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LA CIUDAD EN LA EDAD MEDIA

A lo largo de las siguientes páginas haremos un breve recorrido por los


aspectos más significativos de la morfología y el poblamiento de la ciudad durante la
Edad Media, resaltando para ello y como paradigma la ciudad de Córdoba, cuya
múltiple distribución urbanística se encuentra a medio camino entre las ciudades
cristianas de origen romano y las urbes islámicas del oriente próximo.

Palabras clave: desarrollo urbano; edificios públicos; vivienda; condiciones de


vida; distribución social.

1. CARACTERISTICAS GENERALES DE LAS URBES DEL MEDIEVO

1.1 TAMAÑO Y ESTRUCTURA DE LOS NÚCLEOS URBANOS

El crecimiento demográfico que va a caracterizar a occidente durante la Plena


Edad Media repercutió especialmente en el desarrollo de las ciudades y las
actividades urbanas. Para H. Perenne, los primeros síntomas de renacimiento urbano
se dieron en la segunda mitas del S. X, siendo a partir de este momento cuando el
desarrollo del comercio permitió la reanudación de las actividades ciudadanas, dando
origen a nuevos núcleos urbanos.

La mayor parte de las ciudades de la época eran de pequeñas dimensiones,


coyuntura que queda plenamente demostrada con el hecho que a la altura del año
1300, tanto en la zona central como occidental de Europa existan pocas ciudades que
rebasen las 50.000 almas. Entre los núcleos más destacados demográficamente
podemos resaltar:

- París y Milán poseían una cifra cercana a los 200.000 habitantes.


- Venecia, Génova y Florencia alrededor de 100.000
- Palermo, Nápoles y Gante, unos 50.000
- Barcelona, Londres, Brujas y Colonia entre 35.000 y 40.000
habitantes.

En cuanto a su morfología hemos de reseñar que la mayoría de los casos estas


ciudades presentan como nota más característica su amurallamiento exterior. Así, por
ejemplo la ciudad alemana de Colonia contaba con un recinto amurallado que
provenía de Época Romana que alcanzaba una superficie de 97 hectáreas a las que
posteriormente se añadieron dos ampliaciones más, fechadas en torno a los años
1106 y 1180 contando con 223 y 401 hectáreas más respectivamente.

Un caso más cercano a nosotros lo constituye la ciudad de Córdoba cuyas


murallas se construyen bajo la dominación musulmana de la Península. Aunque
sufrieron varios procesos de reconstrucción y ampliación durante la Baja Edad Media,

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podemos indicar que a grandes rasgos, ésta contaba con una altura que variaba entre
cuatro y quince metros, hallándose coronada por merlones y un adarve interior que la
rodeaba. Escaleras al aire habrían permitido el acceso al muro. El carácter defensivo
se aseguraba en gran parte por la presencia de torres, que bordeaban todo el recinto
amurallado. Su aspecto exterior se completaba por una serie de puertas (siete) o
postigos que no sólo tenían una finalidad práctica, de control de personas y
mercancías que entraban y salían de la ciudad, sino también un carácter simbólico,
como acceso a un mundo distinto. Las puertas ocupaban un lugar alejado de los
vértices de las murallas y su emplazamiento se vinculaba con la presencia de, al
menos, una torre cercana que permitiera una defensa más efectiva, ya que cualquier
vano suponía un punto débil que facilitaba el ataque. Por este motivo, puertas y torres
estaban vigiladas por los jurados y las primeras se cerraban por la noche, quedando la
ciudad incomunicada con el exterior, donde raramente se construyó alguna casa.
(ESCUDERO, J.; MORENA, J.A.; VALLEJO, A.; VENTURA, A. (1999) “Las murallas
de Córdoba (el proceso constructivo de los recintos desde la fundación romana hasta
la Baja Edad Media)” en GARCÍA, F. R. y ACOSTA, F. (Coords.): Córdoba en la
Historia: La Construcción de la Urbe. Córdoba, 201-224.

En otro orden de cosas hemos de hacer referencia al plano urbanístico y en


este caso concreto a la toponimia que impregna el trazado de estas ciudades
medievales. Así, es frecuente en la Edad Media, que cada calle de una ciudad posea
un nombre cuyo origen será muy variado.

- Algunos de ellos eran muy descriptivos: Calle ancha, larga, oscura


etc.
- Otras tomaban el nombre de algún edificio pública situado en ellas.
(v, gr. Calle de la iglesia)
- Otras llevaban el nombre del grupo social que las habitaba: como la
calle de los judíos en Córdoba, que en la actualidad todavía se
conserva.
- Muchas tomaron el nombre del oficio artesanal que en ellas se
practicaba: (v, gr. Calle de la zapatería, la espartería etc.)
- También fue habitual que algunas redes viarias adoptaran el nombre
de alguna persona ilustre que hubiese residido en ella.

Por último, hemos de indicar que como norma general las casas medievales no
poseen numeración, siendo París, la primera ciudad de la que se tiene constancia que
empieza a utilizar este sistema para el reconocimiento de los hogares, allá por el S.
XV.

1.2 MERCADOS, IGLESIAS Y EDIFICIOS PÚBLICOS

a) Mercados y Ferias Æ El mercado fijado en la Edad Media era de carácter local,


comarcal o regional y en él primaban los productos perecederos y los diferentes útiles
de extracción artesanal. La creación de un mercado iba precedida por el
correspondiente privilegio real, teniendo lugar, como norma general, un día a la
semana aunque su fecha podía variar. Por el contrario, las ferias se fijaban en
determinados días del año, que generalmente coincidía con una festividad señalada.
Se celebraban en lugares de fácil acceso, teniendo muy presentes según el caso, el
trazado de caminos, vías fluviales y rutas marítimas cuya importancia era
indispensable para la importancia de las operaciones a realizar. En este sentido,
serían ferias destacadas en la Edad Media, las de Ypres, Brujas, Amberes o la
castellana de Medina del Campo, dedicada fundamentalmente al negocio textil.

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b) Centros religiososÆ Iglesias, monasterios y catedrales se muestran como unos
elementos más destacados dentro de la morfología de la ciudad en la Edad Media.
Así, es relativamente frecuente la existencia de un alto número de iglesias
parroquiales en una villa; cuestión de la que resultará un claro ejemplo la ciudad de
Córdoba tras la conquista de Fernando III (1236), bajo cuyo mandato se erigen hasta
14 parroquias, entre las que descuellan las de Santa Marina, Santiago o San Lorenzo.
Por otro lado, serán los Monasterios de la Orden Franciscana y Dominica los que
mayor atracción ejercerán en España a partir del Siglo XIII. Así, en Córdoba, por citar
sólo los ejemplos más importantes, destacaban los de San Pablo y San Francisco en
la zona oriental de la ciudad y los de la Trinidad y Santa Clara en la occidental. Por su
parte las Catedrales, son edificios singulares que suelen situarse en el corazón de la
urbe. Asimismo es relativamente frecuente que sus proximidades se levantara el
Palacio Episcopal, que será el lugar de residencia del obispo y otros religiosos
pertenecientes a la diócesis.

c) Otros edificios públicosÆ Entre los más destacados podemos citar:


- Las casas municipales que se erigía en el lugar donde se reunían
los miembros del gobierno municipal.
- Los Hospitales, en los que se da cabida tanto a enfermos como a
los pobres e indigentes que pululan por las ciudades de la época.
- Las prisiones, que poseen el mismo significado que en la actualidad,
es decir, como centro de internamiento de delincuentes.

1.3 LA VIVIENDA MEDIEVAL

a) Las dependencias de la casa urbana

Frente a la casa rural en la que personas y animales comparten un único


espacio, las viviendas urbanas se caracterizan, entre otras cuestiones, por su una
fuerte heterogeneidad que vendrá marcada por el nivel económico de la familias en
cuestión. Así, las clases más humildes solían de disponer de vivienda de una sola
planta, cuya característica general era la austeridad y la ausencia general de todo tipo
de elementos decorativos. Frente a este modelo se sitúa el empleado por las “clases
medias urbanas”, cuyas viviendas están compuestas de manera general por dos
plantas donde en la primera suele estar el taller y/o una sala principal utilizado
generalmente por la familia como comedor, mientras que en la segunda, solían estar
las alcobas o dormitorios destinadas al descanso. Por último las casas pertenecientes
a la nobleza y grandes linajes, que presentan grandes dimensiones, con varias plantas
y numerosas habitaciones. De este modo, es frecuente que se reserve una zona para
ser utilizada de granero; otra que generalmente coincide con la parte baja de la
vivienda como sala de reuniones o salón principal; mientras que la zona alta irá
destinada a las dependencias familiares (alcobas).

b) Mobiliario, sistemas de calefacción y alumbrado

Como anteriormente mencionamos, las casas de los grupos sociales más


humildes se caracterizarán por la práctica ausencia de mobiliario, que solía consistir
en una o varias camas, sillas y mesas. En contraposición a este hecho los sectores
más acomodados de la sociedad disfrutan de un mobiliario abundante y lujoso,
compuesto por sillas, mesas, camas, armarios, muebles para la vajilla, atriles, cofres,
etc. Las camas que pueden ir dotadas de ricos cortinajes se elevan sobre el suelo por
medio de tarimas que actúan como aislante de las bajas temperaturas. También las
paredes de la habitación se decoran con tapices o con el blasón (escudo)familiar.

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En cuanto a los sistemas de calefacción y alumbrado hemos de indicar que
aunque son escasos en la época, aunque también como es lógico, serán los
estamentos superiores de la sociedad los que gocen de una coyuntura más favorable.
Así, nobles, clérigos de alta condición e individuos que a pesar de pertenecer al
Estado Llano gozan de una buena situación económica, suelen utilizar lámparas,
candelabros, linternas, que se colocan en las dependencias principales de la casa, con
una clara preeminencia en el salón, donde también se sitúa la chimenea que será la
principal fuente de calor de la casa.

2. LAS CONDICIONES DE VIDA EN LAS CIUDADES

El progresivo desarrollo urbano y el incremento del número de personas que


habitaban en las ciudades durante la Edad Media, trajo consigo graves
consecuencias, siendo la más importante de ellas la rápida propagación de las
enfermedades y derivado de ella la sensible elevación de las tasas de mortalidad.
Uno de los principales problemas que se presenta en este sentido, era acoger a
los numerosos habitantes que empiezan a llegar desde el campo a las ciudades,
llevados por el desarrollo económico de los Burgos. Para aliviar esta situación se
tenderá a varias fórmulas como:
a) La construcción de viviendas adosadas, mediante las cuales se tiende a
suprimir el espacio existente entre las mismas, como forma para economizar el
espacio urbano existente. En realidad, esta tradición había sido empleada en
tierras de la Península itálica desde tiempos del Imperio Romano, aunque a
partir del Siglo XII se consolida y se extiende por zonas como la Renania
alemana o Francia.

b) Estrechando la parte de fachada que daba a la calle. Así, las casas poseían
cierta longitud, pero no anchura, hecho que influirá lógicamente en la
iluminación de las viviendas y en su falta de ventilación, factor negativo, por
otro lado, en cuanto a salubridad se refiere.

c) Añadiendo más plantas a las casas. Así, en numerosas ciudades son


frecuentes las casas con dos o más plantas, que cuentan, como contrapartida
a lo expuesto en el anterior apartado, con ventanas, para poder aprovechar lo
máximo posible la luz.

En cuanto a los materiales de construcción, hemos de indicar que el más utilizado


en la Edad Media es la madera. Presenta como mayor ventaja, que es más barata que
la piedra ( ya que para su utilización se requería cal ;una materia excesivamente cara
en la época), aunque como contrapartida, se muestra como un material altamente
incendiable y poco resistente a las humedades, con las consecuencias higiénicas
derivadas de ello.

Por otro lado, hemos de significar, que un tema capital al aumentar el tamaño de
las ciudades será el suministro de agua.

Los romanos habían creado numerosos sistemas de canalización y suministro,


pero, tras la caída del Imperio, la mayor parte de estas infraestructuras habían caído
en desuso. Así, lo más habitual en las ciudades medievales para abastecerse de
agua, era recurrir a los pozos que se encontraban en sus proximidades, de los que se
obtenía el líquido elemento mediante unas norias generalmente movidas por animales
de tiro.

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También fue muy frecuente utilizar el agua de los ríos, aunque como norma
general la mayor parte de ellos en su discurrir por el casco de una ciudad se
encontraban contaminados por los vertidos de aguas residuales en su cauce. De este
modo, la consecuencia más evidente de ello fue, el elevado número de enfermedades
infecciosas (cólera, disentería) que debió soportar la población de las ciudades en la
Edad Media.

Es necesario anotar, por otro lado, que durante la Plena y Baja Edad Media
empiezan a cobrar importancia las fuentes, que por lo general se van a levantar en las
plazas mayores de las distintas localidades.

Otro problema existente en las ciudades medievales fue la práctica inexistencia


de instalaciones sanitarias.

Durante la Edad Media serán los monasterios y conventos los que disfrutaron de
las mejores condiciones sanitarias; hecho que contrasta con la situación en las urbes,
donde algunas de ellas carecían incluso de letrinas, o en el mejor de los casos, éstas,
que se situaban en los puentes o en la orilla de los ríos donde vertían su contenido,
eran insuficientes para atender a las necesidades de la población. Así, baste como
ejemplo, el hecho que, en la Londres medieval existían 16 letrinas públicas para una
población entre los 35.000 y 40.000 habitantes.

Existían también numerosos pozos negros particulares situados en la parte


trasera de las viviendas, que son revestidos de piedra o mimbre, limpiándolos
escasamente y vertiendo su contenido en los ríos o campos colindantes a las
ciudades. PIRENNE, H.( 8ª edición, 1989)”Las ciudades en la Edad Media”,
Alianza, Madrid.

Relacionado directamente con este hecho está el mantenimiento y limpieza de


las calles, hecho que como es natural, al carecer de un acerado, se muestra como un
problema de primera magnitud. Así es normal que las calles de las ciudades hasta el
S.XIV estén cubiertas por una mezcla de arena y guijarros, aunque a partir de esta
fecha empiece a cobrar fuerza el uso del ladrillo y los adoquines. No obstante, en
algunas ciudades del medievo existen gremios de empedradores que se dedicaban al
mantenimiento de las calles, aunque en realidad, esta actividad consistía en añadir
más arena y guijarros al suelo, lo que implicaba, en no pocas ocasiones que el nivel
de las calles aumentase varios centímetros, cuestión que comportaba efectos
contraproducentes ante la posibilidad de inundaciones de la red viaria. Asimismo
resultaría un factor negativo, en materia de salubridad pública, el no contar con un
sistema de recogida de basuras, lo que implicaba que los residuos se arrojen
libremente a la vía.

Otro problema presente en las ciudades de la época fue el riesgo de incendios,


que se convertiría en uno de los problemas más acuciantes para los habitantes de las
urbes medievales debido fundamentalmente, y como expusimos antes, a la elección
de la madera como elemento predominante en la construcción.

Por último es necesario significar en torno al tema del cuidado de la red viaria
la falta de alumbrado. Así tras la puesta de sol las calles quedaban completamente a
oscuras, lo que se constituirá en un factor de primera magnitud a la hora de explicar,
en algunas ciudades el elevado índice de delincuencia, hecho que explica la
resoluciones tomadas por algunas de las grandes urbes europeas como París, donde
a comienzos del Siglo XV, se ordenó la colocación de linternas en las calles.

3. LA DISTRIBUCIÓN SOCIAL EN LAS CIUDADES

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En todas las ciudades medievales existían barrios y zonas que se distinguían por
el nivel social, económico y el origen étnico de sus habitantes. Así, utilizando como
paradigma el caso de la Córdoba de la época, expondremos las principales
características de la distribución social en las ciudades durante la Edad Media.

a) Las personas acomodadas residían, generalmente, en el centro de la ciudad.


Allí, se levantan sus fastuosas casas, dotadas de numerosas dependencias
interiores, patios, jardines y rematadas con magníficas fachadas. En la
Córdoba de la época, el lugar de residencia preferido por la nobleza urbana
fue la villa o sector oriental de la ciudad, bastando como ejemplo de ello la
ubicación de viviendas como las de los Marqueses del Carpio en la calle
cabezas ( que presenta una fachada a esta calle y otra a la calle Feria,
conservando todavía en la actualidad su fisonomía medieval) y la llamada
casa de los Luna, que perteneció al humanista Fernán Pérez de Oliva situada
en la Plaza de San Andrés.

b) A medida que descendemos en la escala social, las viviendas se alejan del


centro de la urbe. Así, los comerciantes y artesanos de Córdoba, durante la
Baja Edad Media, residen en la Axarquía o sector oriental de la ciudad. Era la
zona comercial por excelencia y su centro neurálgico se encontraba en la
plaza del Potro, donde se ubicaban la mayor parte de tiendas y talleres
artesanos.
c) También tienen su zona de residencia los sectores urbanos segregados, tales
como judíos, musulmanes y las capas más bajas de la sociedad dedicadas a
oficios poco licenciosos.
- La juderíaÆ Tras la conquista de la cuidad por Fernando III en
1236, los judíos habitaban en el sector urbano que todavía se
conoce con ese nombre, es decir, las inmediaciones entre la
Mezquita y la Puerta de Almodóvar, en un recinto que se hallaba
aislado del entramado urbano por medio de una puerta, que los
separaba de los restantes grupos sociales.
- La MoreríaÆ Los mudéjares cordobeses tuvieron como primitivo
emplazamiento la collación de San Juan. A finales del Siglo XV
fueron recluidos en la zona del Alcázar viejo, para más tarde pasar a
habitar la collación de san Nicolás de la Villa, donde ocuparon las
inmediaciones de la actual calle Morería.
- Por último indicar que la prostitución era ejercida en la collación de
San Nicolás de la Axarquía, en las proximidades de la plaza del
Potro y la calle de la Feria, ubicándose, más concretamente, las
mujeres dedicadas a este menester, en una pequeña barrera de
esta zona, llamada barrera de la Mancebía.

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