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podemos indicar que a grandes rasgos, ésta contaba con una altura que variaba entre
cuatro y quince metros, hallándose coronada por merlones y un adarve interior que la
rodeaba. Escaleras al aire habrían permitido el acceso al muro. El carácter defensivo
se aseguraba en gran parte por la presencia de torres, que bordeaban todo el recinto
amurallado. Su aspecto exterior se completaba por una serie de puertas (siete) o
postigos que no sólo tenían una finalidad práctica, de control de personas y
mercancías que entraban y salían de la ciudad, sino también un carácter simbólico,
como acceso a un mundo distinto. Las puertas ocupaban un lugar alejado de los
vértices de las murallas y su emplazamiento se vinculaba con la presencia de, al
menos, una torre cercana que permitiera una defensa más efectiva, ya que cualquier
vano suponía un punto débil que facilitaba el ataque. Por este motivo, puertas y torres
estaban vigiladas por los jurados y las primeras se cerraban por la noche, quedando la
ciudad incomunicada con el exterior, donde raramente se construyó alguna casa.
(ESCUDERO, J.; MORENA, J.A.; VALLEJO, A.; VENTURA, A. (1999) “Las murallas
de Córdoba (el proceso constructivo de los recintos desde la fundación romana hasta
la Baja Edad Media)” en GARCÍA, F. R. y ACOSTA, F. (Coords.): Córdoba en la
Historia: La Construcción de la Urbe. Córdoba, 201-224.
Por último, hemos de indicar que como norma general las casas medievales no
poseen numeración, siendo París, la primera ciudad de la que se tiene constancia que
empieza a utilizar este sistema para el reconocimiento de los hogares, allá por el S.
XV.
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b) Centros religiososÆ Iglesias, monasterios y catedrales se muestran como unos
elementos más destacados dentro de la morfología de la ciudad en la Edad Media.
Así, es relativamente frecuente la existencia de un alto número de iglesias
parroquiales en una villa; cuestión de la que resultará un claro ejemplo la ciudad de
Córdoba tras la conquista de Fernando III (1236), bajo cuyo mandato se erigen hasta
14 parroquias, entre las que descuellan las de Santa Marina, Santiago o San Lorenzo.
Por otro lado, serán los Monasterios de la Orden Franciscana y Dominica los que
mayor atracción ejercerán en España a partir del Siglo XIII. Así, en Córdoba, por citar
sólo los ejemplos más importantes, destacaban los de San Pablo y San Francisco en
la zona oriental de la ciudad y los de la Trinidad y Santa Clara en la occidental. Por su
parte las Catedrales, son edificios singulares que suelen situarse en el corazón de la
urbe. Asimismo es relativamente frecuente que sus proximidades se levantara el
Palacio Episcopal, que será el lugar de residencia del obispo y otros religiosos
pertenecientes a la diócesis.
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En cuanto a los sistemas de calefacción y alumbrado hemos de indicar que
aunque son escasos en la época, aunque también como es lógico, serán los
estamentos superiores de la sociedad los que gocen de una coyuntura más favorable.
Así, nobles, clérigos de alta condición e individuos que a pesar de pertenecer al
Estado Llano gozan de una buena situación económica, suelen utilizar lámparas,
candelabros, linternas, que se colocan en las dependencias principales de la casa, con
una clara preeminencia en el salón, donde también se sitúa la chimenea que será la
principal fuente de calor de la casa.
b) Estrechando la parte de fachada que daba a la calle. Así, las casas poseían
cierta longitud, pero no anchura, hecho que influirá lógicamente en la
iluminación de las viviendas y en su falta de ventilación, factor negativo, por
otro lado, en cuanto a salubridad se refiere.
Por otro lado, hemos de significar, que un tema capital al aumentar el tamaño de
las ciudades será el suministro de agua.
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También fue muy frecuente utilizar el agua de los ríos, aunque como norma
general la mayor parte de ellos en su discurrir por el casco de una ciudad se
encontraban contaminados por los vertidos de aguas residuales en su cauce. De este
modo, la consecuencia más evidente de ello fue, el elevado número de enfermedades
infecciosas (cólera, disentería) que debió soportar la población de las ciudades en la
Edad Media.
Es necesario anotar, por otro lado, que durante la Plena y Baja Edad Media
empiezan a cobrar importancia las fuentes, que por lo general se van a levantar en las
plazas mayores de las distintas localidades.
Durante la Edad Media serán los monasterios y conventos los que disfrutaron de
las mejores condiciones sanitarias; hecho que contrasta con la situación en las urbes,
donde algunas de ellas carecían incluso de letrinas, o en el mejor de los casos, éstas,
que se situaban en los puentes o en la orilla de los ríos donde vertían su contenido,
eran insuficientes para atender a las necesidades de la población. Así, baste como
ejemplo, el hecho que, en la Londres medieval existían 16 letrinas públicas para una
población entre los 35.000 y 40.000 habitantes.
Por último es necesario significar en torno al tema del cuidado de la red viaria
la falta de alumbrado. Así tras la puesta de sol las calles quedaban completamente a
oscuras, lo que se constituirá en un factor de primera magnitud a la hora de explicar,
en algunas ciudades el elevado índice de delincuencia, hecho que explica la
resoluciones tomadas por algunas de las grandes urbes europeas como París, donde
a comienzos del Siglo XV, se ordenó la colocación de linternas en las calles.
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En todas las ciudades medievales existían barrios y zonas que se distinguían por
el nivel social, económico y el origen étnico de sus habitantes. Así, utilizando como
paradigma el caso de la Córdoba de la época, expondremos las principales
características de la distribución social en las ciudades durante la Edad Media.