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Eso lo llevó a interiorizarse de las tareas del campo, haciéndose excelente jinete lo que le
permitió conocer y participar en los trabajos de la ganadería gaucha; manejando las reses
y hasta ser parte de algunos combates con los indígenas.
Cuando tenía 19 años, en 1853, tomó parte en un combate con insurgentes contra el
gobierno de Rosas, seguidores del Cnel. Hilario Lagos, en que los rosistas fueron
derrotados. Políticamente adherido al partido federalista, en 1858 se dirigió a la ciudad de
Paraná, en la provincia de Entre Ríos, en que estaba radicado el gobierno de la
Confederación Argentina; donde con su hermano Rafael se dedicó al comercio. Luego de
haber participado nuevamente en acciones de la guerra entre Buenos Aires y la
Confederación formando parte del ejército federalista, retornó a Paraná donde fue
designado secretario del Presidente Gral. Pedernera.
La forma en que Hernández fustigó al gobierno de Buenos Aires, ejercido por Domingo
Faustino Sarmiento, llevó a que su diario fuera clausurado en momentos en que - tras el
asesinato del Gral. Urquiza - el Gral. López encabezaba un levantamiento armado contra
el gobierno de Sarmiento, lo que determinó a Hernández a unirse a los rebeldes en Entre
Ríos.
Fué en esa época cuando en una reunión social, su hermano Rafael Hernández le presentó
al uruguayo Antonio D. Lussich, con quien departieron acerca de la literatura gauchesca.
De modo que, habiendo mencionado Lussich su poema inédito “Los tres gauchos
orientales” a su retorno al Uruguay lo envió a José Hernández con carta del 14 de junio de
1872; que Hernández respondiera muy elogiosamente pocos días después.
Ir al principio
José Hernández expone claramente en la carta que dirigiera al editor, que la finalidad
de su obra es presentar la realidad social del gaucho. A partir de la modernización del
agro, que al cercar el territorio lo convirtió en una figura expulsada, sin ubicación en el
sistema social y económico, el gaucho que presenta como individuo caído en desgracia y
protagonista de todo tipo de desdichas, no es un individuo sino que representa a todo un
grupo social. Al mismo tiempo, transmite un mensaje de nostalgia de la vida en el campo
en esa época previa, cuando era posible circular por él con total libertad y en un estado
casi primitivo.
y aquí me despido yo
que he relatado a mi modo
males que conocen todos
pero que nadies contó.
Es evidente, pues, que de ninguna manera Hernández pasaba por alto que, en buena
medida, la situación social en que se encontraba el gaucho era consecuencia de algunas de
sus propias características como tipo humano; y que no eran todas ellas altamente
valorables, sino todo lo contrario.
Sin embargo, examinado atentamente el Martín Fierro, es visible que aunque con el
objetivo de exaltar la figura del gaucho, su vida y su ambiente, Hernández no adoptó a su
respecto una actitud simplista y condescendiente. En particular, tanto los conocidos
“consejos del Viejo Vizcacha” como los propios consejos que en el final de “La vuelta de
Martín Fierro” éste da a sus hijos en trance de separarse y cursar cada uno su propia
vida, muestran claramente una actitud de desaprobación hacia todos los defectos
atribuídos al prototipo del gaucho, especialmente la holgazanería y la inclinación al vicio,
y sus consecuencias nefastas, antes que nada, para ellos mismos.
En el final del Canto XXII, haciendo Picardía el relato de su vida de jugador tramposo,
sentencia:
Estructura narrativa
A pesar de que se trata sin duda de una obra escrita para ser leída, el autor recoge un
elemento característico de las obras gauchescas, que en sus orígenes siempre estuvieron
fuertemente ligadas al canto usualmente acompañado por la guitarra de origen español.
La utilización del personaje como relator directo, permite al autor emplear con
legitimidad el lenguaje gauchesco, al tiempo que describir con total autoridad el ambiente
y las costumbres del gaucho, y exponer subjetivamente todas las reacciones y sentimientos
del personaje frente a los sucesos que vive. También le habilita a sustituir la metáfora
literaria culta por el empleo de las “comparancias” comunes en el lenguaje gauchesco,
que se refieren a los elementos presentes en su vida y ambiente, a veces con un sentido
altamente jocoso. De tal modo, alude a la víbora como símbolo del peligro y la traición; y
utiliza expresiones con sentido propio de ese medio, como “hacer la pata ancha” para
expresar la actitud de afirmarse en el suelo, ante el peligro.
Sin embargo, existen otras expresiones en que, aunque pareciera superficialmente leído
que se está dirigiendo a un interlocutor individual, en realidad emplea ese giro para
hablar de sí mismo o en todo caso del sujeto al que le ocurren las circunstancias a que
alude:
De esta manera, el relator parece dirigirse a un público que estaría presente durante su
canto; al mismo tiempo que puede hacer algunos juegos de doble sentido. Uno de ellos,
consiste en fusionar las acciones de cantar y contar; otro el desdoblamiento de la
personalidad del autor y la del personaje-cantor-relator, lo que le permite expresar
numerosas opiniones y juicios propios como si en realidad no fuera él sino Martín Fierro
el que los emite. Así ocurre, por ejemplo, en el Canto I cuando acude a una comparación
con las “pencas” o carreras de caballos en que usualmente se hacían varias salidas antes
de que se corriera realmente la carrera, para lanzar una invectiva contra otros autores
criollos por no ocuparse del tema que a él interesa:
En los versos iniciales, Martín Fierro había asumido la palabra en forma directa:
Pero al final del Canto XIII, cuando Cruz ha contado a su vez los hechos sucedidos a su
amigo, que el propio Martín Fierro no conocía luego de su separación y operado el
reencuentro de ambos se llega a la concidencia del momento del relato con el presente
actual de los personajes, cambia la perspectiva. A partir de allí es el autor el que se
expresa, y al anunciar que la obra ha llegado a su fin, aprovecha para hacer uno de los
alardes típicos de los payadores cuyo estilo aplicara: inmediatamente de haber tomado la
palabra el autor, vuelve a hablar Martín Fierro, entre comillas, para afirmar que luego de
haber hablado él nunca será posible que otro lo haga mejor:
En este punto el cantor
buscó un porrón pa consuelo,
echó un trago como un cielo,
dando fin a su argumento,
y de un golpe al instrumento
lo hizo astillas contra el suelo.
Ir al principio
Canto primero
Y si me quieren probar
salgan otros a cantar
y veremos quién es menos.
Sin lugar a dudas, la característica que predomina en ese Canto, como expresión de la
habilidad del autor para presentar no un individuo sino un prototipo, es esa típica mezcla
de humildad y altanería con que, el que se siente inferiorizado socialmente expone su
orgullo personal, exalta al máximo los valores que puede atribuirse, y contrapone sus
virtudes con la mala consideración que recibe de la sociedad:
Y atiendan la relación
que hace un gaucho perseguido,
que padre y marido ha sido
empeñoso y diligente
y sin embargo la gente
lo tiene por un bandido.
EL GAUCHO MARTÍN FIERRO (RESUMIDO)
El Gaucho Martín Fierro es un poema narrativo, escrito en verso por José Hernández en 1872,
obra literaria considerada ejemplar del género gauchesco. Debido a que tiene una continuación, La
vuelta de Martín Fierro, escrita en 1879, este último libro también es conocido como «La vuelta» y
la primera parte, como «La ida». Ambos libros han sido considerados como libro nacional de la
Argentina, bajo el título genérico de «El Martín Fierro».
En «La ida», Martín Fierro es un gaucho trabajador al que la injusticia social del contexto histórico
lo vuelve un gaucho matrero (fuera de la ley). Narra el carácter independiente, heroico y sacrificado
del gaucho. El poema es, en parte, una protesta en contra de la política del presidente argentino
Domingo Faustino Sarmiento de reclutar forzosamente a los gauchos para ir a defender las fronteras
internas contra los indígenas.
Leopoldo Lugones, en su obra literaria El payador, calificó este poema como «el libro nacional de
los argentinos» y reconoció al gaucho su calidad de genuino representante del país, emblema de la
argentinidad. Para Ricardo Rojas representaba el clásico argentino por antonomasia. El gaucho
dejaba de ser un hombre «fuera de la ley» para convertirse en héroe nacional. Leopoldo Marechal,
en un ensayo titulado Simbolismos del «Martín Fierro», le buscó una clave alegórica. José María
Rosa vio en el «Martín Fierro» una interpretación de la historia argentina. Este libro ha aparecido
literalmente en cientos de ediciones y ha sido traducido a más de 70 idiomas, entre ellos al
esperanto y al quichua.
En El gaucho Martín Fierro («La ida»), un gaucho trabajador de las pampas bonaerenses, que vive
con su mujer y dos hijos, es reclutado forzosamente para servir en un fortín e integrar las milicias
que luchaban defendiendo la frontera argentina contra los indígenas, dejando desamparada a su
familia. Durante años sufre penurias en los fortines (malas condiciones, hambre, frío, trato abusivo
de sus superiores, los castigos estacados, el no recibir su sueldo) hasta que decide escapar después
de tres años y desertar del servicio. Al volver, su rancho se encuentra abandonado convertido en una
tapera y su mujer y sus hijos se han separado ante la necesidad imperiosa de sobrevivir. Esta
desdichada realidad hace que Martín Fierro frecuente las pulperías, se embriague, se convierta en un
gaucho matrero. En una oportunidad se burla de la mujer de un moreno quienes estaban por ingresar
a un baile y lo mata, y luego comete un asesinato más: el de un gaucho "protegido" por los
funcionarios. Estas muertes que acarreará para siempre en su memoria lo llevan a convertirse en
gaucho perseguido por la policía. Una noche, se enfrenta contra una partida de policías, pero se
defiende con tal valentía que uno de la partida, el sargento Cruz, se une a él en medio del combate
pues no iba a consentir que se matara a un valiente. Finalmente ambos, sabiéndose perseguidos,
huyen y se encaminan hacia el desierto para vivir entre los indios, esperando encontrar allí una vida
mejor. Así, concluyendo que es mejor vivir con los salvajes que lo que la 'civilización' les deparaba,
termina la primera parte.
Entre los momentos más destacados y conocidos de La ida se encuentran las desdichas en la
frontera (los fortines de frontera con el territorio indio), el duelo con el negro, el enfrentamiento con
la partida policial donde el sargento Cruz se pasa de su lado y se vuelve su compañero, y la huida al
desierto para vivir con los indios. Siete años más tarde, en 1879, José Hernández publica La vuelta
de Martín Fierro. En su continuación, con el autor en una situación diferente, el perfil ideológico
cambia y se aconseja al gaucho adaptarse a la civilización que antes había despreciado. También
aquí se encuentran varias estrofas conocidas por su defensa del gaucho y denuncia de la injusticia
social:
Martín Fierro es el prototipo del gaucho. Se presenta como cantor, hombre independiente, pacífico,
valiente, conocedor del campo y sus actividades ganaderas (no así las agrícolas) y ante todo libre:
Yo no tengo en el amor
Quien me venga con querellas;
Como esas aves tan bellas
Que saltan de rama en rama
Yo hago en el trébol mi cama
Y me cubren las estrellas.
Su carácter solitario es consecuencia de la pampa que habita, las injusticias que vive lo van
transformando a lo largo de la obra.
El gaucho Martín Fierro sería oriundo de la localidad de Tres Arroyos, en la provincia de Buenos
Aires. Otros argumentan que hay documentación de que habría vivido en el Pago de Monsalvo, en
las zonas aledañas a la actual ciudad de Maipú. Se ha investigado, que Hernández era muy amigo de
Zoilo Miguenz, fundador del partido de Ayacucho, ahí encuentra una denuncia contra un tal Meliton
Fierro, que es su alter ego en el libro. Los numerosos análisis del Martín Fierro han destacado tanto
las diferencias psicológicas del personaje como los cambios del propio José Hernández, en los siete
años que median entre la publicación de "la ida" y "la vuelta" de Martín Fierro.
En cuanto al personaje de Martín Fierro, en la primera parte, luego de haber sido reclutado por la
fuerza, rompió completamente con la "civilización", asesinando a un gaucho negro, enfrentándose
con la policía y finalmente excluyéndose totalmente de la sociedad premoderna de la Argentina de
entonces, para irse a vivir con los indios pampas. En la segunda parte, en cambio, Martín Fierro
parece revalorizar una sociedad en transformación (en ese momento el país iniciaba su
modernización capitalista, y el ingreso de millones de inmigrantes provenientes mayoritariamente
de Italia), haber superado su rebeldía rupturista y orientarse más hacia el futuro de sus hijos.
De la lectura de los prólogos que acompañaron a la obra se extrae la clara conclusión de que el
autor pretendió reflejar el lenguaje de los gauchos. Esto derivó en un intenso estudio de la lengua de
la obra por parte de la crítica en busca de emparentarla con el habla gauchesca. Autores españoles
como Unamuno o Azorín se esforzaron en encontrar relaciones entre el habla del poema y la de los
campesinos de la península. Por su parte algunos autores argentinos como Leumann dirigieron sus
estudios hacia lo original de esa modalidad lingüística llegando a calificarla como genuino idioma
nacional argentino.1 Especialmente polémica resultó la aportación de Américo Castro que defendía
de modo radical la idea de que el habla gauchesca no era otra cosa que una prolongación del habla
medieval castellana.
Más relevante resulta el interés del autor por tratar el habla rural de forma digna lo que le valió
alguna crítica de sus contemporáneos que le reprocharon el uso de un habla inculta. Si bien este uso
de la lengua entronca con toda la literatura gauchesca anterior, es Hernández quien la elevó a lengua
literaria plena. Parte de la crítica ha señalado una cierta inestabilidad en la transcripción fonética de
las palabras y un escaso dominio de la ortografía académica. Al margen de esta inestabilidad
algunos de los rasgos característicos del poema son:
La vuelta de Martín Fierro es un libro gauchesco argentino, escrito en verso por José Hernández en
1879. Constituye la secuela de El Gaucho Martín Fierro, escrito en 1872. Ambos libros han sido
considerados como libro nacional de la Argentina, bajo el título genérico de "Martín Fierro". En "La
vuelta", Martín Fierro, quien se había mostrado rebelde en la primera parte y convertido en gaucho
matrero (fuera de la ley), aparece más reflexivo y moderado, a la vez que el libro se vuelca a la
historia de sus hijos.
En tanto que la primera parte, El Gaucho Martín Fierro, había terminado con Fierro y su
compañero Cruz, huyendo al desierto para vivir con los indios, la segunda parte comienza con el
relato de ellos dos viviendo en las tolderías mapuches. Allí Cruz muere de viruela y Martín Fierro
conoce a la "Cautiva", una mujer criolla que había sido tomada por los mapuches. Finalmente
Martín Fierro se enfrenta con uno de los indios que lo hospedaba, matándolo y regresando al
territorio «civilizado» con la Cautiva, a quien deja en una estancia para seguir su camino solo. En
una pulpería encontrará a sus hijos, al hijo de Cruz, y al hermano menor del gaucho negro que
asesinara en la primera parte, con quien mantendrá una famosa payada de contrapunto.
Entre los momentos más destacados y conocidos de «La vuelta» se encuentran, además de la payada
con el negro, los consejos pícaros del Viejo Vizcacha y los famosos consejos de Fierro a sus hijos y
al de su amigo Cruz. También aquí se encuentra, probablemente, la estrofa más conocida de ambos
libros:
Los hermanos sean unidos
porque ésa es la ley primera,
tengan unión verdadera,
en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos pelean
los devoran los de afuera.
Finalmente los cuatro reencontrados deciden cambiarse sus propios nombres y separarse.
RELACIÓN CON EL CUENTO “EL FIN” DE JORGE LUIS BORGES
Dice Borges sobre el cuento “El fin”:"Todo lo que hay en él está implícito en un libro famoso y yo
he sido el primero en desentrañarlo"-; con esta narración, Borges agrega "un canto" a la segunda
parte de Martín Fierro, de José Hernández.
La intervención del protagonista de este gran poema concluye así: Martín Fierro se separa de
sus hijos y del hijo de Cruz, ("Después, a los cuatro vientos / los cuatro se dirigieron".)pero Borges
lo hace regresar a la pulpería donde había llevado a cabo la payada con el moreno, "un pobre
guitarrero", y donde los presentes habían procurado "que no se armara pendencia".
De todas maneras, en el poema hernandiano Martín Fierro no quiere pelear -"Yo ya no busco peleas,
/ las contiendas no me gustan; / pero ni sombras me asustan / ni bultos que se menean"-, pero hace
alarde de su valentía, es decir, sabe defenderse si lo provocan. Estos versos constituyen ya una clave
para comprender el desenlace del cuento borgeano. Además, su título -"El fin"- responde a una de
las estrofas del poema (La vuelta de Martín Fíerro, canto XXX, vs. 4481-4486):
Yo no sé lo que vendrá /tampoco soy adivino;/pero firme en mi camino/hasta el fin he de seguir:
/todos tienen que cumplir /con la ley de su destino.
El pulpero Recabarren había presenciado el primer contrapunto entre "el forastero" y el moreno.
"Ahora" asiste, desde su lecho, inmóvil por la parálisis, al segundo, el de la vida contra la muerte.
Ve llegar a un jinete, pero no puede identificarlo:
Recabarren vio el chambergo, el largo poncho oscuro, el caballo moro, pero no la cara del hombre,
que, por fin, sujetó el galope y vino acercándose al trotecito. A unas doscientas varas dobló.
Recabarren no lo vio más, pero lo oyó chistar, apearse, atar el caballo al palenque y entrar con paso
firme en la pulpería.
El moreno recibe complacido a Fierro. Este trata de justificar su actitud pacífica al finalizar aquella
payada que los unió:
-Más de siete años pasé yo sin ver a mis hijos. Los encontré ese día y no quise mostrarme como un
hombre que anda a las puñaladas.
- Ya me hice cargo -dijo el negro-. Espero que los dejó con salud.El destino le pone otra vez "el
cuchillo" en la mano e inexorablemente debe cumplir con él. Se alejan "un trecho" de las casas y se
preparan para el duelo:
-Una cosa quiero pedirle antes que nos trabemos. Que en este encuentro ponga todo su coraje y
toda su maña, como en aquel otro de hace siete años, cuando mató a mi hermano.Sólo Recabarren
presencia los hechos, a través de la ventana de su rancho; sólo él ve "el fin", la muerte de Martín
Fierro:
Inmóvil, el negro parecía vigilar su agonía laboriosa. Limpió el facón ensangrentado en el pasto y
volvió a las casas con lentitud, sin mirar para atrás. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie.
Mejor dicho era el otro: no tenía destino sobre la tierra y había matado a un hombre.
Ahora el negro es "el otro", es decir, Martín Fierro, pues, como él, ya arrastra una muerte sobre la
tierra: "La sangre que se redama / no se olvida hasta la muerte" . Su victoria es, en realidad, su
derrota. Como bien dice Donald L. Shaw, "ha liberado a Fierro de la trampa para encerrarse a sí
mismo en ella".El narrador es omnisciente, pero finge no saber con exactitud qué relación
existe entre Recabarren y el "chico de rasgos aindiados". Borges intercala estos elementos de
duda -"(hijo suyo, tal vez)"- para intensificar la verosimilitud de la narración.
Los personajes son cuatro. Recabarren, testigo de los hechos, no interviene en la narración;
parece estar fuera del tiempo -en el presente--, en la eternidad. Un chico, sin voz -"le dijo por señas
que no"-. El moreno y Martín Fierro, cuya identidad se oculta hasta el final, son los únicos
personajes que dialogan. El absoluto silencio del pulpero y del chico -meras presencias- contrasta
con las palabras de los otros personajes, en las que late la idea de venganza.
El narrador determina tres espacios: la habitación de Recabarren, apenas sugerida, en la que sólo
una ventana lo comunica con una parte de la realidad exterior; la pulpería, escenario de la famosa
payada, y la llanura "casi abstracta, como vista en un sueño". El contraste entre los espacios es
evidente: oscuridad, estatismo (el cuarto del pulpero) y luz, movimiento (la llanura iluminada por
"el último sol").
El tiempo gobierna la narrativa borgeana. El cuento comienza al atardecer: " ... se dilataban la
llanura y la tarde ... "; " ... aún quedaba mucha luz en el cielo". Luego, anochece: " ahora miraba el
cielo y pensaba que el cerco rojo de la luna era señal de lluvia. [ ] La llanura, bajo el último sol, era
casi abstracta ... " Por fin, noche cerrada: "Un lugar de la llanura era igual a otro y la luna
resplandecía".
Desde el punto de vista físico, la gradación temporal es perfecta. Además, Fierro aclara que sólo
transcurre "una porción de días" desde la memorable payada. También surge el tiempo psíquico:
Recabarren solamente vive en el presente. Un breve "racconto" explica la situación actual del
"sufrido" pulpero.
Un universo de símbolos
La palabra laberinto' tiene una gran significación en el texto. Para Borges es la prisión en que
está encerrado el hombre; es el lugar donde encontrará la muerte y, tal vez, la liberación; es el
origen y el fin, el infinito y el caos, el paso de la vida a la muerte. Nuestro escritor explica cuándo
surge en él la idea del laberinto:
"Recuerdo un libro con un grabado en acero de las siete maravillas del mundo; entre ellas estaba
el laberinto de Creta. Un edificio parecido a una plaza de toros, con unas ventanas muy exiguas,
unas hendijas. Yo, de niño, pensaba que si examinaba bien ese dibujo, ayudándome con una lupa,
podría llegar a ver el Minotauro. Además, el laberinto es un síntoma evidente de perplejidad [ ... l.
Yo, para expresar esa perplejidad que me ha acompañado a lo largo de la vida y que hace que
muchos de mis propios actos me sean inexplicables, elegí el símbolo del laberinto o, mejor dicho, el
laberinto me fue impuesto, porque la idea de un edificio construido para que alguien se pierda, es
el símbolo inevitable de la perplejidad".
La vida de Martín Fierro es un extenso espacio sin salida. Vive prisionero de sus muertes; vive
perseguido. De ahí que cobre singular significado el poema "Laberinto" (Elogio de la sombra):
Fierro despierta hacia la libertad que pregonaba. "Morir es haber nacido", dice Borges en uno de sus
poemas ("Milonga de Manuel Flores"). Si en la famosa payada fue la guitarra el símbolo de la
victoria de Fierro, en el duelo -"otra clase de contrapunto"-, el cuchillo simboliza su derrota.
Leemos en el poema de Hernández:
En El otro, el mismo, Borges dice que el cuchillo "es de algún modo eterno; los hombres lo
pensaron y lo formaron para un fin muy preciso" '.
Leemos en "El fin": " ... el acero filoso rayó y marcó la cara del negro". En el poema hernandiano
no ocurre esto; todo es a la inversa, pues el otro moreno, el muerto, es el que le corta la cara a
Fierro:
. Aunque si yo lo maté
mucha culpa tuvo el negro.
Estuve un poco imprudente,
puede ser, yo lo confieso,
pero él me precipitó
porque me cortó primero;
y a más me cortó en la cara,
que es un asunto muy serio.La vuelta de Martín Fierro, XI, vs. 1599-1606.
La luna, otro símbolo del cuento, preside el duelo _" ... y la luna resplandecía"-, pues: "Es uno de
los símbolos que al hombre / da el hado o el azar para que un día / de exaltación gloriosa o agonía /
pueda escribir su verdadero nombre" ("La luna"). Martín Fierro ya no regresará a su laberinto.
Borges ha salvado a la criatura hernan¬diana. Tal vez, como Francisco Narciso de Laprida, Fierro,
en su "agonía laboriosa", ha pensado:
... Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.
A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez. Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea." Poema conjetural", en El otro, el mismo.
El desenlace presenta la identidad del sacrificador y de la víctima. El duelo del canto VII (El
gaucho Martín Fierro) se repite, pero el vencedor de aquél es ahora el vencido:
... el negro parecía vigilar su agonía laboriosa. Limpió el facón ensangrentado en el pasto y volvió
a las casas con lentitud, sin mirar para atrás.
Sin embargo, sus constantes desplazamientos eran inspirados por una razón
afectiva.
A partir de la quinta estrofa, comienza el planteo del nuevo episodio. Este se inicia
bajo el signo de la fatalidad: “por desgracia”.Una y otra vez Martín Fierro nos señala la
inexorabilidad en su vida, y su conciencia de lo fatal en ella. Fierro es un narrador extra –
homodiegético, esto es, narrador y protagonista a la vez, lo que le permite contar desde una
perspectiva global y saber como narrador lo que como personaje ignoraba. De este modo,
mediante la anticipación, va despertando la expectativa del público.
La ubicación temporal y la espacial son tan vagas que sugieren el caos en que se
habían convertido su existencia.
El baile le permite reintegrarse, aunque más no sea transitoriamente, a la vida social.
Pero, debido a su estado de ánimo, no pretende siquiera participar. Solo pretende evadirse
de su angustia.
El hipérbaton posterga la aparición del verbo “Fui” hasta el final de la estrofa,
porque esa acción en apariencia intrascendente lo condujo al encuentro de su destino.
En el baile, re – anuda lazos amistosos que parecen devolverlo a la comunidad de
los hombres.
La insistencia en el carácter excepcional de esa embriaguez y de su posterior
conducta violenta revela el afán de Fierro de atenuar como narrador lo que hizo como
personaje. Recordemos lo que proclamó sobre el final del Canto I:
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desclasado como él, relegado incluso a una posición inferior a la suya por su
condición de negro, de distinto. La pelea sin causas requería causa para ser, y había
de ser entonces la más natural e inmediata, la que surgiese de un prejuicio hecho ya
casi carne .
Movido por un prejuicio atávico, Fierro provoca una pendencia carente de otra
motivación que no sea su necesidad inconsciente de desahogarse y afirmarse. Precisa
demostrar que aún sigue siendo un hombre. Como suele suceder, reafirmará su hombría a
expensas de lo humano. Pero lo único que conseguirá será poner fin a una vida y acabar de
arruinar la suya.
Con su provocación, Fierro está atacando, la felicidad que ya no tiene, representada
por esa pareja que viene a divertirse y cuya Fierro repite el proceder injusto del que fue
víctima. Se transformará en asesino para dejar de sentirse impotente.
La atención de Fierro se centra primeramente en la morena, pero todo lo que le diga
tendrá como destinatario último a su compañero. Siente como soberbia lo que
probablemente fuera solo concentrada expectativa en los ansiados placeres del baile.
Llevado por la desesperación, el hombre precisa atraer la atención para dejar de sentirse un
inútil. Marginado, quiere ser protagonista.
Mediante el calambur, no solo insulta Fierro a la mujer, iniciando así la larga serie
de asociaciones desvalorizadas con animales, sino que exhibe el ingenio con que pretende
convertirse en centro de la atención. El perseguido busca ser atendido.
La rapidez con que la negra le devuelve el insulto, así como la mirada despectiva
que le arroja y el hecho de que siga de largo, debieron dejar mal parado a Fierro, aunque el
narrador no nos diga nada acerca de la reacción de los circunstantes, concentrando así aún
más la tensión.
La descripción que hace Fierro de la mujer refuerza la nota humorística, que habrá
de resaltar por contrate la tragedia del final. La comparación hiperbólica con la cola de una
zorra contrasta cómicamente con la actitud envarada y deliberadamente digna de la mujer.
El segundo parlamento de Fierro está cortado por una acotación del narrador (“dije
yo”), cuya función es resaltar el final insultante y provocador, con su clara alusión sexual.
Se trata, en realidad, de un tiro por elevación contra el moreno.
Todas tienen en común su pretensión de ingeniosas, con las que Fierro busca
situarse en el centro de la atención.
Prof. Graciela Viega 3
Literatura Hispanoamericana
Fames
El diminutivo “coplita” sugiere el carácter divertido que la situación tenía para el
gaucho. En cambio, el adjetivo “fregona” revela la clara conciencia de su hiriente
contenido. La estructura descendente asegura la intensidad creciente de la ofensa.
Recién en la estrofa XIII, cinco después de que se lo mencionara por primera vez,
reaparece el negro. El pretérito pluscuamperfecto destaca el esfuerzo de paciencia que ha
estado haciendo, que a través del uso del gerundio se refuerza. Es un indicio de su
prudencia. A diferencia de Fierro, no tiene nada que probar ni que probarse y si mucho que
perder.
La comparación transforma en imagen sensible la furia interior del moreno:
Al darse cuenta de su enojo, Fierro aumenta la presión sobre el porque comprende que
es terreno fértil para la provocación. La aproximación física no solo demuestra que no le
teme, sino que es casi una incitación al negro para que lo ataque.
Fierro ha ido a buscar a su contrincante. Este no ha cruzado el umbral todavía
(“dende ajuera”).
El nuevo calambur enmascara, bajo la apariencia de un cumplido, una nueva alusión
insultante a un rasgo racial:
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un ebrio pendenciero pasamos a una situación ritual y arquetípica, el duelo. Inversión
trágica, en este caso, del ritual rítmico y vital del baile.
Las dos estrofas siguientes narran los preparativos del duela, realzando la impresión
ritual y retardando, al mismo tiempo, el momento decisivo, para llevar la tensión a su
clímax.
En Fierro parece nacer una nueva comprensión de su rival, al que empieza a respetar
porque se ha dado cuenta que no es manso ni cobarde.
La evolución de los personajes ha sido inversa: el negro se ha cegado, mientras que
Fierro se ha despejado al cobrar conciencia de lo que está en juego. Uno solamente piensa
en matar, el otro comprende que puede morir.
El negro acomete sin tino por la furia que lo domina.
A partir de este instante, la acción se precipita tal como lo expresan la abundancia
de verbos en pretérito perfecto simple, y de verso terminados in aguda.
En la misma dirección apunta la alternancia de las referencias a los contrincantes:
una estrofa empieza diciendo “El negro” y la siguiente “Yo”.
Estos versos equivalen a un primer plano del facón, instrumento de la próxima muerte a
la vez que del destino de Fierro.
Al perdonarle la vida al negro, le asesta un golpe de plano:
A través de esta nueva metáfora peyorativa, Fierro vuelve a humillarlo, dejándolo en una
posición desairada.
Da la impresión de seguir subestimándolo. Pero lo único que consigue es
exasperarle “como una tigra partida”, con la que se resalta la ferocidad de su nuevo ataque.
De allí que el negro intente y logre herirlo en la cara, lo cual se consideraba
vergonzoso para quien recibía el corte. Aquí, además, se carga un valor simbólico: es de
estigma de esta vano homicidio, que acompañará a Fierro durante el resto de sus días.
La herida le demuestra que no se puede actuar sin perder la inocencia.
Siente injustamente al negro como malvado porque le obliga a perder su inocencia.
La elipsis por la que se omiten las restantes vicisitudes de la pelea resalta la brutal sorpresa
del golpe final, acentuada por el sustantivo “topada”, que expresa crudamente el carácter
anima, instintivo, de la pelea:
El hipérbaton, que posterga la aparición para el final del segundo verso realza, hasta
visualmente, la violencia del impacto.
La transición hacia la conciencia y la culpa se produce durante el breve y tremendo
espectáculo de la agonía. Es el primer homicidio de Fierro. Las convulsiones del negro son
como la objetivación de las que debió sufrir la conciencia de su matador.
Los verbos en primera persona al comienzo de los tres primeros versos refuerzan la
impresión de tremenda soledad en que ha quedado Fierro. En su afán de afirmarse, el
personaje no ha hecho otra cosa que excluirse definitivamente de la sociedad.
El episodio termina con Fierro perdiéndose en la noche (la de la culpa)
Las tres estrofas finales constituyen el epílogo del canto. El negro fue tratado por la
sociedad con la misma desaprensión con que Fierro lo hizo. Su alma interesó tan poco
como su cuerpo.
Reaparece la tercera persona del plural, subrayando que la misma sociedad que
despojó a Fierro lo condenó injustamente, se deshace con igual insensibilidad del moreno.
El negro careció de todo en la muerte, como Fierro carece de todo en la vida. Esto
contribuye a resaltar la inutilidad de la pelea.
Martín Fierro será en vida el alma en pena que el negro es de muerto. En la última
estrofa, no enteramos de que Fierro lo recuerda cada tanto y que entonces, para aliviar su
conciencia, piensa en hacer una buena acción por él.
Comentario Canto X
6
canto XIII, Martín Fierro, con la misma fórmula anterior, para indicar su
intervención, retoma la palabra, respondiendo al relato de Cruz, con una invitación
para cruzar el desierto y refugiarse en las tolderías indias.
Cruz dentro de la obra tiene el carácter de personaje auxiliar y repite la
misma experiencia de Fierro aunque en distintas circunstancias. Además lleva en el
nombre el estigma de ser analfabeto ( con una cruz firmaban los que no había
aprendido a hacerlo )
No hay ni en Fierro ni en Cruz una culpa inicial o en todo caso su única culpa
es la de ser gaucho. Es el mundo de las autoridades el que acosándolos de varios
modos los lleva al crimen y a la vida matrera. Lo paralelo en ambas historias es la
fuerza ciega de la fatalidad.
Durante tres cantos Cruz toma importancia protagónica y no desaparece a
partir de ahí de la obra. La presencia de Cruz es viva aún después de su muerte pues
permanece constantemente en los recuerdos de Martín Fierro.
La amistad viril, honda y sincera es una de las cualidades de los gauchos, y en
un relato que pretende ser verosímil no podría faltar..
El personaje Cruz irrumpe al final del canto IX, cuando se decide la pelea de
Fierro con la partida a favor de este último.
Desde un primer momento Fierro identifica a Cruz como gaucho y no como
milico, posiblemente por el vestuario “ andaba despilchao” como él mismo dice. La
intervención de Cruz se debe probablemente a haya reconocido en Fierro su propia
naturaleza de gaucho perseguido. Cruz traiciona a la partida, traiciona a sus
compañeros pero no traiciona sus principios de socorrer al injusticiado. Reconoce en
Fierro , el gaucho valiente e injustamente perseguido que el lleva en el fondo.
Cruz entra a la obra cruzando del mundo de las autoridades al mundo del
matrero perseguido, por legítima solidaridad gaucha.
El autor nos da muy escasos datos sobre el personaje, lo podemos caracterizar
mejor por el influjo que ejerce sobre Fierro y por lo que él dice sobre sí mismo
cuando actúa como narrador.
Los rasgos coincidentes en ambos personajes ( salvadas las diferencias de
matices) son: el coraje, la resignación, la tranquila aceptación de la adversidad, el
estoicismo, de ambos personajes.
Por ello es posible encontrar formulaciones equivalente entre Fierro y Cruz,
como:
CRUZ FIERRO
.......................................................................................................................................
“ Amigazo, pa sufrir
han nacido los varones ...”
Dentro de esta filosofía conformista se desliza la conducta de Cruz. Solamente cuando toca
su amor esboza una reacción pero esta es tardía. Pasarse al lado Fierro en la pelea con la
partida también fue una reacción tardía, pues lo hizo cuando vio que era buena conyuntura.
Su ambición, aun dentro de sus limitaciones es muy modesta. Se adapta a todo. Arrastra su
vida paso a paso, y como puede, su empeño se traduce en querer sobrevivir.
“ ya lo pasado pasó
mañana será otro día”
8
por qué afligirse el cristiano?”
Con esta expresión Cruz invita a Fierro a resistir frente a la adversidad que los rodea, a
tener coraje, entereza. Aguantarse frente al enemigo invisible y plural que los acosa.
“ Lo solplendí en el jogón
abrazándome a la china ...”
Es imposible leer hoy el Martin Fierro como' fue leido en 1873. Tamnbien
es inutil. Porque toda obra grande esta hecha no s6lo del texto que fue
escrito y publicado en tal o cual fecha sino de los textos superpuestos por
algunos lectores privilegiados: textos variados y tan validos como el
original, si es que existe un "original". Por, eso, en este afio del centenario,
me ha parecido mejor volver al poema de Hernandez por el camino, tal
vez laberintico, de dos lecturas famosas, hechas en este siglo, dos lecturas
que ya son (para nosotros, al menos) practicamente inseparables del texto
del poema. Me refiero a la multiple lectura de Borges en varios ensayos,
un librito de critica y algunos relatos, y a la enciclopedica lectura de
Martinez Estrada en los dos volumenes de Muerte y transfiguracidn
de "Martin Fierro".
Inutil aclarar que el enfoque fragmentario de Borges y el totalizador
de Martinez Estrada poco tienen de comun en apariencia. En tanto que
Borges elabora a lo largo de unos treinta anos, una visi6n critica del
poema (matizada en el detalle pero esencialmente la misma), Martinez
Estrada despliega en un libro escrito continuadamente un analisis exhaus-
tivo no s6lo de la obra sino de su contexto hist6rico, social, politico,
economico, cultural, literario. Pocas cosas quedan por escudriiiar a Marti-
nez Estrada; muy pocas son objeto de la constante atenci6n de Borges. Y
sin embargo, la diferencia de enfoque, la oposici6n de proyectos, el
contraste de las dimensiones (Borges concentra lo principal en un librito
de 77 paginas de cuerpo grande; Martinez Estrada necesita de dos
tomos de 393 y 520 paginas respectivamente); todo lo que separa a uno
del otro, no destruye una unidad basica de la actividad critica. Tanto
Borges como Martinez Estrada aportan a sus respectivas lecturas no s6lo
una visi6n enriquecedora de la realidad argentina y una pasi6n nacional
288 REVISTA IB E RO AMERICANA
Las primeras huellas del Martin Fierro pueden reconocerse en los en-
sayos criticos que Borges publica en volumen a partir de 1925. Aunque
el que recoge (en Inquisiciones, de ese afio) no esti dedicado al poema
sino a Ascasubi, ya puede situarse en esa fecha la preocupaci6n explicita
por el tema gauchesco. Al articulo sobre Ascasubi, sigue otro sobre
Estanislao del Campo (El tamano de mi esperanza, 1926) en que re-
cuerda que el autor "fue amigo de mis mayores". S610o en 1931, aborda
directamente el Martin Fierro, en un trabajo que recoge en Discusikn
(1932). El largo rodeo es explicable: lentamente decide Borges acer-
carse en piblico al libro prohibido. Ascasubi (unitario, anti-rosista) es
de los "nuestros", como lo es del Campo, amigo de sus mayores. Pero
ya en 1931, Borges siente tal vez que ha cumplido con la piedad filial y
puede leer en piblico el Martin Fierra. El tabu ha sido desafiado, la vieja
prohibici6n ha perdido su efecto.
Esa primera lectura sera el origen de una serie de lecturas posteriores
(algunas con muy pequefias variantes) que Borges efectuar en el curso
de dos decadas: hay una conferencia en Montevideo (1945), recogida en
panfleto en 1950, Aspectos de la literatura gauchesca; hay el librito com-
pilado con la colaboraci6n de Margarita Guerrero, en 1953; hay el pr6lo-
go, redactado en colaboraci6n con Adolfo Bioy Casares, a una antologia
en dos voluimenes de las obras centrales de la Poesia gauchesca (1955).
En ese contexto, la imagen del Martin Fierro en la obra critica de Borges
termina por fijarse en algunos puntos centrales. Su lectura descodifica
ciertos elementos, y casi siempre los mismos. Por razones de sintesis se
examina aqui s61o el texto mas largo.
Conviene advertir, en primer lugar, que el librito fue escrito de en-
cargo para una colecci6n "Esquemas" y que por eso contiene mucho
292 REVISTA IBEROAMERICANA
que incluye otra (la del protagonista con el negro), efecto que Borges
vincula a operaciones similares de Hamlet y Las mil y una noches (p. 61);
(f) La circunstancia de que el final del libro sugiere episodios fuera
del mismo: "Podemos imaginar una pelea mas ally del poema, en la que
el moreno venga la muerte de su hermano", dice Borges apuntando
hacia un cuento que 61 escribid (p. 65);
(g) El error de leer el Martin Fierro como epopeya: "Esa imaginaria
necesidad de que Martin Fierro fuera 6pico, pretendi6 asi comprimir
(siquiera de un modo simb6lico) la historia secular de la patria con sus
generaciones, sus destierros, sus agonias, sus batallas de Chacabuco y de
Ituzaing6, en el caso individual de un cuchillero de mil ochocientos
setenta" (p. 70);
(h) La mayor cercania de Martin Fierro al g6nero novelesco: "La
epopeya fue una preforma de la novela. Asi, descontado el accidente
del verso, cabria definir al Martin Pierro como una novela. Esta defini-
ci6n es la inica que puede trasmitir puntualmente el orden de placer
que nos da y que condice sin escindalo con su fecha, que fue equi6n
no lo sabe? la del siglo novelistico por excelencia: el de Dickens, el de
Dostoievski, el de Flaubert" (p. 74);
(i) La ambigiedad final del protagonista, calificado por unos de
hombre justo, por otros, de "siciliano vengativo" (la frase es de Ma-
cedonio Fernandez); Borges acepta la ambigiiedad como condici6n de
la naturaleza novelesca de la obra: "La 6pica requiere la perfecci6n en los
caracteres; la novela vive de su imperfecci6n y complejidad" (pp. 74-75);
(j) La identificaci6n del lector con el protagonista que constituye
uno de los meritos del libro: "Si no condenamos a Martin Fierro, es
porque sabemos que los actos suelen calumniar a los hombres. Alguien
puede robar y no ser ladr6n, matar y no ser asesino. El pobre Martin
Fierro no esta en las confusas muertes que obr6 ni en los excesos de
protesta y bravata que entorpecen la cr6nica de sus desdichas. Estd en la
entonaci6n y en la respiraci6n de los versos; en la inocencia que reme-
mora modestas y perdidas felicidades y en el coraje que no ignora que
el hombre ha nacido para sufrir. Asi, me parece, lo sentimos instintiva-
mente los argentinos. Las vicisitudes de Fierro nos importan menos que la
persona que las vivi6" (pp. 75-76).
La lectura de Borges es sutil. Rectifica muchos lugares comunes de
la critica anterior, como las que lo consideran un poema 6pico (ver b, g
y h, sobre todo), o presentan el cardcter del protagonista como si fuera
monolitico (ver i y j, en particular). Pero a esas necesarias rectificacio-
nes, agrega Borges otras perspectivas, muy suyas. Una es el reconoci-
294 REVISTA IBEROAMERICANA
Su lectura del Martin Fierr, como la del Quijote por "Pierre Menard",
es idiosincratica. En ningin lado se ve mejor que en los dos cuentos que
Borges dedica a "expandir" la accion del poema. Ya en la eleccion de los
episodios se advierte esa manera lateral y hasta oblicua de leer que es
caracteristica suya: en el cuerpo abundante del poema Borges s6lo elige
la historia de Cruz y el enfrentamiento final de Fierro con el payador
negro. (Hay otro eco del poema en un tercer cuento, del que hablo lue-
go.) El mas famoso desde este punto de vista estrictamente borgiano
es "Biografia de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)". Fue escrito en 1944
y esta recogido en El Aleph (1949). A primera vista, el cuento no tiene
nada que ver con el personaje del poema. Solo en las ultimas lineas,
Borges identifica a su Cruz con el de Hernandez. La "biografia" es un
minucioso ejercicio de reconstrucci6n que cubre todo el texto de Hernan-
dez pero para poner los enfasis en otro lado, y despistar asi al lector.
Uno de los recursos que utiliza es la precisi6n de nombres, lugares y
fechas, a empezar con ese Tadeo Isidoro que desplaza la atenci6n del
apellido e impide reconocer al personaje. (Hernandez s61oo lo llama Cruz.)
Para distraer mas a su lector, Borges utiliza detalles historicos que vienen
de su historia familiar: el general Suarez del comienzo del cuento es su
bisabuelo materno; el rancho donde trabaja Cruz, pertenece a otro pa-
riente materno, Francisco Xavier Acevedo; el Laprida que lucha contra
los indios es tambien pariente suyo. De esa manera, Borges saca al per-
sonaje de Hernindez de su contexto novelesco, sin fechas, sin preci-
siones, sin nombres historicos reconocibles, y lo situa en otro contexto
biografico imaginario pero exacto. S6olo al final, cuando los destinos de
Fierro y Cruz se juntan, Borges deja de inventar variantes y se limita
a resumir a Hernandez. Pero en ese momento ya no importa: el lector
esta a punto de saber quien es Cruz y de d6nde viene: de un texto
literario y no de la mera realidad. La tecnica de Borges es la del relato
policial, pero es tambien la de la parodia.
ESTUDIOS 295
Por este juicio, Borges no s6lo celebra el libro de Martinez Estrada sino
que, tacitamente, subraya el vinculo profundo con su propia lectura, la
de los cuentos tanto como las de los ensayos: en Martinez Estrada, como
en Borges, el Martin Fierro vuelve a ser escrito. La lectura critica se
transforma asi en escritura.
Yale University.
Nota bibliogrdfica:
Resumen
En este trabajo propongo realizar un análisis de dos interpretaciones del poema
Martín Fierro. Se trata de El mito gaucho, de Carlos Astrada y de Muerte y transfigu-
ración de Martín Fierro, de Ezequiel Martínez Estrada. Ambas obras aparecieron en
el año 1948 y constituyen en primera instancia dos posturas antagónicas respecto del
poema. Pues mientras Astrada, considera al poema nacional la expresión del mito de
los argentinos, Martínez Estrada expresa que mitologizar al Martín Fierro contribuye
al encubrimiento de la realidad social de nuestro país. Sin embargo, se pueden hallar
algunos acercamientos entre ambas obras, en especial, en torno a las consideraciones
de la obra como un poema épico, así como respecto de su alcance y su vigencia.
Artículos 37
Resumo
Neste trabalho proponho realizar uma análise de duas interpretações do poema
Martín Fierro. Trata-se do Mito Gaucho, de Carlos Astrada e de Morte e transfigurassem
de Martín Fierro, de Ezequiel Martínez Estrada. Ambas as obras apareceram no
ano 1948 e constituem em primeiro lugar duas posturas antagônicas respeito do
poema. Pois enquanto Astrada, considera ao poema nacional a expressão do mito
dos argentinos, Martínez Estrada expressa que ao mito do Martín Fierro contribui ao
encobrimento da realidade social de nosso país. No entanto, podem-se achar algumas
aproximações entre ambas as obras, em especial, em torno das considerações da obra
como um poema épico, bem como respeito de seu alcance e sua vigência.
En este trabajo, pretendo recorrer críticamente estas dos obras a fin de encontrar
diferencias y similitudes entre estos dos autores que, si bien, tuvieron un periplo in-
telectual bastante similar aunque con posturas disímiles, nunca se encontraron cara a
cara, en un diálogo sobre las cuestiones que a ambos atañían.
Es importante destacar que las dos obras tuvieron una segunda edición. En 1958 se
reedita Muerte y transfiguración de Martín Fierro siendo su única modificación el or-
den de sus capítulos. Por otra parte, en 1964, la reedición de El mito gaucho contendrá
significativos cambios. Desde la inclusión de una gruesa introducción conteniendo
temas que habían sido omitidos en la primera versión, hasta una rotunda variación
en la interpretación del poema a la luz de los acontecimientos políticos. Es así que
esta obra constituirá el documento de la total ruptura de Astrada con Perón y su viraje
hacia el marxismo.
Si bien ambos autores hablan del transfondo mitológico del poema nacional,
mientras Astrada encuentra la plasmación del mito que conduce a los argentinos a su
comunidad nacional, Martínez Estrada arremete contra estos tipos de interpretaciones,
considerando al mito como herramienta encubridora de la realidad.
38 Artículos
modo que sus personajes cobran una fuerza que le excede, y luego traiciona esa me-
tafísica del texto que se había configurado en La Ida escribiendo La Vuelta en un
tono mucho más racionalista y conciliador. Carlos Astrada, en cambio, afirma que
Hernández ha sabido captar aquello que perdura en los pueblos y lo ha plasmado en el
poema nacional que contiene los lineamientos de nuestra comunidad.
La figura de Hernández
Carlos Astrada afirma que José Hernández es nada menos que el poeta que ha
sabido enunciar el mito del pueblo argentino. El Martín Fierro es expresión ejemplar
del habitante argentino, de sus sueños, sus anhelos y del destino al que se dirige. Este
destino es marcado por el mito que emerge desde el suelo pampeano y delimita las
posibilidades de nuestra nación.
Por otro lado, Martínez Estrada, intenta hacer una caracterización psicológica del
autor, de modo tal de unir vida y obra y encontrar los núcleos significativos entre
Martín Fierro y José Hernández. El ensayista se propone descifrar cuál es el secreto
de la vida del autor, el enigma que hay en su interior, que ha hecho que el personaje
de su obra sea tan antagónico. Afirma, en este punto que la obra ha sido brutalmente
desvinculada de su autor. Cuando en realidad encuentra en la misma biografía de
Hernández los rasgos con los que ha caracterizado al personaje de su obra, así como
las vicisitudes a las que fue llevado.
De este modo, Martínez Estrada realiza una investigación sobre la vida política
de Hernández a fin de encontrar las relaciones que lo lleven a interpretar el poema.
Lo que halla más significativo a este respecto es la participación de Hernández en
las revueltas del interior. Este autor va a señalar que las contradicciones que se pue-
den hallar en su vida política, en la que unas veces pelea por los caudillos y otras en
contra de ellos, se ven reflejadas en la obra. En los conflictos internos del personaje
estarían plasmadas las contradicciones políticas que el país atravesó y que el propio
Hernández encarnó. Esto, dice Martínez Estrada, es clave para analizar los conteni-
dos, para él antagónicos de la Ida y la Vuelta. Martínez Estrada en este punto lanza
una arriesgada tesis que va a recorrer toda la obra: la de que el personaje del poe-
ma adquiere un movimiento propio que excede al propio Hernández. “Al escribir el
Martín Fierro libra uno de sus combates políticos, hasta que el personaje creado por
él lo agarra por la espalda...”3.
2
Martínez Estrada, E. Muerte y transfiguración de Martín Fierro, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2005, p. 18.
3
Ob. cit., p. 36.
Artículos 39
Otro aspecto de la vida de Hernández en el que Martínez Estrada encuentra con-
tradicciones es en la composición de su familia. Unitarios y federales se entrecruzan
en un ambiente hostil para él. Es por ello que Martínez Estrada lo caracteriza como
un expatriado. Y al final de su obra dirá que Martín Fierro también es un expatriado,
en tanto permanece por fuera de la sociedad que lo ha marginado. Esta noción de
apatridad es tomada también por Astrada bajo la influencia de Martín Heidegger4.
En su texto “Apatridad y humanismo” Astrada relaciona el concepto de apatridad
con el de alienación en Marx, en el sentido de que ambos señalan que por influencias
externas el hombre no halla su hogar, no se realiza como tal. Martín Fierro vendría a
ser un expatriado porque no se le ha respetado ningún derecho y vive huyendo de un
sistema que le ha impedido desarrollar sus potencialidades más propias. En el mundo
moderno el hombre ha perdido su hogar, porque ha sido sumergido en un sistema que
lo iguala con los demás y que solo absorbe de él su fuerza de trabajo. Martínez Estrada
dice a este respecto que en el poema, José Hernández, por su propia situación familiar,
ha decidido optar por la defensa de los desheredados.
El reclamo por la justicia social, es también tomado por Astrada cuando afirma que
Martín Fierro refleja una realidad que necesita ser enjuiciada, “teniendo por canon
valorativo el ideal, defraudado, de una comunidad nacional justa y libre”6. Toda la
obra constituye un reclamo de un sector social que ha sido totalmente despojado de
sus derechos y bienes por los gobiernos de turno en complicidad con la oligarquía.
Otro tema que aparece en ambas obras es el del destino que le estaba cifrado a Hernández.
Martínez Estrada afirma que la ley de Hernández “es la de su destino”7. Y esto en Astrada
emerge con mayor fuerza desde la impronta hegeliana con la que escribe su obra8.
4
Es importante destacar la relación de discípulos que hubo entre Astrada y Heidegger, desde su primera
estadía en Alemania, en ese entonces la época de la aparición de Ser y tiempo, hasta sus últimos días.
5
Martínez Estrada, E. Muerte y transfiguración de Martín Fierro, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2005, p. 38.
6
Astrada, C. El mito gaucho, Buenos Aires, Cruz de Sur, p. 92.
7
Martínez Estrada, E. Muerte y transfiguración de Martín Fierro, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2005, p 47.
8
De Hegel Astrada extraerá el concepto de héroe como aquel que sabe captar el espíritu del pueblo y con-
ducirlo hacia su propio destino. Esta interpretación, que recorrerá toda su obra, lo llevará al filósofo argen-
tino a entrar en relación con distintos líderes en los diversos momentos históricos que le ha tocado atravesar.
De ahí data su relación oficial con Perón, sus disquisiciones sobre San Martín, así como su diálogo con Mao
Tsé Tung y su lugar de formador en el frente que comandó Mario Roberto Santucho.
9
Astrada, C. El mito gaucho, Buenos Aires, Cruz de Sur, p. 70.
40 Artículos
Este destino está, en ambos trabajos, conectado con una idea de país. En Astrada el
mito surge desde la tierra con un mensaje telúrico que contiene el rumbo de la comuni-
dad nacional. Sin embargo, en Martínez Estrada esta idea de país oscila en La ida y en La
vuelta en consonancia con los vaivenes políticos del propio Hernández. “Su obra tampo-
co está en el texto escrito que amortaja el libro, sino en la imagen del país que nos dejó
y que no se ha desvanecido, aunque haya cambiado por completo”10. Martínez Estrada
afirma que Martín Fierro es hijo de Hernández, es por ello una conversión mítica del
mismo autor. Es así que señala que en la composición del poema han emergido fuerzas
irracionales que han actuado sobre él. Para Carlos Astrada esta fuerza mítica constituye
nada menos que el influjo que conduce al hombre argentino a su propio destino.
...el paria soledoso y errante, el hombre silenciado por cosas y ruidos que
llegaban desde afuera, era infinitamente rico en su pobreza, era nada me-
nos que el poseedor de todo el oro pampeano, pero no ciertamente el de
los trigales; era, pues, el insobornable guardador del numen germinal de la
nacionalidad12.
Ahora bien, Martínez Estrada se queda con el Martín Fierro de La ida, aquel que
es llevado por su destino a cometer todo tipo de crueldades que se le pueden perdonar
por la vorágine en la que ha caído. Es por ello que considera a La vuelta como una
traición a la primera parte del poema, en donde Martín Fierro pareciera tener la pre-
tensión de reparar los daños que ha causado.
Por eso extraña tanto y disgusta de modo tan vivo, que a su regreso se engañe y nos
engañe excogitando penosa y dolosamente atenuantes a sus actos, que le habíamos per-
donado de una vez y para siempre tal como los cometió, porque le eran extraños13.
10
Martínez Estrada, E. Muerte y transfiguración de Martín Fierro, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2005, p. 48.
11
Astrada, C. El mito gaucho, Buenos Aires, Cruz de Sur, p. 85.
12
Ob. cit., p. 66.
13
Martínez Estrada, E. Muerte y transfiguración de Martín Fierro, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2005, p. 60.
Artículos 41
En Astrada la interpretación de este aspecto es absolutamente diferente. Para él Martín
Fierro es el héroe que no es un ser perfecto ni santo, sino que es aquel que sabe lo que tiene
que hacer en el momento justo. Por otra parte, Martínez Estrada se muestra muy crítico de
la persona de Martín Fierro. Lo considera vago, desamorado y desinteresado de cualquier
cosa que implique un compromiso serio. Mientras que para Astrada esa libertad por la que
lucha Martín Fierro es la libertad de su pueblo, lucha que se ha plasmado desde las guerras
de Independencia en las que el gaucho ha dado su vida por una sociedad justa. Cuando se
refiere al trabajo Astrada afirma que “el destino del pueblo argentino es ser un pueblo de
trabajadores”14 y esto está expresado en el poema cuando afirma que “El trabajar es la ley”.
Sin embargo para Martínez Estrada el poema ofrece muy pocas descripciones de los traba-
jos del campo y esto, a su parecer, es una muestra de que Martín Fierro no es peculiarmen-
te un trabajador, sino que más bien la idea de huir al desierto lo seduce en gran medida por
su personalidad aventurera e inestable. Para Martínez Estrada esta característica es propia
del gaucho. Por lo que podría decirse que si bien las adversidades que sufre Martín Fierro
lo conducen a esa vida, está en su ser el hecho de andar errante y vagabundo. Esta idea
aparece también en Astrada con una marcada influencia heideggeriana. El argumento se
basa en que el gaucho es un ser de la lejanía, pero por tener esta característica de perderse,
es el más propenso a volver a encontrarse.
14
Astrada, C. El mito gaucho, Buenos Aires, Cruz de Sur, p. 132.
15
Ob. cit., p. 60.
16
Martínez Estrada, E. Muerte y transfiguración de Martín Fierro, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2005, p. 75.
17
Astrada, C. El mito gaucho, Buenos Aires, Cruz de Sur, p. 65-66.
42 Artículos
recurrencia en el texto. Pero explícitamente se declara en contra de interpretar a Martín
Fierro como un héroe.
Y más adelante dirá “¿Por qué ese tipo de gran literatura sucumbe tan miserablemen-
te en una caricatura grotesca? La mitificación de Martín Fierro en héroe de cuchillo con-
dujo a ese fin”19. Afirma en este sentido que fue necesario enaltecer la figura de Martín
Fierro por aquellos que no toleraban que en nuestra historia hubiera muchos parias a los
que les ha tocado correr con esa suerte. Entonces, el convertirlo en héroe alivianaba las
culpas “…para matar a Martín Fierro, que era un testigo impertinente, hubo de destruír-
selo por su conversión en mito heroico y patriótico”20. Pero por otro lado, más adelante
Martínez Estrada vuelve a relacionarlo con los poemas épicos, en relación al alcance
que tuvo esta obra y a la capacidad de transmitir la realidad del gaucho argentino.
Así como de los poemas homéricos se dedujo luego el conocimiento del estado
social, político, militar y ecológico de los helenos en épocas de las guerras de Troya,
así del Martín Fierro surge un cosmos social, un ámbito de civilización21.
Para el autor, el valor más profundo del poema reside en que transmitirá eterna-
mente lo que hemos sido. En otro apartado, cuando se refiere a Hernández, dice “...
tiene, además el genio, y un genio de la misma clase de su tema y de su héroe”22.
El Poema es un mito auténtico (no el mito mistificado que hoy se venera). Cobra,
más que un significado de símbolo de un destino humano, general, el sentido de una
clave histórica sudamericana23.
18
Martínez Estrada, E. Muerte y transfiguración de Martín Fierro, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2005, p. 197.
19
Ob. cit., p. 267.
20
Ob. cit., p. 270.
21
Ob. cit., p. 290.
22
Ob. cit., p. 313.
23
Ob. cit., p. 304.
Artículos 43
A su vez, para Astrada el mito gaucho está expresado en el poema tal como el
genio de Hernández supo sabiamente plasmar. Y este mito es el conjunto de estados
anímicos del hombre argentino que emerge de una fuerza telúrica que lleva consigo
el norte del destino de una comunidad nacional en la que todos podamos participar
por igual. El gaucho campesino es, a su parecer, el hombre mayoritario que desde las
luchas por la Independencia ha sabido escuchar el latido de la tierra y se ha lanzado
a cumplir su destino. Con lo cual, Astrada de alguna manera se manifiesta como un
continuador de Lugones. A este respecto, Martínez Estrada considera que la interpre-
tación de Lugones está en la cima del patriotismo. La obra de Lugones y la de sus su-
cesores han convertido a Martín Fierro en un mito. Es importante destacar que tanto
Lugones como Astrada se hallan muy cerca del Estado en el momento de escribir sus
respectivas obras, así como el propio Hernández.
24
Ob. cit., p. 376.
25
Ob. cit., p. 384.
26
Ob. cit., p. 538.
44 Artículos
que tomará la obra. He aquí una de las tesis más arriesgadas de Martínez Estrada.
“En la Primera Parte Hernández era Martín Fierro, en la Segunda, Martín Fierro es
Hernández”27. Para este autor Cruz es la sombra de Martín Fierro, su reverso. Según
él, aquí el poema se trastoca y cobra un significado totalmente opuesto al de la Ida.
Cruz no es sincero y no tiene los mismos ideales que Martín Fierro, sin embargo
Hernández los muestra como pares. Este, para Martínez Estrada no es un dato menor
y si no se lo ha tomado en cuenta es porque, según él, ha habido una intencionalidad
de querer acomodar la interpretación del poema para un determinado fin. Es en esta
línea que va a criticar sutilmente y sin hacer explícita referencia a las posturas de las
que es parte Astrada.
Astrada también arremete ligeramente y sin dar nombres hacia los puntos de vista
sobre el poema con los que no coincide. Así se dirige “a los críticos y folicularios, que
han escrito libros, en dos volúmenes de quinientas páginas cada uno”29. Más adelante
Martínez Estrada se atreve a decir que la historia de Cruz es la verdadera historia de
Martín Fierro, pero que Hernández la desdobla en dos personajes para purgar a Fierro
de todos sus lados oscuros.
Pero seguidamente otra vez se encuentra en los dos autores coincidencias que
luego decantan en diferencias, y ahora en la interpretación de la filosofía de Viscacha.
En primer lugar, se puede decir que los dos encuentran en las palabras de este perso-
naje una postura filosófica. Dice Martínez Estrada: “Tan representativo como el héroe
central, forma un ambiente en torno de sí y hasta una posición filosófica frente a la
vida”30 y Astrada afirma “El Viejo Viscacha también tiene su filosofía, sus pragmá-
ticas; filosofía del lugar común, espigado en la experiencia de una vida puramente
vegetativa, en la que solo es árbitro el nudo instinto de conservación”31. Pero Martínez
Estrada considera que el discurso de Viscacha tiene un valor más honrado que el de
Martín Fierro, pues el carácter de adecuación a la situación social concreta que hay
en su postura, es una virtud para este autor, que Fierro no tiene. Mientras que Astrada
observa en ese personaje al típico oportunista y mediador de la oligarquía argentina
la cual es la principal culpable de las desdichas del gaucho. “Martín Fierro y el Viejo
27
Ob. cit., p. 79.
28
Ob. cit., p. 89.
29
Astrada, C. El mito gaucho, Buenos Aires, Cruz de Sur, p. 21.
30
Martínez Estrada, E. Muerte y transfiguración de Martín Fierro, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2005, p. 91.
31
Astrada, C. El mito gaucho, Buenos Aires, Cruz de Sur, p. 114.
Artículos 45
Viscacha forman una antinomia polar en la jerarquía axiológica como lo positivo y lo
negativo en la ejemplaridad”32. Más adelante Martínez Estrada dice que la filosofía
del Viejo Viscacha finalmente es la misma de todos los personajes del poema ya que
todos y cada uno han actuado según las circunstancias por las que la vida los ha hecho
pasar sin rigor moral alguno.
Uno de los problemas filosóficos que asoman con claridad es el del tiempo. Martínez
Estrada afirma que a pesar de que Hernández hiciera abstracción del espacio y de las
personas, el tiempo es algo que aparece bien determinado. Diez años son los que pasa
Martín Fierro lejos de su familia y los que determinarán las principales hazañas a las
que será expuesto. Astrada ve, a este respecto, una verdadera cosmogonía gaucha, en
conexión con el budismo al plantear el tiempo como una rueda. “Cada alma llega a la
tierra signada ya por un destino, nota originaria previa a la encarnación y a su devenir
temporal”35. Por lo que el hecho de pertenecer a una comunidad, marca en el hombre, el
alerta de la potencia de desarrollo de un destino determinado. Aquí Astrada conecta es-
tas ideas con el délfico “conócete a ti mismo” el cual implica una exhortación a devenir
realizando el propio karma. Para Astrada la rueda constituye el nexo de los hombres con
su estirpe en el ciclo del devenir. Y aquí aparece otra vez la influencia de Heidegger en el
filósofo argentino. Porque esta rueda implica concebir el tiempo como incrementación
del destino de acuerdo a las posibilidades vitales del hombre. De este modo “el tiempo
se temporaliza desde el futuro, en tanto este es expectativa vital y existencial de lo que
ya se encuentra en gestación, en un proceso henchido siempre de novedad”36.
Para Martínez Estrada la filosofía del poema se encuentra en que es un fiel reflejo de
la vida misma. Ve en la obra de Hernández un simbolismo tal que hace que cualquiera
pueda sentirse identificado con las vicisitudes de los personajes. Es así que el destinata-
rio del poema es un colectivo, no un individuo. En este marco afirma que el análisis de
la cotidianeidad del gaucho hecho por Hernández constituye una anticipación de lo que
fue luego la filosofía existencial y el realismo trascendental. Aquí hay un punto de en-
cuentro con Astrada respecto a la influencia heideggeriana que atraviesa toda su obra.
32
Ob. cit., p. 113.
33
Martínez Estrada, E. Muerte y transfiguración de Martín Fierro, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2005,
p. 109.
34
Astrada, C. El mito gaucho, Buenos Aires, Cruz de Sur, p. 86.
35
Ob. cit., p. 98.
36
Ob. cit., p. 101-102.
46 Artículos
Adquirir conciencia de esta situación y centrarse en sus estructuras subyacentes,
objetivando el impulso que le viene de ellas, es tarea nada fácil. Así, la revelación y
posesión de su existencia solo las adquiere por retorno, por un retornar o asir su ser
desde ese alejamiento ontológico37.
En otro lugar en donde Martínez Estrada encuentra una filosofía popular es en los
refranes. Considera a esto un hallazgo genial, ya que los refranes son la forma en la
que los pueblos simples transmiten su sabiduría. Más adelante dice que en realidad la
payada constituye el modo de filosofar popular en donde la filosofía se mezcla con “la
superchería y el saber docto que trasciende al pueblo”39.
37
Ob. cit., p. 56.
38
Martínez Estrada, E. Muerte y transfiguración de Martín Fierro, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2005,
p. 272.
39
Op. cit., p. 782.
40
Op. cit., p. 397.
41
Astrada, C. El mito gaucho, Buenos Aires, Cruz de Sur, p. 29.
Artículos 47
Consideraciones finales
A partir de todo lo expuesto se puede decir que ambos autores, si bien han tra-
bajado por separado y desde posturas aparentemente irreconciliables, han realizado
una exégesis del poema nacional que los ha llevado en numerosas ocasiones por los
mismos derroteros. No se puede negar que el contenido y el alcance del Martín Fierro
han suscitado en ambos el proyecto de realizar un minucioso trabajo de hermenéutica
del ser nacional que ha calado hondo en la plasmación de sus pensamientos.
De ambas interpretaciones es posible decir que sus respectivas tesis ha asumido impor-
tantes riesgos en lo que respecta a al poema que más ha atravesado y determinado nuestra
cultura nacional. Desde la consideración de Martínez Estrada de que Cruz es el doble de
Fierro y que los personajes se le sublevan al autor, hasta el trasfondo metafísico en relación
con lo telúrico que plantea Astrada, se puede vislumbrar que este poema ha sido un dispa-
rador de una cantidad de núcleos conceptuales alrededor de nuestra cultura.
Bibliografía
Astrada, Carlos. Ser, humanismo, existencialismo, Buenos Aires, Kairós, 1949.
Astrada, Carlos. El mito gaucho, Buenos Aires, Cruz del Sur, 1964.
David, Guillermo. Carlos Astrada. La filosofía argentina, Buenos Aires, El cielo por
Asalto, 2004.
Isaacson, José. Martín Fierro. Cien años de crítica, Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.
48 Artículos
Una lectura social del «Martín Fierro»
José Isaacson
Ciertos textos literarios o, en general, artísticos, exigen una lectura social. Este
hecho, reclamado por toda auténtica aproximación al Martín Fierro, suele ser pasado
por alto tanto por sus incondicionales admiradores como por sus ciegos detractores.
Nuestra tesis no es reduccionista, pues sabemos que una sola perspectiva no agota las
múltiples facetas del poema.
Por otra parte, Martínez Estrada soslaya con total indiferencia los siete últimos años
de la vida del poeta, cuya actuación en la legislatura bonaerense muestra hasta qué
punto estuvo inserto en la gran tradición argentina, la de Echeverría, Gutiérrez, Alberdi,
Sarmiento y Mitre. En cuanto al tema de la cultura de Hernández dejemos que sea
Bernardo Canal-Feijóo, uno de los más distinguidos continuadores de Martínez
Estrada4, quien lo contradiga:
El poema como canto es uno de los temas recurrentes del Martín Fierro. Su carácter
payadoresco -no es casual que Rojas titule uno de los capítulos de su Historia5 «José
Hernández, último payador»- acentúa esta característica, coherente con la necesidad
comunicante del poema cuya voluntad de canto aparece ya en el verso inicial: Aquí me
pongo a cantar...
Y al cerrarse el círculo, con el mismo énfasis que marcó su comienzo, conviene
señalar que no se trata meramente de cantar, sino de expresar, de manifestar, de
describir, de mostrar, de relatar la trayectoria del protagonista en el cuadro social de su
época.
José Hernández no pretende recomenzar una etapa de la vida nacional que estaba
concluyendo. Consciente de que su poema menos que un punto de partida es un punto
de llegada destaca su deseo de retratar ese tipo original de nuestras pampas, tan poco
conocido por lo mismo que es difícil estudiarlo, tan erróneamente juzgado muchas
veces y que al paso que avanzan las conquistas de la civilización va perdiéndose por
completo.
La función dialógica del texto poético y la voluntad de canto que anima a José
Hernández se hacen presentes en una de las sextinas más comentadas y menos
comprendidas del Poema, precisamente porque los hermeneutas se han despreocupado
de la mencionada dialogicidad:
¿Qué dos?, se preguntan los estudiosos, olvidados de versos claves del Martín
Fierro y de casi toda la poesía payadoresca:
Las muchas injusticias que sufrió el gaucho Martín Fierro no justifican las que él
mismo cometió, pero no podemos ni debemos acercarnos al poema como si estuviera
protagonizado por un héroe impoluto. Igualmente ingenuo resulta ignorar la
responsabilidad del medio social que lo empujó fuera de sus fronteras luego de haberlo
esquilmado. Es lo que pretenden quienes, desde su conciencia culpable, exigen que la
víctima de tantos males, se convierta en un modelo de virtudes. La actualidad y la
vigencia del Poema deben ser subrayadas, pues son conceptos que apuntan hacia
blancos distintos. Todo poema estéticamente logrado mantiene su vigencia, no sólo por
su formalización tradicionalmente considerada como el logro del artista, sino porque
toda formalización implica una formulación de temas inseparables de la intimidad del
hombre concreto. La actualidad de un texto depende de condiciones sociohistóricas que
han persistido, aunque puedan señalarse variaciones que atienden más a lo cuantitativo
que a lo cualitativo. Y no dejamos de tener presente que la relación dialéctica entre
ambos conceptos, también puede establecerse entre la actualidad que sostiene una obra
de arte, más allá de sus valores estéticos, aunque éstos resulten inseparables de la
esencialidad de un texto.
Hacia 1872 Hernández tenía la visión que el gaucho pertenecía a un grupo social en
vías de extinción. Es decir, ya en la época de su nacimiento el poema participaba tanto
de la evocación nostálgica cuanto de la realidad que le era coetánea. El casi permanente
carácter de denuncia puede rastrearse a lo largo de sus 7210 versos. Incluso en la
segunda parte del poema, la Vuelta, donde algunos señalan una suerte de
ablandamiento, la denuncia se sostiene más allá de posibles contradicciones. Para
convalidar el aserto, reproduzcamos algunos versos dichos por el Moreno:
Muchos son los que han pretendido ver en la inmigración la causa fundamental de
esta carencia de espíritu de comunidad. Como la sextina transcripta documenta, el
folklórico yo me corto solo o primero yo, tienen antigua data.
La inmigración promovida por la generación del '80 cesó hacia 1930, al menos en su
forma masiva. En rigor, la inmigración que colonizó la pampa gringa y que
decisivamente contribuyo a la construcción del país, se interrumpió en la década de '20.
Atribuirle, entonces, los males que conocen todos, denunciados por Hernández en 1872,
es una arbitrariedad más entre tantas que se pueden cometer cuando se evalúa
ideológicamente -queremos decir, ajustándose a pautas sectoriales- un problema social.
Las afirmaciones del Viejo Viscacha, que acabamos de citar, ponen las cosas en su
justo lugar. Es fácil -siempre lo ha sido a lo largo de la historia- utilizar el método del
chivo expiatorio. Los otros, los extranjeros, los inmigrantes, los ajenos, son los
culpables. Un mentido nacionalismo esgrime este argumento para justificar la traslación
de responsabilidades.
Para quienes saben que no es posible separar la cultura de la historia, resulta claro
que el Poema no es un punto de partida sino un punto de llegada, la culminación de un
género nacido en el Plata en las condiciones sociohistóricas correspondientes a las
décadas terminales del siglo XVIII. En estas cuestiones no es fácil fijar fechas ciertas,
salvo que se parta de mecanicismos deterministas ajenos a nuestra cosmovisión. Por
razones diversas, los cambios que una determinada realidad social requiere, pueden
quedar truncos o frustrados y, aunque no vivimos en la Argentina de Martín Fierro, con
diferentes vestimentas y con distintos aperos, el poema mantiene su viva presencia. De
ahí la necesidad de acercarse a su texto para develar su misterio, lejos de esas retóricas
sentimentales a las que suelen mostrarse afectos tantos intelectuales que tienen el ojo
puesto en el éxito circunstancial antes que en el intento de acercarse a la verdad.
Es por eso que corresponde exaltar y utilizar constantemente las pautas normadas
por la razón crítica: en nuestro contexto, importado alude a no aceptar mansamente
ideas nacidas aquí o allá hace largos siglos o ahora mismo, sin pasarlas primero por
nuestro propio pensamiento. Esto es lo que verdaderamente debe importarnos. De otro
modo sólo seríamos el eco de los países centrales o el de nuestro pasado, en gran parte
rescatable, pero en gran parte irredimible. La cultura entendida como correlato del
proceso histórico es la única concepción fértil, capaz de engendrar su propia
continuidad y con ella nuevos y enriquecedores aportes, cuya dialéctica realimenta el
proceso.
Otra de las observaciones que no podemos dejar de formular es que alguien tan
raigalmente preocupado por la realidad nacional como Ezequiel Martínez Estrada
afirme que, por su lenguaje, el poema pudo haber sido escrito antes de la Independencia.
Este criterio ahistórico no resiste el menor análisis ya que el lenguaje de un poema no se
agota en sus rasgos filológicos y especialmente en el caso del Martín Fierro resulta
imposible separarlo de su ámbito social e histórico. El lenguaje del Poema se articula
con la política de fronteras, con la vida en los fortines, con las levas, con los malones,
con el interminable desierto, y con los personajes que tipifican y ejemplifican las
diversas formas dé la injusticia y de la incontinencia prepotente de los poderosos,
situados en el espacio y en el tiempo, es decir, en el medio social contra el que va
dirigida la denuncia del poeta.
Hernández continúa asombrándonos como fenómeno excepcional, sobre todo en
nuestros días cuando la marea populista nos ha acostumbrado a subestimar la
importancia de los acontecimientos culturales. Peor todavía, cuando una contracultura
de barbarie erigida en modelo, trastoca y tergiversa los valores y las categorías
intelectuales, como si la torpeza, la brutalidad y el analfabetismo fueran capaces de
instaurar una estética de la mugre. Frente a tantos intereses manipuladores de las masas,
Martín Fierro como un faro inextinguible continúa señalando el camino hacia la
auténtica cultura que, por serlo, es popular y única, como lo son La Celestina y Hamlet,
Troilo y Discépolo, porque hay una sola cultura; queremos decir, una única cultura
integradora. Más allá de nuestro encuadre, agreguemos que es preciso subrayar la
unidad de la cultura, unidad que exige una revisión del concepto de humanidades,
tradicionalmente aplicado a las letras y a las artes, como si las disciplinas científicas
fuesen ajenas a lo humano. El concepto de dos culturas contrapuestas debe ser
definitivamente superado y, paralelamente, así como a nadie se le ocurriría instalar
laboratorios cultos y otros que pueden ser calificados como populares, carece de sentido
plantear dualidades cualitativas en la estimación de la cultura, cualquiera sea su
vertiente. A lo sumo, lo que corresponde calificar es el grado de cultura que hemos sido
capaces de alcanzar: pero entiéndase, estamos calificando al observador de la Gioconda,
al oyente de «La pasión según San Mateo», o al lector del Martín Fierro, no a los textos
artísticos vistos, oídos o leídos.
Borges se ocupa del Poema en tanto que relato desde un punto de vista anecdótico,
pues aunque es consciente de la idea del devenir, como lo prueba su adhesión a
Heráclito, prefiere un presente absoluto donde el antes, el después y el ahora confunden
sus vagos límites. Por eso se opone a casi todos los historiadores de nuestra literatura, y
en primer término a Ricardo Rojas, que quieren derivar la poesía gauchesca de los
payadores o improvisadores profesionales de la campaña13. Es decir, elude toda
aceptación del proceso literario y, por otra parte, pretende negar el origen popular de la
poesía gauchesca, contradiciendo las opiniones de Rojas. El genial autor de El Aleph
formula un razonamiento paralelo e inverso al que le critica a Lugones. Bartolomé
Hidalgo -dice- pertenece a la historia de la literatura, Ascasubi, a la literatura, y aún a la
poesía. En El payador, Lugones sacrifica a los dos para mayor gloria del Martín Fierro.
Este sacrificio deriva de la costumbre de considerar a todos los poetas gauchescos,
como simples precursores de Hernández.
Considerar al Martín Fierro como una pieza filológica -sostuvo Pagés Larraya- no
es más que una laboriosa forma de desconocer a Hernández. Carlos Olivera, coetáneo
del poeta, dice: «Su sinceridad inquietaba. Lo miraban como a un discípulo retardado en
el arte social de ocultar la verdad». Gracias a esta venturosa falencia tenemos el Martín
Fierro. La unidad entre el poeta, el político y el periodista es incuestionable, unidad que
acrece y fructifica en los años de su madurez.
El deber del cantor y, en nuestro caso, el deber del lector, es desenmascarar los
eufemismos, si de veras pretendemos transformar la realidá, esa cruda realidad con la
que Hernández se enfrentó, actitud que constituye la regla de oro de su estética. El amor
al Poema debe conjugar el análisis reflexivo con el análisis emocional. Una actitud
contraria, sólo es cháchara o, si se prefiere, mera efusión sentimental, y, lo que es peor,
efusión encubridora, elusiva, componedora de injusticias y no desfacedora de entuertos,
tal como lo exigen la historia y el proceso cultural, cuando lo incluimos en el
instrumental indispensable e insustituible para el fortalecimiento de nuestras
instituciones.
José Hernández es el cierto padre de su hijo literario, engendrado con total lucidez y
no como resultado de una no deseada casualidad. La conciencia histórica no es capaz de
profetizar que un poema será fatalmente escrito en un ario determinado; cabe afirmar,
en cambio, que en ciertas condiciones alguien escribirá -o puede escribir- un texto
coherente con su tiempo. El irracionalismo, que por su naturaleza es acrítico, pretende
desconocer el verdadero perfil de José Hernández que denunció el estadio de la
campaña bonaerense con valentía civil y genialidad poética. Si sus asertos, desde el
poema, el artículo o el discurso parlamentario incurren en contradicciones,
manifestadas, a veces, en algunas opiniones oscilantes, ellas nunca alcanzaron a mellar
el filo de su facón libertario. Esas contradicciones sólo pueden ser interpretadas como la
necesaria evolución de todo hombre a lo largo de su existencia14.
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La otra muerte de Martín Fierro
relato. S/Z consta de noventa y tres capítulos. A partir del décimo, Barthes
incluye la novela de Balzac dividida en lexias (unidades de lectura y de aná-
lisis establecidas por el propio analista); interpola frecuentemente comen-
tarios relacionados con este texto clásico y la tradición literaria en que se
sitúa el novelista francés; paralelamente al recuento analítico, instala el in-
55
56 La otra muerte de Martín Fierro
Les concours des voix (des codes) devient l'écriture, espace stéréogra-
phique oü se croisent les cinq codes, les cinq voix, Voix de TEmpirie
puesta vendrá más tarde. La frase hermenéutica está compuesta por varios
términos (morfemas dilatorios) que van aplazando la revelación o el desci-
framiento de un enigma (HER. Enigma 1: pregunta). **"E1 Fin" comporta
otra connotación, la de una consumación, un desenlace, una resolución
irrevocable. En
cuento se trata de dar una solución distinta a la de José
el
Hernández con relación al final del personaje Martín Fierro (SIM. Muerte
de Martín Fierro).
Recabarren, tendido, entreabrió los ojos y vio el oblicuo cielo raso
(2)
de junco. *¿Un nombre propio? ¿Un adulto? ¿Un adolescente? Estamos
en presencia de un segundo enigma cuya pregunta: ¿Quién es Recabarren?
tendrá su respuesta en la lexia 12 cuando sepamos que es el dueño de la
pulpería, lugar al que acudirá Martín Fierro a un encuentro definitivo
(HER. Engima 2: pregunta). **A1 parecer, antes de iniciar el relato, Reca-
barren estaba durmiendo. Abre lentamente los ojos y mira al techo, lo que
le da el sitio exacto del lugar en que se encuentra. Comienza a funcionar
el código de las acciones y comportamientos que nos permitirá leer el
cuento como una sucesión de eventos. Estas acciones o proairetismos se
organizan en series que a su vez forman secuencias tituladas (ACC.
"Despertar": 1: abrir los ojos).
(3) De la otra pieza le llegaba un rasgueo de guitarra, una suerte de
pobrísimo laberinto que se enredaba y desataba infinitamente... *La mii-
sica de la guitarra es un elemento ambiental que tiene la función de ir ca-
racterizando el tono del relato, como si fueran las notas musicales de una
película. Tal vez estas notas pudieran ser de suspenso. Incluiremos esta
lexia en el código semántico que Barthes caracteriza como la voz de la per-
sona y los significados recurrentes, capaces de entrar en juego con otros
elementos del mismo género para formar caracteres, figuras y símbolos
(SEM. Suspenso).
Mester, Voi. xix. No. 1 (Spring, 1990) 57
Laberinto
(5) las cosas cotidianas que ya no cambiaría nunca por otras. *¿Por
qué? ¿Acaso tiene un impedimento físico? ¿Está preso? La frase her-
menéutica inicia un desplazamiento hacia la formulación de un tema que
comienza a insinuarse: la imposibilidad de Recabarren de salir de su
habitación (HER. Enigma 2: formulación de tema).
(6) Miró sin lástima su gran cuerpo inútil, el poncho de lana que le en-
volvía las piernas. *Hay una respuesta parcial ("cuerpo inútil") que nos
hace suponer una enfermedad o, tal vez, un posible accidente sufrido por
Recabarren. Sin embargo, el término hermenêutico sigue manejando una
idea de ambigüedad, un deseo de aplazar la respuesta final (HER. Enigma
2: respuesta parcial). **La participación de Recabarren se ha centrado
hasta el momento en el uso de un sentido: el de la vista (ACC. "Desper-
tar": 3: mirar el cuerpo). ***Un sema
hace presente en Recabarren y se
una cierta resignación ("sin lástima"), (SEM. Inmovilidad).
(7) Afuera, más allá de los barrotes de la ventana, se dilataban la lla-
nura y la tarde; había dormido, pero aún quedaba mucha luz en el cielo.
*La ventana es una línea divisoria entre lo exterior y lo interior, entre el
58 La otra muerte de Martín Fierro
reducido mundo
de Recabarren y la plenitud de la llanura; desde su refu-
gio, contempla puesta de sol; su posición es estratégica, como si el dis-
la
guien. Se pasaba las horas con la guitarra, pero no había vuelto a cantar;
acaso la derrota lo había amargado. *E1 hecho de tocar la guitarra y visi-
tar constantemente el punto de reunión de la vida social de los gauchos,
la pulpería, constituye una suerte de ritual de espera y un nuevo aliciente
para hermenéutica: ¿Qué o a quién espera el negro cantor? (HER.
la frase
La payada de contrapunto
Paseo inferencial
Fabula (1979). Esta figura del Lector Modelo" es una estrategia textual
que usa el autor o productor del texto para evitar interpretaciones erróneas
o aberrantes por parte del lector o destinatario del texto. El Lector Modelo
de este texto borgeano deberá haber hecho ya una paseo inferencial y con-
jeturar una hipótesis sobre este personaje enigmático. Deberá poner en
práctica su experiencia enciclopédica para suponer que el narrador está
destinatarios del relato, a nosotros, los lectores virtuales. ¿Qué nos dice
60 La otra muerte de Martín Fierro
O qué dice por nosotros? Un testimonio, una relación afectiva que se hará
vigente en la siguiente lexia, emotivo sobre Recabarren
un punto de vista
(REF. La literatura).
(14) no así el sufrido Recabarren, que aceptó la parálisis como antes
había aceptado el rigor y las soledades de América. *Es innegable la con-
notación del significado de estoicismo para la configuración de este per-
sonaje. Es elhombre que acepta su destino por más cruel y adverso que
pueda ser en una tierra a la que se ha llegado un día cargado de sueños.
Nos sugiere también la reciedumbre de carácter de los remotos inmigrantes
de nuestro continente ya que "soledades de América", por vía de la meto-
nimia, nos lleva a la pampa desolada de fines del siglo pasado en donde
se tiene que ser fuerte para sobrevivir (SEM. Estoicismo).
(15) Habituado a vivir en el presente, como los animales, ahora miraba
el cielo y pensaba que el cerco rojo de la luna era señal de lluvia. * Mientras
La pampa
Palimpsesto
Jorge Luis Borges es un escritor que prefiere trabajar con una realidad
literaria y filosófica antes que con una realidad objetiva (por así decirlo)
o modelos vivos. Toma materiales y personajes de otros autores como,
para citar el caso que nos ocupa, el Martín Fierro de José Hernández. Da
Mester, Vol. xix. No. 1 (Spring, 1990) 61
Recabarren
El hilo invisible
el negro cantor pero ahora silente que espera tocando la guitarra; los
62 La otra muerte de Martín Fierro
(19) La llanura, bajo el último sol, era casi abstracta, como vista en un
sueño. *E1 paisaje también cuenta para decirnos el discurso. Aquí tiene
una función cardinal: sirve de enlace de la primera parte del cuento con
la segunda; en ésta el autor nos sorprenderá con el efecto principal. No
debe pasar inadvertido el(SEM. Fantasía).
rapto lírico
tor. El jinete viene a un encuentro; el narrador lo sabe muy bien; sin em-
bargo, utiliza un enunciado dubitativo no tanto para mantener el suspenso
como para establecer un juego con el lector. Se podría pensar en la fun-
ción fótica de Jakobson en su propósito de mantener atento al lector.
Ahora ¿Por qué quiere que estemos atentos? ¿Acaso viene algo im-
bien,
portante? (HER. Enigma4: engaño o aviso). **Aquí se iniciará una larga
Esta llegada del jinete nos denota una imagen, un retrato del gaucho en
la figura de Bartolomé Hidalgo, cuyos "cielitos" inauguraron hacia 1811
Mester, Yol. xix. No. 1 (Spring, 1990) 63
Paseo inferencial 2
que no es la primera vez que llega a este sitio. De no ser así, demostraría
cierto recelo natural de todo viajero cuando llega a un lugar desconocido
(SEM. Decisión). **Acc. "Encuentro":3: el jinete entra en la pulpería.
(24) Sin alzar los ojos del instrumento, donde parecía buscar algo, el
negro dijo con dulzura:
— Ya sabía yo, señor, que podía contar con usted. *ACC. "Encuen-
tro" :4: señalar la cita.
cuestan nada. Les dije, entre otras cosas, que el hombre no debe derramar
la sangre del hombre. *En Martín Fierro, casi al final, el gaucho penden-
ciero sufre un evidente viraje en su actitud frente a los hechos de arrojo:
de gaucho "malo", héroe trágico, a gaucho "civilizador". Evita pelear
frente a sus hijos (REF. Martín Fierro, segunda parte).
Mester, Vol. xix, No. 1 (Spring, 1990) 65
Jaime Alazraki nos recuerda que "en los ensayos que forman el volu-
men Evaristo Carriego encontramos una página donde Borges define la
fisiologia dei puñal". (136) Vayamos a esa página y transcribamos las úl-
timas líneas:
3: tema de la espera).
El primer duelo
La deuda de sangre
Ahora el Lector Modelo recuerda la fábula: Martín Fierro vivía feliz con
su mujer y sus hijos. Cuando los soldados se apoderan de él y lo envían
a prestar servicio en la frontera, comienza su infortunio. Escapa del ejér-
en un desertor. En una pulpería sostiene un duelo a
cito y se convierte
con un negro; Fierro lo mata; es perseguido por la policía; de una
cuchillo
emboscada, gracias al sargento Cruz'^ que se pone de su parte, logra es-
capar y se dirige a la frontera. Así concluye la primera parte. ¿Por qué
Fierro mató al negro? Por fatalidad. Escuchemos a Borges:
Vida humana
El trazo lírico
Hay un modo clásico que sin duda Borges prefiere, y que predomina
en él; pero con éste se entretejen otros modos: realista, lírico, en-
Nudo narrativo
lizador y su mirada nos sirve para ver la pelea en la que Fierro ha marcado
la cara del negro.
(42) Una embestida y el negro reculó, perdió pie, amagó un hachazo a
lacara y se tendió en una puñalada profunda, que penetró en el vientre.
Después vino otra que el pulpero no alcanzó a precisar y Fierro no se
levantó. *EI vencedor de la payada musical pierde cum-
la del cuchillo; se
ple una venganza. Como en las tragedias, el destino pudo más que una
voluntad recia, grande como la vida (SIM. Antítesis: A derrota a B: ven-
gaza cumplida). **Invención borgeana este final para el gaucho Fierro, de
signo contrario al de José Hernández, quien finaliza su obra en la imagen
de un gaucho noble, civilizado, que vence a un moreno en una payada de
contrapunto de elevada reflexión fílosóflca (REF. Martín Fierro, segunda
parte). ***ACC. "Encuentro": 12: muerte de Martín Fierro.
Voz de la verdad
Ya están revelados todos los puntos oscuros, los enigmas, las preguntas,
los términos dela frase hermenéutica: sabemos que el negro es hermano
del que fue muerto a manos de Fierro en la primera parte del poema;
sabemos que el jinete es Fierro que viene a una cita que el destino le ha
deparado por haber matado a un hombre; sabemos que Recabarren es un
testigo ocular del encuentro; sabemos que la espera simbólica del negro
durante más de siete años es para cumplir una venganza; sabemos que
hubo un duelo a cuchillo en la llanura y que Martín Fierro fue ajusticiado.
(43) Inmóvil, el negro parecía vigilar su agonía laboriosa. Limpió el fa-
cón ensangrentado en el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin mirar
para atrás. *En esta lexia las acciones del relato están a punto de morir; la
secuencia proairética que hemos denominado "Encuentro" es clausurada
aquí, en esta imagen del vencedor caminando sobre la llanura (ACC. "En-
cuentro": 13: vencedor). **La actitud de indiferencia que se observa en
el negro es la misma de Martín Fierro cuando, en el poema hernandiano,
El facón ensangrentado
Martin Fierro nos relata su vida, y aún más importante que los hechos
es lamanera de relatarlos. Asi en el canto VII de la primera parte,
cuenta que en un baile campestre ha provocado y matado a un negro
y después nos dice:
desaté mi redomón,
monté despacio, y salí
al tranco pa el cañadón.
La indiferencia, la amargura, la resignación del matador y hasta una
suerte de insolencia tranquila en esas pocas palabras. (1955, Prólogo,
XX)
Artificios
Borges escribe este cuento de tal suerte que el lector siempre espere algo,
del jinete y del motivo de la pelea) y fuerte acento final (la abolición de
la Antítesis).
Palimpsesto 2
El contacto de dos textos se da, entre otras, como una relación de trans-
formación. Borges en "El Fin" ha agregado circunstancias y personajes
que no están presentes en el poema de José Hernández. Ésta es una de sus
estrategias predilectas. Citemos a Alazraki nuevamente:
III. Después de haber leído "El Fin" bajo la perspectiva del método
bartheano, es decir, la división del texto en 45 lexias o unidades de lectura
en las cuales los cinco códigos establecidos por Roland Barthes se han
manifestado para dar voz a los diferentes sentidos con los que está tejido
el texto, podríamos asentar las siguientes evaluaciones como conclusión
de nuestro trabajo:
a) El panteísmo. — Está presente en este cuento uno de los temas cen-
trales de la narrativa borgeana: el panteísmo.'* Gracias a la idea de que
"todo está en todas partes y cualquier cosa es todas las cosas", más con-
cretamente, gracias a la idea de que todo hombre es todos los hombres,
el negro pudo transformarse en Martín Fierro. Borges anula la identidad
personal o, si se prefiere, considera que la identidad de los hombres es
aparente. Un acto común los reduce a una identidad general que los con-
tiene a todos. Aquí esa acción es la de matar.
b) Palimpsesto. — La técnica del palimpsesto utilizada frecuentemente
por Borges nos conduce a la idea de un autor único que es todos los au-
tores o, mejor dicho, de que las obras de ficción abarcan un sólo argu-
mento con todas las variaciones imaginables. Sólo entonces, Borges,
reescribe Martín Fierro de José Hernández. El sentido ulterior de esta
el
valores están presentes en la primera parte del poema, antes de que Her-
nández cambiara la ética de su héroe cuando lo lleva a rehusar un duelo
y a dar consejos a sus hijos en la segunda parte. Entonces, Borges cam-
bia el final: hace volver a Fierro a la pulpería para que muera como debe
morir un gaucho verdadero: blandiendo el cuchillo. El gaucho se presenta
como un símbolo del jinete y de la pelea.
Salvador Velazco
University of California, Los Angeles
NOTAS
1 La primera edición de Ficciones es de 1944. Borges agrega "El Fin" en 1956. Para este
análisis la edición de sus Obras Completas publicada por la editorial Emecé
nos serviremos de
en Argentina en 1974, páginas 519-521. Todas las citas que se hagan de otros textos de Borges
corresponden a esta edición, salvo acotación contraria.
2. Citemos rápidamente algunos de sus textos relacionados con este tema en la edición de
sus Obras Completas: La poesía gauchesca (pp. 179-195), Biografía de Tadeo Isodoro Cruz
(1829-1874) (pp. 561-563), Martín Fierro (p. 797), Los gauchos (pp. 1001-1002), entre otros.
3. Consignamos nuestra deuda con el excelente análisis de Jaime Alazraki sobre este cuento
incluido en su trabajo: "El texto como Palimpsesto: Lectura Intertextual de Borges" el cual
aparece en su libro mencionado en las Obras Citadas. Véase las páginas 447-450. Llegamos
a conclusiones similares aunque por vías distintas: Alazraki analiza "El Fin" y su relación
con Martín Fierro bajo las premisas de Gérard Genette con relación al fenómeno intertex-
tual; nosotros, tratamos de aplicar el método de análisis narrativo bartheano. Sin embargo,
nos adherimos a la hipótesis ofrecida por Alazraki para explicar la alteración borgeana del
poema hernandiano.
4. Barthes, Roland. S/Z. Paris: Editions du Seuil, 1970. Las citas que aparezcan a lo largo
de este trabajo pertenecerán a esta edición.
5. El estudio de Jean Reboul ("Sarrasine ou la castration personifieé") llamó la atención
de Barthes sobre este texto de Balzac que forma parte de La Comedie Humaine ("Scénes de
la vie parisienne"). Barthes señala que Reboul a su vez debe el conocimiento de este texto
a una cita de Georges Bataille. Es decir, se tejió una interesante red de relaciones.
6. Barthes escribe su fórmula: "Chez Hjelmslev, qui en a donné une définition, la con-
notation est un sens second, dont le signifiant est lui-méme constitué par un signe ou systéme
de signification premier, qui est la dénotation: si E est l'expression, C le contenu et R la re-
lation des deux qui fonde le signe, la formule de la connotation est :(ERC) R C. (p. 13).
7. Estos son el código hermenêutico (HER.); el código semántico (SEM.); el código sim-
bólico (SIM.); el código proairético (ACC.) y el código cultural (REF.).
8. Esta figura de la retórica, según Barthes, nos permite enfrentar dos posiciones irrecon-
9. Según Barthes, mediante este tipo de código es posible apelar a enunciados que son pro-
feridos por "une voix anonyme, dont l'origine est la sapience humaine". (p. 25)
collective,
10. Énfasis de Raimundo Lazo aquí y cuando se refiere a la payada.
1 1"II Lettore Modello —
escribe Eco —
è un insieme di condizione di felicita, testualmente
stabilite, chez devono essere soddisfatte perché un testo sia plenamente attualizato nel suo
contenuto potenziale". (p. 62)
12. El formalista ruso V. Shklovski en su artículo "El arte como artificio" escribe: "La
finalidad de arte es dar una sensación del objeto como visión yno como reconocimiento."
(p. 60) Una de las estrategias para lograr este fin es el proceso de singularización: se busca
romper el automatismo perceptivo del arte.
13. Convendrá recordar que fábula es un tecnicismo que denomina la serie de acciones que
integran la historia de una manera cronológica, lógica; se opone a intriga ya que ésta repre-
senta el orden artificial, impuesto por el artista, en que aparecen los hechos en la obra. Los
formalistas rusos fueron los primeros en distinguir estos dos conceptos. Umberto Eco ofrece
una excepcional definición de fábula e intriga "La fabula è lo schema fondamentale della
:
hace un profundo estudio del estilo borgeano; ahí se analizan la adjetivación y algunas figuras
de contigüidad tales como la metonimia y la sinécdoque.
16. Borges glosa esta parte del Martín Fierro en otro cuento excepcional: "Biografía de
Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)", incluido en El Aleph (1949). Reproducimos aquí las úl-
timas líneas: "Cruz arrojó por tierra el quepis, gritó que no iba a consentir el delito de que
se matara a un valiente y se puso a pelear contra los soldados, junto al desertor Martín
Fierro." (p. 563)
17. Eichenbaum señala que algunos cuentistas norteamericanos como Poe, Harte, James,
Hawthorne, observan estos tres principios por él consignados; podríamos considerar, enton-
ces, a Borges como heredero de esta tradición. Véase su artículo citado en la bibliografía.
18. Jaime Alazraki estudia esta visión panteísta de Borges en varios de sus relatos.
Remitimos al lector al capítulo V de su libro ya mencionado. Alazraki nos envía a Discusión
(1932) en donde Borges cita unas líneas de Plotino que podrían servirnos de definición:
"Plotino describe a sus alumnos un cielo inconcebible, en el que 'todo está en todas partes,
cualquier cosa es todas las cosas, el sol es todas las estrellas, y cada estrella es todas las es-
trellas y el sol'(Enneadas, V, 8,4)." (1974, p. 251)
19. Desde luego que Platón noes el único filósofo que ha influido en Borges. Debe pen-
sarse en Hume, Spinoza, Berkeley y Schopenhauer. Sugerimos al lector un buen libro que
rastrea la influencia de Platón y otros filósofos en la obra de Borges: Juan Ñuño, La filosofía
de Borges (México: Fondo de Cultura Económica, 1986).
20. "Borges —
escribe Alazraki —
lo obligará a ser el primer Martín Fierro, ese personaje
sufrido pero violento, atemperado por los años pero fiel a una religión del coraje que intrín-
secamente lo define." (p. 450)
OBRAS CITADAS
Alazraki, Jaime. La prosa narrativa de Jorge Luis Borges. Madrid: Credos, 1983.
Barthes, Roland, S/Z. Paris: Editions du Seuil, 1970.
Borges, Jorge Luis y Adolfo Bioy Casares (ed.). La poesía gauchesca (dos tomos). México:
Fondo de Cultura Económica, 1955.
Mester, Vol. xix. No. 1 (Spring, 1990) 75