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El depósito previo como recaudo de admisibilidad del
recurso de apelación en el proceso de consumo. El
artículo 29 de la Ley 13.133.
TOMÁS MARINO
1. Introducción.
a. Desde hace ya más de trece años que rige en la
Provincia de Buenos Aires la Ley 13.133, denominada
«Código Provincial De Implementación De Los
Derechos De Los Consumidores y Usuarios». Una
norma extensa y orgánica mediante la cual se han
instrumentado múltiples y variados mecanismos de
tutela de los derechos del consumidor.
En sus más de ochenta artículos, la ley contiene
directrices dirigidas al poder ejecutivo para la
conformación de políticas públicas de protección, de
regulación, de control y de educación en materia de
derecho de consumo; incluye además un marco de
actuación del poder de policía que el estado local ejerce
sobre las asociaciones de consumidores y usuarios
(creación, funciones, registro y fomento) así como
también sistemas de prevención y solución de conflictos
en el ámbito administrativo (regulando, a tal efecto, un
detallado procedimiento especial).
El legislador también ha incluido en los artículos
23 a 30 —que dan forma al Título VII de la ley,
llamado "Acceso a la justicia"— una serie de pautas
aplicables a los procesos judiciales en los que se
dirimen controversias derivadas de las relaciones de
consumo (de competencia civil y comercial) y las que
se susciten entre prestadores de servicios públicos o
concesionarios de obras públicas y los usuarios, en
cuanto se encuentren regidas por el derecho
administrativo (que corresponde al entendimiento del
fuero contencioso administrativo). Estas reglas
procesales en algunos supuestos complementan y en
otros sustituyen la regulación de forma prevista en los
códigos de procedimiento (Decreto Ley 7425/68 -
CPCCBA- y Ley 12.008 –CPCA-).
b. En el presente trabajo centraremos nuestra
atención en el artículo 29 de este Código de
Implementación, que prevé una regulación excepcional
para el recurso de apelación interpuesto contra las
sentencias definitivas dictadas en procesos de consumo.
Ubicado en el Capítulo IV del Título VII (denominado
«Efectos de la sentencia»), este precepto normativo
establece que si «la sentencia acogiere la pretensión, la
apelación será concedida previo depósito del capital,
intereses y costas, con la sola excepción de los
honorarios de los profesionales que representan o
patrocinan a la parte recurrente, al solo efecto
devolutivo».
En una primera interpretación, podríamos afirmar
sin temor a equivocarnos que: (i) es una regla de
naturaleza procesal que se aplica en los pleitos en los
que se dirime la procedencia de una pretensión fundada
en la normativa tuitiva de los derechos de los
consumidores y usuarios, sea de competencia civil y
comercial o contencioso administrativo (art. 42, 43 de la
CN, 38 de la CPBA, ley 24.240 y artículos 1092 y sig.
del Código Civil y Comercial); (ii) se aplica siempre y
cuando la sentencia hubiere receptado total o
parcialmente la demanda (lo que dejaría afuera
supuestos en los que la sentencia desestima la
pretensión y el accionado absuelto tuviere interés para
apelar aspectos accesorios -por ejemplo, la forma en
que se impusieron las costas-); (iii) el recurso,
cualquiera sea la parte que lo interponga, se concede
con efecto no suspensivo y; (iv) el demandado
condenado que desea apelar debe cumplir un recaudo de
admisibilidad de contenido económico: depositar el
capital de condena, los intereses y las costas (a
excepción de los honorarios de los profesionales que la
asisten).
Ahora bien, más allá de que esta lectura
superficial de la norma nos permite delinear -muy a
grandes rasgos- su marco de aplicación, lo cierto es que
la redacción es imperfecta y la regulación -como tal- es
incompleta. Su texto, sea por impreciso o por
insuficiente, suscita múltiples problemas interpretativos
que derivan en vacilaciones en torno al propósito que
persigue esta exigencia económica y al modo y la forma
en que debe ser puesta en práctica en el proceso
judicial. Estas inquietudes no solo dificultan la labor del
juez de primera instancia que ha de determinar la
admisibilidad de los recursos de apelación, sino también
del litigante condenado que desea cuestionar la justicia
o el acierto de la sentencia mediante un embate
recursivo que sea -cuanto menos- formalmente
admisible (esto es, con independencia de lo que diga la
Cámara en cuanto al mérito o fundabilidad).
Nos permitimos dar algunos ejemplos. La
ubicación del artículo 29 en la estructura general de la
ley 13.133 puede motivar dudas sobre si se trata de una
norma de aplicación en los procesos colectivos (como
ocurre con el artículo que le precede) o si también
aprehende a los de naturaleza individual o
litisconsorcial. Tampoco es claro quién debe efectuar el
cálculo de la suma que debe depositar el apelante
condenado o en qué etapa del iter recursivo debe
cumplir la exigencia (si antes o después de presentar el
escrito de apelación). Nada dijo el legislador sobre las
consecuencias que se siguen de la falta del depósito (o
qué ocurre si el litigante no puede afrontar la
erogación), ni del plazo que pudiere dársele para
hacerlo (si es que cabe asignarle alguno), o si ello debe
motivar una intimación específica del órgano
jurisdiccional o directamente declararse inadmisible la
apelación.
Cabe preguntarse también qué es lo que debería
hacer la Alzada si advierte que el recurso fue concedido
en primera instancia sin haberse dado cumplimiento a
este depósito previo (y qué temperamento adopta si
estima que es todavía posible subsanar la omisión). Es
menester determinar qué ocurre cuando son varios los
codemandados que apelan y si es necesario que solo
uno de ellos, algunos, o todos cumplan la exigencia
económica. Finalmente, pensamos que a estas
inquietudes puede sumársele otra no menor: si acaso es
posible para el actor -cuya pretensión prosperó en todo
o en parte- tomar provecho del efecto no suspensivo de
la apelación y retirar el dinero depositado ínterin tramita
el recurso (o qué ocurre si, habiéndolo retirado, la
Alzada luego revoca la decisión y rechaza su demanda).
En los párrafos que siguen ofreceremos al lector
algunas reflexiones - seguramente incompletas- sobre
estas cuestiones y otras a ellas vinculadas. Haremos
referencia a los propósitos que persigue este régimen
especial de apelación en los procesos de consumo,
daremos cuenta de la [no muy abundante]
jurisprudencia bonaerense en la que se ha hecho
referencia a esta norma procesal y abordaremos en
clave crítica las interpretaciones que sobre ella se han
realizado en casos específicos. Sobre el final, haremos
algunas conclusiones.
9. Conclusiones.
Algunas de las ideas que hemos expuesto en este
trabajo pueden sintetizarse de la siguiente manera:
(1) El artículo 29 de la Ley 13.133 prevé un
régimen legal específico para el recurso de apelación
interpuesto contra las sentencias definitivas dictadas en
procesos de consumo (sean de competencia civil y
comercial o contencioso administrativa). Mediando una
sentencia condenatoria, el recurso -cualquiera sea la
parte que lo interponga- se concede con efecto no
suspensivo; pero si el que apela es el demandado, debe
satisfacer una carga económica previa: depositar el
capital de condena, los intereses y las costas (a
excepción de los honorarios de los profesionales que la
asisten).
(2) No son claros los propósitos que persigue la
norma al exigir un depósito previo como condición de
admisibilidad del recurso de apelación que interpone el
proveedor accionado. Podemos pensar, por un lado, que
se pretende garantizar al consumidor la rápida
percepción de su crédito, aunque si así fuera hubiera
bastado regular el efecto no suspensivo del recurso que
permite la ejecución inmediata y provisoria de la
sentencia. Similar resultado obtiene el actor si acude al
embargo preventivo contemplado el art. 212.3 del CPC
para supuestos de sentencia favorable no firme. Por otro
lado, cabe considerar -como lo ha hecho algún
precedente jurisprudencial- que lo que se busca es evitar
que los demandados (proveedores en el marco de la
relación de consumo) apelen a sabiendas de su sinrazón
o al solo fin de dilatar el trámite del proceso. Empero, el
desembolso anticipado de la condena y sus intereses no
logra esa finalidad: el demandado tendrá un costo de
oportunidad representado por las utilidades que deja de
percibir por no disponer del capital durante el tiempo
que insuma el recurso, pero igualmente estarán
presentes los incentivos —en general— llevan a los
litigantes a demorar el proceso: tasas judiciales bajas
para liquidar intereses moratorios que no logran
recomponer la depreciación de la moneda producto de
la inflación (lo que lleva a la licuación progresiva del
crédito reclamado).
Otras herramientas lucen más eficaces para evitar
la demora intencional de los pleitos, tales como la
aplicación de sanciones (e.g., vía daño punitivo), la
utilización de la noción de deuda de valor al
conceptualizar los componentes de un reclamo judicial,
la regulación de honorarios en unidades arancelarias
actualizadas, la cuantificación de rubros
indemnizatorios en fechas cercanas a la sentencia o
difiriendo su determinación a la etapa de liquidación,
entre otros.
(3) El depósito regulado en el art. 29 de la Ley
13.133 no ha sido previsto como una sanción monetaria
que se pierde ante un resultado recursivo adverso, sino
como un anticipo o adelanto de condena. Esa erogación
no queda atada a la suerte del recurso interpuesto (de
suerte tal que si no triunfa en la Alzada, lo pierde), sino
que puede ser utilizado para el pago definitivo de la
deuda (si la sentencia termina por confirmarse), o bien
para que le sea devuelto (si la Alzada, o instancias
recursivas superiores revocan la condena). Si bien un
sistema de depósito-penalidad pudiera ser más eficaz
que el depósito-adelanto a los fines de frustrar
voluntades dilatorias de los litigantes, lo cierto es que la
restricción económica directa de una instancia recursiva
ordinaria resulta cuestionable desde el punto de vista
constitucional (art. 8 de la C.A.D.H., 18, 75.22 de la
C.N. y 15 de la CPBA).
(3) La aplicación del art. 29 de la Ley 13.133 debe
admitir excepciones, aun cuando ellas no se encuentren
expresamente contempladas en el texto legal. Cabe
eximir de realizar el depósito previo a aquellos
demandados que se encuentren quebrados (art. 1, 32,
106, 125 y cctes. de la 24.522) o que hubiesen obtenido
el beneficio de litigar sin gastos (art. 84 del CPCCBA).
Asimismo, corresponde adoptar una interpretación
análoga a la que la Suprema Corte —siguiendo a la
Corte Federal— ha realizado sobre el artículo 56 de la
Ley de Procedimiento Laboral y conforme la cual no
cabe exigir el depósito previo del capital, intereses y
parte de las costas en aquellos supuestos en los que el
monto resultante tiene una magnitud desproporcionada
con relación a la capacidad económica del impugnante
y ha sido demostrada la falta inculpable de los medios
para afrontar esas erogaciones.
(4) Más allá de la ubicación que la norma tiene en
la estructura orgánica de la ley (y la temática regulada
en el artículo que le precede), no se aprecian motivos
suficientes para restringir su aplicación a los procesos
de naturaleza colectiva. La poca jurisprudencia que hay
sobre la materia ha desestimado explícita o
implícitamente esta interpretación.
(5) El artículo 29 de la Ley 13.133 nada dice sobre
la forma en que debe exigirse el depósito en supuestos
de litisconsorcio pasivo necesario o facultativo. De las
diversas modalidades posibles (depósito único a cargo
de alguno de los apelantes; depósito individual
proporcional; depósito total a cargo de cada apelante) la
elección de aquella que se estime correcta depende de
cuál sea la finalidad que persigue o debiera perseguir
esta carga económica. Si se considera que busca
desincentivar la voluntad dilatoria de los apelantes, la
mejor opción es exigir a cada litigante que deposite el
total (capital, intereses y parte de las costas). Si, en
cambio, la protección del consumidor se piensa en
términos de favorecer la ejecución rápida del crédito, la
modalidad adecuada es aquella que la Suprema Corte ha
aplicado al interpretar el art. 56 de la Ley de
Procedimiento Laboral: es admisible un depósito único
–incluso prorrateado por las partes– en tanto los
recursos de los litigantes se funden en similares puntos
litigiosos.
(6) La ley condiciona la concesión —y no la
interposición— del recurso a la previa integración del
capital, intereses y parte de las costas. El demandado
puede apelar sin acompañar la boleta correspondiente,
contexto en el cual el magistrado -verificados los
restantes recaudos de admisibilidad, aunque sin todavía
conceder el remedio- deberá formular una intimación a
la parte para que supla la omisión. La estimación del
monto a depositar (que es solo aproximada, dado que
depende de regulaciones de honorarios todavía no
realizadas) deberá ser efectuada por el órgano
jurisdiccional en una decisión que no admitirá recurso.
El plazo para cumplir será de dos días si el pleito
tramitó bajo las reglas del proceso sumarísimo (art. 23
segundo párrafo y 29 de la Ley 13.133 y 496.2 del
CPC) o de cinco días, si fuere sumario u ordinario (arts.
244 y 280 -por analogía- del CPC). Tratándose de una
intimación, la notificación debe ser realizada por
medios electrónicos (por medios electrónicos (art. 135
inc. 5°, 143 del CPC y 1 y sig. del Acuerdo 3845/17 de
la SCBA, del 22/03/2017).
(7) La Cámara de Apelación conserva la facultad
de advertir el incumplimiento de la exigencia
económica contemplada en el art. 29 de la Ley 13.133
hasta el momento mismo de abordar el mérito de los
recursos. En tal caso, suspenderá el trámite (o incluso el
llamamiento de los autos para dictar sentencia) e
intimará a la parte para que cumpla con el recaudo
omitido y en la misma providencia determinará el
monto que debe integrarse. Razones de economía
procesal hacen preferible que el requerimiento sea
realizado y cumplido en la segunda instancia, bajo
apercibimiento de deserción. La notificación también
debe ser realizada por medios electrónicos (art. 135 inc.
5°, 143 del CPC y 1 y sig. del Acuerdo 3845/17 de la
SCBA, del 22/03/2017).
(8) El efecto no suspensivo con el que se conceden
los recursos de apelación en el proceso de consumo
permite al actor ejecutar provisoriamente la sentencia
no firme. No existen impedimentos para que el
consumidor solicite la percepción del dinero que -en
concepto de capital e intereses- hubiera sido depositado
como consecuencia de la concesión del recurso de
apelación del demandado. Si el resultado en Cámara le
es luego desfavorable (sea porque rechaza la demanda,
o porque prospera por un monto menor), deberá
devolver todo o parte de lo que hubiese retirado. Dado
que goza del beneficio de gratuidad, no puede exigírsele
al consumidor contra cautela o fianza como recaudo
para librar el giro (art. 25 de la Ley 13.133).
(9) El retiro del dinero depositado -excluyendo el
proporcional de las costas- suspende el devengamiento
de los intereses moratorios que está obligado a abonar
el deudor como accesorio de la condena. Si el actor
también apeló la sentencia y obtuvo en la Alzada un
resultado mejor que obtenido en primera instancia, los
intereses moratorios continuarán devengándose por el
saldo o diferencia que el demandado condenado está
obligado a integrar una vez realizada la liquidación.
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