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La impresi�n de que el Planeta es un ser vivo del que todos for-mamos parte es un
dato generalmente aceptado por la sensibilidad p�blica. Todos nos sentimos erigidos
con el mismo tipo de ladrillos inteligentes. Por medio de la meditaci�n se nos
revela, adem�s, los niveles supramentales desde los cuales se evidencia la Unidad y
Uni-cidad del Planeta, una gran conciencia, movida por un Prop�sito que los Seres
m�s elevados son capaces de reconocer. Y es por ello que por primera vez en la
historia de la humanidad se encaran globalmen-te los problemas Mundiales. La
humanidad por vez primera toma conciencia con una visi�n sint�tica y global,
consciente de su com-plejidad y gravedad. Nos vemos parte de un Planeta peque�o,
el �nico que poseemos, y apreciamos la necesidad de un cambio de ac-titudes y
relaciones, para garantizar su progreso sostenible. Nos sen-timos hijos del Planeta
y a la vez su m�s directo responsable. Lenta-mente vamos asumiendo la necesidad de
una urgente soluci�n global, pero nos vemos sin f�rmulas adecuadas ni poder
apropiado para so-lucionarlo en�rgicamente.
�Podremos encontrar para el Planeta la directriz que clarifique c�mo solucionar los
graves problemas que enfrentamos? �Podremos hallar la armon�a y poder unidos entre
los pueblos, para llevar ade-lante los compromisos globales que asumamos? El
problema est� en el Planeta, y de la Conciencia Planetaria han de salir las
soluciones. Una de las m�s importantes resoluciones de las Naciones Unidas fue la
categ�rica afirmaci�n de que: �Las guerras empiezan en las men-tes de los hombre�,
y es, precisamente all�, en las mentes de la fami-lia humana, donde deben
finalizar. Este es un axioma trascendental y la clave de un futuro verdaderamente
esperanzador y radiante, y s�lo podr� tener cabida cuando, de verdad, mediante un
cambio decidi-damente profundo y aut�ntico, reorientemos el �pensamiento�, nues-tra
�mente� hacia la �s�ntesis de la vida�, hacia la �luz� desde las m�s elevadas cimas
de nuestro verdadero Ser, de la cual todos formamos parte, y en la cual todos nos
erigimos como verdaderos hijos de Dios. Ser� entonces y m�s all� de la simple
hip�tesis y visi�n te�rica cuan-do tendr� lugar la metamorfosis requerida. �Bendito
es el tiempo en que nos ha tocado vivir, porque los primeros pasos ya se encaminan
hacia esa redentora direcci�n...