
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Staphylococcus aureus, enterobacterias, Pseudomonas spp., Acinetobacter spp.,
Enterococcus, etc.
Salmonella sp
Las escalas de observación clínica aisladas no han demostrado ser útiles para detectar
IBG en pacientes de este rango etario. En neonatos, el riesgo de IBG varía entre 12% y
25%. En aquellos catalogados como de alto riesgo mediante criterios epidemiológicos,
clínicos y/o de laboratorio, la prevalencia de IBG llega a 35%. Aun los neonatos incluidos
en el grupo de bajo riesgo pueden presentar IBG en hasta el 9% de los casos.
ANAMNESIS
Conocer el estado de vacunación es de especial interés en el paciente con FSF, sobre todo
saber si está inmunizado frente al H. influenzae y el S. pneumoniae. Serán susceptibles
a infecciones por estas bacterias aquellos no inmunizados por decisión familiar y
aquellos que no hayan recibido, al menos, 2 dosis de vacunación frente a estas dos
bacterias (menores de 4-5 meses de edad).
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EDAD
A menor edad mayor riesgo. Esto se debe al menor nivel de inmunocompetencia. Entre
los 6 y 24 meses se sitúa el riesgo máximo de padecer infecciones bacterianas serias.
TEMPERATURA
La incidencia aumenta con la magnitud de la temperatura. Hay que tener en cuenta que
la respuesta de la fiebre al uso de antipiréticos no es predictiva de bacteriemia.
ASPECTO CLÍNICO
El mal estado general del paciente se correlaciona con mayor riesgo de infección
bacteriana severa, pero el dilema se plantea cuando el paciente se presenta con aparente
buen estado general y cambios muy subjetivos (grado de atención, leve alteración del
sueño), difíciles de valorar aún para el pediatra experimentado.
EXÁMENES COMPLEMENTARIOS
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Es importante resaltar que no hay parámetros clínicos ni de laboratorio que, aislados o
combinados, permitan confirmar o descartar la existencia de IBG en niños con FSF, por
lo que es fundamental el control clínico exhaustivo y reiterado para detectar cambios en
la evolución.
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Hidratación Piel y ojos normales Piel y ojos normales Piel pastosa o pliegues y
y membranas y boca ligeramente membranas mucosas
mucosas húmedas seca secas y ojos hundidos
En el caso de los lactantes febriles menores de 3 meses, la observación clínica aislada por
si sola no alcanza a detectar todos los casos de IBG. Esto obligó a buscar otros parámetros
que ayudaran a detectar estos cuadros clínicos.
Así surgieron distintas escalas de criterios que, además del examen físico, tienen en
consideración los antecedentes y resultados de exámenes complementarios. Las mismas
se generaron con el fin de identificar a los pacientes de esta edad con bajo riesgo de
desarrollar IBG, lo que permite un manejo menos agresivo. Dentro de los criterios de
bajo riesgo en lactantes febriles más utilizados se encuentran los criterios de Rochester,
Philadelphia, Boston y Pittsburgh. A continuación, se adjunta una tabla con los
parámetros utilizados en cada uno (Tabla 3).
Tabla 3: Criterios para la identificación de niños menores de 90 días con bajo riesgo de infección
bacteriana grave
Rochester Philadelphia Boston Pittsburgh
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Examen Examen físico normal, sin OMA. Luce bien. Independientemente de
físico OMA.
Orina < 10 leucocitos por campo de gran aumento en orina Uroanálisis mejorado: <
centrifugada. 10 leucocitos/mm3 de
orina sin centrifugar
utilizando un
hemocitómetro.
Gramnegativo.
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Figura 1. Triángulo de Evaluación Pediátrica.
Para guiar el manejo de estos pacientes es práctico dividirlos en 2 grupos según la edad:
menores a 3 meses y de 3 a 36 meses. A su vez, el primer grupo puede diferenciarse en
menores de 1 mes de vida y de 30-90 días.
Ante un paciente febril sin foco, en buen estado general y que tiene entre 1 y 3 meses es
útil la aplicación de los criterios designados para identificar el riesgo de desarrollar
infección bacteriana severa, como los criterios de Rochester. Luego del interrogatorio y
del examen físico, la solicitud de los exámenes complementarios (hemograma, reactantes
de fase aguda, orina) es necesaria en todo niño con fiebre sin foco menor de tres meses.
Los hemocultivos son el “estándar de oro” para el diagnóstico de la bacteriemia oculta.
Por ende, a todos los niños de este grupo, independientemente del cuadro clínico se les
debe solicitar dos hemocultivos, ya que podrían presentarse focos secundarios a la
bacteriemia que no fueron evaluados correctamente. El urocultivo también está indicado
en todos los pacientes, independientemente del resultado del sedimento urinario (20-
50% pueden tener un sedimento urinario normal y estar cursando una infección
urinaria).
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No todos los lactantes de 30 a 90 días deben recibir tratamiento antibiótico. Los niños de
este grupo que presenten criterios de bajo riesgo de IBG pueden ser atendidos en forma
ambulatoria, aun sin tratamiento antibiótico:
Para aquellos niños que cumplan con estos criterios existen dos opciones de tratamiento
ambulatorio ― siempre y cuando estén bajo el cuidado responsable de sus padres y
tengan accesibilidad al centro de salud. Por un lado, se podrá hacer el tratamiento
ambulatorio tras la realización de hemocultivos, urocultivo y punción lumbar1 e indicar
ceftriaxona a razón de 50 mg/kg/día vía intramuscular en una dosis diaria,
reevaluándolo a las 24 horas. Por el otro, se puede optar por un seguimiento ambulatorio
estricto, solicitando hemocultivos y urocultivo, pero sin realización de punción lumbar
ni tratamiento antibiótico, y reevaluar a las 24 horas.
Aquellos pacientes en estado crítico o con aspecto tóxico deben ser tratados de
inmediato, aun antes de la realización de los estudios complementarios. Los lactantes
con alto riesgo de IBG deben internarse y recibir antibióticos en forma precoz, realizando
previamente PL. Se indica ampicilina (200-300 mg/kg/día IV cada 6 horas) más
ceftriaxona (80-100 mg/kg/día IV cada 12-24 horas) o cefotaxima (150 mg/kg/día cada 8
horas). Posteriormente, debe revalorarse el tratamiento según la evolución clínica y
resultados de cultivos.
Todo paciente menor de un mes con FSF debe ser internado para su observación y
estudio, ya que el riesgo de IBG es considerable y puede deteriorarse rápidamente.
Teniendo en cuenta que no existen criterios de laboratorio que, solos o combinados,
permitan descartar con seguridad IBG, no se recomienda el abordaje ambulatorio de
estos niños. Se solicitan los siguientes estudios: hemograma completo, proteína C
reactiva cuantitativa (y/o procalcitonina), 2 hemocultivos, sedimento urinario,
urocultivo, análisis físico y citoquímico de LCR y cultivo de LCR. Si existen signos de
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Existen discrepancias sobre la necesidad de realizar punción lumbar a los niños de 30 a 90 días
con FSF como parte de la evaluación inicial para definir el riesgo de IBG. En estos pacientes, la
prevalencia de meningitis es menor de 0,5%. Si bien un examen físico normal no descarta
meningitis, tampoco lo hace un líquido cefalorraquídeo sin alteraciones tomado en etapas muy
tempranas de la infección.
Este estudio debe realizarse en casos de: todo niño menor de 1 mes, niño de alto riesgo de IBG,
compromiso del estado general y hemocultivos positivos.
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enfermedad respiratoria: radiografía de tórax y detección de antígenos en el aspirado
nasofaríngeo para el diagnóstico de virus respiratorios. En caso de presentar diarrea, se
solicita coprocultivo.
Las IBG en los niños entre 3 a 36 meses son menos frecuentes, pero de alto riesgo. Un
niño con FSF a esta edad y en buen estado general difícilmente presente una enfermedad
grave. La mayoría de las infecciones bacterianas pueden ser identificadas por anamnesis
y examen físico. Entonces, como en el grupo anterior, debe estimarse la presencia de
“aspecto tóxico” en el paciente, para lo cual puede ser útil el uso de escalas de
observación, como la Escala de Observación de Yale (YOS).
Aquellos niños con mal estado general (YOS ≥ 10) deben ser internados y estudiados
mediante la realización de hemograma completo, proteína C reactiva, hemocultivos y
urocultivo. De acuerdo con la clínica, se debe realizar radiografía de tórax, punción
lumbar y coprocultivo. Se recomienda realizar tratamiento empírico con ceftriaxona (50
mg/k/día IV) hasta obtener los resultados de los cultivos.
En caso de FSF que persiste por más de 24- 48 horas, es recomendable realizar un análisis
urinario y urocultivo. Con sedimento urinario patológico, y de acuerdo con el estado
clínico, puede iniciarse un tratamiento antibiotico por vía oral (100 mg/kg/día de
cefalexina) en forma ambulatoria, que se adecuará o suspenderá de acuerdo con el
resultado del urocultivo.
En aquellos con buen estado general, pero que no tengan el esquema de vacunas al día,
la realización del hemograma y proteína C reactiva o procalcitonina debe ser
considerada. Si algún parámetro de laboratorio define alto riesgo de IBG, se tomarán 2
hemocultivos y se solicitará radiografía de tórax si el recuento de leucocitos es ≥ 20
000/mm3 debido al riesgo de neumonía oculta. También se puede realizar una punción
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lumbar según la clínica o bacteria detectada en el hemocultivo. En estos pacientes se
puede optar por un abordaje ambulatorio, siempre y cuando sean posibles controles
periódicos minuciosos que incluyan la lectura de los cultivos realizados. El inicio de
tratamiento con ceftriaxona (50 mg/kg/día) es una conducta posible en pacientes
pequeños, especialmente los menores de 6 meses, temperatura elevada y falta de
cobertura frente a Hib y Spn.
CONCLUSIÓN
Reconocer estos pacientes es difícil, dado que muchos presentarán un buen estado
general; por ello, es esencial tener unos criterios claros de derivación al hospital, además
de conocer las diferentes escalas de valoración clínica. El pediatra dispone de una
herramienta muy útil como es la posibilidad de realizar un buen examen clínico del
paciente que, en la mayoría de las ocasiones, aporta más información que las habituales
exploraciones complementarias. Después de realizar una valoración clínica completa, las
exploraciones complementarias, como el sedimento de orina o hemograma, pueden ser
de utilidad para decidir el manejo más adecuado para estos pacientes. El tratamiento
antibiótico no siempre es necesario y el tratamiento antitérmico sigue siendo un tema
controvertido.
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BIBLIOGRAFÍA
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