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LA ADAPTACIÓN DE LOS AGRICULTORES

FAMILIARES COLOMBIANOS A LAS NUEVAS


CONDICIONES DEL MERCADO MUNDIAL DEL
CAFÉ1
Jaime Forero Álvarez.
Profesor Titular Facultad de Estudios Ambientales y Rurales
Universidad Javeriana de Bogotá
jforero@javeriana.edu.co
RESUMEN
Para construir la información empírica que soporta este artículo se recurrió a una revisión de
fuentes documentales, a un ordenamiento de datos cuantitativos suministrados por las
estadísticas gubernamentales, y por los documentos consultados, y a algunos resultados de
investigaciones en las que ha participado el autor. Se inicia el texto con una sintética
presentación de la evolución reciente de la caficultura colombiana y con una visión de la
producción familiar que, como consecuencia de la crisis concentra actualmente la mayor parte
del área cultivada en café en Colombia. Enseguida se analizan algunos ajustes institucionales
que han permitido optimizar los beneficios de las fases de la comercialización, controladas por
el país, y trasmitirlos a los cultivadores. Por último, se muestra cómo los caficultores han
ajustado sus sistemas de producción mediante una amplia gama de estrategias. Como resultado
de estos ajustes los productores familiares han logrado que estos sistemas de producción sean
viables económicamente aunque, para la mayor parte de ellos, resultan insuficientes para
obtener un ingreso que los coloque por encima de la línea de pobreza.

1
Debo agradecer los aportes que hizo Mario Samper al primer borrador de este trabajo los cuales fueron
decisivos para llegar a esta versión definitiva. Colaboró también Laura Estévez con una revisión de parte de
la literatura publicada sobre el tema. Además, con Laura y con Ronald Herrera, recopilamos y procesamos
información estadística proveniente de la Federación Nacional de Cafeteros y del Ministerio de Agricultura.
(El procesamiento, como se verá, consistió simplemente en generar agregados y promedios a partir de las
bases de datos de estas instituciones).
1 INTRODUCCIÓN
En los capítulos dos y tres de este trabajo en donde se muestra cómo ha sido la evolución
reciente del café (1990 – 2006) y cómo el sistema institucional respondió a la crisis de los años
noventa, se trabajó sobre una base empírica construida con fuentes documentales y con las
estadísticas disponibles. Desafortunadamente las estadísticas más específicas sobre la dinámica
de la producción cafetera van hasta 1997 año en que se culminó el último censo cafetero, pero
de todas formas como los cambios más trascendentales suscitados por la crisis, tales como la
“minifundización” del cultivo, se reflejan en estas cifras se ha podido realizar un buen balance
de lo sucedido.

En el capítulo cuatro para abordar las estrategias con que los productores enfrentaron la crisis, y
ajustaron sus sistemas de producción se toma la información de investigaciones realizadas por
le autor y sus colegas en tres momentos diferentes. Se tomaron en primer lugar algunos datos
de dos trabajos realizados a finales de la década de los noventa, uno antes de la crisis (en el
municipio de Restrepo – Valle del Cauca) y otro en plena crisis en la Cuenca del Río
Guadalajara del Municipio de Buga – Valle del cauca. Con más detenimiento se presentan
resultados de otra investigación llevada a cabo entre el año 2005 y 2006 en una zona cafetera
minifundista ubicada en los municipios de Riosucio y Supía del departamento de Caldas. Este
trabajo estuvo dirigido a analizar los sistemas de producción (fincas) que habían adoptado un
modelo tecnológico que como se verá, ha logrado generar mayores ingresos monetarios y en
especie (autoconsumo) al tiempo que busca conservar y recuperar los recursos naturales
(“sistemas sostenibles”). Para este estudio se hicieron estudios de caso al 25% de las fincas
mencionadas (51 casos) mediante una toma mensual, a lo largo de doce meses, de una amplia
gama de datos que permitieron hacer un balance completo de los costos e ingresos del sistema
de producción, de la utilización de la mano de obra familiar de todos los demás ingresos de la
familia (extraprediales) y de todos los gastos en alimentos. Estos datos se complementan con
alguna información de otra investigación que se hizo en el año 2003 en la misma zona
encaminada a comparar alternativas ganaderas de ladera. Se tomaron de un lado los “sistemas
convencionales” que han mantenido al lado de la actividad cafetera una ganadería extensiva
de muy baja productividad y del otro, los “sistemas sostenibles” acabados de mencionar que
incorporaron una ganadería bovina intensiva a muy pequeña escala.

2 ALGUNOS RASGOS DE LA CAFICULTURA


COLOMBIANA
2.1 El café en la economía colombiana
En Colombia, como consecuencia de la crisis de los noventa, la superficie plantada en café se
redujo en más de 200.000 hectáreas, de suerte que hoy en día Colombia tiene unas 860.000
has en este cultivo (Minagricultura, 2008). Sin embargo el café es aún el cultivo más
importante con una participación del 19% en la superficie agrícola2. El cultivo del café (sin
contabilizar las actividades conexas) genera más de 600.000 empleos al año que corresponden
al 22% de la población ocupada en la agricultura y a 12% del total de empleados en la
economía colombiana3. En términos de valor (de acuerdo con los datos en Minagricultura,
2006) el café aporta 19% al sector agrícola y 10% al sector agropecuario en su conjunto, sin
contabilizar la producción proveniente de cultivos ilícitos.. Esta alta participación del café es
reflejo en primer lugar de la relativa estabilidad del cultivo que sorteó la crisis sin una
reducción catastrófica del área y supo mantener estables, gracias a un aumento sostenido de los
rendimientos, los volúmenes de café producidos. Pero al mismo tiempo la importancia actual
del café en la agricultura es la consecuencia de la reducción del área de los cultivos transitorios
como maíz, soya, algodón y sorgo expuestos a la competencia internacional por la apertura
económica, puesta en marcha a comienzos de la década de los noventa y, del muy mediocre
crecimiento de la agricultura durante los últimos quince años.

Las exportaciones colombianas de café a lo largo de la primera mitad del siglo XX


representaron entre 40% y 70% del valor total exportado por el país (Banco de la República,
2002: 227). En la década de los cincuenta se acentuó la condición mono exportadora de la
economía colombiana puesto que en este período las ventas del café en los mercados
internacionales estuvieron por encima del 70% del valor total exportado por el país (idem). En
las décadas de los setenta y de los ochenta esta participación estuvo por encima del 40% y por
debajo del 65% (idem) y a partir de la década de los noventa el café pierde importancia
relativa en el comercio exterior colombiano como consecuencia, en primer lugar, del
crecimiento de las exportaciones de petróleo y carbón y de las llamadas exportaciones no
tradicionales (datos oficiales del Departamento Nacional de Estadística - DANE.) En segundo
lugar, otro factor que contribuye, aunque en mucho menor medida, a la disminución relativa
del valor de las exportaciones cafeteras es la caída del precio internacional: mientras el
volumen del café puesto en el mercado internacional en el quinquenio 1992 -1997, fue casi
exactamente igual al del quinquenio 2002 – 2006, el valor de estas exportaciones cayó 25%
entre estos dos quinquenios (según datos de Minagricultura, 2006). Actualmente las
exportaciones cafeteras equivalen a 29% de las exportaciones agropecuarias y a 6% de las
exportaciones totales del país (Idem)

Colombia produce exclusivamente cafés arábigos, los cuales constituyen alrededor del 60% de
las mezclas mundiales de café (Aguilar, 2003: 247). En el contexto del mercado internacional,
al observar las tendencias de largo plazo, Colombia ha tenido una participación relativamente
estable con un poco más 10 millones de sacos de 60 kilos por año. Desde la segunda década
del siglo XX el país tiene un puesto importante en la producción cafetera mundial con un aporte
de alrededor de 10%, alcanzando su nivel más alto en los años cincuenta con un 15%4. Fue
durante casi todo el siglo XX el segundo país productor del mundo, después de Brasil, pero con

2
En Colombia la superficie agrícola actual es de un poco de más de 4 millones de hectáreas mientras que los
pastos ocupan más de 44 millones de hectáreas con una carga de aproximadamente 0,8 cabezas por hectárea.
(Minagricultura 2006)
3
De acuerdo con los datos recopilados por Balcázar et al (1998) para el año de 1996. La extrapolación de
esos datos para el año 2006, haciendo un cálculo proporcional al área cultivada, da un total de 625.000
empleados en el cultivo del café.
4
Según datos de Junguito y Pizano (1991: 25) y de Daviron y Stefano (2005:57 -61.)
el ascenso de la producción vietnamita, que en el 2004 estuvo cerca de los 15 millones de
sacos, ocupa actualmente el tercer puesto.

Cuando se incluyen los cultivos ilícitos, la participación del café, en la superficie agrícola Con formato: Sin Resaltar
sembrada del país, baja su participación en un punto (de 19% a 18%) puesto que Colombia
tiene una superficie en cultivos legales de alrededor de 4 millones de hectáreas y los cultivos de
coca, marihuana y amapola no alcanzan las 200 mil hectáreas. Pero el peso de estos cultivos en
el valor de la producción agrícola es del 20% de manera que al incluirlos en la cuentas la
participación del café en el valor de la producción baja del 19% que se había señalado arriba a
15%5 . Con formato: Sin Resaltar
Con formato: Sin Resaltar
Actualmente no hay una competencia entre cultivos ilícitos y café por la superficie agrícola
sino en tierras muy marginales en donde la producción cafetera tiene muy poco peso. Parece ser
que hacia finales de la década de los noventa e inicios de este siglo en algunas zonas cafeteras,
relativamente más importantes, algunos productores cafeteros ensayaron con algunos cultivos
de coca, pero hasta donde se conoce estas siembras han tenido un peso ínfimo (o marginal si se
quiere) tanto con relación al área cafetera como al área cocalera. De mayor importancia parece
haber sido el efecto sobre la disponibilidad de mano de obra reclutada por un lado, para trabajar
en cultivos ilícitos o para participar, de otra parte, en los programas gubernamental de
erradicación manual de estos mismos cultivos. Pero no hay datos claros sobre estos asuntos
sino voces de diferentes personas que expresan su parecer en los medios de comunicación.

Los datos sobre las tierras y los cultivos abandonados por las familias desplazadas llevan a Con formato: Sin Resaltar
plantear que el estancamiento de la agricultura en la última década es, en buena parte,
consecuencia del desplazamiento forzado. El número de desplazados en Colombia es de 3,5
millones de personas que representa el 7,5% de la población total del país (Ibáñez, 2008:10) y
al 30% de la población rural. Sgún la II Encuesta Nacional de Verificación de los Derechos de
la Población Desplazada (julio de 2008) el 51% de las familias desplazadas abandonaron sus
tierras y el 56% dejaron desamparados sus cultivos (Garay et al 2009)6. La superficie de las Con formato: Sin Resaltar
tierras abandonadas fue estimada en 5.504.517 hectáreas y en 1.118.401 hectáreas el área Con formato: Sin Resaltar
cultivada que los desplazados se vieron forzados a dejar desamparadas (idem). Los predios
abandonados equivalen al 20% de las fincas en manos de los campesinos. Por otra parte el área
cultivada que los desplazados abandonaron representa el 28% del área promedio anual
sembrada entre 1998 y el año 2008. Aunque no se tiene información para determinar que parte
del área abandonada fue recuperada se sabe por informaciones de expertos consultados que la
mayor parte de los cultivos transitorios pasó a rastrojos o pastizales para la ganadería extensiva
y que una parte sustancial de los cultivos permanentes se perdió definitivamente.

5
A falta de datos más actuales la participación de los cultivos ilícitos en el valor de la producción agrícola se
toma de un cálculo hecho por el autor con cifras de los años 1999 y 2000 la cual no debe haber variado
sustancialmente (en Forero, 2008.) Debe tenerse en cuenta que este 20% corresponde estrictamente a la
agricultura; para el sector agropecuario en su conjunto los cultivos ilícitos aportan alrededor del 11% del
valor.
6
Esta encuesta fue hecha para un estudio realizado por la Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Con formato: Sin Resaltar
Desplazamiento Forzado. La realización de la encuesta estuvo a cargo del Centro de Investigaciones para el
Con formato: Sin Resaltar
Desarrollo de la Universidad Nacional – CID . El estudio fue dirigido por Luis Jorge Garay y Fernando
Barberi. El autor de este artículo fue encargado del diseño metodológico para dimensionar los bienes y
cultivos abandonados por las familias desplazadas, los ingresos que ellas percibían antes de su
desplazamiento, el daño emergente derivado de los bienes perdidos y el lucro cesante ocasionado por los
ingresos que dejaron de percibir. Igualmente es coautor de dicho estudio.
Es más difícil de determinar cuál sería el área sembrada actualmente por las familias
desplazadas si no hubiesen perdido sus tierras. Pero de todas formas es indudable que la
inhabilitación del 20% de los productores agropecuarios que no pueden ejercer el oficio para el
cual están capacitados (la agricultura) porque fueron desplazados hacia centros urbanos, y el
abandono de una superficie agrícola equivalen al 29% del área cultivada del país, tuvo que
tener unas consecuencias muy significativas en la producción agrícola nacional.

Según la encuesta citada el 15,2% de las familias que perdieron cultivos sembraban café en Con formato: Sin Resaltar
extensiones promedio de 1,4 hectáreas (Garay et al, 2009) Ahora bien, con los datos
suministrados por esta fuente se puede inferir que alrededor de 63.000 familias abandonaron
cafetales, cifra que equivale al 11% del total de familias cafeteras del país(se verá más adelanta
que los cafeteros en Colombia son cerca de 550.000). De la misma forma se puede estimar en
87.000 has el área cafetera abandonada lo cual representa alrededor del 10% de la superficie
cafetera del país.

2.2 La caficultura en el contexto de las instituciones estatales Con formato: Sin Resaltar

A finales de la década de los ochenta e inicios de la de los noventa (del siglo XX) el país es
sometido a un cambio institucional radical con el viraje de un modelo proteccionista a uno de
liberalismo económico que alcanzó su mayor intensidad en el cuatrienio presidencial de 1990 a
1994 pero que fue atenuado en los siguientes cuatro años y que deberá profundizarse en los
próximos años si los Estados Unidos aprueban definitivamente el Tratado de Libre Comercio
con Colombia7. Si bien la política de comercio exterior ha sido, hasta ahora relativamente Con formato: Sin Resaltar
proteccionista, en la medida en que conserva mecanismos arancelarios (que serían desmontados Con formato: Sin Resaltar
con la implementación del TLC) que salvaguardan a la producción doméstica, y muy
especialmente a la agropecuaria, la entrada de capitales ha contado con un ambiente económico
muy favorable con lo cual se ha posibilitado una expansión creciente de las multinacionales en
sectores en que antes tenían una participación minoritaria: el financiero, el comercial (con la
entrada de cadenas de grandes superficies), las telecomunicaciones, los servicios públicos y la
industria. Visto de otra forma, el país ha adecuado su institucionalidad a la intensificación y las
nuevas modalidades de circulación de capitales que la creciente globalización de la economía
ha impuesto. En materia de política monetaria y de política agropecuaria dos cambios afectaron
la producción cafetera: el desmonte de los subsidios vías crédito -que coincide un
encarecimiento extremo de las tasas de colocación en los primeros años de la década de los
noventa- y el retiro parcial de las entidades y recursos estatales dedicadas antes al desarrollo
rural.

Sin embargo la institucionalidad cafetera se supo adecuar tanto a los cambios en el contexto
nacional y global, desarrollando estrategias mediante las cuales, las instituciones cafeteras han
sabido aprovechar las oportunidades del nuevo orden económico internacional y han

7
Es sabido que actualmente (enero 2009) en momentos en que va a iniciarse el nuevo gobierno presidido por
Obama se multiplican las dudas sobre la aprobación de este tratado, por los cuestionamientos que los
demócratas tienen sobre el actual gobierno colombiano en cuanto a garantizar los derechos humanos a
sectores vulnerables de la población. Mientras el gobierno se apresura a suscribir otros tratados de libre
comercio con otros países que representan una muy baja porción del comercio internacional colombiano.
conseguido consolidar el cultivo del café a pesar de la destorcida de los precios mundiales del
grano.

Como es sabido, Colombia presenta un modelo único de regulación de la caficultura. El


mercado es intervenido por la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia - FEDECAFÉ,
organización gremial que agrupa 312.000 cafeteros cuyo requisito para afiliarse es tener
mínimo 1.500 árboles plantados (Reina et al., 2007: 98) que equivalen a una superficie de
alrededor de 3.000 m2. FEDECAFÉ maneja por administración delegada el Fondo Nacional del
Café, constituido con recursos de la Nación que son captados por medio de un impuesto
parafiscal (la “contribución cafetera”) la cual varía con el precio mundial y que se tasa
actualmente a “máximo 6 centavos de dólar por libra de café verde exportada” (Reina et al.,
2007: 97.) “El Fondo Nacional del Café es una cuenta del tesoro público destinada
permanentemente a la defensa, protección y fomento de la industria cafetera colombiana cuya
administración el gobierno contrata con la Federación…”8 Con formato: Sin Resaltar
Con formato: Sin Resaltar
El Congreso Cafetero, que se reúne anualmente, es la máxima autoridad de la Federación y
nombra 10 representantes al Comité Nacional Cafetero, uno por cada departamento cafetero.
En este comité, que es el encargado de administrar el Fondo Nacional del Café, participan
además 4 representantes del gobierno nacional. En cada uno de los 10 departamentos los
agremiados eligen por voto directo a las seis personas que constituyen el Comité Departamental
y quienes participan con derecho a voto en el Congreso Cafetero. La elección es hecha por el
sistema uninominal según el cual los diez candidatos, y sus suplentes, de la plancha ganadora
entran todos a constituir el Comité Departamental descartando la representación de las minorías
en estos comités. Por lo regular la plancha ganadora es la promovida por el Comité
Departamental mismo, de manera que se conforma una especie de cooptación que, de un lado,
le da una gran estabilidad a la cúpula de la Federación pero por el otro lado, deja serias dudas
sobre el ejercicio de la democracia dentro del gremio9. Con formato: Sin Resaltar
Con formato: Sin Resaltar
El manejo de la Federación ha tenido no pocos críticos que, entre cosas, afirman que ha sido
gobernada por un grupo cerrado de cafeteros y exportadores que han encauzado, en su favor,
parte de las políticas y de las decisiones administrativas10. De otra parte se ha cuestionado la Con formato: Sin Resaltar
destinación de recursos para comprar ciertos activos que resultaron gravosos para el gremio. Con formato: Sin Resaltar
Quizás la más onerosa de todas fue la inversión en la Flota Mercante Grancolombiana que
representaba, antes de su liquidación, el 41% de las inversiones de la Federación en 36
empresas (Hernández, 1993: 92) y que “por más de dos décadas generó pérdidas operacionales”
(Perry, 1993: 106.) Ahora bien, la mayor parte de esas empresas no favorecían directamente a
los cafeteros ni eran funcionales para apoyar la caficultura (Perry: 1993: 105). La difícil
situación financiera a que se vio abocada por la disminución drástica de recursos como
consecuencia de la crisis de los noventa, obligó a la Federación a deshacerse de todas las
empresas que no eran directamente funcionales para la intervención en la producción y el

8
Tomado del contrato gobierno – Federación, citado por Hernández Gamarra (1993: 78).
9
Reina calcula que el 96% de los cafeteros que cumplía con los requisitos mencionados para agremiarse
estaban agremiados y que el nivel de participación de los agremiados en las elecciones de directivos oscila
entre 59%, en el año 2002 y 65% en el 2006 (Reina et al., 2007: 98-102).
10
Ver por ejemplo Melo y López (1976). Por su parte Palacios (1979:319) afirma que la Federación es vocera
de los grandes productores y exportadores; que es “una organización cerrada y controlada desde arriba” y
que el mecanismo de elección de sus directivos, al cual llama “la rueda de la felicidad”, junto con otras
disposiciones, son la base de la “estabilidad de la gerencia general y de su gobierno absoluto sobre la
organización (dos gerentes en los últimos 40 años)” (Idem: 319).
mercado del café. Liquidó en consecuencia varias entidades financieras entre ellas el Banco
Cafetero que pasó a manos del gobierno y que representaba 40% del valor total de sus empresas
(Hernández, 1993:92).

A la Federación se le ha cuestionado también haber desarrollado una estrategia de cambio


productivo sin considerar las consecuencias ambientales de la sustitución del bosque cafetero,
un sistema de producción agrícola con óptimo funcionamiento ecosistémico, por el café a plena
exposición. Este último es un monocultivo que acarrea, en gran parte, las consecuencias
negativas sobre la biodiversidad, y en menor medida sobre el suelo y la regulación hídrica, de
las tecnologías de la Revolución Verde.

Pero de todas formas entre quienes cuestionan a la Federación, por las razones anotadas, es
difícil encontrar personas que no reconozcan que su intervención ha logrado que los cafeteros
obtengan una protección sustancial frente a las oscilaciones del mercado y ha colocado de una
manera eficiente cuantiosos recursos para el desarrollo rural de las zonas cafeteras.

El sistema de comercialización de la Federación está constituido por 36 cooperativas que tienen


492 puntos de compra y por 13 Almacenes Generales de Depósito –ALMACAFÉ- que
almacenan, trillan y exportan el café. ((Reina et al., 2007: 114.) Posee además la planta de
liofilización11 de café más grande del mundo que le permite colocar este tipo de café en el Con formato: Sin Resaltar
mercado internacional. La Federación tiene un importante centro de investigación, CENICAFÉ, Con formato: Sin Resaltar
que emplea 60 investigadores “el 25% con doctorado” (Reina, et al., 2007: 105) y que, entre
otras cosas, ha desarrollado la Variedad Colombia, una de las semillas de más alta aceptación
entre los productores colombianos.

Aunque con recursos más reducidos que antes de la crisis, los Comités Departamentales de
Cafeteros, organismos regionales de la Federación, implementan una política de desarrollo
rural consistente en la dotación de ciertos servicios básicos de infraestructura, educación y
salud y, principalmente, en la asistencia técnica al productor suministrada actualmente por
1.000 extensionistas (dato en Reina et al., 2007: 106.) Es destacable también que los Comités
Departamentales de Cafeteros han participado como ejecutores, en sus regiones, de programas
gubernamentales entre los cuales sobresalen el Programa de Desarrollo Rural Integrado – DRI,
en las décadas de los ochenta y de los noventa, y actualmente la Red de Seguridad Alimentaria
– ReSA, un programa dedicado a promover el autoconsumo, que ha dado resultados muy
limitados pero interesantes12. Con formato: Sin Resaltar
Con formato: Sin Resaltar
Concluyendo, la Federación Nacional de Cafeteros es, al mismo tiempo, una organización
“cerrada y controlada desde arriba” y un gremio con una amplia participación de cientos de
miles de pequeños productores. Y aunque la Federación parece haber sido una entidad
funcional para la reproducción de los privilegios de un grupo de grandes productores y
exportadores con ramificaciones en otras actividades especialmente financieras, ha sido al
mismo tiempo una organización que ha logrado consolidar interna y externamente a la
caficultura colombiana, gracias a lo cual el productor cafetero ha obtenido estabilidad, aun en
medio de la crisis, y ha logrado un precio por sus cosechas mucho más remunerativo que en
condiciones hipotéticas de un mercado totalmente abierto.

11
Proceso para producir café soluble.
12
Según una evaluación general del programa, aún no publicada.
2.3 La importancia de la producción familiar cafetera
Según la Comisión de Ajuste de la Institucionalidad Cafetera hay en el país 536.000
campesinos cafeteros que contribuyen con el 55% de la producción.13 El 50% de ellos cultivan
menos de una hectárea de café (Reina et al 2007:81) Por nuestra parte hemos calculado la
participación de los productores campesinos (o familiares) por medio de la distribución del área
cultivada en café14. Para este cómputo se consideran campesinos, o productores familiares15,
aquellos que tienen menos de 10 has en café o que tienen cultivos tradicionales a la sombra. Por
esta vía se calcula que la caficultura familiar, a partir de la crisis, ha venido ocupando un
espacio cada vez mayor de forma que actualmente los campesinos tienen el 78 % de la
superficie cultivada en café (cuadro 1).
Cuadro 1. Colombia. Evolución del área cafetera 1990 – 2000
Promedios trienales en hectáreas
1990 1993 1996 1999
1992 1995 1998 2000

AREA TOTAL 986.000 958.000 869.000 860.000


Área campesinos 445.000 534.000 646.000 670.000
Área empresarios capitalistas 541.000 424.000 223.000 189.000
Participación campesinos 45% 56% 74% 78%

Fuente: Base de datos Minagricultura (2006). Cálculos nuestros.

Otros datos confirman este proceso de campesinización y minifundización de la caficultura en


los últimos tiempos: Mientras que en 1970 había un poco más de 300.000 fincas en donde se
cultivaba 1.067.113 hectáreas en café, en 1993-97 el número de fincas se había duplicado
(609.432) al tiempo que el área cafetera había descendido en 18,6%. (Datos en Guhl: 2004:34.)
Uno de los resultados más notorios de la crisis cafetera sería la salida de la escena productiva
de buena parte de las empresas capitalistas, quedando el sector en manos de los pequeños Con formato: Sin Resaltar
productores familiares (con fincas menores de 10 has.) que aumentaron su participación en el
área cultivada de 31% en 1970 a 61% en 1997 (ver cuadro 2.)

13
El documento de la Comisión es de 2002 (citado por Aguilar, 2003: 254).
14
Esta es una clasificación arbitraria basada en nuestra observación: parece ser que, por lo regular, quien tiene
más de 10 has de café tiende a delegar la mayor parte del manejo de la finca a un administrador a sueldo, de
manera que se pierde el carácter familiar de la explotación.
15
En medio de una polémica sobre los cambios recientes de la agricultura y sobre las características del
mundo rural contemporáneo, algunos autores proponen diferenciar al campesino del agricultor familiar y más
específicamente de la empresa familiar agrícola (ver Lamarche, 1992 y 1994, y Llambí, 1988). Sin
desconocer la importancia de esta conceptualización, utilizo indiferentemente estas categorías puesto que
hacer estas distinciones no creemos que sea relevante para este trabajo.
Cuadro 2. Colombia. Distribución de las fincas cafeteras según rangos de tamaño.
1970 – 1997.
Participación en la Participación en el área Participación en el número
superficie. En % en café. En % de fincas. En %
Tamaño de la
finca (Ha.) 1970 1993-97 Cambio 1970 1993-97 Cambio 1970 1993-97 Cambio
0-5 8 17 125% 17 43 144% 53 80 50%
5 - 10 8 14 64% 14 18 26% 17 10 -43%
10 - 30 22 27 20% 28 23 -18% 19 8 -60%
30 - 100 29 26 -10% 25 13 -48% 8 2 -71%
>100 33 16 -51% 15 3 -78% 2 0 -83%
Total nacional 100 100 100 100 100 100
Fuente: Censo Cafetero. FEDERACAFE, 1970. Sistema de Información Cafetera (SICA), FEDERACAFE, 1993-97.
TOMADO DE: García, 2003, con cálculos adicionales nuestros.

Muchos de los campesinos cafeteros corresponden al modelo típico del agricultor familiar a
pesar de que son, desde el punto de vista social y económico, muy heterogéneos debido
principalmente a las grandes diferencias en su dotación de tierras. Sus sistemas de producción
se identifican con lo que comúnmente se conoce como la finca cafetera en donde hay un
predominio bastante claro del café, como generador de ingresos y en donde se tiene, al mismo
tiempo, otra serie de actividades agropecuarias entre las cuales la más común es el cultivo del
plátano, producto que es destinado simultáneamente al autoconsumo y a la venta y que parece
haber jugado un papel muy importante en la crisis como generador de ingresos alternativos al
café. Por supuesto la importancia de otras actividades está en relación directa con el tamaño de
la finca: a mayor espacio mayor posibilidad de implementar actividades distintas a la
producción cafetera. Pero es claro que una porción relativamente alta de estos productores
tiene extensiones de tierra muy reducidas, razón por la cual ellos se ven obligados a trabajar por
fuera de sus fincas o a afrontar una situación crítica de pobreza. En el cuadro 2 se presentó la Con formato: Sin Resaltar
distribución por tamaño de las fincas cafeteras. Puede observarse que el 80% de las fincas tiene
menos de 5 has y que ellas participan del 43% del área cafetera y del 17% del área total, lo cual
refleja que las fincas más pequeñas se especializan más que las otras en el cultivo del café.

De acuerdo con algunas investigaciones (Corrales y Forero, 2007) el límite del minifundio para
las fincas cafeteras estaría en las 3 has: con menos de esta extensión el productor no puede
generar ingresos suficientes para el sustento de su familia, situación que corresponde al 70% de
las fincas. Por otro lado, un estudio de García y Ramírez (sin fecha) hecho con los datos del
censo cafetero 1993 – 1997, en el cual los autores simulan la incorporación de diferentes
alternativas tecnológicas, concluye que aproximadamente 50% de las fincas menores de cinco
hectáreas “tiene la capacidad de conservar sus características de productor y sostenerse con
base en la actividad agropecuaria como mayor fuente de ingresos, esto sólo si incrementan su
productividad en finca y reducen sus costos de producción” (pág. 16.) De suerte que según este
autor los minifundistas podrían llegar a ser el 39% y no el 70% del total de productores que
daba el cálculo presentado arriba16.

Los sistemas de producción de los caficultores familiares en Colombia están altamente


monetizados. De un lado, la mayor parte de su producción se dirige al mercado, tal como
puede apreciarse en los tres casos incluidos en el cuadro 3. En este cuadro puede verse también

16
La amplia divergencia entre estos datos surge de las diferencias metodológicas que los
sustentan
que, con la excepción de los campesinos de Riosucio y Supía que representan el segmento de
los cafeteros pobres relativamente marginales, el porcentaje de los costos pagados por los
productores en dinero sobre los costos totales es relativamente alto, y que igualmente ellos
contratan una parte sustancial del trabajo empleado en la finca, especialmente para las
cosechas de café.
Cuadro 3. Colombia. Grado de monetización de sistemas de producción familiares cafeteros
Relación Costos Monetarios Trabajo
Tipo de Productor Autoconsumo sobre costos totales familiar sobre
/ventas trabajo total
Restrepo – Valle. 1991 5% 44 % 47 %
Buga – Valle. 1998 8% 55 % 70 %
Riosucio y Supía – Caldas. 2003 35% 32% 97.5%
Fuente: Para Restrepo: Forero (1999). Para Buga: Forero et al (2000). Para Riosucio y Supía: Corrales y Forero
(2007)

Algunos productores cafeteros, que tienden a monetizar todos sus costos, son verdaderos
empresarios familiares porque por su tamaño (relativamente pequeño: con cafetales menores a
10 has.) y porque por la forma como organizan los procesos productivos y administrativos, la
familia sigue siendo la que estructura la organización del sistema de producción. De otra parte,
históricamente se ha presentado un proceso de acumulación por medio del cual el productor
cafetero familiar (o campesino) pasa a ser un verdadero empresario capitalista. En el café, como
en otros sectores de la economía agraria colombiana (producción papera y hortícola para poner
dos ejemplos relevantes) se ha dado un “capitalismo rural” diferente al “capitalismo agrícola”:
En los espacios de “capitalismo rural” la empresa familiar coexiste y tienes relaciones
funcionales con la empresa capitalista a través de una intensa circulación tanto de trabajo como
de tierra y capital, por medio de un intrincado tejido de relaciones interempresariales. Por el
contrario en los espacios de “capitalismo agrario” la formación de la empresa capitalista ha
homogenizado el paisaje socio – productivo y ha significado la expulsión de los productores
familiares (Forero, 2008a.)

3 LOS AJUSTES DE LA CAFICULTURA PARA


ENFRENTAR LA CRISIS DE LOS NOVENTA
3.1 La crisis de los noventa
La crisis de los noventa fue consecuencia de la desregulación de los precios internacionales en
un nuevo escenario mundial sin Pacto Internacional del Café, lo cual repercutió en una caída
de los precios internos, que anteriormente eran sustentados por la Federación Nacional de
Cafeteros17. Si bien es cierto éste fue el factor más importante generador de la crisis, se le
agregaron otras circunstancias que contribuyeron a agravar la situación de los productores
colombianos: la afectación de la productividad por la broca, el alza en las tasas de interés para
los agricultores colombianos que anteriormente estaban subsidiadas, y el sometimiento de la
producción cafetera a las nuevas condiciones, del sector agropecuario en general, impuestas por
el nuevo modelo de liberalización económica. Además el país tuvo un fuerte aumento de la
17
La “ruptura” consistió en una “suspensión indefinida, de las cláusulas económicas del convenio cafetero
internacional lo cual, en parte, reflejó y en parte detonó cambios estructurales en el mercado cafetero
internacional, que, a su vez, guardaban relación con procesos tendenciales que venían de atrás” (Mario
Samper, comunicación personal.)
producción cafetera en los primeros años de la década de los noventa como consecuencia de la
renovación de los cafetales que había sido emprendida “al tiempo que comenzó la crisis”
(Aguilar, 2003: 244). Efectivamente la producción llega en los años 1991 y 1992 al record
histórico de 16 millones de sacos (ver cuadro A.5).

Se verá más adelante que tanto el sistema institucional que regula el mercado interno del café y
promueve la actividad exportadora, como los sistemas de producción de los caficultores se
ajustaron de tal forma que actualmente, y desde hace varios años (quizás desde el año 2001) la
caficultura en Colombia es una actividad rentable. Con la recuperación de esta actividad el país
ha logrado mantener los volúmenes exportados y los cafeteros han podido obtener ingresos, que
aunque son considerablemente más bajos que los que tuvieron antes de la crisis, les generan
una utilidad interesante.

Las consecuencias directas de la crisis sobre los productores cafeteros no han sido
sistemáticamente documentadas porque las fuentes estadísticas no dan cuenta de la rentabilidad
de los agricultores ni de sus condiciones de vida en particular. Lo que sí se ha podido hacer con
la información disponible es analizar los efectos de esta crisis en los habitantes del “Eje
Cafetero”, la principal región productora del grano del país constituida por los departamentos
de Caldas, Quindío y Risaralda. Aunque en esta región la población rural no supera el 24% de
la población total (cuadro 4) y las personas dedicadas al cultivo del café son apenas una parte
de los habitantes del campo, la producción cafetera tiene una importancia central en la
economía regional por sus encadenamientos intersectoriales y por el hecho de que la
caficultura es en gran parte una economía familiar con una altísima concurrencia de actores.
Además esta actividad genera altos volúmenes de empleo porque la recolección de la cereza es
manual y porque su beneficio, para transformar la cereza en un grano seco, es una actividad
“cuasi artesanal”. Por estas circunstancias las bonanzas y las crisis se irrigan ampliamente en la
economía regional. Pero, de todas formas, la posibilidad de aislar los efectos de la crisis
cafetera es complicada porque el período estudiado coincidió con una crisis generalizada del
país y porque el Quindío, uno de los tres departamentos de la región, se vio extremadamente
afectado por un terremoto. Pero aun con todas estas limitaciones se pueden visualizar (cuadro Con formato: Sin Resaltar
4) algunos efectos de la crisis cafetera sobre la economía regional del Eje Cafetero de acuerdo
con un estudio realizado por el CRECE18.

18
Perfetti y Hernández (2003). Estudio del CRECE – Centro de Estudios Regionales Cafeteros y
Empresariales (Manizales, capital del Departamento de Caldas).
Cuadro 4. Colombia y el Eje Cafetero. Evolución de variables socioeconómicas entre
los años 1990 y 2000 CORREGIR NBI DESNUTRICIÓN
Población 1.993 2.005
Colombia: población total. 37.664.523 42.888.592
Eje cafetero: población total. 2.369.458 2.400.801
Colombia: % población rural. 31% 26%
Eje cafetero: %población rural. 30% 24%
Caída del PIB por persona 1.994 2.000
Colombia 2%
Eje Cafetero 13%
Analfabetismo en población mayor de 15 años: 1.996 2.000
Colombia 8,8% 8,2%
Eje Cafetero 7,2% 8,2%
Desempleo. 1.996 2.000
Eje Cafetero - Rural 8% 10%
Eje Cafetero - Urbano 14% 22%
Pobreza por Necesidades Básicas Insatisfechas 1.996 2.000
Eje Cafetero 0,32 0,52
Población bajo la línea de pobreza (ingresos) 1.996 2.000
Eje Cafetero 52% 58%
Eje Cafetero: Incremento de la pobreza rural 14%
Desnutrición aguda en menores de 5 años 1.995 2.000
Colombia 1,4% 0,8%
Eje Cafetero 0,7% 1,4%
Participación de la actividad informal en el ingreso
de los hogares 1.996 2.000
Colombia 30% 33%
Eje Cafetero 19% 26%
Tasa de participación laboral 1.996 2.000
Eje cafetero. Hombres 70% 72%
Eje cafetero. Mujeres 39% 48%
Asistencia escolar personas de 5 a 24 años 1.996 2.000
Quindío 62% 58%
Risaralda 66% 59%
Caldas 56% 62%
Eje Cafetero 61% 60%
Fuente: 1. Población: 1) Censos. 2. Producción: Minagricultura. 3) Nutrición: Profamilia Encuesta nacional
de Demografía y Salud. 4. PIB: Departamento Nacional de Planeación. 5. Demás datos Encuesta Nacional
del Hogares, años 1996 y 2000 en Perfetti y Hernández (2003.)

De acuerdo con el análisis hecho por el CRECE (Perfetti y Hernández, 2003) si bien es cierto,
que como ya se dijo, las condiciones sociales del Eje Cafetero se deterioran no sólo como
consecuencia de la crisis del café sino también como resultado del descenso de la actividad
económica del país en general y de los estragos del terremoto mencionado, es evidente que el
incremento de la pobreza rural se debe fundamentalmente a la disminución del ingreso cafetero.
Así mismo, buena parte del desempleo, y del deterioro de la calidad del empleo (mayor peso de
las actividades informales) fue causado por el abandono de los campos por parte de algunos
pequeños productores y, sobre todo, por la pérdida de puestos de trabajo de los jornaleros y
cosecheros que laboraban en las faenas del café. Uno de los efectos de la crisis más
publicitado, y que tiende a ser confirmado los datos del estudio mencionado, es la deserción
escolar de jóvenes que se vieron obligados a trabajar en las fincas de sus padres o que salieron a
buscar trabajo en otras actividades: la tasa de asistencia en dos de los tres departamentos
disminuyó ostensiblemente entre el año 1996 y el año 2000 al tiempo que se presentó, en este
mismo período, un incremento sustancial en la vinculación de las mujeres a la población
económicamente activa (aumento de la tasa de participación).

3.2 Los ajustes del sistema de regulación de precios


La Federación Nacional de Cafeteros (FEDCAFE) a través de un sistema de cooperativas
regionales, compra una porción considerable del café de forma tal que los exportadores y
tostadores privados se ven obligados a pagar precios cercanos a los establecidos por la
Federación. Estos precios son fijados de común acuerdo entre los directivos gremiales y el
gobierno nacional.

Durante varias décadas, cuando el precio internacional estaba muy alto, la Federación
compraba las cosechas a un precio interno que permitía acumular reservas monetarias, con las
cuales podía pagar a los cafeteros, en épocas de precios internacionales bajos, una cuantía que
les garantizaba una buena rentabilidad. Esta política se hizo insostenible con la caída de los
precios en el mercado mundial e inconsistente con la liberalización de la economía colombiana
implementada desde finales de los ochenta, de manera que se pasó del régimen de
sustentación de precios a un mecanismo de garantía de compras. Con este nuevo sistema de
intervención las cooperativas cafeteras compran el grano a un precio fijado de acuerdo con las
oscilaciones del precio internacional. La garantía de compra de las cosechas y la colocación de
algunos subsidios compensatorios de origen gubernamental, cuando los precios bajan a niveles
extremos, constituye de todas formas un régimen privilegiado con relación a los demás
productores campesinos y a los cafeteros de la mayoría de los países productores. La
Federación sostiene que gracias a su política de precios los productores cafeteros colombianos
de precios reciben una participación más alta en el precio externo que la de los cultivadores de
otros países. La participación según Reina (et al., 2007: 114) fue de 83% en el 2004 y de 92%
en el 2006. Sin embargo el nivel de apropiación del excedente cafetero, por parte de los
productores, ha sido objeto de controversias19. De otra parte la Federación sostiene con cifras,
que en los sitios en que han sido retirados los puntos de compra el precio al productor baja entre
20% y 40% (Reina et al., 2007: 116).

En síntesis, puede afirmarse que en Colombia no sucedió lo que en otros países en donde
“algunos de los sistemas de comercialización del período de pre-liberalización se echaron a
perder por la corrupción y la incompetencia y muchas de las cooperativas controladas por el
Estado operaron con base en el clientelismo político más que en los intereses de sus miembros
(Daviron y Ponte, 2005: 247.) En Colombia el sistema de compras se adecuó eficientemente a

19
“ … Al productor le llega, sin contar la contribución (impuesto parafiscal), el 82% del precio externo, bien
lejos del 93% que se dice para el 2005 y del 98% que se dice para el 2006. Y si descontamos la contribución,
que es a mi juicio como se debiera calcular esto con claridad para no llevar a la gente a engaños o a
confusiones, estamos hablando del 88%. O sea, 82% sin la contribución, 88% con la contribución. Lo otro
que nos dicen es que por cada peso que dan los cafeteros de contribución se les regresan, en platas no sé
traídas de dónde, entre 6 y 7 pesos más, o sea, la multiplicación de los panes y los peces por cuenta de la
cúpula de la Federación” (Robledo, 2007: 2).
las nuevas reglas del juego y las cooperativas garantizan que los recursos del Fondo Nacional
del Café destinados para compras se conviertan efectivamente en café comprado
exclusivamente a los productores. En efecto, todo el café que lleva el productor a la cooperativa
es comprado después de ser clasificado de acuerdo con los estándares de calidad estipulados,
sin que se presenten rechazos. Los controles de la Federación y de los Comités
Departamentales garantizan, igualmente, que no haya apropiación indebida de los recursos20.

3.3 Ajustes productivos: incremento de la productividad del café y


desarrollo de nuevas actividades agropecuarias
La labor de extensión de los comités departamentales y la iniciativa de los productores ha
hecho posible que después de unos primeros momentos de incertidumbre y relativo
inmovilismo, tanto los pequeños como los medianos productores, hayan continuado los
procesos de renovación y mejoramiento de las prácticas agrícolas. El resultado de esta
estrategia se refleja en que la productividad se ha mantenido entre el año 2000 y el 2006 entre
8,5 y 9,4 toneladas por hectárea de manera que se han podido recuperar los niveles obtenidos
antes de la crisis.

Incrementar la diversificación de la finca fue otra estrategia seguida por los cafeteros para
enfrentar la crisis. De acuerdo con numerosos testimonios fragmentarios, el cultivo del plátano
fue quizás la alternativa que le dio mejores resultados a los caficultores. Por su parte Correa
(2008) en un estudio sobre el departamento del Quindío, muestra que el plátano asociado al
café y el café mismo, se contrajeron como consecuencia de la crisis, mientras que al mismo
tiempo se expandió un nuevo plátano sembrado como cultivo limpio (monocultivo) y con un
paquete tecnológico de alta intensidad, importado de la zona agroexportadora de El Urabá. Los
artífices de este cambio son algunos de los empresarios cafeteros y algunos nuevos empresarios
que a la sombra de la crisis compraron tierras de quienes se vieron obligados a abandonar el
negocio del café.

3.4 “La estrategia detrás de la marca” 21


Si bien es cierto que casi todos los países productores pretenden que su café es el mejor del
mundo, Colombia ha desarrollado una estrategia de diferenciación del producto iniciada en
1932 que ha sido la más exitosa entre todos los países que han tratado de hacer algo similar:
“Por Decreto Presidencial de 1932 se exigió que todo el café cultivado en Colombia se marcara
Café de Colombia para su exportación” (Ukers, 1.935 en Daviron y Ponte, 2005: 72).
“Paralelamente, la institución gremial cafetera de Colombia (Fedecafé) dirigió una activa
campaña de promoción en los países consumidores que logró un éxito pleno al imponer el
nombre Café de Colombia como una señal y marca de calidad” (Daviron y Ponte, 2005: 72).

20
Las afirmaciones de este párrafo sobre la eficiencia de las cooperativas en el cumplimiento de su rol
comercializador se basan en: a) la observación que hemos hecho en nuestros trabajos de campo; b) el
testimonio de Leonardo Ariza, un experto en el tema; c) el hecho que la literatura consultada no reporta
evidencias en sentido contrario.
21
“Juan Valdés, la estrategia detrás de la marca” es el título del libro de Reina et al. (2007) que se cita
repetidas veces en este trabajo. Esta publicación es una muy buena y completa versión, de la propia
Federación, sobre la evolución de la caficultura colombiana y su posicionamiento en el mercado
internacional por medio de las marcas “Café de Colombia” y “Juan Valdés”.
El caso es que se ha logrado un reconocimiento comprobado del café colombiano: “A modo de
ejemplo, vale la pena señalar que un estudio adelantado en 2005 en Estados Unidos mostró que
el 83% de los consumidores sabía de la existencia del café colombiano y más del 50% pensaba
que era el mejor del mundo. Estos resultados se replican en menor dimensión en mercados tan
diversos como Polonia, Rusia, China o Australia donde no se han asignado recursos de
promoción y publicidad significativos” (Reina, Silva, Samper y Fernández, 2007: 15).
Igualmente en otros países los consumidores, según algunas encuestas, identifican el café
colombiano: en España el 93% de los consumidores reconocen que la marca “100% Café de
Colombia” (una marca–ingrediente con identificación geográfica de origen) representa garantía
de alta calidad y el 28% asocian el logo de Juan Valdés (marca–producto) con el café
colombiano. En Canadá estos porcentajes son 89% y 48%; en Corea del Sur 76% y 0%; en
Alemania 46% y 0%; en Francia 31% y 0%22.

Esta diferenciación del café colombiano, como lo anota Reina (et al., 2007) ha logrado
convertir una desventaja comparativa (mayor utilización de trabajo por la imposibilidad de
mecanizar la recolección en las laderas cafeteras) en una ventaja competitiva (diferenciación
por calidad). El impacto de la diferenciación del café de Colombia se refleja, de otro lado, en la
prima que alcanza el café colombiano con relación a otros cafés suaves que es actualmente de
28 centavos de dólar (Reina, et al., 2007: 182 -183).

3.5 Los cafés especiales


Parece ser que las nuevas oportunidades en el mercado mundial están en la ampliación
acelerada del mercado de los cafés especiales dirigidos a un amplio sector de consumidores con
una alta capacidad de compra. En Colombia se ha enfrentado de tres formas los retos que
imponen estos mercados. Por un lado se ha fortalecido de la marca – insumo “100% Café de
Colombia”, empresa en la cual, como se dijo, se ha tenido éxito.

En segundo lugar la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia ha desarrollado una


estrategia de venta directa al consumidor de productos con su marca producto Juan Valdés en
tiendas “tipo Starbucks.” Hoy en día (24 de enero 2008) hay 100 tiendas Juan Valdés en
Colombia y 10 más en el extranjero. Está proyectado llegar en el año 2010 a 200 tiendas en
Colombia y a 100 en otros países23. La marca Juan Valdés es de propiedad de PROCAFECOL,
una empresa de la Federación que hasta ahora no ha producido utilidades contables: perdió 2,9
millones de dólares en el bienio 2004–2005 (Robledo, 2007: 7). La tercera estrategia ha
consistido en la vinculación de los productores agrupados muchas veces en pequeñas
asociaciones locales, al mercado mundial de cafés especiales, y sostenibles, por medio de
diferentes agentes e instituciones y por lo regular con el apoyo de la Federación. En Colombia
es cada vez más importante la producción de cafés especiales que son reconocidos por su
origen o por sus condiciones productivas particulares (orgánicos, sostenibles, producción en
condiciones justas). Para el año 2006, de acuerdo con la información disponible, estos cafés
representaban 5,1% de la producción total del país y 5,6% de sus exportaciones del grano

22
Japón 22% y 0%; China 13% y 8%; Rusia 12% y 0,4%; Sudáfrica 6% y 0,2%. Datos de KRC Research
(2005) “Coffee Logo U.S. trading Study”, presentación a la Federación Nacional de Cafeteros, citado por
Reina et al., 2007: 180.
23
Datos suministrados por un funcionario de PROCAFECOL.
(datos Minagricultuea 2006 y FEDECAFE, 1997). No hay datos para confirmarlo con
exactitud, pero de acuerdo con nuestro conocimiento directo de diversas zonas cafeteras, la
mayor parte de los cafés especiales son producidos en fincas pequeñas (familiares), aunque no
son despreciables las iniciativas empresariales. De ser esto cierto Colombia no participa de la
tendencia mundial anotada por Daviron y Ponte (2005:120) según la cual este negocio “ha
estado más a disposición de las fincas grandes que de los pequeños caficultores.24” Con formato: Sin Resaltar

4 EL AJUSTE DE LA PRODUCCIÓN FAMILIAR


CAFETERA
Antes de examinar las estrategias seguidas por algunos productores familiares que se cuentan
entre quienes decidieron trabajar más en sus fincas para sortear la crisis se debe aclarar que no
todos siguieron un camino similar. Otros optaron por depender menos de la actividad
agropecuaria haciendo cosas como las siguientes: El reemplazo parcial o total del café por
ganadería extensiva, lo cual implica una mayor «potrerización» de las laderas andinas y, por
consiguiente, un incremento de las consecuencias ecosistémicas de este modelo ganadero; la
reducción sustancial de las actividades en los cafetales, llegando en algunos casos a un estado
crítico de abandono del cultivo; El incremento del trabajo por fuera de sus fincas; la venta
parcial o total de sus predios.

4.1 Las ventajas de la tecnificación incmpleta y la búsqueda de la


sostenibilidad económica y mabiental
En una zona cafetera, en la Cordillera Occidental, municipio de Restrepo, Departamento del
Valle del Cauca (Forero, 1999) se encontró que los productores familiares producían cada kilo
de café con un costo menor que los finqueros–empresarios a pesar de tener rendimientos por
unidad de superficie mucho más bajos. Años después el estudio de la Cuenca del Guadalajara,
realizado en 1998 (Forero et al., 2000) arrojó que los productores familiares cafeteros
remuneraban ampliamente la mano de obra invertida; es decir, generaban excedentes
importantes para su economía familiar en medio de un mercado con precios bajos. Estas dos
regiones son representativas de esa vasta superficie cafetera en la cual los campesinos han
acogido apenas parcialmente las recomendaciones de los instituciones cafeteras.

Ante la los productores habían optado, entre otras cosas, por minimizar sus gastos monetarios e
intensificar el autoconsumo. A medida que han venido descendiendo los rendimientos del café,
por la disminución de los fertilizantes químicos aplicados, las familias han tenido que intensificar
su participación en el trabajo en la finca aun a costa de la extensión de la jornada de las mujeres y
de involucrar a los menores en tareas de las que se habían liberado hace tres o cuatro décadas. Se
ha presentado también una intensificación de la migración parcial de miembros de los hogares
rurales y por esta vía una estrategia consistente en complementar los ingresos con remesas que
les envían sus familiares más cercanos.

24
Se puede asegurar, por nuestras observaciones, que hay en Colombia numerosos productores pequeños de
cafés especiales en múltiples regiones (Huila, Caldas, Santander, Cundinamarca, por ejemplo). Pero cabe la
posibilidad que una cuantificación del sector concluya que los medianos y grandes tengan una alta
participación en el total de la producción.
Por otra parte los productores familiares cafeteros de Riosucio y Supía en el departamento de
Caldas, Cordillera Occidental (Corrales y Forero 2007 y Corrales, Forero y Mendoza, 2007).
pertenecen también, al amplio grupo de cafeteros que no asumieron todo el paquete propuesto,
años atrás, por los extensionistas del Comité de Cafeteros sino que desarrollaron unos sistemas
productivos “semi intensivos”. Esto quiere decir que con relación a las recomendaciones de los
programas de extensión de esta entidad, ellos tienen una menor densidad de siembra;
conservan, en buena parte, el sombrío arbóreo; utilizan dosis de abonamientos menores (aun en
la época anterior a la crisis); mezclan variedades diferentes en un mismo lote y no renuevan
todos los árboles al mismo tiempo sino los que decide el productor, basado en su conocimiento.

Para enfrentar la crisis de los precios del café , los pequeños productores mejoraron la
producción del plátano un producto tradicional de alto consumo en el medio urbano.
Igualmente han hecho un cambio drástico en el procesamiento de la caña, para producir panela,
con la introducción de motores para la molienda. Ha sido exitosa por lo demás la implantación
de trapiches comunales que permiten a los pequeños productores paneleros acceder a nuevas
plantas de beneficio sin tener que modificar la escala de producción agrícola.
La combinación de la producción cafetera con la panelera, en la misma finca, ha sido
tradicional en Colombia. Sin embargo en las últimas décadas se había venido dando un proceso
de relativa especialización por zonas en uno u otro cultivo. Pero con la crisis de los noventa
muchos campesinos cafeteros han venido recuperando, ensanchando o mejorando su
producción panelera.

Los productores de esta zona (Riosucio–Supía) pertenecientes a la Asociación de Productores


Indígenas y Campesinos de Riosucio y Supía -ASPROINCA- han intentado implementar una
agricultura sostenible que tiende a seguir el modelo de la agroecología. Ellos trabajan con el
criterio de mejorar sus ingresos y de conservar o recuperar el ecosistema. De esta forma han
entrado en un rico proceso de innovación cuyo resultado es por ahora una interesante
combinación de tecnologías de la Revolución Verde con las prácticas tradicionales y las nuevas
propuestas de la agricultura ecológica. En términos generales la estrategia de recuperación del
café se ha basado en la creciente disminución de los costos monetarios sustituyendo trabajo
contratado e insumos comprados. Casi todos los productores están ensayando con la caficultura
orgánica en pequeños lotes, pero conservan aún la mayor parte de los cafetales en el sistema
convencional (con abonamiento agroquímico.

Uno de los aspectos claves en este proceso de cambio, o si se quiere de ajuste, es la integración
entre la producción animal y la agricultura, que se había perdido en Colombia con la lógica
productivista de la Revolución Verde (quizás mal entendida). Algunos de ellos, a pesar de sus
pocos recursos y gracias a las estrategias de financiación de pequeños créditos, han podido,
además de las especies menores, introducir una ganadería bovina intensiva a muy pequeña
escala basada fundamentalmente en la alimentación con forrajes producidos en la finca.

Más allá de las metas que se impuso ASPROINCA de incrementar el autoconsumo y disminuir
la dependencia del mercado, los campesinos con la nueva propuesta tecnológica han
incrementado en forma sustancial, sus ingresos provenientes de la colocación de sus productos
agrícolas y pecuarios en el mercado. De todas formas los logros en términos de seguridad
alimentarias son relevantes: Mientras que en promedio los hogares campesinos colombianos el
autoconsumo representa 30% de la canasta de alimentos (Torres, 2001) en estas familias el
porcentaje de la producción autoconsumida sobre le total de la dieta alimentaria asciende a 39
% con un máximo de 72% (Corrales, Forero y Mendoza, 2007). Este dato es más significativo
si se tiene en cuenta que los campesinos cafeteros están entre quienes presentan menores
niveles de autoconsumo por la importancia que tienen los ingresos monetarios derivados de la
venta del grano circunstancia que los impele a tener una mayor preferencia por los alimentos
comprados.

4.2 La viabilidad económica de los productores familiares


El mejor indicador de la viabilidad económica para los sistemas de producción familiares es la
remuneración de la mano de obra: cuando la familia, por cada día de trabajo en su propia finca,
obtiene un ingreso superior al que recibiría trabajando en otra parte, el sistema resulta tiende a
ser viable en términos económicos porque la remuneración dentro del sistema sobrepasa el
costo de oportunidad de la mano de obra. En, Restrepo - Valle del Cauca, antes de la crisis, se
encontró que la remuneración de la mano de obra en los sistemas cafeteros (que incluían el
plátano, a veces algunos pocos cerdos o aves y tal cual cultivo „de pan coger‟) los campesinos
cafeteros (productores familiares) remuneraban con el trabajo en sus fincas su mano de obra y muy
por encima del salario mínimo (cuadro 5). Se exceptuaba el productor intensivo que había
adoptado, sin reservas, el paquete tecnológico promovido por el Comité de Cafeteros. Este
productor antes de pagar los intereses remuneraba su mano de obra en un poco más de la mitad de
los productores semi intensivos. Después de pagar las “rentas financieras”, su remuneración baja
a apenas un salario mínimo diario (sin prestaciones). Esto es lo que ellos llamaban trabajar para el
banco, en medio de una situación muy difícil que había obligado a otros productores a vender sus
fincas porque muy seguramente la remuneración de la mano de obra de estos otros había llegado a
niveles inferiores de quienes aun subsistían.
Cuadro 5. Remuneración de la mano de obra familiar empleada en sistemas de producción
rurales. Valores en número de salarios mínimos.
Remuneración Remuneración
técnica día trabajo neta día trabajo
domestico doméstico
CAFETEROS, BUGA - VALLE – 1998
Minifundista de baja productividad 4,5 4,3
Pequeño de baja productividad 4,8 4,8
Pequeño de mediana productividad 5,2 5,1
Mediano de mediana productividad 5,6 5,4
CAFETEROS RESTREPO - VALLE – 1991
Minifundio 5,7 5,7
Pequeña semi-intensiva 5,9 4,8
Pequeña intensiva 2,2 1,0
Familiar pequeña 6,2 4,7
Cafetero ganadera 13,1 11,7
La remuneración técnica es el cociente entre el excedente familiar del sistema de producción agropecuario, antes de
pagar rentas, y el número de jornales que invierte la familia para obtener ese excedente. La remuneración neta se
calcula de la misma forma pero colocando en el denominador el excedente después de pagar rentas. El excedente
familiar del sistema de producción es igual a las ventas (ingreso monetario agropecuario) MAS el autoconsumo humano
(ingreso doméstico agropecuario) MENOS los cotos monetarios (incluidos salarios.)
El salario mínimo se toma como el costo de oportunidad de la mano de obra familiar de manera que cuando la
remuneración de la mano de obra (mediada en número de salarios mínimos) es superior a UNO (como en todos los casos
de este cuadro) el sistema remunera la mano de obra de la familia por encima de su costo de oportunidad, lo cual indica
que es económicamente viable.
Salario mínimo mensual l 2003: $332.020. Un dólar = $2817.
Fuentes: Para Restrepo: Forero (1999). Para Buga: Forero et al. (2000).

En Riosucio y Supía, en donde los minifundistas cafeteros han hecho sustanciales cambios a
sus sistemas de producción dirigidos a implementar una agricultura sostenible, en 41 de los 48
casos analizados los productores obtenían una remuneración superior al costo de oportunidad
de emplear su mano de obra jornaleando por fuera de la finca (datos en Corrales y Forero,
2007). Pero el jornal de esta zona (equivalente a 3,4 dólares del año 2006) está, como en
tantas otras zonas rurales del país, por debajo del salario mínimo diario legal (que equivale a
5,5 dólares y que no incluye prestaciones sociales). Al hacer la comparación con el salario
mínimo legal diario que rige en Colombia para gran parte de las contrataciones transitorias de
la mano de obra no calificada, se obtuvo que en casi la mitad de los casos el trabajo familiar
estaba sub remunerado.

El ingreso agropecuario (excedente de producción por persona mes) no es suficiente para


colocar a estas familias por encima de la línea de pobreza que era para el sector rural
colombiano 2,4 dólares diarios por persona en el año 200625. Ahora bien el ingreso

25
Actualmente, año 2008, con la reevaluación del peso, el límite entre pobres y no pobres, en el medio rural,
está en 3,4 dólares día y se considera indigentes a quienes tienen que arreglárselas con menos de 1,6 dólares
diarios. Para las ciudades estas líneas pasan por un nivel mucho más alto: En Bogotá la frontera de la pobreza
está en 5,6 dólares día por persona y la de indigencia en 2,1. Y en Manizales, la ciudad con niveles más altos,
están en 7,1 y 2,4 dólares. Estos cálculos son hechos con los datos oficiales reportados por el Departamento
agropecuario promedio está por encima de la línea de indigencia la cual corresponde al valor de
una canasta básica de alimentos (datos en Corrales y Forero, 2007).

Con la tecnología que están utilizando los socios de ASPROINCA en sus sistemas de
producción alternativos se necesitan 3,2 has para estar por encima del nivel de pobreza (es
decir para obtener más de dos salarios mínimos anuales por familia) mientras que por su parte,
los productores con los sistemas de producción convencionales necesitarían 10 has lo cual es
una expresión fehaciente de la superioridad técnico – económica y ecosistémica de los sistemas
de producción alternativos. Ahora bien los productores socios de ASPROINCA a pesar del
desarrollo de tecnologías intensivas tienen limitaciones de tierra porque solamente 16 de los 48
casos estudiados, en el año 2006 tienen extensiones superiores a las 3,2 has. Para colocarse en
una situación que podríamos llamar social y ambientalmente deseable bajo el primer sistema
cada familia debería tener unas cinco o seis has, con un área que le permita una distribución
razonable de las superficies dedicadas a los cultivos, al pastoreo y a la conservación de
superficies estratégicas para conservación de la red hídrica, así como de los suelos más frágiles
y la diversidad biológica.

La carencia de tierras suficientes y adecuadas no significa necesariamente que los pequeños


productores sean inviables: la mayor parte de ellos remuneran cada jornada invertida en su
finca por encima de su costo de oportunidad. Su problema central es que cuando tienen poca
tierra no pueden emplear sino una fracción del trabajo familiar disponible. El problema no
reside entonces en la tecnología que ellos utilizan sino en la limitación severa de recursos.

5 CONCLUSIONES
Si bien la producción cafetera colombiana sufrió un fuerte impacto, con la crisis de los años
noventa del siglo anterior, que implicó la reducción del área en un 30%, la salida de parte de
los productores más grandes y la consolidación de los pequeños que supieron resistir mejor la
caída del precio, en la primera década del siglo XXI se hace evidente la capacidad de la
producción cafetera de ajustarse a las nuevas condiciones del mercado mundial. De un lado la
organización gremial, la Federación Nacional de Cafeteros, desarrolló -por medio de sus
organizaciones gremiales y cooperativas regionales- un nuevo mecanismo para la
comercialización interna del grano gracias al cual el productor recibe una porción considerable
del menguado precio de exportación. De otro lado, la Federación ha continuado fortaleciendo
las estrategias de mercadeo que han permitido que el café colombiano tenga una posición
privilegiada en el contexto internacional.

Por su parte los caficultores, apoyados por la Federación de Cafeteros y por algunas ONG´s,
lograron ajustar sus sistemas de producción mediante un conjunto de estrategias. Buena parte
de ellos han venido renovando los cafetales incrementando los rendimientos por hectárea con lo
cual la caída del área no ha implicado una disminución considerable de la producción de suerte
que el café producido y exportado conserva sus niveles históricos. En forma generalizada los
cultivadores de café han acudido a mejorar la producción del plátano, planta que siempre les ha
proporcionado un ingreso adicional y han recurrido a otras posibilidades de diversificación
agropecuaria de menor envergadura. Particularmente los pequeños han intensificado el trabajo

Nacional de Planeación. Ahora bien, la línea de indigencia corresponde al valor de una canasta básica de
alimentos y la de pobreza al de una canasta de consumo básico para sectores populares.
familiar y la utilización de recursos de la finca disminuyendo considerablemente los costos
monetarios de sus fincas, representados en el pago de jornales y en la compra de insumos, al
tiempo que han incrementado el ingreso en especie proporcionado por el autoconsumo
alimentario. Otros han encontrado una mejoría de sus ingresos en la producción de cafés
especiales cuya participación ha venido creciendo notablemente: ya en el año 2006 alcanzaba el
5,6% del volumen de las exportaciones.

Entre las nuevas alternativas que desarrollan los pequeños se ha destacado la búsqueda de la
sostenibilidad ambiental que han emprendido algunos de ellos mediante una serie de cambios
tecnológicos con alto contenido de mano de obra.

Todos estos ajustes han permitido consolidar la viabilidad económica de la producción familiar
cafetera por cuanto la remuneración de la mano de obra familiar tiende a superar el pago que
recibirían los miembros del hogar trabajando por fuera de sus fincas. Dada esta circunstancia el
limitante central de la producción familiar es el escaso acceso a la tierra dentro de una situación
paradójica según la cual los sistemas de producción son productiva y económicamente
eficientes pero, por su reducido tamaño generan ingresos precarios que no alcanzan para que el
amplio grupo de cafeteros minifundistas logren remontar la línea de pobreza con su sólo
ingreso agropecuario.

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