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Br. Martorelli, Valentina
C.I: 28.407.107.
Br. Rojas, Yuraisys
C.I: 28.710.706.
Br. Palomo, María
C.I: 29.964.028.
Br. Romero, Mariangel
C.I: 26.643.939.
Br. Silva, María Laura
C.I: 28.589.965.
En sentido jurídico, se entiende por cosa todo lo que puede ser objeto de derechos
patrimoniales y que es permutable, o sea, que representa una utilidad estimable en
dinero, en forma directa o indirecta. Estos rasgos característicos permiten deducir que
las cosas como objetos de derecho no son solamente las que forman parte del mundo
exterior y sensible, que ocupan un espacio, sino también los entes insustanciales, no
apreciables por los sentidos, siempre y cuando puedan producir una utilidad económica.
Según Bofante, cosa o “res”, en sentido correcto y específico, es decir, desde el punto
de vista de los derechos reales, es una parte limitada del mundo exterior, que en la
conciencia social está aislada y concebida como una unidad económica independiente.
En lenguaje ordinario, las cosas representan todo objeto extraño al hombre que ocupa un
lugar en el espacio; o sea, que en sentido general, cosa vienen a ser todo lo que
realmente existe: los seres animados y los objetos animados; y también las
concepciones de nuestra inteligencia, que constituyen lo que se llamaría cosas
incorporales; y en sentido restringido, cosa es todo lo que procura utilidad al hombre y
es susceptible de propiedad privada, siendo en este sentido la palaba cosa sinónima de la
palabra bien.
1) Res divini iuris, se subdividen en: res sacrae, res religiosae y res santae.
a) Res sacrae. Son cosas sagradas las consagradas al culto de los dioses superiores,
tales era: los templos, las estatuas de los dioses, los bosques sagrados, etc.
Estas cosas adquirían su carácter de sagradas mediante un ceremonia pública
que se llamaba la “consagratio”, en la cual intervenian el magistrado y los
pontífices, y se requería una declaración legal para tal fin. Cuando era necesario
desafectar una cosa sagrada con el propósito de reintegrarla al comercio, se
realizaba una ceremonia opuesta que se denominaba “profanatio”.
b) Res religiosae. Se consideraban como tales durante las etapas primitivas, las
cosas consagradas a los dioses manes, o sea al culto de los antepasados. El
derecho justinianeo concedió el carácter de religioso a todos los lugares en los
cuales se hubiere inhumado el cuerpo o las cenizas de una persona, aun cuando
este fuera un esclavo.
c) Res santae. Las cosas santas, son aquellas que no siendo ni sagradas ni
religiosas, estaban protegidos por una sanción penal, aplicable a todo aquel que
incurriera en su violación. Eran cosas santas: los muros y las puertas de las
ciudades, límites de los campos, etc. Estas cosas estaban bajo la protección de la
divinidad en general y todo ataque cometido contra ellos, era severamente
castigado.
2) Res humani iuris, son aquellas cosas que por una causa de interés general, se
consideran fuera del comercio y se subdividen en: cosas comunes, cosas
públicas, cosas universitatis y cosas que no pertenecen a nadie.
a) Res comunes. Se refieren a aquellas cosas que no pueden pertenecer a nadie en
particular, pero cuyo uso es común a todos los hombres, tales como: el aire, el
agua corriente, el mar y las riberas del mar.
b) Res publicae. Son aquellas cosas susceptibles por si mismas de apropiación y de
gestión económica, pero que estan reservadas por el derecho positivo para fines
de utilidad pública, para un uso general de todos los hombres; tales son: los ríos
públicos, las orillas de los ríos, los puertos, las vías públicas.
c) Res universitatis. Son las cosas destinadas al uso público de los habitantes de
una comunidad e integran el patrimonio de una corporación, tales son: los
estadios, los teatros, las plazas públicas, que pertenecen a las ciudades.
d) Res nullius. Son las que no pertenecen a nadie. Serian estas cosas las cosas
comunes en el sentido de que no pertenecen a ninguna persona en particular. Las
cosas que, aunque susceptibles de propiedad privada no pertenecen en el
momento a ninguna persona, por ejemplo, la caza, los peces y los bienes de una
herencia abierta, pero aun no aceptada; las res dereclitae, o sea las cosas
abandonadas por su propietario que no quiere continuar siendo propietario de
ellas.
a) “Res mancipi y res nec mancipi”. No se puede dar una definición precisa sobre
las res mancipi y sobre la res nec mancipi. Todo lo que de preciso puede decirse
es que las cosas mancipi eran las que los romanos primitivos consideraban como
las cosas preciosas, mientras que las cosas nec mancipi eran las cosas de menor
valor. A falta de criterio diferencial, habría que proceder por vía de
enumeración. Eran consideradas cosas mancipi:
Los fundos itálicos, o sea los fondos situados en Roma y en la provincia de
Italia.
Los esclavos que, en ocasiones, eran llamados mancipia.
Los animales que se domaban por el cuello y por el lomo, es decir, las bestias de
carga y de tiro.
Las servidumbres rurales sobre fundos itálicos.
Las cosas mancipi eras las cosas más preciosas para los romanos primitivos, pues
siendo un pueblo esencialmente agrícola, consideraba que la tierra y todo lo
indispensable para su explotación ocupaba uno de los primeros lugares en la escala de
los valores.
Esta distinción entre cosas mancipi y nec mancipi persistió durante toda la duración de
la historia del derecho romano y quedo tal y como se había establecido en principio, sin
que se hubiera hecho ninguna modificación ni ninguna adición a la clasificación a las
cosas preciosas aun cuando el valor respectivo de los elementos del patrimonio se
modificó profundamente con el transcurso del tiempo; y no vino a desaparecer esta
distinción, sino en la época de Justiniano.
Las críticas que se han hecho a la concepción de Planiol, han provocado que muchos
civilistas modernos, desarrollaran y perpetuaran la definición clásica citada
anteriormente. La definición anterior, permite deducir que en el derecho real no existe
entre el titular y la cosa ningún intermediario; que por ser derechos sobre la cosa
confieren a su titular un poder directo sobre ella sin que interfiera ninguna persona entre
el titular y el objeto.
El sujeto pasivo en el derecho real es general, está constituido por la sociedad total, la
cual debe respetar el ejercicio del derecho; sin embargo, la sociedad no solo queda
obligada a respetar al derecho real, sino también todo derecho, ya personal, ya extra
patrimonial; y en caso de infracción de cualquier derecho por tercero y poder coactivo
de la sociedad actúa en defensa de su titular.
Diferencias. Para caracterizar con mayor precisión los derechos reales, se impone
distinguirlos de los personales, creditorios u obligacionales, haciendo notar que no han
faltado autores modernos que han pretendido asimilar una y otra categoría de derechos
patrimoniales.
Uno de los rasgos diferenciales más típicos está dado por los distintos elementos
constitutivos de ambos derechos. En los derechos reales, como lo señalamos, sólo
concurren el sujeto y el objeto (res), en tanto que en los derechos creditorios existen dos
sujetos: el activo o acreedor y el pasivo o deudor, debiendo éste procurar al primero el
objeto o la prestación. El objeto del derecho real es siempre una cosa y una cosa
determinada -de ordinario corporal-o no una actividad o el resultado de una actividad
que restringe la libertad del obligado. como ocurre en el derecho personal.
Se distinguen, además, en que los derechos reales tienden hacia la perpetuidad, mientras
los creditorios son siempre temporales, aunque pueden tener larga duración. El
transcurso del tiempo tiene la virtud de hacer adquirir derechos reales, al paso que es
factor de extinción de los derechos personales.
Otra diferencia estriba en la adquisición por acuerdo de partes, que no es idónea para
crear derechos reales, siempre nacidos por imperio de la ley, y que constituye una fuente
inagotable de derechos de obligaciones. Por fin, en lo que atañe a la transmisibilidad, el
derecho real se transfería con más o menos libertad, en tanto que en el derecho antiguo,
cuando las obligaciones se consideraban vínculos estrictamente personales, no se las
podía negociar, ni activa ni pasivamente.
En dos grandes categorías pueden clasificarse los derechos reales: los que se ejercen
sobre la cosa propia (iura in re) y los que se constituyen sobre cosa ajena (iura in re
aliena). Pertenece a la primera clase el derecho de propiedad o dominio, que reúne en sí
todos los caracteres de los derechos reales y que tiene el contenido económico más
amplio. Se agrupan en la segunda categoría los derechos reales llamados, con
terminología moderna, limitados, parciales o fraccionarios, entre los cuales se cuentan
los que provienen del derecho civil, como las servidumbres, y los que tienen su origen
en el derecho honorario, como el ius in agro vectigali, la enfiteusis, la superficie y la
hipoteca, aunque más propiamente a propósito de esta última se habla de derecho real
de garantía.
La idea de obligación surgió en materia contractual mucho tiempo después. Los pueblos
de la antigüedad vivieron dentro de una economía cerrada en la que sus transacciones se
realizaban en forma de trueque, valiéndose de medios que operaban la transmisión
inmediata de la propiedad, sin generar obligación alguna. Los primeros obligados a
consecuencia de actos lícitos contractuales fueron en Roma los nexi, plebeyos
empobrecidos compelidos a solicitar dinero en préstamo a los patricios,
comprometiendo su persona en garantía del pago de la deuda, garantía que se hacía
efectiva por el nexum, que se realizaba con los procedimientos de la mancipatio e
importaba la autopignoración del deudor. De allí provenía el estado de prisión a que éste
se sometía hasta que cumpliera la obligación.
La noción de obligación como derecho personal opuesto al derecho real, sólo habría
surgido en Roma al hacerse más humana la coacción contra los nexi. Este hecho
trascendente tuvo lugar por la sanción de la lex Poetelia Papiria (326 a. de C.), que
indirectamente abolió el nexum al disponer que quedaba prohibido el encadenamiento,
la venta y el derecho de dar muerte a los nexi. A partir de dicha ley el derecho del
acreedor se separa del derecho de propiedad, y el cumplimiento de la obligación no
recae sobre la persona del deudor, sino sobre su patrimonio, que es considerado la
prenda común de los acreedores.
Elementos. Habíamos definido la obligación como el vinculo jurídico en virtud del cual
el acreedor puede constreñir al deudor al cumpliento de una determinada prestación, que
puede consistir en un dare, facere (non facere) o praestare. Surgen de ella sus
elementos integrantes: el vinculo jurídico, los sujetos y el objeto o prestación.
Objeto de la obligación es el acto que el deudor debe realizar a favor del acreedor y
cuyo cumplimiento puede exigirse por medio de la correspondiente acción. Constituye
la prestación que puede traducirse en un dare, un facere o un praestare. Según el
esquema de la formula, el dare oportere consistía en la transferencia al acreedor de la
propiedad u otro derecho real sobre la cosa. Facere o non facere oportere implicaba un
acto o hecho del deudor y también una abstención, que no fuera propiamente un dare.
Praestare oportere eran términos que aludían al contenido de la obligación en general,
ya consistiera en un dare o en un facere, pero más propiamente llegaron a comprender
aquellas prestaciones que tenían por objeto la entrega de la cosa con otra finalidad que
la de transferir la propiedad u otro derecho real.
Las figuras singulares que podían dar nacimiento a las obligaciones fueron reconocidas
en unas primera clasificación que formulo Gayo en sus Institutas. En ella se decía que
“las obligaciones nacían de un contrato o de un delito” (omnis obligatio vel ex contractu
nascitur vel ex delicto) (Gayo, 3, 88). Así esta summa divisio, como la llama el
jurisconsulto, reconoce solamente dos términos en materia de fuentes de las
obligaciones, porque ellas nacen ex contractu, es decir, del acuerdo de voluntades
reconocido por el derecho civil, cuya fuerza obligatoria se hacía depender de la entrega
de la cosa, de un acto formal, verbal o escrito o del mero consentimiento de las partes; o
ex delicto, esto es, de un hecho ilícito que colocaba al culpable en la obligación de pagar
una pena pecuniaria a quien hubiera lesionado.
Esta clasificación bimembre resulta insuficiente porque deja al margen de ella una gran
gama de figuras generadoras de obligaciones que no eran ni contratos, ni delitos. El
mismo Gayo, en una obra que se le atribuye, aunque hoy se discute su paternidad,
intitulada Res cottidianae o Libri rerum cottidianarum sive aureorum, con el fin de
completarla agrega un término más a su interior clasificación, bajo el rótulo de "varias
especies de causas" (variae causarum figurae). Esta tripartición si bien tiene la ventaja
de agrupar dentro de la nueva expresión' -variae causarum figurae- a numerosas causas
antes excluidas "por no ser ni contratos, ni delitos, presenta el inconveniente de que
incluye figuras heterogéneas que en manera alguna pueden constituir una categoría con
características propias y definidas, como son los contratos y los delitos.
Los compiladores Justiniano con la idea de aclarar el termino variae causarum figurae
de la tripartición gayana, señalaron como principio general que los casos agrupados bajo
tan denominación se desenvolvían a la manera de un contrato o de un delito. Por ello
insertaron a las Institutas una clasificación de las fuentes de las obligaciones que
comprende cuatro especies, pues “las obligaciones o nacen de un contrato o de un
cuasicontrato o de un delito o de un cuasidelito”.
Esta cuatripartición tradicional de las fuentes de las obligaciones, que habría tenido
origen bizantino, también ha merecido reparos, porque es indudable que ni el
cuasicontrato ni el cuasidelito presentan caracteres definidos. Decir que las obligaciones
nacen quasi ex contractu y quasi ex delido; es poner de manifiesto únicamente el
aspecto negativo de tales obligaciones, esto es, que ellas no provienen ni de un contrato,
ni de un delito.
Estos acontecimientos, en los que en nada intervenía la conducta del deudor, recibieron
la calificación de caso fortuito (casus), y Ulpiano los definió diciendo "que ninguna
humana inteligencia los puede prever" (quia fortuitos casus nullum humanum consilium
praevidere potest) (Dig. 50, 8, 2, 7). Distinguiese del casus, la fuerza mayor (vis o vis
maior), que era aquel hecho que ninguna medida de previsión normal hubiera podido
evitar. Es de hacer notar que la distinción entre caso fortuito y fuerza mayor tiene un
mero valor teórico, porque tanto los acontecimientos que no se pueden prever, como
aquellos que previstos no se pueden evitar, liberan al deudor del vínculo obligacional,
salvo convención en contrario.
La prohibición formaba parte del impedimento general que tenían las mujeres en Roma
de obligarse por otro ni de comprometer sus propios bienes, es decir, la mujer no podía
llevar a cabo acto jurídico alguno de 'intercessio'.
Una de las consecuencias jurídicas importantes que generó la puesta en vigor de este
senadoconsulto fue la de que, en el caso de que se le exigiera a una mujer el
cumplimiento de una fianza por haber garantizado la obligación de un tercero, la
garantía podía quedar sin efecto si la mujer hacía valer la excepción que el propio
senadoconsulto le concedió, conocida como 'exceptio fraudis senatus consulti
Vellaeanum'.
El senadoconsulto tuvo por finalidad proteger a las mujeres que inducidas por su
debilidad podían comprometer su patrimonio en negocios por los cuales garantizaran de
cualquier forma una deuda ajena.
Contratos. El acuerdo de dos o más personas con el fin de constituir una relación
obligatoria reconocida por la ley.
CONTRATO PACTUM
Es un acto jurídico. Es un acuerdo o una excepción.
Se necesita el consentimiento de 2 o mas
Es unilateral.
personas (bilateral).
Existe la acción. Carecen de acción.
Esta provista de una causa y un nombre. Estan destituidos de causa y nombre.
Si hay causa genera obligaciones. General obligaciones sin contener causas.
Sus obligaciones son civiles. Sus obligaciones son por su naturaleza.
Genera un litigio. Ponen fin a un litigio.
Clasificación.
Clases.
a) Nexum. Más que un contrato en el sentido estricto del vocablo, fue un eficaz
procedimiento Rara asegurar o garantizar el cumplimiento de las obligaciones
asumidas por el deudor. En efecto. si no pagaba u otro no lo hacía por él, al
acreedor le asistía el derecho, como si hubiera obtenido una sentencia
condenatoria del obligado, de someter al deudor a las consecuencias de la manus
iniectio, que lo colocaba en un estado de sumisión a semejanza del señorío
inherente a todo derecho de propiedad, hasta que saldara la deuda.
b) Dotis dictio. La promesa verbal y solemne de dote realizada unilateralmente
(uno loquenle) a favor del marido por la mujer sui iuris, por su deudor, por el
padre o por un ascendiente paterno, fue el contrato verbal denominado dotis
dictio.
c) Stipullatio. El contrato verbal que se perfeccionaba mediante una pregunta que
formulaba una persona que debía constituirse en acreedor (stipulator, reus
stipulandi), a la que se seguía la congruente respuesta de otra que llegaba a
convertirse en deudor (promissor, reus promitiendi), se llamó estipulación
(stipulatio).
Contratos literales. Las convenciones que en Roma tenían como elemento esencial y
constitutivo la escritura, esto es, que se perfeccionaban por escrito, integraban la
categoría de los contratos literales (litteris contrahitur obligatio). Los contratos litteris
se caracterizaron por ser formales, unilaterales y de derecho estricto. Entre ellos se
cuentan los nomina transcripticia, los chirographa y los syngrapha.
Consiste en que cada vez que la persona del comprador es molestada o perturbada y
pierde la posesión total o parcial de la cosa que compró en virtud de la acción judicial
de una tercera persona que alega ser propietaria de esa cosa, o que alega tener un
derecho real sobre esa cosa, se dice que la persona del comprador ha sufrido evicción.
Los vicios ocultos. El vendedor respondía al comprador por los vicios o defectos
ocultos que la cosa pudiera presentar.
La responsabilidad por los vicios ocultos o redhibitorios que fue regulada sobre nuevos
principios por los ediles curules, que tenían a su cargo la policía de los mercados. Según
el edicto de los ediles, el vendedor de esclavos o de ciertos animales estaba obligado a
declarar expresamente los vicios o defectos de que vendían y a ofrecer garantías de
inexistencia. Si así no procedia, el comprador estaba autorizado a ejercitar la actio
redhibitoria, en el término de dos meses o la actio quanti minoris, en el de seis.
Son aquellos defectos no aparentes en la cosa vendida, que hagan la cosa imposible para
el uso a que está destinada y que de conocerlos el comprador no hubiera comprado o
hubiese comprado por un precio menor.
Requisitos. Para que el pago produzca ipso iure sus efectos liberatorios, tiene que
reunir ciertos requisitos en lo que atañe a los sujetos de la relación, al objeto o
prestación y al lugar y tiempo en que la deuda debe ser satisfecha.
Se exigia en el deudor capacidad para obligarse, esto es, aptitud legal para pagar. El
mismo deudor debía efectuar el pago o un representante legítimo. Nada obstaba a que
'pagara por el deudor un tercero, salvo que se tratara del cumplimiento de una prestación
personalísima asumida en atención a las cualidades 'especiales del deudor, como podía
ocurrir en la locación de obra. También era requisito necesario que el acreedor fuera
capaz de percibir el pago, caso contrario, debía pagarse a un representante legal, tutor o
curador. Estaba admitido que el acreedor designara a un mandatario para recibir lo
debido por el deudor y era dable pagar válidamente al adstipulator y al adiectus
solutionis causa. El primero era un acreedor adjunto autorizado para reclamar la deuda
con igual eficacia que el acreedor principal, en tanto que el segundo era un simple
ejecutor dotado de aptitud para recibir el pago.
Dos instituciones conexas al pago que los modernos han denominado "imputación de
pago" y "pago por consignación", tuvieron nacimiento en el derecho romano.
La imputación de pago era de aplicación cuando una persona tema vanas deudas en
dinero con un mismo acreedor y no se había convenido la forma en que debía satisfacer
la prestación debida. En el supuesto operaban distintas reglas de preferencia que
atendían al interés del deudor. Así, se entendía primeramente extinguida la deuda
vencida que la no vencida, la más gravosa antes que la menos gravosa y la deuda por
intereses primero que la de capital. Si no se daban tales elementos, el pago se imputaba
en proporción a cada una de las deudas.
El llamado pago por consignación fue una resultante de la mora del acreedor que, como
dijimos, se producía cuando este rechazaba, sin causa justificada, la oferta del pago
íntegro y efectivo realizada por el deudor. Ante tal situación el derecho romano autorizo
al obligado a consignar en público (obsignatio) la cosa debida, usándose a tal efecto
templos, iglesia o algún otro lugar designado por el magistrado. También procedia el
pago un incapaz que carecía de tutor o curador. Para que esta forma de pago extinguiera
ipso iure las obligaciones era menester que el deudor interpelara al acreedor, haciendo
ofertas reales que evidenciaran su propósito de pagar la deuda.
Pruebas del pago. Digamos, por fin, que cuanto a los medios de probar el pago,
cualquiera era válido en la época clásica. En el derecho justinianeo, no fue tan amplia la
libertad de prueba estableciéndose que el pago de deudas resultantes de documentos
debía probarse con cinco testigos o mediante recibo (apocha), el que solo tenía validez
si pasado treinta días el acreedor no lo impugnaba mediante la exceptio non numeratae
pecuniae.