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ESTUDIOS BÍBLICOS ELA:


RESPUESTA DE DIOS A
LAS CRISIS
(HAGEO Y MALAQUÍAS)
HAGEO Y MALAQUÍAS
A menos que se indique lo contrario,
todas las citas bíblicas están tomadas
de la Versión Reina-Valera 1960
Primera edición, 1998
© 1998 por Ediciones las Américas, A.C.
Todos los derechos reservados
Prohibida la reproducción parcial o total
Ediciones las Américas, A.C.
Domicilio: Prol. Reforma 5514,
72130 Puebla, Pue., México
Dirección postal: Apartado 78, 72000 Puebla
Tels: 248–39–23; 248–23–23, FAX 249–59–84
ISBN 968–6529–74–8
CONTENIDO
1. Recordatorios y remedios para el remanente
Hageo 1:1
2. Prioridades equivocadas
Hageo 1:1–11
3. Pocas palabras, presencia poderosa
Hageo 1:12–15
4. Animando a los desalentados
Hageo 2:1–9
5. Una palabra de bendición: la obediencia es la clave
Hageo 2:10–19
6. Palabras de promesa
Hageo 2:20–23
7. Profecía de Malaquías
Malaquías 1:1
8. Una verdad segura: Dios ama a los escogidos
Malaquías 1:2–5
9. La adoración defectuosa
Malaquías 1:6–2:9
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10. Jehová censura las condiciones sociales


Malaquías 2:10–16
11. Los cambios vienen, pero Jehová no cambia
Malaquías 2:17–3:6
12. Robando a Dios
Malaquías 3:7–15
13. Dios habla del futuro
Malaquías 3:16–4:6
Palabras de ánimo en tiempos de Hageo
crisis
Primer mensaje: Segundo Tercer Cuarto mensaje: Quinto mensaje:
palabras de mensaje: pocas mensaje: palabras de palabras de
reprensión 1:1 palabras, palabras de bendición 2:10 promesa 2:20
–11 presencia aliento 2:1 –19 –23
poderosa 1:12 –9
–15
Prioridades Disposición del El pueblo El mal: su Poder del
equivocadas 1:1 pueblo a abatido 2:1 teoría 2:10–13 Soberano 2:20
–6 responder 1:12 –3 La maldad: su –22
Calamidades Disposición de Palabras de práctica 2:14– Promesa del
toleradas 1:7–11 Dios: su aliento 2:4 17 Soberano 2:23
presencia 1:13 –5 La obediencia es
Disposición del Propósito del bendición 2:18
pueblo a templo 2:6 –19
trabajar 1:14– –9
15

1
Recordatorios y remedios para el
remanente
Hageo
INTRODUCCIÓN
Hageo es un corto libro que se encuentra casi al final del Antiguo Testamento. Forma
parte de lo que los creyentes gentiles denominan “profetas menores”. Es necesario hacer
constar que no se les aplicó ese título porque fueran de poca importancia o menos
inspirados que “los profetas mayores”. Más bien, son libros más breves que los mayores.
Aun Oseas y Zacarías, los más largos de los menores con sus 14 capítulos, no pueden
compararse con el libro del profeta Isaías, cuyo contenido abarca 66 capítulos. Estos libros
fueron denominados así, “menores”, desde los tiempos de Agustín y Jerónimo.
Por otro lado, es interesante notar que esa docena de libros que conocemos como
“profetas menores” fueron coleccionados por los judíos en un solo tomo llamado “los
doce”. Posiblemente lo hicieron así porque, siendo tan cortos, se corría el riesgo de perder
un rollo individual de un libro tan diminuto.
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Los últimos tres libros de los profetas menores y, por ende, del Antiguo Testamento,
pertenecen al período histórico de los judíos conocido como “posexílico”. Fueron escritos
especialmente para aquellos relativamente pocos judíos que regresaron de Babilonia a “la
tierra prometida” para vivir entre los que no fueron llevados al cautiverio y otra gente que
había sido trasladada para allá. Es cierto que volvieron pocos, pero los que retornaron
recibieron una gran e importantísima comisión; reconstruir el templo. En efecto, el
propósito del remanente era más religioso que político. Se podría decir que el libro de
Hageo gira alrededor del versículo ocho del primer capítulo: “Subid al monte, y traed
madera y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho
Jehová”.
EL AUTOR
Hageo tuvo el privilegio y responsabilidad de ser la primera voz profética del período
posexílico, tarea sumamente importante por dos razones: (1) en aquellos días escaseaba la
palabra profética de Dios y (2) la situación y responsabilidad que tenía el remanente. En
casi todas las ocasiones en donde aparece el nombre del autor, tanto en su propio libro
como en el libro de Esdras, el Espíritu Santo lo llama: “el profeta”. Y, para decir verdad,
eso es todo lo que se sabe con certidumbre de su persona. Como en los casos de Abdías y
Habacuc, la Biblia no ofrece datos biográficos de Hageo.
Se cree que su nombre tenía el sentido de “festivo”, posiblemente indicando que había
nacido en día de fiesta. También se piensa que ya era un hombre de edad avanzada cuando
predicó sus mensajes y que probablemente murió poco después de entregarlos. Eso se basa
en que desapareció de la escena cuando terminó su último mensaje. A continuación,
Zacarías se encargó de llevar la batuta para dirigir la misma partitura.
La tradición agrega que Hageo, habiendo nacido en Babilonia, regresó de joven a
Jerusalén y que en el transcurso del tiempo contempló la reedificación del templo. Pero esta
no deja de ser una especulación, lo que nos obliga a dejar casi en blanco las páginas
biográficas de Hageo. Sin embargo, es interesante notar que entre los eruditos, esa falta de
datos biográficos no pone en duda de ninguna manera el carácter genuino del profeta, su
mensaje o su libro.
SUS TIEMPOS
Fecha del texto
Para entender cualquier libro de la Biblia es necesario indagar su contexto histórico y
religioso. Los profetas menores se deben leer siguiendo esa regla de interpretación a pesar
del deseo de algunos de espiritualizarlos (¡equivocadamente!) o, de la misma manera, sacar
de ellos los principios que han de gobernar la iglesia. La Biblia es un libro
multidimensional, y el factor interpretativo clave de los profetas menores en general, y
Hageo en especial, es la historia de Israel. Específicamente se trata del pueblo de Dios que
estaba pasando por una etapa singular de su historia. Se ampliará ese tema más adelante.
La primera alusión a la fecha la tenemos en el texto mismo de Hageo. Sus profecías, tal
y como el autor las citó, gozan de una identificación histórica admirable (Véase 1:1, 15;
2:1, 10, 20). Dicha atención a las fechas exactas contribuye mucho al correcto
entendimiento del profeta y sus tiempos, como se notará enseguida, más que una sencilla
colocación de los eventos en un almanaque. En primer lugar se aprecia que después del
cautiverio en Babilonia el sistema para fechar había cambiado. Antes, cuando los judíos
todavía eran gobernados por su propia realeza, se acostumbraba fijar la fecha de un suceso
mediante el nombre de alguno de los reyes de Judá o de Israel.
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Pero después del cautiverio. Hageo empleó los nombres de reyes de las naciones
gentiles. ¡Con cuánta razón! Es que el cautiverio señaló que había comenzado lo que Lucas
21:24 llama: “los tiempos de los gentiles”. Efectivamente, ese período abarca todo el
tiempo en el cual Jerusalén ha estado bajo el dominio gentil. Dicho sea de paso, “los
tiempos de los gentiles” no terminarán sino hasta que venga el Señor Jesucristo, el Mesías
de Israel, para establecer su reino milenial. El suyo, será un reino literal por el cual
gobernará la tierra.
En segundo lugar, las fechas señaladas revelan la brevedad del ministerio del profeta.
Sólo quince meses separan la fecha de su primer mensaje (1:1) y la de su última
presentación (2:20). Su actuación en la vida de Israel no duró mucho, pero impactó
grandemente la vida del pueblo y de sus líderes.
Ahora bien, conviene aquí echar un vistazo a unas cuantas páginas de la historia de esa
nación para conocer mejor el ambiente de Hageo.
Condiciones de los exilados y algunos resultados
Naturalmente el antecedente más catastrófico de los cien años anteriores fue la caída de
Jerusalén en el año 586 a.C. Grandes cantidades de judíos fueron llevados presos a
Babilonia. Iban “presos” en el sentido de que fueron llevados contra su voluntad, no como
criminales en cadenas. (Aunque hubo uno que otro individuo que escapó a ellas.) En
general, más parecían colonizadores que esclavos. Babilonia en el año 586 a.C. no era
como Egipto de 1400 a.C. Sin embargo, despojar a toda o la mayor parte de una población
de sus bienes y aun de su tierra y colocarla en un ambiente totalmente extraño al suyo, era
parte de los métodos empleados por los babilonios para mantener sometido a un pueblo
conquistado. Además, acostumbraban poblar la tierra así abandonada con gente de distintas
nacionalidades, pero con el mismo fin (mantenerlos sometidos).
En Babilonia, los judíos, que traían un trasfondo agrícola de su propio país, encontraron
en su nuevo “hogar” una nación de industria y comercio, situación que no dejó de
impresionar a los cautivos. ¿Será que en eso se encuentra el origen del famoso éxito
comercial de los judíos de la actualidad? Y una pregunta más al respecto: ¿será por eso que
tan pocos judíos regresaron a Jerusalén, porque la mayoría sintió la atracción del comercio
de Babilonia?

¡PENSEMOS!
De acuerdo a lo que sabemos del éxodo de Egipto, no
hubo ninguna dificultad para convencer a los judíos
oprimidos de que salieran. En ese caso se ofreció libertad a
los esclavos; eran gente privada de sus derechos, que
recibieron la oferta de ir a vivir a una tierra que fluía leche y
miel. En otras palabras, se ofreció una salida a todo el
sufrimiento. En cambio, la situación no era exactamente así
en Babilonia. Muchos de los judíos, con todo y sus gemidos y
lamentaciones por no estar en su país, aprendieron bien la
ciencia y el arte del comercio; se habían adaptado a la vida
en Mesopotamia y eligieron quedarse. Parece que con ello se
ilustra el principio todavía vigente de que el hombre que está
bajo presión y que lleva una gran carga, reconoce su
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necesidad y responde, mientras que el individuo que lo tiene


todo no reconoce la responsabilidad de obedecer a Dios.
Además, recibieron otras impresiones cuando fueron llevados a Babilonia. Después de
haber vivido en las montañas, colinas y los valles de la tierra prometida, tuvieron que ir a
vivir en una zona de horizontes interminables, de grandes planicies como las de
Mesopotamia. El espacio les causó agrofobia. Aun así, esa zona, que estaba cerca del río
Quebar (que era un canal de irrigación) ofrecía oportunidades para la agricultura para
quienes quisieran dedicarse a ello.
Bien es cierto que aunque algunos manifestaban resentimiento contra Dios por todo lo
que les había pasado, otros se arrepintieron de todo corazón y reevaluaron su vida. Y a
pesar de que unos aceptaron cambiar los suyos por nombres babilónicos y aun adorar a
dioses ajenos, el cautiverio ayudó en gran manera a que los judíos abandonasen la idolatría
de las imágenes cananeas desde entonces hasta el día de hoy. (Es posible que muchos de
esos ídolos fueran reemplazados por la idolatría hacia el dinero y el materialismo.)
Una vez, hace años, en la ciudad capital de Guatemala, su servidor hablaba del
evangelio con un finísimo amigo judío. Sus padres habían tenido el buen gusto de
nombrarlo “Alberto”. Bueno, él me preguntó, “¿Sabes por qué me caen muy bien los
evangélicos?” Le contesté negativamente y mi tocayo dijo, “Porque no llevan a mi
compatriota Jesús por las calles” Tuve que pensar por un momento hasta darme cuenta que
se refería al hecho de que los evangélicos no tienen ídolos y no pasean imágenes de Cristo
por las calles. Los judíos odian la idolatría, y Dios usó el cautiverio para producir eso.
Aquí cabe mencionar que otro de los resultados del cautiverio fue el establecimiento de
las sinagogas. Mientras los judíos vivían en su propia tierra, el centro de su religión era el
templo. La combinación de la destrucción de Jerusalén (y el templo) y la situación de los
exilados produjo la necesidad de crear un centro religioso para el estudio de la Tora, la
oración y reuniones de los judíos religiosos. No se construyeron “templos” en Babilonia,
puesto que solamente en Jerusalén podría estar el templo. Entonces, la sinagoga llegó a ser
el centro de la comunidad de la vida religiosa judaica en el cautiverio. Al principio, el
término se refería solamente a los judíos que se congregaban, pero poco a poco el edificio
en que se reunían también tomó el mismo nombre. Al regresar a su tierra, el remanente
llevó consigo ese concepto. Es interesante notar que en los tiempos de la vida terrenal de
nuestro Señor Jesucristo había aproximadamente 1,500 sinagogas en Tierra Santa, 450 de
ellas en la ciudad de Jerusalén.
SUS CONTEMPORÁNEOS
Personas y acontecimientos de la historia secular del ministerio de Hageo
Los nombres de quienes reinaron, de quienes hicieron guerra y de quienes dirigieron los
asuntos religiosos a través de la historia, sobre todo del Medio Oriente, son para el
occidental a la vez raros y difíciles de pronunciar. Sin embargo, no podemos pasar por alto
el impacto que los principales de ellos tuvieron en la historia bíblica.
Gobernantes babilónicos asociados con el cautiverio
1. Nabucodonosor, sin duda el más conocido de los reyes babilonios, fue el general
encargado de las conquistas planeadas por su padre el rey Nabopolasar. Consolidó su
posición y tomó el trono de Babilonia al morir su padre en el año 605 a.C. Estaba presente
personalmente en la Tierra Santa cuando cayó Jerusalén. Después se enalteció demasiado y
en castigo, por un tiempo vivió como un animal.
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2. Evil-merodac, hijo de Nabucodonosor. Reinó por sólo dos años, pero de acuerdo con
2 Reyes 25:27–30, fue quien “libertó a Joaquín, rey de Judá, sacándolo de la cárcel”.
3. Neriglisar se casó con la hija de Nabucodonosor y asesinó a Evil-merodac, usurpando
el trono.
4. Labash-marduk, el hijo de Neriglisar, reinó apenas nueve meses y fue asesinado.
5. Nabónido llegó al trono nombrado por el partido religioso después de la muerte de
Labash-marduk. Reinó por diecisiete años, pero no se distinguió como rey, ni general, ni
hombre de estado, sino como erudito. En sus últimos años dejó que su hijo Belsasar llevara
la responsabilidad de gobernar como virrey. El estudiante bíblico reconocerá el nombre de
éste último como el monarca que vio la mano escribiendo en la pared (Daniel 5:5). Parece
que Belsasar murió aquella misma noche mientras que su padre fue capturado y
encarcelado.
Gobernantes persas asociados con el retorno
Los habitantes de Babilonia estaban disgustados con Nabónido porque daba preferencia
a los dioses de otras regiones y otrospueblos, desatendiendo la religión local. Tal era el
descontento del pueblo contra su rey, que un general babilónico famoso y muy capaz,
desertó al bando de los persas y encabezó un ataque sobre la ciudad capital. Parece que la
gente, decepcionada con Nabónido y Belsasar, recibió bien a los persas.
El siguiente cuadro procura identificar tanto a los gobernantes persas como los
acontecimientos relacionados con el retorno de los exiliados a Jerusalén.
Decreto Gobernante Fecha Propóstio Referencia
1 Ciro 536 a.C. Reconstruir el Templo Esdras 1
2 Cambises 535 a.C. Desistir Esdras 4:17–23
3 Dario (el 529 a.C. Completar la Esdras 4:24; 6:1–15
Grande) construcción
4 Artajerjes 458 a.C. Adornar el Templo y Esdras 7:27
(Longimando) restaurar el servicio
5 Artajerjes 445 a.C. Reconstrucción de la Nehemías 2:5
ciudad
Religiosos judíos contemporáneos de Hageo
El más destacado fue el sumo sacerdote Josué. Era hijo de Josadac, cuyo padre era
Seraías, el sumo sacerdote de Jerusalén, que murió poco después de la caída de Jerusalén.
Gozaba de la posición de sumo sacerdote por su relación familiar. (De igual manera el líder
político, Zorobabel, había sido nombrado gobernador por ser del linaje de David.) Como
sumo sacerdote era responsable de todos los asuntos “eclesiásticos” de la comunidad
posexílica. Se nota su prominencia en la reconstrucción del altar mencionada en Esdras 3:2.
Esdras, cuyo nombre no aparece mencionado en el libro de Hageo, fue un líder religioso
sumamente importante y un hombre que el estudiante de la época bíblica posexílica tiene
que tomar en cuenta. Como Josué, también era sacerdote, aunque por sus nexos políticos y
logros sociales es posible que el lector no contemple con suficiente atención su
contribución espiritual. Se describe en Esdras 7:6 de la siguiente manera, “Era escriba
diligente en la ley de Moisés”. Pero no solamente era un erudito, sino que “…Esdras había
preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en
Israel sus estatutos y decretos” (Esdras 7:10).
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El nombre del profeta Zacarías tampoco está en el libro de Hageo, pero figura
prominentemente en la historia religiosa posexílica. Era contemporáneo de Hageo pero
empezó su ministerio un par de meses después del profeta que estudiamos. Su contribución
profética se combinó con la de Hageo para lograr que se terminara la reconstrucción del
templo. Cuantitativamente, su ministerio duró mucho más tiempo que el de Hageo. Como
los dos religiosos ya mencionados aquí, Zacarías era de familia de sacerdotes.
BOSQUEJO DEL LIBRO
I. Primer mensaje: palabras de 1:1–11
reprensión
A. Prioridades torcidas 1:1–6
B. Calamidades toleradas 1:7–11
II. Segundo mensaje: pocas palabras, 1:12–15
presencia poderosa
A. Disposición del pueblo a responder
1:12
B. Disposición de Dios: su presencia
1:13
C. Disposición del pueblo a trabajar
1:14–15
III. Tercer mensaje: palabras de aliento 2:1–9
A. El pueblo abatido 2:1–3
B. Palabras de aliento 2:4–5
c. Propósito del templo 2:6–9
IV. Cuarto mensaje: palabras de 2:10–19
bendición
A. El mal: su teoría 2:10–13
B. La maldad: su práctica 2:14–17
c. La obediencia trae bendición 2:18–19
V. Quinto mensaje: palabras de promesa 2:20–23
A. Poder del Soberano 2:20–22
B. Promesa del Soberano 2:23
Se ha dicho que los que no leen y estudian la historia están condenados a repetir los
mismos errores que cometieron sus antecesores. Más específicamente, el Nuevo
Testamento enseña el gran valor del Antiguo Testamento, sobre todo cuando se trata de la
historia de Israel: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para
amonestarnos a nosotros, a quienes hemos alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios
10:11). Esto nos proporciona una razón de peso para estudiar el libro histórico/profético de
Hageo.

2
Prioridades equivocadas
Hageo 1:1–11
“¡Decisiones, Decisiones!” Este es el título de un interesantísimo libro escrito por el Dr.
Haddon Robinson y publicado por Ediciones las Américas, A.C. Es sabido que no pasa un
día sin que debamos tomar numerosas determinaciones. Algunas no requieren mucho
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esfuerzo porque solamente traen consecuencias de menor importancia. Por lo regular, esa
clase de decisiones no necesitan ni mucho conocimiento o sabiduría, y uno las toma sin
estar consciente de las circunstancias que las hayan generado. Pero otras decisiones
requieren de un análisis muy detallado durante el cual debemos evaluar todos los factores
que pueden influir en ellas, y, dicho sea de paso, en ese proceso uno sufre, porque tiene que
luchar con la incertidumbre.
Ahora bien, cualquier decisión, sea sencilla o complicada, sea de las casi inconscientes
o muy deliberadas, depende de algo bastante básico: de las prioridades o normas que rigen
la vida de cada cual. En cuanto a comida, el individuo consciente de su salud escoge sus
alimentos siguiendo esa norma. En cuanto a los riesgos que toma, la persona cuidadosa
decide proceder con base en sus principios. En cuanto a lo moral, la persona que tiene un
sistema de valores firmemente establecido toma sus decisiones con base en ello. Lo mismo
se puede decir de las determinaciones espirituales. La persona cuya prioridad es hacer la
voluntad de Dios tal y como se revela en su palabra, tomará las decisiones que reflejen esa
convicción.
En el primer capítulo de Hageo se nota que el remanente de Israel, aquellos
relativamente pocos exiliados que regresaron a Jerusalén de Babilonia, vivían dominados
por sus prioridades egoístas. Por eso, ese punto fue el tema del primer mensaje de los cinco
que el profeta comunicó al pueblo.
PRIMER MENSAJE: PALABRAS DE REPRENSIÓN 1:1–11
Prioridades equivocadas 1:1–6
Detalles relacionados con el primer mensaje (v. 1).
1. Fecha. De acuerdo a su notable afán, que se aprecia en todo el libro, el autor
estableció la fecha exacta de cada mensaje. Aquí en el versículo 1 lo hace aludiendo a dos
referencias, una secular y la otra religiosa.
En la primera, hace una sencilla referencia a Darío II (522–486 a.C.), pero sin incluir la
larga lista de encomios extravagantes que los historiadores contemporáneos hubieran dado
a ese potentado. El referirse con sencillez al nombre de un emperador gentil revela mucho
acerca del carácter de los tiempos que estaban viviendo. Israel era un pueblo conquistado,
sujeto al control de gente extraña y súbdito del imperio persa. Las implicaciones son claras;
con todo y ser un mensaje espiritual para el pueblo de Israel, los receptores no podían
escapar a la realidad de su situación política.
A primera vista, la segunda referencia no tiene ningún sentido religioso. Sin embargo,
el estudiante del Antiguo Testamento y de las constumbres de los judíos, reconoce que “el
primer día del mes”, o sea, la “luna nueva” (según el calendario lunar), era un festival
religioso que exigía algunas cosas, según se hallaba estipulado en la ley. Algunas de ellas
eran las siguientes: hacer sonar las trompetas y presentar un holocausto. “Asimismo adorará
el pueblo de la tierra delante de Jehová, a la entrada de la puerta, en los días de reposo y en
las lunas nuevas” (Ezequiel 46:3). Todo eso quiere decir que el mensaje se dio en un día de
bastante significado, en que el pueblo y en especial, sus líderes, debían entregarse a la
adoración y el regocijo (Números 10:10).
2. Autores (v. 1). Aquí empleamos el plural porque, como en los demás libros de la
Biblia, cuando estudiamos la paternidad literaria, hay dos nombres que deben considerarse.
En primer lugar, “vino palabra de Jehová”, que es una frase de gran significado
dondequiera que se encuentre, y especialmente aquí, de extraordinaria importancia. No hay
ninguna indicación de que hubiera semejante comunicación de parte de Dios en la tierra de
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los judíos durante todo el cautiverio. Los profetas Daniel y Ezequiel tuvieron su ministerio
en Babilonia, pero la escasez de un mensaje de Dios en Jerusalén terminó cuando “vino
palabra de Jehová por medio del profeta Hageo”.
La información del mensajero humano es poca; sólo se conoce su nombre (Hageo) y su
título (el profeta). Difícilmente se podrían confirmar otros datos biográficos. Por otro lado,
considerando el contenido del libro de Hageo, y aceptando que el profeta mismo lo
escribió, hay algunas características que nos ayudan a conformar su perfil. Por ejemplo,
podemos decir que Hageo no fue poeta porque no demuestra las características de genio de
Isaías, ni la expresión sublime de Habacuc. La verdad es que esas cualidades no eran
necesarias para la tarea de Hageo. Además, Dios nunca se equivoca al seleccionar al
hombre que cumplirá su propósito divino.
El hecho de que Dios logró (¡y logra todavía!) los resultados que quiere obtener usando
gente común y corriente, así como la mejor dotada, testifica sin duda que la obra es de él.
“No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”
(Zacarías 4:6). “Mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). Hageo no
habló con base en una autoridad propia, sino que en los 38 versículos que ocupa su libro
menciona la autoridad de Dios cerca de 15 veces.
3. Destinatarios (v. 1). Por lo menos, los primeros destinatarios del mensaje fueron los
líderes Zorobabel y Josué. El primero, denominado por Hageo “gobernador de Judá”, era
del linaje de David, factor que sin duda hizo que las autoridades persas favorecieran su
nombramiento. No cabe duda que tenía una posición de verdadera autoridad, aunque no se
sabe con certidumbre ante quién era responsable. Tampoco se sabe por cuánto tiempo tuvo
Zorobabel el mando, puesto que su nombre no se vuelve a mencionar después de 520 a.C.
Esas dudas no afectan en nada la historicidad del libro de Hageo.
Josué era el sumo sacerdote, como se mencionó en el primer capítulo. Le tocaba la gran
responsabilidad de dirigir el aspecto religioso de la comunidad.
Conviene comentar aquí que en este versículo se encuentran presentes de nuevo los
elementos de la teocracia que Dios había planeado para Israel: había un profeta, un
sacerdote y un rey, aunque en el caso del último mencionado, ostentaba el título de
“gobernador”. Es interesante observar que el mensaje profético llegó a esos dirigentes
como en los días anteriores en que los líderes obedecían a Dios. Cuando los líderes dejaron
de hacerlo, los mensajes de Dios llegaban directamente al pueblo, pero siempre a través de
los profetas.
La palabra de Dios (vv. 2, 3, 5). En el v. 2 se identifica al originador del mensaje:
“Jehová de los ejércitos”, frase que habla de Dios como el Todopoderoso, es decir, como
alguien que tiene a su entera disposición todo el poder del cielo y de la tierra. Esto quiere
decir que Dios tiene la capacidad de hacer todo lo que está de acuerdo con su carácter santo
y su voluntad soberana. Guiado por el Espíritu Santo, Hageo empleó ese título 14 veces en
sólo 38 versículos.
Actitud del pueblo (vv. 2–4). La primer referencia que se hace a la actitud de los
israelitas está incluida en el mensaje dirigido a Zorobabel el gobernador y a Josué el sumo
sacerdote. Dios se reconstruir la casa de Jehová ahora”. Bueno, “conveniente” no lo era,
pero pensando de esa manera, jamás lo sería. Es decir, nunca hay un tiempo totalmente
ideal para hacer la obra de Dios, ni perfecto en que no haya oposición del maligno, ni
contratiempos y además, contando con todos los recursos necesarios a la mano. Si
esperamos a que se dé semejante ideal utópico, quiere decir que nos quedaremos esperando
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para siempre y sin hacer la obra de Dios. Precisamente eso era lo que estaban haciendo los
judíos.
En efecto, la situación no era ideal. Había oposición de parte de los samaritanos.
Asimismo, había una crisis económica, causada en parte por la sequía persistente. Además,
la situación internacional era causa de alarma. Pero, aunque todo eso servía de excusa al
pueblo, Dios no aceptó que hubiera suficientes razones para no seguir adelante con la
restauración del templo. La frase “este pueblo” (en vez de “mi pueblo” o “el pueblo de
Dios”) indica que su actitud había levantado una barrera entre el pueblo y su Dios.
Hageo hizo todavía otra presentación del problema al confrontar al pueblo mismo, esta
vez en forma de pregunta “¿Es para vosotros tiempo?” (v. 4) pero siempre con base en la
misma autoridad: “…vino palabra de Jehová sobre el profeta Hageo” (v. 3). La frase “casas
artesonadas” (v. 4) indica que el pueblo se había dedicado no sólo a la construcción de sus
casas propias, sino también a adornarlas. Es cierto que Jerusalén estaba pasando por una
crisis económica, pero debemos tener en cuenta que una gran parte de la gente que regresó
había disfrutado de una prosperidad singular en Babilonia, por eso trajo dinero consigo a
Jerusalén. Quiere decir que tenían con qué pagar el adorno de sus casas. La pregunta enfoca
la queja de Dios y Hageo; el pueblo tenía dinero, tiempo y deseo de invertir en sus propias
casas, incluso adornarlas con bastante lujo, pero abandonaron la casa de Jehová y la dejaron
sin terminar.
¿Qué había pasado cuando era evidente que el pueblo había regresado de Babilonia con
la comisión de reconstruir el templo? Sencillamente, sus prioridades habían cambiado. Tal
vez eso se debía a la oposición de parte de los samaritanos, o por la incertidumbre de la
situación internacional, o aun por las malas condiciones económicas. No se da la razón
exacta, pero obviamente abandonaron sus propósitos iniciales, que eran nobles e
importantes, y los cambiaron por otros fines egoístas.
Por supuesto que el punto principal de todo esto no era condenar que tuvieran casas
atractivas, sino la importancia que tiene el saber reconocer las prioridades. En ese caso,
Dios y el profeta criticaron a quienes tomaban las decisiones, porque no tenían a Dios y su
voluntad como prioridad número uno. El mundo y la vida están llenos de factores que, si
los dejamos, puedan torcer las normas que han de regir nuestras vidas. Además el maligno
es muy astuto y manipula esos factores, procurando hacernos cambiar nuestras prioridades.
Es obvio que eso fue lo que pasó en Jerusalén en aquel entonces.
La exhortación de Dios (v. 5). La primera exhortación era que meditaran: “Pues así ha
dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos”. La pregunta del
versículo anterior fue una llamada de atención, pero se podría considerar algo indirecta; no
obstante, el versículo 5 es más directo. Literalmente, Hageo decía que el pueblo tenía que
enfocar su corazón sobre los caminos de Dios. Es como si dijera: “¡Deténganse!
¡Reflexionen! ¡Repasen los detalles de por qué están aquí y cómo han desempeñado sus
responsabilidades! ¡Entiendan!” En segundo término, el significado que, a propósito, es la
idea básica del modismo hebreo, quería comunicar que no era suficiente solamente con
recordar, sino que debían reflexionar con el fin de entender.

¡PENSEMOS!
Dios exige a sus hijos el examen de corazón, pero es
importante tomar en cuenta que Dios, por su parte, ya lo ha
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hecho: “Oh Jehová, tú me has examinado y conocido”


(Salmos 139:1). Con qué razón, a fines de ese mismo salmo,
el autor, sabiendo cómo actúa Dios, y conforme con ese
conocimiento, dijo: “Examíname, oh Dios, y conoce mi
corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos” (v. 23).
¡Qué bueno es cuando el creyente actúa conforme a la
manera en que Dios lo hace!
La palabra “meditad” y la práctica que ella demanda, parecen ser dos de los conceptos
favoritos de Hageo, porque la emplea cinco veces a través del libro (1:5, 7; 2:15 y dos
veces en 2:18).
El primer enfoque de la reflexión: trabajo que no es productivo (v. 6). Parecía que el
pueblo no entendía lo que le estaba pasando, esa confusión siempre resulta cuando uno no
contempla su situación a través de lo que Dios ha dicho. Obviamente el pueblo no aceptó la
perspectiva de Dios, ni estaba marchando al compás de su voluntad revelada, lo que en
verdad se traduce en desobediencia, y ésta siempre es pecado.
¿Cuáles eran los resultados? En el área de las siembras y cosechas, la gente estaba
desanimada porque no se cumplían sus expectativas. En cuanto a la comida, el pueblo no
estaba satisfecho, y tampoco con lo que bebía. Tampoco lo estaba en cuanto a la ropa, o por
falta de fondos para reponer la gastada, o porque sencillamente la que tenía no le satisfacía,
¡el pueblo estaba harto! Los sueldos que ganaban con el sudor de sus frentes no llenaban
sus necesidades económicas. ¡La gente estaba desesperada! No cabe la menor duda que la
situación era difícil y el sufrimiento agudo. Pero les hacía falta entender por qué les
sucedían tales cosas. No habían captado la razón que había detrás de lo que les pasaba, que
era la mano disciplinadora de Dios.
Lista de calamidades 1:7–11
La segunda exhortación de Dios vuelve a ser “meditad” (vv. 7–8). Otra vez Jehová
pone a consideración de su pueblo el estilo de vida que no toma en cuenta el enfoque
divino.

¡PENSEMOS!
A través de casi toda la historia de la humanidad, el ser
humano veía con celo a los pájaros por su capacidad para
volar e hizo todo lo posible por emular esa acción. Sin
embargo, el hombre no está preparado para volar así. Ha
inventado aviones y cohetes, aparatos que le pueden impeler
por el aire, pero por sí solo, no puede volar; no tiene alas, ni
la estructura anatómica para hacerlo. De la misma manera,
sin la luz de Dios provista por su palabra y el ministerio del
Espíritu Santo, el hombre no puede ver las cosas desde la
perspectiva correcta. A menos que contemple su situación,
su ambiente y su vida a través de la lente que es la voluntad
revelada de Dios, su desorientación está garantizada.

“EL TEMOR DE JEHOVÁ ES EL PRINCIPIO DE LA


SABIDURÍA Y EL CONOCIMIENTO DEL
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SANTÍSIMO ES LA INTELIGENCIA”
(PROVERBIOS 9:10).
En su primera etapa, la aparición por segunda vez del término “meditad” contempla el
futuro y no el pasado. Señala el quehacer, la responsabilidad que tenía la gente de seguir
adelante con la reconstrucción del templo.
Se les dan tres instrucciones específicas: (1) “Subid al monte”, (2) “traed madera”, y (3)
“reedificad la casa”.
Quizá “el monte” se refiere al área que estaba alrededor de Jerusalén. En esa época,
debido en parte al tiempo transcurrido entre la destrucción bajo Nabucodonosor y el regreso
del remanente, los árboles habían crecido y había bastante madera.
Enseguida, es notable que el Señor especificara la “madera”. Es probable que las
piedras originales del templo y otras construcciones de la antigua Jerusalén todavía se
encontraran tiradas por allí; no así la madera que fue consumida debido a la destrucción por
fuego. Esas piedras originales se podrían haber usado de nuevo en la reedificación,
haciendo innecesario buscar piedras. Antes (Esdras 3:7) había existido un contrato para
traer madera de cedro del norte. No se sabe si el pedido de madera fue entregado o no, ni
tampoco si todavía estaba disponible. ¿Será que la usaron en la construcción de sus casas
particulares? Lo cierto es que tuvieron que buscar la madera que se necesitaba en los
bosques locales.
“YO PONDRÉ EN ELLA MI VOLUNTAD, Y
SERÉ GLORIFICADO,
HA DICHO JEHOVÁ” (HAGEO 1:8).
¡PENSEMOS!
Al estudiante bíblico le conviene investigar exactamente
cómo puede glorificar a Dios. Aquí en Hageo y en eso de la
reedificación del templo hay una ilustración que aclara dicho
concepto. La versión Reina Valera emplea la frase “y pondré
en ella mi voluntad” (v. 8), pero el hebreo usa “para que me
complazca”. Lo que complace a Dios es lo que está
completamente de acuerdo con él, lo que demuestra una
concordancia total con su divina voluntad, ni más, ni menos.
Dios será glorificado en el creyente cuando esté totalmente
conformado a la voluntad divina. Cuando el pueblo de Dios
cumple con la voluntad del Altísimo, glorifica el nombre
divino. Una vez más, se nota que la palabra clave es
“obedecer”.
Explicación de las dificultades (1:9–11). En realidad, desde el principio, el pueblo
nunca alcanzó sus expectativas. Por una u otra razón, esperaba a tener condiciones más
favorables, buenas cosechas que trajeran buenas ganancias y una vida bastante confortable.
Pero, no, lo poco que cosechaba no les daba prosperidad.
¿Por qué? ¿Cuál era la causa? No se les ocurría que detrás de sus calamidades estaba la
mano disciplinadora de Jehová. Hageo les comunicó fielmente la palabra de Dios que
decía: “por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa” (v.
9b). Entonces, no se podía culpar a las condiciones económicas o políticas ni achacar el
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asunto a “la mala suerte”. Eligieron construir sus casas en vez de la casa de Dios. Y las
circunstancias adversas que les sobrevinieron fueron resultado directo de su desobediencia,
que en sí se debió a sus prioridades mal establecidas.
Lecciones. Primera. Debemos tomar decisiones con base en nuestras prioridades. Hageo
enseña que Dios debe tener la prioridad más alta. Ni el soldado ni el siervo tienen derecho a
anteponer sus preferencias a las de su líder o amo, y la vida de un creyente se ha comparado
tanto con un soldado como con un siervo.
Segunda. La mano disciplinadora de Dios sigue funcionando, él provee la presión y
corrección que sus hijos recalcitrantes necesitan. Empuja, tira y presiona. Controla las
circunstancias de nuestra vida, todas ellas, y lo hace siempre para irnos conformando a la
imagen de Cristo.
Tercera. Puede ser que aquellas cosas que llenan nuestra vida, impidiendo nuestra
obediencia inmediata o completa a la palabra de Dios, no sean malas en sí, ni inmorales ni
antibíblicas. No obstante, el creyente tiene que tener mucho cuidado y no dejar que “lo
bueno” tome el lugar de “lo mejor”.

3
Pocas palabras, presencia
poderosa
Hageo 1:12–15
La diferencia entre las palabras “duda” y “deuda”, sólo es de una letra, pero hay un
mundo de diferencia en el sentido de ambos vocablos. El primero es un término de
incertidumbre y nos hace pensar en Santiago 1:8: “El hombre de doble ánimo es
inconstante en todos sus caminos”. Antes de escuchar el mensaje de Hageo, el pueblo de
Israel vivía y trabajaba con muchas dudas, especialmente en cuanto a si debía realizar o no
la reedificación del templo. Esas dudas produjeron el ambiente adecuado para que los
repatriados formularan su lista de excusas. Peor todavía, los indujeron a oponerse a la
voluntad de Dios.
Es precisamente aquí donde se introduce la otra palabra, “deuda”, que es una obligación
contraída. En asuntos de deudas, el que debe no tiene derecho a decidir si quiere pagar o no.
Está obligado a liquidar su adeudo. Efectivamente así era con los judíos del remanente. La
reconstrucción del templo no era sólo idea de unos cuantos líderes civiles orgullosos,
deseosos de restaurar la gloria que habían tenido en épocas pasadas. Tampoco se trataba
sólo de una sugerencia de parte de un rey pagano, aunque es obvio que Dios usó al rey
Ciro. Por lo que relata el primer capítulo de Hageo, es claro que Dios estaba detrás de todo
ello y que estaba ofendido por la demora. La reconstrucción del templo era una obligación
del pueblo, no sólo una opción. Así la palabra clave del pasaje es “deuda”.
Con cuánta razón el profeta les dijo dos veces en los primeros siete versículos:
“¡Meditad sobre vuestros caminos!” Le conviene al pueblo de Dios detenerse a examinar y
considerar su vida a la luz de lo que Dios ha dicho. Como en aquel entonces, cuando la
comunicación de lo que Dios quería que hiciera el hombre en cuanto al templo era la
revelación de la voluntad divina para esa gente, así es la palabra escrita de Dios para los
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creyentes de la actualidad. Las lecciones de este librito se pueden, más bien, se deben,
aplicar al pueblo de Dios de hoy.
SEGUNDO MENSAJE: POCAS PALABRAS, PRESENCIA
PODEROSA 1:12–15
Disposición del pueblo a responder 1:12
Los líderes. Hubo una reacción positiva al mensaje del profeta, y Hageo mencionó
primero a los líderes. Infortunadamente, la historia de los judíos no siempre fue así, ni en
Judá, ni mucho menos en Israel del norte. Los libros históricos de la Biblia están repletos de
ejemplos de reyes, jefes y líderes religiosos judíos que rechazaron el mensaje de Dios
presentado por sus profetas. Sin embargo, en la ciudad de Jerusalén, más o menos en el año
520 a.C., y por boca del profeta Hageo, el mensaje de Dios fue entregado y recibido.
Decimos “recibido” porque bajo la dirección del Espíritu Santo el profeta usó la palabra
“oyó”, término que abarca mucho más que la capacidad de captar con el oído el sonido de
unas cuantas vocales y consonantes. Por supuesto, eso lo hicieron, pero la palabra quiere
decir que recibieron el mensaje y lo obedecieron. (En efecto, en Génesis 22:18 así se
traduce la misma palabra: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por
cuanto obedeciste a mi voz”.) Por otro lado, aquellos reyes y líderes religiosos de la historia
de la nación que no “oyeron”, no es que fueran físicamente sordos, sino que no tuvieron la
disposición de responder al mensaje de Dios como él quiso. Entonces, ¿cómo fue que los
líderes respondieron al mensaje de Hageo? ¿Por ser un buen orador? Pues no, diríamos que
no lo era, pero esa no fue la razón. Otros predicadores magníficos (Isaías y Jeremías, por
ejemplo) no tuvieron siempre el mismo éxito.
“TENDRÉ MISERICORDIA DEL QUE TENDRÉ
MISERICORDIA, Y SERÉ CLEMENTE PARA CON EL
QUE SERÉ CLEMENTE”
(ÉXODO 33:19B).
¡PENSEMOS!
La verdadera pregunta es: ¿cómo es que el hombre
pecador de cualquier época y circunstancias, puede
responder positivamente a lo que dice Dios? El inconverso,
de por sí, no busca a Dios. El apóstol Pablo, haciendo
referencia al Salmo 14, escribió en Romanos 3:10: “No hay
quien entienda. No hay quien busque a Dios”. Además,
aunque quisiera hacerlo, el hombre inconverso no puede
entender los asuntos espirituales. En 1 Corintios 2:14 dijo:
“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del
Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente”. Ni el
creyente mismo, dependiendo de sus capacidades naturales,
tiene con qué responder y entender. De hecho, si el hombre
va a responder, Dios tiene que tomar la iniciativa. Nuestro
Señor Jesucristo lo expresó así en el Nuevo Testamento:
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le
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trajere” (Juan 6:44). La obra del Espíritu Santo es preparar


el corazón del que Dios quiere que le responda. Los líderes
de Israel de tiempos de Hageo obviamente disfrutaron de ese
ministerio del Espíritu.

LA OBRA ES DEL SEÑOR


El resto del pueblo. Esta frase, empleada en varias partes del relato, se refiere a todos
los judíos que había en la tierra prometida de aquel entonces, tanto los que dejó
Nabucodonosor en 586 a.C., como los que regresaron de Babilonia. A veces, ese grupo se
denomina como “el remanente”. Aunque no estuvo incluido en la primera confrontación
(1:1), en el v. 12 el pueblo respondió de la misma manera que sus líderes: creyó.
Lo que tocó el corazón del pueblo fue el mensaje del profeta, mismo que la gente
reconoció como “la voz de Jehová su Dios”. ¡Qué bueno que les fue posible identificar que
el auténtico mensaje divino se encontraba en labios de un hombre! Quiere decir que el
profeta exhibía una fidelidad completa a Dios. ¡Ojalá pudiéramos decir lo mismo de todos
los que pretenden ser mensajeros de Dios!
Los israelitas no solamente obedecieron, sino que el autor agrega que “temió el pueblo
delante de Jehová”. En general, el concepto moderno de este término quiere decir
“reverenciar”. Sin embargo, la idea que muchos tienen acerca de lo que es “la reverencia”
es muy deficiente. Para esa gente equivale solamente a quedarse callado en cierta parte del
culto o servicio público, y a veces, ¡no tan “callados” como debieran! “Temer a Dios” es
mucho más que eso. Es quedarse callado por lo tremendo, lo majestuosamente abrumador
que es nuestro Dios. Expuesto a la santidad y grandeza de Dios, Ezequiel cayó en tierra y se
postró sobre el rostro (Ezequiel 1:28). Una experiencia semejante tuvo el apóstol Juan:
“Cuando le vi, caí como muerto a sus pies” (Apocalipsis 1:17).
Ahora bien, habiendo dicho lo anterior en cuanto a “temer a Dios”, tenemos que
confesar que la palabra empleada aquí en Hageo 1:12 contempla la idea de consternación o
terror. Es la misma que Moisés usó al describir el miedo que sintió la gente al ver el fuego
de Dios en el monte Sinaí (Deuteronomio 5:5). En Hageo, la gente tuvo esa misma reacción
al reconocer que las dificultades que estaba padeciendo (la sequía, etc.) se debían a la
disciplina de Jehová. La pedagogía de Dios depende de su carácter absolutamente perfecto
y para aplicarla, emplea sus recursos sin límite.
Disposición de Dios: su presencia v. 13
Hageo se identifica en el versículo 14 con el doble encomio del “enviado de Jehová” y
el que “habló por mandato de Jehová”. El profeta no inventó su mensaje, sino que fue fiel a
su Dios y su llamamiento y comunicó precisamente el mensaje de ese Dios. Con la misma
autoridad con que confrontó a la gente por sus faltas, el profeta ofreció un mensaje de gran
aliento.
“Yo estoy con vosotros”. Sabiendo de la doctrina de la omnipresencia de Dios (que
Dios está en todas partes, todo el tiempo, sin excepción), posiblemente algunos pensarían
que esa no fue una promesa ni tan oportuna ni tan especial. Sin embargo, se equivocan de
dos maneras. Primero, la omnipresencia de Dios es una grande e importantísima doctrina,
no importa en qué página de la Biblia aparezca.
Pero en segundo lugar, la frase “yo estoy con vosotros”, tal y como la empleaba Hageo,
no tenía que ver con la omnipresencia, sino con una relación, y por ese medio, Dios les
ofreció su dirección. Idéntica expresión de aliento la recibieron Moisés (Éxodo 3:12),
Gedeón (Jueces 6:16), y Jeremías (1:8). Dicha promesa de la presencia personal de Jehová
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era lo que les animaría a empezar de nuevo el trabajo, y les proveería de la inspiración
espiritual para terminar la construcción.
El estudiante bíblico habrá reconocido que el Nuevo Testamento también contiene una
promesa similar. Los discípulos la recibieron de labios del Señor Jesucristo mismo, cuando
les dio lo que se suele llamar la gran comisión. Él sabía que la tarea era grande y las
dificultades muchas, pero la promesa alentadora de su presencia, guiándolos y apoyándolos,
los fortalecería en toda la tarea. Como la obra es de él, qué bueno que existe la promesa de
que su presencia estará con los obreros encargados de cumplir la tarea.
“DIOS ES NUESTRO AMPARO Y FORTALEZA,
NUESTRO PRONTO AUXILIO EN LAS
TRIBULACIONES” (SALMOS 46:1).
Disposición del pueblo a trabajar 1:14–15
La buena disposición del pueblo para trabajar fue posible gracias a un solo factor: “Y
despertó Jehová el espíritu” de ellos. Tanto los líderes como el pueblo estaban atendiendo
sólo sus propios intereses y eran indiferentes a la obra de Dios. Sin embargo, Jehová
despertó su espíritu. Tanto Zorobabel el gobernador, como Josué el sacerdote y “el resto del
pueblo”, oyeron el mensaje de Dios enviado a través del profeta. La idea del término
“despertar” es totalmente opuesta a la actitud indiferente que previamente mostraban.
El espíritu es el aspecto del ser humano que está asociado con la mente, el raciocinio, la
conciencia, etc., factores todos que se combinan para dar forma a la vida. El espíritu del
hombre es susceptible a la inspiración y puede ser movido y conmovido. No ha de ser
extraño que el Dios y creador del hombre, inclusive de todos los componentes del espíritu
del hombre, aprovechara su uso para llevar a cabo su voluntad.
“Y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová”. La situación en el capítulo 1 de Hageo
era distinta a la de la construcción del templo de Salomón en años anteriores, cuando
menos, en dos aspectos. En primer lugar, el principio del trabajo en tiempos de Hageo
demandaba que se limpiara el sitio. Se tenía que quitar el escombro del templo que había
sido destruido cuando Nabucodonosor invadió la ciudad. Los trabajadores de tiempos del
rey Salomón no tenían semejantes obstáculos. Otra gran diferencia era que los trabajadores
del tiempo de Hageo eran voluntarios, mientras que los de la construcción de Salomón lo
hicieron a la fuerza (1 Reyes 9:15).

¡PENSEMOS!
El remanente no solamente escuchó el mensaje, sino que
también respondió a él. Surge entonces la pregunta: ¿cómo
escuchamos nosotros cuando se proclama la palabra de
Dios? Algunos consideran la predicación como
entretenimiento y, si les complace, regresan el siguiente
domingo. Infortunadamente, hay iglesias que más parecen
circos o teatros que tratan de satisfacer la cada vez mayor
sed de diversión religiosa. Otros lo consideran una
oportunidad para criticar el contenido del mensaje, o bien la
metodología del predicador, o las ilustraciones empleadas, o
la voz, o la ropa, o el pelo, o la esposa del pastor, o el coro, o
un montón de otras cosas. Gracias a Dios, todavía quedan
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unas cuantas personas que quieren saber lo que ha dicho


Dios y lo que él quiere que hagan. Todavía hay otra
pregunta: ¿Hay algunos mandatos de Dios que todavía están
desatendidos en su vida?

4
Animando a los desalentados
Hageo 2:1–9
El papel de un mensajero de Jehová era fácil de definir, pero a veces, difícil de cumplir.
Digo “fácil de definir” porque no le tocaba hacer ni más ni menos que la voluntad de Dios y
comunicar exactamente lo que él decía. No tenía que inventar nada. No tenía que ser
creativo, o cuando menos, no tenía que depender de su propia creatividad. Lo que se
demandaba de un profeta era que fuera fiel a Dios. Algunos dirían que precisamente ese
punto era el difícil de cumplir.
En el caso del profeta Isaías, prácticamente se le dijo que no tendría éxito y que tenía
que confrontar a la gente con mensajes como: “Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto,
mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus
ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se
convierta, y haya para él sanidad” (Isaías 6:9–10), dando a entender que la gente quería oir
otra cosa. La suya fue una misión bastante difícil, pero no fuera de lo común. El caso de
Ezequiel, entre otros, fue igualmente difícil (Ezequiel 2:3–5). En verdad, ese aspecto del
ministerio de profeta era duro.
Por otro lado, también tenían el gran privilegio de animar al pueblo de Dios, de
comunicarle las misericordias y bendiciones de Jehová. Tampoco en esa clase de
comunicación le tocaba al profeta ser innovador, sino fiel a lo que decía su Dios.
La primera comunicación del profeta Hageo criticó al remanente por su pereza en el
trabajo de reconstrucción del templo. El enfrentamiento no es fácil, aunque uno procure
hacerlo con mucho amor y cuidado. En ese caso, la gente respondió bien a la llamada de
atención, pero sólo cuatro semanas después, el profeta se dio cuenta de que había aun otra
demora. No se sabe con certeza el porqué, pero el pueblo se había desanimado y le tocaba
al profeta volver a tratar el asunto, en especial hacerle recordar el mensaje animador de
Jehová.
TERCER MENSAJE: UNA PALABRA DE ALIENTO 2:1–9
El pueblo abatido 2:1–3
Interrupciones legítimas. El sentido de la presente sección se entenderá mejor si
reconocemos que todavía no se había obtenido mucho progreso en la reedificación del
templo. En parte se debía a los legítimos eventos religiosos programados de acuerdo a la
ley. Las cuatro semanas entre la fecha mencionada en Hageo 1:15 y la de 2:1 incluyeron
días festivos durante los cuales la ley prohibía el trabajo: La fiesta de las trompetas
(Números 29:1), el día de la expiación (Levítico 23:26–32) y la fiesta de los tabernáculos
(que duró una semana, Levítico 23:33–36).
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¡PENSEMOS!
Las arriba mencionadas “interrupciones” religiosas (las
fiestas) habían sido programadas por Dios en su plan eterno
y entregadas a los judíos siglos antes a través de Moisés.
Conociendo el carácter de Dios tal y como se revela en su
palabra, entendemos que él sabía desde toda la eternidad lo
que iba a suceder en las semanas que transcurrieron entre
Hageo 1:15 y 2:1. Es decir, que había trabajo por hacer,
pero también había responsabilidad “religiosa”, es decir,
mandamientos de Jehová que tenían prioridad y que debían
atender y obedecer. Si el remanente hubiera reconocido eso,
el factor “interrupción” hubiera desaparecido. Lo habrían
reemplazado por: “Nos anima bastante que Jehová nos haya
dado oportunidades para adorarlo y darle gracias”. Esta es
otra indicación de la necesidad de ajustarnos a lo que la
Biblia nos enseña del carácter de Dios. En otras palabras, la
“teología” (lo que la Biblia revela de Dios) es de suma
importancia en todos los aspectos de la vida, y el creyente
tiene que reconocer que no está controlada por la fortuna,
sino por un Dios soberano.

“YO SOY DIOS, Y NO HAY OTRO DIOS, Y NADA HAY


SEMEJANTE A MÍ, QUE ANUNCIO LO POR VENIR
DESDE EL PRINCIPIO, Y DESDE LA ANTIGÜEDAD
LO QUE AÚN NO ERA HECHO”
(ISAÍAS 46:9B–10).
La interrupción por reacciones inapropiadas. La última fiesta anteriormente
mencionada (de los tabernáculos) fue instituida por Jehová para que fuera un tiempo de
regocijo por la cosecha. Sin embargo, debido a la sequía de tiempos de Hageo, la misma
fiesta vino a ocasionar tristeza y desánimo. Un factor adicional era que el gran templo de
Salomón fue dedicado precisamente en la fiesta de los tabernáculos, lo que incitó al
remanente a hacer comparaciones que los desanimaron. Además, el escombro estaba tirado
por todas partes, una evidencia de la destrucción de aquel magnífico edificio construido en
la época de gloria de los judíos. Por varios motivos, lo que había principiado bien (el
trabajo, 1:14), se había estancado. Se había realizado muy poco trabajo en el sitio del
templo y probablemente se apreciaban pocos resultados visibles; por eso, la gente estaba
desanimada.
La intervención del profeta (2:1–3).
a) El mensaje de Dios. “Vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo” (2:1).
Ese era el proceso normal, puesto que por muchos siglos, Dios se había dignado
comunicarse con el pueblo de esa manera. El profeta debía convertirse en un canal para
entregar fielmente lo que había recibido de Jehová. Esta vez la comisión divina exigió que
Hageo hablara con el líder civil (Zorobabel), con el religioso (Josué), y con el “resto del
pueblo” (2:2). Esto quiere decir que no se dejó fuera a ninguno; el mensaje se dirigió a los
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principales y al pueblo a la vez, puesto que todos tenían alguna responsabilidad en la


demora, y todos estaban desanimados.
La introducción se hizo en forma de pregunta con el fin de que llegara al meollo del
problema: “¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su gloria primera,
y cómo la veis ahora?” Prácticamente era una invitación a comparar el estado lamentable en
que se encontraba el sitio del templo con la celebrada arquitectura, mano de obra y adorno
del anterior que lo habían caracterizado. A primera vista, esa comparación parecía diseñada
para aumentar el desánimo del pueblo más bien que para mitigarlo.
b) El templo de Dios. Convendría aquí tocar el tema del templo de Salomón y en
especial, la frase “en su gloria”. Debido al tiempo que había transcurrido, sería imposible
que en tiempos de Hageo hubiera un sobreviviente que hubiera visto el templo en los días
de su gloria, por decirlo así, cuando alcanzó su apogeo el siglo de oro de la época
salomónica. Es más, después de los tiempos del rey Salomón, no tardó mucho en darse el
deterioro progresivo del templo cuando por el tributo, el soborno o la guerra, los adornos
fueron quitados y el templo fue despojado de su oro y otros objetos de valor. Por cierto que
quedó en pie su gran arquitectura hasta la conquista de Nabucodonosor, pero el edificio,
aunque todavía impresionante, no era más que la sombra de lo que había sido antes.
Aquí en 2:3 es probable que el profeta estuviera haciendo referencia a los ancianos
presentes, quienes en su niñez vieron los edificios del templo, grandes e imponentes—sobre
todo para un niño. Como se ha dicho, la arquitectura permaneció impresionante hasta la
destrucción de la ciudad de Jerusalén por Nabucodonosor, aunque sus adornos ya habían
desaparecido.
c) La razón de las preguntas. Ahora volviendo al porqué de la pregunta (en realidad, dos
preguntas) que parecieron aumentar el desánimo que disminuirlo, tal vez la clave está en la
frase: “esta casa”, que fue pronunciada en el sitio del templo, pero entre los escombros del
de Salomón. Aunque los historiadores han contado varios templos, Jehová siempre
consideró que sólo existió un templo. Los judíos de tiempos de Hageo estaban muy
decepcionados a causa del tamaño reducido del edificio propuesto y los escasos recursos
con que contaban. Con justicia lamentaban la falta de adornos, la carencia de metales
preciosos, de madera fina y costosa. En resumen, las cosas materiales que ellos
consideraron indispensables para restaurar el edificio que construyó Salomón a su gloria
antigua.
Si bien es cierto que esos factores contribuyeron a la fama de aquel templo, Dios no
consideraba que su gloria consistía en su belleza arquitectónica, o en su tamaño o en sus
adornos costosos. La verdadera gloria del templo consistía en lo que era (la casa de Dios)
no en cómo era (bonito, adornado, o grande). Por eso, Hageo les hizo esas preguntas para
enderezar el enfoque equivocado de los judíos. Si hubieran seguido su idea de que la gloria
dependía del decorado y la gran inversión de fondos, hubieran equivocado por completo el
propósito del templo. Hubiera habido orgullo por el adorno en vez de humildad en la
adoración.
Palabra de aliento 2:4–5
La exhortación (v. 4a). Dirigido siempre a las tres entidades, al gobernador, al sumo
sacerdote y al “pueblo todo de la tierra” (v. 4), el profeta los exhortó a esforzarse. El verbo
que se usa tres veces en el versículo 4 se debe traducir de la misma manera en todas las
ocasiones, “esfuérzate”. El trasfondo de esa palabra en el idioma hebreo está en el concepto
de “tomar” o “asirse”, y en cierto sentido se podría traducir aquí en Hageo, como
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“¡sosténte!”. La idea es que la gente tenía que esforzarse de una manera muy especial. Si
bien es cierto que la palabra incluye las ideas de fuerza física y moral, la exhortación aquí
no se refería, por ejemplo, a la comida o a la dieta que podía producir más fuerza física.
Tampoco alude al ejercicio corporal que podía producir musculatura.
Regresando al concepto de “tomarse” o “asirse” de algo, esa gente tenía que aferrarse a
lo que Dios les había dicho. En esas condiciones, Dios les transmitiría el esfuerzo, el ánimo
que la gente necesitaba para cumplir con la tarea.

¡PENSEMOS!
Alrededor de nueve siglos antes de la exhortación de
Hageo, el mensaje “esfuérzate” fue presentado a otro líder, a
Josué. Éste se encontraba frente a una tarea dificilísima. No
solamente tenía que seguir al gran líder, Moisés, el único que
hablaba cara a cara con Dios, sino que también tenía que
conducir al pueblo de Dios, históricamente reconocido como
terco, para que combatiera a los paganos, a ciudades
fortificadas y a gigantes. ¿Cómo podría cumplir con
semejante tarea tan exigente? Tres veces (Josué 1:6, 7, 9) le
fue dicho: “¡Esfuérzate!” Tres veces recibió la exhortación a
aferrarse a lo único que le podría proveer lo necesario para
tratar con amigos y enemigos: la palabra de Jehová: “Tú
repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré
a sus padres que la daría a ellos” (Josué 1:6). A la verdad,
¿qué importan los obstáculos frente a semejante garantía?
Nosotros también cobramos ánimo basándonos en las
garantías de Dios.

“NO TE DESAMPARARÉ, NI TE DEJARÉ”


(HEBREOS 13:5).
No se debe pasar por alto que después de las repetidas exhortaciones “¡Esfuérzate!”
vino otra: “¡Trabajad!”. El profeta continuó haciendo lo que Jehová consideraba
importante, lo que Esdras había principiado tantos años antes, lo que hasta un rey pagano
reconoció como lo más importante, pero que esa gente había menospreciado. ¡Qué fácil es
equivocar las prioridades!
La repetición de la promesa (v. 4b): “Yo estoy con vosotros”. El profeta había
comunicado la misma promesa un mes antes (1:13), pero hubo necesidad de volver a
repetirla al pueblo otra vez. No nos debe extrañar la reiteración, puesto que la repetición es
la clave del aprendizaje. Además, esa gente desanimada tenía que oirla otra vez. Jehová
estaba ofreciendo el antídoto para el desánimo: creer en las promesas de Dios que no fallan.
Todavía estaban vigentes los elementos del pacto hecho con el pueblo de Israel cuando
salió de Egipto (v. 5), así como la presencia del Espíritu de Dios (v. 5). Asimismo, todavía
estaban en vigor las promesas referentes al futuro de Israel (2:6–9).
El propósito del templo 2:6–9
La gente lamentaba la falta de recursos para realizar la construcción primorosa del
templo y un ornato impresionante. El pueblo permitió que eso le afectara demasiado, y se
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desanimó. Sin embargo, Dios comunicó a través de su profeta que él había reservado lo
mejor (¡aún mejor que el templo de Salomón!) para una fecha que todavía era futura: “La
gloria postrera de esta casa será mayor que la primera” (2:9).
Esta sección incluye algo profético y milenial, cuando Cristo reine literalmente desde el
trono de David. De acuerdo con el versículo 6, un elemento básico del plan de Dios es: “de
aquí a poco haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas
las naciones” (2:6b–7a). No especificó la clase de sacudida que mandaría. Algunos afirman
que serán sucesos catastróficos parecidos a tempestades o terremotos. Otros consideran que
es una referencia a trastornos del gobierno persa. Es muy difícil aceptar la idea que
interpreta la frase “haré temblar” como equivalente a la conversión de las naciones. Más
bien, parece que Jehová estaba asegurando que todo estaría bajo su control, tanto la
naturaleza como las naciones, y que él estaría obrando inexorablemente para hacer que se
cumpla su plan milenial.
Entonces, ni el templo de Salomón, ni el de Zorobabel, ni el de Herodes, sino el templo
milenario es el que disfrutará de lo que de verdad es la gloria, la presencia del Mesías. En
otras palabras, Jehová tiene un horario para poner fin a “los tiempos de los gentiles” (el
dominio de las naciones gentiles sobre Jerusalén), una verdad que, combinada con la gloria
futura de la presencia del Mesías, debía animar a los que tenían que hacer el trabajo de
reedificación.
Añadió: “mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos” (2:8). Si Dios
hubiera considerado que el ornato de esos elementos era necesario, bien pudiera haberlo
suplido, moviendo el corazón del pueblo para que los ofrendaran. Más aún, cuando
semejantes recursos son necesarios para la obra de Dios, él no es limosnero que tenga que
mendigar. Él es el dueño de todo.

¡PENSEMOS!
Para un creyente es una locura dejar que la ansiedad
que acompaña a las necesidades materiales lo domine
cuando su Dios tiene recursos infinitos. Eso es lo que
comunicó a la gente de tiempos de Hageo, y nos lo comunica
hoy en día.

“ECHANDO TODA VUESTRA ANSIEDAD SOBRE ÉL,


PORQUE ÉL TIENE CUIDADO DE
VOSOTROS” (1 PEDRO 5:7).

5
Una palabra de bendición: la
obediencia es la clave
Hageo 2:10–19
Bendiciones. Todos queremos recibirlas, pero pocos son los que están dispuestos a
seguir el proceso que se requiere para obtenerlas. Muchos quieren disfrutar de lo que Dios
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ofrece, pero no conformarse a la metodología prescrita por él. Ese fenómeno es resultado
directo de la entrada del pecado en el huerto del Edén. Lo que caracteriza al pecado de
Satanás es el deseo de independizarse de Dios y cuando el pecado se introdujo en Edén, el
hombre también rompió sus ligaduras y desechó sus cuerdas (Salmos 2:3).
Anteriormente, lo que los habitantes de la tierra quisieron alcanzar con la torre de Babel
también muestra que querían lograr cierto destino que consideraban deseable, pero sin
tomar en cuenta el plan de Dios.
Las páginas de la historia de Israel están llenas de la misma evidencia. Aun el
incomparable Moisés, en un momento de egoísmo, demostró esa característica en Números
20:10, donde dijo: “¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?” El
pueblo era rebelde, y aun siguiendo la dirección de Jehová, Moisés, el instrumento que
Dios usaba, el gran líder de los judíos, se equivocó. En vez de hablar a la roca decidió
hacerlo en forma diferente; la golpeó. Por esa desobediencia, Jehová no le permitió cruzar
el río Jordán para entrar en la tierra prometida con los demás. Tal vez usted está pensando
que su actitud fue una obra de poca importancia y que no merecía un castigo tan fuerte.
Pero Dios dijo: “Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de
Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado” (Números
20:12). La verdad es que no le toca al hombre decidir cómo hacer la voluntad de Dios, sino
conformarse a ella por completo.
El rey Saúl, queriendo recibir la bendición de Dios, la buscó en forma incorrecta y
presentó un sacrificio a Dios (1 Samuel 13). Eso no le correspondía a un rey, sino a un
sacerdote, así que por haber desobedecido, Dios lo castigó. Esto confirma que obedecer es
mejor que presentar sacrificios (1 Samuel 15:22).
Por razón de que esa característica todavía persistía en tiempos de Hageo (sustituir la
obediencia por los sacrificios), al profeta le tocó contender con el remanente en ese aspecto.
El cuarto mensaje del libro narra esa experiencia.
CUARTO MENSAJE: UNA PALABRA DE BENDICIÓN 2:10–
19
El mal: su teoría 2:10–13
Como en los demás mensajes del libro, éste también tiene su lugar específico en la
historia de Israel. La fecha señalada, el día veinticuatro del mes noveno (llamado “Kislev”
por los hebreos) se cumplió aproximadamente dos meses después del último mensaje (2:1)
y tres meses después del comienzo del trabajo de reconstrucción (1:15). Una comparación
con Zacarías 1:1 indica que ese profeta había empezado su trabajo escasas semanas antes.
Su mensaje indica que la comunidad del remanente carecía de verdadero arrepentimiento.
En esa coyuntura, el remanente tenía dos profetas que simultáneamente hablaban del
mismo tema: la conducta dilatoria del pueblo en cuanto a la reedificación.
En esa ocasión, el profeta Hageo cambió su metodología. Antes había confrontado al
remanente con una exhortación directa; aquí utilizó preguntas para sacar a la luz o ilustrar
una lección importante. Primero, Hageo se dirigió a los sacerdotes. En general, esos
religiosos eran los guardianes e intérpretes oficiales de la ley que Dios entregó a los judíos
por Moisés. Al principio, sus opiniones en cuanto a esa ley o la interpretación de ella en
conjunto recibieron el nombre hebreo de tora. Entonces, cuando alguien consultaba al
sacerdote algún punto de la ley, su respuesta era una tora. En el decurso de la historia del
Antiguo Testamento, los primeros cinco libros de la Biblia en hebreo vinieron a llamarse
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“la tora”. En Hageo capítulo 2, el profeta, bajo mandato de Jehová (2:11), pidió a los
sacerdotes “una tora”, es decir, que dieran una interpretación auténtica.
La primera pregunta (2:12). La primera interrogante se relaciona con la transferencia
de la santidad. El contexto es el Antiguo Testamento, el sistema de la ley de Moisés y, en
especial, el trabajo del sacerdocio.
La carne santificada a la cual Hageo aludió era la dedicada al altar, la del sacrificio.
Debido a que dijo que la carne era llevada, se entiende que no era la del holocausto, porque
en esa ofrenda toda ella era consumida por el fuego. En otras ofrendas, excepto la de paz,
solamente un sacerdote podía manipular la carne. Si la pregunta tenía que ver con un
hombre cualquiera, entonces solamente pudo haber sido la carne de la ofrenda de paz. Pero,
en verdad, no importa mucho la ofrenda a la cual se refiere, sino al carácter de la carne de
los sacrificios; la carne santificada.
En concreto, la pregunta fue: Si esa carne santificada tocaba otra cosa (sea “o pan, o
vianda, o vino, o aceite”), ¿podría la carne santa pasar su cualidad santa al objeto que
tocaba? En otras palabras, ¿podría transferirse la santidad de una sustancia a otra? La tora
de los sacerdotes acerca de ese punto de la ley era correctísima. “No”, dijeron, “porque la
ley de Moisés enseña que no puede haber transferencia de santidad”.
La segunda pregunta (2:13). Esta parte de su interrogación a los sacerdotes enfoca la
opuesto a la primera: “Si un inmundo a causa de cuerpo muerto, tocare alguna cosa de
éstas, ¿será inmundo?” (v. 13). Los sacerdotes contestaron bien, “Inmunda será”. De
acuerdo con la ley mosaica, el contacto con un cadáver causaba un alto grado de
contaminación. Semejante condición impedía al individuo tomar parte en la adoración
organizada del pueblo de Israel, y a veces tenía que irse fuera del campamento. Además, si
ese individuo tocaba a otro, ese también llegaba a ser inmundo. La tora de los sacerdotes
estaba bien fundamentada.

¡PENSEMOS!
Hageo trató dos grandes principios que todavía siguen
vigentes en el universo. El ambiente adecuado y las buenas
compañías no son suficientes para hacer el cambio que se
requiere en el hombre. Algunos sociólogos afirman que con
tal de mejorar su ambiente, el individuo es capaz de cambiar
automáticamente. Esta es la idea de que la santidad se puede
transferir, pero Dios dice que no. El principio se nota en la
siguiente ilustración: Si hay una manzana podrida en una
canasta de manzanas ¿pueden las buenas comunicar su
buena condición a la podrida? Por supuesto que no. Por otro
lado, los sicólogos y los sociólogos tienen razón, porque
inconscientemente están de acuerdo con la Biblia, cuando
dicen que las malas influencias sí contaminan. Ellos no
ofrecen una solución adecuada al problema principal de
cómo hacer a un individuo bueno, pero sí entienden que un
ambiente malo es contagioso. Regresemos a la canasta de
manzanas. Las buenas no afectan a la mala, pero la mala sí
puede afectar a las buenas. No obstante, esa situación se
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puede modificar con el plan de Dios. El evangelio es un


mensaje transformador y logra lo que los sociólogos y la
sicología humanista no pueden hacer. Dios transmite al
individuo que acepta a Cristo como Salvador, todos los
recursos para efectuar el cambio que necesita. Un famoso
predicador de Inglaterra expresó la misma verdad de otra
forma. Dijo que el creyente no debe sorprenderse por la
explosión que causa su naturaleza que lleva tanta pólvora,
cuando se acerca demasiado a las chispas del mundo. Otro
comentarista decía que un padre sano no puede comunicar
su buena salud a su hijo enfermo, pero el hijo enfermo sí
puede transmitir la enfermedad a su padre.
En resumen, las preguntas y sus respuestas sacaron a la luz que la santidad no puede
pasarse de un objeto a otro o de una persona a otra. En cambio, la inmundicia sí es
contagiosa.
Entonces, el propósito de las preguntas (es decir, de las ilustraciones) del capítulo 2 era
hacer ver al remanente que la santidad del templo, o de las piedras del templo, o aun de la
mano de obra en la reedificación del templo, no se podía transferir a la gente que estaba
trabajando. El hecho de haber estado trabajando en una obra “santa” no santificaba al
obrero.
La maldad: su práctica 2:14
La declaración de su maldad (v. 14). A los sacerdotes les tocaba interpretar la ley; a los
profetas, aplicarla a la vida. A continuación, el profeta hace una acusación directa: “Así es
este pueblo y esta gente delante de mí, dice Jehová” (v. 14). A igual que en 1:1, Jehová
habló con cierto desdén, diciendo “este pueblo” y “esta gente”. No usó los términos que
indicaban una relación estrecha; no dijo “mi pueblo” o “el pueblo de Jehová”. Obviamente,
Dios se había distanciado del remanente, mostrando así su desaprobación a la
desobediencia.
Precisamente por su contumacia, el remanente se había contaminado a sí mismo, o
había llegado a ser inmundo de acuerdo a la ilustración de las preguntas y respuestas de los
versículos 12 y 13. Es más, como en el caso de alguien que tocaba un cadáver, todo lo que
el pueblo inmundo tocara, resultaba igualmente inmundo. La maldad es demasiado
contagiosa. Hageo especificó que la mano de obra en la reedificación del templo, aun lo
poco que se había logrado hasta esa fecha, había sido contaminada por su padecimiento
espiritual. Sus ofrendas de igual manera resultaban inmundas, porque estaban contagiadas
por la desobediencia.
La mitología griega cuenta un relato acerca de Midas, legendario rey de Frigia, que
obtuvo de Baca la facultad de trocar en oro cuanto tocaba. Al principio, ese rey estaba feliz
con la idea, pero cambió de parecer cuando su comida y bebida también se tornaron en oro.
De acuerdo con la leyenda, todo lo que tocaba era afectado. Por supuesto que ese relato de
Midas es ficticio; en cambio, lo del pueblo de tiempos de Hageo es histórico y verídico. Las
obras que hacían se vieron afectadas (contaminadas) por su condición espiritual.

¡PENSEMOS!
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Es posible estar bastante activo en la obra de Dios (en


Hageo, la de reedificar el templo) y aun tener las manos
metidas en las cosas sagradas (como mover las antiguas
piedras santificadas años atrás en días de Salomón) y
todavía ser desobediente. Una buena obra puede
contaminarse con un corazón desobediente y un espíritu
contumaz. Los que tardaron tantos años en poner manos a la
obra fueron contaminados por su demora. Los años de no
hacer la prioridad de Dios dejaron su mancha en la vida.
Los que trabajaban de mala gana contribuyeron más a la
ruina que a la reedificación. Para disfrutar de la completa
bendición de Dios, el creyente tiene que asegurarse de
eliminar la contaminación tan contagiosa del pecado.

“¿QUIÉN SUBIRÁ AL MONTE DE JEHOVÁ? ¿Y QUIÉN ESTARÁ


EN SU LUGAR SANTO? EL LIMPIO DE MA
NOS Y PURO DE CORAZÓN” (SALMOS 24:3–4).
Las consecuencias de la maldad 2:15–17
Por tercera vez el profeta exhortó al remanente usando la expresión “meditad” (1:5, 7),
término que exigía una consideración cuidadosa. El remanente estaba sufriendo las
consecuencias de su desobediencia y pagando el precio de su demora. El profeta, bajo la
dirección de Jehová, quería que el pueblo se detuviera a considerar y tomar muy en serio la
situación. A lo mejor tenían que preguntarse a sí mismos: “¿Por qué estamos en las
condiciones actuales? ¿A qué se deben las circunstancias tan adversas por las que estamos
pasando?”
En el versículo 17 Jehová da la respuesta a esas preguntas no expresadas. Él había
enviado “el viento solano, con tizoncillo y con granizo”. Es cierto que empleaba lo que
algunos suelen llamar “la naturaleza”. Sin embargo, detrás de las “leyes naturales” que
determinan las condiciones atmosféricas, está el Dios que las creó y las controla todavía. El
estudiante bíblico recordará el caso de Jonás y el control de Jehová sobre los fenómenos
naturales (la tempestad, el pez, la planta, el gusano y el viento). Lo interesante del caso es
que Dios hizo todo eso para enderezar el camino de un profeta recalcitrante, es decir, para
hacer que Jonás se conformara a la voluntad de Dios.

¡PENSEMOS!
¿Alguna vez se le ha ocurrido que Dios está detrás de las
dificultades que enfrenta? Surge la gran tentación de pensar
que el causante es Satanás, o la mala suerte, o una mala
decisión. Claro que es posible que el instrumento en manos
del soberano Dios fuera la naturaleza, el ambiente, los
amigos o aun el enemigo de nuestras almas, Satanás, tal y
como sucedió en la tentación de nuestro Señor Jesucristo.
Inclusive era probable que Satanás estuviera metido en el
asunto para hacer que nuestro Señor pecara, lo que en
verdad era imposible. Sin embargo, el propósito del Padre al
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permitir la tentación de su Hijo fue sacar a la luz su


perfección. La verdad es que Dios emplea su sabiduría
absoluta y sus recursos infinitos para lograr sus fines santos
y perfectos. Tendríamos que decir que eso incluye las
tempestades, las inundaciones, las sequías, los terremotos,
las explosiones volcánicas, la carestía, las plagas, las guerras,
y una lista interminable de otras cosas. Las circunstancias en
las cuales nos encontramos no tienen nada que ver con la
suerte, buena o mala, sino que son para educarnos,
enderezarnos y formarnos; son para nuestro bien y la gloria
de Dios.

“CIERTAMENTE LA IRA DEL HOMBRE


TE ALABARÁ”
(SALMOS 76:10)
La obediencia trae bendición 2:18–19
Con dos repeticiones de la exhortación para que consideraran detenidamente la
situación, el profeta se lanzó al futuro, prometiendo la bendición de Dios. Para que Dios le
hiciera semejante promesa, obviamente el pueblo había hecho caso de las amonestaciones.
Consideró cuidadosamente el mensaje de Dios a través de Hageo, y se arrepintió de su
desobediencia. Solamente así Dios podría bendecirlos.
“MAS BUSCAD PRIMERAMENTE EL REINO DE DIOS
Y SU JUSTICIA Y TODAS ESTAS
COSAS OS SERÁN AÑADIDAS”
(MATEO 6:33).

6
Palabras de promesa
Hageo 2:20–23
Aunque a veces el ojo humano no lo perciba, Dios tiene un plan maestro, el cual sigue
vigente. Desde la eternidad y, por supuesto, durante todos los tiempos, él ha estado
moviendo todo para realizar su plan de acuerdo con su horario.
Durante largos años, ese mismo Dios, con el afán de revelarse a sus criaturas, se
comunicó mediante los profetas. Las Escrituras afirman esa verdad en Hebreos 1:1: “Dios,
habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los
profetas…”. El profeta era un instrumento de Jehová para transmitir el mensaje divino. A
veces le tocaba dar un mensaje de ánimo, a veces de regaño. En ocasiones, predominaba la
exhortación y otras, la consolación. En general, los profetas predicaban.
Pero dentro del mensaje que Dios entregó a los profetas, incluyó el importantísimo
elemento de la profecía, que era la comunicación previa de lo que iba a suceder. A veces
tenía que ver con algo relativamente cercano y a veces, con acontecimientos que todavía no
se han llevado a cabo.
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Hasta este punto en el estudio del libro de Hageo, su ministerio principal había sido de
predicación y confrontación. En esta sección final, el énfasis cambia para contemplar el
futuro.
QUINTO MENSAJE: UNA PALABRA DE PROMESA 2:20–23
El poder del soberano Dios 2:20–22
El quinto mensaje del libro es el segundo de dos que Hageo recibió en la misma fecha:
“Vino por segunda vez palabra de Jehová a Hageo, a los veinticuatro días del mismo mes”
(v. 20). El mes citado era el noveno (v. 10), Kislev, que corresponde a noviembre/diciembre
del calendario actual, del año 520 a.C. El versículo 18 da la razón de la gran importancia
que tenía esa fecha: “se echó el cimiento del templo”. Quiere decir que algo se había
logrado, aunque no era muy visible y probablemente se había hecho, si no de mala gana,
cuando menos sin corazón o conciencia limpia.
Esta vez Jehová especificó que el mensaje tenía que darse al gobernador, Zorobabel, y
no hizo referencia a Josué, el sumo sacerdote. No lo mencionó en parte porque lo que iba a
presentar no tenía nada que ver con el sacerdocio, sino exclusivamente con el gobernante.
Zorobabel era reconocido por las autoridades persas como gobernador, el líder político del
remanente. Es necesario recordar también que era descendiente de David y, como tal,
aparece en el linaje del Mesías (Lucas 3:27).
La primera parte del mensaje al gobernador presenta el carácter soberano de Jehová, y
hace una lista de las obras que demostraban su completo y total control.
Yo haré temblar los cielos y la tierra (v. 21). La lista comienza con la repetición de lo
dicho en 2:6: “Los cielos y la tierra” es un modismo hebreo que se refiere a la totalidad de
la creación. En este versículo, Jehová no ofreció decir ni cuándo ni cómo sucedería eso,
pero el lenguaje se refiere al día del Señor, y ese día abarca todo el tiempo desde el rapto de
la iglesia hasta el fin del milenio. Quiere decir que la totalidad del universo será afectada
por la venida y actuación del que ahora sostiene “todas las cosas con la palabra de su
poder” (Hebreos 1:2). Él hará lo necesario para que todo el universo cumpla con su
propósito de glorificar el nombre de Dios. Si eso requiere terremotos, habrá terremotos. Si
son huracanes, los habrá. Algunos insisten en que la frase no tenía que ver solamente con lo
físico y material, sino también con los acontecimientos de naturaleza política y social que
tanto afectaban a los judíos, y que esos factores también serán trastornados. Dios estará en
control. A propósito, no hubo nada en tiempos de Zorobabel o después que se pueda
identificar como el cumplimiento de esa profecía, y hasta la fecha lo consideramos como un
evento futuro.
“Trastornaré el trono de los reinos y destruiré la fuerza de los reinos de las naciones”
(v. 22). Los gobiernos, símbolo del poder político y militar, serán volcados, destruidos.
Considere por un momento la obra de Dios en la conquista de la tierra prometida realizada
bajo el mando de Josué. Aquellas naciones, abominables por su religión y su moral, fueron
aniquiladas para favorecer a los hijos de Israel. La actuación de Dios en el porvenir estará
totalmente de acuerdo con su carácter y la manera en la que ha actuado durante la historia
pasada. Desde la caída de la ciudad de Jerusalén en manos de los babilonios, los judíos
están dentro de lo que Lucas (21:24) llama “los tiempos de los gentiles”, o sea, bajo el
dominio de otras naciones. Todo eso cambiará cuando, de acuerdo al calendario de Dios,
regrese el Mesías. Entonces no habrá fuerza política que pueda oprimir más a los judíos.
3. “Trastornaré los carros y los que ellos suben, y vendrán abajo los caballos y sus
jinetes” (v. 22). A través de la historia, las naciones más fuertes han querido imponer su
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voluntad sobre sus vecinos por medio de la fuerza, incluyendo a Judá e Israel. En el
versículo 22 Jehová indicó que los símbolos del poder militar (maquinaria bélica y
soldados) también serán destruidos. Esto nos hace recordar un acontecimiento de la historia
de los judíos, el famoso y milagroso cruce del mar Rojo. Cuando los hijos de Israel
hubieron cruzado, Dios mandó a Moisés que levantara su vara sobre el mar. El retorno de
las aguas a su nivel natural atrapó a los egipcios. “Y volvieron las aguas, y cubrieron los
carros y la caballería y todo el ejército de Faraón que había entrado tras de ellos en el mar;
no quedó de ellos ni uno” (Éxodo 14:28).
“Y JUZGARÁ ENTRE LAS NACIONES, Y
REPRENDERÁ A MUCHOS PUEBLOS; Y VOLVERÁN
SUS ESPADAS EN REJAS DE ARADO, Y SUS LANZAS
EN HOCES” (ISAÍAS 2:4).
¡PENSEMOS!
La interpretación de la profecía bíblica no es una tarea que
pueda realizarse en un dos por tres. Requiere de oración,
para pedir al autor de ella su dirección, además de un
estudio detenido y minucioso. Uno tiene que tomar en cuenta
mucho más que un solo versículo o un capítulo entero. El
cuadro completo es enorme y muchas veces la porción a
considerar presenta sólo un detalle. El buen estudiante
bíblico tiene que reconocer el lugar apropiado en que ese
detalle encaja en el cuadro entero, o sea, en el plan maestro
de Dios tal y como se revela en la Biblica.
Básico al entendimiento de la Biblia entera y en especial
del Antiguo Testamento, es reconocer que los judíos
gozaban, y gozan todavía, de una relación muy especial con
Jehová. Por medio del pacto hecho con Abraham, les fueron
entregadas ciertas garantías irrevocables (Génesis 17:6–8).
Entre ellas estaba la de ser perpetuos dueños de la tierra
prometida. Más tarde, Dios reveló que dichas garantías
incluirían algo muy especial para la casa de David. 2 Samuel
7:8–17 le prometió una “casa” (posteridad), un “trono”
(autoridad real) y un reino (una esfera de gobierno) a
perpetuidad (“para siempre”).
La desobediencia de parte de uno de sus descendientes le
traería un castigo, pero no alteraría la garantía. Véanse las
notas de la Biblia Anotada de Scofield, página 325. Con ese
trasfondo se puede entender mejor el carácter y el porqué de
las promesas hechas en Hageo 2:20–23. Aunque en el año
520 a.C. la “nación” era muy reducida en número, estaba
sometida por un poder gentil y vacilaba aún en su
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responsabilidad, de acuerdo al plan de Dios el futuro de


Israel estaba, y es, seguro.
Podemos preguntarnos: ¿Por qué? ¿Por qué daría Dios
semejantes garantías a los judíos? Léase Deuteronomio 7:6–
8.

“POR CUANTO JEHOVÁ OS AMÓ, Y QUISO GUAR


DAR EL JURAMENTO QUE JURÓ A VUESTROS PA
DRES” (DEUTERONOMIO 7:8).
La promesa del soberano a Zorobabel 2:23
“En aquel día”. Es una referencia al día del Señor, un día que todavía está en el futuro,
en el cual se llevará a cabo todo lo que Dios dijo que haría contra los gobiernos y su poder
militar. Será el día, esperado ya por siglos y siglos, en que volverá el Mesías de Israel para
establecer su reino milenial sobre la tierra. El profeta Hageo había mencionado parte de eso
en 2:21–22. Es interesante que el versículo 23 no empezó diciendo “en este día”. El día
aludido no había llegado todavía, ni estaba por llegar en los días de Zorobabel, sino en un
tiempo futuro.
“Zorobabel hijo de Salatiel, siervo mío”. Se recordará que estos últimos versículos se
dirigían al gobernador, siempre identificado con el linaje de David. Sin embargo, se
introduce aquí algo nuevo: “siervo mío”. La frase implica una relación muy estrecha entre
el amo (en este caso Jehová) y el individuo. El siervo se quedaba cerca del amo, siempre
listo para cumplir con cualquier demanda, por exigente que fuera. El siervo conocía muy
bien a su amo, así como sus gustos y deseos, y estaba dispuesto a hacer cualquier sacrificio
que la situación demandara con tal de poder complacer al amo. No todos los dirigentes
políticos de la nación gozaron de ese encomio.

¡PENSEMOS!
La frase “siervo mío” hace sonar una nota familiar al
estudiante bíblico. El profeta Isaías, bajo la dirección del
Espíritu Santo, utilizó el término “siervo” para describir al
Mesías mismo (Isaías 40–44)). Hasta el día de hoy, los judíos
interpretan mal una gran parte de Isaías porque su concepto
del Mesías no corresponde al del profeta, es decir, al
concepto del siervo sufriente (Isaías 52:13–53:12), factor que
contribuye también al rechazo de nuestro Señor Jesucristo.
Repetidas veces en los evangelios se encuentra al Señor
Jesucristo, el verdadero Mesías de Israel, reiterando que no
había llegado con un plan propio, sino para cumplir con el
de su Padre. “No busco mi voluntad, sino la voluntad del que
me envió, la del Padre” (Juan 5:30).

“PORQUE EL HIJO DEL HOMBRE NO VINO PARA SER


SERVIDO, SINO PARA SERVIR, Y PARA DAR SU
VIDA EN RESCATE POR MUCHOS” (MARCOS 10:45).
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“Te pondré como anillo de sellar”. El anillo con el sello real tenía gran importancia en
aquel entonces y en aquella cultura. Era un anillo que tenía un diseño único que podía dejar
su impresión en las tablillas de barro antes de secarse, o en la cera suave. La impresión
identificaba la tablilla o el documento como oficial, y llevaba toda la autoridad del dueño
del anillo, usualmente un monarca. En el libro de Ester, el rey Asuero entregó primero su
anillo al vil Amán para que diera la autoridad imperial a su malvado plan: “Entonces el rey
quitó el anillo de su mano, y lo dio a Amán” (Ester 3:10). Más tarde, cuando cayó del favor
de Asuero, ie quitó el anillo y lo dio a Mardoqueo: “Y se quitó el rey el anillo que recogió
de Amán, y lo dio a Mardoqueo” (Ester 8:2), Así, Mardoqueo pudo gozar de la autoridad
del rey para adelantar el plan que Dios quería poner en acción.
En una época en que sin duda todos, menos los más fieles, sentían incertidumbre por su
futuro (estaban desmoralizados por no haber logrado mucho en la reedificación, por la
sequía, por los enemigos), Dios habló al líder político. Le recordó que pertenecía a la casa
de David, que Dios había dado promesas en cuanto a la descendencia de aquel famoso rey,
y finalmente, lo comparó con un anillo de sellar. Zorobabel no podía haber sido el Mesías
prometido puesto que no llenó los requisitos estipulados, pero sí fue un eslabón entre David
y su descendiente mayor, el verdadero Mesías. Sí, él era de la casa de David para ocupar el
trono. Sí, las promesas de Dios siguen vigentes y todo terminará de acuerdo al gran plan de
Dios.
Y ¿cómo lo sabemos? Dios dijo: “Yo te escogí, dice Jehová de los ejércitos” (v. 23), El
Dios del plan tiene la capacidad de poner su plan en acción y ya había escogido a los
agentes que emplearía para llevar a feliz término sus designios.
CONCLUSIÓN
El corto libro de Hageo tiene gran significado para el estudiante bíblico
1. En primer lugar, relata la situación histórica donde un siervo de Dios que fue obediente a
su palabra, tuvo un gran impacto ea la comunidad de creyentes.
2. El libro subraya la verdad de que la teología es importante. El concepto que uno tiene de
Dios tiene que venir de la Biblia, que es su revelación, y no deben imponerse sobre la
Biblia los conceptos nacidos de las ideas propias.
3. La obra divina tiene prioridad sobre todas las demás responsabilidades.
4. Dios libra del desánimo a aquellos que le obedecen, a los que confían en sus promesas.
5. La obra del Señor exige obreros santos que entren en la obra de lleno y de corazón.
6. La obra del Señor en cualquier día y época es parte de su gran plan eterno. Demos gracias
a Dios porque nos ha incluido en ese plan.

MALAQUÍAS
El amor de Jehová Jehová Jehová Jehová Jehová
Dios 1:1– censura a los censura las contesta su censura el habla del
5 sacerdotes 1 condiciones pregunta fraude del futuro 3:1
:6–2:9 sociales 2 2:17–3:6 pueblo 3:7– 6–4:6
:10–16 15
La Los sacerdotes Matrimonio Ellos La El libro de
profecía 1 despreciaban s contra la decían 2:1 exhortacióon memoria
:1 al Señor 1:6 ley de 7 3:7 3:16–18
Los sacerdotes Dios 2:10 El El juicio de
deshonraban pecado 3:8 Dios 4:1
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La profesión al Divorcios Jehová El El Sol de


concreta Señor 1:7–9 contra la dice: 3:1– castigo 3:9 justicia 4:
1:2 Los sacerdotes ley de 6 El 2
El eran indignos Dios 2:11 Juan el reto 3:10– Elías 4:5a
problema: del –16 Bautista 12 El Día del
“Amé a Señor 1:10 viene 3:1a La actitud de Señor 4:5
Jacob y a Los sacerdotes El Mesías corazón 3:1 b–6
Esaú habían viene 3:1b 3–15
aborrecí” profanado el –5
1:2b–4 nombre del “El Señor a
La prueba Señor 1:11– quien
final 1:5 14 buscáis” 3:
Los sacerdotes 1b
serían El juicio
disciplinados viene 3:2–
2:1–9 3, 5
Los cambios
vienen 3:4
Jehová es
inmutable
3:6

7
Profecía de Malaquías
Malaquías 1:1
A primera vista, el comienzo de éste, que es el último libro del Antiguo Testamento, no
parece tan extraordinario. Sin embargo, al detenerse un poco a considerar el primer
versículo, uno encuentra la sombra ominosa de la oscuridad causada por los males que Dios
y Malaquías tenían que condenar. En cierto sentido, las condiciones y el mensaje anticipan
la época de tinieblas y silencio que seguiría, en total, 400 años sin que el pueblo escuchara
la palabra de Dios y tuviera que enfrentar multitud de dificultades.
INTRODUCCIÓN
Situación histórica
Aunque reconocemos el mérito que tiene aplicar las lecciones del libro de Malaquías a
nuestros días, debemos reconocer que tanto el autor humano como la obra literaria que
lleva su nombre pertenecen a una época única. El estudiante bíblico reconoce que este es un
factor importante para determinar el contexto del libro. La base para la interpretación
correcta de lo escrito por Malaquías es conocer la época específica, el pueblo específico y
las circunstancias específicas en que vivió el profeta.
El profeta. En primer lugar, Malaquías aparece en el escenario de la historia hebrea
aproximadamente cien años después que los profetas Hageo y Zacarías.
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El pueblo. El remanente de los judíos estaba compuesto por unos pocos israelitas que
no fueron llevados al cautiverio, y por otros que regresaron de él. Eran tan pocos, que
escasamente poblaban la tierra y en especial, la ciudad capital. El grupo todavía estaba bajo
el imperio persa, pero su gobernador era el judío Nehemías, que había sido nombrado por
las mismas autoridades persas.
El mensaje. La frase “profecía… contra”, sugiere que las cosas no andaban bien. Hasta
la palabra que se traduce como “profecía” lleva la idea de carga, de algo difícil y pesado.
Quiere decir que desde las primeras palabras se sabía que el mensaje del profeta al
remanente sería duro.
De hecho, Malaquías tenía que confrontar al pueblo que había profanado la religión, y
que en cuanto a lo moral, era culpable de adulterio, fraude y opresión, porque no aceptaba
sus responsabilidades familiares. Además, materialmente era culpable de robar a Dios.
La ciudad. El muro que rodeaba a la ciudad había sido derribado por Nabucodonosor.
En ese tiempo, ya habían pasado varios años desde su reparación, trabajo que se realizó
gracias a la insistencia y diligencia de Nehemías. Fue un logro muy importante, porque en
aquel entonces, las ciudades sólo se consideraban importantes si contaban con esa
protección. Por supuesto, la verdadera importancia de Jerusalén consistía, no en su muralla,
sino en que era la ciudad donde estaba situado el templo de Jehová.
Hablando del templo, éste también había sido reedificado. Es cierto que no era tan
elegante como el de Salomón. Pero como dijo el profeta Hageo, su gloria consistía, no en
las grandes piedras o adornos de metales preciosos, sino en que era casa de Dios.
Infortunadamente, la gente fallaba en lo que debía haber sido el enfoque principal de su
devoción y en el servicio explícitamente controlado por la ley. Sin embargo, no sólo los
laicos tenían la culpa, los mismos sacerdotes, que tenían la mayor responsabilidad, habían
fallado también. En vez de rendir el culto y adoración que la ley especificaba,
menospreciaban las reglas que Jehová había revelado, demostrando así un desdén y falta de
respeto en el servicio debido a su Dios. La condición espiritual del remanente, tanto de la
gente común como de sus líderes, era lamentable. El pueblo, que se atrevía a ofrecer a su
Dios lo que nunca osaría ofrecer a la autoridad civil (¡pagana!), había perdido totalmente la
perspectiva correcta de Dios.
Fecha del libro
Las opiniones sobreabundan acerca de la fecha del libro, pero existen algunos
elementos que son segurísimos. La muralla estaba en su lugar y ya se había terminado la
reconstrucción del templo. El sacerdocio estaba funcionando. Nehemías era gobernador.
Así que se puede fechar la escritura del libro en los últimos años del s. V a.C.
Rasgos personales del profeta
De la misma manera que hay muchas opiniones en cuanto a la fecha del libro, también
las hay en cuanto al autor humano. Algunos insisten en que el término “malaquías” (que
quiere decir “mi mensajero”) es un término descriptivo de alguien que comunicaba el
mensaje de Dios y no el nombre de una persona. Los que dicen esto, en parte se apoyan en
que no se encuentra un nombre similar en otra parte del Antiguo Testamento. Asimismo,
señalan que el libro no contiene ningún dato tocante al linaje o lugar de nacimiento del
autor. Si seguimos ese principio, nos puede hacer dudar también de la autoridad de los
profetas Abdías y Habacuc, porque en sus libros, tampoco se encuentran sus datos
personales. Sin embargo, no parece existir suficiente evidencia para dudar que existió un
profeta que tenía por nombre “Malaquías”.
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Método de presentación y estilo del autor


El verbo “confrontar” describe muy bien el propósito del ministerio de Malaquías. Su
método, provocativo y penetrante, consiste en hacer una declaración seguida de una
pregunta directa. Francamente, dicha metodología da la apariencia de ser contenciosa, y su
sistema resulta siendo una combinación de látigo y lámpara. En cierto sentido, parece un
diálogo entre el interrogador (el autor) y los entrevistados (el pueblo y los sacerdotes), sólo
que Malaquías llevaba los dos papeles. Él formulaba la declaración y la pregunta
representaba la reacción exacta que tendría el pueblo o los sacerdotes desobedientes y
rebeldes. Ni la gente ni los líderes religiosos podían ver que no estaban viviendo conforme
a lo que Dios había ordenado. Entonces, la metodología del profeta no sólo era una técnica
literaria, sino un verdadero enfrentamiento, y a la vez, una acusación. Cada tema principal
del libro comienza con esa clase de introducción, que es la característica del profeta.
BOSQUEJO DEL LIBRO
I. Jehová menciona su amor para Israel 1:1–5
A. La profecía 1:1
B. La profesión concreta 1:2
C. El problema: “Amé a Jacob y a Esaú aborrecí” 1:2b–4
D. La prueba final 1:5
II. Jehová censura a los sacerdotes 1:6–2:9
A. Sacerdotes despreciando 1:6
B. Sacerdotes deshonestos 1:7–9
C. Sacerdotes deshonrados 1:10
D. Sacerdotes desdeñosos 1:11–14
E. Sacerdotes disciplinados 2:1–9
III. Jehová censura las condiciones sociales 2:10–16
A. Matrimonios contra la ley de Dios 2:10
B. Divorcios contra la ley de Dios 2:11–16
IV. Jehová contesta su pregunta 2:17–3:6
A. Ellos decían 2:17
B. Jehová dice 3:1–6
1. Juan el Bautista viene 3:1a
2. El Mesías viene 3:1b–5
(a) “El Señor a quien buscáis” 3:1b
(b) El juicio viene 3:2–3, 5
(c) Los cambios vienen 3:4
3. Jehová es inmutable 3:6
V. Jehová censura el fraude del pueblo 3:7–15
A. La exhortación 3:7
B. El pecado 3:8
C. El castigo 3:9
D. El reto 3:10–12
E. La actitud de corazón 3:13–15
VI. Jehová habla del futuro 3:16–4:6
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A. El libro de memoria 3:16–18


B. El juicio de Dios 4:1
C. El Sol de justicia 4:2
D. Elías 4:5a
E. El Día del Señor 4:5b–6
EL AMOR DE DIOS POR ISRAEL 1:1–5
La profecía 1:1
“Profecía de la palabra de Jehová contra Israel, por medio de Malaquías”. Lo primero
que se nota aquí es lo sencillo y clarísimo de la apertura. No se tiene que luchar con los
detalles de una visión mística y desde el principio, no cabe la menor duda del tono del libro.
Sin embargo, habiendo reconocido lo sencillo y lo directo de su introducción, el estudio
a fondo indica que hay mucho más encerrado en el versículo uno. Por ejemplo, la primera
palabra, “profecía”, ha sido objeto de mucha investigación. En algunas ocasiones, el
término se traduce como “carga”, dando el sentido amenazador de los mismos eventos
catastróficos que se predicen en el mensaje profético. En otras ocasiones se ha traducido
con el término “oráculo”, palabra que según el diccionario, quiere decir “la voluntad divina
anunciada por los profetas”. De nueva cuenta, debido al carácter del mensaje profético, el
término “oráculo” lleva un sentido ominoso. Considerando todo eso, desde el primer
versículo el lector entiende lo serio y hasta lo pesado del mensaje de Malaquías.
“La palabra de Jehová” fue la fuente fidedigna de la información que Malaquías estaba
por comunicar al pueblo, aunque por supuesto, el profeta bien pudo haber dado su propio
punto de vista acerca de la situación. De hecho, esa ha sido la tendencia del ser humano
desde el principio. Sin embargo, la autoridad de su mensaje y la certeza del análisis de la
situación se debían a que Jehová le había comunicado la verdad que quería que Israel
tomara muy en serio.

¡PENSEMOS!
“La palabra de Jehová”. Al analizar esa frase a través
de todas las Escrituras, contemplamos que se refiere a la
revelación progresiva de Dios. El hombre no pudo haber
conocido a Dios a menos que él se revelara a sí mismo. El ser
humano tampoco puede conocer su condición espiritual a
menos que Dios se la revele. Todo, absolutamente todo,
depende de una comunicación divina. Lo bello es que él ya se
ha comunicado a través de la Biblia. En su palabra, él
manifiesta al ser humano lo que de otra manera no podría
saber. Es menester que cuando Dios “habla”, el ¡hombre
escuche!

“DIOS, HABIENDO HABLADO MUCHAS VECES


Y DE MUCHAS MANERAS EN OTRO TIEMPO
A LOS PADRES POR LOS PROFETAS,
EN ESTOS POSTREROS DÍAS
NOS HA HABLADO POR EL HIJO”
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(Hebreos 1:1–2).
“Contra Israel”. En primer lugar, a esas alturas de los tiempos posexílicos, ya se había
dejado de usar el término “Israel” para referirse a las tribus del norte y distinguirlas de la
nación de Judá del sur. El uso de ese nombre en tiempos posexílicos abarca al pueblo del
pacto en general y no pretendía distinguir entre la anterior nación del norte y la del sur. Sin
embargo, el mismo hecho de tener que regañar al pueblo del pacto era cosa bien seria. Uno
pensaría que un pueblo escogido, privilegiado, instruido en las cosas de Dios, y al que se le
había dado un pacto incondicional, estaría ansioso de andar totalmente conforme a lo que
Jehová había revelado por amor y gratitud. Pero no era así, y Dios quería reprenderlo por
sus faltas.
“Por medio de Malaquías”. A través de todas las edades, Dios ha usado instrumentos
humanos para llevar la “carga” de lo que él quiere comunicar al hombre. Además, siempre
ha habido alguien dispuesto a hacerlo, que Dios mismo prepara para la tarea. Obviamente,
Jehová encontró en Malaquías la buena voluntad de complacerlo y le encomendó su
mensaje. No que fuera fácil confrontar al remanente con su pecado, porque la confrontación
es difícil y hasta desagradable para cualquier persona de cualquier época. La
responsabilidad que Dios le entregó a Malaquías no estaba diseñada para hacerlo popular
entre el remanente. No había nada de placer en tener que regañar al pueblo del pacto, aun
para el verdadero siervo de Dios. Su placer consistía en estar disponible para su amo y ser
fiel en el desempeño de su voluntad. Malaquías fue un instrumento en manos de su Dios.

8
Una verdad segura: Dios ama a
los escogidos
Malaquías 1:2–5
El interprete bíblico serio no tiene derecho a aceptar una parte de las Escrituras y
rechazar otra. Claro que hay ciertas partes que tienen que ver con circunstancias muy
especiales, y se tienen que reconocer esas limitaciones. Por ejemplo, el hecho de que Noé
se salvó siguiendo la dirección de Dios mediante la construcción del arca, no quiere decir
que yo deba salir al patío de mi casa y lanzarme a la construcción de una lancha. Mi
salvación depende del mismo principio que se ve en el caso de Noé, la aceptación y
obediencia a lo que Dios dijo, pero no del detalle o método empleado. En el caso de Noé y
otros similares, las Escrituras tenían un mensaje específico para la gente y las
circunstancias específicas de su época.
A la par de ese caso, están los detalles que sobrepasan las situaciones específicas para
expresar una verdad o enseñar una lección permanente. En el mismo caso de Noé está el
principio de aceptar (¡creer!) lo que Dios dice y actuar con base en esa creencia.
Un buen ejemplo de una verdad expresada claramente en el Antiguo Testamento que
perdura hasta el día de hoy y que permanecerá más allá del tiempo presente, es la relación
de Dios con Israel. Para entender mejor este estudio de Malaquías, convendría aquí hacer
un breve repaso del inicio y de las consecuencias de la relación entre Dios y su pueblo.
RELACIÓN DE JEHOVÁ CON ISRAEL
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La raza humana
Dios creó al hombre con un solo propósito. Él quería que el ser humano glorificara a su
creador. Con ese fin, Dios dotó al hombre de intelecto, sensibilidad y voluntad, además de
las capacidades necesarias para escuchar, entender y responder a Dios. Asimismo, lo colocó
en un ambiente ideal (el jardín de Edén) en donde todo contribuiría al éxito de su propósito.
Nuestros primeros padres pudieran haber glorificado a Dios estando de acuerdo con él y
demostrando conformidad. No lo hicieron, y por voluntad propia se independizaron de Dios
y así pecaron. Así comenzó el trayecto descendente de la raza humana.
Elección de Abraham
El fracaso de Adán y Eva no tomó a Dios por sorpresa, aunque de hecho, en el plan
divino hecho desde la eternidad sí estaba incluido. Aquí se tiene que observar que aunque
Dios lo había tomado en cuenta en su plan eterno, el Señor no tuvo la culpa de la caída del
hombre. Él creó al hombre con todo lo necesario para poder obedecerlo y le colocó en un
ambiente propicio. La Biblia dice que Eva fue engañada, pero Adán pecó sin ser engañado,
es decir, con pleno conocimiento (1 Timoteo 2:14). Como el plan de Dios seguía en pie, y
su propósito para el hombre también, él puso en acción la siguiente fase; escogió a
Abraham para que él y sus descendientes hicieran lo que Adán y los suyos no lograron, es
decir, glorificar al Creador.
El pacto con Abraham
La relación que Dios sostuvo con Abraham se afirmó con un pacto sin condiciones,
pacto que sigue en pie. (El estudiante haría bien en leer Génesis capítulos 12 a 17 y luego
consultar las notas de la Biblia Anotada del Dr. C. I. Scofield, página 25, donde se presenta
un repaso excelente.) El punto que nos interesa en especial, es que la relación con Abraham
es permanente. “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus
generaciones, por pacto perpetuo para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y
te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de
Canaán heredad perpetua; y seré el Dios de ellos’ (Génesis 17:7, 8). Esto quiere decir que el
pacto todavía está en pie.
¡Con qué razón se refiere a los judíos como el pueblo escogido! Dios los escogió con
base en un plan eterno. Naturalmente éste sigue en pie, pues él mismo lo denomina como
“un plan perpetuo”. Todo lo que Dios prometió a Abraham y sus descendientes (los judíos)
se llevará a cabo literalmente. ¡Tendrán tierra! ¡Tendrán trono! ¡Tendrán un reino
mesiánico!
La iglesia de nuestro Señor Jesucristo, que empezó en el día de Pentecostés, no ha
abrogado las promesas hechas a Israel y no las puede asumir para sí misma. No le conviene
a ningún intérprete espiritualizar lo que Dios prometió a los judíos con el fin de aplicarlo a
la iglesia. Semejante análisis violaría las leyes y los principios básicos de la hermenéutica,
la ciencia de interpretación bíblica.
Ahora se puede ver que la relación que Dios estableció con los judios en el Antiguo
Testamento es una de las verdades que permanece en pie. Además, algo importantísimo
para el estudio de Malaquías 1:2–5 son las significativas aclaraciones que se encuentran en
el libro de Deuteronomio. Allí Jehová expresa la razón por la que eligió a los judíos: “…por
cuanóto él amó a tus padres, escogiá a su descendencia después de ellos” (Deuteronomio
4:37). “Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para
serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser
vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros
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érais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso
guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y
os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón, rey de Egipto” (Deuteronomio 7:6–
8).

¡PENSEMOS!
Dios amó a los judíos y los ama todavía. El pacto con
Abraham todavía está vigente, y a su debido tiempo se
llevará a cabo su cumplimiento total y literal. A la luz de
todo eso, ¿cuál debe ser nuestra actitud hacia los judíos?
Jehová mismo dijo: ’Bendeciré a los que te bendijeren”
(Génesis 12:3). En este mundo ha habido, y todavía hay,
mucho antisemitismo, exacerbado, no cabe duda, por el
enemigo de nuestras almas. El creyente, de ninguna manera,
ha de ser partícipe en ello. El verdadero creyente ama lo que
Dios ama, y el verdadero amor busca el bien del amado.
Tenga mucho cuidado con la primera parte de Génesis 12:3,
porque la segunda presenta el otro lado de la moneda; “y a
los que te maldijeren, maldecire”.

“BENDECIRÉ A LOS QUE TE BENDIJEREN, Y A LOS


QUE TE MALDIJEREN MALDECIRÉ” (GÉNESIS 12:3).
Sigamos ahora con el estudio del texto de Malaquías 1:2–5.
LA PROFESIÓN CONCRETA (1:2)
“Yo os he amado, dice Jehová”
Esta es la primera de una serie de declaraciones calculadas para provocar a sus oyentes
a que se detuvieran, pensaran y se arrepintieran. Lo solemne del caso se nota porque Jehová
mismo fue quien habló. El estudiante diría: “¡Ya sabíamos del amor de Dios por los judios!
Acabamos de repasar algo de la historia de la relación de Dios con Israel”. Es cierto, pero
hay que recordar el contexto. Malaquías predicó a fines del s. V a.C., a un remanente de
judíos que merecíanel adjetivo de “rebeldes”. La religión de ellos incluía repasar
periódicamente los grandes eventos de su historia y las grandes intervenciones de Dios, que
demostraban su amor. Sin embargo, obviamente Jehová todavía consideraba necesario
repasar esa verdad, haciendo hincapié en la relación fundamental de la nación con su Dios.
Es bueno e importante volver a tocar los fundamentos.
“Y dijiste, ¿En qué nos amaste?”
Es probable que la gente no hubiera verbalizado semejante pregunta, pero la verdad es
que Dios sabía lo que estaba en su corazón. La pregunta expresa con palabras su actitud,
aunque no lo admitieran en voz alta. Dicha pregunta no pretendía hacer una lista precisa de
las evidencias, más bien, presenta una queja. Es como dijeran: “Bueno, ¿dónde está la
prueba del amor de Dios ahora, que estamos pasando por condiciones tan adversas? Si Dios
nos ama todavía, ¿por qué esatmos sufriendo las circunstancias presentes? Ha habido
muchas promesas, pero, ¿dónde está el cumplimiento de ellas?”
El remanente tenía un problema teológico. Había entendido mal el carácter de su Dios y
no aceptaba la responsabilidad claramente transmitida por Moisés. Además, todo se
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complicaba por su religiosidad nominal. En cuanto a la historia, esa gente había perdido su
capacidad de asombro, de admiración, de maravillarse por todo lo que Dios había hecho. La
frase “pacto perpetuo” había perdido sentido para ellos. Se había pasado por alto, o se había
echado al olvido, la exhortación de Deuteronomio 4:9:
“Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus
ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus
hijos, y a los hijos de tus hijos”.
Finalmente, no había entendido que para disfrutar de las bendiciones de su relación
perpetua con Dios, tenía la responsabilidad de obedecer la comunicación divina. Por eso,
aunque sin hacer la pregunta en voz alta, su actitud interna había llegado hasta tal extremo,
que la pregunta de Malaquías (inspirado por el Espíritu Santo) expresaba su sentir.

¡PENSEMOS!
No cabe la menor duda que los judíos estaban
desilusionados, deprimidos, desanimados y quien sabe que
más. Querían culpar a Dios, y no se les ocurrió que ellos eran
los culpables. La desobediencia a lo que Dios había dicho fue
lo que causó el problema. Lo mismo sucede en la vida del
creyente de hoy. Poniendo la debida atención a lo que Dios
ha dicho en su palabra, conociéndola y obedeciéndola, se
pueden evitar las condiciones desastrosas que prevalecían
entre el remanente. El Dios del pacto perpetuo no había
cambiado; pero la gente, sí.

“TODA BUENA DÁDIVA Y TODO DON PERFECTO


DESCIENDE DE LO ALTO, DEL PADRE DE LAS
LUCES, EN EL CUAL NO HAY MUDANZA NI SOMBRA
DE VARIACIÓN” (SANTIAGO 1:17).
LA PROCLAMACIÓN: “AMÉ A JACOB Y A ESAÚ
ABORRECÍ” (1:2B–4)
Esta frase es una expresión difícil sólo si tenemos un punto de vista inferior del Dios de
la Biblia. El Dios de las Escrituras es soberano. Sus características, cualidades, o atributos
se han descrito como sus perfecciones porque todo lo que él es, es perfecto. Además, todo
lo que Dios hace refleja lo que es. Es imposible que el Señor actúe solamente con base en,
digamos, su amor o su justicia. Su carácter es tal, que todas sus perfecciones funcionan todo
el tiempo. Su voluntad soberana no depende de absolutamente nada fuera de sí mismo. De
modo que cuando estudiamos Malaquías 1:2b y 3, debemos tomar en cuenta el carácter del
Dios que lo proclamó. Lo que él decide lo hace con base en todas su perfecciones y es la
mejor decisión, la más sabia, la más justa, la más noble, la más santa, la perfecta para lograr
sus fines.
Específicamente, Dios no tomó en cuenta las emociones de los primeros padres
(Génesis 25:28), ni la primogenitura de Esaú (Génesis 25:25) ni las imperfecciones de
Jacob y su descendencia. Ninguna decisión de Dios se condiciona por el estado moral de
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sus criaturas. Ninguna de sus decisiones se ha hecho con base en las emociones, proceso
que es muy común entre los hombres.
En Malaquías 1:2, Jehová ilustra a través de la historia, la clase de amor que siempre
había tenido por Israel. Jacob fue atraído a Johová soberanamente, y su lugar de bendición
fue confirmado con un pacto. Esaú, aunque tuvo los mismos padres que Jacob, quedó fuera
de las bendiciones de Israel, y su lugar y el de su nación estaban fuera de la corriente de las
bendiciones de Dios, Él fue contado entre las naciones condenadas por su maldad. Aunque
los edomitas quisieran volver a construir después del castigo divino, Jehová dijo: “Ellos
edificarán, y yo destruiré” (1:4).
Al fin y al cabo, como no podemos profundizarnos más allá de lo que la Biblia enseña,
tenemos que decir que Dios actuó de acuerdo con su carácter perfecto. Aunque los judíos (o
los creyentes de hoy en día) pensaran o sintieran que no fue así, se equivocarían. El carácter
de Dios es inmutable, siempre manifiesta la perfección, y sus obras nunca son defectuosas.

¡PENSEMOS!
Tal vez este párrafo debería titularse RECORDEMOS.
La teología bíblica es importante, o mejor dicho,
indispensable. Sin ella, con seguridad fallamos y, auncon
ella, tenemos que andar con mucho cuidado. Conocer la
revelación de Dios tal y como se presenta en la Biblia nos
hace responsables. Cuando, por el ministerio didáctico del
Espíritu Santo uno se da cuenta de cómo es Dios, ese
conocimiento nos obliga a contemplar todo nuestro mundo a
través de ese conocimiento. No se puede confiar en los
volubles sentimientos, los pensamientos o la imaginación
para entender correctamente las circunstancias. El Dios
soberano, con todas sus perfecciones, es el único factor
verídico y constante en que podemos confiar. Por eso,
RECORDEMOS cómo es Dios!

LA PRUEBA FINAL (1:5)


“Y vuestros ojos lo verán, y diréis: Sea Johová engrandecido más allá de
los límites de Israel”
Si los hijos de Israel no hubieran sido tan rebeldes y egoístas, o si hubieran tenido una
memoria más eficiente, hubieran reconocido la grandeza de Dios. Su historia está repleta de
evidencias de la grandeza y bondad de Jehová. Si hubieran tenido los ojos abiertos,
hubieran visto la mano de Dios obrando entre las naciones, aun entre los emperadores
persas que otorgaron su permiso para que regresara el remanente. Pero, vendrá el día
cuando esa gente rebelde se dará cuenta y exclamará: “¡Sea Jehová engrandecido!”

9
La adoración defectuosa
Malaquías 1:6–2:9
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El mensaje de amor de Dios siempre va acompañado del mandamiento de cumplir con


las estipulaciones divinas. Los primeros versículos de Malaquías capítulo uno citaron ese
mensaje. Lo que sigue es una confrontación donde se exhorta al remanente a conformarse a
la voluntad divina.
Dios no ha dejado al hombre, sobre todo al creyente, para que viva como le dé la gana.
En cada época de la historia humana el Señor ha establecido requisitos para el hombre. De
hecho, la bendición de Dios depende del grado de obediencia a su palabra, es decir, de la
conformidad que el hombre muestre hacia la voluntad revelada de Dios.
Asimismo, en cada época ha habido personas que quieren disfrutar de las bendiciones
de Dios, pero que han optado por buscarlas a su manera. El importantísimo ministerio de la
adoración no es la excepción. Viene a la memoria el famoso caso de Coré y su familia, que
quisieron usurpar el puesto reservado para los sacerdotes y ofrecer un fuego ajeno
(Números 16). Ese es un ejemplo clásico de “queremos hacerlo a nuestra manera, no
importa lo que haya dicho Jehová”. En el caso de los hijos de Elí (1 Samuel 2:12–17)
sucedió algo similar, porque aunque tenían pleno conocimiento de los requisitos y
limitaciones que Dios exigía al sacerdocio, descaradamente eligieron seguir sus propias
ideas en cuanto a cómo se debían hacer las cosas.
Precisamente esa misma actitud surgió en el remanente judío, y ese problema es el tema
del segundo enfrentamiento que tuvo con ellos el profeta Malaquías. Ese vocero no exoneró
al queblo, sino que le mostró su responsabilidad, poniendo más culpa sobre los líderes
religiosos y sacerdotes.
JEHOVÁ CENSURA A LOS SACERDOTES 1:6–2:9
Los sacerdotes despreciaban al Señor 1:6
El segundo enfrentamiento empazó como el primero, con la declaración de una verdad
conocida y aceptada: “El hijo honra al padre, y el siervo a su señor”. Este principio fue
expresado en la ley de Moisés e iba totalmente de acuerdo con la cultura que prevalecía en
aquella época. Nadie podía estar en desacuerdo con ello. A continuación, Jehová les hizo
recordar la relación que había tenido con el pueblo de Israel y agregó que le faltaba recibir
de ellos el debido honor y respeto.
Aquí, Jehová se enfoca principalmente en los sacerdotes, que tenían mayor culpa
porque conocían mejor la ley y porque eran los intermediarios entre los judíos y su Dios.
Sin embargo, a través del profeta, Jehová los acusó de haber menospreciado su nombre; los
líderes religiosos habían despreciado el nomre de Dios, que es exactamente lo opuesto de
honrarlo. En su corazón imperaban los pensamientos parecidos a la acusación errónea que
se encuentra en la última parte de Sofonías 1:12 “Jehová ni hará bien ni hará mal”.
Por segunda vez, al hacer la pregunta: “¿En qué hemos menospreciado tu nombre?”
Jehová indica que conocía cuál era el verdadero sentir de los acusados. Los sacerdotes no
aceptaban la crítica o cuando menos, no estaban conscientes de su falta, pero ninguna de las
dos excusas es válida.

¡PENSEMOS!
Despreciar el nombre de Dios no es exactamente lo
mismo que usar su nombre en forma vulgar o en vano. La
idea que hay detrás del término “nomre” aquí es que se
refiere a la totalidad de la revelación en cuanto a quién es
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Dios. Entonces, no es que usaran mal el nombre de Dios, sino


que por sus actitudes y acciones despreciaban lo que Dios
había revelado de sí mismo en cuanto a su santidad, justicia
y misericordis. En fin, todo lo que él es. Tal vez por haber
manejado tanto la ley, y por haber seguido la rutina de los
sacrificios tantas veces, los sacerdotes empezaron a
considerarlo todo como muy ordinario, hasta el extremo de
dudar di su importancia. ¡Ojalá que esto no suceda en la
vida del creyente actual! Debemos pedir al Señor que nos
guarde de bajar lo sublime al nivel de lo ordinario, perder la
frescura de su palabra, o dudar de su importancia para
guiarnos durante nuestra vida cotidiana.

Los sacerdotes eran indiferentes con el Señor 1:7–9


Jehová no dejó ninguna duda en cuanto a la forma en que los sacerdotes habían
menospreciado su nombre. Básicamente, su actitud tenía que ver con los sacrificios que
ofrecían a Dios y cómo lo hacían, es decir, la forma indiferente en que los presentaban,
porque llevaban al altar de Dios ofrendas inmundas. (El tiempo del verbo indica que no lo
habían hacho sólo una vez, sino que era su costumbre hacerlo así.) Muy probablemente no
se refiere a que ofrecieran animales de los que se habían proscrito en la ley en cuanto a
género; por ejemplo, que ofreciera un cerdo o un camello. Más bien, ofrecían animales
defectuosos (“el cojo o el enfermo”, v. 8), y de esa forma, despreciaban el altar. De acuerdo
con la ley , el sacrificio debía ser puro (1:11) y sin defecto (Levítico 22:21–22).
La comparació que Dios presenta en el v. 8 saca a luz el extremo al que habían llegado
en su indiferencia por el Señor. Nunca se les hubiera ocurrido ofrecer un regalo defectuoso
a quien tenía la autoridad civil sobre ellos, es decir, al príncipe persa. Sabían perfectamente
bien que esto no sería tolerado por el príncipe. Sin embargo, sí estaban dispuestos a
presentar semejante clase de ofrenda a Jehová, Dios de los ejércitos. La actitud de los
sacerdotes era como si dijeran: “¿Qué importa? ’Jehová ni hará bien ni hará mal’”
(Sofonías 1:12).
“¿Cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas?” preguntó el profeta. ¡Imposible! Con
todo y que imploraban la misericordia de Dios, sus acciones demostraban su indiferencia.
Dios no podía enviar sus bendiciones a quein hiciera tales cosas. De nueva cuenta, la
exhortación del profeta tiene que ver con buscar la bendición de Dios cumpliendo con lo
que él indica. Debían llenar los requisitos, no a medias, sino por completo. Sólo así los
sacerdotes (¡y el pueblo también!) podrían disfrutar de sus bendiciones.

¡PENSEMOS!
La pregunta, “¿Cómo podéis agradarle, si hacéis estas
cosas?”, debe hacer reflexionar seriamente al creyente en
cuanto a su vida. La salvación que Dios nos dio por medio
del sacrifico de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, también
tiene una exigencia ética. Esta enseñanza corre por todo el
Nuevo Testamento. Algunos creyentes se sienten satisfechos
de haber entrado por la puerta y se quedan allí. Su vida no
se distingue de la de los incrédulos porque su
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comportamiento y ética, no está, controlados por las


verdades bíblicas. Tal vez no son como los sacerdotes de los
tiempos de Malaquías que celebraban ciertos ritos por
costumbre, pero sí son iguales a ellos en que lo hacen con
actitud indiferente y sin atender a los detalles que Dios ha
exigido. Por ejemplo, San Pablo dijo en Colosenses 3:9: “No
mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo
hombre con sus hechos”, verdad que sigue siendo vigente.
Hoy podemos hacer la misma pregunta de Malaquías:
“¿Cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas?”

Los sacerdotes eran indignos del Señor 1:10


Parece que muchas de las versiones antiguas (incluso la Reina-Valera) han interpretado
la gramática hebrea de este versículo en forma errónea. En vez de hacer una declaración, el
versículo expresa un anhelo, como sigue: “¡Que hubiera entre vosotros quién cerrara las
puertas del templo!” La idea es que más valdría prohibir el acceso a los altares que permitir
la deshonra que practicaban los sacerdotes. Alguien ilustró el principio que el versículo
enseña de la manera siguiente: “Mejor sería ser mudo que hablar blasfemias. Preferible es
sufrir la agonía de estar distante de Dios que engañarnos pensando que Dios oye las
oraciones de un hipócrita”. La verdad es que la clase de culto que esos sacerdotes daban a
Jehová era insultante. ¡Qué triste! Jehová tenía que rechazar las ofrendas de quienes eran
los indicados para presentarlas. Les tuvo que decir: “ni de vuestra mano aceptaré ofrenda”
(1:10).
Los sacerdotes habían profanado el nombre del Señor 1:11–14
El versículo 11, que a primera vista presenta serios problemas al intérprete, es muy
típico de los libros proféticos. Es decir, los profetas, que predicaban y escribían bajo el
control del Espíritu Santo, consideraban la situación inmediata y local, pero de pronto
introducían algo que todavía estaba en el futuro.
Por ejemplo, aquí lo que ayuda al intérprete a saber que el autor se refiere al futuro, es
el hecho de que habría sido imposible que las naciones paganas de aquel entonces
ofrecieran “incienso y ofrenda limpia”. Según la ley, una ofrenda se consideraba pura
cuando la persona que la ofrecía estaba limpia (de acuerdo a los requisitos de la ley de
Moisés), y cuando todas las circunstancias también estaban de acuerdo con la misma ley.
Además, no se consideraba limpia la ofrenda que se presentaba en suelo del pagano o en
altares inmundos (véase Levítico 11 Deuteronomio 14).
Así que conforme a la ley, hubiera sido imposible que se ofreciera un sacrificio puro
entre los paganos, puesto que, ni sus personas, ni su tierra llenaban los requisitos. (La tierra
del pagano se consideraba contaminada o no pura, debido a la idolatría.) Para que lo dicho
en Malaquías 1:11 se llevara a cabo, tendría que haber habido un cambio radical de
circunstancias, o sea, la conversión de las naciones paganas. Esto se llevará a cabo, pero no
será sino hasta el tiempo del milenio. En otras palabras, el versículo 11 introduce un tema
escatológico, no una descripción de la situación que imperaba en el mundo a fines del siglo
V a. C.
Conviene incluir aquí una interpretación totalmente errónea de Malaquías 1:11, que está
siendo promulgada aun en la actualidad, por personas que quieren encontrar ideas
humanistas en las Biblia. Dicha interpretación quiere hacernos creer que los sacrificios a los
ídolos que los paganos hacían eran aceptados por Jehová como sacrificios a él. Los que
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enseñan esa doctrina falsa también hacen hincapié en la sinceridad del pagano, pero lo
cierto es que la sinceridad sin la verdad nunca puede poner a un hombre en la familia de
Dios. En cuanto a la idea anterior, el Antiguo Testamento condenó el paganismo y no
reconoció en ninguna parte que su culto y, por ende, sus sacrificios, realmente fueran
ofrecidos a Jehová.
Sin embargo, llegará el día en que toda rodilla se doblará, y con base en una conversión
genuina, las naciones harán con toda sinceridad lo que los sacerdotes (y el pueblo) en
tiempos de Malaquías hacían de mala gana, menospreciando el nombre de su Dios.
Es difícil imaginar que un sacerdote, con la ley de Dios en la mano y con un trasfondo
tan rico (centenares de años de historia religiosa llena de ejemplos, tanto malos como
buenos), pudiera estar en tan malas condiciones espirituales. En los siguientes tres
versículos se encuentra todavía más evidencia del pésimo estado espiritual en que se
encontraban tanto los sacerdotes como el pueblo:
“Vosotros lo habéis profanado cuando decís: Inmunda es la mesa de Jehová, y cuando
decís que su alimento es despreciable” (v. 12). A los sacerdotes les faltaba respeto por los
mandamientos de Dios y reverencia por su persona.
“Habéis, además, dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto!” (v. 13) Específicamente, los líderes
religiosos no habían cumplido con los requisitos para los sacrificios, indicaciones que Dios
mismo había entregado a Moisés. Por eso Dios dijo, “Me despreciáis”.
Había entre el pueblo quienes prometieron mucho a Dios, pero no cumplían sus votos.
Dios dijo que eran engañadores los que ofrecían un animal defectuoso en vez de uno sin
defecto, no cumpliendo así con su voto. Aunque tenían posibilidades de cumplir con las
justas demandas de la ley de los sacrificios y ofrendas, descaradamente ofrecían animales
defectuosos. Dios no estaba satisfecho con ese tipo de ofrendas.
Los sacerdotes serían disciplinados 2:1–9
Hasta ese momento, el profeta sólo estaba reprendiendo a los sacerdotes, dándoles una
llamada de atención. A partir de 2:1, parece que sus palabras se convierten en una amenaza
en el sentido de que si no se daban los cambios deseados, todo terminaría en juicio. “Si no
oyereis, y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho Jehová de los ejércitos,
enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré vuestras bendiciones” (2:2).
El cambio que Dios buscaba no era solamente el relacionado con los detalles del
funcionamiento público de su oficio, a pesar de lo desagradable que eran las
ofrendas defectuosas. Dichas ofrendas inmundas eran síntomas de una razón más seria.
Jehová buscaba un cambio de corazón y de actitud. Semejante amenaza de juicio no debería
sorprender al pueblo y mucho menos al sacerdocio, puesto que en Deuteronomio 28:15–68,
Jehová definió las funestas consecuencias de no obedecer sus mandamientos. Malaquías
nada más les hizo recordar lo que Jehová había proclamado por medio de Moisés unos mil
años antes.
El profeta presenta otro repaso histórico al recordarles el pacto que Dios había hecho
con la tribu de Leví. En Deuteronomio 10:8–9, Dios dio a entender al pueblo de Israel que
la tribu de Leví había sido apartada para su servicio. Las características sobresalientes de
dicho pacto fueron vida y paz, y los levitas respondieron en forma positiva, pues Dios dijo
que demostraron “temor de mí y delante de mi nombre estuvo humillado” (2:5).
El siguiente versículo agrega aún más evidencias a la lista que muestran la conformidad
de Leví con el pacto, y el v. 7 explica que así tenía que ser. ¡Cómo habían cambiado las
cosas de tiempos de Moisés hasta los de Malaquías! El Señor dijo: “Mas vosotros os habéis
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apartado del camino” (v. 8). La primera vez habían sido apartados para el servicio de Dios
(Deuteronomio 10:8–9), pero la segunda, se apartaron del camino.
Los sacerdotes habían violado el pacto por su inmoralidad y así perdieron el derecho a
seguir gozando de su posición por incumplimiento (v. 9).

¡PENSEMOS!
Los sacerdotes, que eran los líderes religiosos, tenían la
responsabilidad de guiar al pueblo y lo hicieron mal. El
Nuevo Testamento también enfoca el gran peligro y los
enormes daños que causan los que trastornan la enseñanza
bíblica. San Pablo advirtió que después de su partida,
llegarían los lobos rapaces (Hechos 20:29). Los libros
novotestamentarios de Judas y 2 Pedro tratan el tema de los
falsos maestros, de la necesidad de evitarlos, y las
consecuencias lamentables que acompañan a sus enseñanzas
y a los que los siguen. El maestro más peligroso es aquel que
solamente se ha distanciado un poco o, más bien, un poco
hoy, y otro poco mañana. Es relativamente fácil reconocer el
error grande, pero cuando se trata sólo de un punto
pequeño, es más difícil. Sin embargo, con astucia, el enemigo
inicia su ataque de esa forma. Por pequeño que sea el error,
nos aparta de Dios. Cuando contemplamos la cacofonía
doctrinal que emana de los medios de comunicación actuales
y el gran número de personas dóciles que cieganmente
siguen esas aberraciones, entendemos la razón de las
amonestaciones bíblicas.

10
Jehová censura las condiciones
sociales
Malaquías 2:10–16
No cabe la menor duda de que Dios siempre quiso que su pueblo manifestara en su
conducta, la relación que tenía con él. Es decir, no sólo había reglamentado el aspecto
religioso, él quería que todos los aspectos de la vida cotidiana se conformaran a las normas
santas y justas de su Dios. Claro que había dado instrucciones minuciosas y precisas en
cuanto al templo, los sacrificios, los días festivos, la ropa del sacerdote y un sin fin de otros
detalles.
Pero la relación con el Dios de la Biblia no se reserva a unos cuantos, ni se limita sólo a
unos momentos de ritos religiosos. La fe en Dios fue y es un estilo de vida del que reconoce
el derecho que el Señor tiene a imponer sus normas en la vida social de su pueblo. En el
Nuevo Testamento, el apóstol Pablo exhortó a sus lectores creyentes con las siguientes
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palabras: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación
con que fuisteis llamados” (Efesios 4:1), y no dejó duda en cuanto a lo que quiere decir
“digno”, porque lo define en el siguiente versículo (Efesios 4:2).
A través de la historia de la raza humana caída, ha sido la obligación del pueblo de Dios
marchar a un compás que lo distinga de los demás. No siempre es agradable ser diferente a
la muchedumbre. A través de las edades, las normas del sistema controlado por el enemigo
de nuestras almas, han atacado al creyente como hacen los gérmenes de la plaga más
mortal, y algunos han sucumbido ante él. El resultado trágico era (¡y es!) que los creyentes
han adoptado las normas del mundo y las han hecho suyas, por lo que su manera de vivir no
demuestra la santidad o justicia de Dios, sino una ética defectuosa.
Precisamente eso era lo que había afectado al remanente de tiempos de Malaquías. Su
ética se había adaptado a la de la gente pagana que los rodeaba, y el profeta tuvo que
confrontar a los judíos con la verdad.
MATRIMONIOS CONTRA LA LEY DE DIOS 2:11–14
Las relaciones y los reglamentos se habían roto entre los “hermanos” v.
11
El profeta ya había mostrado que el sacerdocio había violado la relación del pacto con
Jehová, y si los líderes religiosos lo habían hecho, no debe sorprender que el pueblo
siguiera su mal ejemplo. El mismo espíritu de menosprecio por la autoridad de Dios se
había extendido por toda la comunidad judía.

¡PENSEMOS!
¡Qué responsabilidad tan grande tiene el líder! A quien
mucho se le ha entregado, mucho se le exige; siempre ha sido
así. ¡Ay de aquel pastor o maestro bíblico que, por sus dichos
o hechos, ha conducido a su rebaño o a sus estudiantes al
error! Algunos se defienden diciendo que no es así, que todos
somos iguales, tanto el creyente que está sentado en una
banca como el que está en la plataforma y el púlpito. Claro
que en cierto sentido esto es verdad. Tanto uno como el otro
recibe la salvación de la misma manera. Poseen la misma
vida eterna y tienen al mismo Espíritu Santo morando en
ellos. Además, pasaremos la eternidad en el mismo lugar.
Pero Santiago no está de acuerdo con la idea de que seamos
iguales en todo: “Hermanos míos, no os hagáis maestros
muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor
condenación” (Santiago 3:1). La responsabilidad de guiar a
otros es enorme. Malaquías no justificó al pueblo por
haberse apartado de los mandamientos de Dios, pero culpó
más a los líderes que lo condujeron por los caminos del
error. ¿Qué diría Malaquías hoy de los llamados
televangelistas, de los predicadores que transmiten por la
radio y de los autores de libros que están promulgando
doctrinas falsas, inventos de su propia mente que no
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provienen de la Biblia? Seguramente diría lo mismo que dijo


en su libro: “¡Vosotros habéis profanado!”
Malaquías introduce esta sección con su estilo característico, el cual saca a la luz una
verdad y la usa para enfrentar al pueblo con ella: “¿No tenemos todo un mismo padre? ¿No
nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el
otro, profanando el pacto de nuestros padres?” (2:10).
Con la frase “un mismo padre”, Malaquías no quiso enseñar la doctrina errónea de los
teólogos liberales, la llamada hermandad universal del hombre. En primer lugar, el
versículo no fue dirigido a la humanidad general, sino específicamente a los judíos. El
mismo libro de Malaquías apoya el concepto de la relación padre/hijo entre Dios e Israel en
1:6, donde cita las palabras de Jehová: “Si, pues, yo soy padre, ¿dónde está mi honra?” Esa
relación se estableció con base en el pacto hecho con Abraham. Además, esa relación de
pacto es la que dio principio (“nos ha creado”) a la nación.
El propósito de introducir este pasaje con esa idea, fue para enfrentar al remanente con
las malísimas relaciones (deslealtad) que había entre los hijos de una misma “familia”. La
ley de Moisés había tocado ese tema y reglamentó esas relaciones (Deuteronomio 15:1–18;
22:1–4; 23:19–20), pero habían profanado el voto sagrado de mantener lo que Dios les
había exigido.
Relaciones y reglamentos rotos: los judíos y paganos vv. 12–14
Manteniéndose siempre en el área de “las relaciones”, Dios les recriminó por haber
cometido abominaciones. Hacía casi mil años, antes de que entraran en la tierra prometida,
Jehová había advertido a los hijos de Israel: “Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te
da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones” (Deuteronomio
18:9). Sin embargo, la historia de la nación en ese aspecto se puede resumir con las
palabras “a veces sí a veces no”, porque se sentían atraídos por las abominaciones de los
paganos.
En especial, el pueblo escogido había profanado la santidad de Dios debido a los
matrimonios de judíos con mujeres gentiles, mismas que seguían practicando su religión
idólatra. La abominación consistía en que esas mujeres introducían a sus dioses paganos en
“la familia” de Israel para practicar la idolatría, y sustituían a Jehová, el Padre de Israel.
De nueva cuenta, un repaso de la historia de Israel les serviría de advertencia contra el
gran peligro de mezclarse con los elementos contaminados de este mundo. La multitud que
salió de Egipto incluía personas que se habían mezclado con los hijos de Israel y fueron las
que causaron gran cantidad de problemas a Moisés (Éxodo 12:48; Números 9:14). También
fueron las esposas que practicaban religiones ajenas las que pusieron en peligro al reino de
Salomón (1 Reyes 11:1–8), y la misma situación volvió a presentarse en tiempos de Esdras
y Nehemías (Esdras 9 y 10; Nehemías 13:1–3). Sin embargo, el remanente no aprovechó
las lecciones de la historia, y Malaquías tuvo que volver a tocar el mismo tema.
Por si acaso alguien pensara que la idolatría no era tan seria, considere el versículo 12:
“Jehová cortará de las tiendas de Jacob al hombre que hiciere esto, al que vela y al que
responde, y al que ofrece ofrenda a Jehová de los ejércitos”. Quiere decir que el pecado se
consideraba lo suficientemente serio como para excomulgar al hombre que lo cometiera. Es
más, Dios dijo que aborrecía las lágrimas y el clamor que los hipócritas expresaban, porque
obviamente eran superficiales. El Señor no aceptaría las ofrendas de semejante clase de
gente insincera y no arrepentida.
“EL SACRIFICIO DE LOS IMPÍOS ES
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ABOMINACIÓN A JEHOVÁ”
MAS LA ORACIÓN DE LOS RECTOS ES SU GOZO.
ABOMINACIÓN ES A JEHOVÁ EL
CAMINO DEL IMPÍO;
MAS ÉL AMA AL QUE SIGUE JUSTICIA”
(Proverbios 15:8–9).

¡PENSEMOS!
Con todo y estar consciente de la historia, el problema
de los matrimonios mixtos todavía es muy actual. Poniendo
un montón de excusas, ninguna de ellas válida, uno que otro
joven o señorita creyente, a pesar de su buen trasfondo
bíblico, buenos ejemplos y buen consejo, se dejan enlazar
por personas incrédulas. Se pudiera decir que, después de
tanta enseñanza y consejo, lo hancen con conocimiento de
causa y los ojos abiertos. Pero no es cierto; sus ojos
permanecen cerrados tanto a la voluntad de Dios como a las
consecuencias; dejan que las emociones controlen sus
decisiones y no la verdad. Con el pensamiento ofuscado por
el corazón, inventan otras excusas; “Cuando nos casemos, lo
voy a ganar para Cristo”. Bueno, tal vez, pero generalmente
no es así. Mejor debemos obedecer lo que la Biblia ordena,
que es la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios
revelada. Debido a que no tenemos espacio para desarrollar
este tema en forma completa, considere 2 Corintios 6:14:
“No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque
¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y
qué comunión la luz con las tinieblas?” También tenemos
que sujetar las emociones a la voluntad de Dios.

“NO OS UNÁIS EN YUGO DESIGUAL CON LOS IN


CRÉDULOS”
(2 Corintios 6:14).
LOS DIVORCIOS CONTRA LA LEY DE DIOS 2:14–16
Ya se ha tratado la práctica condenable de unirse en matrimonio con paganos, pero
todavía hay otro problema social que estaba afectando como un cáncer a la vida familiar del
remanente, a saber, las separaciones matrimoniales, o sea, el divorcio
Aquí surgió el tema porque la gente ingenua preguntaba: “¿Por qué no acepta Jehová
nuestras ofrendas?” como si no supieran por qué Jehová lo hacía. Malaquías no tarda en dar
la respuesta: “Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual
has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto” (v. 14).
El versículo 16 contiene una frase clave para el que quiere entender el problema del
divorcio. Como hacemos al considerar el estudio de cualquier tema, tenemos que interpretar
lo que no está muy claro a la luz de lo que tiene más claridad: “Porque Jehová Dios de
Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido”. El
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repudio al cual se refiere en el contexto es el que practicaban muchos judíos de aquel


entonces. Repudiaban a la esposa de su juventud y se divorciaban de ella. Literal y
claramente el versículo enseña que Dios odia el divorcio. Este es el mensaje que presentó
Malaquías a fines del siglo V a. C. y todavía sigue siendo una verdad actual. Posiblemente
hay otros aspectos del problema muy difíciles de entender, pero es imposible confundir o
diluir la fuerza del versículo 16. Lo más elemental en la vida de un creyente es amar lo que
Dios ama y aborrecer lo que él aborrece.
Como el tema que causó tantas dificultades al remanente en la tierra prometida hace
tantos años, hoy también es un problema muy candente, por lo que conviene explorar un
poquito más la enseñanza bíblica. El Nuevo Testamento, aunque no se dedica a la
exposición completa del tema, agrega información para que entendamos cuál es la voluntad
de Dios al respecto. El evangelista Marcos presenta más detalles que los otros evangelios
en cuanto a lo que nuestro Señor Jesucristo enseñió tocante a ese asunto. Enseguida se
incluye algo del trasfondo de la ocasión en que se dio esa enseñanza así como un breve
repaso de lo escrito por Marcos al respecto.
En Marcos 10, nuestro Señor Jesucristo estaba refutando las ideas de los fariseos que no
disputaban el divorcio en sí, sino solamente las bases de él (Mateo 19:3). Las dos grandes
escuelas rabínicas de tiempos de Cristo estaban de acuerdo en que el divorcio estaba
permitido; Sólo se diferenciaban en la causa del divorcio. Un grupo enseñaba que estaba
permitido divorciarse por cualquier razón, sin importar lo superficial que fuera. La otra
escuela decía que era permisible, pero sólo por adulterio. Cristo estaba totalmente en contra
de las dos filosofías por ser antibíblicas y, citando el origen del matrimonio, enseñó lo que
sin duda los fariseos y el pueblo en general (y aun sus propios discípulos) consideraban
como muy radical. El Señor dijo que el matrimonio es indisoluble. He aquí el repaso de la
evidencia en Marcos.
SEGÚN MARCOS 10:6–12, EL MATRIMONIO
ES INDISOLUBLE PORQUE:
1. ASÍ FUE INSTITUIDO POR DIOS (V. 6);
2. POR LA FUERZA DE LA RELACIÓN (V. 7); (“SE UNIRÁ”,
COMUNICA EL CONCEPTO DE UNIR CON PEGAMENTO);
3. SON UNA SOLA CARNE (V. 8);
4. HAY UN MANDAMIENTO DIRECTO (V. 9);
5. HAY CONSECUENCIAS PECAMINOSAS AL DIVORCIARSE Y
VOLVER A CASARSE (VV. 11–12);
6. EL DIVORCIO Y UN SEGUNDO MATRIMONIO POR PARTE DE
CUALQUIERA DE LOS CÓNYUGES, CONSTITUYE ADULTERIO.
En el evangelio según Marcos, escrito para los lectores romanos, no hay excepciones
que permitan el divorcio. Tampoco las hay en Lucas, que fue escrito para los gentiles
griegos.
Es de sumo interés notar que solamente Mateo ofrece una excepción (Mateo 5:32;
19:9). Como ese evangelio fue escrito para los judíos, debe encontrarse en la cultura o
religión de ellos alguna explicación para esa excepción. Le corresponde al intérprete
investigar cuidadosamente esa posibilidad, siempre recordando que las porciones difíciles
se explican a la luz de las fáciles de entender; las más oscuras a la luz de las más claras y
nunca al contrario.
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Recordemos la verdad expresada por Malaquías, la cual trasciende los límites de su


época y que es tan verídica hoy como cuando la predicó él: “Dios odia el divorcio”. A partir
de Malaquías 2:16, continúa el mensaje al pueblo israelita. El que sigue no sólo era un
consejo, sino un mandamiento: “Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales”.

11
Los cambios vienen, pero Jehová
no cambia
Malaquías 2:17–3:6
El verdadero creyente lo sigue siendo aun cuando no todo marche bien, enfrente
oposición o se sienta solo. Es decir, la oposición, por fuerte o maligna que sea, no lo
cambia, ni tampoco altera las bases y confianza que tiene en su Dios. La verdad de lo que
ha dicho el señor permanece en su memoria y por fe, se aferra a ella. Es como los árboles
que crecen en las laderas y precipicios de las montañas, azotados por crueles vendavales y
tempestades, sus raíces se hacen más profundas y a pesar de los obstáculos, o tal vez a
causa de ellos, prosperan y crecen fuertes.
por otro lado, el que quiere aparentar que es religioso pero no está muy convencido de
lo que Dios ha dicho, cuando viene lo difícil, la presión, la oposición o algo con lo que no
está muy de acuerdo, se decepciona y empieza a quejarse de Dios. Lo acusa de ser injusto,
de no ser un Dios de amor, o de haber diseñado un plan defectuoso. Eso lo hace
precisamente por su imperfecta visión de Dios y sus propósitos, punto de vista que lo
conduce a la desobediencia.
Así pasó con el remanente. Muchos perdieron de vista la perspectiva correcta de la
persona y programa de Jehová. Eran religiosos hasta cierto punto, pero cuando las cosas no
resultaban como ellos pensaban, culpaban a Dios.

¡PENSEMOS!
Muchos pretenden ser muy religiosos. Lo hacen usando
cierto vocabulario, poniendo atención a los objetos religiosos
y aún asistiendo de vez en cuando a los centros donde se
congregan los fieles. Pero no son sinceros. La sinceridad en sí
nunca ha sido la base de la aceptación de Dios. Muchos hay
también que están sinceramente equivocados. Son sinceros,
pero no siguen la verdad. Aun los seguidores de Baal de
tiempos del profeta Elías eran sinceros, pero estaban
errados. Por otro lado, es cierto que la fe sincera en lo que
Dios ha dicho es la base del gran milagro de la salvación y de
estar en buenas relaciones con Dios.

“PORQUE POR GRACIA SOIS SALVOS POR MEDIO


DE LA FE; Y ESTO NO DE VOSOTROS,
PUES ES DON DE DIOS” (EFESIOS 2:8).
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JEHOVÁ CONTESTA SU PREGUNTA 2:17–3:6


“Y decís…” 2:17
La tercera ofensa de los judíos impíos consistía en un escepticismo perverso que, de
acuerdo con el versículo 17, había colmado a Jehová. Aunque Dios no cambia, y “para
siempre es su misericordia” (verdad que el salmista repitió 26 veces en Salmos 136), el plan
del Dios justo incluye enfrentar el error y castigar la desobediencia. Es así que no era
Jehová el fluctuante, sino los hijos de Israel, que repetidas veces habían hecho votos de
obediencia, e igual número de veces los habían transgredido.
Siguiendo el mismo estilo literario y la misma dirección del Espíritu Santo, el autor
hizo la pregunta como si procediera de la gente: “¿En qué le hemos cansado?” Esa pregunta
indica que el pueblo fingía ignorancia, o mostraba gran indiferencia.
En esa ocasión, el pueblo recurrió a un concepto totalmente erróneo, pero tan antiguo
como el tiempo que el ser humano ha estado sobre la tierra: “¿En dónde está la justicia de
Dios cuando los malos prosperan y los justos sufren?” En palabras de Malaquías:
“Cualquiera que hace mal agrada a Jehová, y en los tales se complace”.
El remanente había sufrido mucho sin duda, aguantando pruebas sin cuento durante el
exilio y en los días posteriores del retorno. Todavía estaban bajo el dominio persa, rodeados
de enemigos y sus cosechas se habín echado a perder. Esa gente pensaba que la nación
retornaría a su gloria de antaño. Incluso, algunos pensaban que ese regreso inauguraría el
gran período mesiánico. Pero no sucedió así y se desilusionaron. La verdad es que no
podían culpar a nadie, sino a sí mismos. Por su desobediencia estaban en esas condiciones;
sufrían por su falso concepto acerca de Dios y por su renuencia a aceptar su voluntad
revelada. La verdadera pregunta era: ¿Quién había cambiado, Jehová, o el pueblo? ¿Quién
era el que se portaba conforme a la justicia y santidad? ¡Quí bueno que “para siempre es su
misericordia”! De otra manera, Jehová hubiera enviado los relámpagos de su justa ira sobre
esa gente.
“Ha dicho Jehová de los ejércitos” 3:1–6
El Dios de Israel tiene un plan eterno, y posee toda la autoridad, sabiduría y poder para
llevarlo a cabo. Ni los altibajos espirituales de los judíos a través de Ias edades, ni sus
períodos de obediencia y bendición alternados con los de desobediencia y castigo, han
modificado ese gran plan ni la decisión de Dios de cumplirlo.
En cierto sentido, los últimos capítulos de este libro profético se escribieron para
demostrar esa decisión de Dios. Los capítulos tres y cuarto eran para levantar los ojos de
los que estaban abatidos por la situación caótica que imperaba en la ciudad de Jerusalén a
fines del siglo V a. C., para que contemplaran los grandes eventos del porvenir, que es la
continuación y cumplimiento del plan eterno. Así, Dios respondió a la desconfianza de su
pueblo manifestada en el versículo 17. Es como si dijera: “¡Yo tengo el control! ¡Mi plan,
justo y santo, sigue en pie! ¡Mi voluntad se cumplirá! ¡He aquí los detalles!”
Juan el Bautista viene 3:1a
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí”. Lo
primero que Jehová anunció fue a venida de alguien denominado “mi mensajero”. En el
contexto de Malaquías no se identifica al individuo señalado, así que el remanente no
podría saber con exactitud a quién se refería. Sin embargo, el Nuevo Testamento no deja
dudas en cuanto a la identificación de él. Mateo (11:10) y Lucas (7:27) citaron este mismo
versículo de Malaquías reconociendo a Juan el Bautista. Otras porciones de los evangelios
combinaron la de Malaquías con las profecías de Isaías, siempre refiriéndose al Bautista.
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¡PENSEMOS!
“De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se
ha levantado otro mayor que Juan el Bautista” (Mateo
11:11). Ese encomio en labios de nuestro Señor Jesucristo
puso a Juan el Bautista en una categoría muy aparte. Pero
¡con qué razón! Vino a este mundo como parte de una
familia singular. Es la única de toda la Biblia de la cual se
dice que tanto el padre, la madre como el bebé por nacer,
estaban llenos del Espíritu Santo (Lucas 1:15, 41, 67).
¿Puede imaginarse la vida hogareña en semejantes
circunstancias? Juan también merece el adjetivo de “mayor”
por la responsabilidad que desempeñó y la manera en que lo
hizo. Véase Juan 1:15–30, donde Juan el Bautista bosqueja
su trabajo y demuestra su actitud. Juan mismo nunca
hubiera dicho que él era “mayor”, porque sabía que no era
más que el precursor.

“YO SOY LA VOZ DE UNO QUE CLAMA EN EL


DESIERTO: ENDEREZAD EL CAMINO DEL SEÑOR”
(Juan 1:23).
El Mesías viene 3:1b–5
“El Señor a quien vosotros buscáis” (3:1b). La idea, “el cual preparará el camino
delante de mí”, se refiere a un concepto bien conocido en aquel entonces. Los reyes de
tiempos antiguos acostumbraban informar con antelación a sus súbditos cuando pensaban
hacer una visita pendiente para que ellos pudieran hacer los preparativos necesarios. Los
encargados de informar también tanían la responsabilidad de quitar del camino cualquier
obstáculo que impidiera el viaje del rey. Naturalmente, en el caso de la venida de Cristo, los
preparativos fueron espirituales, y la responsabilidad de hacer el anuncio correspondió a
Juan el Bautista.
Malaquías, como los demás profetas del Antiguo Testamento no hizo una distinción
entre la primera y segunda venidas de Cristo, o sea entre su nacimiento en Belén y su
segunda venida como rey para establecer su reino mesiánico, un evento que todavía está en
el futuro. Dios comunicó a los profetas lo concerniente al futuro de Israel, en algunos casos
hasta con lujo de detalles, pero no les permitió ver el gran lapso de tiempo que habría entre
la primera y la segunda venidas del Señor. Tampoco pudieron saber de la iglesia de nuestro
Señor Jesucristo, entidad que Dios inició en el día de Pentecostés.
A través de las edades, los judíos habían estado esperando su Mesías, muchas veces por
razones indignas de la voluntad revelada de Jehová. Como los judíos de antes y casi todos
después, el remanente esperaba a un libertador que les quitaría el yugo de la nación gentil
que los dominaba en ese momento, que les volviera a establecer su posición política, social
y económica como nación. Lo que no habían entendido, ni lo entendieron cuando el Mesías
anduvo en la tierra durante tres años y medio, era que había requisitos espirituales para que
el reino mesiánico se estableciera.
El juicio viene 3:2–3, 5
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Para que viniera el reino mesiánico tendría que haber preparación espiritual; el pueblo
de Israel tendría que ser confrontado con su pecado de incredulidad y otros muchos
Es importante que el estudiante se dé cuenta de que la salvación individual y personal
siempre ha sido por fe. El individuo de cualquier época se salva creyendo en lo que Dios ha
dicho. La promesa nacional a los judíos tenía que ver con la preservación de la entidad
conocida como pueblo de Israel. No quería decir que todo judío que viviera en cualquier
época de la historia, sería salvo. (Es importante hacer hincapié en que la salvación
individual y personal es por la fe, la creencia personal en lo que Dios ha dicho.)
Esto quiere decir que los judíos vivos, cuando el plan de Dios dicte que se establezca el
reino mesiánico, tendrán que pasar por el juicio purificador asociado con la venida del
Mesías. ¡Con qué razón el profeta introdujo esta sección con: “¿quién podrá soportar el
tiempo de su venida?”! El mensaje del profeta pasó de la primera venida de Cristo
(nacimiento en Belén) a la segunda venida, la todavía futura venida del Rey mesiánico.
Las figuras empleadas por el profeta para referirse a la preparación espiritual (el juicio)
son muy aptas: “fuego purificador”, “jabón de lavadores” y “afinar y limpiar la plata”. La
última figura se refiere al material que se pasa por el fuego afinador para quitar las
impurezas, haciendo todo lo necesario para que el metal fundido quede totalmente puro. Se
sabía que la purificación se había logrado cuando podía verse el reflejo de la persona en la
plata, como si fuera un espejo. El propósito principal de usar esas figuras fue revelar que el
Mesías vendría como juez.
En el versículo 5, sin apartarse del tema, Dios identificó a quiénes afectaría su juicio.
Para que el remanente entendiera mejor, la lista refleja las actividades pecaminosas de esa
misma generación. ¡Y qué lista! Incluye la vida moral, la matrimonial, la económica y la
social, es decir, un cuadro bastante completo. No habrá faceta de la vida del hombre que no
quede expuesta al fuego purificador.
Los cambios vienen 3:4
Los cambios empezarían con la purificación de los levitas (3:3b), y su resultado sería
que “traerán a Jehová ofrenda en justicia” (3:3c). Esa profecía tuvo un impacto muy fuerte
en el remanente de los tiempos de Malaquías, debido a las circunstancias pecaminosas en
que vivía y a la falta de reverencia para su Dios, misma que se observaba en las ofrendas
defectuosas que traían.
Pero, el día que venga el Mesías, como fuego purificador, limpiará a la nación y sólo
quedarán los creyentes entre los judíos. Sólo entonces “será grata a Jehová la ofrenda de
Judá” (3:4).
¿Habrá sacrificios durante el reino mesiánico? Sí, de la misma manera en que hoy
conmemoramos la muerte del Señor en lo que se llama la santa cena, ellos harán los
sacrificios; pero serán sacrificios memoriales.
Jehová es inmutable 3:6
“Porque yo Jehová no cambio” (3:6a). Así lo dijo y así es, aunque para el hombre es
difícil concebir que exista un ser inmutable. Dentro de nuestra esfera de experiencia, la vida
consta de una serie de cambios, principiando desde el inicio de la vida hasta llegar a la
tumba y aun más allá de ella. Todo cambia todo el tiempo. Pero no es así con Dios. No
tiene principio ni fin. Sus atributos ni crecen ni disminuyen. Para él no hay sorpresas ni
accidentes. ¡Con qué razón el salmista decía: “para siempre es su misericordia”! El salmista
pudo decir lo mismo de su amor o de su omnipotencia o aún de su justicia y de su ira contra
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el pecado, porque él no cambia. Santiago decía que en él “no hay mudanza ni sombra de
variación” (Santiago 1:17).
Hablando directamente al remanente, Jehová le hizo ver que esa característica de
inmutabilidad era precisamente la razón por la que ese pueblo no había sido consumido.
Los hijos de Israel habían sido volubles e inconstantes, pero Dios permaneció igual,
manifestando sus perfecciones y llevando a cabo su plan.
Así que Malaquías 3:1–6 contesta a la pregunta insolente de 2:17: “¿Dónde está el Dios
de justicia?” diciendo que está en control de todo, implementando su plan y dispuesto a
confrontar al hombre por su falta de conformidad a ese diseño. Lo mismo está haciendo
nuestro Dios en la actualidad.

12
Robando a Dios
Malaquías 3:7–15
Se ha dicho que el que no lee ni presta atención a la historia está condenado a repetirla.
En otras palabras, hay mucho material que podemos aprovechar y muchas lecciones qué
aprender del estudio de los acontecimientos y personajes del pasado. Alguien dijo que es el
estudio de la historia el que nos preserva de tratar de inventar la rueda. La rueda ya se ha
hecho y sería inútil y una gran pérdida de tiempo tratar de reinventarla. Nuestros
antepasados enfrentaron situaciones muy semejantes a las nuestras, algunos con éxito, pero
otros fracasaron. Conviene estudiar lo que hicieron para ver si la lección nos ayuda; sería
una lástima no consultar la historia y perdernos de la experiencia de los antepasados.
La Biblia reconoce el valor de esa clase de estudio cuando el apóstol Pablo, después de
un breve repaso de lo que había pasado a Israel, dijo: “y estas cosas les acontecieron como
ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros” (1 Corintios 10:11).
Uno pensaría que el pueblo de Israel estaba bien sintonizado con los detalles de su
historia y estaba consciente de sus fallas previas. Desde su redención de Egipto, sus años de
peregrinación en el desierto, su entrada en la tierra prometida, la conquista de ella, el
período de los jueces, los reinados de Saúl, David y Salomón, todo el tiempo del reino
dividido, el cautiverio de ambos reinos, hasta el retorno, las páginas de su historia están
llenas de lecciones. Habían aprendido algunas, pero lastimosamente, otras no.
Esta sección del mensaje del profeta empieza haciendo referencia a las manchadas
páginas de la historia de desobediencia de Israel. Ese pueblo había robado a Dios mucho
más que los diezmos, y el recordatorio de sus antepasados delincuentes fue una llamada de
atención, con la esperanza de que el remanente aprendiera la lección.
JEHOVÁ CENSURA EL FRAUDE DEL PUEBLO 3:7–15
La exhortación 3:7
“¡Volveos a mí!” Es una exhortación sencilla y fácil de entender. El pueblo se había
distanciado de Jehová. Esto se evidenciaba por su renuencia a cumplir sus leyes. Todos los
males de la historia de Israel se pueden atribuir a esa misma falta, y eso a pesar del voto que
hizo el pueblo en Sinaí: “Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová
ha dicho, haremos” (Éxodo 19:8).
La oferta de Dios manifestando su misericordia y gracia fue: “y yo me volveré a
vosotros”. El pecado de desobediencia al no cumplir sus promesas de guardar las leyes de
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Jehová, había distanciado al pueblo de su Dios. Otra vez se tiene que recordar que él no
había cambiado. El pueblo era el que se había apartado de él. Para poder volver a disfrutar
de la bendición de su presencia, el pueblo tenía que arrepentirse. El resultado sería que
podrían gozar de la presencia de Dios.

¡PENSEMOS!
El Nuevo Testamento enseña que el hijo de Dios puede
mantener la comunión con su Padre celestial. El pecado de
un hijo de Dios quita el gozo de la relación que dicho
creyente debe tener con él. El individuo que está en esas
condiciones, no deja de ser creyente o hijo, pero no disfruta
de esa relación tan especial que un hijo debe tener con el
padre que le ama. La pena y la vergüenza de su pecado
contra Dios lo cohíben, y aunque no deja de ser hijo, se
siente distanciado. La restauración al gozo de la presencia de
Dios le viene mediante la confesión de su pecado. “Y si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan
1:9). El creyente tiene que obedecer a Dios, considerar el
pecado tal y como lo define el Señor, y estar totalmente de
acuerdo con él en cuanto a ese pecado. “Confesar” no sólo
quiere decir “admitir”, sino sentirse en cuanto al pecado
como Dios se siente. Así no habrá distanciamiento.
Como en otras ocasiones a través de este mismo libro, la reacción del pueblo no fue de
arrepentimiento. Más bien, fingieron que eran inocentes o indiferentes, y preguntaron, “¿En
qué hemos de volvernos?”
El pecado 3:8
Para introducir la respuesta a la pregunta con que terminó el versículo anterior, el
profeta formuló todavía otra, con el propósito de presentar una verdad general. “¿Robará el
hombre a Dios?” La interrogación retórica se formuló anticipando la respuesta “¡No!” Un
hombre finito no puede arrebatar el botín (que es el sentido de la palabra “robar” en el
hebreo de Malaquías 3:8) a Jehová de los ejércitos, que es infinito.
Enseguida, el profeta aplicó la verdad general a la actitud y acción del remanente: “Pues
vosotros me habéis robado”. Entonces, lo que era totalmente incongruente (la idea de poder
robar a Dios), esa gente lo había logrado. Y no sólo una vez, puesto que la gramática indica
que era su costumbre hacerlo.
Como es de esperarse, la reacción del pueblo fue como si dijera: “¿Quiénes?
¿nosotros?” “¿Cómo puede ser esto?” “¿En qué te hemos robado?”
“En vuestros diezmos y ofrendas” contestaron Jehová y Malaquías en forma directa y
lacónica, señalando que habían fallado al cumplir con las demandas de la ley en el área de
las contribuciones. Esa ley no había sido sólo una sugerencia, sino que las contribuciones
eran requisitos. Su incumplimiento constituía desobediencia y pecado.
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¡PENSEMOS!
La combinación de los términos “diezmos y ofrendas”
resume todas aquellas áreas de la ley que trataban acerca de
las contribuciones requeridas. No era que una de ellas, “los
diezmos”, fuera exigidos por la ley mientras que “las
ofrendas”, eran voluntarias; las dos formaban parte de las
justas demandas de la ley. El concepto veterotesamentario
de los diezmos abarcaba mucho más que el diez por ciento.
Tradicionalmente, los judíos reconocían tres “diezmos”: (1)
La décima parte del producto de la tierra era entregado a los
Levitas para su sostenimiento. Los Levitas entonces tenían
que dar una décima parte de lo que habían recibido para el
uso del sumo sacerdote (Levítico 27:30, 33; Números 18:26–
28). (2) Debían dar un segundo diezmo de lo que les sobraba
después del primero, ofrendas que eran dedicadas a los
festivales que se celebraban en Jerusalén. Aunque
especificaba el producto de la tierra, a los que vivían lejos se
permitía enviar dinero con tal que agregaran el cinco por
ciento de su valor (Deuteronomio 12:18). (3) De acuerdo con
el historiador Josefo, había todavía otro “diezmo” que
debían traer cada tres años, denominado “el diezmo para los
pobres” (Deuteronomio 14:28–29). Además de los diezmos,
la ley estipulaba las distintas ofrendas de animales, aves o
productos de la tierra que tenían que ofrendar. En resumen,
la ley demandaba una contribución de mucho más que un
diez por ciento. El creyente del Nuevo Testamento debe ser
aun más dadivoso según el principio proporcional de la
bendición del Señor. Además, somos mayordomos que
tendremos que rendir cuentas por todo lo que nos ha sido
encomendado. El principio en el Nuevo Testamento no es,
“¿Cuánto debo dar?”. Como todo es del Señor y sólo somos
sus mayordomos, nuestra pregunta debe ser: “¿Qué quiere
Dios que yo use de lo suyo para sostener mi vida y la de mi
familia?”

“CADA PRIMER DÍA DE LA SEMANA, CADA UNO DE


VOSOTROS PONGA APARTE ALGO,
SEGÚN HAYA PROSPERADO”
(1 Corintios 16:2).
El castigo 3:9
“Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado”.
Estas son palabras fuertes y solemnes pero no son difíciles de entender. El pueblo había
violado los requerimientos de su pacto con Jehová, y por eso estaba bajo las sanciones del
mismo pacto. Deuteronomio 28:15–24 advierte al pueblo los resultados horrendos que trae
descuidar su responsabilidad. Pero el remanente, indiferente a su Dios y a su voluntad
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revelada, no vio o no quiso ver que ellos mismos eran la causa de sus males. El paralelismo
entre Deuteronomio 28 y lo que estaba pasando al remanente es notable, pero el pueblo no
se daba cuenta de cómo se aplicaba esa verdad a ellos. No hay peor ciego que el que no
quiere ver.
El reto 3:10–12
“Traed los diezmos al alfolí”. El pueblo había sido negligente y sólo había entregado
parte de su contribución. ¡Estaba robando a Dios! Por no cumplir con lo que la ley
demandaba, la gente dejaba a los que servían en el templo sin comida. En cuando menos
una ocasión, los sacerdotes tuvieron que abandonar el templo para trabajar en los campos,
todo debido al remanente incumplido, o mejor dicho, “desobediente” (Nehemías 13:10).
Jehová invitó a su pueblo a probar la autenticidad de sus promesas. La obediencia trae
consecuencias positivas mientras que la desobediencia las trae negativas. Es probable que
la frase: “abriré las ventanas de los cielos” sea una figura de la lluvia que acompañaría el
cumplimiento de los requisitos de la ley. Es imposible escapar al impacto de la frase
“bendición hasta que sobreabunde”. Hay una frase semejante en el Salmo 72:7 en donde
dijo el salmista: “Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya
luna”. En otras palabras, hasta que se acabe la provisión divina, o sea, ¡Nunca! La
obediencia perpetua trae bendición perpetua.
Uno de los resultados del arrepentimiento y la gran bendición de Dios que lo
acompañaría sería que todas las naciones le llamarían bienaventurados (v. 12). Las mismas
naciones vecinas que se habían burlado y oprimido a los judíos que regresaron del
cautiverio, tendrían que testificar de la bendición a la nación de Israel. Ésta recobraría su
puesto como nación singularmente bendecida por Dios y reconocida entre las naciones.

¡PENSEMOS!
El Nuevo Testamento pone todo esto en la perspectiva
correcta cuando cita en Mateo las palabras de nuestro Señor
Jesucristo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

La actitud de corazón 3:13–15


A esas alturas del libro de Malaquías se había acumulado suficiente evidencia como
para hacer al individuo sensible a los asuntos de Dios y arrepentirse, con vestido de cilicio
y de ceniza
Pero no, el profeta reportó: “Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice
Jehová. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti?” Puesto que la palabra “violenta” da la
idea de “duro, fuerte y arrogante”, se da a entender que el pueblo ofendía a Dios con su
hablar, la cual es una acusación muy seria.
En concreto, los israelitas daban a entender que era por demás servir a Dios, que no
había provecho en guardar la ley. ¡Quién sabe cómo llegaron a esa conclusión, porque no
acostumbraban cumplir la ley, ni en público ni en privado! El verdadero servicio a Dios no
consiste en asistir a los actos de culto público, sino en una vida totalmente dedicada a él,
dentro y fuera del templo, en la casa y en la calle. Pero ese pueblo nunca había alcanzado
semejante nivel. Sin embargo, con base en su experiencia limitada e incompleta por no
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decir con base en su actitud equivocada, llegaron a la conclusión de que los soberbios son
bienaventurados.
Conviene regresar a la verdad expresada en el versículo 10: “Probadme ahora en esto,
dice Jehová de los ejércitos”. Lo que debía haber hecho esa gente era tratar de ser obediente
y ver qué haría Dios. Él, siempre fiel a sus promesas, abriría “las ventanas de los cielos” (v.
10) para derramar sus bendiciones.
El mundo entero quiere disfrutar de las bendiciones de Dios, pero no las buscan de la
manera en que Dios especifica. La gente quiere entrar en el juego, pero inventa sus propios
reglamentos, define sus límites y establece sus propias metas. Valdría la pena repetir al
versículo anteriormente citado: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

13
Dios habla del futuro
Malaquías 3:16–4:6
Aunque pareciera que todo mundo pertenecía a la oposición, la verdad es que todavía
había unos cuantos fieles entre el remanente. Los verdaderos creyentes siempre han sido
una minoría, a veces temerosa y callada. ¡Pero no así los de la oposición! Aquellos gritaban
y clamaban sus blasfemias desde los techos, y su prejuicio incrédulo no admitió entonces,
ni acepta ahora, lo que la palabra de Dios presenta como una verdad absoluta: Dios tiene
control de todas las cosas y lo tendrá siempre. Su plan perdurará y el horario de todos los
detalles de ese plan no se tardarán ni una milésima de segundo. Los fieles así lo saben, no
importa en que edad vivan.
Jehová sostuvo a los suyos aun en los días más oscuros de la nación, cuando el rey
Acab “hizo lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes de él” (1
Reyes 16:30). Su malévola esposa, Jezabel, era diligente seguidora de Baal y una verdadera
“evangelista” de su causa. El alboroto que armaban los paganos ruidosos por poco sofocó el
raquítico testimonio de quienes confiaban en Jehová. La situación llegó hasta tal extremo,
que el profeta Elías, cansado y desconsolado después de la amenaza de Jezabel, pensaba
que solamente él quedaba de los fieles. Pero, no, Dios todavía tenía a siete mil “cuyas
rodillas no se doblaron ante Baal” (1 Reyes 19:18). A la par de la muchedumbre rebelde,
Dios siempre ha conservado a un pequeño grupo de fieles.
Aparentemente así era entre el pueblo en los tiempos de Malaquías. Gracias a Dios, no
todos blasfemaban ni se unían a la pregunta: “¿Dónde está el Dios de justicia?” (2:17). En
el país había, por decirlo así, un remanente fiel dentro del “remanente”. La última sección
del libro de Malaquías empieza con las palabras: “Entonces los que temían a Jehová
hablaron” (3:16). ¡Al fin!
EL LIBRO DE MEMORIA 3:16–18
Había un gran número de personas entre el remanente que no respetaba ni a la persona
ni a la palabra de su Dios. Sin embargo, también había quienes sí temían a Jehová.
Temer a Dios es un tema que corre por toda la Biblia y es algo requerido a su pueblo de
cualquier época. En el Antiguo Testamento la frase “el temor de Dios” prácticamente es un
sinónimo de la religión de los judíos. “Y ve cuán malo y amargo es el haber dejado tú a
Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor, Jehová de los ejércitos” (Jeremías
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2:19). Así que, no era sólo una opción que su pueblo podría escoger o rechazar si quisiera;
era una obligación.
Exactamente, ¿qué quiere decir Jehová con la palabra “temor”? La palabra “respetar”,
con todo y que es una palabra muy noble porque según el diccionario, quiere decir “venerar
o reverenciar”, no alcanza a cubrir todo el sentido del término bíblico. Aun “reverenciar”,
tal y como se entiende comúnmente, es deficiente. Básicamente, ninguno de los dos
vocablos arriba mencionados comunica suficientemente bien el miedo acendrado que se
encuentra en el temor bíblico. Considere Deuteronomio 28:58: “Si no cuidares de poner por
obra todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre
glorioso y temible: JEHOVÁ TU DIOS, entonces Jehová aumentará maravillosamente tus
plagas y las plagas de tu descendencia, plagas grandes y permanentes, y enfermedades
malignas y duraderas; y traerá sobre ti todos los males de Egipto, delante de los cuales
temiste, y no te dejarán”.
Para los israelitas era obvio que su Dios hablaba de un respeto que iba mucho más allá
de lo común; era un respeto al máximo. Eran de temer no sólo las consecuencias de la
desobediencia sino, principalmente, temer al Dios que merece obediencia y que podía
aplicar el horrendo castigo a quienes no obedecieran. Esto no quiere decir que Dios quería
convertir a su pueblo en seres serviles y rastreros, sino que buscaba un pueblo que viviera
totalmente asombrado y maravillado de la grandeza de su Dios. Éxodo 15:11 lo explica
bien: “¿Quién como tú, o Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad,
terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?”

¡PENSEMOS!
El Nuevo Testamento también tiene algo que decir a este
respecto, aunque al hablar del tema, muchos creyentes
equivocadamente se escudan en 1 Juan 4:18 (quizá en gran
parte para disculpar la familiaridad abusiva que exhiben
para con su Dios): “En el amor no hay temor, sino que el
perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en
sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en
el amor”. Es cierto que el verdadero creyente no tiene por
qué temer al castigo eterno. A Dios gracias, éste no afectará
para nada al hijo de Dios. Sin embargo, el Nuevo
Testamento exhorta al creyente a temer de Dios toda la vida,
no solamente mostrando reverencia en una reunión de la
iglesia. Sin duda es así porque el carácter de Dios,
“magnifico en santidad, terrible en maravillosas hazañas,
hacedor de prodigios” (Éxodo 15:11) no ha cambiado.
Enseguida hay una lista de algunos textos
novotestamentarios relacionados que valdría la pena
consultar: 2 Corintios 7:1; Hebreos 12:28; 1 Pedro 1:16 y
2:17; Apocalipsiss 15:4. Aquí se habla del Dios de todo el
universo y, francamente, el ambiente de circo que se
presenta en muchos de los llamados “servicios de alabanza”,
carece de los elementos que se refieren al temor de Dios que
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la Biblia exige. ¡Qué él nos perdone! Habacuc 2:20 debe ser


algo más que un rótulo pintado en la pared de la iglesia. Por
supuesto, no quiere decir que en la iglesia haya un silencio
absoluto como si los creyentes fueran mudos (¡la misma
Biblia nos exhorta a cantar!). Más bien, exige una actitud de
maravilla y asombro ante la grandeza, santidad y justicia de
Dios que nos hacen cerrar la boca, o, bien, abrirla en cantos
de alabanza.

“Y fue escrito libro de memoria” v. 16


Hay varias referencias bíblicas que hablan de ciertos libros de Dios (Éxodo 32:32;
Salmo 139:16; Apocalipsis 20:12). Pero la expresión “libro de memoria” de Malaquías es
única. Es obvio que Dios, que es omnipotente y omnisciente no tiene ninguna dificultad
con la memoria, pero el concepto de un libro (¡literal!) fue una facilidad para su pueblo,
para que no echara al olvido los acontecimientos y actitudes (buenas y malas) de la vida del
remanente. Según lo que sigue, los fieles habían recibido las bendiciones mencionadas en el
libro. Además, con base en lo que estaba en el libro memorial, bien se distinguirá entre los
blasfemos y los creyentes fieles, “entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que
no le sirve” (v. 18).
EL JUICIO DE DIOS 4:1
En el texto hebreo, no se hace una división de capítulo aquí. Entonces, lo que para
nosotros en la versión Reina Valera es el 4:1, para los judíos sería 3:19. Naturalmente
dichas divisiones no son inspiradas, pero parece que los judíos tenían razón, puesto que el
tema de capítulo 4 está de acuerdo y sigue desarrollando el pensamiento de 3:18.
“Viene el día ardiente” v. 1
Primeramente, esta frase indica que el plan de Dios estaba todavía en pie, no se había
adelantado ni atrasado, por las dudas y blasfemias de los desobedientes que vivían entre el
remanente. Enseguida, el carácter de ese día se refleja en el término “ardiente”; es decir,
será un día de juicio. Las quejas de 3:15 se atenderán y los soberbios serán castigados, pero
todo a su debido tiempo y según el plan eterno de Jehová. “Y no le dejará ni raíz ni rama”
(v. 1).
El Sol de justicia 4:2–4
A continuación, Malaquías presentó el otro lado de la moneda: “Mas a vosotros los que
teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación” (v. 2). El
porvenir milenario asigna a los que temen a Dios una porción amplia y bendecida. En vez
del horno ardiente que espera a los infieles (4:1), los que temen a Dios recibirán la luz y el
calor benigno del Sol de justicia. La verdad es que el mismo personaje, el Mesías
prometido, cuando venga para establecer su reino milenial, será para los incrédulos el juez,
y para los creyentes el premiador.

¡PENSEMOS!
La esperanza de la iglesia se expresa en la metáfora, “el
lucero de la mañana” en 2 Pedro 1:19 y “la estrella
resplandeciente de la mañana” en Apocalipsis 22:16. Así es
como la iglesia anticipa la venida de Cristo en las nubes para
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recibir a su “novia”, suceso que también lleva por nombre


arrebatamiento. La frase “Sol de justicia” que aparece en
Malaquías 4:2 representa un acontecimiento aún más allá
del rapto, la venida del Rey a la tierra. El primero señala al
alba, pero el postrero, a la plena luz del día del Señor. Los
dos eventos estarán separados por siete años del período
denominado la tribulación.

“CIERTAMENTE VENGO EN BREVE.


AMÉN; SÍ, VEN, SEÑOR JESÚS”
Apocalipsis 22:20
Se pueden entender las referencias al reino futuro. Pero, ¿por qué también se refiere al
pasado y a la ley de Moisés dada en Horeb (v. 4, otro de los nombres del monte Sinaí)? En
primer lugar, la ley con sus ordenanzas y sacrificios estipulados no pretendía ser un método
de salvación, sino un modus vivendi, una forma de vivir que manifestara la relación especial
que esa gente sostenía con Dios. La salvación es, y siempre ha sido, por medio de la fe en
lo que Dios ha dicho. Claro que antes de la crucifixión, Dios entregaba la salvación
anticipando la muerte propiciatoria de su Hijo. Ante Sinaí, el pueblo prometió obedecer la
ley completa (Éxodo 19:8). En otras palabras, a vivir de acuerdo con la norma que Dios
impuso para los hijos de Israel. Habiendo jurado, Malaquías aquí les llama la atención a la
necesidad de cumplir ese voto.
Elías 4:5a
En Malaquías 3:1 se identifica correctamente a Juan el Bautista como el “mensajero”
que prepararía el camino delante del Señor. Algunos intérpretes incorrectamente también
tratan de aplicar la mención de 4:5: “He aquí, yo os envío el profeta Elías”, a Juan, tal vez
basándose en que el mensaje angelical dado a Zacarías, padre del Bautista, decía que su
hijo iría delante del Mesías “con el espíritu y el poder de Elías” (Lucas 1:17). Sin embargo,
este mensaje más bien indica la clase de persona que sería y el ministerio que tendría, no
que las dos personas fueran idénticas.
Además, Juan mismo negó ser Elías (Juan 1:21–23). Por otro lado, Jesús dijo al pueblo,
referente a su precursor, “Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir”
(Mateo 11:14). Pero el pueblo no estuvo dispuesto a aceptar ni al Mesías mismo, mucho
menos a Juan. Así que, como no lo aceptaron, de acuerdo con la frase condicional de Juan
1:14, “Y si queréis recibirlo”, sabemos que Juan no era Elías.
Por último, inmediatamente después de la transfiguración (cuando Juan el Bautista ya
había sido asesinado), los discípulos preguntaron a Jesús acerca del ministerio futuro de
Elías. El Señor contestó: “A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas”
(Mateo 17:11). Es que Elías tendrá un ministerio futuro, probablemente como uno de los
dos testigos de Apocalipsis 11:1–13.
El día del Señor 4:5b–6
“El día de Jehová, grande y terrible” (v. 5) se refiere a que será terrible por el juicio que
ejecutará en preparación del establecimiento del reino. El ministerio futuro de Elías “hará
volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres”
(v. 6).
Elías tendrá un ministerio, pero tal vez no sea social ni para restaurar las relaciones
familiares como sugieren algunos intérpretes. Quizá su trabajo consistirá en sintonizar la
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actitud de los judíos de esa fecha futura con la ley dada por Dios a sus antepasados que la
aceptaron y prometieron obedecer en Sinaí.
De nueva cuenta se hace hincapié en los requisitos espirituales que van asociados con la
venida del Mesías y no en las condiciones sociales. Primero, el cambio tiene que darse en el
interior para que haya algún cambio externo.
Lo más serio de la misión futura de Elías se echa de ver en la frase final del libro: “No
sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (v. 6). Si el pueblo desoyera el mensaje de
Elías y su llamado al arrepentimiento, el futuro de Israel será completamente árido y estéril.
Sin embargo, ¡habrá quienes respondan! Al fin y al cabo, la obra es de Dios. El profeta
Jeremías (31:33), escribiendo de aquella época futura, citó las palabras de Jehová: “Daré mi
ley en su mente, y la escribiré en su corazón, y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán
por pueblo”.
Así termina el libro de Malaquías, el último del Antiguo Testamento, que fue el último
mensaje a Israel por cuatrocientos años, y que incluye una posibilidad de maldición. ¡Qué
solemne! ¡Qué duro el corazón que no responde! Aunque cuatro siglos más tarde el
evangelio de Mateo inicia con otro tono, el corazón de los hijos de Israel parece estar en las
mismas condiciones que la mayoría del remanente de tiempos de Malaquías.
Al oir la palabra de Dios, la revelación auténtica de su voluntad, ¿Cómo reacciona
usted?
“MIRAD, HERMANOS, QUE NO HAYA EN NINGUNO
DE VOSOTROS CORAZÓN MALO DE INCREDULIDAD
PARA APARTARSE DEL DIOS VIVO”
(Hebreos 3:12).

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