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Principio Social de la Iglesia

Principios Fundamentales:
Principio de Participación:
Se expresa, esencialmente, en una serie de actividades mediantes las cuales el ciudadano,
como individuo o asociado a otros, directamente o por medio de los propios
representantes, contribuye a la vida cultural, económica, política y social de la comunidad
civil a la que pertenece. Es un deber que todos han de cumplir conscientemente, en modo
responsable y con vistas al bien común
La enseñanza social de la Iglesia convida a todos sus miembros a preocuparse por la vida
social de las personas; todos estamos llamados por Dios a contribuir desde dentro, a modo
de fermento, en el desarrollo del mundo. El PSI no abdica de la participación en la
política; los criterios basilares de esta participación son la consecución del bien común,
la promoción de la justicia, el espíritu de servicio, la autonomía de las realidades terrenas,
la solidaridad, la voluntad de diálogo y de paz.
Creemos que las personas tienen el derecho y el deber de participar en la sociedad,
buscando juntas el bien común y el bienestar de todos, especialmente de los pobres y de
las personas vulnerables. Sin participación, no pueden obtenerse los bienes que cualquier
institución social pone a la disposición de la persona. La persona tiene derecho a no ser
privada de participar en esas instituciones que son necesarias para el desarrollo humano..
La participación no se puede restringir a algún contenido particular de la vida social, dada
su importancia para el crecimiento, sobre todo humano, en campos como el trabajo, la
economía, la información y cultura y, especialmente, la vida social y política.
Por ejemplo, este principio se aplica de manera especial a las condiciones relativas al
trabajo. El trabajo es más que un medio de ganarse la vida; es una forma de participación
continua en la acción creadora de Dios. Si se ha de proteger la dignidad del trabajo, se
deben respetar los derechos fundamentales de los trabajadores: el derecho a un trabajo
productivo, a un salario decente y justo, a organizar sindicatos y a afiliarse a ellos, a la
propiedad privada, y a la iniciativa económica.
Participación y Democracia:

Nosotros queremos participar y esa participación nos hace mostrar a nosotros un deber,
el deber que tenemos todos los seres humanos de participar en la vida, en el desarrollo,
en el progreso de los pueblos.
Por eso, una persona que no participa en los gastos de un pueblo, con sus impuestos, es
una persona que no está cumpliendo con su deber. Una persona que no participa en las
elecciones, por ejemplo, es una persona que se siente limitada en lo que es su derecho de
participar en la elección de aquellos que lo dirigen. Esta dimensión de la participación
muestra un derecho, pero también muestra un deber. Derecho y deber, el derecho de
participar y el deber de participar. Por eso, cuando las personas no pueden participar todo
lo que pueden en la vida nacional, se sienten limitadas.
Las dictaduras limitan la participación, pero también la participación se vuelve un
desorden cuando no es regulada.
La participación es no solo una de las mayores aspiraciones del ciudadano, sino
también uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos, además de una de
las mejores garantías de permanencia de la democracia.
Toda democracia debe ser participativa. Y ello implica que «los diversos sujetos de la
comunidad civil, en cualquiera de sus niveles, sean informados, escuchados e
implicados»
Para que exista una verdadera participación solidaria de los ciudadanos deben superarse
los obstáculos culturales, jurídicos y sociales que la impiden. Hay, pues, que evitar todas
las posturas que llevan al ciudadano a una participación insuficiente y al desinterés por lo
relativo a la vida social y política, limitándose a votar, cuando no incluso a
abstenerse, cada determinado tiempo.

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