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EL BAUTISMO DE JESÚS
El comienzo de la vida pública de Jesús es uno de los episodios más misteriosos de su
existencia. Partiendo de las mismas palabras de los evangelistas nos muestra el
artículo cuál es el significado que la ciencia bíblica actual otorga a este pasaje de la
vida de Cristo.
El relato del bautismo de Jesús se remonta sin ninguna duda a las fuentes más antiguas
de la tradición evangélica y está íntimamente ligado a la más primitiva cristología.
Los cuatro evangelistas nos hablan del bautismo: Mt 3,13-17; Mc 1,9-11; Lc 3,21-22; Jn
1,29-33. De estos cuatro testimonios el más primitivo es sin duda el de Marcos: Mateo y
Lucas presentan este acontecimiento en función de concepciones doctrina les más
desarrolladas. El cuarto evangelio no relata el bautismo, pero la atestación solemne,
hecha por el precursor, de la teofanía bautismal, concuerda admirablemente con los
datos sinópticos, llevando sin embargo fuertemente marcada la señal de la teología
joanea.
TESTIMONIOS EVANGÉLICOS
Marcos
Proclamación celeste
Sin embargo la voz celeste no dice: He aquí a mi Servidor, sino que sustituye la tercera
persona por la segunda, declarando como en el Sal 2,7: tú eres mi Hijo. Estas dos
últimas palabras orientan, pues, el pensamiento hacia el Sal 2; hijo no es lo mismo que
servidor. La explicación más obvia es la de su, poner que la voz celeste funde -ella
misma- dos alusiones escriturísticas. Por otra parte, innumerables son en el Nuevo
Testamento los casos en que se amalgaman varios textos veterotestamentarios. La
hipótesis de un cierto desarrollo doctrinal se presenta entonces naturalmente al espíritu:
Jesús parece haber sido designado ante todo como el Mesías-Servidor, pero sin que la
nota filial haya estado ausente.
Su interpretación
Identificado con el Mesías, el Hijo amado aparece aquí con el carácter peculiar que
reviste el personaje mesiánico en los poemas del Servidor. Y es, efectivamente, esta
forma de mesianismo la que Jesús se propondrá realizar ante todo, fusionándola de
manera poderosamente original con el mesianismo apocalíptico derivado de Daniel. La
ANDRE FEUILLET
Nos contentaremos con indicar las notas específicas de cada evangelista, sin estudiarlas
detalladamente. Dos rasgos son propios de Mateo. Primero, el diálogo entre Jesús y
Juan Bautista; este diálogo, visiblemente apologético, está destinado a explicar por qué
Jesús ha podido someterse al rito del precursor, conservando, sin embargo, su
superioridad: la razón es que él ha querido inaugurar una justicia nueva que
"perfeccionara" la justicia judía del Bautista. El otro rasgo propio de Mateo es la
sustitución de la segunda persona por la tercera en la declaración celeste; este cambio no
significa a nuestro parecer que la masa haya sido testigo de la manifestación
sobrenatural, sino que los lectores, del evangelio son invitados a reconocer en Jesús al
Mesías saludado por la voz celeste y a aceptar sus enseñanzas relativas a la Ley y a la
justicia nuevas.
Más deliberadamente aún que Lucas, deja Juan en segundo plano la escena del
bautismo, que ni siquiera narra; una sola cosa le interesa: que en este momento reposa
sobre Jesús el Espíritu divino, cuya venida había sido prometida en el Antiguo
Testamento como signo de instauración de la era mesiánica. El descendimiento del
Espíritu sobre Jesús es lo que le señala ante el precursor como "el que quita el pecado
del mundo" (1,29); el autor piensa ya claramente en la remisión de los pecados en la
Iglesia y en lo que dirá en 20,22 donde el Espíritu Santo es comunicado á los apóstoles
para que tengan el poder de perdonar los pecados.
Historicidad
Otro problema más delicado es cómo conviene interpretar los detalles de la teofanía:
¿fue exterior y objetiva o sólo una visión interior de Jesús, sea imaginativa o
intelectual? La antigüedad cristiana y los autores de las Vidas de Jesús clásicas suponen
que la visión fue real y objetiva. Pero en estos últimos tiempos, muchos exegetas,
católicos y no católicos, sugieren una especie de experiencia mística reservada sólo a
Cristo. ¿Qué pensar de esta posición? El segundo evangelista nos haría fácilmente creer
que Jesús ha sido el único testigo de los fenómenos sobrenaturales; de aquí a concluir
que éstos no han sido visibles no hay más que un paso.
Sin embargo nosotros dudamos en darlo. Lo que nos retiene, no son precisamente los
rasgos de semejanza con las visiones inaugurales de los profetas, que en su mayoría
parecen ser interiores, sino otras consideraciones. En primer lugar, la Transfiguración,
que plantea un problema análogo, no podría ser reducida a un hecho puramente
subjetivo sin contradecir formalmente los datos claros de los Sinópticos. Además, el
cuarto evangelio afirma que la teofanía bautismal fue visible y que el Bautista pudo
contemplarla al mismo tiempo que Jesús; y no hay que olvidar que san Juan conocía
mejor que los Sinópticos los círculos bautistas. A mi parecer, tenemos buenas razones
para creer que el cuarto evangelio refleja fielmente la realidad.
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Dicho esto, nos apresuramos a añadir que no hay razón suficiente para extender a otros,
además del Bautista, la contemplación de la teofanía bautismal. Contra el parecer de los
PP. Lagrange, Lebreton y Prat, creemos con el P. Buzy que el cuarto evangelio nos
invita a restringir esta prerrogativa a sólo el Bautista, pues, en otro caso, su testimonio
"no siendo único, no siendo excepcional, perdería su valor" y no se explicaría "la
insistencia personal" con la que expresa: "yo lo he visto", "yo he dado testimonio".
Explicaciones Insuficientes
Las notas, demasiado breves, que hemos dedicado al testimonio de los cuatro
evangelistas nos han dejado entrever que cada uno de ellos tiene su perspectiva propia
en la manera de presentar el acontecimiento. Nos preguntamos ahora qué significa
fundamentalmente el bautismo de Jesús según la concepción que tiene más
probabilidades de ser la primitiva.
Explicaciones inaceptables son las que defienden una transformación más o menos
radical del ser de Jesús en el momento del bautismo. En los críticos independientes se
encuentran dos explicaciones principales del sentido primigenio del bautismo. Para la
mayor parte este acontecimiento habría marcado el despertar de la conciencia mesiánica
de Jesús. Otros autores prefieren hablar de una escena de adopción filial. Respecto al
texto de la unción en Act 10,37-38 invocado por estos autores, bástenos notar, con el P.
de la Potterie, que los textos lucanos neotestamentarios que. tratan de la unción de
Cristo, se refieren todos a una unción de orden exclusivamente profético, a aquélla
indicada Is 61,1. Nada, pues, autoriza a pensar que el bautismo haya sido entendido por
los evangelistas como la fuente o el despertar de la conciencia mesiánica de Jesús.
¿Será la institución del bautismo cristiano? Es, efectivamente, una doctrina tradicional
que así como el Bautista -en frase de Sto. Tomás- fue el final de la Ley y el comienzo
del Evangelio, de igual manera el bautismo de Cristo, santificando el agua que se
utilizará en el sacramento de la regeneración cristiana, puso fin a la antigua economía e
inauguró la era de gracia, la de la nueva creación. Esta enseñanza de los Padres y
Doctores encuentra un fundamento sólido en los datos evangélicos: alusión a la creación
del mundo que encierra el simbolismo de la paloma; apercibimiento por parte de los
evangelistas de una relación entre el bautismo de Jesús y el sacramento cristiano; orden
de bautizar con la fórmula trinitaria. Pero todo esto no puede ser claramente
comprendido sino a la luz de la vida de, la Iglesia y de la práctica sacramental. Ello no
podría constituir el sentido primero y fundamental del evento del Jordán.
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Significado fundamental
Es, en primer lugar, a la persona misma de Jesús a la que se refiere este acontecimiento.
Porque no sin motivo la escena evoca por muchos rasgos las visiones inaugurales de los
antiguos profetas, especialmente la de Ezequiel. El bautismo de Jesús es también la
inauguración de un ministerio. La intervención del Espíritu no hay que entenderla de
buenas a primeras en el plano de la vida interior de Jesús, sino mucho mejor desde el
punto de vista de la historia de la salud; el Espíritu impulsa a Jesús a comenzar su
misión de instaurador de la economía mesiánica; más exactamente aún -creemos
nosotros- le incita a realizar el programa del Servidor sufriente.
¿No conviene sin embargo admitir algo más que un simple impulso exterior? Jesús,
gracias a este evento, ¿no habrá aprendido algo que le habrá confirmado en la
orientación que él quería dar a su actividad mesiánica? Es, en verdad, de una dificultad
extrema representarse cuál ha podido ser la sicología de Jesús, pero nada nos obliga a
creer que no haya habido un cierto desarrollo, impulsado por la vida misma, en la
manera en que él ha concebido su destino y su papel salvador. En los Evangelios le
vemos muchas veces asombrarse y preguntar como un homb re; Lucas nos lo muestra
incluso creciendo "en sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres" (2,52). La
carta a los Hebreos llega a afirmar que "siendo Hijo, aprendió, por lo que sufrió, lo que
era obedecer" (5,8). En la misma medida en que se tomaren serio el misterio de la
Encarnación se está autorizado a pensar que ciertas experiencias han podido enriquecer
a Jesús en el plano humano y hacer descubrir a su inteligencia humana `puntos de vista
nuevos. La teofanía bautismal nos parece ser una de las más importantes de estas
experiencias privilegiadas. Hay por consiguiente una analogía real entre la venida del
Espíritu que se produce en este momento y las- intervenciones de Yahvé o de su Espíritu
que en el Antiguo Testamento son el punto de partida de la misión liberadora de los
Jueces de Israel o del ministerio de los profetas. Sin embargo, la originalidad del evento
evangélico permanece intacta, sobrepasando considerablemente cualquier vocación, por
extraordinaria que sea.
Conclusión general
El estudio de los diversos relatos evangélicos del bautismo de Jesús me parece ofrece
ocasión para una aplicación razonable y muy fecunda del método de la Formgeschichte
(Historia de las formas). Según Goguel, la manifestación de la gloria de Cristo estaba
limitada inicialmente a las cristofanías pascuales, pero la comunidad cristiana tuvo
tendencia a anticiparla más y más, como lo muestra el cuarto evangelio, resultado de
todo este proceso de idealización. Después de la Transfiguración, que había ya
anticipado la proclamación de Jesús como Mesías colocándola en el curso de su
existencia terrestre, vino el relato del Bautismo que situó esta proclamación al principio
mismo del Evangelio. El término último de este desarrollo doctrinal estaría representado
en los Sinópticos por los relatos del nacimiento sobrenatural de Jesús.
ANDRE FEUILLET