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En el orden planetario que actualmente intentan imponer las trasnacionales, aliadas con los
estados capitalistas más poderosos, la reflexión sobre el pasado está excluida. En los centros
de ese poder financiero y militar se tiene claro que los seres humanos, despojados del
conocimiento sobre los procesos que nos explican como sociedad, tendremos profundas
debilidades para resistir sus propósitos y proponer alternativas. Por ello, conocer y analizar
nuestra historia es un acto de resistencia que debe abordarse como reto.
En el presente ensayo, intento aproximarme someramente a las causas de la crisis del régimen
monárquico español y a cómo el ejercicio de la guerra desde el norte de América Meridional
-bajo la conducción audaz de Simón Bolívar- fue un eje central en el propósito de construir
el nuevo orden en el norte de América del Sur, desde el inicio de las hostilidades hasta la
creación de la República de Colombia. Para ello recurriré a las reflexiones y a las lecturas
abordadas en la asignatura, así como a textos de Francisco Pividal y Clément Thibaud.
No es éste un ensayo neutral. Porta la carga de profundas convicciones políticas que, ancladas
en la izquierda del espectro político, apuntan a la culminación del proceso de construcción
de la nación latinoamericano - caribeña. Ello explica el énfasis en los esfuerzos del sector
más progresista de la dirigencia independentista en procura de consolidar con las “colonias
antes españolas” una república capaz de garantizar, con su soberanía, fortaleza militar y
económica, un nuevo “equilibrio del universo”.
Desde esa postura, pretendo coadyuvar en modesta medida a incentivar el estudio y el debate
sobre éste período crucial de nuestro pasado, sin el cual es imposible comprender el complejo
presente que hoy vivimos.
Por la realidad de “las Españas”, que inicia apenas un largo proceso de unificación estatal,
cuando ocurre la llegada de las empresas expedicionarias privadas al nuevo continente y por
el singular desarrollo de su dominio en ésta tierra, los vínculos entre la monarquía y los
nuevos reinos, pese a lo asimétrico de la relación entre el centro político y los reinos
americanos, jamás lograron los niveles de eficiencia en lo político, en lo económico y en lo
administrativo que otras potencias europeas de la época como Inglaterra establecieron con
sus colonias. Tal como afirma Heraclio Bonilla apoyándose en Brading “…hacia 1789 la sola
producción de Saint Domingue era muy cercana al valor de las exportaciones del conjunto
del Imperio español en América” 1
Para corregir tales debilidades, la dinastía de los Borbones implementó desde el siglo XVIII
una serie de cambios buscando retomar las riendas económicas, administrativas y políticas
de los reinos americanos, conocidas como “reformas borbónicas”. “Las innovaciones
dirigidas por la corona tienen dos aspectos: el comercial y el administrativo. En lo primero
lograron comenzar la transformación del comercio interregional hispanoamericano, y
favorecieron el surgimiento de núcleos de economía exportadora al margen de la minería”2
Entre los sectores afectados por dichas reformas se contaban los comerciantes por las
medidas monopólicas, los criollos que vieron limitadas sus posibilidades de acceder a puestos
en la administración pública, la iglesia con la disminución de prerrogativas a la jerarquía
eclesiástica, la expulsión de los Jesuítas y la confiscación de sus propiedades e incluso las
más altas autoridades como los Virreyes y las Audiencias vieron limitados sus poderes.3
Dichos reclamos tenían características distintas en cada reino americano. Por ejemplo “la
reivindicación comercial no resultaba tan apremiante en la Nueva Granada como en la vecina
Venezuela, especializada en la exportación a gran escala de materias primas y alimentos,
cuyos fletes eran muy altos en relación con su valor intrínseco, de manera que el requisito
legal de embarcarlos exclusivamente para puertos españoles constituía un inconveniente
importante. En la Nueva Granada, donde la actividad comercial era más modesta y el único
producto importante de exportación era el oro, no constituían un asunto tan candente”, visto
el conjunto de las posesiones de la corona española en tierras firmes americanas, el malestar
era creciente. 4
Puede afirmarse que, si bien las reformas no lograron cumplir totalmente los objetivos,
generaron un paulatino descontento en diversas capas de la población que, en la coyuntura
generada por la abdicación del monarca español y la posesión en el trono de las Españas del
francés José Bonaparte, encontraron la posibilidad de plantear sus propias reivindicaciones.
En el fondo el “movimiento juntero” que floreció en las posesiones de las Españas en el año
1810 cabalgó entre las fuertes tradiciones que alrededor de la soberanía se habían heredado
de la tradición protoconstitucional y los debates que sobre la misma se dieron en la Francia
revolucionaria.
“La consecuencia más inmediata de las abdicaciones reales, pero, al mismo tiempo, la más
importante a largo plazo fue el hundimiento del absolutismo, tanto en la práctica como en la
teoría”5 en la práctica porque las juntas se enfrentaron a las autoridades monárquicas y en la
teoría puesto que no hubo forma de traspasar la soberanía del rey a otra institución.
En el término de un año al calor del debate entre moderados y radicales, las que fueron Juntas
Defensoras de los Derechos del Rey Fernando VII, se transformaron en Juntas de Gobierno
independentistas, dando inicio al conflicto político militar que durante 14 años sacudió las
sociedades del continente suramericano, transformándolas de manera radical.
La guerra
“Correlativamente la revolución adquiere una nueva dimensión en pugna con los grandes
relatos nacionales de la América Latina. Lejos de enfrentar a españoles y americanos, la
Independencia es una guerra civil entre dos lealtades políticas dentro de un mismo conjunto,
la Corona. ¿Cómo construir una nación a sabiendas de que todos los actores viven la
identidad americana como una simple variación o modalidad de la identidad española? Más
difícil aún: ¿Cómo construir una pequeña nación, colombiana, peruana, chilena, bajo el
manto sin costuras de la identidad continental? ¿Cuál fue el papel exacto de la guerra en éste
proceso? ¿Cuál es el papel del Ejército en la construcción de estas identidades políticas?8
Los desarrollos fueron dispares. Mientras en algunas regiones como el Virreinato de Nueva
España los independentistas fueron derrotados en un primer momento, en la Capitanía
General de Venezuela los enfrentamientos armados se inician muy pronto, adquiriendo
características de lo que algunos historiadores no dudan en calificar como guerra social o en
el Virreinato de la Nueva Granada se desarrolla un cruento enfrentamiento a tres bandas entre
monárquicos y republicanos centralistas y federalistas.
En ese mismo sentido Thibaud realiza “la comparación entre Venezuela y la Nueva Granada
durante los primeros años de la guerra arroja diferencias fundamentales. En el antiguo reino,
el conflicto siempre conservó las características de guerra cívica. Ni las frustraciones raciales
o étnicas ni un escalamiento de la guerra le dieron al conflicto un giro popular y sangriento”9
Según ese mismo autor, en una primera etapa y según sus particulares condiciones, las
fuerzas enfrentadas se organizaron militarmente a partir de las Milicias que el régimen
monárquico había creado y desde esas estructuras desarrollaron el hecho bélico.
Tras la derrota de la Primera República, Bolívar analizó las causas “que condujeron a
Venezuela a su destrucción” en su Manifiesto de Cartagena del 15 de diciembre del 1812:
“por manera que tuvimos filósofos por jefes; filantropía por legislación, dialéctica por táctica,
y sofistas por soldados. Con semejantes subversión de principios, y de cosas, el orden social
se resistió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a pasos agigantados a
una disolución universal, que bien pronto se vio realizada” por lo cual “mientras no
centralicemos nuestros gobiernos americanos, los enemigos obtendrán las más completas
ventajas...
Combatiendo contra sí mismo
Para enfrentar esa compleja situación, Bolívar lanza su Proclama de Guerra a Muerte, por la
cual “intenta, al destinar nominalmente a la masacre a un enemigo bien definido, fundar la
identidad de los dos beligerantes, e instituirlos en naciones distintas. Para hacerlo, va a crear
una ambigua ficción identitaria, donde la figura del ¨español´ es el chivo expiatorio de la
guerra. Mediante este acto de designación del enemigo ´español´ en el sentido político del
término, el partido ´americano´ va a adquirir sentido y consistencia en contrapartida. 10
Tras una breve estancia en la Nueva Granada, donde Bolívar rindió cuentas ante el Congreso
de Tunja, fue ascendido a General, combatió junto a los federalistas tomando Bogotá, partió
hacia Santa Marta con el fin de arrebatársela a los españoles pero llegado a Cartagena entró
en contradicciones con el Gobierno de dicha ciudad y partió al exilio en Jamaica.
Entre tanto, en marzo de 1815 llegó a Carúpano en el oriente venezolano “Don Pablo Morillo
General en Jefe del Ejército Expedicionario Pacificador” quien logró retomar el control de
Caracas y Bogotá. Lejos de ser la figura de caricatura, Morillo fue un oficial de origen
humilde, hecho a pulso en la llamada guerra de independencia de España contra los franceses,
cuyos méritos le valieron ser designado por el rey para pacificar de las provincias de ultramar.
“Tras la destrucción de los ejércitos patriotas venezolanos y luego de los granadinos llevó a
la formación de una resistencia, que asume los Rasgos de la pequeña guerra, o al exilio de un
buen número de los más altos notables militares y civiles. Se constituyeron así dos grupos de
resistencia, el exilio y el refugio, dividido éste a su vez en un polo occidental y otro oriental”11
El exilio fecundo
Siendo uno más de los muchos exiliados, Bolívar sobresale como voraz lector, fecundo
escritor y analista certero de la realidad internacional. De ese período son varios artículos
periodísticos y cartas, entre las cuales destaca la Carta de Jamaica, escrita en Kingston, el 6
de septiembre de 1815, en la cual critica, por primera vez, la “neutralidad” de los Estados
Unidos y sostiene que “es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una
sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un
origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo
gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse”
Tras poco más de un año, de lo que podría calificarse como actividad político diplomática,
buscando apoyo para continuar la guerra, se entrevistó con el General Petión, Presidente de
la República de Haití quien le dio los recursos necesarios para emprender una expedición
libertadora sobre tierra firme.
“El año de 1817 fue desde todos los ángulos decisivo para la lucha por la independencia. La
conquista de la Guyana le dio por fin una base a la república errante. Allí Bolívar iba a poder
atrincherarse y construir primero un centro de mando militar, y luego un gobierno” 12
Tras inaugurar el evento, “bajo el escudo de las armas a su mando” Bolívar insiste en la
necesidad de un gobierno fuerte y apunta con certeza a “la reunión de la Nueva Granada y
Venezuela en un gran Estado, ha sido el voto uniforme de los pueblos y Gobiernos de estas
Repúblicas”
Al poco tiempo, en un movimiento inesperado por los españoles, pero ya preparado con
anterioridad, el Libertador dirige sus fuerzas al corazón del poder español en la Nueva
Granada, donde aprovechando la sorpresa táctica con proyecciones estratégicas, se apodera
de todo un reino, del cual obtiene la base para reorganizar sus fuerzas e iniciar lo que Thibaud
considera la fase regular de la guerra de independencia en la cual se enfrentan dos estructuras
consolidadas y claramente definidas hasta la culminación del enfrentamiento en la Batalla de
Ayacucho que sella la suerte del dominio monárquico español en América.
Desde esa nueva posición y realidad creada por las mismas fuerzas republicanas a su mando,
Bolívar debe atender la creación efectiva de la nueva república naciente sin perder de vista
la necesidad de consolidar los triunfos obtenidos derrotando definitivamente a las fuerzas
monárquicas al sur del continente y preparando las condiciones para proponer la creación de
una “Liga o Confederación Perpetua” a las antiguas posesiones españolas en el
subcontinente.
Consciente siempre de la importancia del frente internacional, Bolívar nombró a Pedro Gual
como Ministro de Relaciones Exteriores quien –siguiendo orientaciones del primero- gira
instrucciones a Miguel Santa maría como Embajador ante el Gobierno de México el 11 de
diciembre de 1821: “...nada interesa tanto en estos momentos como la formación de una liga
verdaderamente americana. Pero esta Confederación... debe ser mucho más estrecha que la
que se ha formado últimamente en Europa contra las libertades de los pueblos. Es necesario
que la nuestra sea una sociedad de naciones hermanas, separadas por ahora en el ejercicio de
su soberanía por el curso de los acontecimientos humanos, pero unidas, fuertes y poderosas
para sostenerse contra las agresiones del poder extranjero... hay que poner desde ahora los
cimientos de un Cuerpo Anfictiónico o Asamblea de Plenipotenciarios que dé impulso a los
intereses comunes de los Estados Americanos, que diriman las discordias que puedan
suscitarse en lo venidero entre pueblos qué tienen unas mismas costumbres y unas mismas
habitudes...”
Chocaban, cada vez con mayor claridad, dos concepciones de orden internacional y dos
visiones sobre el destino de nuestros actuales países, la norteamericana interesada en
garantizar las mejores condiciones para su futura expansión e incidencia en el continente y
en el planeta y la bolivariana que apuntaba a un nuevo equilibrio del universo mediante la
creación de una gran república que integrara las “antes colonias españolas”, incluidas Cuba
y Puerto Rico.
A manera de conclusión
La guerra fue el crisol inicial donde se forjaron las primeras nociones de nación, república,
patria y ciudadanía y el Ejército Libertador fue la estructura donde se aglutinaron las
voluntades diversas que la hicieron posible.
En esa estructura político – militar se encuentran los hombres de origen humilde que por
coraje y valor ascendieron a los grados superiores y que en la paz se encontraban con que la
sociedad de castas, heredada del orden que derrotaron, estaba viva y los discriminaba.
Del análisis histórico debemos sacar lecciones para enfrentar el presente, donde los herederos
de esos sectores privilegiados se niegan hoy a permitir la consolidación republicana de la
democracia.
Referencias
1) Bonilla, Heraclio. (2016) ¿Cómo España gobernó y perdió al mundo? En: Metáfora
y realidad de la independencia en el Perú (6th ed., pp. 117-151). Lima: IEP. P. 46
2) Tulio Halperin Donghi (1981). “El legado colonial” En: Historia Contemporánea de
América Latina. Capítulo 1. Círculo de Lectores. Bogotá. 1981. P. 15 p 37
3) Reformas Borbónicas. (2019). Recuperado de
https://portalacademico.cch.unam.mx/alumno/historiademexico1/unidad3/virreinato
novohispano/reformasborbonicas
4) Bushnell, David “Colombia una nación a pesar de si misma”. En: Rompimiento de
los lazos con España. Editorial Planeta. p.52
5) Guerra, Francisco Xavier et AL. “El ocaso de la monarquía hispánica: revolución y
desintegración”. En: Inventando la nación. Iberoamérica siglo XIX. Fondo de Cultura
Económica. México. 2003.p 127
6) Brading, David. (1992). “La Gran Rebelión” En: Orbe indiano pp. 595. México:
Fondo de Cultura Económica. P 595
7) Garrido, Margarita. (2009) “Nueva Granada entre el orden colonial y el
republicano: lenguajes e imaginarios sociales y políticos.” En: Las independencias
hispanoamericanas. Interpretaciones 200 años después. Marco Palacios (editor),
editorial norma, Bogotá, p 101 2009.
8) Thibaud, Clément. (2003) “Repúblicas en Armas” Editorial Planeta. p.1
9) p. 259
10) p. 130
11) p.308
12) p.354
13) p.467
14) Pividal p. 71
15) Pividal p. 64