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ANDRE FEUILLET

EL BAUTISMO DE JESÚS
El comienzo de la vida pública de Jesús es uno de los episodios más misteriosos de su
existencia. Partiendo de las mismas palabras de los evangelistas nos muestra el
artículo cuál es el significado que la ciencia bíblica actual otorga a este pasaje de la
vida de Cristo.

Le Baptême de Jesús, Revue Biblique, 71 (1964) 321-352

El relato del bautismo de Jesús se remonta sin ninguna duda a las fuentes más antiguas
de la tradición evangélica y está íntimamente ligado a la más primitiva cristología.

Los cuatro evangelistas nos hablan del bautismo: Mt 3,13-17; Mc 1,9-11; Lc 3,21-22; Jn
1,29-33. De estos cuatro testimonios el más primitivo es sin duda el de Marcos: Mateo y
Lucas presentan este acontecimiento en función de concepciones doctrina les más
desarrolladas. El cuarto evangelio no relata el bautismo, pero la atestación solemne,
hecha por el precursor, de la teofanía bautismal, concuerda admirablemente con los
datos sinópticos, llevando sin embargo fuertemente marcada la señal de la teología
joanea.

En los tres Sinópticos, bautismo y tentación en el desierto están estrechamente ligados,


tanto cronológica como doctrinalmente. Sin embargo, con Mons. Cerfaux, creemos que
en la tradición presinóptica el relato del bautismo era distinto del de la tentación,
formando, con las otras perícopas relativas al Bautista, una unidad, debida sin duda a un
discípulo del precursor.

TESTIMONIOS EVANGÉLICOS

Marcos

De los cuatro testimonios evangélicos relativos al bautismo de Jesús, el más primitivo


es el de Marcos. Por eso es este testimonio el que conviene estudiar en primer lugar; no
me restará sino indicar después a manera de complemento, lo específico de Mateo,
Lucas y Juan.

La teofanía bautismal, tal como la describe el segundo evangelio, comprende tres


elementos: la apertura de los cielos, el descenso del Espíritu Santo en forma de paloma,
la proclamación hecha por la voz celeste.

Hay, casi seguramente, en el primero una reminiscencia de las escenas de vocación


profética, singularmente la de Ezequiel (1,1s); y en el segundo una referencia, a los
oráculos mesiánicos en los que el Espíritu de Yahvé interviene para asistir al Salvador
escatológico en el cumplimiento de su tarea (Is 11; 42,1-7). En cuanto al simbolismo de
la paloma, conviene sin duda explicarlo por Gén 1,2, donde el Espíritu de Yahvé se
cernía como un ave sobre las aguas.
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Proclamación celeste

Sobre la declaración celeste "tú eres mi hijo amado, en ti me he complacido", querría


concentrar toda la atención. Se admite comúnmente que hay en ella una alusión a la vez
al Sal 2 y a Is 42,1. Sin embargo, estas dos referencias no son explícitas. Aunque haya
sido a veces relegada a segundo plano, la más segura es la de Isaías. Tres elementos del
texto evangélico deben tener su fuente, al menos parcial, en Is 42,1. En primer lugar, el
adjetivo "amado"; en segundo lugar, las palabras "en tí me he complacido" evocando al
Servidor en quien Yahvé se complace; por fin, la mención de la venida del Espíritu
Santo sobre Jesús responde a la venida del Espíritu sobre el Servidor.

El cuarto evangelio confirma lo bien fundado de esta aproximación de textos,, al poner


en labios del precursor, que evoca la teofanía del bautismo, la apelación de Cordero de
Dios, reminiscencia de los poemas del Servidor. Recuérdese también el lugar que
ocupan los poemas del Servidor en el pensamiento de Jesús, así como el título de
Servidor dado a Jesús en los primitivos discursos de los primeros capítulos de los
Hechos de los Apóstoles.

Sin embargo la voz celeste no dice: He aquí a mi Servidor, sino que sustituye la tercera
persona por la segunda, declarando como en el Sal 2,7: tú eres mi Hijo. Estas dos
últimas palabras orientan, pues, el pensamiento hacia el Sal 2; hijo no es lo mismo que
servidor. La explicación más obvia es la de su, poner que la voz celeste funde -ella
misma- dos alusiones escriturísticas. Por otra parte, innumerables son en el Nuevo
Testamento los casos en que se amalgaman varios textos veterotestamentarios. La
hipótesis de un cierto desarrollo doctrinal se presenta entonces naturalmente al espíritu:
Jesús parece haber sido designado ante todo como el Mesías-Servidor, pero sin que la
nota filial haya estado ausente.

Su interpretación

¿Cuál puede ser entonces la significación de la declaración celeste? Entre los


comentadores, unos insisten sobre su alcance filial, otros sobre la relación con los
poemas del Servidor. A mi parecer, una referencia discreta al Servidor responde
perfectamente a la situación en que se encuentra Jesús. Este se ha sometido
humildemente a un bautismo que no estaba hecho para él, sino que estaba destinado
sólo a los pecadores. Si, como el rito comportaba normalmente, él ha pronunciado una
confesión de los pecados, esto no podía ser sino en nombre de ellos. La Voz celeste la
aprueba y proclama que obrando así no ha hecho sino desempeñar el papel escatológico
que correspondía al Servidor isaiano.

En el bautismo Jesús es saludado solemnemente con el título de Hijo. En razón de la


alusión oculta al Sal 2, se nos. invita discretamente a comprender que Jesús es el
Mesías. Al designar a Jesús como el Hijo "amado", se nos da, además, la clave de la
actitud filial de Jesús en sus relaciones con Dios.

Identificado con el Mesías, el Hijo amado aparece aquí con el carácter peculiar que
reviste el personaje mesiánico en los poemas del Servidor. Y es, efectivamente, esta
forma de mesianismo la que Jesús se propondrá realizar ante todo, fusionándola de
manera poderosamente original con el mesianismo apocalíptico derivado de Daniel. La
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fusión será realizada en la escena de la Transfiguración, réplica bajo muchos aspectos


de ésta del bautismo, pero más rica y más precisa en. el plano cristológico, pues Jesús,
proclamado una vez más Hijo amado, está en este momento revestido de la gloria divina
y envuelto por una nube.

Pero lo que se pierde en el bautismo en el plano de una cristología pura, se puede


encontrar tal vez en el plano de la eclesiología. A menudo en el Antiguo Testamento la
palabra eudokein expresa la complacencia que Dios encuentra en su propio pueblo;
muchas. veces el concepto tiene un alcance escatológico y se refiere, más o menos
claramente, a la comunidad de la era de gracia, purificada de todo pecado (Jos 42,4; Sal
146,11;149,4). Ahora bien: el empleo veterotestamentario de la palabra eudokein, ¿no
autoriza a suponer que, en el bautismo; Jesús representa y lleva en sí a la comunidad
perfecta, que, limpia de toda falta, podrá también experimentar los beneficios de la
paternidad divina? El hecho de que Jesús, sometiéndose, a un rito no hecho para él, se
proponga no separar su causa de la de los otros hombres, la doble significación
individual y colectiva del concepto de Servidor en Is 40-55, abogan en favor de esta
interpretación del bautismo: escena, pues, a la vez personal y comunitaria, que se refiere
a Jesús y al mismo tiempo al nuevo pueblo de Dios que debe sustituir al antiguo.

Relacionando, además, esto con la plegaria mesiánica de Is 62-64, resulta que, en el


bautismo de Jesús, la comunidad mesiánica se encuentra representada por Cristo en
tanto que ella participará de su filiación divina ¿Hace falta recordar que san Pablo
concede a los bautizados, en los que habita el Espíritu Santo, el derecho de adoptar la
manera que Jesús tiene de dirigirse a su Padre: Abba! Padre! (Gal 4,6; Rom 8,15)?

Mateo, Lucas, Juan

Nos contentaremos con indicar las notas específicas de cada evangelista, sin estudiarlas
detalladamente. Dos rasgos son propios de Mateo. Primero, el diálogo entre Jesús y
Juan Bautista; este diálogo, visiblemente apologético, está destinado a explicar por qué
Jesús ha podido someterse al rito del precursor, conservando, sin embargo, su
superioridad: la razón es que él ha querido inaugurar una justicia nueva que
"perfeccionara" la justicia judía del Bautista. El otro rasgo propio de Mateo es la
sustitución de la segunda persona por la tercera en la declaración celeste; este cambio no
significa a nuestro parecer que la masa haya sido testigo de la manifestación
sobrenatural, sino que los lectores, del evangelio son invitados a reconocer en Jesús al
Mesías saludado por la voz celeste y a aceptar sus enseñanzas relativas a la Ley y a la
justicia nuevas.

En Lucas, dejando aparte su insistencia en la manifestación personal y visible del


Espíritu Santo como punto de partida de la nueva economía y preludio de Pentecostés,
quisiéramos detenernos en una variante, que, si es auténtica, está llena de sentido. una
cita textual del v. 7 del Sal 2: "tu eres mi hijo, hoy te he engendrado".

En su favor se puede hacer valer que la idea de generación divina introduce


admirablemente la genealogía de Cristo. que sigue inmediatamente. Además sería una
lectio difficilior. Pero textualmente esta lectura está insuficientemente atestada. Lo
menos que se puede decir es que, si se es perfectamente libre para aceptar la lectura
occidental, no se tiene el derecho dé presentarla como cierta. Por mi parte, yo creo que
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se le debe otorgar una verdadera probabilidad; ofrece el gran interés de establecer un


lazo entre los tres misterios . de la Encarnación, Bautismo y Resurrección, todos los
cuales estarían en relación intima con la filiación divina de Cristo... A pesar de todo, si
puede ser auténtica, no puede representar el contenido original de la declaración celeste.

Más deliberadamente aún que Lucas, deja Juan en segundo plano la escena del
bautismo, que ni siquiera narra; una sola cosa le interesa: que en este momento reposa
sobre Jesús el Espíritu divino, cuya venida había sido prometida en el Antiguo
Testamento como signo de instauración de la era mesiánica. El descendimiento del
Espíritu sobre Jesús es lo que le señala ante el precursor como "el que quita el pecado
del mundo" (1,29); el autor piensa ya claramente en la remisión de los pecados en la
Iglesia y en lo que dirá en 20,22 donde el Espíritu Santo es comunicado á los apóstoles
para que tengan el poder de perdonar los pecados.

HISTORICIDAD Y SENTIDO DEL BAUTISMO DE JESÚS

Historicidad

El hecho de que Jesús sé haya sometido al rito de arrepentimiento del precursor es


generalmente reconocido como indiscutible. Dada la fe de la comunidad cristiana en la
trascendencia de Jesús, nunca lo hubiera imaginado sometiéndose humildemente a este
rito, si no hubiera sido ésa la realidad.

Bastante más discutida es lahistoricidad de la manifestación sobrenatural. Pero no hay


que dejarse llevar por un escepticismo con prejuicios. Cuando el Bautista estaba a punto
de concluir su obra de preparación mesiánica, nada más verosímil que un
acontecimiento sobrenatural haya indicado que para Jesús había sonado la hora de
intervenir como Mesías.

Otro problema más delicado es cómo conviene interpretar los detalles de la teofanía:
¿fue exterior y objetiva o sólo una visión interior de Jesús, sea imaginativa o
intelectual? La antigüedad cristiana y los autores de las Vidas de Jesús clásicas suponen
que la visión fue real y objetiva. Pero en estos últimos tiempos, muchos exegetas,
católicos y no católicos, sugieren una especie de experiencia mística reservada sólo a
Cristo. ¿Qué pensar de esta posición? El segundo evangelista nos haría fácilmente creer
que Jesús ha sido el único testigo de los fenómenos sobrenaturales; de aquí a concluir
que éstos no han sido visibles no hay más que un paso.

Sin embargo nosotros dudamos en darlo. Lo que nos retiene, no son precisamente los
rasgos de semejanza con las visiones inaugurales de los profetas, que en su mayoría
parecen ser interiores, sino otras consideraciones. En primer lugar, la Transfiguración,
que plantea un problema análogo, no podría ser reducida a un hecho puramente
subjetivo sin contradecir formalmente los datos claros de los Sinópticos. Además, el
cuarto evangelio afirma que la teofanía bautismal fue visible y que el Bautista pudo
contemplarla al mismo tiempo que Jesús; y no hay que olvidar que san Juan conocía
mejor que los Sinópticos los círculos bautistas. A mi parecer, tenemos buenas razones
para creer que el cuarto evangelio refleja fielmente la realidad.
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Dicho esto, nos apresuramos a añadir que no hay razón suficiente para extender a otros,
además del Bautista, la contemplación de la teofanía bautismal. Contra el parecer de los
PP. Lagrange, Lebreton y Prat, creemos con el P. Buzy que el cuarto evangelio nos
invita a restringir esta prerrogativa a sólo el Bautista, pues, en otro caso, su testimonio
"no siendo único, no siendo excepcional, perdería su valor" y no se explicaría "la
insistencia personal" con la que expresa: "yo lo he visto", "yo he dado testimonio".

Explicaciones Insuficientes

Las notas, demasiado breves, que hemos dedicado al testimonio de los cuatro
evangelistas nos han dejado entrever que cada uno de ellos tiene su perspectiva propia
en la manera de presentar el acontecimiento. Nos preguntamos ahora qué significa
fundamentalmente el bautismo de Jesús según la concepción que tiene más
probabilidades de ser la primitiva.

Explicaciones inaceptables son las que defienden una transformación más o menos
radical del ser de Jesús en el momento del bautismo. En los críticos independientes se
encuentran dos explicaciones principales del sentido primigenio del bautismo. Para la
mayor parte este acontecimiento habría marcado el despertar de la conciencia mesiánica
de Jesús. Otros autores prefieren hablar de una escena de adopción filial. Respecto al
texto de la unción en Act 10,37-38 invocado por estos autores, bástenos notar, con el P.
de la Potterie, que los textos lucanos neotestamentarios que. tratan de la unción de
Cristo, se refieren todos a una unción de orden exclusivamente profético, a aquélla
indicada Is 61,1. Nada, pues, autoriza a pensar que el bautismo haya sido entendido por
los evangelistas como la fuente o el despertar de la conciencia mesiánica de Jesús.

Explicaciones insuficientes son las que consideran el bautismo fundamentalmente como


una revelación del misterio de la Santísima Trinidad o como la institución del bautismo
cristiano. En cuanto a la primera, la explotación teológica del texto es legítima en el
plano de la redacción evangélica; pero, a no ser que se suponga que la teofanía
bautismal haya tenido otros testigos que el Salvador (y ciertamente no tuvo otros que
Juan Bautista), es bastante difícil precisar en qué medida esta visión haya sido para ellos
una revelación del misterio de un solo Dios en tres personas. Es sabido cuán
imperfectamente estaba preparada en el Antiguo Testamento y cómo no se precisó mas
que poco a poco en el Nuevo. En todo caso, la revelación del dogma trinitario no puede
representar el sentido más profundo del acontecimiento.

¿Será la institución del bautismo cristiano? Es, efectivamente, una doctrina tradicional
que así como el Bautista -en frase de Sto. Tomás- fue el final de la Ley y el comienzo
del Evangelio, de igual manera el bautismo de Cristo, santificando el agua que se
utilizará en el sacramento de la regeneración cristiana, puso fin a la antigua economía e
inauguró la era de gracia, la de la nueva creación. Esta enseñanza de los Padres y
Doctores encuentra un fundamento sólido en los datos evangélicos: alusión a la creación
del mundo que encierra el simbolismo de la paloma; apercibimiento por parte de los
evangelistas de una relación entre el bautismo de Jesús y el sacramento cristiano; orden
de bautizar con la fórmula trinitaria. Pero todo esto no puede ser claramente
comprendido sino a la luz de la vida de, la Iglesia y de la práctica sacramental. Ello no
podría constituir el sentido primero y fundamental del evento del Jordán.
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Significado fundamental

Es, en primer lugar, a la persona misma de Jesús a la que se refiere este acontecimiento.
Porque no sin motivo la escena evoca por muchos rasgos las visiones inaugurales de los
antiguos profetas, especialmente la de Ezequiel. El bautismo de Jesús es también la
inauguración de un ministerio. La intervención del Espíritu no hay que entenderla de
buenas a primeras en el plano de la vida interior de Jesús, sino mucho mejor desde el
punto de vista de la historia de la salud; el Espíritu impulsa a Jesús a comenzar su
misión de instaurador de la economía mesiánica; más exactamente aún -creemos
nosotros- le incita a realizar el programa del Servidor sufriente.

¿No conviene sin embargo admitir algo más que un simple impulso exterior? Jesús,
gracias a este evento, ¿no habrá aprendido algo que le habrá confirmado en la
orientación que él quería dar a su actividad mesiánica? Es, en verdad, de una dificultad
extrema representarse cuál ha podido ser la sicología de Jesús, pero nada nos obliga a
creer que no haya habido un cierto desarrollo, impulsado por la vida misma, en la
manera en que él ha concebido su destino y su papel salvador. En los Evangelios le
vemos muchas veces asombrarse y preguntar como un homb re; Lucas nos lo muestra
incluso creciendo "en sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres" (2,52). La
carta a los Hebreos llega a afirmar que "siendo Hijo, aprendió, por lo que sufrió, lo que
era obedecer" (5,8). En la misma medida en que se tomaren serio el misterio de la
Encarnación se está autorizado a pensar que ciertas experiencias han podido enriquecer
a Jesús en el plano humano y hacer descubrir a su inteligencia humana `puntos de vista
nuevos. La teofanía bautismal nos parece ser una de las más importantes de estas
experiencias privilegiadas. Hay por consiguiente una analogía real entre la venida del
Espíritu que se produce en este momento y las- intervenciones de Yahvé o de su Espíritu
que en el Antiguo Testamento son el punto de partida de la misión liberadora de los
Jueces de Israel o del ministerio de los profetas. Sin embargo, la originalidad del evento
evangélico permanece intacta, sobrepasando considerablemente cualquier vocación, por
extraordinaria que sea.

Pero lo más importante es que, en los cuatro evangelios, este acontecimiento es el


preludio de la especialísima concepción que en ellos se nos ofrece de la liberación de la
humanidad, cuyo punto culminante estará constituido por la Pasión. Jesús, que se sabe
Hijo de Dios en un sentido único, se enrola en el camino de las humillaciones y de los
sufrimientos reservados por el Deutero-Isaías al Servidor de Yahvé.

Conclusión general

El estudio de los diversos relatos evangélicos del bautismo de Jesús me parece ofrece
ocasión para una aplicación razonable y muy fecunda del método de la Formgeschichte
(Historia de las formas). Según Goguel, la manifestación de la gloria de Cristo estaba
limitada inicialmente a las cristofanías pascuales, pero la comunidad cristiana tuvo
tendencia a anticiparla más y más, como lo muestra el cuarto evangelio, resultado de
todo este proceso de idealización. Después de la Transfiguración, que había ya
anticipado la proclamación de Jesús como Mesías colocándola en el curso de su
existencia terrestre, vino el relato del Bautismo que situó esta proclamación al principio
mismo del Evangelio. El término último de este desarrollo doctrinal estaría representado
en los Sinópticos por los relatos del nacimiento sobrenatural de Jesús.
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En lo que se refiere al bautismo, habría en la base un hecho histórico la sumisión de


Jesús al rito del precursor; pero este hecho habría sido adornado de manera apta para
servir de soporte a toda la cristología cristiana: mientras la voz celeste revela quién es
Jesús, el descendimiento sobre él del Espíritu Santo expresa quién debe dar eficacia a su
obra.

No podemos aceptar esta reconstrucción demasiado simplista del desarrollo de la fe


cristiana. Sin embargo esto no significa que haya que negar todo desarrollo. Se debe
reconocer que la reflexión cristiana ha actuado sobre el bautismo de Jesús como sobre
todo el resto de su existencia y que lo ha interpretado a la luz de la fe pascual y de la
vida de la Iglesia. Tal como lo sugiere el relato de san Marcos, el bautismo fue
inicialmente un impulso sobrenatural dada a Jesús para que se enrolara definitivamente
en el camino mesiánico trazado por los oráculos del Antiguo Testamento, y
especialmente por los poemas del Servidor. Pero el bautismo ha sido comprendido más
y más, a continuación, como una revelación clara de la filiación divina de Jesús en
sentido estricto, incluso como una manifestación del misterio de la Santísima Trinidad,
y al mismo tiempo como la institución del sacramento cristiano del Bautismo,
"perfeccionamiento" del rito del precursor (cf. Mt). En cierto modo, se ha visto
justamente en este evento el principio mismo de la Iglesia: es lo que testifican
particularmente los evangelios de Lucas y Juan. Lo cual sugiere que la existencia de la
Iglesia se inserta en la de su fundador y prolonga su misterio.

Tradujo y condensó: ALFREDO LOPEZ AMAT

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