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ETICA
Y DEONTOLOGIA
DOCENTE
Para los Cursos de Profesorado de Nivel
Secundario, Primario y Preescolar ..,
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Prólogo
A todos los h ombres de todos los tiempos les interesó, y les inte-
resa, el hecho moral, sin distinción de orígenes étnicos, de culturas,
de credos religiosos, de clases sociales o de profesiones. La refle-
xión moral se da tanto en el intelectual como en el hombre común,
aunque de diverso modo, es decir, en proporción a la extensión y
profundidad de los conocimientos adquiridos. "Ser bueno" es un
certificado que otorga confianza y seguridad a quienes buscan com-
pañeros o amigos en este peregrinaje que es la vida sobre la tierra,
aunque no siempre sea garan tía para el desempeño de una función
científica, artística o técnica.
Mi madre, que nunca sobresalió en la ciencia, ni en el arte, ni
en la técnica, pero sí en la noble tarea de la educación, nos decía
a su s hij os en los momentos de enojo maternal: "O buenos o muer-
tos", demostrando así el alto sitial que ocupaban en su mente los
valores éticos. Y no puede ser de otro modo. Las cr isis de la so-
ciedad política, de la sociedad conyugal, de la sociedad familiar, de
la sociedad internacional son como árboles torcidos o raquíticos
cuya raíz es un problema m oral no solucionado, o una norma ética
inconsistente, o una desorientación en los juicios de valor acer ca
del bien y del mal. Saber lo que es el bien moral y el mal moral,
la virtud y el vicio, la honradez y el delito, es una condición nece-
saria de . la conducta humana. Que no basta, es verdad, como lo
demue_s tra la experiencia . "Veo 1~ bueno y lo apruebo, p ero sigo
lo peor", escribió el poeta romano Ovidio. Pero si el conocimiento
no es suficiente, ¿qué ocurrirá cuando la ignorancia o el error im-
peran en la conciencia de los hombres?
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•
La importancia de la ciencia ética en las relaciones humanas
-va má s allá de los éxitos profesionales y financieros que apetecen
ávidamente los hombres del siglo xx. En última instancia, si aqué-
llos se logran obrando con ética, h arán feliz al hombre; en caso
contrario, no. Y ello es así por que en la última instancia, que es la
de la muerte, sólo importará la moralidad con que se hubieren con-
seguido los éxitos; es más: bastará la moralidad, pese a los fracasos
materiales porque, paradójicamente, obrar con moralidad es todo
Ul1 éx_ Ho.
La moral es un hecho. No faltan los que lo niegan, porque les
resulta incómodo admitirlo; porque, negándolo, aunque sólo sea de
labios para afuera, se sienten con las manos más libres para rea-
lizar cualquier maniobra que favorezca sus intereses personales. No
obstante, la realidad se impone: alabamos y acu samos por razones
de m·den moral. Merece nuestra alabanza el que cumple con su
deber, el que trabaja a conciencia, el que es sincero, el que procede
con lealtad, el que ayuda a sus semejantes sin torcidas intenciones,
el que hace obras de bien sin exhibicionismo, el que da su vida por
la Patria .. . Son r epudiados los que traicionan, los que roban , los
que estafan con guante blanco, los "vividores", los que desatienden
las necesidades de la familia . Los canallas, los egoístas, los explota-
dores, los poderosos que pisotean a los débiles llevan esos califica-
tivos por su inmoralidad, no precisamente p orque sean poco inte-
ligentes, o poco cultos, o ignorantes, o extranjeros; ni porque per-
tenezcan a una determinada profesión o artesanía.
Nos envuelve la a tmósfera moral en el foro interno de la con-
ciencia: obrar mal produce desasosiego, remordimiento, pesar, com-
p lejo de culpa, situaciones mentales que muchas veces exigen la
terapéutica que indica el psiquiatra, o la sabia dirección de un pru-
dente confesor en el caso de las personas creyent es ; obrar bien
proporciona alegría, satisfacción, optimismo, entusiasmo para el tra-
bajo, fortaleza para sobrellevar las contrariedades de la vida, aunque
nadie se entere de la buena acción realizada. Esta faceta psicoló-
gica que denominamos sentimiento ético es una señal, que da la
naturaleza del hombre a su propia conciencia, de que se ha proce-
dido mal o bien. Y esta conciencia moral, que acompaña al hombre
desde el albor de su razón hasta el último instante de su vida terre-
na, es, además de compañera, testigo y juez de su s actos voluntarios.
Hace treinta y cinco años que trato el problema ético en mis
clases de Filosofía en los últimos cursos del nivel medio y del nivel
terciario. H a sido y sigue siendo para mí una muy valiosa expe-
riencia por el interés que manifiestan los alumnos en la presenta-
ción y discusión de tremendos interrogantes que plantea la vida
moderna de relación. En cuestiones morales, donde no se trabaja
con demostraciones de estricto rigor matemático, los adolescentes se
inquietan, polemizan y no siempre quedan satisfechos con las solu-
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1
11
ETICA GENERAL
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El
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problema et1co .-
.
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2. DEV1ENSIONES DE LA ETICA COMO ESTRl"CTL'RA
NORMATIVA Y COMO CONTENIDO DE VALOR
17
+
humanos (todos los internos y no pocos externos) que escapan a
las leyes; en segundo lugar, porque no todas las leyes humanas son
moralmente buenas, aunque debieran serlo. Toda ley p ositiva d ebiera
ser éticamente buena: no siempre lo es. Moralidad y legalidad no
son conceptos convertibles; y en los h echos no siempre un acto legal
es moral, ni siempre un acto moral es legal. Precisamente por con-
fundir ambos· términos (moral y legal) surgen equívocos en muchas
apreciaciones de contenido mora l práctico.
La única manera de juzgar bueno o malo moralmente u n acto
humano es comprobar si se adecua, o no, a una determinada paJ_1ta,
o norma, o criterio. Como poseemos criterios de divisibilidad para
verificar, sin realizar sendas operaciones, que el número 19800 e s
divisible por 2, por 3, por 4, por 5, por 6, por 8, por 9, por 10 y por 11;
y criterios para comprobar si un niño es supradotado, normal, fron-
terizo o imbécil _(escalas del C.I.), del mismo modo, si llegamos a
conocer, mediante la reflexión filosófica, cuál es la norma de mora-
lidad, tend remos el instrumento necesario y suficiente que n os p er-
mita juzgar buena o m ala una determinada acción humana. Si ar-
moniza con la n orma estableciqa (es tablecida como fruto de una
madura ra cionalización, no como resultado de un convenio arbitrario
entre los hombres) , será moralmente buena; si no armoniza, ser á
mala, proporcionalmente al grado de desarmonización.
De esto se colige que la Etica es -debe serlo- una estructura
normativa. Y quien así no pensare quedará a m erced de las opi-
niones y de la veleidad de los juicios ajenos en lo concerniente a
su vida moral; y quien levantare como bandera del obrar de la
conciencia su propio gusto, su libre voluntad, o en fin, la negación
de toda n orma de moralidad, no hará otra cosa que afirmar u na
norma de rnoralidad.
Pero la Etica es también un contenido de valores. No es una
estructura vacía, de nonnas ciegas, de spóticas, frías, a las que hay
que s ujetarse porque sí, como si hubiera que obedecer al imperativo
categórico kantiano "El deber por el deber".~ La n orma orienta,
evita desvíos, allana el camino, endereza , da tranquilidad en el obrar
cuando el sujeto consciente procede con buena voluntad. Lo cual
supone que existen valores m ornles que satisfacen el sentido del acto
humano que se realiza; que hay bienes que perfeccionan a la n atura-
leza humana mediante el ejercicio de 1os actos virtuosos; que h ay
fines a los que apunta como flech a todo agente intelectual que está
convenicdo de que toda su vida terrena, desde el primer instante de
la concepción hasta el último aliento, tien e una meta a Ia que deb e
llegar voluntariamente, libremente, como corresponde a un ser qu e
es movido, pero no forzado. ¡
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La Etica de fines, la Etica de bienes y· la Etica de valores re-
presentan tres enfoques distintos de la moderna Filosofía Moral,
pero no necesariamente tres planteas diversos; p orque el fin es siem-
pre un bien que se valora. En cambio no h ay manera de eludir el
planteo de la regla moral, de la norma que debe regir la conducta
del hombre. Como dice Leclercq:
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caminar, beber un vaso de agua, analizar el contenido de un dis-
curso, hacer un plan de clase, cometer un lapsus al hablar, al es-
cribir o al leer, etc. Los actos humanos son una especie de los ante-
riores. Son únicamente aquellos actos del hombre que se hacen cons-
cientemente, libremente, con uso de razón. Escribir yo estas líneas
y leerlas el alumno son dos actos humanos.
El objeto formal de la Etica es la relación que los actos huma-
nos, en cuanto tales, tienen con la norma ideal de la conducta
humana, de modo que puedan ser calificados como buenos o co-mo
malos. La Psicología y la Sociología también estudian los actos lu.!·
manos (aunque no exclusivamente), pero en cuanto a su génesis o
en cuanto son un hecho que influye en la dinámica de una sociedad,
respectivamente. Así, por ejemplo, la drogadicción es considerada
como un hábito por la Psicología, como un fenómeno que es índice
de profundas alteraciones sociales por 1a Sociología, y como una
conducta que se encuadra en la problemática moral por la Etica.
"En la medida en que los actos humanos son considerados como el sujeto
o materia de la moralidad, la ética los estudia de una manera distinta, por
tanto, de aquella en que lo hace la psicología. Esta se ocupa sólo de la
facticidad de los mismos, mientras que la ética los examina como algo sus-
ceptible de una recta ordenación moral. Pero ello no significa que la ética
pueda constituirse de un modo enteramente independiente del saber psico-
lógico. Los actos morales son actos voluntarios, y la filosofía moral toma
a la p5icología la detenninación del carácter voluntario de los mismos y
todas las precisiones que ello lleva -consigo." 4
El acto humano, para que sea tal, debe cumplir las siguientes
condiciones:
20
o leones malos. La maldad moral. la malicia, supone una inteligen-
cia que actúa en el momento de realizarse el actc.
La libertad psicológica, o libre albedrío, o libe:-tad tle la volun-
tad no debe confundirse con la legal ni con la física. En los tres
casos hay ausencia de limitación. Pero mientras en h libertad legal
las limitaciones ausentes son las leyes en sentido amplio, es decir,
las prescripciones y prohibiciones que proceden <le un sc::¡;2:-: :;r , :-.- e:}
la libertad física lo son los vínculos físicos de cualqu:e:- gé:::~:-o
(ataduras, cadenas, muros de la prisión, etc.) , en la liber:a:: ::;:sico-
lógica los vínculos ausentes son las tendencias interiores "c;_:=e fuer-
zan (o forzarían) al sujeto a realizar determinadas accio::-:es. o que
le impedirían realizar otras". 5
El estado consciente del sujeto es un darse cuenta de lo q:¡e
se está haciendo; puede ser pleno (foco de conciencia) , lo cual Ile-·a
consigo la máxima responsabilidad del acto, o limitado (margen de
conciencia), lo cual reduce proporcionalmente la responsa=-:lie2c.
Ni los actos inconscientes, ni los subconscientes del indi,i.d.:.o :!fec-
tan su comportamiento ético, por maravillosos o desastrosos que
sean lo efectos físicos de esos actos.
Sin embargo, debemos hacer una advertencia: al no haber liber-
tad psicológica ni conciencia de lo que se hace, no hay tampoco
responsabilidad moral directa; pero puede haberla indirecta (o an-
tecedente) que es la que se le imputa al sujeto que libre y cons-
cientemente se colocó en un estado inconsciente y carente de liber-
tad, sabiendo o previendo qué clase de actos haría o podi:ía hacer
en este último estado. Es el caso del que se droga o se embriaga
antes de cometer una acción moralmente mala, o el del que se
entrega a la bebida sin hacer caso de los actos a que lo podrá
arra.strar el estado de embriaguez.
-~ · La voluntariedad de los actos humanos con la libertad que les
es propia, es la fuente de la moralidad. _(El ho_mbre _es bueno o,_mal~
por su voluntad, no por su alto o baJo cociente mtelectual., • Y s1
no fu.era libre en el ejercicio de su voluntad, si no pudiera no querer
lo que realmente quiere, si necesariamente quisiera lo que de hecho
quiere, entonces su comportamiento no pertenecería a lo ético : no
se:-ia ni bueno ni malo en su obrar. Sus actos tendrían, como con-
~encia, efectos físicamente malos o buenos, para sí o para otros;
pe::-o no se lo podría censurar ni alabar por lo que hubiese hecho.
E! áere~inismo en todas sus formas (biológico, psicosocial, psi-
coló~::'.J y teológico) es incompatible con la moralida d de la con-
duct:: huma::a: si ésta existe v tiene sólidas raíces filosóficas, aquél
representa una teoría falsa; pero [si el determinismo es verdadero,
entonces la moralidad es un mito, y los mismos deterministas ten-
drían que abstenerse de condenar al asesino o de alabar al virtuoso._?
ti Doncee1, J. F.: Antropologfa filosófica, pág. 37T y sigs.
21
11
Ni en la administración de la justicia humana habría sentencias
dictadas por los jueces: no habría ni condenas ni absoluciones por-
que no habría delitos ni actos meritorios, porque (en la hipótesis
determinista) tanto los unos como los otros habrían sido realizados
sin libertad. ., \
Una consiaé1ación especial merece el "determinismo psíquico"
de Freud, para quien los fenómenos psíquicos, al igual que los físi-
cos, están determinados por las causas que los producen; es decir,
que tales fenómenos, como efectos necesarios de causas también
necesarias, nos llevan al descubrimiento de éstas: un símbolo oní-
rico significa una determinada situación conflictiva, un "lapsus" ....es
1
un efecto y un síntoma de determinadas causas. No eludamos del
mérito a que se ha hecho acreedor Freud por haber llamado la
atención sobre los mecanismos· insconscientes y subconscientes de la
psiquis humana, sobre la gravitación que tienen en la creación artís-
tica, en la compleja trama de los sentimientos y de las emociones, en
los estados neuróticos y en las periódicas crisis fisiológicas y psicológi-
cas que jalonan las etapas de la existencia humana. Pero lo impor-
tante, lo que realza al ser racional, lo que lo sitúa por encima del
fondo instintivo es su comportamiento libre. Es peligroso endiosar
lo inconsciente; porque si el "animal ético" que es el hombre ba
sido "endiosado" de algún modo -hecho a imagen y semejanza de
Dios- lo ha sido en razón del privilegio de la libertad que carac-
teriza a la naturaleza humana. Esta es libre, grandiosamente libre,
con todo lo hermoso y lo trágico a que puede conducir el uso de
Ja libertad.
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te por una ventana en llamas quiere directamente salvar a
un niño del fuego, y quiere también, pero indirectam ente,
exponerse al p eligro de muerte. El hombre es responsable
del acto voluntario directo; del acto voluntario i:1c:i:--e~to
sólo es responsable cuando tiene posibilidad y o::;,::.;~ción
de impe dirlo.
3~) A cto voluntai·io actual, volu11tario virtual y vohmrariu _::.::;,:-
tual; es actual cuando es querido por la ,;oluntad en el r::::;.
mento en que se lo realiza; es virtua l cuando depende de ::.::
acto de la voluntad realizado antes, y que tod avía influye
de algún modo en el obra r del sujeto; es lzabitual cuanc.o
depende de una d ecisión anterior qu e orienta toda una ma-
n era habitual de proceder. Un acto voluntario act u al es la
decisión de ir a Bariloche en las vacaciones de julio con
todos los compañeros del curso; un acto voluntario virtual
es el acto de pagar el pasaje e n la boletería de la estación ,
el de preparar la valija p ara el viaje, el de levantarse a las
seis de la mañana el día de la partida, etc.; un acto volun-
tario babitual es el de levantarse todos los días hábiles a
las siete de la mañana para · ir a la escuela o al trabajo.
23
...
fin? Sin duda, podemos y debemos afirmarlo. Y si el agente obtie::.e •
el fin apetecido nadie puede atribuir éste a un hecho azaroso, pues-
to que el fin intentado excluye la casualidad. El fin o la intención
buena con que se realiza un acto excusa al agente de los errores o
torpezas cometidas; perdonamos a un compañero las palabras ofen-
sivas que nos ha dicho cuando él nos manifiesta sin ceramente que
las dijo con la mejor intención. sin ánimo de ofendcrn~s.
"-" - Pero ia buena intención no es el único elemento, aunque sí es
el principal, de los tres que integran la conducta huma na. /Para que
ésta sea moralmente buena , íntegramente buena. deben serlo: el ob-
j eto (que es la acción en sí), la intención (o fin) y las circunstan"t:ias~
,Si la acción no es en sí misma moralmente buena (robar no lo es,
asesi.Ttar no lo es, calumniar no lo es) , aunque la intención y las
circunstancias lo sean, el acto humano no lo será. en su integridad,'.
por :o menos objetivamente (tal vez sí subjetivamente, como lo ex:
p licaremos al referirnos a la norma subjetiva de la moralida d). Si
la acción es en sí buena (.hacer-una donación de 50 millones de pesos
al Hospital de Niños) ·con la sola intención -no manifestada, por
supuesto-- de humillar a otra persona que _ha donado 20 millones
a fa misma institución, el acto humano no será bueno. Por último ,
;si la acción y la intención son moralmente buenas l (dar un buen
consejo a un amigo con el fin de apartarlo del vicio cte la embria-
guez) , pero la persona da el buen consejo en forma pública y notoria,
durante una brillante reunión social, avergonzando así a su amigo
y tal ;1ez desprestigiándolo, el acto humano es en su total integridad
malo?-· porque son m alas (por su imprudencia) las circunstancias en
que se realiza.
,
( En suma: la integridad del acto humano bueno implica:
a) ACCION BUENA EN SI MISMA.
b) INTENCION BUENA.
c) CIRCUNSTANCIAS BUENAS. \
25
,.
Entonces ¿el fin nunca modifica los medios en la valoración
•
moral? Si el fin es malo, entonces, por la misma razón, todo el
acto humano es malo, de modo que los medios empleados para
lograr un fin malo, aunque considerados en sí mismos sean buenos,
carecen de positivo valor m oral: son acciones moralmente buenas, vi-
ciadas por la mala intención. Si el fin es bueno y los med ios son
también buenos, cabe algu¡:1as veces una modificación: la superiori-
dad moral del fin eleva la moralidad de los medios, independien-
temente del valor moral que posee en sí todo el acto human o. Por
· ejemplo : si Gustavo trabaja durante una semana para comprarse
una colección literaria que le interesa mucho, o una docena de dh;-
cos de su preferencia, el m edio empleado (el trabajo) tiene un
determinado valor moral positivo ; pero si ese mismo medio lo em-
plea para solucionar una grave situación económica de un amigo, o
para colab orar con otros compañer os en el envío de una gran reme-
sa de vitamina "C" a los niños mapuches de las escuelas del Sur,
entonces el valor moral del medio empleado es superior: ha sido
elevado por el fin, que en este segundo caso es más noble que en el
primero. En síntesis:
26
tase que hemos subrayado el adverbio simultáne~mente; porque si
los efectos de la acción se siguieran sucesivamente, ~"'lo después del
otro, estaríamos en un planteo distinto: el primero de los efectos
tendría la función de medio respecto del otro, .que desempeñaría
el rol de fin; y tendríamos entonces, o un rriedio rr.a:o y :J..'1 fin
bueno (esquema ya descartado por inmoral), o un mec::o :,:1e:::o y
un fin malo (esquema también descartado por inmoral).
Volviendo, pues, a la situación planteada, contestamos afirma-
tivamente, es decir, que quien realiza esa acción obra m ora1mer::e
bien si y sólo si se cumplen las siguientes tres condiciones:
27
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
28
visto cuán equívoca es su actitud en teoría, aunque esté en la práctica centrada
en 1~ autonomía del ser humano. En las modernos la situación sigue la misma.
Spinoza, por ejemplo, tiene una metafísica que -exige el determinismo; esto no
cambia nada en su moral.
La sabiduría para el moralista parece hallarse en la pcs~a de Santo To-
más, quien considera la libertad como tm dato primario c:;.1.:e ::~ es n=sario de-
mostrar. La libertad es un principio de autonomía que ,.-:e::e je la razón y ca-
racteriza, por tanto, al ser dotado de razón. Esta facultac. im;,o-:-..a ~ l a
para darse cuenta de la manera como obra sobre la acción, y este =22sis po::L--á
de relieve las condiciones de la vida moral.
La libertad del hombre resulta de la confrontación de su tende:-.:::z ::~ria.
con el bien, es decir, con su bien, y de su naturaleza racional. El he::::::-::.~
necesariamente su bien y su felicidad; bien y felicidad corresponden, a 5~ j::.i.l::.D,
a la plena satisfacción de sus tendencias; pero mientras que el ani::nal 7"...S...~
esta satisfacción espontáneamente, sin reflexión, instintivamente, el ho~:::-e ~
flexiona, esto es, tiene conciencia de algo que es su bien, bien total, fin :i:::=c.
perfección de su ser, y ve que sus actos están en relación con este fin. La •;::ia
le aparece unificada frente a un fin global, su bien. Este no puede hallarse =is
que en este fin global; y, si sus actos son múltiples, deben estar ligados por :a
unidad de este fin; deben converger hacia la realización de esta unidad de vic.2:
debe haber, entre ellos, un orden cuya unidad está hecha del bien final o total,
el único bien puramente y simplemente del hombre. (Las grandes lineas de la.
filosofía moral, págs. 246-247) .
29
.resado por lo que hace, o no lo haría. Un médico que continúe asistiendo a un
enfermo en medio de una epidemia con riesgo casi cierto para su propia vida, "
tiene que estar interesado por el ejercicio efciente de su profesión, más interesa-
sado por elh que por la seguridad de su propia vida corporal. Pero es interpre-
tar mal los hechos decir que este su interés es meramente la máscara de un
interés por otra cosa que obtiene continuando sus servicios acostumbrados, tal
corno el dinero, la buena reputación o la virtud; que ello es sólo un medio para
un ulterior fin egoísta.
En el momento en que reconocemos que el yo no es algo ya hecho, sino
algo en continua formación mediante la elección de la acción, toda la situación
se adara. El interés de un hombre por seguir realizando su trabajo a pesar
del peligro de su vida, significa que su yo se encuentra en ese trabajo; si por fin
lo interrumpe y prefiere su seguridad o comodidad personal, ello significaría qge
preferia ser este g<;;ncro de yo. El error está en establecer una separación entre
el interés y el yo, y en suponer que este último es el fin respecto del cual el
interés por los objetos y actos y otras cosas es un mero medio. En realidad,
el yo y el interés son dos nombres para el mismo hecho¡ el género y cantidad
de interés que se toma activamente por una cosa revela y mide la calidad del
yo que existe. Téngase en cuenta que el interés significa identidad activa o mo-
tora del yo con cierto objeto, y todo el supuesto dilema cae por tierra. El al·
truismo, por ejemplo, no significa ni falta de interés por lo que se hace (lo que
significaría solamente -la indiferencia de una máquina), ni carencia de yo (lo
que significada ausencia de virilidad y de carácter). (Democracia y educación,
págs. 368-370) .
.3U
2
La persona humana
l. CORPOREIDAD Y ESPIRITUALIDAD
31
j bién al mundo de los seres sensibles en el que actúan los estímulos,
los excitantes. las corrientes nerviosas, las localizaciones cerebrales,
' las imágenes, las percepciones y l os recuerdos sensoriales. Participa
.f
•f
de la vida vegetativa que poseen los seres del mundo vegetal, y de
la vida sensitiva que es propia de los animales .
j Por su espiritualidad pertenece al mundo del espíritu, en razón
de que su alma, como dijimos, es de naturaleza espiritual; tal vez
{ deberíamos decir, siguiendo a Santo Tomás, que el alma humana
está en el límite de las creaturas espirituales y de las corporales, y
por eso se conjugan en ella las características de ambos tipos de
creaturas. De hecho el alma es el principio vital no sólo de los
actos de la inteligencia y de la voluntad, sino también de lo!:> procesos
sensoriales y 'de los vegetativos. La tricotomía platónica carece
de pruebas convincentes: hay un solo principio vital que unifica
todos los procesos de la vida humana.
' 'Una de las tesis más vigorosamente sostenidas por Santo Tomás -escribe
Fraile- frente a algunas corrientes de su tiempo fue la unidad de forma
sustancial en el compuesto humano, rechazando enérgicamente el pluralismo
de formas, procedente de fuentes neoplatónicas. En el hombre hay solamente
un alma, la cu al es formalmente intelectiva, y virtualmente vegetativa y
sensitiva. Así lo atestigua la conciencia de unidad sustancial de ser un solo
Yiviente, que piensa . siente y se nutre. Asimismo, cuando es muy in tensa
una operación, las demás se mitigan e incluso llegan a anularse, lo cual
indica que todas ellas tienen un solo principio vital y formal. Esta unidad
de ser y de operación solamente puede atribuirse a la unidad de forma sus-
tancial. Un ser dotado de muchas formas sustanciales no puede ser sus-
tancialmente uno, sino un conglomerado de elementos unidos accidental·
mente." l
'
Corporeidad y espiritualidad constituyen la esencia del hombre:
con el cuerpo, por el cuerpo y /o a pesar del cuerpo el hombre es
bueno o malo en sus actos conscientes y deliberados. Con el alma,
por el alma y precisamente porque posee alma, alma espiritual, el
hombre es bueno o malo. La espiritualidad es la raíz de la conducta
ética, porque la espiritualidad es la raíz de la libertad psicológica
y ésta es la raíz de la eticidad, según las explicaciones que consig-
namos en la Unidad 1.
¿Por qué hay en todos los países tantas instituciones hurnanr-
tarias que acogen en sus recintos a seres humanos que parecen
desechos de la humanidad por sus deficiencias físicas y/o psíquicas?
¿Por qué algunas de esas instituciones funcionan sin fines de lucro
(Cottolengos, Escuelas oficiales Especializadas, etc.), derrochando
sin ninguna publicidad amor y cuidados sin límites? Porque atien-
den a seres vivientes dotados de espiritualidad. Aunque todos los
seres vivos tienen derecho a un mínimum de respeto, porque la vida
es una copia de la esencia divina, sin embargo hay una escala de
valores, una jerarquía de valores vitales que fa inteligencia humana
de todos los tiempos ha incorporado a sus concepciones morales:
no se deben destruir las plantas porque sí, pero a Yeces r.ay razones
para que se las pueda y hasta se las deba destruir; nunca Ji..a.y que
maltratar a los animales irracionales, pero existen muchas razones
-de supervivencia de la especie humana sobre toda- para sacri-
ficar la vida de algunos de ellos. En cambio nunca hay razones ~a..ra
sacrificar una vida humana en beneficio de seres ·vivientes pura-
mente vegetales o puramente animales,
33
"De la misma manera que reina siempre entre los biólogos la incertidumbre
respecto de la existencia de W1 sentido y a fortiori de un eje definido en la
Evolución. así también y por una razón conexa se manifiesta aún la mayor
divergencia entre los psicólogos cuando se trata de decidir si el psiqtúsmo
humano difiere específicamente (por "naturaleza") del de los seres que apa·
recieron antes que él. De hecho la mayoría de los "sabios" pondría más
bien en tela de juicio la vaHdez de tal separación. ¡Qué no se ha dicho - y
qué no se dice todavía- sobre la inteligencia de las bestias!
Si se quiere resolver esta cuestión (y es necesario decidirla tanto para
la Etica de la Vida corno para el conocimiento puro) de la "superioridad"
del Hombre sobre los animales, yo no veo más que un m edio: separar de-
cididamente. en el haz de los comportamientos humanos , todas las mani-
festaciones secundartas equívocas de la actividad interna y situarse~a al
fenómeno centrai de la Reflexión.
Desde el punto de vista experimental que utilizamos, la Reflexión, tal
como lo indica su nombre, es el poder adqtúrido por una conciencia de
replegarse sobre sí misma y de tomar posesión de sí misma como de un
objeto dotado de su consistencia y de su valor particular; no ya sólo cono-
cer, sino conocerse; no ya sólo saber, sino saber que se sabe. Gracias a esta
individualización de sí mismo en el fondo de sí mismo, el elemento vivo,
hasta entonces distribuido y dividido dentro de un círculo difuso de per-
cepciones y de actividades, se halla constituido, por vez primera, en centro
puntiforme en el que todas las representaciones y experiencias se entrelazan
y se consolidan en un conjunto consciente de su organismo. . . .Abstracción,
lógica, cleccióu e invenciones razonadas matemáticas, arte, percepción cal-
culada del espacio y de la duración, ansiedades y sueños del amor . . . Todas
estas actividades de la vida iaterior no son más que la efervescencia del
centro nuevamente cons tituido que explota sobre sí mismo." '.! _
34
ción se mantuvo constante en los tratados de filosoffa cristiana que
siguieron la metodología tomista; y se enriqueció su contenido al
cotejar la idea. de Dios, que implica, según la Fe, tres personas
divinas, con la idea de hombre que, necesariamente, debió llamarse
persona humana. En un plano puramente filosóf:::o. si: hacemos
abstracción de la esencia de Dios tal co::io se re-,e::a a las ~errtes
por medio de la Fe, todo hombre es ?erson.a., y :J>C..::. ~....a es
hombre; por consiguiente, toda persona es hu¡:-2"::: .:.::r:no lo ..rr::::::s
a explícar a continuación. Hablando con rigor ~:~os:5::co bas12. ::e:::::-
quc el hombre, todo hombre, e:'> oe:::-sona.
La definición boeciana señala tres elementos constitutiYos C::e ~a
persona:
11?) la sustancialidad en sentido metafísico; la persona es un ser
en sí, no un ser en otro, como lo es el accidente. La noción de
"persona" como máscara que se ponían los actores antiguos para
representar en escena su papel (para representar un personaje) es
totalmente ajena al sentido metafísico que· estamos analizando. El
hombre no se pone la persona como una máscara, como un traje,
como un adorno: el hombre es persona .. El hombre, ia persona se
reviste de accidentes cuva esencia es ser en otro (la sustancia), que
es la persona. La per~ona piensa, recuerda, imagina, ama, odia,
siente envidia, ve, oye, entiende, tiene conciencia de los hechos ex-
teriores a sí misma y de los que ocurren dentro de su cuerpo y de
los que son más interiores aún: sentimientos y decisiones. La per-
sona es conocida, es escuchada, ec: buscada por otros seres; es me-
jor o peor que otros; es más alta o más baja, más prudente o menos
prudente que muchas otras personas; vive en la Capital Federal
o en Catamarca; se levanta a las 7 de la mañana, toma el tren a las
9; estudia sentada, parada o acostada, etc. Todas estas modalidades
del ser, que denominamos accidentes, se apoyan en la persona por-
que ella es sustancia. Las acciones son de la persona, no a la
1nversa.
La Etic~ tiene como objeto materia! los actos humanos, que
sor: ~-:cidentes de la persona, es decir, del hombre. Según la norma
de moralidad que establezcamos como adecuada, esos actos huma-
nos serán buenos o malos; y en cuanto que esos actos, que son
accidentes, los produce libremente la persona, ésta es buena o mala
en ese hacer esos actos; no antes ni después, si hemos de hablar
con rigor. En un contexto extrafilosófico, como lo es el de la vida
corriente, se dice que una persona es buena cuando habitualmente
(o por lo menos frecuentemente) realiza actos buenos, aunque a
veces realice actos malos; y a la inversa, se dice que una persona
es mala cuando habitualmente (o por lo menos frecuentemente)
realiza actos malos, aunque a veces realice acto5¡ buenos. No es
verosímil que una persona nunca haya hecho un acto moralmente
35
/
I
••
bueno en toda su vida; menos verosímil es aún que jamás haya in-
currido en una falta moral, porque sería un ser perfecto.-
/ El hombre es bueno o malo por sus actos; a través de mis actos
me juzgo bueno o malo, y el mismo criterio uso para juzgar a los
demás. !Lo paradójico es que la valoraci6n moral que hacemos de
la sustancia, que es la persona, la buscamos en sus actos conscientes
y deliberados, que son sus accidentes, Y no hay otra salida, ni me-
tafísica, ni psicológica, ni moral; porque también en la dimensión
ética se cumple el axioma metafísico: Operari sequitur esse (El ope-
rar sigue al ser) , es decir: la naturaleza de las operaciones (de--..los
actos) sigue (se adecua) a la naturaleza de la sustancia (de la que
proceden esos actos) .
t 2~) la individualidad: la persona es un individuo, un ser indi-
vidual. La noción de "individuo" está emparentada con la de "uno".
¿ Qué es lo "uno"? Onticamente hablando es lo que en sí no está
dividido, pero sí lo está de cualquier otra cosa. El hombre, por
ejemplo, es uno porque en sí. como hombre, no está dividido en
muchos hombres, aunque está compuesto de muchas partes; y en
cambio sí está dividido de cualquier otro hombre y de cualquier
otra cosa. ¡ Lo uno se opone a lo mucho. Unidad y pluralidad se
oponen en el mismo orden; porque el hombre, que es uno en cuanto
tal. es dos y p or lo tap.to no-uno en cuanto a las partes sustanciales
de que consta, alma y cuerpo; y es pluralidad en cuanto a las partes
de que consta su organismo: manos, pies, cabeza, tronco, etc. Lo
uno se podría describir como "aquello que no se puede ~ividir sin
destruir el carácter por el cual se lo designa; aquello cuyas partes
no podrían ser llamadas con el mismo nombre que el conjunto".
El hombre es uno, ya que un fragmento de hombre no es hombre;
la piedra no es una porque, fraccionada en p artes, no pierden éstas
su carácter de piedra. "Cuantas cosas no tienen división, en cuanto
no la tienen, en tanto se dicen uno", escribió Aristóteles en su Me-
tafísica.a
Si volvemos al ejemplo del hombre, compuesto sustancial de
alma y cuerpo, observamos que él es uno y compuesto; el alma del
hombre, en cambio, es una y simple (porque no está compuesta de
partes). De donde colegimos que lo uno armoniza tanto con lo
compuesto como con lo simple; es decir, que lo uno puede ser simple
o compuesto.
Como colofón de estas nociones sobre lo uno asentaremos la si-
guiente proposición: -' todo ser es uno. En efecto: todo ser es en sí
indiviso, no está dividido en otros seres; de lo contrario, en lugar
d e ser, sería seres. Y como es individuo, es uno, ya que la noción
de uno es precisamente ser indiviso o no-dividido.
.36
Y pasemos a la noción de individuo. El --;·:::,::.ab;o en sí conside-
rado significa no-dividido, es decir, uno. Perc ::o ~~~er uno es
individuo, sino lo uno que se opone al concep ~o ~ive::rs.a:. que es el
que siendo uno en sí, es capaz de ser predicado y aplii:a.óo co:::1 toda
propiedad a todos los individuos que bajo él caen; expresa 12 esen-
cia de un modo abstracto, que no se detiene conc::-e:::.=:-:::.~ en mn-
guno de los seres a los cuales se aplica. Cuando la ::::;::::~ cs:á
en posesión de un concepto universal se tiene una u:--.::::::..i aibstr'3L-tl.
en la mente (el concepto "hombre", "animal ..."), y a~ ::::s:::x ~
una pluralidad de seres en el mundo real extramental. Estos se-e!
de quienes se puede predicar el concepto "hombre" o " a."'1:...-:::i:"' s.:i::.
precisamente los individuos. Por ello, sin menoscabo de: :::-"..::_:_::-G
de contradicción, se puede afirmar con sutil paradoja qc:e ::: :::x;,
de la mente es multitud en la realidad¡ el concepto "hombre ··, ~
en la mente, es en la realidad multitud de individuos.
I ndividualidad es singularidad. La persona es individuo, pe:-=
no el único individuo existente, porque también lo son los anin:r.:es
y las plantas. La noción de individuo tiene más extensión que :~
noción de persona: individuo es a persona como género es a especie.
La singularidad es importante en ·Etica: aunque hay relaciones entre
los individuos que constituyen una sociedad humana, aunque es
verdad que unos influyen en otros, sin embargo las acciones mora-
les, los actos humanos son propios de cada uno; cada acto humano
singular es realizado por una persona que es singular. En un sentido
muy lato se puede hablar de culpas y méritos colectivos. El asesi-
nzto es un acto gravemente malo; si lo decide una sola persona,
tvc:a 1a gravedad del mal moral recae sobre ella; si lo deciden 100
pe:-so:w.s en una reunión si.:creta, cada una de esas 100 personas
coraete una falta grave; no se distribuye la gravedad en 100 faltas
morales Ie.·es. Pue-s to que todas ellas consintieron en asesinar, todas
y cz.:!a m:a ::.e ellas delinquieron gra,:emente.
3-1 l2. :racim:,;_3_ida.d: incluye el conocimiento .intelectual {por lo
ID1C:OOS e:::? potencia), la :i~b:re elección (por lo menos en potencia)
y el dominio ce fos propios actos (por lo menos en potencia) . Esta
ca.~::~:-'..sti~ - :2 r::.ciona:~~d- es ;z. que hace del individuo una
-;'e:-s:::.2.. De-;:- ::.e !I!l i::cfr·::::.'l!-o que es racional es afirmar de él
c;.:.:.e ?Csee ;:o:porei:::z:i y espiritU.2:: c.ac.; eso es la persona. En esta
es:pi:-i:uali.c.ad - :::egada o igno:-a6 por muchos pensadores- se
basa el respe:o, e: p;-ofundo res:;,e:o que merece toda persona. de
cualquier eé:8.::t de cualq::::e:- cc1or, de cualquier grupo étnico, por
muchas que s ea..11 SllS def:.:::ie;:'.c:ias físicas o psíquicas, y aunque su
existencia parezca ser corr..pletamente inútil para la sociedad a la
que pertenece. ,
La defensa de los Derechos Humanos, que se d~be asumir con
valentía en beneficio de todos los hombres, no sólo ~ los enr_~:~l,9f·-~
.. . 1/\
l. .,f,,
/ \.:. y
J/\ !
i-· 1 / i_;
. . !f
en una determinada ideología, se asienta en esta base filosófica: el
hombre es persona, es decir, individuo de naturaleza racional.
La individualidad de la persona implica incomunicabilidad. Esto
no significa que carece del poder de comunicarse con los demás
mediante el diálogo, descubriendo sus riquezas interiores y recibien-
do las que le ofrecen las otras personas. Incomunicable e incomu-
nicada significa que la persona está terminada en sí misma, como
sustancia completa que es,· de acuerdo con las explicaciones que
dimos en líneas anteriores; pero no es sustancia absoluta,· al estilo
panteísta; porque cada persona, lejos de identificarse con toda la
realidad existente, o con alguna otra persona, aunque sea su gcmc:'!ia,
se distingue claramente de t odo lo que no es ella misma.
La libertad psicológica y la conciencia son propiedades de la
persona; sin embar go, no siempre están en acto. Por esta razón no
se puede admitir la afirmación de que "la persona es la conciencia
de sí", como querí_an Locke, Kant y Günther; ni tampoco es verdad
que la personalidad es la liber tad . . La persona no está constituida
por la conciencia ni por la libertad porque:
1?) El alma humana es consciente de sí misma, es libre, y sin
embargo no es persona. ·
2<:>) El hombre es persona cuando duerme, cuando aún no ha
llegado al u so de la razón y cuando lleva sólo vida intrauterina;
y en estos estados no posee ni conciencia de sí mismo, ni libertad.
El error radica en que se confunden los constitutivos esenciales de
la persona con sus características. Normalmente toda persona tiene
conciencia de sí, tiene el uso de su libre albedrío por lo menos en
algunos momentos de su vida; pero h ay momentos en que no tiene
el uso de ninguna de las dos características; y sin embargo, también
en esos momentos es persona.
La Trascendencia es la r elación que liga a la p ersona con el
Ser Absoluto o Trascendente (que está más allá de todo otro ser y
r ealidad, de todo fundamento o principio). Esta Trascendencia se
logra sólo mediante una muy difícil elevación de la mente que va
en busca de lo Absoluto, sóbre todo cuando esa elevación está apo-
yada por una ·acendrada fe religiosa.
38
..--- - -
(incierta antes de cumplido el séptimo mes) ¡;_:; ~a..--:':an a la esencia
de ese ser ya existente. No hay razones embrio::.( .::..::zs., .Di filosóficas
ni teológicas para determinar que la materia del :-• ...!u CT.PCeb•do es
digna o no es digna de recibir al alma espirit'!.!2.: e=. taJ o atal mes
del embarazo. Antiguos autores escolásticos y ~;::::.os mom:rms
sostienen todavía que puede señalarse el límite er::t.:-e :OS aaR:111:a
y los ochenta días del embarazo. Si el septimesino tíer:e .a:'.=:la caaa-
do nace (dos meses antes de lo normal), ¿por qué no la ::a ae 1ea:r
a los cuatro meses, a los dos meses, o al mes de gestació:: r
El hombre es persona desde el primer momento de su :x.::.::..-;,-
ción, aunque naturalmente, no puede ejercer todavía sus dere:::::::.:·:
de persona por sí mismo, porque en razón de su incipiente desa:7:.-
llo orgánico es incapaz de razonar, de tener· conciencia y de obra=
libremente . . Esta verdad d e índole metafísica, confirmada por los
conocimientos de la embriología humana, es el fundamento del prin-
cipio moral que defiende 1a vida del ser humano cuando aún vive
en el seno materno, y que considera como verdadero homicidio todo
procedimiento voluntario que tiende a eliminar, en una u otra tor-
ma, la existencia del indefenso niño que aún no ha nacido. El cri-
men ético está basado en el ataque a la realidad óntica.
39
(incierta antes de cumplido el séptimo mes) no afectan a la esencia
de ese ser ya existente. No hay razones embriológicas, ni filosóficas
ni teológicas para determinar que la materia del fruto concebido es
digna o no es digna de recibir al alma espiritual en tal o cual mes
del embarazo. Antiguos autores escolásticos y algu_..'los modernos
sostienen todavía que puede señalarse el límite entre los cuarenta
y los ochenta días del embarazo. Si el septimesino tiene alma cuan-
do nace (dos meses antes de lo normal), ¿por qué no la ha de tener
a lo_s cuatro meses, a los dos meses, o al mes de gestación?
El hombre es persona desde el primer momento de su concep-
ción, aunque naturalmente, no puede ejercer todavía sus derechos
de persona por sí mismo, porque en razón de su incipiente desarro-
llo orgánico es incapaz de razonar, de tener· conciencia y de obrar
libremente. Esta verdad de índole metafísica, confirmada por los
conocimientos de la embriología humana, es el fundamento del prin-
cipio moral que defiende la vida del ser humano cuando aún vive
en el seno materno, y que considera como verdadero homicidio todo
procedimiento voluntario que tiende a eliminar, en una u otra tor-
ma, la existencia del indefenso niño que aún no ha nacido. El cri-
men ético está basado en el ataque a la realidad óntica.
39
....
" ... si se ha de creer que el sabio es necesariamente dichoso y, por otra
parte, la sola investigación de la verdad es el empleo más noble de la sabi-
duría, ¿a qué dudar de que la vida dichosa puede resultar de la simple
investigación de la verdad?" 4
41
.. !!
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
42
raz6n de persona, y que, una vez separada del cuerpo, las partes materiales
de éste son especificamente distintas del compuesto hum.a.c-m anterior, y sola-
mente pueden decirse las m ismas equívocamente, tesis cr..:~ s=á ásperamente
impugnada por los mantenedores de la pluraldad de for.--.....as.
Habiendo tratado ya en el capitulo anterior de la Yid.2 -;::.$:::.Ztil.':l y sensi-
tiva, vamos a fijarnos en lo que es específico del h ombre, ~..i:e es su vica
intelectiva.
La vida intelectiva marca el grado más alto en la escala de Ios '.7.~'!5-
esencialmente de las plantas y de los a nimales, con los cuales tiene e.e
las dos formas inferiores de vida, ycgetativa y sensith·a. Es la difere:::::..:: ~
=
Es propia de los seres superiores, a partir del hombre, y lo que dis::::;-..:~ z !:S"'~
43
No hay duda de que los factores ambientales influyen sobre el carácter del *
hombre. Pero, ¿cómo y cuánto? Supongamos dos hombres jóvenes que perte-
necen al mismo tipo temperamental. Los dos termínaron los mismos estudios
y recibieron la misma educación. Entran en la vida. Uno "tiene suerte" y se
emplea en Wla gran firma. Mediante las vinculaciones, los amigos y su capa-
cidad personal consigue con el tiempo una posición social tal que le propor-
ciona y facilita una vida cómoda y agradable, el desarrollo de sus capacidades
físicas e intelectuales, la satisfacción y felicidad personales. El otro joven " no
tuvo suerte". No pudo penetrar en la vida. Apenas consiguió un puesto humilde
e insignificante en q ue penosamente pudo vivir. La tremenda lucha por la ,ida,
los duros y penosos trabajos físicos, la miseria intelectual y moral de su am-
biente, las humillaciones y persecuciones de sus compañeros, la incompren-
sión de sus superiores acompañaban constantemente toda su vida joven. D~-
pués de veinte aüos vividos en tan distintos medios ambientales ¿ tendrán t oda-
vía las mismas características temperamentales ? ¿Se asemejarán todavía el uno
al otro según su carácter? ...
La cuestión que nos interesa es solamente ésta: ¿en qué medida los fac-
tores ambientales afectan el carácter de una persona? Las características y las
propiedades fundamentales de la personalidad, las que dependen de la consti-
tución del hombre, son inmodificables. De un ciclotímico n o puede hacerse un
esquizotímico por las circunstancias ambientales favorables o desfavorables .. .
Sin embargo, el m edio puede favorecer o dificultar el desarrollo y la p erfec-
ción de ciertos rasgos del carácter y así influir, no en la modificación o cam-
bio de la personalidad. sino en su perfeccionamiento y desarrollo, o en su
defecto .. . No hay , pues, nin!!una duda de que el medio deja profundas huellas
en el alma humana . ..
El " espíritu " de ios tiempos y de las épocas se imprime también profunda-
mente en la per sonalidad del hombre. Los tipos psicológicos del Renacimiento,
por ejemplo, tienen distintas características secundarias y distinto estilo de
vida que los mismos tipos de la época del barroco. Cada hombre, en cierta
manera, es "hijo de su tiempo y de su época", llevando impreso en su perso-
nalidad el sello de la cultura y de la civilización en que ha vivido .. .
Decir que "el hombre es s olamente un producto de su medio" signüica
adherirse sin reserva a la théorie d11 milielL, de Taine y sus discípulos. . . Un
mismo e idéntico medio influye de distinta manera sobre diversos caracteres ...
Cada hombre r ecibe de modo distinto e indiYidual las influencias del medio,
y de diferente m anera reacciona a ellas... Cada hombre, pues, tiene sus dispo-
siciones somato-psíquicas propias y congénitas, sus cualidades individuales cons-
titucionales y sus fuerzas endógenas, que son la b ase de su desarrollo b iopsí-
quico .. . Los estímulos externos del medio son los factores exógenos y secun-
darios que influyen sobre la morfología del cuerpo, como también sobre la
estructura psíquica del carácter, ayudando o impidiendo el desarrollo y forma-
ción de la personalidad ... Cada hombre, pues. conserva durante toda su vida
su carácter propio y particular, sus t endencias y cualidades típicas, el t empera-
mento de su tipo; pero las circunstancias en que vive y se desarrolla hacen que
ciertos rasgos de su carácter aparezcan más acentuados, otros menos desarro-
llados, y aun otros adormecidos o atrofiados ...
Esto especialmente deben recorda;r fo~ educadores, profesores y sacerdotes,
tendiendo a penetrar en el fondo de la person alidad del hombre pa:-a despertar,
desarrollar y educar todas las tendencias, propiedades y cualidades psíq_uicas
positivas de un carácter, suprimiendo, sublimando y canalizando las negativas.
No olvidemos que en el fondo de cada hombre yacen una bestia y t.r1 ángel, un
criminal y un santo. (El hombre y su personalidad, págs. 247-263.)
44
3
Norma de moralidad.
Escuelas
,.
et1cas
47
...
dictados de la recta razón. Si lo específico del hombre, y lo que lo *
diferencia de las plantas y de los animales, es su racionalidad, se
sigue que lo racional, lo que va conforme a razón es el bien propio
del hombre, es decir, es bueno, bueno moralmente (aunque no lo
sea en otro sentido). Así, por ejemplo, es un bien moral el acto d e
obediencia a los padres, la acción de ayuda material a los damnifi-
cados por las inundaciones del Norte del país, el fiel cumplimiento
de lo pactado o de lo prometido, la devolución, dentro del plazo
señalado, del dinero o del objeto prestado, etcétera.
Diego y Fernando están e sperando el ómnibus, cerca de un kios-
ko. A un señor que va a comprar cigarrillos se le cae del bolsillo del
pantalón un bülete de diez mil pesos. Fernando corre, lo levanta y
vuelve a donde está su amigo,· diciéndole picarescamente: "Mirá lo
que encontré". Diego le contesta: "Eso no está bien, Fernando".
Fernando lo mira, se calla, se vuelve hacia el señor que ya se retira
del kiosko, v le dice: "Señor, se le ha caído este billete del b olsillo".
Cuando se reúne, sonriente, con su amigo, Diego, también sonriente,
le dice: "Eso está bien, Fernando". Dos frases sencillas, no filosó-
~icas, pero que expresan naturalmente lo que es racional y lo que
n o es racional, lo qu e es bueno y lo que es malo en sentido moral.
El bien útil y el bien deleitable se dicen de cosas y de acciones;
el bien moral se dice, en r igor, sólo del a cto humano que es, como
hemos explicado, el obje to de la Etica. Las consecuencias q_ue pue-
dan de~yar del acto humano están fu era del bien moral o del mal
moral que lo constituyen: el joven que presta sus libros a un com-
pañero de estudios . para que éste prepare su s exámenes hace una
obra buena, aunque el compañero no estudie, o aunque estudie pero
no apruebe la asignatura. La person a que destina la m itad de lo
que sustrajo a los bienes del E stado para construir una sala en un
hospital municipal, obra mal, aunque el efecto material de su acción
constituye un bien físico para los miembros de la sociedad.
El bien m oral no está reñido ni con el bien útil ni con el bien
deleitable; las tres especies de bien (y de mal) perten ecen a planos
distintos pero no necesariamente incompatibles. El trabajo honesto
es un acto moralmente bueno y su resultado es un bien útil (el
dinero ga.,.ado); la prostitución es una actividad deshonesta, un mal
moral, y su resultado es un bien útil (el dinero ganado) . El a lmuerzo
sobre la base de una dieta abundante y exquisita reúne el bien moral
y el bien deleitable, pero si se llega a la glotonería el placer consti-
tuirá un mal moral.
Por consiguiente, la búsqueda del placer y/o de la utilidad n o
e s en sí misma una conducta inmoral. Si el Creador de la naturaleza
humana ha puesto el p lacer como concomitante o como efecto de
muchas acciones {por ejemplo, de la::_ instintivas) es porque la ob-
tención de ese placer (dígase lo mismo de la utilidad) responde a
48
una finalidad intentada por el Creador mediante eS2.S acciones. El
punto crítico (el punto v irtuoso, en términos <l:":s ~::::ilicos) está. en
ver qué función tienen el placer y la utilidac. ~:: ~3 e-~ de los
actos humanos; porque lo que debe ser teniclo :::::- ;.::-.::2~ es ies-
virtuar la fin alidad ínsita en la naturaleza misma de fa.s C.:'S,2,~
49
rechaza 1a regla del goce inmediato; hay que buscar los placeres
que no van seguidos de ninguna pena, los que no nos privan de un
...
l
placer mayor, los que no son artificiales, los placeres tranquilos
más bien que los placeres violentos. Los p laceres del alma (el gozo)
son más elevados que los del cuerpo, que son carnales. Mediante la
prudencia el hombre debe buscar el equilibrio, la paz interior y la
tranquilidad. El hedonismo de Epicuro n o es tan grosero como el
de Aristipo, y hasta propone, mediante el ejercicio de las virtudes,
como el valor, la templanza y la justicia, la búsqueda de un cierto
estado de tranquilidad o indiferencia, en la cual consistiría la fe-
licidad. --
50
única diferencia entre el hombre y el animal reside e:-: que el altruis-
mo del hombre se hace consciente v se extiende de la familia a la
sociedad y a· la humanidad entera' (virtudes domésticas, virtudes
sociales, filantropía y caridad).
51
medio para llegar a él es la práctica de la virtud, que es la cosa más
preciosa del mundo: "Todo cuanto oro hay encima y debajo de la
tierra no es bastante para darlo en cambio por la virtud", escribe
en el Tratado de Las Leyes. La virtud es una forma de asemejarse
a Dios, que es "la medida de todas las cosas"; y el hombre, que es
"el más religioso de todos los vivientes", si cultiva el amor de la
verdad y de la sab:cluria y se ejercita en pensar cosas inmortales y
divinas, participa..-á e.e la inmortalidad y de la felicidad de Dios; el
hombre d ebe trata:- ¿e ser piadoso y de hacerse divino, en cuanto
esto es posible a: !:::>mbre, "porque nunca será abandonado de los
dioses el que se afana por hacerse justo y asemejarse a Dios, por la '--
práctica de -:a \irtud, en cuanto es posible a un hombre". En todos
los diá1o;us ::.e Platón, en unos más que en otros, aparece ensalzada
la ,-:.rtud co::r.J :::edio que eleva al hombre por encima de lo sensible
y :o a=e.:---..a a Dios, de cuya felicidad participará y se hace justo y
sa::::o.
-~ristote1es :3S4-322) construye una Etica finalista y eudemonista.
Toe.a :!:dé::. ::l!...--nana está ·orientada hacia algún fin, al cual va unida
la ~ú.cid.a.:. ;"eu.daimonía"). La perfección de la actividad más noble
de nues!:a ~aturaleza. la intelectual, debe concluir en la contempla-
ción de la ...-erdad: en esto consiste la felicidad. A esto debe tender
la \'ida :::;__"::a.,a, "al modo de los arqueros, que apuntan a un blanco
bien sei:c:La.:;:;¡". La vida humana en todos sus actos debe ser gober-
nada pcr :::. razón: en esto consiste esencialmente la vida virtuosa.
Las teorías morales de Aristóteles están contenidas en sus tres Eti-
cas: Etica a Eudemo, Etica a Nicómaco y la Gran Moral. En la
Etic<2 a E:.U:::~:o señala Aristóteles que el fin de la vida humana y la
felic:6= es:á.-: en Dios: "De todos los b ienes, serán tanto mejores
cua.-,to ~á.s ::es permitan conocer y contemplar a Dios. Esta es nul!s·
tra mejm- condición y la regla más segura y más preciosa para con-
ducfrncs .. _"
'!'etie::do en cuenta que el hombre puede alcanzar su último
fin ya .::0=:o mero individuo, ya corno miembro de la familia, ya
como miembro de la sociedad, Aristóteles divide en t res partes el
tratamiento de la Moral Filosófica: Etica Monástica, Etica Econó-
mica y Etica Política. La Etica de Aristóteles tiene, como la de su
maestro Piatón, una orientación religiosa; pero Aristóteles es mucho
más realista que Platón en sus conclusiones prácticas. Exist e, sí,
un Supremo Bien, p~ro no es el único bien: hay muchos bienes p ar-
ticulares y anal6gicos. Hay un Bien propio de Dios, otro de las
sustancias celestes, otro de los hombres. otro de los animales, otro
de las plantas, otro de los minerales. Y la Etica debe tra tar del bien,
de la perfección y de la felicidad que corresponde al hombre, con
el fin de ajustar a ellos ' la orientación práctica de su conducta.
52
El ESTOICISMO tiene su principal representante en Zenón de
Kition (336-264). Fundándose en que el hombre es una !IlÍnima parte
del universo, y en que éste está gobernado por la Razón Divina,
sostiene que el principio supremo de la virtud es "....-i\·ir conforme
a la Naturaleza, vivir conforme a la Razón"; la vida Yirtuosa c~::s1ste
en obrar racional y libremente, ajustando la propia coné.ucta a: ~=-
den universal de toda la Naturaleza, regida por la Razón u:-::·;e:-saL
Este es el medio de asegurar la verdadera felicidad, que \·a :rr.id.a
siempre a la virtud, así como el sufrimiento ·al vicio. La moral estoi-
ca se basa en la relación objetiva de las acciones humanas con u:;.
principio superior al hombre: la Razón Eterna que rige toda la .Na-
turaleza y el orden cósmico universal. La razón humana es recta
cuando se adecua exactamente a la Razón universal, es decir, a
una ley eterna fija e inmutable. ''La ley natural es una ley divina
y posee como tal la fuerza de regular y medir lo que es justo y lo
que es injusto", decía Zenón. Crisipo de Soles, a quien se debe
principalmente el desarrollo y la precisión conceptual de la Moral
estoica, afirmaba: "A uno y :o mismo llamamos Zeus, común natura-
leza de todo, destino v necesidad; y esto es también la iusticia y el
de,e:·-'.). la unidac y -la paz''. - -
Ei id~ estoico tle l.2. ...-:~...:C: y -:::e ~:1 =:m-ai. estaba r::2.tizado c0n
u::. ::e!lo de cierta inse:::,:bilidac ·:: .:::;.::.:-ente inse:::s:':J:l:dad) que se
cc::.serYó bastante en las actitudes estoicas de la E::-a Cristiana, pc:-
e:e:r..:;:o, e:i e~ español Sénecc;:. Esta imagen de: hombre estoico, del
'·s2.tio" segú::1 la concepcién estoica, ofrece un esquema en el que
los rasgos humanas quedan totalmente desdibujados:
53
del hombre consiste en acercarse a Dios, fin objetivo de la creatura
racional, por medio de la práctica de las virtudes morales.
54
a bienes sociales. Las éticas de fines pueden \·ersa!" sobre fines na-
turales o sobre fines sobrenaturales; pueden estar c:-~::>:-:!.36as hacia
la klicidad temporal o hacia la felicidad eterna. L.~ ~:.:;:a ::ristiana
es una ética MATERIAL de fines ESPIRITUALES SOBRE~ATU-
RALES.
Kant trata el problema ético en su obra Crítica de := P...:::.:::m
Práctica. Su Etica no es una E tica material sino una E ti:c~ : ~~-,,...::_:_
Kant se opone a cualquier tipo de Etica material porq_:.:e 7 :::: ::-5,a
que una acción denota una Yoluntad pura y moral cuando s:s ~-.:::::a
no por consideración al contenido empírico, sino simplemen;.e ?'-'=-
respeto al deber. La moral no tiene que estar determinada por ni::--
gún bien, aunque se trate del Bien Supremo , de la suprema felicióc .
La razón es que una E tica de esa índole sería una Etica hedonista
y, además, no sería universal. Por otra parte la moral ha de ser
autónoma; y una Etica material es siempre lz_e terónoma, porque de-
pende de algo que desde afuera de la voluntad impone leyes a esa
misma voluntad.
La Etíca fo rmal kan tiana es la moral del deber por el deber:
debo hacerlo porque debo hacerlo. Kant establece que las determi-
naciones de la voluntad son juicios sintéticos "a priori" ya realiza-
dos. La obligación moral es un hecho indiscutible; lo que hay que
investigar es el derecho, es decir, el valor objetivo de esa obligación.
T,es clases de "má."<imas" dirigen la conducta humana:
55
3) Obra de modo que puedas considerar a tu voluntad como
legisladora universal.
57
Scheler, como una intencionalidad emocional. Lo emocional no es * 1
de és:e.
La Yida emocional pr-eset:ta las tres siguientes capas:
a) SENTIMIENTO PURO: es la especie más característica de
la intencionalidad emocional. A esta capa se abre el mundo entero
de los valores; el bien y el mal, lo sagrado y lo profano, lo noble
y lo común, son datos directos del sentimiento puro. Esta primera
capa de la intencionalidad emocional no da más que los valor es
aislados; se experimenta, por ejemplo, el sentimiento de la belleza
de una estatua, sin percibir' su grado ni su relación con otros valores.
b) ACTOS DE PREFERENCIA Y DE REPUGNANCIA: por me-
dio de ellos se intuyen los grados de cada valor y el orden de los
valores. La preferencia o repugnancia intuiti\'a es la que decide si
el valor de una persona es superior al valor de otra; si el valor de
persona es superior al valor de cosa; si los valores vitales son infe-
riores a los valores espirituales, etc. Scheler advierte que estos actos
de preferencia y de r epugnancia son actos puros que se dirigen a los
propios valores, y no actos empíricos que se dirigen a los bienes
reales. Preferir un vals a una mazurka es un acto de preferencia
empírica; en cambio preferir lo bello a lo agradable es un acto de
preferencia pura.
c) ACTOS DE AMOR Y DE ODIO: son los actos supremos de
la intencionalidad emocional. Cuando se ama a una persona se per-
ciben en ella cualidades y valores que escapan al sujeto que no
siente amor. El acto de amor h ace las veces de un explorador que
prepara al sujeto para percibir la visión de los valores: da luz para
ver los valores que de otro modo serían invisibles. "El acto de amor
no sigu e al sentimiento puro de los valores y al acto de preferencia,
sino que los precede como un guía."
•.
'.•
58
•
La jerarquía de los valores tiene en cuenta cuatro rangos, que
son éstos:
- . .... .._ _ t ~ ·- ..
tres especies:
a."! fr; bello ;_r lo t'--..c, c::.:r:. ::)do ~= dom:inio dependiente de los
"'--a.lores cs!é-::cos~
b ' :a-s -.·zcres :JeZ :ie,edw y sus contrarios, que son los que fun-
damenta~ e~ orden jurídico objetivo, independiente del Es-
tado y de sus leyes;
:-·
1
Tes ·:alares del puro conocimiento, que se realizan en la filo-
sofía. Los valores de las ciencias positivas y de la cultura
son consecutivos a los valores espirituales del saber puro.
La alegría y la tristeza espirituales, los sentimientos de esti-
mación y de reprobación, etc., corresponden a la intuición
emocional de los VjÜores espirituales.
59
positivo) se pasa a lo feo (polo negativo) a través de lo regular-
mente bello, de lo poco bello, etc. Exist en, además, varias relacio-
nes formales, válidas para todos los valores, que Max Scheler resu-
me en estos cuatro AXIOMAS AXIOLOGICOS:
"El acto moralm ente bueno es el que realiza o tiende a realizar un valor
positivo o uno de sus grados en tal o cual rango cualitativo de valores."
Por consiguiente, todos los rangos tienen u na moral material. Y puesto
que la superioridad o inferioridad de un valor se ofrece a los actos de
preferencia y de repugnancia emocionales, se puede decir que realizar un
valor cuak.uiera es moral cuando ese valor es confor me con el que ha sido
preferido, y cuando está en desacuerdo con 2quel por el que se ha experi-
mentado repugnancia en la intuición emocional.
"El acto moralmente malo es el qµe realiza un valor que est~i en contra-
dicción con el que ha sido preferido en la visión afectiva: Un ejemplo:
el asesino prefiere el valor vital a la negación de ese valor, como lo pre-
fieren todos los hombres; al asesinar realiza valores opuestos a los q_ue él
mismo considera como superiores: por eso su acción es inmoral."
60
Pero Scheler dice algo más: la 6tica debe ~-e::-e:- en cuenta la
jerarquía de los valores. l:n acto que r ealiza, por e_'. e::::_:::::;;, el valor
de lo agradable, será moral si al mismo tiempo tiene e:: =:.:e!!ta la
realización de los valores pertenecientes a los rangos supe=-::-::--es. Por
esta razón es inmoral ingerir exquisitos manjares que prnvc~-:.;ien la
muerte; porque se realiza, sí, el valor de lo agradable, pero co:i. per-
juicio de los valores vitales, que son superiores; también se:á :•:-:;;.
ral el acto de desarrollar de tal modo las fuerzas f ísicas que se .:::=-
rren por completo las puertas a la instrucción y a la cultura es?::-
ritual: tendríamos la realización de los valores vitales con perjuicio
de los valores del espíritu.
Max Scheler señala estos cinco axiomas para los valores morales:
l '.') En el dominio de la voluntad el valor del bien es el que
caracteriza la realización de un valor positivo.
2<.>) En el mismo dominio el valor del mal es el que caracteriza
la realización de un valor negativo.
3':l) Más precisamente el valor del bien l.!S el que caracteriza la
realización d e los valores positivos p ertenecientes al rango
supremo o a los su periores.
4'?) El valor del mal es el que caracter iza únicamente la rea-
lización de los valores pertenecientes a los rangos inferiores,
sin tener en cuenta los valores m ás altos.
5~) El criterio del bien y del mal se halla en la concordancia
o la discordancia de los valores tenidos en cuenta. en el acto
de realización con el valor preferido, o con aquel p or el
que se siente repugnancia.
61
todo la moral cristiana, son el recurso de que se valen los débiles,
los esclavos, para defenderse de los fuertes, de los Superhombres.
Como el débil no puede con el fuerte (porque es débil), se defiende
de él acusándolo en el terreno de la moral: "Tú no puedes someter-
nos, no puedes explotamos, ¡es pecado, es malo eso que haces con
nosotros!" La moral cristiana es la moral de los esclavos, de los
enfermos. La compasión, la piedad son sentimientos que los cris-
tianos consideran morales; pero con tales sentimientos jamás nacerá
el Superhombre. En "Así hablaba Zaratustra", una de sus obras
más conocidas que reúne aproximadamente 4.000 aforismos poéti-
co-filosóficos de exaltado estilo, Nietzsche hace decir a Zaratustr~
62
ahora con fuerza en toda su peligrosidad .. . , y son estigmatizaCDS paulati-
namen te como inmorales y expuestos a la calumnia." (.ULs a:;¿ d!!l bien
y del mal, págs. 102 y sigs.)
3. COMENTARIOS CRITICOS
64
que no están directamente unidas a significacior:~5'. Su tabla de
valores no deja de ser original, aunque se puede :::.scutir si hay
realmente distinción entre los valores vitales v los e~"":;::iruales. entre
éstos y lo sagrado. ¿Acaso no hay valores ;,itales ~,-7:~!"...:alcs'? Y
lo sagrado ¿no puede reducirse a lo espiritual? E1 order:. :~""qci.::o
de los cuatro rangos responde a las exigencias de la r:?.Z :.::: ca la
esfera suprema, lo sagrado; en la ínfima, lo agradable.
65
4. FIN Y MOTIVACION DEL OBRAR. FIN Y VALOR.
LOS JUICIOS DE VALOR
68
¿ Qué es un valor? El realismo gnoseológico sustenta la tesis
de que las cosas son, aunque nadie las estime o las desprecie, las
ame o las odie, las desee o las r echace. Tenemos aquí dos referen-
cias al objeto, que dejan intacto el ser mismo del objeto: el conoci-
miento, por un lado; la valoración, por el otro. Las cosas no son
porque son conocidas; no son porque son valoradas p ositivarr.en!e o
negativamente. Ni la referencia gnoseológica, ni la refercr.::a a..xio-
lógica afectan a la existencia misma de las cosas.
El sujeto cognoscente es el que cambia cuando conoce. Y cam-
bia t::lmbién cuando valora. Ambas referencias, el conocer y el -ralo-
r ar, guardan estrecha conexión: la segunda deriva de la primera.
Cuando los seres existentes son conocidos (sean ellos personas, cosas
o hechos) , dejan una resonancia en el sujeto que los conoce; signifi-
can algo para él: "valen". Las cosas son y valen. Valen poco o
mucho; valen afectivam ente, económica.."!le!'l.te, intelectualmente, prác-
ticamente, artísti=mente, moralme:c.te, etc. Y esto ocurre porque
para el hombre lo óntico no es frío, ne't!tro. indiferente, sino que,
en mayor o menor grado, provoca una ac1:md vital, una actitud que
en muchos casos pone un sello característico en la personalidad y
orienta de un modo definitivo la actiYidad :::e: ::sr::.':J:-e_
¿Qué es, pues, un valor? ¿En qué se funda: ¿Es ::1dependie:2te
del ser de las cosas ? ¿Es una categoría pura.:::e::~-= subjeth;a a!
modo kantiano? Lo que llamamos 1·alor de u n o::;~et:>, ¿está e!1 é5:e
o en el sujeto que valora? ¿Valoramos las cos2.s ;:c:::-q::e r:?:ú:::e:1:e
valen, o más bien valen porque las valoramos ...- e::c :::: ::::e~ia e::1
que las valoramos? Si r espondemos a estas pregÜ.""lras 5.2::::-e=::-s c-.lál
es el valor del valor, y qué juicio merecen los juicios ce -.·a::::.
Cuando hablamos de la valoración que hacemcs :::e ::::a cosa,
o del valor que le atribuimos, encontram os est-Js ~re-s e:~:::e:::os:
1) Una cosa, algo real o ideal, que es lo cc:::~:::e: ado valioso,
positivamente o negativamente: un disco musica:, :.:...""l ,:i.aje alrededor
d el mundo, una lapicera.
2) Una cualidad, p ositiva o n ega tiva, que es ;irecisamente lo que
h ace que una cosa p arezca valiosa: lo exce;ente o vulgar del disco;
lo instru ctivo del viaje; lo útil de la la picera.
69
...
de valor, puesto que todos "valoramos", en una u otra dirección,
personas, cosas y a~ontecimientos. Las "motivaciones" del hombre,
de las que hemos h ablado, l¡is que se dan en el campo del puro
saber y en el de la actividad comercial, financiera, artística, pro-
fesional y religiosa, no son otra cosa que referencias a los valores.
Cuando un individuo obra deliberadamente, conscientemente, siem-
pre hay un "motivo de la voluntad". En sentido estricto se da el
nombre de "motiYos" sólo a los valores vividos del objeto, que
atraen e incitan al querer, que son la razón del querer y que, en
cierto modo, coinciden con las causas finales.
Es común no tener en cuenta más que los valores que atraen, "
es decir, los ,.,alores positivos; pero éstos no son los únicos, ya que
tambiér.. es :.rna forma de valoración rechazar por desagradable un
cuadro o U.:.7a prueba escrita. No hay nada que, ofrecido a nuestra
consid.e:::-ación, no nos produzca una reacción valorativa, como escri-
bió García Morente:
70
El Realismo valoral, en cambio. sin negar que la .-2loración la
hace el hombre (sujeto que emite el juicio valora: ; y que esté con-
dicionada por el contorno vivo y por el contor:;o imperso·:e: que Jo
rodean, afirma que el valor no es independiente de 1as cosas, sino
que brota de la entraña misma del ser, se funda M ;t;. ~;aai.ezo. del
objeto. Así. a la pregunta "¿qué es u;i ,·aiorT', podemos ~ e r
que es "el aspecto de estimabilidac., pos:ti.-o o ~ - qaE 1000
ser posee, y que funda en el suje~o ~ iuirio • 1 1 ~- Esillr juiicilo
de valor -la valoración- no es ::.:. acto ~ rx•mf_ trio .
como lo es el juicio con el c1.:a: af.:.~. ~ - q:ae -e: x::-~:;
de un ángulo recto es if'.'..:::.: 2 t:= ::: e~ :e -~ !;'.'..:-:: .. ::, =- .: ::: , :; :.;
una carga más o menos ~:l!:'.'.sa: t.:c afe:-"..:;-:::.2..:.'. ~- ese ::~~:z.:::os
de un "aspecto de estim.a:-::.:...,:,.-r .:-aa::r.dc ::_:.:.;;":cernos ca!'2.c:::>:-;za:r el
valor.
E i va1o:- de u!".a ::osz ::::::, se ?:lece disociar de la cosa misma,
ni del su1e,::i cue :a ·,.:.:·:::-z_ :::. de} conocimiento de las cualidades ,
posi~iYas ·:, :legai:'---as, ce :a cosa. Esto significa que cu alquier axio-
1ogia extr-e-li".;..a, sü:::~e::.-:sta o antisubjetivista, desconoce la esencia
mi~:-:::: de :es -.-2~0::-es. Esto significa que, aunque los mismos obje-
!OS ,c·.:.s::i: :-:: 5.:sersas apreciaciones valorales e n los individuos, ello
-s:: ::.;>:-~ a = ;;,specto s ubjetivo que hay en todo valor; pero en modo
:::.:g-..1r:o podemos concluir que las valoraciones son puras arbitrarie-
dades de los sujetos.
E l Realismo valora! y el Relativismo valoral son los dos vec-
tores opuestos donde se ubican las tipologías axiológicas modernas.
Hemos mencionado en esta misma Unidad (párrafo VIII) la de :'.\.fa.-.,:
Scheler, que el filósofo estructura como una escala jerárquica.
Eduardo Spranger desarrolla en Formas de vida seis clases de valo-
res que señalan la orientación de la persona según sea la "fonna de
cultura" en la cual desem·uelve su actividad: a la Ciencia corres-
ponde el valor científico o intelectual; al Arte el -valor estético; a la
Economía el valor económico; a la Sociedad el valor social; al E st ado
el valor político; a la Religión el valor religioso. A esta axiología
corresponden, respectivamente, los siguientes "bienes": la Verdad,
1a Belleza, la Utilidad, lo Social, el Poder y Dios. Y los tipos de
personalidad son: el Hombre Teórico, el Hombre Estético, el Hom-
bre Económico, el Hombre Social, el Hombre Político y el Hombre
Religioso.
A la Etica pertenecen los valores morales, como a la Economía
los económicos. Al ser e l hombre un ente polifacético, le corres-
ponde a cada una de sus facetas un tipo distinto de valor. Y pode-
mos decir que para el hombre cada valor tiene un "valor". E l pro-
blema ético en el tema de los valores consiste en determinar qué
jer arquía han de guardar, en la actividad de una persona, los valo-
res por los cuales se orienta. Cuando dije en el Prólogo que las
71
t,
grandes crisis internacionales son, en el fondo, cns1s de índole mo-
ral, crisis de valores éticos, quise decir, y lo repito, que hay graves
falencias morales en los gobernantes y en los gobernados de todo
el mundo; lo cual significa que los valores morales del bien y del mal
brillan por su ausencia, son menospreciados o por lo menos ignora-
dos, si no en las declaraciones verbales y escritas de las Conven-
ciones internacionales y nacionales, sí en la realidad de los hechos.
Los " traficantes de dinero" no suelen vivir angustiados por los es-
crúpulos de conciencia que les puedan provocar sus monstruosas
operaciones en el mundo de las finanzas .
'-
\La verdad y la belleza constituyen "bienes" l en la mencionada
tipología axiológica de Spranger.\ La verdad es un bien para la in-
teligencia; ésta busca la verdad/ la verdad lógica, que es la adecua-
ción existente entre la afirmación de la mente y la realidad objetiva.
\La belleza es un bien para la facultad estética del hombre, que es
su sensibilidad en captar el orden y la armonía entre las diversas
partes de una estructura/ El ansia de la verda d. innata en la perso-
na. debe se:- satisfe:ha con la búsqueda afanosa de esa misma ver-
dac. l....l apertura a la ye:rdad es un2 virtud moral del hombre, como
lo es también el in~erés por sal:r del error y de la ignorancia. Es
verdad que "la ,-e;-d.ad nos har-á Iib:res". Y esta búsqueda de la
verdad suele cngencrar otr2 Yi,mc. !:?.mbién moral: la veracidad.
El contacto con 1a Yerdad hace a1 h0-::1bre Yeraz_ Buscar la verdad
y ser veraz conforman uno de los aspectos de 1a persona honesta.
En cuanto a la belleza, l.:\ natural y la artística, el gusto por ella y ,
cuando hay aptitudes, la creación, son parte de los objetivos que
debe cumplir el educador de la niñez y de b juventud. _
Al cotejar, en líneas anteriores, el fin con el bien, dijimos que
el fin que persigue la voluntad es siempre el bien, o lo que se le
presenta como un bien, tomado este último en sentido genérico, es
decir, o como bien_ útil, o como bien deleitable, o como bien moral.
No p odemos decir que el objeto formal de la voluntad es el bien
moral; si asi fuera, el acto humano siempre sería moralmente bue-
no; entonces el hombre jamás obraría moralmente mal. Lo que
afirma la Psicología es que el objeto de la voluntad es el bien, sin
especificar qué clase de bien. Esto quiere decir que a la voluntad
la mueve "la forma de bien": lo que realmente es bueno, o lo que,
aunque no lo sea. parece bueno. Un ejemplo servirá p ara ilustrar
lo que estamos explicando: Una propaganda hábilmente orquestada
por la prensa, el radio y la televisión atrae a multitud de espect'.1-
dores a una sala cinematográfica; la voluntad de todos ellos se ha
motivado por la forma de bien; la película prometió ser interesante,
cautivadora_ Y puede ocurrir que los espectadores salgan de la
sala contentos, eufóricos por haber presenciado una obra magnífica,
o ... malhumorados por el desengaño de la artera propaganda. En uno
72
y otro caso los atrajo lo interesante que prometía ser la película;
lo que r ealmente ocurrió después no altera la motivación anterior.
En la· conducta moral pasa lo mismo. El que obra mal tiene
conciencia de que obra mal; si no, no obra mal (a:mque los de
afuera piensen que OBRA MAL). Sin embargo, lo que lo motiva es
un bien, útil, de algún modo, o del_eitable (material o espiritual).
Nadie obra moralmente mal atraído por el mal moral q::e ca:r::.ete;
es decir, n adie hace el mal moral por el mismo mal, como ~o p ocas
veces se dice de algunas personas . El más perverso s1!:et::. que
hace el mal moral con toda saña, con toda alevosía. enCT..1e;:::::-a (o
cree encontrar) en su acto algún tipo de satisfacción.
73
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
74
restringida), son .c alificables como buenos o malos. Esta bo?1dad o maldad de
los actos humanos en tanto que humanos se denomina "moraiidad", en un sen-
tido amplio, y tampoco s e identifica con el valor "técnico" de nuestras acciones,
sino que se contradistingue de él. Un mismo hombre puede com:;:io:é:E"Se bien
como técnico o a rtífice, y mal precisamente como hombre,
También importa advertir que la bondad propia de los actos h:.!~ 2::~s en
tanto que humanos no se confunde con la que les conviene como entes. En el
segundo sentido todo acto humano es bueno puesto que tiene una cierta entidad.
Pero también p oseen entidad los actos malos; y en cualquier caso la b on:iac
o m aldad moral s upone siempre un depositario ó ntico o sujeto, que es su :;:o::--
tador (sHbiect wn, Triiger), pero con el cual no se la confunde. Todo acto h::-
m ano, incluso aquel qu e es malo, es bueno en una forma r elativa: como ente.
Mas ser bueno de un modo relativo es compatible con no serlo de un modo
absoluto. Los actos humanos se dicen humanamente buenos en tanto que son
absolutam ente buenos como humanos, no relativamente a la entidad, ni t amp oco
según un cierto ·aspecto científico. (Fundamentos de Filosofía, págs. 609-611.)
75
siempre dentro de un área, determinada previamente por lo que amamos u
odiamos. e) La jerarquía de los valores no se deduce dialécticamente, sino que
.
*·
se da como materia concreta intuible: "Existe, para eso, una 'evidencia prefe-
rencial' intuitiva (eine inluitive Vorzugseviden.z), que no puede ser reemplazada
por ninguna deducción". (Max Scheler, págs. 272-273.)
Respecto de los valores hay e;i el terreno espiritual por lo menos tres
grandes grupos: valores morales, estéticos y religiosos. Los valores morales son
los mejor conocidos. La característica en ellos es su imperativo de acción. Es
decir, contienen un deber-hacer, no sólo un deber-ser, como todos los valores.
Los valores estéticos -lo bello, lo feo, lo elegante, lo grosero, lo noble. lo vil,
lo delicado, lo sublime, etc.- son también notorios. Lo característico de ellos
76
es que contienen un deber-ser, pero no un deber-hacer. A1 contemplar un her-
moso edificio, se ve también que así debe ser; pero este valor no lleva consigo,
por lo menos d e manera inmediata, un llamamiento a nuestra conciencia. F i-
nalmente, de otra especie son los valores religiosos. Sin embargo, el análisis
de estos valores es muy difícil. E s cosa averiguada que producen en nosotros
un sentimiento de horror o de terror y, a la par, de atracción y re:idimier.to.
unido con una cantidad realmente enorme de reacciones estéticas y morales.
Pero no parece que pertenezcan a los val ores morales y estéticos. Así, el ~se-
sinato de la propia madre, desde el punto de vista moral es un crimen, :::ia
acción mala ; desde el punto de vi sta religioso es algo completamente disti:::o:
un pecado. Los valores morales h,:m sido los mejor estudiados por los filósofos;
los estéticos han sido mucho menos analizados, y los religiosos están aún es-
perando un trabajo a fondo. ¿Qué es, por ejemplo, la santidad? El difunto
filósofo Louis Lavelle escribió un bello libro sobre el tema, titulado Ouatre
Slliflls; pero tampoco lleva muy adelante el anáUsis. ·
Y pasamos a las explicaciones. El centro de la discusión lo ocupa aquí la
(;Ucstión dd cambio y "ariedad de las valoraciones. Pudiera efectivamente pen-
sarse que la estimación de los valores es co nstante, que nuestra tesis sobre la
madre es reconocida siempre y dondequiera. Sin embargo, no es así. Los va-
lores morales -y en grado mayor los estéticos y religiosos- son muy distintos
en diverfios tiempos y en diversas cií'ilizaciones. Malino wski, etnólogo polaco
que investigó en Australia, escribió un libro francamente estremecedor acerca
de la moral sexual de los salvajes de aquellas tierras. Si se lee este libro se
siente la impresión de que, prácticamente, todo lo que entre nosotros pasa por
válido y hasta por s anto es tenido en otras partes por malo y criminal. Por
lo que a los valores estéticos atañe , es bien sabido que mujeres que a nosotros
nos parecen horribles son tenidas en ciertas tribus de negros por maraYil!as de
belleza. Las valoraciones, pues, parecen ser sumamente relatiYas. (Introducción
al pensamiento filosófico, págs. 69-71.)
n
sables, inevitables utilitaristas ingleses, cuán torpe y honrosamente vienen si- *
guiendo, siguen siguiendo las huellas de Bentham (un símil homérico lo dice con
más claridad), así como él mismo seguía ya las huellas del honorable Helvetius
(ce sénatur Pococurante, para hablar como Galiani, este Helvetius, no era un
hombre peligroso ... ) .
Ningún pensamiento nuevo, nada de introducir un giro o un pliegue más
delicado en algún pensamiento viejo, ni siquiera una verdadera historia de lo
que se ha pensado antes: en general, una literatura imposible, suponiendo que
no se sepa hacerla fermentar con algo de malicia. Es decir, en estos mora-
listas (a los que hay que _leer con segundas intenciones, en el caso de que uno
tenga que leerlos ... ) se ha introducido ese viejo vicio inglés que se llama cant
y que es tartufismo moral oculto esta vez bajo la nueva forma de lo científico;
tampoco falta cierto secreto rechazo de los remordimientos de conciencia, qbl.C
ha de padecer por cierto una raza de antiguos puritanos, por más que se ocu-
pen científicamente de la moral. (¿Acaso no es un moralista exactamente lo
contrario de un puritano? ¿O sea, un pensador que considera la moral corno
algo dudoso, cuestionable, en su~a: como problemas? ¿No han de ser los mo-
ralistas ... inmorales?; Al fin de cue:::,as todos ellos qu1eren que la moralidad
inglesa sea re.:o::iociG.2.; y has,a ,.:.: p-.ir. :o también, que se haga un servicio a la
humanidad. o a :a ··u.ilidad g-:-::e:-a:", o a "la felicidad de los más", ¡no!, mejor
a 1a. fe.Ll.:i~ de lr.g!aterra. Con todas las fuerzas querrían probarse a sí mis-
mos q::e el empeño de Logra;:- la felicidad inglesa, quiero decir comfort, fashiort
,y. e::: :.,_s posiciones más altas, un asiento en el parlamento), es al mismo tiempo
e: ;-eniadero camino de la virtud; y que, en la medida en que ha habido hasta
a;:o:-a ,·irtud en el mundo, ha consistido en semejante empeño.
Ninguno de estos torpes animales gregarios que tienen la conciencia intran-
quila (que sostienen la causa del egoísmo como causa del bienestar general. .. )
quiere saber nada al respecto; y huelen que el "bienestar general" no es ningún
ideal, ninguna meta, ningún c:oncepto que se pueda captar de una manera deter-
minada, sino sólo un vomitivo ... , que lo que está bien para uno no puede
estar bien en absoluto para el otro, que la existencia de una moral para todos
implica perjudicar precisamente n los hombres superiores; en suma, que hay
una jerarquía entre hombre y hombre, y, también, por lo tanto, entre moral y
moral. Estos ingleses utilitarios constituyen un tipo de hombre modesto y me-
diocre; y, como se ha dicho, en la medida en que son aburridos , siempre será
poco lo que se piense respecto de su utilidad. (Más allá del bien y del mal,
págs. 131-135.)
78
4
• •
La ley y la conc1enc1a
,,,
Hay una ley natural y una ley posEtiva. La ley natural obra en
la misma naturaleza de los seres, racionales y no racionales. En los
primeros se manifiesta a la razón po!" el conocimiento que la misma
razón tiene de lo que está conforme, o no, con la naturaleza huma-
n a: es lo que llamamos comúnmente ley moral natural, que "está
79
...
escrita en los corazones, en la conciencia de cada uno". En la acti- •
vidad cósmica, incluido el propio organismo humano, la ley natural
gobierna los procesos físicos, químicos, biológicos, instintivos: leyes
físicas. químicas, biológicas, etc. Estas leyes se denominan leyes
científicas.
La existencia de la ley moral natural se manifiesta, mediante
el uso de la razón; no antes, por el conocimiento que la persona tiene
de sus naturales inclinaciones, de sus operaciones intelectuales y
volitivas. Aunque es verdad que el medio, aun en las sociedades
primitivas, le va inculcando al niño las nociones de moral, no obs-
tan te él las -va ratificand o a medida que crece, las va "internali:,,..
zando". Difícilmente haya alguien normal que no entienda que "hay
que hacer el bien y hay que evitar el mal": este primer principio
de la razón práctica se va explicitando paulatinamente, por la mis-
ma maduración del proceso psicofísico y gracias a las variadas ex-
periencias del vivir, en los otros preceptos de la ley natural: hay
que respetar y obedecer a los padres, hay que cuidar a los propios
hijos, no hay que apropiarse de lo ajeno, etcétera.
La ley positiva es también una 1ey moral, pero ordena o prohíbe
actos que la conciencia de cada individuo no ve naturalmente como
impera.fa·os o prohibitivos. Esto significa que la ley positiva la da
el legislac.or fDios o el hombre) expresamente para explicar, para
ada::-a!". pa:-a d~term:r:ar la ley natural. Cuando prescribe o prohíbe
actos que ya están prescritos o prohibidos por la ley natural se
denomina accidentalmente positiva, es decir, lo es en la forma, no
en el contenido, por cuanto é ste es el mismo en la natural y en la
positiva, como ocurre en el Decálogo de Moisés.
La ley positiva es una ordenación de la razón, promulgada para
el bien común por aquel que tiene el cuidado de la comunidad. En
esta definición tomista encontramos los siguientes elementos:
l) Un acto del ente1Zdimiento, porque quien hace la ley busca
establecer lo que entiende que es más conveniente para el
bien común. En · el caso de las leyes positivas divinas, cuyo
legislador es Dios, se trata de un acto que es la misma Ra-
zón Suprema, primer principio del orden universal; en los
demás casos se trata de un acto de la razón humana.
2) Un acto de la voluntad, que es precisamente la ordenación.
Ordenar (o prohibir, que e:; una forma de ordenar) es un acto
esen_c ialmente volitivo. Es verdad que "ordenación" significa
también "poner algo en orden", en este caso "poner en orden
los actos conducentes al logro del fin a que apunta la ley";
pero este sentido de la palabra está expresamente indicado
en 1); lo que la inteligencia conoce como bueno o como
mejor para el bien de la comunidad, eso lo ordena, es decir,
80
·_P-·_ ~E~
t~". ~ -. -:~ ~
., ~··;~-:. ~~-.-~:-«-111
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ordena, impera que se haga. La ley no es una invitación, f ·;.:<; - · ' ·· .
;t2?NL ..
una exhortación, u n consejo: es una orden. Por supuesto que ¡J(, · , ·,
la ley no es un acto p uramente volicional; es también pre- ·"·· ·- ·
viamente intelectual, o si se q uiere , juntan:eYi:e fr:.telectual.
Si la razón define lo que es el orden y seña!a ;os ~edios que
conducen a ese orden, no hay ley moral: una c::is:1 es afi""~r-
q u é es lo mejor (aquí no hav acto de la 1:0::mtad) '-' c ~:·2.
ordenar , mandar que se haga · eso que es :o m e jo:- ,~~:!: , f
hay un acto de la voluntad). Lo que sin duc2. a:;-.::::2 st "::::c>::e
afi r mar es que el acto de la voluntad t ie:-:e su ftr~.:::::rr.e:::o e:1
el ordenamiento que la inteligencia compren de. Cn:-o que el
equívoco en este tema se basa en que no se tien en en cuenta
los dos significados del término "ordena ción": acto de p on er
algo en orden y acto de orden:::tr que P.1go se hu~a, que es lo
m ismo que imponer una obligación , lo cnal es propio de la
,·oluntad.
3) El bien común como fin de la ley, porque la ley tiende al bien
de todos y no de uno solo, o de un os (una clase social de-
terminada); lo cual es n ecesario tener en cuenta, porque
puede ocu rrir (y ocu rre) que la ley traiga inconvenientes y
a un p erjuicios a una determinada person a, o a varias p er so-
nas, y s in embargo favorezca al bien de toda la comunidad.
E s el caso, tema de grandes controver sias en e l momento
actual, de la ley divina y humana respecto de la indisolubi-
lidad del matrimonio.
4) La promulgación, o sea, el acto p o r el cual la ley es dada a
conocer a todos aquellos que deben cumplirla, que son los
S!ibditos de la ley. Puesto que la ley se dirige a seres racio-
nales, es evidente qu e, para que p u edan cumplirla y para
c::-.;e .:-fecti,.-::i.rnente 1os obligue, deb en co1wcerla. El acto de
:a 1.:'.:farn12c -:::el Iegis~ador no basta para que 12. le-,,- obl:gue:
e~::~ s.e~ 3:-..::i.::c::~e~errte tif:i...-:diC.c ese ~¡;:'J. ~ ~::: =~~:.:~
185 5~:-es :-a:io~:es ~ t;'!.:~e:-1es ~:~:íga :a le:-·. ~a .~::::;? ...-:~ ;: ·co~:ci::e:
(aunq1.:e se !:é e: ca.so d-e ~:.:e, ?Or D-eglige::.::::. Z.:guno~ ir:C: -~~i ..
duos no 1a lleg,...:e:n a co!:2-.: ~=-
5) E l jefe de la con:?1:::,:::i. ~:.:e e~ ~ :.::::_.:: ~:.:-:: : :~::e 21.:ror;dad
para dictar leyes, por c~:3.r::s 2 ~= :~
.:st:~ ::::;:e;::r:e::-:dado el bien
de toda la comunidad. En r igo::- :;: =:-..:.:-::;:::-idad legítimamente
constituida no sólo puede, sino qt:e c eb e dar 1eyes que ase-
guren el bien total de la comunidad.
81
1) debe ser posible, porque si no lo fuera, la decisión del legis-
'
lador al ordenar la ejecución de un acto imposible, seria
irracional, seria contra la razón; sería un absurdo una ley
imposible de cumplir. No nos estamos refiriendo sólo a una
imposibilidad física; basta que una ley sea moralmente im-
posible de cumplir para que carezca de sentido, por ejemplo:
si una ley impositiva ordenada por la D.G.I. lo pone al pe-
queño productor en la necesidad de vender sus pocas maqui-
narias de trabajo para cumplir con el pago exigido, aunque
no hay imposibilidad física (puede vender y pagar), la hay .....
moral, como es evidente: una ley así carecería de una de las
propiedades de toda ley.
2) debe ser justa, porque, como en el caso anterior, sería irra-
cional una ley injusta. La decisión del legislador constitui-
ría un acto moralmente malo; además su cumplimiento pro-
vocaría automática:r.ente un confli:::~o de conciencia en la
pe,sm:.a obligada: ?O~ ~, lado tendría la obligación de cum-
p:ir :a ley; r~=-- o:::--o, tentría la obligación de no cumplirla
por cuan:o su contenido es un acto injusto.
83
protagonista por los dos imperativos que se le present aron : el de
las leyes inmutables de Dios (sepultarás a tu h ermano) y el de la
ley p ositirn del rey (nadie sepultará a tu hermano) . Lo contradicto-
rio de las dos leyes, la ley moral natural y la ley positiYa impuesta
a los tebanos, provocó la angustia, la desazón y , probablemer..te, una
primera indecisión en la noble mujer; indecisión tanto más expli-
cable cuanto que el respeto profundo y la obediencia deb ida a Dios
tenía como contrapartida, en la ley humana, la p ena de mue::-:e.
Pero en Antígona pudo más la voz de Dios (la ley natural) que ;2.
voz del r ey, que además era s u tío (la ley positiva). La historia
se repitió, pero no en la ficción literaria d e una tragedia, sino en
las ardientes arenas del Circo Romano; y se repitió no una sino
muchas veces cuando los primeros cristianos, antes que desobedecer
a Dios, prefirieron morir en las garras de los leones.
La conducta humana, para que sea recta, para que sea moral-
m ente buena, debe aju star se a la ley natural y a todas las leyes que
no la contrarían . No puede ser de otro modo: si la ley positiva es,
por definición, la explicación, la aclaración de la ley natural, esta
explicación y aclaración tiene por fin el mejor ClL~plimiento de la
misma ley natural; la esencia de la . ley positiYa, co:no su finalidad.
están a l servicio de la ley natural. Si así n o faera esta...-.·ían de más
las leyes positivas; de m odo que si una ley positiva contraria los
p receptos de la ley natural, que son los preceptos de la Ley Eterna
de Dios, esa ley es nula en conciencia: no sólo no hay obligación
de obedecerla, sino que no debe ser obedecida. Los prisioneros de
las catacumbas fo rtalecían su espíritu con un p rincipio de la ley
n atural: Conviene obedecer a Dios antes que a los hombres.
85
...
-Digo que Pablo usa sobretodo en invierno.
-Digo (ordeno) que. Pedro use sobretodo en invierno.
I Por ejemplo, Régis Jolivet en su Tratado de Moral, pág. 82, donde co-
menta el voluntarismo de Puffendorf y el de Descartes.
86
modo instrumentales. El legislador siempre es causa eficiente; prin-
cipal casi siempre, por la imposibilidad de dedicarse a la preparación
del cuerpo de la ley; esencial, ya que da 1a leJ po:- 1.0 acto libre de
su voluntad, e intenta los efectos que !a ley ceoe producir en la
comunidad; y física, porque él mismo hace 1a le:.· -::u:r:que material-
mente la elaboren y redacten otros colaboradores- :::: i.."lCita a otros
funcionarios a que la hagan; es decir, se consti-:::r~.-e él mismo ~ el
responsable de la decisión que toma al c:ar la arde~ ::: ·.., " -·"';.,,;_
ción: por eso es él quien firma la ley.
La causa final de la ley es el bien áe la comanidad; r:'.) :a :ota-
lidad del bien que puede recibir la comunidad, sino una parte ce
ese bien: algunas leyes apuntan a la salud corporal de los ciudada-
nos, otras a la educación primaria, o a la media, o a ambas a la vez;
hay leyes que tienen como objetivo equilibrar el presupuesto de la
Nación, o dar impulso a la Enseñanza Especializada, o fortalecer
las Cajas de Previsión y agiUzar el mecanismo de su desenvolvi-
miento, etc. El fin de la ley no es primario y, mucho menos, secun-
dario: e s único: el bien de la comunidad y n ada más que el bien
de la comunidad. Si alguna ,;ez el legislador utilizara el recurso de
dar una ley con el intento -oculto- de favorecer a una persona,
o a un grupo reducido de personas, declarando públicamente un
falso bien común, su con ducta sería gravemente inmoral, aunque
jurídicamente nada se pudiera probar en su contra.
-- Por último, el fin intrínseco y el fin extrínseco coinciden en la
ley positiva, porque la finalidad de la ley, en sí misma considerada,
es el bien común de la sociedad (fin intrínseco), y no puede ser otro
el fin que intenta el legislador cuando hace la ley (fin extrínseco),
excepción hecha del caso inmoral que hemos comentado.
88
e) CIERTA, PROBABLE o DUDOSA, según que el juicio formado
sea r espectivamente cierto, probable o dudoso.
90
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
,
) sidades, por profundas que sean, a puros accidentes. (Tratado de Filosofía, IV,
Moral, págs. 89-90.)
, 91
:,
·-.illlllllll
JOSE SALSMANS: Interpretación de la ley.
92
mu1ca un propósito de la voluntad divina y claramente el consentimiento es
acto de la voluntad.
E n segundo Jugar puede esto m ostrarse principalmente por las prop ieda-
des de la ley; pues todas las q ue se atribuían a l acto del ente ndimiento m ás
convienen a la voluntad, y algunas convienen a la voluntad que no pueden atri-
buirse al enten dimiento. Otra prop ieda d de la ley es que dirige e ilumina al
súbdit o; m as en ésta hay que considerar que puede a tribuirse a la ley en cuanto
es tá en el mismo súbdito, del cual m odo no hay d uda de que es acto de r azón
e ilumina forma lmente, como en el a nter ior capítu lo d ije . .. y a sí la ley ilumina
po rque muestra la voluntad del legislador. De donde en el mismo legisla dor
p arece ser la voluntad b q ue objetiYament e (d iríamos) o también efectivamente
i lumina al súbdito,
Era la te rcera propiedad, q ue la ley ordena; m as esto p ropísimamente
conviene a la voluntad, co mo rectamente lo enseña Esco to . . . Y oportunamente
puede confirmarse por S anto Tomás, que dice que u!l á ngel po r su volunt ad
ordena su concepto a otro y así le habla ; per tenece , pu es, a la vo luntad o rdenar.
Y en este sentido se declara en el caso p r esente ; pues esta ordenación de
la ley, o es por modo de relación del m ed io al fin, o por modo de locución
que indica la voluntad del príncipe; y de ambos mod os muy bien s e atrib uye a
la voluntad; pues es la voluntad la que ordena los medios al fi n, porque ella
es la que tiende al fin y elige los medios p or él, y asi estatuye qtie se fo,gan;
y tan: ~,ién es la volunta d la que mand a l a lo cución; y en Dios o en supuesto
inma terial la ordenación de la locución también es h echa por la volunta d; luego
la o rdenación de la ley, en cua nto es t á en el superior o rdenant e, o que h abla,
siempre es algo que se r efiere a la ·vo!u~tad. (Tratado d e las leyes y de Dios
legislador, Libro I, cap. V, págs. 58-62.)
93
esencia de mi ser como yo-junto-con-otros-yo-en-el-mundo, el derecho que se da
junto con la esencia de la coexistencia.
El sujeto del derecho natural objetivo. E ste pensamiento conduce espon·
táneamente al problema de quién es el sujeto para el cual el derecho natural
constituye una realidad objetiva. El hecho de que lo que en la actualidad se
afirma como derecho de los obreros, pongamos por caso, haya sido concedido
antes a los trabajadores por la caridad de los mejores, posibilita la respuesta
a d icha pregunta. "El" sujeto para el cual el derecho natural es una realidad
objetiva se encuentr a en .un ·primer momento entre los miembros mejores de
una sociedad y, despu és, entre t odos aquellos que son capaces de comprender
lo que los mejores comprenden. Este as erto deriva de la idea de que el cono-
cimiento no es un reflejo de la realidad cruda, sino una realidad-para-el-hom- ..._
bre, que se establece en forma cognoscitiva.
Si el conocimiento se concibe nada más que como determinación pasiva
de la capacidad cognoscitiva, jamás se podrá explicar cómo algunas personas
dotadas de un excelente intelecto sencillamente no Yen ciertas realidades. Para
"ver" necesito m á s que "ojos". Esto reza tambi::n de la institución del derecho
natural. Sólo lo ven los mejores porque son capaces de adoptar la postura que la
visión requiere. Una exigencia mmima de amor no resulta visib le sin amor.
Quienquiera esté completamente dominado por el odio, la avaricia o el orgullo,
no verá las más elementales exigencias del amor. En lo que atañe a dicha, per-
sona, la vida en un orden legal o, más ampliamente, t oda la vida moral, no
entraña mucho más que estar bajo la presión de una determinada facticidad
de la sociedad. Esa vida se mueve, cuando n o por debajo, apenas al nivel de
lo que es propio de la humanidad. (Fenomenología e:ciste11cial, págs. 243.245.)
,
5
La realización de
lo moral
95
aula, cuando quieren conducir a los nmos o a los adolescentes por
los caminos del saber y del bien obrar, así también, pero con mu-
chísima mayor frecuencia, comprobamos el divorcio existente entre
los conocimientos éticos de una persona y la moralidad de su conducta.
Parecería que, siendo la Etica una .::iencia teórico-práctica, su
conocimiento llevaria naturalmente a !a ~raxis, a la acción. E l es-
tudio teórico de las artes y de la téc:::::a lÍeva a la acción: se estudia
la finalidad y !os efectos del c!nrooscuro para poder aplicarlo bien
cuando se pinta un cuadro: s2 estudia el fu:i.c:onamiento de los pis-
tones y del cigüeñal de ur. ai.ta~óv!l para ponerlo a éste en condi-
ciones óptima s cuando t.2. su:::s:, 2~6...I...--:2.. falla referente a cualquiera
de esas p iez.!s mecár.;cas.
¿Y por qué no s:1::eJ.e lo mismo en el caso de la teoría ética?
¿Por ~:.ré no "bast2. s:::.~e:· que hay obligación de hacer el bien, el
bie:: :-:-:.0:-2.:, p~rn tacerlo? ¿Por qué no basta saber que nunca se
::e:::e :12:::e!" el m al moral, para nunca hacerlo ? Es e-vidente que
ent:-e la conciencia moral del individuo y su acción concreta se abre
muchas veces un tremendo foso. El hombre, esa "contradictoria,
indómita creatura", es un perpetuo cúmulo de contradicciones : se
contradice en el pensar y en el hablar; pero en el tema ético la
contradicción no se da entre dos juicios (nivel mental) , ni entre
dos proposiciones (nivel gramatical), sino entre el juicio o los jui-
cios morales que valoran el obrar, y ese mismo obrar concreto.
La dificultad de conciliar la sabidu1'ia ética con la praxis ética
nace de la naturaleza mis ma del compuesto humano: las pulsiones
del instinto, las inclinaciones abusivamente egoístas, la ambición del
poder y de los bienes materiales en general, la soberbia y la atra c-
ción de los p laceres sensibles son los principales enemigos de ese
bien moral que perfecciona la naturaleza del hombre. Y contra esos
enemigos lucha, desde el alba de la r azón, la voluntad libre; que
es libre, sí, porque si no, no habría mal moral; que es libre, sí, y por
eso mismo privilegiad~ como no lo es ningún otro ser viviente de
la tierra; pero que también es débil, lábil, insegura ante los at aques
de los enemigos que hemos mencionado. Y como esos enemigos
no son exteriores al hombre, sino que anidan en el hombre mismo,
es imposible despojarse de ellos y muy difícil no dej arse fas cinar
por la subyugante máscara de b ien con que nos presenta el mal.
Y lo malo de esta situación es que el hombre sabe que es m alo lo
lo malo que hace, porque si no, no sería moralmente malo; y cons-
cientemente hace el acto malo, no obstante saber que no es lo malo
lo que se debe hacer, sino ·. lo bueno ...
En el año 1930 nuestro Jardín Zoológico fue escenario de un
trágico h echo: dos niños, de no más de diez años cada uno, se a cer-
caron a la jaula de los leones. Uno de aquéllos, por broma, le sacó
la gorra a su compañero y la arrojó al interior de la jaula. El niño
9ó
burlado metió una mano entre los barrotes, i::troduciendo al mismo
tiempo, sin advertirlo, su cabeza. Y el león que e s!aba junto a los
barrotes de u n zarpazo le deshizo el rostro a la infeliz ciatura. Ni
los testigos del suceso, n i los p eriodistas El¼.~ lo comen t:1:·0:1 hablaron
de la inmoralidad del león. Si alguien le hubiera preguntado a éste:
"¿Por qué lo hiciste?", el animal no hubiera respondido; pero si
hubiese respondido, su respuesta h a bría sido más o menos is-:a:
"¿Qué tengo que ver yo con este hecho? ¿Por q ué me hacer.. ¿,s:a
pregunta?" Es q ue ningú n animal tiene RESPO,N'SABILIDAD, co:no
tampoco la tiene un niño de dos años que ap lica una vela en cen dida
a las sáb anas de la cu na donde está durmiendo su hermanita de
tres meses de edad ; como no la tiene un incapacitado m ental p ro-
fundo. Y no tienen responsabilidad porque ant e una pregunta de
ín dole moral no p ueden rnspon.der nada, ni verbalmente ni men-
talmente . Y no pueden respon der porque no entienden n i el sentido
de la p regun ta que s e les formula, ni ·e l sentido d e la respuesta qu e
podrían dar.
El hombre, adulto, normal, con sciente y libre es responsable de
lo que hace. Y el acto que realiza, bueno o malo, se le inzplita, es
decir, se le atribuye como a su autor. La responsabilidad es una
pro;,i~dad del agente moral (y también jurídico); la imputabilidad
es u r.a propjedad del acto h um ano.
Al a nalizar el acto humano, en }a l:nidad 1, nos referimos a la
respon sabilidad indirecta que pt:~de t ener una persona respecto de
un acto que, en sí mismo, no es :-:,!~ano. Se la suele denominar
también responsabilidad ccw s::~, ?º:- cu.u::o ::~ agente, aunque no
quiso los actos realizado:-; en ,.rr.2 sE~::2:-:~:: e:: ~::e , ·ob::itariamente
se puso, como esta situación b . causó a c:.e;:;::a ·,· ::oncienci2, Y "re\·ió,
o debió prever, lo que haría o podria hace:- e::· elia , es caz,sG directa
y voluntaria de la situación y causa indirec:c.. :·o!m:tcr:a e.e los efec-
tos producidos, los cuales son imputables al age::.:e. -~uien debe res-
ponder por ellos. E l qu e es responsable de ....:;:~ causa es también
r esponsable de todos los efectos de esa cau sa, si tes prevé o puede
preverlos.
En la educación del hombre es necesario un sólido esclareci-
m iento de lo que es responsabilidad moral. La Yida jnterior es res-
ponsabilidad. La teoría extrema de Lombroso que ve en casi todos
los m a lhechores seres a normales, para los cuales tendría que haber
no cárceles sino asilos, reduce peligrosam ente el sentido ético y ju-
rídico de RESPONSABILIDAD. La falta . de responsabilidad (la irres-
ponsabilidad) de un sujeto adulto no se presume: hay que probarla.
La ley t iene sus nonnas par a determinar si h ay responsab ilidad, y
en qué grado ; pero en el orden moral, que es el que regula la vida
interior de cada uno, no es fácil juzgar con precisión en este aspecto.
Los veintún años cumplidos, que marcan el límite entre la minoría
97
.
1,
!
1
!
y la mayoría de edad, no son ningún criterio, ni cierto ni probable,
de que la persona entonces y sólo entonces ha alcanzado su mínimo
nivel de responsabilidad.
Hay una tendencia en algunos escritores modernos a subestimar
el sentido de respon sablidad de la juv entud. Hay cierta ligereza y
superficia1idad en el juicio de quienes restan responsabilidad a de-
lincuentes de 17 ó 18 años. Una persona que a esa edad tiene audacia,
fortaleza y picardía para com eter una acción mala públicamente, no
puede ser considerada como "irresponsable" en sentido riguroso, sal-
vo que sea un anormal. .._
Entre los profesionales expertos en Psicología Profunda n o son
pocos los que, exagerando el rol de lo inconsciente en la vida aní-
mica del ser hunano, queriendo o sin querer, tratan de liberar a los
pacientes de las ataduras de la responsabilidad. Y así observamos
que e"" este mundo de hoy, tan. inclinado a la "extraversión", t an
enemigo de la " vida interior", el excesivo acento que se pone en la
" motivación", por un lado, y el que se pone en el dinamismo de lo
"inconsciente", por otro lado, van diluyendo la import ancia de los
valores éticos, que n o existen, como no existe la Etica, sin 1a bús·
queda del bien moral. sin lib ertad, sin responsabilidad .
Si no es fácil encontrar serias r azones para eludir la responsa-
bilidad, sí, en cambio, hemos d e admitir que existen diversos grados
de responsabilidad. En términos generales tiene menos responsabi-
lidad en sus actos un alumno de Primer Año que uno de Quinto
Año, aunque es ver dad que algunas veces ocurre lo contrario. Los
padres suelen tene r más sentido de responsabilidad que los hijos
menores de edad. Ante Dios -para quien tiene fe en El- y/o ante
la propia conciencia, el . sentido de r espons abilidad está en razón di-
recta con la capacidád intelectual y con la ext ensión y profundidad
de los conocimientos que se poseen. Insist o en esta afirmación: y
creo que adquirir clara conciencia de ~lla es ya un acto de plena
responsabilidad moral.
Una de las obligaciones más gráves del educador es inculcar en
sus alumnos est e sentido de responsabilidad, como veremos en la
. Unidad 8; inculcar responsabilidad, tra tar de que la vivencien, po-
nerlos en situaciones adecuadas, discretamente vigiladas, para que
ejerciten su libertad y su responsabilidad. Asumir la responsabilidad
de educar a los alumnos en la responsabilidad es función esencial
en la tarea educativa.
Tener responsabilidad es una cualidad. Es también una pro-
piedad de la conducta humana. Y debe ser una virtud, n o sólo del
educador, sino de todo ser humano. El empleado cumplidor, el sere-
no que no se duerme y que r ecorre por lo menos una vez las depen-
dencias del establecimiento que ha sido confiado a su vigilan cia, el
conductor de un ómnibus que revisa con frecuencia el estado de
9g
l
de un hábito: se lo puede adquirir por voluntad ajena, como sucede
con los hábitos que adquieren los niños pequeños (actúa la volun-
tad de los padres) ,(o los animales (actúa la voluntad del ser humano
que los amaestra o adiestra). Más aún: no es raro que un ser hu-
mano adquiera un. hábito sin que intervenga la voluntad de nadie,
por una especie de contagio o imitación no consciente.
Dos son las fases del hábito: la fonnación, que consiste en la
repetición de varios actos de la misma especie, iguales o semejantes;
en esta fase hay una serie de verdaderas transformaciones, una su-
cesión de cambios internos, que hacen posible el progreso paulatino,
con inevitables altibajos, en cuanto a soltura, rapidez y perfección
de movimientos. Cuando este progreso llega se cumple Ja segunda
fase, que es la estabilizaci9n: los actos tienen ya estas tres caracte-
rísticas que acabamos de ::r:.encionar. y esta cuarta, que proporciona
no pocas Yentajas er: :a ac::vid~d cotidiana del hombre: los actos
habituales se re2.liz2::: si:b.::onscienternen tc, o con un escaso margen
de conciencia, .,_- 2.si ésta se concentra en acciones más Ílnportantes
q..:.e los actos -.:.:.: s~ realizan por hábito. Por ejemplo: cuando escri-
b:wos so:?:::;;s .::_;::s..:i.:'r:tes de lo que escribimos, no de los movimien-
to~ ::.:::e :-.2~.=r::.:s :e:: Ia mano (el niño de primer grado sí es cons-
..:i:crte ¿e .:-s:;:;~ ::1ovimientos); a1 hablar somos conscientes de lo que
habb.n:cs y de :o qlle pensamos o imaginamos al mismo tiempo, pero
no de '.:::s ;:im.-imientos de nuestros 'labios.
E~:a s:.imera revisión de la naturaleza de los hábitos no nos in-
~~Z-.d a ~ensar que "el hábito es el dueño del mundo", como exa-
g-z=~a Montaigne; pero sí que su adquisición es de enor me irnpor-
:.JI:cia en la Pedagogía humana y en la conducta moral.
Kant estimaba que cuantos más hábitos tiene un hombre tanto
2$ :r.c:::c;; libre e independiente, porque conserva más cierta incli-
:;::;a;;io~ ::a-::a aauello a lo cual primero se lo acostumbr6. Y añadía
que es c o::-...,:en{ente imped ir que los niños se a costumbren a al go,
que n o hay que permitir que nazca en ellos ningún hábito. Rousseau
escribe er. ~1 Emilio que el único hábito que ha d e permitirse en el
niño es el de no contraer ninguno. Ambos pensadores exageraban;
porque hay, es ,·erdad, hábitos m alos en / s entido moral, y hábitos
malos para la salud· del cuerpo, p ara el aprendizaje escolar, etc.; y
respecto de esos h á bitos sí h a y que evitar que l o s niños l os co n-
traigan¡ pero también están los hábitos buenos, en el área moral,
escolar, etc. Ademá s, aunque d h ombre es m enos libre e n sus actos
habituales, en sí mismos com,iderados , porque son inadvertidos, o
poco adve rtidos, no tod o s los actos del hombre son habitual es; y
muchos de éstos dependen de un acto anterior y libre de la volun-
tad, como lo explicarn.os en el inciso 3 d e l a Un idad 1.
Los hábitos que conciernen a la p roblemática ética son los VI-
CIOS y las VIRTUDES. E l vicio es un h á bito m oral malo; l a virtud,
100
un hábito moral bueno. En consecuencia, un específico obrar malo
(robar) no es un vicio; la persona que ha adquirido una disposición
permanente para robar, una tendencia q'"'e lo impulsa a esa clase
de acción inmoral, tiene el vicio de robar: es <.'icr.os:.. -er: ese aspecto.
Y es viciosa el martes y el miércoles, aunq11e .:::: e: ~artes ni el
miércoles robe, si todavia tiene esa tendencia i,:ter::::: :.. :rGba:r. Por-
que el hábito, así como se adquiere, es decir, no es ir1:--..ato. así ta;r.-
bién se puede perder. Y lo mismo sucede con el -..:icio, que es u::
hábito.
Hay hábitos que se pierden con más facilidad que otros; ~ero
el vicio es muy difícil de extirpar. A todos los que se deciden a
apartarse de la mala senda del vicio se les presenta la misma difi-
cultad: el deseo de realizar el acto malo, el desasosiego por no
realizarlo, la imagen-recuerdo del placer experimentado tantas veces
en la realización del acto, torturan al vicioso que ya está en la
senda del bien; pero durante mucho tiempo sigue escuchando, como
Ulises, el canto fascinador de las sirenas. Esta es la razón que ex-
plica por qué cuesta tanto extirpar de raíz el vicio. El vicioso tiene
la firme voluntad de no volver a la mala senda; esa firmeza no logra-
rá -salvo milagro- eliminar de inmediato la disposición hacia el
mal, que perdurará meses, quizás años, alimentando el fuego de una
lucha que ha sido la base del mérito de muchos héroes y heroínas
de la virtud.
un vicio es un hábito; pero ¿podemos afirmar, a la inversa,
que todo hábito es un vicio? Evidentemente, no. Si de una persona
que bebe, no podemos decir, sin pruebas, que tiene el hábito de
beber, del mismo modo, de una persona que tiene el hábito de beber,
porque ella nos lo ha confesado, no podemos per..sar que tiene el vicio
de beber. ¿Qué es lo que convierte a un hábito en Yicio? El estar
afectado por cualquiera de las siguientes características:
101
anteriores, esta sola basta para considerarlo vicio, por la de-
gradación que significa haber descendido libremente, como
se supone, a ese estado de esclavitud.
102
significa "varón"; y el vocablo latino "Yirtus" significa fortaleza,
valor militar para luchar en las guerras, fuerza espiritual para ven-
cer las dificultades que se oponen a los propios designios. Es decir,
que la misma palabra nos está previniendo sobre los escollos que
hay que salvar, p ara lo cual se r equiere "fuerza", y eso es la virtud,
una fuerza personal para cuyo ejercicio se requiere fuerza, y que
da fuerza para su ejercicio:
104
,
•..
·
.
...
_,
--
..
;"(-
.--.
porque el problema concreto que la Etica se plantea es cómo dis- ~
-
las siguientes:
~
1)Justicia general y justicia particular. La primera regula las
acciones de los individuos en orden al bien común de la sociedad;
comprende las obligaciones que el miembro de la sociedad tiene res- c.,
pecto de ésta; supone, pues, deberes y derechos. La justicia particular
regula las acciones respecto de los individuos; se subdivide en: e
2) Justicia conmutativa y justicia distributiva. La primera regu-
la las acciones que se dan entre personas privadas, e stableciendo
el alcance de deberes y derechos, en orden a que a cada uno se le
--
~
106
son "aparentemente" fortaleza; pero no lo son en realidad, porque
a ambas actitudes, más a la temeridad que a la audacia, les falta
la regulación de la prudencia.
La fortaleza se da no pocas veces en personas físicamente dé-
biles, enclenques y en discapacitados físicos, como lo puedo com-
probar con verdadera alegría durante las visitas de estudio y o"::,ser-
vación que realizo todos los años a los Institutos oficiales y p;i·:2..::!os
de Enseñanza Especializada. Las enseñanzas evangélicas dieror:: c:.:::i
impulso vital al desarrollo de esta virtud entre los seres humanos,
en contraposición con las concepciones paganas, griegas y romanas,
de la antigüedad, que casi exclusivamente 'pregonaban la fortaleza
corporal de los guerreros, de los luchadores que actuaban en el circo
y de los deportistas en general, que triunfaban en las Olimpíadas.
La falta de esta virtud, que puede ser subsanada con una educa-
ción motivada, se advierte en las personas apocadas, en las pesimis-
tas, en las derrotistas, en las que se amilanan ante pequeñas difi-
cultades. El que no tiene la virtud de la fortaleza se abate, se
empequeñece ante el fracaso; el fuerte resiste el golpe, reacciona,
se sacude el polvo de su derrota y se lanza con entusiasmo a la con-
quista del triunfo.
108
interior, que es precisamente el "medio" en que se desarrolla la
actividad ética, el medio en que "vive" la conciencia moral.
En la axiomática axiológica de Max Scheler, ya explicada en la
Unidad 3, inciso 2., el valor de la existencia humana es m1 :·alar vital,
existencial vital (los hay existenciales no vitales, como, pcr ejemplo,
el de la Pirámide de Mayo, el de los ómnibus que recc:-re:: :as calles
de nue;stra ciudad, etc.). Es un valor vital positivo; por eD.ce, ccns-
tituye en sí un valor positiYO particular (axioma 1?) . La no-existe::~:a
de ese valor vital positivo constituye en sí un valor negativo especia:
(axioma 3<!) •
Si la existencia humana es en sí un valor positivo, su realización,
su consen·ación, su cultivo, su desarrollo psicosomático es un bien
moral para el sujeto existente en la medida en que éste interviene
con su voluntad libre; y la no-existencia producida libremente por
un acto del propio sujeto (suicidio) o por un acto voluntario y libre
<le otra persona (homicidio), que es en sí un valor negativo, es un
mal moral del propio sujeto o de la otra persona, respectivamente.
El ,·alor de la existencia humana es tenido como algo digno
de poca consideración (o de ninguna) en muchas sociedades de
Oriente y Occidente: se asesina al ser humano antes de nacer y des-
pués de l:ab~::- ::adGc; C!.12.r.:::.o e s ~iño, cuando es adolescente, cuando
es t -'.):r:bre ::.du:to; parn :-.:."::ot.::-:ie sus bienes, para que no triunfe en
':.l::-=- ~o::tienda electoral, ;ior dh·ergencías ideológicas políticas, so-
ciales o religiosas; por motiYos pasionales, cte., etc. El niño que
en m e dio de las angustias y zozobras de sus padres y de los médicos
y enfermeras intervinientes logró sobrevivir a un parto peligrosísi-
mo, a los 36 años de edad murió asesinado por un guerrillero anó-
nimo. ¡Qué poco vale la vida humana cuando los valores éticos son
des-valores en la concepción antropológica de una sociedad! Y esto
es lo que ocurre todos los días (¡ojalá me equivoque al hacer esta
afirmación~) en alguna parte del planeta Tierra en· pleno siglo XX,
faro esplendoroso de la cultura, del progreso y de la técnica sofis-
ticada.
El valor de la existencia humana se niega con el homicidio, con
el suicidio, con la eutanasia v con el aborto. Como de este último
hemo~ hablado ya en la Unid;d 2. indso 2., explicaremos breYeme:-!~e
por qué constituyen una acción inmoral contra la vida humana el
homicidio, el suicidio y la eutanasia.
109
a todo lo que atenta contra la vida o la salud del prójimo, es decir,
*
a toda violencia injusta que agrede a fos demás en su persona o
en su libertad física.
La legitima defensa es un derecho que justifica plenamente toda
acción tendiente a conservar la vida propia o la propia integridad;
matar en esta circunstancia es matar justamente. Por esta razón
no es inmoral para defenderse cuando peligra la propia vida; pero
si con golpes o heridas se puede alejar el peligro, no es licito matar,
ya que, en tal caso, la reacción de autodefensa sería tot almente
desproporcionada. Hay que admitir -para no juzgar precipitada--
mente a los demás- que en el momento concreto del ataque, a
causa principalmente del choque emocional, es muy difícil precisar
esos límites, máxime si la persona amenazada nunca se ha encon-
trado en una situación semejante.
1IO
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
ARISTOTELES: La templanza.
Después de esto hablemos de fa templanza, ya que éstas parecen ser las
Yirtudes de las p.irtes irracionales. Ya hemos dicho que la templanza es un
término medio respecto de los placeres, pues a los dolores se r efiere en menor
grado y no del mismo modo; y en los mismos se muestra también la intem·
perancia. Determinemos ahora a qué placeres se refiere. Distingamos, pues, los
del cuerpo y los del alma, como la afición a los honores y·a aprender: en efecto,
cada uno se complace en aqueJlo a lo cual siente afición sin que su cuerpo
sea afectado en nada, sino más bien su mente. A los que persiguen estos pla·
ceres no se los llama ni morigerados ni licenciosos. Igualmente, tampoco a los
que b uscan todos los demás pl.iceres que no son corporales; pues a los que
:;on aficionados a oír historias o a narrar, o a pasarse los días comentando
cualquier sucedido, los llamamos charlatanes, pero no licenciosos, como tampoco
a los que s e afligen por pérdidas de dinero o a migos.
La templanza tendda por objeto los placeres corporales, pero tampoco
todos ellos; pues a los que se deleitan con lo que se ve por los ojos, como los
colores, las formas y el dibujo, no se los 11.ima ni morigerados ni licenciosos;
sin embargo, podría parecer que puede gozarse de estas cosas como es debido,
o con exceso o defecto. Análogamente con los placeres del oído. A los que
deleitan excesivamente con las melodías o la representación escénica, nadie los
llama licenciosos, ni morigerados a los que lo h,>.cen como es debido .. . Sin
e mbargo, la templanza y el desenfreno tienen por objeto los placeres de que
participan tambi~n los demás animales, placeres que por eso parecen serviles y
bestiales, y éstos son los del tacto y los del gusto. (Etica a Nicómaco, 1117b,
págs. 47-48.)
111
sobre la costumbre es algo "esencial" a la virtud, si bien, por regla general,
sólo se adquiere por el sistem a frecuenta tivo, es decir, por la costumbre
ejercitada.
Este "más que la pura costumb re" es lo que constituye el ser de la vir-
tud; la costumbr e, a su vez, no es sino el camino para conseguirlo. Dej amos
ahora sin tocar la cuestión de si la costumbre es el único camino o representa
sólo uno de los posibles. E sto no podemos d ecidirlo mientras no sepamos qué
es lo que constituye el núcleo esencial de la virtud, es decir, cuál es su cons-
titutivo esencial. (Manual de Ecica., págs. 233-234.)
Las Yirtudes morales más importantes, y en torno a las cuales giran todas
las que poseen alguna significación ética, se llaman "cardinales", por ser como
los quicios o goznes de la moralidad de nuestra conducta. Estas vfrtudes se
diferencian por su objeto y por Ia facul tad que hace de sujeto próximo de ellas.
En general, él objeto de las \'irtudes éticas es el bien moral. O sea, no
cualquier bien, sino el confo rme con el dictamen de la razón según la n orma
de la moralidad. Pero este b ien racional puede ser considerado, ante todo,
como objeto precisamente de dictamen, es decir, de un último juicio práctico
de la razón. En este caso , es aquello a que se refiere la virtud de la "pru-
dencia", la cual, como antes se ha dicho, es el hábito que inclina a la razón
a dirigir los actos de la facultad apetiti\'a con un último juicio práctico con-
forme a la ley moral. El objeto de la "prudencia" es, pues, el bien moral en
tanto que imperado por la razón, y de una manera inmediata el buen uso de
ésta en el imperio de los actos morales, lo cual, aunque es forma lmente un
bien de la razón, tiene un carácter ético, por r eferirse a estos actos y ser ne-
cesaria para ellos. ·
Considerado como el bien de las operaciones, cab e distinguir al bien moral
según que éstas impliquen, o no, a otro ser racional. En el primer caso cons-
t ituye el objeto de la Yirtud "justicia"; en el segundo caso no se pre;:!sa nin-
gunu Yin~c. más que en tanto que el. hombre puede ser desviado por alguna
pasión. cel bien a que su •;olunta d está na!\.!::-alrcente detenninuda ... La \'irtud
que c ::::::i::-...a !as pasiones .::;,:.:~ a;:,artan de ur.. e ::-~ arduo es 1a "fortaleza"; y la
C.!.~ ci::::r.,::..1 :as q:.:e ::;;;x::.:::: ;:. ::..-¡ ~:e::. ;,c.':-.,.::>ce =::ir.!::-a:-:o a la moralidad es la
":e:::;'..:.r.za'". P~r :: :::.::.:: S.:! ::-J::.?::-;; :::. ;;:. ::::.=::::.::=. ::.:::: co:no sujeto próximo co-
::-::-.::~;J:::.e 2 ;:;;,~2 ::::2 :.:! -:!;:.::., •• ::-:·.:::.:;:s, :.:: ce ;"" prudencia es la misma razón,
mte:t::-;;,s Gt;e :a~:::á' :.:.;. ¿~:c,as ¼r... :::~~;;;;:~-.-~-::en.e: para la jus ticia, la voluntad;
para la fortakz..:1, >?: ;:.,x:,j:o i::-;¡_~..::·::e. :·· _;;ara la templanza, el concupiscible.
Una prop:.:é:..:..: ..:or:::ú.:: :: : :::..:>, ~,::,; ·d rtudes morales estrictamente dichas ,
o sea, a la _justicia, :a fon~:~z=- :: :=. :::r:1planza, es la de consistir en un pru-
dente medio . igualrr,entc le.':,:-;::i ;:a! ::;..:o exceso y de todo defecto: In medio,
t 1 irtus. El bien a que la yi¡·;¡;d :::o:-a~ se retiere es el conCorme a la regla de
los actos humanos; y esta confonnidad puede, efectivamente, no darse, o por
sobrepasar la medida prescrita por la r egla, o por no llegar a ella. Ta nto en
un caso como en el otro cxis k una deformidad, no una con formidad. En el caso
de la justicia, el medio virt uoso lo es de una manera en teramente objetiva in-
dependiente de las disposiciones peculia res del sujeto de la virtud, cosa que
no acontece, en cambio, al medio correspondiente a la fortaleza y a la templanza,
pues las pasiones no afectan (Je la misma man era a todos los hombres, sino
que de algún modo están condicion.i.das por las personales circunstancias de
cada uno . El medio prndcncial que, por ejemplo, debe fijarse al trabajo, n o
es el mismo en todos los hombres, ni tampoco el que corresponde a la satis·
facción de la necesidad del descanso, de la nutrición, etc. La diferencia entre
la justicia y las o tras virt udes estrictamente morales se halla, p ues, por lo que
112
toca a la deternúnación del "medio", en que el de la primera lo ha de esta-
blecer la razón de una manera absoluta, mientras que el de las otras sólo puede
fijarse de un modo relativo. (Fundamentos de Filosofía, págs. 657-659.)
114
6
La moralidad en la
vida humana
115.
a 7
116
esencial a la Persona para que ésta se una a lo Trascendente, a lo
Absoluto. Apertura y Trascendencia se relaciona:.: cor.lo la prope-
déutica v el estudio mismo de una ciencia. HaY -..:na anertura del
hombre -a las cosas que lo rodean, a las pers;nas ~o::::~ las cuales
integra una comunidad, grande o pe~i:eña; esta ape::-:ura, en la que
insisten mucho -a veces excesh;ame:ite- soc:ó:ogos :' ?Sicélogos
modernos, se opone a un encerra.::-se c.e::!::-o de si m:sxo e~ sujeto;
es una extroversión (que es positiYa) , opuesta a la introversió:: (que
es humanamente negativa) . La apertura de sí mismo es dac:i.vosa
para el que se abre y para aquellos a quienes se abre, como !a
clausura es perdidosa para uno y ?~:C. otros.
Es claro que la apertura a ~as cosas ayuda a la penetración de
esas cosas por medio del conocirr.ie~to: cuanto más se abren las
puertas y ventanas de los sentidos y del entendimiento, más claras
son las percepciones, más exac:as; :más claros son los conceptos y
los juicios formulados po:- e: i~:electo. Y también es claro que la
apertura a nuestros seme:.:.::.tes, además de facilitarnos el recíproco
conocimiento entre ellos y r:osotros, nos ayuda a que ellos entren
en nosotros y a que nosotros entremos en ellos. La apertura lleva
al conocimiento y ambos lle·.-2.n al amor. Y, en tercer lugar, t ambién
es claro que la apertura es u,.,a cierta "religaci6n" entre la persona
y las cosas, y co~ más p1~:1itud entre la persona y las demás per-
sonas, por cua."l.to en este segundo caso hay diálogo y comunicación
de conocímientos. ce intenciones y de sentimientos. No obstante,
todo sucede e~ el ?lano de lo contingente; la apertura enriquece a
la persona de:-:.:ro de 1os límites de lo finito.
En e: c:-;::e;i :-e!igioso h ay una apertura, por medio de la fe y
de las ce~2.S ..,;•;encías religiosas, hacia lo Infinito, hacia lo Abso-
luto: r..a:.- ~ s-alto a un plano esencialmente superior; ésa es la
Trasc:=:: ::enci.2. . "acto de ir al otro la do de lo _contingent e", es decir,
a !::> ~ecesaric. El ser débil, que es el hombre, busca el apoyo en
lo A::s.:::i::1-: :.1, i;ue es Dios. Al atribuir a Dios todo lo bueno, se lo
2g:-2¿e::e; ;¡'. pedirle lo que necesita, ora; al reconocerlo como Supre-
mo C:-~.:.ccr. lo adora, le rinde culto. Cuanto más desamparado se
sient~, ::::i ~ s;en.te que, en última instancia, el más seguro amparo
lo tie"1e e:: el Absoluto.
"Un s¿c;:;,~o por la tarde, en un lugar del país, ella lo esperó
en vano; había.."'"!. almorzado juntos ese día; p ero él, preocupado por
lo mal que le iban las cosas en su comercio, parecía ausente. A las
18 se separaron. El prometió llamarla por teléfono para salir esa
noche. Ella esperó hasta las 23; y lo llamó, pero el teléfono no
contestaba. El domingo lo llamó tres veces más, con resultado ne-
gativo. Preocupada por lo que podía haberle ocurrido (él vivía solo
en un pequeño departamento) fue a buscarlo. Tocó el timbre dos
veces. No contestaban, ni salía nadie. Lo llamó casi a gritos iden-
117
...
tificándose. Se abrió por dentro la mirilla y ella dijo: «Soy yo».
El abrió. Estaba ojeroso, barbudo, somnoliento. Ella le preguntó
qué le pasaba. El le contestó que estaba mal, y le preguntó para qué
·h abía venido. Ella quedó azorada: después de cinco meses de
mutuo conocimiento la pregtu,ta sonaba extraña. Le iba arrancando
con tenazas las respuestas. La última que ella oyó fue ésta: «Vos
querés entrar er:. mi mundo, y yo no quiero que nadie entre en mi
mundo». Ella r..o at5nó a ::eci:- nada. Se dio vuelta, abrió la puerta
del departa.'11.emo
. y salió . . ."
Este he.:ho fue ~ , no es ficcióa literaria. Es para pensar:
¿qué hace 1u-: ~ora='.::> s: ]a otra ?arte le dice claramente, y ho
en m: momer..to ;:,e :;:-...:~~ión, -:~e ~:;.die entrará jamás en su
m~do?
Lo m.:e 0.:-..:...'c:"2 e:-_ :a r;!lac~ó:i de ':la:reja, v en la relación de los
l::.ombres· ent:-e si, que es ot:-o orde~ de relación, ocurre también
en el or den r eZigioso ; si no hay apertura en el hombre respecto de
Dios, no hay trascendencia, es señal de que el hombre no quiere
que el Absoluto entre en su mundo. Y como el Absoluto no fuerza
la voluntad humana, porque la hizo libre, quedan pegadas en la
puerta del alma humana, no se sabe hasta cuándo, las tiritas de
papel que dicen: "Clausurada".
En el orden trascendente el hombre, que es natur almente r eli-
gioso, como decía Tertuliano, tiene la obligación de buscar la verdad.
Ningún ministro del culto, ningún creyente, ni siquiera los propios
padres o maestros, t ienen derecho a forzar a una persona para que
crea, puesto que ni el mismo Dios apela a la fuerza par a lograr
que los seres humanos sean mon:tlmente buenos. El acto de fe es
libre. La conciencia religiosa debe ser respetada por todos, porque
cualquier presión, física o moral, que se hiciera sobre ella, aunque
fuera "en nombre de Dios" (¡el fin no j ustifica los m edios!) , sería
un ataque a la conciencia libre, obra de Dios: sería un ataque al
mismo Dios. ¡Sería un acto gravísimamente malo!
Ser creyente o no serlo, ser ateo o no serlo, es una cuestión
de conciencia. Aquí es donde han de tenerse en cuenta las obser-
vaciones que hicimos en la Unidad 4 acerca de la conciencia indivi-
dual como norma sub jetiva de moralidad. Per o todo ser humano
tiene la obligación de buscar la verdad, con los medios que están
a su alcance, respecto de un tema tan trascendental como es el de
la existencia de Dios, el de la religión en general y el de la exis-
tencia de tan numerosas formas de religión. Los educadores no
tienen derecho a soslayar el tema de Dios, tratado, por supuesto,
con la luz de la razón natural, como tema filosófico que es. Los
alumnos (niños de los grados superiores y adolescentes de la escuela
media) tienen derecho a cubrir su ignorancia y a presentar sus
dudas al respecto. Para ello todo maestro y todo profesor deberán
118
estudiar y meditar el problema religioso, en beneficio propio y eq
beneficio de los alumnos que les han sido encomendados por las
familias y por la sociedad.
El orden cultural comprende todas las formas de cultura que
son, en términos modernos, productos del espíritu humano. El
hamo sapiens es el único viviente que cultiva su espíritu, como el
campesino cultiva las tierras fértiles y, con tratamientos adecuados,
hace fértiles las tierras estériles para cultivarlas. El primer paso
en el camino de la cultura se da aprendiendo a leer y escribir, hasta
adquirir el hábito correspondiente; porque sin este instrumento es
imposible entrar en el templo del saber; los pasos siguientes se dan
acometiendo el aprendizaje de 1a ciencia, del arte y de la técnica.
Estas tres áreas, que a su \'ez comprenden diversas ramas especí-
ficas, constituyen las formas por las que se canaliza, teórica y/o
prácticamente, la cultura de la persona.
La cultura no es ya en los tiempos modernos un privilegio de
clases sociales adineradas o de noble abolengo. La democratización
de la educación ha logrado que tengan acceso a la cultura todos los
niños, jóvenes y adultos que posean capacidad para asimilarla. Para
evitar la frustración de las personas capaces, pero que no tienen
a su disposición los medios económicos para solventar los gastos
del aprendizaje, existen en casi todos los países civilizados sistemas
gratuitos de enseñanza, tanto en el ámbito oficial como en el priva-
do; existen becas, semibecas, subvenciones especiales, fundaciones
creadas por instituciones oltruistas o por personas privadas, etc.
Es difícil que las personas interesadas en lá investigación científica,
en el arte o en la técnica, no encuentren el modo de satisfacer sus
deseos.
Es moralmente bueno dedicarse a la investigación científica,
por varias razones:
1) porque la ciencia es un saber, al que naturalmente está orien-
tado el homo sapiens; conocer es acercarse a las cosas. entrar en
ellas (en-tender), intimar con ellas, asimilarlas, como dijo Aristó-
teles, enriquecerse; y no sólo es bueno conocer lo bueno: también
es bueno conocer lo malo, para poder evitarlo. El hombre bueno
no ¿2oe temer los adelantos de la ciencia; ella, por sí, es decir, por
ser ciencia ("conjunto de conocimientos homogéneos y sistematiza-
dos") no induce al mal, no aparta del bien al que la ha incorporado
a su .-ida. ~ingún científico es malo (o bueno) por ser científico,
sino por ser hombre libre. Si es verdad que hubo científicos que
se conduje:-on dest.onestamente, también lo es que otros se distin-
guieron por su co~du:::ta alta...'-:1.ente mo::-2I;
2) porque la ciencia, a-:nque se basa e:i experiencias sensibles,
que son materiales, eleYa el espíritu del hombre, lo desase de la
119
...
misma materia de que se sirve para entrar en lo recóndito de sus
misterios;
•
3) porque el investigador científico puede valerse de su ciencia
para difundir sus conocimientos entre los que los ignoran; eso es
enseñar de primera fuente, porque no es enseñar lo que se estudió
sino lo que se aprendió en la experimentación, en el contacto con los
fenómenos mismos. El que enseña con esta preparación presta un
valioso servicio intelectual y moral a sus alumnos;
4) porque los adelantos que proporciona la ciencia contribuyen
al bien de la humanidad, sin barreras de ninguna especie: en er-
campo de la medicina (cirugía, radiología, cardiología, tomografía
comparada, etc.), en el de la sociología, en el de la psicología, en el
de la higiene, en el de la pedagogía, etcétera.
Es también moralmente bueno dedicarse al arte cuando se po-
seen dotes para ello. La· aptitud artística, en l a poesía y en la mú-
sica, en la pintura y en la escultura, en la dramatización y en la
arquitectura, en el dibujo y en la decoración, en la ebanistería y
en el modelado ... es un don de Dios, un talento (a veces de oro,
a veces de plata) que no debe ser enterrado, sino que, al contrario,
debe ser explotado hasta sus límites racionales para bien propio
y ajeno. Porque las obras de arte, independientemente del beneficio
económico que pueden dar al artista, producen el gozo estético
en los que tienen conocimiento de ella a través de la actividad de
sus sentidos.
Una obra artística eleva también el espíritu, como lo hace la
ciencia, pero mediante la participación de la sensibilidad; las sen-
saciones visuales y las auditivas son, principalmente, las mensajeras
responsables de la fruición estética que sublima al hombre todo y
lo consuela en sus momentos de depresión y angustia.
En cuanto a la técnica, producto de la actividad intelectual del
hombre, que multiplica los instrumentos útiles para atender a las
necesidades del cuerpo y aun d.el espíritu, que acor~a distancias,
alivia tareas, reduce el esfuerzo y proporciona honestas distraccio-
nes, su relación con la Etica es similar a la existente entre la ciencia
y la Etica.
2. TRADICION Y CREATIVIDAD
122
nombre de su madre y no con el de su padre. Si alguien pregunta a su
vecino quién es, éste se identifica por su madre y nombrará las madres
de su m adre. Si una mujer libre se cas a con un esclavo, sus hijos son
considerados como libres. Si un hombre libre, aunque sea el primero en-
tre ellos, tiene u na mujer extranjera o esclava, los niños ::;!: e:: e:i. la misma
condición degradada'" (,l.,ioral, págs. 326-327.)
123
ll í
recíprocos sean también una recíproca ayuda, tolerando discreta-
mente los defectos ajenos, que no pueden pasar inadvertidos en el
núcleo familiar, precisamente por ese permanente convivir.
La estabilidad de la sociedad política está en función de la
estabilidad v unión interna de la familia. El ritmo de la vida mo-
derna tiend~ a disgregar esa unión familiar y, en consecuencia, la
unión de la sociedad política. La familia no debe ser un reducto
cerrado a la convivencia con las demás familias que integran la
sociedad; pero hay una vida íntima familiar que debe ser respetada,
hay un fuego en el hogar (por algo se llama "hogar") que alimenta ._
el amor y la razón de vivir, y que da vigor a la comunidad nacional.
125
.
de la subversión (izquierdista o derechista), no produce el efecto
que se intenta, en la hipótesis de que sea ése el efecto que buscan
los violentos. Me estoy refiriendo, naturalmente, a la violencia física.
Porque, una de dos: o los violentos son derrotados por el p oder
injusto, o éste es derrotado y derrocado p or aquéllos. En el primer
caso, los violentos son sometidos y castigados; y en estos castigos
suele haber mucha!? injusticias, porque quien los aplica es el poder
injusto; en el segun do caso, los violentos, ya vencedore s, se endiosan
con el pode r, castigan a los injustos , unas vec es con justicia, y otras
veces con injusticias mayores aún q ue las que e!los recriminaban
a los vencidos. La historia reciente de muchos países de Oriente '-
y de Occidente nos ha hecho tocar casi con las manos :a espantosa
realidad de estas observaciones.
El Papa Juan Pa blo II, en un mensaje er..,ia:::o desde el Vaticano
a los obispos de El Salvador a cerca de la igles:a pcp~ar- de ~fa-
n agua, el 6 de agosto- de 1982, les es.::i::e :o sig1:ie::,:e:
"Me dqy perfec tamente ci.:.e::;ta de q:.:~ :as c:s.::ordias y las divisiones que
aún turban vuestro país y ::o.usa., m.:e-;()<; .:.:):-_:1ictos y Yiolencias. encuen-
tran su raíz ,·erdadera :; ;J:-o=unda e::; l.:.s situ;)..::ion es de injusticia social:
un problema que ha :rr:n::p:do .:e::; fuerza en el nivel político, pero que
es sobre ,ocio ce ::::;.a!:.i:-::-.:eza ética.. . La metodología de la violencia que
ha lle..-ado a =a g-..!erra fratricida, situando en un lado a cuantos con-
sideran la h:ch.::. armada como un instrumento necesario para conseguir
un orden so:::;;:, y en el otro lado a quienes recurren a los principios de la
seguridad nacional p a ra legitimar represiones brut ales, n o encuentra una
justificación racional y mucho menos cristiana ... "
126
palabra acompaña el comportamiento coherente de quien les habla;
y a veces la sola conducta ejemplar de una persona, sin que medie
ninguna exhortación verbal, es suficiente para que otra haga un
acto similar, alentado por la acción buena que ha presenciado.
El ciudadano que acepta un cargo público ha de tener clara
conciencia de que, desde el momento de su designación, adquiere
una nueva responsabilidad ética: muchos seres humanos se bene-
ficiarán o perjudicarán moralmente con el ejemplo de su conducta
pública.
129
fuerza para trabajar: por eso cuesta trabajar, por eso cansa. Los
trabajos manuales emplean la fuerza física (muscular, 6sea, tendi-
nosa) y un mínimum de actividad intelectual, sobre todo de aten-
ción: los discapacitados mentales profundos no deben trabajar, por
mucha que sea la fuerza física que posean. Los trabajos intelec-
tuales emplean la "fuerza" mental (que lo es sólo en sentido analó-
gico), es decir, la atención intelectual, la actividad de la mente con
el apoyo de algún sentido. La justicia de la remuneración corres-
ponde tanto al trabajo manual como al intelectual; por distintas
razones uno y otro son necesarios en la convivencia humana.
¿Qué criterios hay que tener en cuenta para conocer cuál es
el salario justo, la remuneración que corresponde a cada especie de
trabajo? Son tantos los aspectos que se deben considerar para
llegar a un acuerdo general sobre este punto, que lo ú nico posible
es indicar los más comúnmente aceptados por los autores:
1) La concepción liberal sostiene que la remuneración está su-
jeta a la Iey de la oferta y de la demanda: si hay mucha necesidad
de trabajadores, se paga mucho; sí hay poca necesidad, se paga
poco; el trabajaclor es libre para aceptar, o no, la exigua remune-
ración; si la acepta, queda establecido un contrato, en cuyo caso
el empleador (o patrón) no lesiona para nada el derecho del em-
pleado (u obrero). que libremente ha aceptado el trabajo y la re-
muneración prometida. Esta doctrina es moralmente inadmisible,
aunque sea legalmente admisible en algunas partes del mundo. Y la
razón es ésta: aunque el trabajador acepte, forzado por la necesi-
dad, una remuneración insuficiente, si es insuficiente es injusta,
y si es injusta es inmoral.
2) En el valor ·natural del trabajo encontramos dos factores :
uno, objetivo; el otro, subjetivo. El factor objetivo consiste en el
producto del t rabajo; la remuneración justa es el equivalente del
trabajo realizado, es decir, de la plusvalía otorgada a la mercancía
(hecha a mano más que hecha a máquina; más si supone más inte-
ligencia; más si ha sido hecha con más perfección) . El factor sub-
jetivo radica en la necesidad de subsistir que tiene el trabajador y
(a veces) en la necesidad de mantener a su familia . (El salario de
un casado debe ser globalmente mayor que el de un soltero, y mayor
el del que tiene cinco hijos que el del que tiene dos hijos, aunque
no haya ninguna diferencia en razón de la plusvalía). Una remune-
ración que sea insuficiente para mantener a la persona que trabaja
y a su familia, para proporcionarle el decoro propio de la dignidad
humana, NO ES JUSTA, NO ES MORAL. Por esta razón son in-
justos los llamados "salarios de hambre".
Es evidente que no resulta fácil establecer con exactitud cuál
es la remuneración justa en cada clase de trabajo, en cada región
130
y en cada época. Tanto si se atiende al producto del trabajo, como
si se atiende al sujeto del trabajo, son muchas las variaciones en
los tiempos actuales, muchas las oscilaciones en los mercados na-
cionales e internacionales, acelerada la inflación; de modo que forzo-
samente han de ser variables los jornales y los sueldos, por lo
menos en un extenso sector de las actividades humanas.
3) La proporcionalidad en la aplicación de la justicia tiene las
siguientes variantes:
a) A tiempos iguales de trabajo, remuneraciones iguales; a tiem-
pos desiguales, remuneraciones desiguales: ·si a un empleado
se le pagan cuatro millones de sueldo mensual por cuatro
horas diarias de trabajo, a otro compañero que trabaja seis
horas diarias le corresponde en justicia un sueldo de seis mi-
llones. Las horas "extra", es decir, las que voluntariamente
se trabajan de más, como no pueden ser exigidas en virtud
del contrato inicial, suelen remunerarse con un 50 % y hasta
con un 100 % de aumento. Los trabajos íntegramente noc-
turnos, en razón de que exigen alterar el tiempo del des-
canso, reciben también un aumento en su remuneración (ho-
raria o mensual, según los casos).
b) A mayor antigüedad en el empleo, mayor remuneración; por-
que supone cierta fortaleza de carácter en el empleado, que
permanece en la empresa a pesar de las dificultades que pue-
den haber surgido; y mucha confianza en sus superiores, que
lo han conservado porque lo ven eficiente y hones to; además la
antigüedad da experiencia, que es un factor de inestimable
precio en toda forma de trabajo.
e) A mayor jerarquía en el empleo, mayor· remuneración, que
muchas veces está determinada por la ley del escalafón. La
sola antigüedad no basta para ascender -por lo menos no
debe bastar- en los cargos de una empresa; lo principal
es la capacidad para el ejercicio de la función que se asigna
al sujeto; la antigüedad suele consolidar y aumentar la com-
petencia.
d) A mayor responsabilidad por el trabajo ejercido, mayor re-
muneración. La responsabilidad del que. trabaja se origi"'2.
en la importancia que los efectos del trabajo tienen para
otras personas: el trabajo "profesional" de un jugado::: d.e
fútbol, que dura una hora y media en un partido, me:::-ece
una remuneración muchísimp menor que la que debe asig-
nársele a un cirujano por una intervención que du:ra tam-
bién una hora y media; cuatro horas de trabajo del conduc-
tor de un colectivo "exigen" una paga mayor que Ia que re-
131
l
• ¡
cibe, por el mismo tiempo de trabajo, una empleada do-
méstica.
e) Cuanto mayor es el tiempo de preparación que insume una
profesión u oficio, tanto mayor ha de ser la paga: es el caso
de la carrera de medicina respe cto de la carrera de enfer-
mería.
134
Dios ha puesto en el mundo las cosas y los seres vivientes irra-
cionales para utilidad del hombre, de todos los hombres, no única-
mente de un grupo de hombres. Si los alimentos, las viviendas, el
suelo y las riquezas van a parar a manos de unos pocos, de modo
que los más se quedan sin alimentos o sin vivienda, se llegaría a
una situación contraria a los planes de Dios, aun cuando aquellos
pocos hubieran adquirido sus riquezas honestamente; habría que
buscar la manera racional de que los bienes acumulados en m anos
de unos pocos volvieran a manos de todos.
El problema no es de fácil solución, sobre todo si se atiende a
la gran cantidad de hombres de todos los países que entran en juego.
No son solución las doctrinas socialistas y comunistas que recurren
a la eliminación total de la propiedad privada y al despojo de los
bienes de los "capitalistas". No es tampoco solución -a no ser
solución de emergencia- la dádiva, la limosna, la subvención. La
autoridad legítima es la que puede encarar el problema y hallarle
salida; y tienen que cooperar los que tienen muchos bienes y los
que carecen de ellos. Los que tienen mucho dinero y muchas pose-
siones deben utilizar ambas cosas para crear fuentes de trabajo: es
una forma no violenta de irse desprendiendo de las riquezas sobran-
tes. Los necesitados deben buscar en el trabajo bien organizado el
medio honesto de adquirir vivienda y alimentos y de lograr una hol-
gada situación para el cuerpo y para el alma.
La propiedad privada es un derecho natural, es legítima, fue
ordenada por Dios para uso del hombre; pero no ha de basarse en
la expropiación inmoral del prójimo, annque tal expropiación sea
legal. El derecho de poseer cosas, inherente a cada hombre, no
implica una igualdad material (teoría socialista), que seria de hecho
una desigualdad, sino más bien una proporcior..a1idad fundada en
cualidades naturales de los individuos, en la calidad del trabaj o,
en los méritos· personales, etc. La Etica no puede aprobar las revo-
luciones violentas, los actos C:e despojo de que han sido víctimas
millones de personas en ~a bsto:fa de la humanidad: esas acciones
violentas convirtieron a los op::-imidos en opresores y a éstos en opri-
midos; pero no eliminaror: la desigualdad; la lucha siguió, cambiados
los personajes.
Sin embargo, hemos de tener la honestidad de confesar que mu-
chos ricos fueron culpables de los desmanes y de los crímenes come-
tidos por las masas desesperadas. Lo que el rico no quiere dar por
su ambición egoísta, lo pierde por la violencia que él mismo ha prer
vacado con su actitud.
135
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
136
posible esto porque consideró al hombre concreto no como se aislado, sino
en la problemática de su relación con lo Absoluto. No es el yo absoluto del
idealismo alemán quien se convierte en objeto del pensar filosófico, ese yo
que se crea un mundo mientras lo pienso, sino la persona humana real, pero
en la conexión de la relación óntica que la vincula a Jo Absoluto. Esta rela-
ción es, para Kierkegaard, una relación recíproca real de persona, es decir, que
también lo Absoluto entra en esta relación como persona.
Su antropología resulta, por consiguiente, una antropología teológica. Pero
ha hecho posible, sin embargo, la aparición de la an tropología filosófica de
nuestra época. La cual, para alcanzar su cimiento filosófico, tenía que renunciar
al supuesto teológico. El problema era si lograría realizar esta faen a sin per-
der, al mismo tiempo, el supuesto metafísico de la unión del homb r e concreto
con lo Absoluto ... (Qué es el hombre, págs. 84-85.)
137
ji
Didad, se adapta involuntariamente a un mundo en que es posible lanzar
hombres contra hombres, con máquinas y gases asfixiantes, obligándolos a
hacerlo a pesar suyo y a considerar como un gran honor el hecho de dar
muerte al mayor número posible de seres humanos que sin duda alguna hu-
bieran podido contribuir notablemente al desarrollo de la humanidad. En una
escala más reducida ejerce influencias análogas la aplicación de la pena de
muerte, de la que los perjuicios causados en el alma infantil resultan un poco
atenuados por la consideración de que los así suprimidos no son seres verda-
deramente humanos, sino más bien antihumanos. Pero esa misma brusca vi-
vencia del problema de la muerte puede interrumpir prematuramente el des-
arrollo del sentimiento de comunidad de los niños poco dispuestos a colaborar.
En análogo peligro se hallan aquellas muchachas ante quienes las perso-
nas que las rodean presentan bajo un aspecto terrible los problemas del amor,'-
de la generación y del parto. La cuestión económica no bien resuelta pesa como
un lastre insoportable sobre el desarrollo del sentimiento de comunidad. El
suicidio y la criminalidad, los malos tratos a inválidos, ancianos y mendigos,
los prejuicios y el comportamiento injusto con respecto a determinadas per-
sonas, razas o comunidades religiosas; los malos tratos a los más débiles y
a los niños, las disensiones conyugales y los intentos de considerar a la mujer
como inferior, y otros muchos factores semejantes; el hecho de vanagloriarse
de poseer dinero o una elevada posición; las pandillas y su influencia hasta
en las capas más altas de la sociedad, ponen precozmente, junto con los mimos,
o el descuido y abandone. de los niños, punto final al desarrollo del sentimiento
de solidaridad humana.
En nuestros días el único remedio contra todo este género de taras con-
siste en enseñar al niño a colaborar ilustrándolo justa y oportunamente acerca
del grado, aún muy insuficiente, del sentimiento de comunidad hasta hoy lo·
grado, y enseñarle asimismo que un hombre verdadero ha de reconocer como
deber suyo contribuir a resolver esa deficiente situación en beneficio de la
totalidad, sin esperar a que la anhelada solución parta de una tendencia evo-
lutiva o de la buena voll,llltad de los demás. (El sentido de la vida, págs. 230-232.)
138
.,
DEONTOLOGIA
DOCENTE
}
7
La profesión y el
.,
enfoque et1co
.
141
. .
tencia. El hecho de que sea inmensamente rico no lo exime de esta
obligación, porque puede trabajar sin percibir paga, gratuitamente.
Y de ese modo se hace .un bien a sí mismo y hace bien a los demás.
El trabajo humano es virtud y ayuda a las demás virtudes; la
ociosidad es un vicio y "es la madre de todos los vicios". El trabajo
es útíl para el individuo, pero también es un "servicio social''. Estas
consideraciones bastarían para que muchas personas que creen ser
inútiles, que se sienten frustradas, trabajen de algún modo (y hay
muchos) en beneficio de sus semejantes.
Por pequeño que sea el grupo social -con mayor razón en una
ciudad- se hace indispensable la distribución de las tareas, nece::-
sarias unas, convenientes otras, que satisfacen los objetivos de toda
comunidad humana que ·ha alcanzado un grado elemental de civili
zación. No todos pueden vender pan, no todos pueden vender carne,
no todos pueden ser médicos, no todos pueden ser maestros, etc.
Los oficios y las profesiones liberales son tanto más imprescindibles
cuanto más compleja y más densa es la estructura de una población.
La satisfacción de la subsistencia material inmediata (alimentos,
viviendas, servicios públicos) depende de quienes ejercen oficios; la
salud corporal es atendida por los profesionales médicos, enferme
ros y farmacéuticos; para la solución de conflictos interpersonales
están los abogados; para recibir una conveniente educación están
los maestros y los profesores, etcétera.
El ejercicio de un oficio y de una profesión es tfa.bajo; trabajo
humano para seres humanos. La persona que ejerce un oficio o una
profesión realiza wi acto humano en bene-ficio de seres humanos.
Por consiguiente, la connotación ética de los actos realizados por
un profe<;ional (o por el técnico en cualquier oficio) está marcada
por una relación binaria en la que intervienen el profesional y el
que solicita los servicios del profesional; por esta razón, si cual
quier trabajo es -como lo dijimos- una función social, el ejercicio
de una profesión (o de un oficio) lo es "reduplicativamente". Pero
además lleva implícito un "contrato", aunque no esté de por medio
ningún acto jurídico, ningún documento escrito: el que solicita la
atención de un profesional -con honorarios, o sin ellos- lo hace
para que el profesional lo ayude en la solución de un problema; si
el profesional acepta -con honorariós o sin ellos-, "ipso facto"
queda establecido un contrato, en el sentido en que Jo hemos expli
cado, como relación bilateral. Quiero decir que el profesional que
acepta atender al cliente, aun en forma gratuita, se obliga con ello
a hacer todo lo posible por dejarlo satisfecho.
La Etica Profesional, que se denomba también DEONTOLOGIA,
es una aplicación de los principios generales de la Etic� a la activi
dad específica de cada profesión u oficio. Esencialmente no constituye
l4Z
una ciencia distinta de la Etica General; es sólo una deiivación de
ésta. Son tantas las nuevas e inesperadas situaciones que se presen
tan en el ejercicio de algunas profesiones, y tan profunda la soli
citud de la Filosofía moderna por el respeto que merece la persona,
que se trata de establecer, en cada_ especialidad, cómo ha de ser
la conducta ética del hombre, en cuanto profesional. En otras pa
labras; el filósofo se pregunta qué condiciones morales se exigen en
el profesional como tal y qué enfoque ético se les deben d2r a esas
nuevas situaciones. En esto consiste la DEONTOLOGIA 'Deor.to:a
gía jurídica, Deontología médica, Deontología docente, etc.).
Vamos a numerar y comentar brevemente los requisitos c;ue se
exigen para ejercer honestamente una profesión, y las cuaiidades
morales que debe poseer el profesional cuando eferee s:i profesión.
l
éticamente correcto, cuya responsabilidad es pública y notori.a en el
desempeño de sus actividades específicas, cumple con su deber, con
el compromiso que ha contraído con los miembr¿s de la comuni-
dad, realiza un servicio social, aunque su ir responsabilidad moral,
l
es la persona misma del profesional, queda íntimamente vulnerada,
...
•·
consciente de que, en lugar de progresar hacia la plenitud del ser,
regresa a los primeros estadios de su desarrollo humano,
Lo importante es señalar que, cuando el sentido de responsabi
lidad no echa sus raíces en la conciencia moral, el hombre, sea pro
fesional o no, tiene muchas dificultades en mantener exteriormente
la máscara de "responsable"; tal vez la mantenga durante un corto
lapso, en una constante situación de violencia, con el temor de que
salga a la luz la disociación entre el "dentro de" y el "fuera de''
que se niegan mutuamente,
'-
La conciencia de la responsabilidad no se adquiere al ingresar
en el profesionalismo. El proceso largo y lento de la educación, en
el que intervienen, completando los unos la acción de los otros,
padres y educadores, incluye la formación de esa conciencia de la
responsabilidad. Cuando se dice de un niño de cinco o seis años,
que es un inconsciente, lo que se quiere decir es que es un irres
ponsable. Y, efectivamente, a esa edad lo es; no ve el alcance de
lo que hace, de las palabras que pronuncia, de sus "desobediencias";
por esa razón no existe en él propiamente el arrepentimiento, no
capta la noción de culpa.
La responsabilidad va naciendo y creciendo con el desarrollo
paralelo de la inteligencia y de la voluntad, sobre todo de esta últi
ma. E1 que hace el bien moral es responsable de lo que hace, por
que la voluntad tiende a ese bien moral; y el que hace el mal moral
también es responsable de ese mal que hace, porque la voluntad
tiende al bien del que se aparta. En la profesión no hay otra res
ponsabilidad: hay otra clase· de actos humanos, distintos de los de
la vida privada del individuo. En conciencia· sabe el profesional lo
que debe hacer y cómo lo debe hacer y cuándo lo debe hacer y
dónde lo debe hacer; si descuida al guno de estos aspectos de su
acción, o todos, es consciente de que ha obrado mal, de que debe
dar cuenta a los damnificados de que ha obrado mal, o de que ha
de reparar el mal hecho a los damnificados, aunque éstos no lo
adviertan. Es una forma de cumµlir con la virtud de la justicia.
Deber de justicia es, en el ámbito de lrc Deontología, el curnpli:
miento de todo aquello que el profesional promete hacer para sa
tisfacer a su cliente; - si hace todo lo que puede, cumple con la
justicia, aunque no se obtengan los resultados apetecidos; si es ne
gligente en preocuparse de lo que interesa a su cliente, comete
injusticia en la medida de su negligencia.
b) La honestidad intelectual: buscar, aceptar, amar. -,nvtr y
transmitir la verdad. Como el objeto de la voluntad es el bien, así
el objeto de la inteligencia es la verdad. La expresión "honestidad
intelectual" designa una combinación de voluntad e inteligencia, pues
to que "honestidad" es lo mismo que decir "bondad moral", y el
148
adjetivo "intelectual" designa todo lo que es relat ivo a la inteligencia.
De modo que la honestidad intelectHal es la conducta moralmente
buena en el ejercicio de la inteligencia. Toda persona debe ser in-
telectualmente honesta; pero necesitan más esta honestidad aquellos
que tienen como profesión la actividad intelectual: invcsti2:adores,
historiadores, escritores, docentes, conferenciantes, periodista s. fi:ó-
sofos y profesionales en general.
Buscar ln. verdad no significa otra cosa que cono~er b Ye:-~~,
enten dida ésta en su acepción lórica (adecuación de! pe:-::>2:nie:-.to
con la realidad objetiva). Los juicios de los hombres, que se r-ef;;;>:2:1
en la palabra oral o escrita (conferencias, conversaciones, cl~:;es,
libros, revistas, periódicos, etc.), son todos ellos -los j uicios- ~-cr-
daderos o falsos. El problema de la venlacl , que ha preoc-upnuo al
ser pensante desde la época de los presocráticos has,n nuestros días,
es cómo conocer sí un juicio emitido por una inteli gencia es verda-
dero, o no. En principio sabemos que 1a venhd de un jukio con-
siste en la conformidad de su contenido con la re:clidad; y que la
falsedad es la disconformidad del juicio con la realidad. Clrnndo
piensas que llueve, y llueve; cuando piensas que no llueve, y no llue-
ve, hay verdad en tu pensamiento. Cuando piensas que llueve, y no
llueve; cuando piensas que no llueve, y llueve, hay falsedad en tu
pensamiento .
La única forma de comprobar la verdad de un juicio es confron-
tarlo -directa o indirectamente- con la r ealidad objetiva. A veces
es fácil esta confrontación; otras veces es difícil, o muy difícil. Pero
al hombre le incumbe siempre buscar la verdad en los asuntos
cruciales de su existencia; y al profcsi<mal, buscarla respecto de todo
lo que está relacionado con su actividad específica. La búsqueda
de la verdad se realiza en el plano del conocer. Las decision es que
se tomen después de conocida la verdad dependen de mncho~ facto-
res, que son independientes de la verdad misma. Hay v irtudes mo-
raL--s --entre ellas, la prudencia- que aconsejan en qué sentido
tlebe to::na..rse una decisión; por desagradable que sea ésta, no hay
q:le caTar los ojos a la luz de la verdad, porque " la "'erdad n os
l:;;.ra l:lJn=s...
AcEt1tar '-" !:m:G!'" ;.e: verát:.d ~s ::: reacción 1óf!rca \. natural de
q uien........ ;... .. ; -.,.:o
'--- ----.
1..--_, . - ·.,
-- ·...
·e,_,...,..,
~- •·~ ,--··>-~-
. - __ . . . """""--··-""·· T~.., -:..:·.e,..,·;,:_
"' ·.., - - -"'! . . . . . es \·olun-
\.,;,.(.l.
149
si va acompañada de la fortuna, alegrarse; si viene con la desgracia,
levantar el ánimo, obrar con fortaleza, que es una de las virtudes
morales. ··
Transmitir la verdad es honesto siempre que esa transmisión
se ajuste a las normas de moralidad; porque, aunque la verdad en
sí siempre es un bien, los efectos de su conocimiento pueden ser
a veces malos, física o psíquicamente, para aquellos a quienes se
transmite. Aquí también la prudencia es la infaltable consejera. La
afirmación de que siempre hay que decir la verdad es un sofisma.
La única verdad, éticamente hablando, es que siempre que se deba-
decir la verdad, hay qüe decir la verdad. Si un profesional revela
un secreto de su cliente a otra persona. dice la verdad y comete
un acto inmoral y, además, ilegal. Si un funcionario policial le dice
a una mujer que ha tenido un infarto el día anterior, que su hijo
ha sido detenido por haber asesinado a una persona en la vía públi-
ca, comete un acto inmoral, aunque diga la verdad.
Si es verdad que no siempre hay obligaci6n de decir la verdad,
también lo es que hay obligafión moral de no mentir. La mentira
es la expresión oral o escrita destinada, por la intención del que la
usa, a engañar a otra persona. Distinguen los autores tres clases de
mentira: la mentira jocosa. que se dice por juego, por diversión; la
mentira oficiosa, que se dice por interés de quien la dice, o de un
tercero; la mentira dañosa, que se dice para perjudicar a un tercero.
Decir algo que de hecho no se ajusta a la realidad objetiva, pero
que es lo que el sujeto piensa, no es mentir, puesto que la persona
es, en ese caso, veraz: manifiesta lo que piensa, aunque, sin ella
saberlo, lo que piensa es lógicamente falso.
La mentira es intrínsecamente inmoral, dentro de una escala que
va de lo escasamente malo hasta lo gravísimamente malo. La men-
tira dañosa es muchas veces una falta grave y hasta gravísima, según
sean las consecuencias ·que de ese acto se sigan en perjuicio del
prójimo. La calumnia, oral (en conversaciones) o escrita (en diarios
o revistas o libros), es una especie de mentira dañosa; y por cons-
tituir un típico caso de injusticia, exige una reparación proporcional
al daño infligido, como ocurre con el robo. La mentira dañosa es
gravemente mala si hubo intención de causar un daño grave, aun-
que de hecho no lo haya causado. · Lo peor que le puede suceder
a una persona en el ejercicio de su pr ofesión es que lo consideren
mentiroso, con fundamento, en el medio donde actúa.
El profesional debe guardar el secreto de lo que sabe por su
profesi6n. Si al ser interrogado acerca de la materia sobre la que
versa el secreto, contesta: "No sé", su acto no es una mentira, por-
que (se supone) su intención no es engañar al que pregunta, sino
darle a entender que no puede decirle la verdad sin quebrantar el
150
,
secreto profesional. · Toda persona medianamente culta debe saber
que un "no sé" de un profesional significa que éste realmente no
sabe, o que sabe, pero no puede decir nada por razones de ética.
Hecha esta salvedad, es claro que el profesional, como cualquier
pombre, debe transmitir la verdad para ilustrar a sus clientes, para
hacerles comprender el porqué de los pasos que da, las dificultades
que aparecerán antes de llegar al fin, las probabilidades (muchas,
pocas o escasas) del éxito de su empresa. El profesional debe ser
franco con su cliente y no engañarlo (dilatando un proceso médico,
jurídico o psicoanalítico, por ejemplo) por motivos de lucro. Así
como algunas veces debe confesar su incompetencia para resolver
una cuestión, también debe manifestar al cliente que no necesita
ninguna atención profesional, que puede resolver solo el problema,
si realmente ésa es la verdad.
Todas estas consideraciones señalan un camino de rectitud mo-
ral, una conducta ética que no debiera estar nunca separada de la
actividad profesional. Vivimos una época en la que las graves situa-
ciones económicas afectan no sólo a las clases menos pudientes de
la sociedad, sino también a las clases profesionales. Médicos y abo-
gados, que antaño tenían su propio y espacioso lugar de atención,
se ven obligados hoy a compartir el mismo consultorio, alternando
los días y/o los horarios de consulta. La clientela mengua en los
estudios, consultorios y auditorías cuando hay escasez de dinero y
desempleo, porque la gente acude al profesional sólo en los casos
de urgente necesidad, y deja la solución de los problemas menos
urgentes para tiempos mejores. Pero el profesional debe mantener,
aun en esas circunstancias, su equilibrio ético; no debe tratar de
compensar su ajustada situación económica utilizando recursos y
tácticas que son, sin lugar a dudas, faltas de ética profesional.
LECTURAS COMPLEMENTARIAS .
152
El anim al bruto es un simple anillo en la cadena del fluir zoológico de su
especie: su único fin parece s er la conservación y prolongación espaciotemporal
de la cadena esp ecífica. Mas el " animal r acional", aparte de es ta finalidad
intraespecífica de grupo zoológico, tiene una finalidad in dividual superior, una
exigencia existencial que trasciende inmensamente la finalidad de la esp ecie
zoológica: es persona, esto es, ser ~bsistente dotado de una naturaleza inte-
lectual y libre, y con una finalidad super ior en consonancia con esta naturaleza
raciona l.
De aquí nace esa tensión del intelecto humano h acia la verdad, conocida,
a ser posible, con certeza. P or lo que la inquisición y la búsqueda no cesa
mientras no llegue a esa posesión segura, cierta de la verdad. (El problema de
la verdad, págs. 131-133).
.-: ;~:'~"·"':''·~~-
-
...
tación, para ser moral, debe estar autorizada, henos aquí llevados a la obli-
gación.
Qué es la respon_sabilidad. En virtud de las consideraciones ya hechas, la
responsabilidad moral, el sentimiento de responsabilidad en cuanto está pronto
a expresarse en actos determinados, implica los siguientes rasgos:
a) Es esencialmente una operación por la cual el yo humano se consti-
tuye en sujeto obligado a actuar. En sí mismo y antes de toda especificación
el yo es, no vacío, pero sí puro, es decir, que se parece a un yo vacío en el
sentido de que ninguna determinación se proyecta en él . . . El yo no puede,
pues, bajar, mezclarse con el mundo sin convertirse en un sujeto solicitado
para la acción ...
b) En un mundo enteramente determinado, la responsabilidad se redu-
ciría a cero; en el contexto de un Dios solitario. será una responsabilidad infi- .._
nita: en la línea de estos· límites el hombre no ejerce nunca más que una cierta
responsabilidad, limitada en cantidad y en calidad. El siempre tropieza con
obstáculos, pero dispone de una energía más o menos grande. La responsabi-
lidad, pues, debe provenir de éI y, a la vez, ser recibida por él. (Traité de Mo-
r.ale Générale, págs. 576-580).
154
el mundo real y único de la persona adulta, aun cuando se trate de un cosmos
minúsculo. Es el lugar de sus actividades típicas, que simultáneamente forman
también su carácter, por muy sencillas que éstas sean, además de monótonas.
La mayor parte de los esfuerzos laborales del individuo, que por lo general
hoy se valoran de manera positiva, tienen lugar en el campo profesional. Claro
está que todavía se considera cualquier gran esfuerzo· en el trabajo como una
imposición desagradable, sobre todo en grupos sociales inferiores. Existe una
imposición cuando el trabajo se apodera del hombre entero y consume sus
fuerzas, sin permitirle una configuración individual de su conducta. Por esta
razón se acortó a la fuerza y por disposición legal la jornada laboral, de modo
que actualmente se reduce a casi un tercio de las veinticuatro horas del día.
Sobre este punto no debe oh·idarse cuánta dedicación y cuánta presteza se
exigen, a cambio, de casi cada individuo.
El que madura tiene desde luego ideas claras de que con ello no se colma
su rendimiento absoluto, ni queda cumplida la obra de su vida, sino que sus
horas libres, más allá del descanso necesario, le presentan también diversas
demandas. No debe retirarse ante estas demandas, si quiere de verdad llegar
a ser él mismo. "Realiza", pues, su personalidad en el campo de su profesión,
que le ofrece posibilidades únicas de llegar a convertirse en un hombre ma-
duro, en una mujer madura; pero debe tenerse en cuenta que el ser humano
es algo más que una mera figura profesional. (Personalidad, págs. 201-203).
155
Pero, en fin, para algunos ser monitor constituía una verdadera experien•
cia, la cual les permitía adquirir conciencia de sus fuerzas y de sus aspiraciones;
llegado el momento, éstos pasaban con satisfacción de submaestros a maestros,
por cuanto se sentían dispuestos y llamados a ello. Pero, ¿llamados a qué?
Evidentemente, a dejar de ser por completo Jo que seguían siendo casi todos
los días: alumnos, estado manifiestamente inferior, y a ser lo que no eran sino
accidentalmente y por favor, no de derecho: maestros, estado manifies tamente
superior. . . De modo que la vocación p edagógica que algunas veces sentían
crecer ciertos monitores no era otra cosa sino el deseo de mandar a su vez, no
accidentalmente ni por (lelegación, ... sino de modo permanente y personal. Y
esta falsa vocación resultaba doblemente peligrosa. (La escuela nueva, págs.
123-126).
156
l
8
Etica docente
159
comportamiento moral; debe ser como Sócrates, que enseno a sus
discípulos' a respetar la ley y él murió por respehr la ley que lo
condenó a beber la cicuta:
"Algunos razonamientos más -escribe Jenofonte- se añadieron por el
filósofo y por los amigos que hablaron en su defensa. Mas no ha sido mi
intento r eferir los pormenores de ese célebre proceso. Bástame haber de·
mostrado que Sócrates creía de gran importancia el no mostrarse irreve·
rente con los dioses ni injusto con los hombres. Lo de conservar la vida
creía que no debía p edirse con humillaciones; antes bien, estaba conven·
cido de que era la ocasión oportuna de morir; y que era ésta su convic·
ción claramente se vio después de pronunciada la sentencia. Se lo invitó
primero a que conmutase la pena capital por una multa; y ni accedió a '-
ello, ni permitió a sus amigos que la entregaran, pues decía que conde-
nándose a una pena pecuniaria tenía que confesarse culpable. Quisieron
luego sus amigos proporcionarle una huida; mas la rehusó también, y aun
les preguntó, con cierto humor, si ellos tenían noticias de que hubiese
fuera del Atica algún Jugar inaccesible a la muerte" (Apología de Sócra-
crates, pág. 97).
161 ---4:--~·
f
qué de este mundo en q4e vivimos, el porqué de la existencia del
ser humano, el para· qué de todo lo que hacemos, etc. Se supone
que el educador, mientras estudiaba, se fue formando una idea glo-
bal, aunque tal vez algo imprecisa de estos interrogantes y de las
respuestas respectivas. Se supone que después de sus estudios digi-
rió y asimiló algunas de las respuestas conocidas, o que halló por
sí otra respuesta. Porque un . educador no debe ser indefinido res-
pecto de los problemas vitales que afectan a la existencia y al que-
hacer del hombre. Tiene que haber pensado y re-pensado si es una
respuesta satisfactoria el escepticismo universal, o el realismo, o el
idealismo, o el positivismo, o el humanismo ateo, o el humanismo.._
cristiano, o el naturalismo, o el indiferentismo, o el pesimismo , o
el optimismo cósmico, o el nihilismo.
Los alumnos (sobre todo los adolescentes) pueden preguntar
en cualquier momento, oportuna o inoportunamente, si es verdad que
existe Dios, o que existen los dioses de Homero; si es verdadero
el espiritismo y la reencarnación de las almas; si después de la
muerte no hay nada . . . Y al educador le incumbe darles una res-
puesta satisfactoria, honesta, que- coincidirá, o no, con la que espe-
ran oír los alumnos. No hay que olvidar que el educador es un
guía; si es un guía ciego, porque no ve dónde está ni para qué está,
¿no es verdad que conducirá al precipicio a quienes guía?
La actualización· :v perfeccionamiento a que ya hicimos referen-
cia en la Unidad 7, 2. al comentar los requisitos que se exigen para
el ejercicio de la profesión, versan, por supuesto, acerca de los
conocimientos y métodos científicos y pedagógicos modernos: p ero,
además, tienen un alcance filosófico: el análisis y correspondiente
crítica de los fundamentos en que esos métodos se apoyan. El edu-
cador tiene la obligación moral. -aunque no la tenga jurídica- de
conocer la h istoria de su profesión ; la "Historia de la E ducación",
que está llena de fecundas experiencias, ·con frutos buenos y malos..
que es "maestra de fa vida" de los que forman a la juventud. En
todas las grandes civilizaciones , en todas las artes y en todas las
profesiones la historia marca una tradición, un pasado que no "por
pasado" debe ser considerado necesariamente malo; como tampoco
lo nuevo y actual es necesariamente bueno "por ser nuevo". Por
otra parte, el "hoy" vive gracias al "ayer", como el "mañana" vivirá
gracias al "hoy'.
La tarea de educar es paralela a 1~ existencia de la humanidad;
el educador de h oy es fruto de la educación de ayer; si es capaz
de educar al niño que será el hombre de mañana, esa capacidad de
algún modo la ha recibido de los educadores de ayer. En la tarea
educativa no tiene razón de ser el enfrentamiento que algunas co-
rrientes pedagógicas modernas provocan entre "la escuela nueva" y
"la escuela tradicional". La actitud seria, sensata, equilibrada y
162
libre de preJmc1os del educador consistirá: 1<:>) en extraer de los
hechos y principios sustanciales que le presenta la Historia de la
Educación, aquellos valores que por su sólida racionalidad resisten
los embates de todos los tiempos , para seguir educando conforme
a esos valores; 2':') en señalar los defectos didácticos y metodoló-
gicos, para evitarlos en el ejercicio de la docencia, no por razones
técnicas ya superadas sino por entender que carecen de una firme
fundamentación filosófica . En otras palabras: hay que salvar los
sanos principios filosóficos de la educa ción y eliminar los errón eos,
y actualizar los instrumentos y técnicas, siguiendo el cambio de los
tiempos, en la medida en que se juzga que ayudan a perfeccionar
y agilizar la acción educadora, sin desmedro de la finalidad a que
apunta la educación del hombre.
Todos los sistemas ideológicos de la educación antigua y m e die-
val tuvieron su importancia y su eficacia ; aunque los consideramos
inadecuados en algunos aspectos para el m om ento actual, tienen va-
lores rescatables. Los sistemas de la educación moderna (humanis-
mo, realismo, naturalismo) también dejan enseñanzas aprovechables;
el " Emilio" de Rousseau recoge observaciones sutiles sobre la edu-
cación de la niñez, cuya aceptación no impide rechazar la teoría
naturalista de la educación. En cuanto a las corrientes contempo-
ráneas el educador debe ser muy cuidadoso en el análisis, porque
es tá muv mezclada la verdad con el error, la exactitud con la exa-
geración: la novedad con el p eligro de bases inaceptables.
El maestro-educador t iene la obligación de estar informado de
los principales movimientos que obedecen a determinadas concep-
ciones filosóficas sobre la educación; debe indagar qué ant ropología
sustenta la divulgación de los métodos y técnicas que se proponen
para innovar la educación de la n iñez y de la juventud. Hay verdad,
por un lado y exageración, por otr o, en "movimientos" t ales como:
El aula sin muros (Mac Luhan), Recurrencia educativa (Stoikov),
La escuela ha muerto (Reimer) , La escuela naturalista de Summer-
hill (Sutherland Neill), Las escuelas deseducan (Goodman) , La es-
cuela, taller de esterilización (Guillard) , Educación bancaria (Frei-
re), La dictadura educacional (Marcuse), La escuela, producto de
consumo (Illich), etcétera.1
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cando es una persona, tanto en el primer nivel del Jardín de Infan-
-
tes como en el último año de la Escuela Media, en los cursos de
Profesorado y en las aulas universitarias. Y puesto que es persona,
lo tratará como a tal, aun en situaciones que exijan severidad y
castigo. El respeto al niño y al adolescente, es la base ética de la
educación. Las advertencias, los avisos deben ser dados con pala-
bras correctas y con un tono de voz que signifiquen para el edu-
cando el respeto, el amor y la buena voluntad que el educador le
tiene. Hay palabras que ofenden (sobre todo las groseras), hay tonos
de voz y risas y gestos cargados de ironía que hieren profunda- ....
mente la sensibilidad del niño; y como éste no demuestra lo que
siente (por temor, por impotencia), el maestro puede pensar que
tratar así a un niño no es ofensa, ya que el niño, por su corta edad,
no es capaz de ser ofendido, como lo es el adulto. Una manera
falaz de discurrir, evidentemente; porque en el niño (como también
en algunos animales) hay una notable capacidad intuitiva para cap-
tar la bondad o el odio de las per sonas mayores. Si el educador
quiere educar (y no solamente instruir) no pu.ede demostrar ni odio
ni desprecio ni subestimación a sus alumnos; pero sentirlo y no
demostrarlo es muy difícil, o por lo menos muy violento; de modo
que lo mejor es no sentir ni odio ni desprecio ni subestimación
por ellos, sino todo lo contrario: amor, respeto, aprecio, estima por
lo que valen como personas, aunque tengan poca capacidad para
el estudio y se muestren rebeldes .a la acción educadora. Esta es la
única actitud ética admisible en el docente, la que siempre dará
buenos frutos en los alumnos, a corto plazo o a largo plazo. Y
además ésta es la única actitud que hará sumamente gratificante la
tarea del educador, pese al n atural desgaste que ella comporta con
el correr de ·los años.
Es obligación también del educador comprender, o tratar de
comprender las características peculiares de cada uno de los alum-
nos confiados a su cargo. A esto está orientada la "educación per-
sonalizada", opuesta a la educación masiva. La educación individual,
que da el educador a un solo individuo -"unus ad unum"-, muy
frecuente en las familias adineradas de la antigua sociedad griega,
romana y m edieval, y que constituyó un estilo casi obligado en las
cortes de los reyes hasta fines del siglo xvu1, por lo menos, apenas
se utiliza en la actualidad; únicamente se imparte "instrucción in-
dividual", con el carácter de "clases de apoyo, o refuerzo", a los
alumnos que necesitan estas clases en determinadas asignaturas.
Pero ni siquiera las familias de las clases a dineradas aceptan en el
siglo xx la educación individual, por la simple razón de que es
incompleta, al restarle al n iño o al adolescente el indispensable con-
tacto social, con el consiguiente cúmulo de experiencias que este
contacto proporciona.
164
La educación masiva, que conduciría a la "masa de alumnos"
como un resero conduciría al ganado, tampoco existe en los países
civilizados, y probablemente en ninguno. Los niños y adolescentes
reciben "educación colectirn", es decir, en grupos de 15 a 45 alum-
nos, con un seguimiento por parte del maestro, que es más o menos
individual: más, cuanto menos numeroso es el · grupo (de 15 a 25
alumnos); menos, cuanto más numeroso es el grupo (de 25 a ~5
alumnos). Este tipo de educación es, en sentido lato, personalizaca;
pero no lo es en sentido estricto. Porque la educación personalizaé.:¡
consiste en educar al hombre como se debe educar a una persona:
no a un mero animal, que lo es, pero sólo en parte; no a una cosa,
que no es educable, y además el hombre no es cosa; no a un espí-
ritu, que lo es, pero sólo en parte; no a un concepto universal, cual
sería "el hombre", sino a un ente real existente individual, a este
hombre, a aquel hombre.
¿Cómo es posible realizar la educación personalizada cuando
el hombre -el niño, el adolescente- está inmerso en lo múltiple
y confuso y difuso de lo colectivo? No es fácil responder a la pre-
gunta. Pero como el educador está obligado a educar personalizada-
mente a cada uno de sus alumnos mientras educa a todos, debe
haber alguna forma de acercarse a lo personal sin descuidar lo
colectivo. Y hay varias formas, varios caminos que conducen al
educador a lograr - en cuanto humanamente es p osible- la edu-
cación personalizada.
En primer lugar, ¿cómo distinguimos a las personas que nos
rodean en nuestra familia, en el círculo de nuestras amistades, en
la escuela, en el trabajo? Por su nombre y/o por su apellido. Eso
es lo que tiene que hacer el docente: identifiéar a cada uno de sus
alumnos por su nombre. El maestro puede llegar a conocerlos de
este modo, porque está diariamente con ellos y durante casi toda
la jornada de clase. El profesor, que sólo los trata algunas horas
por semana (de 2, como mínimo, hasta 10, como máximo), tardará
quizá dos o tres meses en identificarlos a todos, en proporción
inversa con el número de horas semanales. Es muy importante para
el alumno ser reconocido por su educador, oír que se lo designa por
su nombre, que no se lo confunde con otros, que no se le dice:
"Oiga, Ud., pase al pizarrón", "Aquel de la última fila, conteste
a mi pregunta". Mientras no haya una clara identificación personal,
de educador a educando, ni siquiera comenzará la educación perso-
nalizada. La docilidad, que es lllla apertura de la persona del edu-
cando a la acción educadora del docente, es como un ángulo agudo
muy cerrado cuando el alumno se siente solo un "éste" o un "aquél",
y como llll ángulo obtuso muy abierto cuando se lo reconoce y se
lo llama por su nombre. Y cuando la docilidad es abi~rta es p~r-
165
11
que hay confianza del educando respecto del educador: la educa-
ción es, entonces, muy eficaz.
El enemigo número uno de la propia identificación es, sin
duda, el grupo humano muy numeroso. Una clase de 45 alumnos,
en la Escuela Primaria, o de 55 alumnos en la Escuela Media, cons-
tituyen un impedimento serio para la educación personalizada. Si
el educador necesita (y no precisamente por su falta de idonei-
dad) todo un trimestre escolar para identificar totalmente a su alum-
nado, le quedan sólo dos tercios del curso para educar. He aquí
por qué en nuestro país (y en muchos otros países sudamericanos)
es dificil la educación personalizada. al menos mientras las autori- '-
dades competentes nó exijan rigurosamente el cumplimiento del mí-
nimum de alumnos por curso.
Supuesta la identificación de los alumnos, el educador deb e se-
guir a cada alumno en cuanto a los siguientes ítems:
1) Grado de docilidad o de rebeldía para ajustarse a las direc-
tivas de los que lo educan.
2) Grado de atención en las clases.
3) Participación activa en las clases.
4) Inquietudes manifestadas acerca de los ternas dados en cla-
se, o de otros de carácter cultural.
5) Relación de compañerismo con los otros alumnos.
6) Indice de servicialidad para con sus compañeros y de co-
laboración respecto de la marcha de la institución.
7) Aplicación general al estudio.
8) Rendimiento escolar por materias.
9) Prolijidad en sus tareas escolares.
10) Asistencia y puntualidad durante el curso escolar.
11) Higiene y aseo personal,
12) Actitudes varoniles o femeninas, de acuerdo con su sexo.
13) Preocupación por los problemas sociales del país, y de la
ciudad o del pueblo en que se vive.
14) Relación con sus padres y hermanos.
15) Sentimientos religiosos y morales.
16) Temperamento y carácter.
17) Asignaturas por las cuales siente preferencia o especial di-
ficultad.
18) Defectos físicos que se manifiestan: hipoacusia, dislexia,
miopía notable, deficiencias de fonación, enuresis (sobre
todo en la escuela primaria), tartamudeo, aislamiento en
los recreos, dificultades en la marcha, exagerada inclina-
ción de la letra, tendencia a la micrograña o a la macrogra-
fía, resistencia habitual y enfermiza a leer o hablar en voz
alta y/o en público (parado junto al banco o en el frente),
etcétera.
166
Este listado, que no es exhaustivo, da una idea de todo lo que
puede llegar a conocer el educador, máxime si tiene trato cotidiano,
o casi cotidiano, con sus alumnos; lo qu e puede llegar a conocer
y lo que puede hacer para educarlos personalizadanzente, dedicando
a cada uno, oportunamente y con medida, el tiempo que necesitare,
sin perjuicio de la marcha general de la clase y sin acepción de
personas.
/ El ítem 15) hace referencia a las creencias religiosas de cada
alumno. En nuestro p aís, donde la libertad de culto es un dere-
cho que la Constitución establece para todos los ha bitantes, argenti-
nos y extranjeros (Art. 14), las diversas creencias religiosas no cons-
tituyen ningún impedimento para ingresar en los e stablecimientos
oficiales de educación. En nuestras aulas primarias, secundarias,
terciarias y universitarias conviven sin conflictos estudiantes de todos
los credos: católicos, cristianos evangélicos, cristianos luteranos, cris-
tianos metodistas, cristianos anglicanos, cristianos bautistas, mor-
mones, judíos, testigos de Jehová, ateos, indiferentes, etc. El respe-
to a la persona, que es la temática que estamos acentuando en estas
páginas, es el respeto a lo que vive en el interior de la conciencia
de cada uno. El educador no debe negar su propio credo, aunque
sea distinto del credo de la mayoría de sus alumnos; si lo negara
daría un pésimo testimonio de su personalidad, se confesaría co-
barde de su posición mental respecto del problema religioso; y
ambas cosas son destructivas, perniciosas para la educación de los
niños o jóvenes que le han sido confiados.2
Pero si no debe negar su fe, tampoco debe convertirse en pro-
pagandista de ella; porque el aula no es un templo, porque los
alumnos que no profesan esa fe pueden sentirse violentados a es-
cuchar lo que no aceptan, o por lo menos turbados en sus propias
creencias; y sobre todo p orque los padres de los alumnos, que han
delegado confiadamente en el educador la potestad de educar a sus
hijos, se tienen que considerar ofendidos en sus legítimos derechos
p or la actitud del educador.
2 En mis años de enseñanza, que no son pocos, he tenido hasta este mo-
mento -11 de septiembre de 1982- doce mil cuatrocient os diez alumnos, en los
ciclos medio, terciario y universita rio , en instituciones oficiales y privadas. La
mayoría de esos alumnos eran de confesión católica, lo cual se explica por ser
éste un país de mayoría católica; pero he tenido alumnos de todos los credos
que acabo de mencionar; y jamds, subrayo y repito el adverbio, jamás tuve
ningún problema de orden religioso con mis alumnos pertenecientes a otros
credos distintos del mío; ni con sus familias; al contrario: he visto a alumnos
de otros credos asistir a la Misa de la egresada que se celebra todos los años
al final del curso; y yo he asistido más de una vez, especialmente invitado por
alumnos de otros credos, a servicios religiosos celebrados en sus templos.
Cuando hay respeto, todas las creencias confluyen, con distintos nombres, en
el mismo Dios.
167
• : 1/i,
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;..\i ..,.;
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Distinta debe ser la actitud del docente cuando es interrogado
por los alumnos acerca de su propia fe, o de temas religiosos: debe
responder según su leal saber y entender, con objetividad, sin apa-
sionamiento; debe enseñar que en nuestro país, como en casi todos
los países sudamericanos. existe una tradición católica, así corno en
otros países existe la anglicana, la judía <? la musulmana; debe
enseñar que el sentido religioso impregna nuestra Constitución, pues-
to que se invoca "la protección de Dios, fuente de toda razón y
justicia".
El tema religioso va unido a veces -no siempre- con el pro-
blema racial; en nuestro país tal vez mucho menos que en otr<J'S
países. La actitud del docente debe ser intransigente en este punto
al educar a sus alumnos. Suele ocurrir que el fanatismo religioso
y el exacerbado nacionalismo de las familias se refleje en las aulas
y en los patios del colegio (sobre todo en los colegios de varones)
con insultos, invectivas, bromas injuriosas y hasta peligrosas, chis-
tes ofensivos y caricaturas mordaces, que tienen como destinatarios
a los alumnos que pertenecen al otro bando religioso o racial. La
obligación moral del educador es clara y terminante: debe explicar
en público a todos sus alumnos, con el lenguaje adecuado a la edad,
las normas éticas que hemos explicado e n esta obra, y en especial
el alto valor de la persona, con absoluta prescindencia de su credo,
de su belleza o fealdad, de su origen racial, del color de su piel, de
la profesión u oficio que ejerce, del apellido que lleva, etc. Y a
quienes reinciden en esta clase de jnsultos hay que castí!!arlos
con severidad, comunicando sin dilación a las familias la naturaleza
de la falta cometida, para que colaboren con el educador en bene-
ficio de su propio hijo. Es te tipo de falta debe ser extirpado en la
escuela primaria, cuando los niños suelen repeti::.- lo que oyen, sin
tener clara conciencia de que es malo lo que dicen. El alumno
víctima debe sentirse defendido por sus educadores, por las auto-
ridades de la escuela; eso le dará se¡,:uridad y confianza a él v a
su familia. - ·
168
Los educadores son colegas dentro de la escuela que los aúna
para educar a la niñez o a la juventud. _La actitud laboriosa, el sen-
tido comunitario, la acción creadora de todos y de cada uno deben
coincidir no sólo en el fin que se proponen, sino también en los
métodos operativos que emplean . .La armonía en la acción educa-
dora, que debe ser una acción de conjunto, de acuerdo con las
directivas del Ministerio de Educación y Cultura y con las más in-
mediatas de las autoridades del establecimiento, ha de estar por
encima de cualquier discrepancia personal, que el educador tiene la
obligación de sacrificar en aras del bien común/ Las objeciones, las
desventajas, los inconvenientes, los peligros que se intuyen en la
realización de un proyecto no deben silenciarse; al contrario: deben
ser discutidos entre los colegas y advertidos respetuosamente a la
autoridad. : Pero, una vez decidida la acción, todqs se empeñarán
en llevarla · a término con entusiasmo/ teniendo en cuenta que lo
que los docentes hacen en la escuela está orientado a la educación
de los alumnos, y que el educador, como tal, no debe pensar en
otra cosa que en el bien del educando. ·
La actitud creativa nace espontáneamente, y no en todos los
educadores; pero sí debe haber en todos una inquietud creativa, un
afán de buscar y ensayar cosas nuevas que ayuden a mejorar el
proceso educativo, a motivar el interés de los alumnos (visitas guia-
das de carácter artístico e histórico, trabajos prácticos de índole
formativa e informativa realizados en instituciones oficiales y pri-
vadas de enseñanza especializada, colectas periódicas o circunstan-
ciales en beneficio de grupos humanos necesitados, organización en
la propia escuela de conferencias, charlas o paneles sobre temas
actuales, etc.). El cumplimiento de los objetivos señalados en las
planificaciones anuales constituye de por sí un alto valor ético; pero
las variaciones v los cambios -si no se abusa de ellos- abren hori-
zontes extrarrutinarios, y educan, porque van habituando al alumno
a reaccionar como corresponde ante los inesperados cambios que
le deparará la vida.
Esta solidaridad entre todos los colegas, esta comunicac10n
abierta , espontánea, sincera para obtener logros comunes, no para
escalar posiciones egoístas, son la mejor forma . de hacer feliz la
convivencia humana, de hacerla fecunda para los propios educadores
y, al mismo tiempo, para los educandos. Para conseguir una ense-
ñanza integrada, una educación coherente, los educadores necesitan
una permanente solidaridad :
"La esencial relación con el prójimo que descubrimos en nuestra experien-
cia personal, nos muestra que estamos en una comurzidad de ser y con un
mismo destino que solidariamente tenemos que alcanzar. Nos sentimos
todos r esponsables, como navegando en el mismo barco.
Pero esto no es suficiente todavía para que la exigencia de educar
sea "moral", es decir, con sentido de "obligación" de conciencia. Po- .i
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dríamos hallarnos en un mismo barco "fácticamente" y, sin embargo, la
obligación de solidaridad podría no ser tal, y podría uno limitarse a acep-
tar la situación tanto cuanto le resultara cómoda y útil. Pero en el im-
pulso a educar a los dem,ás sentimos algo más que un interés de utilidad
o comodidad o desahogo comunicativo. Sentimos un "deber", una respon-
sabilidad; y por ello nos encontramos mal en nuestro propio ser interior .
cuando no respondemos a esa exigencia de educar, enseñar, participar,
orientar, fortalecer, u otras formas de educación de nuestros semejantes.
Ese "deber" tiene también, como en el caso de la exigencia moral
del educando, una última base en el "darnos cuenta" de que estamos en el
mismo barco, solidarios de una misma travesía y destino, en este mar de
la vida, no porque sí, sino puestos por "otro", sin que se nos haya consul-
tado con anterioridad" (Ismael Quiles, Filosofía de la educación perso1ta-
lista, págs. 95-96).
Puesto que los educadores son los delegados de los padres para
formar al niño o al adolescente, y tanto el padre como la madre se
solidarizan en todo lo que concierne al desarrollo psicofísico del
hijo, así también los educadores tienen la "obligación moral'' de
trabajar solidariamente (de cambiar opiniones entre sí, de consul-
tarse mutuamente, de ayudarse, de aconsejarse, de colaborar, cada
uno según su especialidad, en la organización de los actos públicos
que se hacen en la escuela) para hacer real en cada uno de los edu-
candos el ideal de la educación.
170
en la enseñanza privada, indirectamente en la oficial a través de ::s
impuestos) para que sus hijos reciban la educación conveniente.
Este pacto bilateral es el fundamento de lós derechos y obligaciones
que corresponden a la familia y a los educadores en orden a la
educación.
Si los educadores son delegados, y lo son, deben mantener una
estrecha y cordial relación con la familia de los alumnos, para cola-
borar con ella en los pedidos que les haga, concernientes al des-
arrollo de su hijo, y para que ella colabore con los educadores en
el mismo sentido. De esta manera la insistencia "a dos puntas" de
los consejos, advertencias, alabanzas y reprensiones, afirma al edu-
cando respecto de lo que debe hacer y de lo que debe evitar.
Cuando la familia, ese agente educativo natural, comunica al
educador datos, antecedentes del niño con el fin de favorecer la
marcha del proceso educativo, el educador los debe confrontar con
los resultados de las experiencias realizadas en la escuela (tests,
entrevistas, charlas personales, observaciones en el aula y en los pa-
tios, etc.); y los resultados de esas confrontaciones los comunicará
y comentará (personalmente, si es posible) con los padres o tutores.
La familia y la escuela constituyen una comunidad educativa
cuyo centro es la familia y cuyo fin es el desarrollo de los valores
positivos de la persona, niño o adolescente. Sobre la base de que
la familia es la célula de la sociedad política, y de que la estabilidad
de la familia es la condición "sine qua non" de la estabilidad del
país, los responsables de la educación han favorecido mucho en
los últimos cincuenta años la formación de "Sociedades Coope-
radoras" que, en el orden material y espiritual, cumplen funciones
supletorias que teóricamente corresponden al Estado. Esas "Coope-
radoras" son organizaciones poderosas en algunos establecimientos
educacionales, sobre todo en las grandes ciudades; y están organi-
zadas, sostenidas e integradas personalmente por padres de algunos
alumnos, con una generosa dedicación de horas de trab ajo, en b ene-
ficio del bien común de la escuela.
Los educadores no deben ignorar estos hechos. Están obligados
moralmente a difundir, favorecer y apoyar las iniciativas de la Co-
operadora, conscientes de que, de ese modo, el trabajo compartido
por la familia y la escuela, es decir, por los p adres y los educadores,
redundará en bien de los alumnos.
•• "Salus populi suprem a lex esto", "La salvación del pueblo --es
decir, el bienestar de la Nación-. será la suprema ley", proclamaban
los Romanos . En el orden del bien común ésa es la verdad. El Gobier-
171
no nacional y los gobiernos provinciales no deben tener otra mira
que no sea ésta. Por principios éticos que no ignoran, tienen la
obligación de servir a los ciudadanos que los han elegido como a
conductores de la vida de la Nación, o de las Provincias. Y si la
familia es la célula de la sociedad polítiea, que es la Nación, educar
al niño y al adolescente es educar a la Nación. Como las Fuerzas
Armadas aseguran la estabilidad física del país, las Fuerzas no ar-
madas, los ciudadanos sólidamente educados; son el sostén moral
y cultural de la marcha de. la Nación. Ya lo hemos dicho en líneas
anteriores: sin distribuir culpas a nadie, porque no somos jueces,
los males de toda la Nación, y el remedio que necesitan, dependen,
por lo menos en parte, de la educación de la niñez y de la juventud.
"Non scholae, sed vitae discimus:', "No aprendemos para la
escuela, sino para la vida", escribió aquel famoso orador y cónsul
romano que fue Marco Tulio Cicerón. Las notas , los boletines, las
carpetas de trabajos prácticos, las exposiciones, los actos patrióticos
y, en general, todos los episodios de los años escolares valen muy
poco si no tienen como fruto una persona culturalmente equipada,
psicológicamente equilibrada y apoyada en sólidos principios éticos.
La comunidad nacional no espera otra cosa de la acción de los
educadores. La obligación de éstos consiste en formar al educando
para que sea un digno miembro de la sociedad en que vive, para
que sepa actuar como integrante de la comunidad política, como
gobernado o c:>mo gobernante. Los responsables de la cosa pública
se forman en las escuelas: ftmcionarios públicos de hoy fueron alum-
nos de ayer; electores de hoy pasaron por las aulas ele nuestras es-
cuelas primarias y secundarias.
Las bases éticas sobre las que se apoyan los actos de gobierno y
los comicios en que libremente se eligen los ciudadanos que goberna-
ran al país, se echan en los años de la niñez y de la adolescencia ;
y son sus principales responsables los educadores: identificados con
los valores esenciales de la nacionalidad, pero sin tomar posiciones
extremistas; con la tradición y la herencia cultural, pero sin cerrarse
a los adelantos de los tiempos nuevos; con el legado de nuestras
gestas históricas, de la cosmovisión occidental y cristiana que nos
legaron nuestros mayores, ellos deben inculcar en sus alumnos un
acendrado patriotismo, ese patriotismo que consiste sobre todo en
defender a la Patria no sólo de los enemigos exteriores, sino tam-
bién de los enemigos interiores que amenazan su libertad, socavan
su economía y corrompen el ejercicio de la función pública.
En la escuela debe inculcarse la conciencia política , sobre bases
éticas; la conciencia social, sobre bases tradicionalmente cristianas.
Así el ciudadano adulto tendrá la capacidad suficiente para elegir
bien a gobernaútes honestos, que con leyes honestas y conducta p er-
sonal honesta conduzcan honestam~nte los destinos de la Patria.
172
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
173
Si el hombre es la especial y espiritual creac1on de Dios para que viva
en Su universo y goce de la posesión terrenal a Su placer, entonces, como tal
debe ser educado. Si, en cambio, el hombre es meramente una criatura biol&
¡rica, un complejo sistema nervioso que carece de mente inorgánica y de al=
inmortal. y que vive en un universo estrictamente material, entonces tendrá que
ser educado de otra rnanE,ra. Y si el hombre es un animal biosocial que vive J
en un mundo natural dado a través de la mediación de un orden social recibi-
do, pero no inalterable, en un mundo cuyas partes están todas inextricablernente
relacionadas y del cual él es parte integrante, entonces habrá de ser educado
de una manera distinta de las otras dos. Si la naturaleza hwnana es una con-
vención universal fija que comparten todos los hombres, entonces la educación
que éstos reciban deberá ser también común y fija; pero si ia naturaleza hu-
mana difiere según las distintas historias biológicas y sociales, entonces la edu- .._
cación tendrá que ser menos común y más individualizada, menos fija y más
flexible. Si el hombre es esencial e intrínsecamente bueno, entonces es proba-
ble que sus intereses, propósitos y actividades tiendan a lo bueno, y su educa-
ción puede permitir sin peligro que dicha bondad emerja; pero si el hombre
es originariamente malo, como establece la doctrina del pecado original, enton-
ces su educación será el instrumento q_ue expulse los brotes satánicos de su
mala semilla, que constituye la herencia común a todos los hombres como
parte del pa trimonio de su naturaleza humana. Más aún, se le debe enseñar
a ser bueno y mostrarle la manera de suprimir su parte mala. (Problemas de
educación y filosofía, págs. 42-43).
174
Podemos prescindir aquí del hecho de que la estrecha alianza de la iglesia,
y especialmente la evangélica, con los Estados monárquicos y "capitalistas", ha
apartado de ella a millones de hombres: esta funesta evolución pertenece esen-
cialmente al pasado. Actualmente se dirige por otros caminos mediante el apar-
tamiento de la iglesia, de la política y del Estado. Los h echos demuestran que
no necesita del apoyo de la fuerza estatal y que ha de ofrecerse en cambio a los
hombres actuales corno un valor espiritual.
Sin embargo, la iglesia no puede alcanzar amplios sectores sociales -:-.i en
lo exterior n i aun en lo interior-. Tan profundo es el apartamiento, no sólo de
toda religión confesional, sino también de toda concepción idealista, que ha
producido en la cabeza y en el corazón de infinitos hombres la fuerza espiritual.
del naturalismo. Los materialistas, naturalistas y monistas rech azan la creencia
en Dios en la forma cristiana, fundándose en su concepción del mundo. Y de-
ben rechazarla honradamente en tanto que su situación interna y su actitud
frente a lo dado en la experiencia no experimente un cambio profundo. Nues-
tras consideraciones anteriores han mostrado cuán profundamente divide los
espíritus la oposición entre una concepción naturalista y una concepción idea-
lista y religiosa, así como la imposibilidad de considerar esta oposición me-
diante una demostración puramente científica y de valor universal. (Filosofía
y educación, pág. 152).
175
bre es miembro y en cuyas responsabilidades tomará parte cuando llegue a
ser adulto.
Hay que ayudar, pues, a los niños y a los adolescentes, teniendo en cuenta
el progreso de la psicología, de la pedagogía y de la didáctica, a desarrollar
armónicamente s us condiciones físicas, morales e int electuales, a fin de que
adquieran gradualmente un sentido más perfecto de la r esponsabilidad en el
recto y laborioso desarrollo de la vida y en la consecución de la verdadera li-
bertad, superando los obstáculos con grandeza y constancia de alma. Hay que
iniciarlos, conforme avanza su edad, en una positiva y pruden te educación
se:\'Ual. Hay que prepararlos, además, para la participación en la vida social, de
forma que, bien instruidos con los medios necesarios y oportunos, puedan par-
ticipar activamente en los diversos grupos de la sociedad humana, estén dis-
puestos para el diálogo con los demás y presten su colaboración gustosamente .,__
a la consecución del bien común. (Declaració,i sobre la educación cristiana de
la juventud, CONCILIO VATICANO II, págs. 706-709).
178
9
179
.. 1
horas el tibio calor del hogar para iniciarse en el ambi.ente extraño
de un colegio, necesitan una "segunda madre" que les haga suave
la transición, una madre que les tenga mucho cariño y que se lo
manifieste con naturalidad. Si hay agresividad constitucional, es
decir, por temperamento, o provocada por circunstancias conflicti-
vas p ersonales o familiares, ese amor que necesita el pequeño edu-
cando no se genera, por lo menos míen tras dure el estado de agresi-
vidad. En los J ardines de Infantes no tiene por qué ser abundante
el contenido de la enseñanza: sí debe ser exuberante la fuente del
amor que orienta los primeros pasos de los niños.
Esta exigencia conserva su valor en los grados de la escuela'-
primaria, sobre todo en el p rimer ciclo; y en la escuela media, aun-
que cambia la modalidad con que se manifiest a el amor al alumno ,
que ya no es niño sino púber o adolescente. No es verdad que los
alumnos del Bachillerato necesitan menos que los primarios el
afecto sincero de sus profesores: lo necesitan "de otro modo" , y
son muy sensibles a ese afecto, y . se dan cuenta de que el educador
los quiere, o de que no despiertan en él más que indiferencia, cuan-
do no odio o aversión ...
En la historia de la p edagogía moderna es ya una figura célebre,
por el inmenso amor que profesaba a la j:.rventud, aquel educador
que se llamó San ·Juan Basca, creador de los "Oratorios", donde se
instruyeron y educaron miles de niños y jóvenes de E uropa y de
América Latina.
Aquel otro Maestro de Galilea, que dijo: "Dejad que los niüos
vengan a mí", indicó, con esa mansedumbre que caracteriza toda
su doctrina, cuál es la actitud afectiva que se :-equiere para educar
a la niñez y a la juventud.
El amor a los alumnos ha de ser se,:-:e_:an:e al de 1os padres;
por consiguiente, no -consiste solamente e:-: 2::-:eGer. en conceder, en
dar, en satisfacer los gustos_ de los educ;:,_r:::.:.s; e; que ama también
reprende, también castiga cuando la a cciór. ce: hijo, o del alumno,
exige una severa reprensión o un castigo ade-..:u..-::.do Pero en el modo
con que se aplica el castigo o se da la re:n·e::sión. en la proporción
de la medida ha de sentir el educando, ::r:..;r.::;_u~ sea de corta edad,
que el amor es el que impulsa al padre, o al :r.aestro. a a.surn:, la
actitud severa por la falta cometida. La ,)Cs:ura agresi·,a, vic:.'!:na,
insultante del educador, a grede, violenta e insulta al a1uI:mo, :,.· le
impide ver la justicia de la sanción, aunc:_·.:e objefr.-a....'1lerr:e la haya.
La Etica del educador -la humildad de C;:.Ie hablamos en páginas
anteriores- le impide satisfacer su amor p ropio herido, obrar por
venganza, humillar al alumno. Ni el más leve signo de odio o de
rencor se debe traslucir en las palabras o en los _gestos del maestro
cuando reprende al alumno; y no manifestará ni odio ni rencor si
dentro de sí no los alimenta.
180
:r:f:T·::.>>;-:~~-~
f l t'7":"· :..•-·;.
182
por las razones aducidas. Se puede reprender a un alumno que
realmente no cometió la falta que se le imputa (porque n o habló él,
sino otro; porque no dij o una determinada palabra, sino otra; por-
que estaba ausente de la clase, pero con permiso de un superior;
porque no cumplió con una obligación, que no le fue comunicada
por quien debía habérsela comunicado ...) . A veces el docente se
olvida de trnnscribir en la libreta de calificaciones una nota que
verbalmenie se la había notificado al alumno después de la lección
oral; otras veces se equivoca permutando, en la libreta, los desti-
natarios de dos notas; la una, alta, la otra, baja. :N'o es infrecuente
el hec.bo de señalar una lección para una determinada fecha y pi-e-
tender tomarla antes de esa ·fecha, provocando la protesta unánime,
pero respetuosa, del alumnado; o exigir para una p r ueba escrita un
tema que expresamente había sido excluido de ella .. .
En todos estos casos, y en otros análogos que matizan la activi-
dad docente ,:v educadora, la plena conciencia de lo que corresponde
hacer por justicia debe regir los actos del educador. Reparar la
injusticia cometida no es simplemente útil o conveniente: es obli-
gatorio. Si la calificación puesta es injusta, hay que salvar el error,
escribiendo la que corresponde; aquí no tiene lugar la actitud in-
transigente del "Quod scripsi, scripsi" (Lo escrito, escrito está) de
Pilato. Si el castigo aplicado o la advertencia han caído injustamente
sobre un alumno, al educador le incumbe pedir perdón, excusarse
de lo involuntariamente hecho, re-compensar de algún modo al pe1·-
judicado. Aceptar el propio error, decirle al alumno, con sincerida d,
que él tiene razón en su reclamo, no es una humillación para el
docente: es obrar con justicia (y esto es lo fundamental), ensefi.ar
prácticanzente la justicia (con lo cual se educa al alumno) y hacerle
justicia a quien, sin querer, se le hizo una injusticia.
La docilidad del educador establece una importante relación
ética respecto de sus superiores: inmediatamente el Rector o el
Director, el Vicerrector o el Vicedirector del establecimiento; me-
diatamente los funcionarios del Ministerio de Cultura v E ducación.
Puede suceder (y sucede) que el educador (maestro· o profesor)
supere en años, en antigüedad profesional, en experiencia y en cono-
cimientos científicos a sus superiores; no obstante. por su carácter
de subordinado debe ser dócil y dúctil a todas las indicaciones (ór-
denes estrictas o meras recomendaciones) que ellos le hicieren en
asuntos relativos a la marcha del establecimiento. Se puede discre-
par con un superior en muchos aspectos que conciernen a la edu-
cación y a la conducción de los alumnos; a veces es oportuno y
hasta obligatorio manifestarle al superior esas discrepancias, en be-
neficio de los educandos; pero en la acción conjunta debe haber
unidad, y de ningún modo deben trascender al alumnado las disen-
siones entre superiores, o entre superiores y docentes. Cualquier
183
... ,,
fisura en la organización educativa de una escuela, debida al "factor
humano", perturba la marcha del proceso. Y las víctimas son los
alumnos.
La sagacidad es la cualidad intelectual que hace al hombre avi-
sado, prevenido, prudente en el obrar, atento a posibles y probab les
contratiempos. a maniobras de enemigos o competidores, que p ue-
dan obstaculizar o retardar los planes de su empresa. El educador
no tiene por qué hacer u so de esta cualidad en el trato con sus
superiores y colegas; sí,. en cambio, debe utilizarla para prevenir
ciertas "picardías", para obsen1 ar comportamientos sospechosos,.._
frenarlos a t iempo, aconsejar conductas que los neutralicen, evitar,
con palabras prudentes, con tino, actitudes de los alumnos que les
son perjudiciales, aunque ellos no lo sepan, oír en clase expresiones
inconven ientes y manifestar de un modo _indirecto, sin alborot ar a
los demás, que se las ha oído, etc. No es necesario, ni siquiera
beneficioso para la educación, que los educandos adviertan la saga-
cidad del educador; él d ebe ser sagaz, no aparentarlo.
Hacemos la aclaración de que la sagacidad del educador no debe
revestir el carácter de "astucia", término que muchas veces connota
algo de malicia, de intención de "trampear", de hacerle una mala ju-
gada al adversario. El docente no es un adversario del alumno, n o es
su competidor, no es una persona que trata de hacer ver al alumno su
superioridad en todos los aspectos de la vid a. El maestro que dijera
a sus alumnos: "Nunca me va a engañar ninguno de ustedes", no
sólo los desencantará, los entristecerá, los humillará, los subesti-
mará, sino que, a partir de ese momento en adelante, será engañado
mil veces por ellos. El educador es una persona buena, que trata
con buenas intenciones a sus alumnos y que no p retende otra cosa
q_ue hacerles el bien; que no piensa en engañarlos ni en que ellos lo
engañarán. La sagacidad la debe tener y manejar el educador en el
sentido en que .la · recomendó el Maestro por antonomasia : Sed
simples conw palomas y pritdentes como serpientes ..
De la veracidad hemos hablado ya en la Unidad 7, 3. b). al co-
mentar las cualidades de toda profe sión. La veracidad, o verda d
moral, es una virtud típicamente moral, como su nombre lo indica,
y es independiente de Ja verdad lógica y de la falsedad lógica que
exista en los juicios de la persona. Es una relación de conformidad
cuyo referente es la palabra de la persona y cuyo relato es el pen-
samiento del que habla. Cuando las palabras de un hombre se
adecuan a su pensamiento, entonces ese hombre es veraz, aunque
en su pensamiento resida el error (sin él ad\·ertirlo, por supuesto);
cuando no se adecuan a su pen samiento, no es ve raz, aunque su
pensamiento sea verdadero. Es veraz el educador si dice en clase
a su s alumnos (y así lo piensa) que el Arcipreste de Hita se llamaba
Juan Ruiz; y si les dice (y así lo piensa) que Eins tein no sabía tocar
184
el violín. Que en el primer caso piense con Yerdad y en el segundo
con falsedad lógica, no es algo que afecte a su veracidad. Si. nos
situamos en la posición ética (y en esa estamos), · apreciaremos
siempre al hombre veraz, a pesar de que sean muchos sus errores;
y al que carece de veracidad, no importa cuán verdaderos sean sus
juicios, no lo apreciaremos tanto, y hasta nos cuidaremos de él,
porque no ofrece ninguna seguridad. .
Huelga insis tir en la veracidad del educador, siempre que se
entienda (lo dijimos de pasada en la Unidad 7) que ha de armonizar-
se con la prudencia, puesto que no en cualquier circunstancia hay
que decir la verdad; es más: algunas veces se debe callar la verdad
porque decirla seria atentar gravemente contra la justicia. Sin em-
bargo, tenernos experiencia para afirmar que la imagen del educador
se ha desdibujado de cuando en cuando por "mentiras" en que lo
han sorprendido sus alumnos.
El efecto más alentador y más beneficioso que proporciona a una
comunidad la veracidad de una persona es, sin duda, la confianza
que engendra en quienes la conocen. Y eso es lo que también acon-
tece en el caso del educador: los alumnos, que son los que más
íntimamente lo tratan en la escuela, que son sus mejores jueces,
depositarán en él toda su confianza y allanarán el camino de 1a
educación en la que está empeñado el docente.
185
el aula un clima de naturalidad que hace llevaderas las cosas más •
imprevistas y desagradables que pueden suceder en una escuela.
Y no es raro el caso en que una amistad nacida en el colegio entre
docente y alumno, perdure fuera de las aulas, ratificando así las
observaciones hechas en páginas anteriores acerca de la íntima rela-
ción entre escuela y comunidad familiar y social.
La lealtad no excluye la benevolencia, es decir, el bien querer;
"bien te quiero" significa "quiero tu bien", "quiero hacerte el bien
que necesitas para que te formes bien", "quiero hacerte el bien
aunque al principio te parezca que no es un bien para ti ..." Esto ...._
es parte de la función del educador, como también es parte la pa-
ciencia con que tolera las faltas de los alumnos, las preguntas he-
chas muchas veces sobre el mismo tema, las preguntas impertinen-
tes, los chistes poco oportunos, la conducta disolvente de algunos,
etc. Benevolencia y paciencia trabajan juntas a favor del buen éxito
de la educación, y se manifiestan por las buenas palabras y el buen
tono de éstas al dirigirse al alumno. No se entienda que la paciencia
es ilimitada, ni que la benevolencia elimina la severidad y el ~ano
enojo del maestro cuando los hechos lo exigen.
La paciencia es una virtud tan necesaria, para el educador y para
el educando, que quien está convencido ele que no puede ser maes-
tro porque tiene poca paciencia (¡o ninguna!), piensa bitm; y si por
esa única razón renuncia a la carrera docente, obra muy bien. De
ese modo evitará sentirse defraudado y evitará ser un estorbo para
la educación del niño y del adolescente. Pero no hay que confundir
la paciencia con un "laisser faire" nocivo, que consiste en "dejar
hacer", en despreocuparse por completo de lo que ocurre en el aula
o de lo que aprenden los alumnos. El docente no es un espectador
en la clase: él y los alumnos son los actores de ~sa noble comedia
que no es ficticia sino real: el lento proceso de la formación del
educando.
La magnanimidad, grandeza de alma, debe manifes tarse en la
generosidad, en la comprensión · (no decimos justificación) de los
defectos ajenos, en perdonar las ofensas recibidas sin exigir que
el ofensor solicite el perdón con un rito solemne, en cerrar los ojos
ante pequeñas irregularidades (no decimos en aproharlas) si se cum-
plen las cosas importantes, teniendo en cuenta que a t•eces lo me-
jor es enemigo de lo bueno, y que, habida cuenta Lle las limitaciones
propias de la naturaleza humana, nunca hay que permitir que se
pierda o se malogre lo esencial por mantener lo accidental.
La magnanimidad es la amplitud de espíritu que permite a los
alumnos no ajustarse al reglamento durante algunos minutos del
ho rario de clases, para rendir un sincero homena je a l docente en
d día de su cumpleaños, o en el Día del Maestro; o que, por el
mismo o parecido motivo, exime al alumnado de la lección ornl
186
o de la prueba escrita fijada para ,: se día. La magnanimidad libera
a l educador de esos graves defectos del ser humano que son: la
estrechez de espíritu, que considera, por ejemplo, un solo aspecto
-y no el más importante- de la conducta ajena; el egoísmo, que
consiste en no dar ni prestar, o en dar, pero lo menos posible, y en
prestar, pero por un plazo mínimo de días o de horas. El detallismo
en. la exigencia de las obligaciones ajenas, la unilateralida d en la
apreciación de los comportamientos ajenos son un de fecto de visión
valoral. Los detalles no son despreciables; son apreciables, pero en
su debida proporción . Lo que se debe juzgar es el todo. El balance
del iodo y de las partes, de lo principal y de lo accesorio es lo que
acerca más a la justa apreciación de los hechos y de las per sonas.
Este es el enfoque del magnánimo.
187
t
como uno es; en conocerse a fondo, sin engaños, sin dobleces, ad-
mitiendo en el foro de su conciencia los valores positivos y los
negativos, con el fin de explotar los primeros y disminuir los se-
gundos. Cuando los valores negativos se manifiestan ante los de-
m ás -superiores, colegas o alumnos- el educador humilde no los
niega : los reconoce, no precisamente para jactarse de ellos, sino
para remediar sus malos efectos. Admite las observaciones que le
hace un superior, si ve que son verdaderas; porque ama la verdad,
y la humildad es verdad, no hipocresía. La autenticidad, la since-
ridad, virtudes que tanta fascinación ejercen en la juventud actual,
no son sino verdadera humildad. '-
Con el bagaje de todas las virtudes enumeradas y comentadas
en estas dos últimas Unidades, más las cuatro virtudes cardinales
que glosamos en la Unidad 5, el educador estará en condiciones
óptimas de hacer fructífera su labor en las aulas. H abrá logrado
una .integridad en su formación personal, porque no le faltará nada
sustancial para alcanzar su plenitud docente; y esa integridad será
una tuerza viva que impulsará su acción educadora en cualquier
establecimiento donde ejerza sus tareas.
Si, además, se aplica con estudiosidad a conocer a sus alumnos,
a preocuparse de sus problemas , de su s inquietudes, de sus proyec-
tos para el futuro inmediato; a ilustrarlos en todas las cosas que
él sepa y que ellos ignoren, comprobará que la profesión que h a
elegido es una de las gue más contribuyen al saneamiento ético de
la comunidad nacional. Y su estudiosidad lo incentivará para po-
nerse al día no sólo en cuanto a métodos didácticos, sino también
en cuanto a los nuevos problemas éticos que presenta la era elec-
trónica, la absorción del hombre por la máquina, la anulación del
"yo" individual por los adelantos de la técnica sofisticada, la muerte
del ser pensante por la exagerada logisticación de los procesos
mentales.
El educador no debe anquilosarse en los conocimientos de sus
años de Profesorado: lo nuevo debe ser analizado, estudiado con
objetividad, para incorporarlo si se Ye que mejor ará el proceso de
la educación; para rechazarlo, en caso contrario. Y cuando habla-
mos de " mejorar" nos referimos no a un "fragmento" del hombre,
sino a la totalidad de su existencia concreta, al exisi-cnte singular
-cuerpo y alma- que ha sido. confiado a la r esponsabilidad del
educador.
188
LECTURAS COMPLE MENTARIAS
139
y cosas. En un plano elevadísimo acaba por abrirse otra dimensión, que es de
importancia para nuestro obrar. Resulta que bienes que el hombre considera
•
como valores, son conservados, o aumentados, o menoscabados por medio de
acciones; quiere decir que el obrar es de importancia no sólo en la esfera de la
eficacia concreta, sino también en otra. Es la esfera de los valores relativos al
hombre. A esto llamamos relación moral de la acción, y llamamos obra a la
acción en esta relación. (Infancia y juventud, págs. 380-381).
190
los demás, debe comenzar por negarse a sí mismo. Y allí reside el secre to del
poder que, por la conducta de las almas, emana de la personalidad de Cristo:
El no se impone a las almas, nu hace el papel de maestro de escuela. El cumple
el Gólgota, y a trae hacia El todo lo que Yive y aspira a la verdadera vida. Nues-
tra personalidad, nuestro ser superior, eso es lo que educa en primer lugar, y
luego viene Jo que hacemos y decim os. E n razón de n uestra futura t area edu-
ca tiva, importa mucho más a nosotros, hombres modernos, reflexionar sobre
las cuestiones y sobre las verdades fundamentales - abarcando la in íluencia
recíproca de las a lmas-. que buscar métodos, aun los más pr ácticos: los Yer-
dadcros medios se presen tan espontáneamente, desde el momento en que el
hombre está de acuerdo consigo mismo sobre lo más esencial y lo más impor-
tante. La tarea más meritoria consiste, en efecto,. en alejar al alma de su pre-
dilección por las cosas accesorias y concen trarla sobre lo único necesario. (Gran-
des maestros d e la pedagogía comemporánea, págs. 172-173).
191
Muy diferente es la humildad de espíritu. Lo que aquí determina al alma
no es la avidez de comprender, sino el deseo de ver, de entender. Ver las cosas,
ver las realidades no con nuestra luz ni con nuestras formas, sino en su propia
luz, la que reciben de Dios en la luz de la revelación divina, en la luz del Verbo,
que no se comprende. sino que se siente, no para absorber esas realidades en
nosotros, sino para perdernos en ellas. Perderse a sí mismo, aun en el dominio
del pensamiento, es la expresión de la humildad de espíritu en esta esfera. Aquí
también vale más dar que tomar. (Gi-andes maestros de la pedagogía contempo-
rá11ca, págs. 562-563).
192
-.
CUESTIONARIO
(para trabajos prácticos y preparación de parciales)
UNIDAD 1
UNIDAD 2
193
6. ¿Existen personas cuyos actos no se encuadran en el contexto
de la moralidad?
7. ¿En qué consiste la "trascendencia" de la persona?
8. ¿ Qué diferencia h ay ent re "obrar" y "hacer"?
9. ¿E s importante la decisión en el. comportamiento ético?
10. ¿H ay contradicción entr e "contingencia" y "trascendencia" de
la persona?
11. ¿El h omb re es persona desde que nace o desde que es con-
cebido?
12. ¿Todos los actos que realiza el hombre entran en el campo d e
la moralidad?
13. ¿Los valores éticos se dan en todos los seres?
14. ¿Por qué no hay animales malos?
15. ¿ Qué diferencia "ética" existe entre un niño y una per sona an-
ciana?
UNIDAD 3
194
UNIDAD 4
UNIDAD S
195
ti
UNIDAD 6
UNIDAD 7
196
6. ¿ Qué significa "conciencia profesional"?
7. ¿Es moralmente bueno actuar profesionalmente cometiendo una
injusticia de la que no se entere el damnificado?
8. ¿Puede haber en un profesional irresponsabilidad moral sin que
haya irresponsabilidad jurídica?
9. ¿Obra mal el profesional que no acepta la verdad de un hecho
porque lo compromete socialmente?
10. Ante el dilema: justicia o prestigio profesional, ¿qué debe ele-
gir el profesional?
11. ¿A qué criterio debe atenerse el profesional para saber cuándo
debe decir la verdad y cuándo callarla?
l1. ¿Es un excelente profesional el médico que no cumple en sí
mismo las prescripciones que da a sus pacientes?
13. ¿Puede mentir un profesional en cuestiones referentes a su
profesión?
14. ¿Tiene derecho el cliente a saber toda la verdad respecto del
problema que lo impulsa a consultar al profesional?
15. ¿Está obligado el profesional a aceptar todas las molestias y
sacrificios que le acarrea la atención del cliente?
UNIDAD 8
UNIDAD 9
198
~-,·---------------
199
BIBLI OGRAFIA
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.•..
INDICE
P ROLOGO 9
ETICA GENERAL
l. EL PROBLEMA ETICO .............. . ... . . ... . ... . .. ... .... .. ..... .. . 15
l. Concepto de lo ético. Definición et imológica y real. Distinción
entre la ética y el derecho, la psicología y la ·metafísica . ... .. . . . 15
2. Dimensiones de la ética como estructura normativa y como conte-
nido de valor .......... . ... . ... .. . ... ..... ..... ... ...... ... . ....... . 17
3. Deontología o ética profesional. Objeto de la ética: el acto humano 19 '
../ 4. Fin o intención y circunstancias en el a-cto humano. El fin y los
medios. La ley del doble efecto .. . . .. ... .. . . ..... . ...... . . . . . . ... . 23
Lecturas complementarias ... . .... . . . ...... .. ..................... . . 28
2. LA PERSONA HUMANA .............. ... .... ... ....... . : . ......... ... . 31
l. Corporeidad y espiritualidad ... ...... ........... .. ................. . 31
2. Noción de persona. Pr errogativas de la persona: unidad, singula-
ridad, racionalidad, libertad y trascendencia . . . ... . .. . .... . ...... . . 34
3. La actividad de la persona: conocer , obrar y hacer. El carácter
constitutivamente ético de la persona ... .... .. ................ . .. . 39
Lecturas complementarias . . ...... .. . .... .. . .. .. . . . . .. . .. ..... . . .. . 42
3. NORMA DE MORALIDAD. ESCUELAS ETICAS ..... ... .. .... ..... . . 45
l. La norma de moralidad: concepto, divisiones: norma objetiva y
norma subjetiva, próxima y- remota ... ... ..... .. ...... . . ...... . . . . . 45
2. Escuelas éticas antiguas y modernas . .... ...... .. . ....... . . . ...... . 49
3. Comentarios criticos ... ... ..... .... ... .... .... ..... .. ...... .. ...... . 63
4. Fin y m otivación del obrar. Fin y valor. Los juicios del valor . . . . 66
5. Teorías axiológicas. Verdad, b;en y b elleza ...... ... ..... . .. ..... . 70
Lecturas complement arias . . ....... . ..... ._... ·.. .. .. . ....... . ...... . . 74
4. LA LEY Y LA CONCIENCIA .. .. .... . ... ... . . ... ... . . .. .. ... . ....... . 79
l. La ley natural y la ley positiva .. . . . .............. . ....... . .. . ... . . 79
2. Ley moral y ley cientffica. Relaciones entre la ley moral y la ley
positiva .. . . .... .... ... ..... .. ...... ... .. . ... .. . .. . ... .. .. ... . .. .... . . 83
3. Causa eficiente y causa final de la ley positiva . ..... .. ........... . 85
4. La conciencia moral: valor y límites. La ignorancia y el error ... . 87
Lecturas complementarias ...... .. .... ..... .... .... .... ... .... ..... . . 91
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...
aborto ................ . . . .. ... . .... . . . ..... .. ..... .. . . . .. . .... .
Lecturas complementarias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .... .
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