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LEYENDAS DE LA COSTA ECUATORIANA

Los gigantes de santa Elena.


La leyenda de Quitumbe el supuesto fundador de
Tumbes, señala que estando en esta ciudad, fue
noticiado de que unos gigantes habían
desembarcado en santa Elena su patria y que habían
creado terror en toda la comarca.
La leyenda de gigantes llegados por la vía del mar,
ha sido muy frecuente en los pueblos de la costa. Es
así como, algunos mitos aseguran que el templo de
Pachacamac fue también construido por hombres
de elevada estatura y que lo mismo lo fueron los
fundadores del reino Chimú.
En la costa del Ecuador hay dos leyendas de
gigantes. Una es la referente a los desembarcados en santa Elena, y la otra trata de una
llegada similar de gente de elevado porte a puerto Viejo, en tiempos en que los Incas ya
habían conquistado la región Tallán.
La llegada de los gigantes a santa Elena ha sido recogida por los cronistas españoles Cieza
de León, López de Gómara, Garcilaso, Zárate, Acosta y Herrera.
Los gigantes habrían llegado por el mar en balsas de juncos. Eran de doble estatura que los
naturales, de grandes ojos y largas trenzas, no tenían barba y algunos estaban desnudos,
mientras otros estaban cubiertos con pieles. Llegaron sin mujeres.
Los gigantes desembarcaron en una zona de poca agua, de tal modo que cavaron un pozo
muy hondo en roca viva, para tener líquido abundante y fresco. Eran pescadores para lo
cual usaban de redes y aparejos, consumiendo pescado en cantidades fantásticas.
Eran de temperamento feroz, y a falta de mujeres tomaron las de los naturales, pero como
eran muy depravados terminaban por matarlas. Ante tanto vejamen, los habitantes del lugar
huyeron al interior y entonces los gigantes cayeron en el vicio de la sodomía. Los dioses
enviaron fuego del cielo y un ángel exterminador con flamígera espada los mató a todos.
Los restos de los gigantes quedaron esparcidos pon el suelo. Muchos cronistas aseguraban
haber visto esos huesos y que los indios se los mostraron a Pizarro.
Esos restos han sido sometidos recientemente a la prueba del carbono y ha quedado
revelado que tenían 18.400 años de existencia. Eso descarta de que sean humanos. Por esa
época, en toda la región norte y hasta en Talara existieron animales de gran tamaño. Los
elefantes y en general los proboscidios acostumbran a elegir un lugar para morir. En los
restos no se encontraron cráneos de hombre. En cuanto al pozo, fue una oquedad natural.
No se descarta la llegada de hombres de gran tamaño, pero no descomunales que se
enseñorearon del lugar y redujeron al vasallaje a los habitantes, los cua1es movidos por la
fantasía y para justificar un derrota, inventaran o más bien exageraron su tamaño y
por odiosidad hacia ellos las pintaran can todos los vicios.
LEYENDA: EL TINTIN: JIPIJAPA

“El diablo tiene varios nombres: Tintín, El Duende, El


Malo, Diablo. Se aparece en toda la geografía de la Costa, en
lugares apartados, peligorsos o en horas intempestivas.
Enamora a las mujeres o las viola, las deja encinta y luego, a
veces, engendran y dan a luz niños anormales, muchas veces
mitas animales, mitad hombres. Asustana los niños y
también a los hombres. Es muy frecuente que a las noches,
en la cama, les jalen de las piernas y quieran llevarse a las
personas” escribe Peli Gotisolo en “El montubio. Hombre
de pensamiento mítico” , Quito, 1998.

Yo he visto al diablo pasar por delante de casa; iba montado


en un caballo negro, con un sombrero grande y una capa
también negros. No le vía la cara porque el sombrero se la
tapaba. Un día el diablo casi se lleva a mi primer marido, que era un chino. Estaba yo
desgranando maíz y como estaba muy cansada me tumbe en la cama; era el día siete de
febrero, le digo para que vea que es verdad y me acuerdo bien. De pronto oí a mi marido
que me llamaba. Cuando me volví para mirarlo, ya dos llamas lo estaban llevando, pero
cuando el diablo me vió a mí, desapareció” (Señora Julia).

En Palenque, durante varias noches seguidas la gente escuchó el galope dal caballo.
Coincidió con la enfermedad del papá de una autoridad del pueblo, que dizque tenía tratos
con el Malo, y por eso sus vacas aumentaban de día en día, y los cuatreros no lo molestaban.
Llevaron al enfermo a Guayaquil, y despareció el misterios jinete (Comentario popular).

Es una leyenda típica de la Costa, propia de la zona montubia. El folclorista Guido Garay
recuerda: “Era la época en que las mujeres no salían a la calle. Y como esto no ocurría, si
en una casa una de ellas salía embarazada, la respuesta inmediata de la gente del vecindario
era: “Es obra del Tintín”.

Aunque de alguna manera, refiere la historiadora Jenny Estrada, realmente este personaje
encubría el incesto, muy común en la Costa ecuatoriana, pues como las jovencitas no salían
del hogar, se quedaban al cuidado de los varones de la casa.

En los libros de duendes y leyendas urbanas se lo describe como “un enanito con un gran
sombrero y una cabezota de unos 30 o 40 centímetros, los pies vueltos hacia atrás y el
miembro viril sumamente desarrollado, al extremo de llevarlo arrastrando por el suelo.

Usa sombrero que le llega un poco más abajo de las orejas y produce un silbido lúgubre”.

Persigue y acecha a las mujeres casadas o solteras, “melenudas y cejonas” para poseerlas
carnalmente, luego de sumirlas en un trance hipnótico.

Cuando se enamora de una mujer sale por las noches de los huecos donde vive, y lleva una
piedra imán en un mate, la cual coloca debajo de las escaleras para que todos los habitantes
de las casas se duerman.
EL DUENDE

El duende es uno de por personajes del que se tiene referencia en todo país, sin embargo
lo describiremos según la versión de la provincia de Manabí: Este duende es travieso por
excelencia, coqueto, mirón y enamoradizo.

Sea para tratar de llevarse a muchachas jóvenes de cabellos largos o grandes ojos para
embarazarlas; sea para echar a perder los guisos arrojando sal o ceniza, o sea para esconder
los objetos más queridos de señoras y señoritas, lo cierto es que este personaje condensa
las más profundas inquietudes y temores, deseos y curiosidades de los hombres con
respecto al mundo femenino, que es el universo favorito del duende para hacer gala de su
ingenio ambiguo y peligroso.

Es un personaje chiquito con los tobillos torcidos atrás, se viste de rojo; otra descripción
habla de una especie de animal pequeño y feo. Sea como fuere su apariencia cuando se
enamora 'lo hace de verdad' y empieza a desplegar estrategias como molestar haciendo
travesuras o impidiendo que el novio se acerque, es muy celoso.

Se dice de un secreto para protegerse del duende, que consiste en colocar una guitarra
desafinada y un espejo en el cuarto de la mujer. La idea es que se enoje cuando quiera
tocar la guitarra y se refleje en el espejo su rostro horrible, entonces se aleja avergonzado
de su fealdad. Se dice también que existen 'duendas' que persiguen a los hombres solteros
o casados, que son objeto de sus amores.

De su apariencia se sabe que son gorditas, chiquitas y de pies virados. Un rasgo importante
de estos seres del imaginario popular, es que se no se trataría de duendes aislados, sino de
toda una 'nación' dispersa en cuevas, huecos, barrancos, quebradas, que son sus sitios
preferidos para vivir y recrear sus costumbres y formas de procreación similares a las delos
humanos
LEYENDA POSORJA

Nombre de una célebre pitonisa huancavilca. La leyenda de Posorja muy popular


en la colonia y a inicios de la vida republicana, cuenta que la vidente apareció de
pronto frente a las costas de la península de Santa. Elena, precisamente en el sitio
en el que actualmente se ubica la población del mismo nombre. Llegó en un
pequeña nave de madera más liviana que la balsa cuando era solamente una criatura.
La niña era de rasgos blancos y venía envuelta en unas finas mantas de algodón que
tenían estampados unos intrincados jeroglíficos; llevaba además en su pecho, como
colgante un caracol pequeño y finamente labrado.

Adoptada por los huancavilcas, creció hasta hacerse mujer. Fue entonces que
empezó a vaticinar los sucesos más trágicos del pueblo que la adoptó, cobrando
fama de gran visionaria en toda la región. Por esta razón llegaron hasta su aldea
Huayna Capac y después Atahualpa, a quines predijo los trágicos desenlaces de sus
reinados. Cuando Huayna Capac llegó a la península de Sta. Elena, vio en Posorja
a una enviada del dios Pachacamac y le pidió que le vaticinará su porvenir, viendo
en los ojos de la pitonisa su muerte en Tomebamba y la guerra fatricida entre
Atahualpa y Huáscar

Después cuando Atahualpa le pidió que revelase su futuro, pronosticó su triunfo


sobre Huáscar y el breve tiempo que duraría su victoria por último, pronóstico que
habría de llegar unos hombres blancos y barbados que matarían al inca luego de
tomarlo prisionero en Cajamarca. Cuando Posorja terminó esta revelación declaró
que su misión en la tierra había terminado, puesto que aquella había sido su última
predestinación. Luego de su declaración se dirigió al mar, soplo su caracol y una ola
se la llevó
LA DAMA TAPADA

No se ganaba en Guayaquil el rumboso título de TUNANTE,


por los años 1700, quien no había seguido siquiera una vez a
la TAPADA, en altas horas de la noche por los callejones y
vericuetos por los cuales llevaba ella a sus rijosos galanes.
Nunca se le veía antes de las doce ni jamás nadie oyó, en la
aventura de seguirla, las campanadas del alba, a las cuatro de
la madrugada.
¿De donde salía la tapada? Nunca se supo; pero el
trasnochador de doce y pico que se entretuviese por alguno de
los callejones, de seguro que al rato menos pensado tenía
delante de sí, a casi dos metros, siempre como al alcance de
las manos pero nunca alcanzable, a una mujer de gentilísimo
andar, cuerpo esbeltísimo y aunque siempre cubierta la cabeza con mantilla, manta o velo, revelaba
su juventud y su belleza y a cuyo paso quedaba un ambiente de suavísimo perfume a nardos o
violetas, reseda o galán de noche.
Todo galanteador, fuese viejo verde o joven sarmiento, sentíase irresistiblemente atraído y como
medianímicamente inspirado para dirigirle piropos. Y ella delante y el detrás, camina y camina,
sin que ella alterara su ritmo; pero sin dejarse nunca alcanzar ni disminuir la distancia de un
metro a lo sumo; pues bajo no se sabía que influencia, el acosador no podía avanzar a acortar esa
distancia. Y camina camina, la damita cruzaba rápido con la pericia de una buena conocedora de
los vericuetos, siempre por callejones y encrucijadas, sin acercarse a calles anchas. Zas…zas…las
almidonadas arandelas de su pollera unas veces. Suas…suas…suas…los restregos de sus sayas de
tafetán, otras, pues nunca se repetían sus trajes, salvo la manta o el velo.
Sólo pequeños esguinces de su gallarda cabeza, como animando a seguirla; sólo algo así como el
eco imperceptible de una ahogada sonrisa juvenil, eran los acicates del galán que se empecinare en
seguir a caza tan difícil. Y cosa curiosa: a su paso los rondines dormían si alguno estaba en la calle,
y nadie que viniere de frente parecía verla; la visión era sólo para el persecutor, que ya perdida la
cabeza y el rumbo, seguía inconsciente, hipnotizado, cruzando callejas y callejas sin saber por donde
ni hacia donde le llevaban su curiosidad o malicia y el irresistible imán que lo precedía.
…Cuando de pronto…la tapada se detenía a raya…Daba media vuelta de precisión militar y
levantándose el velo que cubría su cara, no decía sino estas frases:
-Ya me ve usted como soy…Ahora, si quiere seguirme, siga…
Y el rostro tan lindamente supuesto, se mostraba en verdad bellísimo, fino, aristocrático, blanco,
sonrosado, fresco, griego, magnifico…pero todo era una visión de un segundo. Inmediatamente,
como hoy podemos ver en las combinaciones de las películas, esas transformaciones entre sombras
y disfumaciones…todas las facciones iban desapareciendo como en instantánea descomposición
cadavérica: a los bellísimos ojos sucedían grandes huecos que a poco fosforecían como en azufre;
a los lindos labios las descarnadas encías, a las mejillas los huesos; hasta que totalizada la calavera,
un chocar macábrito de crótalos eran las mandíbulas de salteados dientes…Y un creciente olor de
cadaverina apestosa reemplazaba los ricos aromas anteriores….
Otra media vuelta de la dama...y el que alcanzara a verla la hubiera visto como evaporarse al llegar
a la vieja casa abandonada de don Javier Matute…el que no alcanzaba a ver esto, allí quedaba,
paralizado y tembleque, pelipuntiparado, sudorifrìo y baboso, o loco o muerto…solo el que había
visto a la TAPADA podía adquirir el rumboso título de TUNANTE…
Y agrega la leyenda que el alma en pena era de una bella que en vida había abusado del comercio
de la carne, sin ser carnicera.
LEYENDAS SIERRA
CANTUÑA

Famosa es la leyenda que cuenta cómo el convento de San Francisco de Quito fue
construida por Cantuña mediante pacto con el diablo. Ésta relata cómo Cantuña
contratista, atrasado en la entrega de las obras, transó con el maligno para que, a cambio
de su alma, le ayudara a trabajar durante la noche. Numerosos diablillos trabajaron
mientras duró la oscuridad para terminar la iglesia. Al amanecer los dos firmantes del
contrato sellado con sangre: Cantuña por un lado, y el diablo por el otro, se reunieron para
hacerlo efectivo.
El indígena, temeroso y resignado, iba a cumplir su parte cuando se dio cuenta de que en
un costado de la iglesia faltaba colocar una piedra; cuál hábil abogado arguyó, lleno de
esperanza, que la obra estaba incompleta, que ya amanecía y con ello el plazo caducaba, y
que, por lo tanto, el contrato quedaba insubsistente .
Ahora bien, la historia, a pesar de haber contribuido al mito, es algo diferente. Cantuña era
solamente un guagua de noble linaje, cuando Rumiñahui quemó la ciudad. Olvidado por
sus mayores en la historia colectiva ante el inminente arribo de las huestes españolas,
Cantuña quedó atrapado en las llamas que consumían al Quito incaico.
La suerte quiso que, pese a estar horriblemente quemado y grotescamente deformado, el
muchacho sobreviva. De él se apiadó uno de los conquistadores llamado Hernán Suárez,
que lo hizo parte de su servicio, lo cristalizó, y, según dicen, lo trató casi como a propio
hijo. Pasaron los años y don Hernán, buen conquistador pero mal administrador, cayó en
la desgracia. Aquejado por las deudas, no atinaba cómo resolver sus problemas cada vez
más acuciantes. Estando a punto de tener que vender casa y solar. Cantuña se le acercó
ofreciéndole solucionar sus problemas, poniendo una sola condición: que haga ciertas
modificaciones en el subsuelo de la casa.
La suerte del hombre cambió de la noche a la mañana, sus finanzas se pusieron a tal punto
que llegaron a estar más allá que en sus mejores días. Pero no hay riqueza que pueda evitar
lo inevitable: con los años a cuestas, al ya viejo guerrero le sobrevino la muerte. Cantuña
fue declarado su único heredero y como tal siguió gozando de gran fortuna. Eran enormes
las contribuciones que el indígena realizaba a los franciscanos para la construcción de su
convento e iglesia. Los religiosos y autoridades, al no comprender el origen de tan grandes
y piadosas ofrendas, resolvieron interrogarlo. Tantas veces acudieron a Cantuña con sus
inoportunas preguntas que éste resolvió zafarse de ellos de una vez por todas. El indígena
confesó ante los estupefactos curas que había hecho un pacto con el demonio y que éste,
a cambio de su alma, le procuraba todo el dinero que le pidiese.
Algunos religiosos compasivos intentaron el exorcismo contra el demonio y la persuasión
con Cantuña para que devuelva lo recibido y rompa el trato. Ante las continuas negativas,
los extranjeros empezaron a verlo con una mezcla de miedo y misericordia. A la muerte
de Cantuña se descubrió en el subsuelo de la casa, bajo un piso falso, una fragua para fundir
oro. A un costado había varios lingotes de oro y una cantidad de piezas incas listas para ser
fundidas.
EL PADRE ALMEIDA
En el convento de San Diego vivía hace
algunos siglos un joven sacerdote, el padre
Almeida, cuya particularidad era su
afición al aguardiente y la juerga.
Cada noche, el padre Almeida
sigilosamente iba hacia una pequeña
ventana que daba a la calle, pero como
ésta se hallaba muy alta, él subía hasta ella
apoyándose en la escultura de un Cristo
yaciente. Se dice que el Cristo, cansado
del diario abuso, cada noche le preguntaba
al juerguista: "hasta cuando padre
Almeida"…a lo que él respondía: "hasta la
vuelta, Señor"

Una vez alcanzada la calle, el joven


sacerdote daba rienda suelta a su ánimo
festivo y el aguardiente corría por su
garganta sin control alguno…con los
primeros rayos del sol volvía al convento.
Aparentemente, los planes del padre Almeida eran seguir en ese ritmo de vida
eternamente, pero el destino le jugó una broma pesada que le hizo cambiar
definitivamente. Una madrugada, el sacerdote volvía tambaleándose por las empedradas
calles quiteñas rumbo a su morada, cuando de pronto vio que un cortejo fúnebre se
aproximaba. Le pareció muy extraño este tipo de procesión a esa hora y como era curioso,
decidió ver en el interior del ataúd, y al acercarse observó su cuerpo en el féretro.
El susto le quitó la borrachera. Corrió como un loco al convento, del que nunca volvió a
escaparse para ir de juerga.

LA BELLA AURORA
Esta es una de las leyendas más famosas
de la ciudad de Quito. Y, según cuenta la historia, todo empezó en la Plaza de La
Independencia cuando allí aún no existía ningún monumento.
En este lugar vivía Bella Aurora, una hermosa joven que asistió con sus padres a una corrida
de toros.
Según cuentan quienes asistieron a esa corrida, nadie sabe de dónde salió un toro negro
que se acercó a Bella Aurora de manera muy extraña. La observó fijamente e hizo que la
niña espantada se desmayara del miedo.
Sus padres desesperados salieron inmediatamente del lugar, llevándola a su hogar y
pidiendo ayuda a un doctor que no se explicaba el por qué Bella Aurora no podía
reaccionar desde aquel susto.
El toro al no ver a la niña en la Plaza, saltó la barrera dirigiéndose a la casa 1028, donde
vivía Bella Aurora.
El animal entró en su casa y lleno de furia tumbó la puerta de su habitación.
La joven, que aún continuaba en un estado de nervios, solo alcanzó a gritar y él la embistió,
acabando con su vida.
Hasta ahora nadie sabe de dónde salió ese extraño toro y por qué atacó a la niña. Al parecer
ese será un mito que nunca podremos descubrir.

EL GALLO DE LA CATEDRAL
Había una vez un hombre muy rico que vivía como rey. Muy temprano en la mañana comía
el desayuno. Después dormía la siesta. Luego, almorzaba y, a la tarde, oloroso a perfume,
salía a la calle. Bajaba a la Plaza Grande. Se paraba delante del gallo de la Catedral y
burlándose le decía: ¡Qué gallito! ¡Qué disparate de gallo!

Luego, don Ramón caminaba por la bajada de Santa Catalina. Entraba en la tienda de la
señora Mariana a tomar unas mistelas. Allí se quedaba hasta la noche. Al regresar a su casa,
don Ramón ya estaba coloradito. Entonces, frente a la Catedral, gritaba: ¡Para mí no hay
gallos que valgan! ¡Ni el gallo de la Catedral!

Don Ramón se creía el mejor gallo del mundo! Una vez al pasar, volvió a desafiar al gallo:
¡Qué tontería de gallo! ¡No hago caso ni al gallo de la Catedral!
En ese momento, don Ramón sintió que una espuela enorme le rasgaba las piernas. Cayó
herido. El gallo lo sujetaba y no le permitía moverse. Una voz le dijo:
- ¡Prométeme que no volverás a tomar mistelas!
- ¡Ni siquiera tomaré agua!
- ¡Prométeme que nunca jamás volverás a insultarme!
- ¡Ni siquiera te nombraré!
- ¡Levántate, hombre! ¡Pobre de ti si no cumples tu palabra de honor!
- Gracias por tu perdón gallito.
Entonces el gallito regresó a su puesto.
Cuentan quienes vivieron en esos años, que don Ramón nunca más volvió a sus andadas y
que se convirtió en un hombre serio y responsable. Además dicen algunas personas que el
gallito nunca se movió de su sitio, sino que los propios vecinos de San Juan, el sacristán de
la Catedral, y algunos de los amigos de don Ramón, cansados de su mala conducta, le
prepararon una broma para quitarle el vicio de las mistelas.

El duende de San Gerardo


En San Gerardo, población del cantón Guano, muy cerca de la ciudad de Riobamba, Juan
trabajaba en un lugar muy distante del centro parroquial. Para llegar debía atravesar un
bosque; salía de su casa a las 8 de la mañana y retornaba a las 8 de la noche.
Cierta ocasión mientras volvía, creyó escuchar pasos. No dio importancia, pero más allá
escuchó una voz ronca que le dijo:
– No mire atrás… únicamente dame tu cigarrillo.
Así lo hizo y prosiguió su recorrido. Al día siguiente llevó una cajetilla y la voz nuevamente
se dejó escuchar.
De reojo observó que se trataba de un hombre muy pequeñito, portaba un látigo en su
mano, y llevaba en su cabeza un sombrero muy grande.
Juan se asustó y corrió desesperadamente. Al llegar a casa comentó lo sucedido y su madre
le aconsejó llevar siempre un crucifijo.
Así lo hizo y al día siguiente, el hombrecillo no le pidió cigarrillos sino que empezó a
castigarle con el látigo.
Juan sacó de su camisa el crucifijo y el enano se esfumó como por encanto.
Esta aparición y otras similares hicieron entender que se trataba del Duende de San
Gerardo.

LEYENDAS DEL ORIENTE ECUATORIANO


ETSA
Etsa, en el idioma de los shuar, quería decir
Sol, el valiente Sol, el generoso Sol de sus
antepasados.
El abuelo Arútam -que en shuar quiere
decir Poderoso Espíritu Tigre de la
mañana- mientras caminaba por la selva,
entre gigantescos matapalos y frondosos
copales, chambiras y pitajayas, relataba a los
niños de qué manera el luminoso Etsa le
devolvió la vida a los pájaros.
Iwia es un demonio terrible -les explicó
Arútam-. Desde siempre ha tenido la costumbre de atrapar a los shuar y meterlos en su enorme shigra para
después comérselos. Fue así como, en cierta ocasión, el cruel Iwia atrapó y luego se comió a los padres de
Etsa. Entonces raptó al poderoso niño para tenerlo a su lado y, durante mucho tiempo, le hizo creer que su
padre era él.

Cuando Etsa creció, todos los días, al amanecer, salía a cazar para el insaciable Iwia que siempre pedía
pájaros a manera de postre. El muchacho regresaba con la gigantesca shigra llena de aves de todas las
especies, pero una mañana, cuando apenas empezaba su cacería, descubrió con asombro que la selva
estaba en silencio. Ya no había pájaros coloridos por ninguna parte. Sólo quedaba la paloma Yápankam,
posada sobre las ramas de una Malitagua.

Cuando Etsa y la paloma se encontraron en medio de la soledad, se miraron largamente.

-¿Me vas a matar a mí también? -preguntó la paloma Yápankam.

-No -dijo Etsa-, ¿de qué serviría? Parece que he dejado toda la selva sin pájaros, este silencio es terrible.

Etsa sintió que se le iban las fuerzas y se dejó caer sobre el colchón de hojas del piso. Entonces Yápankam
voló hasta donde estaba Etsa y, al poco rato, a fuerza de estar juntos en medio de ese bullicioso silencio en
el que aún flotaban los gritos de los monos y las pisadas de las hormigas, se convirtieron en amigos.

La paloma Yápankam aprovechó para contarle al muchacho la manera en que Iwia había matado a sus
verdaderos padres. Al principio, Etsa se negó a creer lo que le decía, pero a medida que escuchaba las
aleteantes palabras de Yápankam, empezó a despertar del engaño que había tejido el insaciable Iwia y,
entonces, como si lo hubiera astillado un súbito rayo, se deshizo en un largo lamento. Nada ni nadie podía
consolarlo: lloraba con una mezcla de rabia y tristeza, golpeando con sus puños el tronco espinoso de la
enorme malitagua.

Cuando Yápankam se dio cuenta de que Etsa empezaba a calmarse, le dijo:

-Etsa, muchacho, no puedes hacer nada para devolverle la vida a tus padres, pero aún puedes devolvérsela
a los pájaros.

-¿Cómo? -quiso saber Etsa.

La paloma explicó: "Introduce en la cerbatana las plumas de los pájaros que has matado, y sopla."

El muchacho lo hizo de inmediato: desde su larga cerbatana empezaron a salir miles, millones de pájaros
de todos los colores que levantaron el vuelo y con su alegría poblaron nuevamente la selva. Desde entonces
-les aseguró su abuelo Arútam- Etsa, nuestro amado Sol y el demonio Iwia son enemigos mortales.
EL MISTERIO DE LA BOCANA DEL RIO MISAHUALLI

Cuando recién se iniciaba la colonización


del Oriente ecuatoriano, aguas arriba de la
bocana del río Misahuallí y en un fresco
claro de la selva, asentó su campamento un
hombre blanco, que se dedicaba a la
explotación del árbol de caucho en la
cuenca del río Aguarico. Así pasaron los
meses y un nuevo colono llegó al lugar
acompańado de su hermosísima hija, la que
inmediatamente causó estragos en el
corazón del cauchero. La playa, las aves y las flores, propiciaron el florecimiento del
amor, y el romance sonreía en los recodos del río.

Como vivían en plena selva y ante la ausencia de una autoridad que legalizara la relación
de la pareja, ésta decidió unir sus cuerpos y sus destinos a la sombra de los frondosos y
florecidos árboles de guaba. Pero como el amor no produce para vivir, el cauchero tuvo
que viajar una vez más al Aguarico para recoger la balata recolectada por sus trabajadores
y llevarla a los mercados de Iquitos.

La bella chica con el recuerdo de su amado en la hermosa sonrisa de sus labios, recorría
la extensa playa solitaria cuando la bańaba el suave sol de la mańana, era ésta una
costumbre que le había impuesto el amor. Mas el tiempo pasaba inmisericorde y al final
de su paso el cauchero jamás volvió.

La bellísima mujer presa de una indescriptible pena, desapareció un aciago día como si se
la hubiera tragado la tierra. Sus familiares y amigos la buscaron afanosamente por
doquier, pero todo fue en vano; las lágrimas y el tiempo, fueron borrando el dolor de su
ausencia.

Los ańos pasaron dándole espacio a la historia y una mańana brumosa y fría, unos
indígenas que pescaban por el sector, vieron a una hermosísima mujer parada en la
piedra grande de la margen izquierda del río; se acercaron a ella y cuando le preguntaron
donde vivía solo seńalo el agua, y lanzándose al torrente sin salpicar una gota ni producir
una onda en la superficie se sumergió.

Los ancianos al escuchar lo ocurrido, aseguraron que la dama era el espíritu de aquella
mujer que desapareció sin dejar rastros.

En esa enorme piedra rojiza de estructura volcánica asentada en el recodo del río
Misahuallí, se escucha con frecuencia en las mańanas, una dulce voz de mujer que canta a
su amor perdido. Algunas veces ella se aparece a los que pescan en el río, pero quien
acude al lugar con intención expresa de encontrarse con ella, nunca logran su objetivo.
LEYENDA Y ORIGEN DEL RIO TENA

Muchísimos ańos antes de la


sublevación del gran cacique Jumandy,
más arriba de donde actualmente se
asienta la parroquia del Pano, vivían
unas doscientas familias quijos,
procedentes de lo que es actualmente
Archidona.

Cuando se inicia esta narración el gran


Curaca, celebra el nacimiento de su hijo, a quien puso por nombre Pano; mientras que
en la comunidad del Calvario, llenando de felicidad a la familia del gran cacique nacía
una hermosísima nińa, a la que le pusieron por nombre Tena.

El tiempo pasó veloz, como vuelo de azulejo y Pano y Tena crecieron, transformándose
ella en una bellísima mujer y él en un robusto guerrero.

Pano hombre diestro en el manejo de las armas, con un grupo de jóvenes de su edad,
participaba en una larga partida de caza. Cruzaron buscando animales, lomas y planicies,
llenas de guaduales, pasos y pitones; era la época que maduraba la guaba y la chonta, las
guantas y las guatusas se escabullían gordas y satisfechas. Los muchachos cansados por el
esfuerzo realizado, acamparon a la orilla de un río repleto de carachamas. Cuando
estaban tomándose el último mate de chicha, tintineó como campanilla de fiesta, un
alegre coro de risas femeninas. Era la hermosísima Tena que con un grupo de
compańeras, tomaban desnudas un bańo en un remanso del río. De este inesperado
encuentro nació un intenso amor entre Tena y Pano y comenzaron a verse diariamente
en un hermoso lugar junto a un gran árbol de caoba, ubicado en un recodo del río, sitio
discreto y alejado de la murmuración. Pero como ningún secreto dura mucho tiempo, el
padre de Tena se enteró del romance y prohibió terminantemente que continúen las citas
clandestinas. Tena estaba prometida por su padre, al hijo de un gran Curaca de las
cabeceras del río Misahuallí.

A partir de ese día, cuando Pano emocionado y tembloroso llegaba al lugar de sus
encuentros amorosos, este siempre estaba solitario, hasta las aves que anidaban el gran
árbol de caoba, se habían alejado del sector. El enamorado joven cayó en un estado de
mutismo y depresión, el vigor de su juventud se extinguió rápidamente, sin que existiera
enfermedad visible. Los shamanes se reunieron para tomar ayahuasca y estudiar el caso.
Uno dijo que un poderoso banco (brujo mayor) de una comarca cercana le había enviado
un mortal virote (dardo-maldición). Otro aventuró la posibilidad, de que el cuerpo del
joven estuviera poseído por un maligno supay (diablo-demonio). Un tercero sostuvo, que
Pano simplemente estaba enamorado de una bella y esquiva princesa. Pero a pesar de
este último diagnóstico y a la terapia que le impusieron, el desconocido mal iba minando
la salud del joven.

Pano ante la falta total de noticias de su amada, decidió inmolarse cometiendo suicidio
para acabar con su vida, escogió lanzarse al río de aguas turbulentas y así desaparecer
para siempre de la tierra. Tal como lo planificó lo hizo; saltando de una saliente cayó en
lo más profundo del río y mientras era arrastrado por la correntada y giraba con los
remolinos, iba llorando lastimeramente su desgracia. Las piedras y las garzas, las
apangoras y carachamas, los yutzos y los pindos, las ranas y los grillos, todos se enteraron
de su pena y dolor.

Una lluviosa tarde, cuando Tena triste y resignada a su suerte, tejía monótonamente sin
ninguna prisa ni ilusión, una ashanga (canasta) para transportar los productos de la
chacra, un pingullo pishco (ave de mal agüero) que se posó en una rama cercana con su
canto aflautado, le contó el triste final de Pano. Tena agobiada por un inmenso dolor
decidió seguir la suerte de su amado; huyó de la casa de sus padres, corrió y corrió por
senderos y barrancos, por playas y lodazales y cuando ya no pudo más, se lanzó
finalmente al agua y bajó arrastrada por la fuerte correntada, golpeándose contra las
piedras y tostándose con el sol en los remansos.

Un hermoso día lleno de sol y mariposas se encontró con su amado, que bajaba llorando
su desgracia, fundido con las aguas del río, que había tomado el nombre de Pano, y ella
rendida de amor lo acogió en sus brazos, juntando los caudales de ambos ríos, que se
hicieron uno para toda la eternidad. Pano y Tena de esta forma engendraron un solo río:
El caudaloso Tena, que desde entonces corre alegre y rumoroso lamiendo las blancas
playas y las orillas llenas de guabas, guayabas y orquídeas fragantes.
EL PUNGARA URCO: LA CASA DEL DIABLO

Mucho antes de que los jesuitas llegaran a Loreto y


Archidona, un puńado de indígenas quichuas vivía ya en
las faldas del cerro Pungara Urco (cerro de brea), hoy
comunidad de San Pedro al Oriente del actual centro
poblado de Muyuna. En esos días cuatro nińos
desaparecieron en el río, por más que los buscaron no
encontraron ninguna huella, así pasaron varios meses,
hasta que dos mujeres que salieron en busca de agua no
retornaron jamás.

Muy preocupados por estas desapariciones, se reunieron


los moradores del lugar para consultar a sus guias
espitiruales, los brujos. El más anciano, pero también el
más famoso de ellos, vivía en las faldas del chiuta. Junto
con él hicieron los ayunos rituales tres brujos más, durante cuatro días bebieron esencia
de ayahuasca y guando y al final estuvieron de acuerdo en afirmar, que aquel peligroso
lugar donde ocurrieron las desapariciones, estaba asentado sobre un antiguo cementerio y
que los supais (diablos) eran dueńos de ese territorio porque algunas almas les
pertenecían.

Los bancos (poderosos brujos) dijeron que para alejar a los espíritus era necesario
emplear algunas hierbas ceremoniales y mucho ayuno, pero que además tenían que
cancelar el precio estipulado y este consistía en cuatro guanganas (sajinos) y cuatro canoas
llenas de pescado ahumado. Efectuado el pago los brujos se dedicaron a la tarea de
exorcizar aquel siniestro lugar; por las tardes, uno de ellos, el que estaba de turno,
acompańaba a las mujeres y a los nińos hasta el río y les mostraba las piedras negras,
donde vivían los diablos.

Una noche especialmente oscura y lluviosa, los cuatro brujos se dirigieron al playón del
río; llevaban consigo ollas, hierbas y algunos maitos, de los que ellos nunca dejaron ver su
contenido. Nadie pudo asistir a la ceremonia de exorcismo, pero se escucharon con toda
claridad insultos, gritos, maldiciones y silbidos. Luego vino la lluvia fuerte, copiosa y
persistente. Se incrementó el caudal de las aguas del río y los animales que viven en sus
riveras enmudecieron. Al día siguiente los brujos agotados pero satisfechos, informaron
que habían expulsado a los diablos y que estos se habían refugiado en el cerro de Pungara
Urco; recomendaron no bańarse en el río cuando sus aguas crecieran, no lavar la ropa en
el río pasadas las 6 de la tarde y no pescar carachamas durante la noche. Después de
haber dicho esto, les brindaron chicha de chonta y pescado ahumado y cada quien se fue
para su comunidad.

Pasó el tiempo y cuando la normalidad parecía haber sentado sus reales en la comuna,
una hermosa tarde de sol y bulliciosos pericos, una hermosa y lustrosa guatusa llegó a una
chacra, el dueńo de la misma un joven cazador, las siguió sigilosamente hasta el cerro del
Pungara Urco y no volvió más. Sus amigos y familiares angustiados lo fueron a buscar,
encontraron varios senderos misteriosos y escucharon silbidos escalofriantes, que los
invitaban a perderse en la selva; la gente temerosa tuvo que regresar y del cazador no se
supo nada más.
En las noches de luna llena, casi al filo de la medianoche, quienes por desgracia se
aventuran a pasar cerca del cerro de Pungara Urco, o se atreven a caminar a través de él,
escuchan espantados gritos desgarradores, seguidos de una risa diabólica, que se alarga
insistentemente como un eco. Y son pocos los que han podido escapar a este reclamo. A
veces por los potreros o chacras de la comunidad de San Pedro, asoman venados,
guatusas, sajinos y pavas del monte. Ya nadie los persigue, ni se deja engańar. Estos
animales son los diablos, que buscan tentar a los hombres para atraerlos al centro del
Pungara Urco y no dejarlos regresar jamás.
LA BOA Y EL TIGRE

Por el camino que lleva a Misahuallí,


a 6 Km. de Puerto Napo, en la
comunidad de Latas vivía una familia
indígena dedicada a lavar oro en las
orillas del río Napo. Un día la madre
lavaba ropa de la familia, mientras la
hija más pequeńa jugaba
tranquilamente en la playa: tan
concentrada estaba la seńora en su duro trabajo, que no se percató que la nińa se
acercaba peligrosamente al agua, justo en el lugar donde el río era más profundo. Una
súbita corazonada la obligó a levantar su cabeza, pero ya era demasiado tarde; la nińa era
arrastrada por la fuerte correntada y sólo su cabecita aparecía por momentos en las
crestas de las agitadas aguas.

La mujer transida de dolor y desesperación, hincando sus rodillas en la arena implora a


gritos ... yaya Dios! .... yaya Dios! Te lo suplico salva a mi guagua, y Oh! sorpresa, la
tierna nińa retorna en la boca de una inmensa boa de casi 14 metros de largo, que la
deposita sana y salva en la mismísima playa; la mujer abrazando a la nińa llora y sonríe
agradecida. Desde aquel día la enorme boa se convirtió en un miembro más de la familia,
a tal punto que cuando el matrimonio salía al trabajo cotidiano, el gigantesco reptil se
encargaba del cuidado de los nińos.

Pero un tormentoso día, cuando los padres fueron a la selva en busca de guatusas para la
cena, la boa no llegó a vigilar a los nińos como solía hacerlo todos los días. Este descuido
fue aprovechado por un inmenso y hambriento tigre, que se hizo presente con
intenciones malignas.

Los muchachos desesperados gritaron a todo pulmón “!yacuman amarul! (boa del agua),
el gigantesco reptil al oír las voces de los nińos salió del río y deslizándose velozmente
entró a la casa; se colocó junto a la puerta, para recibir al tigre que trataba de entrar
sigilosamente en el hogar de sus amigos; la lucha que se desató fue a muerte; la boa se
enroscó en el cuerpo de felino, pese a las dentelladas del sanguinario animal; los anillos
constrictores del reptil se cerraron con fuerza, mientras el tigre la mordía justo en la parte
de la cabeza, al final se escuchó un crujido de huesos rotos y ambos animales quedaron
muertos en la entrada de la casa.

Cuando regresaron los padres de los chicos, recogieron con dolor los restos de su boa
amiga y ceremoniosamente la velaron durante dos días, para luego enterrarla con todos
los honores y ritos que se acostumbraban utilizar para con los seres queridos.
LEYENDAS DE GALAPAGOS

El Archipiélago de Galápagos es una de las mayores atracciones científicas y turísticas del


Ecuador; sin lugar a dudas, constituye el atractivo más conocido y famoso del país.

LA LEYENDA...Cuentan que hace mucho tiempo una tortuga y un cangrejo gigante


peleaban por un caparazón. La tortuga era noble y el cangrejo era muy ambicioso, ventajoso
y malicioso.
El cangrejo le decía que él necesitaba muchísimo más el caparazón que ella, en cambio la
tortuga le decía que tenía que ocultarse de los depredadores o moriría.
El Dios de los animales los oyó discutir y les dijo:
-Tú cangrejo, te doy tenazas para poderte defender, tu casita para que siempre la traigas
contigo y serás pequeño para que te puedas ocultar junto con ella. A ti tortuga te entrego el
caparazón para que te protejas.
Y entre mayor ha sido la nobleza de la tortuga Galápagos más grande ha sido su
caparazón... y así como los años extinguen este hermoso animal, así también escasean las
personas nobles y buenas.
TÚNEL DE LAVA

La Isla Santa Cruz, en Galápagos, ofrece varios atractivos turísticos para quienes la visitan.
Uno de ellos es un túnel de lava formado hace millones de años.
La Isla Santa Cruz está localizada en la mitad del Archipiélago de Galápagos, tiene una
superficie de de 986 km² y una altitud máxima de 864 metros. Es también la isla más
poblada y la segunda isla más grande después de Isabela. Esta isla es un gran volcán
dormido. Se estima que había erupciones hace aproximadamente un millón y medio años.
En Santa Cruz se encuentran las oficinas centrales del Parque Nacional de las Islas
Galápagos, y la Estación Científica de Charles Darwin. Desde la costa podrá disfrutar de
hermosas playas y bahías con tortugas, lobos y aves marinas.
Santa Cruz, es la segunda isla más grande después de isla Isabela, del archipiélago de las
Galápagos. Es un volcán durmiente cuya última erupción se estima que ocurrió hace 1
millón y medio de años. Como testimonio de su pasado volcánico existen dos enormes
cavidades llamadas "Los Gemelos" que se formaron a partir de una cámara de magma.
Bahía Tortuga está situada en la isla de Santa Cruz en las Galápagos, Ecuador. Puerto
Ayora está alrededor de 20 minutos a pie. En los manglares es muy común encontrar el
cangrejo multicolor caminando, iguanas, tiburones de arrecife de punta blanca y tortugas
gigantes.
Santa Cruz alberga la mayor población del archipiélago en su capital, Puerto Ayora, con
un total de 12000 residentes en la isla. Además de la capital existen pequeños poblados
cuyos habitantes se dedican principalmente a la agricultura y la cría de ganado.
LA GRINGA SIN CABEZA

Según la leyenda local, un militar y su novia, ambos estadounidenses, vivió en la base (


"gringa", por cierto, es un término local que se refiere a una mujer americana o europea,
no suele ser peyorativo). La novia estaba engañando al soldado, y se dio cuenta de ello. En
un ataque de celos, que la mató al empujarla de un acantilado: mientras ella cayó, su cabeza
quedó atrapado en algo y se había arrancado. El soldado lo cubrió, ocultando el cuerpo y
diciendo a todos que había ido a nadar y no devuelto. Era verosímil: corrientes en
Galápagos puede ser complicado.

(Vale la pena señalar que no existen registros oficiales de cualquier incidente ocurriera
alguna vez en la base aérea estadounidense, y en cualquier caso, es poco probable que un
soldado habría tenido una novia estadounidense en la base con él).

A pesar de que los estadounidenses se retiraron, el fantasma se mantuvo. Algunos de los


viejos edificios americanos (incluyendo la casa de piedra) todavía están en uso por la
Armada del Ecuador y la Fuerza Aérea, y esos son donde normalmente se ve ni se siente.
Ella es conocida en español como "la Gringa sin cabeza", o "la Gringa sin cabeza."
LEYENDAS DE GALAPAGOS

Para disfrutar a pleno la visita a Galápagos hay que estar dispuesto a caminar mucho y,
sobre todo, navegar entre isla e isla en pequeños lanchones. En ocasiones, esas travesías
pueden demandar una o dos horas que no siempre garantizan comodidad a quienes se
aventuran. Como sea: vale la pena. Es recomendable elegir in situ las excursiones.
Alrededor del muelle principal de Puerto Ayora está repleto de agencias que ofrecen tours
en los que se puede acordar según los intereses y el tiempo disponible. También es preciso
estar atento a aprovechar el clima cambiante que suele primar en el archipiélago.
Rodeadas de leyendas, las islas Galápagos fueron descubiertas por el obispo Tomás de
Berlanga en 1535. En una carta al rey Carlos I, el prelado resume al describir lo visto:
Muchos lobos marinos, tortugas, iguanas, galápagos, muchas aves de las de España, pero
tan bobas que no sabían huir, e muchas tomaban a manos lo mas della está lleno de piedras
muy grandes, que parece que en algún tiempo llovió Dios piedras.
Aquí, la naturaleza ordena, según los ciclos de las especies, la agenda de interés de los
visitantes. La población, por otra parte, es en general amable y bien dispuesta a guiar los
recorridos.
En Isabela, la más grande de las Galápagos -hay que navegar dos horas para llegar desde
Ayora-, los paisajes costeros repletos de manglares son incomparables, tanto como la
imperdible experiencia de practicar snorkel para ver peces de colores increíbles,
mantarrayas, y pequeños y pacíficos tiburones. También se pueden escuchar las tristes
historias alrededor de la vieja prisión que allí funcionaba a mediados del siglo pasado,
donde peligrosos internos eran obligados a realizar trabajos forzados, entre ellos la
construcción de un muro de piedras que formaría los límites de la propia cárcel.
Otras dos recomendaciones para visitar: Floreana (ver recuadro), habitada por leyendas de
piratas que cazaban tortugas y ballenas, y Fernandina, la isla más remota hacia el Oeste,
con playas de arena negra y reciente actividad volcánica.
En Santa Cruz se concentra el mayor desarrollo turístico con una amplia y diversa oferta,
desde hoteles cinco estrellas hasta económicas habitaciones en casas de familia, pasando
por la posibilidad de hacer noche en alguno de los cruceros que suelen atracar cerca del
muelle principal.
CEMENTERIO DE SAN CRISTOBAL

Cuenta la historia que hace años un personaje de piel roja y contextura gigantesca y como
los habitantes de la isla estaban acostumbrados a la presencia de extranjeros en ese lugar
no le dieron importancia.Este hombre tenía una cabellera larga que le daba por los
hombros semidesnudos, una barba larga que le cubría casi todo el pecho, ojos azules y
encendidos que daba la impresión de algún extraviado personaje de un reino.El señor era
un gran misterio en esta isla porque prácticamente estaba aislado de las personas y se
dedicaba hacer excavaciones para enterrar cosas que nadie supo.A la final murió este
personaje y se dice que en este lugar hay ¡Un tesoro escondido! que este señor había
escondido.
UNIDAD EDUCATIVA
LEOPOLDO MERCADO

CIENCIAS NATURALES

NOMBRE: MICAELA ESTRELLA

GRADO: QUINTO “E”

PROFESORA: IVONNE CHÁVEZ

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