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ARIEL SALAZAR RAMÍREZ

Magistrado Ponente

SC16279-2016

Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01
(Aprobado en sesión de diecisiete de agosto de dos mil dieciséis)

Bogotá D.C., once (11) de noviembre de dos mil


dieciséis (2016)

Procede la Corte, en sede de instancia, a proferir la


sentencia sustitutiva correspondiente, dentro del proceso
ordinario de la referencia.

I. ANTECEDENTES

A. La pretensión

María Trinidad Gaviria de Ríos, María Seneth, María


Nelly, José de Jesús y Roberto Antonio Ríos Gaviria
demandaron a Julio Alberto Ríos Ruiz, para que se declarara
que no es hijo de Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria. [Folio 24, c.
1]
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

B. Los hechos

1. El 9 de mayo de 1949, María Trinidad Gaviria y José


de los Santos Ríos Ocampo contrajeron matrimonio católico.
[Folio 48, c. 1]

2. Ellos eran los progenitores de Dalmiro de Jesús Ríos


Gaviria. [Folio 61, c. 1]

3. María Seneth, María Nelly, José de Jesús y Roberto


Antonio Ríos Gaviria son hermanos de quien fue inscrito
como padre del demandado. [Folios 52 a 55]

4. María Cristina Ruiz Londoño y Dalmiro de Jesús


Ríos Gaviria se casaron el 22 de agosto de 1977 en la
Parroquia San José del municipio de Cimitarra, Santander.
[Folio 56, c. 1]

5. El demandado nació el 17 de septiembre de 1982, y


fue registrado ante la Notaría Única del Círculo de San
Andrés Islas el 15 de octubre siguiente, como hijo de los
esposos. [Folio 8, c. Corte]

6. Mediante sentencia de 13 de septiembre de 1984, el


Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín decretó la
separación de cuerpos, en forma indefinida, del matrimonio
constituido entre Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria y María
Cristina Ruiz Londoño. [Folio 169, c. 1]

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7. En esa misma decisión se declaró disuelta la


sociedad conyugal, y se estableció conforme al acuerdo entre
los cónyuges que Julio Alberto Ríos Ruiz quedaría bajo el
cuidado personal de su madre, y que la patria potestad
continuaría siendo ejercida por sus padres de manera
conjunta. [Folio 169, c. 1]

8. El 3 de marzo de 1992, falleció Dalmiro de Jesús


Ríos Gaviria. [Folio 3, c. 1]

9. El difunto tuvo otros cuatro hijos: Santiago y


Mauricio Ríos Velásquez que nacieron el 8 de enero de 1987
y el 29 de julio de 1988, respectivamente; Gandi Enid Ríos
Montoya que nació el 14 de agosto de 1975 y Hernán Alonso
Ríos Gómez. [Folios 127, 398-399, c. 1]

10. Mediante escritura pública n° 2037 de 3 de octubre


de 2001 otorgada ante la Notaría Diecisiete del Círculo
Notarial de Medellín, Hernán Alonso Ríos Gómez y Gandi
Enid Ríos Montoya transfirieron a título de venta a favor de
José de Jesús, María Nelly, Roberto Antonio y María Seneth
Ríos Gaviria, los derechos y acciones que les pudieran
corresponder en la sucesión testada de su abuelo José de
Jesús Ríos Ocampo. [Folio 112, c. 1]

11. A través del instrumento público n° 314 de 15 de


febrero de 2002, protocolizado ante la Notaría Novena del
Círculo Notarial de Medellín se liquidó la sucesión doble
testada de José de Jesús Ríos Ocampo, siendo asignatarios
María Seneth, María Nelly, José de Jesús y Roberto Antonio

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

Ríos Gaviria en su calidad de hijos y subrogatarios de los


derechos herenciales que le correspondían a Gandi Enid Ríos
Montoya y Hernán Alonso Ríos Gómez, en representación de
su padre Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria. [Folio 33 reverso, c.
1]

12. En ese mismo documento, aparecen también como


asignatarios Santiago y Mauricio Ríos Velásquez, en su
calidad de hijos del fallecido Ríos Gaviria y nietos del
causante. [Folio 33 envés, c. 1]

13. Julio Alberto Ríos Ruiz promovió acción de petición


de herencia contra María Trinidad Gaviria de Ríos, María
Seneth, María Nelly, José de Jesús y Roberto Antonio Ríos
Gaviria y los menores Santiago y Mauricio Ríos Velásquez,
para que se le reconociera su derecho como heredero en
representación de su padre Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria,
en la sucesión de José de Jesús Ríos Ocampo. [Folio 82, c. 1]

C. El trámite de la primera instancia

1. Mediante auto de 21 de mayo de 2004 se admitió la


demanda, disponiéndose la notificación de esa providencia y
el traslado al demandado. [Folio 62, c. 1]

2. Al contestar dicho libelo, Julio Alberto Ríos Ruiz se


opuso a las pretensiones y formuló las excepciones de
«caducidad», «haber reafirmado el señor Dalmiro de Jesús Ríos
Gaviria su paternidad» y «falta de legitimación en la causa por
activa». [Folio 101, c. 1]

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En sustento de esas defensas adujo que la acción no


fue promovida dentro del plazo concedido en el artículo 221
del Código Civil, es decir, dentro de los 60 días siguientes a la
fecha en que los demandantes tuvieron conocimiento del
nacimiento del hijo o del deceso del padre, acontecimientos
que ocurrieron el 17 de septiembre de 1982 y el 3 de marzo
de 1992, respectivamente. [Folio 2, c. 2]

Por otra parte, Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria lo


reconoció como su hijo en la demanda de separación de
cuerpos que promovió contra María Cristina Ruiz Londoño,
motivo por el cual cesó el derecho a impugnar la paternidad;
y los cesionarios María Seneth, María Nelly, José de Jesús y
Roberto Antonio Ríos Gaviria no estaban legitimados para
promover la acción, porque al presunto progenitor le
sobrevivían sus hijos Mauricio y Santiago Ríos Velásquez,
Hernán Alonso Ríos Gómez y Gandi Enid Ríos Montoya.
[Folio 102, c. 1]

3. En auto de 16 de noviembre de 2005, se ordenó


integrar el litisconsorcio con los hijos del fallecido Dalmiro de
Jesús Ríos Gaviria, quienes no hicieron pronunciamiento
alguno frente a la demanda. [Folios 106, 135, 146 y 150 c. 1]

4. Mediante providencia de 1° de agosto de 2007, el juez


declaró no probada la excepción de caducidad, porque al 30
de marzo de 2004, fecha en que fue presentada la demanda,
aún no había transcurrido el término establecido en la ley

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

para acudir a la jurisdicción, dado que solo hasta el 2 de


septiembre de ese año les surgió a los demandantes el
interés para demandar, pues en esa fecha fueron notificados
del auto que admitió a trámite la acción de petición de
herencia instaurada en su contra por el demandado. [Folio
14 reverso, c. 2]

5. El examen de ADN practicado en el proceso reveló


que «con el análisis de los marcadores genéticos estudiados
en los cuales se reconstruyeron los posibles perfiles genéticos
del señor Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria (Fallecido), se llega a
la conclusión de que se excluye como padre biológico del (la)
señor (a) Julio Alberto Ríos Ruiz». [Folio 216, c. 1]

6. En fallo dictado el 25 de mayo de 2010, el a quo


declaró probada la excepción de «haber reafirmado el señor
Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria su paternidad», porque
encontró probado que Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria
reconoció ser el padre de Julio Alberto Ríos Ruiz en la
demanda de separación de cuerpos que instauró, de lo cual
se dejó constancia en la sentencia proferida en ese juicio. En
consecuencia, negó las pretensiones de los actores. [Folio
298, c. 1]

7. Los demandantes apelaron esa decisión con


fundamento en que ante el resultado claro y contundente del
análisis de ADN, no tenía cabida una supuesta reafirmación
de la paternidad que jamás se produjo, pero que aún de
aceptar que ese reconocimiento existió, debía primar la
verdad biológica, respaldada por ese examen y por otras

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

pruebas como los testimonios practicados, con los cuales se


demostró que entre el presunto progenitor y el demandado
jamás existió «un trato de padre a hijo como suele
normalmente suceder». [Folio 300, c. 1]
D. La sentencia de segunda instancia

El 26 de junio de 2012, el ad quem revocó el fallo


apelado y declaró la caducidad de la acción. [Folio 26, c. 4]

En sustento de esa determinación, sostuvo que las


normas aplicables a la controversia correspondían a los
artículos 216, 217, 219, 221 y 222 del Código Civil sin la
reforma introducida por la Ley 1060 de 2006, pues la
demanda se presentó con anterioridad a su vigencia.

Por consiguiente, acorde con el artículo 221 ibídem, el


término legal para incoar la acción de impugnación de la
paternidad es de 60 días, contados desde que se tuvo
conocimiento del óbito del padre o del nacimiento del hijo, y
como dicho plazo debía iniciar el 3 de marzo de 1992, fecha
en la que ocurrió el deceso de Dalmiro de Jesús Ríos
Gaviria, era claro que para la fecha de presentación de la
demanda (30 de marzo de 2004) había operado la
caducidad, pues transcurrió más de un año.

E. El recurso de casación

Contra esa providencia, la parte demandante


interpuso la impugnación extraordinaria, en la que planteó
un solo cargo con apoyo en la causal primera del artículo

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368 de la ley adjetiva, en el que alegó la violación directa,


por falta de aplicación, del parágrafo transitorio del artículo
14 de la Ley 1060 de 2006.

Esa disposición -indicó- era aplicable a la controversia,


dado que para la fecha en que comenzó a regir la
mencionada ley, el proceso se hallaba en curso,
circunstancia que el sentenciador desconoció.

En desarrollo del principio iura novit curia, era deber


del Tribunal resolver la controversia a la luz del precepto
citado. [Folios 13 a 23]

F. La sentencia de casación

El 3 de octubre de 2014, la Corte casó el fallo


impugnado al constatar que el ad quem incurrió en la
transgresión directa de la norma citada, pues sus efectos
eran inmediatos y tenía aplicación en los litigios iniciados
antes de su vigencia, tanto aquellos en los que se hubiera
declarado la caducidad, siempre que el nuevo trámite se
iniciara entre el 26 de julio de 2006 y el 26 de enero de
2007, como en los que la acción había caducado, pero aún
no se había proferido fallo.

Previo a dictar la decisión de reemplazo, ordenó oficiar


a la Notaría Única del Círculo de San Andrés Islas, para que
remitiera copia auténtica del registro civil de nacimiento del
demandado, prueba que una vez allegada fue puesta en
conocimiento de las partes para los correspondientes

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

efectos legales.

II. CONSIDERACIONES

1. Es preciso convenir con el a quo en que los


presupuestos jurídico-procesales que se requieren para
fundamentar una decisión de mérito se acreditaron a
plenitud en esta litis, por lo que nada encuentra la Corte, en
sede de instancia, para disentir de esa apreciación.

2. Sobre el hijo concebido durante el matrimonio, o el


que nace después de expirados los 180 días siguientes a su
celebración o a la declaración de la unión marital de hecho,
recae una presunción legal consistente en que aquel tiene
por padres a los cónyuges o a los compañeros permanentes.

Dicha presunción conocida en el derecho romano con


el aforismo «pater is est quod justae nupciae demostrant»,
descansa sobre dos supuestos de hecho que el legislador da
por establecidos: la cohabitación entre los esposos o
compañeros permanentes, y la singularidad de la relación
de pareja.

Entonces, el ordenamiento jurídico le atribuye al


cónyuge o al compañero la condición de padre de los hijos
que su consorte o pareja llegue a concebir durante la
vigencia del vínculo marital o de aquellos que nazcan
durante un específico lapso después de la celebración de las

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

nupcias o del inicio de la vida en común, eventos en los


cuales el infante adquiere la relación filial con el marido o
compañero de la mujer que lo alumbró, y se producen todas
las consecuencias jurídicas que de ella se derivan.
Sin embargo, puede acontecer que el parentesco
presumido como existente entre el padre y el hijo de mujer
casada o su compañera sea solo aparente. Para ese evento,
el legislador ha establecido la posibilidad de enfrentar el
falso estado civil que otorga al hijo una posición en la
familia que ciertamente no tiene.

3. La acción de impugnación es uno de los


mecanismos instituidos para reclamar contra la progenitura
amparada en esa presunción legal, la cual debe desvirtuar
el actor, si pretende que cesen los efectos que de ella
dimanan.

No obstante, la legitimación para incoar dicha acción


no ha sido reconocida a todas las personas, asunto este que
ha dado lugar a discusiones en la jurisprudencia y en la
doctrina.

La ley, incluso, ha adoptado diferentes posturas, de


acuerdo con el contexto histórico en que se enmarca su
aplicación, la protección de la unidad familiar y el respeto a
las garantías de orden superior.

Precisamente, en este asunto, el demandado cuestionó


la legitimación de los actores para impugnar la paternidad,
dado que no tienen la condición de herederos de Dalmiro de

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

Jesús Ríos Gaviria, sino de progenitora y hermanos suyos,


estos últimos cesionarios de los derechos y acciones que
correspondían a Hernán Alonso Ríos Gómez y Gandi Enid
Ríos Montoya en la sucesión testada de su abuelo José de
Jesús Ríos Ocampo.
3.1. El carácter de ese atributo, tal como lo ha
sostenido esta Corporación en múltiples ocasiones, no es
procesal, sino sustancial, en tanto está relacionado con la
materia debatida en el litigio y no con los requisitos
indispensables para la formación válida de la relación
jurídico procesal y el normal desarrollo del proceso.

La prosperidad de la pretensión depende, entre otros


requisitos, según la jurisprudencia de esta Sala, de que «se
haga valer por la persona en cuyo favor establece la ley
sustancial el derecho que se reclama en la demanda, y frente a la
persona respecto de la cual ese derecho puede ser reclamado (…).
Si el demandante no es titular del derecho que reclama o el
demandado no es persona obligada, el fallo ha de ser adverso a
la pretensión de aquél, como acontece cuando reivindica quien no
es el dueño o cuando éste demanda a quien no es poseedor» (CSJ
SC, 14 Ago. 1995, Rad. 4628, reiterado en CSJ SC, 26 Jul.
2013, Rad. 2004-00263-01).

3.2. En la doctrina procesal e incluso en la


jurisprudencia, el concepto de legitimación en la causa ha
sido muchas veces confundido con otros institutos como la
legitimatio ad processum y el interés para obrar.

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

De los procesalistas nacionales, es tal vez la obra de


Devis Echandía la que mejor explica sus diferencias y
propone una definición cuya utilidad práctica es innegable
en materia de efectos, alcance y contenido de la sentencia.

Según ese autor, la legitimatio ad processum, tal como


lo explicó Couture1, es «la aptitud para realizar actos
jurídicos procesales válidos» y forma parte de lo que se ha
conocido como «capacidad adjetiva», la cual «mira a la
adecuada representación y a la habilidad litigiosa de las
partes»2

3.3. De mayor utilidad para el debate que asume la


Corte en esta oportunidad es la diferenciación que aquel
jurista propuso entre el interés para obrar al que también
denominó «interés para la pretensión, o interés para la
sentencia de fondo o mérito, o facultad para gestionar la
sentencia de fondo»3 y la legitimatio ad causam.

3.3.1. El primero que proviene de la sustantivación de


la expresión latina «interesse», que significa importar
(importar a alguien algo), lo definió como «la utilidad o el
perjuicio jurídico, moral o económico que para el demandante
y el demandado puedan representar las peticiones incoadas
en la demanda y la consiguiente decisión que sobre ellas se
adopte en la sentencia».4

1
COUTURE, Eduardo. Estudios de derecho procesal civil, t. III, pág. 216.
2
DEVIS ECHANDÍA, Hernando. Tratado de derecho procesal civil, t. III, Bogotá:
Editorial Temis, 1961, pág. 70.
3
DEVIS, Op cit., t. I, pág. 447.
4
Ibídem, pág. 446.

12
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

Ese interés sustancial en la sentencia de mérito sobre


las peticiones del libelo que inicia el proceso, reclama que
«el demandante tenga un interés subjetivo o particular,
concreto y actual en las peticiones que formula en la
demanda, esto es, en la pretensión incoada, y que el
demandado tenga uno igual en contradecir esa pretensión», y
aunque es diferente de la legitimación en la causa, es «el
complemento» de esta «porque se puede ser el titular del
interés en litigio y no tener interés serio y actual en que se
defina la existencia o inexistencia del derecho u obligación,
como ocurriría v. gr. Cuando se trata de una simple
expectativa futura y sin efectos jurídicos».5

De ahí que analizado desde la perspectiva del actor,


equivale al motivo jurídico particular que lo induce a
reclamar la intervención del órgano jurisdiccional, mientras
que en el demandado, comporta el móvil personal que tiene
para contradecir las pretensiones del demandante, y
respecto de los terceros está dado por lo que
específicamente motiva su intervención en el proceso.

En relación con el demandante, el interés para obrar


ha de ser subjetivo, dado que no es el general que existe en
relación con la solución del conflicto, la declaración o el
ejercicio de los derechos, sino el particular o privado, que
mira a la búsqueda de su propio beneficio.

Además, se exige que sea concreto, dado que es


necesaria su existencia en cada caso especial respecto de la
5
Ibídem, pág. 440.

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relación jurídica material debatida, es decir, atinente a las


pretensiones formuladas en la demanda.

Se adiciona a las características mencionadas, las de


que sea «serio y actual en obtener del proceso un resultado
jurídico favorable».6

Lo primero puede deducirse del beneficio o perjuicio


que derivaría de la sentencia de fondo, el cual no
necesariamente es de índole patrimonial, sino que puede
ser moral como aquel que aparece vinculado en ciertos
asuntos relativos a la institución de la familia o en materia
de derechos personalísimos, por señalar solo dos ejemplos,
e inclusive, en algunos casos, puede concurrir con el
económico.

Al respecto, Ugo Rocco, en cuya teoría dicho interés


correspondería al que denominó «primario» o «de primer
grado», destacó que los de esa categoría «puedan ser, y
hasta normalmente sean, de carácter patrimonial», pero
también puede estar relacionado con un perjuicio moral,
como aquel presente en las controversias de Estado, en las
que, según extractó de la jurisprudencia italiana, el interés
de las partes «además de económico, puede ser simplemente
moral…»7, como el que tienen los ascendientes del padre o
de la madre en la impugnación de la paternidad o la
maternidad, si debido a la existencia de otros hijos del
presunto progenitor, no tienen parte alguna en la sucesión

6
Ibídem, pág. 471.
7
ROCCO, Ugo. Tratado de derecho procesal civil, t. I, Editoriales Temis y De Palma,
1976, pág. 341, 347 y 349.

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

de su hijo o hija. En ese caso, el interés no es otro que


establecer la verdad acerca del estado civil.

Sobre lo precedente, indicó el doctrinante nacional


citado: «Ese interés generalmente será material y económico,
pero puede serlo simplemente moral o familiar, o consistir en
la necesidad de darle certeza a una relación o situación
jurídicas…».8

Por otra parte, la actualidad del interés alude a que,


tal como lo explica la doctrina, aquel ha de existir «en el
momento en que se constituye la litis contestatio» para que se
justifique que «el órgano jurisdiccional se pronuncie sobre la
existencia de la relación sustancial o del derecho subjetivo
pretendido», de modo que «Las simples expectativas o los
eventuales y futuros derechos o perjuicios, que puedan llegar a
existir si sucede algún hecho incierto, no otorgan interés serio y
actual para su declaración judicial, puesto que no se hallan
objetivamente tutelados; (...)».9

Modernamente la expresión «interés para obrar» ha


sido sustituida por la de «interés jurídico para obrar», a fin
de evitar confusiones con el interés general en el ejercicio de
las acciones judiciales como instrumento de composición de
las controversias (interés para accionar).

A ella refirió esta Corporación para destacar que:

8
DEVIS, Op. cit., pág. 479.
9
DEVIS. Compendio de derecho procesal – teoría general del proceso, t. I, Bogotá:
ABC, págs. 274.

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

(…) ‘en los casos en que la ley habla del interés jurídico para el
ejercicio de una acción, debe entenderse que ese interés venga a
ser la consecuencia de un perjuicio sufrido o que haya de sufrir la
persona que alega el interés’; es más, con ese perjuicio ‘...es
preciso que se hieran directa, real y determinadamente, los
derechos del que se diga lesionado, ya porque puedan quedar sus
relaciones anuladas, o porque sufran desmedro en su integridad’.
Así se ha expresado ésta Corporación, añadiendo que ‘el derecho
de donde se derive el interés jurídico debe existir, lo mismo que el
perjuicio, al tiempo de deducirse la acción, porque el derecho no
puede reclamarse de futuro ... en las acciones de esa naturaleza
tales principios sobre el interés para obrar en juicio se concretan
en el calificativo de legítimo o jurídico, para significar, en síntesis,
que al intentar la acción debe existir un estado de hecho contrario
al derecho’ (G. J. LXII P. 431)’ (Cas. Civ., sentencia del 17 de
noviembre de 1998, expediente No. 5016;…).

Vistas así las cosas, es pertinente añadir que el interés por el que
se indaga ‘no es distinto al presupuesto material del interés para
obrar que debe exhibir cualquier demandante, entendiendo por
este el beneficio o utilidad que se derivaría del despacho
favorable de la pretensión, el cual se traduce en el motivo o
causa privada que determina la necesidad de demandar, que
además de la relevancia jurídico sustancial, debe ser concreto, o
sea existir para el caso particular y con referencia a una
determinada relación sustancial; serio en tanto la sentencia
favorable confiera un beneficio económico o moral… y actual,
porque el interés debe existir para el momento de la demanda,
descartándose por consiguiente las meras expectativas o las
eventualidades, tales como los derechos futuros’ (Cas. Civ.,
sentencia 031 del 2 de agosto de 1999, expediente No. 4937;…)

(CSJ SC, 18 Sep. 2013, Rad. 200500027-01, citada en

CSJ SC2379, 26 Feb. 2016, Rad. 2002-00897-01; el


subrayado es propio).

16
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

3.3.2. La legitimación en la causa -indicó Devis


Echandía- es un instituto diferente del anterior, pues la
parte puede tener esa legitimación, pero no un interés serio
y actual en los resultados del juicio, lo que determinaría su
falta de interés para obrar.

Como ejemplo de esa divergencia, señaló el del hijo


legítimo de una persona, quien reclama para sí la herencia
o parte de ella, pues si bien «tiene perfecta legitimación para la
causa, por ser el titular del interés en la declaración de si le
corresponde o no derecho a la herencia…si su padre no ha muerto
o no ha sido declarado muerto presuntivamente, carece de interés
serio y actual en la declaración solicitada, y por lo tanto, de
interés para obrar».10

Por el contrario, el demandante que carezca de


legitimación en la causa, no puede tener interés serio y
actual en que se realicen las declaraciones consignadas en
la demanda, al paso que aquel que sea titular de interés
jurídico para obrar, necesariamente está legitimado para
demandar, pues no es concebible la existencia de ese tipo
de interés en el actor, sin ostentar el derecho de perseguir
que sea satisfecho por el fallo de mérito.

Esa no es la situación del demandado, a quien aunque


puede asistirle interés para obrar en la medida que su móvil
para intervenir en el proceso sea el de evitar el perjuicio que
para él derivaría de la declaración o condena pretendida por
10
DEVIS, Tratado de derecho procesal civil, t. I, pág. 475.

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

su contraparte, es posible que no esté legitimado en la


causa, porque no es la persona obligada a responder por los
hechos aducidos en la demanda.
En cuanto a la legitimación en la causa, es distinta la
posición que ha adoptado la Corte de aquella planteada en
una de las obras citadas de la doctrina nacional.

En efecto, esta Sala sobre el particular ha sostenido


que aquella corresponde a «la identidad de la persona del actor
con la persona a la cual la ley concede la acción (legitimación
activa) y la identidad de la persona del demandado con la
persona contra la cual es concedida la acción (legitimación
pasiva)» (G.J. CCXXXVII, v1, n.° 2476, pág. 486. En igual
sentido: G.J. LXXXI, n.° 2157-2158, pág. 48), aclarando que «el
acceso a la administración de justicia como garantía de orden
superior (artículo 229 de la Constitución Política), para su plena
realización, requiere que quien reclama la protección de un
derecho sea su titular, ya sea que se pida a título personal o por
sus representantes, pues, no se trata de una facultad ilimitada.
Ese condicionamiento, precisamente, es el que legitima para
accionar y, de faltar, el resultado solo puede ser adverso, sin
siquiera analizar a profundidad los puntos en discusión» (CSJ
SC14658, 23 Oct. 2015, Rad. 2010-00490-01; en ese mismo
sentido: CSJ SC, 1º Jul. 2008, Rad. 2001-06291-01).

Y añadió: «la legitimación en la causa es cuestión propia


del derecho sustancial y no del procesal, en cuanto concierne
con una de las condiciones de prosperidad de la pretensión
debatida en el litigio y no a los requisitos indispensables para la
integración y desarrollo válido de éste, motivo por el cual su
ausencia desemboca irremediablemente en sentencia

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desestimatoria debido a que quien reclama el derecho no es su


titular o porque lo exige ante quien no es el llamado a
contradecirlo» (CSJ SC, 14 Mar. 2002, Rad. 6139).

En cambio, para Devis Echandía, a efectos de


reconocer ese presupuesto de la pretensión «No se necesita
ser el titular o el sujeto activo o pasivo del derecho o de la
relación jurídica material (lo que supondría que ésta siempre
existiera), sino del interés en que se decida si efectivamente
existe (y por lo tanto, aun cuando en realidad no exista)».11

3.4. Tanto la doctrina como la jurisprudencia


mencionadas, están de acuerdo en que entre la legitimario
ad causam y el interés jurídico para obrar, ambos
presupuestos de la pretensión para la sentencia de fondo o
de mérito, existe una innegable relación, a tal punto que, en
cuanto tiene que ver con el demandante, el segundo es
necesariamente un complemento de la primera para el éxito
de su pretensión.

En ese orden y retornando a la acción de impugnación


de paternidad, es necesario verificar si respecto de los
actores se cumplen los mencionados presupuestos de la
pretensión, es decir, el de legitimación en la causa y el de
interés jurídico para obrar, aspectos que cuestionó el
demandado, aunque equivocadamente los integró en un
solo concepto.

11
DEVIS, Compendio de derecho procesal: Teoría general del proceso, t. 1, págs. 269-
270.

19
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

4. Establece el artículo 403 del Código Civil que «el


legítimo contradictor en la cuestión de paternidad es el padre
contra el hijo o el hijo contra el padre».

4.1. En una etapa inicial de la evolución normativa del


régimen de impugnación de la paternidad de los hijos
legítimos, el legislador dispuso que «mientras viva el marido,
nadie podrá reclamar contra la legitimidad del hijo concebido
durante el matrimonio, sino el marido mismo» (art. 216 C.C.);
por ello, ninguno contra la voluntad del cónyuge, podía
discutir que fuese el progenitor de los hijos que diera a luz
su mujer. Al respecto esta Corporación sostuvo que «si el
padre reconoce como suyo al hijo nacido durante el
matrimonio, nadie puede sostener lo contrario; él es juez
soberano en este asunto» (GJT XXVI, 235).

En la doctrina francesa se indicó que «Sería inconcebible


que alguien que no fuera el marido pudiera ser juez de la
legitimidad del hijo; no pertenece sino al marido decidir si
conviene o no, en interés de la familia misma, no revelar que el
hijo nacido de su mujer es el fruto de un adulterio (…) sea cual
sea el interés que se una a la manifestación de la verdad y a la
exactitud del estado civil, ese interés debe ceder ante el de la
familia y el hijo, interés que debe poder determinar
soberanamente el marido».12

Y el chileno Manuel Somarriva, explicó:

(…) La impugnación de la paternidad es algo de suyo


delicado. Y si el marido no reclama la paternidad que le
12
MAZEUD, Henri, Leon, Jean. Derecho Civil, parte I, Volumen III, pág. 332.

20
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

atribuye la ley, es porque no le asaltan dudas al respecto.


No sería lógico que, si el marido está reconociendo
tácitamente la paternidad al no impugnarla, pudiera hacerlo
un tercero que jamás podrá estar en la misma situación del
marido para apreciar la verdad de los hechos.13
Con anterioridad a la entrada en vigencia de la Ley 75
de 1968, mientras viviera el marido, nadie, ni el hijo, ni la
madre podían reclamar contra la legitimidad presunta que
ampara al hijo de mujer casada concebido durante el
matrimonio.

4.2. Al comenzar a regir la mencionada normatividad,


el inciso 2º del artículo 3, extendió dicha facultad al hijo, de
quien estableció que podía impugnar en cualquier tiempo la
legitimidad presunta, siempre que su nacimiento hubiera
ocurrido después del décimo mes siguiente al día en que el
marido o la madre abandonaron definitivamente el hogar
conyugal.

Sobre lo anterior, la Corte Constitucional, en sentencia


que declaró exequible esa disposición, sujetó su
constitucionalidad a que «se interprete que, además de esta
causal, y en virtud del derecho que toda persona tiene de
reclamar su verdadera filiación y del principio de igualdad de
derechos dentro de las relaciones familiares, consagrados en la
Constitución, el hijo de mujer casada cuenta con otras
posibilidades para impugnar la presunción de paternidad, así: de
un lado, si el hijo acumula la impugnación de paternidad con una
acción de reclamación de paternidad, deberá darse aplicación

13
SOMARRIVA UNDURRAGA, Manuel. Derecho de Familia. Santiago: Editorial
Nascimento, 1963, pág. 402.

21
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

preferente al artículo 406 del C.C; de otro lado, en todos los


casos, el hijo contará con las causales previstas para el marido
en los artículos 214 y 215 del Código Civil y en el artículo 5 de la
Ley 95 de 1890» (CC, C-109, 15 Mar. 1995, Rad. Demanda D-
680).

Frente a la legitimación para impugnar la paternidad,


mientras viviera el marido, esta Sala sostuvo que el estado
civil del hijo estaba consolidado, era definitivo y no podía
«ser cuestionado por terceras personas, ni bajo el argumento
de que lo que se pretende es el establecimiento o la
declaración de su verdadero vínculo o parentesco de sangre.
En este caso, el legislador protege la familia, su construcción
y la privacidad que debe reinar en el campo de la filiación»
(CSJ SC, 9 Nov. 2004, Rad. 2004-00115-01).

4.3. Con la expedición de la Ley 1060 de 2006, se


extendió la presunción de paternidad al hijo concebido en la
unión marital de hecho y no sólo dentro del matrimonio, en
concordancia con lo cual se facultó al compañero
permanente para impugnar la paternidad, y también se
legitimó al padre biológico para presentar esa reclamación,
tal como lo reconoció esta Corte al precisar que:

Quiere decir lo anterior que en ningún momento se contempló una


intervención restringida del “padre o madre biológicos” dentro del
proceso de impugnación, como si se tratara de unos convidados
de piedra o sujetos pasivos meramente destinatarios de la
acusación activa del respectivo estado civil consolidado, a cargo
de las personas expresamente autorizadas para hacerlo.

22
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

Desde su génesis se les consideró como una parte más dentro de


la litis, con la posibilidad de actuar como demandantes a fin de
desvirtuar la presunción de paternidad o maternidad que les
impedía reconocer al hijo, así como con una participación activa
en caso de que llegaran a ser vinculados, en aquellos procesos
en que iniciada la impugnación se pretendiera establecer de
manera simultánea la verdadera filiación de aquel.

Adicionalmente, lo que en últimas motivó su exclusión dentro del


texto que reemplazó el artículo 216 y que según el cambio al 217
puedan intervenir en la práctica de las pruebas científicas, no
tiene una justificación diferente a la consideración de que “los
padres biológicos” cuentan con una facultad expresa para
pretender la impugnación de la paternidad, en acumulación al
reconocimiento, en los términos del artículo 406 del Código Civil,
que consagra la acción de reclamación del estado civil en cabeza
tanto del hijo como de “quien se presente como verdadero padre
o madre del que pasa por hijo de otros”.

En ese entendido, no queda asomo de duda a que la Ley 1060


de 2006 eliminó los escollos que inhibían que el padre biológico
pudiera promover la acción de impugnación de paternidad, toda
vez que, ciertamente, le asiste un interés propio y autónomo,
siempre y cuando esté plenamente establecida su calidad, ya
que de no ser así carecería de legitimación para hacerlo (CSJ SC,
24 Abr. 2012, Rad. 2005-00078-01).

4.4. Ahora bien, los preceptos 219 y 222 del Código


Civil establecen que muerto el presunto padre los herederos
pueden impugnar la paternidad matrimonial y que también,
lo pueden hacer los ascendientes del marido, aunque no
tengan parte en la sucesión de éste.

23
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

Por su parte, el artículo 220 de ese mismo estatuto


también faculta «a cualquier persona que tenga interés
actual en ello», para impugnar la paternidad del hijo nacido
después de expirados los trescientos días subsiguientes a la
disolución del matrimonio; sin embargo, la impugnación no
procede cuando el padre por acto testamentario o mediante
otro instrumento público, reconoce al hijo como suyo, pues
ese reconocimiento expreso impide a los terceros reclamar
contra la paternidad del presunto hijo.
Luego, la paternidad o maternidad del hijo nacido
durante el matrimonio o la unión marital de hecho, puede
ser impugnada por el cónyuge, el compañero permanente o
la madre, por el hijo, los herederos, los terceros con interés
legítimo y los ascendientes del padre o de la madre.

Se colige, entonces, que las personas que pueden


demandar la impugnación de la paternidad son los que a la
par que son titulares de la relación jurídica debatida, tienen
un interés jurídico para obrar subjetivo, concreto, serio y
actual en las resultas del juicio, y ese interés puede, como
se indicó en otro acápite de esta motiva, ser de índole
puramente moral, pero también puede tener un contenido
patrimonial o económico, e incluso pueden concurrir las
dos clases de interés.

Así lo consideró esta Corte al indicar que «en las


controversias sobre estado civil, el interés de la parte actora,
además de poder ser económico, puede ser simplemente
moral y abstracto; es decir, derecho a la tutela del bien

24
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

inmaterial, al que corresponde el derecho subjetivo de acción»


(CSJ SC, 26 Ago. 1946).

4.5. En ese orden, el interés jurídico para obrar del


demandante deriva del beneficio o utilidad que pueda
reportarle la sentencia de mérito, ventaja que puede ser solo
moral como en el caso del ascendiente que no tiene parte en
la sucesión del progenitor presunto, o material si le
representará un eventual incremento en su patrimonio, y
aquel estará legitimado en la causa si existe identidad entre
él y «la persona a la cual la ley concede la acción» (G.J.
CCXXXVII, v1, n.° 2476, pág. 486; G.J. LXXXI, n.° 2157-2158,
pág. 48).

Por eso, fallecido el presunto padre, sus herederos


tienen interés jurídico para obrar de contenido moral y
económico en que se declare que quien pasa por hijo del
causante realmente no lo es, en razón de la ausencia de
vínculo biológico entre aquel y este, pero también tienen un
interés jurídico para obrar quienes adquieren los derechos
económicos que en la sucesión del causante les puedan
corresponder a los primeros.

Significa lo anterior que una vez que los herederos


Gandi Enid Ríos Montoya y Hernán Alonso Ríos Gómez
cedieron, a título de venta, los derechos patrimoniales que
podría corresponderles en la sucesión testada de su abuelo
José de Jesús Ríos Ocampo, los demandantes a favor de los
cuales se hizo esa cesión, adquieren un interés jurídico
para obrar en su condición de sucesores de los bienes del

25
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

difunto, el cual a pesar de ser solo económico les faculta


para perseguir la declaración de que el demandado no es
hijo de Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria.

Ese interés que tiene las características de ser


subjetivo, concreto, serio y actual deriva de que la existencia
de otro heredero de igual o mejor derecho que el de ellos,
puede perjudicar el derecho patrimonial que adquirieron, y
además de ello, esos cesionarios están legitimados en la
causa porque respecto suyo el legislador ha facultado el
ejercicio de la acción.

Ahora bien, aunque es cierto que en muchos casos los


cesionarios son además herederos del presunto padre
fallecido, la ausencia de esa condición no es un obstáculo
insalvable que les impida promover la acción encaminada a
remover el falso estado civil detentado por quien se presume
hijo del causante, pero que biológicamente no lo es.

El interés jurídico para obrar de personas como los


cesionarios de derechos herenciales ha sido reconocido por
la doctrina francesa, que sobre el particular indicó:

Supuesto que la acción de desconocimiento, en manos de


los herederos, es un derecho pecuniario, podrán ejercitarlo
todos los que sean sucesores a los bienes del difunto; nada
importará que no sean sus parientes, pues no se trata de
derechos de familia, sino de derechos pecuniarios. De aquí
resulta que si el heredero vende su porción hereditaria, en

26
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

esta venta quedará incluida, para el comprador, la facultad»


(se subraya).14

En ese sentido, quien acredite un interés económico,


moral o ambos, podrá promover la impugnación de
paternidad de quien realmente no tiene la condición
biológica de hijo del causante, porque el legislador le ha
concedido el ejercicio de la acción y le asiste interés jurídico
para obrar, el cual dimana, si este es patrimonial, de que el
falso parentesco le ocasiona perjuicios pecuniarios, pues
afecta los derechos de ese orden que tiene en la sucesión
del causante, o compromete sus derechos actuales y su
futura situación, pues como consecuencia de ese vínculo
familiar se le puede atribuir la obligación de cumplir con
una prestación económica; y si es de orden moral por estar
relacionado con la constitución de la familia, el falso estado
civil puede representar una afectación del honor y aún de la
misma tranquilidad del núcleo familiar. Tanto el interés
económico como el moral son tutelados por el ordenamiento
jurídico, de ahí que también tengan el carácter de legítimo.

Esta Corporación sostuvo a ese respecto que «aquellas


personas que tengan un interés actual, pecuniario o moral, según
corresponda en cada situación, son quienes están autorizados
legalmente para promover la respectiva impugnación, haciéndose
una extensión por vía de excepción a esa regla general,
consistente en permitir a los ascendientes legítimos del padre o
madre reconociente accionar, explicable por razones que incluyen

14
MAZEUD, Derecho Civil –Personas, v. 3, pág. 283.

27
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los conceptos de la institución familiar, de estirpe y descendencia»


(CSJ SC, 11 Abr. 2003, Rad. 6657).

De esa premisa se colige que fallecido el presunto


padre, tendrá interés jurídico para obrar de orden
económico, quienes sean sus herederos o cesionarios de
derechos herenciales, y los que no tengan vocación
hereditaria o parte alguna en la sucesión, tendrán un
interés extrapatrimonial para impugnar la paternidad en
protección del nombre familiar.
4.6. Lo discurrido conduce a concluir que los
demandantes cesionarios de derechos herenciales tienen un
interés económico en impugnar la paternidad del
demandado, quien tenía en principio derecho a heredar en
la sucesión de José de Jesús Ríos Ocampo, en
representación de Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria,
circunstancia que repercute de manera directa en el trabajo
de partición y en el porcentaje de distribución de los bienes
que integraron la masa hereditaria, y respecto suyo la ley
ha concedido el ejercicio de la acción.

En consecuencia, los adquirentes de los derechos


sucesorales están legitimados para impugnar la paternidad
de Julio Alberto Ríos Ruiz, porque de ser reconocido como
heredero de Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria, le
correspondería una parte de los bienes que integraron la
masa sucesoral del señor Ríos Ocampo, y esto afectaría la
porción que se les adjudicó a dichos cesionarios.

28
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

Tampoco existe duda acerca del interés jurídico para


obrar que asistía a la fallecida María Trinidad Gaviria de
Ríos en su condición de progenitora del presunto padre,
cuyo contenido es moral, dado que al remover el estado civil
del demandado, pretendía restablecer la unidad familiar
con los verdaderos integrantes de ese núcleo y recuperar la
honra de su hijo afectada por la falsa imputación de
paternidad; de otro lado, el artículo 222 del Código Civil le
reconoce legitimación para demandar la impugnación
aunque no tenga parte alguna en la sucesión de su
descendiente.

5. Requisito adicional para que los terceros puedan


impugnar la paternidad es que el marido o el compañero
permanente no haya reconocido al hijo como suyo de
manera expresa en un testamento, o en otro instrumento
público.

Esa prohibición legal encuentra sustento en el deseo


del legislador de respetar siempre la voluntad el esposo o
del compañero, la cual no puede ser desconocida por otras
personas, pues ese reconocimiento realizado por el padre
comporta una renuncia al derecho de impugnación.

En efecto, realizado ese reconocimiento expreso del


hijo, por parte del presunto padre, no sería natural que
otros sujetos desconocieran esa paternidad, pues nadie está
en mejor situación que el marido o el compañero
permanente para saber que el hijo alumbrado por su esposa
o compañera permanente, es realmente suyo.

29
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En punto de filiación legitima -destacó la Corte- resultan


lógicas las salvedades consignadas en el artículo 219, pues, si,
en principio, los hijos concebidos por mujer casada repútase que
son legítimos y que tienen por padre al marido de esta, no
obstante esa legitimidad presunta puede ser impugnada por el
marido mismo mientras viva, siempre que haga la reclamación,
como regla general, dentro de los sesenta días contados desde
cuando conoció el hecho del parto; pero si el marido muere antes
de vencerse este plazo, podrán impugnar la legitimidad presunta
sus herederos y toda persona a quien la pretendida legitimidad
del hijo irrogare perjuicio actual, menos cuando el padre, por acto
testamentario o mediante otro instrumento público, hubiere
reconocido al hijo como suyo. En esta última circunstancia el
legislador no da trascendencia al hecho de que aún no se haya
extinguido el término que concede al marido para atacar la
legitimidad presunta de su hijo, precisamente porque el
reconocimiento expreso del padre entraña o comporta renuncia al
derecho de impugnación, derecho que, en la familia legitima,
mira a su propio interés.

La presunción legal de legitimidad que cobija al hijo concebido


durante el matrimonio de sus padres y que tiene como
fundamento otra presunción: la de fidelidad de las mujeres
casadas, toma fuerza tal con el reconocimiento del hijo, en la
hipótesis estudiada, que se hace inexpugnable frente a los
herederos del marido, aunque éste haya fallecido sin fenecer el
plazo que le otorga la ley para impugnar la pretendida
legitimidad. Si el marido, pues, en cambio de ejercer el derecho
de impugnación, por medio del reconocimiento reafirma esa
paternidad, aceptándola así claramente, tal circunstancia cierra
definitivamente a sus herederos la posibilidad de entrar a
discutir el hecho de la paternidad legitima que está

30
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

indisolublemente unido a la maternidad legitima (CSJ SC, 22


Sep. 1978; se subraya).

5.1. En este caso, el demandado excepcionó que el


presunto padre lo reconoció de manera expresa como su
hijo, lo cual -indicó- se acreditó con la copia de la demanda
de separación de cuerpos instaurada contra María Cristina
Ruiz Londoño, y la del fallo proferido en ese juicio, el 13 de
septiembre de 1984 por el Tribunal Superior de Medellín.

En relación con lo anterior, es necesario reparar en


que de acuerdo con el artículo 262 de la normatividad
adjetiva, son documentos públicos: «1. las certificaciones que
expidan los jueces conforme a lo dispuesto en el artículo 116; 2.
Las certificaciones que expidan los directores de otras oficinas
públicas, sobre la existencia o estado de actuaciones o procesos
administrativos; 3. Las certificaciones que expidan los
registradores de instrumentos públicos, los notarios y otros
funcionarios públicos, en los casos expresamente autorizados por
la ley», vale decir, aquellos expedidos con las formalidades
legales por un funcionario público, en ejercicio de sus
funciones.

Por ello, como el escrito con el que se dio inicio al


proceso de separación de cuerpos no corresponde a un
documento que tenga la calidad de público, porque no
reúne los requisitos exigidos en la ley para que se le
reconozca esa condición, las manifestaciones contenidas en
él, no permiten inferir que el presunto padre haya
reafirmado la paternidad de Julio Alberto Ríos Ruiz.

31
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

Ahora bien, la sentencia proferida en ese proceso, si


bien es un documento público, emana del juzgador y, por lo
tanto, no corresponde a una declaración de voluntad del
presunto padre, de ahí que no puede atribuírsele las
consecuencias jurídicas establecidas en el artículo 219 del
Código Civil.

6. Por otra parte, como el demandado formuló también


la excepción de caducidad de la acción de impugnación, es
preciso señalar que la demanda fue interpuesta de manera
tempestiva, pues al entrar en vigor el parágrafo transitorio
del artículo 14 de la Ley 1060 de 2006 15, aún se encontraba
en trámite la presente actuación judicial, motivo por el cual
lo pertinente era proceder a su aplicación, pues no
resultaba viable declarar la caducidad de la acción, cuando
la norma concedía una nueva oportunidad a quienes como
consecuencia de la caducidad, habían visto frustrada la
posibilidad de remover un estado civil que no correspondía
con el verdadero vínculo biológico.

Este fue, en síntesis, el razonamiento en el que se


fundó la Corte para casar el fallo de segunda instancia,
motivo por el cual en aras de la brevedad, esta Corporación
se remite a las consideraciones hechas en dicha decisión,
suficientes, por demás, para concluir que la acción ejercida
no había caducado.

15
“Dentro de los 180 días siguientes a la entrada en vigencia de la presente ley, las
personas que hayan impugnado la paternidad o la maternidad y esta haya sido
decidida adversamente por efectos de encontrarse caducada la acción, podrán
interponerla nuevamente y por una sola vez, con sujeción a lo previsto en los incisos 2
y 3 del artículo 5o de la presente ley”.

32
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

7. Desestimadas las excepciones propuestas, procede


establecer si la parte actora demostró que Dalmiro de Jesús
Ríos no es el padre biológico del demandado, pues debido a
que éste último es hijo de mujer casada, el legislador
presume que lo es también de su marido, presunción que,
como atrás se dijo, puede ser desvirtuada.

Para remover dicha presunción, el artículo 214 del


Código Civil establece que le corresponde a quien impugna,
destruirla mediante prueba científica, o demostrar por
cualquier medio que el presunto progenitor no es realmente
el padre.

En ese orden, le bastaba a los demandantes acreditar


a través de la prueba con marcadores genéticos de ADN que
científicamente determinen un índice de probabilidad
superior al 99.999%, que su paternidad se excluye,
supuesto que también puede corroborar a través de otro
elemento probatorio.

No obstante, ante los avances de la ciencia, la Ley 721


de 2001 en su artículo 1 16, le confirió especial importancia a
la prueba de ADN para determinar el parentesco biológico,
pues tiene la capacidad de otorgarle al juez el
convencimiento sobre su existencia, con lo cual cumple con
la finalidad de hacer efectivo el derecho a conocer quiénes
son los progenitores de una persona, -lo que resulta de

16
En todos los procesos para establecer paternidad o maternidad, el juez, de oficio,
ordenará la práctica de los exámenes que científicamente determinen índice de
probabilidad superior al 99.9999%.

33
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

enorme trascendencia para el individuo, la familia, la


sociedad y el Derecho-, importancia que posteriormente
reiteró la Ley 1060 de 2006.

Sobre la eficacia de la prueba científica para establecer


la paternidad o la maternidad, la Sala señaló:

El juzgador en la actualidad tiene a su alcance valiosos


instrumentos derivados de los avances científicos que le permiten
reconstruir la verdad histórica, esto es, la paternidad biológica;
por supuesto, que si las pruebas genéticas permiten no solo
excluir sino incluir con grado cercano a la certeza la paternidad
de un demandado resulta patente su relevancia en la definición
de esta especie de litigios…. (CSJ SC, 30 Ago. 2006, Rad. 7157,
reiterada en CSJ SC, 1° Nov. 2011, Rad. 2006-00092-01).

7.1. Dentro de las varias pruebas que fueron


practicadas en el curso del proceso, la Corte fija su atención
en el examen de ADN realizado por el Laboratorio de
Identificación Genética de la Universidad de Antioquia. 17

En el dictamen en cuestión se concluyó «Con el


análisis de los Marcadores Genéticos estudiados se llega a
la conclusión de que el señor Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria
se excluye como padre biológico del señor Julio Alberto Ríos
Ruiz».

La experticia cumplió los requisitos establecidos en la


Ley 721 de 2001; ningún reparo formularon las partes
frente a su resultado, y se encuentra debidamente
17
Folios 216 a 220, c. 1.

34
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

fundamentada, motivo por el cual es suficiente y


contundente para inferir que el fallecido Dalmiro de Jesús
Ríos Gaviria no era el padre biológico del demandado.

Por consiguiente, si la filiación no es otra cosa que el


hecho fisiológico de la generación, la prueba científica antes
mencionada prueba de manera contundente que el
causante no pudo ser el progenitor del demandado, y ello es
suficiente para considerar que las pretensiones están
llamadas a prosperar, sin que sea necesario referirse a la
abundante prueba testimonial que fue rendida a petición de
los contendientes, pues nada de lo dicho por los declarantes
en apoyo de las posturas procesales adoptadas por las
partes tiene la virtualidad de restar fuerza demostrativa al
examen de ADN.

6. En consecuencia, se revocará el fallo apelado y, en


su lugar, se declararan no probadas las excepciones
propuestas y serán acogidas las pretensiones de la
demanda. Las costas de ambas instancias se impondrán al
demandado, de conformidad con el artículo 392 del Código
de Procedimiento Civil.

III. DECISIÓN

La Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil,


administrando justicia en nombre de la República y por
autoridad de la ley, RESUELVE:

PRIMERO: REVOCAR la sentencia apelada.

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

SEGUNDO: Tener por no probadas las excepciones de


mérito propuestas.

TERCERO: DECLARAR que el demandado Julio


Alberto Ríos Ruiz no es hijo del señor Dalmiro de Jesús Ríos
Gaviria.

CUARTO: ORDENAR que se haga la modificación


correspondiente en el registro civil de nacimiento del
demandado. Ofíciese en tal sentido a la Notaría Única del
Círculo de San Andrés Isla.

QUINTO: CONDENAR en costas de ambas instancias al


demandado. Liquídense por la Secretaría las de segundo
grado, incluyendo agencias en derecho por la suma de dos
millones de pesos ($2.000.000).

En su oportunidad, devuélvase al Tribunal de origen.

Notifíquese

ÁLVARO FERNANDO GARCÍA RESTREPO


(Presidente de la Sala)

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

MARGARITA CABELLO BLANCO

AROLDO WILSON QUIROZ MONSALVO

LUIS ALONSO RICO PUERTA

ARIEL SALAZAR RAMÍREZ

LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

SALVAMENTO DE VOTO

Radicación n.º 05001-31-10-013-2004-00197-01

Por cuanto no comparto la sentencia que precede, ni


las resoluciones ni las motivaciones que la sustentan, con
el respeto debido a la Sala, expongo en las líneas que
siguen, las razones de mi voto disidente.

Primero. Para un correcto entendimiento de mi


inconformidad con la posición adoptada por la mayoría de
la Sala, compendio, en breve, los antecedentes del litigio:

i. Fruto del matrimonio celebrado en 1977 entre María


Cristina Ruiz Londoño y Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria,
durante su vigencia nació en 1982 el hoy demandado Julio
Alberto Ríos Ruiz, quien, a su vez, tuvo como hermanos de
simple conjunción a Mauricio y Santiago Ríos Velásquez; a
Gandi Enid Ríos Montoya y Hernán Alonso Ríos Gómez.

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

ii. Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria, quien falleció el 3 de


marzo de 1992, tuvo como padres a José de los Santos Ríos
Ocampo y a María Trinidad Gaviria; y como hermanos a
María Nelly, Roberto Antonio, José de Jesús y María Seneth
Ríos Gaviria.

iii. Mediante documento público signado el 15 de


febrero de 2002, Gandi Enid Ríos Montoya y Hernán Alonso
Ríos Gómez cedieron a título oneroso los derechos
herenciales que les correspondían, en virtud del derecho de
representación derivado de la muerte de su padre Dalmiro
de Jesús Ríos Gaviria, en la sucesión de su abuelo paterno,
José de Jesús Ríos Ocampo, a favor de sus tíos –e hijos de
éste último- María Nelly, Roberto Antonio, José de Jesús y
María Seneth Ríos Gaviria.

Como Julio Alberto Ríos Ruiz, no fue tenido en cuenta


en la sucesión de José de Jesús Ríos Ocampo, como
heredero por representación de su padre, Dalmiro de Jesús
Ríos Gaviria formuló petición de herencia.

iv. El 30 de marzo de 2004 María Trinidad Gaviria de


Ríos; María Seneth, María Nelly, José de Jesús y Roberto
Antonio Ríos Gaviria, abuela y tíos paternos del
demandado, –respectivamente-, entablaron acción de
impugnación de la paternidad en contra de Julio Alberto
Ríos Ruiz con el fin de que se declarase que éste no era hijo
del finado Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria. El fallo de primer

39
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

grado negó las súplicas, el de segundo grado confirmó por


caducidad.

Segundo. La Corte el 8 de julio de 2014, casó la


sentencia de segundo grado por considerar que el tribunal
obvió darle aplicación a la prerrogativa prevista en el
parágrafo transitorio del artículo 14 de la Ley 1060 de 2006,
que concedió un nuevo término para instaurar las acciones
de desconocimiento de la paternidad que hubiesen sido ya
declaradas caducadas, decisión que para entonces, por tales
razones acompañé íntegramente, al tratarse de un error de
puro juicio, sin que nada tuviese que ver con los problemas
ahora planteados.

Tercero. Casado el fallo del tribunal, se procedió,


mediante la decisión objeto de mi disenso, a dictar
sentencia de reemplazo en la cual se declaró que el
convocado Julio Alberto Ríos Ruiz no era hijo de Dalmiro de
Jesús Ríos Gaviria.

La argumentación de la Sala, encaminada a desvirtuar


la excepción de ilegitimación propuesta por el interpelado,
como para revocar la sentencia de primer grado que había
negado las pretensiones de la apelación, giró sobre los
siguientes puntos:

40
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

i. Tanto a la abuela María Trinidad Gaviria (en calidad


de ascendiente) como a los tíos Maria Nelly, Roberto
Antonio, José de Jesús y Maria Seneth Ríos Gaviria (en
calidad de cesionarios del derecho de herencia realizado por
los hermanos de simple conjunción del demandado,
respecto de la sucesión de su abuelo), les asiste un interés
jurídico actual y cierto, de naturaleza moral para el caso de
la primera y patrimonial en el de los segundos, y por ende,
se encuentran legitimados para interponer la acción de
impugnación de la paternidad.

ii. No es posible tener en cuenta el reconocimiento de


hijo que Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria hizo de Julio Alberto
Ríos Ruiz, el demandado, en el proceso de separación de
cuerpos, surtido ante el Tribunal Superior de Medellín el 13
de septiembre de 1984, porque pese a tratarse de un
documento público, no corresponde a una declaración de
voluntad del presunto padre, como lo exige –sostiene la
mayoría- el artículo 219 del Código Civil (Fdos. De Dcho. 5-
5.1.), y por lo tanto, no se puede aplicar la excepción
prevista en el inciso final del citado precepto.

Los anteriores razonamientos, que edifican el fallo del


que me aparto, son manifiestamente contrarios, frente a lo
dispuesto por los artículos 216, 219, 220, 222, 402, 403 y
404 del Código Civil, y el ord. 3 del artículo 3 de la Ley 75
1968, con algunas de las modificaciones que introdujo la
ley 1060 de 2006; y, de igual manera, pugnan con la

41
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

doctrina y la propia jurisprudencia de la Sala, que por


décadas han interpretado esas normas.

1. La impugnación de la paternidad legítima

En punto de la impugnación de la paternidad legítima,


nuestro ordenamiento jurídico establece que el hijo
concebido durante el matrimonio, o el nacido después de
expirados los 180 días siguientes a su celebración o a la
declaración de la unión marital de hecho, tiene por padres a
los cónyuges o a los compañeros permanentes. Es una
presunción legal cuya génesis se halla en el principio latino
«pater is est quod justae nupciae demostrant», aforismo
que descansa en dos hechos nodales: 1. La cohabitación
entre los esposos o compañeros y, 2. La singularidad de la
relación de pareja.

Ello traduce que el legislador considera al esposo, y en


términos de la Ley 1060 de 2006, al compañero, padre de
los hijos que su respectivos cónyuge o compañera conciban
en vigencia del vínculo matrimonial o de la unión marital o
de aquellos que nazcan durante un específico lapso, una
vez contraído el matrimonio o iniciada la unión marital
(cohabitación); y en consecuencia, la creatura que llegare a
nacer automáticamente adquiere la relación filial con el
marido o compañero de la mujer que lo alumbró; además,
por la prohibición de pluralidad de matrimonios o de
uniones maritales, surgen las consecuencias jurídicas

42
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

derivadas de la singularidad; por concurrir a cabalidad los


dos hechos que fundamentan la presunción.

La presunción “pater ist est”, es de carácter legal,


iuris tantum, al suponer que el marido o compañero (Ley
1060) es el padre de los hijos que la cónyuge o compañera
“dé a luz”; y como tal, puede ser desvirtuada por el
interesado conforme a unas específicas causales, previstas
en los artículos 214 y 216 del Código Civil. Entre otros
eventos, se puede desquiciar, demostrando por cualquier
medio que el esposo o compañero permanente no es el
padre18, o “mediante prueba científica”, en los términos de la
Ley 721 de 2001.
2. La decisión rompe los principios que guían las
acciones de estado

Las acciones de estado, de reclamación, impugnación,


o emplazamiento, positivas o negativas, en fin según se
denominen, son de carácter personalísimo, intransmisibles
e inalienables. Están vedadas para los acreedores y sus
causahabientes (cesionarios y subrogatarios), pueden ser
ejercidas por los representantes legales, son irrenunciables
y están sujetas a caducidad (los ordenamientos
uniformemente consagran esta circunstancia, mas no la
imprescriptibilidad).

Cuando la Corte aboga por ampliar el marco de la


legitimación para impugnar la maternidad o la paternidad,

18
CCONST. Sent. C-122 de 2008

43
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

y además, supera o rompe la caducidad, desconoce los


enunciados principios que guían estas acciones.

Ignora el carácter personalísimo de las acciones de


estado, y la filosofía propia del mismo, el cual es
indisponible, inembargable e intransmisible. Pregunto a la
Sala y a los estudiosos del derecho: ¿estas acciones como el
“estado civil” son transmisibles? ¿Puede otorgárseles por la
Sala el mismo estatuto epistémico, jurídico y ético de las
acciones patrimoniales? ¿Complementariamente, cuál es la
extensión de la legitimación para incoar esas acciones?

Las acciones que giran a su alrededor son


inalienables, por virtud del carácter propio y personalísimo,
de modo que sería una contradicción sustancial hacerlo
enajenable, como cuando hay cesión de una herencia.

Los herederos del hijo fallecido son titulares de la


acción de reclamación del estado de hijo; no obstante, esa
legitimación es conferida en el derecho francés, según Ley
72-3 del 3 de enero de 1972 exclusivamente al hijo, pero no
a sus herederos.

En cuestiones tan relevantes, al referirse a la


impugnación legítima, Julio J. López del Carril, expone con
rigor: “(…) las acciones de estado son personalísimas y (…) en consecuencia
el estado de la persona tiene ese mismo carácter personalísimo y es parte
integrante e inseparable de la persona.

44
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

“Por consecuencia, las acciones de ésta son intransmisibles. Y es que


estos derechos personalísimos NO son transmisibles por sucesión y por
lo que llevamos dicho y además porque expresamente lo dice el art.
3417 de nuestro Código Civil: “El heredero que ha entrado en posesión
de la herencia, o que ha sido puesto en ella por juez competente,
continúa la persona del difunto… con excepción de aquéllos derechos
que no son transmisibles por sucesión”.

“Y la acción de impugnación de filiación es una acción de estado, pues


tiende a obtener el desplazamiento del que tenía una persona. El
heredero que promueve una acción de impugnación de filiación, NO
está ejerciendo una acción transmitida por el difunto, sino una acción
propia y es evidente que no tiene legitimación activa para promover tal
acción. Pues que ésta es personalísima del causante (sic).

“Siguiendo este razonamiento, pensamos que la acción de


impugnación de estado no puede ni debe ser transmitida por sucesión
intestada y menos por testamentaria.

“Los herederos sólo tienen un interés patrimonial, que será respetable,


pero que no debe enfrentarse jamás con los intereses morales, pues en
tal enfrentamiento estos últimos deben desplazar a aquéllos. Se
trataría de destruir un estado jurídico familiar sustentando por factores
éticos, para gozar de una ventaja patrimonial, máxime cuando el autor
de la sucesión no quiso deliberadamente y también omitió el ejercicio
voluntariamente, lo que importa, en mi sentir, la caducidad de toda
acción de desplazamiento”19; finalmente, concluye:

“Admitir, en alguna forma, la transmisión de la acción de impugnación


de filiación legítima, es admitir la inseguridad en el estado jurídico
familiar y es el triunfo del egoísmo que representa el interés
patrimonial, al tratar de desplazar la honra y dignidad de una persona
20
para gozar de bienes” .

3. Los sistemas de impugnación de la paternidad

Desde otra perspectiva, es preciso memorar algunos de


los rasgos básicos que caracterizan el sistema de
19
LÓPEZ DEL CARRIL, Julio J. La filiación. Buenos Aires: Cooperadora de Derecho y
Ciencias Sociales, 1976, p. 242.
20
Ibíd. p. 242

45
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

impugnación de la paternidad. Haré alusión a los estudios


de Derecho Comparado y extranjero que se han referido a la
institución jurídica en mención para facilitar el correcto
entendimiento e identificar las notas básicas de nuestro
sistema, que apalancan mi disenso.

En la actualidad, en los sistemas jurídicos


occidentales (entre los que incluyo, naturalmente, a los de
tradición jurídica anglosajona, en especial el Reino Unido y
los Estados Unidos), suelen distinguirse cuatro grandes
modelos de impugnación de la paternidad 21:

i. Sistema negativo: Le conforman sistemas u


ordenamientos jurídicos que no prevén normas especiales
sobre la impugnación de la paternidad, dejándose entonces,
sometida a las normas generales de prueba.
Específicamente, no dictan ninguna regla sobre la
demostración probatoria de la no paternidad o maternidad
y se limitan, a lo sumo, a señalar el tiempo en que podrá
proponerse la acción.

ii. Sistema abierto: Es el de las legislaciones que


establecen que el hijo es ilegítimo cuando se pruebe que el
marido no es, o no podría ser el padre, o que es
manifiestamente imposible que sea progenitor del hijo

21
La clasificación en mención, y las notas características de cada uno de los rubros
que la componen, corresponde a la esbozada por el español Francisco Rivero
Hernández, con la salvedad, aclaro, que desde la época en la que el mencionado
autor realizó su estudio hasta el momento actual numerosos son los cambios
legislativos que se han presentado en los ordenamientos nacionales que integran
cada modelo. RIVERO HERNÁNDEZ, Francisco. La Presunción de Paternidad
Legítima. Estudio de Derecho Comparado y Derecho Español. 1971. Pp. 395 y ss.

46
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

respecto del cual se le atribuye la paternidad. A este


respecto, difieren los sistemas en cuanto a las expresiones
que utilizan, pero el sentido es el mismo: deberá
demostrarse la no paternidad del marido, su imposibilidad
de ser progenitor del hijo;

iii. Sistema cerrado: La impugnación de la


paternidad presunta del marido sólo es posible, en las
legislaciones que se inscriben dentro de este modelo, en los
casos legalmente previstos, y sólo prosperará probando los
hechos y las circunstancias también indicadas por el
legislador. Es “cerrado” porque las hipótesis en que cabe la
impugnación están citadas con criterio de “numerus
claussus”, de modo que al margen de ellos no es posible la
declaración judicial de no paternidad.

iv. Sistema cerradísimo: En este sólo cabe una prueba


contra la presunción de la paternidad legítima, vale decir, la
de la imposiblidad física del marido para tener acceso a su
mujer en los primeros 120 días de los 300 que hubiesen
precedido al nacimiento del hijo.

La gran mayoría de los ordenamientos europeos


contemporáneos se inscriben dentro de la segunda
corriente, es decir, hoy pueden considerarse como sistemas
abiertos en los cuales la no paternidad del hijo es
susceptible de declararse cundo se compruebe, por

47
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

cualquier medio y cualquier causa, que el hijo no es del


padre a quien se le imputa la paternidad.

Ejemplo emblemático de este cambio de paradigma lo


constituye el caso francés; contrariando una larga tradición,
históricamente proclive a exigir, para la procedencia de la
acción de impugnación («action en désaveu»), la prueba de
unas causales rigurosas (particularmente, imposibilidad
física de cohabitación; impotencia accidental del marido;
ocultación del nacimiento del hijo; adulterio de la esposa) 22,
una Ordenanza del 4 de julio de 2005, que modificó el
artículo 332 Code y derogó otras normas, vino a disponer,
en lo que aquí interesa:

“La paternidad puede ser contestada con base en la prueba de que el


marido o el autor del reconocimiento no es el padre”. (Art. 332, inc.
2).

Otro cambio llamativo –y en la misma dirección como


el experimentado en Francia - es el acaecido en el Derecho
italiano. Hasta antes de la entrada en vigencia de un
Decreto-Ley del 28 de diciembre de 2013 (Sobre reforma de
la acción de filiación), disponía el artículo 235 Codice:

“La acción para el desconocimiento de la paternidad del hijo


concebido durante el matrimonio es permitida sólo en los
siguientes casos: (1) Si los cónyuges no cohabitaron en el periodo
comprendido entre el día 300 y el día 180 anterior al nacimiento;
(2) Si durante el tiempo anteriormente señalado el marido estuvo
afectado por impotencia, aún cuando ésta hubiese sido sólo para
22
El modelo anterior a la disposición legal citada podía –y de hecho era inscrito-
inscribirse en el sistema que hemos calificado como «cerrado». Una exposición
sumamente detallada, acompañada de una aguda crítica al modelo francés, puede
verse en: RIVERO HERNÁNDEZ, Francisco. La Presunción de Paternidad Legítima.
Estudio de Derecho Comparado y Derecho Español. 1971. Pp. 435-467.

48
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

generar; (3) Si en dicho período la mujer cometió adulterio o le


ocultó al marido el embarazo y el nacimiento del hijo (…)”.

Después de éste, que entre otras de sus muchas


disposiciones resolvió abrogar la norma recién citada, la ley
se limita a señalar que “La acción de desconocimiento de
paternidad del hijo nacido en el matrimonio puede ser
ejercida por el marido, por la madre o por el hijo mismo.
Quien ejercita la acción debe probar que no existe relación de
filiación entre el hijo y el presunto padre”. (Art. 243bis, C.C.).

En Suiza, con posterioridad a la promulgación de una


Ley Federal del 25 de junio de 1976 23, el artículo 256A del
Código Civil declaró:

“Si el hijo es concebido durante el matrimonio, el actor debe demostrar


que el marido no es el padre (…)”.

El Bürgerliches Gesetzbuch (BGB, alemán), dispone:

“(1) El §1592, números 1 y 2, y el §1593 no rigen si por motivo de una


impugnación se determina judicialmente que el hombre no es el padre
del hijo (…)”. (§1599 I BGB)24.

23
Aún antes de la Ley Federal de 1976, recién citada, el sistema suizo se inscribía
(de hecho, es uno de los ejemplos más claros) del modelo «abierto». Al respecto
véase: RIVERO HERNÁNDEZ, Francisco. La Presunción de Paternidad Legítima.
Estudio de Derecho Comparado y Derecho Español. 1971. Págs. 427-435.
24
La regla 1592 BGB es del siguiente tenor: “Padre de un hijo es el hombre: 1. Que,
en el momento del nacimiento, está casado con la madre del niño; 2. Que ha
reconocido la paternidad; o 3. Cuya paternidad ha sido determinada judicialmente
según el §1600d o el 640h, apartado 2, de la Ley Procesal Civil”. El 1593, por su
parte, dispone: “El §1592, número 1, rige por analogía si el matrimonio se hubiera
disuelto por muerte y el hijo hubiera nacido dentro de los trescientos días siguientes a
la disolución. Si consta que el hijo hubiera sido concebido en un tiempo superior a los
trescientos días anteriores a su nacimiento, ese tiempo será determinante. Si nace un
hijo de una mujer que ha celebrado un segundo matrimonio y, tanto a tenor de los
incisos 1 y 2, sería hijo de su marido anterior como, según el §1593 número 1, hijo de
su nuevo marido, se considera sólo como hijo de su nuevo marido. Si se impugna la
paternidad y se determina judicialmente que el nuevo marido no es el padre del hijo,

49
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

La misma tendencia se observa en los Códigos Civiles


de Holanda (art. 1:200)25; de Lituania (art. 3.150, numeral
1)26; y en el austríaco (§151)27.

3.1 La evolución del Derecho colombiano, en esta


materia, no ha estado exenta de virajes, algunos,
bastante pronunciados

Antes de la entrada en vigor de la Ley 1060 de 2006 el


modelo colombiano podía inscribirse en el sistema
«cerrado», por cuanto supeditaba la procedencia de la
acción de impugnación de la paternidad a la acreditación de
las causales (o hechos previos) prevista –de forma
desordenada, confusa y antitécnica- en los artículos 214
C.C. inc. 2 (imposibilidad física de acceso a la mujer), 5º de
la Ley 85 de 1890 (adulterio de la mujer), y abandono del
hogar conyugal por parte de la esposa (art. 6º de la Ley 95

éste será considerado hijo del marido anterior”.


25
“La paternidad que surge del artículo 1:199, punto (a) o punto (b), pueden ser
denegadas bajo el fundamento de que el hombre no es el padre biológico del hijo”. A
su turno, dispone el artículo 1:199: “El padre del hijo es el hombre: (a) Quien, al
tiempo del nacimiento del hijo, está casado con la mujer que le alumbró, a menos que
la excepción dispuesta en el punto (b) sea aplicable; (b) Cuyo matrimonio con la mujer
que ha dado luz al niño se ha disuelto dentro de un periodo de 306 días antes del
nacimiento del niño, incluso si la madre del hijo se ha vuelto a casar; si, no obstante,
la madre estuvo legalmente separada de su esposo desde el día 306 anterior al
nacimiento del niño o si ella y su esposo vivían separados desde ese momento, la
mujer puede, dentro del término de un año después del nacimiento del hijo, declarar
ante el Registrador del Estado Civil que su difunto marido no es el padre del niño,
declaración que será anotada en un certificado del estado civil; en tal caso, el hombre
con el que la mujer está casada en el momento del nacimiento será el padre del hijo”.
26
“La paternidad del hijo nacido de una pareja casada o dentro de los trescientos
días subsiguientes a la disolución del matrimonio solo puede ser desconocida
probando que la persona no pudo ser el padre del hijo (…)”.
27
Preceptúa, en lo pertinente, el §151 ABGB: “(1) Si un niño ha nacido durante el
matrimonio de la madre o antes de expirar el período de 300 días, contados desde la
muerte del marido de la madre, no desciende del marido de la madre, la Corte deberá
determinar esto previa solicitud (…)”.

50
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

de 1890)28. Las sentencias de esta Corporación, dictadas en


su marco, son una mera proyección del rigor normativo
imperante en aquél entonces29.

No obstante, a partir de la promulgación de Ley 1060,


la situación cambió sustancialmente, no solamente con un
carácter inclusivo frente a la unión marital de hecho
completamente discriminada en muchos textos de la
familia: los artículos 5º y 6º de la Ley 85/1890 fueron
derogados, por disposición expresa de la nueva normativa
(art. 14); en la misma línea, el artículo 214 C.C., contentivo
de la aludida causal de impugnación de la “imposibilidad
física de acceso a la mujer”, resultó totalmente modificado
por el 2 de la Ley 1060; y declara ahora, en su nueva
redacción:

“El hijo que nace después de expirados los ciento ochenta días
subsiguientes al matrimonio o a la declaración de la unión marital de
hecho, se reputa concebido en el vínculo y tiene por padres a los
cónyuges o a los compañeros permanentes, excepto en los siguientes
casos: 1. Cuando el cónyuge o el compañero permanente
demuestre por cualquier medio que él no es el padre. 2. Cuando
en proceso de impugnación de la paternidad mediante prueba científica
se desvirtúe esta presunción, en atención a lo consagrado en la Ley
721 de 2001”. (Resaltos fuera del texto original).

28
Un clásico estudio sobre las causales de impugnación en el sistema anterior a la
Ley 1060/2006 y al que, inclusive, esta Corte ha hecho referencia en algunos de
sus fallos (SSC CSJ del 31 de julio de 1936, M.P. Eduardo Zuleta Ángel; y del 17 de
octubre de 1953, M.P. Luis Enrique Cuervo), es el siguiente: CHAMPEU,
Edmond/URIBE, Antonio José. Tratado de Derecho Civil Colombiano, Tomo I. 1899.
Págs. 276 y ss. Otros trabajos explicativos sobre el tema, cuya lectura es
aconsejable, son: VÉLEZ, Fernando. Estudio sobre el Derecho Civil Colombiano,
Tomo I, Introducción y Personas. 1926. Págs. 213-215; en fechas recientes: MEDINA
PABÓN, Juan E. Derecho Civil, Derecho de Familia. 2008. Págs. 361-365.
29
Entre muchas otras, confróntense las SSC CSJ del 31 de julio de 1936; del 29 de
octubre de 1945; del 13 de octubre de1955; del 20 de febrero de 1958; y del 21 de
mayo de 2010.

51
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

La norma en cuestión, además de simplificar y facilitar


la interpretación del a veces complejo sistema de
impugnación de la paternidad colombiano, merece especial
mención porque la actualiza y acompasa con las más
modernas tendencias y reformas que en el mundo jurídico
se vienen adoptando, y a las que hiciere breve alusión en
párrafos anteriores.

De este modo, hoy será sólo necesario allegar prueba


suficiente capaz de demostrar que el progenitor, al que se le
atribuye la paternidad en virtud de la presunción contenida
en los artículos 213 y 214 del Código Civil, no es o no pudo
ser el padre; por esa razón, de ser necesario inscribirle
dentro de alguno de los sistemas, sin duda alguna en la
actualidad podría asignarséle el calificativo de «abierto»,
pues toda referencia a las antiguas y vetustas causales de
impugnación es suprimida por la nueva normativa.

Nota adicional, respecto de lo hasta aquí explicado,


merece ser agregada. El sistema adoptado por el legislador
de 2006, abierto como lo es, no implica que la prueba de la
no paternidad pueda realizarse de cualquier modo o
probando cualquier circunstancia que invite a considerar
que el progenitor del hijo no es tal. No. Para el efecto, la
nueva normativa sigue incorporando presunciones cuya
destrucción continúa siendo indispensable para el éxito de
la acción de impugnación.

52
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

La primera de éstas, y sin duda la más importante, es


aquella según la cual el hijo nacido durante el matrimonio o
durante la unión marital de hecho se presume del marido o
del compañero permanente (arts. 213 y 214 C.C.).

Pero los hechos sobre los cuales hoy descansa dicha


presunción son de acuerdo con la nueva formulación legal,
distintos a aquellos previstos en la normativa anterior.

Característica fundamental de los sistemas abiertos


reside en que la presunción de paternidad aparece
concebida estructuralmente como una presunción de
cohabitación más una presunción de causalidad 30. Por
consiguiente, la prueba idónea de la no paternidad podrá
hacerse en dos formas: o demostrando que no hubo
cohabitación entre los esposos o compañeros en el período
legal de la concepción; o acreditando que aún habiéndola
no nació el hijo de esas relaciones, sino de otras
(técnicamente denominado “defecto de causalidad”)31.

Lo cierto es que hoy parece anacrónico y, sobre todo,


inconsecuente con el nuevo texto y espíritu de la ley y con
los tiempos que corren, seguir haciendo alusión a los
deberes de fidelidad de los esposos (o compañeros
permanentes) o haciendo uso de argumentaciones
metafísicas para fundamentar la presunción de paternidad,
porque las causales de adulterio, de imposibilidad física de
30
RIVERO HERNÁNDEZ, Francisco. La Presunción de Paternidad Legítima. Estudio
de Derecho Comparado y Derecho Español. 1971. Pág. 426.
31
RIVERO HERNÁNDEZ, Francisco. La Presunción de Paternidad Legítima. Estudio
de Derecho Comparado y Derecho Español. 1971. Pág. 429.

53
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

acceso a la mujer y de abandono del hogar conyugal hoy, se


itera, no existen en forma expresa en nuestro
ordenamiento.

4. Los tíos del demandado, además, cesionarios del


derecho de herencia realizado por los hermanos de
simple conjunción del interpelado, no están legitimados
para incoar la acción de impugnación

Es comunmente aceptado, y en esto es generoso el


fallo en mención, que la legitimación para impugnar la
paternidad no es reconocida a cualquier individuo; por
cuanto los derechos e intereses que se debaten en juicios de
esta clase no solo es conveniente, sino también aconsejable
que ciertos sujetos puedan ejercitar válidamente la acción
en cuestión32.

En cuanto interesa al caso, dispone el artículo 403 del


Código Civil:

“Legítimo contradictor en la cuestión de paternidad es el padre contra


el hijo, o el hijo contra el padre (…). Siempre que en la cuestión esté
controvertida la paternidad del hijo legítimo deberá el padre intervenir
forzosamente en el juicio, so pena de nulidad”.

Tal regla es complementada, a su vez, por el 404 de la


misma obra, a cuyo tenor:

32
Huelga señalar que la acción de impugnación de la paternidad es, por su
autonomía normativa y su individualidad jurídica, distinta a otras acciones de
filiación previstas en el Código Civil. Por consiguiente, mal podrían aplicársele
normas tendientes, por ejemplo, a regular el desconocimiento del reconocimiento
realizado voluntariamente por el padre, porque ésta cuenta con su propio cuerpo
legal (art. 248 C.C.; L. 45/1936; L. 75/1968); ni tampoco las concernientes a la
legitimación del hijo (arts. 236-249 C.C.).

54
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

“Los herederos representan al contradictor legítimo que ha fallecido


antes de la sentencia; y el fallo pronunciado a favor o en contra de
cualquiera de ellos, aprovecha o perjudica a los coherederos que,
citados, no comparecieron”.

Las normas anteriormente transcritas no hacen más


que otorgar carta de naturaleza, en Derecho colombiano, a
una añeja institución, ya conocida por los juristas romanos
y recogida, entre otras, por la Ley de Partidas del rey
Alfonso X y por la Comisión Redactora del Código Civil
francés de 1804, en virtud de la cual, por una parte, “(…) se
establece la persona que tiene el principal o más importante
interés o derecho en accionar o defenderse de la acción” 33; y,
por otra, delimita los efectos de los fallos sobre el estado
civil34.

La lectura aislada de estas normas invitaría a


considerar que en los juicios de impugnación de la filiación
sólo se hallan legitimados el padre o el hijo, o el hijo contra
el padre (o, en su caso, los herederos de cualquiera de
éstos, como continuadores de la personalidad del difunto en
el mismo proceso), pero se encuentran complementadas por
otras disposiciones del mismo Código que facultan a otros
sujetos distintos a promover la acción, eso sí, bajo ciertas
condiciones y con el cumplimiento de estrictos requisitos.

En esta línea, preceptuaba el artículo 219 C.C.


(modificado por la ley 1060):
33
CSJ., GJ. T. LI, Nos. 1973-1974, Salvamento de voto del Dr. Hernán Salamanca.
Pág. 632 (1-2).
34
Sentencia del 1º de octubre de 1945, M.P. Arturo Tapias Piloneta.

55
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

“Si el marido muere antes de vencido el término que le conceden las


leyes para declarar que no reconoce al hijo como suyo, podrán hacerlo
en los mismos términos los herederos del marido, y en general toda
persona a quien la pretendida legitimidad del hijo irrogue perjuicio
actual (…)”.

Y el 220 ejúsdem:

“A petición de cualquier persona que tenga interés actual interés en


ello, declarará el juez la ilegitimidad del hijo nacido después de
expirados los trescientos días subsiguientes a la disolución del
matrimonio (…)”.

La regla 221 C.C., de igual manera, señalaba:

“Los herederos y demás personas actualmente interesadas tendrán,


para provocar el juicio de ilegitimidad, sesenta días de plazo, desde
aquel en que supieron de la muerte del padre, en el caso del artículo
219, o en que supieron el nacimiento del hijo, en el caso del artículo
220 (…)”.

Y, finalmente, disponía el artículo 222 C.C.:

“Los ascendientes del marido tendrán derecho para provocar el juicio


de ilegitimidad, aunque no tengan parte alguna en la sucesión del marido;
pero deberán hacerlo dentro de los plazos señalados en el artículo
precedente”.

Es criterio de la hermeneusis más elemental que las


normas, y en especial aquellas que consagran y reglan
instituciones jurídicas tan preciadas como la legitimación,
deben ser siempre interpretadas en su conjunto, como un
todo. Si ello se entiende, no hay ni puede haber
contradicción entre lo previsto en los artículos 216 y ss. y

56
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

403 y ss. del Código Civil, porque se trata de reglas que se


complementan.

En ese orden, una lectura sistemática de las


disposiciones antedichas muestra cómo el régimen de
legitimación de la impugnación de la paternidad, hasta
antes de la entrada en vigencia de la Ley 1060 de 2006,
pero cuyas modificaciones deben agregarse, permiten que
los siguientes sujetos ejercitarán válidamente la acción:

i. El padre o el hijo son los primeros habilitados, en


su calidad de principales interesados, para impugnar la
paternidad (art. 403 en conjunción con el 216 C.C.,
modificado por el artículo 3º de la Ley 75/1968);

ii. A falta del padre o del hijo podrán, por vía de


excepción, desconocer la paternidad los herederos de
cualquiera de éstos, siempre y cuando el pretenso padre
hubiese muerto antes de vencido el término que le concede
la ley para declarar que no reconoce al hijo como suyo (art.
219), plazo que es de sesenta días a partir de cuando supo
del alumbramiento (art. 217 C.C.); o cuando el hijo nazca
una vez transcurridos los trescientos días siguientes a la
disolución del matrimonio (art. 220). Por estas razones se
ha considerado que su intervención es subsidiaria respecto
de la del padre35;

35
MEDINA PABÓN, Juan E. Derecho Civil, Derecho de Familia. 2008. Pág. 374.

57
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

iii. Los terceros interesados, que no sean ni


herederos ni principales interesados pero que tengan un
interés actual (art. 220) o la filiación disputada les irrogue
algún perjuicio (art. 219), podrán desconocer la paternidad
del hijo, a semejanza de los herederos, únicamente en los
siguientes casos: i) cuando el marido (presunto padre)
hubiese muerto antes de vencido el término que le conceden
las leyes para impugnar la paternidad a él atribuida (art.
219 C.C.), que a la postre es de sesenta días contados desde
que tuvo conocimiento del parto (art. 217 C.C.); o ii) cuando
el hijo hubiese nacido una vez expirados los trescientos días
subsiguientes a cuando el matrimonio es disuelto (art. 220
C.C.);

iv. Los ascendientes del pretenso padre, aun cuando


no tengan parte alguna en la sucesión de éste (art. 222). En
el punto debe tenerse en cuenta la unificación que en
materia de términos de caducidad agrega la Ley 1060 de
2006 y la simplificación que ha procurado introducir.

Don Fernando Vélez, en palabras que siguen


manteniendo su vigencia, expone, en relación con la
intervención de los herederos y los terceros interesados:
“Estos dos artículos (219 y 220 C.C.) dan derecho a
impugnar la legitimidad –entiéndase paternidad- del hijo, a
los herederos del marido y a los interesados, en dos casos
diferentes: 1º. Cuando el marido fallece antes de que se le
venza el término para desconocer al hijo como suyo; 2º
Cuando el marido muere antes de comenzar a correr el

58
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

término durante el cual la ley presume la concepción del


hijo”36.

Pero como el mismo autor expresa, el derecho a


impugnar de éstos se encuentra condicionado a probar que
la filiación demandada les irroga un perjuicio actual, cuya
existencia podrá predicarse siempre que la filiación que se
desconoce prive al demandante de un derecho que sin ella
habría de corresponderle37.

En ese contexto, puede inferirse que tanto los


herederos como los terceros interesados pueden ser actores
siempre y cuando no hayan hecho uso de la acción porque:
1. No precluyó el término de caducidad de la acción con que
contaba a su favor el padre, 2. No reconoció como suyo al
hijo por testamento o por instrumento público.

La jurisprudencia de la Corporación, no ha sido ajena


al debate en torno a la determinación de los sujetos
legitimados para impugnar la paternidad legítima:

En sentencia de casación del 17 de octubre de 1953


adujo:

36
VÉLEZ, Fernando. Estudio sobre el Derecho Civil Colombiano, Tomo I, Introducción
y Personas. 1926. Pág. 218; Véase también: RODRIGUEZ PIÑEREZ, Eduardo. Curso
Elemental de Derecho Civil Colombiano, Tomo II. 1925. Págs. 241-243.
37
VÉLEZ, Fernando. Estudio sobre el Derecho Civil Colombiano, Tomo I, Introducción
y Personas. 1926. Págs. 219 y 220.

59
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

“(…) cuando los herederos “y demás personas actualmente


interesadas” quieran provocar el juicio de ilegitimidad, muerto el
marido, y no habiendo ejercitado éste el derecho que le reconoce
el art. 6º de la Ley 95 de 1890, no disponen sino de sesenta días
de plazo, contados a partir de su conocimiento de la muerte del padre,
siempre que no se trata del caso del art. 220, o sea, de la hipótesis de
disolución del matrimonio que sólo se produce por la muerte de uno de
los cónyuges”. (Resaltos nuestros)38.

En fallo del 22 de septiembre de 1978, reiterado luego


por otro reciente del 8 de mayo de 2014, se puntualizó que:

“En punto de filiación legítima resultan lógicas las salvedades


consignadas en el artículo 219 del Código Civil, pues, si en principio,
los hijos concebidos por mujer casada repútase que son legítimos y
que tiene por padre al marido de esta, no obstante esa legitimidad
presunta puede ser impugnada por el marido mismo mientras viva,
siempre que haga la reclamación como regla general, dentro de los
sesenta días contados desde cuando conoció el hecho del parto: pero
si el marido muere antes de vencerse este plazo podrán
impugnar la legitimidad presunta sus herederos y toda persona
a quien la pretendida legitimidad del hijo irrogue perjuicio
actual (…)”. (Subrayas fuera del texto original).
La Corte Constitucional, en Sentencia de
constitucionalidad C-103 de 2004, se pronunció en sentido
similar.

Lo expuesto permite dilucidar, los tíos del demandado,


los cesionarios de los derechos de herencia sobre la
sucesión del abuelo de éste y padre de aquellos, no se
encuentran facultados para intentar la acción de
impugnación de la paternidad por cuanto, por una parte, no
ostentaban la calidad de herederos de su hermano (padre
del demandado), y en consecuencia, mal puede deducirse
su legitimación con base en lo dispuesto por el artículo 219
38
Pronunciamiento confirmado mediante sentencia del 21 de mayo de 2010.

60
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

C.C.; y, por otro, tampoco en calidad de terceros


interesados porque ni el hijo nació después de expirados los
trescientos días subsiguientes a la disolución del
matrimonio (art. 220 C.C.), ni menos el pretenso padre
falleció antes de vencido el término que las leyes le
concedían para declarar que no reconocía al hijo como suyo
(art. 219 C.C.).

En sentido análogo, no había lugar a entrar a analizar,


como equivocadamente lo entendió la Sala, si les asistía o
no un interés particular o si la filiación demandada les
irrogaba algún perjuicio.

En el ámbito de la Ley 1060 de 2006 la solución no


podría ser muy distinta a la esbozada. Por supuesto, esta
nueva normativa consagra un régimen de legitimación para
promover la acción de desconocimiento de la paternidad
que perfecciona y simplifica el existente antes de su
vigencia.

Así, en virtud de lo dispuesto en el numeral 1 del


artículo 214 del Código Civil39 (modificado por el art. 2 de la
Ley 1060/2006), podrá el cónyuge o compañero
permanente, que lo es, primeramente, el progenitor al que
se atribuye la paternidad, demostrar que él no es el padre,
acreditación que podrá realizar a través de cualquier medio.

39
“El artículo 214 del Código Civil quedará así: Artículo 214. El hijo que nace después
de expirados los ciento ochenta días subsiguientes al matrimonio o a la declaración
de la unión marital de hecho, se reputa concebido en el vínculo y tiene por padres a
los cónyuges o a los compañeros permanentes, excepto en los siguientes casos: 1.
Cuando el cónyuge o el compañero permanente demuestre por cualquier medio
que él no es el padre (…)”. (Art. 2º de la Ley 1060/2006).

61
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

La intervención del verdadero padre, que demuestre


siquiera de forma sumaria su calidad de tal, se halla
circunscrita únicamente al supuesto del nuevo artículo 217
C.C., esto es, a solicitar se allegue al proceso, promovido a
instancia de quienes realmente están legitimados para tal
fin (padre, madre, hijo, herederos, ascendientes), la prueba
científica certera tendiente a destruir la presunción de
paternidad. Ello porque, como tuve oportunidad de sentarlo
en otro salvamento (y a cuyas líneas me remito, en beneficio
de la brevedad)40, la filiación, más que un concepto natural
o biológico, es ante todo, y esencialmente, un fenómeno
sociocultural, y por ende, la titularidad de la acción mal
podría entenderse concedida a un sujeto que, aún
valiéndose de un medio de prueba tan fiable como el
dictamen científico, pretenda modificar los lazos que unen a
los miembros de una familia a la que no pertenece 41.

El artículo 5º de la Ley 1060/2006 42, modificatoria del


217 C.C., sigue permitiendo, a tono con lo ya dispuesto
hace décadas por el artículo 3º de la Ley 75/1968, que el
hijo impugne la paternidad atribuida a su presunto padre;
pero clarificó, de una vez y por todas, que la interposición
40
Al respecto, véase el punto 2.7 del salvamento a la sentencia dictada en el proceso
de referencia 2010-00308-01.
41
Es de distinta opinión a la aquí expresada el doctrinante, Dr. Parra Benítez, para
quien, de acuerdo con una interpretación sistemática de los artículos 213, 214
(numeral 2) y 217 C.C., como fueron modificados por la Ley 1060/2006, se debe
permitir la intervención irrestricta del padre biológico, quien también puede –según
su postura- promover la demanda tendiente a desconocer la paternidad entre su
hijo biológico y el padre presunto. En: PARRA BENITEZ, Jorge. La Filiación. 2008.
Págs.123-124. En un sentido similar al del citado autor: GUTIERREZ SARMIENTO,
Carlos E. Comentarios a la Ley 1060 de 2006. Pág. 4; SERRANO QUINTERO, Luz A.
La Filiación y sus Acciones en la Ley 1060 de 2007. Revista Virtual de la Universidad
Santo Tomás. 2007. Págs. 17-18. Y en la jurisprudencia, véase, por todas, la
importante SCCSJ del 24 de abril de 2012.
42
En lo que aquí interesa, dispone el artículo 5º de la Ley 1060/2006 que: “El
artículo 217 del Código Civil quedará así: El hijo podrá impugnar la paternidad o la
maternidad en cualquier tiempo (…)”.

62
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

de la acción por parte de éste no está sujeta a plazo ni


requisito alguno; inclusive, puede ser propuesta aún
cuando el presunto padre hubiese fallecido.

La madre, como lo señala el artículo 4 de la Ley 1060


de 200643, se halla también legitimada para impugnar la
paternidad presunta, siempre y cuando presente la
demanda en los ciento cuarenta días siguientes a aquel en
que tuvo conocimiento que el marido/compañero
permanente no era el padre biológico. Se trata ésta, huelga
decirlo, de una facultad del todo independiente de aquella
concedida a favor del cónyuge o compañero permanente,
por lo que no resulta necesario que se ejerza
conjuntamente44. Claro, la impugnación de la paternidad
por parte de la madre verdadera, porque otra cosa sucede
cuando se trata de la impugnación de la maternidad por la
verdadera madre, hipótesis ésta última en la que no existe
caducidad alguna.

Al igual que en el régimen derogado, bajo el esquema


de la Ley 1060/2006 los herederos del padre presunto se
encuentran habilitados para demandar la filiación del hijo;
pero la subsidiariedad de la acción de éstos es eliminada,
por cuanto el artículo 7º de la nueva legislación, que
sustituyó el 219 C.C., únicamente prevé que “Los herederos
podrán impugnar la paternidad o la maternidad desde el
momento en que conocieron del fallecimiento del padre o la
43
En lo pertinente, reza el artículo 5º de la nueva ley, que modificó el 217 C.C., lo
siguiente: “Podrá impugnar la paternidad del hijo nacido durante el matrimonio (…),
el cónyuge (…) y la madre, dentro de los ciento cuarenta (140) días siguientes a
aquel en que tuvieron conocimiento de que no es el padre o madre biológico”.
(Resaltos fuera del original).
44
MEDINA PABÓN, Juan E. Derecho Civil, Derecho de Familia. 2008. Pág. 373

63
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

madre o con posterioridad a ésta; o desde el momento en que


conocieron del nacimiento del hijo, de lo contrario el término
para impugnar será de 140 días. Pero cesará este derecho si
el padre o la madre hubieren reconocido expresamente al hijo
como suyo en su testamento o en otro instrumento público
(…)”.

La figura de la intervención de los ascendientes del


presunto padre es conservada en el nuevo sistema, por
disposición del artículo 8º de la Ley 1060/2006, que
modificó la regla 222 C.C., y aún cuando no tengan parte
en la sucesión. Sin embargo, se dispone que el ejercicio de
la acción por parte de éstos debe realizarse a más tardar en
los 140 días subsiguientes al conocimiento de la muerte de
sus hijos.

Finalmente, la legitimación para demandar de los


“otros interesados” es desterrada del régimen de la Ley
1060/2006. Ello pues, por una parte, la alusión a “toda
persona a quien la pretendida legitimidad del hijo irrogare
perjuicio actual” prevista en la redacción original del artículo
219 C.C., desaparece de su texto actual; y, por otra, porque
el artículo 221, a cuyo tenor “los herederos y demás
personas interesadas tendrán, para provocar el juicio de
ilegitimidad, sesenta días de plazo (…)”, fue suprimido por
disposición expresa del artículo 14 de la Ley 1060. Así por
ejemplo, lo interpreta Medina Pabón45.

45
MEDINA PABÓN, Juan E. Derecho Civil, Derecho de Familia. 2008. Pág. 378.

64
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

Aplicando los anteriores razonamientos al sub


exámine, aún bajo el imperio de la Ley 1060/2006 los tíos
del demandado carecen de legitimación para impugnar la
paternidad.

En efecto, insisto, no ostentan el título de herederos


respecto de la sucesión de su hermano Dalmiro de Jesús
Ríos Gaviria, calidad que exige la norma en cuestión (art. 7),
pues el causante representado dejó descendientes; ni
tampoco están habilitados para participar en calidad de
interesados pues, como se vio, la intervención de sujetos de
esta clase está proscrita en el nuevo régimen instaurado
mediante la norma en cita.

Frente a lo dicho, finalmente, conviene agregar que la


manifestación de la Sala, cuando se refiere a la cesión del
derecho de herencia realizada entre dos de los hermanos del
demandado y a favor de sus tíos, aquí demandantes, y la
supuesta legitimación que en virtud de dicho negocio se les
otorga para impugnar la paternidad de su sobrino,
contraviene lustros de desarrollo jurisprudencial y doctrinal
cuya premisa ha consistido, fundamentalmente, en que el
carácter/calidad de heredero es, por personalísima e
indeleble, incesible.

A mediados del siglo pasado, señalaba la Corte, con


cita del afamado autor francés Baudry Lacantinerie, que la
venta de la herencia “(…) es la convención por la cual un
heredero cede a cambio de dinero la universalidad de los
derechos pecuniarios que resultan para él de la apertura de

65
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

la sucesión. No es la calidad de heredero la que el vendedor


transmite por este contrato; esta calidad es personal e
intransmisible, porque no puede depender del que es
heredero dar a otro su lugar en la familia y su grado de
parentesco. Lo que constituye el objeto de la venta es la
masa de los bienes y de las deudas dejadas por el difunto,
la universalidad de su patrimonio activo y pasivo, universum
jus defuncti. El heredero, que ha vendido la herencia, sigue,
pues, siendo heredero, pero ha dejado de ser propietario del
patrimonio hereditario: el título de heredero permanece
indeleble sobre su cabeza; pero el emolumento que de este
título dependía, pasa al comprador (…)”46.

Más contundente aún fue la sentencia del 9 de febrero


de 1966 porque, además de confirmar que el carácter de
heredero era incesible, también puntualizó tajante y
coherente con la línea de pensamiento que defiendo, que las
acciones de estado que a éste pudiesen corresponder en su
calidad de tal, tampoco podían transmitirse mediante la
celebración de un negocio de dicha estirpe. Así, se señaló:

“Las acciones de estado, por cuanto tocan con los vínculos de familia y
con el orden público por su naturaleza son incesibles, y la enajenación
de derechos hereditarios no lleva consigo la del estado civil de que
emanan tales derechos, sino que lo supone existente”.

En 1970, y con la lúcida pluma del magistrado


Guillermo Ospina Fernández, la Corte sostuvo:

“El referido derecho de herencia es de índole patrimonial, como todos


los demás derechos reales o crediticios reconocidos por la ley, y en tal
carácter puede ser transmitido por causa de muerte, o transferido en
46
G.J. Tomo XL. Página 196. Reiterada en fallo del 27 de marzo de 1947.

66
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

todo o en parte y a cualquier título, por un acto entre vivos denominado


en nuestro ordenamiento “la cesión del derecho de herencia”, así
tipificado genéricamente por el artículo 1967 del C. Civil (…). Celebrada
la cesión en esta forma, el cedente conserva su intransmisible calidad
de heredero que es de la que responde o no, según que el acto sea
oneroso o gratuito respectivamente, pero dicho cedente queda
despojado por virtud de la cesión, de todo o parte de su derecho
patrimonial, el real de herencia, que pasa al cesionario con las
facultades y prerrogativas inherentes (…)” 47.

La tesis así descrita ha sido reiterada en numerosas –e


incluso recientes- oportunidades 48, y es, además, la
49
compartida por la Corte Constitucional y por la doctrina
nacional50 y foránea51.

Si las cosas son como recién se ha señalado, mal podía


la Sala, como lo hizo, sostener que cuando los hermanos de
Julio Alberto Ríos Ruiz transfirieron sus derechos en la
herencia de su abuelo José De Los Santos Ríos Ocampo, a
favor de los demandantes, también le transmitieron las
acciones que derivaban de su propio estado civil de
herederos (Fdo. de Dcho 4.5).

En esencia, los hermanos de Dalmario, carecían de


legitimación en la acción al no ser dueños de las hipótesis
normativas del art. 406 del C.C., con relación a la

47
Fallo del 30 de enero de 1970.
48
Véanse, en su orden cronológico, las siguientes sentencias de casación (civil): 10
de agosto de 1981; 29 de septiembre de 1984; 9 de noviembre de 1986; 13 de mayo
de 1998; 30 de marzo de 2012.
49
Sentencia T-336 de 1995, M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
50
CARRIZOSA PARDO, Hernando. Las Sucesiones. Pág. 32; BONIVENTO
FERNÁNDEZ, José Alejandro. Los Principales Contratos Civiles y su Paralelo con los
Comerciales. 2012. Pág. 389; LAFONT PIANETTA, Pedro. Derecho de Sucesiones,
Tomo I. 2010. Pág. 216.
51
Véase, en doctrina española: ALBADALEJO GARCÍA, Manuel. Curso de Derecho
Civil, Tomo V. 1994. Pág. 193; en Derecho chileno: SOMARRIVA, Manuel. Derecho
Sucesorio, Vol. I. 1954. Pág. 62.

67
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

paternidad legítima del propio Dalmario, frente al


consanguíneo de éstos en línea colateral, Julio Alberto Ríos
Ruiz, el sobrino de los actores, porque la titularidad
corresponde al verdadero padre que pasa por otro o como
verdadero hijo del padre que lo desconoce.

Téngase en cuenta, que los demandantes no son hijos


del padre impugnado, y el hijo demandado es sobrino de
aquéllos, luego éstos otros actores (tíos) carecen de todo
derecho para impugnar la paternidad del demandado
conforme a los arts. 219 y 222 del C.C., antes y después de
la reforma de la Ley 1060 de 2006.

Solamente los hijos del causante Dalmario, quienes no


son los demandantes, eran los únicos llamados para
desconocer al hermano, Julio Alberto Ríos Ruiz; pero no los
tíos, quienes además, por parte alguna, no eran herederos
de Dalmario. Adviértase que hubo cesión de herencia de los
hijos de Dalmario, pero no de la sucesión del propio
Dalmario, sino en la del tío abuelo paterno, José de Jesús
Ríos Ocampo, para que los legitimara combatir la
paternidad con relación a Dalmario, amén, de que como se
expresa, ningún cesionario es sucesor o heredero de un
difunto que autorice impugnar una calidad jurídica que es
intransmisible e incesible, sino meros adquirentes de
derechos patrimoniales de unos cedentes frente a una
mortuoria; todo lo demás es especulación.

68
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

5. La sentencia infringe las reglas constitucionales


que protegen la unidad e intimidad familiar

La familia como institución básica de la sociedad (art.


5 C. P.), es protegida por el ordenamiento constitucional y
por instrumentos internacionales frente a los daños que
afecten su estabilidad y unidad, el núcleo familiar y su
intimidad. Al Estado y a sus autoridades, incluyendo sus
jueces, les corresponde garantizar su unidad familiar.

Cada persona tiene derecho a su intimidad propia y a


la de su grupo familiar, como se infiere de las reglas
constitucionales 15; el derecho al libre desarrollo de la
personalidad según el art. 16, y derecho a una familia en su
plenitud e integridad, art. 42, al punto que la “honra y la
dignidad familiar son inviolables”, doctrina que por ejemplo,
defiende la sentencia T-526-02.

La sentencia T-526-02 expuso en el punto: “El artículo


15 de la Constitución establece el derecho a la intimidad
personal y familiar, en el que tradicionalmente se han
entendido contenidas las garantías de inviolabilidad de
domicilio y de correspondencia. Ello justifica la
interpretación sistemática del derecho fundamental a la
intimidad en concordancia con las garantías contenidas en
el artículo 28 de la Carta, esto es, el derecho a no ser
molestado en la persona o familia y a impedir el registro
domiciliario sin orden judicial. El derecho fundamental a la
intimidad asegura a la persona y a su familia un reducto o

69
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

espacio físico inexpugnable, ajeno a los otros, en el que


puede resguardarse, aislándose del tumulto de la vida
moderna, gozar del recogimiento necesario y proyectar
tranquilamente su personalidad”. En esa línea pueden
consultarse las sentencias SU-528 de 1993 y SU-056 de
1995, C-098-2003, C-600 de 2000, para liberarla de
intromisiones o contactos que el sistema social
normalmente acarrea.

Se trata del ámbito personalísimo de cada individuo o


familia, sustrayendo algunos fenómenos, comportamientos,
datos y situaciones familiares a la injerencia o al
conocimiento de extraños. Aspectos íntimos, privadísimos
constituyen un derecho fundamental del ser humano, y
deben mantenerse en una esfera reservada, no conocida, no
promulgada. No pueden hacerse trascender al dominio
público, porque afectan el derecho a la intimidad, al buen
nombre y honra, personal y familiar. Cuando se abre
excesivamente una puerta a la injerencia de terceros o
extraños, la honra, la dignidad y la intimidad de la familia
se afectan y por consiguiente, su inviolabilidad. Si el secreto
profesional es inquebrantable, porqué extraños al núcleo
familiar pueden adentrarse para destruir vínculos jurídicos
reservados a la propia familia. No hay razón para que
cesionarios penetren ese templo íntimo.

Claro, son muchas las oportunidades en las cuales los


jueces podemos tomar medidas y debemos romper ese
espacio para hacer prevalecer el interés general e impedir la

70
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

causación de perjuicios mayores, como cuando en una


familia anida el crimen, graves delitos sexuales contra
menores, maltratos físicos y psicológicos, o es foco de
corrupción formando tinglados económicos con la
apropiación de recursos estatales o del crimen, o cuando
engendran dispersión y destrucción de congéneres o del
propio Estado o de una colectividad, porque se trata de
motivos de transgresión de orden constitucional o público,
de vulneración de derechos fundamentales de quienes
componen la familia.

Pero en aspectos que no tienen esa connotación, como


los tocantes con la destrucción de un vínculo jurídico que
une una familia, ¿puede hacerse de la familia y de su paz
un libro abierto al escrutinio y destrucción de sus lazos por
intereses pecuniarios? ¿Debe levantarse el velo familiar
cuando no se causan perjuicios mayores ni se afectan
derechos fundamentales de terceros invadiendo la intimidad
familiar? La familia no es santuario inmune a los mandatos
constitucionales o supremos del Estado, pero sí, a la
mezquindad o codicia de terceros, o cuando intereses
puramente económicos bajo la supuesta verdad científica
quieren destruir los vínculos jurídicos que la han
entrelazado.

En coherencia con lo expuesto, no pueden ser


ejercidas las acciones de impugnación por los acreedores,
por cuanto éstos únicamente pueden procurar el
cumplimiento de obligaciones de carácter pecuniario o con

71
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

repercusión económica, y mucho menos por virtud de las


acciones subrogatorias se habilitan para ello, cuestión que
en el caso concreto, abre el espectro injustificadamente a
los cesionarios hereditarios y conjunto de extraños, a
personas ajenas a la propia madre, al verdadero padre y al
verdadero hijo. Cualquier intruso puede entonces, según el
pensamiento de la mayoría, ingresar en el ámbito familiar
para destruir los lazos de la familia, amén de la afrenta
directa al derecho a la intimidad personal y familiar que
tiene un amplio resorte y fundamento en el derecho
constitucional así como en los tratados internacionales.

Nótese en el punto, por ejemplo, cuando el padre


reconoce un hijo extramatrimonial, por su carácter de acto
unilateral, se le prohíbe – o al menos de ninguna manera se
le exige dar o revelar el nombre de la madre del reconocido-;
del mismo modo, se prohíbe radicalmente atribuir un hijo
extramatrimonial a una mujer actualmente casada, por
razones de seguridad jurídica y de ética familiar, pero ante
todo por principios de protección del ámbito íntimo, secreto
y recóndito de la familia, para evitar su destrucción, para
mantener la lealtad y la sinceridad familiar, la fidelidad que
se deben los cónyuges o compañeros permanentes,
previniendo abusos, escándalos, etc. Esas son razones para
que los ordenamientos impongan un cerrojo, señalando que
la “(…) indagación de la maternidad no tendrá lugar cuando
tenga por objeto atribuir un hijo a una mujer casada”, con el
propósito de proteger la intimidad del hijo y por supuesto la

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

de la madre y de la familia de que forma parte la pretensa


madre. “Todo esto no tanto por razones morales”.

6. La abuela del demandado, madre –ascendiente-


del presunto padre, tampoco está en el subjúdice
legitimada para incoar la acción de impugnación de la
paternidad

A similar conclusión de la precedente, pero por


distinta vía, puede llegarse respecto de la supuesta
legitimación que la abuela del demandado tendría para
intentar la acción de impugnación.

Bastaría a juicio de la mayoría de la Sala, un interés


simplemente moral52.

Ahí, brota error ostensible. Podría atribuirse a una


equivocada aplicación desde diferentes aristas del artículo
222 del Código Civil. El primer problema estriba en la
ausencia total de la prueba que demuestre el aludido
interés moral.

En efecto, en pasajes que transcribo, señaló la Sala:


“Tampoco existe duda acerca del interés jurídico para obrar
que asiste a María Trinidad Gaviria de Ríos, progenitora del
52
Que la legitimación de los ascendientes para impugnar la paternidad de su hijo
puede ser solamente moral, es principio sostenido, entre otros, por los chilenos
Manuel Somarriva y Luis Claro Solar. En: SOMARRIVA, Manuel. Derecho de
Familia. 1936. Pág. 380; CLARO SOLAR, Luis. Explicaciones de Derecho Civil
Chileno y Comparado, Tomo I. 1978. Págs. 322 y 327.

73
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

presunto padre, cuyo contenido es moral, dado que al


remover el estado civil del demandado, pretende restablecer
la unidad familiar con los verdaderos integrantes de ese
núcleo y recuperar la honra de su hijo afectada por la falsa
imputación de paternidad; de otro lado, el artículo 222 del
Código Civil le reconoce legitimación para demandar la
impugnación aunque no tenga parte alguna en la sucesión de
su hijo”. (Fdo. De Dcho. 4.6).

¿Dónde está la prueba de que, efectivamente, los


móviles que determinaron el ejercicio de la acción por parte
de la demandante María Trinidad Gaviria de Ríos estuviesen
impregnados de tan altos valores como el “reestablecimiento
de la unidad familiar” o la “recuperación de la honra de su
hijo”? El fallo del que me aparto carece de cualquier tipo de
motivación al respecto y, desconoce, así se trate de una
categoría subjetiva o etérea, de las más básicas reglas del
Derecho probatorio que prueben el interés moral. No basta,
por la perentoria exigencia de la 29 de la Carta, con
formular un conjunto de aseveraciones ajenas al régimen
probatorio. De ese modo, termina violando el derecho de
defensa o de contradicción del demandado al introducir, en
sede de instancia, un hecho que careció de la siempre
necesaria acreditación.

Supera la imaginación concluir que siempre y en todos


los casos, cuando el demandante es un ascendiente,
indefectiblemente le inspirarán fines tan elevados como
aquellos que la Sala estimó le asistían a María Trinidad
Gaviria de Ríos.

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

Esta ascendiente, en síntesis, sin ser heredera, por


existir dueños del primer orden hereditario en la sucesión
de Dalmario, tampoco lo es en la causa mortuoria del tío
abuelo, Ríos Ocampo, su cuñado. A todas luces carece de
interés. Como ascendiente al tenor del art. 222 del C.C.C.,
se legitima en un interés moral sobre el cual no edificó la
demanda, ni tampoco se demostró.

7. La categoría interés moral violenta el debido


proceso del demandado

El interés moral se aduce como factor de legitimación


de la acción, sin embargo, fundar el interés para obrar en
ese tipo de esfera, resulta inaceptable porque bajo tal
categoría es abstracta e indefinida. Los teóricos de la
Axiología, ni los de la Filosofía, ni las diferentes tendencias
moralistas han obtenido consenso, ni siquiera en el nombre
a adoptar, porque a veces moral se parece a la Deontología
y otras es diferente; para otros es lo mismo que ética, y para
otros es Axiología, y por tanto, todo deviene en puro artificio
por lo contradictorio e indefinido. Si en su interior, todo es
fuente de relativismo ¿cómo entender esa categoría? Ese
interés que en ninguna parte lo define la sentencia, pero
tiene como efecto directo, esconder o refugiar múltiples y
variados, fingidos e inconfesados propósitos; y a fortiori,
ante la carencia y ausencia total de exposición de cómo o
qué se entiende en los términos de la sentencia por ese
“interés moral”.

75
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

Allí no se dice, ni se especifica que se trate del interés


moral del padre fallecido, o del interés moral del heredero, o
el de la madre, o del propio hijo, o del de la familia
demandante o de la demandada, o el de la sociedad en
general o el de la región o de un determinado interés moral
individual o social. En esas condiciones no puede ignorarse
que siendo los intervinientes en el litigio personas diferentes
y revistiendo el interés moral un carácter eminentemente
personalísimo y relativo, no puede comprenderse, ni
entenderse o aceptarse que por la muerte del titular de ese
primitivo interés, se traspase mágicamente a los herederos.

Lo grave o caótico en esas breñas es que en todas esas


hipótesis, ese presunto interés moral reviste el carácter de
entelequia incomprensible, que tapiza final y
definitivamente un valor pecuniario. Procura, realmente,
traslapar y soslayar un interés netamente económico y
codicioso bajo el hábito de un ficticio carácter moral con el
fin de impedir la consolidación del derecho hereditario del
hijo impugnado.

Si la moral corresponde a un conjunto de convicciones


o de valores, o si es una disciplina normativa compuesta
por reglas internas con repercusión externa, pero desde
cualquier presupuesto epistemológico sin fuerza coercitiva
en el ámbito del derecho; o el conjunto de valores, o si se
quiere de las creencias existentes y aceptadas en una
sociedad determinada, a veces dogmas irracionales, con

76
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

pretensión de servir de modelo de conducta y valoración a


fin de calificar lo malo o lo bueno, lo positivo o lo negativo, o
los propósitos a los cuales debe tender una persona o un
tipo de sociedad, a ¿cuáles de esas cuestiones se refiere la
sentencia?, a ¿las del juez, a las del tribunal, a las de la
Corte, a las de los demandantes, a las de los demandados, a
cuál región, ciudad, país o continente?

En ese punto todo es perturbación y desconcierto.


¿Será la moral asentada en la religión o en la tradición, o en
alguna sentencia de constitucionalidad? ¿Será una moral
con fundamento en la autonomía personal o en la
heteronomía o si se quiere en la teonomía? ¿La conciencia
moral de ayer es la misma de hoy? ¿Será una moral
fundada en imperativos categóricos como los de Kant? ¿Se
trata de una moral racional, contractual o de pasión al
estilo Schopenhauer, o podrá ser una altruista, acaso una
hedonista? ¿Es la moral de Nietzsche? o ¿la fundada en los
sentimientos de culpa, de indignación, resentimiento o de
vergüenza de que hablan tendencias reduccionistas
contemporáneas sofocando no solo la ética, sino también la
filosofía misma en tipologías, las más de las veces carentes
de objetividad? o ¿por el contrario, se trata de la bondad, de
la ética de Maquiavelo, de la de Sócrates o acaso de la de
San Agustín y sus correligionarios: Santo Tomás, San
Alberto Magno; o a la antípoda de éstos: Marx, Engels y
Lenín? ¿Será más bien un sistema de normas individuales,
o un sistema de normas sociales?

77
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

No se trata de normas jurídicas porque de ello se


ocupa el Derecho y se imponen a fuerza de la coacción.
Para que la moral exista se requiere que sus normas
revistan naturaleza interna, procuren visos de autonomía y
se justifiquen por y para una persona o por y para un
grupo, y, ¿cuáles son esas normas que pueden ser
justificadas y bajo cuál modelo de persona o de sociedad?

Correspondía a la Sala especificar, cuál es el interés


moral: el individual, el social, cristiano, musulmán,
hinduista, el de una colectividad o el de un grupo, el de una
región, el de un partido, etc. Ahí todo vale, cuando
objetivamente no se definen escenarios conceptuales y se
afecta la objetividad.

Miremos los efectos nocivos y arbitrarios de un tal


interés moral cuando es indefinido, pero que no hallo
precisado con rigor en la jurisprudencia, y mucho menos en
la sentencia, como para empezar el diálogo jurídico frente a
la verdadera legitimación de los demandantes. En estos
aspectos, sin que posen de moralistas, los jueces, los
abogados, el Derecho tienen mucho por aportar y aclarar. Si
el demandante de la impugnación pierde el pleito, la sola
condena en costas o perjuicios, deja en entredicho su
familia, deshonrados moral y síquicamente al padre y a la
madre, amenazado el núcleo de la unidad familiar. Pero
además, si aquél actor no vence, el sujeto pasivo de la
acción queda expuesto a acciones ulteriores, por personas
diferentes a las que inicialmente impugnaron. Si triunfa,

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

como aconteció en este caso, los intereses pecuniarios


vencieron la lealtad, la unidad familiar, pero al mismo
tiempo quedó roto y desquiciado el grupo familiar vencido
por parientes ulteriores a los más cercanos en los grados de
parentesco.

Únicamente el verdadero hijo y los verdaderos padres


pueden enfilar la acción en cualquier tiempo, esto en
perspectiva de objetividad, como para iniciar el debate, por
virtud de la autorización legal.

Ahora, tratándose de la impugnación de la paternidad,


la limitación del círculo de quienes pueden hacerlo debe
existir. En vida de los cónyuges, no hay duda, únicamente
el marido puede apreciar, determinar, valorar la infidelidad
o la inconducta de su esposa. ¿Podrán terceros franquear
ese espacio para impugnar por encima del marido? ¿Acaso
no puede perdonar el marido a su esposa infiel? ¿Y si éste
perdonó en vida, una vez fallecido, pueden sus
causahabientes o terceros reprochar o desconocer el perdón
otorgado por el cónyuge fallecido para ahora, en contra de
su voluntad impugnar la paternidad?

El derecho a la verdad y la investigación para


encontrarla es esencial en materia de familia cuando
enfrentamos problemas de filiación, cuando ésta se le
atribuye a un individuo. Es derecho esencial de un
individuo y al ser de carácter personal es
constitucionalmente inviolable. ¿Es válido, moral y

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

éticamente que si el propio hijo, o quien se reputa como


padre legítimo sin serlo, o la verdadera madre, cuando no
entablan esta acción, y por el contrario con actos positivos
aceptan y avalan la presunción de legitimidad, sus
causahabientes o los acreedores se apropien de ese derecho
personalísimo al cual renunciaron sus verdaderos titulares
en vida? ¿Hasta qué punto, la conquista de la verdad puede
y debe inhumar la renuncia que a esa búsqueda de la
realidad filial han hecho los propios titulares de ese derecho
personalísimo, el cual, por su naturaleza es inviolable?
¿Puede socavarse por intereses personales aquélla
renuncia? Por supuesto que los verdaderos padres e hijos,
tienen derecho a impugnar la paternidad o la maternidad
para encontrar la verdadera filiación y el vínculo real, sin
embargo ¿Ese derecho puede rebasar fronteras para
traspasarse a causahabientes y extraños totalmente, y
mayormente cuando se renunció?

Para la Sala realmente prevalece un concepto frío y


ancestral de lo biológico, superpuesto por una prueba de
ADN, sobre lo jurídico y lo social. Si se tratará en verdad de
razones o intereses morales o éticos, éstos no existen ni
afloran por parte alguna. En verdad la sentencia franquea,
sin duda, los límites morales, al romper de tajo los valores
supremos de una familia o los de un hijo, de un padre y de
una madre que los preservaron, cuando ellos se negaron a
enfilar esa investigación para desplazar el vínculo jurídico
ante la aparente preeminencia de lo biológico. La cuestión,
por ejemplo, hubiese sido en el peor de los casos, la de un

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adulterio de la madre infiel, configurante de una inconducta


moral de esta, pero el cónyuge varón la perdonó. ¿Acaso la
culpabilidad de la madre, perdonada por el padre, ya que
no reprochó en vida ese parto “aparentemente adulterino”,
se traslada para legitimar a los herederos y los cesionarios
hereditarios a fin de formular la impugnación? ¿Puede
hablarse de interés moral cuando los herederos del marido
son hijos o causahabientes también de la madre, esto es,
hermanos del impugnado o causahabientes de quien, cuya
filiación se discute, para vapulear el honor de la propia
madre?

La regla 219 del C.C.C., modificada por el art. 7 de la


Ley 1060 de 2006 imposibilita, en esta hipótesis, la
impugnación.

Ahora, con respecto a la madre, en ésta línea de


pensamiento es necesario reflexionar: ¿podrá esta plantear
su propio adulterio como razón para impugnar la filiación a
pesar del alto contenido de desvalor moral o ético de su
pretensión? En este caso, ¿significa validar la propia
torpeza, el propio adulterio como fundamento legítimo del
derecho a impugnar?, ¿Es jurídico que egoístamente una
madre o una abuela ataque la legitimidad de un hijo o
nieto, a quien el padre jamás desdeñó en vida, a fin de que
el propio hijo o nieto no participe en la herencia del marido
o del hijo en su caso?

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

Lo anterior, para señalar la complejidad en el derecho


de adoptar la categoría “interés moral” que aduce la
sentencia como legitimante de herederos y cesionarios
hereditarios o de la abuela demandante, porque resulta del
todo etérea y contraria al debido proceso y a los derechos
fundamentales, cuando se pretende fundar la validez
jurídica de una impugnación como la presente, todo, si
previamente la sentencia no expone racionalmente qué es lo
que entiende por interés moral. Por estos senderos tan
contradictorios y tan frágiles, cuando no se fijan unos
mojones, unos presupuestos o unos criterios claros, no hay
duda, se cercena el derecho de defensa de la parte
demandada, porque bajo un fetiche conceptual se declara
fundada la legitimación de los demandantes, cuestión que
para agravar los derechos de la parte demandada jamás se
propuso en la demanda pero que la sustitutiva procura
sostener.

8. Es inaceptable la afirmación según la cual el


presunto padre, en vida, no reconoció al demandado
como su hijo

Aún si los argumentos que anteceden no bastan para


demostrar cómo en el sub judice no podía ni debía
accederse a las súplicas de los actores por cuanto no se
encontraban legitimados para intentar la tantas veces
referida demanda de impugnación, es pertinente agregar
que, a mi juicio, el presunto padre reconoció, con todos sus
efectos y con toda firmeza, sin ningún margen de duda ni

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ambigüedad, al demandado como su hijo, y en


consecuencia la acción, aún en el hipotético caso de ser
susceptible de promoverse por sus tíos y abuela, se
encontraba ya totalmente definida por la voluntad del
reconociente.

Desde siempre, el legislador ha estatuido al


reconocimiento formal del hijo de su esposa como una
herramienta de la cual dispone el padre para evitar
potenciales impugnaciones de paternidad que pudiesen
interponerse con posterioridad a su muerte, porque se trata
de una declaración formal y expresa de voluntad de éste
cuya prevalencia se impone frente a los intereses de
cualquier otro sujeto.

La norma básica, al respecto, la constituye el artículo


219 C.C., que se mantiene prácticamente idéntica aún con
la nueva regulación, previendo con sabiduría
inquebrantable “(…) cesará este derecho –el de
impugnación- si el padre o la madre hubieren reconocido
expresamente al hijo como suyo en su testamento o en otro
instrumento público”.

La sentencia de la que me aparto, útil es memorarlo, le


negó todo valor a la confirmación que el presunto padre
Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria hiciere respecto del aquí
demandado Julio Alberto Ríos Ruiz como su hijo, porque:

83
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

i. La copia de la demanda con que se inició el proceso


de separación de cuerpos, promovido a instancia de
Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria y en contra de su cónyuge
Maria Cristina Ruiz, no ostentaba la calidad de documento
público en las voces del artículo 262 del Código de
Procedimiento Civil, y por ende mal podría aplicarse lo
dispuesto en el artículo 219 C.C. (Fdo. 5.1.);

ii. La sentencia proferida en el referido pleito de


separación, pese a constituir un documento público, no
correspondía a una declaración de voluntad del presunto
padre por tratarse, por su misma naturaleza, de un acto de
un juez Fdo. 5.1.);

La ratio decidendi así esbozada se halla a contrapelo


de la preceptiva, pues desconoce, más allá de las
formalidades que –en apariencia- el artículo 219 exige, que
de las dos piezas ya aludidas y de otras, emanaba
inconfundible la auténtica prueba, suficiente que
acreditaba la voluntad idónea, libre, exenta de vicios y
consciente del padre para reconocer a su hijo.

Ello porque Dalmiro de Jesús Ríos, en el periodo


comprendido entre 1982 (fecha en la que nació el
demandado) hasta 1992 (cuando falleció) nunca se opuso a
la paternidad que se le atribuía. Más aún, en el proceso de
separación de cuerpos adelantado ante la jurisdicción
ordinaria en el cual, como es apenas natural, se prevén
múltiples oportunidades para controvertir tal cuestión, optó

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

el progenitor presunto en manifestar y aceptar, sin rechazar


ni impugnar, en el libelo incoativo, que Julio Alberto Ríos
Ruiz era su hijo; y, por si no bastare, la sentencia que se
profirió en el marco del citado juicio le otorgó la patria
potestad a ambos padres, sin controversia de su parte
(Hecho No. 7); amén de los alimentos que a su cargo le
fueron fijados en $8.000.

Raya con lo paradójico el argumento de la Sala,


encaminado a desvirtuar la validez de la confirmación,
como quiera que la sentencia, como acto del juez, es cierto,
no constituye exteriorización de la intención del padre, pero
si lo es del Estado, y como tal, avala el reconocimiento,
porque ante la aceptación en la demanda de la paternidad,
procedió consecuencialmente a determinar la patria
potestad y a fijar los alimentos del caso a cargo del
reconociente. De tal manera que sí hay allí en esa
providencia una voluntad del órgano judicial que avala la
expresión de voluntad del presunto padre.

El reconocimiento tácito que el padre efectuó del hijo


se constituyó en cerrojo para todo tipo de impugnación
posterior; no obstante, la sentencia lo abre y aniquila
injustificadamente. El C.C. en el art. 219 señala que los
herederos no podrán impugnar la filiación legítima, “(…)
cuando el padre hubiese reconocido al hijo en su
testamento, o en otro instrumento público”. La
expresión “(…) o en otro instrumento público”, no puede
interpretarse con criterio restrictivo, como lo hace la

85
Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

decisión mayoritaria, porque se está refiriendo a formas


públicas de reconocimiento diferentes al testamento, por
ejemplo, lo vertido o confesado en algún proceso, trámite,
incidente, actuación administrativa, tal como aconteció en
el proceso de divorcio en el cual hubo fijación de alimentos
para el impugnado y donde desde los albores del litigio, el
propio presunto padre aceptó la paternidad del hijo
demandado.

En este punto es coincidente nuestro ordenamiento


con el art. 258 del C.C. argentino. La disposición 258, es
congruente con otra que traía el ordenamiento patrio en el
art. 3 de la Ley 45 de 1936, modificada por el art. 3 de la
Ley 75 de 1968, finalmente derogada por el art. 14 de la Ley
1060 de 2006, prohibiendo reconocer el hijo de mujer
casada como natural o extramatrimonial, cuando el marido
“(…) por actos positivos lo reconoció como suyo (…)”.

Ese plexo jurídico cierra todo paso ulterior a la


impugnación por herederos o terceros, no obstante, en
forma más que ortodoxa y estando vigente preceptos que
presumen auténticos documentos privados (C.G. del P.) se
adopta una posición contraria a los nuevos tiempos de la
desformalización y presunción de autenticidad en las
pruebas documentales por virtud del principio fundamental
del derecho a la buena fe. Tesis como la que anida la
sentencia es inconstitucional al desconocer la eficacia
jurídica que cumple el reconocimiento del padre; más aún,
existiendo certeza sobre la procedencia de la demanda

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

contentiva del reconocimiento, que exteriorizó el presunto


padre ante Juez de la República al promoverla contra su
cónyuge sin desconocer a su hijo Ríos Ruiz. Por el
contrario, lo aceptó como su hijo, todo lo cual lo
sobredimensiona con un valor superior al de un
testamento, o al menos con el mismo talante.

Si Dalmario reconoció, en ejercicio de su autonomía


privada a Julio Roberto Ríos Ruiz lo reputó como su hijo,
ipso iure y quedó cerrada toda posibilidad para impugnar la
paternidad, subsistiendo, excepcionalmente la posibilidad
de impugnar ese reconocimiento en manos del hijo
exclusivamente, quien por el contrario, la reafirmó.

9. La caducidad y reconocimiento tácito por parte


de Dalmario

No debió proferirse sentencia estimatoria por cuanto


estaba consolidada esa forma extintiva de la acción, de
modo que la sentencia sustitutiva a lo sumo debió
únicamente haber efectuado una corrección doctrinaria.

¿Se justifica mantener indefinidamente en estado de


pendencia o de indecisión las relaciones familiares con
ocasión de la filiación?

Por razones de seguridad jurídica y de confianza


legítima se requiere de la presencia de términos perentorios

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

como cómputo de plazos que den seguridad y firmeza a las


relaciones familiares tornándolas firmes e inconmovibles de
manera que se consoliden definitiva, absoluta y
permanentemente.

Aún suponiéndose que los instrumentos antedichos no


pudiesen ser tenidos en cuenta como válidos para efectos
de la aplicación del artículo 219 C.C., olvidó la mayoría que
en tratándose de acciones de impugnación de la paternidad
matrimonial el reconocimiento del hijo puede también
producirse de forma tácita, esto es, cuando el padre, en
vida, no ejercite las acciones que la ley le otorga –y dentro
de sus respectivos plazos- para desconocer al hijo. Un par
de testimonios de autores nacionales y foráneos bastarán
para confirmar cuanto afirmo:

“El derecho de impugnación –sostiene Fernando Vélez- (…) lo pierden


los herederos e interesados, si el marido reconoció al hijo como suyo en
testamento o en otro instrumento público. Luego ese derecho no cesa, si
el padre reconoció al hijo ante testigos, por cartas, firmando la partida
de bautismo, etc., porque ninguno de estos actos, ni aun la partida (art.
1758), constituiría un instrumento público. Cuando el marido fallece
después de dejar transcurrir voluntariamente el término que
tiene para establecer el juicio de impugnación, sin iniciarlo,
puede decirse que reconoció de una manera tácita la
legitimidad del hijo, y que por esto ninguna persona puede
impugnarla”53.

León Jaramillo, cuyas palabras, por su elocuencia,


transcribo en toda su extensión, sostiene:

“El art. 215 contiene un mandato imperativo y excluyente: mientras


viva el marido, nadie podrá reclamar contra la legitimidad del hijo

53
VÉLEZ, Fernando. Estudio sobre el Derecho Civil Colombiano, Tomo I, Introducción
y Personas. 1926. Pág. 221.

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Radicación n° 05001-31-10-013-2004-00197-01

concebido en el matrimonio, sino el marido mismo. Hace caso omiso el


legislador de otra serie de intereses que tiene en mientes para facultar
otras pretensiones: ni el interés moral de la familia, ni el ecónomico
eventual de los herederos probables del marido son suficientemente
fuertes para producir la facultad de acionar. Es verdad que este
tratamiento puede llegar hasta extemos exagerados, que muestren
palpablemente cómo el hijo de la esposa no lo es del marido y que, de
manera inverosímil, se tengan artificiosamente como ciertos hechos que
no lo son. Baste pensar en el marido ausente muchos años: al retornar
a su hogar encuentra un hijo de su mujer de un año de edad. En este
supuesto, si el marido dentro del corto tiempo que tiene para
accionar no lo hace, porque no le interesa o por simple
negligencia, el hijo será reputado legítimo e irremediablemente
suyo.

“Es que, inclusive, la ley no sólo otorga esta libertad absoluta al


marido para “disponer” de la legitimidad del hijo de su mujer, sino que
patrocina tal proceder de dos maneras adicionales:

-“Indicando una forma de preclusión de la acción, imposibilitiando que


siquiera se haga pronunciamiento de autoridad alguna, de la manera
como lo dice el artículo 219, inciso final, “cesará este derecho (el de
impugnación) si el padre (léase marido) hubiere reconocido como suyo
en su testamento o en otro instrumento público”. La formalidad es
sustancial.

-Excepcionando las normas generales del derecho común,


porque tratándose de las acciones concernientes al estado civil,
cualquiera que tenga interés actual en ello puede intentarlas y
aquí, es sabido cómo hay personas que teniendo “interés” no
pueden accionar mientras viva el marido en tanto que, difunto
éste, pueden demandar la filiación legítima, salvo el caso del
reconocimiento expreso del art. 219 o del tácito por dejar
precluir el término”. (Resaltos fuera del texto original)54.

Manuel Somarriva, interpretando el artículo 184 del


Código Civil de Chile, en sustancia idéntico al 217 del
nuestro (en su redacción original), señala al respecto:

“En primer lugar, para que estas personas puedan impugnar la


paternidad, se requiere que el marido no haya reocnocido expresa o
tácitamente la paternidad de ese hijo. Y habrá reconocimiento
54
LEÓN JARAMILLO, Gustavo. Derecho de Familia. 1978. Pág. 111.

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tácito de paternidad, cuando el marido, en vida, deja


transcrurrir el plazo de 60 días que tenía para impugnar la
paternidad. En este caso, el legislador presume que a ese hijo lo
reconoce como suyo; y como el marido a a quien se le atribuye la
paternidad es el que está en mejor situación de saber si ese hijo es
suyo, como él no impugnó la paternidad pudiendo hacerlo, el legislador
presume que lo ha reconocido como hijo y, entonces, las otras personas
ya no pueden impugnar esta paternidad. Esta regla se desprende de la
primera parte del artículo 184, que precisamente le da el derecho de
impugnar la paternidad a los herederos y a los que tengan interés,
siempre que el marido hubiera fallecido antes de vencer el plazo que el
legislador da para desconocer la paternidad de ese hijo. Aquí ha
habido verdadero reconocimiento tácito”. (Subrayas fuera del
55
original) .

El también chileno, Luis Claro Solar tiene dicho:

“Cuando se trata de un hijo concebido y nacido dentro del matrimonio,


todas las probabilidades están a su favor. La única persona que puede
saber si la presunción de legitimidad está en oposición con la realidad
de las cosas, es el marido; y si él no obra, su silencio es la mejor
prueba que el hijo puede invocar. Es cierto que este reconocimiento
tácito del marido puede aprovechar a veces a un hijo adulterino; pero
la ley prefiere la ficción de la legitimidad en estos casos, que serán
raros, sin duda, al escándalo de un proceso que por un interés
pecuniario persiguiera la declaración de que un hijo es adulterino (…)
Esta facultad del marido puede ser a veces enorme. Se ausenta, por
ejemplo, el marido y permanece en Francia durante cuatro años,
mientras su mujer no se mueve de Chile. Después de los cuatro años
regresa y encuentra que hace un año su mujer ha dado a luz un hijo.
No reclama dentro del término legal, o aún más, lo reconoce
expresamente en instrumento público. Ese hijo quedará como legítimo,
a pesar de que es físicamente imposible que él sea su padre” 56.

Luego a renglón seguido, adoctrina: “Si ha transcurrido


el plazo en que el marido pudo entablar la acción, ésta ya no
existiría para el marido ni para nadie. El hecho de dejar
transcurrir el plazo sin reclamar, importa de parte del marido

55
SOMARRIVA, Manuel. Derecho de Familia. 1936. Pág. 380.
56
CLARO SOLAR, Luis. Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado, Tomo I.
1978. Pág. 323.

90
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un reconocimiento tácito de la legitimidad del hijo o una


renuncia a su derecho, de cuya conveniencia la ley lo hace
único juez”57.

10. La sentencia da preeminencia al nexo biológico


sobre el vínculo jurídico reduciendo la realidad a un
esquema rígido que perturba la familia

Por supuesto, el vínculo biológico es el elemento


natural, primario, esencial e indispensable para fundar el
otro gran vínculo que modernamente erige el concepto de
filiación, consistente en el vínculo jurídico. Sin embargo,
ese vínculo es determinante en sociedades ancestrales, en
cuanto responde a la verdadera y auténtica relación
natural, a sociedades en los cuales aún no se han
multiplicado ni pluralizado los lazos familiares; sin
embargo, en las sociedades contemporáneas donde los
modelos y clases de familia se mezclan y diversifican, se
multiplican y globalizan con intensidad, no puede reputarse
como superior el vínculo biológico al vínculo jurídico, éste
ahora, el más importante y trascendental en el
reconocimiento de derechos personales y familiares.

Este último, se asienta en muy diversas fuentes


normativas y culturales, que difieren de la natural: en
actos, hechos, comportamientos, actitudes, tendencias,
cambios morales y éticos, en las transformaciones de las
57
CLARO SOLAR, Luis. Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado, Tomo I.
1978. Pág. 326.

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fases de la sociedad, en un orden social determinado, el


cual se moldea constantemente, en la medida como lo
hacen las relaciones económicas y culturales.

El vínculo jurídico hoy fulge como prevalente sobre el


biológico y se torna en elemento decisivo para la
configuración de la filiación porque está asentado en un
concepto y en una realidad de familia dinámica y
cambiante. Hoy es imperativo, como nunca antes, tener en
cuenta que para que surja la filiación no basta el vínculo
biológico, el cual de todas maneras, para convertirse en
acto jurídico, requiere la expresión de la voluntad del sujeto
de derecho, inclusive interviniendo el propio Estado para
imponer obligaciones jurídicas, las cuales se fundan hasta
en razones de política social o fiscal. Si fuera el vínculo
biológico el único cierto y válido, quedaría desquiciada la
deliberada voluntad de quienes tratan, cuidan, educan
como hijos a personas que no lo son biológicamente, el
pluralismo familiar y las nuevas uniones de parejas de igual
o diferente sexo serían una quimera; serían ausentes de
familia y de filiación los hijos de crianza o los hijos del amor
no existirán.

11. Imperativismo científico

Como en otra oportunidad lo expuse, ahora lo reitero.


Hoy la Sala asume irrestrictamente la prevalencia de la
prueba de ADN, da preeminencia al lazo biológico y de
contera aboga por el autoritarismo científico de la genética,

92
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cifrando la expectativa y el fundamento del vínculo jurídico


en la visión científica; y desde el punto de vista probatorio
en una fórmula de la tarifa legal, desechando la sana
crítica.

La ciencia es una construcción que avanza sobre el


ensayo y error, y no siempre puede ser el bastión para
hallar la verdad en estos lares, porque más allá de las
pruebas de laboratorio, hay sentimientos, pasiones, amores,
valores, elementos culturales que no caben propiamente en
las ciencias exactas, sino en la órbita de las ciencias
humanas, de la lógica, de los principios generales de
derecho, de la psicología y la antropología; y por encima de
todo de ello, se trata de la conquista incesante de la
equidad y de la justicia. Precisamente a propósito de una
acción de inconstitucionalidad, la Corte Constitucional,
analizando la Ley 721 de 2001 y la prueba de ADN,
sostenía:

“En este punto el demandante reprocha la expresión


demandada, por cuanto le confiere una certeza absoluta e
irrefutable a la prueba científica para desvirtuar la presunción de
paternidad, con lo cual le impide al juez valorar la prueba de
ADN dentro de un contexto probatorio más amplio. Como se pudo
observar en la reseña de la Sentencia C-476 de 2005, el
problema que plantea el actor ya fue resuelto por la Corte. Allí la
Corte encontró que la misma Ley 721 de 2001 establecía que la
prueba de ADN brindaba un índice de probabilidad superior al
99.9%, lo cual supone que no existe una certeza absoluta acerca
de la corrección del resultado y que, por consiguiente, existe la
posibilidad de que el peritaje esté equivocado. Por eso, la Corte

93
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afirmó que ‘mientras la situación no varíe hasta tal punto que la


información de la prueba de ADN sea inequívoca y ofrezca
certeza absoluta, puede recurrirse a otras pruebas para formar
la convicción del juzgador, interpretación que resulta acorde con
la finalidad de la ley y que sirve para armonizar sus distintas
disposiciones’. De esta manera, la Corte avaló que el juez
valorara otras pruebas dentro del proceso, con lo cual negó
que el legislador hubiera impuesto una especie de tarifa
legal al respecto: ‘Así, no puede afirmarse válidamente que
el legislador optó por un regreso a la tarifa legal de
pruebas para imponerle al juez certeza legal en lugar de
la certeza judicial, como tampoco resulta de recibo concluir que
se le impide al juzgador apreciar la prueba científica que se ha
aludido con exclusión de las demás pues, al contrario, si esa
prueba avanzada y de alto valor científico llega a establecer tan
solo un alto ‘porcentaje de certeza’ que constituye ‘índice de
probabilidad’ que incluso podría ser muy cercano al ciento por
ciento, la práctica y la valoración de otros medios de prueba
permiten una recta administración de justicia que no resulta
violatoria del debido proceso ni en desmedro de la autonomía
judicial”58.

Sin que se comparta íntegramente esta doctrina, la


misma permite inferir lo problemático de asentarse
exclusivamente en la prueba científica para fundar una
decisión de este linaje, máxime si la cuestión no se halla
fincada en la certeza científica total, sino la probabilidad,
cuyos exámenes o elementos materiales permanentemente
pueden ser alterados cuando, por ejemplo, se atenta contra
el principio de inmaculación de la prueba en diversos
grados y formas no conocidas por la judicatura, o ante
cualquier fenómeno que afecte la materialidad o la legalidad
58
CCONST. Sent. C-122 de 2008.

94
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de la prueba. Además, biológicamente la cuestión es parcial


porque da importancia a lo cromosómico o genético, alelos
XX y XY, sin embargo, deja por fuera lo hormonal.

En esos espacios subsiste la posibilidad de graves


errores. En efecto, a lo menos, en mil personas habrá la
posibilidad de que una diferente sea el padre, en diez mil,
diez diferentes a las del peritaje; en cien mil, cien personas.
Ello sumado a los problema de la cadena de custodia, a la
incorporación de la prueba y a la falibilidad de la ciencia; y
sin referirnos para nada a los hijos de crianza, a los hijos
del amor, a los que tienen derecho a adoptar las parejas del
mismo sexo, las heterosexuales, las intersexuales, las
hermafroditas, las transexuales, las homosexuales, las
familias LGBT, monoparentales, etc.

Cuando conjugamos Derecho y ciencias exactas,


prueba científica y comportamiento humano, no debe
olvidarse que nos encontramos con campos y saberes en los
cuales es dable aplicar la exceptio veritatis frente al
conocimiento científico, porque hay sentimientos, intimidad
familiar, valores éticos y morales por defender, justicia y
equidad, en fin, principios y máximas, más importantes que
la propia verdad que arroja un frío dato científico o técnico.

Para cerrar la polémica, en materias tan complejas,


nadie tiene la verdad. Ciertamente lo biológico es base para
determinar una relación jurídica; sin embargo, el
laboratorio científico y la verdad relativa que apareja lo
genético no es, no puede ser, no debe ser, ni ha sido el

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único criterio válido utilizado por el derecho, por la cultura,


por la humanidad para atribuir la relación jurídica de
filiación; y en ello existen grandes equívocos en muchas
decisiones judiciales, cuando creen que en estas áreas, la
ciencia pura, la genética y el laboratorio representan la
verdad por excelencia y el fundamento exclusivo del vínculo
jurídico; además, tomando injustificadamente la ruta
parcializada y restringida del vetusto sistema de la tarifa
legal.

Las categorías, los conceptos, las realidades de padre,


madre o hijo; y por lo tanto, las de familia, si bien se
asientan en lo natural o en lo biológico, son esencialmente
de abolengo cultural. Lo biológico es el progenitor y el
procreado como expresiones del vínculo genético de la
fecundación en relación de engendrante y engendrados,
esto es, de la generación de seres humanos o especies
animales; padre e hijo, por el contrario, son conceptos
culturales y antropológicos, son roles, constituyen un
status; sí, status filii, status familiae, que representan un
vínculo jurídico, y de ninguna manera naturales o
biológicos, que por el principio de veracidad el Derecho a
veces se pretende adecuar por medio de las acciones de
estado, pero en muchos casos el vínculo jurídico prima
sobre el biológico, ¿entonces, dónde queda la adopción?

El Derecho a veces hace coincidir el vínculo biológico y


el jurídico, “Así como la realidad biológica (y, por tanto, los
conceptos progenitor y procreado) es un prius para el
Derecho, así la relación jurídica de filiación (y, por tanto, los

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conceptos padre e hijo) es un posterius para el Derecho: el


Ordenamiento jurídico no los recibe, sino que los construye.
Ser padre y ser hijo no es una realidad biológica (o no sólo, o
no necesariamente) sino una cualidad jurídica que
normalmente (insistimos, no necesariamente) se basa en el
hecho natural (ahora jurídico) de la generación” 59.

Conclusión:

Es posible colegir, en virtud de lo hasta aquí referido,


que el presunto padre Dalmiro de Jesús Ríos Gaviria nunca
impugnó, en vida, la paternidad que sobre el hoy
demandado se le atribuía. El término de sesenta días [o de
ciento cuarenta, según el caso (art. 4 Ley 1060/2006)]
previsto por el artículo 217 C.C., en ese orden, se superó
con amplitud y, por lo mismo, la trocha para que tanto los
herederos como los terceros demandasen la filiación quedó
vedada por materializarse, precisamente, el reconocimiento
tácito de la paternidad.

La trascendencia del tema y los efectos de esta clase


de decisiones ha concitado la necesidad de plantear y
cuestionar con cierto rigor a esta Corte, los problemas
contemporáneos más importantes que tocan el espíritu
humano, el estado civil, la familia del siglo XXI y la enorme
responsabilidad cuando el Estado por medio de sus jueces
se inmiscuye en la solución judicial de casos puntuales que
afectan su paradigma futuro, y se entrelazan
59
MONTÉS PENADÉS, V.L., y otros. Derecho de familia. Valencia: Tirant Lo Blanch,
1991, p. 352.

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dialécticamente ética, ciencia y Derecho. La labor del juez


no puede ser mecanicista ni la de un simple autómata en la
aplicación de un resultado científico, alejándose de los
principios, valores y derechos.

En estos términos dejo salvado mi voto.

LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA


MAGISTRADO

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